Instrucción militar como parte de la educación en China

China/Julio de 2017/Fuente: Yuangfang

Ley de reclutamiento de la República Popular China. Capitulo 1, articulo 3: Según esta ley, los ciudadanos de la R.P.C. tienen la obligación de realizar el servicio militar, sin importar la etnia, raza, ocupación, situación familiar, religión y nivel de educación.

中华人民共和国兵役法》第一章第三条:“中华人民共和国公民,不分民族、种族、职业、家庭出身、宗教信仰和教育程度,都有义务依照本法的规定服兵役。”

Así es, según la ley, en China tanto estudiantes de primaria y secundaria, como estudiantes universitarios tienen la obligación de participar en el entrenamiento militar que tiene lugar durante las primeras semanas de curso. Es parte de su educación, hasta el punto de que la nota que obtengan en estas clases contará para la media final de sus estudios, por lo que a parte de ser obligatorio, no es algo que deban tomarse a la ligera.

Esto es algo que me llamó muchísimo la atención cuando llegué a mi universidad china porque jamás había escuchado hablar sobre el tema antes de llegar allí. Al pisar la universidad por primera vez y encontrarme con cientos de estudiantes vestidos de militares paseando campus arriba y campus abajo pensé: “¿pero en qué clase de universidad me he metido?”

Tras mucho observarles desde mi ventana, comprendí que aquello debía ser normal y que los militares de aspecto peligroso eran estudiantes como yo. Fue entonces cuando me lancé a charlar con una de las chicas para indagar un poco más en el asunto. Y así, por fin, el misterio quedó resuelto.

Cada día, a eso de las 6 de la mañana, me despertaban los cánticos patrióticos de estos jovencitos que, dirigidos por un profesor recién salido del Ejército, desfilaban por el patio que había debajo de mi habitación. Así se pasaban un par de horas, moviéndose a buen ritmo de acá para allá y siguiendo las órdenes del profe que, de vez en cuando, les hacía parar en seco y colocarse en filas perfectas. Terminado este ejercicio, salían de marcha por las calles del campus, desfilando, siempre desfilando, con una coordinación que solo los chinos son capaces de conseguir. Y así hasta la noche, cuando volvían a colocarse bajo mi ventana para darme las buenas noches con otra canción dedicada a la patria.

Solo fue necesaria una semana para que la vocecita de los militares que dirigían a estos grupos de estudiantes se quedase grabada en mi cabeza para siempre. Aún hoy en día, ya unos cuantos años después, sigue viniendo a mi cabeza en determinadas ocasiones ese “Yi, er, saaaan, si! Yi er saaaan, si! Yi, er! San, si!”, que tantas veces al día escuché durante mi primer mes en Hangzhou.

Una de las primeras cosas que pregunté a la chica que me informó sobre el asunto, fue que durante cuánto tiempo exactamente iba a tener que disfrutar de sus serenatas bajo mi ventana. Fue todo un alivio escuchar que el entrenamiento militar solo duraba 3 semanas, ya que yo ya había empezado a hacerme a la idea de tener que soportar los cánticos (sobre todo los de las 6 de la mañana) eternamente.

Investigando sobre el asunto en internet (desde luego, no es algo que la chica me contase), descubrí que la idea de realizar esta instrucción militar surgió tras la Revuelta de Tiananmen en 1989, con el fin de prevenir cualquier tipo de insurrección estudiantil en el futuro.

El objetivo de este entrenamiento es enseñarles tanto teoría como práctica para que puedan hacer un mejor uso de habilidades como la disciplina, el orden, el sentimiento de unidad o la obediencia. Además de recordarles cuáles son los valores que importan en China, inculcarles un amor incondicional por el país o hacerles comprender la trascendencia de la defensa de la nación. Cosas importantes para el gobierno, ya sabéis.

Otro de los datos interesantes que aportó la chica, casi como si me lo confesara en secreto, fue el de que sabía que se trataba de algo importante para China y que debía sentirse orgullosa de recibir ese tipo de formación, pero que aquello le parecía un rollo absoluto y que era bastante agotador. Le di la razón y le desee ánimo con una sonrisa, ella me la devolvió y me respondió diciendo que intentaba mantener la paciencia y las fuerzas hasta que terminase la instrucción, porque si el profesor veía un atisbo de desmotivación en sus rostros, les haría trabajar aún más duro.

Después de haber hablado con esta chica, cada vez que iba de camino al comedor, a la biblioteca o al supermercado, compadecía a aquellos pobres estudiantes chinos con los que me cruzaba y que aguantaban hasta 15 horas de instrucción militar.

Y yo quejándome de mis dos horas semanales de educación física, allá por la secundaria…

Días después, escuché por casualidad algo sobre una ceremonia de clausura y, sin saber muy bien si me dejarían entrar o no, me fui para allá cámara en mano. No fue difícil encontrar el lugar; solo tuve que seguir a los chicos que caminaban hondeando banderas rojas por el campus. Conseguí colarme sin problemas y, aunque la luz no me permitió sacar fotos demasiado decentes, pude apreciar la felicidad que había dibujada en el rostro de todos los estudiantes. Lo que no me quedó claro es si esta expresión estaba motivada por el hecho de que al fin se libraban de aquella tortura involuntaria, o si por el contrario se debía a que de verdad les habían convencido de que cantar canciones patrióticas al unísono era algo que les honraba en extremo. A ellos, y a China.

Fuente: http://www.yuanfangmagazine.com/cultura/instruccion-militar-parte-la-educacion-china/

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Enseñar a protestar

Por Alberto Sebastián Barragán*
Millones de mexicanos, con millones de modos honestos de vivir, exigen que cada quien haga su trabajo, y que lo haga bien. Es una demanda de elemental justicia, puesto que lo que piden no es un capricho: los gobernantes deben atender las necesidades y trabajar en las demandas de la sociedad a la que representan.

La indignación no es nueva y crece cada día más. Las calles de nuestro país han visto desfilar las protestas, que por años han congregado diferentes causas y movimientos. Sin embargo, este sexenio ha registrado una innumerable cantidad de manifestantes, casi todos con el mismo motivo: protestar contra las malas acciones del gobierno, contra el mismo grupo en el poder.

El paquete de las llamadas reformas estructurales ha tenido una suerte de dados cargados hacia los grupos empresariales. Mientras los discursos demagógicos abanderan las transformaciones, detrás del telón se frotan las manos, en espera de múltiples ganancias, los intereses privados.

Este es el México del siglo XXI. Este es el país que ha sido mancillado y que adolece, como si padeciera mal de gobierno crónico. La sociedad había sido permeada por la política social de la dádiva, que no es más que un tranquilizante, una sustancia que no mitiga, pero que mantenía adormecida a la población.

Hace tiempo se advirtió: si no se dan instrucciones de civismo a nuestro bajo pueblo, a cada rato lo veremos injuriado impunemente. En efecto, la educación tiene un papel trascendental en la vida pública del país. Esa cita textual pertenece al periódico Regeneración, publicado el 15 de octubre de 1900. De una primera lectura, la cita parece un lugar común, pero si resaltamos su contexto histórico, nos daremos cuenta de que está trillada repetidamente, no la frase, sino nuestra dignidad.

En todo momento, la tarea educativa tiene que atravesar esta cruda realidad. En las escuelas, concurren alumnos y docentes que caminan las mismas calles para llegar día a día. Lo que pasa afuera no es ajeno a los temas de la clase. Y como vecinos del mismo país, a los profesores nos toca mediar los conflictos, dar interpretaciones del diagnóstico y ser portadores de las malas noticias.

El gremio magisterial ha mantenido también su lucha por varios sexenios, y ha demandado mejores condiciones laborales, incrementos al salario, capacitación, seguridad, prestaciones y, en este sexenio, se ha agregado la lucha contra la reforma educativa. Además del trabajo en las escuelas, profesores y profesoras han tenido que organizarse para levantar la voz, y mantenerse vigentes en la lucha.

Muchos medios de comunicación y gran parte de la opinión pública han señalado en forma despectiva todas las protestas del magisterio. Sin embargo, la sociedad ha percibido la legitimidad de la lucha, da crédito a los levantamientos y apoya a los maestros.

En las escuelas se ha mantenido un arduo trabajo en beneficio de los pequeños. Los profesores enseñan a leer, escribir, sumar, multiplicar, analizar, comprender, participar. El plan de estudios vigente (que van a eliminar) tiene una estructura sólida y suficientemente congruente en las prescripciones que se plantean para los estudiantes de educación básica.

Entre los campos formativos que se trabajan está: desarrollo personal y para la convivencia, que incluye la formación cívica y ética, en primaria y secundaria. Es una asignatura para la formación de identidad mexicana y construcción de la ciudadanía. Desde ese espacio curricular se analizan documentos como nuestra Constitución, y se han revisado las prerrogativas de los artículos tres, 27 y 123; también se orienta a niños y jóvenes para tomar decisiones, encarar conflictos y participar en asuntos colectivos.

Las recientes protestas por el incremento al precio de la gasolina están desbordando los límites de la paciencia. No sólo es la gasolina, sino la canasta básica y todo lo que se mueve en el país. No sólo es esta vejación, sino que es la gota que derramó el vaso que se fue llenando de abusos, corrupción, beneficios descarados a muchos empresarios, gastos excesivos, bonos injustos a los servidores públicos, vales de gasolina a los funcionarios, la Casa Blanca, reformas laborales que atropellan derechos de los trabajadores, narcotráfico, feminicidios, desaparecidos, Tlatlaya, Ayotzinapa, Apatzingán, gobernantes saqueadores…

Como sabemos, la lista se ha vuelto interminable. Entre tanto, los profesores han predicado con el ejemplo. La lucha magisterial ha reportado algunas pérdidas y ganancias. La gente que debe protestar ahora ya no se detiene. En las escuelas hay que agregar la revisión del artículo nueve constitucional, del derecho a protestar; ahora más que nunca tiene que volver a valer. No hay que perder de vista que los derechos se satisfacen, no se conceden. A más de 100 años de distancia, vale revivir la esencia del periódico Regeneración, para reconstruir la dignidad y la conciencia de nuestro país.

* Jefe de redacción en Voces Normalistas

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2017/01/19/opinion/020a1pol

Imagen: www.elpueblo.com/img/photos/protesta3.jpg

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