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El sujeto histórico y los nuevos aliados en la lucha por las ideas por el cambio social

Por: Rafael Pompilio Santeliz.

Las fuerzas sociales son la materialización y cristalización de la lucha de clases que presionan para lograr sus objetivos de transformación. No son necesariamente una clase social, podría ser un sector de clase, varias clases o diferentes estratos de distintas clases. Esta constelación de fuerzas de cambio expresan la llamada coyuntura política. De acuerdo a los clásicos, toda revolución social es el resultado de la conjunción de los factores objetivos y subjetivos. El análisis de estos factores en optimas condiciones es lo que Lenin denominó «situación revolucionaria».

Un postulado marxista dice que el pueblo es el creador principal, el sujeto real de la historia. El concepto «pueblo» en un concepto amplio coincide con los de población y nación y en el sentido estrecho designa a las masas como las creadoras de la historia y las reales promotoras del progreso social. Ahora bien, ¿maduran condiciones objetivas y subjetivas para el salto cualitativo? ¿Existen clases con el sentido histórico de trascendencia que lleven a cabo su cometido histórico? ¿Hay la suficiente subjetividad para movilizar los factores de cambio?

Los aliados clasicos de proletariado, como fuerza motriz, siempre han sido los campesinos, que como trabajadores participarían como sujetos de cambio. Sin embargo, a los campesinos en la Venezuela actual, que han cuantificado en un 13 por ciento, tendriamos que restarle las diversas figuras que estratifican a este sector rural que entre pisatarios, arrendatarios, medianeros, conuqueros, colonos, aparceros, proletarios de la agroindustria, intermediarios, comerciantes y marginados de la producción nos darian un infimo porcentaje, por sus intereses particulares. Amén de la diferencia con el proletariado industrial, quienes como creadores de las ganancias del capitalista, siempre tienen que estar unidos para obtener sus reivindicaciones, en su carácter social de su produccion, de ahi su caracterización de fuerza motriz. En cambio, el campesinado, bajo sus diferentes modalidades, está mas movido por la propiedad de la tierra, y por ende, mayor permeado por intereses individuales y familiares que lo harian pensar mas para apoyar un proceso colectivo y comunal.

Para el presidente Chávez, las fuerzas motrices estarían más cercanas al quehacer político y al poder movilizador de las ideas. En una entrevista con Luis Bilbao, sostiene: » … aquí hay una fuerza moral que despertó, que estaba adormecida. Y ésa es una fuerza motriz. Es un curso moral, es un curso de ideas. Aquí hay ideas motrices: Bolívar se ha convertido en una idea motriz; un generador de fuerzas políticas, de fuerzas ideológicas, de fuerzas reales, contundentes».

La argumentación posee una visión marcadamente moralista (o ética) de recuperación de los valores inherentes al proyecto de los próceres que se ha mantenida viva en los sectores populares y que podría servir más como elemento cohesionador para recomponer el tejido social disperso y atrofiado. Vale decir que como perfil ideológico tiene mucho de anacronismo, pese a la buena intensionalidad.

Existe toda una discusión sobre lo que puede significar o a significado el sujeto histórico o las fuerzas motrices en la construcción socialista.
Hay un potencial revolucionario que pudiera ir más allá de los resultados que ha tenido el populismo en América Latina. Dick Parker, caracteriza el chavismo como «populismo con potenciales revolucionarios»: Se trata de un discurso político que se distingue por interpelar y calar profundamente entre los sectores populares, a la vez que logra estimular un entusiasmo y un potencial de movilización entre estos mismos sectores que abre perspectivas de profundos cambios en la sociedad. A diferencia del populismo clásico, el populismo chavista viene construyendo instrumentos que pudieran dar autonomía a las clases populares, cosa que lo diferencia notablemente del «Estado intermediario». Antes de esta guerra implacable se venía recomponiendo el tejido social descompuesto con planes sociales que aseguracen lo vital, para poder pensar mas allá de la sobrevivencia. Sin esta materia prima humanizada no hay posibilidad de pensar en sociedades superiores.

En la actualidad buena parte de los nuevos movimientos desconoce el rol histórico de los trabajadores como clase dirigente de la revolución socialista. Bastaría un movimiento pluriclasista, amorfo, y sin doctrina de clase, para conducir por decreto la lucha por el socialismo. En las nuevas complejidades sociales se acusa un desdibujamiento del sujeto histórico tradicional. Este nuevo tipo de trabajador parece ser más dinámico, cuentapropista, nómada y sin ningún sentido de destino que no sea su sobrevivencia. En ese sentido, Heinz Dieterich habla de un «bloque histórico de distintas fuerzas sociales» nucleado en torno a los principales protagonistas del proceso.

Por la heterogeneidad estructural presente, variadas tendencias hacen esfuerzos por la formación de un bloque social revolucionario que articule lo clasista, lo étnico y lo nacional-continental. La tendencia Nuestraamerica, demanda que lo clasista se debe articular con lo étnico y a la cuestión de genero, valorizando el nexo entre lo local-regional y lo nacional-continental. Desde este punto de vista, se puede decir que existe un Bloque Social Revolucionario donde están presentes los trabajadores, campesinos pobres, capas medias y nuevos movimientos sociales. Esta definición sería una prevención contra cualquier tentación obrerista. Considera además, que el control obrero y la cogestión, pueden ser vistas como consignas transitorias que permitirían eslabonar los planteamientos transformadores que apuntan hacia el socialismo, partiendo de las dinámicas de posicionamiento productivo que están viviendo algunos trabajadores en la actual coyuntura histórica.

En esta discusión quienes mantienen la necesidad de la hegemonía de los trabajadores como fuerza motriz consideran que los cambios en el mundo del trabajo han sido muchos, pero ninguno de ellos niega la dualidad central que propone el marxismo como conflicto permanente: la de explotadores y explotados. «La idea del movimiento obrero como sujeto y el proletariado industrial como vanguardia no fue un capricho teórico, fue el fruto de décadas de evolución de un universo de ideas que uno puede compartir o no, pero nunca desvirtuar su fortaleza. La capacidad de la clase trabajadora como protagonista no tiene que ver con su nueva composición (ni mucho menos con el supuesto posmoderno de su «desaparición»): se trata de la única clase en condiciones de dañar al sistema por ser la fuente de sus ganancias».

En Venezuela la fuerza de trabajo asciende aproximadamente a 12 millones de trabajadores, de los cuales el 50% se encuentra ocupado en el sector informal de la economía. De los trabajadores del sector formal, la mayoría se encuentra ubicada en el sector privado y, en éste, es el sector terciario de la economía -comercio y servicios- el mayor empleador. El proletariado industrial ha disminuido cuantitativamente su peso específico dentro de la clase obrera venezolana, como resultado del intenso proceso de desindustrialización experimentado por el país durante los años 90, en el marco de la implementación de las políticas neoliberales. Otro factor de notable incidencia ha sido la escasa inversión del capital privado por más de 30 años. Pese a esas tendencias, los trabajadores siguen constituyendo el sector más numeroso de la sociedad venezolana y el que, por su posición dentro del proceso de producción, juega el papel más importante en la generación de la riqueza.

Una propuesta de los Altos mirandinos al XXI Congreso del PCV estimó que:

«La atomización de la clase obrera y de los trabajadores en general es una debilidad del proceso, impide la organización de las masas populares, alienta las contradicciones en los partidos políticos, estimula la preeminencia de las clases reaccionarias, auspicia la corrupción, dificultando enormemente el avance hacia el socialismo. Sólo la clase obrera y los trabajadores en general, mediante su lucha están en capacidad de abolir definitivamente la explotación del hombre por el hombre. En ello consiste su misión histórica y allí radica su condición revolucionaria».

Concluyen estas reflexiones estimando que «..se puede constatar que su debilidad actual representa, en buena medida, una importante limitación temporal para imprimirle un carácter más consecuentemente revolucionario al Estado». En consecuencia sentencian: «En la actualidad, no podemos esperar que los cambios hacia la sustitución del modo de producción capitalista, a favor del socialismo, se sucedan de forma rápida e intempestiva. Ello en virtud del propio carácter de la actual fase de la revolución, de la necesidad de preservar y fortalecer, con todo lo compleja y contradictoria que sea, la unidad nacional antiimperialista y sobre todo, en virtud de la pronunciada debilidad generalizada del sujeto social del objetivo socialista, la clase obrera venezolana».
Con lo que se entiende que para el PCV lo principal en estos momentos es la lucha por la liberación nacional. Ya en otras oportunidades, en las luchas de los 60, se dio una simultaneidad en estrategias diferentes como era unir liberación nacional al unísono con el socialismo. Es de recordar que para los clásicos del marxismo las luchas de liberación nacional engloban fuerzas policlasistas en las que se incluye la supuesta «burguesía nacional» afectada por el imperio. En consecuencia, se plantean un Frente antiimperialista de todas las clases afectadas; en cambio las luchas por el socialismo, de acuerdo a la lógica marxista-leninista, implicaría un instrumento más monolítico nucleado en un «bloque de clases explotadas» con un Partido identificado plenamente con una sociedad comunitaria. Ambas estrategias implican objetivos diferentes en el programa de lucha. Habría que preguntarse además, qué significaría la Liberacion nacional, en esta etapa de globalización e interdependencia mundial, donde no hay países socialistas aliados bajo el precepto del «Internacionalismo proletario».

Bajo nuevas lecturas sobre los sujetos de cambio se ubican tambien, como aporte de la experiencia chiapaneca, la lucha por la democracia, las refundaciones, el rol del ciudadano, resemantizando a la llamada Sociedad civil, vista como pueblo organizado, con autonomía de clase.

Los explotados serían aquellos que junto a sus familias dependen de su fuerza de trabajo. Ellos junto a las llamadas «minorias» (que pudieran ser llamados mayorias) harían conjunción como fuerzas de cambio. La explotación, que es la base de la insubordinación contra el neoliberalismo, está planteada en un nivel de generalidad que permite comprender en la categoría de explotados lo mismo al negro en Sudáfrica, como al homosexual en San Francisco, al asiático en Europa, al chicano en California, al anarquista en España, al palestino en Israel, al judío en Alemania. Prostitutas, gay, los «sin papeles», negros, discapacitados, ecologistas, las luchas de genero, indios, migrantes, y terciarizados, abarcarian un universo mayor, como fuerzas aliadas del cambio social.
Los explotados, en este nivel de generalidad, abarcarían una mayor estratificacion social que implicaria homogeneizar al ciudadano y sus derechos. Sería, con sus destiempos, un reverdercer del pensamiento roussoniano que términos muy inconclusos se ha manifestado en el devenir de Latinoamerica. Esto podría entenderse como la intención a luchar por los derechos esenciales, como la estructuración de la acción colectiva, pero de un modo nuevo, no cooptada por el sistema político.

La fragmentación de los oprimidos llama a la unidad, lucha y respeto a sus aspiraciones con programas concretos que logren su identificación plena con un proceso de refundacion que los incluya. Por la diversificación de los procesos productivos se toma en cuenta la multiplicación de instrumentos y espacios de mediación social que provoca un desdibujamiento de las relaciones de explotación. Las profundas modificaciones tecnológicas y organizativas que el capitalismo ha introducido, como la aplicación de la electroinformática en el proceso de reproducción material de la sociedad, como núcleo tecnológico básico, forma parte de las condiciones objetivas que han permitido la confluencia de grupos sociales sumamente diversos, que necesitan caracterizarse y que, por ahora, podrían llamarse luchas ciudadanas.

El proceso de cambio donde se involucra cualitativamente a la sociedad civil tendría que ver con la voluntad, la organización y la conciencia de sus posibilidades. El Subcomandante Marcos, refiriendose a la llamada sociedad civil sostiene: «Nosotros decimos: No le tememos a que haya tendencias fascistas en la sociedad civil. Si hay una propuesta equilibrada de acceso a los medios, de contacto con la gente, nosotros apostamos a que las propuestas más humanas, más racionales, más justas, más libres y más democráticas son las que van a triunfar sobre las otras. No se trata de aniquilarlas sino de que entren en ese espacio y ahí se decida. Que no decida la fuerza sino que decida la razón». La interpelacion, el careo dialogico argumetativo, la sintesis de proyectos de cambios, no antagónicos con la justicia social, seian parte de estos nuevos paradigmas donde la profundización de la democracia y la razón, como arma para construir, serian algunas de las aristas de lo que se ha dado a llamar como una Nueva Cultura Política en la reinvención de la izquierda revolucionaria.

Fuente del artículo: https://www.aporrea.org/ideologia/a270993.html
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Libro: La vida en las Escuelas (Peter McLaren )

Una introducción a la pedagogía crítica en los fundamentos de la educación

La vida en las escuelas ofrece una rara oportunidad para los estudiantes, los educadores críticos y uno de los principales teóricos educacionales dialoguen, disientan, cuestiones y amplien sus respectivos razonamientos y acciones en torno a las cuestiones éticas relacionadas con la educación escolar y la democracia en una sociedad capitalista, patriarcal y racista. Christine Sleeter, Universidad de Wisconsin, Parkside Prólogo a la segunda edición
“Con este libro, Peter McLaren se muestra como un camarada en el camino de raclamar y construir lo que es más excelente y misterioso en los seres humanos: su habilidad para protegerse de un mundo de opresiones, su anhelo de creación y su determinación a buscar caminos que lo nutran de nuevo”. Leonardo Boff, Río de Janeiro, Brasil Prólogo a la tecera edición.
“Sin duda, La vida en las escuelas de McLaren sigue siendo fuerte de esperanza e inspiración para miles de educadores alrededor del mundo que participan en la lucha de clases dentro de las escuelas públicas”. Ramin Farahmandpur, Los Ángeles, California. Prólogo a la cuarta edición.

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Es tiempo propicio para retar a la burguesía

Por: Manuel Humberto Restrepo Dominguiez

La sentencia del manifiesto de 1848 respecto de que “el gobierno del estado moderno, no es mas que una junta que administra los negocios comunes de toda la burguesía”, no deja lugar a equivoco. Efectivamente es así la cruda realidad que tiene sometido al país a la mas aguda degradación política. La guerra solo había dejado al descubierto las cifras de la tragedia, pero había ocultado los móviles, los modus operandi y los centros de decisión y responsables de las prácticas de poder tan descompuestas como criminales, que se concretaban en la venta de fallos judiciales, compra venta de resultados electorales, financiación de campañas electorales con recursos ilícitos, asesinato sistemático de opositores, desaparición forzada por odio político y racial, legalización del despojo de tierras y bienes ante jueces y notarios, entre muchas actuaciones que han puesto al descubierto que la iniciativa histórica de la burguesía no era la búsqueda del progreso y felicidad del colectivo humano llamado Colombia, si no su propia felicidad completada sin escrúpulos con saqueo e ingenio para detener los repetidos avances armados y desarmados por la emancipación.

De repente ante los vientos de cambio las partes en descomposición de la burguesía son de tal magnitud, que anuncian que es la totalidad del sistema político y del control del estado el que esta mal y que la concepción, métodos y medios que utiliza son incompatibles con el propósito de construcción de paz estable y duradera, a la que no quieren dar crédito y tienden a enredar en su propio entramado. El momento oportuno del pueblo bien puede ser ahora, de inmediato, sin alargues, ni demoras por tratar de completar un programa político único o rediseñar la ruta social mas adecuada.

Las elecciones de 2018 serán la ultima oportunidad política de encuentro entre la generación naciente de milenios y jóvenes que crecen en una sociedad de cansancio en la que se creen en libertad aunque aparezcan encadenados como prometo y de otra la generación que esta de salida, que trae las experiencias de sus luchas civiles y armadas, las batallas callejeras de los años 70, la capacidad de sobrevivencia ante el asedio paramilitar de los años 80 y 90 y las desesperanzas del fin del siglo. La organización política y social popular sabe bien que sus grandes activos son su capacidad de resistencia por la dignidad y su convicción ética y de respeto por la vida y tienen claro que habrá que ejercitar el poder de otra manera, que esta vez no podrá buscar su independencia con la misma brújula que le ofrecen los ladrones y que habrá que confluir y promover el ascenso al control del aparato de estado y sus instituciones, salir de la pura agitación y entrar al trasfondo de tomar el poder como objetivo de inmediato plazo, sin distraer la atención ni dispersar el foco entre incontables tareas.

La burguesía herida de muerte trata de encontrar un referente para completar el ideal democrático, pero sus modos de acción coherentes con un solido sistema de corrupción y clientelismo, le resultan incompatibles con el estado de derecho y la sociedad de derechos. La burguesía, encarnada en las elites en el poder, políticamente esta asociada a los dos partidos tradicionales: liberal y conservador, y una lógica de centro derecha orientada por no mas de 200 familias que actúan juntas o por partes para eternizar su existencia, mantener vigente su electorado regional y nacional, mantener el control de las fuentes de riqueza en bienes y poderes y, sostener vivos los contenidos patriarcales, la interdependencia con la iglesia y la fuerza militar. Su poder le permite decidir totalmente desde los mínimos detalles para la construcción de una vivienda hasta la destrucción planificada de un pueblo entero, con todas sus consecuencias de terror y sufrimientos porque “ha hecho de la dignidad un simple valor de cambio” y sigue a la letra los mandatos del capital trasnacional, recitando sin pudor el consenso de Washington, los mandatos de la OCDE, la OEA y la OTAN, y aplaudiendo los TLC y el éxito de los mafiosos que legalizan capitales porque “sustituyo las numerosas libertades conquistadas por la única y desalmada libertad de comercio”, sin importarle que donde la gente clamaba por comida quemó el arroz y contaminó las aguas y donde escaseaba la salud cerró hospitales para refinanciar bancos y donde había miseria instaló batallones que convirtieron a los hambrientos en bajas en combate. “En una palabra, en lugar de la explotación velada por ilusiones religiosas y políticas, ha establecido una explotación descarada, directa y brutal”

La burguesía define entre los suyos a los que habrán de gobernar, desde niños identifica quienes serán presidentes, cancilleres, ministros, candidatos, empresarios o destacados militares. Padres, hijos y parientes se turnaron los cargos de poder del ejecutivo, el legislativo y judicial, durante el medio siglo de guerra, se casaron entre sí, formaron empresas familiares, contrataron o se independizaron, para en todo caso, reproducir poder y capital, repartido entre sonoros apellidos como Pastrana, Gaviria, Galán, López, Lleras, Santos, Holguín, Uribe, Samper, Valencia, que hace tiempo dejaron claro que no tienen contradicción insalvable para asegurar en la paz lo que la guerra les dio.

La burguesía también “ha despojado de su aureola a todas las profesiones que hasta entonces se tenían por venerables y dignas de piadoso respeto. Al medico, al jurisconsulto, al sacerdote, al poeta, al hombre de ciencia, los ha convertido en sus servidores asalariados”. La ciencia ya es otra mercancía y los científicos simples adjetivos al servicio de la nueva colonización, alejados del ímpetu por una epistemología del sur y exaltados por su capacidad para abrir nuevos mercados. De las vacunas importa que sean rentables, de los agroquímicos aunque maten humanos, suelos o aguas que se vendan. De la riqueza minera que se extraiga lo que no pudo el genocidio de hace 500 años y que sus migajas en regalías financien mas investigación aunque esta produzca humillación. Del derecho no importa la justicia, importa el temor a la ley que revalorice el trafico de decisiones judiciales.

A la burguesía le interesa inmovilizar las resistencias, las indignaciones, las rabias contenidas y las emancipaciones que vienen desde abajo, pero también destituir intelectuales y posicionar académicos que no hurguen en las estructuras del poder, y reproduzcan el sistema aniquilando toda posibilidad de acción y degradando al ser humano a su condición de animales trabajadores. Es momento político para entender en colectivo que “ser libre no es otra cosa que realizarse mutuamente y que mientras se compite, cada uno en lo suyo, el capital crece, gana, disuelve la multitud” y elimina la posibilidad de distinguir entre los que tienen el poder gracias a la guerra y los que dejan la guerra para hacerse al poder y sobre todo tiempo para comprender y sumar fuerzas en unidad para que el país empobrecido no sega teniendo a sus hijos como única posesión ni que su existencia política se reduzca a seguir perpetuando con su indiferencia o interés propio el poder de quienes apenas históricamente se encargan de garantizar su reproducción biológica negando la posibilidad de vivir libres de carencias y humillaciones.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=231027&titular=es-tiempo-propicio-para-retar-a-la-burgues%EDa-

 

 

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El Feminismo en las FARC-EP

Por Mujer Fariana/Victoria Sandino Palmera, Delegación de paz de las FARC-EP

El proceso de paz ha significado para las guerrilleras una oportunidad en varias dimensiones: Una, responder a los ataques mediáticos dirigidos contra la organización, pero de manera especial contra las mujeres, desvalorando su papel en la organización, su condición de insurgente y de sujetos políticos.

Dos, ha sido un espacio para la reflexión y el intercambio de opiniones con representantes de organizaciones femeninas frente a la situación de las mujeres en Colombia, sobre sus problemáticas y agendas, con quienes tendemos puentes de unidad para el logro de la paz con justicia social y de la materialización efectiva de sus derechos humanos. A partir de nuestras experiencias colectivas, podemos afirmar que la organización ha venido asumiendo el principio de igualdad de oportunidades en sus filas, mucho antes de que de ese discurso se posesionara como una necesidad para la sociedad colombiana.

Y tres, ha sido una oportunidad para la reconstrucción de una mirada histórica de las luchas de las mujeres, en la búsqueda de la igualdad con equidad. En tal sentido reivindicamos los aportes de todas las corrientes feministas revolucionarias tanto en sus avances teóricos como en sus luchas antipatriarcales.

Por ello hemos asumido la tarea de formular, a partir de la observación de nuestra práctica y del estudio de las teorías e historia feminista, una línea política de genero propia de nuestra organización.

Desde las herramientas marxistas de análisis, el feminismo fariano no puede ser sino profundamente clasista, antipatriarcal, emancipador, impulsor de la igualdad de oportunidades y en especial, por la garantía de los derechos de las mujeres como principio revolucionario y organizativo; con el compromiso explícito de luchar por su materialización en el seno de la sociedad y de nuestra misma organización a plenitud.

El feminismo insurgente es una construcción colectiva que formulamos desde nuestra práctica cotidiana, en interacción con teóricos y teóricas, militantes y representantes de organizaciones de mujeres.

Partimos de la consideración que el feminismo no es solo cosas de mujeres, ni mucho menos es una lucha contra los hombres por ser hombres; sí es contra los roles que le dan una posición superior y ventajosa a los varones con respecto a las mujeres por el solo hecho de ser hombres. La lucha antipatriarcal debe ser asumida por el conjunto del movimiento revolucionario. Ese feminismo insurgente que proponemos, debe empeñarse en la construcción de nuevas masculinidades, fuera de las relaciones de poder propias de los roles de género, que liberen a hombres y mujeres del peso del patriarcado.

Esa lucha se dirige a la potenciación de las capacidades de las mujeres en el ámbito público, en la participación política y la toma de decisiones, en el respeto y garantía de sus derechos, en la no violencia contra las mujeres, en la igualdad de oportunidades, en la identidad propia.

Las insurgentes en el post-acuerdo:

El compromiso de las insurgentes para la construcción de la paz es absoluto. Así como hemos aportado en la resistencia armada, en consecuencia con los principios de las FARC-EP, estamos comprometidas con los cambios que requiere Colombia para una paz estable y duradera, con justicia social.

Hoy tienden puentes de identidad y unidad con las mujeres colombianas, con aquellas que han sido históricamente excluidas, con esas mujeres de los sectores populares: campesinas, indígenas, afrodescendientes, pobres de las ciudades. Nos proponemos construir conjuntamente iniciativas que permitan alcanzar de manera definitiva, el fin del conflicto armado, implementar los acuerdos y poder avanzar en la emancipación de las mujeres y de la sociedad.

Las mujeres insurgentes sabemos que la sociedad colombiana está lejos de garantizar los derechos adquiridos en la organización político-militar, con respecto a la práctica de igualdad de condición para desarrollar nuestras vidas. Como colombianas e insurgentes que venimos de una experiencia participativa propia de nuestro colectivo, no volveremos a los hogares con los roles tradicionales; queremos ser motor de cambios y ejemplos de liberación.

Vemos el post-acuerdo como la oportunidad de demostrar con el ejemplo, la factibilidad de construir una sociedad justa en armonía con sus congéneres y la naturaleza, con un nuevo modelo económico que redistribuya la riqueza, haga viable el buen vivir y posibilite la emancipación de las mujeres. Por lo que le apostamos a conservar un modo de vida colectivo y organizado, esta vez, alrededor de formas de producción colectivas y formas de organización social basadas en la solidaridad y la equidad. No está en nuestro léxico la palabra desmovilización; ante la posibilidad de la firma de un acuerdo de paz a las mujeres farianas nos espera la mayor movilización de nuestras fuerzas para continuar la lucha por la emancipación.

Ponemos al servicio de toda Colombia nuestra fortaleza como luchadoras, nuestra experiencia organizativa, y nuestra disposición de trabajar por la justicia y la paz.

Fuente: http://www.mujerfariana.org/vision/663-el-feminismo-en-las-farc-ep.html

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Daniel Bensaïd, la crisis y el marxismo melancólico

Por: Gastón Gutierrez

La publicación de un volumen de la revista Historical Materialism1dedicado casi en su totalidad a poner en discusión el aporte teórico de Daniel Bensaïd (1946-2010) es una buena oportunidad para posar la mirada sobre la originalidad de su obra y el sentido que puede tener su influencia actual. Desde su fallecimiento han aparecido decenas de ensayos (en varios idiomas) dedicados a explorar sus contribuciones2, perfiles teórico-políticos3, traducciones al inglés de algunas de sus obras, y están en elaboración libros dedicados a su historia militante e intelectual4. La revista publica dos capítulos inéditos en inglés (y lamentablemente también en castellano) de La discordance des temps(1995): uno, “El tiempo de las crisis (y de las cerezas)”, dedicado a una lectura metodológica y teórica de la noción de crisis en El capital de Marx y sus consecuencias para una nueva temporalidad histórica; el otro, “Utopía y mesianismo: Bloch, Benjamin y el sentido de lo virtual”, destinado a explorar las contribuciones de ambos para una concepción no lineal del tiempo. En la presentación del volumen, Cinzia Arruza y Patrick King explican el sentido de recuperar a Bensaïd por un doble interés: la posibilidad de pensar el marxismo como una teoría crítica que dé cuenta de la heterogeneidad de los tiempos de la crisis capitalista, y el carácter anticipatorio que la obra tiene para una “gramática de las luchas sociales y políticas del periodo actual”. Las contribuciones abordan distintos aspectos teóricos5; aquí por razones de espacio vamos a elegir los textos de Stathis Kouvelakis y de Enzo Traverso.

Restauración capitalista y “crisis conceptual” del marxismo

Sin lugar a dudas el año 1989 constituye un “corte”, o por lo menos un gran punto de inflexión en la trayectoria intelectual de Bensaïd. La caída del muro de Berlín, la guerra de los Balcanes, la restauración capitalista en el Este y en Oriente, caracterizan al periodo como una Restauración reaccionaria que trastoca el suelo bajo los pies de los revolucionarios formados en la segunda mitad del siglo XX. En su contribución al dossierEnzo Traverso define a este periodo de la obra de Bensaïd como una “interiorización de la derrota”6. Comparando las constelaciones de Bensaïd y Benjamin, que ya había tomado en la introducción a Sentinelle messianique7, Traverso señala que esta restauración representó para el militante francés una “experiencia abismal” (en el sentido nietszcheano): una perturbación que trae aparejada una crisis de inteligibilidad del horizonte histórico8. En Melancolie gauche Traverso desarrolla esta tesis siguiendo a Reinhart Koselleck para exponer cómo la dialéctica de las derrotas presenta un hándicap epistemológico: la historia de los vencedores cae siempre en la apología del pasado y en un esquema providencial,  mientras que a largo plazo el conocimiento histórico avanza desde el punto de vista de los vencidos.

Una “crisis conceptual” del marxismo convoca a una reconstrucción global del mismo. Antes de 1989 Bensaïd había publicado 5 libros, varios de ellos con firmas conjuntas, junto a decenas de artículos y contribuciones más vinculadas a las necesidades urgentes de las coyunturas políticas9. Desde la publicación de Moi, la révolution (en 1989) dirigida a rescatar la revolución francesa de las garras del revisionismo histórico de François Furet, seguido de Walter Benjamin, sentinelle messianique (en 1990) y Jeanne de guerre lasse (1991) sobre Juana de Arco, Bensaïd escribe 28 libros (que sumados a los publicados post mortem suman más de 40 volúmenes)10.

Traverso señala que la característica decisiva de este amplio conjunto de textos es la ruptura filosófica que significó la lectura de Benjamin y la configuración del marxismo como una “apuesta melancólica”11. La crítica a toda ideología de progreso histórico se sostiene en una cultura melancólica de izquierda que incluye a Benjamin, Blanqui, Charles Péguy, entre otras referencias opuestas al marxismo positivista francés. Contrario a una visión de la historia con “final feliz”, y despojado de certezas, el marxismo melancólico quiere enlazar historia y memoria evitando transformarse en la última estación del derrotado. De ahí la recuperación de la apuesta pascaliana, cuyo resultado sería cierta visión trágica que no acepta el mundo tal cual es, y que, aunque carece de certezas sobre el mismo, apuesta a mantenerse en la fe de cambiarlo12. Sin ilusiones sobre el paso del tiempo (porque la filosofía de la historia está anulada), ni sobre un sujeto ya pleno de sus facultades (que emerge como subproducto de la Historia), el marxismo melancólico está sostenido en el voluntarismo de una apuesta que se presume profana y que propone la primacía de la política sobre la historia.

Releyendo a Marx

Entre 1989 y 1995 (año en que publica Marx Intempestivo La discordance des temps)  Bensaïd elaboró un nuevo marco teórico plagado de referencias heterodoxas y cruces impensados, y liberó su vocación literaria produciendo un embellecimiento de su “forma de exposición”. Kouvelakis señala que en este periodo se pueden rastrear las contribuciones más originales de Bensaïd, cuyas innovaciones teóricas podemos agrupar por las “críticas” que realiza casi copiando un modelo kantiano orientado a “desterrar la metafísica”13.

La crítica a la ideología del progreso de Benjamin (con connotaciones teológicas obvias para Kouvelakis, pero reivindicada explícitamente como profana por Bensaïd) avanza, en Marx Intempestivo y en La discordance des Temps, hacia una crítica a la razón histórica, pasando por la crítica de la razón sociológica y culminando con una crítica de la razón positivista. Las preguntas de Bensaïd serían cómo pensar la historia sin “leyes de la historia”; cómo pensar las “determinaciones” sin caer en el determinismo; cómo las nociones de necesidad y causalidad dan paso a las de probabilidad y leyes tendenciales, cuyo desenlace se juega en los conflictos y las luchas.

Este Marx “intempestivo” se construye mediante la apropiación de la idea de “nueva inmanencia” de Gramsci, pero inscribiéndola en el trabajo de las categorías dialécticas de El capital de Marx (algo que Gramsci solo había enunciado). La recuperación de la idea de inmanencia de Spinoza es acompañada de la historicidad de Hegel, de la ciencia de lo posible y de lo contingente de Leibniz y de la crítica en Feuerbach. El resultado es un intento de una teoría dialéctica del conocimiento de las contradicciones históricas que incorpore el lugar del sujeto. A condición de que la ciencia de Marx sea despojada de cualquier pretensión de estar basada en leyes ineluctables de la historia (ya sean apriorísticas o mecanicistas), la crítica de la economía política se fusiona con la teoría del desarrollo desigual y combinado de Trotsky (despojada también de cualquier lectura lineal). Este ejercicio pondría al pensador de la revolución permanente en un rico diálogo con las corrientes cálidas del Marxismo Occidental, como las llamaba Ernest Bloch.

El balance de cada uno de estos puntos es desigual, y requeriría de un trabajo de más largo aliento. A los fines de lo que nos interesa, basta señalar que esto ubica en el centro el problema de las temporalidades diferenciadas (lo que Bensaïd llama una discordancia de tiempos), que le permiten pensar la primacía de la política.

Contra una lectura “naïf” Kouvelakis propone entender este rearme teórico como la  expresión de una ruptura a varias bandas en la cual uno de sus objetivos críticos no sería otro que Ernest Mandel. El mandelismo que pensó el boom de la posguerra como una nueva onda larga de desarrollo capitalista, y se había ilusionado en una reforma de la URSS, era golpeado letalmente por la restauración capitalista iniciada en el ‘89 y la fragmentación de la clase obrera producida durante el neoliberalismo14. Bensaïd presentará a Mandel como un heredero de la ilustración, que “cree” en las virtudes emancipadoras del desarrollo de las fuerzas productivas y en la lógica histórica del progreso. El marxismo así entendido no sería más que una sociología con providencia donde el proletariado estaría “destinado” a salir victorioso. Para Bensaïd la clase obrera aun en su heterogeneidad material y subjetiva, conserva el rol de potencial agente universal de la emancipación, pero esta tarea hegemónica, a construir, requeriría de la elaboración de un nuevo programa y una nueva organización15.

En la opinión de Kouvelakis la resolución de las críticas precedentes nos conducen a la “crítica de la modernidad política”, en donde se conjugan la disolución de los parámetros clásicos (esto es, la crisis de sus condiciones espacio-temporales) y un eclipse de la razón estratégica producido por la derrota de la revolución en el siglo XX (en Pari melancolique y en Elogio de la política profana) que otorga la cifra del estado del pensamiento radical (en Teoremas de la resistencia a los tiempos que corren, Resistances, entre otros) y en los últimos textos inconclusos sobre la categoría del fetichismo publicados en Le spectacle, stade ultime du fetichisme de la marchandise (2010).

Pensar la crisis, una vieja pasión

Tanto Traverso como Kouvelakis interpretan el desarrollo impetuoso de los textos post ‘89 como innovaciones producto de una nueva época. Sin embargo también se ha podido  ver a Bensaïd como expresión de un intelectual “resistente” (de hecho él se jactaba de su “dogmatismo abierto”). No debería acentuarse entonces la influencia del contexto de manera unilateral, ya que ciertas modalidades teóricas permanecen.

La cuestión de la crisis siempre ocupó un lugar central en su trayectoria y en las querellas del marxismo francés. Durante 1965, “en la apacible somnolencia de una clase de preparatoria de provincia Pour Marxaterrizo como un meteorito venido de un lejano planeta”16. Con Althusser las cumbres conceptuales prometían tesoros desconocidos: manifestaba que Marx había descubierto un nuevo continente científico, “el de la historia”. Un joven Bensaïd quedaba perplejo con la idea de que este conocimiento no era más histórico que azucarado el concepto de azúcar (en un uso un tanto tosco de la metafísica de Spinoza). El funcionamiento de la historia quedaba atrapado en el orden inmutable de las estructuras. Bensaïd se pregunta si eso no hacía la revolución no solo impensable, sino directamente improbable. Compatible con el clima intelectual en el cual los Khagnes (cursos de preparación) se apasionaban por la lingüística saussuriana y por las estructuras elementales del parentesco (Lévi-Strauss), la querella con Althusser se establecía de entrada sospechando que su antihistoricismo edificaba un paraíso conceptual puro. El marxismo de Althusser se le aparecía compatible con la retórica estructural, y esta con el positivismo hegemónico en la historia científica francesa. Radicalismo teórico, conciliado con el positivismo dominante en la academia.

Para pensar la posibilidad de la crisis  evolucionaria, como un acontecimiento inscripto en las categorías teóricas del marxismo y en relación con las teorías de la época, Bensaïd dedica su “memoire” de maestría en filosofía a la noción de “crisis” en Lenin. Las preguntas de la “memoire” apuntaban al corazón de los problemas del momento: ¿cómo escapar a la eternidad mórbida de las estructuras?; ¿cómo se sale de las napas de la “longue dureé” (larga duración)?; ¿cómo articular teóricamente el acontecimiento revolucionario y las condiciones históricas?

Una serie de influencias heterodoxas vendrán al rescate: los cursos de Gerard Granel; la anti-psiquiatría de Guattari; las traducciones de Marcuse y W. Reich y los ensayos de Lucien Goldmann. Elementos que combinaba para disparar contra el marxismo dogmático y positivista, bajo la doble influencia del filósofo marxista Henri Lefebvre (tenaz polemista contra el estructuralismo que felizmente había sido expulsado del PCF), y de Ernest Mandel (principal intelectual trotskista europeo de la posguerra) que lo saca del provincianismo teórico “hexagonal” y del marxismo filosófico occidental (esto es el alejado de la militancia práctica) y lo inicia en la crítica de la economía política y un marxismo abierto, militante y cosmopolita.

En “La noción de crisis revolucionaria en Lenin” (1968) la discontinuidad y la ruptura devienen posibles a través de una lectura epistemológica donde la acción del sujeto de transformación impone “la acción del ritmo sobre la estructura”17. En el mismo sentido los aportes del lingüista Gustave Guillaume son citados para sostener una “imagen por la cual una parcela de futuro se resuelve incesantemente en una parcela de pasado”. Esta doble aparición del sujeto y del tiempo debía su influencia al Lukács voluntarista de Historia y conciencia de clase. La subjetividad negada por el estructuralismo volvía por sus fueros para abrir brechas diacrónicas en la inmovilidad sincrónica y establecer una articulación entre acontecimiento y estructura, rompiendo con una imagen de la misma como moviendo los hilos de una historia donde los sujetos son marionetas.

El sentido de una apuesta

Treinta años más tarde de la escritura de ese texto Bensaïd, en Une lente impatience, confiesa que él sacó una conclusión izquierdista y voluntarista de esta lectura de la crisis. Sin embargo, en el contexto de la restauración neoliberal, los mismos tópicos reaparecen: relaciones entre necesidad y contingencia o historia y acontecimiento. Ya no hay estructuralismo, pero contra la ideología del “progreso” capitalista el sujeto sigue teniendo la intención de “romper el continuum de la historia”.

¿Cómo se presenta nuevamente la subjetividad política ante el panorama de los tiempos que corren? Su voluntarismo “izquierdista” de los ‘70 se ha invertido bajo un contexto adverso en un voluntarismo melancólico: ¿es este marxismo melancólico una salida a la crisis del marxismo?

Se le han hecho muchas críticas. Una injustificada, que su lectura hegelianizante de El Capital es el último intento metafísico de sostener la dialéctica18. No parece lo esencial. Otra más atendible, que abusando de una “traductibilidad de los lenguajes” apresurada, produzca tanto analogías clarificadoras como yuxtaposiciones asistemáticas. Es cierto que todavía no está hecho el ejercicio de leer esta traductibilidad gramsciana que Bensaïd realiza junto a su inspiración en el desarrollo desigual y combinado como una alternativa teórica tanto al estructuralismo como al historicismo. Sin embargo, es indudable que sus contribuciones teóricas a una lectura no mecánica de la crisis y la crítica a una visión teleológica de la historia, recuperando a Marx (leído a través de Benjamin) como el iniciador de una nueva escritura profana de la historia, figuran entre sus aportes. Eso no obsta que sea necesario hacer un beneficio de inventario “dialéctico” de su obra. Una buena forma de llevarlo a cabo es siguiendo la propia definición de marxismo que Bensaïd ensayó: “Para Clausewitz el conocimiento de la guerra no puede ser concebido ni como ciencia, ni como arte. A falta de algo mejor, sería una teoría destinada a volverse estrategia”19. Una teoría “destinada” a volverse estrategia: en ese terreno se juega entonces el sentido político de su apuesta.

Los últimos textos abordan la crisis global de las categorías de la modernidad y las condiciones espacio-temporales del periodo más reciente: mutaciones en las formas de la guerra, reaparición de nacionalismos antiextranjeros y la crisis de la ciudadanía democrática. Como señala Traverso, este marxismo melancólico basa su estrategia en un ejercicio de memoria e historia, bajo la certeza de que “nuestro universo de pensamiento no colapsó, pero fue profundamente sacudido”20. Ninguna idea sintetizaba mejor esto que la

tesis de Bensaïd sobre el “fin del ciclo histórico de la revolución de Octubre”. El periodo de la “restauración burguesa” que significó el neoliberalismo tomado en su conjunto fue interpretado como una nueva época21, otorgándole un valor unilateral a la estabilización capitalista y adaptando sus coordenadas políticas al contexto de los ‘90. El hecho de que

los elementos económicos y políticos constitutivos de esa restauración atraviesen actualmente una crisis profunda muestra los límites de su reflexión política.

Esto repercutió en su planteo de la necesidad de un “retorno de la cuestión político estratégica”, de cara a un archipiélago de nuevas teorías críticas contemporáneas y de múltiples resistencias: la opresión de la mujer, las opresiones nacionales y raciales, las luchas identitarias, el retorno de la cuestión religiosa o los problemas ecológicos. Su recuperación de la noción de estrategia, aunque trajo a la memoria algunos debates de la III internacional (que dinamizaron el panorama actual más allá de sus respuestas)22 presentó una serie de equívocos importantes. Lo mismo sucedió con el abandono del término “dictadura del proletariado” en pos de una revalidación unilateral del momento jurídico de la  emancipación ubicado en el centro de la estrategia política. Adaptada a la ausencia de revoluciones y contrarrevoluciones, una “democracia hasta el final” parecía al alcance de un camino de movilizaciones pacíficas, parlamentarismo y reformas (como la experiencia de la “democracia participativa” en el auge del lulismo). En los 2000 Bensaïd proclamó la constitución de partidos amplios anticapitalistas, basado en otras fuerzas sociales, otras alianzas y sin hipótesis estratégicas claras de ruptura con el sistema. Kouvelakis recupera el carácter “algebraico” que explícitamente tenía la reflexión de Bensaïd acerca de las condiciones para participar en un “gobierno obrero” (o de izquierda) como un “modelo para

el reagrupamiento actual”. Ninguna de esas condiciones estuvo presente en la catástrofe del neoreformismo de Syriza en Grecia, pero la ausencia de una hipótesis de ruptura  revolucionaria protagonizada por la clase obrera (una estrategia descartada por Bensaïd) jugó un rol desorganizador de las fuerzas de la izquierda griega23. Es tan solo una muestra de que el legado de Bensaïd requiere beneficio de inventario.

Teóricamente creativo y sugerente, al tiempo que corrigió el voluntarismo post ‘68, como estratega “melancólico” apostó a nuevo voluntarismo memorioso de las luchas de los oprimidos. Entristecido por el peso excesivo que otorgó a un periodo de “derrota”, aunque a la espera de una nueva bifurcación de la historia que no llegue demasiado tarde.

  1. Volumen 24, edición 4, 2016.
  2. Revue Lignes 32, enero 2010.
  3. Militante marxista desde 1965, protagonista activo de Mayo del ‘68 y dirigente político, fue filósofo (o, como él prefería, profesor de filosofía en la universidad París VIII) y publicó decenas de libros de filosofía, teoría social y teoría política. Ver Budgen, S., “The Red Hussard: Daniel Bensaïd, 1946-2010”, en International Socialism 127.
  4. Próximamente el libro de Darren Roso.
  5. Escriben Josep Maria Antentas, David McNally, Xavier Lafrance y Alan Sears, Stathis Kouvelakis y Enzo Traverso.
  6. Traverso, E., “Daniel Bensaïd, between Marx and Benjamin”.
  7. Traverso, E. “La concordance des temps. Daniel Bensaïd et Walter Benjamin”, en Bensaïd, D. Walter Benjamin, Sentinelle Messianique, París, Les prairies ordinaires, 2010.
  8. Traverso, Enzo, Left-wing melancholia: Marxism, history and memory, Columbia University Press, 2016.
  9. Por ejemplo Mayo 68: un ensayo general fue escrita junto a Henri Weber en condiciones de semiclandestinidad en el departamento de Marguerite Duras.
  10. Ver www.danielbensaid.org.
  11. Este también es el punto de vista de Michael Löwy y de André Tosel, que lo llamó “marxista pascaliano”.
  12. Para una discusión sobre la visión trágica de Goldmann, ver Cinatti, Claudia, “De saberes revolucionarios y certezas posmodernas”, revista Lucha de Clases 6, 2006.
  13. Kouvelakis, S., “The Time of History, the Time of Politics, the Time of Strategy”.
  14. Ver, Maiello, M., y Albamonte, E., “En los límites de la ‘restauración burguesa’”, revista Estrategia Internacional 27.
  15. Para una crítica a su visión de la hegemonía y la relación entre clase y partido ver Gutiérrez, G., “Sobre la actualidad de la “apuesta leninista” Lucha de clases 6, 2006.
  16. Bensaïd, D., Une lente impatience, París, Éditions Stock, 2004.
  17. Disponible en danielbensaid.org.
  18. Petruccelli, Ariel, Ciencia y utopía. En Marx y en la tradición marxista, Buenos Aires, Herramienta, 2016.
  19. Bensaïd, D., Marx intempestivo, Buenos Aires, Herramienta, 2003, p.351.
  20. Bensaïd, D., Une lente impatience, París, Éditions Stock, 2004.
  21. Para polémica con su lectura de la restauración ver Maiello y Albamonte, op. cit.
  22. Albamonte, E., Maiello, M., “La imperiosa actualidad de la estrategia”, disponible en laizquierdadiario.com.
  23. Ídem.

Fuente: http://www.laizquierdadiario.com/ideasdeizquierda/daniel-bensaid-la-crisis-y-el-marxismo-melancolico/

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El pensamiento crítico latinoamericano hoy

Por:Emir Sader

Siempre habían coincidido períodos históricos importantes para el continente y auges del pensamiento crítico latinoamericano. El período vivido por varios países del continente en este siglo configura, sin ninguna duda, un período especial en que, a pesar de los efectos negativos vividos por el continente como resultado de las grandes trasformaciones regresivas vividas por el mundo en las últimas décadas y por las tendencias negativas predominantes en el mundo actualmente, tuvimos países que han reaccionado positivamente, a contramano de lo que pasa en el mundo.

No solo fue un período importante por ello, sino por el surgimiento, como una de sus expresiones, de una generación de líderes políticos excepcionales, como Hugo Chávez, Lula, Néstor y Cristina Kirchner, Pepe Mujica, Evo Morales, Rafael Correa, entre otros. Bastaría ello para confirmar que es un período extraordinario.

Sin embargo, tampoco se puede negar que el pensamiento crítico no ha estado a la altura de los desafíos políticos enfrentados por esos gobiernos, no se ha generado un período de auge de nuevas construcciones teóricas muy importantes para el pensamiento latinoamericano. ¿A qué se debe ello?

Sin duda una de las dificultades es la misma complejidad de ese período, su carácter contradictorio. Globalmente es un período de retrocesos, con el paso de un mundo bipolar a un mundo unipolar bajo la hegemonía imperial norteamericana; con el paso de un ciclo largo expansivo del capitalismo a un ciclo largo recesivo; con el paso de la hegemonía de un modelo de bienestar social a la de un modelo de competencia libre en el mercado. América Latina vivió esos cambios de forma concentradamente negativa, marcados por la crisis de la deuda a finales de los años 1970; dictaduras militares en algunos de los países más importantes del continente; y por ser la región del mundo que tuvo más gobiernos neoliberales y en sus modalidades más radicales.

Las dificultades para comprender cómo, en un marco negativo como ese, fue posible el surgimiento de gobiernos progresistas, es un problema teórico que hay que descifrar, para poder enfrentar los dilemas del nuevo período, así como las herencias como Estados mínimos y economías desindustrializadas, con la soya y la extracción de productos primarios con un rol importante, con la mayor parte de los trabajadores sin contrato de trabajo, con profundas desigualdades sociales, entre otras.

Gobiernos antineoliberales

Comprender el carácter antineoliberal de las izquierdas en nuestro tiempo, así como el carácter de esos gobiernos, que han tenido como prioridad las políticas sociales y no los ajustes fiscales; los procesos de integración regional y el intercambio Sur-Sur y no los Tratados de Libre Comercio con los EEUU; el rescate del papel activo del Estado como inductor del crecimiento económico y como garante de las políticas sociales, en lugar de la centralidad del mercado, es condición para comprender la era neoliberal del capitalismo.

Las dificultades para esa comprensión han llevado a que algunos intelectuales y corrientes de pensamiento hayan sido llevados a rechazar el rol del Estado y a centrar su reflexión y las formas de acción en la “sociedad civil”, en contra del Estado, de la política, de los partidos. Han propuesto la “autonomía de los movimientos sociales” respecto a la política, recayendo en posiciones corporativas y que han relegado a los que han adoptado esa posición a la defensiva permanente, a la impotencia en la disputa política y finalmente a la intranscendencia e incluso a la desaparición de algunos movimientos, como fue, por ejemplo, el caso de los piqueteros.

Una vez surgidos gobiernos con los rasgos apuntados, esa dirección de pensamiento ha desconocido su importancia, empezando por disminuir profundamente las desigualdades sociales en el continente más desigual del mundo, el fortalecimiento de los Estados en la lucha por la superación del neoliberalismo, el fortalecimiento y expansión de procesos de integración regional independientes de los EEUU, como única región del mundo que tuvo un conjunto de gobiernos antineoliberales y procesos de integración con esos rasgos.

Reducir a gobiernos como los de Bolivia y Ecuador a “modelos extractivistas” es un reduccionismo economicista radical. Los gobiernos de Perú han sido eso. Los de Bolivia y Ecuador no pueden ser reducidos a eso, incluso porque sus rasgos fundamentales son otros –sociales, étnicos, políticos, culturales, económicos–, que van mucho más allá de una caracterización tan reductiva y simplista como esa.

Como resultado, una parte de la intelectualidad latinoamericana ha quedado aislada de los más importantes procesos políticos que sus países y Latinoamérica han vivido. El sectarismo, el intelectualismo, la falta de contacto con la realidad concreta de los países y de los pueblos de nuestro continente, los ha reducido a producir artículos críticos, a una incapacidad de pensar lo nuevo, impidiéndoles ir más allá de las teorías clásicas.

Pero una parte del pensamiento crítico ha sabido comprender los rasgos innovadores del nuevo período histórico, de la lucha por superar el neoliberalismo, a contramano de las tendencias dominantes del capitalismo en escala mundial. Han comprendido la naturaleza de esos gobiernos, sus particularidades y por ello, entre otras cosas, han hecho los mejores balances críticos de esos gobiernos. (Como se puede ver en el libro Las Vías Abiertas de América Latina, en sus ediciones ecuatoriana, argentina, venezolana y boliviana, y luego en la brasileña). La obra de Álvaro García Linera, el más importante intelectual latinoamericano contemporáneo, es la mejor expresión de esa capacidad de comprender esos fenómenos y de cómo ellos permiten la mayor creatividad teórica, los mejores balances y las mejores proyecciones del futuro posible del continente.

En el momento en que incluso los organismos que tradicionalmente habían representado el pensamiento crítico han perdido representatividad, capacidad de aglutinación y de convocatoria del pensamiento crítico, es hora de que nuevas generaciones de intelectuales críticos ocupen el lugar de destaque y produzcan, apoyados en lo mejor que se ha generado, un nuevo pensamiento crítico latinoamericano, a la altura de los desafíos que el continente enfrenta.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=229274

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El lento despertar de un líder único

Por: Jesús Aller

Reseña de “Malcolm X. Una autobiografía contada por Alex Haley”

El libro vio la luz en 1964, un año antes del asesinato de Malcolm X, y fue resultado de más de cincuenta entrevistas que concedió al veterano escritor y periodista Alex Haley, famoso por el bestseller Raíces, quien se encargó luego de seleccionar el material y dar forma a la obra, aunque la revisión final de la mayor parte de ésta corrió a cargo del propio Malcolm. El interés del libro es enorme pues muestra en detalle la biografía y la lenta maduración del pensamiento de un personaje esencial de las luchas negras de los 60’ en Estados Unidos, un líder inteligente y carismático que no dejó apenas obra escrita. La versión española es de Capitán Swing (2015, trad. de César Guidini y Gemma Moral).

Primeros años: la experiencia

Malcolm vino al mundo en 1925 en Omaha (Nebraska), séptimo de los ocho hijos de Earl Little, un ministro baptista, y cuarto de los que éste tuvo con Louise Norton, una mulata antillana nacida de una violación. Su padre militaba en la UNIA de Marcus Garvey, que predicaba el retorno a África como respuesta a la segregación. La familia vivió después en Milwaukee y en Lansing (Michigan), donde en 1929 su casa fue quemada por la Legión Negra, una variante del Ku Klux Klan. Los bomberos miraban mientras se consumía, y luego la policía se afanó sólo en buscar la pistola con que su padre había disparado a los incendiarios. Dos años más tarde Earl Little fue asesinado por blancos segregacionistas, final que también tuvieron cinco de sus hermanos.

Empieza entonces una época aún más difícil. Con demasiadas bocas que alimentar, la madre se derrumba y en 1937 ha de ser internada en un psiquiátrico. Malcolm, adoptado por una familia amiga, gana fama de gamberro y con trece años es enviado a un centro de rehabilitación en Mason (Michigan), donde estudia en un instituto y trabaja de lavaplatos. No hay muchos negros en su entorno y los blancos suelen ser amables con él, pero no deja de sentirse una especie de mascota a la que no se atribuyen plenas capacidades humanas. Es una época marcada por el orgullo de ser uno de los primeros de la clase, el empeño de mantener la relación con sus hermanos y dramáticas visitas a la madre internada.

En el verano de 1940 visita a su hermanastra Ella, bien situada en Boston. Allí descubre que los negros pueden llegar a realizarse como personas en América mucho más de lo que había visto hasta entonces, pero esto mismo hace que de regreso en Mason, la escasez de horizontes le deprima. Al terminar el curso, logra que Ella se lo lleve con ella a Boston. El libro nos ilustra sobre la compleja sociedad negra de Nueva Inglaterra, dividida entre la marginación y una aceptación a medias que Malcolm acabará percibiendo como una traición. Tras conseguir trabajo de limpiabotas en la sala de baile Roseland, lustra los zapatos de gente como Benny Goodman, Duke Ellington o Count Basie, al tiempo que hace sus pinitos como alcahuete y pequeño traficante. Como no podía ser menos, conoce los placeres del güisqui y la marihuana, compra a crédito y se estira y tiñe el cabello.

Buscando nuevos horizontes, “Red”, que es como nombraban al apuesto mulato pelirrojo en que se había convertido, deja los betunes por la bandeja de camarero. Baile y chicas son su pasión, y sus crueldades con ellas terminan distanciándolo de Ella. Tras el ataque a Pearl Harbor encuentra trabajo vendiendo bebidas y helados en los trenes que van hacia el sur, y pronto se establece en Harlem, que se convertirá en su hogar. Despedido del tren por su mal carácter, viaja a Lansing, donde sus trajes y modos causan furor y hasta firma autógrafos. Más tarde, de camarero en Harlem, conoce en la barra la historia del barrio y se gradúa magna cum laude en un curso teórico sobre las formas más variadas de delincuencia. La galería de tipos que describe no tiene desperdicio.

Cuando es despedido por ofrecer una prostituta a un soldado de permiso que resultó ser un espía del ejército, el que ya es apodado “Red de Detroit” comienza a proveer de marihuana a sus amigos músicos. Así vive unos meses hasta que, hostigado por la policía, decide utilizar su tarjeta de empleado del ferrocarril para viajar por el país suministrando hierba a las orquestas de gira. Sólo tres cosas le aterrorizan en esta época: la cárcel, el trabajo o el ejército, y cuando es convocado a la oficina de reclutamiento, monta un hilarante número de paranoico polidrogadicto con el que consigue ser declarado inútil para el servicio.

Corre 1943 y Red, expulsado de los ferrocarriles tras una trifulca, se convierte en ladrón y atracador, usando cocaína para ponerse en forma. Tras un susto, trabaja en la lotería clandestina y luego en las apuestas, haciendo de guía para blancos adinerados que buscan experiencias especiales en Harlem y traficando con güisqui de matute. Las drogas arrastran a Red en su irrealidad destellante, y tras un viaje al filo de la muerte, es rescatado por un amigo que lo lleva a Boston. Allí pronto organiza una banda de desvalijadores de casas, reclutando para ello a Sophia, una rubia que es su amante desde su primera época en la ciudad y otros conocidos viejos y nuevos. Dan unos cuantos golpes, pero pronto son detenidos.

La conciencia

En febrero de 1946 Malcolm es condenado a diez años de cárcel. Comienza a cumplirlos en Charlestown, donde es “Satanás”, un inadaptado que blasfema y reniega de todo hasta que un compañero de reclusión respetado por sus conocimientos consigue animarlo a estudiar: inglés, latín. Pronto es capaz de escribir cartas legibles y más o menos correctas. En 1948 es trasladado a Concord, y a finales de ese mismo año, por influencia de Ella, a la colonia penitenciaria de Norfolk, de régimen mucho más laxo.

En Norfolk, a través de su hermano Reginald, llegan a oídos de Malcolm las doctrinas de Elijah Muhammad, el mensajero de Alá, líder de la Nación del Islam: El hombre negro fundó la civilización, pero fue sometido con toda clase de violencias por el hombre blanco, una raza diabólica creada por selección genética. Esta raza finalmente ha falsificado la historia y ha lavado el cerebro del hombre negro. El cristianismo es la religión impuesta a los negros, que les obliga a aceptar su postración y a adorar a un dios extranjero, de piel blanca. El islam es la religión que libera al hombre negro, destinado a derrotar en breve la maldad de sus opresores. El objetivo político de Elijah no es la integración en la sociedad blanca que defienden la mayor parte de los líderes negros, sino la creación de un estado propio para los negros americanos.

Estas ideas producen una conmoción en Malcolm, que ve en ellas la respuesta a todas sus preguntas. “Durante los años siguientes estuve en soledad casi total. Nunca había estado tan ocupado. Todavía me maravillo del modo en que cambié de mentalidad, mis viejas costumbres caían en el vacío como la nieve se desliza de los tejados. Era como si alguien -a quien yo no conocía muy bien- hubiera vivido del delito. Y me sorprendía cada vez que recordaba mi anterior personalidad.” Necesita expresar lo que siente y escribe cada día a Elijah, que a veces le contesta. Su afán de aprender no tiene límites, y devora los libros de la biblioteca. La historia universal le transmite como un leitmotiv la maldad esencial del blanco que ha esquilmado y oprimido a todos los pueblos del planeta. Decide dedicar su vida a propagar esta verdad.

Malcolm es liberado en 1952 y se establece en Detroit, donde vive con su hermano Wilfred y su familia, también conversos al islam. En septiembre viaja a Chicago y allí conoce personalmente a Elijah Muhammad. A partir de entonces se vuelca en el proselitismo y cambia su apellido paterno “Little” por la “X” que simboliza su auténtica y olvidada estirpe africana. Comienza a dirigirse a la comunidad en las reuniones semanales y en el verano de 1953 es nombrado ministro ayudante del templo. Sus desgarradas arengas expresan la revuelta contra siglos de opresión y mentira. Pronto decide dejar su trabajo y dedicarse por entero a predicar sus ideas. Su primer logro es reclutar tantos fieles en Boston como para abrir allí un templo. Su hermanastra Ella asiste conmovida a los sermones, pero tardará cinco años en convertirse.

Su siguiente destino es Filadelfia, donde consigue inaugurar otro templo, y después es nombrado ministro del de Nueva York. La ciudad es un reto difícil, pero trabaja las calles y sabe agudizar la contradicción de los negros cristianos, que practican la religión que los blancos les impusieron y consolida su opresión. Gracias en gran parte a los esfuerzos de Malcolm, la Nación del Islam progresa mucho en esta época, con nuevos templos en Springfield, Hartford y Atlanta. En 1956, Elijah pone a su disposición un Chevrolet para sus continuos desplazamientos. El libro nos instruye sobre los usos, dogmas y rituales de unos musulmanes atípicos, que por ejemplo no admitían una vida después de la muerte, en abierta contradicción con el Corán.

En enero de 1958 Malcolm se casa con Betty X, enfermera y seguidora también de la Nación del Islam; la primera de las seis hijas que tendrán nace ese mismo año. El siguiente, la firmeza de los musulmanes ante un caso de brutalidad policial en Harlem aumenta enormemente su popularidad y pronto programas de televisión y estudios académicos analizan el movimiento. La cólera del blanco contra los que “incitan al odio” no se hace esperar. A este respecto dice Malcolm: “Qué sentido tiene que el blanco pregunte al negro si le odia? Es como si el violador o el lobo preguntaran a sus víctimas: ‘¿Me odias?’ El blanco carece en absoluto de autoridad moral para acusar de odio a nadie.”

Ágil y correoso, debate con periodistas muchas horas y pronto su voz es conocida en todo el país, mientras las universidades más prestigiosas se disputan como orador al “demagogo de moda”. Contra los negros que defienden la integración, afirma que es insensato, además de imposible, integrarse en una sociedad en decadencia, abismada moralmente y condenada a la destrucción. Donde quiera que lo llamen, transmite fielmente las enseñanzas de Elijah Muhammad, que ahora viaja en su avión privado para presidir los actos multitudinarios de la Nación del Islam.

Madurez interrumpida

La relación de Malcolm X con la Nación del Islam se terminó rompiendo. Había sufrido una gran decepción cuando supo que Elijah Muhammad, apóstol de la honestidad, iba dejando un reguero de secretarias embarazadas y amedrentadas, pero siguió cumpliendo sus cometidos con plena dedicación. En esa época, su rol esencial en el movimiento despertaba la envidia de otros dirigentes, y al fin, tras el asesinato de J. F. Kennedy, el líder lo condenó a noventa días de silencio por un comentario bastante anodino sobre la responsabilidad última del clima de violencia que vivía el país. Le ayudó en este trance su amigo Cassius Clay, que invitó a toda su familia a Miami, donde preparaba el crucial combate contra Sonny Liston. Malcolm fue su guía espiritual esos días y en la hora crucial en el Convention Hall de la ciudad, donde conquistó el cetro de los pesos pesados.

Pronto llegan a Malcolm noticias de los primeros complots de sus viejos compañeros de lucha para asesinarlo, y sólo entonces toma la decisión de volcar toda su energía en forjar un movimiento, no exclusivamente musulmán, que pelee por los derechos humanos del negro americano con mucha más contundencia y proyección política que la Nación del Islam. Al mismo tiempo, comienza a plantear la liberación de la comunidad de color en términos de autodeterminación, y no de separación territorial, como había defendido hasta entonces. Realiza un primer acto en el centro de Harlem, en el hotel Theresa, donde planea fundar una mezquita, pero la complejidad de la situación creada lo anima a peregrinar a la Meca en busca de inspiración.

Tras visitar El Cairo, donde queda sorprendido de la pujanza industrial que observa, vive con entusiasmo los ritos seculares de la ciudad sagrada, rodeado siempre del afecto y admiración de todos hacia el famoso “musulmán norteamericano” amigo de Cassius Clay. El rey Faisal lo admite en audiencia y lo exhorta a predicar en Occidente una versión auténtica del islam, fiel a sus fuentes originarias. La solidaridad de razas existente en el mundo musulmán le hace ver con claridad que la fraternidad entre los seres humanos es posible. El odio al blanco deja paso entonces al odio a unas estructuras de explotación, y el islam se convierte para él en el instrumento más idóneo para alcanzar esa hermandad entre todos los hombres.

El viaje continúa luego con intensas visitas a Nigeria y Ghana, donde Malcolm toma conciencia de la importancia de mantener una comunicación sincera y afectiva con los líderes negros africanos, pues estos sin duda trabajarían por el fin de la segregación en los Estados Unidos si fueran conscientes de su brutalidad. Ve allí también en acción la nueva esclavitud que imponen los que codician las riquezas de aquellas tierras, y comprende que las de las dos orillas del Atlántico son en realidad manifestaciones de una única y eterna lucha de liberación.

De regreso en Estados Unidos, Malcolm X es usado como cabeza de turco durante las revueltas negras de 1964 y 1965 y acusado de instigar a las masas a la violencia. Él por su parte defiende el derecho de los oprimidos a combatir con todos los medios disponibles, al tiempo que condena el sustrato ideológico de los opresores, el cristianismo, que ha impuesto el racismo en todo el planeta. Se convierte de este modo dentro del movimiento por los derechos civiles de los negros, que alcanzaba su clímax en aquel momento, en el polo opuesto a la noviolencia que preconizaba el reverendo Martin Luther King.

Malcolm X, consciente de los riesgos de su lucha, nunca pensó que fuera a llegar a viejo, pero en sus últimos meses sentía la inminencia del final. Fue ésta una época marcada por una actividad frenética para difundir sus ideas y hacer progresar la organización política que había fundado, demasiado violenta para unos y moderada en exceso para otros, y por un acoso implacable por parte de la Nación del Islam, que incluyó un ataque a su casa con bombas incendiarias. Por fin, el 21 de febrero de 1965, cuando se disponía a hablar en el Audubon Ballroom de Manhattan, varios hombres se levantaron de la primera fila y le dispararon “en lo que parecía un pelotón de fusilamiento”. Murió casi instantáneamente.

El arsenal de la memoria

En un epílogo de la obra Alex Haley nos narra sus primeros contactos con Malcolm X cuando aún militaba en la Nación del Islam, la gestación de los artículos sobre él, de la famosa entrevista en Playboy de mayo de 1963 y finalmente de la propia autobiografía. Ésta arrancó con dificultad, pero la paciencia y el buen hacer de Haley consiguieron que los recuerdos de la niñez, del hampa y de la cárcel se convirtieran en una catarsis para el líder ajetreado y absorbido por las trifulcas cotidianas, al tiempo que dejaban para la posteridad un testimonio único de superación y lucha contra la alienación del ser humano.

Leyendo el libro descubrimos a un hombre que gustaba de averiguar la etimología de las palabras y cuya mayor emoción fue cuando los hermanos lograron sacar a su madre del manicomio y que viviera con la familia de uno de ellos; alguien capaz de meter la pata y reconocerlo luego, como cuando declaró alegrarse de la muerte de más de cien norteamericanos blancos de Georgia en un accidente de avión en París. El afán de perfeccionamiento y autocrítica de alguien siempre consciente de sus limitaciones fue la clave de su éxito como comunicador, sin olvidar su inteligencia, su indomeñable voluntad y su enérgica y hábil dialéctica.

Malcolm X supo trascender el instinto de supervivencia del delincuente del gueto y alcanzar una percepción lúcida de la explotación sufrida por la población negra. Y esta visión no hizo más que aquilatarse a lo largo de su corta vida, con el rechazo a cualquier forma de racismo y la búsqueda de tácticas políticas integradoras basadas en el activismo y la presión implacable desde la calle. En Harlem, que fue su universidad, aprendió lo esencial: que es la gente al final la que ha de sacar sus propias castañas del fuego, pero le hubiera gustado volver a otra donde saciar el enorme afán de saber que llevaba consigo.

Aunque desapareció demasiado pronto, su vida nos aporta lo que tal vez más necesitamos, un ejemplo soberbio de progreso y coraje.

Fuente: Blog del autor: http://www.jesusaller.com/

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