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¿Es posible una revolución socialista hoy?

Por: Marcelo Colussi

Por supuesto que hay luchas de clase, pero es mi clase, la clase rica, la que está haciendo la guerra, y la estamos ganando.” Warren Buffett, archimillonario estadounidense

1979, en Nicaragua, con la insurrección sandinista que quitó a la dinastía Somoza en el poder desde largas décadas atrás, marcó la última revolución socialista en el mundo. Luego de eso por supuesto siguió habiendo luchas populares: muchas, numerosas y en los más distintos ámbitos, todas de gran importancia en la historia, pero ninguna logró instaurar eso que conocemos como “socialismo”. Lo de Venezuela y su Revolución Bolivariana merece capítulo aparte (proceso justiciero, en todo caso, pero no una revolución socialista en sentido estricto). Una década después de la gesta nicaragüense, la emblemática caída del Muro de Berlín y la desintegración del campo soviético –la URSS y todos sus países satélites– más el paso a elementos de economía mercantil en la República Popular China, muestran que las ideas de socialismo parecen ir esfumándose. Cuba, Corea del Norte, Vietnam quedan como islas casi perdidas en un mar de capitalismo globalizado y triunfalista.

Ahora bien: ¿se esfumaron aquellas ideas? El grito vencedor del mundo capitalista parece creer que sí. Pero no es cierto. Las causas que hicieron nacer las primeras protestas anticapitalistas en la Europa de la Revolución Industrial en el siglo XIX, estudiadas en profundidad por Marx y Engels dando lugar al socialismo científico, se mantienen inalterables. El sistema en su conjunto, en su estructura básica, no ha cambiado. Se adecuó a los tiempos, sobrevivió a guerras y revoluciones, y ahora, después de la pandemia de coronavirus, parece más fortalecido. La explotación de clase, lo que fundamenta al capitalismo, no ha variado. Por eso el ideario socialista sigue vigente. Lo cierto es que, analizando con objetividad el mundo actual, se ve que las ideas de transformación social no parecen estar imponiéndose. Por el contrario, la población planetaria parece más domesticada que nunca; las políticas neoliberales de estas últimas décadas y los efectos de la pandemia (no los sanitarios sino el manejo sociopolítico que se le dio al asunto) muestran un mundo volcado muy unilateralmente hacia el lado del capital (“Disolvieron todas las protestas del mundo sin un solo policía. ¡Brillante!”: Camilo Jiménez). La clase trabajadora global está acallada. Las explosiones que sigue habiendo (la reciente rebelión de población afrodescendiente en Estados Unidos en plena crisis sanitaria, los estallidos sociales latinoamericanos del año pasado, los movimientos campesinos o lo Okupa por aquí y por allá, marchas diversas y reivindicaciones varias que se siguen levantando) muestran que las injusticias no han terminado. El epígrafe de Warren Buffet no deja lugar a dudas.

Entonces, ¿es posible cambiar revolucionariamente el sistema, más allá de los pequeños acomodos cosméticos, gatopardistas, que el capitalismo puede permitirse? Esta pregunta, que sigue inquietando a numerosas personas (para ver que sí sea posible, por un lado, o para evitarlo a toda costa, por otro), da para interminables debates. Para aportar un granito de arena más en esa discusión –absolutamente imprescindible al día de hoy, más aún saliendo de la pandemia– presentamos aquí este breve opúsculo, con la intención de ampliar esa búsqueda.

Entendemos que deben plantearse, al menos, estas tres preguntas:

  1. ¿Está vigente el marxismo hoy como teoría revolucionaria para cambiar el mundo?
  2. ¿Cómo es hoy ese mundo? (entendiendo que el mundo del que habló Marx en su momento ha tenido grandes transformaciones).
  3. ¿Cómo dar ese cambio?

Por supuesto, cada línea de pensamiento de estas tres “ideas-fuerza”, da para una eternidad de trabajo. Por diversas razones, no nos comprometemos a un exhaustivo y sistemático desarrollo de cada una de ellas en este texto. En todo caso, las dejamos esbozadas aquí, para retomar con mayor profundidad en otras instancias.

  1. ¿Está vigente el marxismo hoy como teoría revolucionaria para cambiar el mundo?

Sí, sigue estando vigente. Sus conceptos fundamentales, en tanto construcciones científicas, siguen siendo herramientas válidas para entender y proponer alternativas en torno a la realidad. Las sociedades humanas (hoy día sociedad absolutamente mundializada, con un capitalismo principalmente financiero dominante) se asientan en la producción material que asegura la vida. La forma de organización que adopta hoy esa sociedad planetaria es, básicamente, capitalista. Entender eso es entender las relaciones de producción que la sostienen, y las mismas son relaciones de explotación de un factor (el capital, en sus nuevas formas –capital financiero global, despersonalizado, sin patria, transnacionalizado– pero capital al fin) y quien produce la riqueza: los trabajadores (también en sus nuevas formas: un proletariado industrial urbano en proceso de cambio/achicamiento/extinción, contrataciones tercerizadas en el Tercer Mundo, pérdida de conquistas laborales históricas, trabajadores de carne y hueso reemplazados cada vez más por procesos de automatización y robotización, etc.) Pero más allá de la nueva fisonomía, las relaciones capital-trabajo siguen vigentes. En eso asienta el mundo.

La lucha de clases (en sus nuevas y diversas formas) sigue siendo el motor de la historia. Leer esa realidad y proponer alternativas revolucionarias continúa siendo el corazón mismo del pensamiento marxista, o socialista, o crítico, o como se le quiera llamar (¿pasó de “moda” hablar de socialismo o comunismo? Eso lleva a preguntarnos por qué). Conclusión: el marxismo sigue vigente como método de análisis y como propuesta de transformación. Pero hay que adecuarlo a los nuevos tiempos, muy distintos en muchos aspectos –quizá no en la estructura de base, pero sí con cambios importantes– de lo visto por los clásicos hace un siglo y medio atrás. El imperialismo, en la segunda mitad del siglo XIX, no tenía el peso que pasó a tener posteriormente, por ejemplo. Las nuevas tecnologías de control masivo –el mundo digital, los satélites geoestacionarios, los drones, etc.– hoy día le confieren un poder sin par al capital.

Además, aparecen tematizadas y explícitas contradicciones que siempre existieron, pero que ahora cobran un valor nuevo: las luchas por la equidad de género, las luchas contra todo tipo de discriminación (étnica, por la diversidad sexual, etc.), la denuncia de la catástrofe medioambiental a que ha llevado el modelo productivo depredador, la dinámica centro (países desarrollados del Norte) versus periferia (países pobres y subdesarrollados del Sur). El materialismo histórico, en tanto método de análisis, permite entender y procesar todo ese movimiento, si bien en el texto de los clásicos puede no estar presente. ¿Marx era “machista” o “eurocéntrico”? Sin dudas, preguntas mal formuladas.

  • ¿Cómo es hoy ese mundo? (entendiendo que el mundo del que habló Marx en su momento ha tenido grandes transformaciones).

El mundo actual, capitalista en sus cimientos, ha cambiado mucho en este siglo y medio. Hoy día el proceso de mundialización (globalización) ha transformado el planeta en un mercado único, con capitales tan fabulosamente desarrollados que están más allá de los Estados nacionales modernos. El desarrollo portentoso de las tecnologías abre nuevos y complejos retos al campo popular y a las propuestas revolucionarias: el poder militar del capital es cada vez más grande, los métodos de control (en todo sentido, en especial el ideológico-cultural) son cada vez más eficientes, el capitalismo salvaje (eufemísticamente llamado neoliberalismo) ha hecho retroceder conquistas sociales históricas, la desesperanza y la despolitización seguidas a la caída del campo socialista soviético aún siguen siendo grandes. A todo ello se suman, empeorando la situación, los efectos del manejo que ha tenido la pandemia del COVID-19, confinando poblaciones completas, desarticulando luchas, creando una nueva cultura del terror y la desconfianza (el otro es desconfiable…, porque puede ser portador de enfermedades, en particular, de esta nueva “peste bubónica”). Hoy día, por ejemplo, a partir de un manejo bien conducido por parte de la clase dominante, los sindicatos ya no constituyen una herramienta importante para la organización y la lucha popular (comprados, cooptados, burocratizados). No hay dudas que la posibilidad de una revolución socialista en la actualidad, si bien no desapareció, no se ve muy cercana. ¿Es posible desarrollar y mantener una revolución exitosa en un solo país? Depende qué país: ¿podría una pequeña y pobre nación africana o centroamericana mantener altiva su revolución como lo hizo Cuba varias décadas atrás, hoy día sin Unión Soviética? ¿Es la República Popular China y su “socialismo de mercado” un referente para la clase trabajadora mundial?

A todo ello se suman, en este nuevo mundo inexistente un siglo atrás, nuevos elementos, como el capital mafioso (capitales golondrinas, paraísos fiscales, capitalismo especulador, narcotráfico como nuevo factor de acumulación y estrategia de dominación renovada), nuevos sujetos que se suman a la protesta: las nuevas reivindicaciones ya mencionadas, de género, étnicas, la reacción ante el desastre ecológico en juego. Las contradicciones de clase siguen siendo el motor de la historia, con el agregado y articulación de estos nuevos sujetos. La pauperización/descomposición del proletariado industrial de los países capitalistas más desarrollados abre igualmente nuevos escenarios. El capitalismo globalizado y su abandono creciente del Estado satisfactor impone también una nueva dinámica. La instalación de plantas fabriles de los países dominantes en el Sur del mundo, más que sentirse como ataque imperialista, es una “salida” a la pobreza estructural de inmensas masas de trabajadores, tanto como lo son las migraciones masivas hechas en forma irregular hacia la “prosperidad” del Norte, elementos desconocidos cien o ciento cincuenta años atrás.

En definitiva: si bien la estructura de base se mantiene (la explotación del trabajo, por ende, del trabajador en cualquiera de sus formas: obrero industrial, campesino, peón agrícola, productor intelectual, empleados en la esfera de servicios, etc.), hay nuevas formas del mundo que implican necesariamente nuevas formas de lucha. La catástrofe medioambiental mueve también a incorporar esa nueva dimensión en el pensamiento revolucionario. Conocer este mundo, distinto al capitalismo inglés de la segunda mitad del siglo XIX, implica estudiar muchísimo todas estas nuevas variantes. Por ejemplo, y a título de provocación: ¿constituyen los hackers hoy una nueva forma de lucha? ¿Serviría eso para desestabilizar el sistema y transformarlo revolucionariamente?

  • ¿Cómo dar ese cambio?

En esto puede ser importantísimo, imprescindible quizá, revisar las pasadas experiencias socialistas (las que triunfaron y se constituyeron como poder político: la rusa, la china, la cubana, etc.), y las que no lo lograron, como la guatemalteca, por ejemplo, o los socialismos africanos post Liberación Nacional de los años 60 del pasado siglo, o el socialismo árabe. ¿Falló algo ahí? ¿Qué pasó? ¿Por qué retrocedieron las revoluciones triunfantes en la Unión Soviética y en China? ¿Por qué no se pudo triunfar, por ejemplo, en Guatemala o en El Salvador, donde había fuertes movimientos revolucionarios armados con amplia base popular? Las protestas sociales (estallidos populares espontáneos) que barrieron casi toda Latinoamérica y otros puntos del mundo (Medio Oriente, chalecos amarillos en Francia, etc.) durante la segunda mitad del 2019 –silenciadas luego por los confinamientos derivados de la pandemia de coronavirus, ¿“significativo silencio”? – ¿son fermentos revolucionarios? ¿Pueden ser la mecha de un cambio? ¿Cómo transformar ese descontento, muy profundo sin dudas, en un cambio real de sistema? ¿Es posible? Todo el esfuerzo ideológico-cultural del sistema a través de sus muy desarrollados mecanismos de sujeción apunta a hacerlo imposible.

En Venezuela, por ejemplo, la llegada a la presidencia de un gobierno popular con un carismático conductor a la cabeza, Hugo Chávez, montado en una fabulosa ola de descontento popular ante las políticas neoliberales que se venían aplicando (recordemos el histórico Caracazo de 1986), abrió esperanzas. Ello trajo aparejado una cierta recomposición política en varios países latinoamericanos quienes, al amparo del proceso bolivariano, abrieron perspectivas contestatarias, con una distribución de la riqueza nacional más equitativa (Argentina, Brasil, Ecuador, Bolivia con mucha más profundidad, Uruguay, Paraguay). Pero no fueron revoluciones socialistas sostenibles. El sistema se las ingenió para, finalmente, torcerles el brazo. Luego de esa primavera a principios del milenio, las cosas volvieron a su carril. La post-pandemia augura más capitalismo, más explotación, menos organización popular. Pero sí, seguramente, más reacción. Las protestas sociales, acalladas de momento, ahí están listas para resurgir. ¿O acaso habrá que darse por vencidos?

Hoy, visto el poder enorme de los actuales capitales, las formas de lucha quizá ya no pueden ser las utilizadas décadas atrás. ¿Qué hacer entonces? Es ahí donde surge la reflexión en torno a lo que nos convoca: ¿cuál es el instrumento de cambio hoy día?

Partamos de la base que el sistema capitalista en su conjunto sigue siendo un peligro para la Humanidad. Que un 15% de la población mundial viva decorosamente, con sueldo seguro y cierta estabilidad –sin contar con una minúscula proporción que vive en la más inconmensurable abundancia (el 1% de la población planetaria detenta el 50% de toda la riqueza humana)– muestra que el sistema no funciona. Se desperdicia comida para mantener estables los precios (para que el capital no pierda, dicho en otros términos), en tanto la desnutrición causa 35 millones de decesos por año a nivel mundial. Es más que obvio que el sistema no funciona. Se busca agua en el planeta Marte mientras 11,000 personas mueren diariamente en la Tierra por falta de agua potable; se gasta más en armas o en drogas que en satisfactores. El capitalismo es un peligro, sin dudas. pero… ¿cómo se le hace caer?

Los métodos de lucha que dieron resultado años atrás –porque revoluciones exitosas sí hubo– hoy deben revisarse. El sistema, es decir: el capital, que tiene mucho que perder y no descansa ni un instante en su lucha por no ser destronado, parece tener mucha ventaja sobre el campo popular, sobre la gran masa trabajadora mundial. Pero la historia no está terminada. Incluso podría leerse toda la parafernalia de la actual pandemia (que en un año de duración habrá producido casi la misma cantidad de muertos, solo un poco más, que la gripe estacional… ¡no es la peste negra del Medioevo!) como un mecanismo de control más que los poderes dominantes saben administrar sobre la población. Recordemos lo dicho más arriba: “Disolvieron todas las protestas del mundo sin un solo policía. ¡Brillante!”. La situación se ve algo sombría… ¡pero la historia no ha terminado!

El presente texto, que definitivamente no agrega nada nuevo, pretende ser un humilde aporte más para contribuir a la pregunta de por dónde tenemos que ir. Quizá no esté claro el camino, pero al menos sabemos lo que no debemos hacer: rendirnos. Es, si se quiere, un llamado a la esperanza. Una esperanza con carácter crítico, con los pies sobre la tierra: “Hay que actuar con el pesimismo de la razón y el optimismo de la pasión”, como decía Antonio Gramsci. La oenegización que nos inunda, definitivamente no es el camino (otra arma más de control social que ponen los poderes). Entonces…. ¿por dónde? La pregunta sigue siendo la misma que se hacía Lenin hace un siglo: ¿qué hacer? ¿Alguien tiene la respuesta? ¿La construimos colectivamente? Lo que sí debe seguir guiándonos es la idea de base: la explotación (de clase, de género, étnica) continúa, por tanto, la lucha contra todo tipo de explotación continúa.

Fuente: https://rebelion.org/es-posible-una-revolucion-socialista-hoy/

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La sal de la tierra

Por: Daniel Seixo

 

«La política es la consagración del oportunismo de los que tienen medios y recursos. La revolución abre paso al mérito verdadero, a los que tienen valor e ideal sincero, a los que exponen el pecho descubierto y toman en la mano el estandarte. A un partido revolucionario debe corresponder una dirigencia revolucionaria, joven y de origen popular»

Fidel Castro

«Nuestra tarea es la crítica despiadada y mucho más contra aparentes amigos que contra enemigos abiertos.«

Karl Marx

Rápido, en corto y al pie: si te molesta todo aquello que se asemeja a un obrero, lo tuyo no es el marxismo. De igual modo que si desde la sólida atalaya de tu masculinidad continuamente pretendes dar lecciones vitales a las compañeras, lo tuyo quizás tampoco sea el feminismo. Puede que creas saber lo que es el marxismo, puede incluso que tu librería esté llena de autores comunistas y que en tu entorno laboral se te identifique como tal entre quienes a su vez consideran a Pedro Sánchez o Manuela Carmena símbolos del rojerio patrio, pero cualquier socialista de puño y no de rosa, sabe perfectamente que en los platós de televisión la autoridad para hablar de estas cosas brilla desde hace mucho tiempo por su ausencia.

Seamos sinceros, ninguna corporación se pelea por contar entre sus colaboradores con un comunista. Y si bien está feo llevar cualquier debate al terreno personal o a las conversaciones privadas para intentar desacreditar a compañeros y compañeras con supuestas peticiones de colaboración y así lograr circunscribirlo todo a una mera batalla de egos, una vez inmersos en esa lógica de pura escalera profesional y baile de favores, bien haríamos todos en preguntarnos como resulta posible que el sujeto revolucionario en la actualidad, nos venga precisamente dado desde el camerino contiguo al de Eduardo Inda, Paco Marhuenda, Juan Ramón Rallo, María Claver y demás fauna del sainete mediático del sistema.

La clase compañeros y compañeras, la clase es lo que nos une, lo que nos representa

El marxismo y el feminismo, van mucho más allá de las puntuales disputas surgidas al albor de una legislatura política en nuestra democracia. Pretender por tanto enmarcar el actual debate acerca de la “Proposición de Ley sobre la protección jurídica de las personas trans y el derecho a la libre determinación de la identidad sexual y expresión de género» a una mera disputa entre Carmen Calvo y Podemos o analizar la deriva líquida de la pseudoizquierda parlamentaria desde una disputa circunscrita a nuestras fronteras, solo puede ser interpretado como algo digno de una persona muy inocente o que pretende tomarnos a todos por idiotas. Y eso mismo creo que es una duda que nos asalta a muchos desde hace ya bastante tiempo en relación con todo aquel totum revolutum político, periodístico y cultural surgido tras el 15M y los Indignados, ¿son en realidad tan inocentes políticamente hablando o por el contrario pretenden tomarnos por idiotas?

Pasado un tiempo prudencial, yo me decanto poco a poco, pero decididamente, por lo segundo. Entre otras cosas porque el pecado original de la inocencia en la izquierda, en nuestro estado y en mi familia, hace tiempo lo pagamos con Isidoro. No estamos para nuevas aventuras a la desesperada que terminan con yates que sustituyen chaquetas de pana, votos para tapar los crímenes de estado, actitudes «parlamentarias» que escupen en la cara al movimiento obrero y demás parafernalias partidistas que huelen a naftalina hasta que oportunamente cada cuatro años se renuevan para pedirnos de nuevo nuestra confianza. Ese partidismo propio de las democracias burguesas entre los que venimos de familias obreras nos hastía y nos aterra, no en vano en pocas décadas hemos pasado de ver al parlamentarismo como una mera herramienta con la que profundizar en una revolución necesaria y urgente, a verlo como un fin en sí mismo. De Allende a Errejón y toda esa secta de influencers y analistas carroñeros salidos de un maldito despacho a otro, sin que apenas les haya alcanzado la luz del sol.

Todo esto se basa en la desesperada estrategia del Tío Tom del capitalismo por ser aceptado en el sistema pese a sus claras diferencias de cuna con la clase dominante

Pero centrémonos, no hablemos de su libro que han dado sobrada muestra de ser expertos en conseguir publicidad gratuita de nuestra rabia y nuestra razón. Si uno no es capaz de diferencias los pilares neoliberales tras la Teoría queer, perdónenme señores, pero al tonto ya lo tenemos en frente, ahora solo nos falta conocer su utilidad para la izquierda, ya que su labor en las trincheras reaccionarias hace tiempo nos ha quedado clara en la figura del quintacolumnismo. Bien sea decidido por convicción, estilo de vida o mera torpeza intelectual.

El feminismo no podrá nunca compartir sujeto, base teórica, y lo que es más importante, agenda, con todos aquellos que pretenden sustituir su largo historial de lucha política contra la opresión patriarcal por un baile estridente de interpretaciones idealistas de la realidad. Y por tanto, no nos confundamos, ni pretendamos confundir al público que nos conocemos: la tesis de que las feministas críticas con las leyes de identidad caen en la transfobia por negarse a aceptar la imposición de una realidad social basada en la identidad individual y líquida del género, es un auténtico despropósito. Aquellos que pretenden sustituir el sexo biológico por estereotipos patriarcales de género, son tan ajenos a la agenda feminista como lo son al marxismo aquellos que en nuestros días únicamente quieren modular y afinar las dinámicas de explotación capitalista para complacer a un creciente mercado de identidades. Cierto es que compartimos una misma capacidad para identificar ciertas dinámicas de una misma estructura de opresión, pero mientras ustedes pretenden reformar el sufrimiento y la injusticia, otros aspiramos a romper la rueda de un sistema inhumano y cruel. Permítannos por tanto recibir escasas lecciones sobre el sujeto de nuestra lucha por parte de aquellos que si bien pueden compartir cierto recorrido con nosotros, nadie lo niega, ni mucho menos se dirigen al mismo destino.

Y todo esto va mucho más allá de Amelia Valcárcel, Laura Freixas, Alicia Miyares, Irene Montero o el propio equipo de gobierno al completo con su séquito de asesores. Estamos hablando de ideología y de la historia de nuestras sociedades, hablamos por tanto de un conocimiento y una experiencia acumulada por generaciones de trabajadores y trabajadoras que a través de su sudor, pero también sus obras teóricas, nos han legado una guía intelectual y material con la que poder interpretar nuestras sociedades y enfrentarnos así a situaciones que ellos han vivido en su propia piel. Nadie en su sano juicio ha discutido en momento alguno que todo esto se trata de una lucha por el poder, hay que ser un jodido majadero para negar esto, pero si lo que se pretende es centrar esa lucha en un despacho de la Moncloa y no extrapolarla al conflicto de clase y su agudización en una sociedad en la que la precariedad, el paro, el hambre y la extrema pobreza se incrementan en dimensiones solo equiparables al lujo y el despilfarro de una burguesía a cada paso más dominante y concentrada, entonces seré yo mismo el primero en señalar la clara traición a la clase obrera y lo innecesario para ella de un ego tan desproporcionado que se muestra incapaz de ver la realidad de los barrios a los que dice representar, quizás deslumbrado por los focos de las tertulias y las batallas políticas de medio pelo que al común de los proletarios, con perdón, nos importan una mierda.

El marxismo y el feminismo, van mucho más allá de las puntuales disputas surgidas al albor de una legislatura política en nuestra democracia

La clase compañeros y compañeras, la clase es lo que nos une, lo que nos representa. La clase social es lo que llevas a cuestas cuando el primer día de clase tus zapatillas no son como las de tus compañeros, lo que te impide entrar en ese club nuevo en el que se encuentra una chica o un chico que ni repara en tu presencia, es por lo que las noches se hacen eternas el día antes de que se termine el paro, el aire que se respira en tu barrio, literalmente el sabor de las tapas de tu bar de referencia, el trasfondo de las conversaciones con amigos, las dudas y los temores por el futuro, las necesidades y también las alegrías en el estadio o en la calle cuando los antidisturbios no pudieron avanzar hasta la entrada de la fábrica o el jefe se quedó con un palmo de narices ante la unidad de la empresa. La clase lo es todo, pero esto no está reñido con que a la clase social la atraviesen otras discriminaciones y otros componentes sociales como la raza, el sexo o nuestra orientación sexual.  Pero os lo aseguro, no es lo mismo ser homosexual o negro en el palco del Bernabéu que en el bar de la esquina de nuestros barrios. Y esa, la amenaza de capitalizar bajo un mismo mercado identitario esas tan distantes diferencias, es la amenaza que debemos tener en estos momentos presente.

Todo esto se basa en la desesperada estrategia del Tío Tom del capitalismo por ser aceptado en el sistema pese a sus claras diferencias de cuna con la clase dominante. El marxismo no es una idea fija gravada en piedra, cierto, pero tampoco se trata de un Gin tonic en copa de balón que aderezar con cualquier cosa que se nos pase por la cabeza para intentar transformar lo que viene siendo una bebida espirituosa y un momento de esparcimiento en un mero símbolo de nuestras ambiciones y nuestro estatus deseado. La estrategia para transformar el sujeto revolucionario en un mural de Greta Thunberg entrelazando los brazos con una adolescente feminista y una trans de 10 años, no es más que el intento de gentrificación de la clase obrera. Una clara muestra de las miserias y las bajas pulsiones de quienes diciéndose obreros, pareciese que nos tienen alergia. Y ante eso, un marxista jamás se pondría detrás.

Fuente e imagen:  https://nuevarevolucion.es/la-sal-de-la-tierra-2/

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CORONAVIRUS Y LUCHA DE CLASES: EL COVID-19 LOS ENFERMA, PERO EL NEOLIBERALISMO LOS MATA

Por: Miguel Erasmo Saldívar Carrillo

RESUMEN

Asumir que el covid-19 es solo un virus y obviar su dimensión social, imperialista y neoliberal es regresar a los análisis parciales y disciplinarios que hemos criticados durante los últimos años. Ningún fenómeno social se produce aisladamente y al margen de las condiciones histórico sociales de las que emerge. Toda muerte con covid-19 debe ser estudiada en su holismo y descubrir detrás de ellas las profundas diferencias económicas de los fallecidos y sus familiares. No estamos frente a un cuerpo biológico atacado por un virus solamente sino frente a una persona humana que dentro de su condición histórica de vida intenta sobrevivir.

Ningún multimillonario hace filas por un respirador ni carece de las especiales atenciones de médicos y enfermeras personales, si fuese necesario. Ninguno de ellos padeció problemas de acceso al agua o alimentos saludables con los que nutrir su cuerpo. Todos tuvieron la posibilidad real de aislarse en sus mansiones y no salir, a fin de cuantas, son otros los que le hacen los mandados.

Los que diseminaron el covid-19 por todo el planeta tenían dinero para pagar sus boletos de visiones cosa que para la gran mayoría de los habitantes de este mundo es casi un sueño irrealizable. La mayoría de los que han de morir se vieron en la imponente necesidad de salir de sus casas procurarse el sustento para ellos y sus familiares.

Es por ello que el nuevo coronavirus debe ser estudiado no solamente como un suceso biológico sino como un fenómeno socio histórico y económico con un grave impacto en la vida de millones de seres humanos empobrecidos por el capitalismo neoliberal que nos ha gobernado los últimos treinta años.

Palabras claves: Covid-19, neoliberalismo, pobreza, marginación.

SUMMARY
To assume that the covid-19 is only a virus and to ignore its social, imperialist and neoliberal dimension is to return to the partial and disciplinary analyzes that we have criticized in recent years. No social phenomenon occurs in isolation and regardless of the historical social conditions from which it emerges. Any death with covid-19 must be studied in its holism and discover behind them the profound economic differences of the deceased and their families.

No billionaire lines up for a respirator or lacks the special care of doctors and personal nurses, if necessary. None of them suffered from problems with access to water or healthy food with which to nourish their bodies. All had the real possibility of isolating themselves in their mansions and not going out, after all, others are the ones who run errands for them.

Those who spread the covid-19 all over the planet had money to pay for their visions tickets, which for the vast majority of the inhabitants of this world is almost an unrealizable dream. Most of those  who have to die saw the overwhelming need to get out of their homes to find a living for themselves
and their families.

That is why the new coronavirus must be studied not only as a biological event but as a sociohistorical and economic phenomenon with a serious impact on the lives of millions of human beings impoverished by neoliberal capitalism that has governed us for the last thirty years.

Key words: Covid-19, neoliberalism, poverty, marginalization.

LA MUERTE BIOLÓGICA, PSICOLÓGICA Y SOCIAL

El tema del ensayo ya resultará preocupante porque la primera argumentación que nos hacían los compañeros cuando se lo presentamos es que algo como un virus no selecciona socialmente a sus víctimas. Una pandemia no tiene intensión ni ideológica ni política, nos dicen y luego se ríen. Parecería que ciertamente el virus no tiene preferencias sociales y ataca a todos por igual o que todos podemos morir de la misma manera.

Creo que sería indiscutible que el virus es un ente biológico que ataca a los cuerpos biológicos. Pero debemos reconocer que los cuerpos biológicos no presentan características biológicas con independencia de cómo se alimentan, cómo viven, que ansiedades los agobian, etcétera.

Que el ser humano es bio-socio-psicológico se ha dicho con mucha frecuencia, pero no siempre se asume, en este caso que analizamos, debe entenderse, que es atacado por el virus no solo un cuerpo físico y bioquímico sino un ser social con una específica forma de pensar según la vida que ha tenido que vivir y que, muchas veces, no puede escoger aquellas opciones que serían mejor para su sobrevivencia. En el capitalismo neoliberal escoger cómo se vive y de qué se vive es un privilegio
que solo pueden darse los que pagan para ello. Lo que viven de un salario, precariamente tienen cierto grado de libertad dependiendo de la cuantía del mismos, que se reduce a seleccionar que marca de jabón utilizan o no sus hijos o qué serial de Netflix pueden ver. Otros que viven de la economía informal y que son la mayoría de las personas del planeta, ni eso.

Es sabido que los coronavirus no son sino una familia de virus que llevan ese nombre por su forma y que pueden causar un sin números de enfermedades tanto en animales como en humanos. Entre las personas pueden causar infecciones respiratorias que pueden ir desde un resfriado común hasta enfermedades muchos más graves como, por ejemplo, el síndrome respiratorio del Oriente Medio (MERS). Desde mi experiencia cubana sé que los gobiernos de los EUA llevan años experimentando con la creación de armas biológicas con las que ha atacado a la isla de Cuba en múltiples oportunidades causando muerte y destrucción. Los cubanos al defenderse de estos ataques no solo asumen la búsqueda en laboratorios de los mejores métodos, sino que aprendieron a desarrollar acciones económicas, sociales, psicológicas, médicas, integradas a una lógica de solidaridad capaz de generar contención y protección. Porque contra algo como esto se debe luchar desde todas las dimensiones sociales integradas en torno a una nueva ética de la vida.

Si al covid-19 se le mira solamente desde su dimensión biológica se está invisibilizando el problema más grave que viene a él aparejado. Se trata de un fenómeno producto del sistema mismo, parido por el capitalismo neoliberal y cuyos efectos se harán sentir según su exacta geografía social de despojo y precarización. Ya sabemos que existen países dentro de los países y no hablo de las culturas ancestrales sino de las fronteras establecida por la pobreza y la miseria. Cada país o región sociológica, si se prefiere, hacia el interior de un mismo país vivirá la pandemia de manera diferente y los cadáveres se apiñarán según las clases sociales.

Si deseamos descubrir cómo las diferencias sociales dibujan diversas geografías sociobiológicas debemos analizar diversas dimensiones sociales de la pandemia. Un primer elemento que establece la clara diferencia entre las clases sociales (o niveles económicos) involucradas en la enfermedad es que el coronavirus recientemente descubierto causa la enfermedad denominada covid-19, es una pandemia que tiene de común con todas las anteriores que se expande por el mundo transportada
por aquellas personas que tienen el raro privilegio de poder comprar un boleto para viajar y termina matando a otras que no tienen dinero ni para alimentarse. Una y otra vez se nos presenta la vieja sentencia de que: “Según la concepción materialista de la historia, el factor que en última instancia determina la historia es la producción y la reproducción de la vida real.” (ENGELS, 1890) Y es que,
queramos o no verlo, son las condiciones reales de la vida los que determina quienes se mueren más y quienes tiene mayores probabilidades de sobrevivir. Ello, a pesar de que algunos realmente creen que todas las diabetes mellitus tipo II son iguales. Las personas diabéticas de las clases oprimidas por el capital comen lo que pueden y cuando pueden; y, muchas veces, no cuentan con las tirillas reactivas para controlar los niveles de azúcar tras cada comida o cada mañana como debería ser. Ya esto es una importantísima diferencia económica que impacta en la fortaleza biológica del cuerpo para enfrentarse a la enfermedad.

Existen personas que ante la inminencia del hecho biológicamente innegable de poder morir “al igual que todos” si se es contagiado se apresuraron a expresar que: ¡Dirigentes políticos, empresarios, celebrities, futbolistas millonarios: nadie estaría a salvo del COVID-19! El virus, como la muerte, sería el gran igualador. Podríamos atribuirlo a causas exclusivamente biológicas: a su enorme capacidad de contagio.” (MARTÍN, 2020). Frente a esta afirmación tan drástica debemos decir que el gran igualador en nuestra sociedad sería un sistema justo de repartición de las riquezas.
No existe la igualdad después de la muerte, esto es solo un absurdo, que se ha generalizado por el esfuerzo de la iglesia de proponernos justicia sin justicia. Además de ello, ningún virus igualará la miseria creada por las relaciones de producción imperialistas, debemos decirlo con claridad, los entes biológicos no tienen tanto poder. El capitalismo no enferma con los virus, en todo caso, también los subsumes, al igual que las nuevas cotidianidades que emerjan de la crisis. No se cae el capitalismo por causas de un cataclismo biológico, a este sistema putrefacto hay que tumbarlo. Estoy plenamente convencido que sin un sistema de repartición justa de las riquezas (pudiera denominarse socialismo) las diferencias ascenderán por los capilares de la historia hasta quemarnos los ojos nuevamente.

El covid-19 ha venido a recordarnos que, como siempre, el capitalismo reproduce las diferencias hasta en el acto mismo de morirse. Nada es justo en un sistema cuya esencia es la injusticia misma. Cuando en el capitalismo neoliberal algo aparenta justicia, si se indaga bien, solo es cinismo. El cinismo es la manera de socializar de la justicia en el sistema capitalista neoliberal. Los políticos panistas y priistas de México con un excelente ejemplo de ello. Y para que no quede duda de esto.
Cuando decimos que el covid-19 es de derecha y racista lo que queremos expresar es que el coronavirus enferma, pero es el sistema capitalista neoliberal el que escoge las víctimas y las aniquila. Ni la enfermedad se mueve por azar ni la muerte es estocástica: “Una investigación conjunta de la Universidad de Harvard y el periódico ‘Boston Globe’ demuestra que la mortalidad por COVID-19 es superior entre aquellas personas que viven en barrios pobres y en viviendas  hacinadas en el estado de Massachusetts. Por eso afecta más a las personas negras, latinas y racializadas.” (SIMÓM, 2020).

Desde otra perspectiva: se muere más fácil y con más frecuencia si se es pobre y angustiado que si se es rico y relajado. Porque las angustias que acarrea la falta de recursos para garantizar una vida digna a la familia suelen ser terribles y se somatizan disminuyendo las fortalezas del organizamos. (TEMPORELLI & VIEGO, 2011). Detrás de ellas emergen problemas de comunicación y agresión familiar: “Y la desigualdad también se relaciona con la violencia.” (OXFAM, 2020, pág. 4) Resulta
innegable que la satisfacción con holgura de las urgencias económicas permite cumplir otras funciones familiares con mayor calidad. “Marciano Sánchez Bayle, portavoz de la Federación de Asociaciones en Defensa de la Sanidad Pública de España en el programa digital, indica que las patologías se asocian al nivel de calidad de vida y capacidad adquisitiva. (RIVERA, 2020)”.

Pongamos un ejemplo muy concreto, la mala o deficiente alimentación de las personas con bajas posibilidades económicas es un factor fundamental a considerar en los estudios de morbilidad frente a la pandemia. El acceso al agua potable no solo para ser bebida sino para poder mantener la higiene recomendada para contener la transmisión no debe ser desatendida en los análisis y está fuertemente determinada por los niveles de pobreza. Tampoco sería recomendable separar el fenómeno de la concentración de las riquezas en pocas manos y de la privatización del agua con el
número de muertes. El consumo de refrescos es una de las causas fundamentales de la diabetes mellitus y ello está asociado a las muertes con covid-19. “Coca-Cola Company tiene más riqueza que muchos países de América latina, el Caribe o África. En México ha comprado casi todas las marcas de refrescos del país y tiene las mayores concesiones para la extracción del agua.” (CASTRO, 2005)

Es reconocido que el uso social del agua está emparentado con la diabetes y con las posibilidades de las personas para cumplir las orientaciones sanitarias que se vienen recomendando; una cosa no debe ser separada de la otra. Y si en estos momentos estamos mal debemos prepararnos porque, en realidad, nos encaminamos a una crisis total de los sistemas de salud por el desabasto de agua a nivel mundial. Si consideramos solamente México y analizamos que las: “Autoridades han otorgado
536 mil concesiones de aguas superficiales, subterráneas y zonas vedadas. Por sobreexplotación, hay 16 estados en riesgo de llegar al “Día Cero”: al agotamiento total de sus fuentes hídricas”. (FRANCO, 2020) Tendremos una idea casi exacta de hacia dónde nos encaminamos. Agregase a ello que el hacinamiento en las casas de los más desvalidos sería otro fundamenta factor a considerar en los estudios. Dormir en un cuarto personal sería una medida fundamental de la sana distancia que está muy lejos de más posibilidades de más del 90% de la población. Tales diferencias, establecidas por las posibilidades económicas, se hicieron visibles en aquellas poderosas naciones en las que se han producido la mayor cantidad de muertes; en EUA por ejemplo:

(…) cuando la pandemia explosionó en Estados Unidos y la mortalidad se disparó a principios de abril, lo hizo especialmente en los guetos socioeconómicos. Las muertes han sido un 40% mayores en las ciudades y poblaciones con más población de personas negras y racializadas, un 14% más en aquellas con más habitantes por vivienda y un 9% en aquellas más pobres en comparación con las más ricas del Estado. (SIMÓM, 2020)

No se puede dejar de reconocer que el impacto de esta pandemia será, a la larga, mucho significativamente mayor en los grupos empobrecidos por la reproducción neoliberal del capital que en aquellos que se enriquecen a costas de la mayoría. Si la vida en el capitalismo neoliberal ya era injusta esta situación ha venido a sumarse de manera irrebatible a la precarización de la existencia de la mayoría de los seres humanos del planeta. Y no estamos argumentando que el PIB per-cápita o las posibilidades económicas de las naciones garanticen el resultado porque, se está viendo que la mayor cantidad de muerte se acumulan en países del llamado primer mundo donde le PIB es inmensamente mayor al de otras naciones pequeñas: Unión Europea y en los EUA; quienes comparados con la pequeña isla de Cuba quedarían muy pal parados. El secreto de Cuba, más que económico, es la justicia social que prevalece en su sociedad en la que todos tienen acceso a una buena atención médica primaria y a los medicamentos aprecios módicos y la ética que norma la respuesta del gobierno y del pueblo a estas contingencias. Muchos autores reconoces que la
desigualdad en el acceso y disfrute de la salud no es sino una “Vergüenza Social (…) reflejo de las desigualdades sociales” estas últimas generadas por el sistema económico capitalista, que rige nuestra forma de producir, consumir y en consecuencia vivir, así como también, son causadas por una enorme desigualdad en la distribución del poder” (BENACH, 2005, pág. 15) La privatización neoliberal de los sistemas de salud públicos y la carente ética de sus gobiernos llevó a las naciones
“desarrolladas” a la situación que actualmente padecen. Cuando el presidente Trump recomendó beber desinfectantes mostro un nivel de corrupción ética sin parangón en la historia humana.

Es por todo esto que debe asumirse que la clase social a la que se pertenece es una variable fundamental al considerar un estudio serio de los impactos de la pandemia en el mundo y nos permite decir que los impactos de esta fatalidad tienen un fuerte carácter clasista, racista e imperialista neoliberal. No hacerlos sería invisibilizar uno de los condicionantes que más está incidiendo en las muertes. En palabras de Martín (2000):

¿Qué significa que la clase social es una causa fundamental? Que las causas inmediatas pueden variar al sucederse las enfermedades, sus factores de riesgo y sus tratamientos. Pero, en todas, la posibilidad de evitar los riesgos de enfermedad y de minimizar sus consecuencias es función de los recursos ligados a la posición de clase. El concepto de causa fundamental supone que la clase social, por su diferencial acceso a recursos, influencia múltiples resultados de salud a través de múltiples factores de riesgo. (MARTÍN, 2020)

Remarcamos que debe estudiarse y entender a esta pandemia sus efectos y las muertes a ella asociadas como resultado integral del capitalismo neoliberal. ¿Es que acaso se puede separar la condición de diabético desatendiendo los sistemas de alimentación establecidos por el neoliberalismo y a los que tiene acceso cada persona? ¿Podemos hacerlo obviando la privatización del agua a manos de la Coca cola y su oferta sistemática de productos nocivos para la salud humana? en México: “La empresa francesa Danone y las compañías estadounidenses Coca-Cola y PepsiCo capturan 82% de las ventas de agua embotellada en México, con un valor de poco más de 10 000 millones de dólares.” (PACHECO, 2015)¿Es que alguien realmente piensa que en medio del capitalismo neoliberal y mediático la gente puede decidir libremente vivir una vida sana, sin consumo de chatarra?: “A pesar de que México está inmerso en una alerta epidemiológica por obesidad, sobrepeso y diabetes, la publicidad de alimentos y bebidas chatarra dirigida al público infantil es laxa y, además, se ha convertido en una barrera para prevenir y atacar esas enfermedades crónicas, revela el estudio “Publicidad dirigida a niños: Una infancia enganchada a la obesidad” (LIRA, 2018)

No podemos negar que el virus (natural o creado) causa la enfermedad, pero el neoliberalismo con su pobreza acumulada de los últimos treinta años las acelera la muerte, las localiza geográfica y socialmente y, además, las invisibiliza. Visibilizar las muertes no habla de que contemos cada día cuando cadáveres se apiñan o que anotemos los nombres de los que se nos delanteron; se trata más bien de reconocer la responsabilidad que el sistema capitalista, patriarcal y neoliberal tiene en ello. Muchos han reconocido que: “No hay una sola epidemia. Para entender lo que pasa tenemos que construir una narrativa de tres ciudades: la de ricos y pobres, de blancos y negros o latinos y de viejos y jóvenes. Tanto el impacto directo como la atención médica y social han estado determinados por la clase social, la raza y la edad”, (…)” (JUSTO, 2020)

Podría decirse, nuevamente, que el covid-19 los enferma, pero el sistema capitalista neoliberal los mata. EUA ya acumula más de 110 000 muertes y es la mayor economía del mundo. ¿Cómo es posible que tanta gente muera si otras naciones, como Cuba, con menos recursos y bloqueada, logra que una gran mayoría de contagiados se cure? Repetimos, la diferencia más que económica es ética, social; se da en la respuesta integralmente humana.

En la sociedad del espectáculo debe uno aprender a orientarse entre la maraña de discursos para poder descubrir la realidad. Algunas veces, en la locura delirante de los políticos, dejan entrever crudas realidades que más parecen cosas de surrealismo: “Patrick, vicegobernador republicano del estado de Texas, durante una entrevista brindada a Fox News [2], opinó que las personas mayores deben sacrificarse por el futuro de los Estados Unidos. Este comentario, que puede resultar muy chocante, pone en evidencia que para el sistema capitalista y su modelo neoliberal hay un segmento social que es prescindible: las personas mayores, la clase trabajadora y las y los más desposeídos.”
(RIVERA, 2020)

Realmente estaba, más que ofreciendo un punto de vista, declarando un hecho fáctico dado que no había suficiente recurso para atender a todos y los de mayor edad estaban fuera de los escogidos para ocupar las plazas en los pocos respiradores libres que quedaban. Mientras el presidente se preocupaba por la economía de libre mercado miles de personas morían en el país de las“oportumnidades.”

Otro de los lados oscuros de la pandemia, que desnuda su profundo carácter ideológico, es la pérdida de puestos de trabajos formales y la total desaparición de muchos trabajos informales. Precisamente son los más vulnerables los que precarizan su existencia con la llegada del covid-19 lo que traerá un aumento considerable de la delincuencia por la imposibilidad para muchas personas
de mantenerse dignamente y la agresividad que se genera por las medidas de contención, que no cuentan con la aprobación de una mayoría. Ya se han observado casos de altercados: “Un reportaje del 25 de abril de Washington Post recogía cómo la pandemia y las medidas de confinamiento han desembocado en altercados en los suburbios de París y de otras ciudades francesas. Sus habitantes no solo soportan mayores tasas de mortalidad por el virus, sino que se enfrentan a identificaciones,
registros y multas cuando se ven obligados a salir de sus viviendas para trabajar. (SIMÓM, 2020) ¿Quiénes se involucran en eventos de asaltos masivos a tiendas y mercados? Los más necesitados, los que viven angustiados por la falta de medicamentos y despensas.

Otra de las dimensiones que desnudan la lucha del clase y el carácter ideológico que dentro del capitalismo se le imprime a toda acción que pretenda rescatar la dignidad humana es el bloqueo de los EUA a que ciertas naciones accedan a los recursos necesarios para enfrentar la pandemia. El trece de marzo último el fiscal general de Venezuela, Tarek William Saab denunciaba que el gobierno de los EUA estaba impidiendo que el gobierno de Venezuela adquiriera insumos para luchar contra
la pandemia. (Prensa latina, 2020) Ello mando un claro mensaje al mundo de que en medio de la desgracia más grande los intereses imperialistas prevalecerán por encima del derecho de un pueblo a la vida y a la salud. Aún con estas medidas agresivas contra un estado soberano, aún con el congelamiento de sus cuentas y el bloqueo para que no acceda a insumos necesarios; la patria de Bolívar está en condiciones de darle lecciones a los EUA sobre cómo se actúa éticamente ante
situaciones de pandemia.

Por otra parte el 12 de abril pasado el gobierno de la isla de Cuba informaba que “La empresa Medicuba no podrá adquirir los respiradores artificiales contratados a los fabricantes suizos IMT Medical AG y Acutronic debido al bloqueo porque estos fueron comprados por una compañía estadounidense, denunció hoy una fuente oficial cubana.” (5 de septiembre, 2020) Con ello se creaban serias dificultades para el sistema de salud cubano que contaba con la llegada de esos insumos. No obstante, a ellos, la organización médica de la isla ha logrado no solo contener la epidemia,sino que ha enviado ayuda solidaria a varias naciones del mundo incluyendo algunas “muy desarrolladas.” Podría asegurarse que los alcances de la medicina cubana serían hoy inimaginables si no hubiese estado por más de medio siglo bajo el constante bloqueo de los gobiernos en turno en los EUA.1

NUEVA NORMALIDAD O LAS VIEJAS ANORMALIDADES

Con mucha frecuencia escuchamos decir que ningún país estaba preparado para este fenómeno y es falso. Si somos objetivos, Cuba, no solo ha sido bloqueada por más de 60 años, sino que ha sido diana de ataques biológicos como, por ejemplo: el moho azul de tabaco, la roya de la caña, la fiebre porcina, el dengue hemorrágico, conjuntivitis hemorrágica, disentería, varroasis de las abejas, hemorrajia viral del conejo, entre muchas otras. Todas causaron grandes daños económicos y pérdidas de vidas humanas. A lo largo de décadas de agresiones el sistema sanitario y sus centros de investigación se fueron preparando para responder a estos ataques y, a la vez, enfrentar los constantes azotes de ciclones que atraviesan el país y agravan la situación económica ya de por sí difícil.

Existen suficientes pruebas de los ataques biológicos a la isla por parte del gobierno de los EUA. Todo esto siempre ha sido parte de un plan bien pensado para derrocar al gobierno revolucionario cuyo único delito era trabajar para elevar la calidad de vida de su pueblo y recuperar la dignidad humana arrebatada por siglos de dominación extranjera: “El general Edward Lansdale redactó un borrador con las misiones a ejecutar por la CIA donde enunció: “… desplegar el bajo mundo cubano
contra Castro, fracturar al régimen desde adentro, sabotear la economía, subvertir a la policía secreta, destruir las cosechas con armas biológicas o químicas, y cambiar al régimen antes de las próximas elecciones congresionales en Noviembre de 1962.” (ETCHEVERRY, 2015) Lo que hoy está ocurriendo con el mundo ya los cubanos lo vivimos a menor escala por más de una ocasión.

Por especificar uno solo de los ataques. El dengue hemorrágico no era una enfermedad de este hemisferio. No estábamos preparados para ella: (es necesario que la cita sea larga para que se entienda bien a qué tipo de ataques se han enfrentado los cubanos y cómo es que han desarrollado su excelente sistema de salud.)

“Era la primera vez que los médicos cubanos teníamos que enfrentar esa enfermedad; por lo tanto, hay que reconocer que había un desconocimiento no solo en Cuba, sino que, en este hemisferio, en toda la América, se desconocía la enfermedad.” (…) No se pudieron evitar las primeras muertes y, tristemente, de esa correlación entre la clínica, la epidemiología y la anatomía patológica, obtuvimos las primeras herramientas para ordenar cuál debía ser la forma científica de enfrentar el diagnóstico y tratamiento de esta enfermedad; pero más aún, cómo organizar la atención médica y la movilización social de toda la población durante una epidemia. En plena epidemia ya nuestros médicos y hombres de ciencia estaban en función de encontrar soluciones que aparecieron, y paralelamente a las actividades de asistencia, estas de investigación-acción, las de capacitación. Hubo que capacitar a todas las provincias del país.

Entre el 1º de junio y el 10 de octubre, que se da por terminada la epidemia, se notificaron 344 203 casos de dengue, pero de ellos más de 30 000 eran casos hemorrágicos y 10 000 cumplían todos los criterios de la Organización Mundial de la Salud para ser considerados casos de fiebre hemorrágica y choque por dengue (…) es conocido que un paciente en choque está a las puertas de la muerte. Con esos 10 000 casos, pudimos haber tenido miles de fallecimientos, y aunque esas 158 defunciones, incluidas 101 niños, todavía nos duelen, hay que considerar que fue un éxito haberles podido salvar la vida a otros miles de criaturas.

El sistema de salud y todo nuestro país se movilizó como una sola persona y logramos que ya, después de mediados de julio, comenzara a disminuir la epidemia y, como dije, el último caso se notificó el 10 de octubre.

Desde la llegada de la revolución en el año 1959 el gobierno se dio a la tarea de alfabetizar y preparar al pueblo para los nuevos retos a que se enfrentarían. Dentro del sistema de países latinoamericanos la isla fue, por órdenes de los EUA, con la excepción de México, casi totalmente aislada. Era vista como una anormalidad socialista dentro de una normalidad capitalista. Los resultados del desarrollo sostenido e impetuoso de tal anormalidad no se hicieron esperar pues comenzaron a cosechar triunfos en diversas áreas como el deporte, la educación, la salud y el desarrollo social.

Con la caída del campo socialista en el año 1990, la isla perdió el 87% del comercio exterior quedando casi sin materias primas y tuvieron que reconsiderar nuevamente sus proyectos de desarrollo económico. Mientras buscaban salidas a la grave crisis económica generada por la pérdida de mercados y materias primas muchos se le acercaron a proponerles que abandonaran el camino del socialismo cosa que no quisieron hacer y nuevamente se vieron como los anormales en un mundo socialista que se despedía de sus sueños de justicia social y corría a las manos del mercado. Casi desde cero levantaron nuevamente su economía buscando nuevas opciones de
desarrollo entre las que se encontraba la producción biotecnológica que ya venía desarrollándose. El modelo del médico de la familia ideado por Fidel cambio el conceto de salud pasando de la medicina curativa a la preventiva. La creación de las escuelas de medicina latinoamericana permitió dar acceso a los estudios de salud a miles de jóvenes de diversas naciones del mundo incluyendo a los propios EUA. Los azotes continuados de huracanes en el caribe fue el origen de la creación del contingente médico “Henry Reeve”. Hoy, frente al covid-19, la isla puede salvar a sus ciudadanos y enviar a más de 2000 médicos bien preparados a asistir a pueblos hermanos. Mientras que otros cerraban sus puertos a los cruceros que portaban contagiados y que, como naves fantasmas deambulaban buscando cobijo, la isla los abría y nuevamente mostraba otra forma de anormalidad opuesta a la normalidad egoísta del imperialismo. La metáfora del Necio de Silvio Rodríguez retornaba una y otra vez a la historia de los cubanos.

Hoy escuchamos a muchos intelectuales debatir sobre las nuevas normalidades que llegarán con la extinción de esta pandemia. Sin pretender quitarle la palabra ni aniquilar argumentos de hermanos de lucha deseo considerar otras visiones posibles.

En primer lugar, las normalidades del capitalismo neoliberal serán difíciles de remover si no cambiamos las relaciones de producción capitalistas porque el despojo de la tierra, de los recursos, de los saberes, de la unidad y de la voluntad seguirán estando en el objetivo primordial del capitalinos. La asedia que denunció Walter Benjamín continuará penetrando las subjetividades de los oprimidos de la mano del consumismo aberrante a que los conduce el capital.

En segundo lugar, su educación egoísta, egocéntrica, anti espiritual y meritocrática, tal vez, cambiara de forma, pero no de contenidos. Seguirá proponiendo currículos que anulen la capacidad de analizar críticamente a la sociedad cosa que quedará, como hasta hoy, reducida a unos pocos intelectuales. Los cambios, probablemente, entretengan nuevamente a los educadores en la tarea de buscar métodos más efectivos para el aprendizaje como nos ocurrió con Ausubel y Bruner; dejando de lado la impostergable misión de la emancipación cultural y la educación de la conciencia histórica de los oprimidos.

En tercer lugar, ahora que tenemos más tiempo en casa y pocos hábitos de lectura probablemente se eleve el consumo de banalidades que los generales walt Disney y hollywood se aprestan a crear para satisfacer los más exigentes deseos y los más extravagantes gustos de los oprimidos. Marx estará más lejos que nunca de los libreros y las preferencias.

Y, por último, una normalidad no se puede confundir con otras cotidianidades. Ciertamente nuestros viejos hábitos sufrirán cambios, también las ocupaciones y las instrumentalidades. Pero no dejaremos por ello de ser los oprimidos y ellos los opresores. El covid-19 no posibilitará un enroque estilo ajedrez. No se desacelerará la expoliación del planeta, más bien, como ha pasado tantas veces, el capitalismo subsumirá la crisis y sus soluciones ajustándolas a sus propias necesidades.

CONCLUSIONES

Los oprimidos debemos considerar que el plan que nos legara el viejo topo sigue en pie: organizarnos, concienciarnos, tomar el poder y transformar la sociedad en algo que merezca la pena ser vivido.

La nueva normalidad o la vieja anormalidad si se prefiera ya está siendo aplicada en algunas naciones con muy buenos resultados. No es un modelo que pueda copiarse, pero si un buen ejemplo de unidad y resistencia. El internacionalismo del Che, la solidaridad de Fidel, la espiritualidad de Martí, la tenacidad de Bolívar, la unidad de Hugo Chávez. Esas deben ser orientaciones fundamentales para pensar en un nuevo mundo. Cualquier cosa que se haga o desee debe implicar un cambio radical de ética. La comunalidad, el zapatismo, el feminismo, el socialismo tiene algo muy
especial en común; una ética de la dignidad humana que los emparenta y une. Hacia esa nueva ética debemos dirigir la nave. No será fácil; pero si Cuba y Venezuela pueden: todo podemos.

Notas 

1 A 922 mil 630 millones dólares ascienden los daños acumulados a Cuba por la aplicación del bloqueo económico, comercial y financiero. (5 de septiembre, 2020)

Referencias

5 de septiembre. (12 de abril de 2020). Bloqueo de EEUU impide a Cuba adquirir respiradores. Obtenido de 5 de septiembre. Diario Digital Cienfuegos.:
http://www.5septiembre.cu/bloqueo-de-eeuu-impide-cuba-adquirir-respiradores/

BENACH, J. y. (2005). Aprender a mirar la salud. ¿Cómo la desigualdad social, daña nuestra salud? Maracay: Instituto de Altos Estudios en Salud Pública.

CASTRO, S. G. (27 de abril de 2005). La Coca-Cola en México el Agua Tiembla. Obtenido de,Ecoportal: https://www.ecoportal.net/temas-especiales/globalizacion/la_cocacola_en_mexico_el_agua_tiembla/?cn-reloaded=1

ENGELS, F. (22 de septiembre de 1890). Carta a JOSE BLOCH. Obtenido de marxists.org: https://www.marxists.org/espanol/m-e/cartas/e21-9-90.htm

ETCHEVERRY, V. (1 de JUNIO de 2015). Agresiones biológicas imposibles de olvidar. Obtenido de Granma: http://www.granma.cu/cuba/2015-06-01/agresiones-biologicas-imposibles-deolvidar

FRANCO, L. (6 de enero de 2020). Los dueños del agua: trasnacionales acaparan reservas, mientras México avanza al temido “Día Cero”. Obtenido de Contralínea:
https://www.contralinea.com.mx/archivo-revista/2020/01/06/los-duenos-del-aguatrasnacionales-acaparan-reservas-mientras-mexico-avanza-al-temido-dia-cero/

JUSTO, M. (26 de mayo de 2020). El coronavirus mata por clase social. Obtenido de Página 12: https://www.pagina12.com.ar/268161-el-coronavirus-mata-por-clase-social LIRA, I. (26 de agosto de 2018). La publicidad chatarra atrapó a los niños y ahora tenemos un México de obesos, alertan ONGs. Obtenido de sinembargo.mx:
https://www.sinembargo.mx/26-08-2018/3461092#:~:text=%E2%80%93%20A%20pesar%20de%20que%20M%C3%A9xico,el%20estudio%20%E2%80%9CPublicidad%20dirigida%20a

MARTÍN, C. E. (04 de abril de 2020). Obtenido de Entramados Sociales:
https://entramadossociales.org/salud/por-que-el-covid-19-no-entendia-inicialmente-declases-sociales/

OXFAM. (2020). Privilegios que niegan derechois. Lima, Perú: Editora Búho.
PACHECO, V. R. (mayo-agosto de 2015). Agua embotellada en México: de la privatización del suministro a la mercantilización de los recursos hídricos. Espiral, 22(63). Recuperado el 10 de junio de 2020, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1665-
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Prensa latina. (13 de marzo de 2020). EE.UU. impide a Venezuela comprar medicamentos para tratar Covid-19. Obtenido de Prensa Latina. Agencia Informativa Latinoamericana: https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=349513&SEO=ee.uu.-impide-avenezuela-comprar-medicamentos-para-tratar-covid-19

RIVERA, A. (7 de abril de 2020). La COVID-19 y las desigualdades sociales. Obtenido de Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales: https://www.clacso.org/la-covid-19-y-lasdesigualdades-sociales/

SIMÓM, P. (11 de mayo de 2020). La COVID-19 sí entiende de clases sociales. Obtenido de Lamarea.com: https://www.lamarea.com/2020/05/11/pobreza-covid-19/

TEMPORELLI, K., & VIEGO, V. (enero-junio de 2011). Relación entre esperanza de vida e ingreso. Un análisis para América Latina y el Caribe. Lecturas de Economía(74), 61-85. Obtenido de
https://www.redalyc.org/pdf/1552/155222746003.pdf

ENVIADO POR EL AUTOR A OVE

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Medicinas invisibles que desnudan la lucha de clases contra el COVID-19

Por: Manuel Humberto Restrepo

En la formación científica del médico su aprendizaje sobre la ética y la verdad es fundamental. De ellas emana su reputación y prestigio, además reflejan la relación entre el pensamiento y saber del médico con la realidad y el contexto concreto de la sociedad a la que sirve. El médico se mueve al mismo tiempo en los dos procesos mas complejos biológica, social y culturalmente que son la vida y la muerte. A veces basta que el médico hable para que tristeza y abandono se conviertan en esperanza o ganas de luchar contra las embestidas del contagio, la desigualdad y la injusticia.

      La tradición de las culturas modernas (S. XVII) forjó la medicina basada en evidencias y diagnósticos, en tipos, patrones, conocimiento de fenómenos e interrelaciones complejas del método científico, organizadas y resumidas en una serie de normas y protocolos, que la distingue de los sistemas clásicos, aunque a veces corre el peligro de confundirse con una especie de moral. Es la que siguen los gobiernos y de la que se ocupan los medios, a la que entre precariedades acceden los pacientes de las capas medias de población, atendida también a medias igual que sus cuidadores, dado el déficit estructural de capacidades tecnológicas y de recursos económicos, ante la inexistencia de un sistema de salud pública, que existió pero fue transferido a inversionistas privados.

      El momento de pandemia exige agradecer a médicos, médicas y demás cuerpos de cuidado de la salud, por su defensa constante de la vida, sin siquiera herramientas adecuadas. Es la primera vez que todas las miradas se detienen en ellos, aunque siempre han estado ahí, defendiendo la vida del asedio de la muerte provocada por pestes, hombres y máquinas de guerra. Pero también la pandemia ha puesto al descubierto la existencia de múltiples medicinas iniciadas hace milenios, que llegan para juntarse, mezclarse, con el propósito de aliviar el sufrimiento. En la baja edad media, Hildegarda de Bingen, buscó en la música, la filosofía y la medicina basada en las plantas, la conexión entre el medio ambiente, el alma y el cuerpo y casi mil años después el Dr. Moscatti, el médico del amor y de los pobres llamaba a defender la verdad y evitar el sufrimiento de los débiles e invitaba a sus colegas a no sólo ocuparse del cuerpo, sino de las almas, con el consejo, y entrando en el espíritu, antes que con las frías prescripciones que hay que llevar al farmacéutico, de ellos hay huellas vigentes.

     Contra la pandemia batallan en silencio esas otras muchas medicinas, que se mezclan y se complementan, unas que buscan la ciencia moderna, otras que le permiten a la gente aferrarse a  la fe o la esperanza en lo popular, lo ancestral o lo divino tratando de evitar el mal u obtener la cura. Los pueblos de América son ricos en sincretismo a la hora de curar, sanar o reparar, fusionando religiones, mitos y tradiciones. Los relatos e historias son invaluables, como los de San Simón o Maximòn (Guatemala) el santo que bebe y fuma, junta lo maya y lo católico, recibe a curanderos y atrae por su calidad de curación o San Gregorio Hernández (Venezuela) el médico fantasma, al que se atribuye seguir salvando vidas. Chamanes, taitas, curanderos, replican el saber de las culturas precolombinas (Aztecas, Incas, Mayas, Muiscas) donde la medicina tenía carácter mágico y el médico era al mismo tiempo el Sacerdote o Jeque, que iniciaba su formación a los 10 años e incluía pasar de 4 a 6 años en un bohío con una comida al día, sin salir al sol, ni lavar su cuerpo (Zubiría R).

     La medicina para la clase social alta, de ricos y poderosos, no tiene mínimas carencias, la otra de la clase marginada y excluida, expuesta y empobrecida, carece de todo, las dos tienen en común que poco se conoce, no se sabe donde están ni cómo funcionan. Los pueblos indígenas en el mundo representan el 6% de la población y están en extrema pobreza (OIT) y decenas de millones están en el destierro y de 7300 millones de habitantes, la mitad está marginada. En Colombia son 102 pueblos y cerca de 2 millones de indígenas (presidencia.gov) acorraladas por el desprecio, sus lideres son perseguidos y asesinados en connivencias múltiples con el estado, olvidados y penetradas sus culturas. En la misma condición, una persona de cada cuatro que habita en las ciudades es pobre y entre la población rural es peor. Más ella de las cifras, la realidad expone a la peste a inmensas mayorías de población encerradas en cordones de miseria, tugurios, comunas, barriadas, nuevos Bronx, alcantarillas, barrios de invasión e incluso céntricas calles de informalidad convertidas en inquilinatos. Son mayorías invisibles, a las que no verán los medios ni alcanzará la medicina moderna, no cuentan en registros oficiales. ¿A quien acuden en la pandemia?, ¿al vecino, al viejo, a la receta o la formula extraída del saber popular de talismanes, cristales y colores que espantan lo malo o lo curan o al saber ancestral indígena, hechicero o sacerdotal o a aguas, rezos y yerbas?.

      La medicina moderna, desfinanciada, sin recursos para cuidar a los cuidadores, ni atender a los pacientes, esta atrapada socialmente, desahuciada económicamente y cuestionada culturalmente, como lo está también la sociedad toda a merced de la verdad que imponga el discursos hegemónico que se proclama equivalente de la misma realidad para descalificar lo demás como ceguera o mentira. No hay cabida para discutir razonamientos sobre nada inteligible, por reducción e imposibilidad de diálogo entre diferencias. La pandemia existe, parece aliada del autoritarismo, del clientelismo y de los sistemas de corrupción, le sirve de excusa a los fascistas, acallar, amordazar y cerrar las puertas a la agenda de la paz y su implementación, para que continúe la barbarie y se ahuyente a la débil democracia. A cambio ha desnudado las distorsiones de la sociedad injusta y desigual, basada en la explotación y dominación de clase que parecía ideal y exitosa. “Lo más difícil, lo más importante, lo más necesario, lo que de todos modos hay que intentar, es conservar la voluntad de luchar por una sociedad diferente sin caer en la interpretación paranoide de la lucha. Lo difícil, pero también lo esencial, es valorar positivamente el respeto y la diferencia, no como un mal menor y un hecho inevitable, sino como lo que enriquece la vida e impulsa la creación y el pensamiento” (E. Zuleta)

P.D. Bienvenidos los 46 nuevos médicos y medicas que graduó anticipadamente la UPTC y valga recordar que la primera mujer graduada de medica en la U.N en 1945, nació en Duitama Boyacá: Inés Ochoa Pérez.

Fuente: https://rebelion.org/medicinas-invisibles-que-desnudan-la-lucha-de-clases-contra-el-covid19/

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Habitar la excepción: pensamientos sin cuarentena (I)

Por: Amador Fernández Savater

¿Gestionar o transformar?

Quién se hace cargo de lo que pasa, cómo y para qué, en cada crisis, en cada disfuncionamiento, en cada perturbación del sistema.

Se puede gestionar: la idea de la gestión es la “regulación” de lo que pasa para “volver a la normalidad”. Lo que pasa es un hecho aislado y sin historia, se puede conjurar y neutralizar. Las respuestas a la crisis en cuestión se dan en el mismo marco de lo existente.

Un “poder de salvación” administra nuestro miedo y nos promete la supervivencia a cambio de obediencia. La supervivencia, por cierto, será sólo de los más aptos. Porque la lucha de clases -o el conflicto social, si queremos hablar de otra manera- atraviesa en verdad la gestión y las medidas. Hay “inmunizados” (que se pueden proteger) y “expuestos” (que enfrentan las crisis a pelo y caen como moscas, objetos de las propias medidas de “salvación del cuerpo colectivo”: recortes, etc.).

La “gestión” es un bucle: oculta y tapa las preguntas radicales sobre las causas y las condiciones de los desastres y así las reproduce, preparando de tal modo nuevos episodios desastrosos.

Transformar significa hacer aparecer nuevos juegos de preguntas y respuestas, nuevas maneras de pensar y actuar, nuevas lógicas para pensar-hacer sobre los problemas (crisis económicas, crisis migratorias, crisis ecológicas, femicidios) desde otro marco. Un marco distinto, para respuestas distintas.

Transformar significa habitar la excepción.

Habitar la situación, no dejarse simplemente gestionar. ¿Qué significa? Poblar la situación de nuestras preguntas, nuestros pensamientos, nuestras necesidades, nuestros deseos, nuestros saberes, nuestras redes de afecto…

Habitar, estar presentes, no ser sólo espectadores o consumidores o víctimas de las decisiones de otros, sino sentir, pensar y crear a partir de lo que pasa, darle valor, compartirlo, hacer con ello mundo y vida.

De ahí saldrán los rudimentos para nuevos juegos de preguntas y respuestas, nuevas lógicas, nuevas ganas, nuevos marcos. Habitar la crisis, para no volver simplemente a la normalidad.

¿Quién define la situación?

La gestión instala un monopolio sobre la descripción de lo que pasa: “es así”, “obediencia o muerte”. Quien tiene el monopolio de interpretación -y de la experimentación práctica consecuente- tiene el poder.

Lo interesante de que haya distintas interpretaciones a la crisis del coronavirus es que abre fisuras en ese monopolio. Podemos ver que no hay una sola interpretación (científica, neutral, universal), sino distintas respuestas que arraigan en distintas visiones y cálculos político-económicos. Lo que se presenta como “neutro” es una hipótesis y una decisión sobre la realidad. La gestión del virus nos hace ver a la ciencia mezclada con las diferentes formas de “gubernamentalidad” (distintos cálculos político-económicos). Hay matices, discrepancias, conflictos incluso.

Cada descripción de la realidad (y cada respuesta a la crisis) no es sólo una hipótesis científica-universal, sino que incorpora una serie de valores, una dimensión ética referida a formas de vida. Lo que importa y lo que no importa, lo que debe ser defendido y lo que no, lo que hay que preservar y lo que se puede desechar.

Pensar ciencia + ética no significa una contra la otra, sino una con la otra en distintas alianzas y combinaciones. Cada descripción incorpora un mundo. ¿Qué respuesta damos? ¿Qué mundo queremos?

La izquierda en el poder

¿Qué oportunidades ofrece la izquierda en el poder? Podemos pensarlo así: el cálculo coste-beneficio en que consiste toda gubernamentalidad se hace más poroso a demandas no solo económicas (como la defensa del trabajo, del salario, de los derechos, de lo público-común, etc.). La gestión no es entonces (sólo) empresarial-securitaria, sino que se puede afectar por otros valores y formas de vida. Ahora mismo por ejemplo puede tener un gran “coste” político cualquier desconsideración a la sanidad pública.

¿Qué peligros tiene la izquierda en el poder? Los clásicos: la intensificación de las lógicas de delegación y representación (“ya se ocupan los buenos en mi lugar”) y mantener ciertas ilusiones sobre el mundo en que vivimos (transiciones energéticas, ciudadanismo, desarrollo sostenible) que obstaculicen el surgimiento de nuevos juegos de preguntas-respuestas que cuestionen el mismo marco en que se desarrolla hoy la vida.

Que aflore la autonomía de las voces afectadas, la autonomía del pensamiento y la acción, la autonomía de las redes y los saberes. No contra nadie, puede haber conflicto y cooperación desde la autonomía, pero tampoco sometida a nadie.

* Notas dispersas a partir de conversaciones y lecturas de estos días, con Jun Fujita, Marta y Natasa, amigxs de los talleres, Diego Sztulwark, Fredric Neyrat, Alain Brossat, Tiqqun-Comité Invisible, Blanchot, etc. Se apoyan sobre todo en a lectura de unas cuentas páginas de Llamamiento (Acuarela, 2008)

Fuente e Imagen: http://lobosuelto.com/cuarentena-amador-savater/

Fuente original: https://www.filosofiapirata.net/habitar-la-excepcion-pensamientos-sin-cuarentena-i/

 

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El capitalismo y los parásitos

Por:  Eileen Jones

La brillantez de Parásitos no reside en la alegoría política que pueda configurar, sino en su descripción de las crueles realidades que a menudo se enfrentan cuando se intenta triunfar con el capitalismo en contra. Todos deberían verla.

Todavía siento un sufrimiento considerable tras haber visto Parásitos, aún después de varios días. Así de grandiosa es esta película. Incluso lo cómico es perturbador, y entonces comienza a instalarse la verdadera angustia.

No presten atención a las reacciones negativas que puedan encontrar en las redes sociales. Cualquier película que cause semejante impacto con seguridad será descartada por los que han llegado tarde, irritados por el consenso de los elogios iniciales. Y Parásitos era una candidata perfecta para el apasionamiento inicial y el subsiguiente desprecio por parte de la izquierda, porque la gente ahora va preparada para leerla como una alegoría política. Comienzan formulando un análisis de la película en estos términos en el instante mismo en que se apagan las luces. Con franqueza, podrían hacerlo aún antes, sobre la base de la reputación del guionista y director Bong Joon-ho (The HostEl expreso del miedoOkja), y quizás también del tráiler.

Si se considera Parásitos como una película que se puede reducir a una moraleja, un mensaje o una alegoría socialista, no va a funcionar, porque parecerá demasiado simple y directa. He estado leyendo los comentarios socialistas negativos en internet e inevitablemente la queja es que el mensaje de la película es demasiado obvio y fácil de leer, ya que se machaca en todas las escenas. Voy a citar uno conciso, tomado de mi muro de Facebook: «[La] moraleja es básicamente que no hay lucha de clases sin conciencia de clase, y que no hay conciencia de clase cuando la clase trabajadora solo aspira a reemplazar a la clase gobernante».

Bueno, es cierto. Pero la potencia de la película no radica en eso. No se trata de la moraleja, del mensaje, de la alegoría, de la metáfora, nada de eso. Por eso en la película el hijo, Ki-woo (Choi Woo-sik), repite constantemente: «¡Es tan metafórico!» de una forma graciosa y sin sentido. Es claro que se trata de una broma perspicaz por parte de Bong, que anticipa el tipo de reacciones que despertará la película.

Parásitos en realidad cristaliza la experiencia de ser una familia de clase baja que se aferra a una oportunidad de «triunfar» y lo retrata de un modo que lastima. El director quiere que en el final sintamos el cuchillo atravesándonos una y otra vez, y que, como efecto del dolor, lo recordemos. Como lo expresó E. Alex Jung citando una entrevista a Bong, el propósito emocional del final de la película, en especial de la última escena, es fatal: «Es una muerte segura».

«Triunfar», como casi no necesito explicar, significa arribar a ese lugar privilegiado reservado solo para unos pocos en nuestra sociedad, donde ya casi no existe preocupación por el dinero. Uno vive en el lujo, camina con determinación por suaves paisajes despejados, espacios inmensos, de líneas limpias y discretas literalmente integradas en la arquitectura, por lo que nada impide el movimiento mientras uno fluye de aquí para allá. En la película, el triunfo adopta la forma de una enorme casa ultramoderna diseñada por un arquitecto famoso, uno de esos que proliferaron en la década de 1960 y que fusionaron interiores y exteriores de tal modo que la sala de estar gigantesca, de líneas limpias y carísima parece extenderse a través de un amplio ventanal, sin solución de continuidad, hasta un parque inmenso y perfectamente mantenido. Triunfar, en la película, implica deslizarse a través de este maravilloso espacio interior-exterior murmurando «la luz del sol es tan agradable».

Esta es una manera dolorosamente exacta de representar la experiencia de las clases bajas cuando descubren cómo viven los ricos. Recuerdo cuando era niña haber visitado las casas de algunos compañeros de escuela y titubear en el umbral, asombrada por los espacios enormes y despejados. ¿Cómo los mantenían tan limpios? Me ponía nerviosa entrar porque ¿qué pasaría si dejaba mis pisadas sucias o derramaba algo sobre esos pisos prístinos? Sabía que eso sería mucho peor que si un miembro de la familia u otra persona rica derramaban algo sobre el piso.

La limpieza es un tema importante en la película. La familia Kim, que lucha por subsistir en ambientes diminutos de un barrio precario de Seúl, está siempre a merced de la mugre, peleando una batalla incesante contra los borrachos que orinan en los rincones de su departamento en semisótano, a la altura de sus cabezas, mientras ellos cenan y miran a esos malhechores a través de una ventana sucia. Abren las ventanas para que entre insecticida cuando se fumiga el vecindario, para combatir así la invasión de insectos en su vivienda. En el final de la película, cuando fracasa el plan de la familia para mejorar su situación, el excremento se desborda literalmente colina abajo, en una serie de inundaciones repentinas que hacen explotar los desagües y destruyen su miserable casa y sus pertenencias.

Todo comienza cuando Ki-woo, quien aspira a estudiar en la universidad (si alguna vez logra ahorrar lo suficiente), se entera de un empleo que involucra dar clases particulares a Da-hye (Jung Ziso), la hija de los Parc, una familia acaudalada. Ki-woo sabe lo importante que es «arreglarse bien» para la entrevista. Hábilmente, se erige como el favorito de la familia adulando a Yeon-kyo (Jo Yeo-jeong), la mujer consentida e ingenua de la casa, mientras flirtea con Da-hye.

Pronto se las ingenia para conseguir empleo para toda su familia. Su tenaz e inexpresiva hermana Ki-jung (Park So-dam) hace una búsqueda rápida en Google y se hace pasar por «Jessica», una «terapista de arte» con aires de gurú para el hijo caprichoso de los Park, Da-song (Jung Hyun-jun). El dulce y desafortunado padre Ki-taek (Song Kang-ho) asume una actitud calma y tranquilizante como chofer, mientras que la feroz madre Chung-sook (Jang Hye-jin) toma el lugar de la decorosa ama de llaves Moon-gwang (Lee Jeong-eun) luego de manipular brutalmente la situación hasta hacerla perder su empleo.

Es obvio que aquí no existe solidaridad entre trabajadores: los trabajadores pobres pelean como perros por las migajas de las mesas de los ricos. Y la familia Kim sabe tanto por instinto como por amarga experiencia cómo hacerse aceptable para los ricos –cómo vestirse, peinarse, hablar, caminar, moverse–, siempre en silencio, con suavidad, con limpieza. Y sin embargo, corren peligro de ser descubiertos porque, de acuerdo con la familia Park, tienen un olor distintivo, presumiblemente desagradable.

El consentido Da-song es el primero en decirlo, corriendo a oler a los cuatro supuestos extraños en forma grosera para luego anunciar: «“¡Todos huelen igual!»

Los Kim están confundidos y alarmados ante este misterioso indicador del que no habían podido resguardarse: «¿Cómo puede ser?». Rápidamente acuerdan comenzar a lavarse con diferentes tipos de jabones. Pero eso no soluciona el problema. Especialmente el padre, Ki-taek, corre el riesgo de perder su empleo como chofer, porque si «nunca se pasa de la raya» en sus modos mientras conduce a su empleador, el escurridizo y monstruoso padre adinerado, Dong-ik (Lee Sun-kyun), dice que «su olor cruza la línea».

Este es el momento crítico de la película, casi insoportablemente doloroso, cuando los Kim han aparentemente logrado el milagro de infiltrarse en los ambientes elegantes de los ricos y sabemos que esto no va a durar. Es solo cuestión de ver qué causará su caída.

«No pasar la prueba del olor» es un horror conocido para cualquier persona de la clase trabajadora que trata de ascender en el mundo: la sensación de que hay alguna parte esencial suya que siempre lo delatará, sin importar lo elegante que se vista o con cuánto ingenio imite las actitudes y modales de los privilegiados y los poderosos. Este temor está bien fundado, porque está desde hace mucho enraizado en las creencias de las clases altas que hay algo intrínseca, físicamente inferior en las clases bajas que justifica la estratificación de clases.

George Orwell escribió sobre esto en El camino a Wigan Pier, cuando se le encomendó estudiar las condiciones de vida de los mineros pobres en el norte de Inglaterra. Para horror de su editor, Victor Gollancz, Orwell perdió el control y amplió su proyecto confesando públicamente lo que sabía sobre las actitudes de la clase alta hacia los pobres. La creencia de que las clases bajas huelen mal y son esencialmente sucias, de modo tal que independientemente de cuánto se laven jamás desaparecerá el olor, era un valor fundamental con el que había sido criado, incluso siendo tan solo una persona «de alta clase media baja» en la increíblemente obsesiva jerarquía de clase inglesa. (De acuerdo con Orwell, este estatus de clase significaba que había sido entrenado para saber cómo tratar a sirvientes que quizás nunca podría pagar).

Para mí, el aspecto más devastador de la película también concierne a Ki-taek, el infortunado padre. En un momento determinado, cuando su familia está esperando escuchar cuál es su plan para sacarlos de su predicamento, le confiesa a su hijo Ki-woo que «el mejor plan es no tener ningún plan». Entiende que de esa forma uno no se siente peor cuando las cosas no funcionan.

La idea de que nada funciona cuando se es de clase baja es algo que en general la gente se resiste todo lo posible a reconocer. Aparentemente lo que la sostiene es la determinación de que siempre se puede intentar algo más, algo mejor, y que sin importar cuántas veces se fracase, se debe tratar de levantarse de algún modo. Bong Joon-ho termina la película representando esta cruel fantasía, que reconocemos como tal, cuando Ki-woo promete salvar lo que queda de su familia, ir a la universidad, ganar mucho dinero y de algún modo triunfar. Luego comprará la casa de la familia Park, donde los Kim vivirán al sol.

Es un gran regalo del socialismo que finalmente uno vea que el sueño de «triunfar» por sí mismo, o con su pequeña y algo atribulada unidad familiar, es una locura cuando un sistema capitalista está en contra. Antes de descubrirlo, yo solía reflexionar compulsivamente sobre el pasado con remordimiento, pensando que mi familia podría haber triunfado si tan solo yo hubiese sido más inteligente, o más dura, o más agresiva. En general, nos fue bien. Pero éramos tan talentosos… con seguridad deberíamos haber sido muy exitosos. ¿Por qué no lo fuimos, que nos lo impidió, en qué fallamos?

Bong Joon-ho conoce este síndrome lo suficientemente bien como para hacer que su familia en apuros se vea elegante, dura y agresiva, de modo que no haya espacio para pensar que les podría haber ido mejor. Somos obligados a contemplar la trampa que involucra este tipo de pensamiento. Y si uno ha experimentado cualquier versión de este proceso, ignoro cómo hacer para evitar estremecerse de dolor por las viejas heridas mientras uno mira Parásitos. Como sostiene E. Alex Jung: «El parásito emocional de esta película es la esperanza: es lo que te hace seguir adelante, pero te seca hasta el tuétano».

El título es lo único que vale la pena interpretar de la manera simbólica que preocupa a la crítica: «¡Es tan metafórico!».

Fuente e imagen: https://nuso.org/articulo/el-capitalismo-y-los-parasitos/

https://jacobinmag.com/2019/11/parasite-film-review-bong-joon-ho-class-consciousness

Traducción: María Alejandra Cucchi

 

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Democracia confrontacional del siglo XXI

Democracia confrontacional del siglo XXI

Juan J. Paz y Miño Cepeda

En América Latina, durante el siglo XIX, las fuerzas centrales en la lucha política fueron los conservadores y los liberales. Se trató de un conflicto entre élites, lo que la sociología histórica ha denominado Estado-oligárquico. Los conservadores, apoyados por la Iglesia católica, defendieron la tradición familiar, el orden terrateniente, el progreso casi exclusivamente agrario en alianza con agro-exportadores, mineros, comerciantes importadores y banqueros. Eran partidarios de gobiernos fuertes e incluso autoritarios.

Asimismo consideraban legítimo e institucional el sometimiento a su poder  de las poblaciones campesinas, indígenas y negras. Creían que la férrea estructura piramidal de la sociedad respondía a aceptables principios aristocráticos, y hasta a realidades inevitablemente construidas, por cuanto la desigualdad correspondia a un orden divino. La democracia debía ser restringida, tanto como los derechos, para lograr una paz y armonía sociales sujetas al poder.

Para los liberales, el orden conservador representaba al “feudalismo” y por ello abogaban por la modernidad capitalista, centrada en la potenciación de la manufactura, la industria y el amplio comercio internacional; pretendían la separación de la iglesia y el Estado, implantar el laicismo, fortalecer la educación y la asistencia públicas.

Confiaban en la democracia abierta, el imperio de la ley y la justicia, el pleno desarrollo de los derechos individuales. Solo los radicales, que eran algo así como el “ala izquierda” del liberalismo, comprendieron la incipiente presencia de los obreros y la necesidad de establecer derechos sociales. Sin duda, liberales y radicales portaban el camino futuro de la historia, mientras los conservadores representaban el pasado.

En México y Argentina, con sus respectivas Reformas a mediados del siglo XIX, se implantaron tempranamente regímenes liberales, aunque no como fruto de procesos pacíficos. En otros países, las confrontaciones políticas adquirieron rasgos de intolerancia, a tal punto que el bipartidismo acudió a la insurrección armada y  la guerra civil. Esas expresiones fueron particularmente duras en Centroamérica o en Colombia, donde la violencia ha tenido una historia bicentenaria.

Pero las luchas bipartidistas no lograron solucionar las herencias históricas de la desigualdad, la pobreza o el poder de minorías acumuladoras de la riqueza. De modo que en su matriz incubó la emergencia de nuevas clases sociales, como el sector obrero y las capas medias urbanas.

Además, con el inicio del siglo XX, tanto la expansión del imperialismo americanista, como el despertar de las ideas anticapitalistas de la mano de las doctrinas obreristas, anarquista y anarcosindicalistas, socialdemócratas, neo-católicas, de los diversos socialismos utópicos, e incluso del incipiente marxismo, produjeron el nacimiento de nuevos partidos y la consolidación del espacio político de la izquierda (no necesariamente marxista), todo lo cual determinó la lenta superación histórica del bipartidismo latinoamericano tradicional.

La expresión histórica de ese ascenso estuvo en México, no solo con la revolución de 1910, primera en el mundo por su contenido social, sino también por la Constitución de 1917, igualmente pionera, y más adelante, con el gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-1940), quien impuso la reforma agraria y la nacionalización del petróleo, antes de la Revolución Cubana (1959), que realizó la transformación más importante en la historia latinoamericana del siglo XX, pues Cuba resumió el contenido fundamental de la nueva era, en la cual la confrontación pasó a ser entre capitalismo/imperialismo, frente al socialismo.

América Latina se halla hoy en una situación comparable con los procesos descritos. El cambio sustancial estriba en que la confrontación ha pasado de la órbita política al campo de la economía y, por consiguiente, se ha vuelto, cada vez más clara, en una lucha de clases.

Superadas las décadas del “desarrollismo” de los sesentas y setentas, desde 1973 en Chile, con la dictadura terrorista de Augusto Pinochet -seguidas de similares dictaduras en el Cono Sur- y particularmente con gobernantes civiles en las décadas finales del siglo XX, América Latina entró a una era de construcción de economías neoliberales, que definieron las líneas de intereses y conducta contemporáneas de las clases empresariales.

Determinados por esas líneas, no importaron las diferencias políticas ni partidistas entre los gobiernos, porque todos apuntalaron, de una u otra manera, el camino neoliberal-empresarial.

Es innegable que el ciclo de los gobiernos “progresistas” cortó el camino neoliberal-empresarial en aquellos países donde el triunfo electoral, con amplio apoyo popular, hizo posible delinear una tendencia alternativa: la construcción de economías sociales, que incluso en Bolivia, Ecuador y Venezuela se consideraron como antesalas del “socialismo del siglo XXI”.

Las burguesías latinoamericanas aprendieron la experiencia. Toda economía social contradice el camino neoliberal-empresarial, más aun si se trata del “socialismo del siglo XXI”. No están más dispuestas a que el reino de sus exclusivos intereses sea perjudicado. No tuvieron límites para acudir a los “golpes blandos” para acabar con gobiernos progresistas. En otros casos, intentaron golpes de Estado. Utilizaron las elecciones como instrumento para recuperar el poder, o anunciaron con desconocer triunfos destinados a “eternizar” a los gobernantes del progresismo.

Cualquiera sea la vía política escogida, lo que vino de inmediato resultó inédito en regímenes que se suponía habían alcanzado cierto grado de democracia moderna. Los gobiernos neoliberales-empresariales desplegaron la cacería de brujas, no contra los opositores en general, sino exclusivamente contra los líderes visibles de los gobiernos progresistas y sus colaboradores.

El combate a su corrupción sirvió de pretexto; pero, además, se convirtieron en nuevas armas para la venganza y la descalificación -tanto la judicialización política como el lawfare-, la aplicación de las leyes para forzar figuras penales al menor hecho, y la extensión de la amenaza o sospecha sobre cualquier persona crítica, que bajo situaciones normales, sería considerada inocente.

Sobre todo, se puso a la orden del día la represión de todo movimiento social de resistencia y protesta, con un nivel de arremetida en el que nada han importado las violaciones de los derechos humanos.

En apoyo de semejantes comportamientos son subordinados todos los aparatos del Estado, como ha ocurrido en Bolivia, el mayor ejemplo actual, donde se han unido ahora las orientaciones evangélicas y el racismo sin límites. Las fuerzas armadas y las policías actúan en defensa de una “democracia” que solo está vinculada a la hegemonía política de elites de derecha y rabiosos anti-progresistas, pero, que, además, solo defienden el único camino admisible en la economía: el modelo neoliberal-empresarial.

En esas fuerzas vuelve a incubar la doctrina de la Seguridad Nacional, bajo cuya óptica otra vez las “amenazas” contra los “objetivos permanentes de toda nación” solo provienen de las izquierdas y los movimientos sociales y populares. También existe el riesgo de un segundo Plan Cóndor, para coordinar persecuciones en otros países, algo que han analizado diversos investigadores.

Los medios de comunicación mercantiles también han pasado a ser instrumentos que exclusivamente se inclinan a sostener a los gobiernos conservadores,  apuntalar el modelo económico neoliberal-empresarial y contribuir a la persecución política. Las redes y el internet, al mismo tiempo que ofrecen alternativas para la información y el análisis, igualmente sirven para forzados seguimientos en contra de los opositores y de los periodistas y medios alternativos.

No puede ser más visible el comportamiento de la OEA frente a los acontecimientos de octubre y noviembre en Haití, Chile, Ecuador, Bolivia o Colombia. Surgen amenazas contra México y, desde luego la agudización del cerco imperialista contra Venezuela o Cuba.

Comparativamente con el siglo XIX, en el siglo XXI América Latina parece entrar a una era en la cual la disputa por la economía ha minado las bases de la propia democracia, rompe con antiguos valores sobre la institucionalidad y la soberanía, desnuda la violación de derechos humanos -que quedan impunes- y encuentra “violencia” solo en los movimientos sociales de obreros, campesinos, indígenas, afroamericanos y capas medias cuestionadoras del ejercicio del poder, que ha vuelto a beneficiar a los altos empresarios y propietarios del capital, como lo están demostrando todos los recientes estudios de la Cepal sobre las desigualdades crecientes en la región.

Se trata de una democracia confrontacional, en la que no se ha excluido el fascismo criollo como recurso, una tendencia que solo tiene el riesgo de agudizarse. En su base se halla el bipartidismo económico, que polariza a visibles clases sociales y que marca una grave tendencia de futuro para la región, pues las clases subordinadas -para utilizar un concepto del sociólogo e historiador Ralph Miliband-, ya no están dispuestas a que se imponga sobre ellas el privilegio de unas elites que no quieren admitir sus responsabilidades sociales. Es una lucha que hace prever un largo camino histórico.

Autor: Juan J. Paz y Miño Cepeda

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