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Críticas y convergencias con la Teoría de la Dependencia

Por: Claudio Katz

En los años 70 Agustín Cueva fue el principal crítico marxista de las Teorías de la Dependencia. Objetó la tesis del desarrollo asociado, cuestionó la visión metrópoli-satélite y mantuvo intensas polémicas con Bambirra, Dos Santos y Marini. Pero a partir de confluencias políticas, en la década siguiente participó de un reencuentro teórico que modificó el abordaje del subdesarrollo.

FUNCIONALISMO SIN SUJETOS

Cueva sobresalió como un intelectual muy creativo. Se forjó en el ambiente localista de Ecuador, absorbió concepciones estructuralistas en Francia y maduró su novedosa mirada historiográfica en México. Compartió ciertas estrategias políticas con los partidos comunistas, pero cuestionó el dogmatismo imperante en la URSS (Prado, 1992).

Sus debates con la teoría de la dependencia comenzaron con tres objeciones al esquema de Cardoso-Faletto. Criticó, en primer término, el uso de criterios funcionalistas para explicar la historia de América Latina, señalando que el “desarrollo hacia adentro” o las “colonias de explotación” carecían de la consistencia explicativa. Retrataban peculiaridades de ciertas áreas o singularidades de los productos exportados, pero no aportaban criterios para la interpretación del subdesarrollo.

Cueva puntualizó que las ventajas o inconvenientes generados por los recursos de cada región no clarifican la lógica capitalista, ni esclarecen las aptitudes diferenciadas para la acumulación. Señaló que sólo los conceptos marxistas de fuerzas productivas, relaciones de producción y lucha de clases facilitan ese análisis (Cueva, 1976).

El pensador ecuatoriano estimó que Cardoso soslayaba los procesos histórico-sociales en todas sus caracterizaciones. Señaló que FHC ofrecía una descripción de las ventajas del control nacional sobre los recursos (México) frente a su administración foránea (pequeños países de Centroamérica). Destacó que también retrataba las conveniencias de ciertas alianzas políticas para incentivar la industrialización (Brasil en los años 60) u obstruirla (Argentina en el mismo periodo) (Cueva, 1973:102).

Pero el teórico andino puntualizó que en ese pantallazo, los desequilibrios de la acumulación capitalista eran tan omitidos como los conflictos entre los grupos dominantes.

Cueva objetó, en segundo lugar, el razonamiento “externalista” de Cardoso. Destacó que su enfoque sustituía el análisis de cada economía latinoamericana por una simple constatación de inserciones en el mercado mundial. Señaló que la contraposición entre situaciones de enclave y control nacional de los recursos nacionales registraba conexiones externas, sin indagar la dinámica endógena del desenvolvimiento de cada país.

Estimó que la omisión de la dimensión agraria ilustraba ese desconocimiento de los procesos internos. Destacó especialmente la ausencia de referencias a los conflictos entre campesinos y latifundistas, que determinaron los principales desenlaces progresivos (México) o regresivos (Perú, Colombia) de la historia regional. Observó que en muchas circunstancias esos procesos fueron más determinante del subdesarrollo que las exacciones externas.

En tercer lugar, Cueva advirtió la total ausencia de sujetos populares en la radiografía expuesta por Cardoso. Remarcó que presentaba al pueblo como un acompañante pasivo de las alianzas tejidas por las burocracias con las clases dominantes.

El teórico ecuatoriano señaló que FHC sólo reconocía cierta gravitación de la clase media, ignorando por completo a los obreros, campesinos o desposeídos. Estimó que ese desconocimiento obstruía cualquier análisis de lo acontecido en un continente convulsionado por rebeliones y resistencias populares (Cueva, 1976).

Con esta temprana percepción del funcionalismo, el externalismo y la omisión de las confrontaciones de clases, Cueva puso de relieve defectos en la obra de Cardoso, que los teóricos marxistas de la dependencia resaltaron con mayor tardanza (Katz, 2016).

EXOGENISMO MECÁNICO

Cueva objetó también la visión externalista del esquema metrópoli-satélite y la interpretación del subdesarrollo como un resultado exclusivo de la inserción subordinada en el mercado mundial (Cueva, 1979a: 7-11).

Cuestionó el énfasis unilateral de Frank en los desequilibrios exógenos, señalando que América Latina no era dependiente por su integración en el mercado mundial, sino por la obstrucción interna a su desarrollo. Observó que el predominio de rentas improductivas generadas por la primacía de las haciendas, plantaciones y latifundios bloqueó más la acumulación de capital, que las succiones coloniales o imperiales .

El pensador ecuatoriano atribuyó los errores de Frank a su asimilación acrítica de los enfoques de la CEPAL, exclusivamente centrados en el deterioro de los términos de intercambio. Señaló que esa mirada indujo a generalizaciones excesivas y a suponer que todas las sociedades latinoamericanas están cortadas por un mismo patrón.

Cueva destacó que el simplificado modelo de satélites y metrópolis omite las diferencias entre economías tan disimiles como Chile y Brasil. Cuestionó también la atención excluyente a l comercio en desmedro de la producción, como principal determinante del subdesarrollo (Cueva, 1986) . Varios autores de la época tipificaron ese defecto con el término de “circulacionismo”.

El crítico andino también cuestionó las conclusiones de su colega alemán. Estimó que la conocida fórmula para describir el retraso latinoamericano (“desarrollo del subdesarrollo”) sugería un erróneo escenario de estancamiento.

Cueva objetó la identificación de una situación dependiente con bloqueos a cualquier expansión y propuso indagar a Latinoamérica como un eslabón débil del desarrollo desigual del capitalismo. Resaltó que la competencia y la inversión son incompatibles con el estancamiento, en un sistema sujeto a espirales de contradicciones (Cueva, 1977: 98-113, 437-442).

El teórico ecuatoriano criticó, además, la desconsideración por los antagonismos entre opresores y oprimidos. Cuestionó la sustitución analítica de las luchas y las sublevaciones por meras clasificaciones de satélites.

Frank no respondió. Se limitó a registrar esos señalamientos como un indicio del impacto generado por su propia obra. Esta actitud fue congruente con el abandono de la Teoría de la Dependencia que consumó al poco tiempo de haberla formulado (Frank, 1970: 305-327).

Posteriormente retomó el tema afirmando que su enfoque nunca privilegió el comercio, ni desconoció las dimensiones endógenas. Pero no aportó argumentos para justificar esa opinión (Frank, 2005).

Las observaciones de Cueva sintonizaron con objeciones de otros analistas, que remarcaron “unilateralidades” del enfoque metrópoli-satélite (Vitale, 1981), su “exagerado dependentismo” (Martins, 2009) o su “pesimismo apocalíptico” (Boron, 2008).

PROBLEMAS DEL PAN-CAPITALISMO

La crítica de Cueva se extendió al diagnóstico del capitalismo comercial instaurado en América Latina desde el siglo XVI. Frank afirmaba que desde esa época predominó en la región un sistema de producción orientado por el mercado. Expuso esa tesis en polémica con las teorías del pasado feudal, señalando que nunca rigió una economía cerrada o meramente rural (Frank, 1970: 31-39, 167-168).

Cueva remontó también el origen del subdesarrollo a la colonia, pero no atribuyó ese problema al comercio. Recordó la devastación sufrida durante la “des-acumulación originaria” impuesta por la conquista y señaló que esa depredación no instauró modalidades capitalistas (Cueva, 1973: 65-78).

El pensador andino criticó la identificación del capitalismo con el intercambio comercial. Contrapuso la asociación de ese sistema con la economía monetaria (Adam Smith), a su presentación como un modo de producción basado en la explotación del trabajo asalariado (Marx). Subrayó que el capitalismo presupone procesos industriales de extracción de plusvalía, inexistentes en esa época no sólo en América Latina, sino también en Europa.

Cueva remarcó la preeminencia inicial en América Latina de regímenes pre-capitalistas estrechamente conectados con el naciente mercado mundial. Objetó el simplificado contrapunto entre los intérpretes de la colonización feudal y capitalista, destacando la imposibilidad de corroborar ambas caracterizaciones. Propuso incorporar la noción de formaciones económico-sociales para resolver ese problema (Cueva, 1988).

Señaló que las articulaciones de variados modos de producción rigieron desde la conquista hasta el siglo XIX (Cueva, 1979a: 60-68). D istinguió especialmente tres modalidades: la servidumbre en la hacienda, la esclavitud en las plantaciones y el trabajo asalariado en los latifundios. Entendió que esta atención por la forma de explotación imperante era más congruente con el marxismo, que la jerarquización analítica del comercio exterior. Rechazó el pan-capitalismo de Frank por reducir cuatro siglos de historia a la primacía de un modo de producción contemporáneo (Cueva, 1978).

El pensador ecuatoriano también destacó que el concepto de formaciones económico-sociales era indispensable para comprender el subdesarrollo desigual de América Latina. Estimó que lo ocurrido en cada proceso nacional se explicaba por la disolución de las bases pre-capitalistas, que precedieron al afianzamiento de los modelos oligárquicos predominantes desde el siglo XIX (Cueva, 1982).

El teórico andino ubicó el origen contemporáneo del subdesarrollo en la consolidación de la gran propiedad rural y describió cómo las repúblicas balcanizadas impidieron el surgimiento de los farmers. Situó la causa central del atraso latinoamericano en la carencia (Ecuador, Brasil) o insuficiencia de transformaciones agrarias (México, Bolivia).

Esta relevancia asignada a los determinantes internos del subdesarrollo sintonizó con otras miradas igualmente inspiradas en el enfoque althusseriano (Howard; King, 1989: 205-215). Todas rechazaban las contraposiciones tradicionales entre feudalismo y capitalismo, subrayando el predominio de mixturas condicionadas por la penetración desigual e insuficiente del capitalismo.

Estas visiones empalmaron con las objeciones dentro de la propia teoría marxista de la dependencia a la omisión de las estructuras internas y con la crítica a la falsa equiparación de situaciones coloniales y contemporáneas (Dos Santos, 1978: 303-304, 336-337; Marini, 1973:19). Estos cuestionamientos resaltaron el olvido de las raíces de la dependencia en el plano productivo (Chilcote, 1983) y convergieron con otros críticos de la tesis del capitalismo vigente en América Latina desde 1492 (Salama, 1976:13). 

Cueva también objetó el desconocimiento del protagonismo que tuvieron las clases populares en la historia latinoamericana . Señaló que Frank ignoró esa incidencia en las luchas por la I ndependencia y en las revoluciones agrarias, nacionales o antiimperialistas de la centuria posterior (Cueva, 1979a: 69-93).

El teórico ecuatoriano abordó el estudio del pasado desde una óptica de los oprimidos (“historia por abajo”), para subrayar cómo ese legado nutrió la cultura de la izquierda. Propició un enfoque que despuntaba también en teóricos marxistas de otras regiones. Los historiadores ingleses, por ejemplo, exploraban en esa época una nueva síntesis entre el papel de estructuras económicas y el rol definitorio de la lucha social (Kaye, 1989).

¿SINGULARIDAD METODOLÓGICA?

Cueva también criticó el status teórico del concepto dependencia. Objetó la enunciación de leyes específicas del capitalismo subordinado, señalando que esos principios sólo se corresponden con la universalidad de los modos de producción, sin aludir al centro o a la periferia. Precisó que las formaciones sociales específicas no están sujetas a ningún tipo de legalidad (Cueva, 1976).

El pensador ecuatoriano formuló estas observaciones en términos genéricos, pero reprochó la errónea búsqueda de leyes peculiares a “un autor tan riguroso” como Marini.

Cueva no cuestionó la existencia de una dinámica específica de la economía latinoamericana. Objetó su presentación como leyes, señalando que esas reglas explican el funcionamiento del feudalismo o el capitalismo, sin extenderse a los ámbitos peculiares de esos sistemas (Cueva, 1979b).

El pensador andino no profundizó en las consecuencias epistemológicas de su planteo. No pretendía iniciar una controversia filosófica, sino aportar argumentos al debate con los teóricos del singularismo regional. Por eso le cuestionó a Cardoso su búsqueda de originalidades latinoamericanas y rechazó la vehemencia identitaria de muchos auspiciantes de las ciencias sociales latinoamericanas.

Cueva tenía preocupaciones inversas a Marini. En vez de lamentar la ausencia de autores localizados en la región, resaltaba el exceso de provincialismo y la escasa absorción de ideas universalistas. Desechaba la existencia de “categorías nuestras” y confrontaba con las mitologías regionalistas (Cueva, 1979a: 83-93).  

En este debate Cueva prolongaba la batalla que había librado en Ecuador contra la ideología del mestizaje. Denunciaba el retrato imaginario de una armónica convivencia entre pueblos, que difundían los pensadores de las clases dominantes. Estimaba que ese idílico universo encubría la opresión ejercida por las elites adineradas y cuestionaba esa demagogia nacionalista desde una postura socialista (Tinajero, 2012: 9-35).

Esta oposición al nacionalismo populista explica la hostilidad de Cueva a la pretensión de elevar el status conceptual de la teoría de la dependencia. Rechazó esa aspiración afirmando que América Latina estaba regida por principios generales del capitalismo.

Para el teórico ecuatoriano las sociedades latinoamericanas era particulares, pero no originales y la indagación de sus dinámicas no implicaba descubrir leyes propias de la región.

Pero sus críticas sólo eran pertinentes para los pensadores que recurrían a explicaciones espiritualistas de la identidad latinoamericana o para los constructores de forzados de destinos nacionales. Ninguno de esos defectos se verificaba en los teóricos marxistas de la dependencia. Las acusaciones de nostalgia nacionalista contra varios integrantes de esa corriente carecían de justificación.

No sólo Dos Santos, Marini y Bambirra postulaban enfoques socialistas con miradas universalistas. Cardoso mantenía afinidades con el cosmopolitismo liberal y Gunder Frank con variantes libertarias de ese mismo ideario. El equívoco de Cueva estuvo muy influido por el tenso clima político de los años 70.

EL BALANCE DE LA UNIDAD POPULAR

Todos los participantes del debate de la dependencia estuvieron personalmente involucrados en la experiencia de la Unidad Popular chilena. Al igual que sus colegas, Cueva tuvo enormes expectativas en un desemboque socialista de ese proceso. Describió esa oportunidad en un país con excepcionales tradiciones de continuidad institucional. Señaló que ese legado facilitó el triunfo electoral de la izquierda, pero fue también utilizado por el pinochetismo para preparar el golpe .

Cueva estimó que la derecha demostró una voluntad de poder ausente en la UP. Esa coalición buscó acuerdos con la oposición y no supo utilizar el respaldo popular para desbaratar la asonada.

El pensador ecuatoriano retrató el papel arbitral de Allende y la confianza socialdemócrata en el legalismo. Pero también criticó la conducta “aventurera” del MIR por su promoción de acciones directas “utilizadas por la derecha” (Cueva, 1979a: 97-140).

Marini extrajo un balance totalmente opuesto. Identificó el triunfo de la UP con la apertura de un proceso revolucionario y responsabilizó al Partido Comunista por la frustración de ese curso. Criticó especialmente la hostilidad de esa organización a cualquier desborde del marco político burgués.

El economista brasileño estimó que Allende quedó entrampado en una tolerancia suicida del golpe. Señaló que el MIR nunca realizó acciones adversas a la UP. Al contrario colaboró con ese gobierno, promovió comités para sostenerlo, alentó la reforma agraria y la continuidad de la producción saboteada por los capitalistas (Marini, 1976a). Reivindicó al mismo tiempo el intento de gestar formas de poder alternativo para contener a Pinochet (Marini, 1976b).

Dos Santos coincidió con Marini. Integraba el Partido Socialista y proponía la unión de toda la izquierda para radicalizar el proceso abierto con el gobierno de Allende (Dos Santos, 2009:11-26).

En una mirada retrospectiva la balanza de la discusión se inclina a favor de Marini. El teórico de la dependencia captó la disyuntiva imperante en 1970-73 entre el debut del socialismo y el triunfo de la reacción. Cueva eludió ese dilema con enunciados contradictorios.

El escritor ecuatoriano objetó tanto la miopía institucionalista como la acción directa, sin aclarar cuál de los dos problemas fue determinante del trágico desenlace. Mientras que la izquierda de la UP fomentaba el poder popular, el sector conservador de ese frente buscaba una alianza con la Democracia Cristiana, para gestar una etapa de capitalismo nacional.

Cueva sugirió una tercera opción sin explicar cómo podría implementarse. Criticó la supresión de etapas intermedias y el desconocimiento de la correlación de fuerzas (Cueva, 1979a: 7-11). Pero Marini tomaba en cuenta ambos problemas al apoyar las iniciativas desde abajo en los cordones industriales y las comunas agrarias.

Tanto Cueva como Marini promovían la conversión de los triunfos electorales de la izquierda en dinámicas radicales de conquista del poder. Pero confrontaron duramente en la definición de las estrategias para alcanzar ese objetivo. Esta divergencia se proyectó a otros planos y generó drásticas críticas (Cueva, 1988) y virulentas defensas de la Teoría de la Dependencia (Marini, 1993; Dos Santos, 1978: 351, 359, 361; Bambirra, 1978: 40-73).

ENDOGENISMO TRADICIONAL Y TRANSFORMADO

Aunque Cueva compartió la estrategia de muchos partidos comunistas, no cuestionó la Teoría de la Dependencia desde ese alineamiento. Su enfoque contrastó con las objeciones formuladas por esa corriente.

Los exponentes del comunismo oficial criticaban el rechazo de Frank, Marini y Dos Santos a la política de alianzas con la burguesía nacional. Señalaban que con esa oposición se negaba la primacía de la lucha antiimperialista, se desconocía la necesidad de los frentes poli-clasistas, se desvalorizaba al campesinado y se omitía la centralidad de la lucha democrática (Fernández; Ocampo, 1974).

Pero en los hechos las alianzas con las “burguesías progresistas” conducían a esos desaciertos. Esos grupos dominantes adoptaban posturas regresivas de atropello a los trabajadores y de sostén de la represión. El oficialismo comunista no registraba, además, las potencialidades socialistas abiertas con la revolución cubana, que dos teóricos de la dependencia expusieron en un elaborado texto ( Dos Santos; Bambirra, 1980).

Cueva no participó en esas discusiones, ni repitió las acusaciones que recibía el dependentismo por su parentesco con la “ideología burguesa”. Ese cuestionamiento resaltaba el contenido filosófico “idealista” de esa concepción, subrayando su desatención por las problemáticas materialistas de la relación del capital con el trabajo (Angotti, 1981). También alertaba contra la existencia de una confusa variedad de conceptos de la dependencia, que eran aprovechados por los autores pro-imperialistas.

La inconsistencia de estas observaciones salta a la vista en cualquier lectura contemporánea. Pero los disparos verbales sin contenido eran muy frecuentes en una época de razonamientos orquestados en torno a fidelidades o herejías hacia el partido. Cueva se ubicó en un ámbito político próximo al comunismo sin compartir esos códigos. Nunca sustituyó la reflexión por la demolición de los disidentes.

Tampoco crucificó a los teóricos de la dependencia por su resistencia a endiosar a la Unión Soviética, ni estimó que le “hacían el juego al imperialismo” por soslayar panegíricos del “campo socialista”.

El pensador ecuatoriano desenvolvió, en cambio, los argumentos endogenistas sugeridos por varios críticos comunistas de la teoría de la dependencia. Transformó vagas observaciones en sólidos planteos, objetando especialmente la atención unilateral por los procesos de circulación comercial, en desmedro de la dinámica productiva del capitalismo.

Cueva resaltó también la importancia de priorizar el atraso agrario como explicación del subdesarrollo subrayando el peso del latifundio, la gravitación de la renta y la incidencia del campesinado. Postuló que la asfixia endógena generada por el estancamiento agrario era más gravitante que la exacción exógeno-imperial.

Pero a diferencia del endogenismo tradicional, Cueva nunca atribuyó el retraso de la región a la persistencia de resabios feudales, ni planteó la necesidad de una alianza con la burguesía para superar esa rémora.

El teórico andino desenvolvió la crítica al exogenismo de Frank sin compartir los preceptos del endogenismo tradicional. Rechazó el mecánico esquema de etapas históricas sucesivas y razonó con criterios de desarrollo desigual y combinado.

En su madurez Cueva ponderó la atención de la Teoría de la Dependencia al lugar internacional de América Latina, pero continuó señalando la carencia de nítidas conexiones analíticas con los parámetros locales. Resaltó la génesis nacional del capitalismo y subrayó los determinantes internos de la acumulación. Buscó por esa vía aportar fundamentos endógenos al dependentismo.

COINCIDENCIAS CONTRA EL POS-MARXISMO

Con el afianzamiento de las dictaduras la Teoría de la Dependencia perdió gravitación. En los años 80 algunos autores diagnosticaron la disolución de esa escuela, junto al declive de los proyectos emancipación (Blomstrom; Hettne, 1990: 105, 250-253).

Ese retroceso no obedeció a miradas erróneas de la realidad latinoamericana, sino a las derrotas sufridas por los movimientos revolucionarios. Los conceptos de la dependencia no sucumbieron. F ueron silenciados por la contra-reforma neoliberal (López Hernández, 2005). La teoría que dominó el escenario precedente quedó relegada por motivos políticos y perdió interés entre nuevas generaciones distanciadas de la radicalidad anticapitalista.

La derrota electoral del Sandinismo en 1989 inauguró un repliegue de los proyectos socialistas, que se profundizó con la implosión de la Unión Soviética. La Teoría de la Dependencia decayó como consecuencia de ese retroceso.

Cueva y Marini receptaron de inmediato el golpe e iniciaron un proceso de aproximación en numerosos terrenos, aunque disintieron en la caracterización de las dictaduras.

El pensador ecuatoriano definió a esas tiranías como regímenes fascistas, equiparables a la barbarie de entre-guerra (Cueva, 1979a: 7-11). El teórico brasileño resaltó, en cambio, las diferencias con lo ocurrido en el Viejo Continente. Destacó la debilidad de las burguesías latinoamericanas, que aceptaban el rol sustituto de los militares sin forjar bases propias de sustentación política (Marini, 1976b).

Más allá de estos matices, ambos pensadores convergieron de inmediato en la prioridad de la resistencia democrática. Cuando decayeron las tiranías denunciaron los pactos concertados por los partidos tradicionales con los militares para perpetuar la cirugía neoliberal.

Cueva desplegó una intensa polémica con los autores que justificaban esas negociaciones. Señaló que esos acuerdos socorrían a los gendarmes, consagraban su impunidad y garantizaban las transformaciones regresivas del neoliberalismo (Cueva, 2012). Marini expuso la misma denuncia, mediante categóricos rechazos de la tutela militar de las transiciones pos-dictatoriales.

Pero la principal batalla convergente de Cueva y Marini fue la crítica a los intelectuales pos-marxistas (Laclau). Estos autores abandonaron el análisis de clase, desecharon la centralidad de la opresión imperial y consideraron perimida la acción de la izquierda. También redescubrieron la socialdemocracia y se reencontraron con los viejos partidos dominantes (Chilcote, 1990).

En este escenario Cueva y Marini concentraron todos sus dardos en la defensa del antiimperialismo y el socialismo y polemizaron con la presentación mistificada del capitalismo como un régimen inmodificable.

El escritor ecuatoriano también modificó en ese período su valoración del populismo. En vez de resaltar la funcionalidad de esa vertiente para la ideología burguesa, subrayó el fermento que aportaba a las concepciones jacobinas, que en América Latina enlazaban al nacionalismo radical con el socialismo (Cueva, 2012: 183-192).

En el mismo período Marini retornó a Brasil después de 20 años de exilio y enfrentó la hostilidad de los ex dependentistas acomodados en el universo académico. Denunció ese amoldamiento y retomó sus debates con Cardoso ( Marini, 1991) . La confluencia con Cueva fue un resultado natural de esa batalla contra adversarios comunes.

REENCUENTRO CON LA DEPENDENCIA

Cueva y Marini encararon una discusión también convergente con los teóricos neo-gramscianos (Aricó, Portantiero). Esa corriente reformulaba el pensamiento del comunista italiano, para derivar de ese enfoque una visión laudatoria de la democracia. Ignoraba el perfil distintivo de ese sistema político en los diversos regímenes sociales y estimaba que el antiimperialismo y la dependencia eran conceptos obsoletos.

Cueva rechazó esa visión presentado nuevos datos de la subordinación económica y el sometimiento político de América Latina . Ilustró cómo la dependencia se había acentuado con el agravamiento del endeudamiento externo (Cueva, 1986).

El teórico ecuatoriano señaló que el subdesarrollo persistía junto a los procesos de modernización. Resaltó la combinación de pobreza y opulencia vigente en Brasil (“Belindia”) y demostró la inexistencia de una aproximación de la economía latinoamericana con los países centrales (Cueva, 1979a: 7-11).

Con esta exposición Cueva precisó sus caracterizaciones anteriores. Afirmó que en los años 70 había criticado a la Teoría de la Dependencia desde posturas de izquierda, antagónicas con los cuestionamientos derechistas que observaba veinte años después. Declaró su total oposición a estas miradas y revalorizó los aciertos de la concepción que había cuestionado.

Cueva ratificó su proximidad con la Teoría de la Dependencia, aclarando que nunca negó la sumisión latinoamericana al orden imperial. Ratificó su pertenencia al mismo ámbito antiimperialista de los autores que objetó en el pasado. Señaló que sólo pretendió completar el enfoque dependentista, para superar su desconsideración de los determinantes internos del subdesarrollo (Cueva: 1988).

El pensador ecuatoriano expuso esta reconsideración con elogios al trabajo de Marini (Cueva, 2007:139-158) y a las posturas adoptadas por Dos Santos durante su retorno a Brasil (Cueva, 1986). A su vez, Marini reivindicó las críticas de Cueva a los intelectuales pos-marxistas y ponderó sus diferencias con otros autores endogenistas (Marini, 1993).

EL CAMINO INVERSO

Cueva fue el último exponente del endogenismo marxista y el precursor de una síntesis con la Teoría de la Dependencia. Buscó soluciones en el marxismo latinoamericano a los cuestionamientos que afrontaba esa última concepción. Siguió un rumbo contrario a otros pensadores de su tradición, que optaron por el rechazo del esquema centro-periferia y adoptaron una teoría comparativa de los capitalismos nacionales.

En ese curso se embarcó, por ejemplo, el inspirador francés de la Teoría de la Regulación, Alain Lipietz. Este pensador no trabajó específicamente la problemática latinoamericana, pero asimiló en sus inicios el mismo marxismo althusseriano de Cueva.

Con ese fundamento conceptual estudió la dinámica de los modos de producción articulados buscando comprender la singularidad de los modelos nacionales. Desde esa óptica expuso también fuertes objeciones a la Teoría de la Dependencia por su desconsideración de las condiciones internas (Lipietz, 1992: 20, 34-39, 62).

Pero a medidos de los 80 declaró su “cansancio” con el antiimperialismo y las interpretaciones marxistas del subdesarrollo . Objetó el principio de la polarización mundial, señalando que no existe un lugar predeterminado para cada economía en la división internacional del trabajo. Subrayó la existencia de muchos sitios disponibles para situaciones de dependencia o autonomía (Lipietz, 1992: 12-14, 25-30, 38-41).

El teórico francés concluyó este razonamiento ponderando la existencia de una gran variedad de capitalismos nacionales, cuyo rumbo es definido por las elites gobernantes, en función de escenarios sociales e institucionales cambiantes.

Esta tesis nutrió la Teoría de la Regulación -que mixturaba marxismo con heterodoxia keynesiana- y derivó posteriormente en las concepciones social-desarrollistas, que promueven esquemas de capitalismo redistributivo.

En este enfoque se verifican dos problemas que Cueva logró evitar. Por un lado, el abandono del horizonte socialista condujo a Lipietz, a concebir márgenes ilimitados del capitalismo para lidiar con sus propios desequilibrios.

Esa mirada supone que el mercado puede ser mejorado perfeccionando las instituciones, que la rentabilidad puede ser acotada con regulaciones estatales, que la explotación puede neutralizarse y que las crisis son manejables con dispositivos macro-económicos.

Con esos presupuestos de capitalismo auto-correctivo se promueve el régimen de acumulación más conveniente, para un sistema que siempre encontraría soluciones a sus contradicciones. De la descripción inicial de formas variadas del capitalismo se pasa a un diagnóstico de auto-superación de ese sistema, mediante tránsitos de un régimen de acumulación a otro (Husson, 2001:171-182).

El segundo problema de esta modalidad de endogenismo burgués es la omisión de los condicionamientos objetivos que impone la mundialización. Se supone que el capitalismo vigente en cada país constituye una elección soberana de sus ciudadanos.

Al resaltar la determinación puramente interna del curso imperante en cada nación se olvida cómo el capitalismo mundializado modela esas dinámicas nacionales.

La hostilidad a la teoría de la dependencia termina resucitando creencias de libre elección e imaginarios de capitalismo electivo. Cueva sorteó esos desaciertos al intuir las nuevas modalidades de subdesarrollo que genera la mundialización.

LA SÍNTESIS TEÓRICA

El camino de convergencia con Marini seguido por Cueva abrió el rumbo para una síntesis teórica. Ese empalme quedó planteado por el alineamiento de Cueva en el campo del dependentismo, no sólo como reacción frente a las críticas derechistas. El escritor andino reconoció la validez general de la vertiente marxista de esa concepción y distinguió ese enfoque de las simplificaciones de Frank y las inconsistencias de Cardoso.

Esta reconsideración permitió entender que la interpretación endogenista no era incompatible con la caracterización dependentista del subdesarrollo latinoamericano. Convergían de la misma forma que sintonizaron los marxistas de posguerra en la evaluación de la relación centro-periferia. Las mismas afinidades que conectaron a Sweezy-Baran, Amin y Mandel aunaron a los teóricos sudamericanos.

El encuentro de Cueva con Marini permitió decantar la teoría de la dependencia, depurar sus conceptos e incorporar aportes de otros pensadores. Esa síntesis fue un proceso de maduración simultánea. Al mismo tiempo que Cueva revalorizó la obra de sus viejos contendientes, Marini, Dos Santos y Bambirra afianzaron su distanciamiento de Frank y Cardoso.

La aproximación de endogenistas y exogenistas no implicó unanimidad, ni coincidencia plena. Cueva reafirmó su desacuerdo con varios conceptos de Marini. Resaltó el interés de los diagnósticos del ciclo productivo dependiente, pero remarcó la supremacía de la dimensión financiera .

El pensador ecuatoriano tampoco consideró satisfactorio el concepto de superexplotación, que siguió observando como una variante de la pauperización absoluta. Pero defendió enfáticamente a Marini de las acusaciones de “estancacionismo”, recordando que ese defecto signó la obra de Furtado (Cueva, 2012: 199-200) .

En la síntesis de Marini con Cueva se encuentran los pilares de una caracterización integral del status de América Latina. Partiendo de la condición subordinada y retrasada de la zona, esa visión permite distinguir tres niveles de análisis.

En el plano económico la región es subdesarrollada en comparación a los países avanzados. En la división internacional del trabajo Latinoamérica ocupa un lugar periférico, contrapuesto a la inserción privilegiada que detentan las potencias centrales. En el aspecto político padece dependencia, es decir márgenes de autonomía estrechos y contrapuestos al rol dominante que ejercen los imperios.

Subdesarrollo, periferia y dependencia constituyen, por lo tanto, conceptos conectados a una misma condición. Estas tres nociones no aparecen claramente diferenciadas en Cueva y en Marini, pero han sido precisadas por autores posteriores (Domingues, 2012) .

El marxista ecuatoriano y sus pares brasileños sugirieron una nítida interrelación entre los tres conceptos. Señalaron que la subordinación periférica al mercado mundial define distintos niveles de subdesarrollo, que son acentuados por la dependencia política.

Cueva y Marini resaltaron los márgenes reducidos que tiene América Latina -bajo el capitalismo- para modificar su status. Esta óptica difiere del camino abierto al desarrollo que imaginó Cardoso a partir de los años 80. También discrepa del sendero complemente cerrado a cualquier alteración que supuso Frank en la década del 70.

Los teóricos marxistas realizaron, además, exploraciones muy originales de las diferencias existentes al interior de la región. Cueva presentó un esquema de subdesarrollo desigual determinado por el grado de penetración capitalista vigente en cada país. Bambirra expuso una detallada clasificación de esas variedades y Marini investigó las singularidades de la economía más industrializada de la región.

En este abordaje cada autor jerarquizó distintas localizaciones. Cueva centró su atención en los países con resabios pre-capitalistas y Marini en las estructuras de mayor desenvolvimiento fabril.

Por esa razón el primer autor utilizó criterios endógenos aptos para el estudio del subdesarrollo agrario. El segundo privilegió en cambio parámetros de conexión con el mercado mundial, que son más útiles para comprender los desequilibrios de las economías semiindustrializadas.

CONVERGENCIA METODOLÓGICA

Una síntesis de Cueva con Marini permite superar la contraposición entre primacía del abordaje interno o externo en la interpretación del subdesarrollo.

Cueva criticó el externalismo simplificador, indagando cómo rigió en América Latina una articulación variable de los modos de producción, como consecuencia del insuficiente desarrollo capitalista. Analizó la cadena de determinaciones recíprocas que se estableció entre elementos internos retrasados y componentes externos avanzados . Por su parte Marini indagó de qué forma el capitalismo internacional condiciona todas las relaciones internas de la región .

La maduración de ambas miradas contribuyó a dejar atrás posiciones binarias igualmente reduccionistas. El énfasis en la subordinación externa o en la carencia del desarrollo interno -como causa del retraso- debe modificarse según la etapa histórica analizada o la zona específicamente estudiada.

Es evidente que la devastación externa fue el dato central en las primeras décadas de la conquista de América, mientras que la regresión interna prevaleció durante la fase posterior de consolidación del latifundio. A su vez la depredación externo-colonial padecida por los enclaves mineros difirió del estancamiento endógeno-agrario, generado por el afianzamiento de las haciendas.

La Teoría de la Dependencia provee un acertado esquema de explicación de la subordinación sufrida por América Latina. Pero necesita el complemento analítico del endogenismo, para analizar el bloqueo interno generado por la prolongada preeminencia de modalidades pre-capitalistas.

Osorio remarca cómo esa integración combina un abordaje totalizador del capitalismo dependiente, con un estudio peculiar de las formaciones históricas de la región. Destaca que estas modalidades sólo pueden ser esclarecidas evaluando su inserción en el mercado mundial. La teoría marxista de la dependencia define un marco analítico enriquecido por el endogenismo (Osorio, 2009: 94-98) .

La profundización de esta síntesis exige dejar atrás tres equívocos. En primer lugar la visión sin historicidad del esquema metrópoli-satélite, que confunde la situación colonial con la dependencia posterior, suponiendo que una misma contradicción se repite a lo largo del tiempo en estructuras invariables (Osorio, 2009: 86-89) .

En segundo término, corresponde abandonar el diálogo de sordos que se entabló entre las tesis de la colonización feudal y capitalista, desconociendo que la inserción de América Latina en el mercado mundial exigió recurrir a formas pre-capitalistas de producción (Osorio, 2009: 44-47) .

En tercer lugar hay que superar la falsa disyuntiva entre exogenistas puros, que ignoran cómo el capitalismo dependiente internaliza los condicionamientos externos y endogenistas puros, que desconocen la forma en que América Latina quedó inscripta en el mercado internacional (Osorio, 2009: 82-85) .

El empalme de Cueva con Marini, Dos Santos y Bambirra resuelve esos escollos a partir de un abordaje integrado, que asigna alta significación a la lucha de clases en el devenir de la historia. En los cuatro autores lo interno y lo externo no alude exclusivamente a desarrollos económicos, conquistas militares o hegemonías políticas. Se refiere a incidencias y desenlaces de la confrontación clasista.

Estos enfoques se alejan del funcionalismo de Cardoso y del distanciamiento de la acción política de Frank. Razonan en una tradición de atención simultánea al desenvolvimiento de las fuerzas productivas y a los resultados de la batalla social.

La convergencia de endogenistas y exogenistas contribuye a esclarecer también el controvertido status metodológico de la teoría marxista de la dependencia. Al principio Cueva planteó la inexistencia de leyes del capitalismo dependiente, estimando que esas normas sólo rigen para los modos de producción (capitalismo) y no para las modalidades específicas de esos sistemas (dependencia). Marini y Dos Santos definieron, en cambio, leyes de funcionamiento particulares de las regiones subdesarrolladas.

Al exigir una categorización tan restrictiva del objeto estudiado, la visión inicial de Cueva cerraba el camino para estudiar el funcionamiento específico de la periferia. Varios autores propusieron resolver esa encerrona, liberando la concepción de las fuertes exigencias que supone una teoría.

Sugirieron estudiar la dependencia como un paradigma, es decir un modelo aceptado por la comunidad de las ciencias sociales, a partir de las innovaciones radicales en las miradas prevalecientes (Blomstrom; Hettne, 1990) . En la misma línea de pensamiento otros autores postularon caracterizar a la dependencia como una perspectiva, un enfoque o un punto de vista ( Johnson, 1981).

En todas esas visiones se observa a la dependencia con un programa de investigación positivo. Su estudio permite esclarecer las relaciones centro-periferia, más allá del status epistemológico de esa indagación (Henfrey, 1981).

El paradigma de la dependencia y del subdesarrollo estudia, por lo tanto, la dinámica de la acumulación que distingue a la periferia e indaga las modalidades de funcionamiento específico del capitalismo dependiente.

En este abordaje tienen cabida las distintas variedades históricas de modos de producción y formaciones económico-sociales que rigieron en América Latina. Este enfoque incorpora, además, nuevos conceptos como el patrón de reproducción, para estudiar los modelos peculiares del capitalismo dependiente, en los períodos contemporáneos (Osorio, 2012:37-86) . Las investigaciones iniciadas por Marini y Cueva inspiraron este fructífero desarrollo reciente .

BALANCES Y DECLIVES

La importancia de la convergencia de Cueva con Marini fue percibida por varios analistas. Registraron cómo las divergencias entre ambos autores se redujeron al compás de sus coincidencias políticas. Ese empalme esclareció las desinteligencias precedentes y permitió superarlas a fines de los 80. Los dos teóricos se reencontraron en el escenario neoliberal, desenvolviendo una batalla común en defensa del socialismo ( Gandásegui, 2009.

En esta convergencia definieron un abordaje similar para caracterizar la lógica del subdesarrollo y para desentrañar las causas de las brechas que separan a las economías avanzadas y retrasadas (Chilcote, 1981). En el nuevo marco político se decantaron las viejas posiciones ( Moreano, 2007) y se verificó que expresaban variantes de una misma matriz conceptual (Bugarelli, 2011).

Este empalme puede ser visto como otro ejemplo de la revisión más general de las interpretaciones que contraponían las lecturas “productivista” y “circulacionista” de Marx (Munck, 1981). La síntesis consumada ilustró la maduración del pensamiento social latinoamericano, que comparte ópticas antiimperialistas para el estudio de la región.

El contrapunto entre dependentismo y endogenismo perdió sentido a fin del siglo XX. Pero la maduración de Cueva también expresó el declive de un enfoque afectado por la definitiva extinción de los estadios pre-capitalistas.

El endogenismo ilustró la dinámica latinoamericana de la época colonial y clarificó la gravitación del atraso agrario en la era del imperialismo clásico. Pero tuvo escasa gravitación para indagar lo ocurrido durante de posguerra y no tiene relevancia para comprender el actual período de dominio pleno del capitalismo.

En esta etapa se han disuelto todos los resabios de los modos de producción articulados en formaciones económicas diferenciadas. En el siglo XXI sólo pueden distinguirse modelos, variedades o patrones de acumulación del capitalismo vigente en cada país. Ninguno de esos esquemas mantiene resabios pre-capitalistas.

El endogenismo se debilitó con la extinción de esas rémoras en el sector agrario. E l caso mexicano -tan observado por esa corriente -ilustra la reorganización radical de la vida rural bajo el patrón del agro-business, el fin de la auto-suficiencia, la sustitución de la vieja alimentación por las importaciones y la especialización en nuevos productos rentables.

Lo mismo se verifica en todas las economías andinas. El tipo de conflictos que genera esta transformación -desigualdad, éxodo rural, desposesión, lumpenización, narco-tráfico, informalidad laboral- es típico del capitalismo contemporáneo.

La propia definición endogenista del crecimiento como expansión del capitalismo explica su pérdida de significación. La consolidación de ese sistema quita utilidad a todas las observaciones precedentes sobre el desenvolvimiento insuficiente de ese modo de producción.

El declive endogenista también obedece a la pérdida de centralidad de las economías nacionales como consecuencia de la mundialización. Esa expansión recorta drásticamente todas las explicaciones del subdesarrollo en clave nacional (Chinchilla; Dietz, 1981).

Esa referencia era primordial para explicar cómo se articulaban varios modos de producción en cierto espacio regional bajo la custodia del estado. Pero la gravitación de la economía global redujo primero y anuló después la autonomía de esos procesos (Barkin, 1981). El avance de la internacionalización acrecienta drásticamente la primacía de los factores exógenos y explica la pérdida de interés en el endogenismo.

Pero ese declive colocó todos los interrogantes en el polo opuesto. ¿Qué ocurrió con los enfoques que enfatizan el condicionamiento externo como causa del atraso latinoamericano? ¿Cómo se relacionó la escuela del Sistema Mundial con la Teoría de la Dependencia? Abordaremos este tema en nuestro próximo artículo.

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Fuente del articulo: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=216406&titular=cr%EDticas-y-convergencias-con-la-teor%EDa-de-la-dependencia-

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México: Ciudadanos convocan a marcha para exigir la renuncia de Peña Nieto

Por: Megáfono. 05/09/2016

Ciudadanos convocan a través de redes sociales a marchar el próximo 15 de septiembre para exigir la renuncia del presidente Enrique Peña Nieto.

Bajo el hashtag “#RenunciaYa” ciudadanos y organizaciones civiles han hecho un llamado a participar en la movilización, tras el cuarto informe de gobierno presentado por el mandatario priista.

La marcha se realizará el jueves 15 de septiembre a las 17:00 horas en la Ciudad de México, partirá del Ángel de la Independencia y se tiene previsto que concluya en el Zócalo.

Además de estudiantes y académicos, diversas organizaciones se han adherido a la convocatoria, entre las que se encuentran colectivos del movimiento #YoSoy132, Más de 131, el Centro Nacional de Comunicación Social (Cencos), Artistas Aliados, Coordinadora1DMX, entre otras.

marcha

Fuente: http://megafonomx.com/2016/09/02/ciudadanos-convocan-marcha-exigir-la-renuncia-pena-nieto/

Fotografía: megafonomx

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Los feminicidios, parte de la cuarta guerra mundial

Por: Raul Zibechi

El 14 de agosto la páginadesinformemonos.orgadvertía sobre los 31 feminicidios registrados en Querétaro desde enero de 2015, con un breve y estremecedor relato.

«Los juegos, los sueños, la escuela, los amigos, la familia, los cumpleaños, los viajes, la seguridad, la libertad, la dignidad y la vida han dejado de ser derechos para convertirse, vergonzosa, intolerable y lamentablemente en beneficios que se adquieren cuando ‘moderas’ tu manera de hablar, cuando ‘cuidas’ la manera en que vistes, los horarios en que sales, lugares que frecuentas, cuando dejas de confiar en las personas y cuando tu vida deja de ser tu vida.»

El artículo destaca que los feminicidios son a todas luces violencia de Estado; denuncia la impunidad que los arropa y propicia la repetición del daño, y destaca que la mayoría de las víctimas suelen ser mujeres indígenas y pobres.

La información remite directamente al libro de Silvia Federici, Calibán y la bruja: mujeres, cuerpo y acumulación originaria(Traficantes de Sueños, 2010). Un trabajo de duradera influencia, que contribuye a iluminar la realidad permitiendo una mejor comprensión de un conflicto social. Analiza la caza de brujas en la sociedad medieval, y a la vez contribuye a la comprensión de lo que sucede en este periodo de la historia.

Federici sostiene que el feudalismo fue erosionado por el poder y la autonomía conseguidas por las clases populares, y que la respuesta de las clases dominantes fue una violenta ofensiva que sentó las bases del capitalismo. La esclavitud y el colonialismo, el sometimiento de los trabajadores en la producción y el confinamiento de las mujeres en la reproducción, la creación de jerarquías de raza, género y edad, formaron parte de esta nueva dominación.

El capitalismo no sólo llegó chorreando sangre y lodo desde los pies a la cabeza (Marx), sino creandoun inmenso campo de concentración, donde la esclavitud en las plantaciones y la mita en las minas impulsaron la acumulación de capital (Federici, p. 91). El poder de las mujeres fue destruido con la caza de brujas, y los varones (y las mujeres, niños y niñas) fueron sometidos mediante la esclavitud asalariada y la esclavitud, para apropiarse de los bienes comunes.

Hoy atravesamos la crisis del capitalismo y la clase dominante vuelve a utilizar la violencia para perpetuarse. En la base de esta crisis está el poder adquirido por los sectores populares organizados en movimientos, en particular desde la década de 1960, cuando obreros fabriles desarticularon el poder patronal al desbordar la disciplina fordista.

La ofensiva en curso del capital busca destruir esa capacidad de organización y de lucha de los de abajo. Pero el mundo popular es hoy bien diferente al de antaño, en particular por la crisis del viejo patriarcado. Cualquiera que conozca los movimientos antisistémicos sabe que las mujeres juegan un papel central, aun cuando no sean tan visibles como los varones. Ellas son la argamasa de la vida colectiva, son las encargadas de la reproducción de la vida y de los movimientos. Además de cocinar, tejer y cuidar los animales en sus hogares, se juntan con otras mujeres para hacer lo mismo, pero en colectivo. Son las guardianas de los bienes comunes, materiales e inmateriales.

Fuerte: http://www.jornada.unam.mx/2016/08/19/opinion/021a1pol

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Disparen contra los progresistas

América del Sur/Venezuela/02 de Septiembre de 2016/Autor: Luis Britto Gracía/Fuente: Aporrea

1

Monopolios mediáticos y sus asalariados festejan el supuesto fin de las revoluciones latinoamericanas y caribeñas. ¿Pero se trata de verdaderas revoluciones? Revolución es cambio total de la base económica y de la superestructura ideológica. La mayoría de los procesos progresistas latinoamericanos bajo asalto son intentos de abrir pacíficamente el camino hacia una transformación revolucionaria respetando las reglas de adversarios que no respetan regla alguna.

2

Se parecen a la primera Declaración de Independencia en Tierra Firme Suramericana, cuando los patriotas venezolanos destituyeron en 1810 al gobernador que les envió José Bonaparte, pretextando lealtad al Borbón Fernando VII. No criticamos que haya sido así. En política es legítimo elegir la vía factible para avanzar cuando las demás se clausuran temporariamente.

Pero no se puede cambiar el juego sin cambiar las reglas del juego. Cada concesión debilita a los progresistas. Como señala James Petras en entrevista concedida a Efrain Chury el 27-8-2016: «¿Y por qué el PT no tiene capacidad de poner millones de personas en la calle si consiguieron 54 millones de votos, si supuestamente tenían una organización formidable? Yo creo que es una organización en baja, no tenía suficiente inserción en las luchas de clase, pactaron con la derecha, incluso incluyeron a muchos miembros de la derecha. Y ahora están sufriendo los golpes de la derecha, la descalificación, se van a instituciones formales que están poco consecuentes, divididos internamente y nada va a pasar por allá. No digo que sea malo que Lula vaya a presentarse a la ONU a denunciar los crímenes de la derecha, las intervenciones, la represión, pero nada va a pasar con la ONU».
(http://www.ivoox.com/analisis-james-petras-cx36-audios-mp3_rf_12552681_1.html)

3

Mientras tanto, a cada avance legal de la izquierda contesta con diez retrocesos ilegales la derecha. Contra Chile se perpetraron la Guerra Económica, el golpe de Estado y el magnicidio. Contra Venezuela se ensayó desde el golpe de Estado hasta el sabotaje petrolero y el magnicidio y el dumping internacional y la Guerra Económica. Contra Ecuador se intentó asimismo el golpe de Estado con magnicidio, con el apoyo de movimientos étnicos. Contra Bolivia se intentaron la secesión territorial y la paralización del país, apoyadas también por movimientos étnicos a quienes Evo concedió plenos derechos. En dicho país, la derecha acaba de asesinar un viceministro. En todos los casos las instituciones agredidas apenas respondieron, o lo hicieron dentro de una escrupulosa formalidad que el adversario no respetó jamás.

4

En Venezuela, Ecuador y Bolivia se ofrece además a la contrarrevolución un arma que no existe en ninguno de los países que ésta maneja: la posibilidad de convocar a fáciles referendos cuya decisión es escrupulosamente respetada. En Venezuela también hay casi más de una elección cada año: se quiere hacer ver como apocalipsis un revés en una justa electoral en la cual se ha vencido dieciocho veces. Pero es difícil triunfar indefinidamente en contiendas electorales cuando se deja al adversario la potestad de realizar o no realizar la importación, producción y distribución de bienes básicos. Con ello los procesos progresistas entregan al enemigo la llave de su marcapasos. Las revoluciones sólo sobreviven mientras avanzan.

Fuente: http://www.aporrea.org/internacionales/a233125.html

Fuente de la imagen: http://www.batanga.com/curiosidades/7868/diferencias-entre-una-revuelta-una-rebelion-y-una-revolucion

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Maestros radicales mantienen paro en regreso a clases en México

América del Norte/MéxicoAgosto 2016/ Noticia/htnoticiaaldia.com

El ala radical del sindicato de maestros de México que se opone a una reforma constitucional anunció que no reanudará clases este lunes, cuando más de 25,7 millones de alumnos de educación básica tienen que regresar a la escuela tras vacaciones de verano en el país.

Los maestros inconformes aglutinados en la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) ratificaron en asambleas celebradas durante el fin de semana que no regresarán a las aulas este lunes y que continuarán con sus acciones de protestas, como manifestaciones y bloqueos carreteros como han hecho durante meses.

Los distritos donde se mantendrá este paro magisterial son Oaxaca, Guerrero, Chiapas (sur) y Michoacán (oeste), donde la CNTE es mayoritaria, y en algunas escuelas de Ciudad de México.

En Oaxaca y Chiapas los maestros disidentes acordaron además realizar distintas movilizaciones para manifestar su rechazo a una reforma educativa en vigor desde 2013 y que impone evaluaciones a los maestros.

Según los maestros opositores, esto pone en riesgo sus empleos, no toma en cuenta el rezago en ciertos estados y conduce a la privatización de la educación.

Las manifestaciones contra la reforma alcanzaron un punto álgido en Oaxaca el 19 de junio, cuando ocho personas murieron durante un confuso choque entre maestros y policías en el municipio de Nochixtlán.

Tras estos hechos, la secretaría de Gobernación (interior) acordó con la CNTE establecer una mesa de diálogo pero pese a los distintos encuentros que se han sostenido, no se ha alcanzado acuerdo alguno ya que los maestros reclaman la derogación de la reforma, lo que rechaza el gobierno.

Este lunes se reanudan las clases de educación básica en México con el regreso a las aulas de 25,7 millones de estudiantes, de los cuales 23,1 asisten a escuelas públicas y el resto a privadas.

La CNTE es la fracción disidente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, uno de los más grandes y poderosos en América Latina que ha hecho observaciones a la reforma educativa en México, pero que no se opone a ella.

AFP

fuente: http://noticiaaldia.com/2016/08/maestros-radicales-mantienen-paro-en-regreso-a-clases-en-mexico/

Fuente imagen: https://i1.wp.com/holanoticias.com/wp-content/uploads/2016/07/Mexico_protestamaestros-copy.jpg?resize=696%2C392&ssl=1

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Educación popular y lucha social

Por: Pablo Díaz

Revista Hemisferio Izquierdo / Nro 4

“De lo que se trata es de ir abriendo, a nivel local, nacional y continental … espacios cada vez más amplios de autonomía con respecto a la dictadura del mercado trasnacional y a su cultura; autonomía primero intelectual y moral, es decir capacidad de pensar con su propia cabeza y de escoger el sistema de valores que corresponde a las aspiraciones más profundas de cada uno; autonomía, por supuesto, política, expresada en las organizaciones populares, sociales y políticas; autonomía económica en formas de autogestión y de cooperativas”…“El papel de la vanguardia puede ser el de dirigir desde arriba las luchas, elaborando los proyectos, tomando las decisiones fundamentales, bajando sus orientaciones al pueblo y limitándose a buscar su consenso; o puede ser el de promover la iniciativa del pueblo, estimulando su búsqueda, su reflexión colectiva, su investigación participativa, respetando la autonomía de las distintas instancias de poder popular” Giulio Girardi (1).

En Educación Popular decidimos tomar partido por el pueblo como sujeto, el sujeto popular en un largo proceso de emancipación y resistencia (Rebellato). Camino superador, complejo y dialéctico.

Pero debemos advertir que “no jugamos a ganar” para salir de la marginalidad, porque no jugamos del lado de los “favoritos” vencedores de la historia sino del lado de los vencidos de hoy. No jugamos a ganar, sino a ganar-perder-ganar…, y estamos dispuestos a una nueva Redota, si la misma implica ganar la dignidad que somos, o la dignidad que pueda quedar en la idea de política que conservaremos en una nueva síntesis.

Para esa “nueva” (vieja-nueva…) política educamos al pueblo, nos auto-educamos como sujeto popular en movimiento constante, caminando por las rayadas huellas de la historia.

Esta idea de una síntesis política y educativa en constante superación puede ser (y de hecho es) pasto para las fieras posmodernas del análisis del discurso y la retórica. Muy a tono en cualquier clase media intelectual de cualquier metrópoli latinoamericana, formadora a su vez de la tecnocracia que nos gobierna y “nos educa”. En la pedagogía nacional también el snob ha sido la regla, mientras que los problemas del Sistema Educativo mantienen tendencias invariables desde la época de la CIDE (2) (por ejemplo, en enseñanza media superior). Una pedagogía de espaldas a la educación, muda-enmudecida ante la política, sin horizonte.

Pero ¿con qué herramientas contamos para avanzar? Nos enseñaron que la construcción del sujeto popular se basa en arribar a una síntesis que referencia al conjunto pero: ¿cómo? ¿Representamos las iniciativas populares o generamos espacios para el protagonismo popular directo?

El vino nuevo en odres nuevos. Para nosotros la lucha social vale en sí misma, no precisa que alguien la represente, porque se puede presentar ella misma y disputar poder. Para la política partidaria convencional la lucha social es incompleta, requiere de la polea del partido. Por eso comprender la diferencia entre el momento de coincidencia y de divergencia de las valoraciones de las luchas sociales nos puede ayudar a trazar una estrategia política que no le llene las bodegas a “un partido de representantes” que sintetizan y se alimentan de las luchas sociales que representan, pero que terminan fagocitados por el sistema, sin espacios de autonomía política.

Lo otro ya es conocido: el perfilismo, la retórica, etc. Educar a “nuestros representantes” es lo que hemos tratado de hacer como pueblo, haciéndole el caldo gordo a… el progresismo. Básicamente nuestros antecesores le dieron la oportunidad al Frente, que “representaba” a un movimiento popular ausente en el sistema político. Pero a nuestros descendientes deberíamos dejarles el botón de muestra que como generación la historia nos exige.

Quizás el Frente Amplio se esté acercando a lo que implicó en el país vecino el “peronismo”: en constituirse la oposición y el oficialismo a la vez (ser en sí mismo un “sistema de partidos”) y en domesticar a las expresiones organizadas de la sociedad civil.

Pero igualmente bajo el progresismo ¿no les parece que cuando luchamos y conquistamos la dignidad con independencia nos sentimos dueños de nuestro propio esfuerzo? Sin embargo no hemos sido capaces de hacer de nuestra independencia un espacio pedagógico, ni de acumulación de poder, corriendo el riesgo de alimentar la vieja mecánica política de la polea de transmisión.

Educar al sujeto colectivo que somos implica poner la independencia arriba de la mesa y hacer de ella un desafío, que acompañe nuestra pelea por un proyecto popular nacido, sentido y defendido desde abajo.

Este problema político-educativo (el de la auto-educación colectiva del sujeto popular) nos lleva a ser creativos en buscar otras combinaciones entre la dinámica instituyente e instituida, entre el contra-poder y el doble poder, entre lucha social y disputa política.

En este sentido, el economista y pedagogo brasileño Marcos Arruda enseñaba a fines del siglo pasado que hay dos factores que pueden explicar lo “terminal o no” de esta crisis del sistema: “el agravamiento de las las contradicciones del propio capitalismo” y la “capacidad creativa de los trabajadores” de “introducir nuevas formas de organización del trabajo, de la producción, el consumo, las finanzas, el comercio, el conocimiento y el poder político”. Cuando coincidan estos dos factores una gran transformación ocurrirá.

Para ese otro “futuro posible” me parece más acertado el Tambero que el Tropero de Buenaventura. Dice la “Experiencia” del Tambero que a veces no hay que cuidar la “punta” porque el pueblo se encarga. El pueblo es el estratega.

* Profesor de la Universidad de la República. Integrante del Movimiento por la Tierra.


Notas

(1) Giulio Girardi (1999): “Desafíos ético-políticos de la Educación popular en la Transición al siglo XXI”, IIPS-CENTROTAC, La Paz, Bolivia (p. 149)

(2) CIDE: Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (1960-1967)

Fuente: http://www.hemisferioizquierdo.uy/#!Educación-popular-y-lucha-social/nnsaa/5797dc1b0cf24688e1992a65

Imagen: Fragmento de «La maestra rural», Diego Rivera (1922-1923)

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