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Confirman alta tasa de feminicidios en Puerto Rico

Centroamérica/Puerto Rico/14 Noviembre 2019/Noticel

Ocurre en feminicidio cada siete días

Puerto Rico posee una tasa de feminicidio promedio de 3.00 feminicidios por cada 100,000 mujeres, lo que se considera una alta tasa según la clasificación usada en el informe “Global Burden of Armed Violence, Every Body Counts”.

De acuerdo con ese informe, tasas mayores de 3.00 feminicidios por cada 100,000 mujeres se consideran altas por lo que Puerto Rico se ubica entre países con tasas altas de feminicidios, junto con la República Dominicana (3.2) y Perú (3.3).

El estudio “La persistencia de la indolencia: Feminicidios en Puerto Rico 2014-2018”, presentado ayer por el Proyecto Matria y Kilómetro Cero, arrojó que en la Isla ocurre 1 feminicidio cada 7 días.

También se destaca que, en comparación con EEUU, Puerto Rico tiene tasas más altas de feminicidios durante los años 2014-2017. Al comparar con los 50 estados y Washington DC, Puerto Rico se ubica en el decimotercer lugar de las tasas más altas, empatado con el estado de Tennessee.

“El feminicidio lo definimos según la clasificación del Instituto Europeo para la Equidad de Género: la muerte de una mujer ocasionada por su pareja íntima o la muerte de una mujer que es el resultado de alguna práctica que le resulte ser dañina, independientemente de los motivos de la acción (Eige, 2017, p. 5). Bajo la definición, incluimos mujeres asesinadas por: parejas, exparejas o desconocidos”, dice el informe.

“Identificamos y analizamos 266 casos feminicidios desde el 2014-2018, incorporando como fuente de información reportajes periodísticos, datos de mortalidad del Registro Demográfico de Puerto Rico e información demográfica del Censo de Estados Unidos. No pudimos incorporar datos de la Policía por su renuencia a diseminar datos de casos individuales. Sin embargo, logramos comparar las estadísticas agrupadas de la Policía de mujeres asesinadas con los datos que recopilamos”, agrega el documento.

El Informe también concluyó que las mujeres con bajo nivel educativo en Puerto Rico tienen tasas de feminicidios casi 5 veces más altas que su grupo de edad y mujeres entre las edades de 25-34 años están a mayor riesgo que las demás. Los feminicidios ocurren principalmente en las residencias de las mujeres o sus familiares y 58% son asesinadas con armas de fuego.

El estudio contó con el financiamiento de OXFAM América/Puerto Rico.

Leer informe aquí: https://media.noticel.com/o2com-noti-media-us-east-1/document_dev/2019/11/13/Informe%20sobre%20feminicidios%20en%20PR-Proyecto%20Matria_1573660890962_39621947_ver1.0.pdf

Fuente: https://www.noticel.com/ahora/confirman-alta-tasa-de-feminicidios-en-puerto-rico/1141826045

 

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La revolución tiene voz femenina en Líbano

Reseña/Asia/Líbano/07 Noviembre 2019/El país

La generación del 99 lidera unas protestas en las que las mujeres ocupan la vanguardia en las barricadas

Día 20º de protestas y las libanesas siguen a la cabeza de las sentadas, manifestaciones y barricadas. Hace siete días que decenas de miles de manifestantes en todo el país tumbaron al Gobierno junto con su primer ministro, Saad Hariri, hoy ambos en funciones. Y, sin embargo, las cadenas de mujeres enlazadas por los brazos prosiguen a la vanguardia para interponerse entre manifestantes y antidisturbios varones y así evitar batallas campales que den al traste con el carácter pacífico de las protestas. Como al resto de ciudadanos, a las mujeres les sobran motivos para sumarse a la revolución en marcha en contra de un sistema que consideran sectario y corrupto y que ha llevado a Líbano al borde del colapso financiero. Son más de la mitad de los 4,5 millones de habitantes del país y se dicen doblemente oprimidas por el régimen político-confesional que desde el fin de la guerra civil (1975-1990) las ha relegado a ciudadanas de segunda bajo la tutela legal de sus progenitores o esposos.

“En esta sociedad machista está mal visto que los hombres peguen a las mujeres en público, así que lo usamos a nuestro favor para crear barreras y evitar que la violencia deslegitime nuestras demandas”, cuenta Leya Awadat, estudiante de ingeniería mecánica. Habla a las puertas de la Universidad Americana de Beirut (AUB), la más prestigiosa de la región y donde acude la cada día más reducida élite que puede costearse los 27.000 euros anuales de tasas de matrícula. Acaba de cumplir los 18 y cada tarde enarbola un altavoz a través del cual, a pleno pulmón, canturrea las consignas que habrán de repetir otros universitarios.

“Es impresionante ver a todas esas jóvenes con el micrófono en mano y que un chico les siga para sujetar los altavoces. Esta revolución es la de los de la generación del 99”, comenta en una barricada de la circunvalación de Beirut Zeina Halabi, profesora de literatura árabe en la AUB. “Cuando estas chicas cumplieron los 10 las tropas sirias salían del país [tras 29 años en Líbano], y de adolescentes ya habían participado en protestas contra el racismo, la violencia doméstica, la mala gestión de las basuras o a favor de la inclusión de mujeres en el Gobierno”. Las de mi generación, las de 40, nacimos con la guerra civil y crecimos bajo la ocupación siria e israelí.

En las plazas de Beirut se han levantado tiendas y dentro de ellas se construyen pequeñas ágoras donde profesoras universitarias comparten su conocimiento con los manifestantes. Las docentes se han unido en un recién creado sindicato de mujeres para luchar en los campus universitarios contra la desigualdad salarial y de género. Los cantos de “revolución” y “abajo el régimen” se repiten de norte a sur y de este a oeste del país en una demostración sin precedentes de unidad transectaria a pesar de que en Líbano las cuotas de poder se reparten según el peso demográfico de las 18 confesiones oficiales reconocidas. Esta misma unidad se ha reproducido este domingo con una manifestación feminista dentro de la protesta nacional.

Allí convergieron las heterogéneas beirutíes, a las que las mujeres de países de la región se refieren como “las más presumidas de entre las árabes”. “Los líderes políticos les han dado la llave de la sociedad a los religiosos, todos hombres también, y a las mujeres no nos queda más que emigrar para escapar de un sistema social en el que ya hace tiempo que no nos sentimos reflejadas”, dice Rana Habis, profesora de baile exiliada a París y temporalmente de visita en Líbano. Camina franqueada por velos, rastas, permanentes recién salidas de la peluquería, minifaldas, bolsos de Gucci o narices con piercings mientras manos con rojas manicuras se levantan hacia el cielo. Tampoco faltaron este domingo las incongruencias internas cuando un puñado de señoras de retocadas narices se presentaron en la manifestación con una criada que les sujetaba la bandera libanesa.

Todas exigen que los padres no puedan casar a sus hijas de nueve años como permite la ley; transmitir la nacionalidad a sus hijos si se casan con hombres extranjeros y un matrimonio civil con igualdad en derechos de herencia, divorcio o custodia de los hijos. También exigen una cuota femenina en el Gobierno, conscientes de que es la única forma de romper el techo de acero impuesto por el patriarcado político-religioso. En esta lucha cuentan con una nueva aliada, Raya el Hassan, ministra del Interior y pionera en el mundo árabe en este cargo. “Vamos por el buen camino y hemos pasado de ser una a dos y luego de dos a cuatro ministras”, contaba a EL PAÍS El Hassan en enero, tras tomar posesión. “Pero el acceso de las mujeres a puestos de responsabilidad en sociedades patriarcales lleva tiempo por lo que hay que hacerlo con inteligencia, sin forzar los discursos, pero sin decaer en los avances”, acota.

La cadena de mujeres en la vanguardia de las barricadas surtió efecto hasta cuando el Ejército optó por traer a uniformadas para desalojar a las manifestantes de carreteas y autopistas. El experimento acabó con la retirada de las militares, que fueron despedidas por sus conciudadanas con flores, aplausos y la ya sempiterna banda sonora revolucionaria, el himno nacional. En el verano de 2015, la respuesta policial a una movilización semejante dejó centenares de heridos sólo en Beirut.

Para muchas veinteañeras las multitudinarias protestas de 2015 supusieron un experimento de la sociedad civil. Entonces, la corruptela y la mala gestión de las basuras del país acabaron sepultando las calles libanesas entre toneladas de detritus y desató la indignación popular por encima de la clase y la confesión. Por primera vez en décadas los libaneses tomaron las calles bajo una única bandera, la nacional, acabando con la tradicional marea de banderines y gorras partidistas de manifestantes llegados a la capital en autobuses pagados por los zaim (líder feudal). De entre las basuras nació Beirut Medinati, una plataforma política secular y nacional que si bien obtuvo el 40% de los votos en las municipales de 2016 tan solo logró un escaño —una mujer— en las legislativas de 2018, las primeras en casi una década. Hoy es parte integrante de unas protestas que aseguran no tener un liderazgo definido.

Sara Raed, estudiante de relaciones públicas de 21 años que asegura que la mayoría de sus amigas han emigrado para estudiar fuera, fue la primera en colocar junto con su pareja una tienda de campaña en la icónica Plaza de los Mártires de Beirut el 17 de octubre. Fue el día en que el anuncio de una tasa de 18 céntimos de euros a las llamadas de WhatsApp abrió la espita del descontento popular. Hoy son más de un centenar las personas que acampan en el lugar. “2015 fue un empujón muy importante para llegar aquí y ya no hay vuelta atrás para mi generación”, cuenta Raed.

LA ‘REINA’ QUE PATEÓ AL PATRIARCADO

N. S.

Se llama Malak Alaywe, pero se la conoce como the kick queen (la reina de la patada) y se ha convertido en el icono femenino de la lucha contra el patriarcado político-confesional. Lo hizo el primer día de protestas, cuando se difundió un vídeo en el que aparece propinando una patada en los testículos a un hombre armado con un Kaláshnikov.

La víctima resultó ser el guardaespaldas de un ministro que supuestamente se disponía a disparar al aire para dispersar a los manifestantes congregados en un barrio de Beirut. La patada ha quedado inmortalizada en pósteres colgados en los muros de las redes sociales como un contrataque directo al patriarcado árabe. Tanto éxito ha tenido que varias ONG ofrecen estos días clases de defensa personal para las manifestantes. Alaywe rehúsa revelar su edad, pero fue durante las protestas de 2015 —la denominada crisis de las basuras— cuando, entre gases lacrimógenos, conoció al que hace una semana se convirtió en su marido.

Fuente e imagen: https://elpais.com/internacional/2019/11/05/actualidad/1572974665_298313.html

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Cada vez más científicas obtienen un merecido reconocimiento por sus descubrimientos

Redacción: National Geographic

Las mujeres aún están infrarrepresentadas en las CTIM. Pero ahora algunas científicas están logrando un reconocimiento —y un crédito merecido— por sus avances.

Este artículo forma parte del número especial de noviembre de 2019 de la revista National Geographic, «Mujeres: un siglo de cambio».

No te pierdas el documental MUJERES (Women of Impact) el domingo 27 de octubre a las 22.00 en National Geographic.

«Tengo que contarle algo».

Estaba lista para volver a casa tras dar una conferencia sobre Inferior —mi libro, que documenta la historia del machismo en la ciencia y sus repercusiones actuales— cuando se me acercó una mujer de voz suave. Me contó que estaba estudiando un doctorado en informática en una universidad británica y era la única mujer del grupo. Su supervisor no paraba de contar chistes machistas y nunca la elegía para los talleres ni las conferencias.

«Todas las interacciones me resultan incómodas. Me siento intimidada», me contó. «Muchas veces acabo contando los minutos que quedan». Su plan consistía en sobrevivir a los últimos años del doctorado, abandonar la universidad y no mirar atrás.

He tenido cientos de encuentros pasajeros como este con científicas e ingenieras de todo el mundo en los dos años posteriores a la publicación de mi libro, que parece reflejar el tipo de machismo que experimentan las mujeres. Cuando estas mujeres hablan conmigo en los eventos y comparten sus historias en voz baja, lo que buscan por encima de todo es empatía, que les digan que no se imaginan su miseria. Sus relatos sobre discriminación, marginación, acoso y agresión ponen de manifiesto que, aunque se ha progresado, aún nos queda mucho camino por delante.

El historial de la comunidad científica en lo referente a las mujeres ha sido lamentable durante años.

Charles Darwin, nada más y nada menos, describió a las mujeres como inferiores intelectuales respecto a los hombres. En el siglo XVIII, hacia el final de la Ilustración europea, se asumía que no había cabida para las mujeres en el mundo académico. Muchas universidades se negaron a conceder grados a las mujeres hasta el siglo XX. Mi alma máter, la Universidad de Oxford, no lo hizo hasta 1920. La Real Sociedad de Londres —la academia científica más antigua que ha existido de forma continua— no admitió a las primeras mujeres científicas hasta 1945. (Por consiguiente, como indica la historiadora Londa Schiebinger, «durante casi 300 años, la única presencia femenina en la Real Sociedad fue un esqueleto preservado en la colección anatómica».)

En todos los ámbitos científicos, ha sido una práctica rutinaria que los hombres se llevasen el reconocimiento de investigaciones realizadas por las mujeres que trabajaban con ellos, no solo colegas, sino a veces mujeres y hermanas. Así fue cómo en 1974 la astrofísica pionera Jocelyn Bell Burnell perdió el Premio Nobel por su trabajo en el descubrimiento de los púlsares, que se otorgó a su supervisor, Antony Hewish. El año pasado, en un gesto de generosidad extraordinaria, Bell Burnell donó los tres millones de su Premio Breakthrough de Física Fundamental para financiar becas para mujeres y otros grupos infrarrepresentados en física.

Incluso cuando consiguen abrir por la fuerza las puertas a las ciencias, la vida de las mujeres que entran no es fácil. El machismo y la misoginia persisten de forma abierta y sutil. Por ejemplo, un análisis reciente de la autoría de casi 7000 informes de estudios en revistas revisadas por pares determinó que cuando la coautora que supervisaba el estudio era una mujer, casi un 63 por ciento de sus coautoras eran mujeres, de media; cuando el coautor supervisor era un hombre, solo el 18 por ciento de las coautoras eran mujeres.

Como es lógico, a las mujeres les exaspera esta situación y están promoviendo el cambio. El año pasado, la física Jess Wade del Imperial College London y la investigadora Claire Murray dirigieron una campaña de crowdfunding para poner una copia de Inferior en todos los colegios públicos del Reino Unido. Cumplieron su objetivo en dos semanas y, desde entonces, se han puesto en marcha campañas similares en Nueva York, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Al igual que Bell Burnell, mujas mujeres donan su dinero para cambiar un sistema que no está dispuesto a hacerlo por voluntad propia.

¿Por qué recae sobre las mujeres en ciencias la pesada carga de mejorar el funesto historial de este campo? Como demuestran las historias que me han contado, al menos parte del problema recae en determinados hombres y en las instituciones que posibilitan el machismo. Sabemos que cada vez más niñas y mujeres jóvenes escogen cursos de ciencia y tecnología, pero caen bruscamente conforme ascienden. Los embarazos y la maternidad están implicados, pero no son los únicos factores. Este año, una encuesta de la Universidad de Cardiff reveló que aun contabilizando las responsabilidades familiares, los académicos hombres del Reino Unido aún alcanzaban categorías superiores en mayor proporción que las mujeres.

Un físico que conozco, que es un aguerrido defensor de los derechos de las mujeres, encontró hace poco una nota en su casillero del trabajo. El autor de la nota lo tachaba de estúpido por asumir que las mujeres tienen las mismas «dotes mentales» que los hombres y afirmaba que «las mujeres no piensan en términos abstractos como los hombres». Estas afirmaciones espurias hacen que las mujeres se sientan incómodas en las ciencias. Con todo, cuando las mujeres —y las minorías— abandonan estos ámbitos, lo reducimos a una frase mecánica: el fenómeno de la «fuga de cerebros».

El machismo cotidiano es una cosa.

La otra sombra aún más oscura que se cierne sobre el ámbito científico y académico es el acoso sexual. El fenómeno global #MeToo ha dado voz a las supervivientes de las agresiones sexuales y ha puesto en primer plano los abusos y el acoso que sufren. Hay motivos para creer que estas vivencias están más generalizadas de lo que parece. Están aumentando los datos que respaldan las experiencias de las mujeres. Cuando Kathryn Clancy, de la Universidad de Illinois, y sus colegas hicieron una encuesta a más de 660 científicos sobre sus experiencias en el trabajo de campo académico, el 84 por ciento de las científicas jóvenes denunciaron acoso y el 86 por ciento, agresiones. La encuesta fue una de las primeras que sacó a la luz la amplitud del problema.

La física Emma Chapman, becada Dorothy Hodgkin de la Real Sociedad que trabaja en el Imperial College London, se vio tan afectada por el acoso que sufrió por parte de un colega en un puesto superior cuando estuvo en la University College London que se convirtió en defensora de las mujeres en la misma situación.

«Acabé envuelta en una cultura muy incómoda», cuenta, una en la que la informalidad se pasaba de la raya con abrazos no deseados e intrusión en la vida personal.

Una investigación acabó con una orden de alejamiento de dos años contra ese hombre. Pidieron a Chapman que firmara un acuerdo de confidencialidad y su acosador conservó su puesto. «Los despidos son rarísimos», me cuenta. A pesar de todo, se considera una de las afortunadas porque en casi todos los casos como el suyo, son las carreras de las mujeres que se atreven a hablar las que llegan a su fin.

Chapman estima que casi cien mujeres han contactado con ella desde que empezó a trabajar con el 1752 Group, una pequeña organización británica que trabaja para poner fin a los abusos sexuales en el ámbito académico. El grupo se llama así por las 1752 libras de los fondos universitarios para eventos con los que pusieron en marcha el grupo en 2015. Su mayor batalla consiste en persuadir a las universidades para que defiendan a las víctimas y no encubran a los agresores. «Hablamos de una fuga de cerebros todo el tiempo», afirma. «No es así. Están echando a las mujeres por la puerta trasera discretamente».

Es un sentimiento del que se hace eco la microbióloga australiana Melanie Thomson, que también fue víctima del acoso sexual. Cuenta que, en 2016, fue testigo de cómo el astrofísico Lawrence Krauss, que entonces trabajaba en la Universidad del Estado de Arizona, manoseaba a una mujer en una conferencia. «Ella le dio un codazo en el estómago», recuerda. Thomson presentó una queja oficial y en 2018 la universidad de Krauss confirmó que había incumplido su política contra el acoso sexual.

Según Thomson, el problema no se limita a unos cuantos hombres como él. «Es enorme. En ciencia es particularmente insidioso».

El periodista científico Michael Balter, que cubre casos de acoso sexual y ha adoptado un papel de apoyo, explica que estas conductas persisten en parte porque «la ciencia es muy jerárquica. Hay un director del laboratorio o un director del instituto y tienen muchísimo poder», cuenta. «Democratizar la ciencia y reducir los diferenciales de poder serían de gran ayuda para resolver muchos males».

Balter afirma que investigar las acusaciones de acoso entraña dificultades legales y cuesta documentar muchos casos de mala conducta. Azeen Ghorayshi, periodista de BuzzFeed News, lo vivió en 2015 cuando publicó un reportaje sobre las acusaciones de acoso sexual contra el célebre astrónomo Geoff Marcy, que entonces trabajaba en la Universidad de California, Berkeley. Marcy era tan conocido que las mujeres disuadían a otras mujeres de trabajar con él. Pero cuesta tanto que se examinen las acusaciones de mala conducta que presentan las mujeres que, cuando finalmente lo investigaron y lo castigaron, se descubrió que Marcy llevaba casi una década incumpliendo las políticas del campus contra el acoso sexual.

Ghorayshi me cuenta que decenas de mujeres han contactado con ella desde que escribió acerca de Marcy, una prueba de «lo extendido que está en instituciones importantes de Estados Unidos y otros lugares». Afirma que, en muchos de los casos que ha cubierto, las mujeres involucradas han abandonado el campo: «Es un tema de vulnerabilidad y de quién es vulnerable y quién es intocable».

La física Chapman sostiene que la conclusión es que las universidades deben pensar más detenidamente sobre su compromiso con la igualdad. «Podemos pasarnos todo el día hablando de políticas familiares, pero negamos el hecho de que existe una cultura activamente hostil», me cuenta. «Creo que es endémico».

Hoy en día, en las ciencias, aún existe la suposición implícita de que las carreras de las mujeres jóvenes son desechables, mientras que las de los hombres mayores deben protegerse a cualquier precio, aunque eso signifique encubrir un comportamiento inaceptable y poner en peligro a más personas. Siempre y cuando toleremos esta situación, pagaremos un alto precio.

Y no solo perjudica a las personas, que ya es bastante horrible. También perjudica a la ciencia.

Angela Saini es una periodista científica y escritora galardonada. Su último libro, publicado este año, es Superior: The Return of Race Science. Es la autora de otros dos libros: Inferior (2017) y Geek Nation: How Indian Science Is Taking Over the World (2011).

Fuente: https://www.nationalgeographic.es/ciencia/2019/10/cientificas-obtienen-reconocimiento-por-sus-descubrimientos

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Manifestaciones en España contra la violencia machista

Europa/España/22-09-2019/DW/www.dw.com

Varias manifestaciones se produjeron el viernes por la noche (20.09.2019) en Madrid y otras localidades españolas para denunciar la violencia machista y las agresiones sexuales contra las mujeres, en un enérgico clamor por medidas más estrictas. «Nos están asesinando», «no existe justificación» o «la vida de las mujeres cuenta», fueron algunos de los gritos de las manifestantes que llevaban velas o utilizaron los teléfonos móviles para hacer luz y así honrar a las víctimas, en la Puerta del Sol de la capital.

Concentraciones similares se produjeron en otras localidades, como San Sebastián (norte), Sevilla (sur) y en las Islas Canarias. Estas protestas se producen tras varios casos mediáticos de violaciones y un aumento del número de mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas. «Este verano ha sido bárbaro, con unos datos de violencia de género escalofriantes para un estado que cuenta con unas leyes pioneras», aseguró en declaraciones a la emisora de radio Cadena Ser la activista Covadonga Peremarch, portavoz del colectivo Urgencia feminista, impulsor de las concentraciones.

Unas 42 mujeres murieron víctimas de la violencia machista desde principios de año en España, 19 de ellas durante el verano, según datos del Ministerio del Interior. El Congreso de los Diputados adoptó en 2004 en España la primera ley en Europa contra la violencia machista, estableciendo asistencia jurídica gratuita y tribunales especiales para las víctimas. El Parlamento español aprobó por unanimidad en 2017 nuevas medidas contra este problema. A pesar de estas políticas, 1.017 mujeres fueron asesinadas en España por sus parejas o exparejas desde el inicio del recuento diferenciado de este tipo de homicidios en 2003.

Verónica Bordón, una abogada de 51 años que trabaja con víctimas de violencia doméstica, apuntó que las medidas para enfrentar las agresiones de género no reciben suficientes fondos y se necesita de más entrenamiento para los problemas que actúan sobre este fenómeno. «Precisamos poner en práctica las leyes que ya tenemos, que son pioneras», dijo durante la manifestación en Madrid. El partido de derecha Vox propuso que la legislación sobre violencia doméstica sea rechazada, por considerar que era discriminatoria con los hombres. (afp)

Fuente e imagen: https://www.dw.com/es/manifestaciones-en-espa%C3%B1a-contra-la-violencia-machista/a-50523621

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Entrevista a tres mujeres racializadas en Canarias: “Racismo, machismo y feminismo»

Por: Dani Curbelo

Tres mujeres racializadas que residen en Canarias comparten sus opiniones y perspectivas sobre el racismo, el machismo y las estrategias que existen para combatir ambas opresiones.

Persona racializada: no es una categoría que defina a las personas por sus rasgos físicos en relación a su lugar de origen, sino una manera de referirnos a los cuerpos que sufren la violencia racista que puede partir de las instituciones y los estados, así como de la sociedad como tal y la forma de relacionarnos. Va más allá del fenotipo, incluye también el acento, idioma, la religión y las costumbres. Todo ello hará que un cuerpo racializado esté en distinta posición que el de un cuerpo blanco.” — Fragmento del manifiesto por el 8M de 2019 de feministas raciliaziadas/es en Madrid.

Mofuman Engam Obuan nació en Guinea Ecuatorial y tiene 26 años. Llegó a Canarias el 2011 para realizar estudios universitarios y se graduó en  Enfermería por la ULL y además cuenta con un máster en Cooperación al Desarrollo por la UV. Actualmente forma parte de ASOGET y es vicepresidenta de la Asociación sociocultural de Ecuatoguinean@s en Tenerife.

Jadyuni Sidi Mahamud Ndiaye tiene 29 años y nació en los campamentos saharauis al sur de Argelia. A los ocho años llegó a Castilla La Mancha con el programa de “Vacaciones en Paz” y estuvo viviendo con una familia de acogida. A los doce se fue a vivir con su familia biológica a un pueblito de Cádiz. En Los Barrios realizó sus estudios hasta Bachillerato, posteriormente se matriculó en Trabajo Social. En el 2010 llegó a Tenerife e hizo Integración Social y actualmente está finalizando el Grado de Pedagogía.

Melinda Decker es una chica afrodescendiente de 24 años que nació en Gran Canaria. Ella misma afirma que está “en continuo abrazo con su negritud y su animalidad, hija de las panteras negras que no pudieron cazar”. Es fisioterapeuta y participa en distintos activismos que ahora mismo nutren su vida y, en la actualidad, es la portavoz en el Archipiélago de Afroféminas, una comunidad feminista para mujeres afrodescendientes.

¿Cómo se vive en Canarias siendo una persona racializada?

Mofuman: En Canarias se vive igual siendo una persona racializada que en el resto del Estado español: invisibilidad y falta de representatividad en espacios públicos y en los medios de comunicación.

Canarias no tiene ninguna distinción especial para las personas racializadas. Si hay que hacer un resumen rápido la respuesta es que vivimos como personas de segunda clase. Esta sociedad parte de un contexto histórico en el que las personas negras, por ejemplo, sufrían racismo a través de la esclavitud, el apartheid y otras medidas arcaicas de discriminación, de modo que las personas blancas pretenden que como en la actualidad ya no son utilizadas estas medidas entonces “ya no hay racismo”, tanto así que todo lo que exijamos como personas con lo que eso implica socialmente, o como sujetos de derechos con lo que implica a nivel institucional, pasa a convertirse en un “cuánta sensibilidad”, “hoy en día se ofenden por todo” o “quieren venir a nuestros países a cambiar las leyes”.

La verdad es que esta pregunta abarca mucho más de lo que parece, da por sentado que en esta sociedad se entiende lo que es el racismo y todavía no es así, la gente sigue teniendo un concepto arcaico y superficial sobre el racismo, y de hecho eso es un problema primordial para nosotros porque no podemos combatir un racismo que resulta invisible para los agresores.

También hay que señalar que no es lo mismo ser un racializado migrante que un canario racializado, está claro que llega un punto en que el racismo institucional nos violentan solo a los migrantes, y a nivel institucional somos privados constantemente de derechos básicos.

¿Sientes que la comunidad negra está invisibilidad y criminalizada? ¿También en las islas?

Mofuman: Claramente se puede observar que la comunidad negra está invisibilizada, a parte de los prejuicios que se tienen sobre ella. En las islas, la situación es igual que en el resto del Estado español. Al final, la idea que las personas blancas tienen sobre las negras tiene que ver más con lo que ven y aprenden en los medios de comunicación que con lo que han visto y aprendido relacionándose activamente con personas racializadas.

Por otra parte, no es que actualmente nos estén criminalizando en las Islas, es que partimos de un historial en el que se pretende que las personas negras somos más “problemáticas” y a día de hoy lo seguimos notando cuando alguien por delante de nosotros en una fila se agarra el bolso, cuando el de seguridad nos vigila expresamente a nosotras, cuando prefieren evitarnos en ciertas situaciones, cuando no tenemos la misma oportunidad a la hora de encontrar un piso, trabajo, o cualquier otra cosa. En cuanto a si nos sentimos representadas creo que no hay mucho más que decir, es obvio que en Canarias muy poco.

¿Qué significa para ti “vivir en la diáspora”?

Jadyuni: Para mí es vivir fuera de mi tierra y estar lejos de mi familia. Cuando digo lejos de mi familia me refiero a que crecemos separadas y creo que ha sido un castigo, ya que no he elegido esta situación y me he visto obligada a vivir en ella. Las saharauis hemos tenido la mala suerte de ser un país colonizado, explotado y vendido.

Yo he tenido que dejar a mi abuela, a mis primas, mis tías… No he podido crecer con mis hermanos y comencé a vivir con mis padres a los doce años. Ser saharaui significa vivir separada de las tuyas y de mi pueblo, obligada a vivir con gente desconocida y en territorio ajeno. Y creo que nadie tiene que vivir esa situación.

¿Crees que si cuando eres racializada tu atuendo es “más occidental” pasas más desapercibida?

Jadyuni: Creo que pasas más desapercibida en un primer momento, pero en el trato da igual, ya que en el momento que se dan cuenta de que no eres “de aquí” todo cambia: empiezan los prejuicios, notas cómo te miran y te sueltan determinados comentarios que no tienen con otras personas. He vivido alguna situación muy incómoda, como un día trabajando me preguntaron unos clientes mi origen y les comenté que era saharaui, seguidamente apunté la comanda en el ordenador y sus palabras fueron “y sabes usar el ordenador y todo”.

“Un día trabajando me preguntaron unos clientes mi origen y les comenté que era saharaui, seguidamente apunté la comanda en el ordenador y sus palabras fueron ‘y sabes usar el ordenador y todo».

En Canarias existe una gran comunidad saharaui, ¿sientes que esto hace que haya menos discriminación o no?

Jadyuni: Creo que influye más la relación de las canarias (personas) con la población saharaui que la cantidad de discriminación, ya que yo siento un vínculo especial.

Ser mujer es un “factor de riesgo” en una sociedad patriarcal, ¿se incrementa el peligro si además eres racializada?

Melinda: Creo que ser mujer racializada configura una realidad que no puede ser divisible en un binario “mujer + raza” es igual a algo. Sé que quizá esto enrevesa las cosas, pero pensar en sumatorios puede llevar a la conclusión de que si eliminas uno de los factores, el asunto está más o menos resuelto y creo que esto es un error.

Pero volviendo a la pregunta, por supuesto, ser mujer racializada, en mi caso mujer negra, me expone de entrada a ser deshumanizada, cosificada y continuamente extranjerizable y por tanto, inferior. Todo esto atravesado por el factor de clase, puesto que ser racializada en un Estado que pretende seguir siendo blanco-supremacista condiciona el acceso y la calidad de la Salud, la Educación, la restricción de acceso a determinados puestos laborales, etc.

Jadyuni: Considero que se incrementa ya que sufres una doble discriminación, eres mujer y racializada, te encuentras con más barreras y cuanto más oscuro es tu color de piel más situaciones jodidas de discriminación vives.

“Yo soy canaria, he nacido y vivo aquí, pero desde pequeña siento cómo algunas personas intentan extranjerizarme por el color de mi piel”, afirmó Melinda Decker en una entrevista para ElDiario.es

¿Y cuales son los mitos machistas que continúan girando en torno a la mujer racializada?

Melinda: Como comentaba, sobre la mujer racializada no sólo caen mitos machistas sino también racistas. Mitos del tipo que somos muy sexuales, promiscuas, malas madres, sucias, incultas… incluso que somos más machistas que las mujeres blancas. Todo ese aparataje de ideas y conceptos que siguen nutriendo el imaginario colectivo y que ocasiona que la mirada con la que se nos mire sea una mirada condicionada.

¿Se puede hablar de “feminismo negro”?

Mofuman: No hay un feminismo negro, puesto que las comunidades negras son tan diferentes en sus sociedades, tradiciones, y necesidades, que establecer un modelo como feminismo negro sería cuanto menos desacertado. No obstante, el feminismo de estas comunidades persigue la igualdad entre hombres y mujeres, lo que viene siendo el feminismo de toda la vida. El afrofeminismo es diferente a los feminismos en las comunidades de países africanos en tanto que surge en Occidente en un marco en el que las mujeres negras no se sienten identificadas con la lucha del feminismo llevado por las mujeres blancas. También se puede hablar del feminismo decolonial entre las comunidades negras que viene siendo el que deconstruye las opresiones hacia las mujeres de países colonizados y las opresiones impuestas por los colonizadores.

¿Cuáles crees que son las estrategias que deben darse desde los feminismos para combatir el racismo?

Mofuman: Creo que las comunidades negras deberían empoderarse y organizarse, y de esta forma poder trabajar conjuntamente con los demás colectivos para hacer frente al racismo institucional y social. Y es clave que el movimiento feminista asuma las demandas del antirracismo político para poder combatir el racismo.

Melinda: Me encanta que me preguntes esto. Estrategias hay muchas seguro y yo no las sabré todas pero creo que, de entrada, debemos darle al racismo la importancia que tiene, que es mucha. Sobre todo entender el contexto capitalista, colonial e imperialista que sigue sustentando el racismo. Las compas blancas tienen que entender que la raza no es un factor divisible de nuestra identidad; yo no puedo elegir ser más mujer que negra en unas ocasiones o más negra que mujer en otras, ambas cuestiones (y otras muchas) se enlazan en mí. De la misma forma, por ejemplo, que los hombres obreros no pueden exigirles/nos que seamos obreras en un momento y mujeres en otro.

Por ello, nuestros objetivos podrán coincidir en ocasiones, pero en muchas otras no. De ahí que podamos sumarnos o no a ciertas movilizaciones o reivindicaciones, y esto no debe verse como sabotaje, sino como una estrategia de resistencia. En el contexto del Estado Español considero importante el trabajo local y autocentrado frente a las dinámicas universalistas y centralistas. Termino con una de las partes clave del maravilloso texto “Sentires Inconclusos” de Jeannette Tineo:

“(el nuestro) no es un feminismo masivo, ganador ni liberal. No es un feminismo conquistador, de moda que “cualquiera puede nombrar” […] Lo que quiero decir, es que este feminismo antirracista, no es un feminismo de estrategias perfectamente definidas, de lobby o alianzas con el Estado, tampoco es un corolario de inclusiones, tipo Benetton. Es por el contrario un tejido inconcluso, histórico que se va gestando en los debates incómodos del adentro-afuera en el que constantemente estamos en exposición”.

Fuente: http://www.tamaimos.com/2019/03/22/la-raza-no-es-un-factor-divisible-de-nuestra-identidad-como-mujeres/

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El daño del machismo en la sociedad salvadoreña

Redacción: El Mundo

Durante las últimas semanas en nuestro país abundan los casos donde se evidencia el daño que ha hecho y sigue haciendo el machismo y su cultura patriarcal a nuestra sociedad.  Cada día existen abundantes casos, muchos de ellos virales por medios de las redes sociales y algunos que alcanzan cobertura en prensa, radio y televisión. En El Salvador se reflejan y evidencian diversas formas de masculinidad, pero se distingue la hegemónica dentro del aspecto sociocultural.

Lastimosamente este poder machista nos enseña en las comunidades, barrios, colonias, cantones, caseríos, escuelas, momentos de ocio, que hay un patrón de macho que los hombres salvadoreños debemos seguir y no debemos de romper, es un mandato.

Los mandatos son aquellas cosas que me han dicho a mí que debo hacer como hombre, de esos ejemplos más cotidianos en nuestra sociedad están : los hombres no deben llorar, si le pegan usted se defiende o sino yo le pegaré,  por una mujer no debes de llorar, nadie te puede tocar, al hombre se le respeta, etc.  Pero de igual forma, a los hombres desde chiquitos se nos dan “prohibiciones” como: los hombres no debemos de hacer oficio en la casa,  jugar con muñecas, expresar las emociones, renunciar a la venganza,  ir al mercado, para mencionar algunas.

Los roles y estereotipos machistas se venden como exitosos, pero será hasta que este hombre sea verdaderamente libre del machismo que podrá experimentar una vida plena.

En El Salvador la violencia de los hombres se expresa en tres vías: violencia de hombres hacia otros hombres (homicidios y lesiones) violencia de hombres hacia la mujer (feminicidios) y de los hombres hacia ellos mismos (suicidios); cuando una sociedad trabaja y educa a sus hombres, las tasas de homicidios y otras tipologías delictivas comenzarán a disminuir de manera sostenida.

Los hombres en El Salvador no tenemos formación ni educación adecuada y oportuna; un porcentaje muy alto de familias salvadoreñas   están en problemas por que sus padres están divorciados o separados,  y tanto niños y niñas tienen padres ausentes. Estas familias esperan que la Escuela o la Iglesia hagan su papel; ¿qué pasaría si en nuestro país nosotros los padres diéramos un cambio y fuéramos papás más afectuosos, responsables, cercanos, involucrados en el proceso de enseñanza-aprendizaje, si nos preocupáramos e involucramos genuinamente por cómo va su vida y no en solo proporcionarles cosas materiales y alimento?  sería una gran bendición y habría transformación social, menos adicciones, menos delito, menos privados de la libertad en las cárceles, menos pobreza, más desarrollo,  una vida plena para muchas mujeres, tendríamos familias fuertes y por ende una sociedad en desarrollo. Trabajemos en los procesos de educación para formar en procesos de nuevas masculinidades a los niños, adolescentes y hombres a todo nivel. Aún es tiempo de restauración.

Fuente: https://elmundo.sv/el-dano-del-machismo-en-la-sociedad-salvadorena/

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Feminicidio galopante en el capitalismo, las mujeres dicen BASTA

Por: Cecilia Zamudio

Sobre como avanza el feminicidio en un sistema como el capitalista. El caso de México.

Varios policías se llevan a una adolescente y la violan. No es la primera vez que pasa algo similar. El feminicidio(1) avanza moliendo vidas, por todo el planeta: el feminicidio se incrementa al amparo de un sistema, el capitalismo, que promueve misoginia a través de su industria de alienación cultural; un sistema en el que los medios de comunicación están en manos de un puñado.

La clase explotadora usa los medios para alienar a la clase explotada, inyectando machismo y racismo porque son paradigmas de sumisión y explotación, de división de la clase explotada. 

El feminicidio galopa desenfrenado al amparo de un sistema, el capitalismo, profundamente patriarcal, racista y clasista, que banaliza la explotación y la tortura porque sobre ellas se yerguen fortunas, galopa en un sistema que produce violadores a granel. 

Millones de niños son hoy educados en la misoginia, en el porno y la banalización de la injusticia y la crueldad, marinados en machismo y bombardeados por la industria de alienación masiva (televisión, cine, publicidad, video juegos, productos de la industria musical profundamente misóginos, etc): una educación que lesiona la capacidad de empatía y genera violadores en masa.

El feminicidio galopa en un sistema, el capitalismo, en el que las mujeres son utilizadas como «chivos expiatorios» de toda la rabia que genera un sistema de explotación, por su carácter injusto y maltratador. 

La clase explotadora promueve misoginia, racismo, xenofobia, banalización de la tortura, para desviar la rabia de las y los explotados, para que esa rabia nunca llegue contra los grandes capitalistas, que son quienes explotan a las y los trabajadores y saquean el planeta hasta la médula, que esa rabia se quede estallando entre la misma clase explotada pulverizada, desmembrando vidas, comunidades y toda posibilidad de organización para subvertir este abyecto sistema de explotaciones concatenadas.

El feminicidio galopa en un sistema, el capitalismo, en el que el aparato judicial beneficia siempre a la clase explotadora y a sus matones, dejando en impunidad a los ladrones de cuello blanco mientras se ceba contra quien roba un pan, dejando en impunidad a los banqueros que desahucian familias enteras mientras encarcela a quien busca un techo, dejando en impunidad a las multinacionales que saquean montañas y ríos, mientras encarcela durante décadas a las y los campesinos e indígenas en lucha.

El feminicidio galopa en un sistema, el capitalismo, cuyo aparato judicial deja en impunidad total o parcial a los violadores de mujeres y niñas (en total impunidad o con penas ínfimas por violar y destruir vidas). El feminicidio galopa cuando los militares, los policías y demás encargados de reprimir a los pueblos y salvaguardar al Capital, son cobijados de impunidad por las violaciones que cometen…

A los capataces del capital se les paga también con prebendas que incluyen impunidad por las torturas cometidas. Los policías violadores resultan en la mayoría de los casos impunes. Los militares gozan también de impunidad. Los militares estadounidenses gozan de total inmunidad en ciertos países, cuyos gobiernos títeres han firmado convenios que los eximen de ser perseguidos por las violaciones sexuales que cometan (por ejemplo, el gobierno colombiano firmó un convenio que les otorga inmunidad a los militares estadounidenses, incluso por violaciones sexuales. Hay decenas de niñas que fueron llevadas a bases militares y violadas, que han sido incluso filmadas, que no obtendrán «justicia» alguna en virtud de este convenio).

En México las mujeres dicen ¡BASTA!

Las mujeres toman las calles hastiadas del feminicidio; y los medios de alienación titulan que «las mujeres son violentas y destruyen monumentos», pero guardan silencio sobre la impunidad casi absoluta que desde siempre y estructuralmente cobija a las fuerzas represivas, incluso en casos de violaciones sexuales, torturas y desaparición forzada…

A la clase explotadora, propietaria de los medios de comunicación, le parece más «violenta» una pintada callejera que la violencia cotidiana y brutal contra las mujeres, o que la violencia impune ejercida por los aparatos represivos contra la población. A los medios, propiedad de la burguesía, siempre les parecerá más violenta la persona que protesta contra la injusticia, que la injusticia en sí, porque de un sistema profundamente injusto sacan sus privilegios.

Varios policías se llevan a una adolescente y la violan. Otro policía viola a una adolescente en un baño de un museo. En México, cada 18 segundos violan a una mujer, y cada día 9 mujeres son asesinadas por violencia machista.

En el mundo se estiman en no menos de 6 feminicidios cada hora en el ámbito familiar (asesinatos perpetrados predominantemente por la pareja o expareja) sin contar los feminicidios que ocurren fuera del ámbito familiar. El 60 % de las 87.000 mujeres que fueron asesinadas en 2017 en todo el mundo fueron víctimas de un crimen machista cuyo perpetrador fue su expareja o un familiar, según denuncia un informe de naciones Unidas (2).

El informe arroja que 15 millones de muchachas adolescentes (de entre 15 y 19 años) de todo el mundo han sido obligadas a relaciones sexuales forzadas en algún momento de sus vidas. Según los datos recogidos en 30 países, solamente el 1 por ciento de ellas ha buscado ayuda profesional.

Las cifras de violaciones intrafamiliares o extrafamiliares son elevadísimas, y aún así, no reflejan sino una pálida punta del iceberg de una realidad brutal. El empobrecimiento por saqueo capitalista aboca a la aberrante explotación de la prostitución a las mujeres más empobrecidas de la clase explotada mundial (coacción económica). La cifras de la Trata (tráfico de seres humanos y prostitución con coacción violenta), arrojan que los proxenetas capitalizan más de 32 millones de dólares al año: más de 4 millones de mujeres y niñas víctimas, en su inmensa mayoría mujeres de la clase explotada (cifras en aumento). 

El feminicidio es una realidad tangible, que cabalga al amparo de un sistema que promueve incesantemente misoginia a través de su aparato cultural, que cabalga en un sistema de explotaciones concatenadas.

Las mujeres toman las calles hastiadas de tanta barbarie, del feminicidio galopando, de la impunidad que cobija a los policías violadores, de las injusticias y agresiones cotidianas y continuadas que padecemos las mujeres bajo este sistema criminal que promueve misoginia y feminicidio.


Notas:

(1) Feminicidio no es únicamente el homicidio contra una mujer por violencia machista; en un sentido integral el feminicidio es también el asesinato del derecho a la integridad, las violaciones sexuales y todas las violencias ejercidas contra las mujeres. El feminicidio como realidad social se compone de todo el ámbito de la barbarie misógina y crece de manera dramática en el capitalismo.

(2) Ending violence against women, facts and figures, UN WOMEN, 2018

Fuente: Blog de la autora: www.cecilia-zamudio.blogspot.com

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