Entrevista/29 Agosto 2019/Autor: Adrián Cordellat/El país
Nuria Labari es consciente de que la tragedia es la única forma de que un tema como la maternidad adquiera un carácter universal
“Para escribir sobre maternidad parece imprescindible traicionarse a una misma o al hijo, puede que a los dos como es mi caso”, afirma la mujer protagonista de La mejor madre del mundo (Literatura Random House). El personaje creado por la escritora Nuria Labari es consciente de que la tragedia es la única forma de que un tema como la maternidad adquiera un carácter universal. O puede que fuese la única forma. Ya no. La prueba es que no hay tragedia en las páginas de La mejor madre del mundo y, sin embargo, sí que hay literatura de muchos quilates. Y un personaje femenino universal cuya historia se despliega ante los ojos del lector a partir de la experiencia (también universal) de la maternidad. Aún así Labari lamenta que le haya pasado lo que nunca le había sucedido antes: que un hombre le preguntara si a él, como hombre, podría interesarle el libro. Y es que, como afirma la escritora santanderina afincada en Madrid, todavía hoy, lamentablemente, “cuando una mujer elige como sujeto literario protagonista a otra mujer, se entiende que estamos ante una historia de mujeres”, mientras que si lo hace un hombre, “estamos ante una historia universal”.
PREGUNTA. Citas en un fragmento de La mejor madre del mundo la novela El año del pensamiento mágico, de Joan Didion, y afirmas que “puede que la tragedia sea la única manera de convertir la maternidad en tema universal”. ¿Por qué ha sido tradicionalmente relegada a un tercer, cuando no cuarto, escalón la literatura de maternidad?
RESPUESTA. Me temo que una razón principal es que las mujeres hemos publicado menos que los hombres. La temática de la literatura que se publica la han marcado y la siguen marcando los hombres. Aún en 2018 se publicaron en España el doble de libros escritos por hombres que por mujeres. Esto no afecta a la calidad literaria de las obras de unos y otras, pero sí a que ciertos temas imperen sobre otros. Es normal que la menstruación, por ejemplo, ocupe pocos capítulos de la literatura universal. Y creo que es normal porque hemos entendido durante mucho tiempo que universal era sinónimo de masculino.
P. “Las madres no escriben, están escritas”, decía Helend Deutsch. Eso, por suerte, aunque sea poco a poco, está cambiando. Ahora estamos viviendo un pequeño boom literario de la maternidad. Se están recuperando libros imprescindibles como El nudo materno o Nacemos de mujery se están publicando algunos títulos nuevos, como el tuyo sin ir más lejos. ¿Se ha conseguido poner la maternidad en el centro de la creación literaria y artística, sacarla del arquetipo del “cosas de mujeres”?
R. De momento no. A mí no me había pasado con ningún libro anterior que un hombre me preguntara si podría interesarle o si tendría sentido para él su lectura. Con La mejor madre del mundo me sucede a menudo. Y eso no le sucedió a Richard Ford cuando publicó Una madre. El problema es que cuando una mujer elige como sujeto literario protagonista a otra mujer, se entiende que estamos ante una historia de mujeres. Si lo hace un hombre estamos ante una historia universal.
P. Pese a ello es innegable el crecimiento de este nicho de mercado literario. ¿No te da miedo que esta moda y este boom, el filón que han encontrado las editoriales, acabe lastrando un poco la calidad de lo que se publica?
R. El mercado es muy capaz de convertir la novedad en moda y construir a partir de una tendencia, una churrería. Es decir, se terminan publicando libros iguales a otros solo porque son tendencia y cada vez más iguales e irrelevantes. En el caso de los libros es un hecho que la calidad literaria no es el único factor que se tiene en cuenta a la hora de publicar. Pero esto afecta a todos los libros, a todas las escritoras y a todos los escritores. Con todo, si por alguna moda se estuvieran publicando más mujeres o más historias de mujeres, me parecería una gran noticia. Sería una de las muy pocas veces que el mercado nos tiene en cuenta.
P. Tu libro es una mezcla de autobiografía y ficción. Tú misma dices que ni sabes qué es qué, que todo está mezclado, pero intuyo que cuando una escribe sobre una experiencia como la maternidad, es difícil desligarse por completo de su yomaterno, ¿no?
R. Pues lo cierto es que eso es justo lo que pasó. Sucedió que mi protagonista me excedió por todas partes, me rebosó, cobró vida propia y empezó a pensar y a actuar por su cuenta. Muchos de mis amigos están disgustados porque la protagonista les decepciona… ¡No soy yo! Otra cosa está en cuanta experiencia hay de mí en este libro, que es mucha. Pero también recae sobre el personaje de MiMadre o sobre el de Hombre o toma la voz de algunas amigas. En realidad el yomaterno me ata a la tierra cada día. Aquí pude volar.
P. Tengo que reconocer que se me escapó una gran sonrisa cuando la protagonista de tu novela dice que lo primero que se dijo, mucho antes de parir, es que ella no sería como su madre, que iba a ser una madre diferente. Al final llega a una conclusión demoledora: Ser madre es imitar a otra mujer.
R. Es que siempre lo es. Pero es curioso que muchas mujeres sabemos más de lo que no queremos hacer o parecer como madres que de lo que sí nos gustaría heredar de las que fueron antes. Esto es porque los referentes femeninos han estado siempre muy maltratados. Y las madres más. La idea de madre no se asocia a la de mujer exitosa, libre, independiente y creativa. Más bien las madres nos inspiran sacrificio y abnegación.
P. Sin embargo, en ese mismo fragmento señalas con acierto un drama actual. Las madres os estáis quedando sin referentes, sin mujeres a las que imitar. ¿Qué consecuencias tiene esto?
R. Consecuencias nefastas. Porque a falta de ideas y referentes reales, de carne y hueso, la idea de madre se rellena con clichés y con un “deber ser” de “buena madre ideal” que no tiene nada que ver con la realidad y que amarga la vida de muchas mujeres. El hecho de no estar a la altura de la idea de madre (abnegada, sacrificada, perfecta, siempre entregada, descansada y hermosa y comprensiva y de mentira, por resumir) es algo que puede llegar a causar mucha frustración y grandes desencuentros con la pareja y con los propios hijos.
P. Esa falta de referentes se explica en parte por las tasas cada vez más bajas de natalidad, al retraso sine die de ésta. La protagonista de tu novela es madre por reproducción asistida. Eso te da para hablar largo y tendido sobre la mercantilización de la maternidad. Es el mercado, amigos.
R. Da para largo y debería hablarse larguísimo. El mercado ha penetrado en el cuerpo de las mujeres y en su capacidad de engendrar sin ningún rigor y sin ninguna humanidad. La fecundación in vitro es la punta de un iceberg que ya va por la gestación subrogada. Todo lo que se puede hacer, se podrá comprar. Y si se puede comprar es bueno.
P. Puede que el apogeo de esa mercantilización sea, como dices, la gestación subrogada. ¿Es nuestro particular Gilead?
R. Vivimos en Gilead. Existen granjas de mujeres. Lo que pasa es que tú y yo estamos viviendo en Canadá. O peor. Nosotros vivimos en un lugar donde los dramas humanos sólo nos impactan sin están una pantalla. Es como si la gente de verdad fueran también actores de esa otra parte del mundo, como si no fuera en serio.
P: Hablando de mercantilizaciones es imposible no dar el salto a los cuidados. “Cada vez que se consolida una directiva en España se rompe un techo de cristal. Y, al mismo tiempo, se da de alta en la Seguridad Social a otra mujer (recién llegada de un país o de una barrio más pobre) para realizar las tareas domésticas de las que la profesional se habrá librado para siempre, como yo”, reflexiona la protagonista de tu novela. Eso no pasa con los hombres, añade. Cuando un hombre “trabaja fuera de casa nunca hace falta sumar a otro macho para que complete las labores familiares del padre trabajador”. ¿Estamos aún muy lejos de la igualdad en los cuidados?
R. Lejos, lejísimos. Y lo que es peor, los cuidados se han denostado. Se ha decidido que no valen nada, que los niños y los viejos se aparcarán donde se pueda y con quien sea preciso. Por eso hombres y mujeres debemos reivindicar espacios para cuidar a nuestros niños y a nuestros mayores. Nos merecemos amar y nos merecemos cuidar. Y además es lo más eficaz. La vida será mejor para todos si no existe un abismo entre el más rápido de la carrera y el último del pelotón.
P. Dedicas el libro “al corazón femenino de todos los hombres”. Supongo que es una llamada de atención, hacia nosotros, para recordarnos la importancia de esa igualdad…
R. Sí. Es una llamada y una súplica. Os iría pidiendo a uno a uno que leyerais libros escritos por mujeres sintiendo que os incumben personalmente igual que nosotras hemos leído tantísimos libros escritos por hombres que nos han atravesado. Ya sé que aquí todo el mundo ha leído a las Bronte y a Virgina Woolf. Pero ahora en serio, la igualdad va a llegar, pero la velocidad del proceso dependerá en gran medida de la actitud de los privilegiados. Y en esta historia, vosotros sois los hombres blancos.
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