En el nuevo Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo (GEM) de la UNESCO se pone de manifiesto el potencial que tiene la educación para impulsar el avance hacia la totalidad de los objetivos mundiales que se formulan en la nueva Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. En el Informe se muestra también que se necesita una transformación profunda de la educación para realizar ese potencial y dar respuesta a los desafíos a los que se enfrentan en la actualidad la humanidad y el planeta.
Es urgente que la educación avance más decididamente. De mantenerse la tendencia actual, la educación primaria universal en el mundo se conseguirá en 2042, el acceso universal al primer ciclo de la educación secundaria se alcanzará en 2059 y, al segundo ciclo de la educación secundaria, en 2084. Esto significa que habría medio siglo de retraso con respecto al plazo de 2030 fijado para los ODS.
En el Informe titulado, La educación al servicio de los pueblos y el planeta, se evidencia la necesidad de reforzar la atención que se presta en los sistemas educativos a los problemas ambientales. A pesar de que en la mayoría de los países la educación es el mejor indicador de la sensibilización pública en relación con el cambio climático, este problema no se menciona de forma explícita en los contenidos de los planes de estudios de la mitad de los países del mundo. En los países de la OCDE, casi el 40% de los alumnos de 15 años apenas tienen conocimientos elementales sobre cuestiones ambientales.
“Es necesario un cambio radical de la manera en que concebimos la función que desempeña la educación en el desarrollo mundial, debido al efecto catalizador que tiene en el bienestar de las personas y el futuro de nuestro planeta”, afirma la Directora General de la UNESCO, Irina Bokova. “Ahora más que nunca, la educación tiene la responsabilidad de estar a la altura de los desafíos y las aspiraciones del siglo XXI y fomentar las competencias y los valores adecuados para avanzar hacia el desarrollo sostenible e inclusivo y la convivencia pacífica”.
Los sistemas educativos deben velar por la protección de las culturas minoritarias y sus respectivos idiomas, que contienen información esencial sobre el funcionamiento de los ecosistemas. Pero en el Informe se pone de manifiesto que el 40% de la población mundial recibe la enseñanza en un idioma que no entiende.
Los sistemas educativos deben garantizar que se dote a los alumnos de unas competencias y unos conocimientos que posibiliten la transición hacia unas industrias más respetuosas con el medio ambiente y encontrar nuevas soluciones para los problemas ambientales. Para ello también es necesario que la educación continúe más allá de la escuela, en las comunidades y los lugares de trabajo durante la edad adulta. Sin embargo, dos de cada tres adultos carecen de alfabetización financiera y solo el 6% de los adultos de los países más pobres asiste a programas de alfabetización.
“Si queremos tener un planeta más verde y un futuro sostenible para todos, debemos exigir que nuestros sistemas educativos sean algo más que una mera transferencia de conocimientos. Nuestras escuelas y nuestros programas de aprendizaje a lo largo de toda la vida han de centrarse en perspectivas económicas, ambientales y sociales que ayuden a formar ciudadanos empoderados, críticos, conscientes y competentes”, señala Aaron Benavot, Director del Informe GEM.
También es urgente que en los sistemas educativos se impartan competencias de nivel superior, acordes a la demanda de las economías en crecimiento, en las que las competencias necesarias para los trabajos cambian con rapidez y muchas se automatizan.
Si se mantiene el ritmo actual, en 2020 habrá un déficit de 45 millones de trabajadores con estudios superiores con respecto a la demanda. El Informe revela que este cambio resulta fundamental: de conseguirse el acceso universal al segundo ciclo de la educación secundaria en 2030 en los países de ingresos bajos, en 2050 se habrá logrado sacar de la pobreza a 60 millones de personas.
Las desigualdades en la educación, combinadas con disparidades de carácter más general, aumentan los riesgos de que se generen violencia y conflictos. En 22 países del África Subsahariana, la probabilidad de que se produjera un conflicto en un plazo de 21 años en las regiones en las que los niveles medios de educación eran muy bajos era del 50%. En el Informe se insta a los gobiernos a que empiecen a tomarse en serio las desigualdades en la educación y hagan un seguimiento al respecto, recopilando información directamente de las familias.
En el Informe se hace hincapié en que la nueva agenda para el desarrollo mundial exige que los ministros de educación y otros agentes de la educación trabajen de forma conjunta con otros sectores. Se enumeran varios beneficios que podrían derivarse de esta forma de trabajar, por ejemplo:
– las intervenciones en el ámbito de la salud se podrían llevar a cabo por medio de las escuelas: según una estimación, la administración de tratamientos como las cápsulas de micronutrientes a través de las escuelas cuesta una décima parte de lo que cuesta utilizando unidades sanitarias móviles;
– las escuelas de campo podrían ayudar a incrementar un 12% el rendimiento de los cultivos, lo que se traduciría en un aumento sostenible de la producción alimentaria;
– la educación de las madres hasta el primer ciclo de la educación secundaria para 2030 en el África Subsahariana podría prevenir 3,5 millones de muertes infantiles entre 2050 y 2060.
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El diputado Javier de Jesús Rodríguez Mendoza presentó una iniciativa con Proyecto de Decreto para que se eduque sobre la conservación en todos los niveles de enseñanza.
La propuesta es para reformar el artículo 118 de la Constitución Política del Estado de Coahuila de Zaragoza para que se incorpore el desarrollo armónico como concepto de la conservación del medio ambiente.
Dijo que la educación ambiental contribuye a la toma de conciencia de nuestra realidad global, y del tipo de relaciones que los hombres establecen entre sí y con la naturaleza.
Agregó que aún no hay suficientes acciones para crear una conciencia ambiental, por lo que se deben redirigir las estrategias hacia la creación de normas que permitan la existencia de educadores ambientales.
«La sustentabilidad en el Estado es probablemente uno de los desafíos más grandes a enfrentar, si bien contamos con importantes programas y mecanismos de protección, así como con reservas naturales, en municipios de la entidad hemos presentado problemas al respecto”, expresó durante la Primera Sesión del Segundo Periodo Ordinario, de la Sexagésima Legislatura.
Fuente de la Imagen: https://www.google.co.ve/search?q=Piden+instituir+educaci%C3%B3n+ambiental+en+todos+los+niveles&espv=2&biw=1024&bih=445&tbm=isch&source=lnms&sa=X&ved=0ahUKEwjY2uzQ0fHOAhUIQiYKHfj8BS0Q_AUIBygC&dpr=1#imgdii=TdR-K_qUl1pfMM%3A%3BTdR-K_qUl1pfMM%3A%3BhVqiYgHsEgI11M%3A&imgrc=TdR-K_qUl1pfMM%3A
Sorprendente no hay otra manera de llamarlo a este pequeño poblado de Alemania que esta dando grandes lecciones al mundo Freiburg ha dejado boquiabierto al mundo entero especialmente por el amplio uso de energía solar y construccion ecoamigables Situada a proximidad de la Selva Negra, Suiza y Francia, Frediburgo es la ciudad alemana con más horas de sol. Pero esta hermosa ciudad no ocurre de la nada o por azar sino que es resultado de una política ecológica de los gobiernos federal y regional, por esto existe en Friburgo cantidades de instalaciones medioambientales renovables impulsadas no solo por solar sino también eólica.
Cabe destacar que el Instituto para la ecología tiene aquí su sede, el Consejo Internacional para iniciativas medioambientales tiene aquí su secretariado europeo y además Friburgo cuenta con el Instituto Fraunhofer para sistemas de energía solar y es sede de la Sociedad Internacional de Energía Solar (ISES). Un rerporte que publica Energía Limpia XXI destaca que la urbe integra un circuito para ciclistas de unos 400 km de longitud, lo que demuestra el predominio de este medio de transporte en Friburgo. Además, cada año se celebra en el mes de junio Intersolar, la mayor feria de la energía solar. Lo que la coloca a la cabeza en cuanto a energía solar fotovoltaica se refiere. Su término municipal tiene una superficie total de 15.306 ha, de las cuales 6.533 son de bosque.hes, todo en busca de la sostenibilidad en la ciudad.
Ojo sin lugar a dudas el más famoso es el barrio Schlierberg que genera cuatro veces la enegía necesaria de para su autoconsumo habitual.
La labor se centra actualmente en la detección y control de los puntos calientes para evitar posibles reproducciones dentro y fuera del perímetro por parte del llamado ‘fuego de subsuelo’.
El Cabildo de La Palma, a través del Servicio Insular de Medio Ambiente, que dirige Juan Manuel González, mantiene las tareas de extinción y vigilancia en el área de más de 4.800 hectáreas afectada por el incendio que acaeció en una amplia zona de pinar del centro y sur de la Isla desde el 3 de agosto y que se dio por controlado el pasado día 12, informa en un comunicado.
Desde el Servicio de Medio Ambiente, el personal que integra los retenes, los conductores de vehículos especiales y los agentes de medio ambiente centran actualmente su labor en la detección y control de los puntos calientes para evitar posibles reproducciones dentro y fuera del perímetro por parte del llamado fuego de subsuelo.
“Desde Medio Ambiente, los técnicos –además de hacer una seguimiento continuo a la evolución del incendio– consideran especialmente la información meteorológica, llevando un control exhaustivo de los índices de humedad, viento y temperatura y atendiendo a la declaración de posibles situaciones de riesgo o alerta por temperaturas extremas, parámetros que influyen directamente en el origen de un fuego”, señala el consejero Juan Manuel González.
Estas tareas de control y vigilancia del área afectada por el fuego serán las que determinen el momento de dar por extinguido el incendio, cuando no exista material en ignición en las proximidades o dentro del perímetro del incendio ni posibilidad de reproducción del mismo, concluye.
Tomado de: http://www.eldiario.es/lapalmaahora/sociedad/Medio-Ambiente-Cabildo-extincion-vigilancia_0_552245221.html
Producto del pensamiento binario (reducción de la realidad a solo dos opciones posibles y negación de la complejidad) aún se mantienen posiciones que contraponen la conservación y el desarrollo como si fueran aspectos incompatibles. Bajo el influjo de este paradigma reductor de la realidad se mantienen afirmaciones como: “los ambientalistas no pueden negar nuestro derecho al desarrollo”, “los ambientalistas prefieren los pajaritos que la gente”, “¿Derechos de la naturaleza o derechos de las personas?”, “¿Bajo qué moral pueden pedirnos que conservemos nuestros bosques cuando ellos lo destruyeron para desarrollarse?”, “no todo puede reducirse a lo ambiental” (¿Todo puede reducirse a la economía?), “la legislación ambiental es agresiva”, entre otros dichos que forman parte de las creencias que guían el pensamiento y el accionar de estas personas.
Si se analiza más profundamente la base de este tipo de pensamiento se desprenden los siguientes prejuicios:
Si queremos desarrollarnos tenemos que reducir las exigencias ambientalistas
Con los beneficios del desarrollo podemos luego reparar los daños a la naturaleza
La conservación es insensible con la gente, entre otros.
A estas alturas parecía que el tema de la sostenibilidad parecía ser un concepto totalmente institucionalizado y que ya estaba instalado en nuestra cultura, discurso y narrativa. Más allá de las discusiones sobre la sostenibilidad (que afirman que es un concepto a la carta que se usa según mejor conveniencia) nosotros queremos rescatar el espíritu del balance, del equilibrio, de la ponderación apropiada de las diferentes dimensiones.
Bajo esta perspectiva no solo estamos hablando de las perspectivas sociales, ambientales y económicas, sino que expresamente reconocemos las variables institucionales, políticas, legales, psicológicas y culturales. De lo que estamos hablando es de un balance de materia y energía que busca la armonía sobre la base del respeto profundo a toda expresión de vida y los factores que lo sustentan sin afectar su dinámica de producción y reproducción.
Parte del problema es la distorsión del concepto de conservación que ha sido erróneamente tergiversado y que se reduce a su dimensión de protección. Así, para el discurso común la conservación es equivalente a preservación, al no tocar, a la prohibición.
Cuando se acuñó el concepto de conservación hacía referencia a la gestión de la biosfera que implicaba tanto la protección como el manejo, como el aprovechamiento sostenible de ecosistemas, especies y genes.
Como tal era un concepto totalizador que aludía a la capacidad del ser humano de gestionar efectivamente la biosfera más allá de reducirlo solo a la protección o solo al uso (muchas veces convertido en explotación).
Lamentablemente esta distorsión provocó que en el lenguaje técnico se tenga que decir expresamente manejo y conservación legitimando la distinción y reduciendo el tema de conservación a la dimensión de protección. Desde entonces el manejo tiene una concepción de producción y la conservación alude fundamentalmente a las Áreas Protegidas.
Si asociamos el concepto de manejo únicamente a la producción nos olvidamos o debilitamos las consideraciones que aseguren la estructura y el buen funcionamiento de los ecosistemas forestales.
Si asociamos el concepto de conservación solo a la intangibilidad de áreas protegidas no damos cuenta de las diversas expresiones de aprovechamiento sostenible de recursos que permiten las áreas protegidas según su categoría y según su zonificación (se refiere a las áreas protegidas de uso controlado).
Para superar las aparentes incompatibilidades entre conservación y desarrollo habría que tomar en cuenta las siguientes consideraciones:
El enfoque sistémico busca sopesar las diferentes dimensiones de la realidad y la decisión final corresponde a procesos técnico-políticos. Perspectivas como gestión de cuencas, ecología de paisajes, paisajes culturales, paisajes bioculturales van en esa dirección.
Los procesos técnico-políticos que definen el grado de uso o mantenimiento de la integridad de un ecosistema aluden a la participación, al proceso de consulta previa, al diálogo intercultural. Esto implica la buena gobernanza, a la profundización de la democracia y la ciudadanía activa.
Mejores niveles de coordinación entre niveles de gobierno, entre sectores, entre departamentos y entre personas. Ello demanda no solo trabajo inerdisciplinario sino también transdisciplinario.
Estos procesos de deliberación pública-privada son expresiones de diálogo fecunda entre comunidades extendidas de pares que quiere decir que participan todos los actores involucrados bajo principios de buena fe, transparencia, equidad en la afirmación y respeto mutuo. Implica a todas luces superar los procesos asimétricos de diálogo.
Superar el pensamiento binario y aceptar que la época demanda hacer frente la complejidad y la incertidumbre. Más que soluciones facilistas en uno u otro sentido se requiere soluciones inteligentes, sensibles y comprometidas con la vida presente y futura.
Recanalizar las energías, experiencias y propuestas para superar la confrontación a partir de un espíritu constructivo. Ello requiere capacidad de establecer diálogos fecundos a partir de la capacidad de encontrarse, de predisponerse a aprender uno del otro y tener la predisposición mutua a la transformación.
La creatividad y la innovación son elementos fundamentales para abrir nuevas perspectivas y posibilidades más allá de los pensamientos reductores. La búsqueda de terceras opciones es crucial para no quedar encerrado en paradigmas, discursos y sentimientos que simplifican la realidad.
Cuando se trata de reducir los índices de contaminación ambiental y fomentar la práctica de la Cultura del Reciclaje, los latinoamericanos sufrimos de un continuo bloqueo mental, que nos impide asumir la responsabilidad de proteger los recursos naturales del Medio Ambiente, y generar respuestas positivas de cambio a favor del saturado planeta Tierra.
La sistemática indiferencia ecológica en América Latina, permite que los latinoamericanos produzcan de 0,7 a 1,3 kilogramos de basura a diario, por lo que cada 24 horas se originan más de 500 mil toneladas de desechos sólidos, que termina promediando casi 200 millones de toneladas de residuos anualmente. De esa trágica cifra, se recicla menos del 15% de los materiales orgánicos e inorgánicos que se descargan en los vertederos de basura a cielo abierto, los cuales acumulan, queman y contaminan toda la desidia ambiental, ocasionada por la ignorancia de los más de 600 millones de latinoamericanos que atiborran las calles de nuestra capitalista geografía.
Desayunamos, almorzamos y cenamos, pero ¿Dónde termina el cartón de huevos, la botella de Coca-Cola y la lata de atún?
Compramos, vendemos y regalamos, pero ¿Dónde termina la colilla del cigarro, el blister de los juguetes y el vidrio de los licores?
Leemos, viajamos y rezamos, pero ¿Dónde termina el papel periódico, las hojillas de afeitar y los test de embarazo?
Lloramos, reímos y soñamos, pero ¿Dónde termina el envase del cloro, el envoltorio de las galletas y las cáscaras de las frutas?
Trabajamos, dormimos y despertamos, pero ¿Dónde termina el pañal desechable, los discos compactos rayados y la mugre de las uñas?
Nacemos, crecemos y morimos, pero ¿Dónde termina el pote de champú, el tetra pak de la leche, las jeringas del hospital y las bujías oxidadas?
La respuesta es muy sencilla. Gran parte de la basura latinoamericana termina aglutinada en una genérica bolsa de plástico negra, blanca o transparente, que se deposita en el genérico contenedor de basura frente a nuestro domicilio, esperando que las agujas del reloj marquen la impuntual llegada del genérico camión compactador, que trasladará con gritos industriales todos los desechos sólidos hasta el genérico vertedero a cielo abierto, para que de generación en generación se repita la misma errática historia de abuso ambiental.
¿Por qué somos tan sinvergüenzas? Vivimos destruyendo el entorno biofísico que albergamos, y nos quedamos calladitos ante el gran ecocidio que perpetramos en la oficina, en el hogar, en las plazas, en los parques, en las playas y en las aceras de nuestros países. Desde Toluca de Lerdo en México, pasando por Maracaibo en Venezuela, y llegando hasta Tucumán en Argentina, observamos que la irracionalidad ecológica de la población latinoamericana, demuestra la falta de Conservacionismo entre los ciudadanos, y la negativa de los gobiernos de turno en aplicar la normativa legal que prioriza la práctica obligatoria del reciclaje.
Surgen las interrogantes ¿A qué normativas legales nos estamos refiriendo? ¿Será a las fantasmagóricas leyes sobre la Gestión Integral de los Desechos Sólidos, o a las ordenanzas municipales que nunca se transfieren a la colectividad?
Es obvio que la política ambiental vigente en Latinoamérica, coexiste con el mal olor, con las ratas, con los cerdos, con las moscas, con los gusanos, y con el metano que habita debajo de las capas de basura en La Ciénaga, en El Rodeo, en La Bonanza, en Yotoco, en Villa Hayes, en Norte III, en La Esmeralda, en La Chorrera, en El Milagro, en Cerro Patacón, en San José, en La Cañada, en Zona 3, en Las Iguanas, en Santiago Poniente, en Doña Juana, en Atiquizaya, en Huajara, en Yopal, en Calle 100, en Los Pinos y en el resto de los laberintos de aniquilación ambiental, mejor conocidos como rellenos sanitarios, vertederos o botaderos de basura.
Recordemos que los mencionados laberintos del ecocidio, no fueron, no son y nunca serán la respuesta ambientalmente inteligente para alcanzar el desarrollo sostenible y sustentable de los pueblos. La cal, el aserrín y la arena, no pudieron ocultar las prolongadas grietas del extinto Jardim Gramacho, que vivió más de 30 años soportando la extrema negligencia carioca, y pronosticó la imparable crisis ecológica del actual siglo XXI.
Por desgracia, los rellenos sanitarios no representan un mecanismo técnico eficaz para disponer de la basura urbana. La verdad, es que son improvisadas áreas naturales demarcadas con estratégicos vocablos politizados, donde las empresas contratistas jamás terminan recolectando, clasificando y llevando la basura hasta los centros autorizados de reciclaje, que aprovecharían los materiales desechados en aras de su reutilización como materia prima, para la fabricación de nuevos productos de bajo impacto ambiental.
Por el contrario, en América Latina se acostumbra a quemar la basura en horas de la madrugada, desprendiendo un huracán de cenizas tóxicas que maltrata la calidad del aire, y provoca enfermedades respiratorias a las personas que las inhalan, pues esas sustancias nocivas para la salud, malogran los pulmones de los Seres Humanos y carcomen la caja torácica del alérgico Medio Ambiente.
Imagina que se queme una bombilla rota en un vertedero de basura, cuyo mercurio se mezcla con el poliestireno expandido de una vieja manualidad escolar, la cual se filtra con la espuma alcoholizada que quedó atrapada en las botellitas de las cervezas, y acabó sulfatándose con las pilas alcalinas usadas por la cámara digital.
Si admitimos que la irresponsable quema de basura a cielo abierto, se efectúa los 365 días del año en diferentes localidades de nuestros países, podemos entender el colosal círculo vicioso en el que nos hallamos inmersos. Además, estamos dañando la capa vegetal de los ecosistemas, propiciando la entrada furtiva de familias que viven en estado de indigencia, colapsando las alcantarillas en épocas de lluvia, y acrecentando la plaga de roedores, aves carroñeras e insectos que llegan hasta los centros urbanizados en los que vivimos, originando una crisis epidemiológica que afecta a todos los estratos sociales.
Seamos sinceros, la solución del escollo socio-ambiental presentado, va más allá de modernizar, eliminar o maquillar la basura acumulada en los rellenos sanitarios. Lo que en realidad enfrentan los latinoamericanos, es una asfixiante tendencia consumista encabezada por el todopoderoso dios dinero, a quien no le interesa el fatal destino de su capitalismo salvaje y de sus esclavos, para transformarlos en piltrafas humanas disfrazadas de hombres y mujeres con agudo pensamiento crítico.
El chiste es trabajar, comprar, ganar, codiciar, envidiar, robar, matar y volver a contarle el chiste al vecino. Por eso, la adicción a la oferta y demanda de cualquier mercancía subastada, se sincroniza con la clásica debilidad cognitiva del proletariado, que siempre se niega a ejercitar la maléfica Cultura del Reciclaje, la traicionera Eficiencia Energética y el pecaminoso Ahorro del Agua Potable. Así, el gran ecocidio se vuelve tan rápido y furioso, que no llegamos a comprender las consecuencias de reír a carcajadas, por la amarga cotufa de nuestro espectacular egoísmo consumado.
No importa si son niños, adultos o ancianos. Los latinoamericanos no tenemos la suficiente madurez intelectual, para reconocer la importancia del Medio Ambiente y ayudar con el cuido de la hermosa Gaia. Hay mucha terquedad en la sien del pueblo, que sigue bloqueado ante la posibilidad de reflexionar por las constantes injusticias ambientales cometidas en sus territorios.
Así como tenemos la voluntad de pasar horas conectados a las redes sociales en Internet, también podríamos reciclar los envoltorios de las golosinas después de comerlas. Así como tenemos la voluntad de ir al cine y ver los atractivos estrenos hollywoodenses, también podríamos reciclar los componentes electrónicos del televisor obsoleto. Así como tenemos la voluntad de casarnos en la Iglesia, procrear muchísimos hijos y divorciarnos luego de nueve meses, también podríamos reciclar la montaña de basura que compartimos en la inolvidable luna de miel.
Odiamos el reciclaje, porque desde la infancia nos dijeron que la basura no se toca, pero sin darnos cuenta, nos convertimos en basura al no tocar el arte del reciclaje. La gente piensa que la basura desaparece como por arte de magia frente a sus ojos, y consideran que no existen razones para sentir un mínimo de remordimiento. Vemos que la mayoría de las personas, siempre lanzan con furia los desperdicios en el contenedor de la basura. Lo hacen con rabia, con mucho enojo y de forma brusca. Nadie quiere sacar la basura a la calle, porque genera fastidio, pena y vergüenza.
Pero, fuimos nosotros quienes compramos todos esos productos que atosigaron al carrito del supermercado, y los pagamos con la tarjeta de crédito, de débito o en efectivo. Fuimos nosotros quienes cocinamos, comimos y usamos esos alimentos adquiridos en las tiendas por departamento. Fuimos nosotros quienes devoramos el empaque de McDonalds con las hamburguesas, los refrescos y las papas fritas.
Pese a ello nos preguntamos: ¿Por qué después del festín consumista ya nadie quiere responsabilizarse de la basura producida? ¿Será que pasamos de ángeles a demonios en un santiamén? ¿Será que somos los grandes cómplices de la barbarie ecológica que ampara al siglo XXI?
Creemos que el planeta Tierra es un majestuoso orgasmo cósmico, y que la vida es el mejor sueño en la historia del Universo. Tenemos la suerte de vivir en un refugio seguro para la existencia humana, ya que reúne las condiciones idóneas para custodiar el transcurrir de nuestra efímera vida. Por eso los Seres Humanos estamos en deuda con la Pachamama, y debemos conllevar un modus vivendi que priorice el bienestar de los recursos naturales, y permita una favorable interacción con su sagrada biodiversidad.
Meditemos sobre el desastre ecológico que exterioriza el atiborrado planeta Tierra, aceptando los prejuicios sociales que existen alrededor de la recolección de la basura, el doble discurso de los gobernantes que se cargan de demagogia para conseguir más votos del pueblo, y la apatía de la ciudadanía que se transforma en los mejores títeres del aberrado show circense.
El reciclaje requiere de un trabajo mancomunado entre los organismos públicos, la empresa privada y las ONGs, para cumplir con la sinergia ambiental de la regla de las 3rs (reducir, reutilizar y reciclar). Aquí NO funciona el individualismo, la hipocresía y el burocratismo. Sin embargo, en los países latinoamericanos el ámbito político se encarga de condicionar toda la peste que menosprecia, soborna y destruye el interés conservacionista de ayudar sin pedir nada a cambio.
Estamos resintiendo el déficit de programas ambientales que realmente valoricen la recuperación y la reutilización de la basura doméstica e industrial, porque los regímenes gubernamentales dependen de la Cultura del Consumo, del Derroche y del Descarte, para maximizar el grado de felicidad, confort y placer de sus engreídos habitantes. Aunque nos duela reconocerlo, si nuestros compatriotas latinoamericanos no son amenazados con el pago de unidades tributarias, con muchísimas horas de servicio comunitario, con la privación de libertad o con cualquier otra artimaña legal, pues nunca van a formar parte de la consecuente cadena del reciclaje.
Para colmo de males, los supermercados, abastos y demás comercios que ofertan productos de consumo masivo, rechazan la aplicación de mecanismos de devolución, acopio, almacenamiento y transporte, que garanticen la reutilización del plástico, vidrio, cartón, papel o metales obtenidos con las ventas al mayor y detal. Tan solo se vislumbra un frenesí de consumismo, que juega con el poder adquisitivo de los clientes, y no asume la culpa del libertinaje ambiental reinante.
Si bien muchos productos de primera necesidad, exhiben un símbolo ecológico que invita a depositarlos en un contenedor de basura, o a reciclarlos en una planta de tratamiento de residuos. El gran inconveniente, es que esa información gráfica se halla escondida en el empaque, envase o botella. Con alevosía, las transnacionales colocan la imagen de manera muy pequeña, casi imperceptible e ilegible para la vista del tradicional consumidor analfabeto. Se sabe que nadie va a leer ni a practicar el reciclaje. Los propietarios de los supermercados también se lavan las manos, asumiendo que toda la lista de deberes y derechos está explícita en la etiqueta de los artículos, por lo que no se sienten aludidos ante el semejante despotismo socio-ambiental causado.
Gran parte de las toneladas de la basura latinoamericana NO es biodegradable. La obsolescencia programada de la Madre Naturaleza, puede tardar de 5 a 1000 años en degradar todo el plástico que se mezcla con tintas artificiales, aluminios, resinas sintéticas, escombros de la calle y pulpa de celulosa. Por eso, mientras esperamos el lanzamiento del nuevo Iphone, del nuevo Galaxy, de la nueva Macbook, del nuevo Android y del nuevo Xperia, podríamos visitar alguna región de los ancestrales pueblos originarios, para pedirles perdón de rodillas a cada uno de nuestros hermanos indígenas, quienes son los más perjudicados por la sobreexplotación de los recursos naturales y por la quema de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón), que va deforestando, contaminando y arrasando con la nobleza de los más inocentes.
La culpa no es de los chilenos, de los mexicanos o de los brasileños. Tampoco de los venezolanos, de los argentinos o de los ecuatorianos. Ni mucho menos de los colombianos, de los peruanos o de los bolivianos. Todos pero absolutamente TODOS los latinoamericanos, somos culpables del gran ecocidio protagonizado en el siglo XXI. Estamos ciegos, sordos y mudos, porque no recibimos clases de Educación Ambiental en nuestro proceso de aprendizaje escolar. Los profesores nos llenaban el cerebro con palabras en Inglés, con cálculos de Álgebra y con frases de Filosofía, pero nunca nos enseñaron a clasificar los residuos del desayuno, a reutilizar la tiza del pizarrón y a reciclar los hematomas del recreo.
La tendencia negativa en América Latina se agudizará en los próximos 15 años, a causa de la aglomeración del incontrolable e-waste, por la expansión de la chatarra de automóviles y neumáticos en terrenos baldíos, por el desaprovechamiento de la minería urbana para frenar la alta tasa de desempleo, por el hipnótico bombardeo publicitario que se transmite en los canales de TV, por la no masificación de centros de reciclaje que sean fácilmente localizables en las calles, por la no comercialización de productos fabricados 100% con materiales reciclados, y por la falta de diversificación de la matriz energética, que castigará con fuerza al horizonte ecológico latinoamericano, incrementando los niveles de polución por las emisiones de gases de Efecto Invernadero.
Como vimos a lo largo y ancho del informe, el reciclaje es una auténtica letra muerta para los gobiernos, las comunidades y sus lugareños. Los hogares latinoamericanos no separan la basura doméstica desde la fuente, ya sea por desconocimiento, conformismo o porque saben que el camión compactador del aseo urbano, se encargará de mezclar todos los residuos y estropeará la tarea del reciclaje.
Ya basta de infructuosos planes pilotos, de corruptos acuerdos bilaterales y de trilladas charlas dictadas el 17 de mayo, que jamás obligan a practicar el Conservacionismo. El libre albedrío del híper-consumismo, nos ahoga con tanta basura de los pies a la cabeza. Ojalá que podamos encontrar la llave y desbloquear el reciclaje en Latinoamérica, para que ya no sea un tema tabú, una piedra en los zapatos, o una mancha de sangre que germina en lo más profundo del bosque.
*Articulo tomado de: http://www.ecoportal.net/Temas-Especiales/Basura-Residuos/El-problema-de-la-basura-en-las-calles-latinoamericanas
Europa / Alemania/ Agosto del 2016/Noticias/www.hispantv.com
Los primeros habitantes de América no llegaron al continente desde Siberia, según un estudio que ha publicado este jueves la revista científica ‘Nature’.
Investigadores daneses sostienen que ese paso, transitable hace entre 14.000 y 15.000 años, no estaba entonces colonizado por plantas y animales, por lo que es improbable que los humanos pudieran emprender una larga migración a través de esa vía.
Durante décadas se pensó que el pasillo de hielo abierto en el oeste del actual Canadá era la única ruta para penetrar en Norteamérica para los humanos que habrían cruzado el llamado puente de Beringia, la tierra donde actualmente se encuentra el estrecho de Bering.
Eske Willerslev y su grupo de la Universidad de Copenhague han analizado muestras de sedimentos recogidas en nueve puntos de Canadá para reconstruir el medio ambiente de los últimos miles de años y han determinado que la primera vegetación en el corredor abierto en el hielo surgió hace unos 12.600 años.
Al mismo tiempo, aparecen en el registro geológico los primeros restos de bisontes y mamuts, que fueron una importante fuente de alimentación para los humanos que habitaron esas regiones.
Esos hallazgos sugieren que esa vía no fue probablemente utilizada por oleadas migratorias hasta miles de años después de que los primeros pobladores alcanzaran el continente americano, ya que les habría resultado imposible obtener los recursos alimenticios y el refugio necesario para sobrevivir a un viaje de más de 1500 kilómetros.
“Está ampliamente aceptado que los primeros humanos estaban presentes en Suramérica hace unos 14.700 años y que el hielo bloqueó el corredor (de Norteamérica) desde hace 23.000 años hasta hace entre 15.000 y 14.000”, señala en un artículo enNature la investigadora británica Suzanne McGowan.
Esos tiempos “hacen dudar que fuera posible para los humanos cruzar el continente entero en una ventana de tiempo de unos 300 años”, explica McGowan, que subraya que la hipótesis de una expansión a través de la costa del Pacífico es más plausible que la entrada a través de Siberia.
Esa colonización se habría llevado a cabo “ya fuera moviéndose a través de la tierra costera, libre de hielo en los márgenes debido al descenso en el nivel del océano, o bien través de desplazamientos marítimos”, señala la investigadora.
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