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Eloísa Bordoli: “La escuela sola no puede”

 

Sobre los formatos curriculares homogéneos, la diversidad y la desigualdad, hablamos con la directora del Instituto de Educación de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.

En los últimos años, desde la academia y algunas organizaciones sociales se ha empezado a reivindicar y estudiar la construcción de “lo común”. Eloísa Bordoli, maestra, licenciada en Ciencias de la Educación, doctora en Ciencias Sociales y actualmente directora del Instituto de Educación de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, se ha especializado en políticas curriculares, y en particular ha estudiado últimamente las tensiones entre “lo común y los particularismos”. Bordoli considera que la educación debe trascender las demandas del mercado y ser “una apuesta a la posibilidad de construir el futuro”, y plantea que los programas curriculares deben “reconocer la diversidad sin perder de vista que hay un horizonte común que debe garantizarse”. Además, afirma que le “rechina” que se diga que la escuela reproduce la desigualdad, porque esos discursos “sólo dicen parte de la cosa”.

En su trabajo de investigación plantea como hipótesis que los diseños curriculares y las “formas escolares” homogéneas (por formas escolares se entienden los tiempos escolares, los espacios, las formas de enseñanza –en particular la del maestro dando la clase a todo el grupo–) se asociaron a “la manera legítima de comprender la construcción de lo común”. Históricamente, este proceso se ubica en la segunda mitad del siglo XIX y retoma la idea de José Pedro Barrán acerca de cómo la civilización disciplina a la barbarie: “Hay textos de Varela, inspirados en algunos de Sarmiento, en el cual plantea al niño como un bárbaro etario y al gaucho como un bárbaro salvaje, y la escuela tenía, de alguna manera, la misión de inscribirlos”, dice Bordoli, instalando la idea de que la igualdad queda asociada a la homogeneidad. La idea también tiene sus raíces en la “utopía de Comenio”, uno de los pedagogos que instauró las bases de la didáctica, que afirmaba que se puede enseñar todo a todos. “Eso llevó a determinados diseños institucionales y dispositivos de enseñanza iguales para todos. Ahí se construye una equivalencia entre lo que puede ser la ampliación utópica de horizontes integradores para los sectores más desfavorecidos pero en un patrón homogéneo. Lo universal se configura en exactamente lo mismo para todos”, explica la investigadora.

Ahora, ¿qué pasa en la actualidad, cuando emerge un conjunto de reivindicaciones que surgen desde la diversidad y los particularismos? Es entonces cuando surgen las tensiones. Sobre estas tensiones, la confusión entre diversidad y desigualdad, los planes socioeducativos focalizados y las perspectivas que han adoptado las reformas educativas en los últimos años conversamos con Bordoli.

¿Qué pasó con esa idea de homogeneidad asociada a la igualdad cuando irrumpió un conjunto de reivindicaciones a partir de la diversidad?

Eso homogéneo se ha fragmentado y ha fracasado como proyecto, además de no habilitar la posibilidad de desarrollo de las diversidades de los sujetos o de los grupos poblacionales. Entonces, se están buscando caminos de inscribir en un marco de justicia, lo que algunos autores llaman justicia curricular o justicia educativa, que habilite por un lado la distribución de los bienes culturales –que es lo que hace a la especificidad de lo educativo–, conjuntamente con el reconocimiento de las diferencias de los sujetos y de los grupos de pertenencia en los cuales cada uno de ellos se inscribe, con procesos de participación de esos sujetos en las formas de tramitación y de construcción de un lazo de filiación con la cultura. Ese es el desafío en abstracto. En concreto, uno puede pensar que en los años 90, con las reformas educativas que se fueron desarrollando en el conjunto del continente, en nuestro país esto tuvo un sesgo amortiguado o heterodoxo; lo que se buscó fue la modalidad de compensación o de focalización de determinadas políticas para aquellos que no tenían cabida en el sistema o tenían aprendizajes de baja intensidad.

¿En qué sentido fue una reforma amortiguada?

Uno de los problemas que tenemos en educación tiene que ver con determinadas modas o formas de imposición de discursos regionales e internacionales, que buscan resignificar el campo de la propuesta educativa. Como señalan algunos colegas, en nuestro país tenemos una forma amortiguada de tramitar los procesos de transformación, que hizo que las reformas de los 90 no fuesen tan neoliberales como fueron en Chile, Argentina u otros países, sino que hubo un refuerzo presupuestal del Estado, una implementación de políticas particulares para aquellos sectores en desigualdad. No obstante, algunas de estas premisas permearon; por ejemplo, que el otro es el diferente y el culpable de su situación; él o su familia, por ubicarse en un contexto socioeconómico desfavorable o porque la madre tenga un bajo capital cultural, son las variables explicativas para el fracaso escolar del niño. En el esquema de los 90, ante eso hay que aplicar políticas focalizadas para compensar esas situaciones, porque era mejor que el chico estuviera en la escuela.Es lo de la frase famosa, cuando [el ex presidente del Consejo Directivo Central, Germán] Rama defiende el mensaje presupuestal de la ANEP [Administración Nacional de Educación Pública] en el Parlamento: “Va a salir más barato hacer escuelas de tiempo completo ahora que cárceles mañana”. A partir de la asunción de los gobiernos progresistas, en nuestro país en particular, pero también en la región, uno de los aspectos que aparece es que se empieza a problematizar y a visualizar esta dificultad: que es necesario mantener un horizonte universal y atender, además, las desigualdades. Allí, según las investigaciones que hemos hecho, uno podría decir que se configura un discurso híbrido que busca un Estado que se haga cargo de la responsabilidades y ofrezca garantías al derecho de la educación y que, en ese sentido, apunte a la construcción de lo común, conjugándolo con los particularismos. Hay una tensión en esa articulación discursiva. Hay una apuesta a que lo común es posible, porque la educación es un derecho que garantiza distribuciones de los bienes culturales que han sido legitimados por una comunidad particular, y las nuevas generaciones son merecedoras de apropiarse de esos bienes culturales, pero a la vez con una atención o una escucha a las necesidades más de orden particular, buscando no discriminar al otro por su condición diferente. Allí hay una tensión. Las políticas de inclusión educativa o socioeducativas impulsadas en los gobiernos progresistas no han podido resolver plenamente esto, sino que hay una sensibilidad, que es una sensibilidad histórica de inscripción de los sujetos en algo que es común, que tiene que ver con la cultura, con esos patrones de filiación del sujeto, con los otros, a la vez de atender el conjunto de diferencias que se están dando.

¿Cuál es la diferencia entre esas dos etapas?

La construcción de sentido. Las políticas tienen dos componentes: uno es de intervención frente al diagnóstico de un problema, pero el otro tiene que ver con la construcción de sentido de esa política. ¿El sentido es el reconocimiento de la diversidad del otro o la culpabilización de la situación del otro? Ahí hay una diferencia radical entre las políticas de los 90 y las que se han implementado en estos períodos. La otra diferencia sustantiva tiene que ver con los horizontes de inscripción, en clave de buscar las articulaciones que hacen a lo común pero atendiendo la pluralidad de gramáticas o la pluralidad de necesidades de los sujetos. ¿Cómo se resuelve eso en los programas educativos concretos? Es un punto que se pone en tensión, como todas las cosas del orden de lo educativo y de lo humano, no es blanco o negro. Creo que una de las claves, que también es un rasgo diferencial de estas ultimas políticas educativas que se han ido aplicando, tiene que ver con la posición o el lugar que se les otorga a los docentes. Uno podría decir, esquemáticamente, que en el modelo de los 90 el docente era alguien a quien había que capacitar, había que brindarle herramientas, porque no tenía las capacidades suficientes para enfrentarse a las nuevas realidades o no estaba actualizado desde el punto de vista didáctico o disciplinar. En estos períodos una línea estratégica que se ha seguido tiene que ver con el lugar de participación y de construcción colectiva que se le otorga al docente, que se puede analizar por dos vías de entrada. Por un lado, la UNESCO en el año 2000 se dio cuenta –y tiene que ver con lo que decía de las modas educativas– de que para reformar la educación las reformas curriculares (que fueron un patrón común en los 90) no eran suficientes. Vos podés cambiar el diseño curricular, pero después el que trabaja es el docente. Esto no quiere decir que los cambios curriculares no afecten, porque los currículums operan como norma, pero la prescripción tiene un margen, que es la mediación del docente. La UNESCO analizó esto y dijo: “El centro es la cuestión docente, entonces lo que hay que hacer es apuntar a los procesos de capacitación docente”. Ahí hubo un giro. Esa es una de las vertientes del discurso educativo en el cual se revaloriza al docente, que entró a nuestro país. Otra vía de análisis tiene que ver con la propia construcción del cuerpo docente, en su historia pedagógica y sindical, de las reivindicaciones de su figura para transformar lo educativo. Hubo muchísima experimentación pedagógica en la cual los docentes eran protagonistas, y eso es un legado hacia el que los gobiernos progresistas de nuestro país son muy sensibles, porque la mayoría de quienes están o estuvieron en la dirección vienen de allí. Entonces, se pudo implementar el Congreso de la Educación y también los consejos han sacado resoluciones en las que habilitan y estimulan la experimentación pedagógica. Hay muchísimas escuelas, también experiencias a nivel de UTU y secundaria, en las que se están alterando las formas de trabajo, ya sea de todo el dispositivo escolar, ya sea de trabajo con la comunidad, ya sea de la enseñanza en el aula. En esos tres niveles hay cambios que vienen construidos por los docentes. Esta es otra vertiente explicativa de la importancia del rol y de la participación docente en la construcción de las propias propuestas pedagógicas.

Volviendo a la idea del currículum como lo homogéneo, en tu trabajo planteás que en parte estos formatos escolares rígidos explican la dificultad para introducir innovaciones. ¿Por qué es tan difícil implementar cambios en educación?

Hay muchísimos estudios en Estados Unidos, Europa, América, acá, que muestran esto. Hay una pregunta que retoma Graciela Frigerio que es de dos historiadores de la educación norteamericanos: ¿quién reforma las reformas? Los docentes hibridizan las nuevas orientaciones, no sólo porque hay una mediación de un sujeto intérprete, que imprime según su saber profesional específico, su experiencia y su historia profesional, sino también porque la institución escolar muchas veces tiende a mimetizar el cambio, a mediar sobre el cambio. Por ejemplo, el Programa Maestros Comunitarios (PMC), que surge por una ONG, después vive por dos años un proceso de institucionalización. De ese proceso hay dos cosas que son relevantes: una, que los docentes empiezan a visualizar la importancia de ese programa y a transformarse ellos mismos en su práctica. Pero por otro lado, ¿cuál era el riesgo central? La excesiva institucionalización del programa, que se pegara tanto a la institución escolar y a sus formas, que perdiera su rasgo diferencial. El riesgo es que estos programas, que de alguna manera interpelan la gramática dura de lo escolar, no terminen siendo un programa más para aquellos chicos que presentan baja intensidad en los aprendizajes y transformándose, por esa vía, en un programa focalizado para algunos sujetos, en lugar de un programa con una capacidad de interpelar al maestro en su posición de enseñante y a la institución en su conjunto.

El PMC puede ser un ejemplo de cómo la innovación cuesta, porque si bien hay evaluaciones que indican que mejoran los aprendizajes, sigue siendo un programa focalizado que no cambia totalmente la escuela.

La razón explicativa de las autoridades es que es focalizado porque no está la plata suficiente. Pero tiene una vocación universal: el foco del problema no es el niño o su familia, el foco es la escuela y cómo la escuela puede transformarse y hacerse más hospitalaria, renovarse en función de la diversidad a la que se enfrenta. Una de las cosas que me interesa subrayar es que uno puede identificar una diversidad cultural, hay diferencias en las variaciones lingüísticas de los sujetos, y desde el punto de vista de un proyecto político cultural, que de alguna manera es lo que la escuela promueve, se puede reconocer esa diversidad y articular sin perder de vista que hay un nosotros, un horizonte común que debe garantizarse. Pero otra cosa es la desigualdad. En el mundo neoliberal, con esas frases de “hacé la tuya” y “viva la diferencia”, en realidad lo que se está ocultando es la fragmentación y la desigualdad de un neoliberalismo salvaje. Creo en apostar a que la escuela tiene la especificidad de la redistribución de los bienes culturales a todos y también es uno de los vehículos centrales para la inscripción de un nosotros plural, con diversidad, por eso digo que eso es una cuestión en tensión; es bien distinto a que cada un haga la suya, lo que refuerza la fragmentación y la desigualdad. Más allá de que uno pueda interpelar las formas muy homogéneas de lo escolar y la necesidad de que puedan modularse de modo diferente las propuestas educativas y los diseños curriculares, la escuela cumple allí un papel sustantivo, que es la construcción colectiva. Ahí no sólo se pone en juego la distribución de un conjunto de saberes específicos y desarrollo de habilidades de los sujetos, sino también la inscripción de ciertos valores éticos y políticos que hacen a lo común, que es sustantiva, y también es una misión de la escuela, en marcos de convivencia y tolerancia, atender la diversidad, pero eso la escuela lo tiene que seguir afirmando y reafirmando.

¿Cuáles serían los riesgos de los programas focalizados? Uno de los que se mencionan, por ejemplo respecto de Propuesta 2016 en secundaria, es el de la estigmatización de los colectivos a los que están dirigidos.

Esa es una de las críticas centrales sobre el riesgo de construir planes curriculares a medida. ¿La educación tiene que ser funcional a las demandas del mercado, a las demandas de la sociedad, o la educación debe trascender y habilitar las posibilidades de tránsito en lo que el chico quiera? La educación no puede ser medida en un horizonte pequeñito e inmediato, sino que tiene que ser una apuesta a la posibilidad de construir el futuro. Si vos diseñás un currículum a medida, la medida se va a reproducir; vos tenés que apostar a más. Hay algo del saber que es inconmensurable; uno debe apostar a que eso se desarrolle y potencie en el futuro, si no se cae en un funcionalismo y en reproducir los esquemas que ya están establecidos. Cuando uno lo piensa en el diseño concreto de programas, ahí se genera también una tensión. Es bueno pensar cuestiones que sean articulables. Por ejemplo, módulos que apunten al desarrollo cultural amplio del sujeto, ciudadano y político, de convivencia con lo diverso y con los otros, y módulos más particulares, en función de los distintos medios o situaciones en las cuales los sujetos se encuentran. Allí hay una cuestión que tiene una resolución del orden técnico, en la articulación de un diseño curricular particular, pero que trasciende lo técnico, porque implica una toma de decisión política y pedagógica sobre qué es a lo que el sujeto tiene derecho, qué es lo que el Estado debe garantizar como posibilidad de desarrollo y de crecimiento de los otros, y de movilidad. Hay una primera definición que es pedagógica y que es política, en el sentido de qué sociedad nos imaginamos, pero también después va a tener operativamente cuestiones más técnicas de cómo eso se puede articular, qué tiempos, qué espacios comunes puede haber, cuáles diferenciales; eso tiene una traducción después en lo que se llama la nomenclatura y la gramática de lo curricular.

Los porcentajes de deserción en educación media superior interpelan también lo curricular, en el sentido de por qué es que abandonan. Una sensibilidad contra la desigualdad puede también motivar la modificación de esos estándares.

Evidentemente, eso es una alerta. Más que amarilla, es una luz roja sobre lo que nos está pasando. Eso interpela al formato que la propia institución secundaria ofrece y también a los propios docentes en sus formas de enseñar. Uno podría decir: “La responsabilidad es de los ni-ni, que no quieren trabajar ni estudiar”. No, la responsabilidad es de todos nosotros, del Estado, de los docentes, las autoridades, los profesionales que trabajamos en estos temas, de toda la ciudadanía, es un problema de todos. Indudablemente, allí hay un cuello de botella que es bien importante para nuestra educación y en el cual hay que poner especial atención a las formas de los dispositivos institucionales, curriculares y también a la forma de enseñar. Lo que no quiere decir que porque están en determinado lugar yo les tengo que dar otra cosa: ‘Porque son de contexto vulnerable tienen que tener un programa de menor calidad, o menos tiempo, o más lúdico…’. No necesariamente es así. ¿Por qué no buscar los cambios institucionales que habiliten el tránsito de los sujetos por las distintas manifestaciones de la cultura?

El tema es cómo.

Claro. El cómo me parece que pasa, por un lado, en tener claro que son sujetos de derecho y que son sujetos iguales. Hay un filósofo francés, Jacques Rancière, que plantea como premisa que las inteligencias son iguales. Obviamente, esta es una formulación hipotética, que implica cómo me ubico yo ante el otro. Yo, docente, frente a la alteridad del otro; yo, institución educativa, frente a la diversidad de las alteridades de las comunidades en las cuales me inscribo para trabajar. Partiendo de esa premisa, el segundo paso es cómo podemos transformarnos, los dispositivos institucionales, los dispositivos curriculares, para poder albergar y hacer hospitalario el tránsito por las diferentes manifestaciones culturales que la educación tiene la obligación de redistribuir a todos por igual.

¿La escuela acrecienta la desigualdad?

Lo que hace la escuela pública es marcar un horizonte de inscripción de los sujetos, y por lo tanto fomenta e incrementa los procesos igualitarios. Uno puede discutir cómo mejorar o cómo promover mayores horizontes de integración o de igualdad a través de la escuela, pero la institución escolar, en esa utopía decimonónica de “los que han pasado juntos por los bancos de la escuela, no importando raza, sexo, diferenciación de clases sociales”, sigue estando presente en nuestra escuela pública. Quizás aquello de Florencio Sánchez, de “m’hijo el dotor”, la escuela como el vehículo de movilidad social, hoy no se puede visualizar tan claramente como hace unas décadas. Sin duda que hay, sobre todo a nivel de educación media y de enseñanza secundaria, cosas para modificar de forma de lograr que el total de los chiquilines terminen la educación. Lo que sucede es que todo pasa por la escuela. La culpa en este nivel siempre la tienen la madre y la escuela. Me parece que hay circuitos más complejos. Los dispositivos de enseñanza pueden y deben modificarse para que los chiquilines puedan transitar en instituciones más hospitalarias, en las cuales circulen el saber y las formas de convivencia. Es necesario que haya procesos de modificación y de actualización para que se garanticen las formas de distribución de la cultura; eso sí, siempre con participación de los actores y viendo que la escuela sola no puede. La escuela es un componente sustantivo en un entramado social mucho más complejo, que tiene que ver con otras inscripciones del mundo laboral, de los jóvenes en otros ámbitos, en otros circuitos culturales, en otras formas de participación. Me parece que se ha avanzado mucho, pero igualmente queda mucho para seguir haciendo allí. Lo que me rechina es eso de que la escuela reproduce las desigualdades. Es una afirmación muy fuerte. Quizás aquella escuela que se pensaba que era el motor del progreso y que iba a habilitar la movilidad social hoy no se visualiza con tanta fuerza, pero no sólo por la escuela: hay otras cuestiones del tejido social y del tejido cultural que no coadyuvan. Hay que preguntarse más integralmente qué lugar ocupa la escuela, qué posibilidades tiene y qué restricciones. Estos discursos, que se naturalizan, ¿qué habilitan? Habilitan propuestas educativas que son subvencionadas por el Estado, que indirectamente, por exoneraciones, por ley de mecenazgo, invierte en ellas, pero aparecen como de gestión privada. Entonces, crece ese sentido común de que lo privado es mejor que lo público. Sobre eso hay dos cosas que me parecen sustantivas. Una es que el Estado, de alguna manera, somos todos, y todos podemos participar en torno a eso. Y, por otro lado, la forma más transparente de elección de los docentes y los dispositivos las brinda el Estado: es el único que tiene concursos. Donde hay concursos para el ascenso es en el Estado, donde hay carrera docente es en las instituciones público-estatales, donde hay discusiones abiertas en las que pueden participar todos en torno a las formas curriculares es el Estado. Me asusta la instalación de esos discursos que, en definitiva, están ocultando o dicen sólo una parte de la cosa. Cuando uno dice una parte no es la verdad, sino que es una falsedad.

Fuente: https://educacion.ladiaria.com.uy/articulo/2019/1/con-la-investigadora-eloisa-bordoli-la-escuela-sola-no-puede/

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El ir y venir de las modas educativas

España / 13 de enero de 2019 / Autor: Marta Ferrero / Fuente: Cuaderno de Cultura Científica

Las modas educativas han existido siempre. Por moda educativa se entiende aquí a cualquier propuesta metodológica o recurso educativo que, en un momento dado, se cuela con furor en un determinado distrito escolar y, transcurrido un tiempo más o menos extenso, desaparece sin dejar prueba sólida alguna de haber contribuido al aprendizaje de los alumnos.

No todas las modas educativas son iguales. Hay modas “inofensivas”, ya que no implican cambios ni medidas significativas de ningún tipo, como aquella que introdujo la música de Mozart en las aulas para mejorar el rendimiento cognitivo de los alumnos. Y hay modas claramente perjudiciales, bien porque suponen un gasto sustancial de tiempo y dinero que pueden dedicarse a metodologías con eficacia probada (Busso y Pollack, 2014), bien porque pueden dificultar o impedir el aprendizaje de todo el alumnado o, como mínimo, de una parte del mismo (Carnine, 2000). Un ejemplo del primer caso, en referencia a las modas perjudiciales, es la aplicación de la teoría de las Inteligencias Múltiples en las aulas (Hodge, 2005). Mientras que un ejemplo del segundo caso es (o, quiero pensar, fue) la adopción del método global para la enseñanza inicial de la lectura (Stahl, 1999). Son estas últimas modas las que centran el contenido de este post.

Antes de continuar, conviene aclarar que el término moda educativa no es irremediablemente sinónimo de innovación educativa. Una moda educativa no se apoya en ninguna teoría válida ni está respaldada por estudios científicos que demuestren su eficacia. Habitualmente, su difusión viene de la mano de determinadas empresas o personas afines que logran popularizarla entre los responsables de la formación continua del profesorado, las autoridades educativas o los propios docentes a través de libros, publicaciones periódicas o estudios preliminares de baja calidad (Slavin, 1989). Por el contrario, una innovación educativa puede referirse a cualquier elemento novedoso que se introduce en un sistema educativo o colegio y conduce a un cambio en las ideas, prácticas, productos o servicios del mismo (Carrier, 2015). Este cambio puede estar o no respaldado por la evidencia.

¿Cómo se popularizan las modas educativas?

En el año 2017, Nathalie Carrier publicó un trabajo fruto de su tesis doctoral que tenía como objetivo determinar qué estrategias se habían utilizado para difundir siete modas educativas concretas y qué lugar ocupaba la evidencia en este fenómeno, aunque ella emplea el término innovación. Los medios que examinó para determinar cómo se difunden las modas educativas fueron revistas de divulgación educativa y comerciales, periódicos locales y blogs. Para analizar el contenido de estos medios, utilizó seis criterios de persuasión recogidos en la literatura sobre psicología social: Compatibilidad con las ideas previas, accesibilidad para su uso mediante explicaciones claras, practicidad para el trabajo en el aula, evidencia o calidad de la investigación que lo avala, credibilidad de las fuentes de las que procede la información y atractivo, referido a si la innovación resulta profesional, personalizada y/o divertida. Para ser consideradas populares, las modas analizadas tenían que cumplir al menos cuatro de un total de seis requisitos como, por ejemplo, poseer una entrada en diez blogs diferentes, contar con un hashtag en Twitter o una página en Facebook o haber sido empleadas por 10.000 individuos, 10 colegios o 5 distritos escolares.

A continuación, se presentan las conclusiones principales de su trabajo. En general, las dos estrategias más utilizadas para promocionar las modas educativas fueron, en primer lugar y a gran distancia del resto, el atractivo y en segundo lugar la credibilidad percibida, por delante de la evidencia, la practicidad, la accesibilidad y la compatibilidad. Junto a esto, los medios recurrían a un lenguaje emotivo o descriptivo, más que a uno basado en la evidencia disponible, para publicitar la moda en cuestión. Además, apenas unos pocos documentos citaban estudios de investigación sobre las modas anunciadas para determinar la efectividad de las intervenciones y ninguno de ellos describía o exploraba en profundidad dichos estudios. Más bien, el tipo de evidencia en la que se apoyaban los documentos consultados eran estudios informales, anécdotas basadas en experiencias personales o datos estadísticos generales sobre los problemas que abordaban las modas o sobre su uso.

La información sobre un determinado método educativo puede sonar convincente al mostrarse adornada con historias y anécdotas emotivas o referencias a fuentes afines creíbles. Pero, a la vez, esta información puede no estar corroborada sino simplemente basada en argumentos incorrectos y rudimentarios. Por esta razón, la autora recomendaba a los docentes estar alerta ante las influencias y sesgos que pueden producir las estrategias usadas para difundir las modas educativas. Junto a esto, les aconsejaba ser prudentes y formular preguntas críticas sobre dichas modas como, por ejemplo, qué estudios cuestionan su eficacia o, al menos, cuestionan los inconvenientes potenciales de la misma. Para terminar, Carrier sentenciaba que las estrategias detectadas a través de su trabajo de investigación pueden conducir a la difusión de modas ineficaces, inútiles e incluso perjudiciales para los alumnos.

En 1989, Robert E. Slavin describía las etapas por las que pasan las modas educativas hasta popularizarse dentro de la comunidad educativa. A modo de resumen, este investigador situaba como primera etapa la publicación de un método concreto en un libro, publicación periódica popular o evento educativo, seguida por la presentación de resultados preliminares y prometedores, aunque frecuentemente con pruebas muy deficientes. A pesar de ello, el método se expande entre algunos distritos escolares, más tarde entre otros colegios entusiastas de la innovación para hacerlo más tarde entre los responsables de la formación del profesorado, inspectores de educación, etc. Por último, el método termina expandiéndose rápidamente al resto de colegios a través de breves talleres impartidos o bien por los propios creadores del método o bien por formadores profesionales o bien por personal del centro formado ex profeso para ello. Desafortunadamente, solamente cuando el programa ya está de moda y muchos profesores lo están aplicando en sus aulas, comienzan a hacerse evaluaciones rigurosas de su eficacia. De hecho, para cuando comienzan a publicarse estudios de calidad y revisiones, con resultados a menudo negativos, ya es tarde. También ocurre con frecuencia que, a estas alturas, el interés por el método ya ha disminuido y es otra moda la que ha comenzado a despertar entusiasmo entre el profesorado.

¿Qué se puede hacer para evitar que las modas educativas se cuelen en los colegios?

La forma de frenar este péndulo, este ir y venir de las modas educativas, sostiene Slavin (1989), es cambiar las reglas del juego bajo las que las innovaciones educativas son elegidas, implementadas, evaluadas e institucionalizadas. El autor afirma que la comunidad educativa tiene que demandar evaluaciones rigurosas sobre las propuestas educativas que se ofertan antes de adoptarlas. También subraya la necesidad de reemplazar los cursos y talleres de formación breves por otros más extensos que incluyan un seguimiento a medio y largo plazo para comprobar si una determinada propuesta educativa está funcionando o no. Este seguimiento, esta evaluación de la eficacia de la propuesta, ha de incluir grupo experimental y control, con medidas de pre y postest (a poder ser estandarizadas) y garantizando que la aplicación de la propuesta en el aula se ha evaluado bajo condiciones reales y durante períodos de tiempo realistas. Además, sería recomendable que esta evaluación se hicieran primero a pequeña escala y después a gran escala.

Ya en el año 2006, Ben Goldacre, científico y divulgador, advertía de la necesidad de dotar al profesorado de las herramientas y autonomía suficientes para juzgar críticamente si un método educativo dispone o no de pruebas suficientes y válidas para su implementación en las aulas, lo cual favorecería que los docentes dejaran de depender de las injerencias externas (opiniones de expertos, ideologías de uno y otro color, etc.). Sin embargo, son varias las señales que ponen de relieve que aún estamos lejos de este objetivo. Por poner solamente algunos ejemplos, los profesores tanto en formación como en activo, dentro y fuera de nuestro país, albergan hoy en día un elevado número de ideas erróneas sobre teorías y métodos educativos (Cunningham, Perry, Stanovich & Stanovich, 2004; Dekker, Lee, Howard-Jones, & Jolles, 2012; Echegaray-Bengoa & Soriano-Ferrer, 2015; Ferrero, Garaizar, & Vadillo, 2016; Fuentes & Risso, 2015; Tardif, Doudin, & Meylan, 2015; Washburn, Mulcahy, Musante, & Joshi, 2017). Además, consultan más revistas divulgativas que científicas (Ferrero et al., 2016), a las que por cierto consideran menos fiables, accesibles y útiles que los talleres y cursos de formación (Landrum, Cook, Tankersley & Fitzgerald, 2002). Por último, la formación que reciben los estudiantes de educación en métodos de investigación, estadística, búsqueda en bases de datos o lectura de artículos científicos es insuficiente (Ferrero, 2018) y puede impedir que los futuros maestros puedan beneficiarse de los avances científicos en materia educativa.

Si nuestra sociedad aspira a una educación basada en las mejores pruebas disponibles y no en modas que vienen y van, es fundamental mejorar la cultura científica de todos los agentes de la comunidad educativa. Mientras esto ocurre, se presentan a continuación diez señales de alerta que pueden emplear los docentes para detectar prácticas educativas sin pruebas válidas sobre su eficacia (Lilienfeld, Ammirati & David, 2012).

Fotograma de “The Simsons”, serie creada por Matt Groening para Fox Broadcasting Company

Diez señales de alerta para detectar prácticas pseudocientíficas

1. Falta de falsabilidad y uso excesivo de hipótesis ad hoc

La falsabilidad se refiere a la capacidad de refutar una teoría con la ayuda de la evidencia. Una forma de convertir una teoría en irrefutable es usando hipótesis ad hoc. Esto es, invocando nuevas hipótesis sobre un determinado fenómeno a los resultados obtenidos para explicar por qué no se han confirmado las predicciones de la teoría. Por ejemplo, ante la inferioridad del método global frente al alfabético en la enseñanza de la lectura, los defensores del primero podrían alegar que las tareas empleadas para medir la velocidad y precisión lectoras no son las adecuadas.

2. Falta de autocorrección

Frente a las correcciones graduales que se hacen constantemente a las afirmaciones científicas, las pseudociencias tienden a mantenerse estancadas a pesar de que cada vez haya más evidencia en contra de lo que defienden. Un ejemplo de esta falta de autocorrección se puede observar en torno a la teoría de los estilos de aprendizaje. A pesar de la cada más abundante y sólida evidencia sobre su invalidez, su uso está aún muy generalizado en las escuelas.

3. Énfasis en la confirmación

El sesgo de confirmación consiste en buscar únicamente evidencia que apoya las hipótesis propias a la vez que se ignoran o reinterpretan de forma selectiva aquellas que van en contra. Este sería el caso, por ejemplo, del método Berard, Para defender su eficacia ante múltiples problemas de aprendizaje y conducta (ver la última señal de alerta), sus creadores aportan en la web oficial diversos testimonios de clientes que afirman que el método ha cambiado sus vidas. Sin embargo, esta web no contiene ninguna mención sobre la posibilidad de que el método puede no funcionar en todos los niños.

4. Evasión de la revisión por pares

Aunque no es perfecta, la revisión por pares proporciona cierta protección frente a la investigación de baja calidad. Brevemente, ésta consiste en la revisión de los trabajos de investigación por parte de varios investigadores independientes, a menudo tres o más, antes de su publicación. Sin embargo, no todas las revistas exigen una revisión por pares para publicar un trabajo de investigación. Este es el caso, por ejemplo, de Brain Gym. Este método de gimnasia cerebral, que llegó a utilizarse en más de 80 países (Hyatt, 2007), incluye en su web oficial una pestaña con un extenso listado de estudios de investigación que supuestamente demuestran su eficacia. Sin embargo, la mayoría son estudios cualitativos. Y, entre los que son experimentales, solamente dos han sido publicados en revistas de revisión por pares.

5. Confianza excesiva en pruebas basadas en anécdotas y testimonios

La suma de anécdotas no equivale a hechos. Las anécdotas son difíciles de verificar, tienen una representatividad muy cuestionable y siempre son muy vulnerables a múltiples explicaciones alternativas. Un claro ejemplo del uso de anécdotas aisladas para defender la eficacia de una intervención la encontramos en torno al método Doman. No hay estudios empíricos válidos sobre su eficacia pero sí múltiples testimonios de usuarios particulares, normalmente familias, que defienden el “a mí me funciona” y que son presentadas por los promotores del método como pruebas irrefutables de su éxito.

6. Ausencia de conexión

La conexión se refiere a si un conjunto de afirmaciones están edificadas sobre o conectadas con afirmaciones o hallazgos previos válidos. Las pseudociencias a menudo carecen de esta conexión. Un ejemplo de ello es la idea de que las diferencias en el hemisferio dominante (cerebro izquierdo, cerebro derecho) pueden ayudar a explicar las diferencias individuales entre estudiantes. Los defensores de esta idea ignoran la gran cantidad de investigación que muestra que los dos hemisferios cerebrales siempre trabajan juntos así como que ambos hemisferios son mucho más similares que diferentes a la hora de procesar la información.

7. Afirmaciones extraordinarias

Las afirmaciones extraordinarias requieren de hechos extraordinarios. Sin embargo, muchas pseudociencias no cumplen esta premisa. Un ejemplo de ello lo encontramos en los llamados niños índigo, de los que los creadores del método Asiri (que ha aterrizado en nuestro país) hacen bandera. Según ellos, estos niños irían más allá en la evolución humana desde el punto de vista espiritual y mental. Sin embargo, no aportan ninguna prueba que demuestre esta sorprendente afirmación.

8. Falacia ad antequitem

Consiste en apelar a la antigüedad, al “se ha hecho siempre”, para defender la validez de una práctica concreta. Esto sucede en muchas escuelas de educación infantil de nuestro país que llevan décadas empleando el método Doman y el método patterning (del mismo autor) en las aulas. Otro ejemplo claro es el uso de ciertas pruebas proyectivas, como el dibujo de la figura humana, en el ámbito de la psicología escolar a pesar de la falta de pruebas sobre su validez.

9. Uso de un lenguaje hipertécnico

Dentro de la comunidad científica, con frecuencia es preciso introducir nuevos términos para describir un hallazgo reciente. Sin embargo, desde el campo de las pseudociencias, se hace un abuso de la jerga técnica para dotar de mayor credibilidad a sus afirmaciones. Por ejemplo, los partidarios de las terapias auditivas, como el método Tomatis o Berard, recurren a menudo a un lenguaje hipertécnico, con expresiones como “hipersensibilidad al sonido” o “interferencia con un procesamiento eficiente de las señales sonoras” a la hora de describir los problemas que supuestamente remedian.

10. Ausencia de condiciones límite

En contra de lo que hacen los científicos, los defensores de prácticas pseudocientíficas no definen los límites de las prácticas que defienden. Esto es, no especifican en qué casos es o no eficaz una intervención. De hecho, defienden su uso para un abanico excesivamente amplio de condiciones. Este es el caso por ejemplo del método Irlen, cuyos promotores defienden su utilidad para innumerables problemáticas tanto físicas (por ejemplo, confort y sensibilidad a la luz) como psicológicas (por ejemplo, atención y concentración).

Nota: Aunque para cada alerta se han aportado uno o dos ejemplos concretos, prácticamente todos ellos podría utilizarse para ejemplificar muchas de las diez alertas.

Referencias:

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Ferrero, M. ¿Qué saben los estudiantes de educación sobre métodos de investigación? Un estudio de los programas docentes españoles (en preparación).

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Fuente del Artículo:

https://culturacientifica.com/2018/05/17/el-ir-y-venir-de-las-modas-educativas/

ove/mahv

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Educación: los síes y los noes

España / 22 de julio de 2018 / Autor: Jordi Martí / Fuente: XarxaTIC

La opinología, mezclada con debates más o menos profundos, acerca de temas educativos está a la orden del día. Todo es cuestionable y debatible. No hay, quizás, ninguna idea que pueda denominarse válida y quizás, lo que haya sea muchos síes o noes condicionales. Defender un modelo educativo, una praxis metodológica, la existencia de certificaciones de organizaciones empresariales o, simplemente, jugar a intentar caer bien a unos o a otros, lleva implícita la necesidad imperiosa de quitar la perspectiva de todo y expresarse en afirmaciones absolutas nada magnánimas. Bueno, ya si eso hablamos de esos posicionamientos en horizontal o en vertical según se tercien o, simplemente, de aquella ceguera absoluta por la persona, organización o siglas que proponen A, B o C. Aquí tenéis algunos síes y noes en clave personal acerca de algo que, después de veinte años de profesión, sigo pensando con todas las evoluciones profesionales posibles y que, seguramente, al cabo de un tiempo va a tocar matizar.

SÍ, saber de pedagogía es imprescindible para los docentes. No se trata de aplicar o rendirse acríticamente a un determinado autor pero sí que, como mínimo, uno que está en el aula debería saber algo de teorías de aprendizaje, constructo de conocimiento o, simplemente, saber qué pedagogías han funcionado y bajo qué contexto y cuales, por desgracia, han sido un auténtico fracaso. NO, hacer un revival de pedagogías que han fracasado bajo el supuesto de que ahora somos más listos que antaño y no vamos a cometer los errores que se cometieron no es algo recomendable. Un detalle… saber de pedagogía NO sustituye el tener un conocimiento amplio de la materia que va a impartirse.

SÍ a la necesidad de competencia digital básica para los docentes. Más allá del conocimiento de las miles de herramientas que surgen cada año o conseguir, por decisión personal, determinadas insignias otorgadas por Google, Apple o cualquier otra empresa del mercado, lo interesante es saber gestionar lo que se necesite en cada momento. NO por tener dos años de vida una herramienta deja de tener su valor para ser usada en el aula.

SÍ que debe quedar claro que aprender exige un trabajo por parte del alumno y del docente para adaptarse al mismo. NO es lógico creer en aprendizajes maravillosos motu proprio por parte de los alumnos o, que existan parámetros motivacionales fantásticos. Lamentablemente, aunque a todos nos gustaría que la motivación de nuestros alumnos fuera infinita y que nosotros fuéramos grandes animadores del cotarro, la realidad es mucho más compleja. Y, seamos sinceros, siempre va a ser más atractivo algo que se hace por placer fuera de los centros educativos que una retahíla de aprendizajes (dígase contenidos o habilidades, según intereses docentes) que se imparten. Por cierto, ese esfuerzo se exige a todos los ámbitos de la vida porque, al final, no hay ningún aprendizaje que no genere un esfuerzo o que, una vez adquirido, no lleve asociado el aburrimiento pasado un tiempo de haberlo conseguido.

SÍ, el sentido común acaba siendo la clave en educación. NO, las luces de colores y el espectáculo no aportan nada a nuestros alumnos más allá del reconocimiento mediático, en ocasiones, a su docente. NO a la cultura del espectáculo educativo y SÍ al trabajo diario, muy poco valorado en ocasiones, que se hace en la mayoría de aulas de nuestro país.

NO, los espacios son menos importantes, por mucho que se diga, que la cantidad de alumnos por docente. Además, SÍ que debe quedar claro que cualquier estrategia que se base en exclusiva en cuestiones de infraestructura, gestión de tecnología o una única metodología implantada por obligación en un centro educativo, lleva a una falsa sensación de euforia que, lamentablemente, acaba reduciendo el objetivo final de la docencia a algo que no tiene demasiado sentido.

SÍ, a veces es impepinable la repetición de tareas para conseguir determinados objetivos educativos. NO, no todos nuestros alumnos necesitan la misma cantidad de tareas repetitivas para aprender lectoescritura u operaciones matemáticas básicas. Eso es algo que se denomina individualidad y necesaria personalización del aprendizaje.

NO, la clase magistral bien realizada, el libro de texto como material puntual de apoyo (como puede ser el uso de recursos multimedia) o, simplemente, el vídeo como reforzador de aprendizajes jamás deberían ser cuestionados. Otra cuestión es creer que lo anterior solucionará los problemas de nuestros chavales si se aplica de forma estandarizada. Por cierto, NO hay nada peor que estandarizar metodologías para obviar la clave de todo el asunto. Y la clave es que nuestros alumnos aprendan en función de sus posibilidades.

NO, el sistema educativo no debe estar sujeto a lo que demandan los padres y SÍ a las necesidades de nuestros alumnos. Confundir la libertad de elección de metodologías o centros educativos por el supuesto bien de los hijos no es algo relevante. Lo relevante es conseguir que la educación siga siendo ascensor social y permita que todos nuestros alumnos, sea cual sea la circunstancia de partida, lleguen (o puedan llegar) a vivir mejor que sus padres, salgan mejor preparados (no me refiero solo académicamente) y generen una sociedad cada vez más justa.

SÍ al debate ideológico acerca del modelo educativo. NO a la perversión de ese debate para que esté orientado en función de siglas, sentidos del voto o, simplemente, creencias absolutas acerca de algo porque lo dicen unos u otros. NO a la visión acrítica de la educación ni al inmovilismo acerca del tema.

NO a la compra de modas educativas sin ningún tipo de evidencia. SÍ a la necesidad de cambiar lo que sabemos que no funciona porque, al final, un 30% de fracaso escolar en nuestro país es un auténtico escándalo. Muy relacionado con lo anterior SÍ a la posibilidad de dotar de autonomía a los centros educativos, siempre y cuando la misma mantenga la democracia entre todos los actores participantes y jamás vaya en contra de criterios de transparencia. NO, la autonomía de centro debe permitir que puedan existir docentes con ideología educativa diversa y que puedan aplicar prácticas diferentes en sus aulas. Imponer una práctica metodológica por decreto NO es autonomía de centro.

SÍ al establecimiento de políticas educativas consensuadas. SÍ a la necesidad de reformular determinados procesos de formación y selección del profesorado. NO a la imposición o mediatización de intereses muy poco educativos en las páginas de economía de los medios. SÍ a tener en cuenta a lo verdaderamente importante de todo el tinglado: a los alumnos y, de paso, a la sociedad en su conjunto.

Hay muchos síes y noes en educación, ¿seguro que SÍ os animáis a dejar alguno de ellos en forma de comentario? O quizás NO

Fuente del Artículo:

http://www.xarxatic.com/educacion-los-sies-y-los-noes/

ove/mahv

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El MIR docente y la pedagogía

España / 11 de marzo de 2018 / Autor: Alberto Royo / Fuente: El Blog de Enseñanza UGT CEUTA

Hay batallas que uno debe librar. Eludir la confrontación cuando está en riesgo algo tan sustancial como el futuro de nuestra sociedad, inevitablemente relacionado con la deriva de nuestra educación, supone una claudicación inaceptable. ¿Y cuál es enemigo? El enemigo es el pedagogismo, que se manifiesta por medio de la imposición de una Metodología Única, como el anillo de Sauron, y que culminará el largo proceso de devaluación de la figura del profesor y, por extensión, de la enseñanza, tal y como algunos todavía la entendemos, esa devaluación que se refleja en el sometimiento a las modas educativas y a la Santa Innovación (la innovación: un clásico de todos los tiempos), pese a que la educación debería estar al margen de tendencias, ser impermeable (¿insobornable?) a los planes de gurús, iluminados y aprovechados, y estar sólidamente anclada en la evidencia y en la experiencia.

Últimamente, está en el candelabro el llamado MIR docente. El PP, posado o robado, se muestra orgulloso de la criatura. Ciudadanos reclama la paternidad e insiste en que músicos, matemáticos o filólogos «se formen en Pedagogía». El PSOE pone algún pero a las siglas, aunque fue Rubalcaba el que habló de MIR por primera vez. Y Podemos… Bueno, Podemos habla de los recortes, como si un mal sistema pudiera convertirse en bueno solo con dinero.

Dice el principio de Hanlon que no hay que atribuir a la maldad lo que pueda ser explicado por la estupidez. Pero no olvidemos los intereses económicos que se esconden tras determinados planteamientos (It’s strictly business, decía Al Pacino en El Padrino), ni descartemos el propósito de idiotizar a la sociedad (nadie hay más manipulable que un ignorante). Sea como fuere, y se deba a torpeza, avaricia o perversidad, la imagen deformada y falaz que se difunde de la educación actual y de los profesores sirve de subterfugio para intentar transformarla en una especie de institución terapéutico-emprendedora cuyo fin ya no sería salvaguardar y transmitir los distintos saberes sino tener recogidos a los muchachos, en un estado de comodidad tontorrona, en una suerte de hibernación new-age, porque, como dirían Faemino y Cansado «mejor se está aquí que delinquiendo».

Asegurar que la enseñanza es «excesivamente memorística» lleva a sugerir que se elimine la memorización (¿Puede decirse que algo se ha aprendido si no ha sido fijado en la memoria?). Juzgar que los exámenes son «discriminatorios» (lo son, desde luego; lo importante es que discriminen con justicia) o que las tareas escolares «roban la infancia a los niños» (las horas viendo la tele o jugando con dispositivos electrónicos, se conoce que sí son provechosas), propicia que se demande la supresión de unos y de otras. Hasta se nos pide a los profesores que dispensemos felicidad a nuestros alumnos, como pastillas de soma (lo cual es una estupidez, primero porque si yo enseño felicidad no puedo enseñar música; segundo, porque aprender es enriquecedor a medio o largo plazo, pero no siempre nos procura placer inmediato; tercero, porque les aseguro que a mí la música me ha dado muchos momentos de felicidad), y que condicionemos los contenidos a sus motivaciones, cuando nuestra responsabilidad no es adaptarnos a ellos sino educarles según nuestro criterio y visión experimentada, abrirles puertas en lugar de cerrárselas.

Volvamos al MIR docente, estandarte del próximo pacto educativo. ¿Se pueden resolver los problemas que el pedagogismo ha creado (el énfasis en los procedimientos en detrimento de los contenidos; el igualitarismo a la baja; un modelo fraudulento de atención a la diversidad que no se ofrece a quien lo merece sino a quien prefiere optar por el atajo…) con más pedagogismo? En ese MIR, no esperen formación en la especialidad (como en el MIR médico) sino más adoctrinamiento en pedagogías ortodoxas.

Se pretende, al mismo tiempo que se critica la supuesta homenegeneización de la escuela, imponer un modelo único de educación, una Pedagogía para gobernarlos a todos, atentando contra la libertad docente del profesor. Porque enseñar no es algo tan simple ni tan pobre como los adalides de la modernidad quieren hacer creer. La actividad que un buen docente realiza no se limita a una sola estrategia sino que requiere de una metodología variada, flexible (y muy personal) que le permita adaptarse a cada situación. ¿Y saben qué es lo esencial? Que domine profundamente su materia. Esto que acabo de decir, que a muchos escandalizará, está respaldado por la evidencia, pero sobre todo lo confirma la experiencia del día a día en el aula. Cuanto más enseñas, más te das cuenta de la importancia de estar muy por encima del nivel que impartes porque, cuanto más sabes sobre aquello que has de transmitir, más opciones, enfoques y perspectivas distintas se te aparecen, mayor es tu capacidad didáctica y más persuasiva y convincente tu manera de explicar la asignatura.

Pero no es esto lo que se lleva, no. Hoy, hay que entretener. Asombrar. Epatar. Estamos en la era del espectáculo, de O.T., de los profesores mediáticos que se suben a las mesas para que sus alumnos les aplaudan al grito de «Oh, Capitán, mi Capitán», de los premios y los congresos y los concursos y las aclamaciones y los retuits, cuando no hay labor menos mediática que la docente. Ante quienes nos acusan de no estar bien formados y nos reclaman que seamos divertidos y «grandes comunicadores», yo reivindico normalidad, naturalidad, discreción, rigor y seriedad, y les digo que solo formando personas cultas podremos aspirar a una sociedad de auténticos ciudadanos.

Fuente del Artículo:

http://www.elblogdeenseñanzaugtceuta.com/2018/03/el-mir-docente-y-la-pedagogia.html

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«Es muy difícil sostener siquiera que España tenga un sistema educativo»: Gregorio Luri

España / 18 de febrero de 2018 / Autor: N. Elia / Fuente: Navarra El Diario Norte

  • El filósofo y pedagogo Gregorio Luri, asesor de los gobiernos de México y Uruguay en cuestiones de educación pública, apunta que «los padres no tienen acceso a la información sobre la calidad objetiva de los centros»
  • «Esta moda de defender que los conocimientos ya no son necesarios está perjudicando especialmente a los niños más desfavorecidos», sostiene
  • «El primer derecho de los hijos es tener unos padres tranquilos», apunta Luri

Gregorio Luri, (Azagra, 1955) es filósofo, educador, pedagogo e historiador. Ha asesorado a los gobiernos de México y Uruguay en cuestiones de educación pública. Cuenta en su haber con los premios Juan Gil Albert de ensayo y ‘Mejora tu Escuela Pública’en la edición de 2017. Es el autor de dos docenas de libros, entre ellos ‘La escuela contra el mundo’, ‘Por una educación republicana’, o ‘El cielo prometido. Una mujer al servicio de Stalin’. Invitado por la asociación CoCiudadana, acaba de explicar en Pamplona su visión sobre los principales retos que debe afrontar la educación en España. Sus afirmaciones y reflexiones no dejan indiferente a nadie.

¿Cuál es el principal reto al que se enfrenta la educación?

Ojalá hubiera sólo un reto, las cosas serían realmente sencillas. Pero es que el reto más importante que tiene la educación es, precisamente, definirse a sí misma de forma integral. ¿Cuál es el papel de la escuela en una sociedad que
nos está envolviendo continuamente con información?

¿La definición de la escuela actual ya no vale?

Estamos continuamente bombardeados por información, pero no es conocimiento. Para elaborar toda esa información y transformarla en conocimiento es necesario un proceso personal. Además, el reto específico y concreto es lo que los anglosajones llaman el STEM, acrónimo inglés de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas. El reto básico de la escuela hoy es definir un humanismo STEM

¿Puede explicarlo?

Para empezar, yo diría que la alfabetización hoy no es sólo aprender a leer y a escribir en tu lengua materna. La alfabetización hoy supone el reto de alfabetizarte en las tres lenguas fundamentales, y no estoy pensando en francés, inglés o alemán, sino que estoy pensando en el lenguaje natural, el lenguaje de las matemáticas y el lenguaje musical.

¿El lenguaje de las matemáticas?

Efectivamente. Las matemáticas son un lenguaje, y si no lo hablas, no ves una parte de la realidad que constituye tu mundo. Muchos aspectos de la realidad necesitan ser vistos con ojos matemáticos para poder comprenderlos.

¿Los retos no pasan entonces por alcanzar un consenso político que permita estabilidad al sistema educativo?

Eso… La política siempre va por detrás de la realidad educativa. Con los datos en la mano, es muy difícil sostener siquiera que España tenga un sistema educativo.

¿Por qué?

Porque si analizas solamente los datos educativos de La Rioja, Castilla León y Navarra, por ejemplo, podríamos decir que hemos tenido un sistema educativo fabuloso, a la altura de Finlandia. En Soria tienen unos resultados escolares superiores a Finlandia. Por tanto, si cogiéramos estos resultados de estas tres regiones, podríamos concluir que hemos tenido unas leyes educativas fabulosas. Ahora bien, si cogiésemos Canarias, Andalucía y Extremadura, por ejemplo, la conclusión sería que hemos tenido unas leyes educativas horrorosas. ¿Cuál es la conclusión? Los que lo han hecho bien, han seguido haciéndolo bien a pesar de las leyes. Y los que lo han hecho mal, han seguido haciéndolo mal incluso con la intervención de las leyes. El papel real de la legislación educativa en lo que un profesor hace cuando entra en su clase es más bien reducido. Otra cosa es que los políticos crean que es necesario llegar a consensos y hacer leyes y todo eso. También es necesario que los políticos crean en sus propios juegos.

Su visión sobre la educación resulta preocupante… ¿Qué pueden esperar los padres actuales del sistema educativo en el que crecen sus hijos?

Pueden esperar un complemento de la educación familiar. Yo he pasado mucho tiempo analizando el número de palabras que escucha por hora un niño de diferentes medios culturales. En un nivel de familias, por llamarlo así, culturalmente sofisticadas, un niño escucha una media de 2.600 palabras por hora. Los niños de familias culturalmente pobres, escuchan alrededor de 600 palabras por hora. Es decir, 2.000 palabras por hora de diferencia. Si ahora multiplicas esas 2.000 palabras por las horas del día, por las horas de la semana y por las horas del año, descubres la barbaridad de palabras distintas que ha oído un niño de un ámbito y de otro cuando llega a los tres años de edad. Con esa diferencia llegan a tercero de primaria, que para mí es el curso esencial y crítico de la escolarización.

¿Por qué?

Porque en ese curso los niños pasan una auténtica revolución intelectual: pasan de aprender a leer a aprender leyendo.

Y llegan a esa revolución con un bagaje determinado de palabras aprendidas.

Eso es. La competencia lingüística con la que llegan al aprendizaje a través de la lectura marca trayectorias muy distintas. Eso no quiere decir que no haya escuelas que no sean capaces de compensar esas diferencias.

¿Y cómo pueden elegir unos padres ese tipo de escuelas?

Tienen un problema muy grave. Los padres no tienen acceso a la información sobre la calidad objetiva de los centros escolares. Eso es así. Es más fácil para una familia obtener información objetiva sobre un restaurante, un taller mecánico o una tintorería, que sobre la escuela de sus hijos. En los últimos años, las familias culturalmente sofisticadas están dedicando cada vez más tiempo a la educación de sus hijos. Con lo cual, esa brecha se está ampliando de forma exponencial. Y a eso podemos añadir aún otro elemento que la hace mayor.

¿Y es?

Los deberes escolares. En España hay un discurso generalizado en contra de los deberes escolares, aunque, en la práctica, nueve de cada diez niños hace actividades extraescolares.

Pero no es lo mismo los deberes que las actividades fuera de la escuela.

Me da lo mismo. Llámalo como quieras. En cualquier caso es formación complementaria más allá de la escuela. Y en esa formación complementaria, tres de cada cuatro niños hacen más de dos actividades extra. Y añadiré que las matemáticas y la robótica cada vez son más demandadas. Eso quiere decir que, en la trayectoria educativa del niño, el papel de la escuela se está, objetivamente, reduciendo. Por eso es preciso redefinirlo.

¿Qué opina de las corrientes de educación alternativa tan de moda?

Vamos a ver, por dejarlo claro, yo soy un gran defensor de la escuela tradicional. Porque creo que, precisamente para enfrentarse a lo nuevo, es básica la adquisición firme de una base. Lo que los americanos llaman ‘back to the basic’, la vuelta a lo básico. Podríamos decir que ahora hay dos tendencias. Una que dice: para enfrentarte a un mundo cambiante los conocimientos ya no tienen importancia. Lo que hace falta es desarrollar procesos, metodologías y no sé cuántas cosas. La otra tendencia, que yo suscribo, dice que para enfrentarte a un mundo cambiante hace falta una buenísima base lingüística, matemática y artística. Y esa base requiere de conocimientos. Porque no se puede ser creativo sin conocimientos. Ser creativo significa que te enfrentas a un problema antiguo y obtienes una solución nueva. Para poder tener un pensamiento crítico con fundamento en gastronomía, por ejemplo, tengo que tener previamente conocimientos gastronómicos. Esta moda de defender que los conocimientos ya no son necesarios está perjudicando especialmente a los niños más desfavorecidos. De la misma manera, creo que la disciplina escolar es un elemento esencial de la calidad de la enseñanza.

El papel real de la legislación educativa en lo que un profesor hace cuando entra en su clase es más bien reducido.

Así llegamos al humanismo STEM

Estoy convencido de que es el reto del siglo XXI.

Pero no puede negar que es un concepto que suena conservador.

Es que una persona conservadora no es quien conserva bajo llave el pasado, sino el que sabe de dónde viene. Lo importante es la transmisión, no la conservación. Conociendo bien la jota navarra, puedes plantearte qué innovaciones introduces en la jota navarra. El concepto del humanismo STEM no es tan raro teniendo en cuenta que los grandes humanistas eran todos grandes científicos y matemáticos. Lo que ocurre es que ahora estamos acostumbrados a la división forzosa entre letras y ciencias, que es un verdadero lastre para la educación. Lo necesario es adquirir una formación humanista, no exclusiva de nadie.

¿Por qué alguien de letras tiene que ser un ignorante de las matemáticas?

Eso es un minusválido cultural. De la misma manera que a los niños, siempre, estamos reforzándoles el lenguaje cultural, tenemos que reforzarles también el lenguaje matemático. No tenemos que tener miedo a hablar a los niños de números y de lógica matemática.

Es difícil romper ese miedo.

Todo lo grande es difícil, pero es noble.

En su último libro hace un elogio de las familias sensatamente imperfectas. Dice que no hay que tener miedo a hablar a los hijos en lenguaje matemático. ¿Cómo superan los padres el miedo a fracasar en ese intento?

El fracaso forma parte de la vida humana y, gracias a Dios, no podemos pretender tener éxito al 100%. Nuestros hijos tienen su ámbito de independencia y, además de nosotros, sobre nuestros hijos van a influir otra larga serie de factores, como sus relaciones, sus amigos, etc. Lo que, humanamente, los padres pueden hacer es, en mi opinión, entender que lo importante de ese intento en influir en sus hijos no reside en lo que digan, sino en lo que hagan.

Predicar con el ejemplo.

Exacto. El órgano educativo de los niños no es el oído, sino el ojo. No depende de lo que les digamos, sino de lo que nos vean hacer. A la hora de la verdad, a lo que deberíamos aspirar es a que, el día que nuestros hijos se vayan de casa, podamos decir: “hombre, pues no parece que les haya dado un mal ejemplo de qué es ser una buena persona”. Por eso digo que el principal deber de los padres es quererse.

¿Entre ellos?

¡Claro! ¿Cómo vamos a enseñar, si no, a nuestros hijos a querer? De todo lo que se pueda hablar de la educación de un hijo, ¿hay algo más importante que aprender que hay alguien por ahí, fuera de tu familia, que te puede querer Incondicionalmente, quererte con todos tus defectos, para compartir tu vida. Yo creo firmemente, y cada vez más, que el deber fundamental de los padres es quererse, manifestando claramente que el otro no es perfecto, pero le quieres a pesar de sus imperfecciones. Esto es lo verdaderamente relevante.

Creo que ahora la preocupación de los padres, más que quererse entre ellos, es la de prestar la suficiente atención a sus hijos para compensar el tiempo que pasan sin ellos por razones laborales, por ejemplo.

Pero debería ser exactamente al revés. Mis padres estaban mucho menos por mí de lo que yo he estado por mis hijos. Y cuando observo a mis hijos, están mucho más por los suyos que lo que yo he estado por ellos. Creo que existe cierta neurosis en los padres que está anulando la autonomía personal de los hijos. ¿Qué ámbito de libertad le queda hoy a los niños? ¡Pero si no pasan ningún momento sin que haya un adulto supervisándolos! Y, precisamente porque han desaparecido los ámbitos de libertad de los niños, están creciendo las ludotecas. Juegos dirigidos y orientados, reglados y supervisados. Esa necesidad de asumir personalmente la educación de los hijos está creando cierta neurosis en la paternidad moderna.

¿Los padres se responsabilizan en exceso?

Las cosas no ocurren porque sí. Junto a ese elemento de desaparición de los ámbitos de libertad del niño, hay otros elementos como la incertidumbre sobre el futuro que contribuyen a esa neurosis. En ‘El Camino’ de Delibes hay un pasaje que me sirve para explicar esto. Son tres amigos y uno se marcha a estudiar. Los otros dos le preguntan qué es estudiar y él responde que su padre dice que estudiar es progresar. ¿Y qué es progresar?, le pregunta. Progresar es trabajar menos que mi padre y ganar más que él, responde el niño. Eso era lo que creíamos a pies juntillas hace cuarenta años. Pero ahora, nadie lo cree. Nadie puede mirar directamente a los ojos a su hijo y decirle que, con toda seguridad, va a vivir mejor que sus padres. Ese elemento de incertidumbre social explica un poco esa tensión neurótica de la educación de los padres hacia los hijos.

En este contexto, ¿un consejo para los padres?

Sí, que se relajen. El primer derecho de los hijos es tener unos padres tranquilos.

Fuente de la Entrevista:

http://www.eldiario.es/norte/navarra/educacion-desigualdad-sistema_educativo-STEM_0_739126433.html

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La educación necesita contenidos

 Autor: Enver Torregroza

Desde que se volvió una moda desestimular la enseñanza de contenidos en colegios y universidades la educación anda patas arriba. Ahora los chicos son buenos para la opinadera, pues no se le enseña nada. Y lo hacen con preocupante exceso de confianza sin nunca atreverse a cuestionar críticamente su propio saber. 

Desde que se volvió una moda desestimular la enseñanza de contenidos en colegios y universidades la educación anda patas arriba.

La moda de no enseñar contenidos, de despreciarlos como si fuesen algo inútil o prejudicial o perverso, lleva ya más de 20 años. Digo moda, porque a pesar de que la política de no enseñar contenidos parece haberse asentado y se ha convertido en paradigma hegemónico, todas las tendencias en pedagogía suelen ser temporales y con el tiempo pierden vigencia en virtud de su extremismo y parcialidad.

Lo que me preocupa es que esta moda está durando más tiempo del necesario y ya es urgente que el péndulo oscile en la dirección contraria pues se está haciendo más daño que bien.

Todo comenzó con la necesidad de educar en otras cosas igualmente importantes que parecían olvidadas: las habilidades y competencias, el saber hacer. Luego se impuso, arbitrariamente como siempre y de manera dogmática, la evaluación por logros. Pero con el paso de los años todo fue empeorando pues el desprecio de los contenidos fue calando en todos los escenarios de la educación colombiana hasta el punto de que hoy no se enseña nada.

La historia es uno de los más dramáticos ejemplos. Los jóvenes salen del colegio no sólo no sabiendo nada, sino sabiendo mal. En medio de sus enormes vacíos en conocimientos históricos, sus maltratadas cabezas están llenas de cucarachas, mitos y leyendas retorcidas sobre la historia, muy probablemente aprendidas copiando información de cualquier blog creativo de internet.

La conquista y colonia se reducen a la frase «los españoles vinieron y se robaron el oro» y la Segunda Guerra Mundial es el evento ese en que mataron muchos judíos y no se sabe por qué. No es extraño encontrar adolescentes exponiendo teorías sobre visitas alienígenas que explicarían desde las pirámides hasta los nazis. Así es muy difícil.

La geografía es otro ejemplo. El cuento de que todo está en internet y de que por tanto no es necesario ya hacer el ejercicio de dibujar mapas o calcarlos hace que los jóvenes no sepan si el Ganges es un río o una enfermedad venérea, como el Brahmaputra. A nadie le importa ya qué es el Karakórum y ni se tiene idea de las fronteras de Colombia. A fin de cuentas en el mundo globalizado «ya no son importantes las fronteras» y que más da si uno sabe que los productos son de marcas europeas «pero todos los hacen en China».

Muchos adultos sufrieron en su infancia con las tablas de multiplicar y la tabla periódica. Lo cierto es que la enseñanza de las ciencias matemáticas y básicas no ha mejorado con el desprecio de los contenidos y la memoria. La idea de que el aprendizaje es por problemas y que hay que dar ejemplos concretos ha hecho que los jóvenes hayan perdido su capacidad de abstracción indispensable para la comprensión y el buen uso del lenguaje. Con la idea de que el saber matemático debe ser útil y al servicio de la vida diaria y que lo importante es aprender a analizar los problemas y no a razonar matemáticamente, todos los ejercicios de texto terminan siendo sobre trenes y pasajeros que se encuentran en un punto. En un país sin abstracción y sin trenes. Como si la única función de la enseñanza de la física y las matemáticas fuese preparar mejor la gente para ir a la tienda.

Pensamiento concreto, mitología histórica barata, “google-dependencia” y ausencia de vocabulario en español e inglés, son los síntomas del analfabetismo funcional que se ha venido cultivando por obra y gracia del odio a los contenidos.

Es más fácil por supuesto para el profesor mediocre no enseñar contenidos porque no tiene que saberlos. Ya los profesores no necesitan preparar clase sino bajar los ejercicios de internet y copiarse, del mismo modo que lo hacen sus discípulos cómplices.

Desde que se decidió que no había que enseñar biología y física sino a «investigar en ciencias naturales» y que en vez de enseñar geografía e historia hay que enseñar «pensamiento crítico» se acabo de raíz con la posibilidad real de la investigación y el pensamiento crítico. ¿Investigar qué, cuestionar qué? ¿Si no se sabe nada? Ahora los chicos son buenos para la opinadera y lo hacen con preocupante confianza y autoestima sin nunca atreverse a cuestionar críticamente su propio saber.

Igual los profesores celebran todas las intervenciones de sus alumnos por malas que sean porque hay que ser tolerantes y los niños son muy sensibles. No sea que al corregirlos seamos políticamente incorrectos y nos ganemos un regaño de la junta de padres o una demanda.

Con la creencia dominante en el relativismo todo criterio de verdad se ha abandonado. «Todo depende del punto de vista» y «es mi opinión» sirven para justificar cualquier barbaridad, sobretodo en el caso de las maltrechas ciencias sociales. Nada de métodos sociológicos ni de lectura de fuentes. Nada de cartografía o teoría antropológica. Nada de lógica y filosofía. Todo es un club de discusión “crítica” en el que cualquier cosa que se diga está bien.

El perspectivismo es importante, ya lo enseñó Nietzsche, pues un vaso puede estar medio vacío o medio lleno. Pero eso no significa que el vaso con agua pueda ser descrito impunemente como un elefante rosado comunista y con alas con el argumento de que «es mi punto de vista», «en mi cultura lo vemos así», o «respeta las diferencias que pensar así es mi decisión».

Falta poco para que la enseñanza de la geometría sea mediante debates críticos y se califique la participación.

Debemos hacer un gran esfuerzo como sociedad para que a nuestros niños y jóvenes se les enseñen cosas. Que aprendan datos, que recuerden algo, que memoricen un poco por favor, al menos los presidentes más importantes y las capitales de algunos países. Que se sepan los planetas y los elementos químicos básicos de la vida. Que identifiquen al menos los huesos que se les rompen y que sepan quién fue Napoleón y quien fue Sócrates. Que hay mucho por saber, no sólo en sí mismo interesante, sino útil y necesario para poder entender, analizar, comprender, investigar, criticar, pensar. Todas cosas fundamentales para vivir.

¿Se imaginan un analista deportivo que no se sepa el nombre de (todos) los jugadores? Hay demasiados contenidos importantes y significativos como para echarlos todos por la borda.

Así las cosas, las nuevas generaciones se creen inventando el mundo, cuando tienen la ventaja de poder asentarse sobre el saber de cientos de generaciones previas. Un saber que orienta y ayuda a saber quiénes somos y donde estamos. De dónde venimos, a dónde vamos y qué debemos hacer.

El capitalismo es cruel con el saber. Y la vida misma también lo es, en su crudeza diaria y temporalidad. Si no es de uso inmediato el saber puede ser ignorado y se puede perder, haciéndonos creer que el saber esencial de hoy en día es manejar Excel. Pero llevamos siglos los seres humanos luchando contra el abismo de la ignorancia y la desidia frente al conocimiento. La cultura es la lucha contra el olvido. Esa es la verdadera memoria histórica y cultural. La memoria es responsabilidad de todos los miembros de la sociedad. No la echemos en saco roto, por favor.

Fuente:

http://lasillavacia.com/silla-llena/red-de-la-educacion/historia/la-educacion-necesita-contenidos-63559

Fuente de la Imagen:

https://gestion.ucab.edu.ve/lblanco/wp_ucabista/?p=3504

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El lado oscuro de la innovación educativa

Por Salvador Rodríguez Ojaos

«Yo soy tu profe», además de un blog y una cuenta de Twitter (@yosoytuprofe_) que me encanta, es una frase con reminiscencias de Star Wars que se oye todos los días en las aulas de todos los colegios del mundo.

En la película, la frase la pronuncia un personaje de los malos malísimos; en nuestras escuelas, la dicen miles de docentes que son los heroes (o superheroes) de la película.

Esto os los explico porque el mundo de la educación se parece cada día más a un enfrentamiento entre el imperio y la república de La Guerra de las Galaxias. Y es que en nombre de la innovación educativa estamos enfrentando a los docentes como innovadores o no innovadores… ¡Qué barbaridad!

Creo que innovar es una actitud necesaria e imprescindible para cualquier docente. Es su obligación conocer a fondo las metodologías emergentes, las nuevas tendencias didácticas, pero no de cualquier forma ni a cualquier precio. Lo que no es lícito es utilizar el empleo de una metodología para atacar a aquellos que no la usan o viceversa.

No creo en teorías conspiratorias de grupos de presión que se dedican a premiar docentes para «vender» visión interesada de la educación… aunque tampoco creo que todo el mundo sea totalmente altruista. Seguramente, todos los que defienden a capa y espada una u otra metodología didáctica como la solución a todos los males de la educación, lo hacen porque creen de verdad en ello.

La clave está en «creen». La aplicación de una u otra metodología no debería estar sujeta a una creencia sino que debería ser fruto de la investigación y la evaluación sistemática de sus resultados.

Ya dije en otro post: «Estos días hay demasiados fashion victims en nuestras aulas, docentes que aplican de manera poco reflexiva las metodologías de moda, por el simple hecho de estar de moda. Estas metodologías hay que conocerlas, reflexionar sobre ellas, aplicarlas y evaluarlas… no convirtamos en un inconveniente lo que es, sin duda, una ventaja«.

Docentes del mundo, seguid con vuestra labor diaria, que es indispensable para que el mundo sea un poco mejor. Y que la fuerza os acompañe.

 Fuente: http://www.salvarojeducacion.com/2018/01/el-lado-oscuro-de-la-innovacion.html
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