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«Para las mujeres palestinas la educación es poder»

Asia/Palestina/12 Marzo 2020/https://arainfo.org/

Luna Abuswaireh es un ejemplo de lucha y resiliencia en el contexto palestino. Abuswaireh se ha convertido en la primera mujer que dirige el centro de estudios panarabistas por excelencia y subraya la necesidad de abogar por la educación para dar poder a las mujeres palestinas que se enfrentan a no pocos frentes.

Son muchas, muchísimas, las mujeres palestinas que merecerían ser entrevistadas por su resiliencia. Amas de casa con el arduo trabajo de sacar adelante a su familia con escasos ingresos, mujeres separadas que quieren rehacer su vida, jóvenes que rompen tabúes en la sociedad palestina o campesinas que desafían los ataques israelíes labrando la tierra. Merece ser dicho que son tantas las mujeres palestinas que algunas periodistas estamos algo hartas de buscar las “mujeres ejemplares”.

Estas mujeres han estado ahí siempre, pero es cierto que entrevistándolas individualmente estamos rompiendo con los estereotipos a través de los cuales son juzgadas como mujeres árabes. Por eso aquí va otra mujer fuerte, palestina, refugiada y presidenta del centro panarabista por excelencia. Su nombre: Luna Abuswaireh.

Posee una carrera profesional impecable y desde 2017 es la primera mujer directora del Centro de Estudios Panarabistas con sede en Beirut (Líbano), el centro panarabista por excelencia. De carácter alegre, con una sonrisa que reconforta o fulmina, según sea necesario, Abuswaireh crea allá donde vaya una atmósfera de confianza y respeto. Y lo hace en sociedades dominadas por hombres, esté en Europa, en Asia o en África. Forma parte de la primera generación que nació en el exilio palestino después de ser expulsada de sus hogares en 1948 con la creación de Israel.

“Mi padre nació en Sukrir, Asdod, y mi madre en Jerusalén. Mi padre tenía 7 años cuando los sionistas terroristas declararon un Estado y huyó de su tierra con su familia convirtiéndose así en refugiado del campo de Nuseirat, en la franja de Gaza. En 1975 mi padre estaba haciendo una especialización en Pediatría en Beirut, nací yo y a los 40 días volvimos a Gaza. Mi padre fue detenido en la frontera como activista político y fue  mi madre sola la que me llevó a casa”, comienza contando Abuswaireh.

Su apellido delata su procedencia beduina, gente que históricamente ha basado su vida en el nomadismo y posee tradiciones diferenciadas del resto de personas sedentarias. Las personas beduinas en Palestina fomentan la independencia económica en la mujer, por ejemplo, pero también existen barreras que las mujeres deben romper.

“En las sociedades patriarcales el padre puede formar o puede romper una hija.- Explica Abuswaireh.- Mi padre me hizo como soy, una persona con seguridad y confianza en sí misma, fuerte y compasiva. Nunca me forzó a cumplir con las expectativas estandarizadas para una niña. Me daba libros, me llevaba a sus reuniones con gente extranjera que venía a Gaza y me exponía a nuevas experiencias. Nunca escondía a su hija”.

No fue él quien supuso la primera traba para completar su educación sino las restricciones de vivir bajo ocupación y con estatus de refugiada. Cuando Abuswaireh quiso estudiar Medicina en El Cairo la respuesta fue un no rotundo, no estaba permitida la entrada en dicha facultad a personas palestinas.

“Irónicamente, mi padre había estudiado Medicina en El Cairo y mi tío Ingeniería, pero lo hicieron durante la época de Nasser, cuando todos árabes eran tratados con igualdad por este líder egipcio panarabista”, clama Abuswaireh que solo pudo optar a estudiar Literatura Inglesa y Lingüística.

Ella siguió desafiando el destino marcado para mujeres y refugiadas. Su primer trabajo en Gaza fue en el Programa de la ONU para el Desarrollo, el PNUD, organizando talleres para la juventud de los campos de refugiados. Allí se topó con algo típico en ese mundillo, la visión orientalista de la ayuda humanitaria.

“Había estallado la Segunda Intifada y un donante nos dijo que nos daría dinero si hacíamos clases para mujeres refugiadas para que conozcan sus derechos. Yo me opuse. Las mujeres palestinas conocían sus derechos. Ellas estaban administrando el hogar, cuidando de sus maridos tullidos, de sus hijos e hijas, de familiares de mártires… la mayoría tenían a sus maridos encarcelados por Israel. La prioridad era ayudarlas a encontrar trabajo, un sustento”, relata.

Fue así como negoció con los donantes para que se llevasen a cabo talleres con los que las mujeres pudiesen desarrollar una labor y abrir sus propios negocios.

Los frentes de las mujeres palestinas

En 1999 dejó Gaza para poder continuar con la formación superior, se casó en Egipto y siguió trabajando para la ONU. Tuvieron que pasar quince años hasta que pudo volver a visitar Gaza de la mano de una misión de las Naciones Unidas que solo duró tres días.

“Con el comienzo del bloqueo en la franja de Gaza fue aún más complicado volver a la franja, primero, porque no queríamos pasar por los controles de la ocupación israelí y, segundo, porque si entras es casi imposible salir”, señala Abuswaireh.

La franja de Gaza se ha convertido en la prisión al aire libre más grande del mundo. En el reciente informe de la UNRWA, la Oficina de la ONU para Ayuda al Refugiado de Palestina, “Gaza, ¿cómo resisten? Mujeres al límite en la franja de Gaza” se habla de que el 78% de las mujeres en Gaza está en situación de desempleo frente al 46% de los hombres. La brecha salarial, dice el informe, es evidente. El 58% de las mujeres han experimentado violencia doméstica y una cuarta parte ha sufrido acoso sexual.

Con un férreo bloqueo impuesto por Israel, Gaza está en caída libre en todos los aspectos de la vida.

“Las mujeres palestinas viven en una sociedad patriarcal; sin embargo, vivir bajo ocupación significa luchar codo con codo junto a los hombres. Para la ocupación israelí las mujeres suponen un mayor peligro porque son la fuente de las nuevas generaciones. Las mujeres palestinas somos una amenaza demográfica para Israel”, apunta Abuswaireh.

Abuswaireh critica la pasividad de la Autoridad Palestina para mejorar la representación de la mujer en la política. Según ella ha habido una involución en este sentido.

“Es cierto que las mujeres palestinas luchamos en varios frentes a la vez y que algunas veces el frente de la igualdad haya sido apartado por el frente de la liberación. Antes de los Acuerdos de Oslo los hombres nos trataban como iguales”, dice Abuswaireh.

Tal y como señala el mencionado informe de UNRWA, las mujeres en la franja de Gaza logran salir adelante gracias al emprendimiento o a roles que generan ingresos. Muchas veces esos roles transgreden las “normas sociales” y ponen en peligro tanto la integridad de las mujeres como las de sus familiares. Sobre todo logran salir adelante a través de la educación.

La educación en el contexto palestino siempre ha sido una prioridad. Ha sido la reacción a la colonización de sus tierras, según cuenta Abuswaireh.

“La educación nos da la satisfacción personal de que poseemos algo después de haber perdido nuestras casas, nuestra tierra, nuestro país. Para las mujeres palestinas la educación es poder, nos da independencia, un salario, un trabajo”.

Empoderar a mujeres sin olvidar a los hombres

Abuswaireh conoce bien Alemania y Europa, en general. Reconoce que existe un peligro latente y creciente de intolerancia y subraya cómo la islamofobia es, para ella, una cuestión política más que meramente racista. Allá donde las mujeres palestinas podrían pensar que está el bienestar, se topan con la no aceptación de su idioma o de su vestimenta, del hijab o velo islámico.

“El hijab es un derecho y es libertad de elección,- afirma Abuswaireh.- Debería ser respetado por sociedades europeas que se llaman libres, democráticas y tolerantes. Deberían aceptar todos colores y códigos de vestimenta”.

Asegura que en Alemania nunca ha sido atacada por ser mujer o musulmana sino por ser palestina. Su percepción es que en Europa hay personas a las que les gusta percibirlas como mujeres débiles en una sociedad dominada por hombres o como si, simplemente, no existiesen, no hubiese gente palestina.

Es bastante común llegar a una conversación en la que tener que matizar que Tierra Santa en Palestina bajo ocupación. Lo dicen las leyes internacionales. Muchas personas, incluidas trabajadoras de la administración pública, no tienen información sobre la existencia de Palestina.

Desde su experiencia en países no árabes donde los movimientos feministas van ganando peso frente a un pasado más negacionista, Abuswaireh opina que el feminismo es “empoderar y educar a mujeres y también a hombres”.

“La aproximación feminista que aboga solo por apoyar y educar a mujeres se deja atrás al otro 50% que se quedará con un escaso entendimiento de la necesidad de igualdad. Hay que trabajar con ambos, mujer y hombre. – Razona Abuswaireh.- Es la única forma de construir una sociedad justa y en igualdad”.

Fuente e imagen tomadas de: https://arainfo.org/para-las-mujeres-palestinas-la-educacion-es-poder/

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El otro lado de la moneda: ¿Cómo afecta el sistema patriarcal a los hombres? A propósito del caso de Johnny Depp.

Por: Narescka Culqui Martínez

El patriarcado es un sistema basado en la preeminencia del hombre sobre la mujer, a quien se le coloca en una posición de inferioridad que la conmina a sufrir opresión, violencia y el desconocimiento de sus derechos. En suma, el patriarcado constituye una fuente de desigualdad por excelencia.

La categoría universal de ‘hombre’ utilizada por el patriarcado evoca a lo masculino, en el sentido tradicional de macho dominante y hegemónico. Encarna, pues, la figura de un hombre superior a la mujer. Lo cual la convierte en una suerte de víctima del patriarcado. Nada más cierto que eso. Sin embargo, al rebuscar un poco más, nos encontramos con otra víctima (muchas veces invisible) de este sistema opresor: el mismo varón.

En efecto, el patriarcado postula una figura única del ‘ser y debe ser’ para los hombres. Los condena a un estereotipo y les niega la riqueza de una identidad propia construida por diversos factores. Este sistema ‘sobreexige’ a los varones y los obliga a demostrar hombría y virilidad para generar aceptación y aprobación en los otros. Y esto, a su vez, engendra una ola de machismo y violencia.

Son 166 feminicidios los que se cometieron en el 2019, y a enero de 2020 ya se han registrado 20 casos. Esta es la forma más grave de violencia ejercida hacia las mujeres. Pero si de cruzar el cerco de la violencia se trata, debemos reconocer que son dos las víctimas del sistema patriarcal: tanto la mujer como el varón. Este último si bien lo es en menor medida (o frecuencia), no deja de ser víctima al fin y al cabo. Por consiguiente, ese cerco de violencia debe ser cruzado por todos. El verdadero enemigo es el sistema patriarcal y la educación es el más eficaz antídoto contra ese veneno letal.

Es necesario empezar a mirar esas otras formas de masculinidades que siempre hemos tenido a nuestro lado y que sin ser hegemónicas se han encarnado en los hombres reales –en cada uno de ellos–. Los varones sí lloran y claro que pueden mostrar sus emociones, debilidad y delicadeza al actuar. Una restaurada masculinidad los concibe fuera de libretos, como sujetos iguales a las mujeres, con las mismas capacidades y oportunidades.

Si luchamos contra el sistema opresor, luchamos contra la violencia. Y esta puede provenir de hombres o mujeres. Un caso emblemático es el de Johnny Depp, quien luego de varios años ha demostrado que en su relación de pareja él era quien sufrió violencia y no su esposa, como esta pretendió hacerle creer al mundo entero. Es entendible que frente a esta denuncia el movimiento feminista haya visibilizado la violencia sufrida supuestamente por la esposa, ya que son las mujeres las que viven, a diario, más experiencias de maltrato, acoso y violación sexual. Pero, aun así, es innegable también que hay mujeres que pueden mentir en sus denuncias porque, fuera del género, son seres humanos hechos de emociones. Aunque suene complicado, este es un factor que debe tenerse bajo la mira para no perder el rumbo y cometer injusticias.

Aquí hay una gran lección que sacar: la confusión de las personas respecto del feminismo no procede de su realidad teleológica, pues su fin categórico es lograr la igualdad de las mujeres (nadie en su sano juicio se opone a esto). El descrédito del feminismo se origina, por el contrario, en la realidad palpable. En esa que se construye con las acciones de las personas que, sin intencionalidad, se alejan del sentido común en defensa de la mujer (tal como, al parecer, sucedió en el caso de Depp o del joven argentino que se suicidó tras ser acusado falsamente de violador). ¿Hay que creer en la mujer? Claro que sí. Pero eso no significa que por una sola acusación se deba hacer una lapidación pública del hombre de buenas a primeras.

La consigna global es una sola: demoler el sistema patriarcal que oprime a mujeres y hombres para lograr la igualdad plena. Derruir un sistema que no solo ejerce presión en las mujeres, sino también sobre los hombres y los mantiene en silencio, encerrados en lo ‘masculino’. A tal punto que si una mujer los violenta, el constructo social (tradicional) les impone el silencio porque son machos y aguantan todo. Si se quejan son ‘poco hombres’, ¿no? ¿O me equivoco? Este es un tabú, pues. La violencia es violencia, venga de donde venga. Darle la espalda a los hombres es atacar un problema público a medias tintas.

Las políticas públicas del Estado deben promover medidas que sean omnicomprensivas de hombres y mujeres, si el mensaje que se busca es el de la igualdad. Pensar solo en la mujer nos hace perder la ruta de aquello que en sustancia pretendemos como sociedad. Si actualmente hemos tomado conciencia de los feminicidios es porque los cuantificamos al existir una figura penal. Y ello se lo debemos al movimiento feminista (¡Enhorabuena!). Sin embargo, respecto de los varones no ocurre lo mismo, no hay cifras ni estadísticas. ¿Qué pasa con los hombres violentados? ¿Cómo se tratan esos casos? Hay un vacío grande, ¿verdad? Urge, por tanto, utilizar las experiencias vividas para repensar las cosas porque la igualdad se enseña con acciones reales y no distingue ni sexo ni género.

Fuente: https://naresckaculquimartinez.lamula.pe/2020/02/06/el-otro-lado-de-la-moneda-como-afecta-el-sistema-patriarcal-a-los-hombres/naresckaculquimartinez/

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Karina Ochoa: “No se trata de hacer manifiestos, se trata de entender cómo se manifiesta el colonialismo en nuestras vidas”

Redacción: Kaosenlared

La pensadora, activista y feminista descolonial Karina Ochoa transita entre la academia y los movimientos para entender la matriz colonial que atraviesa las opresiones de las mujeres en América Latina y avanzar hacia un diálogo que permita pensar otros mundos para todas y todos.

La mexicana Karina Ochoa lleva bien el calor de principios de verano madrileño. Está a punto de regresar al DF, donde es profesora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) después de haber pasado una semanas de este lado del Atlántico. Viene frecuentemente al Estado español, del que se ha despedido participando en una conferencia sobre “Pensamiento anticolonial y feminismos descoloniales en los Sures globales”, organizada por la editorial Traficantes de Sueños.

Esta investigadora y pensadora feminista se doctoró en Desarrollo Rural en la misma universidad donde hoy es investigadora y docente. Ochoa participó en la obra De lo poscolonial a la descolonización. Genealogías latinoamericanas (UNAM, 2018), y coeditó Tejiendo de otro modo: Feminismo, epistemología y apuestas descoloniales en Abya Yala (Lemoine, 2013). Conversamos con ella sobre la apuesta de la mirada descolonial en los feminismos, las condiciones de posibilidad de nuevos diálogos entre los sures globales  —y los sures del Norte—y la urgencia de recuperar horizontes de sentido que han sufrido durante cinco siglos las lógicas de exterminio del colonialismo.

Te hago una primera pregunta para aclarar conceptos que vemos que emergen a veces y no acabamos de entender del todo. ¿En qué consiste el feminismo descolonial? 
Para mí es difícil hablar de feminismo descolonial. Creo que hay que hablar primero de feminismos descoloniales en plural: no hay una tendencia única dentro de lo que se llamaba antes feminismo y ahora yo llamo feminismos descoloniales. Es un campo bastante amplio donde caben tanto apuestas analíticas y reflexivas como luchas y resistencias que están muy vinculadas justamente con esta interpretación desde la crítica a la pretensión de universalidad y la actitud colonial que por un lado el pensamiento feminista clásico o hegemónico contiene pero que tiene que ver también con la crítica a la modernidad en su impronta colonial.

Habría entonces que decir que los feminismos descoloniales son un campo amplio que por ventaja no está en disputa sino en el que conviven diferentes reflexiones, resistencias, luchas y experiencias atravesadas por las matrices de dominación colonial que siguen siendo vigentes hoy en los proyectos nacionales, los proyectos incluso de las izquierdas en nuestra América.

¿De qué manera estas miradas descoloniales permiten analizar las opresiones específicas sobre las mujeres de los pueblos originarios?

En el debate de los feminismos descoloniales hay muchos planteamientos, muchas contribuciones, incluso de compañeras que no se autonombran feministas o que no se autonombran descoloniales. Pienso por ejemplo en el caso de la compañera indígena kaqchikel Aura Cumes, que ella no se autonombra indígena y tampoco se autonombra descolonial pero que ha hecho importantes contribuciones para pensar justamente las opresiones que cruzan a las mujeres indígenas mayas.

Cuando hablamos de los feminismos descoloniales tenemos que hablar de una gran diversidad de planteamientos, reflexiones que muchas veces no comparten el punto de partida. Quiero poner de ejemplo algunos postulados que están en nuestra América desde autoras, pensadoras, activistas, que se suscriben a diversas tendencias de pensamiento: una de ellas tiene que ver con el tema de los patriarcados.

A nosotras nos queda claro que 1492 es un parteaguas en la historia de nuestros pueblos y el hecho colonial genera una herida que intentamos mirar porque nos ayuda a explicar el continuum de los patrones de dominación que pesan sobre los cuerpos de las mujeres. En ese sentido hay diferentes planteamientos.

El hecho colonial genera una herida que intentamos mirar porque nos ayuda a explicar el continuum de los patrones de dominación que pesan sobre los cuerpos de las mujeres

Por ejemplo las feministas comunitarias bolivianas hablan de cómo el hecho de la colonización posibilitó un entronque de patriarcados, entre el patriarcado ancestral de los pueblos originarios y el patriarcado occidental de los colonizadores. Hay quienes planteamos que no podemos hablar de patriarcado ancestral u originariamente indígena y de patriarcado colonial porque el patriarcado de la cristiandad es una construcción específicamente europea que tiene un contexto y una particularidad y que surge de una realidad específica que es la historia de Occidente.

Hay quienes planteamos que hay un debate abierto. Hay posiciones como la de Aura Cumes que dice que no podemos hablar de un patriarcado ancestral porque es intentar universalizar nuevamente un sistema de dominación y que en todo caso tenemos el desafío de ver cómo se ha gestado la dominación masculina en las sociedades o civilizaciones antes de la intrusión española, pero que tendremos que darle también otros nombramientos.

Hay posiciones que dicen que no había patriarcado en el caso de los yorubas y de las experiencias en África, que no se puede hablar definitivamente de patriarcado. Hay quienes planteamos que tenemos que empezar a hacer arqueología decolonial para entender las diversas formas de dominación masculina, que no necesariamente eran desde la lógica del patriarcado de la cristiandad.

O sea, es un debate no resuelto pero que nos ayuda a entender cómo operan hoy en día las opresiones sobre las poblaciones racializadas femeninas que además en nuestra América pasa por muchas gradaciones raciales. Están las mujeres indígenas, las afrodescendientes, las mestizas, las mestizas populares. Tampoco podemos generalizar. Pienso que el pensamiento que se ubica en lo que llamamos los feminismos descoloniales está intentando explicar desde la co-construcción de opresiones que genera el hecho colonial.

¿De qué manera interactúan teoría y movimientos en los feminismos descoloniales?

Hay expresiones como la de las feministas comunitarias en Guatemala que están planteando que la defensa de los territorios pasa también por la defensa de los cuerpos de las mujeres. Los procesos de neoextractivismo que tienen un origen claramente colonial no han cesado en América Latina. En los últimos años, con toda la implementación de políticas neoliberales, claramente se han intensificado y están teniendo un efecto y una presión sobre las comunidades indígenas allá donde por supuesto hay un interés potencial por parte de las grandes transnacionales para explotar los recursos.

La defensa en muchos casos se ha encabezado por mujeres, porque además las mujeres encarnan la posibilidad de la reproducción de la vida y la reproducción de las comunidades. Por ejemplo las mujeres guatemaltecas están planteando el vínculo entre la defensa del territorio y la defensa de los cuerpos de las mujeres. Creo que es una forma muy evidente donde se encarnan estas luchas anticoloniales o descoloniales en la vida de las mujeres. Pero no solo eso, estamos viendo en muchos espacios cómo el debate poscolonial está teniendo presencia y un fuerte efecto porque hay un continuum en los factores de opresión colonial.

En los últimos 500 años en nuestros territorios se han implantado dispositivos de dominación que tienen un peso particular sobre las mujeres. Por ejemplo, planteo que el tema de los feminicidios en México, que el tema de la desaparición de las mujeres que se inicia en Ciudad Juarez hace veintitantos años, forma parte de toda una lógica de dominación colonial donde el efecto de esta dominación, lo que apareció desde 1492 en nuestra América, fue una lógica de exterminio.

El exterminio tiene un efecto puntual sobre ciertas poblaciones, que fueron en su momento las poblaciones indígenas, pero esos dispositivos de dominación tienen el referente inmediato en un otro cercano de los colonizadores, que eran las mujeres. Las cacerías de brujas, las formas de dominación que se plantearon contra las mujeres en lo que hoy conocemos como Europa fueron llevadas y exploradas ya no sobre poblaciones femeninas sino sobre poblaciones enteras.

Estos dispositivos de dominación que en un primer momento fueron utilizados contra el otro cercano que son las mujeres luego se lleva contra un otro lejano: contra poblaciones enteras. En ese sentido yo hablo de la feminización del indio

Cuando hacen todo el proceso de conquista y colonizaciones, estos dispositivos de dominación que en un primer momento fueron utilizados contra el otro cercano que son las mujeres luego se lleva contra un otro lejano, ya no solo sobre cuerpos feminizados sino contra poblaciones enteras, en ese sentido yo hablo de la feminización del indio. Estos patrones de dominación no han cesado en 500 años.  Los procesos de dominación de las mujeres en Ciudad Juárez hablan también de esos procesos de exterminio que tienen efectos sobre las mujeres pero que muy pronto se extenderían a toda la población, por eso cuando decimos “si nos tocan a una nos tocan a todos”, no es ninguna metáfora.

Estas formas de exterminio y dominación sobre cuerpos generizados muy pronto se asociaron a poblaciones enteras. La desaparición forzada en México ha tenido efectos sobre mucha mucha gente, migrantes… y lo podemos entender desde de estas lógicas de dominación colonial pensando en el continuum que están teniendo. Entonces una forma también de ver cuál es el debate que estamos dando desde este campo de los feminismos descoloniales es intentar visibilizar las opresiones que nos cruzan a los cuerpos donde el hecho de ser mujer, el hecho de ser pobre, el hecho de ser racializada, el hecho de ser de sectores populares, co-constituye mecanismos de dominación y de opresión que por supuesto siguen teniendo vigencia hasta hoy.

Parecería que estamos asistiendo a una reivindicación de cosmogonías ancestrales en Latinoamérica.

Una cosa que es importante recordar —y que lo ha recordado Nelson Maldonado Torres en referencia a Enrique Dussel— es que la lógica de la conquista y colonización de nuestra América está basada en un principio de la ética de la guerra. Maldonado y Dussel plantean que a la formulación práctica cartesiana del pienso luego existo, en realidad le precede el conquisto luego existo, o sea el acto de guerra como una acto de autoafirmación negativa que me permite la existencia.

Yo pongo en cuestión esta afirmación en el sentido de que en nuestra América lo que sucedió no fue un acto de ética de guerra sino un acto de exterminio, de aniquilamiento del otro, y eso significó también el aniquilamiento epistémico y de horizontes de sentido. O sea el aniquilamiento de horizontes civilizatorios que no se cimentaba en la ética de la guerra ni en la ética del exterminio. Por eso cuando llega Hernán Cortés a México-Tenochtitlán, lo reciben con regalos, porque no había una lógica por la que el otro fuera de inmediato el enemigo al que había que guerrear, el otro era aquel al que tenías primero que recibir para ver quién era, las guerras se pactaban, no se hacían de inmediato. Eso queda registrado incluso en las crónicas de la conquista.

¿Qué quiero decir con esto? Lo que quiero decir es que todo este tipo de horizontes de sentido intentaron ser aniquilados para imponer la lógica moderna de la ética de la guerra. Sin embargo no se ha logrado del todo, tanto no se ha logrado del todo que en muchas comunidades siguen prevaleciendo los valores del sentido de la comunidad. Hay muchas compañeras en México, indígenas como Marta Patricia Pérez o como Josefa Sánchez o como Carmen Cariño, que han profundizado en el debate descolonial y en los feminismos descoloniales.

Particularmente Marta Patricia hace alusión a la filosofía nosótrica que existe todavía en las comunidades indígenas. Ella es de origen tzeltal, y justamente apelando a cómo se generan diálogos entre las mujeres de su pueblo hace referencia al sentipensar, y cómo esta ética, filosofía, cosmovisión o cosmogonía de sus propias comunidades sigue conservando una lógica del nosotros donde el otro forma parte del yo.

Han sido 500 años de intento de aniquilamiento pero se han preservado de alguna manera estas otras formas. Y estas otras formas no solo se preservan en las lógicas comunitarias, se preservan en las espiritualidades y no solo de las comunidades indígenas sino de espiritualidades que vienen de otras tradiciones y que justamente rompen con esta ética de la guerra, que apelan al principio de la ética del amor, como diría Maldonado, o incluso a la lógica de la compasión, del consuelo. No se ha logrado, desde la modernidad occidental, aplastar estas filosofías, estos horizontes de sentido, estas cosmogonías que siguen vigentes y luchando, organizando realidades.

¿Es necesario que en Europa se profundice también en el debate descolonial?

En mayo estuve en una escuela decolonial que se organiza en la Universidad de Granada cada año. Era la tercera edición donde justamente el planteamiento era ¿cómo se puede descolonizar Europa? y había una formulación muy interesante en relación con la dialéctica neocolonial que se vive en Europa: por un lado todo el tema independentista que hoy ha aflorado evidencia que la construcción de España como imperio acalló pueblos o absorbió pueblos que fueron incorporados en un intento de homogeneización que, aún hoy, después de 500 años, está generando conflicto porque España en realidad no es una España unitaria.

El Reino de Navarra cae en 1523 frente al Reino de Castilla. Aún cuando cae el sentimiento vasco sigue prevaleciendo. O en el caso de Cataluña. Para las izquierdas esto se vuelve muy complicado porque las izquierdas occidentales y occidentalizadas no terminan de entender el tema del colonialismo. Entonces si se entrara en ese debate quizás el tema del independentismos podría tener otro horizonte de discusión. Eso por un lado.

Pero por otro lado, la pregunta que se hacían las compañeras vascas que asistieron era cómo reflexionar también cuando en este proceso doble, en la dialéctica colonial, han sufrido de alguna manera ese expansionismo colonial, pero al mismo tiempo han sido parte de ese expansionismo colonial. Creo que tienen un desafío grande en Europa porque tienen que entender esa doble dinámica: por un lado han sufrido los efectos del colonialismo, pero por otro lado han sido parte de ese colonialismo, entonces la discusión no es fácil.

Nosotros y nosotras en América Latina hace tiempo que tenemos esa discusión, hoy ha tomado fuerza con lo que se llama el giro descolonial, pero en realidad si hacemos una revisión de los debates en nuestra América vamos a ver que hay una tradición anticolonial de larga data que encontramos en la producción ensayística por ejemplo del siglo XIX. Tenemos otros referentes y otra trayectoria que marca nuestra propia discusión. El tema de la racialización es básico para entender nosotros cómo se han construido los patrones de dominación cultural.

La potencialidad del debate poscolonial es que está posibilitando que empecemos a repensarnos en la configuración del sistema moderno colonial pero necesitamos discutirlo desde las propias particularidades de nuestras historias

Lo que quiero decir con esto es que la potencialidad del debate poscolonial es que está posibilitando que empecemos a repensarnos en la configuración del sistema moderno colonial pero que necesitamos discutirlo desde las propias particularidades de nuestras historias. Pienso en Sirin Adlbi Sibai que posiciona la discusión del Islam y el mundo musulmán trayendo a cuenta los elementos que ofrece el debate descolonial.

Hoy en Sudáfrica se está discutiendo también desde lo descolonial. Sabemos que es en América Latina donde se hace la explosión de la discusión pero hoy está tomando muchas direcciones, porque el planteamiento descolonial obliga a que todos aquellos pueblos que hemos sido trazados y filtrados por estas genealogías colonizantes y coloniales a leerlas desde la propia particularidad y luego ir trenzando esta historia mundial que nos atraviesa, y Europa no está exenta de eso.

En Granada las compañeras migrantes que están aquí en Europa y que tienen esta condición de mujeres racializadas por su desplazamiento migratorio, también alertaban de que ahora que en España se está abriendo el debate descolonial se empezara a desplazar a estos sujetos racializados que habían puesto en el centro de discusión este debate.

Por eso de alguna manera hablábamos también del gesto político de que en el ámbito de los feminismos no se hiciera ese desplazamiento. Necesitamos dialogar, pero en ese diálogo no replicar el acto colonial de desplazar a las mujeres que han puesto en relieve la discusión. Eso tiene que ver con un posicionamiento que las feministas tienen que hacer hacia las compañeras racializadas. Pero las compañeras racializadas tenemos que entender que necesitamos hacer ese diálogo, y que este diálogo también tiene que caer en esta Europa descolonial que pasa por las mujeres racializadas pero que pasa también por las mujeres vascas, catalanas, que también están dando su disputas desde otros horizontes.

¿Y crees entonces que desde una mirada descolonial se puede ir hacia cosmogonías, filosofías que guíen a una vida mejor para todas y todos, también en Europa?

Yo no creo que haya recetas de cocina, yo creo que hay que empezar a dar esos debates y que esos debates son dolorosos. Nosotros intentamos el año pasado, en un evento que fue convocado en Euskal Herria donde estuvimos Aura Cumes, otra compañera guatemalteca y yo, hacer algunos planteamientos y las primeras reacciones no son fáciles, porque obviamente muchas compañeras se sintieron interpeladas, agredidas, porque piensan que lo que nosotras estamos diciendo es que por el hecho de ser blancas son coloniales, y a veces lo decimos, pero no siempre es así como lo decimos.

Iniciar este debate se vuelve complejo, recuerdo que por ejemplo en Navarra una compañera decía: “Nosotras somos mujeres blancas pero somos precarizadas”, y otra compañera indígena le decía: “Sí, pero cuántos niños se han muerto en tu comunidad por desnutrición”. Estamos hablando de cosas diferentes, no podemos permitirnos en estos momentos de encuentro hacer equivalencias porque podemos derrapar. Lo primero que tenemos que hacer es ubicarnos cada quién en nuestro lugar y desde ahí poder reconocernos.

Estos procesos no son fáciles, no sabemos dialogar porque casi siempre apelamos a la ética de la guerra, que es la que construye la lógica de la modernidad, y no apelamos a estos horizontes de sentido de la cortesía o estos horizontes de sentido donde yo puedo recibir a la otra por lo que es y como es sin que sienta que la otra se vuelva mi enemiga o mi adversaria o sin que sienta que la otra me está negando.

El problema es que muchas veces la otra no se da cuenta que su propio discurso me niega. Creo entonces que en los debates Sur-Sur y de los sures dentro del Norte global que existen, tenemos la dificultad de construir esos diálogos y a veces necesitamos primero hablar entre nosotras —las mujeres racializadas— para luego hablar con los otros sures. Tiene que ver con gestos políticos que las feministas europeas tienen que hacer en estos actos dialécticos, en la lógica dialéctica de la colonialidad, para que empecemos a dialogar desde otros lugares.

En este marco, ¿podemos pensar en un internacionalismo feminista?

Lo primero que hay que aceptar es que sigue habiendo un acto salvacionista, el mito del sacrificio redentor que es el que justamente denuncia Sirin en su libro La cárcel del feminismo (Akal, 2016), es decir cómo las feministas que vienen de las financiadoras españolas fundamentalmente en Marruecos tienen una lógica salvacionista, nunca llegan a preguntarte qué es para ti el hijab, ellas parten de que la mujer con hijab es una mujer oprimida. Yo no niego que haya opresiones que crucen a la mujer con hijab, el problema es, y eso lo plantea Sirin, que yo, mujer feminista occidental, necesito construir a la mujer con hijab como mujer oprimida para que yo me pueda mirar como una mujer liberada. Pero no solo para que me pueda mirar sino para que haga yo el acto de salvar a la otra.

Esto es lo que tenemos que quitarnos de en medio, ir con la idea de que tiene que ser un acto de salvación, que es el acto con el que llegaron los colonizadores hace 500 años a nuestra América, llegaron a salvarnos, llegaron a colonizarnos porque había que salvar el alma de los indios, pero nunca nos preguntaron si nosotros queríamos ser salvados y de qué.

Hay un acto todavía redentor en el feminismo occidental, entonces, reconozcan ese acto redentor, reconozcan que no nos tienen que salvar para que podamos dialogar

Hay un acto todavía redentor en el feminismo occidental, entonces, reconozcan ese acto redentor, reconozcan que no nos tienen que salvar para que podamos dialogar, porque si nosotros partimos del acto de la solidaridad como un acto de salvación y no como un acto de solidaridad entonces los diálogos son imposibles.

No es tan sencillo cuando hablamos de los diálogos Sur-Sur y no es tan fácil construir esos puentes porque tenemos que hacer el acto decolonial de deconstrucción interna, de deconstrucción de nuestros propios posicionamientos, que a veces desde el inconsciente operan y aunque haya un acto de buena fe, de voluntarismo político, replicamos las mismas lógicas.

De repente no entendemos: “Bueno, yo es que lo hice de buena fe”, bueno pero como no hice mi revisión de la colonialidad interna que me atraviesa pues no puedo hacer el acto descolonizador, y esto no solo opera para las mujeres europeas o para las feministas occidentales. Yo decía en Granada, con las compañeras latinoamericanas, sí, cuando nosotras venimos a España como migrantes —yo no he venido en una condición migratoria permanente pero muchas de las que están aquí lo están como migrantes— nos damos cuenta de que somos mujeres racializadas. Pero ojo, cuando estamos en nuestros países de origen somos mestizas y tenemos privilegios de blanquitud por ser mestizas.

Sobre nuestra demanda a las mujeres feministas europeas de decir: reconózcannos como mujeres racializadas y reconozcan la centralidad que tenemos hoy en el debate, yo les decía a las compañeras migrantes: “Sí, pero es lo mismo que las compañeras indígenas nos dicen a las mestizas metropolitanas, urbanas en nuestros países”.

No es algo resuelto, muchas mujeres nos damos cuenta de que somos racializadas cuando salimos de nuestros países, yo en México tengo un privilegio de blanquitud, o de pretensión de blanquitud. La primera vez que fui a Estados Unidos me dijeron, pero si tu eres una mujer de color, yo me quedé cómo, de qué me hablas, porque yo no me había preguntado eso.

En un momento de ofensiva neoliberal y autoritaria, donde tanto en América Latina como en Occidente se intensifican los discursos antifeministas, ¿no pueden darse alianzas entre las izquierdas y las apuestas descoloniales?

Las izquierdas son profundamente salvacionistas incluso al interior, basta hacer un análisis de los discursos en las asambleas. Hay dos elementos clave con las asambleas incluso de los grupos alternativos: el elemento de construir un enemigo, que tiene que ser muy visible porque es la épica de la guerra. Yo el otro día tomaba una fotografía a un papelito que me pareció super potente. Pensé: ¡qué fuerte! Porque dice, “yo estoy en la resistencia y voy a ser amenazante”. Al final no nos salimos de estas lógicas.

Por otro lado en las izquierdas hay una lógica salvacionista que opera no para ir a otro país, no estoy hablando solo del salvacionismo del feminismo que va a Marruecos, estoy hablando de la lógica salvacionista que opera en nuestras propias dinámicas internas. Habrá que revisar los discursos que imperan en las asambleas feministas y te vas a dar cuenta de que hay un profundo colonialismo que opera de manera inconsciente, que parece neutral, no lo notamos, no lo vemos.

Lo más relevante del debate descolonial o de los feminismos descoloniales es que abre las preguntas. No se trata de hacer manifiestos, se trata de entender cómo se manifiesta el colonialismo en nuestras vidas

Los desafíos no son menores, no están resueltos y no tiene que resolverse, yo creo que lo más relevante del debate descolonial o de los feminismos descoloniales es que abre las preguntas y las posiciona, esto no se trata de hacer manifiestos, se trata de entender cómo se manifiesta el colonialismo en nuestras vidas, en las relaciones de pareja, en la relación con mi vecina, en las relaciones con mis hijos e hijas, en la no relación con mi entorno.

El tema es mucho más fuerte porque no tiene que ver solo con la liberación de las mujeres, que yo creo que es clave, tiene que ver con la liberación de los y las seres humanos en general, cómo construimos un mundo en el que podamos ser lo que queremos ser, construirnos desde la posibilidad de humanidad.

En el momento en el que podamos construir un mundo de posibilidad para ser como podemos y queremos ser los feminismos tendrían que dejar de existir, la mayor apuesta del feminismo descolonial es a dejar de existir, porque la apuesta no es solamente por la liberación de las mujeres, es por la liberación de la humanidad de un proyecto civilizatorio que nos ha condenado a la no existencia.

Fuente: https://kaosenlared.net/karina-ochoa-no-se-trata-de-hacer-manifiestos-se-trata-de-entender-como-se-manifiesta-el-colonialismo-en-nuestras-vidas/

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Las mujeres afganas arriesgan sus vidas para romper el dominio talibán

Redacción: Perfil

Khaleda Sediqqi arriesga su vida cada vez que va a trabajar. Dice a sus vecinos que enseña en una escuela primaria cercana y en lugar de eso viaja a la ciudad de Jalalabad recorriendo un tramo de carretera que suele ser atacado por militantes. Sediqqi, que pertenece a la ONG Comité Sueco para Afganistán, ofrece clases a jóvenes profesoras de primaria, que luego llevan ese conocimiento a las escuelas en sus aldeas, todo bajo la sombra de los talibanes y el Estado Islámico.

«Arriesgo mi vida para venir aquí y educar a las señoritas cuyo sueño es simplemente graduarse de la escuela secundaria», comentó Sediqqi, de 31 años y titulada en química en la Universidad de Nangarhar. En el centro de capacitación ubicado en una antigua casa de dos habitaciones en Jalalabad, capital de la provincia de Nangarhar en el este del país, señaló que «el objetivo es empoderarlas a través de la educación para que puedan responder y defender los derechos educativos de otras niñas».

La mayoría de los distritos de Nangarhar, incluido el pueblo natal de Sediqqi, están en la primera línea de la batalla del país con los talibanes y sus esfuerzos para evitar que el Estado Islámico adquiera mayor presencia fuera de Kabul. Rodeado por la gran cordillera Hindú Kush, Nangarhar fue el escenario de la primera aparición del Estado Islámico en Afganistán. Bajo constante amenaza de los militantes en la actualidad, Jalalabad está rodeada de asentamientos informales de personas que huyeron de sus hogares para escapar de la violencia.

La educación de las niñas, y el trato a las mujeres en general, es un tema crítico para muchos en Afganistán. Sin embargo, los derechos de las ciudadanas del país aún no se han convertido en el centro de las conversaciones de paz que Estados Unidos ha buscado mantener con los talibanes durante el último año.

El enviado especial de EE.UU. para la reconciliación afgana, Zalmay Khalilzad, se dirigió a Doha el miércoles, con una escala en Islamabad, para reanudar la octava ronda de negociaciones con los líderes talibanes con la esperanza de concretar un acuerdo de paz para poner fin a la guerra que se ha prolongado por 18 años. Las conversaciones han adquirido mayor urgencia a medida que se acercan las elecciones presidenciales afganas programadas para el 28 de septiembre.

«En Doha, si los talibanes hacen su parte, nosotros haremos la nuestra y cerraremos el acuerdo en el que hemos estado trabajando», declaró en Twitter, y agregó que tuvo la reunión más «productiva» con los líderes afganos sobre asuntos de paz y un acuerdo para crear un equipo de negociación dirigido por afganos. Las «negociaciones intra-afganas», algo en lo que los talibanes se han negado a participar hasta ahora, se llevarían a cabo después de que concluyan las conversaciones con EE.UU., e involucrarían un «equipo de negociación nacional compuesto por altos funcionarios del gobierno, representantes clave de los partidos políticos, la sociedad civil y las mujeres”, detalló Khalizad con anterioridad. El presidente afgano, Ashraf Ghani, se ha manifestado reiteradamente en contra de las reuniones, argumentando que carecen de representantes del gobierno.

Muchos se sorprendieron cuando representantes talibanes informaron a las delegaciones afganas y estadounidenses que permitirían a las niñas recibir educación completa, pero solo en escuelas sin niños. La declaración contradice su violencia continua contra las escuelas en Afganistán, ataques que han desgarrado el corazón de la vida académica de Sediqqi.

Este año, militantes talibanes asesinaron a tiros a una de sus amigas cercanas, una estudiante de la Universidad de Nangarhar, explicó Sediqqi.

Asimismo, militantes desconocidos llevaron a cabo dos ataques con bombas en una escuela primaria donde Sediqqi enseñó hace varios meses, matando a dos escolares e hiriendo a decenas. Las escuelas, especialmente aquellas en zonas remotas, han sido objeto en reiteradas ocasiones de ataques violentos que han incluido incendios intencionales y envenenamiento de estudiantes. Los ataques no detienen a Sediqqi, quien prometió que seguirá desafiando las amenazas para educar niñas.

«Hemos sufrido durante décadas, golpeados deliberadamente por miembros familiares o asesinados por insurgentes, porque carecemos de educación y conocimiento», afirmó Sediqqi. «La única forma en que podemos proteger nuestros derechos es a través de la educación y estoy aquí a cualquier costo para enseñarles a estas niñas indefensas».

Talibanes divididos

Los talibanes, que ahora controlan o mantienen disputas por la mitad del país, están divididos en lo que respecta a la educación de las niñas. Prohibieron que las mujeres se educaran y las castigaban con latigazos y lapidación por abandonar su hogar sin acompañante o burka cuando gobernaban la nación entre 1996 y 2001.

En algunos distritos, incluida la ciudad natal de Sediqqi, los militantes ahora permiten que las niñas asistan a la escuela hasta sexto grado, antes de que sus familiares o militantes las obliguen a casarse. A nivel nacional, el 17% de los 3,5 millones de niñas matriculadas en escuelas se casan antes de cumplir 15 años, según la UNICEF.

Malala: cayeron los talibanes que quisieron matarla

No solo Sediqqi se arriesga enormemente para ir a trabajar todos los días. También lo hacen sus 14 estudiantes. Cada uno de ellos asiste en secreto, sale de su casa con un burka y se asegura de que nadie los siga. «Si los talibanes me atrapan, pensarán que soy una espía y me ejecutarán», aseguró una de sus estudiantes que no puede ser identificada por razones de seguridad. «Vale la pena asistir a este programa para educarnos y crecer, a fin de educar a otras niñas vulnerables y convertirnos en tomadoras de decisiones en nuestras propias vidas».

Fuente: https://www.perfil.com/noticias/bloomberg/bc-mujeres-afganas-arriesgan-sus-vidas-para-romper-dominio-taliban.phtml

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Ellas son las mujeres que pelean desde dentro por que el 8M no sea solo blanco

Gabriela Sánchez e Iciar Gutiérrez

www.eldiario.es

Natalia, Karen, Khadija, Assiatou y Katty son algunas de las integrantes de la comisión de migración, antirracismo y decolonial dentro de la asamblea que coordina los actos para el Día de la mujer.

– Perciben «pasos importantes» en la incorporación de un mensaje antirracista tras las críticas vertidas por muchas mujeres el año pasado, pero aseguran que «es el principio de una larga lucha»

– «Nosotras estamos allí y se nos está escuchando, pero aún no es una prioridad», dice Natalia, una de las participantes

El escenario de la primera acción de los ocho días de revuelta que culminan el 8M, el Centro de Internamiento para Extranjeros (CIE), denota que algo está cambiando en el seno del movimiento. El año pasado, mujeres racializadas y migrantes de distintos colectivos confesaron no sentirse representadas en la convocatoria de huelga. Poco después, un grupo de ellas decidió pelear desde dentro para que, además de feminista, la protesta tenga una mirada antirracista.

«Era necesario que nosotras, las migrantes y racializadas, pusiéramos sobre la mesa nuestras ideas para que verdaderamente estemos representadas en la huelga», sostiene Katty Solorzano, activista por los derechos de las mujeres migrantes. «Se vino trabajando desde el año pasado, cuando muchas compañeras no se sintieron suficientemente motivadas para participar en la huelga y la manifestación. A pesar de no estar conformes con la Coordinadora Estatal, decidieron participar en los encuentros y empezar a empujar el cambio», continúa. Val

El descontento de 2018 se tradujo en el impulso de la comisión de migración, antirracismo y decolonial dentro de la asamblea 8M. Natalia, Karen, Khadija, Assiatou y Katty son algunas de sus integrantes. Todas ellas perciben «pasos importantes» dentro del 8M en la incorporación de un mensaje donde realmente se reconocen, pero, recuerdan, «es el principio de una larga lucha». La derogación de la Ley de Extranjería o el fin de las «redadas, el acoso y la discriminación» que sufren las mujeres racializadas se encuentran entre la demandas que el 8M ha incorporado este año a su argumentario.

Sin embargo, no todas ellas se sienten representadas ni van a participar en la huelga de 24 horas convocada para el próximo viernes. «Es muy hegemónica, se centra solo en la mujer blanca», apunta Fátima, activista antirracista y musulmana. «Básicamente, nos quieren para la foto y fomentar la falsa diversidad y la supremacía blanca», critica. Aunque no secundará la huelga, Fátima acudirá a la manifestación de Madrid en un «único bloque» de personas racializadas. «Dentro de todo ese caos de feminismo blanco, queremos sentirnos arropadas y tener nuestro espacio seguro».

Desde la comisión entienden que haya mujeres que se desmarquen del 8M, tanto porque no se sientan reflejadas, como porque sus circunstancias no se lo permitan:

Natalia

 

 

 Natalia Munevar es refugiada colombiana y participa en la comisión migrante y antirracista del 8M.

 

 Natalia Munevar es refugiada colombiana y participa en la comisión migrante y antirracista del 8M. Jesús Hellín  

Natalia Munevar mamó desde niña la lucha social en Colombia. «Mi padre, quien tenía un perfil político bastante alto, desapareció. Yo vivía en situación de riesgo, pero eso no me impidió ser una militante muy activa de la juventud comunista en mi país», recuerda la activista, quien participó en la campaña electoral de Carlos Gaviria, del Polo Democrático Alternativo.

«Fue una campaña muy complicada y, cuando terminó, me ocurrió un episodio en la calle que me empujó a salir del país», sostiene Munevar, quien prefiere no dar más detalles. Su madre ya se había visto forzada migrar a España años antes. «Ella trabajaba en un colectivo de campesinas víctimas de violencia y tuvo que irse cuando recibió amenazas de los paramilitares», continúa.

Su historia explica que, ahora, Natalia esté donde está. «Llevo años en movimientos de migrantes porque las migraciones me atraviesan», relata en varias ocasiones. Por eso, dice, no entiende el feminismo sin que vaya de la mano del antirracismo. «En el 8M hay que incluir mucho más a las mujeres racializadas. Ahora noto un cambio, nosotras estamos allí y se nos está escuchando, pero es un proceso. Aún no es una prioridad», sostiene Natalia.

Si ha elegido junto a sus compañeras el CIE como escenario de la primera acción organizada por la comisión antirracista del 8M es por su carga simbólica. «Es un espacio de vulneración de derechos humanos que representa todos esos vacíos donde se asienta el racismo institucional establecido por la Ley de Extranjería», valora la activista frente al edificio azul y amarillo que encierra a personas por encontrarse en situación irregular, una falta administrativa, no un delito.

Se trata de una normativa que, apunta, «deshumaniza». Cuando lo dice, otro recuerdo la acompaña: «Huí de Colombia y, al llegar a España, estuve encerrada en las salas para solicitantes de asilo durante cinco días. Vienes de una situación de estrés, llegas allí y es una triple bomba de estrés», sostiene Natalia. Le costó «tres años» superar su proceso migratorio, «alcanzar la normalidad» y volver a aquello en lo que verdaderamente se siente ella. «El 15M para mí fue la explosión: ver que podía ser activista sin correr riesgos», dice la activista, quien en la actualidad trabaja como asesora del eurodiputado de Podemos Miguel Urbán.

Assiatou

 

 

 Assiatu forma parte de la comisión antirracista del 8M.

 

 Assiatu forma parte de la comisión antirracista del 8M. Jesús Hellín  

Assiatou atiende el teléfono entre clase y clase. No tiene mucho tiempo, por lo que asiste a las asambleas preparatorias del 8M menos de lo que le gustaría. Pero quería que los gritos que resuenen por las calles españolas el próximo viernes también hablen de ella. La joven, de 22 años, es española afrodescendiente, aunque son muchos los comentarios que le hacen sentirse «extranjera» de forma habitual.

«Aunque ponga en un papel que soy española, fuera de las instituciones no me ven como tal. Tienen un imaginario en el que todo lo negro es malo, es lo sucio, que te va a robar», sostiene la estudiante de Enfermería. «Es sentir que siempre te están comparando con ellos: ‘Si Assiatou es más española que tú o que yo. Tú ya eres blanca por dentro’. Esas frases que te tratan como distinto. Siempre eres tú con respecto a ellos», señala.

Eso es lo que trata de cambiar desde el interior del 8M: dejar de sentirse las racializadas y migrantes, frente al resto de mujeres. Si Assiatou no se sintió representada en la convocatoria de huelga feminista de 2018 no fue por lo que se decía, sino por lo que no se decía: «Muchas veces en el discurso feminista blanco no se habla de esto. En algunas charlas a las que iba, me daba la sensación de que no existe. Que hablaban como si las mujeres fuéramos una masa homogénea sin diferencias, las cuales existen y son visibles: raza, orientación sexual, identidades».

Ella forma parte del 8M, explica, para pelear contra «el silencio». Esta aquí para hablar por ella misma «de las otras violencias que nos atraviesan a las mujeres racializadas» y que «suelen estar invisibilizadas».

Karen y Katty

 

 

Karen Rodríguez, de la Red de Migradas Hondureñas, ha participado en la organización de la comisión antirracista y migrante del 8M

 

 Karen Rodríguez, de la Red de Migradas Hondureñas, ha participado en la organización de la comisión antirracista y migrante del 8M Jesús Hellín.

La experiencia de Karen Rodríguez en los movimientos sociales dibuja sus razones para participar en el 8M con el objetivo de introducir la voz de las mujeres migrantes centroamericanas en el movimiento feminista. En Honduras, Karen no veía necesario participar en protestas. «Por un lado, por temor, pero creo que también me encontraba en mi burbuja. En mi país estaba en realidad en una posición privilegiada», reconoce.

Ya en España, su proceso migratorio fue lo que la empujó a la lucha social. «Encontrarme y, de repente, ver a una persona migrante. Todas esas violencias que le atraviesan a una, verme en situación de injusticia. Es lo que me hizo pensar: esto no puede ser, tengo que salir, ver de qué forma cambiar estas situaciones», esgrime la también integrante de la Red de Hondureñas Migradas.

En diferentes colectivos de migrantes encontró la red que necesitaba para superar su proceso migratorio en España, pero también se chocó con el machismo de algunos de sus compañeros. «Nos decían que no hablásemos de feminismo, que podría espantar a la gente. Ellos siempre agarraban los micrófonos, nosotras preparábamos la comida en los actos. Ellos, delante. Nosotras siempre detrás», detalla la ingeniera y activista, quien desde entonces se dio cuenta que prefiere permanecer a «colectivos feministas».

Ya lo hace desde la red de mujeres hondureñas. Mientras estudia una oposición, trabaja por horas limpiando oficinas a través de una cooperativa de migrantes y cuida a sus hijos junto a su marido. Pero ha decidido añadir una tarea más a su rutina. «Es necesario visibilizar que no por ser mujeres, la violencia nos atraviesa de igual forma a todas. Se trata de asumir los privilegios que tienen por el hecho de ser blancas, por el hecho de ser occidentales», sostiene.

«Las centroamericanas nos sentimos que no existimos. Muchas trabajan en los cuidados, independientemente de los títulos que traemos de nuestro país. Se nota mucho la discriminación», explica la activista hondureña. «Voy a entrevistas y siempre percibo la desconfianza: ¿pero has homologado el título en España? No se terminan de creer que podemos tener estudios y títulos homologados y, por consiguiente, es muy difícil conseguir un trabajo, más allá del que nadie quiere hacer», critica Rodríguez. «En nuestro caso no se toma en cuenta la experiencia, y debemos empezar de nuevo».

 Katty Solórzano.

 

 Katty Solórzano, estudiante de doctorado en Antropología. Imagen cedida  

Desde Barcelona, su compañera Katty coincide en la misma idea, en las condiciones de precariedad a las que están expuestas muchas mujeres migrantes una vez en España. «Una vez aquí da igual la carrera. Tú aquí eres migrante, y bajo la Ley de Extranjería acabas cayendo en ámbitos laborales donde tus condiciones de trabajo son mínimas», apunta Katty, estudiante de doctorado en Antropología.

«Para las mujeres migrantes, el nicho es el trabajo del hogar, que se podría considerar un apartheid laboral de autentica semiesclavitud», sostiene. Las situaciones laborales «abusivas» en las que, dice, ha visto a sus familiares, fueron la que precisamente la empujaron al activismo. «No acababa de ver que esto era un problema de género, que estuviésemos tantas mujeres migrantes trabajando en el ámbito de los cuidados. Sientes frustración y rabia, porque cuando te ven migrante parece que tus competencias se redujeron», critica Katty, que llegó desde Ecuador hace 18 años para vivir con su madre bajo el proceso de reagrupación familiar. «Mi familia está aquí. Es un privilegio, porque muchas compañeras no tienen esa posibilidad».

Esas son solo algunas de esas «violencias específicas» que quieren incorporar a los mensajes de reivindicación del 8M. «Noto un cambio, vemos que el mensaje antirracista está presente en el argumentario. Estamos contentas, pero somos conscientes de que es el principio de una larga lucha».

Khadija

 

 

 Khadija participa en la comisión antirracista de Barcelona.
Khadija Ftah, activista feminista de la Red de Migraciones, Género y Desarrollo. Imagen cedida  
 

El año pasado, Khadija Ftah no se sentía representada en el 8M. Cuenta que muchas mujeres que, como ella, son musulmanas y llevan velo también salieron a la calle, pero para muchos ojos, fueron invisibles.

«Algunas mujeres les dijeron a otras que si llevaban velo era un símbolo de opresión. Cuando estás dentro de la manifestación, muchas no lo ven bien. Creen que está ligado a la religión, son reticentes a aceptarlo como un feminismo que puede ser posible. Tampoco tuvieron visibilidad en los medios. El resto de compañeras acaparaban la atención», asegura esta joven periodista de 22 años.

Derribar este tipo de prejuicios que, denuncia, existen en el movimiento feminista alrededor del uso del velo ha sido uno de sus principales motivos para participar este año en la asamblea del 8M en Barcelona, donde reside. Khadija insiste en que si hay un mayor empuje para que el movimiento incorpore reivindicaciones de las mujeres racializadas y migrantes, ha sido gracias a varias organizaciones como la suya, la Red de Migración, Género y Desarrollo, que bebe del feminismo descolonial.

Sin embargo, la activista considera que aún hay resistencias dentro del feminismo a la hora de acabar con determinados estereotipos ligados a las mujeres musulmanas. «Está habiendo un cambio, pero es muy difícil. Son muchos los prejuicios que hay dentro del feminismo blanco y no es fácil deconstruirlos», señala. Para ella, es una carrera de fondo. «Es una lucha dura, pero merece la pena por los resultados. Dentro del propio feminismo hay estructuras de poder donde cuesta aceptar aún compartir los espacios. Desde las organizaciones hay una lucha para reivindicar nuestro propio espacio y lograr tener un trato igualitario entre todas».

Khadija llegó a España a los cuatro años, cuando sus padres decidieron migrar desde Marruecos. Aunque explica que «no ha notado» las dificultades ligadas al proceso migratorio, sí ha sido foco de «todos los microrracismos que hay en la calle», por el hecho de ser mujer, musulmana y con hijab.

«Hay una imagen negativa de nosotras en general. Te cuesta encontrar empleo sin que te pidan que te quites el velo, a mi hermana le ha pasado. Cuando te postulas para un trabajo, con la fotografía te descartan. ¿Por qué ni siquiera me hacen una entrevista si tengo un perfil adecuado para este puesto?», indica. «Se transmite una imagen de la mujer musulmana como sumisa y no se nos reconoce como iguales», apuntala la joven activista. Ahora, desde dentro, lucha por que esta imagen sea historia y por un 8M en el que ellas también se vean reflejadas.

Fuente: https://www.eldiario.es/desalambre/mujeres-pelean-solo-movimiento-blanco_0_873163105.html

Fuente de la noticia: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=253173&titular=ellas-son-las-mujeres-que-pelean-desde-dentro-por-que-el-8m-no-sea-solo-

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No somos las mujeres, es el sistema

Redacción: Susana Reina

El movimiento feminista, como teoría política y movimiento social es relativamente reciente. Si bien desde hace unos 7000 años las mujeres hemos vivido bajo condiciones de sumisión y discriminación, el siglo XVII marca el inicio en que el feminismo se manifiesta como proyecto colectivo de lucha.

Amelia Valcárcel, una brillante catedrática madrileña, acuñó lo que ella llamó las tres olas del feminismo, como una forma de estudiar las diversas manifestaciones que las mujeres organizadas realizaron a lo largo de estos últimos 200 años.

La primera ola o “el feminismo ilustrado” (de la Revolución Francesa a mediados del siglo XIX) tiene en la inglesa Mary Wollstonecraft y la francesa Olympe de Gouges, sus máximas representantes. Las banderas de este periodo fueron: educación, ciudadanía y derecho a ser tratadas como iguales.

La segunda ola o “feminismo liberal sufragista”, desde mediados del siglo XIX a mediados del XX, hace énfasis en el derecho al voto de las mujeres y el derecho al trabajo. Figuras notables de este periodo, Elizabeth Cady Stanton en Estados Unidos y Emmeline Pankhurst en el Reino Unido, dieron su vida por estas causas.

Surge hacia los años 50 del siglo pasado, la tercera ola o el “feminismo contemporáneo” con autoras notables como Simone de Beauvoir y Betty Friedan. En esta etapa las banderas fueron la liberación sexual, la violencia de género, aborto, contracepción, la conquista del propio cuerpo. Pero también puso el acento en la visibilización de los aportes de la mujer en múltiples campos del conocimiento, la necesidad de remunerar el trabajo doméstico, la presencia del techo de cristal, el escaso éxito en el ascenso de la mujer al poder, entre otros.

Y ahora, en este siglo XXI, pareciera que estamos siendo testigos de excepción del nacimiento de una cuarta ola para algunas filósofas feministas, como Rosa Cobo Celia Amorós, que consiste en un despertar global de conciencia sobre la verdadera raíz de la opresión femenina, que ha mantenido incólume al machismo como sistema de creencias durante toda la historia, a pesar del lógico reclamo que justifican las reivindicaciones que las mujeres han demandado y exigido.

Es un lugar común sostener que las mujeres no llegan a tener lo que desean porque tienen déficits de algún tipo, buscando que estas encajen en un patrón predeterminado ya dado, y entonces se las “empodera”, para que se adapten a una ilusión de igualdad, lo que hace más dura la lucha, culpabilizando a la víctima de su poco empeño.

Si bien las banderas de esta cuarta ola siguen siendo las mismas que las que le anteceden (aún en este siglo hay países donde las mujeres ni reciben educación, ni votan, ni abortan libremente) el foco en esta ola se pone en el sistema, no en las mujeres. En las reglas de juego que nos ponen a jugar, no en las individualidades.

Y esto es importante porque los cambios y avances de algunos grupos de mujeres en el mundo registrados a la fecha, se han dado al parecer sin que el patriarcado haya cedido como patrón cultural desde donde se educa y condiciona la actuación de hombres y mujeres, dejando a estas últimas por fuera de cualquier esquema de privilegios. Pareciera que son concesiones que se van haciendo bajo la presión de grupos organizados, pero sin que se altere de fondo la estructura que lo sostiene. Involucrar a los hombres en la tarea es fundamental, construir nuevas masculinidades que den paso a una nueva forma organizativa del sistema social, una prioridad.

Por eso la tarea que nos convoca está clara. En este momento preciso de la historia, varias generaciones de mujeres estamos conviviendo y compartiendo una conciencia de género única, mujeres de la segunda y tercera ola, y las más jóvenes que están asumiendo el testigo, sensibilizadas todas por el terrible impacto de la violencia machista, por la inequidad en las oportunidades, y por el desigual reparto del poder. No es una, somos todas. La respuesta es política y sistémica.

Fuente: http://efectococuyo.com/opinion/no-somos-las-mujeres-es-el-sistema/

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Marchan por una educación no sexista en Chile

América del sur/Chile/17 Mayo 2018/Fuente: Telesur Tv

Movimientos feministas de Chile marcharon este miércoles en rechazo a la violencia machista en universidades.

Alrededor de 100 mil chilenos marcharon este miércoles para rechazar una educación no sexista, que regule las denuncias de acoso y abuso recogidas en diversas universidades públicas y privadas.

La Intendencia Metropolitana chilena dio su aprobación para la marcha y delimitó el recorrido, sin embargo, las fuerzas de seguridad salieron a reprimir a los manifestantes.

Paola Dragnic@PaoladrateleSUR

Marcha por una educación no sexista termina en represión, incluso para grabar este tuit @temasteleSUR

Con consignas como «Acá se gradúan violadores» y «No más machos ni fascistas», exigen la protección de las mujeres en las casas de estudios.

Ver imagen en TwitterVer imagen en Twitter

Paola Dragnic@PaoladrateleSUR

Universidad Católica emplazada directamente en la Macha Por una educación No Sexista @ConexiontlSUR@teleSUR_Chile

«Estamos viviendo una situación histórica que responde a las necesidades que tenemos como país, hoy levantamos la consigna de educación no sexista porque creemos que la educación es fundamental para prevenir y luchar contra la discriminación», afirmó en una rueda de prensa la vocera de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH), Francisca Ochoa.

Periódico Resumen@rsumen

Foto aérea de la en Santiago

«No vamos a permitir que una persona anti mujeres, anti diversidad sexual, esté trabajando en un ente público que debe garantizar esos derechos», aseveró una vocera de la Coordinadora Nacional de Estudiantes Secundarios (CONES), Amanza Opazo.

Unas 15 universidades se plegaron a la manifestación con paros internos o con ocupaciones de estudiantes al interior de sus edificios.

Fuente: https://www.telesurtv.net/news/chile-marcha-educacion-sexista-violencia-genero-20180516-0036.html

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