«Para las mujeres palestinas la educación es poder»

Asia/Palestina/12 Marzo 2020/https://arainfo.org/

Luna Abuswaireh es un ejemplo de lucha y resiliencia en el contexto palestino. Abuswaireh se ha convertido en la primera mujer que dirige el centro de estudios panarabistas por excelencia y subraya la necesidad de abogar por la educación para dar poder a las mujeres palestinas que se enfrentan a no pocos frentes.

Son muchas, muchísimas, las mujeres palestinas que merecerían ser entrevistadas por su resiliencia. Amas de casa con el arduo trabajo de sacar adelante a su familia con escasos ingresos, mujeres separadas que quieren rehacer su vida, jóvenes que rompen tabúes en la sociedad palestina o campesinas que desafían los ataques israelíes labrando la tierra. Merece ser dicho que son tantas las mujeres palestinas que algunas periodistas estamos algo hartas de buscar las “mujeres ejemplares”.

Estas mujeres han estado ahí siempre, pero es cierto que entrevistándolas individualmente estamos rompiendo con los estereotipos a través de los cuales son juzgadas como mujeres árabes. Por eso aquí va otra mujer fuerte, palestina, refugiada y presidenta del centro panarabista por excelencia. Su nombre: Luna Abuswaireh.

Posee una carrera profesional impecable y desde 2017 es la primera mujer directora del Centro de Estudios Panarabistas con sede en Beirut (Líbano), el centro panarabista por excelencia. De carácter alegre, con una sonrisa que reconforta o fulmina, según sea necesario, Abuswaireh crea allá donde vaya una atmósfera de confianza y respeto. Y lo hace en sociedades dominadas por hombres, esté en Europa, en Asia o en África. Forma parte de la primera generación que nació en el exilio palestino después de ser expulsada de sus hogares en 1948 con la creación de Israel.

“Mi padre nació en Sukrir, Asdod, y mi madre en Jerusalén. Mi padre tenía 7 años cuando los sionistas terroristas declararon un Estado y huyó de su tierra con su familia convirtiéndose así en refugiado del campo de Nuseirat, en la franja de Gaza. En 1975 mi padre estaba haciendo una especialización en Pediatría en Beirut, nací yo y a los 40 días volvimos a Gaza. Mi padre fue detenido en la frontera como activista político y fue  mi madre sola la que me llevó a casa”, comienza contando Abuswaireh.

Su apellido delata su procedencia beduina, gente que históricamente ha basado su vida en el nomadismo y posee tradiciones diferenciadas del resto de personas sedentarias. Las personas beduinas en Palestina fomentan la independencia económica en la mujer, por ejemplo, pero también existen barreras que las mujeres deben romper.

“En las sociedades patriarcales el padre puede formar o puede romper una hija.- Explica Abuswaireh.- Mi padre me hizo como soy, una persona con seguridad y confianza en sí misma, fuerte y compasiva. Nunca me forzó a cumplir con las expectativas estandarizadas para una niña. Me daba libros, me llevaba a sus reuniones con gente extranjera que venía a Gaza y me exponía a nuevas experiencias. Nunca escondía a su hija”.

No fue él quien supuso la primera traba para completar su educación sino las restricciones de vivir bajo ocupación y con estatus de refugiada. Cuando Abuswaireh quiso estudiar Medicina en El Cairo la respuesta fue un no rotundo, no estaba permitida la entrada en dicha facultad a personas palestinas.

“Irónicamente, mi padre había estudiado Medicina en El Cairo y mi tío Ingeniería, pero lo hicieron durante la época de Nasser, cuando todos árabes eran tratados con igualdad por este líder egipcio panarabista”, clama Abuswaireh que solo pudo optar a estudiar Literatura Inglesa y Lingüística.

Ella siguió desafiando el destino marcado para mujeres y refugiadas. Su primer trabajo en Gaza fue en el Programa de la ONU para el Desarrollo, el PNUD, organizando talleres para la juventud de los campos de refugiados. Allí se topó con algo típico en ese mundillo, la visión orientalista de la ayuda humanitaria.

“Había estallado la Segunda Intifada y un donante nos dijo que nos daría dinero si hacíamos clases para mujeres refugiadas para que conozcan sus derechos. Yo me opuse. Las mujeres palestinas conocían sus derechos. Ellas estaban administrando el hogar, cuidando de sus maridos tullidos, de sus hijos e hijas, de familiares de mártires… la mayoría tenían a sus maridos encarcelados por Israel. La prioridad era ayudarlas a encontrar trabajo, un sustento”, relata.

Fue así como negoció con los donantes para que se llevasen a cabo talleres con los que las mujeres pudiesen desarrollar una labor y abrir sus propios negocios.

Los frentes de las mujeres palestinas

En 1999 dejó Gaza para poder continuar con la formación superior, se casó en Egipto y siguió trabajando para la ONU. Tuvieron que pasar quince años hasta que pudo volver a visitar Gaza de la mano de una misión de las Naciones Unidas que solo duró tres días.

“Con el comienzo del bloqueo en la franja de Gaza fue aún más complicado volver a la franja, primero, porque no queríamos pasar por los controles de la ocupación israelí y, segundo, porque si entras es casi imposible salir”, señala Abuswaireh.

La franja de Gaza se ha convertido en la prisión al aire libre más grande del mundo. En el reciente informe de la UNRWA, la Oficina de la ONU para Ayuda al Refugiado de Palestina, “Gaza, ¿cómo resisten? Mujeres al límite en la franja de Gaza” se habla de que el 78% de las mujeres en Gaza está en situación de desempleo frente al 46% de los hombres. La brecha salarial, dice el informe, es evidente. El 58% de las mujeres han experimentado violencia doméstica y una cuarta parte ha sufrido acoso sexual.

Con un férreo bloqueo impuesto por Israel, Gaza está en caída libre en todos los aspectos de la vida.

“Las mujeres palestinas viven en una sociedad patriarcal; sin embargo, vivir bajo ocupación significa luchar codo con codo junto a los hombres. Para la ocupación israelí las mujeres suponen un mayor peligro porque son la fuente de las nuevas generaciones. Las mujeres palestinas somos una amenaza demográfica para Israel”, apunta Abuswaireh.

Abuswaireh critica la pasividad de la Autoridad Palestina para mejorar la representación de la mujer en la política. Según ella ha habido una involución en este sentido.

“Es cierto que las mujeres palestinas luchamos en varios frentes a la vez y que algunas veces el frente de la igualdad haya sido apartado por el frente de la liberación. Antes de los Acuerdos de Oslo los hombres nos trataban como iguales”, dice Abuswaireh.

Tal y como señala el mencionado informe de UNRWA, las mujeres en la franja de Gaza logran salir adelante gracias al emprendimiento o a roles que generan ingresos. Muchas veces esos roles transgreden las “normas sociales” y ponen en peligro tanto la integridad de las mujeres como las de sus familiares. Sobre todo logran salir adelante a través de la educación.

La educación en el contexto palestino siempre ha sido una prioridad. Ha sido la reacción a la colonización de sus tierras, según cuenta Abuswaireh.

“La educación nos da la satisfacción personal de que poseemos algo después de haber perdido nuestras casas, nuestra tierra, nuestro país. Para las mujeres palestinas la educación es poder, nos da independencia, un salario, un trabajo”.

Empoderar a mujeres sin olvidar a los hombres

Abuswaireh conoce bien Alemania y Europa, en general. Reconoce que existe un peligro latente y creciente de intolerancia y subraya cómo la islamofobia es, para ella, una cuestión política más que meramente racista. Allá donde las mujeres palestinas podrían pensar que está el bienestar, se topan con la no aceptación de su idioma o de su vestimenta, del hijab o velo islámico.

“El hijab es un derecho y es libertad de elección,- afirma Abuswaireh.- Debería ser respetado por sociedades europeas que se llaman libres, democráticas y tolerantes. Deberían aceptar todos colores y códigos de vestimenta”.

Asegura que en Alemania nunca ha sido atacada por ser mujer o musulmana sino por ser palestina. Su percepción es que en Europa hay personas a las que les gusta percibirlas como mujeres débiles en una sociedad dominada por hombres o como si, simplemente, no existiesen, no hubiese gente palestina.

Es bastante común llegar a una conversación en la que tener que matizar que Tierra Santa en Palestina bajo ocupación. Lo dicen las leyes internacionales. Muchas personas, incluidas trabajadoras de la administración pública, no tienen información sobre la existencia de Palestina.

Desde su experiencia en países no árabes donde los movimientos feministas van ganando peso frente a un pasado más negacionista, Abuswaireh opina que el feminismo es “empoderar y educar a mujeres y también a hombres”.

“La aproximación feminista que aboga solo por apoyar y educar a mujeres se deja atrás al otro 50% que se quedará con un escaso entendimiento de la necesidad de igualdad. Hay que trabajar con ambos, mujer y hombre. – Razona Abuswaireh.- Es la única forma de construir una sociedad justa y en igualdad”.

Fuente e imagen tomadas de: https://arainfo.org/para-las-mujeres-palestinas-la-educacion-es-poder/

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La opresión de las mujeres palestinas continúa pese a las tímidas reformas

Asia/Palestina/04 Enero 2020/El país

La Autoridad Palestina eleva la edad de matrimonio, pero sigue sin abordar la violencia de género. La ocupación israelí también acentúa la represión

El Gobierno de la Autoridad Palestina se enfrenta al reto de responder a la violencia de género en Cisjordania, tras las protestas por la muerte de la joven Israa Ghrayeb, la joven maquilladora de un pueblo cercano a Belén víctima de un crimen de honor. Cientos de mujeres se movilizaron el pasado agosto en diversas ciudades palestinas en un movimiento que alcanzó gran repercusión en las redes sociales. Tras varias semanas de marchas y concentraciones, el Ministerio de Asuntos de la Mujer anunció que presentaría una ley de protección familiar para fines de este año.

A principios de noviembre, el primer ministro palestino, Mohamed Shtayeh, aprobó una modificación en la ley jordana de 1976, que hasta ahora regía el estatuto personal, para decretar la elevación de la edad mínima para casarse a 18 años para ambos sexos. La medida pretende poner fin al matrimonio infantil, hasta el momento permitido a chicas mayores de 15 años en Cisjordania y de 17 en Gaza. La sociedad civil ha celebrado parcialmente la medida, pero quedan aún por promover medidas para impedir el matrimonio forzoso. Pese a la reforma legal, los jueces tendrán la potestad de decidir sobre la validez del enlace si consideran que la menor está madura para el matrimonio y su padre lo aprueba.

“No es suficiente para avanzar de forma decidida en la protección de los derechos de las mujeres”, afirma Eva Anadón, jefa de misión en Palestina de Alianza por la Solidaridad. De acuerdo con esta ONG española, no se ha abordado ningún cambio profundo en la institución del matrimonio. También cuestiona que no se haya avanzado en una visión de las mujeres como personas autónomas y titulares de derechos. Anadón precisa que aún sigue siendo necesario para la mujer obtener el consentimiento del wali [tutor masculino] para casarse o para trabajar fuera de casa, y que todavía se incluyen en la ley excepciones para consentir el matrimonio infantil que dependen de la decisión de un tribunal religioso.

Los datos recogidos en el último año por la Oficina Central de Estadística palestina en Cisjordania y Gaza indican que el 29% de las mujeres casadas de entre 18 y 64 años reconocen haber sufrido algún tipo de violencia, en especial psicológica, por parte de sus maridos. Más de la mitad, así como las menores de 29 años no casadas, permanecen en silencio sobre estas agresiones.

De acuerdo con Yara Hawari, analista política del centro de estudios palestino Al Shabaka, la causa de las mujeres en Palestina no puede desligarse de la ocupación israelí porque, aunque siempre se han enfrentado a una constante marginación interna, el régimen israelí también las reprime al empoderar las estructuras patriarcales a través de la colonización y la fragmentación de las comunidades.

Hawari critica que el foco de atención se centre en la violencia machista dentro del hogar, sin considerar la ocupación de Cisjordania y el bloqueo a Gaza como factores que contribuyen a las violaciones de derechos de las mujeres. Como ejemplo, cita el interrogatorio de la adolescente palestina Ahed Tamimi, condenada por abofetear a un soldado israelí, en el que dos agentes del Shin Bet (servicio secreto interior) la acosaron verbalmente e hicieron comentarios acerca de su cuerpo.

A la espera de una legislación clara sobre violencia de género en Palestina, un nuevo frente, el de la paridad en las distintas instancias gubernamentales, marca la diferencia en el diseño de políticas públicas de igualdad entre hombres y mujeres.

Actualmente, la inclusión femenina en la política institucional palestina se ve limitada a un 20% de mujeres en el Consejo Legislativo Palestino y a solo una mujer, la histórica dirigente Hanan Ashrawi, entre los 15 miembros del Comité Ejecutivo de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Solo hay también una mujer gobernadora de provincia y tres ministras en el Gabinete de la Autoridad Palestina, al frente de las carteras de Sanidad, Turismo y, precisamente, Asuntos de las Mujeres.

El Gobierno palestino fue el primero de Oriente Próximo en adherirse a la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer de la ONU. Según el centro Al Shabaka, una sentencia de 2017 del Tribunal Supremo que regula la vigencia de los acuerdos internacionales dentro del sistema legal palestino, permite a los tribunales no aplicar aquellos convenios que entren en conflicto con la legislación local. Organizaciones como Human Rights Watch denuncian que el texto de la convención sigue sin haber sido oficialmente publicado en Palestina, por lo que no es vinculante.

Fuente e imagen: https://elpais.com/sociedad/2019/12/13/actualidad/1576234376_446836.html

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La doble ocupación de las mujeres palestinas

Por: Iñaki Makazaga

Budour Hassan estudia con la ventana abierta las últimas asignaturas de un máster sobre Derecho Internacional en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Tiene 29 años, comparte el piso con su hermana y es parte de la red de juristas del Centro por los Derechos Humanos y Legales de Jerusalén (JLAC, por sus iniciales en inglés). Por el día resuelve los problemas legales que entraña a los palestinos residir en las zonas controladas por Israel con limitaciones para renovar su permiso de residencia, ordenes de demolición de sus viviendas y las solicitudes de permiso para acceder a los servicios más básicos como educación, sanidad o alimentos; por la noche, estudia la legislación internacional que señala como ilegal todas estas trabas que resuelve durante el día. “Mientras estudio, oigo los disparos del Ejército. Mi activismo no es una opción, es una obligación”.

Hoy Hassan ha atendido a 15 familias en la oficina, todavía hay mujeres esperando su turno, todas en silencio. “La burocracia de la ocupación es otra técnica de represión: genera un daño invisible más duro que el físico y es la forma más cruel de limpieza étnica”. Hassan habla claro y directo en un castellano que ha aprendido a través de la radio. A pesar de su ceguera de nacimiento, lleva una vida activa, comprometida e independiente. Hassan lo sabe. No le sobra el tiempo.

Desde que Israel naciera hace 70 años y escogiera Jerusalén como capital, más del 70% de palestinos han sido desplazados y la ciudad ha quedado partida en dos. Hassan lucha ahora para resolver “la burocracia de la ocupación que busca mantener no más de un 30% de población palestina en ella”. A la vez, en el resto de territorios ocupados más de seis millones de palestinos han cruzado las fronteras para vivir como refugiados y cerca de cinco millones resisten entre Cisjordania y la Franja de Gaza bajo estrictas medidas militares y sitiados por un muro de 840 kilómetros. Además, 700 checkpoints del Ejército israelí controlan a diario sus accesos a carreteras, pueblos y campos de cultivo. “Aquí de Tierra Santa queda poco, la vida diaria para un palestino es un infierno”.

Esta situación, como las del resto de los territorios ocupados, ha provocado un desgaste psicológico. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya ha alertado de sus consecuencias con “un aumento de los comportamientos impulsivos de la población general, debilitamiento de las relaciones duraderas, problemas emocionales y conductuales y un trastorno severo de la personalidad”. Por eso, junto al trabajo legal, la organización de Hassan ha reforzado el acompañamiento humano.

La OMS detalla que 110.000 palestinas requieren ayuda psicológica en la ciudad de Jerusalén. El Instituto Palestino de Neurociencia habla ya de un 36% de población con depresión crónica en toda Cisjordania. Y un reciente estudio de un grupo de investigadores independientes ligados a la Universidad de Washington alerta de que la salud mental es la peor de todo Oriente Medio con más de un 78% de la población palestina víctima de una agresión por parte del Ejército en sus propios hogares.

Para la OMS, “la ocupación palestina en sí misma es una de las principales causas de los problemas” de su salud. Las mujeres suman después el machismo con niveles altos de violencia intrafamiliar, matrimonios a corta edad y la radicalización de movimientos árabes de resistencia.

A 12 kilómetros de la oficina de Hassan, en Beit Sahur, trabaja también a destajo Juani Rishmani, coordinadora del Comité de Salud para las Mujeres, en la gestión de 14 clínicas, dos hospitales y diferentes unidades de salud móviles para atender a la población palestina. Desde hace un año también han priorizado la atención psicológica como prevención a nuevas enfermedades: “El clima de violencia se contagia en las casas y se reproduce en las familias”.

Para Rishmani la peor parte de la ocupación la sufren las mujeres: “Por un lado el Ejército israelí, por otro lado, el machismo de la tradición árabe”. Acaba de regresar de dos meses recorriendo España, de donde es originaria, para incorporar nuevos financiadores a sus proyectos. Cuenta con una plantilla de 230 personas, en su mayoría personal sanitario, para atender a 350.000 pacientes anuales y tampoco tiene un minuto que perder.

Hoy cierra ella el hospital de día que acaban de construir en Beit Sahur, cerca de la ciudad de Belén. Mientras apaga las luces de las diferentes salas, repasa los proyectos siguientes. “Ahora tenemos 25 camas, queremos ampliarlo y ser una centro abierto las 24 horas”. Pero necesitará volver de nuevo a España para fortalecer los contactos y generar los ingresos necesarios para la ampliación.

Mientras tanto, ha conseguido reforzar la atención de ginecología, el área por dónde llegan más mujeres víctimas de violencia. “Trabajamos con comités en todo Palestina para que nos deriven mujeres al área y para fortalecer al máximo su situación con charlas y otras iniciativas de empoderamiento”. Pero ellas, las mujeres sustentan la columna vertebral de la resistencia a la ocupación “por cuidar de las familias, los mayores y los enfermos, además de hacerse cargo de los hogares con personas en la cárcel y en paro”. Más de 6.000 presos políticos cumplen condena en cárceles israelíes, 70 son mujeres; más de 350, menores de edad, según la ONG Addamrer en apoyo a los presos palestinos.

Para Naciones Unidas, las mujeres suman a la ocupación también un serio problema cultural donde se les reserva un papel dedicado a los cuidados de la familia. Más del 90% de las víctimas de violencia de género opta por no denunciar, con más de un 46% de ellas convencidas de que esa violencia es legítima. Tan solo un 0,7% ha solicitado asistencia técnica. Y, sin embargo, más del 40% reconoce haber sufrido también violencia dentro del matrimonio, según la Oficina Central Palestina de Estadística (PCBS).

Por eso, Rishmani apaga las luces del hospital consciente de que más allá de los medios técnicos, la mejora de vida de las mujeres pasa por una transformación cultural y pone todas sus esperanzas en las charlas que programa por los territorios ocupados. “La violencia se ha naturalizado tanto que ni se denuncia, ni se frena, ni se rechaza. La que ejerce el Ejército contra los hombres se reproduce después en los hogares palestinos. Las mujeres se encuentran solas y en una situación muy vulnerable”.

La igualdad de género, nueva prioridad

Hasta el pasado mes de marzo seguía vigente el artículo 308 del Código Penal que permitía al violador casarse con su víctima para evitar la prisión. La campaña se inició en Jordania y en Palestina la lideró el movimiento feminista con Amani Aruri de la Unión Palestina de Comités de Mujeres (UPWC) como coordinadora.

Aruri tiene 26 años, dos hijos y un teléfono móvil que no deja de vibrar. La campaña contra el artículo 307 se desarrolló a través de las redes sociales. Y fue tal la respuesta que muchas mujeres contactaron con la organización para compartir sus experiencias. Ahora Aruri mantiene el contacto con muchas de ellas a través de WhatsApp. “Desde nuestra organización detallamos ante la Autoridad Palestina los abusos a los derechos de las mujeres por parte de la ocupación y también de la sociedad árabe”. Después los llevan a los organismos internacionales y diseñan campañas de incidencia política.

Juani Rishmani, coordinadora del Comité de Salud para las Mujeres en la gestión de 14 clínicas en Cisjordania, dos hospitales y diferentes unidades de salud móviles para atender a la población palestina.
Juani Rishmani, coordinadora del Comité de Salud para las Mujeres en la gestión de 14 clínicas en Cisjordania, dos hospitales y diferentes unidades de salud móviles para atender a la población palestina.IÑAKI MAKAZAGA

Ella conoce bien las consecuencias de la tradición. Más de un año tardó en tramitar su propio divorcio, así como la tutela de sus dos hijos de siete y cinco años a los que su marido tenía “secuestrados”. “En este país la mujer que se divorcia queda totalmente marginada tanto en la familia como en la sociedad”. En el juicio por la tutela de sus hijos, la jueza del tribunal le recriminó que se hubiera divorciado si lo que quería era vivir con ellos. Reproduce con su mirada la reacción entre enfado y pena que le generó el comentario. Ahora acompaña a otras mujeres en sus trámites.

Los divorcios, según su organización, han aumentado en más de un 30%. “Muchas jóvenes son casadas antes de los 18 años por sus familias para asegurarles un futuro. Al final, convierten su vida en otra pesadilla”. Y ahora quiere también plantar cara a los feminicidios. Hay 27 documentados en el último año, una cifra que pasa desapercibida en una sociedad marcada por la violencia militar del Ejército israelí y la presencia de las colonias ilegales.

Una nueva generación de activistas en Palestina ha impulsado la lucha por la igualdad de las mujeres junto a la resistencia frente a la ocupación. “Llegará el día en que vivamos con las ventanas abiertas y ya no suene el sonido de las balas fuera ni las lágrimas de la violencia dentro de los hogares”, señala Hassan. Hasta entonces, su vida, como la de Rishmani y Aruri, seguirá vinculada al activismo entre la lucha por la ocupación israelí y las costumbres más tradicionales de la sociedad machista y con la mejora de la salud mental, como termómetro de la eficacia de su trabajo. “Ha llegado la hora de que las mujeres tengamos también voz propia en la resistencia contra la ocupación de nuestro país y de nuestras vidas”, sentencia el abogado.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2018/08/09/planeta_futuro/1533825831_036243.html

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