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La historia de las mujeres a un lado, en medio, ‘la historia’

Por: Elena Simón

Las mujeres estamos aún en el primer estadío de la democracia: el del derecho al voto, a la voz y a la representación política, pero muy lejos de la influencia y el prestigio necesarios para que las propuestas propias, en las que la vida se ponga en el centro, lleguen a buen puerto.

Me interesa hablar y aprender de Historia, porque es una disciplina que está siendo arrinconada como casi inútil y suplantada por discursos varios que abogan por mirar hacia adelante y sólo hacia adelante, ni siquiera al presente. Pero la cultura milenarísima humana no es sólo futuro (porque estaría por ver), ni presente (porque aún no se ve bien lo que está ocurriendo). La Historia también fue sociología y antropología, cuando sólo se podía describir lo que se estaba viendo. Nuestra cultura de la inmediatez y de las falsas noticias, prejuicios recurrentes y trending topic no nos deja mirar de dónde venimos y ofusca la memoria confundiéndonos a diario entre lo vivido, lo escuchado, lo leído o lo narrado, hasta el punto de desubicarnos de nuestra propia realidad.

Ya sé que todo esto se debe en gran parte al tráfico infernal de noticias, datos, sucesos, comentarios y opiniones. Y a la predisposición masiva para dejar de mirar en direcciones divergentes a las de los discursos oficiales y machacones.
Realizo estas consideraciones previas para enmarcar la cuestión que quiero tratar: la ausencia de conocimientos y datos contrastados sobre la historia política de las mujeres y sus consecuencias. La historia política de las mujeres está casi por escribir, puesto que de la consecución de los derechos políticos no se ha derivado una historia diferente, ignorada hasta ahora.

Como estamos en época electoral intensiva, no está de más que reflexionemos sobre los derechos políticos de las mujeres en los sistemas democráticos y sus consecuencias. Los derechos políticos empezaron por el sufragio, tanto pasivo (poder ser electas) como activo (poder ser electoras). La política tenía una herencia patriarcal indiscutible desde los tiempos más remotos: los hombres dominantes de cada tiempo y lugar, legislaban, juzgaban y ejecutaban acciones para el resto y, casi siempre, en su propio beneficio. El bien común fue siempre la portada presentable de la Política, pero ahora también es así.

El reparto o redistribución de bienes materiales e inmateriales entre el conjunto de la población es relativamente reciente, no tiene aún ni siquiera un siglo. El reparto de bienes y la oferta de servicios públicos es fruto del ascenso de las clases no dominantes a los derechos de ciudadanía. Pero en esta redistribución (muy desigual, por cierto, y arrancada a duras penas) no sólo influyó la clase sino el género, las razas y el origen de las personas. Los parlamentos no han representado proporcionalmente las diversidades humanas, pues están en gran parte copados por personas que ostentan caracteres hegemónicos. Aunque parezca un tópico: varones heterosexuales, urbanos, de la raza dominante, con estudios.

Mirando un poquito hacia atrás y un poquito al presente, las cosas han cambiado poco. Vemos a mujeres en los escaños ( por precepto de ley), pero las vemos también en segundos planos, subsidiarias, “segundo sexo”. Parecen fastidiosas, inoportunas, con pocas habilidades políticas, con discursos aprendidos de sus hombres y repetitivos. Las mujeres en número suficiente tendrían que haber cambiado las políticas del bien común, tendrían que haber conseguido poner en el centro a las personas, a ellas mismas.

Pero seguimos sin tener la influencia y el respeto necesarios para hacernos oir con voz propia, tanto en el interior como en el exterior de los partidos. La voz de mujer agrada cuando es aduladora y apoya las acciones masculinas, cuando es dulce y amorosa, pero no si es asertiva, exigente, reivindicativa y contundente. Entonces sobra.

Sé que a muchas mujeres de los partidos les encomiendan la redacción de las partes blandas de los programas electorales: igualdad, dependencia, servicios sociales, juventud, educación, salud. Todo aquello de lo que se les considera experimentadas y se supone que harán tan bien como en sus casas. También les encomiendan luego los departamentos correspondientes, que han de gestionar con los pocos recursos que los hombres deciden que haya para estos asuntos menores. Como en las casas: administrar lo que se otorga por parte de los hombres, que no tienen tiempo de descender a esas minucias tan minuciosas y poco llamativas. En el mejor de los casos un agradecimiento de compromiso y postureo. Igual que cuando algún hombre ilustre del campo de la literatura, la ciencia o las artes, nombra en público a su mujer como impresciendible para su brillo y fama.

Las mujeres estamos aún en el primer estadío de la democracia: el del derecho al voto, a la voz y a la representación política, pero muy lejos de la influencia y el prestigio necesarios para que las propuestas propias, en las que la vida se ponga en el centro, lleguen a buen puerto.

La política está apenas tocada de feminismo y sí calada hasta la médula de androcentrismo y misoginia.
Como alternativa de presente y futuro: ¿Ponemos la historia de las mujeres en el centro?

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/04/30/la-historia-de-las-mujeres-a-un-lado-en-medio-la-historia/

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Desigualdad de género en la India: la injustia social por «ser mujer»

Asia/India/02 Mayo 2019/Fuente: Vaticannews

Según las últimas estadísticas publicadas por el informe de UN Women 2016, la mayor parte de la sociedad de este país percibe a la mujer como un bien económico que queda sometida a las decisiones de sus padres. No tiene derecho a expresar su voluntad ni a hacer uso de su propia autonomía.

En pleno siglo XXI millones de mujeres en todo el mundo siguen padeciendo las consecuencias de sistemas sociales arcaicos que promueven la injusticia social y el abuso de poder frente al género femenino.

Un claro ejemplo de desigualdad de género es la India, donde el papel de la mujer en la sociedad continúa devaluado a pesar de las diferentes leyes que reconocen la igualdad de derechos de ambos sexos.

Desigualdad de género e injusticia social

La Constitución india promulga la no discriminación de género en sus artículos 14, 15 y 16. En concreto, el artículo 15, apartado 3; permite al Estado tomar medidas especiales para garantizar la igualdad para mujeres y niñas. El artículo 39, por su parte, insiste en la creación de políticas gubernamentales que aseguren los mismos derechos a hombres y mujeres, incluido un salario igualitario. Sin embargo, la realidad práctica es bien diferente.

Mujer sin voz ni autonomía

Según las últimas estadísticas publicadas por el informe de UN Women 2016, la mayoría social de este país percibe a la mujer como un bien económico que queda sometida a las decisiones de sus padres. No tiene derecho a expresar su voluntad ni a hacer uso de su propia autonomía.

Es culturalmente aceptado el fenómeno de los matromonios concertados por conveniencia, que pasa a ser un «asunto de familia», tanto a la hora de pactar la edad del compromiso como en el momento de elegir el marido. Una vez casada, la esposa depende totalmente de la voluntad de su esposo y de la familia de éste.

Matrimonios concertados

A esto se suma la creencia popular de que la mujer es valorada y respetada mientras esté al lado de su marido. Las viudas, por ejemplo, forman un grupo social marginado y pobre, excluido de manera física, emocional, cultural y religiosa. Se trata de hechos que podrían sonar estrambóticos y carentes de sentido en algunas sociedades occidentales pero que conforman el «calvario diario» de millones de mujeres, y no sólo en India sino en tantos otros países de todos los continentes.

Mujeres: motor de una economía «invisible»

Resulta paradójico que pese a ser el grupo poblacional más explotado, las mujeres trabajadoras de la India contribuyen de manera fundamental a la estabilidad económica de esta nación, aunque gran parte de su trabajo «sea invisible ante el sistema» ya que no se documenta ni se contabiliza en las estadísticas oficiales. Se estima que el 95% de las mujeres indias trabaja en el sector informal de la economía y su trabajo es inseguro, irregular, invisible y normalmente no está reconocido.

Igualmente, a pesar de la inserción laboral de la mujer en el sector de la agricultura india y en el ámbito laboral en general; ésta no goza de ningún tipo de independencia económica. Tal y como explican las organizaciones internacionales que trabajan en el terreno, la mujer india debe entregar a su marido los beneficios obtenidos trabajando para que él los administre a su gusto.

Educación y falta de oportunidades

En todos los aspectos de la vida, incluida la educación, se prioriza la los niños frente a la de las niñas. Dado que la niña «por tradición» será mantenida por otro hombre, su formación resulta innecesaria y queda relegada a las tareas del hogar.

En este contexto, la Iglesia católica a través de sus misioneros y agentes de pastoral, trabaja sin descanso en la lucha por la defensa de los derechos humanos de los más vulnerables: los pobres, los niños y las mujeres.

Si bien la comunidad cristiana es pequeña en términos numéricos en relación a la población total de la India, su contribución al progreso socio-económico de la nación es muy significativa.

Iglesia presente en India

Los cristianos gestionan miles de instituciones educativas, hospitales, centro de atención primaria de la salud, centros de rehabilitación para criminales, hogares de ancianos, hogares para moribundos y necesitados, leprosarios, institutos técnicos y agrícolas, centros de bienestar social, grupos femeninos de auto-ayuda, centros espirituales.

Entre las comunidades religiosas más activas, destacan las Misioneras de la Caridad, congregación fundada por Santa Teresa de Calcuta, cuyo legado sigue aún vivo y dando frutos en las calles más pobres y olvidadas, no sólo de la India, sino del mundo entero.

Fuente: https://www.vaticannews.va/es/mundo/news/2019-04/mujer-desigualdad-de-genero-en-la-india.html

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Las Palestina: mujeres que han creado una comunidad alrededor del tomillo

Asia/Palestina/02 Mayo 2019/Fuente: El país

Agricultoras palestinas cultivan un futuro mejor a través de la producción ecológica y la venta de los frutos de la tierra en el mercado local y las redes de comercio justo

Cojo un vuelo desde Madrid a Tel Aviv para poder llegar hasta Ramala, la capital administrativa de Cisjordania, en Palestina. Voy a visitar los proyectos que estamos desarrollando desde Ideas, Cooperativa de Comercio Justoa la que pertenezco, para apoyar a familias rurales palestinas a través de la producción ecológica y la venta de los productos que cultivan en el mercado local y las redes de comercio justo.

A la mañana siguiente, llego a la sede de Parc (Agricultural Development Association), la ONG palestina con la que trabajamos desde 2016, y donde nos espera el equipo de proyectos para organizar la agenda de los próximos días. Por fin voy a conocer a las mujeres productoras de tomillo, visitaremos los invernaderos y las demás infraestructuras que han construido para mejorar su producción.

Nos reciben con cariño y café con cardamomo. Solo quedan unos días para que comience la primavera, ha sido un largo invierno en Cisjordania. Locales y expatriados nos cuentan que Ramala se encuentra a 900 metros sobre el nivel del mar y que en invierno el frío se cuela en oficinas y casas haciendo desear la llegada del buen tiempo.

Izzat es ingeniero agrónomo y trabaja en Parc como coordinador de proyectos desde hace más de veinte años. Me cuenta que su asociación comenzó su trabajo a principios de los años 80 de la mano de ingenieros palestinos que, preocupados por la ocupación de tierras por parte de Israel, querían prestar su apoyo a las familias de las zonas rurales. Su trabajo fue creciendo, comenzaron a recibir apoyo internacional, y hoy se ha convertido en la ONG más grande de Palestina, apoyando a familias rurales que, a través de la agricultura, consiguen generar ingresos estables, alimentos para la comunidad y sobre todo defender su tierra, esperanzados con que un terreno cultivado y productivo sea más difícil de ocupar que uno baldío.

En la sala entran Tamador, Athar y Nawras, tres compañeras que me acompañarán los próximos días y me irán mostrando la complejidad de la vida en Palestina, en la que todo pasa irremediablemente por la ocupación. Me llama la atención al visitar los mercados palestinos la cantidad de productos israelíes que se consumen en Cisjordania. Muchos de estos vegetales son cultivados en asentamientos de colonos a precios mucho más baratos. Israel practica el dumping con el fin de erosionar el sector productivo local. Todo lo cotidiano, desde la comida o cómo llegar a casa, hasta el pago de los impuestos o el agua que se consume, está controlado por el Gobierno de Israel.

A la mañana siguiente, nos dirigimos hacia el norte, a la provincia de Qalqiliya, vamos a visitar la cooperativa de mujeres de Khirbet Sir, que se dedica a la producción de aceite de oliva y al cultivo de hierbas aromáticas y verduras. Llegamos a la sede del ayuntamiento donde nos reciben las socias de la cooperativa que nos cuentan cómo se organizan en grupos para ir a los invernaderos en los que cultivan tomillo y que han construido con la financiación de la Diputación de Córdoba. Están felices porque en unos días recogerán su cuarta cosecha y la venderán en el mercado local. Este año han recibido formación para hacer más sostenible su producción y técnicas para vender mejor su producto.

Hacemos un parón para desayunar, una de las mujeres de la cooperativa ha preparado moajanat, un tipo de torta de pan con tomillo fresco. Algunos están preparados con queso, no puedes parar de comer de lo delicioso que está. Entonces ocurre la magia. A través de la comida, las mujeres se relajan y empiezan a reír, te hablan de sus familias y de sus proyectos con el invernadero, quieren recibir más formación en marketing para producir el zaatar seco, una mezcla de especias que se prepara con tomillo, sal y sésamo. Estas mujeres han creado una comunidad en torno al zaatar, trabajan fuera de casa, lo cual no es tan habitual en las familias palestinas, generan ingresos para ellas y sus familias y además se sienten orgullosas de defender su tierra a través del cultivo.

Khibet Sir está rodeando de muro, incluso aquí cerca unos vecinos tienen que cruzar un checkpoint para cultivar sus huertas. Hay días que “por razones de seguridad” se lo encuentran cerrado y tienen que volver a casa o esperar horas a que lo abran. Nos llevan allí para que lo veamos. Esta comunidad se encuentra en Zona C, bajo total control israelí. Desde la firma en 1995 de los Acuerdos de Oslo, Cisjordania está dividida en tres zonas. La Autoridad Palestina no tiene jurisdicción sobre la Zona C y se le impide la prestación de servicios a la población palestina.

Después de más de 50 años de conflicto, la ocupación militar ha ido desmembrando y reduciendo el territorio palestino a una situación cada vez más parecida a un apartheid. Y mientras la política de sillones sigue su curso, estas mujeres se juntan cada día para apoyarse, trabajar su tierra y generar alternativas de empleo. La cooperativa ha crecido en el último año y hay más mujeres que quieren participar. Generar un canal de comercialización estable para sus productos va a ser crucial para apoyarlas. Incrementar las ventas en el mercado local, desarrollar nuevos productos, como el zaatar, importarlo y distribuirlo en las redes de comercio justo permitirá reforzar la cooperativa y la lucha por su territorio. Por eso desde Ideas y otras entidades de la economía solidaria trabajamos con la idea de que el consumo también es política y tenemos el poder de transformarlo. El comercio justo no es solo un relato, es un instrumento que cambia vidas, como las que habitan Khibet Sir en Palestina.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/04/30/planeta_futuro/1556619403_208321.html

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Las estudiantes chilenas esperan desde hace un año nuevos protocolos contra el acoso en la universidad

Por: Meritxell Freixas Martorell

La movilización estudiantil feminista de hace un año reclamó cambios en estos documentos, pero son pocos los centros que han concretado los cambios

“Ni el protocolo [de la universidad] ni el sistema judicial es suficiente para las denunciantes. Nos relegan a un rol secundario, donde todo es secreto y ni siquiera podemos decir qué pasó ni defendernos de las decisiones que toma la universidad”. Es la crítica que la estudiante de Derecho de la Universidad de Chile, Sofía Brito, expresaba en contra de la desprotección que vivió por acusar dentro de la universidad a uno de sus profesores. Fue en mayo de 2018, cuando la joven y exayudante de Carlos Carmona, quien además de académico fue presidente del Tribunal Constitucional, dio a conocer públicamente una denuncia por acoso sexual y laboral contra el docente que terminó provocando su dimisión. El caso motivó una protesta feminista que paralizó las clases de la facultad durante 74 días, en un contexto de movilizaciones estudiantiles que se replicaron en todo el país para exigir una educación no sexista y el fin de la violencia machista en las aulas.

Entre abril y agosto de 2018, la ola de protestas estudiantiles feministas provocó la ocupación y paralización de 24 universidades de Chile y convocó masivas manifestaciones en las principales ciudades del país.

Las primeras en organizarse fueron las jóvenes de la Universidad Austral de Chile, ubicada en la ciudad sureña de Valdivia. El 17 de abril de 2018 estudiantes de Antropología se tomaron el edificio de su facultad para denunciar varios casos de acoso y abuso entre estudiantes. A ellas se sumaron las jóvenes de Ciencias de la misma casa de estudios, que rechazaron la decisión de la institución de mantener en plantilla a un docente que, tras una investigación interna, fue hallado culpable de acosar sexualmente a una funcionaria. En un par de semanas, las ocupaciones llegaron a la capital, a la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, por las acusaciones de Sofía Brito en contra de Carmona.

Poco a poco, otras instituciones de educación superior, tanto públicas como privadas, fueron sumándose a la movilización estudiantil feminista. Entre ellas, la Universidad de Playa Ancha, en Valparaíso, que fue la que estuvo más tiempo en paro, casi cuatro meses, y que incluso implicó una huelga de hambre para conseguir que su rector aceptara el petitorio; o también la Pontificia Universidad Católica, que fue ocupada por última vez en 1986, en plena dictadura.

Universidades sin protocolos

Los petitorios que presentaron las estudiantes a los rectores de las universidades paralizadas recogían distintas demandas. Pero prácticamente todos tenían en común la creación o mejora de los protocolos internos para abordar situaciones de acoso y/o abuso; la suspensión y expulsión de los académicos involucrados en estos casos, y la eliminación de la educación sexista, una cuestión muy amplia que abarcaba desde el lenguaje que los docentes utilizan en clase, hasta cursos obligatorios con perspectiva de género incluidos en el currículum académico o cuotas de género en cargos académicos y administrativos, entre otros.

El informe Protocolos de acoso sexual en las universidades chilenas: una deuda pendiente, publicado hace un año por el Centro de Estudios de Políticas y Prácticas en Educación (CEPPE) de la Universidad Católica, revelaba que sólo siete universidades de las 60 que existen en Chile habían diseñado y publicado protocolos contra el acoso sexual universitario a noviembre de 2017. A partir de enero de 2018, otras cuatro se sumaron a este proceso.

La investigación también señalaba tres limitaciones comunes de las instituciones universitarias para abordar esta cuestión: una definición restringida del acoso; el uso de protocolos como estrategia reactiva y no preventiva; y el desconocimiento de las lógicas de poder “entretejidas” en la problemática. “Los protocolos no son, en su diseño, ni equitativamente seguros ni cómodos para todas las partes”, concluyeron las autoras. Precisamente por eso, las protestas hicieron de su creación o mejora una necesidad de las estudiantes para actuar ante situaciones de acoso, abuso y violencia sexual en las universidades. En esa demanda, las jóvenes se encontraron con la complicidad de académicas y funcionarias que apoyaron sus reivindicaciones y presionaron para conseguirlas.

En Universidad de Chile y en la de Concepción, por ejemplo, en el último tiempo se han puesto en marcha “fiscalías” para mejorar las garantías de las investigaciones y evitar, así, que sean los académicos –muchas veces sin formación en género– los que tengan que esclarecer un caso de acoso o abuso dentro de la institución.

Falta de voluntad para avanzar

Consuelo Sarmiento fue una de las portavoces de la movilización de la Universidad Austral y hoy es parte del Observatorio de Género y Medios para el Sur. Explica que la protesta logró “fortalecer” algunos puntos del reglamento de la universidad en materia de acoso sexual y destaca la creación de la primera Secretaría de Género y Sexualidad de la universidad.

Sin embargo, la exestudiante lamenta que no se haya logrado “sacar a los académicos acosadores de las aulas”, hecho que, según ella, no pasa con los estudiantes, que son expulsados con mucha más facilidad: “Con los profesores la relación de poder es bastante distinta”, afirma. Según la prensa chilena, después de las protestas, un total de 16 universidades abrieron 132 procesos internos por denuncias de acoso y/o abuso sexual o laboral.

Desde la Universidad Católica, Daniela Pinto, estudiante de Bioquímica y una de las portavoces de la ocupación, cuenta que las estudiantes siguen “a la espera” de que se concreten los cambios que solicitaron en el protocolo: “Hoy todavía tenemos el mismo que el año pasado”, se queja. Piden que se incluya el acoso hacia las estudiantes –no sólo hacia las trabajadoras de la universidad–, que se acorten los tiempos de las investigaciones o que contemple también los casos ocurridos fuera del recinto universitario.

La joven explica que durante las negociaciones se acordó modificar el documento durante el primer semestre de este año, entendiendo que se pudieran prolongar los plazos porque se trata de un proceso lento. Sin embargo, en su opinión, “las autoridades no muestran voluntad para avanzar”.

Más allá de los pendientes en materia de protocolo, Pinto menciona que sí ha habido tímidos avances, por ejemplo, en la incorporación de dos psicólogas al equipo de abogadas que aborda los casos de violencia sexual. “El gran problema es que la Universidad no muestra nada de lo que está haciendo, se sabe sólo a nivel de autoridades y eso dificulta hablar de avances porque un estudiante de base no tiene ni idea de nada”, critica ella.

Esperar con cierta “frustración”

La movilización estudiantil feminista llevó al Ministerio de Educación a proponer un compromiso entre los rectores para avanzar en equidad de género. Por ahora, nueve universidades han firmado el acuerdo. Entre las medidas que deberán cumplir está que al menos un 40% de los integrantes de los órganos superiores sean mujeres y que en las elecciones de rectores compita al menos una mujer.

Este mes se cumple un año de aquel “mayo feminista” que tiñó las calles de Santiago de verde, color de la lucha por el aborto, y de lemas y consignas a favor de una educación no machista y libre de violencias. Pero con la distancia y perspectiva, las protagonistas de las marchas observan con cierto regusto amargo que no han avanzado tanto como esperaban. “Más allá del hito que representó la movilización y de un avance en la toma de consciencia, creo que hay un poco de frustración porque al final no hemos visto nada concreto ni tangible. Estamos en un punto muerto”, dice Pinto. “Y mientras no llegan los cambios, nuestras compañeras siguen en clase con sus abusadores, las siguen violentando”, añade.

Las tomas que lideraron las estudiantes en el otoño e invierno austral de 2018 contribuyeron a alimentar y consolidar el movimiento feminista en Chile, que tuvo su máxima expresión el pasado 8 de marzo, con masivas manifestaciones en todo el país. Las chilenas hicieron historia, pero no podría explicarse el éxito del 8M sin el pulso que abrieron las jóvenes hace justo un año. Los frutos de ese esfuerzo, pero, los siguen esperando impacientes hasta hoy.

Imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/wp-content/uploads/2019/04/IMG_9656-768×512.jpg

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/04/29/las-estudiantes-chilenas-esperan-desde-hace-un-ano-nuevos-protocolos-contra-el-acoso-en-la-universidad/

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¿Qué me impide ser científica?

25 Abril 2019/Fuente: El país

Las mujeres son minoría en la ciencia: tanto en las aulas como en los despachos. Cinco científicas e ingenieras de prestigio ofrecen consejos a las jóvenes decididas a seguir ese camino

La ciencia no es muy popular entre los niños, pero entre las niñas menos. Solo el 15% de los varones que estudian Secundaria se ve siendo científico. En el caso de ellas, solo el 6,8%, según datos del Instituto de la Mujer, dependiente del Ministerio de Igualdad. Esa situación se repite en las aulas universitarias. Solo un cuarto del alumnado de los grados de ingeniería y arquitectura son mujeres. ¿A qué se debe?

“El mayor problema es la falta de referencias, de modelos a seguir”, asegura Lola Pereira, vicepresidenta de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT) y catedrática de Geología de la Universidad de Salamanca. “Siempre ha habido mujeres en ciencia e ingeniería, pero, por desgracia, solo se conoce a Marie Curie y cuatro nombres más”, argumenta Laura Abad, profesora de la Escuela Politécnica Superior de la Universidad Alfonso X el Sabio.

La divulgación del trabajo de científicas del pasado y del presente es, por tanto, clave para cambiar la situación actual que hace que solo un cuarto de los profesionales que se dedican a la tecnología en empresas sean mujeres. ¿Cómo revertir esta situación? Cinco profesionales dedicadas a la ciencia o la ingeniería exponen las razones por las que las jóvenes no deben dudar si quieren ser científicas y reflexionan sobre los problemas que han encontrado en su carrera por ser mujeres.

En un mundo necesitado de referentes femeninos en la ciencia, aquí van unos cuantos.

Natalia Larrea

Consultora en el sector espacial y líder de una misión simulada a Marte en Mars Desert Research Station (MDRS)

“Cree en ti misma, en que puedes marcar la diferencia y alcanzar lo que desees”

Natalia Larrea tiene claro que toda aspirante a científica debe poner énfasis en la seguridad. “Cree en ti misma y en que puedes alcanzar lo que desees”, comenta por correo electrónico desde Montreal, Canadá, donde reside. Allí trabaja como consultora senior en Euroconsult, una multinacional dedicada al sector espacial después de trabajar para la Agencia Espacial Europea e investigar en el Ames Research Center de la NASA. Llegó al país norteamericano becada  por la Fundación La Caixa para realizar un máster en Ingeniería Aeroespacial en McGill University en 2012, tras haber obtenido el título de ingeniera superior de Telecomunicaciones en la Universidad Alfonso X el Sabio y el diploma de Astronomía y Ciencia Planetaria de la Open University de Reino Unido.

Natalia Larrea.
Natalia Larrea.

Esta madrileña de 33 años asegura que no ha sentido rechazo en el ámbito laboral por ser mujer. “Nunca me he enfrentado a ninguna situación problemática por ser mujer. Y, mejor dicho, nunca he dejado que sea un factor que afecte a lo que hago”, aclara. Aunque reconoce que sí que ha experimentado situaciones en las que se ha sentido prejuzgada fuera del ámbito de trabajo. “Ciertas personas pueden pensar automáticamente que si una mujer se ve bien físicamente y va bien vestida no es todo lo inteligente que debería. No obstante, nunca he dejado que eso me limite”, agrega.

A Larrea, premiada en múltiples ocasiones e incluida en la lista 35 under 35 (35 por debajo de 35 años) del International Institute of Space Commerce (IISC), siempre le ha fascinado el universo. “Mis padres son científicos los dos y me inculcaron la pasión por el conocimiento en cualquier campo y especialmente en ciencia e ingeniería”. Para ella, estudiar ciencia y entender por qué y cómo funcionan las cosas es fascinante y considera que merece la pena que más mujeres se animen a estos campos para que marquen el camino a muchas personas más en el futuro.

Andrea Martínez Maroto

Jefa de obra en la Dirección de Ferrocarriles y Transportes de Ferrovial Agromán

“Que no calen los mensajes pesimistas en ellas”

Andrea Martínez Maroto cree que las denuncias públicas ante la falta de igualdad o el dominio de los hombres en las carreras de ciencias no debe desalentar a las jóvenes. “Todo esto acaba calando en aquellas que tienen que decidir a qué dedicarse laboralmente”, cuenta. Por esto considera necesario difundir los casos de éxito. Su historia, precisamente, podría ser una de ellas. Esta madrileña de 32 años, ingeniera superior de Caminos, Canales y Puertos, por la Universidad Alfonso X el Sabio, ha sido nominada a los Premios WICE (acrónimo de Women in Construction & Engineering), que reconocen el trabajo de mujeres en el campo de la ingeniería y la construcción en Europa. “Ferrovial me propuso a mí en la categoría de Rail Engineer [ingeniero ferroviario, en castellano]. Los ganadores se conocerán el 23 de mayo el Londres”, detalla.

Andrea Martínez Maroto
Andrea Martínez Maroto

Su sector, el de la construcción, es un ámbito en el que la mujer ha entrado hace poco. Esta ingeniera reconoce, sin embargo, que nunca ha encontrado ningún problema por ser mujer. “Estoy embarazada de siete meses y la respuesta de mis jefes y compañeros a la nueva situación ha sido la adaptación de todo el equipo para los meses en los que no estaré operativa. Cuando me incorpore, dependerá de mí y de la igualdad en el reparto de responsabilidades con mi familia que mi trayectoria siga una evolución u otra. Pero mi empresa me permite todas las oportunidades”, expone Martínez, que reitera que las carreras STEM (las de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas) requieren capacidad de esfuerzo, trabajo en equipo, análisis de datos y toma de decisiones, al margen del sexo del ingeniero.

Lola Pereira

Catedrática y vicepresidenta de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT)

“Hoy nadie puede pararte. Si ves discriminación, puedes denunciar”

“Si una niña quiere ser ingeniera, lo único que tiene que hacer es seguir los pasos para serlo”, asegura Lola Pereira, catedrática de Petrología y Geoquímica de la Universidad de Salamanca. “Hoy ya no hay ningún impedimento, nadie puede pararte”, agrega. Pereira, de 55 años, cree que la Ley de Igualdad de 2007 ha sido definitiva en las reivindicaciones. “Si cualquier mujer detecta una discriminación, la puede denunciar”.

Lola Pereira
Lola Pereira ÁLVARO GARCÍA

Pereira sí piensa que en su carrera lo ha tenido más difícil por ser mujer. “Sobre todo al plantearme trabajar en temas de minería en empresas privadas”, sentencia. Aunque, agrega, también ha sentido discriminación cuando competía por un puesto en el ámbito académico. “He tenido que trabajar más del doble que un hombre para demostrar que estoy en el puesto que merezco. También he vivido cosas que si me pasasen ahora, no dudaría en denunciar”, continúa. Y destaca la paciencia como una de las cualidades para dedicarse a la ciencia. “Si una joven no siente la vocación, pero tiene inquietudes, puede ser la semilla de una gran científica”.

Laura Abad

Profesora de la Escuela Politécnica en la Universidad Alfonso X el Sabio

“Disciplina antes que inteligencia”

“Curiosidad y valentía ante los problemas y desafíos”, eso es lo que debe tener cualquier estudiante de ingeniería, según esta experta. “Más que inteligencia, porque hay muchos tipos de inteligencia, hace falta disciplina”, añade. Para Abad, madrileña de 52 años, las redes sociales son definitivas para que las científicas e ingenieras tengan más visibilidad. “Permiten que conozcamos mejor su trabajo y, sobre todo, sus logros”.

Esta doctora en Ciencias Físicas descubrió su vocación muy pronto. “Con 12 años impartí mi primera clase a un chico de 14”, recuerda. En toda su carrera, nunca ha experimentado discriminación por ser mujer. “Me he sentido aceptada y valorada y me han tratado igual que a mis compañeros hombres”, asegura. Durante sus estudios, sin embargo, tuvo que esforzarse para conciliar: se casó al terminar la titulación y su primer hijo nació mientras hacía la tesis. “Tenía que pasar mucho tiempo realizando medidas y simulaciones estando embarazada y cuidando después a un bebé”, confiesa. La ayuda de su familia fue clave para lograrlo.

Abad celebra las facilidades que ahora muchas compañías proporcionan para la conciliación laboral. Pero cree que no hay que bajar la guardia. Aún hay muchos empresarios, puntualiza, que consideran que es mucho más rentable contratar a un hombre. “El error es no darse cuenta de que los padres tienen los mismos derechos en el cuidado de los hijos. Ahora existe un permiso de paternidad que en mi época no existía”.

Susana Marcos

Investigadora del Instituto de Óptica del CSIC y medalla Santiago Ramón y Cajal de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales

“Es una carrera de fondo para todos”

Susana Marcos, directora del Laboratorio de Óptica Visual y Biofotónica del Instituto de Óptica del CSIC, cree que es necesario aprovechar el talento femenino que hasta ahora estaba invisibilizado. “Tal vez, por culpa de los estereotipos o la presión de los padres o creer que no es lo suficientemente brillante para ello”, afirma.

Susana Marcos
Susana Marcos CSIC

La científica, que pasó tres años en Harvard tras doctorarse en la Universidad de Salamanca y cuenta con 17 patentes a su nombre, no cree que las incertidumbres que se le han presentado en su carrera sean muy distintas de las de sus compañeros. “Siempre surgen a la hora de lograr una beca, por ejemplo». Y continúa. “Probablemente mi convicción por lograr las metas e hitos que me he ido planteando ha sido más fuerte que cualquier otro obstáculo”, reconoce.

Esta salmantina de 49 años entiende la ciencia como una carrera de fondo, pero para todos, competitiva y con muchos filtros en la que hay mujeres que se quedan en el camino. “Sin embargo, hay áreas de investigación, como en la biomedicina, donde hay muchas mujeres muy brillantes”, apostilla. No duda en que cualquier mujer puede llegar donde quiera en el mundo actual. “Si realmente desea dedicarse a ello y pone empeño, no debe haber nada ni nadie que le impida hacer realidad sus sueño”, concluye.

Fuente: https://elpais.com/sociedad/2019/04/22/actualidad/1555927693_177388.html

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Aguja e hilo, las armas de un grupo de mujeres kenianas para sobrevivir

África/Kenia/11 Abril 2019/Fuente: Informe21

Jerusa Angokho tenía casi 40 años cuando tuvo que hacerse cargo sola de sus cinco hijos. Sin ninguna profesión, esta mujer originaria del este de Kenia encontró en la costura una vía para subsistir y progresar.

«He aprendido a hablar con libertad. Al principio me daba miedo expresarme, pero ahora sé que puedo crear, coser y luego vender lo que produzca», explica a Efe Angokho, que ahora, con 52 años, se siente «una mujer distinta».

Ella es una de las 30 mujeres que forman parte del proyecto Mrembo Africa («Mujer bella en África», en suajili), un taller con fines sociales que proporciona una profesión y empleo a mujeres kenianas y refugiadas que viven en el barrio bajo de Kangemi (oeste de Nairobi).

En este suburbio de unos 100.000 habitantes, que no cuenta con alcantarillado, miles de mujeres forman parte del sector informal, donde trabajan más del 80 % de los kenianos, una salida que les permite contribuir a la economía familiar con unos ingresos de 500 a 700 chelines kenianos al día (entre 4 y 6 euros).

Frente a esto, nacen iniciativas como Mrembro Africa, cuya impulsora, la keniana Alice Eshuchi, inició sin apoyo del Gobierno o de ninguna otra organización, con el único objetivo de poder obtener beneficios y proporcionar un salario digno a estas mujeres.

«Empezamos en 2016 siendo muy pequeños y enseñando a las mujeres, kenianas y refugiadas, desde cero. Nuestro objetivo es darles poder a ellas para que puedan empoderar a otras», explica Eshuchi.

Con más de 25 años de experiencia en gestión de programas sociales y de empoderamiento de mujeres y niñas, así como otros grupos vulnerables, Eshuchi decidió empezar el proyecto al observar la situación en la que se encuentran las mujeres de este barrio, muchas sin acceso a una educación y con muy pocos recursos.

«Las mujeres aquí son increíblemente creativas, siempre traen consigo nuevas ideas, sólo necesitan la confianza para alcanzar sus objetivos. Tras pasar un tiempo con nosotras, se convierten en empresarias», detalla.

Según el último informe de 2016 sobre pequeñas y medianas empresas elaborado por el Instituto Nacional de Estadística de Kenia, las mujeres son propietarias de más del 60 % de las empresas informales del país, y esta cifra baja al 32,2 % en las formales.

Tener un taller propio es el sueño de Millicent Nakhumicha, de 25 años, que empezó a trabajar con esta organización en 2014, justo después de graduarse, sin contar con ninguna formación específica ni los recursos para seguir estudiando.

«Me quiero centrar en mi carrera, no puedo depender de un hombre, sólo de mí misma», afirma Nakhumicha, quien confiesa que para sus diseños se inspira en la gente que ve en la calle, en la televisión y las revistas, y cuya especialidad son los bolsos y las mochilas.

Esta joven de aspecto tímido se ha convertido también en la modelo de Mrembo Africa, además de en su diseñadora estrella, siendo la encargada de elaborar los bolsos, mochilas y otros complementos que fabrican en el taller, que reconoce son «su debilidad».

«Mi sueño es tener un taller en el que trabajen cientos de mujeres sin recursos y poder ayudarles así a pagar el alquiler, la comida o el colegio para sus hijos», cuenta, ilusionada.

Los pedales de las viejas máquinas de coser -algunas de los años 50- y las bobinas de hilo no dejan de correr en este pequeño taller, donde coloridas telas africanas se combinan en todo tipo de estilos y diseños, incluida moda, accesorios y decoración para el hogar.

En 2018, esta organización entrenó a 42 mujeres y niñas, algunas ya casadas y con hijos, aunque, según reconoce Eshuchi, la tarea «no es siempre fácil» y se dan algunos casos de fracaso entre las participantes en el proyecto.

«Nos llegó una chica de 15 años, había sido violada y tenía un bebé. Estaba traumatizada, pero cuando llegó su confianza aumentó mucho», señala la directora, quien lamenta que muchas de estas madres rechazan a sus hijos al ser fruto de una violación.

Mrembo Africa proporciona a algunas de estas mujeres la única comida que podrán tener ese día, pero con el claro objetivo de que «no sean dependientes» y puedan cosechar ellas mismas su sustento.

«Cualquier mujer puede hacer lo que hacemos aquí. Sólo hay que mirar a cada estudiante y ver de lo que es capaz», concluye Eshuchi.

Imagen tomada de: https://informe21.com/sites/default/files/styles/node_default/public/images/15318519w.jpg

Fuente: https://informe21.com/economia/aguja-e-hilo-las-armas-de-un-grupo-de-mujeres-kenianas-para-sobrevivir

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La investigación que pone cifras al descenso de hijos cuando las mujeres estudian

11 Abril 2019/Fuente: El país

Un análisis en 18 países con 670.449 africanas nacidas entre 1950 y 1995 concluye que se habrían producido 13 millones menos de nacimientos con mayor acceso a la educación

A principios del siglo XX la gente nacía y moría constantemente. Los avances médicos, mayor higiene y mejores servicios aumentaron la esperanza de vida. Tiempo después, también comenzaron a disminuir los alumbramientos. La población creció de forma espectacular, incluso cuando comenzaron a bajar las tasas de natalidad. Esto sucedió primero en Europa, y Norteamérica, después se extendió a Latinoamérica y Asia. Parecía que le había tocado el turno a África: los índices de natalidad empezaron a disminuir en el continente en los ochenta, pero esta tendencia se frenó e incluso revirtió en los noventa y los dosmil. Volvieron a aumentar los nacimientos, hubo que revisar las proyecciones de población y se empezó a hablar de la bomba demográfica africana. Ante la falta de una explicación concreta a este aumento, algunos expertos hablan de «misterio».

Hoy hay 1.256 millones de africanos; en 2050 se espera que sean el doble, según las previsiones de la ONU. Un grupo de investigadores austriacos publicó recientemente un estudio en el que trata de arrojar luz a esta incógnita demográfica y achaca en gran medida este freno en el descenso de los nacimientos a la irregular inclusión de la mujer en la educación en África subsahariana. Los expertos concluyen que si las niñas hubiesen tenido un mayor acceso a la educación en la región, habrían nacido 13 millones de niños menos entre 1995 y 2010. Las conclusiones se han publicado en la prestigiosa revista científica PNAS.

«Los años posteriores a las independencias (la mayoría en los sesenta) representaron un periodo de gran esperanza en la región porque muchos países ampliaron sus servicios sociales. Sin embargo, el período inicial de felicidad económica y social pronto fue reemplazado por tiempos más duros relacionados con aumentos de los precios del petróleo, los aumentos en las tasas de interés y el incremento de la deuda externa. Esto dio lugar a medidas de austeridad y recortes masivos en los presupuestos gubernamentales, particularmente en los sectores sociales de salud y educación«, detallan los investigadores.

Para llegar a estas conclusiones los investigadores han combinado estadísticas demográficas y sanitarias para crear una base de datos con 670.000 mujeres nacidas entre 1950 y 1995 diferenciadas por su nivel educativo. Los autores del estudio han comparado 18 países con un acceso a la eduación irregular y otros con uno más continuo. «Por supuesto, hay varios estudios que analizan el vínculo entre la fertilidad y la educación. Sin embargo, el nuestro se centró enteramente en explicar el freno en el descenso de fertilidad en África subsahariana», especifica el investigador Endele Kebade, que ha liderado este análisis.

Como señalaba un informe de Unicef de 2015«la educación femenina está correlacionada con una disminución en las tasas generales de fertilidad. Las mujeres con educación primaria tienen, en promedio, 0,7 partos menos que las mujeres sin educación». Actualmente el 59% de las niñas y el 61% de los niños acaba primaria en África subsahariana, según datos de la Unesco. La desigualdad económica hace que este porcentaje se reduzca hasta el 32% en el caso de los niños más desfavorecidos. «La educación y el acceso a la información permiten a las niñas tomar decisiones sobre su futuro, incluyendo la familia que quieren formar, y esto se traduce habitualmente en un menor número de hijos, y en una mayor tasa de supervivencia de estos», detalla Blanca Carazo, responsable de Programas de Unicef Comité Español.

El enorme aumento de población africana es algo que preocupa en Europa y son muchas las voces que han alertado de que es urgente una mejora de la educación en el continente. El presidente francés Emmanuel Macron lo resumió así en una intervención hace unos meses: «Siempre digo: ‘Preséntame a la mujer que decidió, siendo perfectamente educada, tener siete, ocho o nueve hijos. Por favor, preséntame a la joven que decidió dejar la escuela a los 10 para poder casarse a los 12». Macron expresó esta idea en el evento Goalkeepers que cada año organiza la Fundación Bill y Melinda Gates durante la Asamblea General de las Naciones Unidas. El ministro de exteriores español Josep Borrell también argumentó en una intervención sobre migraciones en el Congreso que “la solución es darles oportunidades en su tierra y controlar el crecimiento de la población para que el desarrollo pueda llegar a todos”.

«Debido a que las generaciones más recientes de mujeres jóvenes vuelven a tener mayor acceso a los estudios, este hallazgo sugiere que en el futuro, podemos esperar una aceleración en la disminución de la fertilidad», especifica la investigación. Esto no indica necesariamente un descenso en la población del continente porque también es previsible que aumente la esperanza de vida. Para los autores del estudio, una de las conclusiones es clara: hay que invertir más en unas políticas educativas bien diseñadas. «Los políticos africanos deben dar prioridad no solo a la expansión de la educación sino también a la calidad», puntualiza el investigador austriaco.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/03/20/planeta_futuro/1553108159_027793.html

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