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El surgimiento de las Teorías de Dependencia

Por: Claudio Katz

Las Teorías de Dependencia se desenvolvieron en los años 60-70 en torno a tres vertientes. Ruy Mauro Marini, Theotonio Dos Santos y Vania Bambirra postularon una concepción marxista, que fue complementada por la visión metrópoli-satélite de André Gunder Frank. Ambas miradas confrontaron con la tesis del desarrollo asociado dependiente que propuso Fernando Henrique Cardoso. ¿Cuáles fueron sus divergencias?

SOCIALISMO Y LIBERALISMO

La Teoría Marxista de la Dependencia fue un producto directo de la revolución cubana . Hasta 1960 nadie imaginaba el debut de un proceso anticapitalista a 90 millas de Miami. Se suponía que esas transformaciones serían consecuencia de cambios previos en los centros del poder mundial. El éxito de Cuba trastocó ese escenario y abrió una gran expectativa de horizontes socialistas próximos para América Latina.

Marini, Dos Santos y Bambirra postularon conceptos acordes a esa esperanza. Participaron en organizaciones que luchaban contra las dictaduras militares y alentaban proyectos de izquierda, en el turbulento período comprendido entre el ascenso de la Unidad Popular chilena (1970) y la caída del Sandinismo (1990).

Los tres autores confrontaron con el imperialismo estadounidense y concibieron propuestas de integración latinoamericana y de asociación internacional con el denominado bloque socialista. Propiciaron una drástica ruptura con la estrategia política de los partidos comunistas, que proponían forjar alianzas con la burguesía para gestar modelos de capitalismo nacional.

Los pensadores brasileños buscaron convergencias con las tendencias radicales del nacionalismo y tomaron distancia de las vertientes conservadoras de esa corriente. Sus conceptualizaciones del subdesarrollo se desenvolvieron en estrecha conexión con todos los debates de la izquierda de esa época ( actitud frente a la URSS, posturas frente a los gobiernos reformistas, oportunidad de la lucha armada) (Bambirra, 1986: 113-115, 78-82).

Los teóricos de la dependencia polemizaron con las interpretaciones liberales, que atribuían el atraso regional a la insuficiente absorción de la civilización occidental o a la herencia cultural indígena, mestiza e hispano-portuguesa.

Marini demostró la inconsistencia de esa concepción, recordando la exacción colonial padecida por América Latina y el posterior dominio de oligarquías despilfarradoras (Marini, 2007: 235-247).

También Dos Santos cuestionó la propuesta liberal de repetir el modelo estadounidense mediante la adopción de comportamientos modernizantes. Señaló que la inserción internacional de la región como exportadora de productos agro-mineros obstruía su desarrollo y refutó la falacia de una paulatina convergencia con las economías avanzadas (Dos Santos, 2003). Además, demostró la inconsistencia de todos los indicadores utilizados por los economistas neoclásicos para evaluar el pasaje de una sociedad tradicional a otra industrial (Sotelo, 2005).

Dos Santos rechazó la interpretación liberal dualista del subdesarrollo como un conflicto entre sectores modernos y retardatarios de la economía. Resaltó el carácter artificial de esa antinomia y retrató la estrecha integración entre ambos segmentos (Dos Santos, 1978: 283-198) .

También Frank participó de esa crítica, destacando que el sector atrasado no era una rémora del modelo imperante sino su principal recreador. Señaló que el subdesarrollo latinoamericano no obedecía a la ausencia de capitalismo, sino a la gravitación de una modalidad dependiente de ese sistema.

Este planteo de Frank no sólo confrontó con la mitología liberal que contraponía el rezago regional con la modernización occidental. Al definir al subdesarrollo como un rasgo intrínseco del capitalismo dependiente, sustituyó las miradas centradas en tipologías ideales por caracterizaciones históricas de los regímenes sociales (Laclau, 1973; Wolf, 1993: 38).

DESARROLLISMO Y MARXISMO

Los teóricos marxistas de la dependencia fueron influidos por las concepciones de la CEPAL, que atribuían el retraso de la periferia al deterioro de los términos de intercambio y a la heterogeneidad estructural de economías con alto desempleo, consumismo de las elites y estancamiento de la agricultura.

Los desarrollistas promovían la industrialización mediante la sustitución de importaciones y mayores inversiones del sector público. Cuestionaban la atadura al modelo agro-exportador y auspiciaban políticas económicas favorables a la burguesía nacional.

Marini coincidió con varios diagnósticos de Prebisch sobre el origen del subdesarrollo y con algunas tesis de Furtado sobre el impacto adverso de la oferta laboral en los salarios. Pero nunca compartió la esperanza de resolver esos desequilibrios con políticas burguesas de modernización. Ponderó los hallazgos teóricos de la CEPAL, cuestionando sus expectativas en el desenvolvimiento capitalista autónomo de América Latina (Marini, 1991: 18-19) .

Además, criticó su desconocimiento de la función cumplida por la región en la acumulación de las economías centrales. Marini explicó la brecha centro-periferia por la dinámica del capitalismo y subrayó la inexistencia de otra variante de ese sistema para el Tercer Mundo. Señaló que el subdesarrollo no podía erradicarse con simples políticas correctivas o con mayores dosis de inversión (Marini, 1993).

Dos Santos formuló una crítica semejante. Recordó que el atraso latinoamericano no obedecía a la orfandad de capitales, sino al lugar ocupado por la zona en la división internacional del trabajo (Dos Santos, 1978: 26-27) .

Los teóricos de la dependencia objetaron, además, la presentación del estado como un artífice del crecimiento, ajeno a las limitaciones de las clases dominantes. Por eso descreyeron del margen sugerido por CEPAL para completar la industrialización latinoamericana.

En este abordaje exhibieron una afinidad con los economistas marxistas de otras regiones que renovaron la caracterización del capitalismo de posguerra, evitando la presentación de esta etapa como una simple continuación del escenario leninista precedente (Katz, 2016) .

Dos Santos destacó la nueva gravitación de las empresas multinacionales y la creciente integración global del capital. Empalmó con los diagnósticos de Amin sobre la ley del valor operando a escala mundial y coincidió con la evaluación de Sweezy del protagonismo estadounidense . También Bambirra señaló ese predomino norteamericano en el nuevo circuito de la acumulación global.

Estas miradas conectaron las mutaciones del capitalismo con el estudio de la crisis de ese sistema. Marini evalúo la dinámica de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia en la periferia, recordando que el declive porcentual de la rentabilidad proviene de la reducción del nuevo trabajo vivo incorporado a las mercancías, en relación al trabajo muerto ya objetivado en materias primas y maquinaria. Remarcó que esa modificación reduce la tasa de beneficio en proporción al capital total invertido .

Marini también señaló que la afluencia de capital a la periferia morigeraba ese declive en las economías centrales, mediante incrementos de la explotación de los trabajadores de la periferia y abaratamientos de la provisión de alimentos e insumos para la industria metropolitana. Pero d estacó que esa compensación acentuaba la asfixia de la capacidad de consumo en los países con salarios más reducidos (Marini, 2005).

Dos Santos compartió este razonamiento combinado de la crisis por desequilibrios de valorización (tendencia decreciente de la tasa de ganancia) y tensiones en la realización del valor (insuficiencia del poder de compra) (Dos Santos, 1978: 154-155 ) . Ambos autores adoptaron una mirada multicausal -semejante al enfoque de Mandel- que clarificó varios rasgos de la crisis en la periferia (Katz, 2009:117-119).

Los teóricos de la dependencia convergieron, además, con Mandel y Amin en el registro de las nuevas bifurcaciones presentes en los países subdesarrollados. Por eso Marini indagó los desequilibrios fabriles de economías intermedias afectadas por mayores costos, desventajas tecnológicas y déficits crónicos en la balanza comercial. Su diagnóstico de Brasil (o Argentina y México) fue coincidente con el expuesto por los estudiosos de la industria de países equivalentes de Asia y África.

Marini analizó las economías medianas de Latinoamérica para superar las presentaciones de la periferia como un universo indistinto. Corrigió viejas tradiciones del marxismo que asemejaban a América Latina con regiones de Asia o África .

 El mismo propósito impulsó a Dos Santos a indagar la especificidad de las industrias latinoamericanas, sujetas a encarecimientos externos de importaciones y ahogos internos por estrechez del mercado interno .

Bambirra conceptualizó el mismo problema introduciendo distinciones entre las economías latinoamericanas. Contrastó los países de industrialización antigua (Argentina, México, Brasil), industrialización posterior (Perú, Venezuela) y estructuras agro-exportadoras sin industria (Paraguay, Haití) (Bambirra, 1986: 57-69) . Esta atención por el subdesarrollo desigual de la región fue un pilar analítico de los teóricos de la dependencia.

LAS NUEVAS CATEGORÍAS

Marini interpretó el deterioro de los términos de intercambio como una expresión del intercambio desigual. A firmó que las transferencias de valor hacia el centro no derivaban de la inferioridad de la producción primaria, sino de la dinámica objetiva de la acumulación a escala mundial (Marini, 1973). De esta forma resaltó la gravitación genérica de la ley del valor en ese proceso.

Pero el pensador brasileño no profundizó ese análisis y soslayó el estudio diferenciado de esos fenómenos dentro y fuera de la industria, que iniciaron los teóricos del intercambio desigual (Emnanuel, Amin, Bettelheim). Tampoco exploró la dinámica de rentas petroleras recicladas en circuitos financieros que indagó Mandel. La misma óptica adoptó Dos Santos. Solamente situó el intercambio desigual en el escenario de las pujas comerciales internacionales, que habitualmente afectan a la periferia (Dos Santos, 1978: 322-323, 367) .

Los autores latinoamericanos concentraron su atención en los desequilibrios de la reproducción dependiente. Dos Santos estudió cómo se combinan los desbalances comerciales con los desajustes de endeudamiento e inflación en los países industrializados de la periferia.

Marini conceptualizó el ciclo de financiación, producción y comercialización de esas economías en contraste con los países centrales. Observó que la inversión privada es menor que en las metrópolis y que el capital extranjero drena fondos a través de royalties, utilidades o compras de maquinaria. Describió cómo las empresas obtienen lucros extraordinarios aprovechando la baratura de los salarios e ilustró de qué forma la baja capacidad de compra recorta el mercado interno (Marini, 2012).

De esta forma teorizó la heterogeneidad estructural de la CEPAL en términos marxistas, como un ciclo dependiente. Retomó de Prebisch el diagnóstico de fuertes límites a la acumulación como consecuencia de las desproporciones sectoriales y las restricciones al consumo y estimó que esa adversidad capitalista impedía el desarrollo.

Pero observó estos desequilibrios como contradicciones específicas del capitalismo dependiente e indagó su dinámica utilizando un modelo extraído del tomo II de El Capital. En ese razonamiento evitó presupuestos abstractos de equilibrio y detectó las mismas tensiones en la acumulación industrial que observaron Amin y Mandel.

Marini remarcó la estrechez del poder adquisitivo retomando las hipótesis de sub-consumo de Luxemburg. Pero ubicó el problema en los escenarios periféricos. En lugar de analizar cómo la obstrucción de la demanda interna empuja hacia el exterior al capital metropolitano, estudió los desequilibrios que genera ese proceso en las economías subdesarrolladas.

El pensador brasileño ya conocía la dinámica del consumo de masas en los países centrales y por eso expuso una teoría del fordismo obstruido en las economías medianas de la periferia. Resaltó la existencia de una gran estratificación del consumo entre segmentos bajos y medio-altos y subrayó la ausencia de una masa de adquirientes medios, comparable a los países desarrollados.

Pero Marini situó la principal peculiaridad de las economías periféricas industrializadas en la superexplotación del trabajo. Utilizó ese término para describir la condición de los obreros sometidos al pago de remuneraciones inferiores al valor de su fuerza de trabajo. Señaló que esa anomalía era el trasfondo de la situación dependiente y de la conducta de clases dominantes que lucraban con tasas de plusvalía superiores al centro.

Marini consideró que la burguesía de la periferia compensaba por esa vía las pérdidas derivadas de su lugar subordinado en el mercado mundial. Señaló que los capitalistas latinoamericanos utilizaban el fondo de consumo de los trabajadores como una fuente de acumulación del capital.

El teórico de la dependencia aclaró que la superexplotación sólo era viable en regiones con grandes excedentes de mano de obra, surgidas de la sobrepoblación indígena (México), el éxodo rural (Brasil) o los flujos inmigratorios.

Situó en la forma de generar plusvalía la principal peculiaridad de las economías medianas latinoamericanas. Al igual que Amin resaltó la vigencia de mayores niveles de explotación. Pero en lugar de explicar este dato por diferencias de salarios mayores que las diferencias de productividades, atribuyó el fenómeno a una remuneración cualitativamente inferior de la fuerza de trabajo. Esta evaluación fue formulada con la mira puesta en el proceso de industrialización de un país con enormes desigualdades del ingreso (Brasil).

SUB-IMPERIALISMO Y BURGUESÍA NACIONAL

Marini no se limitó a retomar las viejas denuncias sobre el rol opresor de Estados Unidos. Introdujo el controvertido concepto de sub-imperialismo para retratar la nueva estrategia de la clase dominante brasileña. Describió las tendencias expansivas de grandes empresas afectadas por la estrechez del mercado interno y percibió su promoción de políticas estatales agresivas para incursionar en las economías vecinas.

Esta interpretación se basó en un razonamiento semejante al desarrollado por Luxemburg para caracterizar las tendencias imperiales de Alemania, Francia o Inglaterra. Esa visión subrayaba que esos cursos se implementaron para contrarrestar el reducido poder de compra local (Marini, 2005).

Pero el marxista latinoamericano le asignó al concepto una dimensión geopolítica muy diferente al registro clásico. No postuló que Brasil se incorporaba al club de potencias que disputan el dominio mundial. Más bien resaltó la subordinación de ese país a la estrategia estadounidense. Por eso habló de sub-imperialismo y retrató el papel de gendarme anticomunista regional jugado por la dictadura brasileña durante la guerra fría contra la URSS.

El teórico de la dependencia completó posteriormente ese sentido del sub-imperialismo introduciendo otras nociones como “ estado de contrainsurgencia”. Utilizó ese concepto para describir el papel de tutelaje represivo ejercido por los militares, en la transición hacia regímenes constitucionales (Martins, 2011a; M endonça 2011). 

Marini habló de sub-imperialismo para subrayar que la principal burguesía sudamericana era socia y no títere de Washington. Resaltó especialmente el rol geopolítico autónomo de una clase dominante que buscaba proyectarse como potencia económica y militar a escala regional (Marini, 1985).

Con esta mirada retomó percepciones de los marxistas clásicos sobre el rol de los imperialismos menores e incorporó los nuevos análisis sobre el papel de Estados Unidos en la posguerra. Su tesis sintonizó con la idea de imperialismo colectivo de Amin en tres planos: la creciente asociación mundial de capitales, la función capitalista protectora ejercida por el Pentágono y el nuevo rol de los custodios regionales asociados con Washington.

Mientras que el subimperialismo fue un tema específicamente abordado por Marini, el giro de la burguesía nacional fue tratado por los tres teóricos marxistas de la dependencia. Señalaron el pasaje de una clase industrialista con proyectos de desarrollo independiente a un segmento asociado con empresas extranjeras. El sostén burgués al  golpe de 1964 fue presentado como un contundente indicio de esa renuncia a procesos de acumulación autónomos ( Chilcote, 1983 ).

Los pensadores de la dependencia remarcaron las conexiones con el capital extranjero y no su simple subordinación. Destacaron el nuevo perfil de burguesías industriales más internacionalizadas, puntualizando las diferencias con la vieja oligarquía terrateniente y con el capitalismo nacional precedente. Dos Santos señaló que ese giro creaba un conflicto con sectores de la burocracia apegados al desarrollismo clásico ( Dos Santos, 1978: 34, López Segrera, 2009).

El teórico brasileño profundizó, además, la dimensión política de ese proceso, al definir el status de una situación subordinada. Estimó que la dependencia se verifica cuando cierto grupo de países condiciona el desarrollo de otros ( Dos Santos, 1978: 305) . Retrató esta situación para el caso latinoamericano, mediante un análisis semejante al propuesto por Amin.

En ambos casos la dimensión política de la dependencia fue diferenciada de la polarización económica, aclarando las conexiones entre procesos que no se desenvuelven (necesariamente) en forma simultánea. Los dos pensadores exploraron la especificidad de la subordinación política al poder imperial, que anteriormente era asemejada a la sujeción económica. Pero en un contexto de absorbente primacía de las estrategias socialistas, esas caracterizaciones sólo fueron esbozadas.

TEORÍAS Y SINGULARIDADES

Marini, Bambirra y Dos Santos intentaron amoldar el marxismo al estudio de la nueva realidad latinoamericana de posguerra. Por esa razón se embarcaron en la misma búsqueda de nociones específicas que encararon Baran-Sweezy con el excedente, Amin con el valor mundial y Mandel con las Ondas Largas. Esta indagación siguió, a su vez, la pista inaugurada por Lenin con el desenvolvimiento desigual, por Luxemburg con la revisión de la acumulación primitiva y por Trotsky con el desarrollo desigual y combinado.

Pero el status de la dependencia como teoría suscitó fuertes debates. Se discutió si constituía una concepción, un paradigma o un enfoque, según las distintas interpretaciones en boga de las leyes sociales.

Dos Santos sostuvo que la teoría de la dependencia ya había alcanzado un nivel científico, al definir las leyes que rigen el desarrollo de los países periféricos. Señaló que esos principios esclarecían la evolución del capitalismo dependiente, con razonamientos equivalentes a los utilizados por Lenin para explicar el imperialismo.

El economista brasileño estimó que las reglas de la dependencia clarificaban de qué forma la sujeción comercial, financiera o tecnológico-industrial generaba bloqueos a la acumulación en América Latina (Dos Santos, 1978: 300, 360-366). Marini trabajó en la misma dirección y atribuyó legalidad científica a los mecanismos generadores de plusvalía en las regiones dependientes.

Ambos teóricos estudiaron la peculiaridad de América Latina frente a otras sociedades dependientes y notaron que sus investigaciones eran distintas a las predominantes en Asia o África. En los principales países de esos continentes los interrogantes giraban en torno a las razones históricas que permitieron a Europa superar a viejas civilizaciones, para someterlas a una degradación colonial (India) o semicolonial (Egipto, China)  (Amin, 2005).

En América Latina los enigmas de la dependencia surgían de la renovación de un status subordinado, al cabo de un siglo y medio de independencia política sin parangón en otras zonas del Tercer Mundo. Esta visión estimuló investigaciones sobre las peculiaridades del Caribe, Centroamérica, Brasil, la región andina y el Cono Sur (Dos Santos, 1998).

Estos estudios fueron abordados con una mirada “desde la periferia”, que Marini adoptó en oposición al paternalismo elitista de estudios latinoamericanos localizados en Estados Unidos, Inglaterra o Francia . Propuso revertir esa anomalía generando conocimientos desde la región ( Marini, 1991: 9-10, 42). Con el mismo enfoque Dos Santos intentó corregir a los autores clásicos del imperialismo, que a su juicio no abordaron esa problemática desde una óptica propia de los países dependientes (Dos Santos, 1978: 301-303, 340-345).

Con estas caracterizaciones del status teórico de la dependencia, los tres marxistas brasileños completaron la presentación de un enfoque que trastocó la agenda de las ciencias sociales latinoamericanas. Los conceptos introducidos por Marini, las caracterizaciones políticas de Dos Santos y las miradas de Bambirra sobre el subdesarrollo desigual crearon perdurables referencias analíticas para los pensadores de ese período.

LA VISIÓN METRÓPOLI-SATÉLITE

André Gunder Frank participó activamente en el surgimiento de la teoría marxista de la dependencia y sus tesis tuvieron un impacto inmediato superior al resto de los autores. Pero su mirada fue diferente y su enfoque de metrópolis-satélites constituyó apenas la primera de las tres concepciones que sostuvo a lo largo de su vida. El periodo inicial fue curiosamente el más corto y afamado de esa trayectoria.

Comenzó sus trabajos bajo el fuerte impacto de la revolución cubana, adoptó las críticas de izquierda a la estrategia comunista de etapas y cuestionó la política de apoyo a la burguesía nacional. Subrayó la inexistencia de espacios para repetir el desarrollo clásico del capitalismo, remarcó la inviabilidad del desarrollismo y postuló la necesidad del socialismo ( Frank, 1970: 211-213).

Frank asumió esa actitud radicalizando ideas políticas liberales y abandonando un esquema evolutivo, que identificaba la superación del subdesarrollo con la erradicación de instituciones pre-capitalistas. No maduró su visión asimilando los debates teóricos marxistas que incorporaron otros autores de la dependencia.

Pero la afinidad con ese enfoque fue señalada por Marini, que resaltó el acierto de la fórmula utilizada por Frank para retratar el retraso latinoamericano. Consideró que el “desarrollo del subdesarrollo” ilustraba cómo la consolidación de las economías avanzadas se consumaba a costa de las relegadas (Marini, 1993). 

El pensador estadounidense no expuso ese corolario identificando los mecanismos de la reproducción dependiente. Tampoco enmarcó su caracterización en el funcionamiento global del capitalismo, ni relacionó su teoría con algún diagnóstico del valor, el sub-consumo o la tendencia decreciente de la tasa de ganancia.

Frank postuló simplemente que el capitalismo generaba subdesarrollo en la periferia del sistema mundial. Señaló que esa inserción subordinada determinaba la apropiación del excedente de las economías relegadas por parte de las avanzadas.

El autor norteamericano presentó la polarización metrópoli-satélite como dos caras de una misma trayectoria mundial. Subrayó la complementariedad de esos procesos y remarcó el carácter excepcional de la interrupción de esa fractura. Recordó que en la era contemporánea ninguna economía sometida alcanzó el status de potencia central y estimó que el debilitamiento de una metrópoli no modificaba el perdurable status de la dependencia ( Frank, 1970: 8-24) .

El teórico estadunidense aplicó este razonamiento a la historia latinoamericana. Ubicó el origen de la relación centro-periferia en la integración subordinada de la región al capitalismo mundial en siglo XVI. Señaló que en ese encadenamiento a la acumulación global un centro metropolitano (Europa) somete a los satélites periféricos (América Latina), a través de la mediación de ciertos países (España, Portugal), que a su vez se convierten en satélites de la potencia dominante (Gran Bretaña).

Al interior de América Latina este mismo circuito conecta al satélite periférico (Chile) con el satélite colonial principal (Perú), que a su vez es manejado por la metrópoli extra-regional (España o Inglaterra). Esta cadena de sometimientos se recrea junto a la confiscación jerárquica de los excedentes ( Frank, 1970: 1-7) .

Frank expuso dos ejemplos de esta conexión. Ilustró cómo Chile quedó sometido a esa subordinación desde la época colonial, a través de una clase dominante local atada a las exigencias de un puñado de firmas extranjeras. En el caso de Brasil, remarcó la inserción dependiente a través de satélites principales (Sao Paulo), que aseguraron la subordinación de los satélites secundarios (Recife) a las metrópolis (primero Portugal, luego Estados Unidos). No observó diferencias significativas entre los dos países ( Frank, 1970: 119-123, 149-154) .

DOS ABORDAJES DIFERENTES

Frank priorizó el análisis de los drenajes que sufre la periferia, en sintonía con los enfoques de polarización absoluta entre el centro y la periferia de la periferia. En cambio Marini, Dos Santos y Bambirra incorporaron un registro de las bifurcaciones existentes entre economías agro-exportadoras (Chile) y parcialmente industrializadas (Brasil).

Esta diferencia determinó abordajes distintos. Mientras que el pensador estadounidense observó la economía latinoamericana como una totalidad uniforme, sus colegas brasileños estudiaron contradicciones nacionales específicas. Establecieron distinciones en lo que Frank observó como subordinaciones equivalentes.

Los teóricos brasileños partieron, además, de caracterizaciones generales del capitalismo de posguerra que Frank no tuvo en cuenta. Su enfoque no incorpora las evaluaciones de empresas multinacionales, las trasformaciones tecnológicas o los cambios de la inversión que señaló Dos Santos.

Por esta omisión Frank sólo notó que en los momentos de crisis del centro se amplían los espacios para el desenvolvimiento de la periferia. Pero con ese señalamiento explicó sólo el debut de la industrialización latinoamericana, sin aclarar lo sucedido posteriormente.

El pensador estadounidense salteó todas las elaboraciones de la fractura centro-periferia que desenvolvieron los economistas marxistas y asimilaron los autores brasileños. Por eso estudió solamente la dinámica de la exacción, mientras Marini captaba las articulaciones con el capitalismo avanzado y Dos Santos percibía los amoldamientos con la mundialización. Ese registro les permitió evitar simplificaciones y notar las nuevas formas de la dependencia.

Dos Santos cuestionó tempranamente la omisión de Frank de las transformaciones internas de los países subdesarrollados. Objetó su mirada estática y la consiguiente sugerencia de inmutabilidad de la sociedad latinoamericana . Atribuyó esa unilateralidad al apego a una metodología estructural-funcionalista ( Dos Santos, 1978: 304-305, 350-352, 346).

Este error se verificó en la presentación de encadenamientos del centro con sus satélites, como si fueran simples piezas de un tablero dirigido por las grandes potencias. En esta visión los sujetos sociales están ausentes o cumplen un mecánico rol, emanado del lugar que ocupan en el dispositivo global. Los antagonismos entre clases sociales, los conflictos entre segmentos capitalistas y las mediaciones del estado no tienen cabida en ese abordaje.

Por el contrario, en el razonamiento de Marini la preeminencia de ciclos dependientes, formas de superexplotación o transferencias del valor, no anula la gravitación protagónica de los opresores y oprimidos en la dinámica de la dependencia.

Los mecanismos económicos que recrean la polaridad centro-periferia en Frank constituyen sólo el punto de partida de Marini, Bambirra o Dos Santos. Por esta razón los teóricos brasileños no utilizaron el término satélite para describir a las economías dependientes. Esa metáfora alude a un cuerpo que gira en forma invariable en torno a cierto centro, sin ninguna autonomía o desenvolvimiento interno.

Ciertamente Frank aportó varias intuiciones provechosas, pero el desarrollo de esas percepciones quedó obturado por su omisión de los sujetos sociales. Su registro de relaciones tripolares es un ejemplo de observaciones acertadas, que no tienen soporte en conceptualizaciones adecuadas.

Frank notó que la jerarquía global desborda la dualidad centro-periferia, pero al mismo tiempo desconoció la especificidad de las formaciones intermedias. Por eso utilizó el mismo razonamiento para indagar la evolución de Chile y Brasil.

Este reduccionismo fue mayor en su mirada de las burguesías nacionales. A diferencia de Marini y Dos Santos se limitó a constatar la defección de ese sector, sin analizar las contradicciones que inauguraba ese cambio. Además, identificó la asociación con empresas extranjeras con una degradación de las clases dominantes locales a la condición de “lumpen-burguesías” ( Frank , 1979).

Esa noción implica una descomposición de los grupos dirigentes que imposibilitaría su conducción del estado. Marini y Dos Santos nunca perdieron de vista que las burguesías latinoamericanas combinan el usufructo de la renta agro-minera con plusvalías extraídas a los trabajadores. Son grupos gobernantes y no simples capas tributarias del capital foráneo.

Los dominadores de la región están sujetos a patrones de competencia, inversión y explotación propios del capitalismo. Esas normas difieren del puro pillaje que implementa una “lumpen-burguesía”. Es a denominación puede ser aplicada, por ejemplo, a las mafias del narcotráfico que blanquean sus fortunas en actividades financieras o productivas. Son capitalistas marginados del club estable de los dominadores ( Katz , 2015: 41-42) .

Frank tampoco incorporó las distinciones entre la polarización económica y dependencia política que concibieron los teóricos brasileños. Esta omisión no fue ajena a su limitada participación política en los procesos que signaron la trayectoria de Marini, Dos Santos y Bambirra.

Estos tres autores estuvieron directamente involucrados en las disyuntivas de Cuba, Chile o la guerrilla. En cambio Frank sólo adoptó en forma entusiasta las banderas de la revolución cubana, sin aportar reflexiones significativas sobre los dilemas políticos de la izquierda. No formó parte del universo militante que definió la obra de la teóricos marxistas de la dependencia. Esta distancia influyó en el viraje posterior de sus trabajos.

DESARROLLO Y DEPENDENCIA

Fernando Henrique Cardoso desenvolvió un enfoque opuesto a Frank, Marini, Dos Santos y Bambirra, pero quedó inicialmente ubicado en el mismo campo de teóricos de la dependencia.

Su texto con Faleto cuestionó la presentación tradicional del retraso regional como un efecto de fracturas entre la sociedad tradicional y moderna. También objetó las explicaciones de Prebisch-Furtado basadas en el deterioro de los términos de intercambio y la heterogeneidad estructural.

Retrató los mecanismos de sujeción económica que acentuaban la integración subordinada de América Latina al mercado mundial, describiendo dos variantes de esa situación. En los modelos de control nacional las elites, burocracias u oligarquías manejan el principal recurso exportado (Brasil, Argentina), en las economías de enclave esa administración queda en manos de compañías extranjeras (pequeñas naciones de Centroamérica o el Caribe). A partir de este esquema Cardoso describió la diversidad de ordenamientos sociales, que en cada país desembocaron en escenarios de estancamiento o crecimiento.

Más que un diagnóstico del subdesarrollo, el teórico brasileño trazó un cuadro de múltiples cursos, subrayando la importancia de las relaciones establecidas entre los grupos dirigentes locales y las potencias centrales. Identificó esas conexiones con distintas situaciones de dependencia en la asociación entre grupos dominantes nacionales y foráneos (Cardoso; Faletto, 1969: 6-19, 20-34, 40-53).

Cardoso no contrapuso la dependencia con el desarrollo. Sólo destacó que ambos rumbos generan modelos diferenciados, que permiten o frustran el desenvolvimiento de largo plazo. Remarcó que esos senderos son determinados por el bloque conductor del estado, la cohesión social y la conformación de órdenes legítimos de consentimiento y obediencia.

En su mirada los grupos dirigentes definen modelos políticos, que a su vez determinan cursos económicos convenientes o adversos para cada en país. Como esa acción exige autonomía, FHC concentró sus análisis en los países medianos con manejo propio de sus recursos productivos. Estimó que en las economías de enclave predominan regímenes políticos excluyentes, con poco espacio para continuar el desarrollo (Cardoso; Faletto, 1969: 39, 83-101).

Cardoso evaluó que Argentina avanzó significativamente en 1900-30, al incorporar a las clases medias a un dinámico proyecto de la burguesía exportadora. Consideró que Brasil mantuvo una confederación de oligarquías sin hegemonías, ni gravitación de los sectores medios y por esa razón su economía se retrasó. La acción política desde el estado determinó ambos resultados.

FHC estimó que en el periodo posterior (1940-60) el distribucionismo afectó la expansión de Argentina, mientras que Brasil logró un mayor desenvolvimiento industrial, mediante auxilios del estado y menores presiones populares. Las articulaciones generadas por el peronismo y el varguismo definieron ese desemboque.

Cardoso concluyó su estudio señalando la generalizada tendencia a superar los límites del desenvolvimiento, mediante mayores inversiones foráneas y asociaciones de los grupos capitalistas nacionales con sus pares extranjeros (Kubistechek, Frondizi) (Cardoso; Faletto, 1969: 54-77, 111-129, 130-135).

CONFUSIÓN DE TEORÍAS

Las tesis de Cardoso no confrontaron con el liberalismo, no compartieron el espíritu crítico de CEPAL y fueron ajenas a la tradición marxista. Sólo presentaron afinidad con la sociología convencional, con el método funcionalista y con ópticas indefinidas en la relación entre dimensión política y estructura económica, que algunos analistas asocian con Weber ( Martins, 2011b: 229-233).

Cardoso asignó formalmente primacía analítica al condicionante económico (control nacional versus enclave), pero en los hechos atribuyó a los actores políticos (clases, burocracias, elites) la capacidad de generar modelos positivos (desarrollo) o negativos (subdesarrollo).

En todos los casos desconoció los límites que impone el capitalismo a los cursos en juego. Concibió a ese sistema como un régimen conflictivo, pero superior a cualquier alternativa. A diferencia de Frank, Dos Santos, Bambirra o Marini, no adoptó ópticas anticapitalistas, ni propuestas socialistas.

FHC sólo contrastó esquemas de mayor o menor efectividad a partir de tipologías construidas en torno a modelos ideales. Asignó total primacía a los determinantes políticos de ese contrapunto. Estimó que en el marco de ciertas posibilidades estructurales, las trayectorias de cada país quedan definidas por el tipo de alianzas políticas predominantes .

Consideró que en cierto momento la presión obrera favorece la acumulación y en otras etapas la obstruye. Supuso lo mismo para los acuerdos de la burguesía industrial con las oligarquías exportadoras o para la afluencia y salida de capitales (Cardoso; Faletto, 1969: 136-143).

Con esta mirada evaluó la compatibilidad de cada proceso con el desarrollo, siguiendo una lógica funcionalista de amoldamiento o inadaptación a los requerimientos del capitalismo. Adoptó a este régimen social como un dato invariable, omitiendo cualquier reflexión sobre la explotación de los trabajadores.

Cardoso eludió opiniones nítidas. Adoptó la actitud de un investigador distante que diseca su objeto de estudio, observando cómo los distintos sujetos capitalistas forjan alianzas entre sí, aprovechando el acompañamiento pasivo del pueblo.

Lo más curioso de este enfoque fue su presentación como una teoría de la dependencia. En el esquema de FHC ese término constituye un ingrediente más de la deducción funcionalista. Algunas situaciones de dependencia son disfuncionales y otras compatibles con el desarrollo.

En esta visión la dependencia no supone necesariamente una adversidad. Por eso es tan sólo registrada sin ninguna denuncia de sus efectos. FHC omitió considerar cualquiera de los mecanismos de la reproducción dependiente que Marini, Dos Santos o Bambirra señalaron como causantes del subdesarrollo.

Cardoso únicamente observó adversidades significativas en los enclaves. En los países con control nacional del recurso exportado, estimó que las situaciones de dependencia podían diluirse con manejos adecuados. La total lejanía de este enfoque con una teoría de la dependencia quedó inicialmente oscurecida por las ambigüedades y el reconocimiento que rodeó a FHC .

UN DEBATE ESCLARECEDOR

La mirada de Cardoso se clarificó en la polémica que entabló con Marini. En un artículo coescrito con Serra acusó al teórico marxista de estancacionismo. C uestionó la consistencia de la superexplotación, objetó el deterioro de los términos de intercambio, rechazó la existencia de un declive de la tasa de ganancia y subrayó el pujante consumo de las clases medias ( Cardoso; Serra, 1978).

En otros artículos complementó esta crítica, puntualizando que las situaciones de dependencia no obstruían el dinamismo de las economías industrializadas de la periferia (Cardoso, 1980; Cardoso, 1978; Cardoso, 1977a). Estimó que la inversión extranjera incentivaba una revolución burguesa, internacionalizaba los mercados y revertía la estrechez del consumo local (Cardoso, 1973; Cardoso, 1977b; Cardoso, 1972).

Marini respondió ilustrando el nivel de explotación de los asalariados Expuso indicadores de prolongación e intensificación del trabajo y aclaró que su concepto del superexplotación estaba referido a esas modalidades. Señaló también que su modelo no implicaba predominio de la plusvalía absoluta, ni ausencia de incrementos de la productividad.

El teórico marxista retrató, además, la severidad de las crisis de realización, observando que en un marco de alto desempleo y deterioro del salario, el surgimiento de clases medias no compensa la debilidad general del poder de compra ( Marini, 1978) .

Marini recordó que el estancacionismo fue un defecto del pesimismo desarrollista de Furtado y de su tesis de la “pastorización” brasileña. Esa visión diagnosticaba una regresión hacia estadios agrícolas, que fue desmentida por el nuevo periodo de industrialización (Marini, 1991: 34).

El revolucionario brasileño nunca fue estancacionista. Escribió Dialéctica de la Dependencia para indagar contradicciones y no estadios finales del capitalismo (Osorio, 2013) . En la valoración de la dinámica expansiva de ese sistema se ubicó más cerca de Mandel que de Sweezy.

La respuesta de Marini permitió aclarar que sus divergencias con Cardoso no giraban en torno a la existencia de una nueva burguesía local, estrechamente asociada al capital extranjero. Ambos autores resaltaban esa novedad. El punto de discordia era la consistencia y alcance de la industrialización en curso.

Para Marini ese proceso no corregía las viejas limitaciones de la economía brasileña, ni equiparaba su desenvolvimiento con los países centrales. Por el contrario, Cardoso suponía que esas restricciones habían quedado atrás y que el país sudamericano ingresaba en un círculo virtuoso de desarrollo.

En el curso de la polémica Marini modificó su visión inicialmente considerada hacia su adversario y estimó que Cardoso había roto con su pasado, para embarcarse en una “grotesca apología al capitalismo vigente en Brasil”..

Esa fascinación le impedía registrar los datos básicos de un país con desigualdades superiores al promedio mundial, mercados internos más segmentados y desequilibrios de industrialización más significativos. Cardoso omitió estos problemas e ignoró la imposibilidad brasileña de alcanzar la performance histórica de Estados Unidos, Francia o Japón (Marini, 2005).

Dos Santos expuso las mismas críticas. Señaló su coincidencia con Cardoso en la existencia de un giro de la burguesía brasileña hacia mayores asociaciones con el capital multinacional. Pero subrayó su total discrepancia con la presentación de ese viraje como un camino al desarrollo. Puntualizó que el modelo adoptado por la clase dominante incrementaba las inversiones, sin repetir el desenvolvimiento auto-sustentado de las economías avanzadas (Dos Santos, 2003).

Todo el debate confirmó que el deslumbramiento de Cardoso con el capital extranjero había germinado en su libro clásico con Faleto. Ya el título de esa obra – Dependencia y desarrollo – había sido expuesto en implícita oposición al Desarrollo del subdesarrollo de Frank .

Allí se expusieron situaciones de dependencia muy alejadas de las dinámicas estructurales de sujeción que retrataron Marini, Dos Santos o Bambirra . Se supuso que el desenvolvimiento se materializa con políticas económicas acertadas y que el capitalismo no obstruye la erradicación del subdesarrollo .

INVOLUCIÓN SOCIO-LIBERAL

La disolución del sentido de la dependencia fue acentuada por Cardoso en la revisión de su libro. Allí utilizó la fórmula “desarrollo dependiente asociado” para caracterizar la gestión conjunta de las empresas multinacionales con las burocracias y las burguesías locales (Cardoso, Faletto, 1977).

FHC señaló que bajo esa administración las inversiones extranjeras facilitan una intensa expansión económica, sin generar los obstáculos señalados por los teóricos marxistas. Rechazó el enfoque de los autores que ilustraban cómo el crecimiento motorizado por el capital foráneo genera desequilibrios superiores a los padecidos por los países centrales. Esta diferencia cualitativa fue olvidada por Cardoso, que transformó a la dependencia en un concepto antagónico a lo imaginado por los gestores de esa idea.

El único límite real al desarrollo que observó Cardoso en los países intermedios fue la existencia de regímenes políticos excluyentes y obstructores de los mercados que integran a toda la población. Supuso que la remoción de esa barrera política erradicaba también la principal causa del subdesarrollo.

En ese período FHC aún consideraba varios caminos para el logro de esa democratización. Pero poco tiempo después estimó que sólo las transiciones negociadas con las dictaduras pavimentaban ese rumbo. Por eso participó activamente en la gestación de las democracias tuteladas, que en los años 80 aseguraron la continuidad del esquema económico neoliberal inaugurado por esas tiranías.

A partir de ese enfoque Cardoso promovió las transiciones pos-dictatoriales como el marco político ideal para atraer capital extranjero. Inició una fervorosa reivindicación del neoliberalismo y sus divergencias con la izquierda se concentraron en torno a esa apología. Las evaluaciones dispares sobre la dependencia quedaron relegadas como una problemático del pasado.

FHC tomó mayor distancia también de la CEPAL y abandonó cualquier presentación del estado como entidad impulsora de la industrialización (López Hernández, 2005). Es cierto que a diferencia del desarrollismo captó la conversión de las viejas burguesías nacionales en asociadas, pero nunca lamentó, ni cuestionó ese giro. Al contrario, lo reivindicó como un acertado camino hacia la prosperidad latinoamericana.

Su crítica a Marini coincidió con la asunción de posturas más derechistas. Cuestionó todos los conceptos de su adversario que chocaban con su fascinación por el mercado y las empresas multinacionales.

En ese período Cardoso introdujo a la Fundación Ford en el medio académico e incentivó el financiamiento privado de las ciencias sociales. Cortó toda referencia a los problemas discutidos con Marini y evitó los debates relacionados con su propio pasado (Correa Prado, 2013).

Posteriormente como presidente de Brasil Cardoso se transformó en el principal artífice de ajustes, privatizaciones, aperturas comerciales y flexibilizaciones laborales. En la última década traspasó nuevos límites hasta convertirse -junto a Vargas Llosa- en el principal adalid de las causas reaccionarias. Actualmente es un vocero de la intervención imperialista en Venezuela y de todos los atropellos del Pentágono.

Por eso no sorprende su activa participación en el reciente golpe judicial-mediático- institucional que desplazó a Dilma Rouseff. FHC tuvo un papel descollante en esa tropelía, al presentarse como un noble estadista que enaltece los valores de la república, reclamando la destitución de una presidenta electa.

Cardoso escribió 22 artículos con ese hipócrita mensaje en el principal periódico de los destituyentes (O Globo) y asumió esa campaña como una venganza personal contra su rival Lula (Anderson, 2016; Feres Júnior, 2016) . Esta actitud ya generó contundentes repudios de la intelectualidad progresista (CLACSO, 2016).

También el socio de FHC en la crítica a Marini -José Serra- ha sido un activo golpista premiado con el cargo de canciller. Desde allí promueve el mayor giro pro-norteamericano de la historia reciente de Brasil (Nepomuceno, 2016).

La involución neoliberal de Cardoso fue anticipada por la crítica de Marini. La polémica entre ambos no fue un episodio coyuntural de los años 70, ni concentró equívocos de ambos lados. El primer autor negó la persistente realidad del atraso y el segundo explicó su continuidad. Esa diferencia los ubica en polos contrapuestos.

En los últimos años comenzó una revalorización de la obra de Marini ( Murua, 2013:1-3; T raspadini, 2013:10-12). Se difunden sus escritos y se retoman trabajos para actualizar su concepción. Algunos investigadores sostienen que construyó una “economía política de la dependencia” y aporta los cimientos para comprender el subdesarrollo (Sotelo, 2005).

Esta caracterización suscita varias preguntas: ¿Los pilares señalados por Marini son suficientes? ¿La valoración de su enfoque se refiere a la época del revolucionario brasileño o se proyecta hasta la actualidad? ¿Cómo evaluar los cuestionamientos que recibió desde el campo del marxismo? En los próximos textos abordaremos esos problemas.

RESUMEN

Tres teorías de la dependencia surgieron en los años 60. Los autores marxistas conceptualizaron el subdesarrollo desde una expectativa socialista próxima. Cuestionaron los mitos liberales, analizaron los desequilibrios de la industrialización desarrollista y explicaron el atraso por los efectos del capitalismo dependiente.

Marini indagó el fordismo obstruido, la superexplotación, el ciclo dependiente y la doble dimensión del sub-imperialismo. Dos Santos teorizó la diferencia entre polarización económica y dependencia política y Bambirra distinguió las variantes desiguales del subdesarrollo. Asignaron un status científico a su concepción y evaluaron la especificidad de América Latina en el universo periférico.

El enfoque metrópoli-satélite de Frank tuvo afinidades con la visión marxista, pero sólo postuló un encadenamiento de excedentes traspasados al centro. No registró bifurcaciones internas, omitió a sujetos sociales y presentó erróneamente a las clases dominantes como segmentos lumpenizados.

Cardoso planteó un enfoque muy diferente. No contrapuso el desarrollo con la dependencia y se limitó a describir retrasos económicos resultantes de modelos políticos divorciados de las prioridades del capitalismo. Con esa mirada ignoró las diferencias cualitativas entre economías medianas y potencias centrales e inició una involución neoliberal.

REFERENCIAS

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Fuente: http://www.lahaine.org/katz/

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¿Década desperdiciada?, ¿para quiénes?

Por: Emir Sader

Después de agotar la posibilidad de caracterizar la situación actual de los gobiernos progresistas latinoamericanos como una situación de “fin de ciclo” —en la línea del fin de la historia, del fin de la oposición derecha/izquierda, del fin de las ideologías y demás supuestas capitulaciones—, surge la idea de que estamos ante una década desperdiciada. Nada del otro mundo ha ocurrido; los gobiernos de Lula, de los Kirchner, del Frente Amplio, de Chávez, de Evo Morales, de Rafael Correa, habrían tirado todos ellos por la borda una situación excepcionalmente favorable para la izquierda, lo que beneficiaría el retorno de la derecha.

Parece claro que no estamos ante un “fin de ciclo” dado que no surge nada superador, tanto por la derecha como por la izquierda. Más bien al contrario; ya sea en Brasil, Argentina o en el resto de países, lo que emerge son procesos de restauración conservadora, de retorno al viejo neoliberalismo de los 90.

Es por esto que se hace necesario intentar descalificar a los gobiernos que han traído a Latinoamérica avances nunca vistos, para lo cual se lanza la idea de que estamos ante una década desperdiciada. Como si las condiciones hubieran sido las mejores posibles y no se hubieran aprovechado. Hablamos de gobiernos que surgieron a contramano de la notable corriente neoliberal que imperaba a nivel global y que, por cierto, todavía subsiste, pese a la profunda crisis internacional del capitalismo. Mientras en el mundo aumentan las desigualdades, la miseria, la pobreza, la exclusión social, la expropiación de derechos, en nuestros países se ha avanzado en una dirección exactamente opuesta. Se ha disminuido mucho la desigualdad en el continente más desigual del mundo. Nuestros países han cambiado mucho su fisionomía respecto a la que era antes, a pesar de los retrocesos a nivel global.

Según las voces aisladas de la extrema izquierda, esto solo se ha podido llevar a cabo gracias a los favorables precios de los productos primarios de exportación. Pero el caso es que antes el precio de esos mismo productos también era elevado y nada de esto había ocurrido, y aun cuando dichos precios han caído, los gobiernos progresistas han mantenido sus políticas sociales.

Por tanto, ¿para quién ha sido una oportunidad desperdiciada? Para los pueblos seguro que no, puesto que ha servido para que luchen y conquisten sus derechos, apoyados por gobiernos que los defendían. Quizá se trata de una oportunidad perdida para la extrema izquierda, pues ha sido incapaz de probar sus tesis de siempre debido a que carecen de apoyo popular.

¿Son los gobiernos progresistas los responsables del retorno de la derecha? Entonces por qué la extrema izquierda, que siempre cree tener razón, no ha sido capaz de fortalecerse aprovechando el debilitamiento de dichos gobiernos progresistas? Simplemente porque no tienen ningún arraigo popular, porque sus argumentos no han cuajado en ningún sector popular, no están al frente de ninguna experiencia de gobierno significativa, ya sea a nivel municipal, provincial o nacional.

En definitiva, hablamos de una década desperdiciada para aquellos que no han aprendido que el desafío fundamental de nuestro tiempo es superar el modelo neoliberal, construir una alternativa concreta, fortalecerla, generar un polo latinoamericano y mundial de superación del neoliberalismo. Aquellos que no aprenden de la historia, desperdician sus enseñanzas y siguen repitiendo lo mismo que decían hace décadas. Nunca tendrán la perspectiva de repetirla porque no la protagonizan nunca.

Fuente: http://blogs.publico.es/emir-sader/2016/07/26/decada-desperdiciada-para-quienes/
Fuente de la Imagen: http://www.contrainjerencia.com/wp-content/uploads/2015/03/5507029571139ead5b8b457a.jpg
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Organizaciones sociales salvadoreñas rechazan recetas del FMI

Centroamérica/El Salvador/29 de Julio de 2016/Fuente: Prensa Latina

Organizaciones, redes y movimientos que integran la Alianza Social por la Gobernabilidad y la Justicia expresaron su más profundo rechazo a las medidas de «ajuste fiscal» que pretende imponer el Fondo Monetario Internacional (FMI) a El Salvador.

A través de un comunicado difundido hoy, expresaron su oposición a que «el déficit fiscal del gobierno -provocado por los altísimos niveles de evasión tributaria de los grandes empresarios y el boicot financiero de la Sala Constitucional- se resuelva incrementando el Impuesto de Valor Agregado (IVA), congelando salarios, eliminando subsidios y aumentando la edad de jubilación.»

Rechazaron que el FMI, no conforme con la implementación del modelo neoliberal durante los gobiernos de Alianza Republicana Nacionalista (Arena), pretenda ahora profundizar sus «programas de ajuste estructural» para generar mayor pobreza, violencia, migración, entre otros males.

La Alianza Social por la Gobernabilidad y la Justicia propone que el déficit fiscal del gobierno se resuelva combatiendo eficientemente la evasión y elusión tributaria.

Además, para ello se apruebe una reforma fiscal progresiva, renegocie la deuda externa, apruebe la reforma de pensiones y recupere los dineros de la corrupción.

Considera que los mil 200 millones de dólares que en estos momentos necesita el gobierno se podrían obtener persiguiendo la evasión de impuestos que ronda los mil 500 millones de dólares anuales.

Al mismo tiempo, si se eliminan las exenciones tributarias que permiten a la elusión de millones de dólares.

Añade que de esa forma el gobierno tendría así recursos adicionales para financiar los planes y programas de seguridad pública, protección social a sectores vulnerables, prevención de la violencia, salud y educación, saneamiento ambiental, reactivación productiva, obras de infraestructura, entre otros.

Exigieron al gobierno desestimar «las espurias recetas del FMI» al tiempo que instaron a crear un frente común para impulsar las propuestas de justicia tributaria».

«Aplicar las medidas del FMI provocarían un estallido social que beneficiaría el retorno de la derecha oligárquica al Ejecutivo», señalaron.

La semana pasada, el presidente del país, Salvador Sánchez Cerén, advirtió que su gobierno, pese a las dificultades financieras, no detendrá ninguno de los programas sociales iniciados con el gobierno del expresidente Mauricio Funes (2009-2014) y ampliados por su administración.

Fuente: http://prensa-latina.cu/index.php?option=com_content&task=view&idioma=1&id=5098671&Itemid=1

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La CNTE contra la utopía neoliberal

Por: Ramón Centeno

La CNTE es el último obstáculo en la visión del neoliberalismo mexicano. Todas las reformas estructurales que se han impuesto en México a favor del capital quedaban incompletas sin el exterminio del último reducto organizado de trabajadores disidentes y combativos. En su visión de futuro, la CNTE representa el peligro permanente de una resurrección del México bronco. Para los socialistas, la importancia política del ascenso magisterial y popular de los últimos meses es clara: un triunfo de la CNTE llena de ánimos al resto de las luchas y pone en peligro las utopías neoliberales alimentadas en tres décadas.

Como bien resume David Harvey en su Breve Historia del Neoliberalismo, el neoliberalismo es un proyecto político según la cual el mejor marco institucional para un país es el que garantiza “fuertes derechos de propiedad privada, libre mercado y libre comercio”. Este proyecto hizo su entrada en México en 1982, cuando el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial otorgaron –por primera vez en su historia– un rescate financiero a cambio de “reformas estructurales”. Aunque hubo esta influencia externa fue crucial, el dogma neoliberal tenía décadas cultivándose en México gracias al patrocinio de la burguesía local que quería emanciparse del régimen del PRI.

Con el viraje neoliberal, el régimen mexicano rompió el pacto social heredado por la revolución de 1910 y, en este sentido, sustituyó la colaboración (corporativa) de clases por la simple supremacía del capital sobre el trabajo. El “ogro filantrópico”, como definía Octavio Paz al régimen del PRI, fue abandonando su filantropía para irse convirtiendo en un simple ogro. Los saldos de este viraje fueron desgarradores para las clases trabajadoras.

Por ejemplo, el artículo 123 de la constitución aún estipula que el salario mínimo debe ser suficiente “para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos”. Sin embargo, el neoliberalismo ha convertido en letra muerta este precepto impuesto por la insurrección de 1910.

Entre 1981 y 2014, según la CEPAL, el salario mínimo real en México se ha devaluado un 70% –la mayor caída en este indicador en América Latina. Para ilustrar, si en 1984 un trabajador que ganaba el salario mínimo podía adquirir una “canasta obrera indispensable” –una unidad de medida elaborada por economistas de la UNAM con base en la definición constitucional del salario mínimo–, para 2015 se necesitaban más de 6 salarios mínimos para comprar la misma canasta. Peor aún, del total de trabajadores remunerados y asalariados que han especificado sus ingresos en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) levantada por el INEGI, la cantidad que percibe más de 5 salarios mínimos pasó del 13.9% al 7.4% entre 2006 y 2016.

A pesar de esta clara erosión, el gordito Carstens, gobernador del Banco de México, se ha opuesto al aumento del salario mínimo por considerar que primero debería aumentar la productividad. Sin embargo, aunque entre 2008 y 2015 la productividad de la mano de obra en la industria manufacturera aumentó en un 10%, el salario mínimo real sólo aumentó 7.5% en el mismo periodo –según laComisión Nacional de Salarios Mínimos. Peor aún, dentro de la misma industria manufacturera el porcentaje de trabajadores que ganó más de 5 salarios mínimos (del total que especificó su ingreso en la ENOE) cayó del 10% al 6% en 2008-2015, dándose esta contracción también en términos absolutos: en ese periodo la cantidad de asalariados que ganó más de 5 salarios mínimos pasó de alrededor de 540 mil a alrededor de 400 mil.

El debilitamiento de la clase obrera también se reflejó –y tal vez ahí se originó– en la tasa de sindicalización, la cual para el primer trimestre de 2016 representaba la mitad de su nivel de 1984 –en ese periodo, el porcentaje de la población económicamente activa afiliada a un sindicato pasó de 16.7% al 8.3% (ver este artículo para el primer dato y la ENOE para el segundo). En este contexto, no sorprende que la Ley Federal del Trabajo fuera reformada a favor del capital, al facilitar el despido y legalizar la subcontratación (outsourcing), tal y como ocurrió en septiembre de 2012. Gris panorama.

La reforma educativa, al ser una extensión y adaptación de la reforma laboral al ámbito magisterial, buscaba reproducir en las aulas del país el ambiente de vulnerabilidad permanente que los trabajadores experimentan desde el inicio de la neoliberalizaión en las fábricas y otros centros de trabajo del país. Así, la batalla de la CNTE podría convertirse en la primera victoria importante de la clase trabajadora en mucho tiempo. Este podría ser el inicio de la revancha.

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La economía criminal y la economía del crimen en México (I). Explotación infantil.

Por: Ramon Cesar Gonzalez Ortiz

Dedico este trabajo a mi tío Silvano y a todos mis amigos asesinados o que fueron consumidos por las cosas que a diario ocurren en los barrios marginales.

Introducción

El capitalismo ha sido visto por algunos pensadores, hasta la actualidad, como un proceso que de forma inmanente lleva hacia un “progreso civilizador”. Sin embargo al observar con detalle algunos procesos particulares de la historia, como el paso de la economía fundamentalmente rural, – imperante en Europa durante los siglos XVI al XVIII – hacia una economía industrial, con su fase intermedia preindustrial. Así como las diferentes estrategias familiares que impuso y los diversos roles asignados a los niños dentro de ésta. Y que, comparados con algunos sucesos como la trata de personas o la prostitución infantil, que actualmente siguen padeciendo miles de niños y adolecentes, podremos percatarnos de que en realidad es muy cuestionable el mentado “progreso civilizatorio”, si es que lo hay.

Así, es menester destacar que dentro de la conformación de la “civilización de comerciantes” que actualmente impera. El nacimiento de la industria rural fue de enorme importancia para los niños, en cuanto que acrecentó su “utilidad económica”. Contribuyendo la industria rural a absorber la oferta de trabajo infantil campesina excedente. Puesto que muchos niños no trabajaban en sus propios hogares y fueron “acogidos” en las casas de otros campesinos o artesanos de la región, con el fin de que aprendiesen sus oficios.

En Inglaterra, por ejemplo, donde casi el 60 por ciento de la población comprendía entre los quince y los veinte cuatro años. Cerca de un tercio de los hijos continuaba viviendo con sus padres y para ayudar en los gastos de la casa la mayor parte de esta población trabajaban como criados. Siendo dentro de las familias campesinas sin tierra donde los hijos marcharan primero, debido a que de ningún modo podían contribuir a la economía familiar.

Mismas razones por las cuales en los condados occidentales de Inglaterra los niños eran cedidos a un agricultor a la edad de nueve años, permaneciendo con él hasta los veintiuno. Pero si la familia del niño tenía ocupación artesanal alterna o era poseedora de tierra, de manera que los hijos mayores pudieran heredar, no había tantos motivos para marcharse de casa. Sin embargo, serán los hijos intermedios los que se verán obligados a abandonar en primer lugar los hogares [1] .

En tanto que en los hospicios y otras instituciones similares como las workhausesinglesas – desde el siglo XVI – los hospicios y casas de misericordia, creados en Italia y España tras el Concilio de Treno y los hospitales generales franceses de 1650, introdujeron el trabajo manual de los niños pobres o abandonados de ambos sexos con fines moralizadores.

Comenzándose a conocer a dichas instituciones en el Siglo de las Luces, como escuelas de trabajo. Se instituyeron varias de estas en Francia durante los años sesenta del siglo XVIII, de manera que en 1789 existían en Lyon seis de estos centros. Siendo bien vistas la presencia de estos centros ante la opinión pública, ya que veían en ellas “ventajas para los niños”, ante el hecho de que podían ser habituados aun trabajo regular.

Conforme a tales hechos, las autoridades también se vieron beneficiadas por que las ganancias obtenidas con el trabajo infantil atenuaban los costes de la manutención de los niños, a la vez que conseguían un control social sobre los niños. De lo cual se siguió un uso intensivo de los niños por parte de los industriales, quienes recurrieron en mayor medida al empleo masivo del trabajo infantil [2] .

Por consiguiente, en Postdam, tal mecanismo opero en el orfelinato femenino, estipulándose un contrato con dos mercaderes, en el cual éstos se comprometieron a “adiestrar” a doscientas o trecientas chicas en la fabricación de encajes. Las niñas permanecían como aprendices por un tiempo de siete años, con una jornada laboral de nueve horas, sin recibir ningún tipo de paga durante los primeros cinco años, aunque después de estos recibían una sexta parte de un salario normal.

Resultando así que, la explotación intensiva del trabajo de mujeres y niños, generalizada en la manufactura doméstica o los talleres manufactureros. Habitúo a la gente a que viera a los niños trabajando y propicio que cuando la industrialización comenzará a transferir los procesos productivos de la casa a la fábrica, se considerara “natural” usar a los niños pobres como un componente clave de la fuerza de trabajo. Así, John Lock, en su trabajo “Pensamiento sobre educación” (1693), aconsejaba que en cada parroquia se instituyeran escuelas profesionales en las que los niños, a partir de los tres años de edad comenzarán a ser adiestrados en el trabajo de las manufacturas [3] .

A lo cual se le sumo el hecho, de que durante las primeras etapas de la Revolución Industrial, el problema para el “reclutamiento” de la mano de obra no era sólo de tipo cuantitativo sino también cualitativo. Debido a que los obreros de las primeras fábricas eran por lo general jornaleros agrícolas sin trabajo o tejedores a domicilio. Inhabilitados para el trabajo regular, carentes de una disciplina manufacturera y una familiaridad con la máquina, por lo cual eran consecuentemente inestables e inadecuados por tales motivos, para las necesidades de los primero patrones capitalistas.

Y la solución que encontraron muchos empresarios fue la explotación infantil. Los niños sin formación, sin tradición, más dóciles e indefensos por su edad, que los adultos, se convirtieron pronto en una mano de obra fácil de disciplinar. Los patronos concebían que habilitándolos al trabajo de sus fábricas desde su tierna edad, los niños se convertirían más adelante en obreros estables y regulares. [4]

Y una vez establecido tal patrón, el uso de la mano de obra infantil fue desigual en las primeras etapas de la Revolución Industrial, dividida por sectores económicos. Aunque una gran parte de niños fueron empleados principalmente en la industria textil donde, solos o como ayudantes de las mujeres, preparaban los materiales o realizaban trabajos auxiliares: limpiar, devanar, bobinar, etc.

De forma que en cada telar eran colocados dos o tres niños que limpiaban las bobinas y unían las roturas que se producían en los hilos de algodón empleados en los telares. Estando bajo la supervisión de un hilador adulto o adolecente, que trabajaba las piezas y era el responsables de su calidad. Siendo el “fundamento técnico” de los patronos, para la utilización de niños, más allá de las distintas razones socioeconómicas, el hecho de que al tener los dedos más pequeños que los adultos, los niños de ocho a doce años reataban los hilos de una mejor manera, arrastrándose por debajo de los telares, además de que podían circular entre los estrechos pasillos que los separaban [5] .

Motivos similares hicieron que muchos niños fueran utilizados en proceso más “especializados” como el estampado de los tejidos de algodón, conocidos como indianas [6] . En dicho sector, el empleo de niños y muchachas resulto ser tan lucrativo que contribuyó al asentamiento de una vía “alternativa” para el desarrollo tecnológico. De forma que la técnica “tradicional” del estampado mediante bloques pervivió hasta mediados del siglo XIX, pese al desarrollo de la maquinaria para el estampado.

Siendo utilizados los niños para extender el líquido de color utilizando un tamiz y un pequeño cepillo. “Contratados” a partir de los seis años para esa tarea y otras tantas, repetitivas. Trabajo que además requería a menudo de catorce a dieciséis horas de trabajo, al cual también se le sumaba trabajo nocturno. No obstante resultaban peor las condiciones de trabajo de los niños en las minas, donde algunos de los cuales apenas habían cumplido los cuatro años [7] .

La industria del vidrio también utilizaba niños de entre cinco y los siete años de edad. Sabiéndose que algunos niños eran de origen italiano, que eran llevados a trabajar a otros países, constituyéndose como una verdadera trata de personas. Debido a que los niños perdían a sus familias, su lengua y su lugar de nacimiento. Para soplar cañas con las que se moldeaban los vidrios.

La industria siderúrgica parece utilizó la mano de obra infantil de manera periférica y más limitada. Debido al esfuerzo muscular requerido. Por lo que trabajaban los niños más bien en los bosques al lado de los leñadores, conduciendo las mulas y aplicando la leña o el carbón que posteriormente sería utilizado en las fundiciones. En tano que la industria algodonera inglesa en 1830, se encontraba compuesta por una fuerza de trabajo menor a los veintiún años. Donde los niños a partir de los siete años tenían que trabajar de doce a quince horas diarias, o nocturnas, durante seis días a la semana. En tareas inacabables donde se contaban dedos cortados y miembros aplastados por las ruedas de las máquinas [8] .

Pero las fábricas no fueron el único lugar de sufrimiento infantil a lo largo del siglo XIX. En Inglaterra, entre 1870 y 1930 se calcula que cerca de 100.000 niños recogidos de las calles y orfelinatos, en edades de apenas dos y tres años en adelante, fueron embarcados con dirección a las diferentes colonias del Imperio Británico, especialmente hacia Canadá y Australia. Siendo entregados a familias de colonos, fueron sometidos a una vida de trabajo no menos dura que algunos de sus coetáneos en Europa.

El capitalismo y el trabajo infantil en la actualidad.

No obstante los siglos de por medio en la explotación infantil indicada, esta sigue vigente en la actualidad aun en aras del “progreso civilizatorio”. Por lo que cabe razonar acerca del avance del “capitalismo civilizatorio”, toda vez que la prioridad capitalista sigue siendo el “crecimiento económico”. Por ejemplo, durante muchos años las llamas economías “emergentes” como la mexicana fueron acusadas por los políticos de los países imperialistas, de ser dispendiosas, asumir riesgos excesivos y de adoptar medidas de política económica contraproducente. Y por lo cual se asumía que eran países no “desarrollados”, como los países imperialistas.

Afirmándose desde los países imperialistas que el mal “desempeño”de la economía de los países dependientes era la causa de las crisis consecutivas y que así obstaculizaban el “crecimiento económico” de las demás economías “emergentes”, debido al contagio económico que se propiciaba. Designando términos para denotar las consecuencias de los “contagios” de cada crisis como: el efecto tequila, para México; el efecto samba, para Brasil; el efecto tango, para Argentina; el efecto vodka, para Rusia; el efecto dragón, para las naciones del sureste asiático, entre otros.

Aseverando los políticos y empresarios de los países imperialistas que, al no seguir las “recomendaciones” en materia de política económica del llamado Consenso de Washington, América Latina estaba destinada al fracaso. Así, han venido siendo aplicadas medidas que incluyen privatizaciones (como las reformas estructurales impulsadas por Peña Nieto), el equilibrio presupuestal del gobierno, la desregulación de la actividad económica, la liberalización comercial, el rechazo total al rescate de empresas o instituciones financieras por parte del Estado, entre otras.

Y sin embargo haber adoptado estas medidas en el Tercer Mundo, una crisis de gran magnitud estalló en los Estados Unidos en el 2008, que sigue afectando hasta nuestros días. En aquel momento, durante meses el mundo estuvo en una incertidumbre financiera que, fue posible contener gracias al dinero de los contribuyentes. Llevando a cabo el gobierno estadounidense, el rescate de gigantescas instituciones financieras y empresas automotrices, es decir, hizo todo lo contrario de la fórmula decretada en el Consenso de Washington [9] .

Pero no obstante estos hechos, respecto a la “superación de la pobreza”, en nuestro país se sigue indicando que lo idóneo es favorecer un crecimiento económico que permita “integrar” a los sectores más pobres a lo modernos circuitos de producción y de consumo mediante “empleos” bien remunerados o a través de un acceso real al crédito y la generación de un patrimonio reproducible. Para así, reasumir “la aventura del desarrollo”, como se hizo en las décadas del Estado de bienestar, cuando se confiaba en apropiarse del futuro para reinventarlo a través del desarrollo y el planeamiento organizado. Por lo que no era un “fantasía organizada” el convertir a los habitantes del extremo occidente en contemporáneos de todos los hombres [10] (sic). Según ha dicho Rolando Cordera Campos.

Y conforme a estas nobles intenciones, empresarios como Luis Antonio Corral Pérez, quien ha sido consejero de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), ha declarado que para enfrentar problemas como la inseguridad y la violencia se requiere de todos, ya que el gobierno no puede solo. Por lo que los empresarios deben asumir su responsabilidad en la procuración de un mejor ambiente social.

Asumiendo que México es un país de altos “contrastes”, donde los índices de pobreza extrema chocan con la realidad de tener a uno de los empresarios más ricos del mundo y por el otro lado personas muriendo de hambre. Luis Antonio Corral cree que sólo estamos “atravesando” por una etapa “muy difícil”, que son simplemente ciclos. Y que desde 2011 solo estamos en el fondo un ciclo muy “pronunciado”, pero confía en que hay una salida si todos, empresarios y sociedad en general, toman conciencia de las acciones para salir adelante. Considerando así, que una de las acciones más grandes en las que deben enfocarse los actores señalados es el rescate de los valores tradicionales mexicanos, en los cuales la familia juega un papel determinante para que no se trastoque el significado de lo “bueno y de lo malo” (sic) [11] .

Y acorde con etas ideas, para hacerse responsable de su parte, el Estado mexicano firmó desde hace veintiséis años la Convención sobre los Derechos de los Niños y las Niñas de las Naciones Unidas, el 21 de septiembre de 1990. Donde el Artículo 27 indica que, los Estados firmantes reconocen que las niñas y los niños tienen el derecho a un nivel de vida adecuado para su desarrollo físico, mental, espiritual, moral y social.

Pero no obstante tales “esfuerzos”, según cifras dadas por el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF, el 22 de abril de 1999, en México por esas fechas, existían al menos unos 32 millones de su población, menor de 15 años, de los cuales 12 millones vivían en situación de pobreza y pobreza extrema, con deficiencias nutricionales, en situación de calle, prostitución y pornografía infantil.

En tanto que 1.5 millones eran jornaleros agrícolas, de los cuales muchos se veían obligados a emigrar a los Estados Unidos. Mientras que 32 mil trabajaban y vivían en la calle, ejerciendo el comercio ambulante, la limpieza de autos, de zapatos, pidiendo limosna, de payasitos o vendiendo drogas [12] .

Respecto a la Trata de Personas en México, algunos de los casos más señalados han sido los de “Casitas del Sur” en el Distrito Federal o el de “Mamá Rosa”, en Michoacán. Lugares donde se contaba con el apoyo financiero y la protección de gobiernos o instituciones. En el caso de “Mamá Rosa”, se indico que menores de edad pobres eran sustraídos del seno familiar, incluso bajo coacción, para obtener “utilidades” en favor de los victimarios, donde se incluían la entrega en adopciones ilegales por las cuales cobraban.

De forma que, la casa hogar La Gran Familia, de Rosa del Carmen Verduzco Verduzco, mejor conocida como Mamá Rosa, en Michoacán, surgió desde la década de los sesenta y perduro hasta el 2014. No obstante que, las condiciones en dicha casa hogar eran deplorables, con ventanas sin vidrios pero con barrotes, puertas con candados, cubetas arrinconadas que servían como excusados, camas sin colchón, pasillos cerrados con mallas, muros cubiertos con láminas para impedir las fugas, cuartos de castigo, comida agusanada, así como una fetidez provocada por el hacinamiento.

Pero a pesar de que Mamá Rosa mantenía a los infantes en tales condiciones, ésta resulto ser intocable, puesto que contaba con protectores como Marta Sahagún de Fox, así como con distintos gobernantes y empresarios. De los cuales obtuvo “becas” y “donativos” económicos, durante más de 20 años. Recibiendo además “subsidios” de la Secretaría de Educación Pública y “donativos” de los que no se sabe su origen. Obteniendo entradas económicas también de la Secretaría de Desarrollo Social de Michoacán, la cual entregaba a Mamá Rosa poco más de 200 mil pesos anuales, de acuerdo a Víctor Manuel Silva, quien fuera secretario de dicha dependencia.

Así, al momento del cierre de dicha casa hogar y la captura de Mamá Rosa en 2014, personajes como la presidenta municipal de Zamora Michoacán, Hilda Abascal, quien se había tomado fotos con Mamá Rosa en el patio de acceso al alberge, pasó de una débil defensa a una discreta “sorpresa” por lo que se descubrió en el alberge. Y el mismo titular de la Procuraduría General de la República de aquel entonces, Jesús Murillo Karam, le aplico la inimputabilidad, es decir, no se le podía inculpar de ningún delito en razón de un posible retraso o trastorno mental (sic) [13] .

Dentro de esta explotación infantil, también ha participado la iglesia, tal y como ocurría hace siglos también. Puesto en evidencia en México, tras la muerte de Marcial Maciel Degollado, ocurrida el 30 de enero de 2008, quien fuera líder de los Legionarios de Cristo. Desde el día de su muerte, no cesaron las denuncias de abuso sexual por parte de quienes se han señalado como sus víctimas, encaminándolas ahora hacia la propia Legión, por incurrir en los delitos de “encubrimiento” y “asociación delictuosa”, pues, sostienen, la institución solapó los actos de pederastia de su fundador, Marcial Maciel. Tales se sustentaron en 97 testimonios y el libro de Alejandro Espinosa Alcala “El legionario”, donde también da su testimonio.

Sin embargo, tal como ocurrió con el caso de Mamá Rosa, las víctimas se enfrentan al contubernio de los Legionarios de Cristo con la cúpula empresarial mexicana y la cúpula política. Así, se encuentran relacionados con los Legionarios, Carlos Slim; la familia Azcarraga, donde se incluyen los tres Emilios, abuelo, padre e hijo; la multimillonaria familia Garza Zada, principal accionista del Grupo Alfa; los hermanos Servitje, propietarios del grupo panificador Bimbo; Plácido Arango, fundador de cadenas comerciales como Vips y Aurrerá. Además de que también cuentan “colaboradores” prominentes, inmersos en la banca y las finanzas, tales como: Alfonso Romo, Jorge Hank Rhon, el fallecido Manuel Espinosa Yglesias, Manuel Senderos Irigoyen, Agustín Legorreta, Carlos Trouyet, Fernando Santibáñez, Manuel Somoza Alonso, Cabal Peniche, entre otros más [14] .

Los hijos del privilegio, la otra cara del capitalismo.

Para comprender a cabalidad la explotación a la que son sometidos en su mayoría niños pobres y desprotegidos, es menester tener en cuenta que el capitalismo en realidad funciona para unos cuantos “privilegiados”. Muestra de ello lo da el hecho de que, a pesar de las “buenas” intenciones de los empresarios de la Coparmex y el Estado mexicano, es imposible pasar por alto (además del hecho histórico de la explotación infantil) políticas como las emprendidas en Argentina por Mauricio Macri.

Políticos como Mauricio Macrihan implantado distintas medidas para que existan multimillonarios como Carlos Slim en América Latina. En Argentina Macri implanto la reducción de impuestos a las exportaciones de cereales y oleaginosas, sector donde predomina la oligarquía de ese país. Impulso un fuerte aumento en las tarifas de electricidad, gas, agua y combustibles, que recaerán sobre la clase trabajadora. Reducción del “déficit fiscal” mediante la eliminación de subsidios [15] , entre otras medidas que afectan a la clase trabajadora y sus hijos, mientras que por el otro lado se favorece a la clase empresarial, en la cual se inscriben algunos gobernantes y sus hijos.

En tanto que en México, en aras de una mayor “productividad” ha imperado la visión de personajes como Carstens, gobernador del Banco de México, quien se ha opuesto al aumento del salario mínimo. Por lo que, desde 1981 hasta 2014, según la CEPAL, el salario mínimo real en México se ha devaluado un 70% –la mayor caída en este indicador en América Latina. Además de que, del total de trabajadores remunerados y asalariados que han especificado sus ingresos en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) levantada por el INEGI, la cantidad que percibe más de 5 salarios mínimos pasó del 13.9% al 7.4% entre 2006 y 2016.

Más aun, aunque entre 2008 y 2015 la productividad de la mano de obra en la industria manufacturera aumentó en un 10%, el salario mínimo real sólo aumentó 7.5% en el mismo periodo –según la Comisión Nacional de Salarios Mínimos. Y, dentro de la misma industria manufacturera el porcentaje de trabajadores que ganó más de 5 salarios mínimos (del total que especificó su ingreso en la ENOE) cayó del 10% al 6% de 2008 a 2015, dándose tal contracción también en términos absolutos, puesto que en dicho periodo la cantidad de asalariados que ganó más de 5 salarios mínimos pasó de alrededor de 540 mil a alrededor de 400 mil.

Todo lo cual tiene una de sus causas en el debilitamiento en la tasa de sindicalización, la cual para el primer trimestre de 2016 representaba la mitad de su nivel de 1984. Dentro de tal lapso de tiempo, el porcentaje de la población económicamente activa afiliada a un sindicato ha pasado de 16.7% al 8.3%. Hecho que también ha posibilitado que la Ley Federal del Trabajo fuera reformada a favor del capital, al facilitar el despido y legalizara la subcontratación (outsourcing), tal y como ocurrió en septiembre de 2012 [16] .

A esto se le debe sumar, que al lado de la miseria de muchos trabajadores, mujeres y niños, el privilegio de los hijos de los gobernantes, que dicen representar a los mexicanos y gobernar para su bienestar. Resultado de que muchos funcionarios federales se han ido “heredando las plazas”, de manera que hay parientes de expresidentes, hijos de exsecretarios de Estado o de extitulares de paraestatales. Caso paradigmático de tales hechos es el grupo Atlacomulco. Éste ha ejercido el poder en el Estado de México, durante seis décadas y sus integrantes han ocupado plazas heredadas como secretarios de Estado, subsecretarios, titulares de paraestatales y gobernadores, hasta alcanzar en 2012 la Presidencia de la República, en la figura de Enrique Peña Nieto.

Peña Nieto es hijo de Gilberto Enrique Peña del Mazo y María del Perpetuo Socorro Ofelia Nieto Sánchez. Y a su vez, Enrique Peña del Mazo fue hijo del extinto cacique de Acambay, Severino Peña, y primo del exgobernador mexiquense y exsecretario de Estado, Alfredo del Mazo González. En tanto que María del Perpetuo Socorro, es prima del exgobernador mexiquense Arturo Montiel. Siendo que del Mazo en 1987, así como Montiel en 2005 fracasaron en sus intentos por alcanzar la presidencia.

Y en la misma lógica, Alfredo del Mazo, hijo del exgobernador y primo de Peña Nieto, hoy dirige Banobras. Así como mediante parentesco político, el clan del Mazo también llegó a la Secretaría de Desarrollo Social, donde se designó subsecretario a Ernesto Nemer, cuya esposa es Carolina Monroy del Mazo, hija del influyente político Juan Monroy Pérez y sobrina de Alfredo del Mazo González [17] .

Bibliografía:

Fremantle Anne. “La edad de la fe”. Ediciones culturales internacionales, 1989.

Hemerografía.

Revista, El Cotidiano. UAM-Azcapotzalco, número 173. Mayo-junio, 2012.

Revista, Ciencia. Volumen 61, número 4. Octubre-diciembre 2010.

Revista, Ágora. Volumen 4, número 3. 2011.

Revista, Exposición, la paz tras el cerco. Número 4. Primavera 2000.

Revista, Proceso. Número 2051, 21 de febrero de 2016.

Proceso, número 1908, 26 de mayo de 2013.

Revista, Contralínea. Año 8, número 168. Del 7 al 13 de febrero de 2010.

Revista, Urbe. Año 1, número 4. 19 de febrero de 2015.

Proceso, número 1969, 27 de junio de 2014.

Proceso, número 1631, 3 de febrero de 2008.

Rebelión, “ La CNTE contra la utopía neoliberal ”. Por: Ramón I. Centeno, 19-07-2016.

Rebelión. “El sufrimiento laboral se ha convertido en un grave problema social”. Por: Rafael Poch, 19-07-2016.

Notas:

[1] Fremantle Anne. “La edad de la fe”. Ediciones culturales internacionales, 1989. Pág. 188

[2] Ibíd. Pág. 189.

[3] Ibíd. Pág. 188-189.

[4] Ibíd. Pág. 190

[5] Ibíd. Pág. 190

[6] Fábricas de indianas fueron unas instalaciones industriales que se establecieron en Barcelona desde 1738, pero especialmente a finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, cuando su número se incrementa de forma importante; y hasta 1833, cuando la fundación de la fábrica Bonaplata supuso un salto tecnológico importante.

Se denominaron así por el producto que fabricaban: las indianas, un tipo de estampado sobre telas de algodón o lino, que inicialmente no se tejían en España, sino que se importaban de la India, y cuyo destino era, además del abastecer el consumo interior, la exportación a las colonias españolas de América («las Indias»). También se utiliza el término indianeríapara referirse a este ramo de la industria.

[7] Ibíd. Pág. 191.

[8] Ibíd. Pp. 193-194

[9] Revista, El Cotidiano. UAM-Azcapotzalco, número 173. Mayo-junio, 2012.

[10] Revista, Ciencia. Volumen 61, número 4. Octubre-diciembre 2010.

[11] Revista, Ágora. Volumen 4, número 3. 2011.

[12] Revista, Exposición, la paz tras el cerco. Número 4. Primavera 2000.

[13] Proceso, número 1969, 27 de junio de 2014.

[14] Proceso, número 1631, 3 de febrero de 2008.

[15] Revista, Proceso. Número 2051, 21 de febrero de 2016.

[16] Rebelión, “ La CNTE contra la utopía neoliberal ”. Por: Ramón I. Centeno, 19-07-2016.

[17] Proceso, número 1908, 26 de mayo de 2013.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=214743&titular=la-economía-criminal-y-la-economía-del-crimen-en-méxico-(i).-explotación-infantil.-

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La Alianza del Pacífico como proceso de disolución latinoamericana

América del Sur/Venezuela/22 de Julio de 2016/Autor: Sergio Martin Carrillo/Fuente: Correo del Orinoco

Parece ser que la Alianza del Pacífico está de moda. Los grandes medios de comunicación nos hablan de algunos de los “grandes avances” que la misma ha presentado en términos de integración regional… pero cabe preguntarse, ¿procesos como la Alianza del Pacífico profundizan realmente la integración regional? Quizás es más apropiado darle la vuelta a la pregunta y reformularla, ¿procesos como la Alianza del Pacífico profundizan el carácter dependiente de las economías latinoamericanas? Vayamos por partes.

Cuando hablamos de integración regional podemos realizar una clasificación dicotómica en función a la relación que tengan con el proceso de globalización neoliberal. Por un lado, tenemos aquellos procesos que van a profundizar este fenómeno histórico, actuando en un mismo sentido y guiado por la misma ideología.  Aquella misma que sentó las bases del proceso de revolución neoliberal a partir de la década de los 70` y que acabó impregnando a las instituciones de Bretton Woods.

Por otro lado, y en oposición al anterior, tenemos aquellos procesos de integración regional que surgen como oposición al avance de la ideología neoliberal, así como respuesta a la dependencia creciente de la única potencia hegemónica que surge tras el fin de la Guerra Fría.

La disputa entre ambos tipos de bloques ha marcado lo que llevamos de siglo XXI en la región latinoamericana. El año 2005 supuso un claro cambio en el status quo de la correlación de fuerzas regionales. La desaparición del ALCA se vio precedida tan sólo unos meses antes por la creación de la ALBA y la decisión de crear la Comunidad de Naciones Suramericanas (inicios de la actual UNASUR). Posteriormente, también se crearía la CELAC, y por su parte, el MERCOSUR empezaría a impregnarse cada vez más de estos procesos, convirtiéndose en el principal promotor contra-hegemónico en la región en el aspecto económico.

Pero el regionalismo abierto, aquel que acompaña y profundiza el proceso de globalización neoliberal, no desapareció. En el año 2011 surgió la Alianza del Pacífico, conformada por 4 países con una visión compartida en cuanto a la inserción en la Economía-Mundo capitalista. Como resumen de su apuesta en cuanto a comercio internacional se puede destacar que todos estos países tienen vigentes Tratados de Libre Comercio con los Estados Unidos.

La Alianza del Pacífico no tardó en convertirse en el juguete preferido del capital internacional. Entre sus “avances” se destacan su importante peso en el comercio internacional (aproximadamente el 50% del comercio internacional extrarregional de América Latina), su nivel de atracción para la Inversión Directa Extranjera (47% del total del flujo en la región) y contar con los países de la región clasificados como los mejores para realizar negocios[1].

A menudo, entre las supuestas bondades de la Alianza del Pacífico, los grandes medios destacan que es un verdadero proceso de integración comercial, dejando de lado lo ideológico, a diferencia de otros bloques de la región. Es decir, supuestamente la Alianza del Pacífico se guía por las bondades de la tecnocracia y ha mantenido un posicionamiento pragmático. Esta supuesta animadversión a lo político, algo muy recurrente entre los grandes capitales y buena parte de las derechas, es una gran falacia. La Alianza del Pacífico es un bloque plutocrático, guiado por, y para, los intereses del gran capital.

Podemos volver ahora a las preguntas lanzadas al inicio. ¿Procesos como la Alianza del Pacífico profundizan realmente la integración regional? No, la Alianza del Pacífico sólo profundiza la integración de los grandes capitales latinoamericanos con los grandes capitales mundiales, esto a través de las relaciones comerciales y de la Inversión Directa Extranjera, primando las relaciones con países extra-regionales y excluyendo a las grandes mayorías. Con respecto a la segunda: ¿Procesos como la Alianza del Pacífico profundizan el carácter dependiente de las economías latinoamericanas? Sí, las relaciones económicas dependientes Centro-Periferia se profundizan. Cierto es que hay unas ganancias, pero éstas son recogidas por las oligarquías exportadoras de cada uno de los países, quedando las grandes mayorías alejadas de los beneficios. La Alianza del Pacífico representa la integración de los grandes capitales en los flujos económicos mundiales, pero representa la disolución de un verdadero proceso de integración regional a nivel político, cultural, social y productivo.

Fuente: http://www.correodelorinoco.gob.ve/opinion-libre/alianza-pacifico-como-proceso-disolucion-latinoamericana-opinion/

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