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Que nadie se quede atrás: dificultades en los márgenes del sistema

Por: Pablo Gutiérrez del Álamo

La pandemia se ha cebado con quienes más complicado lo tienen en general. Falta de dispositivos, poca conectividad, familias en la cuerda floja o situaciones personales muy duras, se mezclan en los márgenes del sistema educativo, en las sombras de lo «ordinario». Hablamos de aulas de enlace, de centros de inserción laboral o de escuelas de segunda oportunidad.

A las pocas semanas del decreto del estado de alarma pareció que buena parte de la sociedad se diera cuenta de que había una brecha digital importante en el país. La ministra, Isabel Celaá la cifraba, según los datos del INE, en torno al 10 o 12 % del alumnado. Quienes no tenían dispositivos electrónicos que facilitasen o, siquiera, permitiesen la continuidad de la enseñanza a distancia.

Pero este porcentaje es solo una media, no entiende de matices. Y en no pocas ocasiones, puede suponer, en realidad, el 80 o el 90 % de la población de un centro educativo.

La pandemia ha hecho saltar las costuras del sistema. Unas costuras que quedaban tapadas con la educación presencial que, en mayor o menor medida, podía hacer frente de un modo más eficaz a lo que subyace a la brecha digital, que es la social, la económica, la cultural.

Y estas costuras pueden verse más abiertas y rotas precisamente en los márgenes del sistema. Aquello que no es lo ordinario y cotidiano, a veces forma parte de la enseñanza obligatoria; en otros casos, la postobligatoria.

Hemos hablado con dos personas que trabajan en la Comunidad de Madrid. Ninguna quiere que se den demasiados datos identificativos para así evitar posibles problemas con la Administración educativa. Una de estas personas, a la que llamaremos Juan, trabaja en lo que se conoce como un ACE, es decir, un aula de compensación educativa. Están diseñadas para escolarizar a chicas y chicos de 15 años, en sus últimos meses de educación obligatoria.

Son lugares en los que se mezcla la enseñanza de materias troncales, como lengua o matemáticas, adaptadas a sus necesidades y sus conocimientos, junto a otras enseñanzas de ‘taller’, relacionadas con ciclos formativos. Estas también son muy iniciales y pretenden abrir una posible vía para continuar la escolarización en la FP. El perfil del alumnado es variado, pero comparte situaciones familiares, socioeconómicas y educativas complejas. Son las personas que el sistema ordinario centrifuga. Como la Administración está obligada a su permanencia en un centro educativo, van a un ACE.

La otra persona, llamémosla Elvira, trabaja en una UFIL, unidad de formación e inserción laboral. Entre su público se encuentran personas que pueden venir de un ACE, pero no solo. También hay jóvenes mayores de edad, migrantes recién llegados, personas peticionarias de protección internacional, chicas y chicos que no sabían muy bien dónde ir y acabaron en una… Tantas realidades como personas. Hacen también clases de materias troncales y buena parte del resto, talleres: jardinería, fontanería, peluquería, carpintería…

Para salvar la situación han tenido, como casi todo el mundo, que hacer de todo. Utilizar sus teléfonos móviles para comunicarse por WhatsApp con su alumnado, imprimirles las tareas y llevárselas a casa en las semanas de mayor confinamiento (ahora chicas y chicos pueden acercarse al centro para recoger este material)… Han tenido que buscar donaciones particulares para ceder tablets a algún alumno… De la Comunidad de Madrid, nos dice una de estas personas, solo han recibido medidas imprecisas relacionadas, además, con alumnado de bachillerato.

Sin dispositivos, sin cercanía

«Han perdido la cercanía», nos dice Juan. El contacto y la socialización con sus compañeros y con docentes que les escuchan y les atienden. Elvira, dice, cree que este punto, precisamente, es el que ha conseguido que no ocurriese lo que ella temió al principio: que se descolgasen muchos chicos estas semanas atrás. Dice que está sorprendida porque se han mantenido las cifras de continuidad con los estudios.

Casi en la otra punta del país, en Cataluña, está Begonya Gasch. Ella, además de ser vicepresidenta de la Asociación de Escuelas de Segunda Oportunidad (centros privados que realizan una labor muy similar a la de las UFIL de Madrid), es la directora de una de estas escuelas, El Llindar.

A las dificultades habituales de todos los centros educativos, Gasch le añade el hecho de que el trabajo que hacen en El Llindar, y en todos los de la asociación, no está reconocido como una parte del sistema educativo. Se manejan vía subvención por proyectos (ni siquiera es un concierto educativo), de manera que están mirados con lupa cada vez que han de justificar. Han pasado algunas semanas complicadas, de hecho, viendo cómo justificar el trabajo que han estado manteniendo también estas semanas.

Unos días que han pasado de manera similiar: maximizar los contactos con chicas y chicos para que nadie se quedase atrás, búsqueda de donaciones para equipar a su alumnado con algunos dispositivos más allá del teléfono móvil. «Trabajamos con (las consejerías de) Educación y Empleo y no hemos recibido indicaciones ni material».

Para Begonya Gasch «se han roto las costuras» pero, a su modo de ver, «no se trata de poner parches, se trata de hacer un traje nuevo». A esto se suma la brecha digital y de conectividad. En El Llindar han dedicado mucho esfuerzo a conocer las necesidades técnicas materiales del alumnado y las familias. Un trabajo que les ha llevado bastante tiempo, porque lo que ella considera como mínimos, no lo son para su alumnado. «Un ordenador, hoy, no es un instrumento de trabajo para muchos de nuestros jóvenes y tenemos que ver qué pasa ahí». Y aunque han conseguido patrocinios empresariales para dar conectividad a 50 de sus alumnos, así como donaciones de equipos informáticos, para ella lo más importante no es esto. «Sin el vínculo, sobre todo con estos chicos que se han desenganchado y que el sistema centrifuga sistemáticamente» no se alcanzan los objetivos, por mucha tecnología que se ponga entre medias.

«Solo tres alumnos tienen conexión a Internet en casa», dice Juan. Esto es lo que les obligó a trabajar con WhatsApp. Para haccerlo, adaptaron algunos materiales «y nos envían fotos de lo que van haciendo». En el ACE en el que trabaja han intentado adaptar el contenido de las materias troncales (de ámbito, se denominan), realizando pequeños proyectos interdisciplinares. Han repasado mucho lo aprendido en los dos primeros trimestres.

Elvira relata situaciones similares: «Chicos que no tienen recursos técnicos, problemas de dispositivos, que comparten el teléfono con sus padres, con problemas de conexión o que no tienen ni casa». Y, si tienes suerte y tienes acceso a tecnología «no tienen suficiente autonomía» como para hacer el trabajo desde casa con normalidad. Ella tiene claro que cuando no hay presencialidad, al menos con cierto alumnado, «se desmoralizan, se decepcionan, se deprimen y abandonan».

Begonya Gasch también destaca esto. «No todo es la conectividad, por muy importante que sea». Si lo es «el vínculo, sobre todo con estos chicos que se han desenganchado y que el sistema centrifuga sistemáticamente». A lo que se suma, comenta, «la poca autonomía». Asegura que el «universo simbólico» de su alumnado en relación a las tecnologías «es muy reducido: con Instagram y WhatsApp tienen suficiente». En El Llindar han hecho clases por Instagram e, incluso, «patios virtuales por el móvil».

También han hecho muchas videollamadas. Asegura Juan que lo emocional ha sido una constante en sus comunicaciones, en ambas direcciones. «Es prioritario para nosotros; el acompañamiento es parte del éxito del ACE».

Curiosamente, o no tanto, el confinamiento y la obligación de comunicarse mediante WhatsApp ha supuesto un mayor acercamiento con las familias del alumnado. «No tener que hablar directamente con el personal del centro ha podido ser una ventaja».

Dónde queda la práctica

Y a las dificultades de llevar el material educativo hasta el alumnado, principalmente de la materias «teóricas», se suma la brecha cuando han de acceder a conocimientos técnicos, manuales. Los que, en buena medida, les abrirían la puerta a seguir estudiando y a conseguir una cierta seguridad en su inserción en el mundo del trabajo.

En algunos casos, como pueden ser los estudios de peluquería o cocina, han conseguido solventar, mal que bien, la situación a base de tutoriales de Internet. Han intentado también dar alguna clase a distancia pero «no es lo mismo», asegura Elvira. «Lo que necesitan es venir», asegura. «Esa es la excusa (de este tipo de centros) y eso es lo que se han perdido».

A la dificultad de llevar las enseñanzas prácticas al entorno de la casa se suma el hecho de que en mayo, por ejemplo, desde la UFIL se hacen visitas a centros de formación profesional para que el alumnado vaya pensando qué hacer cuando le toque salir. Y, comenta Gasch desde El Llindar, también está la pérdida de las prácticas que hacían con empresas dado el confinamiento.

También cree que a pesar de estas dificultades, no ha decaido el número de chicas y chicos que han estado conectados a las «clases» porque, dice, «puede que consideren las tareas como un mecanismo de estar en contacto con gente que les hace caso y les atiende».

Todo un logro teniendo en cuenta que el alumnado que ven cada año tiene unas circunstancias, en general, muy complicadas. A las que, este fin de curso, se ha sumado una buena cantidad de ERTE y las dificultades para conseguir pagar los básicos. De hecho, desde El Llindar, una de las cosas que han estado haciendo, ha sido preparar comidas para sus alumnos. Han duplicado el número de servicios este tiempo.

Próxmo curso

«Prefiero no pensarlo», confiesa Juan. Su centro no puede cumplir con las medidas de distancia social impuestas desde el Ministerio de Sanidad. No tienen espacios suficientes y sí más alumnos de los que cabrían.

Igual está Elvira. Hablamos con ella antes de que las administraciones educativas estatales y autonómicas determinasen que en vez de 2 metros de distancia de seguridad entre alumnos, se bajaría a 1,5. Peor. «El tema de los 2 metros no lo veo, nada. No quiero ni pensarlo», asegura, para decir que se centrará más en terminar el curso de la mejor manera posible. Pero ya no solo por su centro, sino en todas las etapas, especialmente, dice, en primaria. «No hay sitio, ni recursos humanos y los niños son niños. De infantil hasta la adolescencia, son etapas de mucho contacto físico, emocional… no quiero ni pernsarlo».

En El Llindar, cuenta Gasch, que están trabajando una colaboración con la UOC (la universidad a distancia catalana) para crear contenidos y metodologías online de cara a un inicio de curso en el que se pudiera combinar los presencial con lo a distancia.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/06/16/que-nadie-se-quede-atras-dificultades-en-los-margenes-del-sistema

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Ecuador: la educación online desde casa es imposible e injusta

América del sur/Ecuador/18 Junio 2020/elpais.com

Un 70% de estudiantes tiene dificultad en el acceso a la enseñanza en línea en el país andino. La carencia de teléfonos inteligentes o Internet, la caída de ingresos y la falta de capacitación impiden la normal formación de millones de niños durante la pandemia. Padres, madres y profesores lo cuentan

Cuando la pandemia de covid-19 empujó la educación virtual en Ecuador, Anita Gualichico, madre de tres estudiantes, taxista de día y costurera de noche, tuvo que comprar un smartphone con mayor capacidad que el suyo para descargarse las aplicaciones que le pedían los profesores de sus hijos. Fueron 300 dólares que resolvió pagar a plazos. También tuvo que destinar uno o dos dólares para las recargas diarias y, cuando vio que eso era demasiado para su bolsillo, le propuso a su vecina, que tenía Internet fijo, compartir la cuota mensual de casi 30 dólares que cuesta el servicio.

Otro revés para esta madre de 37 años, que vive en el valle que colinda con Quito, fue no tener una impresora en su casa. Los primeros días dibujaba muchas de las actividades, sobre todo las de su hija de cinco años, pero desde que el centro de computadoras del barrio volvió a abrir, acumula las tareas de sus hijos y va a imprimir una vez por semana. Siempre encuentra una fila larga de otros padres. La espera suele ser de casi una hora. Gualichico se mantiene con su mascarilla casera y su cabello recogido.

—¿Cómo ve la educación a distancia?

—Yo a ratos no le veo bien, porque todos no tenemos las facilidades. A veces si me siento mal, en la noche me pongo a pensar si pudiera comprar la computadora y la impresora, no tuviéramos que estar así, pero la situación económica no nos da para endeudarnos más ahorita —dice Anita, y comenta también las dificultades que tiene para guiar a sus hijos con la tareas—. Nos toca tomar el tiempo de estar leyendo con tranquilidad para resolver, sí resulta complicadito. Las matemáticas es lo que más me cuesta, eso de las divisiones, la raíz cuadrada, una ya no se acuerda. Igual con mi chiquita, los fonemas, yo pronunció de una forma y ella me dice que no es así, que la profesora le explicaba de otra manera.

Llevar la escuela a la casa no ha resultado fácil en Ecuador. La ministra de Educación, Monserrat Creamer, ha reconocido que un 70% de estudiantes tiene dificultad en el acceso a la educación en línea, pero los datos estaban allí desde 2018: el porcentaje de hogares con acceso a Internet es de 37,17% a nivel nacional y baja al 16,07% en el área rural, según el Instituto de Estadísticas y Censos.

El ensayo del aprendizaje virtual en el país andino comenzó el 13 de marzo. Hasta ese momento se había evaluado el primer quimestre del año escolar. Casi dos millones de estudiantes de la sierra y el oriente del país cambiaron de modalidad abruptamente y deberán terminar el año escolar a distancia. Los alumnos de la costa, que suman algo más de dos millones y medio, se unieron al experimento en mayo.

El Ministerio de Educación informó que hasta el 18 de mayo hubo un flujo de casi 850.000 usuarios activos en su plataforma, que tiene 1.200 recursos educativos para reforzar los conocimientos. Andrés Bedón, director de tecnologías para la enseñanza en la Cartera de Educación, estima que los usuarios se duplicarán a partir de junio, con la incorporación de los estudiantes de la costa. Aún así es evidente que no todo el universo de los estudiantes en Ecuador (4,6 millones) visita la plataforma. La apuesta de las autoridades es la tele y radio educación, pero esta alternativa tampoco llega a todo el territorio. Hasta la casa de Gualichico, rodeada de campos de maizales, corrales de animales y caminos empedrados, no llega la señal de televisión. La radio sí, pero esta madre no tiene suficiente información.

—Los profesores nos mandaron un mensaje al celular diciéndonos de las clases por televisión y radio, pero no fue desde el principio. Además donde yo vivo no me coge bien la señal de la televisión, solo salen esas rayitas… Tendríamos que poner una antena arriba de la casa para coger un poquito de señal. La radio sí coge, pero en cambio no sé qué emisoras buscar para la educación.

El cierre de las escuelas también impactó a los 200.000 docentes que tiene Ecuador. La instrucción que dio el Ministerio de Educación a los docentes fue que usaran una plataforma llamada Team, pero no hubo ninguna capacitación previa. Susana Ponce, de 39 años, maestra de una escuela pública de Tulcán, ciudad fronteriza entre Ecuador y Colombia, hizo como muchos profesores:  crear grupos de WhatsApp para comunicarse con los padres de familia y enviarles las tareas.

—¿Qué opina de la disposición del Ministerio de Educación?

—Ellos se imaginan que todos tenemos capacidad de tener un Internet fijo, que la conectividad es excelente, que todos manejamos las plataformas, pero la realidad de nuestro medio es muy diferente. Ya es complicado para nosotros como docentes, mucho más para los padres de familia.

Los 21 alumnos de Susana deberían aprender a leer, escribir, sumar y restar en este año escolar, pero algunos están lejos de alcanzar esas metas. Menos aún cuando sus padres se conectan con menos frecuencia al WhatsApp.

—No avanzan al mismo nivel que en el aula. Los papitos no tienen la pedagogía o la paciencia para indicarles. A los papitos les pido que les pongan a sus hijos al teléfono, para ver si pueden leer y están todavía quedaditos.

El director de la escuela de frontera, Carlos Enríquez, está al tanto de las familias que dejan de comunicarse y dedica un par de días de la semana para llevar las tareas impresas hasta el domicilio de los estudiantes que han dejado de hacerlas. Va, sobre todo, al área rural donde evidencia que las familias tienen necesidades más apremiantes que la educación de sus hijos. «Los padres me dicen: ‘Señor director, ya no tenemos ni un dólar para poner recargas’. Ellos prefieren invertir ese dólar en alimentación», cuenta el docente. «Vemos gente muy pobre, por eso también estamos procuramos recoger víveres para llevarles».

En las comunidades indígenas y campesinas es más difícil seguir la educación virtual. Los padres de familia escasamente han completado algunos niveles de la educación básica. Tampoco pueden descuidar sus cultivos ni sus animales para ocuparse de las tareas de sus hijos. En estos casos, se espera que los profesores hagan un esfuerzo extra para que los estudiantes no desconecten de la escuela. Mercedes Curichimbi, profesora indígena de 40 años, explica una vez por semana las tareas en un grupo de WhatsApp y se toma el tiempo de llamar por teléfono convencional a los padres que no tienen un teléfono inteligente.

«Mi forma de trabajar es la siguiente: yo envío los lunes en la mañana la actividad y ellos mandan antes del fin de semana. La comunidad está a dos horas del pueblo más cercano y una persona sale los viernes para hacer la recarga de todos. Yo conozco la realidad de allá, hay una señora que tiene tres hijitos y no tiene esposo ni teléfono inteligente, a ella todos los lunes le doy las tareas a través de una llamada telefónica, uno a dos horas me toma. No quiero que ningún niño por la economia o la distancia quede perjudicado», explica. .

—¿Sus alumnos están siguiendo las clases por radio o televisión?

—La frecuencia no alcanza a esas comunidades tan alejadas y ellos no están como nosotros en la ciudad, quedando hasta muy de día en la casa. Ellos van a las tres o cuatro de la mañana a ordeñar la vaca, a deshierbar la chacra… Es dificil decirles que se queden en la casa para que oigan la radio. Gracias a ellos tenemos la comida en la ciudad.

Durante la entrevista, Mercedes comenta también su desazón por la reducción del salario que ha anunciado el Gobierno central por la situación económica que atraviesa el país. Hasta ahora los docentes ganaban 817 dólares, pero con la reducción ganarán unos 100 dólares menos. La maestra indígena, además, se queja de que en los dos últimos meses han recibido el salario con 20 días de retraso. «Eso nos perjudica, de nuestro bolsillo sale para el Internet, las llamadas, el transporte, el vestuario, pero hay que seguir».

Varias voces ya hablan del fracaso de acelerar la educación virtual en medio de la pandemia por la covid-19. “Ningún país estaba preparado para implementar un sistema nacional de educación virtual operando desde el hogar. La pandemia ha expuesto al rojo vivo los enormes déficits e inequidades tecnológicos y sociales que existen en el mundo y dentro de cada país”, dice Rosa María Torres, pedagoga e investigadora ecuatoriana. La Unesco ha alertado que la mitad del total de los alumnos en el mundo (unos 826 millones) no tienen acceso a una computadora en el hogar y el 43% (706 millones) no tienen Internet en sus casas. Además, a pesar de que mediante los teléfonos móviles los estudiantes pueden acceder a la información y conectarse con sus profesores, unos 56 millones de alumnos viven en lugares donde no llega la cobertura de las redes móviles.

La Unesco también llamó la atención sobre la formación que requieren los maestros para impartir eficazmente la educación a distancia y en línea, pero ese apoyo es particularmente escaso en los países de bajos ingresos. “Son temas críticos en toda la región la falta de preparación y experiencia docente en el manejo del mundo virtual”, opina la investigadora ecuatoriana. Esto se agrava en el caso de Ecuador donde la enseñanza de informática o computación salió del currículo escolar en 2015. Al hilo de eso, un grupo de profesores de esa asignatura, en abril pasado, hizo un pedido formal a las autoridades para que revisen esa decisión. En la carta se señala que el manejo de las nuevas tecnologías quedó a discreción de cada centro educativo y eso ha contribuido a los problemas que ahora enfrentan alumnos y profesores para manejar los dispositivos electrónicos necesarios para la educación virtual.

La autoridad educativa en Ecuador considera que un 7% de la población estudiantil no tiene acceso a nada. Eso equivale a unos 320.000 estudiantes. “Hay muchas lecciones que nos deja la pandemia y esto nos obliga a fortalecer esas deficiencias para repensar este proceso de enseñanza”, dice el funcionario de Educación consultado para este reportaje. “Las tareas que a futuro tiene el ministerio son fortalecer el sistema de tele-educación y radio-educación y mejorar los contenidos digitales abiertos, la conectividad y las competencias digitales de los docentes”.

Todavía no está claro en el país andino cómo será la calificación final de los estudiantes que desconectaron a mitad del año lectivo. De momento deben presentar un portafolio con los trabajos hechos. Torres opina que no debería haber un criterio punitivo en la evaluación final. “Sería un error monumental, penalizar a los estudiantes que no saben suficiente. Los profesores han hecho lo que han podido y los padres más de lo que han podido”.

Los problemas para seguir la educación a distancia no son exclusivos de las periferias, las fronteras o las comunidades indígenas o campesinas de Ecuador, en Quito hay estudiantes que han quedado rezagados por sus circunstancias familiares. En el seno de una familia venezolana, que vivía de la venta ambulante de productos de limpieza, dos estudiantes, de 12 y 14 años, no han podido continuar con su educación. Cuando la pandemia confinó a los adultos de la casa, fue imposible contar con los recursos para sostenerse. Lograron quedarse en la vivienda que alquilaban en el sur de la ciudad, por un acuerdo con la casera, y mantuvieron los servicios básico por la orden gubernamental de no cortarlos mientras dure la crisis. Pero la conexión a Internet empeoró.

«Tengo Internet, pero es malísimo. Las clases de Zoom no las agarra, los videos tampoco. En estos últimos meses solo un teléfono puede conectarse. Tenemos tres meses ya atrasados, debe ser por eso que no está bueno. Dejamos de cancelar por el tema de la pandemia, ahorita hay prioridad en la comida», relata Dayanira Blanca, 40 años, madre de las dos adolescentes. «Las clases de zoom no las descarga en el teléfono de mi esposo que no es tan bueno y nos perdemos las explicaciones del profesor».

El grupo familiar ingresó al país hace un año. Dayanira Blanca llegó primero con cuatro de sus cinco hijos, a los 15 días llegó su esposo y, un mes más tarde, su hija mayor con sus dos niñas y el esposo. Desde el día uno, esta familia numerosa hizo todo lo posible para arraigarse. La educación de las dos adolescentes fue una prioridad. Dayanira consiguió cupo para sus dos hijas, aunque en distintos centros educativos. Al final del primer quimestre, esta madre cuenta que solo una de ellas se había adaptado a la escuela ecuatoriana y fue más fácil conectar con sus profesores.

«Contactamos con una compañera de mi hija por Facebook y esa niña me dio el número del papá que creó el grupo de WhatsApp y nos incluyeron», cuenta Blanca. «La profesora de mi otra hija me llamó un día, me pidió el numero de Whatsapp, el correo y los datos de identificación de mi niña, pero no me volvió a llamar ni me ha mandado nada al correo. Intenté llamarla, pero parece que se comunicó desde una cabina y no hay forma», prosigue.

Diego Chango, de 30 años, obrero de la construcción y padre de dos niños de seis y ocho años, tampoco ha podido seguir el ritmo de la escuela virtual. Al igual que la familia venezolana, en su casa solo cuentan con un teléfono inteligente y hacen recargas semanales para recibir los deberes. «Trato de estar al día con los deberes de mis hijos, busco conexión a WiFi para mandar los deberes, pero no siempre lo consigo», dice este padre que dejó de percibir ingresos al igual que su esposa, que se dedicaba a cuidar carros en las calles. Ahora ambos venden frutas en las calles del sur de la ciudad y cuando pillan una señal de WiFi abierta, en alguna plaza o estación de autobuses, se detienen para tratar enviar los deberes de sus hijos.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2020/06/12/planeta_futuro/1591955314_376413.html

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Entrevista a Marcela Lagarde: “Es misógino acusar a las feministas de una pandemia mundial”

Entrevista/11 Junio 2020/Autora: Meritxell Freixas Martorell/eldiariolaeducacion.com

  • La antropóloga feminista Marcela Lagarde y de los Ríos (1948) habla desde su confinamiento en México, donde el coronavirus ya se ha cobrado más de 12.500 vidas y también donde cada día diez mujeres son asesinadas por hombres. Referente del feminismo latinoamericano, Lagarde fue militante del Partido Comunista y luego diputada por el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Desde el Congreso mexicano impulsó la Ley General para el Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (2007) y, a raíz de los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, acuñó el concepto de feminicidio, utilizado hoy en las legislaciones de distintos países.

La soledad puede ser vivida como metodología, como proceso de vida. Tener momentos temporales de soledad en la vida cotidiana, momentos de aislamiento en relación con otras personas es fundamental”, escribía Lagarde en Soledad y Desolación hace dos años, cuando cuarentenas y confinamientos estaban lejos de ser una realidad. Hoy, desde su casa, al otro lado del teléfono, hace balance de lo que la crisis sanitaria global ha supuesto para miles de mujeres del mundo, sobre todo, para las más vulnerables. Convencida de que la humanidad atraviesa un cambio de civilización, apunta los principales ejes del nuevo paradigma que cree que regirá el mundo.

¿Qué ha desvelado la crisis del Covid-19 sobre la realidad que viven las mujeres?

Ha desvelado muchas cosas que se habían vuelto invisibles por el tratamiento que la sociedad les ha dado. La pandemia ha tocado múltiples factores y relaciones vinculadas a la manera de ordenar el espacio privado. La crisis se ha agudizado porque mujeres y hombres estaban organizados por espacios, horarios y calendarios que ahora se han modificado. El mundo privado, la vida cotidiana, de repente ha sido ocupado por los hombres. Estamos en una campaña mundial de confinamiento. Es la fórmula que han encontrado para que no nos contagiemos porque no hay vacuna y no hay cura. Hay que aislar y el mundo adoptó esta forma, pero los gobiernos e instituciones internacionales de salud han dejado a mujeres y hombres que sean ellos mismos quienes gestionen la crisis que se ocasiona con esta presencia renovada de los hombres en el espacio privado.

¿En qué se ha traducido eso?

En lugares como México, India, Brasil y en países donde hay una dominación patriarcal de género intensa, la presencia de los hombres en el espacio privado ha significado un incremento de las llamadas telefónicas de las mujeres en búsqueda de protección. Hay muchas fricciones por el espacio, las normas, quién hace qué. Eso ha evidenciado la crisis del sistema reproductivo, que deja a las mujeres a cargo de la casa, el hogar, el cuidado de niños, niñas, adolescentes, ancianos, enfermos o personas con una discapacidad. Ahora que estamos pasando por la estrechez de la vida cotidiana, se ha comprobado lo que hemos dicho siempre las mujeres: que este es un trabajo fundamental que ha sido invisibilizado siempre, pero que permite el desarrollo y la reproducción misma de la sociedad, la cultura y del poder. Se ha señalado muchísimo esta injusticia y la falta de apoyo de las instancias públicas. Muchas mujeres trabajamos por nuestra cuenta, como emprendedoras o asalariadas por el trabajo del hogar. Además, nos hacemos cargo de la casa y la familia como podemos. En México, por ejemplo, una gran cantidad de mujeres se constituyen en familias monoparentales. Si ellas no trabajan, nadie lleva ingreso y ahí se produce una crisis enorme. En la frontera norte vemos que una gran cantidad de migrantes mexicanas van a Estados Unidos a hacer el trabajo del hogar y regresan a México después de su jornada. Pero ahora, todos estos trabajos se suspendieron y también se suspendieron las industrias en las que trabajan las mujeres, sin entregarles salarios sustitutivos. Tampoco hay una renta básica.

¿Cómo podremos revertir esos efectos del confinamiento en las mujeres?

Tendríamos que tener la claridad de aprovechar esta ola enorme de confinamiento y trastocamiento de las normas de convivencia, sobre todo en el espacio privado, para evitar volver a relaciones que ya conocemos porque las tuvimos en el pasado. Reforzar esta conciencia social nueva sobre el papel de las mujeres en la vida social privada y pública, incluso en la gobernanza. Los 10 mejores gobiernos de esta pandemia son liderados por primeras ministras y presidentas mujeres. Fuera del esencialismo, el análisis es que ellas han estado menos tocadas por esquemas patriarcales y han luchado por los derechos, por la participación, con una sensibilidad distinta y una visión feminista. Gobiernan diferente por eso, no porque sean naturalmente así. No podemos desechar la oportunidad que tenemos: estamos viviendo un gran cambio civilizatorio y para salir de esta crisis hay que sintonizar con todos los sujetos sociales, todas las alternativas progresistas, como la Internacional Progresista que se ha formado tras el llamado de varios intelectuales. Hay que construir una opción de desarrollo humano sustentable, verde y feminista. Tenemos que lograr que la desescalada tenga un sentido humano, que tenga eso que el feminismo siempre ha criticado al humanismo androcéntrico que coloca en el centro al hombre y a los hombres, pero no a la humanidad y a las personas.

La extrema derecha en España ha acusado a las organizaciones feministas, periodistas y convocantes de las manifestaciones del 8M de provocar la propagación de la pandemia. ¿Qué opina?

Las redes que convocaron el 8M no pueden ser acusadas de nada, al contrario. La convocatoria fue para avanzar en la construcción de los derechos humanos y la democracia desde una perspectiva de género. Es misógino acusar a las feministas de una pandemia mundial. Me parece desproporcionado, con falta de perspectiva y no científico. No es posible probar eso. No sólo hubo manifestaciones feministas, hubo partidos de fútbol con mucho público, ceremonias religiosas, bodas, misas, gente en las calles y en el transporte público. Necesitamos un esfuerzo de resiliencia y no aceptar las acusaciones gratuitas contra las feministas. Es central discutir cómo hacer que en esta crisis la sociedad sea coadyuvante y no solo víctima. En vez de culpar y acusar a las mujeres de expandir la pandemia, cosa que es falsa, tendríamos que aprovechar la sabiduría del movimiento feminista para integrar el feminismo en la gobernanza democrática, en la participación de la sociedad civil, en la construcción de un planeta verde. Tenemos que enfrentar lo que viene de manera compleja, sostenida, profesional y velando por el interés de las personas, de las comunidades y del pueblo en general. Hay que tratar de que prevalezca la ética. El fin de la pandemia está lejos, pero tenemos el espacio para colocar en el centro del desconfinamiento un debate ético sobre el nuevo paradigma que queremos impulsar.

¿Cómo hacer que los partidos de ultraderecha de todo el mundo no interfieran en la construcción de este nuevo paradigma?

Lo primero es observar que la derecha en el mundo tiene sus centros, su potencia, sus millones en juego, como está sucediendo en Estados Unidos con el neofascista presidente Trump. La gente progresista, las feministas, los ecologistas tenemos que ser conscientes de que ahora es el momento. En marzo se produjo un auge en la ola actual del feminismo en la que participan millones de mujeres y hombres de distintas generaciones que ya se están apropiando de la cultura feminista. Tenemos que difundir esta cultura. Convocar a la resiliencia, a lograr capacidades de restauración, de conservación y de innovación para empoderar el proceso de erradicación de la pandemia. Tenemos que escuchar a los científicos que muestran cómo estamos destruyendo la tierra, los territorios y que eso nos va a llevar a tragedias impensables. La desigualdad enorme que hay en el mundo se cobra vidas con la epidemia con las personas en mayor riesgo, las comunidades más frágiles. Debemos impulsar un sistema internacional, nacional y local del cuidado para tener una orientación de cuidados permanente y no solo para emergencias y que lleve a cuidar, a reparar y a innovar con lenguajes nuevos y acercamientos diversos. […] Las feministas hace tiempo estamos proponiendo como alternativa una economía solidaria, la economía feminista, que pone en el centro a las personas y que busca la calidad de vida, la salud, la educación, y tener mejores condiciones de vida, de trabajo y de convivencia con los hombres sin violencia.

¿Qué nos dejará esta crisis?

De esta crisis tiene que salir algo mejor. Al principio fue resistir, como la canción –“Resistiré”–, pero ahora, además de resistir, nos hemos propuesto transformar el mundo para privilegiar el ecosistema, el patrimonio histórico y cultural y los derechos humanos. Estamos incursionando en un cambio cultural civilizatorio porque por primera vez podemos hablar de una crisis que afecta a todos los territorios del mundo y a todas las personas a la vez, hablar de humanidad. Eso es un cambio paradigmático y exige que seamos capaces de llevar ese nuevo modelo a todos los espacios y que la política se ponga al servicio de construir esa nueva cultura del cuidado propio y de los otros, del medio ambiente, del patrimonio y de todo lo que tiene un valor para nosotros.

Fuente e imagen tomadas de: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/06/10/es-misogino-acusar-a-las-feministas-de-una-pandemia-mundial/
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El celular: Una herramienta fundamental de Aprende en Casa

Por: Gema Jara

Cuando en enero escuchábamos de una epidemia en China, jamás imaginamos que en pocas semanas nos alcanzaría. Sin duda, esta emergencia nos llegó por sorpresa, y nadie pudimos prepararnos ni capacitarnos para enfrentar los retos del encierro, del cierre de escuelas, trabajos y actividades económicas.

En los múltiples seminarios en línea, conferencias y artículos que se han producido durante esta pandemia, parece que existe coincidencia en que las interacciones digitales llegaron al ámbito educativo para quedarse. Sin embargo, cuando hablamos de la interacción digital es necesario hacer ciertas precisiones, ya que los diversos sectores de la población cuentan con referentes, formas de uso y recursos muy diversos. Para quienes tienen más medios económicos, las computadoras o tabletas, son su mejor aliado, pues de acuerdo con los datos del INEGI, solo el 44.3% de los hogares de México tiene computadora[1], de ahí que más de la mitad de la población no cuenta con estas posibilidades y su herramienta digital se limita y concentra en los teléfonos celulares.

En esta emergencia, la gente echó mano de los recursos que tenía al alcance, como son para la mayoría de la población los teléfonos inteligentes. Por esa misma encuesta de INEGI, sabemos que en México hay 80.6 millones de usuarios de Internet y 86.5 millones de personas usuarias de teléfonos celulares, es decir, que solo un 6 % de quienes tienen celulares no cuenta con Internet.

También sabemos que, hoy en México, el WhatsApp es la herramienta más utilizada entre los diversos actores de la comunidad educativa.[2] Este hecho se constata en otros países de la región, como Perú, en donde el Ministerio de Educación pudo comprobar lo mismo.[3] De esta manera, pensamos que ya tenemos un peldaño avanzado, en tanto los medios están disponibles y se están usando. Sin embargo, por diversas declaraciones informales, como mensajes, comentarios personales y quejas hemos confirmado que, muchos docentes, lo que hacen es dar clases tradicionales frente al celular, es decir, han trasladado las prácticas expositivas del aula a entornos digitales.

Lo anterior parece no ser muy apreciado por los alumnos, quienes manifiestan: “estudiar en casa es aburrido”; “los profesores se han vuelto fastidiosos y ya no son buena onda como eran en la escuela”; “ahora tengo más trabajo que antes y cuando no entiendo no sé qué hacer”; “mi mamá me regaña porque no resuelvo todas las tareas que me ponen”. Así, la clase por celular tampoco consigue captar la atención de los alumnos y, por ende, no se logran los aprendizajes esperados. Además, las niñas y los niños se desesperan, las familias se estresan y se ha generado una especie de demencia por cubrir –durante la emergencia– todos los contenidos marcados en los programas de estudio.

Esta situación de incomodidad de los alumnos no se da porque los maestros no quieran que sus alumnos aprendan, por el contrario, los docentes hacen su mejor esfuerzo por desempeñar las funciones que les corresponden lo mejor que pueden. Debido a este sentido de responsabilidad, ahora toman al papel de actores frente a una cámara –lo que no resulta nada fácil– pero los motiva el amor y el compromiso por cumplir, de la mejor manera, con sus obligaciones y bajo cualquier circunstancia. Además, sienten mucha presión, ya que, a menudo cuando dan su clase por el celular, todos en la familia los ven, los observan y los juzgan. Ahora están en un escenario que nunca habían vivido y a esa presión se suma su propia experiencia de la pandemia, que pone a prueba sus emociones e incorpora sus problemas familiares. Deben cumplir con sus responsabilidades profesionales, además de sus tareas domésticas y entablar una relación más estrecha con los padres de familia.

Por su parte, ahora también los padres, y especialmente las madres, han tomado un nuevo rol, el de maestras de sus hijos y de psicólogas de la familia. En ellas reposa la responsabilidad de supervisar un sinfín de actividades escolares, que se suman a las tareas cotidianas y laborales. Las tensiones laborales son tanto para quienes trabajan como para quienes perdieron su empleo y sus ingresos económicos, por la ansiedad que acarrea la perspectiva de un futuro incierto. Sin contar, además, con que muchos padres no dominan a cabalidad los contenidos que sus hijos están estudiando, lo que sin duda les genera una presión adicional. Lo positivo es que, en general, los menores disfrutan con la compañía y la atención de los adultos de la casa.

De esta manera, vemos que la sola presencia de recursos digitales es insuficiente para garantizar el aprendizaje a distancia. Es necesario también reinventar y desaprender los usos que antes teníamos de ellos. Ya no son solo herramientas para conversar, ver videos divertidos y memes, sino que ahora ocupan un lugar central en los procesos de enseñanza y de aprendizaje y, si aceptamos la premisa de que la digitalización llegó a la educación para quedarse, entonces deberemos reorientar y redimensionar el uso del celular en la escuela. Recordemos que antes de la cuarentena se restringía su uso, e incluso muchas escuelas lo prohibían, sin embargo, ahora son los protagonistas de la comunicación escolar.

Atendiendo a toda esta problemática, en MUxED decidimos apoyar a alumnos, docentes, mamás y papás, mediante la elaboración de infografías, para invitarlos a que reaprendan nuevas formas de uso de su celular, que a la vez redunden en la mejora de los procesos educativos y comunicativos. MUxED busca contribuir a que cada uno de estos actores cumpla de mejor manera sus responsabilidades y tareas, utilizando herramientas eficientes y eficaces que les permitan formarse a sí mismos, sea que estudien desde casa o en el aula.

Así nacieron las tres infografías del ABC para el uso del WhatsApp, desde una perspectiva educativa, para que la comunidad escolar pueda comprender que, en estos tiempos de emergencia sanitaria, debemos dar una utilización pedagógica a este medio, ya que, en muchos casos, es la única fuente de interacción entre docentes y alumnos, donde los padres son los mediadores y toman el papel de maestro en casa con sus hijos.p

[1] ENDUTIH 2019 INEGI. Consulta 15 05 20. Liga:

http://www.ift.org.mx/comunicacion-y-medios/comunicados-ift/es/en-mexico-hay-806-millones-de-usuarios-de-internet-y-865-millones-de-usuarios-de-telefonos-celulares

[2] Encuesta Marzo Valora Consultores. Consulta 15 05 20. Liga:

https://drive.google.com/file/d/1pYb86WGNP4LeBZqB6oZoR5ghzb8v0ovD/view?fbclid=IwAR2rfmeGXNIhU0iCST6JrfYoY-gEpZac57BzBMYyAj4EhbOhPDNgQtMCFuE

[3] Encuesta Ministerio de Educación, Perú. Consulta 15 05 20. Liga:

https://app.sparkmailapp.com/web-share/qOcJg-xldbuOw-KXKeog5vEoRF1g8VSZ3RmzCi7e

Fuente: http://www.educacionfutura.org/el-celular-una-herramienta-fundamental-de-aprende-en-casa/

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Entrevista a Alberto Soler: “Si se castiga o ignora al niño a cada instante, hay que tener algo claro: hacer daño no educa”

Entrevista/11 Junio 2020/Autora: Beatriz Portinari/elpais.com

El libro ‘Niños sin etiquetas’ es una radiografía de los errores más comunes en la crianza contemporánea y de cómo influyen los prejuicios en el desarrollo de los hijos

En la era postcoronavirus, expresiones como “yo a tu edad” o “en mis tiempos” como modelos de educación ya no se podrán aplicar a los niños de hoy, porque el mundo ha cambiado en cuestión de meses. Sin embargo, algunos estereotipos y enseñanzas transmitidas de generación en generación también están a tiempo de cambiar. Los psicólogos Alberto Soler y Concepción Roger publican Niños sin etiquetas (Paidós) como llamada de atención a las familias y al modelo de educación. Soler recomienda alejarse de etiquetas como “niños tiranos, desobedientes, celosos, princesas y guerreros”, porque si se repite mil veces una idea, el niño acabará creyéndola y actuando en consecuencia.

Pregunta. Educamos a los hijos como nos han educado y no como nos gustaría. ¿Qué deberíamos cambiar?

Respuesta. Un primer paso sería tomar conciencia sobre cómo nos comportamos con los niños. A veces, cuando se dan situaciones que requieren más de nosotros, en las que bajamos la guardia, conectamos el piloto automático y hacemos lo que han hecho con nosotros. No solo nuestros padres, sino la sociedad, la publicidad, incluso los programas de televisión con modelos de educación basados en estereotipos, premios y castigos. Las formas importan y mucho, y ser respetuoso con los niños, atender sus necesidades y distinguirlas de los caprichos, no es incompatible con establecer normas y límites. El cambio está en nuestra forma de relacionarnos con ellos y deshacernos de esas formas de educar aprendidas.

P. En el libro habláis de los “miedos que se heredan”. ¿Nuestros hijos van a heredar el miedo a la pandemia o a salir de casa?

R. Hemos visto noticias con palabras como “UCI, morgue, muertos, enfermos”. Es un campo semántico que está provocando una ansiedad brutal: “el mundo es peligroso, los demás son peligrosos”. Deberíamos hacer una “desescalada” también a nivel conductual. Cuando hablamos del miedo, los niños viven las situaciones filtradas por sus padres, que son su referente social; en función de cómo ellos lo vivan, así lo viven sus hijos. Y aunque existe cierta predisposición genética que nos puede hacer más o menos miedosos, debemos distinguir entre lo posible y lo probable. ¿Es posible que te contagies? Sí. ¿Es probable? No. Entonces, manteniendo las normas de higiene de manos y cierta distancia social debemos hacer esa desescalada proporcional: ser prudentes, pero no transmitir angustia a los hijos.

P. Entre los primeros meses y seis años se desarrolla la estructura cerebral que tiene que ver con la personalidad del niño. ¿Cómo influyen los patrones familiares en su desarrollo?

R. No tenemos recuerdos de forma explícita por debajo de los cuatro años, pero sí tenemos aprendizajes de forma implícita, por ejemplo, cuando les decimos “esto lo hago por tu bien”, «porque lo digo yo» o «quien bien te quiere, te hará llorar”. ¿Cuál es el problema? Que va a asociar amor con dolor, y lo verá de forma natural en una relación abusiva de pareja. Hay una complicidad criminal con los malos tratos a los niños, igual que teníamos con las mujeres, porque tratar mal es maltratar. No queremos culpabilizar a nadie, todos los padres lo hacen lo mejor que saben y pueden, pero es importante ser conscientes de lo que decimos y hacemos mal.

P. ¿Por ejemplo, qué errores hemos interiorizado, sin darnos cuenta?

R. Si de manera sistemática estamos desatendiendo, amenazando, chantajeando, castigando, ignorando al niño… hay que tener una cosa muy clara: hacer daño no educa, al contrario. El castigo es hacer daño a otra persona, sea físico o mental, para que escarmiente. Nos parece inaceptable en las relaciones entre adultos, pero lo hemos normalizado en las relaciones con los niños, a los que no solo maltratamos cuando les ignoramos cuando nos piden atención, pensando erróneamente que es un capricho, sino también cuando les ofrecemos todos los días una dieta obesogénica o cuando les etiquetamos como “conflictivos”, “irresponsables”, “desobedientes” o “torpes”.

P. ¿Qué riesgo implica educar a los niños con esas etiquetas?

R. El problema de las etiquetas es que es muy fácil ponerlas, pero muy difícil deshacerse de ellas. Y además, la persona que tiene una etiqueta acaba comportándose de esa forma. Por ejemplo: “¿Para qué me voy a esforzar en esto, que a lo mejor me interesa, si mis padres dicen que soy un vago?”. Deberíamos ser menos simplistas y más descriptivos, centrarnos más en la conducta que en la persona. Si les hemos etiquetado como “parásitos sociales” lo acabarán integrando como una parte definitoria de su personalidad. Todos tenemos una identidad, y si no la tenemos todavía, como los niños, nos la van a crear con esas etiquetas negativas.

P. ¿Cómo un efecto Pigmalión a la inversa?

R. Eso es, existen muchas investigaciones sobre el tema. El experimento de Rosenthal y Jacobson, el “Pigmalión en las aulas”, demostró ya en los años 60 que los chicos etiquetados como “buenos alumnos” recibían más estímulos en clase, los profesores les preguntaban más, mantenían el contacto visual y elogiaban su esfuerzo. Esos chicos acababan el curso siendo más inteligentes y con mejores calificaciones, pero solo porque se les había dado una etiqueta que a los otros no. Esto cuando hablamos de niños pequeños es aún peor: solo si damos las mismas oportunidades, todos podrán desarrollarse por igual.

P. Hablando de oportunidades, la pandemia ya ha reflejado la brecha social y digital entre las familias que tenían ordenadores o conexión a Internet y las que no. ¿Cómo garantizar esa igualdad en la educación del futuro?

R. En España, en la Educación ha pasado lo que en Sanidad: la pandemia ha sacado a la luz nuestras vergüenzas, las cosas que han funcionado mal durante años. Es verdad que no tenemos un “manual pandémico”, pero durante meses hemos puesto la instrucción por delante del acompañamiento y la compresión de los niños. Tenemos que buscar alternativas y eso pasa por dinero: se trata de bajar ratios, sí, pero aumentando el profesorado y los centros. ¿No hemos sido capaces de levantar hospitales de campaña en tiempo récord? Pues igual hay que empezar ya a construir “escuelas de campaña” y contratar más profesores. Es inaceptable que se planteen aulas de 15 alumnos, dividiendo la semana en días en el colegio y días en casa con educación a distancia, y que ese gasto lo asuman las familias. Porque además, lo más probable, es que lo asuman las madres, que muchas se planteen dejar el trabajo para quedarse en casa con sus hijos. Si ese modelo se impone, las mujeres volverán a ser las grandes olvidadas, que sacrificarán su carrera profesional por la familia.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/06/09/mamas_papas/1591682488_052344.html

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¿Para qué educa el maestro contemporáneo?

Por: Gustavo Troncoso Tejada

En medio de esta crisis, pareciese ser que se evidencia un momento oportuno en el cual los docentes puedan recuperar el rol pertinente en nuestras sociedades contemporáneas. Y es que, el situar diálogos reflexivos y críticos constantemente, en torno a sobre para qué estamos realizando los procesos de enseñanza-aprendizaje elevará el espíritu crítico y transformador de nuestra profesión.

¿Podemos hablar de educación centrada en las dimensiones del ser humano? ¿Es realmente el desarrollo del pensamiento crítico un recurso para transformar sociedades individualistas a sociedades más justas y centradas en el bien de la mayoría? ¿Es la escuela realmente un espacio de encuentro social o más bien es un espacio que facilita la reproducción de las culturas dominantes y las lógicas de mercado?

En el mundo antiguo, los griegos desarrollaron conceptualizaciones en torno al Areté o también concebida como la excelencia y la virtud, y es que para filósofos como Sócrates, Platón y Aristóteles la importancia de trabajar la Areté se consolida como una idea inteligible que ilumina el camino del alma de las personas para el desarrollo máximo de las virtudes de cada ser humano.

Para ello, la paideiaeducación o formación se consolidó desde una práctica constante del hábito como un motor hacia la excelencia donde el conseguir la armonía entre las diversas virtudes favorecería no solamente el perfeccionamiento humano, sino que también a la comunidad entera. Si bien, esta paideia o proceso educativo busca desplegar en los maestros de la época métodos de crianza para la educación de los niños, entorno al cultivo de valores y habilidades pertinentes a la estructura física de la polis. Estas, se suscriben al fortalecimiento del bien común, el amor, igualdad y justicia, movilizados en su conjunto hacia el servicio de lo público.

Desde esta perspectiva, los maestros filósofos del mundo antiguo centran a la educación como un eje central que facilita el cultivo de la excelencia en los individuos. de forma que pueda contribuir al bien común de todos sus miembros. Ante esto, cabe preguntarse ¿es acaso ese sentido de la educación que movilizaba a los maestros griegos, el mismo qué moviliza a los maestros contemporáneos?

La pandemia ha puesto en evidencia las múltiples grietas de nuestros sistemas educativos reflejando cuales son las prioridades de nuestros gobiernos y sus respectivas políticas educativas, con ello pareciese ser que han sido muy pocos los sistemas educativos que han podido sostener realmente métodos de enseñanza centrados en fomentar y satisfacer diversas necesidades humanas como la emocional, la reflexión y el pensamiento crítico en medio de la crisis por sobre una mera instrucción a distancia disfrazada como “recurso de aprendizaje” plasmada en guías, fichas online, video llamadas, o docentes que han mutado a una especie de youtuber.

Para el caso latinoamericano, especialmente el de Chile, la crisis ha evidenciado con mayor amplitud los niveles de desigualdad y es que las decisiones políticas han ido orientadas hacia la preservación del modelo económico, que ya venía de una crisis social profunda arrastrada desde octubre del 2019 a causa del estallido social vivida en el país sudamericano. Esta problemática se refleja en que las medidas de protección y asilamiento han ido dirigidas para todos, sin embargo, no han otorgado tranquilidad económica para un sector importante de la ciudadanía, afectada por las alzas de desempleo y un Estado que no ha sido capaz de regular y frenar el aumento de precios en los insumos básicos para vivir. Desde este horizonte, el despliegue de la acción curricular del Ministerio de Educación es homogéneo a las medidas del Estado, ya que el plan educativo ha reflejado que solo favorece a un sector de la población, que puede acceder a un tipo de educación promovida en Chile, basada principalmente en la transmisión de conocimientos y los resultados medibles en pruebas estandarizadas, lo que ha reflejado las altas brechas de desigualdad social y las barreras de aprendizaje en los estudiantes chilenos.

Es que, en Chile, la forma de administrar la educación se despliega desde tres aristas, las escuelas públicas, las subvencionadas (o ahora llamadas corporaciones educacionales) y las privadas. La primera ha ido en decadencia hace ya 40 años, y es que, desde la privatización de la educación, el Ministerio ha perdido el sentido de formular una política educativa que regule la privatización y vaya en beneficio de la mayoría. Esto ha dado espacio para fortalecer el mercado de bienes y servicios a través de la privatización de la educación pública, relegando el derecho social de la educación a un plano consumidor, competitivo y altamente segregador. En este sentido el cultivo del valor mercado, se evidencia en los establecimientos que compiten entre sí por el dinero que reciben por cada estudiante y por quién puede ofrecer una mejor oferta de enseñanza para las familias, la cuales según el nivel económico podrán pagar ese tipo de educación considerada como de calidad, la cual se mide principalmente por evaluaciones estandarizadas centras en resultados por sobre procedimientos de enseñanza-aprendizaje. Esto ha generado un aumento considerable en las brechas de desigualdad social, siendo para el caso chileno entre las más altas a nivel OCDE.

Por otra parte, la respuesta que ha dado Argentina en materias educativas ante la crisis sanitaria ha sido similar a la del caso chileno, donde solamente han prevalecido con un rol activo las escuelas privadas con el envío de material y fichas de trabajo, las cuales los estudiantes descargan en sus respectivos monitores y teléfonos celulares. Sin embargo, al igual que en Chile, no todos los estudiantes argentinos tienen el poder adquisitivo para poseer alguna plataforma digital que permita el despliegue de las actividades escolares, lo cual evidencia las brechas de desigualdad y atención que se le da a los más desfavorecidos. Ante esto y en declaraciones del mismo presidente de Argentina, señala que “las clases pueden esperar. Si algo que no me urge es el inicio de clases”. Será que, ¿no es acaso la educación lo que no debe esperar? Esto simplemente evidencia que, en la región latinoamericana, la brecha educativa continúa y se profundiza con mayor amplitud, consolidando el sentido de bien común solamente para una determinada minoría y donde las políticas educativas “pueden esperar”.

Para ello es clave preguntarse ¿qué rol juegan los y las maestras ante esta crisis? Es que, pareciese ser que este relega al plano de alinearse con la búsqueda de normalidad de las escuelas que han podido sostener con mayor facilidad el hábito y lineamiento de transmitir conocimientos a través de fichas y/o videos explicativos que respondan a la altura de los estándares económicos de una cultura dominante, por sobre cuestionar y generar un análisis crítico del entorno que favorezca el cultivo de las virtudes humanas para el bien común de la mayoría. Sin embargo, aquellas escuelas que no han podido sumarse a esta dinámica quedan relegadas, olvidadas a la espera de que las políticas educativas tomen un giro que favorezca la disminución de la desigualdad.

Este fenómeno no es nuevo, más bien la pandemia visibiliza con mayor luminosidad un problema que viene desde hace décadas, y es que las lógicas de mercado han prevalecido en la educación en torno a los intereses de una minoría que privatiza y se enriquece ejerciendo un control sobre el bien común de una mayoría. En este escenario, el rol de los maestros se ve desplegado para contribuir en la reproducción de estas políticas, presionados constantemente por los privados y para fortalecer la libre competencia en el mercado educacional, donde el Ministerio ejerce un rol regulador por medio de los resultados medibles en pruebas estandarizadas.

¿Puede ser entonces que el sentido de la educación de los maestros griegos tenga una similitud al de maestros los contemporáneos? Sin duda la respuesta a esta pregunta se evidencia en los intereses que movilizan a desplegar un cierto tipo de educación, que desde la normativa apuntan a brindar una educación de calidad, pero que en la operatividad carece de profundización transformándose en declaraciones laxas, puesto que las políticas de mercado prevalecen por sobre el cultivo de virtudes en todos los estudiantes, más bien se centran el cultivo de la competencia y la segregación.

En medio de esta crisis, pareciese ser que se evidencia un momento oportuno en el cual los docentes puedan recuperar el rol pertinente en nuestras sociedades contemporáneas. Y es que, el situar diálogos reflexivos y críticos constantemente, en torno a sobre para qué estamos realizando los procesos de enseñanza-aprendizaje elevará el espíritu crítico y transformador de nuestra profesión, donde se puede escoger una línea que favorezca el fortalecimiento de las lógicas de mercado y el bien común de una minoría o más bien con un sentido filosófico centrado en elevar las virtudes de los estudiantes para el bien común de la mayoría.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/06/08/para-que-educa-el-maestro-contemporaneo/

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Brasil: Universidades públicas, aulas remotas e os desafios da ameaça neofascista no Brasil

América del sur/Brasil/04 Junio 2020/https://www.cartamaior.com.br/

Notas para ações táticas emergenciais

As universidades públicas estão diante de pesados dilemas que podem definir, de modo duradouro, o seu futuro. O governo, aproveitando a pandemia, está efetivando ações destrutivas para, no dizer do antiministro do Meio Ambiente, ‘passar a boiada’[1]. Na mesma linha, o antiministro da Economia, após ter caracterizado os servidores como parasitas, em meio a risos –  ao modo de Saló de Pasolini, uma das obras que expressam, de modo mais profundo, a perversidade inerente ao fascismo –  jactou-se por ‘colocar uma granada no bolso do inimigo”[2], ou seja, dos servidores. O MEC, orientado pelo negacionismo, retoma o Future-se[3], e o CNPq e a CAPES estão sendo desconstituídos. Nenhuma ação construtiva está em curso para melhorar a infraestrutura das instituições, medida indispensável para retomar as atividades no futuro.

Existe a possibilidade concreta de que não seja possível retomar as aulas regulares no prazo de até um ano, possivelmente mais. A saída que vem sendo aventada pelo ministro da Educação, pelo Conselho Nacional de Educação, aparelhos privados de hegemonia empresariais e, difusamente, ecoa anseios das comunidades universitárias.

O presente artigo foi elaborado no contexto de elaboração do novo caderno do Coletivo de Estudos em Marxismo e Educação – COLEMARX/ Faculdade de Educação da UFRJ[4] dedicado ao tema da universidade. Sistematiza indicações que não corroboram essa alternativa, argumenta, distintamente, que a tentativa de instituir uma falsa normalidade irá legitimar a perda de centralidade dos problemas de infraestrutura que precisam ser enfrentados para possibilitar que a universidade pública brasileira possa assegurar as condições para o retorno futuro. O falso normal comprometerá de modo severo e, para muitos, irremediável, a incipiente democratização do acesso e da permanência de estudantes provenientes das frações mais exploradas e expropriadas da classe trabalhadora.

Sem nova infraestrutura, retorno incerto

Em grande parte das instituições, a expansão das duas últimas décadas foi realizada a partir de adequações de espaços preexistentes, via-de-regra, precários e exauridos. Não são poucas as salas de aula e espaços de trabalho acadêmico e administrativo pequenos, sem ventilação adequada, com escassos lavatórios para as mãos. A despeito da heterogeneidade das edificações, dificilmente a totalidade das instalações universitárias seria aprovada pelos protocolos das autoridades de saúde.

A exigência de distanciamento entre os estudantes nas salas de aula – norma básica da OMS –  exigiria turmas de aproximadamente 15 estudantes, o que está longe de ser uma realidade. Em todos os protocolos em circulação na União Europeia, China e outros países que já estão operacionalizando o retorno das escolas e universidades, a questão da harmonização dos espaços das instituições com ‘protocolos sanitários’ assume importância axial para planejar o retorno.

Diferente da orientação ultraneoliberal, a adequação exigirá novos servidores para que seja possível reduzir o número de estudantes por turma. Tudo isso somente se realizará se houver planificação. Entretanto, como o MEC é negacionista, essa agenda não será proposta. Como o ministério responsável pelos assuntos educacionais não irá agir por sua própria vontade, as instituições, sindicatos, movimentos estudantis, sociedades científicas etc., terão de assumir a tarefa de elaborar, imediatamente, projetos gerais com objetivos, metas, estimativa de custos e, com assessoria parlamentar, apresentar proposições ao Congresso Nacional, objetivando a definição de recursos. As diretrizes para esses projetos de adaptação das instituições terão de incluir as áreas administrativas, laboratórios, bibliotecas, restaurantes, moradia estudantil, transporte etc.

No fulcro do planejamento, o cronograma de adequações terá de ser cuidadosamente estabelecido, devendo conjugar o calendário recomendado pela OMS/OPAS, secretarias de saúde, Fiocruz, sociedades científicas pertinentes e pelas próprias instituições e o plano de melhoria da infraestrutura com fontes de recursos, normas de repasses e de licitação que caracterizem a emergencialidade, o que poderia ser feito em diálogo com os órgãos de controle para que a celeridade necessária possa ser garantida.

A analogia grosseira de que a paralisação das aulas em virtude da pandemia guarda paralelo com greves longas (e, portanto, que o problema se resume ao ajuste de calendários), somente contribui para tornar ainda mais opaco o congelamento do protagonismo em prol da construção de condições para que as aulas possam ser retomadas quando as condições da pandemia permitirem.

Referenciado na defesa da vida dos estudantes, servidores e comunidades não é possível, a priori, definir o horizonte temporal para indicar o retorno às atividades acadêmicas nos espaços universitários. E é esse intervalo de tempo que está engendrando toda sorte de propostas que, desconsiderando as demandas estudantis e dos servidores, ocultam proposições que buscam redefinir a natureza dos processos de ensino e aprendizagem nas universidades. A pretexto da pandemia, as corporações ávidas para ocupar os nichos de negócios lastreados pelo fundo público difundem suas plataformas para introduzir, nas instituições públicas, a inexistente modalidade semipresencial.

A ideologia das aulas remotas

São muitas as motivações para as aulas remotas: a mais nobre delas é o desejo de reencontrar os estudantes, estudar juntos, saber como passam, compartilhar as intensas atividades de debates, eventos culturais e artísticos que circulam e, certamente, a responsabilidade de realizar reflexões sobre a perigosa conjuntura brasileira. No presente texto argumento que não é verdade que o dilema esteja resumido à disjuntiva: a) o retorno por meio de aulas remotas aos cursos regulares, restabelecendo o período acadêmico como se o país não vivesse a mais trágica e brutal crise sistêmica desde meados do século XX e b) o imobilismo diante da situação. O problema é mais complexo e, conforme discutido na última seção, outras alternativas são possíveis.

Para precisar a discussão, por aula remota denomino o processo de restabelecimento das disciplinas, por meio de tecnologias de informação, nos marcos da grade curricular que estava prevista para o ano acadêmico de 2020. Entretanto, nos dias de hoje, essa alternativa pressupõe, a priori, deixar para trás justamente os estudantes das frações mais exploradas e expropriadas que ingressaram via cota racial ou de escola pública, e que são merecedores das melhores esperanças de ampliar a democracia no país. Não menos relevante, milhares de servidores teriam dificuldade de atuar nas aulas remotas, em virtude da impossibilidade de transformar o espaço doméstico em oficinas de trabalho e de harmonizar a cotidianidade transtornada pela pandemia com as atividades letivas virtuais. Esses problemas são especialmente severos para as estudantes, as professoras e para os professores substitutos e demais contratados por tempo determinado. Por hora, deixemos em suspenso os aspectos pedagógicos – decisivos e cruciais – das aulas remotas.

É necessário realçar que não se trata apenas de problemas de acesso à internet por meio de banda larga, o que já é um imenso obstáculo para uma enorme parcela de estudantes, problema que é mais grave em estados do Norte e Nordeste, mas que é sumamente grave nas periferias dos grandes centros urbanos (PNAD, 2017), mas, principalmente, das condições de vida dos estudantes. As universidades, corretamente, defendem a quarentena e, por isso, não podem se furtar de examinar as condições de moradia, trabalho, renda e estado psicológico das e dos estudantes que se deterioraram, ainda mais, a partir da pandemia.

Se examinarmos as condições de vida de nossos estudantes, mesmo as anteriores à pandemia, considerando como aproximação razoável, os indicadores da pesquisa do FONAPRACE/ ANDIFES[5], concluiremos que, grosso modo, apenas os segmentos das classes médias de melhor poder econômico e, generalizadamente, das classes médias altas e dos ricos, poderão ter acesso a ambientes de estudos condizentes com as atividades denominadas de ensino remoto.

Embora as aulas remotas emergenciais não possam ser configuradas como EaD é inevitável associar os termos. Em primeiro lugar, caso não seja possível implementar em curto prazo o plano de reformas nos espaços das universidades, institutos etc., uma hipótese plausível, o problema das aulas remotas se estenderá por um bom tempo; ademais, não cabe ingenuidade aqui: essa será a saída induzida pelo governo Bolsonaro como o “novo normal”, mas como modalidade EaD. Este intento será insistentemente defendido pelas corporações que oferecem as tais plataformas de ensino, lideradas pelas maiores do setor, e por meio de prepostos vinculados ao capital que estarão solidários com o aprofundamento do ultraneoliberalismo, concebido como a única via de superação da crise pós-pandemia.

Por isso, é preciso colocar à lume a realidade da EaD no Brasil. Ao contrário do que vem sendo apregoado (a área educacional é conservadora, resiste a ingressar no século XXI e nas tecnologias digitais), o país está entre os que mais possuem estudantes nessa modalidade, processo liderado, largamente, pelas corporações mais agressivas do mercado. Em 2008, esta modalidade correspondia a 12,5% das matrículas e 20% dos novos ingressantes; em 2018, alcançou 25% das matrículas e 40% dos novos ingressantes. Cabe o registro: grande parte em curso de formação de professoras/es. Essa expansão foi efetivada pelas grandes corporações que, efetivamente, possuem o monopólio da EaD no país. Como modalidade de ensino regulamentada pelo Decreto no 9.057, de 25 de maio de 2017, a EaD deveria requerer planejamento cuidadoso, específico, deliberado, associado a atividades presenciais sistemáticas. Não é o que se verifica nas corporações. No caso das instituições que têm compromisso de assegurar processos formativos integrais, a exigência de momentos presenciais acaba afastando aqueles estudantes que, por não terem meios de vivenciar as atividades presenciais desses cursos, avolumam a fileira dos evadidos.

Os ultraneoliberais, por atuarem nos negócios financeiros, sabem que a elevada lucratividade desse segmento decorre da superexploração dos professores e de estratégias de ensino que pressupõem as mais brutais formas de expropriação do conhecimento dos docentes: é a hipertrofia do capital fixo para sufocar o lugar do trabalho vivo, potencialmente inventivo. Pouco importa que os cursos assim ofertados possuem elevadíssima evasão dos estudantes, pois, para os negócios, são estudantes sem rostos. Como o objetivo é o lucro, enquanto houver circulação de ‘clientes’ os negócios se realizam. Não pode surpreender o fato de que algo como 47% dos cursos são considerados insatisfatórios pela rebaixadíssima avaliação do MEC, sempre muito generosa com as corporações.

As plataformas de ensino utilizadas pelas corporações educacionais, em geral, estão sob controle das cinco grandes corporações de Tecnologia da Informação (Amazon, Microsoft, Facebook, Apple, Alphabet/ Google) que detém o fundamental do mercado mundial. Todas elas estão estruturadas a partir de “certas” concepções pedagógicas. Todas, igualmente, possuem objetivos estratégicos em prol da criação do mercado mundial de ensino superior, um objetivo acalentado desde a criação do Acordo Geral de Comércio de Serviços da OMC, em 1995. Não é possível ignorar, também, o uso pelas corporações dos dados que circulam por suas plataformas, por meio da mineração dos dados (revolução dos algoritmos) posteriormente aplicado em campanhas publicitárias, políticas e eleitorais, a exemplo das efetivadas por Cambridge Analityca[6]. A indagação sobre qual o real negócio do Facebook, por exemplo, segue atual: não seria a captação e o tratamento de grande quantidade de dados para fins políticos e econômicos?

Finalmente, e não menos importante, é preciso colocar em relevo o fato de que os dispositivos tecnológicos possuem intencionalidade, são desenvolvidos com objetivos e, por isso, as corporações de TI são referências na flexibilização dos direitos trabalhistas. As novas modalidades de trabalho inseridas nas plataformas tecnológicas como Uber indicam o caminho a seguir. E na educação não é diferente. A adesão ao fetiche tecnológico, nesse sentido, não deixa de ser uma servidão voluntária; é a luta pela sobrevivência, principalmente dos jovens, que faz mover essas engrenagens fetichizadas.

O Brasil talvez seja o país em que melhor é possível avaliar a experiência concreta de EaD e o quadro é desolador. A lógica do processo conduz a hipercompetição das corporações pelo mercado educacional, rebaixando custos, operando dumping, precarizando o trabalho dos docentes, muitos relexicalizados como colaboradores, tutores, monitores e noções afins. Para dimensionar até onde a mercantilização pode ir, examinar o caso da Laureate é ilustrativo[7]. As grandes corporações do setor, parte delas com ações negociadas na bolsa de valores, atribuem a cada docente a correção de milhares de provas e, não satisfeitas com a hiperexploração do trabalho, vêm ampliando a demissão de docentes que atuam no núcleo de EaD para substitui-los por robôs que, doravante, programados por meio de inteligência artificial (IA), corrigiriam os trabalhos e provas dos estudantes.

O trabalho remoto é indissociável da contrarreforma trabalhista de 2017, e está associado às terceirizações, à pejotização, ao trabalho intermitente e outras modalidades de precarização selvagem do trabalho. O insulamento domiciliar quebra toda solidariedade de classe, e, mais amplamente, a sociabilidade dos espaços compartilhados de trabalho que engendra relações sociais com potencial humanizador.

O tema do trabalho remoto chegou às universidades em virtude da pandemia e está em confronto, ao menos parcial, com o negacionismo que pretende impor, contra as normas das autoridades da saúde, o fim da quarentena. Nesse sentido, deve ser reivindicado como direito dos servidores em prol da vida, desde que sua regulamentação observe o que deveria ser óbvio: trata-se de trabalho remoto em virtude da existência de uma pandemia e, nesse sentido, as especificações não deveriam ser centradas nos indivíduos, mas nos planos de trabalho das unidades, setores, laboratórios e da própria instituição.

No caso da docência e, mais amplamente, das atividades de ensino, pesquisa e extensão o trabalho remoto não pode ser confundido com a EaD: é distinto, ocorrendo em situações administrativas, orientações, defesas, estudos específicos fora do local de trabalho. A transmutação do trabalho remoto em ensino remoto, associado à EaD, é uma impropriedade. Inexiste a modalidade ensino remoto. O que é feito em termos de ensino remoto não deixa de se valer das ferramentas de EaD que, como assinalado, possui normas e diretrizes próprias e, sobretudo, estratégias pedagógicas especificamente desenvolvidas para a referida modalidade de ensino. Não há como transladar o planejamento de cursos presenciais em cursos baseados em trabalho remoto dos docentes.

Os colegiados das instituições, ouvido os movimentos estudantis e dos servidores, assim como as entidades sindicais e acadêmicas, terão de examinar com vagar o que pode e em que condições deveria ser realizado, como bancas, relatórios, projetos, monografias de conclusão de cursos, sempre considerando a perspectiva da universalidade. Será crucial, ainda, que os conselhos superiores interpelem os órgãos de fomento, sobretudo CAPES, CNPq, FINEP etc., objetivando a repactuação dos calendários e, sobretudo, a preservação do caráter republicano e comprometido com a liberdade de cátedra dessas agências.

No caso das aulas, como salientado, além dos problemas propriamente pedagógicos, não seria uma medida correta, pois seria esdrúxulo que a universidade, em sua institucionalidade balizada pela Constituição, deliberasse por uma alternativa que seguramente não será universal, enredando a universidade em novos e mais graves problemas.

Os processos de ensino e aprendizagem na universidade pública pressupõem um ambiente de aprendizado e de ensino, nas salas de aula, laboratórios, grupos de pesquisa, na experiência cotidiana das interações entre os estudantes, docentes, técnicos. Os cursos foram assim pensados. A ampliação das atividades remotas para a esfera do ensino, referenciada no new management –  é seguro que esse é o intento do MEC que já ampliou a possibilidade de que 40% das disciplinas possam ser ofertadas a distância, como prática a ser seguida no futuro – corrói o ethos acadêmico e a formação complexa dos estudantes, rebaixando o lugar das públicas no ensino superior do país, e, pior, institucionaliza o apartheid educacional.

Os defensores do new management educacional reagem às críticas sem enfrentar o que é substantivo: a má pedagogia, a péssima formação e, principalmente, a postura “E daí?” sub-repticiamente assumida diante da segregação de enorme parcela dos estudantes. Ocultando o principal, retrucam que, uma vez que a volta às aulas não pode ser imediata (embora não priorizem a construção de condições para o regresso acima indicadas), as aulas remotas são a única alternativa possível, pois os servidores não podem deixar de cumprir metas de desempenho e os estudantes precisam concluir seus cursos. Como apontado anteriormente, é preciso examinar alternativas ao que o texto considera uma falsa disjuntiva: retomada do período acadêmico por meio de aulas remotas versus o imobilismo.

O que pode ser feito para retomar as atividades universitárias durante a pandemia?

O dilema acima referido precisa ser enfrentado: no caso de prolongamento por muitos meses das restrições para a reabertura das universidades é evidente que a instituição não pode deixar de criar condições para renuclear seus estudantes, inserindo-os na vida universitária, isso é imprescindível para a instituição e para a vida dos estudantes. Vale reiterar: a interação com os estudantes é um anseio dos docentes e técnicos e administrativos. É seguro que também os estudantes estão desejosos de retomar contato com a universidade. A formação intelectual dos estudantes é uma exigência magnificada pela combinação da crise política, econômica e da pandemia. Seria decepcionante que durante esse período a universidade renunciasse ao seu papel formador.

Aos aspectos formativos, é preciso agregar o fato de que o país vive dias perigosos em que cresce assustadoramente o risco de que a ideologia neofascista se converta, cada vez mais, em governo neofascista. O renucleamento dos estudantes se justifica, também, pelo fato de que a universidade é, nessas situações, uma das primeiras instituições afetadas pela violência que caracteriza as experiências fascistas. Não surpreende, como assinalado, que nesses dias perigosos, em 28 de maio de 2020, o governo Bolsonaro e seu peculiar ministro da Educação tenham apresentado nova versão do destrutivo Future-se.

Para que os setores democráticos não se vejam enredados em uma insustentável posição defensiva ou, pior, se percebam constrangidos a aceitar a segregação implícita no ensino remoto, é preciso trabalhar o tema da reaglutinação dos estudantes e da organização de atividades que expressem a vitalidade das instituições universitárias no momento mais difícil desde o início do pós-II Guerra, considerando os problemas objetivos das condições de vida já referidos acima e, ao mesmo tempo, os desafios acadêmicos e pedagógicos. Como enfrentar esse dilema?

As universidades, institucionalmente, terão de assumir protagonismo real na organização de condições para reaglutinar seus estudantes. Como assinalado, no contexto de avanço de projetos autocráticos e de cariz neofascista, é necessário que os estudantes estejam próximos às suas universidades, em defesa da democracia, da educação pública e envolvidos em processos formativos originais.

A pandemia abre caminho para o fundamentalismo e para disposições de pensamento referenciadas no ‘darwinismo social’. A crise econômica, embora anterior à pandemia, é por esta muito potencializada e os neofascistas disputam a imagem da crise, como se esta decorresse das medidas de isolamento social adotadas pelos países e pelos estados e municípios. As universidades, nesse cenário, estão no rol das primeiras instituições a serem atacadas para consolidar a autocracia neofascista que está em preparação. Ademais, os estudantes não deveriam estar longe de seus companheiros de curso, de seus centros acadêmicos e diretórios estudantis. Se a fórmula simplista e escapista do ensino remoto não responde às exigências da realidade, o que resta é a resignação e a esperança desencarnada de que, em breve, as coisas melhorarão?

A esquerda socialista, e os setores comprometidos com a democracia, precisam definir ações para atuar no tempo histórico e forjar alternativas. Uma agenda democrática não pode deixar de atuar:

no sentido de universalizar o acesso gratuito e universal a todos estudantes das instituições públicas acesso à rede web com banda larga ou equivalente e de garantir os meios tecnológicos para a interação criativa dos estudantes. Existem recursos previstos para tal fim, por meio do Fundo de Democratização dos Serviços de Telecomunicações instituído pela Lei n. 9.998/2000. As universidades e institutos, em conjunto com as prefeituras municipais, poderiam participar da ampliação do acesso de redes comunitárias, associadas à Rede Nacional de Pesquisa e iniciativas afins, fortalecendo o caráter público do acesso à banda larga no país;

emergencialmente, em prol da renda mínima, no âmbito da assistência social, para todos estudantes que provêm de famílias de baixa renda, pelo menos no valor atualmente praticado (R$ 600,00), objetivando assegurar melhoria nas condições de vida;

na defesa de que as instituições universitárias e de pesquisa públicas elaborarem ambientes virtuais próprios, livres do controle das corporações, de modo a assegurar a autonomia universitária e a soberania dos suportes pedagógicos indispensáveis para enfrentar as condições de isolamento social no contexto da pandemia.

Cumpridas as três condições, todas elas necessárias, é possível desenvolver políticas para a referida reaglutinação dos estudantes com suas instituições.

O exemplo da UFBa é relevante. Esta instituição realizou, nos dez últimos dias de maio de 2020, em plena pandemia, um Congresso para 38 mil membros de sua comunidade com mais de 600 debates, apresentação de trabalhos, grupos de estudos, cursos livres, exposições artísticas, tudo isso sem perder a interpelação da conjuntura: a abertura do Congresso se deu com três mesas: uma sobre o fascismo, outra sobre a pandemia, na ótica de uma instituição de pesquisa pública e, finalmente, uma terceira sobre a educação no contexto atual. Mais claro impossível!

Nacionalmente, é possível elaborar uma cartografia com muitas atividades científicas, culturais, tecnológicas, tanto organizadas pelas instituições, unidades, laboratórios, como os que investigam o coronavírus, sociedades científicas, conselhos profissionais, povos indígenas, sindicatos, movimentos sociais, compondo plataformas comuns com atividades auto organizadas diversas que possam interpelar a perigosa e complexa conjuntura, promovendo encontros, desencontros, convergências táticas, dilemas estratégicos. Na tradição do pensamento crítico, experiências das universidades populares, com Gramsci e Mariátegui, são inspirações a serem consideradas.

Tempos excepcionais exigem medidas excepcionais. Nos dias de sofrimento e dor da pandemia, a universidade não pode deixar de se perceber interpelada pelos problemas que afligem a humanidade. Essa é a tradição das universidades populares que poderia inspirar os planos acadêmicos nesses dias difíceis. Cada universidade poderia criar normas de validação de créditos pelas atividades que, a rigor, poderiam ter, muitas delas, alcance nacional. No gozo da autonomia universitária, é possível atribuir créditos de atividades complementares e extensão universitária, possibilitando, desse modo, que os estudantes avancem em seus processos formativos e na inserção universitária. Temas complexos terão se ser discutidos, como a conclusão dos cursos por parte dos estudantes que estão muito perto de concluí-los, discussão que deveria ser empreendida nacionalmente, por meio de fóruns com a Andifes, UNE, Andes-SN e demais entidades pertinentes.

Essas são, em linhas gerais, proposições para a nossa reflexão que terá de ser célere. Urge construir uma agenda comum com amplitude para forjar a necessária unidade de ação em defesa da democracia, dos direitos sociais, da educação pública e gratuita, referenciada nos princípios do Art. 207 da Constituição Federal.

***

[1] Ministro do Meio Ambiente defende passar ‘a boiada’ e ‘mudar’ regras enquanto atenção da mídia está voltada para a Covid-19, G1, 22/05/2020,

https://g1.globo.com/politica/noticia/2020/05/22/ministro-do-meio-ambiente-defende-passar-a-boiada-e-mudar-regramento-e-simplificar-normas.ghtml

[2] Suspensão de reajuste de servidores é ‘granada no bolso do inimigo’, diz Guedes em reunião, G1, 22/05/2020, https://g1.globo.com/politica/noticia/2020/05/22/suspensao-de-reajuste-de-servidores-e-granada-no-bolso-do-inimigo-diz-guedes-em-reuniao.ghtml

[3] GIOLO, J., LEHER, R. e SUISSARDI, V. Future-se: ataque à autonomia das instituições federais de ensino superior e sua sujeição ao mercado”, São Carlos, SP: Diagrama Editorial, 2020, Acesso livre em: www.diagramaeditorial.com.br/editora/future-se.

[4] COLEMARX. Universidades públicas e aulas remotas: nenhum estudante pode ser excluído, junho de 2020, no prelo. http://www.colemarx.com.br/

[5] V Pesquisa Nacional de Perfil Socioeconômico e Cultural dos (as) Graduandos (as) das IFES – 2018, Observatório do Fórum Nacional de Pró-Reitores de Assuntos Estudantis – FONAPRACE/ Associação Nacional dos Dirigentes das Instituições Federais de Ensino Superior -ANDIFES, http://www.andifes.org.br/wp-content/uploads/2019/05/V-Pesquisa-do-Perfil-Socioecon%C3%B4mico-dos-Estudantes-de-Gradua%C3%A7%C3%A3o-das-Universidades-Federais-1.pdf

[6] Facebook vendeu informações de dados pessoais de cerca 50 milhões de utilizadores a uma empresa britânica de recolha e análise de dados, a Cambridge Analytica que contava com a participação do ideólogo da guerra cultural empreendida pela extrema direita Steve Bannon, utilizando os dados adquiridos em campanhas políticas como a saída do Reino Unido da União Europeia, a eleição de Trump à Casa Branca, também na Nigéria e no Quênia. Karla Pequenino. A vida debaixo do microscópio das grandes empresas. Público, 25/03/18, https://www.publico.pt/2018/03/25/tecnologia/noticia/a-vida-debaixo-do-microscopio-das-grandes-empresas-1807936, acesso em 30 de abril de 20.

[7]Thiago Domenici. Após uso de robôs, Laureate agora demite professores de EAD. Agência Pública, 13/05/20, https://apublica.org/2020/05/apos-uso-de-robos-laureate-agora-demite-professores-de-ead/?mc_cid=f0188b56be&mc_eid=405aa0050d, acesso em 30/05/20.

Fuente: https://www.cartamaior.com.br/?Editoria/Educacao/Universidades-publicas-aulas-remotas-e-os-desafios-da-ameaca-neofascista-no-Brasil/54/47699

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