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Universitarios paraguayos se movilizarán contra recortes por Covid-19

América del sur/Paraguay/09 Julio 2020/prensa-latina.cu

Estudiantes universitarios anunciaron hoy que realizarán una movilización nacional el 23 de julio contra los recortes presupuestarios realizados por la pandemia de la Covid-19 en Paraguay.
Mediante un comunicado, alumnos de las casas de altos estudios llamaron a todos los sectores educativos a participar en la protesta, que fue decidida el pasado día 3 durante el primer congreso nacional estudiantil entre universidades públicas. Significaron en el documento que defenderán el presupuesto de la educación superior de cualquier tipo de recorte, además, exigen mayor inversión para el sector y arancel cero.

También piden la creación de una comisión permanente para consolidar un proceso de educación superior y organización estudiantil.

Indican además que si el Gobierno insiste con sus recortes, ellos se movilizarán en contra de cualquier política que vaya en detrimento de sus derechos.

Finalmente, instan a toda la comunidad educativa del país a movilizarse para defender los recursos destinados a la educación en todos sus niveles, pues es uno de los pilares principales para el desarrollo de la nación.

Los organizadores de la marcha estudiantil recordaron que a finales de junio, alumnos de la Universidad Nacional de Asunción protagonizaron una protesta frente al Rectorado, donde denunciaron una poda de más de 219 mil dólares destinados a becarios por la pandemia de Covid-19.

Fuente: https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=379785&SEO=universitarios-paraguayos-se-movilizaran-contra-recortes-por-covid-19
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El otro lado de la distancia

Por: Manuel Gil Antón

No le hace si suena raro: cuando andábamos juntos estábamos más distantes. Nada tiene un solo lado. Ni porque sea plano de plano, o por falta de variedad en los puntos de vista. Suele sorprender que otra manera de ver o vivir lo que aparenta ser lo mismo, sea tan factible y real como la propia.

¿Quién duda que la distancia separa? A partir del día en que la educación en el país dejó de ser presencial como recurso para mitigar la expansión de la pandemia, el supuesto general fue que los vínculos propios del proceso pedagógico se cortaban. Algo esencial del lazo educativo disminuía la riqueza de esa relación única, compleja y diferenciada, orientada al aprendizaje.

La condición del “cara a cara”, cercana y presente, no podría ser sustituida por mecanismos que implicasen lejanía. Ni hablar: era una emergencia y ese costo era menor al riesgo de enfermar.

Dicen los sabios que la vida escribe derecho en renglones torcidos. Llevan razón. Hace días, conversando con un grupo de maestras y profesores del nivel básico, detuve – no acierto a saber por qué – la tendencia a cuestionar algo a sabiendas de la respuesta que espero. ¿Cuántas veces no preguntamos de verdad,  sino como recurso para suscitar el eco de nuestra voz en otras y así confirmar la verdad que poseemos?

Es cuestión de escuchar. ¿Cómo han vivido la experiencia de la escolarización remota de emergencia? Antes de sugerir respuestas para que fuesen expresadas como propias, una profesora dijo: yo nunca había pensado que la distancia de estas semanas fuera tan importante. Por primera vez tuvimos que reducir los contenidos de los programas oficiales, y nos tocó hacerlo a nosotras mismas. Lo hicimos y es verdad que los programas están llenos de información inútil que soterra lo básico, lo que de verdad es importante aprender. Descubrir lo que es fundamental, oculto entre tanta paja, ha sido un gran aprendizaje.

Otra cosa fue ejercer la libertad. Aunque algunos funcionarios atosigaban pidiendo evidencias para mostrar que se hacía lo mismo en todos lados, en mi grupo docente tomábamos decisiones, compartíamos aciertos y fracasos, y por nuestra cuenta tomábamos caminos pedagógicos a explorar. No todos dieron resultado, para que más que la verdad, pero la sensación que estábamos trabajando con libertad ha sido muy buena: qué curioso, en estas semanas tan difíciles tuvimos la oportunidad de ser profesionales, no marionetas de lo que dicta la autoridad.

Pero lo que más quiero compartir es algo que de veras me asombra: alejados, sin estar juntos en la escuela y los salones, hemos andado más cerca de las niñas y los niños. Hemos aprendido mucho más quiénes son, cómo viven, con quién conviven y el modo en que se esfuerzan desde sus casas. Ha habido acercamiento con las madres y algunos padres de familia y entre nosotros, los docentes. Nunca había hablado tanto con ellos: a veces con su celular o el de la familia, por mensajes o cuando iban a recoger los cuadernillos junto a la comida en la escuela cada lunes. ¿Cómo está, señora? ¿Ya está mejor tu abuela? ¿Sigue saliendo a bolear tu papá como antes? Para decirlo de una buena vez: en la distancia más unidos que cuando cerca.

Con autonomía, de manera no tutelada sino libre, grupos de maestros y profesoras tomaron decisiones, como expertos, para dedicarse a lo básico y dejar a un lado lo superfluo. La distancia física les llevó a acercarse como no parecía necesario en el acontecer diario de estar yuxtapuestos. Conversaron, coincidieron, en algunos asuntos discreparon. Fue para bien. Escuchar enriquece.

No hay duda: el cristal con que se mira afecta a lo mirado, y en los asuntos educativos la diversidad es la regla. Es así. Ni hablar y para bien.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/el-otro-lado-de-la-distancia/

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Completa Uruguay reapertura de aulas presenciales en pandemia

América del sur/Uruguay/02 Julio 2020/prensa-latina.cu

El Ministerio de Educación de Uruguay abre hoy más aulas escolares en la tercera y última etapa de una reanudación docente bajo la emergencia sanitaria en el país y asistencia voluntaria de alumnos.
Con pronosticada baja concurrencia como las registradas dos anteriores fases, el 1 y el 15 de junio pasados, la secretaria general de la Federación Uruguaya de Magisterio, Elbia Pereira, reiteró la difícil situación que entraña para sus colegas profesionales.

Puntualizó que implica un mayor esfuerzo para atender a grupos que están subdivididos a fin cumplir con el protocolo sanitario establecido, y la dificultad de sostener el distanciamiento entre los niños, sobre todo en los más chicos.

La dirigente sindical agregó que la respuesta de las familias, en cuanto a enviar o no a los menores a las escuelas, depende de la edad de los alumnos y del invierno, ya que ‘aún estamos en contexto de pandemia’.

Al menos el presidente del Consejo Directivo (Codicen) de la Educación Pública, Robert Silva, indicó que ‘por ahora seguimos con la asistencia voluntaria, mientras esté la emergencia sanitaria, primará el derecho de los padres a elegir enviarlos o no, antes que la obligatoriedad establecida por ley’

Dijo que permanecerán cerradas las escuelas en el departamento Treinta y Tres con un preocupante brote de la pandemia que hizo subir de 12 a 84 los casos activos de contagio en el país

Respecto al fronterizo territorio Rivera con Brasil en esta jornada comenzarán las clases presenciales en las escuelas de Tiempo Completo y Aprender y las presenciales en las escuelas comunes se aplazarán hasta el 13 de julio.

Durante las dos etapas previas de vuelta a las aulas, se completó en las escuelas rurales, arrancó en educación especial media y media superior, primera infancia, liceos públicos y privados y formación técnica.

En esta tercera ronda se habilita la docencia presencial a todo el país en los distintos niveles de enseñanza con la extensión a Montevideo y el área metropolitana que se mantuvo en suspenso y donde se pondrá a prueba si llegó el momento de la nueva normalidad en la esfera social probablemente más sensible.

Fuente: https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=377603&SEO=completa-uruguay-reapertura-de-aulas-presenciales-en-pandemia
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«Por ahora, jardín no»: las razones para retirar a los niños

Por: Semana Educación

Cuatro mamás le cuentan a SEMANA por qué decidieron no continuar la educación de sus hijos con el jardín infantil. Así desarrollan ahora en casa el aprendizaje de sus pequeños. «El zoom no funcionaba», dicen.

Cada vez que comenzaba una clase virtual, Matías, de dos años, perdía el interés. Dejó de dibujar, de colorear, de animarse. Sus clases tenían una extensión de entre 30 minutos y una hora. Sin embargo, luego de unos segundos frente a la pantalla su atención desaparecía. Al principio, la modalidad de estudio desde su casa parecía un juego, una nueva aventura. Poco a poco, comenzó a convertirse en una situación tediosa.

Para Carolina Rojas, su mamá, el cambio fue evidente. “Los primeros días yo me arreglaba y lo alistaba para las clases. Me acuerdo que él estaba emocionado, así se le veía en su primera clase por ZoomLuego todo se complicó. Ya no le gustaba asistir. Se desmotivó, hubo incluso días en los que no se quería levantar de la cama”, cuenta.

Por momentos, Matías lograba concentrarse, sobretodo en su favorita:  la clase de música. En el tiempo restante de la jornada, su mamá estaba pendiente de sus actividades. “Yo estaba presente, ponía atención a lo que le decían los profesores, lo ayudaba a prender y apagar el micrófono y así. Pero esto es difícil cuando uno también tiene que trabajar”.

Después de intentar distintas modalidades para que su hijo disfrutara de sus clases virtuales, Carolina decidió contar a su familia lo que estaba experimentando con su hijo. “Me acuerdo mucho de las palabras de mi mamá. Ella me dijo: Carolina no hay que forzarlo. Uno quiere siempre que sus hijos sean mejores que uno. Una pausa no está mal, tiene tres años, puedo ingresar de nuevo al jardín en unos meses. Mi esposo y yo veníamos contemplando esa opción, entonces decidimos no matricularlo por ahora”.

“Yo hablé con algunas mamás y me di cuenta que eran todos. No querían conectarse, ellos querían ir al jardín y jugar con sus amigos”, dice Carolina. Foto: Guillermo Torres.

Lo que vivió Carolina no es una situación atípica. Por la pandemia, los espacios físicos tuvieron que transformarse en aulas virtuales. Este cambio generó un torbellino para los padres de familia que han sopesado retirar a sus hijos de los jardines. Si para las instituciones de educación superior esta modalidad de educación ha generado discordia entre las directivas, maestros y padres de familia desde la suspensión de las clases presenciales el 16 de marzo, para los jardines infantiles supuso un reto mayúsculo, pues los más pequeños no tienen noción de la virtualidad y están acostumbrados a interactuar con sus iguales y con su entorno de forma activa.

Katherine Pimienta, mamá de Paulina, una niña de dos años, también decidió retirar a su pequeña del jardín. Para ella se trató de una decisión compleja, pues su hija aprendió en cantidad el mes que alcanzó a estar en la institución. “El jardín era calendario B. Ella ingresó la última semana de enero y, bueno, en marzo vino el sacudón que fue la pandemia. Fue poco tiempo, pero mi hija avanzó mucho en su desarrollo psicosocial”, dice.

“Yo estoy preocupada por el desarrollo de mi hija. Ella mostró un gran avance en poco tiempo. Ella está en etapa de exploración. Aunque es muy chiquita, el desarrollo psicosocial y los conocimientos que hubiera podido adquirir si hubiera continuado en el jardín, me tienen angustiada”, dice. Foto: cortesía.

Las razones, al igual que Carolina, se relacionan directamente con la interacción de su hija con la virtualidad. “Si a veces para un estudiante de bachillerato o de universidad es difícil, imagínate para un niño de dos años. Recibíamos guías y actividades, pero Paulina estaba pendiente unos diez minutos como máximo”, describe.

En el jardín, según comenta, el panorama económico no es positivo. “Muchos papás empezaron a tener situaciones económicas difíciles, más que todo los que tenían varios hijos en la institución. Se lo manifestamos al jardín. Ellos pusieron de su parte e hicieron un descuento. De hecho, con varios padres de familia intentamos llegar a un acuerdo de pago, para que tuvieran flujo de caja, con la garantía de que nos tuvieran en cuenta para el regreso. Esto fue difícil, porque como ellos nos manifestaron, ellos al igual que nosotros no pueden asegurar nada porque estamos a la incertidumbre de lo que pasará”.

Por lo pronto, Katherine utiliza la tecnología para que su hija pueda aprender algunas cosas. En su hogar, dedican algunos espacios a la lectura y la pintura. Asimismo, está intentando dialogar con algunas personas para conocer más acerca del homeschooling. “Quiero también mirar la posibilidad del acompañamiento de un profesor, de un profesional. En este momento uno estima mucho más el valor que pagaba al jardín. Dicen que la mejor herencia que le puede uno dejar a los hijos es la educación y, en estos tiempos tan inciertos, lo comprobé aún más”, cuenta.

Esta opción, en medio de la pandemia, también ha sido sopesada por María Paulina González. “A mi hijo, que estaba en transición, lo desescolarizamos y estamos buscando opciones de colegios que tengan licencias para el trabajo en línea”. Antes de la pandemia, Paulina había retirado a su hijo del jardín por un inconveniente con la institución educativa. Cuando apareció el coronavirus, la idea de la educación en el hogar empezó a interesarle.

Por problemas con la institución educativa, María Paulina retiró a su hijo del colegio. Hoy, la mejor forma de que él aprenda es a través de la educación en el hogar. Foto: Karen Salamanca.

Estos no han sido los únicos factores que han motivado a los padres de familia a retirar a sus hijos. Para Isabel Satine, mamá de Franchesco, un niño de dos años, los protocolos de seguridad para hacerle frente al virus son muy difíciles de aplicar y controlar en niños pequeños, por lo que enviarlo al jardín, que planea desarrollar una jornada semipresencial con asistencia de dos días a la semana, no es una opción. “Ellos nos dicen que todo depende de las decisiones desde el gobierno y la alcaldía. Pero la verdad a mí me da miedo. Hablan del uso del tapabocas, pero es muy difícil que ellos lo usen. Además de que ya se ha dicho que se pueden asfixiar. Nos han dicho que sus primeros años son muy importantes para su desarrollo, pero para mí realmente vale mucho más la vida de él, de nuestra familia”.

«En mis planes no estaba que entrara de forma presencial, me daba pavor», dice Isabel Satine. Foto: Karen Salamanca.

Fuente e imagen tomadas de: https://www.semana.com/educacion/articulo/padres-contemplan-retirar-a-sus-hijos-de-los-jardines–colombia-coronavirus/682154

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Campamentos ‘online’ y urbanos para el verano de la nueva normalidad

Por: Nacho Meneses

La inseguridad sobre la evolución del virus fomenta la aparición de nuevas modalidades para el ocio estival de niños y adolescentes, mientras las comunidades publican protocolos de seguridad

Más de cuatro millones de niños participan cada año en alguna actividad organizada por las empresas de ocio en España, especialmente en campamentos de verano. O quizá sería más exacto decir que solían hacerlo, ya que los efectos de la pandemia y la incertidumbre sobre la evolución del coronavirus han hecho que, a día de hoy, más de la mitad de las empresas organizadoras de campamentos no vayan a abrir sus puertas este verano. A ello hay que sumar la inseguridad de las familias a la hora de mandar a sus hijos a un campamento en esta “nueva normalidad” que ha traído la emergencia sanitaria. Pero ¿son seguros para nuestros hijos?

Partiendo de que ningún contexto (ni siquiera el familiar) está completamente a salvo de riesgos, empresas y administraciones han dado ya los pasos necesarios para garantizar que estas actividades de ocio estivales se desarrollen con seguridad: “Todos los campamentos siguen los protocolos sanitarios de cada una de las comunidades autónomas en las que se desarrollan”, sostiene Covadonga Berjón, directora de marketing del buscador SoloCampamentos. Así, los de Madrid, Castilla y León, Comunidad Valenciana, Cataluña, Galicia, Extremadura, Andalucía, Murcia y Aragón especifican los requisitos exigidos tanto a empresas como a participantes, además de marcar el aforo máximo, que no podrá superar el 50 %. Berjón recuerda, además, que su trabajo “siempre implica situaciones extraordinarias. Cada año pasan por nuestras manos niños y niñas con multitud de situaciones médicas, intolerancias, alergias y peculiaridades que nos hacen tener que establecer un diálogo directo con los padres e incluso con los profesionales sanitarios, para tratar de minimizar los riesgos y que los acampados puedan disfrutar al máximo de su actividad”.

Más allá de estar libre de la enfermedad y de no presentar sintomatología compatible con la covid-19, el protocolo madrileño (aunque hay pocas diferencias entre ellos) exige, por ejemplo, no haber convivido o tener un contacto estrecho con un positivo por coronavirus “en los 14 días anteriores al inicio de la actividad”, tener el calendario vacunal actualizado (excepto aquellas pospuestas por el confinamiento) y, en el caso de niños con patologías previas, valoración de idoneidad por parte de los servicios médicos. Asimismo, incluyen protocolos relacionados con el lavado frecuente de manos y el uso de mascarillas para mayores de seis años, entre otros. Se trata, con estas medidas, de garantizar la seguridad de todos los participantes y salvar de alguna manera la temporada de un sector, que, según datos del Colectivo Nacional de Campamentos de Verano, aporta alrededor de 110.000 puestos de trabajo directos y que, hasta junio, ha acumulado pérdidas de casi el 70 % de la facturación anual.

Campamentos ‘online’

Padres y madres llevan meses sobresaturados por el teletrabajo y el cuidado simultáneo de sus hijos, y ahora, con la llegada del verano, la cancelación de muchos campamentos y la inseguridad provocada por la pandemia han hecho que busquen alternativas a los campamentos tradicionales. Uno de ellos es el de los campamentos virtuales, continuación en muchos casos de iniciativas desarrolladas durante el confinamiento por muchas empresas para entretener a los más pequeños y conseguir que lo llevaran mejor. Entre sus ventajas, destacan un menor coste económico y la posibilidad de que niños y niñas puedan, independientemente de su ubicación, interactuar, aprender y divertirse desde sus casas.

En el Summer Camp de Immune Technology Institute (del 6 al 17 de julio, de lunes a viernes entre las 10 y las 12:30; 260 euros), por ejemplo, chicos y chicas de entre 12 y 16 años podrán aprender a programar con Python, el lenguaje de programación más utilizado en entornes profesionales; a diseñar en 3D; desarrollar un centro multimedia donde ver series y películas; rediseñar un juego y crear sus propias soluciones robóticas que podrán controlar desde el móvil, además de gestionar su propio ordenador, una Raspberry Pi. Se trata de un curso virtual en Google Classroom donde se divertirán aprendiendo a través de proyectos y desafíos diarios que resolverán en pequeños grupos, con la ayuda de un profesor y un dinamizador.

Para apuntarse, es necesario disponer de ordenador con conexión a Internet, navegador Google Chrome, ratón y teclado USB, además de un cable HDMI y una pantalla (diferente de la del ordenador) para conectar la Raspberry Pi. Con el fin de asegurar que los grupos sean lo más homogéneos posible, los futuros participantes recibirán en sus casas un test de programación y de lógica.

También los héroes de ficción tienen su hueco entre los campamentos online, ya sean admiradores de Harry Potter y Hogwarts (de 8 a 12 años; cinco días; 89 €), de superhéroes o de princesas (de 5 a 10 años; cinco días; 89 €). Y, aunque pueda sorprender, también de fútbol se puede aprender desde casa: exjugadores de fútbol, entrenadores e incluso un agente FIFA comparten en Profutcamps (cinco días; 17 €) consejos, técnica y táctica y aspectos relacionados con la representación de futbolistas.

Una opción, ya clásica, entre las ofertas estivales, es la de los campamentos de idiomas, que por supuesto disponen de una versión virtual como la de A Wonderful Summer o Un merveilleux été (cinco días; 100 €). Otra posibilidad (a partir de septiembre) es el Campamento Online Atelier Tipi, dirigido a niñas y niños entre los 7 y los 12 años. Utilizando el arte y la naturaleza como vehículos de aprendizaje, y a través de juegos y talleres, desarrollarán temáticas que pueden estar ligadas a la ciencia, la literatura, la historia, la educación emocional, el cine o a diferentes culturas: “Así, un día los niños pensarán cómo será la vida en el Planeta Tierra en un hipotético escenario del siglo XXX, inventarán países con nuevas lenguas y banderas, tótems protectores o cuentos fantásticos”.

Campamentos urbanos y gratuitos

Los campamentos urbanos continúan siendo una opción buena y económica para los niños que aún no están preparados para pasar las noches alejados de casa, y que además sirven para cultivar sus habilidades sociales y fomentar valores importantes en su desarrollo como el compañerismo, el respeto, la autoestima o el pensamiento positivo. Eso sí, aunque pueda sonar obvio, lo primero es asegurarse de que la temática del campamento le guste al niño, o que le suponga un reto personal, y también que el horario del mismo es compatible con las obligaciones laborales de los padres o tutores.

La temática, por supuesto, es muy amplia, y va desde los tradicionales multiaventura, a los tecnológicos, de cocina, idiomas, hípica (el campamento Equus, por ejemplo, incluye clases de equitación y otros talleres para menores de 4 a 17 años; cinco días; 210 €), inteligencia emocional (como los talleres impartidos de manera online y presencial por Crece Bien) e incluso las artes escénicas, como el ofrecido por la Escuela Jana en Madrid (de 9 a 15 años; a partir de una semana): y todos ellos, cabe recordar, deberán cumplir con los protocolos sanitarios de seguridad establecidos en las respectivas comunidades autónomas.

Si la crisis económica ha hecho mella en la economía familiar, y el coste de los campamentos es un factor disuasorio, una buena opción es la de recurrir a un campamento online gratuito, como los que nos sugiere Common Sense Media, con ofertas que van desde la lectura hasta la programación, los idiomas, la lectura, el arte o las manualidades (si bien, en este caso, habremos de comprar materiales). No hay excusas: busca el que mejor se adapte a tu hijo… y déjale disfrutar.

Fuente: https://elpais.com/economia/2020/06/25/actualidad/1593076875_782915.html

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Tecno-optimismo escolar en línea

Por: Erick Juárez Pineda

Uno podría presumir que la transición de la educación formal a los instrumentos en línea sería temporal y, terminada la cuarentena después de que la población sea inoculada por COVID-19, la infancia y juventud en el mundo regresará a los salones de clase. Sin embargo, conforme pasan los días, señales desde las instituciones de educación superior y del sector privado en todo el mundo muestran que hay un tecno-optimismo preocupante que quiere aprovechar la coyuntura para convencer que la transición a la educación en línea es urgente y, con ello, continuar, por otras vías, las tendencias estrictamente métricas de la educación. Me explico.

Alex Beard hizo un reportaje fascinante para The Guardian titulado “Can computers ever replace the classroom?”. En el reportaje, Beard nos lleva de la mano por la historia de Derek Haoyang Li, uno más de los emprendedores de la industria digital en China, quien, en una especie de paralelo con Elon Musk en el terreno de la educación, quiere revolucionar el campo. ¿La vía? El uso de inteligencia artificial para medir y diseñar en tiempo real las experiencias de aprendizaje de aquellos quienes usan las plataformas diseñadas por su compañía, Squirrel AI, la cual se ha introducido en el mercado de la educación privada asiática (en particular de China) como una potente herramienta para garantizar grandilocuentes resultados: desde pasar exámenes hasta ‘crear genios’. El apetito de Haoyang Li es tanto como la egolatría usual desplegada por los nuevos emprendedores de la industria tecnológica: aspira, abiertamente, en transformar a la profesión docente en una herramienta auxiliar de la inteligencia artificial, crear profesiones precarizados de la gig economy, al igual que Uber o cualquier otra apliación de celular.

Los empresarios de la industria de la inteligencia artificial en la educación, como cualquier otro empresario cuyo negocio depende del internet, están más conscientes de la brecha digital que el resto de nosotros, de ello depende su mercado. Aunque muchos consumidores (familias) del mundo en desarrollo no se han integrado, los de las economías más desarrolladas son el laboratorio. Sus resultados servirán para la expansión. Luego entonces, estos días de pandemia son oro para experimentar con plataformas digitales, productos en línea, para comprometer a universidades y otras instituciones a comprar licencias, e incluso, convencer a gobiernos de nuevamente gastar millones en software y contenidos pre-cargados. Más allá de la crítica usual -pero relevante- de que estas tecnologías crean brechas entre alumnos sin acceso a tecnologías y profesores no entrenados en ellas y aquellos que sí, la aspiración fundamental es desmantelar a la institución escolar formal para transformarla a la escolarización en pequeños productos: una vez más, menús adaptables al usuario.

Las preocupaciones sobre estas transformaciones pueden ser fácilmente descalificadas. El tecno-optimismo suele calificar a las críticas como atavíos que niegan el progreso humano, como reacciones conservadoras que gustan de instituciones caducas en su diseño, o aún más, en trasnochismos de izquierda que niegan el panegírico de las buenas nuevas de la computadora. Sin embargo, más allá de las críticas usuales, indispensables, sobre desigualdades, gasto público ineficiente, calidad (que quizás sea más débil conforme estas plataformas logren tener mejor rendimiento), quiero hacer una defensa breve del salón de clase en otros términos.

Una de las funciones no-escolares más importante de las escuelas es la socialización. Efectivamente, en sistemas educativos fragmentados, la falta de diversidad en las escuelas puede hacer que la socialización pueda terminar reproduciendo desigualdades, por ejemplo, que padres busquen escuelas para que sus hijos tengan compañeros de la misma clase social. Pero, igual, en la escuela se crean redes de solidaridad, aprendizajes para la vida, además de la difusión del positivo efecto del juego y la amistad en el desarrollo infantil. En estos días en que el mundo digital nos absorbe, y más con la pandemia, estamos recordando lo importante y relevante de nuestra socialización. Somos, a final de cuentas, seres que aprendemos y vivimos en comunidades. Digitalizar la escuela implica separar a los infantes de sus congéneres, de su comunidad.

Pretender que el chat de WhatsApp o Zoom resolverán esas brechas es ilusorio. La investigación en psicología en estos días lo ha dejado claro: Brooks y colegas argumentan en The Lancet que el distanciamiento social puede causar problemas emocionales, depresión, estrés, insomnio, estrés postraumático y agotamiento emocional. Igualmente en The LancetLee argumenta que el incremento de enfermedades mentales en el aislamiento durante la pandemia en toda la infancia y juventud alejada del salón de clase en la pandemia será considerable, sobre todo porque un sostenimiento importante de la salud de muchos son las amistades en los salones de clases.

El salón de clase es también un modelador del comportamiento social. Las escuelas son para muchos segundos hogares, sistemas de protección ante el abuso, y crean expectativas sobre el futuro que no se consiguen en línea. Entiendo que, ante las crisis pedagógicas de la educación enciclopedista y el abuso escolar, substituir al salón suene tentador, pero puede tener un efecto perverso: dejar abandonadas a juventudes en desarrollo. La escuela, el edificio y sus maestros, son un brazo del Estado para dirigir generaciones. Dejar en manos del mercado digital esa función sería irresponsable, más cuando los Estados buscan soluciones más baratas para suplantar instituciones.

La digitalización absoluta, en lugar de ser complementaria, amenaza la profesión magisterial y su rol de guía en la formación de generaciones. Al igual que los médicos, el magisterio es uno de esos cuerpos del Estado que proveen servicios fundamentales. Reducirlos a ser apoyos en línea cuando la plataforma no alcanza a cubrir las necesidades inmediatas de los alumnos es subestimar el efecto que tienen los maestros en la creación de expectativas, sueños y formas de socialización para la vida. Quizás un buen crítico dirá que he romantizado a la escuela ante sus defectos, pero más bien creo en su mejora, no en su reemplazo.

Finalmente, el proyecto digitalizador, que seguramente aprovecha estos días en vender sus productos a los gobiernos gracias a los adultos que creen ingenuamente que, como sus hijos se la pasan revisando el celular, ya no hay más que adaptarse haciendo de la escuela un celular, es una nueva fase del proyecto educativo de la métrica por sobre la experiencia escolar completa. Aunque muchas reformas educativas incentivadas por PISA han sido derrotadas por los sindicatos magisteriales en el mundo, la obsesión con reducir los malos números de PISA sigue causando pesadillas nocturnas a los ministros de educación del mundo. Nuevamente creerán que transformar la educación en una tableta resolverá el problema de que los niños no sepan responder problemas en un examen. El sueño evaluativo de mercado no ha muerto. Sin embargo, espero que, como en otras pandemias y calamidades, las instituciones como la escuela resistan el embate.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/tecno-optimismo-escolar-en-linea/

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¡A jugar y romper sin culpa!

Por: Juan María Segura

‘¡¡Otra vez me revolearon un pdf!!’.

El comentario de un niño de tan solo 8 años de edad, sin filtros ni dobles intenciones, nos debería hacer reflexionar. ¿Acaso es sintomático de algo relevante en tiempos de pandemia? ¿Acaso nos está diciendo, con esa honestidad brutal de los niños, que el esfuerzo del sistema escolar de hacerse presente a distancia de esta manera es equivocado? ¿Acaso la idea de entusiasmar ha quedado subsumida y completamente asfixiada dentro de un sistema más interesado en mostrar a un docente activo que a un niño feliz? Si finalmente la escuela no abre por el resto del año, ¿esto es lo que nos espera, meta pdfs y links a videos caseros de dudosa utilidad?

Juguemos un poco con la idea, siendo que no es tan descabellada. Asumamos, a los efecto de esta columna, que la escolaridad del ciclo lectivo 2020 es esto que tenemos, con muy pocas variaciones, y que la salida del confinamiento será tan gradual y traumática a la vez, que no permitirá que las escuelas vuelvan a recibir físicamente a sus alumnos. Asumamos entonces, siguiendo con el razonamiento, que los aprendizajes curriculares diseñados para la escuela presencial quedaron sacrificados de facto, y que eso no solo le ocurrió a la escuela argentina, sino también a los aprendizajes de todo el mundo. Asumamos, finalmente, que la educación a distancia es una metodología alternativa de enseñanza-aprendizaje para que la que prácticamente nadie estaba preparado, ni escuelas, ni docentes, ni alumnos, ni padres, ni gobernantes. Es relativamente sencilla de implementar (personalmente dicto clases en línea hace 10 años, sin problemas), pero nadie estaba preparado para esta migración repentina y masiva.

Si aceptamos todo lo anterior, que en cualquier otra situación hubiese parecido el planteo de un trasnochado, entonces resulta que tenemos por delante un año escolar brutalmente atípico, sin diseño, ni metas, ni herramientas que permitan perseguir al menos algunos de sus objetivos de aprendizaje. La voz oficial del sector educativo, que hace unos días comenzó tímidamente desde algunas jurisdicciones, ahora ya se escucha clara y fuerte: no se evaluará, y nadie repetirá, en ninguna escuela, en ningún nivel obligatorio, en ninguna provincia. Así como lo escucha. Hay mil buenas razones para ello en este sistema en esta situación de emergencia pandémica, pero no me detendré en ellas. Mi preocupación, de orden práctico, es más sencilla. ¿A qué dedicaremos la idea de la escolaridad durante este año?

Asumiendo, entonces, que lo más importante (los aprendizajes escolares de este diseño de escuela) está relegado durante casi todo el año, es que aconsejaría fervientemente utilizar el año académico para experimentar como no lo hicimos jamás. ¿Qué otra situación similar creemos que la coyuntura nos volverá a regalar alguna vez? Nunca antes el sistema educativo (que en términos históricos es relativamente joven) ni ninguna otra convención creada por el hombre fue forzada a desensillar en simultáneo y en todo el planeta, a tan bajo costo. Es cierto que la pandemia es una tragedia, y su potencial de destrucción es enorme, pero por ahora no compara con las decenas de millones de muertos de las grandes guerras, ni con las grandes exterminaciones étnicas, ni con las grandes plagas y pandemias del pasado que diezmaron ciudades enteras. En esta oportunidad, los actores centrales del sistema educativo, que son los niños y los jóvenes, están intactos, sanos y en cuidado de sus mayores, solo que incómodos y lejos de sus maestros. ¡Que enorme oportunidad para hacer de cada cohorte de alumnos un proyecto distinto, de cada escuela un laboratorio, y del aprendizaje una fiesta!

No tengo dudas que este es el año para probar, para animarse, para equivocarse, para salirse de la ruta sin temor, para desordenar sin culpa y romper sin miedo. Es el año para crear nueva normativa, para dinamizar el funcionamiento de las agencias de control, para hacer visible como nunca las buenas prácticas. ¡Es el año para prototipar! Si el COVID-19 nos deja, al final del cuento, un año malo de aprendizajes escolares curriculares (otro más, y van…) pero con 10 prototipos de formatos de escolaridad alternativos testeados y listos para ser replicados a escala, ¡que bien habremos utilizado la adversidad!

En esta línea de razonamiento, y en tren de probar sacarnos de encima las restricciones, burocracias y mandatos de un sistema que este año tiene poco para aportar, veo una gran oportunidad para poner al niño en el centro del proceso de aprendizaje, y al juego en el centro de la experiencia de aprendizaje del niño. ¡Juguemos, dediquemos el año a jugar y aprender juntos! Abandonemos la rutina de repetirnos y de perseguir ‘cubrir’ las unidades temáticas, y liberemos el proceso, al menos unos meses, solo este año. Y démosle alguna vez una oportunidad de verdad a las metodologías de aprendizaje basadas en el juego.

El aprendizaje basado en el juego es una construcción pedagógica particular en donde el juego aparece como un pieza clave del proceso, pero no como centro de atención del proceso de aprendizaje, sino como estimulador de la acción y experimentación. Y debe ocurrir en un momento específico, formando parte de una secuencia de acciones. El juego hace que los involucrados se impliquen con naturalidad y alegría, prueben con insistencia hasta comprender, se equivoquen sin temor al castigo, y compartan con terceros sus vivencias. Piaget encontraba en el juego a una de las manifestaciones más potentes y transparentes del pensamiento del niño. El juego es un poderoso estimulador del pensamiento, de la conceptualización y de la sociabilización. El juego permite trabajar en habilidades de pensamiento, pero también en conductas sociales y en cuestiones vinculadas a la emocionalidad.

Sin embargo, una cosa es jugar, y ya, y otra bien diferente es jugar en un contexto de una metodología de aprendizaje basada en el juego. En esta, el juego abre la posibilidad de reflexionar sobre lo experimentado durante el momento activo de juego. En la metodología, tanto el diseño del juego como la etapa posterior de reflexión sobre lo jugado son piezas indisociables y perfectamente complementarias. Cuando a una le falta la otra, cada una pierde potencia, relevancia, utilidad. Esta característica del diseño de la metodología abre un territorio muy poderoso de conceptualización y de creación de significados. Hacer inteligible una conceptualización abstracta si vuelve una tarea sencilla en el niño jugador y experimentador, máxime ante la presencia y acción amorosa y paciente, antes de un docente facilitador, ¡ahora de sus propios familiares!, tanto en el juego como en la etapa de conceptualización y aprendizaje.

Jugar, aplicar condiciones del juego a entornos no lúdicos, y diseñar un proceso que conecte en una misma secuencia juego, aprendizaje y transferencia, son tres estrategias pedagógicas concretas y relacionadas a través del juego que podrían hacer de este ‘año perdido’ un renacer del interés del estudiante escolar por el aprendizaje y su entorno. Si no lo probamos ahora, entonces cuándo. En todo caso, cualquier cosa será mejor que pasarse el año revoleando pdfs.

Enviado por el Autor a OVE

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