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Francesco Tonucci y la invención de una otra escuela en el post-pandemia

Redacción: Educar para la libertad

Con la participación de especialistas y movimientos sociales, el encuentro fue organizado por el Foro por el Derecho a la Educación Pública de Chile


“Cuando empecemos de nuevo, tendremos que inventar una escuela que hoy no existe. No es verdad que vamos a poder volver a la escuela de antes; porque el virus nos obligará, con las condiciones de distancia y de cuidado, a pensar cosas totalmente distintas”, afirmó el educador Francesco Tonucci durante entrevista publicada por “Tiempo Argentino”.

En su análisis, Tonucci afirma que la pandemia COVID-19 presenta una nueva forma de construir la relación de enseñanza y aprendizaje en las escuelas, lo que puede ser un marco para la construcción de una educación sin jerarquías disciplinadoras.

“Lo principal es que tenemos que idear una escuela pensada de otra manera. La debilidad es que se funda en una base jerárquica y que los de la misma edad saben lo mismo, creyendo que cuando empiezan el proceso escolar no saben nada y después empiezan a saber lo que los maestros supieron pasarles. El mérito del aprendizaje se pone siempre en los niños: si no aprenden, no se castiga al docente que no supo enseñarles, sino al alumno que no tuvo capacidad o no quiso aprender. Podemos abandonar la idea de la clase con pupitres en la que los alumnos escuchan y repiten, y pensar que trabajen entre ellos”

Entrevista completa

Francesco Tonucci: «Cuando empecemos de nuevo, deberemos inventar otra escuela»

Desde Roma, el célebre pedagogo italiano propone sacar las tareas en cuarentena y que la casa sea un laboratorio. Y para después del virus, aboga por aulas desjerarquizadas y centradas en la diversidad.

«Me arruiné las vacaciones». Francesco Tonucci sonríe al otro lado del teléfono y menciona una agenda interminable de videollamadas (con colegas, funcionarios, periodistas) que le impide un consumo típico de cuarentena, como libros o series. «Y va a seguir, porque me preguntan mucho por el después», agrega en perfecto español. Tonucci habla del Covid-19, como todos en estos días, pero especialmente de las infancias y de la escuela en este contexto de crisis, ilusionado con que sirva como oportunidad para cambiar el modelo educativo imperante.

Un currículum a las apuradas dirá que es pedagogo, escritor, dibujante, investigador y creador del proyecto internacional La Ciudad de los Niños y las Niñas, que se replica en más de 200 localidades de todo el mundo –unas 30 en la Argentina–, en las que se propone dar voz a los pequeños y brindarles espacios públicos donde puedan jugar en libertad. Uno de los que habló con él esta semana fue el ministro de Educación, Nicolás Trotta, que apoyó su iniciativa de que, cuando se abran completamente las ciudades, se les deje el primer día solo a los chicos y chicas, para que jueguen y las disfruten como nunca las vieron.

Francesco vive en Roma, «con el miedo de una persona vieja como yo, y la preocupación de que no se generen más problemas ahora que todo se empieza a abrir». Lo que más lo angustia es que hace más de 70 días no puede ver a sus hijos y, sobre todo, a sus nietos. «Estoy solo en mi casa, aislado, como todos, abriendo la puerta una vez a la semana para comprar». Al segundo se corrige. De hecho, el miércoles dio un paseo por su barrio, en la periferia de la capital italiana, por primera vez en dos meses. «Hice tres kilómetros, paseando por calles y monumentos que no conocía, cerca del Cementerio del Verano, que sorprendentemente tiene nombre español y aquí nadie sabe qué significa. Después de 50 años de transitar una ciudad que vive de manera caótica, con un movimiento espantoso, verla vacía es un efecto muy fuerte… Qué poder tiene un virus para conseguir parar el trabajo y el tráfico, dos dioses de nuestra cultura. Pensemos que aquí la contaminación aérea produce el doble de muertos que el Covid».

-¿Qué le dice su nieta de doce años?

-Lo mismo que estamos recogiendo de los chicos de nuestros Consejos de Niños de todo el mundo. Cuando empezó todo este rollo, me golpeó mucho que todos buscaran expertos para dar consejos a padres y maestros y nadie se preocupara por preguntarles a los niños qué pensaban y qué proponían, por lo cual le pedí a alcaldes e intendentes de nuestra red de ciudades, que convoquen al Consejo de Niños. Y lo que sale de esos testimonios son tres cosas básicas. Lo principal: les faltan los amigos. Esto ha sido mal interpretado, creyendo que decían «me falta la escuela». Pero no: les falta la escuela porque es el único lugar donde se encuentran sus amigos. Décadas atrás, se los encontraban en la calle, en el tiempo libre, para hacer otras cosas, inventar, jugar, y en la escuela estaban los compañeros de clase. Ya no es así: se perdió la calle. Lo segundo que dicen en las encuestas es que les gusta pasar tiempo con sus padres. Es un regalo de la pandemia. Muchos niños o no los conocían o los veían casi de casualidad. Ahora tienen que compartir y participan de las cosas de la casa. Lo tercero: todos manifiestan que están hartos de la tarea de manera virtual. Es algo que la escuela no ha entendido que no debía hacer. Por eso propuse aprovechar la casa para que sea un laboratorio, y que sean las acciones con los padres las verdaderas tareas, no las del libro de texto. Aprender a cocinar, coser, recuperar las fotos, pintar, y que la escuela trabaje con los niños sobre estas experiencias. Si «hacen pasta” y nada más, no sirve; veamos si hay matemáticas dentro de la cocina: hay pesos, proporciones, tiempos de cocción. O aprovechar para hacer lengua, escribiendo recetas, que no es escribir cualquier texto, debe ser útil para que otra persona que no me conoce pueda repetir el mismo plato. Cuando el mundo se amplíe de nuevo fuera de las casas, me gustaría que la escuela no perdiera este descubrimiento: que se puede trabajar sobre el mundo, el barrio, las historias, la naturaleza y los problemas ambientales, y no sobre los libros de textos.

-¿Cree posible un cambio en la escuela después de la pandemia?

-Clases y tareas en este tiempo son cosas que no tienen sentido, porque vivimos situación extraordinaria, no puede ser que la escuela siga como antes. Pero esta manera de interpretar la educación y la escuela no debe ser sólo en tiempos de crisis y coronavirus, sino para siempre. Los cambios cuestan. Normalmente, las estructuras intentan quedarse iguales para siempre. La escuela italiana adoptó como lema en esta crisis: «La escuela continúa». Sería un “seguimos como antes”. Y es algo paradójico: ¿cómo que no cambia nada si cambió todo para todos? Pero si la mayoría piensa que la escuela no tiene que cambiar, vendrá agosto u octubre y todo seguirá igual. Tenemos que aprovechar esta oportunidad para lanzar una idea nueva de una escuela que corresponda a lo que nuestra sociedad necesita.

-¿Y qué necesita?

-Por ejemplo, la diversidad. En la escuela hay niños de culturas y lenguas diferentes, minorías indígenas, niños con discapacidades, de diferentes sectores sociales, niños pobres que en este momento manifiestan limitaciones porque no tienen aparatos tecnológicos para conectarse con la escuela. El tema de fondo es que hay una idea equivocada de que la escuela debe ser para iguales, entonces todas las veces que alguien no es igual a los demás se considera un problema. Y la verdad es que los niños son diferentes uno del otro, por lo cual si queremos hacer una propuesta educativa democrática y eficaz, tenemos que hacerla para diferentes, y no para iguales. Lo dice la Convención de los Derechos del Niño, a la que Argentina adhirió hace 30 años con carácter constitucional: la educación no tiene como objetivo que todos consigan los mismos resultados. El propósito de la escuela y la familia en conjunto debe ser que los chicos descubran sus aptitudes, vocación y talento, sus inteligencias, y una vez que cada uno descubrió su camino, ofrecerle los instrumentos adecuados para desarrollarlo hasta el máximo nivel posible. Por eso tiene que haber diversidades en la escuela, y trabajar sobre lo bueno que cada uno tiene, no sobre lo malo. Con los mismos textos para todos, pensados desde un ministerio casi siempre desde la capital del país, la escuela está dejando afuera a un porcentaje enorme de alumnos que no nacieron para ser literatos o matemáticos, que quieren ser músicos, pintores, deportistas, arquitectos o mecánicos. Hay una injusticia. Una propuesta igual para desiguales.

-¿El Covid-19 es una oportunidad para pensar en una escuela diferente?

-La crisis, como dijo Albert Einstein, puede ser una bendición, porque produce progresos. Espero eso, especialmente para casos como el de la Argentina, donde las autoridades parecen motivadas a impulsar cambios y no la conservación. Las escuelas que mejor funcionan en el mundo, como las de Finlandia, no tienen exámenes; hay muchas menos horas de cursada a lo largo del año; empiezan la primaria a los 7 años y no hay tareas. Se hace mucho hincapié en repetir o pasar de año, y eso no es lo central. Cuando empecemos de nuevo, tendremos que inventar una escuela que hoy no existe. No es verdad que vamos a poder volver a la escuela de antes; porque el virus nos obligará, con las condiciones de distancia y de cuidado, a pensar cosas totalmente distintas. Aquí, por ejemplo, hemos analizado la posibilidad de dividir las clases en dos grupos, uno en casa y otro en la escuela, e ir rotándolos. Pero lo principal es que tenemos que idear una escuela pensada de otra manera. La debilidad es que se funda en una base jerárquica y que los de la misma edad saben lo mismo, creyendo que cuando empiezan el proceso escolar no saben nada y después empiezan a saber lo que los maestros supieron pasarles. El mérito del aprendizaje se pone siempre en los niños: si no aprenden, no se castiga al docente que no supo enseñarles, sino al alumno que no tuvo capacidad o no quiso aprender. Podemos abandonar la idea de la clase con pupitres en la que los alumnos escuchan y repiten, y pensar que trabajen entre ellos. Si tenemos grupos de 6 a 12 años, hasta se pueden manejar solos, por lo cual un profesor puede lanzar propuestas, o crear grupos de trabajo que luego supervisa. En este momento, donde tenemos que enfrentar una situación nueva y problemática, mezclar edades lo haría mucho más fácil.

-¿Cómo están los niños en estas semanas en las que les cambió el mundo?

-No se los escucha, en casi ningún lugar, excepto en países como Finlandia o Nueva Zelanda, que no casualmente son liderados por políticas mujeres, que desde el principio les hablaron a los niños. Los niños valen poco porque no votan. No están en agenda. Y si la escuela quiere modificar la relación con ellos, no puede repetir siempre lo mismo. El tema central es si la escuela es consciente de que hay que cambiar: así como era ya no funcionaba desde antes de la pandemia. No es que antes funcionaba bien y entonces lamentamos no poder seguir como antes. No. Muchos niños se aburrían, no seguían la clase, y después olvidaban lo que habían aprendido. Era una estructura débil, incluso en el aula. Por eso me gustaría una escuela donde todos los espacios se utilicen como talleres y laboratorios, con muchísimas propuestas distintas: baile, música, física, huertas, ir moviendo a los grupos. En estas épocas puede ser útil la idea de la jornada escolar como un recorrido y no como una estancia. Hace 30 años que lo propongo, pero ahora parece que llegó el momento en el que a los gobiernos que me consultan les parece viable. Algo bueno habrá hecho este virus maldito.

Que las ciudades sean para los niños

Una de las propuestas de Tonucci para estos tiempos de pandemia apunta a que, el día que «reabran» las ciudades, cuando todo vuelva a una mínima normalidad, se las entreguen por 24 horas a los niños y las niñas. «Lo lanzamos como proyecto internacional de la Ciudad de los Niños. La gente puede firmar la petición en nuestra página lacittadeibambini.org/o en nuestro Facebook. Lo que decimos es que esta crisis tuvo errores sanitarios, víctimas (sobre todo nosotros, los viejos), y ha tenido campeones, que son los niños. Porque resistieron al virus, no por mérito de ellos solos, claro, pero viven esta temporada muy larga, encerrados en casa, que les significa algo incomprensible, y lo están haciendo muy bien. Darles un día la ciudad vacía para que jueguen y la disfruten en libertad, como nunca han podido, y como les gusta a ellos, sin tráfico, peligros ni contaminación, es el regalo que les podemos hacer a modo de agradecimiento».

Hizo llegar su iniciativa a los 200 alcaldes de las localidades que forman parte de la red internacional, entre ellas varias argentinas. Tonucci menciona a Arrecifes y a Rosario, una de las históricas desde que el proyecto de la Ciudad de los Niños arrancó en mayo de 1991, con la idea de que «los niños asuman un papel activo en el proceso de cambio, participando de forma concreta en el gobierno y en la delineación de su ciudad, apropiándose de nuevo del espacio urbano».

También le comentó al ministro de Educación, Nicolás Trotta, la iniciativa de liberar un día las ciudades para los niños: «Prometió que se iba a sumar a la petición, igual que Rosario o Neuquén. Es más una decisión política que educativa. Sé que es una propuesta muy utópica, pero lamentablemente todo el tiempo que proponemos algo para niños, es utópico».

Pruebas Pisa

Afirma Tonucci: «La escuela sigue siendo la escuela de lengua y matemáticas, y el resto es algo que si hay, hay, y si no, no importa, como las Pruebas Pisa que toman estas dos o tres competencias y las miden por igual en todos los países sin tener en cuenta las diferentes realidades. El niño mapuche ve distinto la vida del que vive en Palermo o en una villa miseria, todos tienen el mismo derecho de aprender, y lo hará mejor cuanto más pueda examinar su propia realidad».

Fuente: https://www.tiempoar.com.ar/nota/francesco-tonucci-cuando-empecemos-de-nuevo-deberemos-inventar-otra-escuela

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En la respuesta COVID-19 de la India, minimice los errores de exclusión

Redacción: Carnegie

El bloqueo sin precedentes de la India expuso profundos problemas en la capacidad del gobierno para cuidar a sus ciudadanos más precariamente ubicados. Sin embargo, según los datos de la encuesta, incluso entre las personas más desfavorecidas encuestadas, el gobierno tiene mecanismos para transferir bienes y servicios esenciales.

Una de las responsabilidades más básicas del estado moderno es cuidar a sus ciudadanos más vulnerables. Ese ímpetu es aún más pronunciado en países pobres y democráticos. India cumple ambas condiciones, clasificando a 102 lamentables de 133 países en el Índice Global del Hambre 2019. Según la iteración más reciente de la Encuesta Nacional de Salud y Familia (NFHS) , realizada en 2015-16, aunque los indicadores de desnutrición han mostrado signos de mejora, todavía son inaceptablemente altos, y especialmente pronunciados en los estados más pobres, del norte y más rurales.

La cuestión de la efectividad del estado indio para proporcionar a sus ciudadanos más precariamente expuestos ha sido expuesta a la vista del público a raíz del bloqueo nacional sin precedentes promulgado el 24 de marzo para frenar la propagación del nuevo coronavirus. Aunque desde entonces el gobierno ha relajado este bloqueo, todavía está en vigor en gran parte del país donde las tasas de casos de COVID-19 continúan aumentando. Mientras tanto, la difícil situación de los trabajadores migrantes, los ancianos y los discapacitados, y aquellos que viven de la mano a la boca se ha vuelto más incierta.

El 26 de marzo, el gobierno central dio a conocer su respuesta fiscal inicial para amortiguar el duro golpe del bloqueo. Si bien ese paquete era relativamente limitado (representaba aproximadamente el 0,9 por ciento del PIB), dos elementos centrales se destacaron: la provisión de raciones de alimentos a través del Sistema de Distribución Pública (PDS) y las transferencias de efectivo a los hogares de bajos ingresos a través de los llamados » JAM ”(la trinidad ahora conocida de las cuentas bancarias de Pradhan Mantri Jan Dhan Yojana, la autenticación biométrica de Aadhaar y el dinero al que se accede a través del dispositivo móvil). En las últimas semanas, el gobierno ha anunciado paquetes complementarios para aliviar las restricciones de liquidez , reducir las cargas sobre los migrantes y los agricultores.(incluso mediante la expansión del acceso de los primeros a PDS), e impulsar la agricultura y la infraestructura rural .

Sin entrar en el debate sobre la adecuación de la respuesta inicial del gobierno central, una pregunta que vale la pena plantearse de inmediato es si la asistencia brindada realmente llegará a los beneficiarios previstos. Idealmente, uno quisiera datos en tiempo real para evaluar esta pregunta. Si bien eso es algo que muchos científicos sociales se esfuerzan por recopilar, en este artículo utilizamos datos de una encuesta de hogares única que nosotros (y nuestros colaboradores en el Centro para el Estudio Avanzado de India en la Universidad de Pensilvania, el Centro de Investigación de Políticas, y Ashoka University) realizada en 2018-19 en los estados de Bihar, Jharkhand y Uttar Pradesh. En estos tres estados, entrevistamos a los encuestados de más de 9,500 hogares seleccionados al azar en tres grupos urbanos (Dhanbad, Patna, y Varanasi) y hogares rurales dentro de una distancia de viaje de dos horas que podría considerarse razonablemente parte del ecosistema urbano más amplio. Estas geografías son dignas de estudio dada su privación relativa y sus grandes poblaciones.

De los 9.617 hogares que encuestamos en estos tres sitios, el 63 por ciento informa acceso a asistencia alimentaria a través del PDS. Si bien puede haber problemas de accesibilidad, fugas o corrupción que comprometen el acceso a las raciones de alimentos que disfrutan los casi dos tercios de los hogares de nuestra muestra, estos hogares están, en términos generales, incluidos en la red de seguridad del gobierno.

De los hogares restantes sin acceso a PDS, una gran mayoría (61 por ciento) obtiene un puntaje superior a la mediana de nuestro índice de bienes del hogar, un indicador razonable de riqueza, y, por lo tanto, no necesita depender de la asistencia pública. Estos hogares tienen medios financieros adecuados para comprar alimentos directamente del mercado. Como lo demuestra la Figura 1, el acceso de los hogares más pobres a PDS varía según las ciudades; es más alto en Dhanbad (81 por ciento), seguido de Varanasi (69 por ciento) y Patna (64 por ciento). Pero, independientemente de la ubicación del hogar, el acceso a alimentos subsidiados comienza a disminuir drásticamente para los hogares que se ubican por encima del percentil 75 en activos (el más rico de nuestra muestra).

Figura 1: Bienes del hogar y acceso al Sistema de Distribución Pública (PDS)

Fuente: Centro para el Estudio Avanzado de India

Esto significa que casi el 15 por ciento (14.3 por ciento para ser exactos) de la muestra general cae por debajo de nuestra medida de riqueza media y queda fuera de la red PDS. En nuestra opinión, esta es la población más vulnerable a la que el gobierno debe dirigir su atención.

Sin embargo, dentro de este grupo relativamente privado, más del 80 por ciento de los hogares informan que al menos un miembro que reside en su hogar tiene acceso a los elementos combinados de la llamada «trinidad JAM». Esta es una definición generosa porque incluimos todos los hogares que tienen acceso a una cuenta bancaria de cualquier tipo, ya sea una cuenta «Jan Dhan» o no.

El hecho de que un porcentaje tan significativo de hogares en la parte inferior de la pirámide autoinforme que tienen acceso a esta tríada es un testimonio de los avances que India ha hecho en la expansión de la infraestructura social necesaria para inyectar transferencias directas de beneficios directamente en el banco de los hogares. cuentas

Para estos hogares pobres, incluso si el sistema PDS no afecta sus vidas, pueden, en principio, beneficiarse de la modesta infusión de efectivo que les envía el gobierno central (y de varios esquemas complementarios anunciados por los gobiernos estatales). Lo peor en nuestra muestra son aquellos 2.2 por ciento de los hogares (ver Figura 2) que tienen pocos activos pero también carecen de acceso a PDS y les falta al menos una de las tres patas de la trinidad JAM. Es cierto que constituyen (en términos absolutos) un pequeño número de hogares en nuestro conjunto de datos pero, si se extrapola a la población más grande, son significativos en número.

Figura 2: Evaluación del alcance de la red de seguridad social de la India

¿Quién comprende este 2 por ciento de la población? En la franja del norte de la India que estudiamos, estos hogares «excluidos» son algo más rurales, más propensos a pertenecer a las castas más bajas y menos propensos a poseer servicios como un inodoro o electricidad (Figura 3). Curiosamente, también tienden a tener tamaños de hogar más pequeños, en promedio. El 37 por ciento de los hogares fuera de la red de seguridad tiene tres o menos personas (en comparación con solo el 16 por ciento de los hogares incluidos en la red de seguridad).

Figura 3: Características de los hogares más desfavorecidos de nuestra muestra.

Fuente: Centro para el Estudio Avanzado de India

Fuente: Centro para el Estudio Avanzado de India

Fuente: Centro para el Estudio Avanzado de India

Al desarrollar su respuesta a la crisis hasta la fecha, el gobierno ha ampliado gradualmente la red de seguridad alimentaria al aumentar la cantidad de raciones disponibles y garantizar que los migrantes que no son beneficiarios de subsidios alimentarios en el estado en el que residen reciban alimentos a corto plazo. asistencia. Y, en un movimiento bienvenido, el gobierno anunció que estableció un plazo de marzo de 2021 para hacer que el sistema PDS sea totalmente portátil a través de las líneas estatales. Afortunadamente, esto evolucionará gradualmente para tejer una red de seguridad nacional que sea personal y no basada en el lugar.

Según nuestros datos, la brecha de la red de seguridad parece ser más aguda entre los hogares pobres, tanto en áreas urbanas como rurales, que quedan fuera de la red de seguridad alimentaria y no se puede alcanzar a través de la infraestructura de JAM. Sin embargo, incluso entre la pequeña parte de nuestros encuestados que clasificamos como los más desfavorecidos (que no tienen acceso a la infraestructura PDS ni JAM), todos menos dos hogares tenían al menos un miembro con una tarjeta Aadhaar. El gobierno debería abrir raciones de alimentos a este grupo, condicionalmente a la autenticación, si le preocupa el fraude o el abuso. Pero sería bueno recordar que, en un momento de crisis nacional sin precedentes, los errores de inclusión son mucho menos importantes que los errores de exclusión. El impulso humanitario debe reemplazar las preocupaciones de fuga y responsabilidad.

Este artículo se basa en datos de un estudio patrocinado por CASI, «Comprender los múltiples impactos de la urbanización en el norte de India: género, oportunidad económica y cambio social». 

Fuente: https://carnegieendowment.org/2020/05/25/in-india-s-covid-19-response-minimize-errors-of-exclusion-pub-81901

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Por qué hay países en los que es mejor abrir escuelas pese a arriesgarse a un brote

Redacción: El Confidencial

UNICEF ha pedido que se reabran las escuelas en países subsaharianos, pese a que no hay un consenso científico sobre si los niños son igual de contagiadores del coronavirus que los adultos.

En enero, un niño británico de 9 años se contagió del coronavirus durante unas vacaciones en los Alpes. Ya en casa, y como muchos otros niños de su edad que también se han visto expuestos al covid-19, apenas desarrolló síntomas leves. Las autoridades británicas hicieron pruebas a cada uno de los 72 contactos del muchacho, y ninguno dio positivo por el covid-19. ¿Significa esto que los niños, además de quedar relativamente a salvo de las consecuencias más graves de la enfermedad, no son vectores de contagio?

Los científicos no lo tienen claro: hace apenas unos días, un estudio avalado por el Comité científico alemán para la pandemia y con Christian Drosten (el Fernando Simón germano) a la cabeza advertía que, aunque los síntomas de los niños eran más leves, los infectados parecían tener los mismos niveles de virus en su cuerpo que los adultos. La conclusión de Drosten, que apuntala la respuesta alemana al virus, es que las escuelas y guarderías podrían actuar como centros de transmisión del covid-19 si se levantan las restricciones actuales, que mantienen a más de 1,7 mil millones de estudiantes sin acceso a las aulas en todo el mundo.

Esta semana, la propia agencia de las Naciones Unidas para los Niños, UNICEF, pedía ya que se reabrieran las escuelas en países del África subsahariana y el Sahel. Save the Children se unía a la petición. El brote de coronavirus en África, aunque no ha llegado a las cotas de infección de EEUU o Europa occidental, está lejos de haberse superado, con algo más de 32.500 contagios (sin incluir Egipto) y 1.112 muertos. Y sin conocer si realmente los niños son vectores de contagio y las masificadas escuelas posibles reservorios de virus, ¿por qué las propias agencias de la ONU insisten en su reapertura, pese al riesgo de un brote de contagios?

La razón se remonta a 2014 y el escenario es el África occidental asediado por la epidemia de ébola, que dejó al menos 11.323 muertos (las cifras podrían ser mucho mayores) en países como Liberia, Sierra Leona y Guinea.

Un equipo de sanitarios traslada a un fallecido por ébola en Monrovia (Liberia), en septiembre de 2014. (EFE)

Un equipo de sanitarios traslada a un fallecido por ébola en Monrovia (Liberia), en septiembre de 2014. (EFE)

En medio de la epidemia de ébola, un virus hemorrágico mucho menos infeccioso que el coronavirus SARS-CoV-2 pero infinitamente más mortal (cerca del 59% de los que la contrajeron fallecieron, la letalidad en algunas zonas superó al 60%), las escuelas cerraron en Liberia, epicentro del brote. Se suspendió la educación para 5 millones de niños durante nueve meses. Tiempo suficiente para que las consecuencias siguieran marcando el país y una generación seis años después.

Generación perdida

Con el cierre de escuelas en África occidental y la crisis económica en general, el maltrato y el trabajo infantil creció exponencialmente. También la explotación sexual de las menores. Niñas en ambientes más desfavorecidos quedaban embarazadas y sin acceso a métodos de planificación familiar. Paralelamente, miles de niños se quedaron sin acceso a muchos servicios básicos que en estos países se proveen en los centros educativos, desde alimentación a vacunas. Según cifras de UNICEF, cerca de un millón de niños quedaron sin vacunar ese año en Liberia.

Con la reapertura de los colegios, muchos y muchas no regresaban: los primeros, porque quedaban sometidos al trabajo infantil, las segundas, víctimas de la explotación sexual o matrimonios y embarazos prematuros. En 2015, Liberia ordenó una prohibición de asistir a la escuela a aquellas menores «visiblemente embarazadas», bajo la excusa de que podían dar mal ejemplo a otras alumnas. Esas niñas se habían quedado embarazadas durante los nueve meses de cierre de escuelas.

«Aprendimos muchas lecciones difíciles del ébola», afirma el director regional de UNICEF para África oriental y meridional, Mohamed M. Malick Fall, «pero una de las más graves fue que después del cierre prolongado de las escuelas vemos aumentos en la explotación infantil, el abuso infantil e incluso en los embarazos adolescentes; mientras se hace más difícil para los niños más vulnerables regresar a la escuela».

Escuelas cerradas en toda África

La situación con el coronavirus se augura incluso peor. Todos los países africanos han cerrado sus escuelas a nivel estatal, según el último informe de la UNESCO. Mientras que en países más desarrollados el curso escolar ha seguido a trompicones gracias a internet o a través de sesiones educativas en la radio o la televisión, en países subsaharianos, donde el 85% de la población rural no tiene acceso a la electricidad, es más complejo. Y las medidas de distancia social y la alta tasa de contagio de coronavirus dificultan otras iniciativas para proteger a los menores del trabajo infantil o la explotación sexual.

Cierres de escuelas en el mundo. En morado, totales. En fucsia, parciales. (UNESCO)
Cierres de escuelas en el mundo. En morado, totales. En fucsia, parciales. (UNESCO)

Es el caso por ejemplo de la Academia de Fútbol para Chicas de Kibera (KGSA, en sus siglas en inglés) que educaba desde 2002 a cerca de cien niñas y jóvenes del mayor poblado chabolista de Nairobi (Kenia), con clases normales por la mañana y sesiones de fútbol por la tarde con el objetivo de esquivar el embarazo y el matrimonio prematuro en las jóvenes de la favela. «Cuando una niña practica fútbol, está ocupada con el entrenamiento, no tiene ocasión de quedarse embarazada o cosas peores», explicaba a esta periodista Richard Teka, coordinador de la KGSA, antes de que se cerraran las clases. Ahora, han sido suspendidas, como las de todo el país.

«Su educación es interrumpida, los niños no tienen ya un ‘lugar seguro’ como una escuela. Como resultado, se hacen más vulnerables al abuso, negligencia, violencia y explotación, y es más probable que, especialmente las niñas, dejen la escuela directamente», afirmaba en un comunicado la sección de Save the Children para África occidental y el Sahel.

El coronavirus ha desencadenado una «crisis educativa que no tiene precedentes en cuanto a alcance, duración e impacto«, afirma el responsable de UNICEF para la región, Mohamed M. Malick Fall. En África oriental y meridional «hasta 16 millones de niños ya no acceden a las comidas críticas diarias en la escuela, y la violencia está aumentando». En este sentido, a veces el «remedio» es peor que la enfermedad, y la organización pide que se reabran las escuelas de manera segura, para lo que ha adoptado una nueva orientación técnica denominada «Marco para la reapertura de las escuelas» que proporciona una hoja de ruta segura de esos centros, y que ha publicado junto al Programa Mundial de Alimentos, el Banco Mundial y la UNESCO.

Fuente: https://www.elconfidencial.com/mundo/2020-05-06/cuando-es-mejor-abrir-escuelas-y-arriesgarse-a-un-brote-que-mantenerlas-cerradas_2581156/

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Colombia: Historias de cinco mujeres que luchan contra el Covid-19 en Cali

Redacción: El País

Las guerras han sido a lo largo de la historia la muestra del lado más oscuro de la humanidad; quienes exponen sus vidas son unos pocos y otros tantos dirigen elaborando las estrategias para atacar. Al final algunos se levantan y otros no vuelven a ver la luz del día.

La guerra que se libra hoy no es contra un enemigo de carne y hueso y los valientes no son soldados, o eso es lo que parece; el primero no tiene cara pero es tan mortal como el disparo que sale de un fusil, los segundos son profesionales que han consagrado su vida al servicio. Ahora la lucha es contra un virus y los que intentan vencer con pocas armas son quienes integran el cuerpo de salud.

Para Lina, María del Socorro, Nathaly, Adriana y Nancy, los guantes, batas, mascarillas y gafas, son su escudo contra un ser que se observa por microscopio, pero que ha tenido la capacidad de aterrar al mundo, los pensamientos se cubren de los ‘Yo puedo’. Ha sido toda una experiencia para estas 5 mujeres, que son ahora capitanas de una guerra que esperan ganar batalla por batalla.

A pesar de sus diferentes edades, (oscilan entre 23 y los 47) sus rutinas logran coincidir en varios aspectos. Antes de que salga el sol empiezan su jornada; llegan a su trabajo en pirata, bus, o ambos, y con algo más de suerte, en carro particular. Los días empiezan con el desayuno apresurado, recibir turno y actualizarse de las novedades. “Hay que procurar comer antes de entrar porque sí el turno se complica, a duras penas hay espacios para ir al baño”, comenta Socorro.

La preocupación al transitar por los pasillos de las instituciones de salud, es inevitable. Lina, practicante de internado flexible, dice que es inevitable no sentir miedo al pasar cerca de la unidad de cuidado intensivo de los pacientes positivos de Covid-19, de ir en su subir al ascensor, o de ir a urgencias.

“En mi caso vivo con mi familia, es complejo trabajar en una institución en la que debo estar en contacto con enfermos y sí he sentido un poco de rechazo, basados en el miedo de contagiarse. Al inicio era difícil llegar a casa y no abrazar a nadie, quitarse zapatos, ropa, bañarse y luego de un rato compartir con mis papás, en el caso de mi abuela ella está completamente aislada y por ejemplo, no veo casi a mis hermanos y sobrinos”, cuenta.

Para Nathaly, practicante de internado flexible, resulta complejo renunciar a las demostraciones de afecto que recargan, luego de una jornada ardua. Dice que no se cubre para hacerle frente al enemigo y salvarse, lo hace para defender a otros.

¡La vida!, eso es lo que ni más ni menos comprometen los profesionales de la salud, dentro de los primeros párrafos del juramento hipocrático: “En el momento de ser admitido entre los miembros de la profesión médica, me comprometo solemnemente a consagrar mi vida al servicio de la humanidad. Conservaré a mis maestros el respeto y el reconocimiento a que son acreedores. Desempeñaré mi arte con conciencia y dignidad. La salud y la vida de mi enfermo será la primera de mis preocupaciones.” Sus pacientes se convierten en lo primero y último que pasa por el pensamiento de estas profesionales; saben que se enfrentan a una guerra en la que las posibilidades de perderla son altas, pues no solo la debilidad de sus trajes las acompañan, también la de toda una red hospitalaria que no da a basto.

Para Lina, practicante de internado flexible, la realidad da un fuerte golpe, cuando es la vida misma la que está en riesgo, y no hay recursos suficientes para protegerla: “El sistema de salud no está preparado para esta contingencia, si antes de que el Covid apareciera los hospitales ya estaban colapsados y luchando contra un sistema que no tiene cobertura para todos y para los que la tiene es pobre, jamás estaríamos preparados para enfrentar una pandemia, no hay suficientes pruebas rápidas, camas UCI en todas las instituciones, elementos de bioseguridad, dinero para invertir en toda la educación que se necesita para capacitar el personal.” ¿Cómo ganar esta guerra sin la armadura necesaria? Esa es la pregunta que les ronda la mente.

Adriana, bacterióloga de profesión y quien trabaja en uno de los laboratorios que en la ciudad procesan las pruebas de coronavirus, coincide: “Al Estado le falta mucho en la regulación de los profesionales en salud y también con las ARL porque ellos deben disponer los elementos de protección y le están delegando la responsabilidad a los trabajadores, y eso no tiene por qué salir del bolsillo de ellos porque tú estás expuesto por tu relación laboral no por tu vida personal.”

Lejos de casa

El alivio de estas mujeres en la primera línea de batalla, tras un día atareado de cargas y dificultades era llegar a casa, pero ahora hay un miedo inherente, no solo de contagiarse sino de afectar a los que te quieren.

Nancy, encargada de atención al usuario de uno de los centros médicos en Palmira, ciudad que en el Valle del Cauca alberga la segunda mayor cantidad de casos, cuenta: “Es un cambio psicológico y emocional porque es enfrentar una nueva realidad de vida y de cómo hacer las cosas; enfrentarnos a desapegos emocionales, porque muchos de los trabajadores de la salud no estamos con nuestros hijos y eso nos hace mucha falta, en mi caso puntual ya llevo 4 semanas sin verlos.”

Otra historia es la de María del Socorro, tecnóloga en Imágenes Diagnosticas, quien de sus 47 años, lleva 20 dedicada a su profesión. Cuenta que hace varias semanas no ve a su mamá, que es con quien vive, y a la que considera su mejor amiga. Y que desde siempre su profesión la ha hecho enfrentarse a travesías; ella como muchos otros del personal de la salud, viven lejos de su lugar de trabajo, casi toda su vida ha sido residente de Cali, pero por la situación debió tomar decisiones drásticas.

“Me vine a vivir sola a Palmira y ser mujer independiente en un país como el nuestro es un riesgo, amo esta ciudad porque aquí está mi trabajo pero este no es mi hogar. Una cama, unos cuantos muebles y un televisor no hacen una casa. Mi casa la ha hecho mi gente. Me falta mi familia, y por ellos es que hago esto… Pero yo soy una enamorada de mi trabajo y a pesar de estar ejerciendo mi profesión en medio de una pandemia, a mi la pasión no me la quita ningún virus.”

Pasión por el servicio

Las estadísticas son preocupantes, los casos aumentan y el Valle del Cauca tiene un alto porcentaje de los más de 21.000 contagiados del país. Y los esfuerzos gubernamentales a veces parecen insuficientes contra un virus que ya se propuso cambiarlo todo. Sin embargo, sin importar las noticias, el clima, o el estado emocional por el que el personal médico esté pasando, su vocación de servicio y su innegable pasión por lo que hacen, no les permite renunciar a la difícil tarea diaria de salvar vidas.

“Yo siempre he sido una enamorada de mi trabajo, y me siento supremamente orgullosa de mí y de las mujeres y hombres que hacen parte de mi equipo, porque sé que lo estamos haciendo bien”, expresa María del Socorro, al agregar que esa es la certeza que la mantiene de pie, saber que le sirve a otros.

Tiempo de crisis y de reflexión

Hay una sensación colectiva de esperanza, a la cual es necesaria añadirle una dosis de realidad. Adriana, desde su experiencia trabajando directamente con las pruebas de los pacientes, comenta: “El virus se queda, es algo que no se va a acabar en unos meses y es necesario un cambio en el comportamiento, es una transformación a nivel mundial de todos los aspectos sociales, económicos y culturales”.

En ese llamado de atención la acompaña Lina: “Es una oportunidad de tomar conciencia acerca de la vulnerabilidad del ser humano y de aprender de esta situación”.

Al final, estas cinco mujeres, a pesar de trabajar en diferentes áreas del sector salud, están viviendo la misma historia, compartiendo rutinas, luchando contra el mismo enemigo y alimentándose del mismo cariño por su profesión, por su gente.

Ellas no son más que la muestra de que este virus hace ver lo similares que son los seres humanos en los aspectos más fundamentales de la vida, y desde su labor diaria luchan como guerreras de una batalla, a la que hay que abalanzarse desde todos los frentes, con estrategias tácticas, la correcta investidura y equipos capacitados, pero sobre todo, como guerreras valerosas, con la certeza en el corazón de esperar un mañana mejor.

Sin brechas

Estas cinco mujeres, como tantas otras en el país y el mundo, que hoy son abanderadas dentro de su sector, no solo por su género sino por su capacidad de respuesta, su profesionalismo y su indudable pasión, son la viva evidencia de que esta pandemia se derrota actuando.

Aunque siguen siendo minoría, frente a sus colegas hombres, la brecha entre los unos y los otros se cierra en este ámbito, el espacio de la salud no da cabida a una diferenciación de géneros, Socorro comenta: “En el campo y en la vida todos somos colegas, iguales, nos damos apoyo mutuo, porque nos necesitamos hombres y mujeres… esa es una discusión que no se debería ni tener, yo soy excelente en mi trabajo porque me he capacitado y ser mujer no debería influir mi capacidad para ejecutarlo… si algo me permite ser más humana, sensible y presta a trabajar por y para los demás”.

Las secretarías de Salud de Cali y el Valle en este momento están lideradas por mujeres: Miyerlandi Torres y María Cristina Lesmes.

Fuente: https://www.elpais.com.co/cali/historias-de-cinco-mujeres-que-luchan-contra-el-covid-19-en.html

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Con el COVID-19 se derrumban paradigmas

Por: Franklin González

Toda teoría, querido amigo, es de color gris, pero   el árbol dorado de la vida brota siempre verde. (Johann Wolfgang von Goethe).

No estableceremos el paradigma en los términos en que lo plantea Thomas Kuhn en su conocido texto: La estructura de las revoluciones científica, donde lo define como: “Logros científicos que generan modelos que, durante un período más o menos largo, y de modo más o menos explícito, orientan el desarrollo posterior de las investigaciones exclusivamente en la búsqueda de soluciones para los problemas planteados por estas”.

Más bien, modestamente, nos interesa entenderlo como todo modelo o ejemplo a seguir que está arraigado en el imaginario colectivo de la gente. Paradigma en términos griegos παράδειγμα o parádeigma.

El Covid-19 ha producido en más de un creyente, y no sólo de lo divino, sino también de lo profano, un shock en su alma, una cachetada a sus formas de pensamientos.

Para algunos ha aparecido lo que aquí llamaremos, dolor del alma, dolor al dogma, dolor a la creencia, dolor de la “verdad que era mentira”..

Hay quienes siempre han proliferado la creencia de que los mejores sistemas de salud se encuentran en Estados Unidos y los países de la Unión Europea, pero ahora observan impávidos, incrédulos, que es precisamente en esos lugares donde esté incubado el epicentro de la pandemia.

Para muchos analistas internacionales de lo que se trata es que el Covid-19 está tocando los cimientos de un modelo civilizatorio y a sus “avances científicos y tecnológicos”, trastocando la forma de ver el mundo de algunos cuantos millones de seres humanos.

En este ensayo intentaremos reflexionar en algunos paradigmas que se derrumban en esta era del Covid-19.

SE DERRUMBA LA CERTIDUMBRE

Si algo ha puesto en evidencia el Covid-19 es que el determinismo absoluto se derrumbó. Las evoluciones lineares, la reversibilidad del tiempo no es lo que está prevaleciendo en el firmamento.

Hoy hace presencia el principio del desorden y el principio de indeterminación, todo en el contexto de un diálogo de saberes, en una óptica dialéctica donde los diferentes actores intercambian visiones, percepciones, conocimientos, muy diversos, donde se transversaliza lo faber, lo demens, lo ludens, lo sapiens y lo politicus, lo civicus, lo religiosus y lo oeconomicus .

Para el científico británico, Stephen Hawking en su Breve historia del tiempo: del Big Bang a los agujeros negros (1988), estaríamos cerca del fin, del momento en que podríamos descifrar el “pensamiento de Dios”.

Para el físico ruso Ilya Prigogine en su texto El fin de las certidumbres (1996), la aventura “recién comienza” porque se asiste al “surgimiento de una ciencia que ya no se limita a situaciones simplificadas, idealizadas” que nos instala “frente a la complejidad del mundo real, una ciencia que permite que la creatividad humana se vivencie como la expresión singular de un rasgo fundamental común en todos los niveles de la naturaleza”. También afirma que: “nociones como el caos se han popularizado e invaden todos los ámbitos de la ciencia, de la cosmología a la economía”.

Mientras que Immanuel Wallerstein, en el ensayo “El fin de las certidumbres y los intelectuales comprometidos” (2005) dice que: “Debemos inventar un nuevo sistema histórico sin estar seguros de salir victoriosos. Debemos hacerlo porque existe la posibilidad de reinventar el mundo, pero repito, sin la certeza de que vayamos a triunfar”.

Por tanto, estamos en presencia de la incertidumbre y lo no lineal, del rompimiento con ese conocimiento estructurado, con categorías determinadas en el plano horizontal y consecuencial, únicamente producidas por el hombre, como movimiento lineal de sujeto-objeto, pero sin historicidad, sin conciencia de que lo humano y las comunidades humanas al margen de sus propias historias no se entienden, como de alguna manera lo narra Juan Bautista Segalé (2014) en el texto ¿Qué significa pensar desde América Latina?

Todo ello evidencia una realidad compleja y por tanto, parafraseando Edgar Morín en el texto La Vía para el futuro de la humanidad, hace falta un pensamiento complejo, más allá de la lógica y de la razón, a los fines de un aporte de conocimiento no alineado, no fragmentado, no binario y con bucles retroactivos.

Con el Covid-19 se plantea el dilema de si todo seguirá igual o el ser humano entenderá que para asegurar su especie es necesario cambiar profundamente.

¿Cuál de los dos será el camino que se escogerá?

Al parecer aún no se sabe en esta era de incertidumbres.

VENEZUELA: ¿EPICENTRO DEL COVID-19?

El 28/01/2020 se difundió un informe elaborado por Global Health Security Índex en cual se estableció una tipología de países para enfrentar el Coivid-19.

Por un lado, los países mejor preparados eran Estados Unidos, Reino Unido y Países bajos. De América del Sur, Venezuela era el menos preparado.

Según la información que circuló, ese informe se realizó mediante el análisis cuantitativo de varios indicadores como los niveles de prevención ante patógenos emergentes, los protocolos de detección temprana de epidemias, la velocidad de respuesta y mitigación, la suficiencia de los sistemas de salud para tratar a personas afectadas y trabajadores de la salud, el apego a normas internacionales y el riesgo general de los países con distintas vulnerabilidades generadas por el entorno.

Desde adentro y desde afuera, se aseguraba que Venezuela, que pasa por muchas dificultades y que nadie puede negar, agravadas por el bloqueo económico y comercial de Estados Unidos, no aguantaría esta pandemia; que habría una mortandad por “los niveles de pobreza y miseria” que existen, que ni siquiera habría tapabocas ni muchos menos centros hospitalarios para atender los miles de casos que se contagiarían y tampoco médicos, porque la inmensa mayoría se “había ido del país”.

Resulta que como una bofetada en la cara, a quienes esto afirmaban, el epicentro del contagio hoy es Estados Unidos, su modelo societal, su ejemplo a seguir.  Al ver las estadísticas en América, EEUU tiene, para el 27/05: 1.695.776 casos positivos por COVID-19, 100.047 fallecimientos y 384.902 recuperados, mientras que para la misma fecha en Venezuela el número de contagiados llega a más 1.245 personas, con 11 personas fallecidas y los dados de altas a 302.

Como la crisis en EEUU es inocultable, ya sus admiradores no miran hacia su modelo de referencia, pero siguen vaticinando malos resultados para nuestro país, no tanto con la seguridad que lo hacían al principio, ahora se trata de deseos macabros, malévolos, porque quieren, hasta que por desgracia divina (parece un oxímoron), que en Venezuela se contagie la mayor cantidad de compatriotas y haya mortandad por doquier. Son los necrófilos

Y pensar que la mayoría profesa una creencia divina, creen en Dios y Jesucristo y algunos -no todos, por cierto-, acuden a la iglesia, rezan, se comulgan y así y todo le “desean mal al prójimo”.

Los médicos infectόlogos, Julio Castro y Jaime Torres, en declaraciones dadas al diario Clarín de Argentina, publicadas el 02/03/2020, pronosticaron lo siguiente: “Venezuela no está preparada para afrontar la posible llegada del Covid-19”, por “la carencia de medicamentos e insumos, las dificultades del sector público de salud y la falta de centros de diagnósticos”.

También afirmaron que los médicos venezolanos no están preparados para diagnosticar, para realizar medidas de aislamiento, ni protección de equipos”.

Por último, el infectόlogo Castro sentenció que, según el índice de preparación de un país y los indicadores de resultados: «Estamos entre los últimos del mundo» y esto es así, “porque implica preparación de recursos humanos, insumos, medicamentos, infraestructura, sistemas de pruebas, notificación de casos y no los tenemos”.

Que objetividad la de estos médicos, metidos a brujos o a oráculos.

Una pregunta para ellos: ¿Cómo harán para pararse frente a sus estudiantes, de pregrado y postgrado, y explicarles que sus pronósticos, nada científicos y sí con mucho contenido político, se estrellaron con la realidad? Y la ética, que a diferencia de la moral que puede diluirse en lo colectivo, es absolutamente individual: ¿Dónde queda?

Como esas opiniones nacionales están bien engranadas, el 20/03/2020, el editorial del diario estadounidense The Washington Post tituló: “¿Por qué la propagación del covid-19 en Venezuela es una perspectiva particularmente aterradora?”, aseguró:

“La propagación aparentemente rápida de la epidemia allí presenta una perspectiva particularmente aterradora, dado que el sistema de salud del país ya estaba en un estado de colapso, sus ciudadanos han huido a otros países latinoamericanos a un ritmo de miles por día, y el gobierno ilegítimo y corrupto es completamente incapaz de enfrentar el nuevo desafío” y que “en Venezuela, según una encuesta, más del 30 por ciento de los hospitales carecen de electricidad y agua , y el 80 por ciento carece de suministros básicos o personal médico calificado, muchos de los cuales se encuentran entre los 4.8 millones de personas que han huido del país”.

También se dijo que: “las agencias humanitarias ya han estado luchando contra brotes de sarampión, difteria y malaria en Venezuela. Mientras tanto, una encuesta de personas mayores de 50 años en septiembre mostró que el 80 por ciento carecía de suministros adecuados de alimentos, lo que significa que la población más vulnerable al virus ya está debilitada”.

Para remate: la señora Carrie Filipetti, subsecretaria de Estado norteamericana para Cuba y Venezuela, en una videoconferencia, afirmó, el 26/03/2020 que: “La situación en Venezuela es extremadamente nefasta (…) Si Venezuela no puede hacer frente al Covid-19, en el futuro éste irá a Brasil, Colombia y la región circundante como estamos viendo con la crisis de refugiados” y agregó: “Veremos una expansión de la pandemia del Covid-19 en la región, si no a nivel global, si Venezuela como país no puede enfrentar la crisis”.

Hasta el momento de concluir este ensayo (28/05/2020) la pandemia se ha logrado contener. Venezuela tiene una de las tasas de letalidad más baja por el Covid-19 del mundo. Por supuesto, victoria aún no se puede cantar.

Pero lo que sí se puede cantar es que el paradigma del apocalipsis se cayó y lo que les queda a sus profetas es algo que se llama dolor del alma, dolor que no se cura tan fácil porque afecta la endorfina, serotonina, dopamina y oxitocina, hormonas de la felicidad.

¿SALVAR LA ECONOMÍA?

El Covid-19 ha puesto en discusión el dilema: ¿quién es primero: la economía o la vida? Aquí estamos en presencia de una cuestión moral y material.

Veamos el razonamiento de que primero es la economía.

En el artículo “Reflexión sobre el covid19: la economía no son unos señores de sombrero que juegan a la bolsa”, consultado por internet (06/04/2020), de Luis Fernando Ángel M, extraemos las siguientes consideraciones.

La economía no es sólo dinero, la bolsa de valores y unos cuantos millonarios con sombreros que juegan al dinero. La economía es mucho más que la riqueza. Es el sustento básico, el sistema de salud depende de la economía para sobrevivir.

La economía es tener alimentos en la mesa, tener transporte para esos alimentos, quien los distribuya y quien los venda. La economía es poder ir a comprar esos alimentos y no morir de hambre.

La economía es que usted en su casa tiene energía, agua, internet. Es que los hospitales tengan luz, agua limpia, tengan suministros, tengan dinero para los médicos y tengan medicamentos.

La economía es que usted puede quedarse tranquilo en su casa provisionado, tomando vino, viendo netflix y poniendo en Instagram #QuedateEnCasa mientras millones de personas en el mundo no tienen NADA que comer hoy porque no pudieron trabajar, viven en unos pocos metros cuadrados y no tienen Netflix para entretenerse mientras pasa la cuarentena, lo único que están viendo es si los mata primero el hambre o el COVID19.

Si la economía colapsa muchas personas no tendrán hogar, no tendrán salario. Por lo tanto no tendrán alimentos, no tendrán como pagar un servicio médico y menos comprar medicinas. Si la economía colapsa no tendremos como pagar a los médicos ni sostener los hospitales.

Los millones de pacientes que sufren de otras enfermedades no tendrán como comprar sus tratamientos, ni pagar sus medicinas o sus seguros. Si la economía colapsa, la salud ahí si colapsa.

Por tanto, la economía, en definitiva, para este autor, lo es todo, es el motor de la historia y de la civilización.

Esa concepción se ha puesto en ejecución para enfrentar el “enemigo invisible” (Covid-19), bajo la concepción de “inmunidad colectiva o de rebaño”. Es la misma que sostiene que el número de contagios y de muertes es insignificante respecto a otras pandemias porque la tasa de letalidad (resultado de la división de las personas muertas con el Covid-19 entre el número de casos totales confirmados) es muy baja.

Expresiones de esa concepción la encontramos en políticos como Dan Patrick, vice gobernador de Texas, para quien, sin sonrojo alguno, «salvar vidas del Coronavirus a través de un cierre económico no vale la pena» y les hizo un llamado a los ancianos de EE.UU a sacrificar sus vidas en beneficio de la estabilidad económica.

Aquí morir es un acto de responsabilidad social. Parafraseando la biopolítica sería: “déjate morir viejo para que vivan los jóvenes”.

Cuando la muerte se convierte en una razón política para mantener cohesionada a la población, ergo, no es el COVID-19 el objetivo, son los contagiados.

Igualmente se habla de un código moral cuyo principio central es la  instrumentalización generalizada de la existencia humana, presente en el dilema al cual se ven sometidos el personal que atiende a los afectados por el virus para priorizar, – según las edades y las patologías- las atención de los pacientes, esto es, quiénes deben ser atendido con todos los medios y quiénes no, según los protocolos establecidos, sobre todo tomando en cuenta que los medios disponibles son escasos, no llegan a tiempo y por tanto deben establecerse prioridades.

Surgen preguntas como ésta. Al estar tres pacientes -un adolecente de 15 años con diabetes, una madre de 25 años y un abuelo de 75 años- en la sala de triaje de un hospital y los tres luchan por respirar en un sitio donde sólo hay un respirado. ¿A quién se le coloca?

La respuesta está, en decir, por ejemplo: “Bueno, los mayores ya vivieron suficiente y es hora de que las personas más jóvenes tengan la oportunidad de llegar a viejos también”.

También se dice que los ancianos no deben ser hospitalizados. El mandato es claro: no traigan a los débiles y a los ancianos al hospital.  Dicho de otra manera, quienes se preocupaban por la eutanasia, ahora promueven, sin empacho alguno, la eugenesia.

Así que la conciencia individual y el derecho a decidir libremente qué hacer en encrucijadas morales como la planteada por la Covid-19, cuenta poco.

El 12/04/2020, en una entrevista realizada en la Residencia de Olivos por el periodista Jorge Fontevecchia para Net TV, el Presidente Argentino Alberto Fernández afirmó:

«De la muerte no se vuelve, pero de la economía se vuelve» y «prefiero tener 10 por ciento más de pobres y no 100 mil muertos en la Argentina por coronavirus. Los que plantean el dilema entre la economía y la salud, están diciendo algo falso”.

En resumida cuenta, el paradigma del derecho a la vida, sobre todo de los ancianos y de muchos otros también, lo está derrumbando el Covid-19.

“BRUJOS CON BATA BLANCA”

Como se sabe, aquí en Venezuela y en otros países latinoamericanos se ha desarrollado el programa de formación de médicos comunitarios sobre la base de la experiencia de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM).

Esa experiencia ha sido demeritada hasta tales extremos que, por ejemplo, entre médicos venezolanos, formados bajo la concepción curativa/mercantilista de la medicina, ha circulado la leyenda según la cual los galenos cubanos no eran tales, no eran ningunos médicos, sino unos “brujos con bata blanca”. El desprecio y la ignorancia a su máxima expresión.

Resulta que en Cuba donde se forman esos “brujos con bata blanca”, se ha creado un medicamente, el Antiviral Interferón Alfa 2B recombinante (IFNrec), que está siendo aplicado a pacientes contagiados con el coronavirus sars Cov-2, causante de la enfermedad Covid-19, con buenos resultados. China ha sido uno de los países, más allá de Cuba, que ha hecho uso de ese medicamente y los resultados están a la vista.

Pero no sólo eso hacen esos brujos, también es requerida su presencia y colaboración en otras latitudes. Son cubanos los que han socorrido a países como Italia, China, Venezuela.

Al respecto, el escritor estadounidense, Noam Chomsky, ha dicho que la Unión Europea se ha olvidado de sus Estados miembros que padecen el Covid-19. Alemania, la gran locomotora de esa “unión”, se ha hecho de la vista gorda con la crisis aguda de Italia y España. Pero afortunadamente están “recibiendo ayuda de una «superpotencia» como Cuba, que está mandado muchos médicos”

“El único país que ha demostrado un internacionalismo genuino ha sido Cuba, que ha estado siempre bajo estrangulación económica por parte de EE.UU. y por algún milagro han sobrevivido para seguir mostrándole al mundo lo que es el internacionalismo. Pero esto no lo puedes decir en EE.UU. porque lo que has de hacer es culparles de violaciones de los derechos humanos. De hecho, las peores violaciones de derechos humanos tienen lugar al sudeste de Cuba, en un lugar llamado Guantánamo que Estados Unidos tomó a punta de pistola y se niega a devolver” (Noam Chomsky, en entrevista publicada El Mundo, 21/04/2020, Agencia EFE).

Los “brujos con bata blanca” practican la solidaridad que va más allá de las ideologías y de las concepciones política.

Pero los que de esto no entienden nada, porque sus intereses son más importantes, salen ahora con el cuento de la violación a los derechos humanos que “practica el régimen cubano” contra esos médicos de la solidaridad. Nunca se había visto tamaño despropósito.

Las misiones de médicos cubanos funcionan desde 1963 y según cifras oficiales de Cuba más de 600.000 trabajadores de la salud han prestado servicios médicos en más de 160 países. Actualmente, unos 30.000 médicos cubanos estarían activos en 67 países.

Por ese comportamiento y logro de la medicina cubana muchos sufrieron un shock al observar a los “brujos con bata blanca” socorriendo a naciones del primer mundo ¡Qué cosa más buena!

Ahora el Covid-19 derrumbó el paradigma de los “brujos de batas blancas” y está colocando la situación en su justa dimensión.

EL ESTADO MINIMO

La tesis de Estado mínimo ha entrado en franco cuestionamiento en esta era del covid-19

Uno de los más conspicuos representantes de esta tesis es Robert Nozick, profesor estadounidense, quien en su texto: Anarquía, Estado y utopía (1974), insistirá en que el Estado debe garantizar la seguridad de la propiedad y la integridad física de los ciudadanos. Todo lo demás se deja a la libre iniciativa privada de los individuos. Es lo que se denomina, un “Estado mínimo”, sin mayores estructuras de servicios públicos y una generosa dimensión para el libre mercado y la competencia entre agentes económicos.

Los neoliberales, que han estado en franco auge, y que representan muy bien la tesis del “Estado mínimo”, en esta era del Covid-19, no tienen empacho alguno en acudir ante él para que socialice las millonarias pérdidas de sus multinacionales y del sistema financiero mundial.

La vida da sorpresas. Las ganancias se capitalizan entre una minoría muy pírrica mientras que las pérdidas terminan asumiéndola millones de trabajadores, campesinos y sectores medios.

Lo que se observa es que el mercado y sus leyes no aplican para nada en esta ocasión y los sistemas de salud de los Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Italia y España,  se derrumban por su incompetencia.

El sociólogo y ex vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia Álvaro García Linera, en una video conferencia titulada: «El Estado post-coronavirus: entre la protecciòn proveedora y el autoritarismo patrimonializado» (08/05/2020), afirmó: «Los estados oscilarán entre dos asíntotas: más democratización o más monopolio».

Destacó que frente a esa realidad inédita «las personas han acudido a la llamada de instituciones estatales que justifican las medidas de aislamiento para frenar a un virus letal» y cómo «ese estado, que se supone subordinado para reproducir el orden económico dominante, decide suspender la reproducción ampliada del capital colocando por encima la salud».

Para García Linera, el estado asoma como una «demanda de protección colectiva»: a él se acude porque hay un riesgo, la covid-19 que amenaza a la población, situación que no escapa ni siquiera a aquellos que demandaban un estado mínimo y el triunfo final de los mercados sobre el «populismo estatista», porque ahora temen una «oleada de muertes sorteada en relativa igualdad».

El Sociólogo boliviano cree que a partir de la pandemia, «los estados oscilarán entre una u otra de las asíntotas del aparato estatal: más democratización social o más monopolio». En relación al segundo camino, destacó el ejemplo de Estados Unidos, donde la mayor parte de su billonario paquete de salvataje está destinado a la «liquidez para recompra de acciones y subvenciones a empresas, en tanto la ayuda social no es ampliación de derechos sino que sólo se utiliza para no caer en la indigencia».

En suma, para los fervientes defensores del capitalismo se trata de una «nueva fase de la patrimonialización de bienes públicos que incluirá nuevas formas de disciplinamiento social».

El Covid-19 ha derrumbado, en los hechos, el paradigma del “Estado mínimo”. Lo que está por verse es si este derrumbe será el “fin del final”, como diría el escritor venezolano Eduardo Liendo, en Contigo en la distancia, o una caída más de la cual termine luego volviendo por sus fueros.

¿ES DEMOCRATICO EL COVID-19?

Hay quienes han sostenido la tesis de que ninguna persona está inmune y que cualquier ser humano esta propenso a contagiarse y hasta morir producto del Covid-19. Que no distingue color de piel ni origen étnico.

Sin embargo la realidad es terca en evidenciar que el Covid-19 no es nada democrático. Va al unísono con la sociedad de clase. Es censitario y profundamente desigual. Esto es, no es sólo un problema médico, que lo es, sino también y sobre todo, es un problema de índole social.

Para el filósofo Byung Chul Han, en entrevista publicada el 17/05/2020, el Covid-19: “Está mostrando que la vulnerabilidad o mortalidad humanas no son democráticas, sino que dependen del estatus social. La muerte no es democrática. La Covid-19 no ha cambiado nada al respecto. La muerte nunca ha sido democrática. La pandemia, en particular, pone de relieve los problemas sociales, los fallos y las diferencias de cada sociedad. Piense por ejemplo en Estados Unidos. Por la Covid-19 están muriendo sobre todo afroamericanos. La situación es similar en Francia. Como consecuencia del confinamiento, los trenes suburbanos que conectan París con los suburbios están abarrotados. Con la Covid-19 enferman y mueren los trabajadores pobres de origen inmigrante en las zonas periféricas de las grandes ciudades. Tienen que trabajar. El teletrabajo no se lo pueden permitir los cuidadores, los trabajadores de las fábricas, los que limpian, las vendedoras o los que recogen la basura. Los ricos, por su parte, se mudan a sus casas en el campo”.

La Covid-19 muestra que vivimos en una sociedad de clases. Ese “enemigo invisible”, es muy agresivo, contagioso y produce muertes, pero no lo hace conscientemente. No tiene tácticas y estrategia para su arremetida. Pero cuando o hace, en su inmensa mayoría, lo hace contra los inmigrantes, los negros, los pobres, los más desvalidos o el desecho que va dejando el capital o el descarte en palabras del papa Francisco.

Para evidenciar eso baste con tomar como ejemplo lo que ocurre con el Covid-19 en Estados Unidos, foco actual de la pandemia.

Según el cirujano general de EE.UU, Jerome Adams, uno de los portavoces del gobierno en temas de salud pública, en entrevista con CBS, el 08/04/2020: «Muchos estadounidenses negros están en mayor riesgo ante el covid-19».

Estemos claro en que no es una condición genética lo que hace a los afroamericanos más vulnerables ante el virus, sino una serie de factores sociales que los ponen en desventaja.

Para Amitabh Chandra (08/04/2020), director de investigaciones de políticas de salud en la Escuela de Gobierno de la Universidad de Harvard, además de las condiciones de salud hay otros tres factores que ayudan a explicar por qué la población afro en EE.UU. es más vulnerable ante el coronavirus: Tienen menos seguros de salud respecto a otros sectores de la población, tienen menos ingresos y menos ahorros y son parte de una población que sigue trabajando en las calles durante la pandemia, como policías, empleados de aeropuertos, bodegueros, domiciliarios, etc.

Y si hablamos de los latino la cosa es aún peor. En la ciudad de Nueva York, por ejemplo, las cifras muestran que el 34% de las muertes son de hispanos, un porcentaje incluso más alto que los afroamericanos.

El 16/05/2020, en declaraciones a los medios internacionales, el expresidente de EE.UU, Barack Obama, indicó que la crisis del coronavirus ha recalcado “las desigualdades subyacentes y las cargas adicionales con las que históricamente las comunidades negras han tenido que tratar en este país”.

“Lo vemos en el desproporcionado impacto de la Covid-19 en nuestras comunidades, así como cuando un hombre negro se va a correr y otros sienten que le pueden parar y cuestionar y disparar si no se pliega a su interrogatorio”.

Obama se refería al homicidio de Ahamaud Arbery, un joven deportista negro asesinado el pasado febrero al ser supuestamente confundido con un ladrón en Georgia.

Por tanto, no es cierto que el Covid-19 sea una amenaza para la humanidad entera, pero si los es para los negros, inmigrantes y los más vulnerables socialmente y también, por cierto, lo es para la inmensa mayoría de los pueblos latinoamericanos y caribeños.

¿QUÉ PASARÁ CON LA GEOPOLÍTICA?

Las palabras que más suena en estos tiempos de Covid-19, en el mundo son: crisis y decadencia. Ambas aluden a la economía y el orden capitalista aún prevaleciente.

China, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), tendrá un crecimiento de sólo 1,2% del Producto Interno Bruto (PIB) para este año 2020 y otras fuentes hablan de un crecimiento de 2,2%.

Sea cuál sea al final ese porcentaje, lo cierto es el profundo impacto que eso generará en el planeta tierra, tomando en cuenta que el gigante chino es una de las principales locomotoras de la economía mundial y su crecimiento original se había calculado en 6% del PIB.

La empresa Bloomberg dijo que la economía global perdería alrededor de 3 billones de dólares y algunas de las principales economías industriales verían caer su PIB hasta un 3% y en el caso de Estados Unidos el FMI habla de 5,9%. Lo peor de todo es que la “caja de herramientas” que poseen, no es muy adecuada para la tarea de enfrentarse el daño económico que está causando la pandemia.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) también avizora un panorama nada favorable para la económica mundial

La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, habló de un ‘shock’ económico para la Unión Europea importante similar a la crisis financiera del año 2008.

El Covid-19, según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), ya ha causado una pérdida de muchos millones de dólares en la economía mundial y su duración y profundidad dependerán de tres cosas: cuán lejos y cuán rápido se propagará el virus, cuánto tiempo pasará antes de que se encuentre una vacuna y qué tan efectivos serán los gobiernos para mitigar el daño.

A quienes aseguran que el Covid-19 lo que ha hecho es poner de relieve la realidad de un paciente que estaba sufriendo ya de algún tipo de dolencia previa y pareciera ridículo esperar que un patógeno, como el Covid-19, pueda revertir una trayectoria que lleva desarrollándose mucho tiempo. Por tanto, el Covid-19 puso en evidencia lo que era una gran verdad: la gran crisis que padece el modo de producción capitalista.

El 10/05/2020, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador aseguró:

“No fue la pandemia lo que tiró la economía, lo cierto es que ya la economía neoliberal estaba en crisis, estaba mal. Lo que hizo la pandemia fue acelerar, precipitar el derrumbe económico, sostuvo”

El filósofo, Surcoreano, Byung Chul Han, ya citado, ha dicho: “La Covid-19 ha dejado latentes las diferencias sociales, así como que “el principio de la globalización es maximizar las ganancias” y que “el capital es enemigo del ser humano”.

Y agregó: “El virus no detiene el avance de China. China venderá su estado de vigilancia autocrática como modelo de éxito contra la epidemia. Exhibirá por todo el mundo aún con más orgullo la superioridad de su sistema. La Covid-19 hará que el poder mundial se desplace un poco más hacia Asia. Visto así, el virus marca un cambio de era”.

Según el escritor uruguayo, Raúl Zibechi, en un artículo titulado:” Coronavirus. A las puertas de un nuevo orden mundial” (25/03/2020) menciona que: “una encuesta de Foreign Policy entre doce intelectuales destacados concluye que Estados Unidos perdió su capacidad de liderazgo global y el eje del poder mundial se traslada a Asia. La pandemia es la tumba de la globalización neoliberal, en tanto la del futuro será una globalización más amable, centrada en China y Asia Pacífico”.

Mientras tanto el filósofo esloveno, Slavoj Žižek (06/05/2020), en una entrevista hablará del “comunismo”, “no como un sueño inconcreto, sino simplemente como el nombre para lo que ya está sucediendo (o al menos lo que muchos perciben como una necesidad): medidas que ya se están contemplando, e incluso haciendo entrar en vigor parcialmente. No es la visión de un futuro luminoso sino más bien de un “comunismo del desastre” como antídoto del “capitalismo del desastre”. El Estado no solo debería asumir un papel mucho más activo, reorganizando la fabricación de los productos más necesarios, como mascarillas, kits de pruebas y respiradores, requisando hoteles y otros complejos de vacaciones, garantizando el mínimo de supervivencia a todos los desempleados, etc., sino hacer todo esto abandonando los mecanismos del mercado. Solo hay que pensar en los millones de personas, como los que trabajan en la industria turística, cuyos trabajos, al menos en algunos casos, se perderán y ya no tendrán sentido. Su destino no se puede dejar en manos de los mecanismos del mercado o de estímulos puntuales”

Y agrega: “Las líneas que nos separan de la barbarie son cada vez más claras. Uno de los signos de la civilización actual es que cada vez más gente comprende que la prolongación de las diversas guerras que recorren el planeta es algo totalmente demencial y absurdo. Y también que la intolerancia hacia las demás razas y cultura, y hacia las minorías sexuales, resulta insignificante en comparación con la escala de la crisis a la que nos enfrentamos. Por eso, aunque hacen falta medidas de guerra, me parece problemático el uso de la palabra “guerra” para nuestra lucha contra el virus: el virus no es un enemigo con planes y estrategias para destruirnos, es sólo un estúpido mecanismo que se autorreplica”.

Lo que parece un hecho evidenciado, en esta era del Covid-19, es que la geopolítica actual se derrumbará. Ya Estados Unidos no será su epicentro, ahora otros actores globales están haciendo presencia. En la zona euroasiática está Rusia y en el Continente Asiático China.

Así que la geopolítica que ya se está conformando, en pleno desarrollo del Covid-19, es una geopolítica de varios centros de poder.

Pero lo que no parece muy claro es si estaremos en el definitivo derrumbe del paradigma capitalista, aunque muchas veces los deseos son capaces de hacer que se realicen afirmaciones poco cónsonas con la realidad.

Fuente: El autor escribe para el Centro Internacional de Investigaciones «Otras Voces en Educación»

 

 

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Medicinas invisibles que desnudan la lucha de clases contra el COVID-19

Por: Manuel Humberto Restrepo

En la formación científica del médico su aprendizaje sobre la ética y la verdad es fundamental. De ellas emana su reputación y prestigio, además reflejan la relación entre el pensamiento y saber del médico con la realidad y el contexto concreto de la sociedad a la que sirve. El médico se mueve al mismo tiempo en los dos procesos mas complejos biológica, social y culturalmente que son la vida y la muerte. A veces basta que el médico hable para que tristeza y abandono se conviertan en esperanza o ganas de luchar contra las embestidas del contagio, la desigualdad y la injusticia.

      La tradición de las culturas modernas (S. XVII) forjó la medicina basada en evidencias y diagnósticos, en tipos, patrones, conocimiento de fenómenos e interrelaciones complejas del método científico, organizadas y resumidas en una serie de normas y protocolos, que la distingue de los sistemas clásicos, aunque a veces corre el peligro de confundirse con una especie de moral. Es la que siguen los gobiernos y de la que se ocupan los medios, a la que entre precariedades acceden los pacientes de las capas medias de población, atendida también a medias igual que sus cuidadores, dado el déficit estructural de capacidades tecnológicas y de recursos económicos, ante la inexistencia de un sistema de salud pública, que existió pero fue transferido a inversionistas privados.

      El momento de pandemia exige agradecer a médicos, médicas y demás cuerpos de cuidado de la salud, por su defensa constante de la vida, sin siquiera herramientas adecuadas. Es la primera vez que todas las miradas se detienen en ellos, aunque siempre han estado ahí, defendiendo la vida del asedio de la muerte provocada por pestes, hombres y máquinas de guerra. Pero también la pandemia ha puesto al descubierto la existencia de múltiples medicinas iniciadas hace milenios, que llegan para juntarse, mezclarse, con el propósito de aliviar el sufrimiento. En la baja edad media, Hildegarda de Bingen, buscó en la música, la filosofía y la medicina basada en las plantas, la conexión entre el medio ambiente, el alma y el cuerpo y casi mil años después el Dr. Moscatti, el médico del amor y de los pobres llamaba a defender la verdad y evitar el sufrimiento de los débiles e invitaba a sus colegas a no sólo ocuparse del cuerpo, sino de las almas, con el consejo, y entrando en el espíritu, antes que con las frías prescripciones que hay que llevar al farmacéutico, de ellos hay huellas vigentes.

     Contra la pandemia batallan en silencio esas otras muchas medicinas, que se mezclan y se complementan, unas que buscan la ciencia moderna, otras que le permiten a la gente aferrarse a  la fe o la esperanza en lo popular, lo ancestral o lo divino tratando de evitar el mal u obtener la cura. Los pueblos de América son ricos en sincretismo a la hora de curar, sanar o reparar, fusionando religiones, mitos y tradiciones. Los relatos e historias son invaluables, como los de San Simón o Maximòn (Guatemala) el santo que bebe y fuma, junta lo maya y lo católico, recibe a curanderos y atrae por su calidad de curación o San Gregorio Hernández (Venezuela) el médico fantasma, al que se atribuye seguir salvando vidas. Chamanes, taitas, curanderos, replican el saber de las culturas precolombinas (Aztecas, Incas, Mayas, Muiscas) donde la medicina tenía carácter mágico y el médico era al mismo tiempo el Sacerdote o Jeque, que iniciaba su formación a los 10 años e incluía pasar de 4 a 6 años en un bohío con una comida al día, sin salir al sol, ni lavar su cuerpo (Zubiría R).

     La medicina para la clase social alta, de ricos y poderosos, no tiene mínimas carencias, la otra de la clase marginada y excluida, expuesta y empobrecida, carece de todo, las dos tienen en común que poco se conoce, no se sabe donde están ni cómo funcionan. Los pueblos indígenas en el mundo representan el 6% de la población y están en extrema pobreza (OIT) y decenas de millones están en el destierro y de 7300 millones de habitantes, la mitad está marginada. En Colombia son 102 pueblos y cerca de 2 millones de indígenas (presidencia.gov) acorraladas por el desprecio, sus lideres son perseguidos y asesinados en connivencias múltiples con el estado, olvidados y penetradas sus culturas. En la misma condición, una persona de cada cuatro que habita en las ciudades es pobre y entre la población rural es peor. Más ella de las cifras, la realidad expone a la peste a inmensas mayorías de población encerradas en cordones de miseria, tugurios, comunas, barriadas, nuevos Bronx, alcantarillas, barrios de invasión e incluso céntricas calles de informalidad convertidas en inquilinatos. Son mayorías invisibles, a las que no verán los medios ni alcanzará la medicina moderna, no cuentan en registros oficiales. ¿A quien acuden en la pandemia?, ¿al vecino, al viejo, a la receta o la formula extraída del saber popular de talismanes, cristales y colores que espantan lo malo o lo curan o al saber ancestral indígena, hechicero o sacerdotal o a aguas, rezos y yerbas?.

      La medicina moderna, desfinanciada, sin recursos para cuidar a los cuidadores, ni atender a los pacientes, esta atrapada socialmente, desahuciada económicamente y cuestionada culturalmente, como lo está también la sociedad toda a merced de la verdad que imponga el discursos hegemónico que se proclama equivalente de la misma realidad para descalificar lo demás como ceguera o mentira. No hay cabida para discutir razonamientos sobre nada inteligible, por reducción e imposibilidad de diálogo entre diferencias. La pandemia existe, parece aliada del autoritarismo, del clientelismo y de los sistemas de corrupción, le sirve de excusa a los fascistas, acallar, amordazar y cerrar las puertas a la agenda de la paz y su implementación, para que continúe la barbarie y se ahuyente a la débil democracia. A cambio ha desnudado las distorsiones de la sociedad injusta y desigual, basada en la explotación y dominación de clase que parecía ideal y exitosa. “Lo más difícil, lo más importante, lo más necesario, lo que de todos modos hay que intentar, es conservar la voluntad de luchar por una sociedad diferente sin caer en la interpretación paranoide de la lucha. Lo difícil, pero también lo esencial, es valorar positivamente el respeto y la diferencia, no como un mal menor y un hecho inevitable, sino como lo que enriquece la vida e impulsa la creación y el pensamiento” (E. Zuleta)

P.D. Bienvenidos los 46 nuevos médicos y medicas que graduó anticipadamente la UPTC y valga recordar que la primera mujer graduada de medica en la U.N en 1945, nació en Duitama Boyacá: Inés Ochoa Pérez.

Fuente: https://rebelion.org/medicinas-invisibles-que-desnudan-la-lucha-de-clases-contra-el-covid19/

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OIT: Covid-19 tiene un efecto devastador sobre los empleados jóvenes

Noticia/28 Mayo 2020/prensa-latina.cu

Más de uno de cada seis jóvenes quedó desempleado desde el inicio de la pandemia Covid-19, alertó hoy un informe la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Según el Monitor de la OIT: Covid-19 y el mundo del trabajo, la expansión de la epidemia tiene un efecto devastador y desproporcionado en los trabajadores jóvenes pues además de los que pierden sus puestos, los que permanecen empleados ven reducidas sus horas de trabajo en un 23 por ciento.

Asimismo, revela el estudio, el aumento sustancial y rápido del desempleo juvenil desde febrero afecta más a las mujeres que a los hombres.

‘La pandemia está causando un triple shock en los jóvenes. No solo está destruyendo su empleo, sino que también está interrumpiendo la educación y la capacitación, y colocando obstáculos importantes en el camino de aquellos que buscan ingresar al mercado laboral o moverse entre empleos’, esclarece el análisis.

Igualmente, la investigación recuerda que con un 13,6 por ciento, la tasa de desempleo juvenil en 2019 ya era más alta que la de cualquier otro grupo cuando había alrededor de 267 millones de jóvenes sin empleo, educación o formación en todo el mundo.

De acuerdo con la información del organismo, que también actualiza la estimación de la disminución de las horas de trabajo en el primer y segundo trimestres de 2020, en comparación con el cuarto trimestre de 2019, se reportan como perdidas un 4,8 por ciento de las horas de trabajo en el lapso de enero a marzo.

El número estimado de empleos extinguidos en el segundo trimestre se mantiene sin cambios en 305 millones.

Así, los territorios de las Américas, con más de un 13 por ciento; y Europa y Asia Central (con 12,9 por ciento), presentan las mayores pérdidas en horas trabajadas en el segundo trimestre.

‘La crisis económica de COVID-19 golpea a los jóvenes, especialmente a las mujeres, más duro y más rápido que cualquier otro grupo. Si no tomamos medidas significativas e inmediatas para mejorar su situación, el legado del virus podría estar con nosotros durante décadas’, consideró en el texto el Director General de la OIT, Guy Ryder.

Si su talento y energía se ven marginados por la falta de oportunidades o habilidades, dañará todos nuestros futuros y hará que sea mucho más difícil reconstruir una economía mejor post-Covid, advirtió.

Fuente: https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=369274&SEO=oit-covid-19-tiene-un-efecto-devastador-sobre-los-empleados-jovenes
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