Más de uno de cada seis jóvenes quedó desempleado desde el inicio de la pandemia Covid-19, alertó hoy un informe la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Según el Monitor de la OIT: Covid-19 y el mundo del trabajo, la expansión de la epidemia tiene un efecto devastador y desproporcionado en los trabajadores jóvenes pues además de los que pierden sus puestos, los que permanecen empleados ven reducidas sus horas de trabajo en un 23 por ciento.
Asimismo, revela el estudio, el aumento sustancial y rápido del desempleo juvenil desde febrero afecta más a las mujeres que a los hombres.
‘La pandemia está causando un triple shock en los jóvenes. No solo está destruyendo su empleo, sino que también está interrumpiendo la educación y la capacitación, y colocando obstáculos importantes en el camino de aquellos que buscan ingresar al mercado laboral o moverse entre empleos’, esclarece el análisis.
Igualmente, la investigación recuerda que con un 13,6 por ciento, la tasa de desempleo juvenil en 2019 ya era más alta que la de cualquier otro grupo cuando había alrededor de 267 millones de jóvenes sin empleo, educación o formación en todo el mundo.
De acuerdo con la información del organismo, que también actualiza la estimación de la disminución de las horas de trabajo en el primer y segundo trimestres de 2020, en comparación con el cuarto trimestre de 2019, se reportan como perdidas un 4,8 por ciento de las horas de trabajo en el lapso de enero a marzo.
El número estimado de empleos extinguidos en el segundo trimestre se mantiene sin cambios en 305 millones.
Así, los territorios de las Américas, con más de un 13 por ciento; y Europa y Asia Central (con 12,9 por ciento), presentan las mayores pérdidas en horas trabajadas en el segundo trimestre.
‘La crisis económica de COVID-19 golpea a los jóvenes, especialmente a las mujeres, más duro y más rápido que cualquier otro grupo. Si no tomamos medidas significativas e inmediatas para mejorar su situación, el legado del virus podría estar con nosotros durante décadas’, consideró en el texto el Director General de la OIT, Guy Ryder.
Si su talento y energía se ven marginados por la falta de oportunidades o habilidades, dañará todos nuestros futuros y hará que sea mucho más difícil reconstruir una economía mejor post-Covid, advirtió.
‘Caperucita y el CovidLobo’ es una historia gráfica dirigida a que niños y mayores aprendan a minimizar las consecuencias que la crisis sanitaria puede tener para el desarrollo de los pequeños
– “¿Por qué te lavas las manos cada vez que me tocas?”
– “Es para protegerme mejor”.
– “¿Y por qué llevas esa mascarilla tan fea?”
– “Es para protegerte mejor”.
Cuando, durante la crisis, se anunció la apertura de las escuelas de cero a seis años, se armó no poco revuelo entre madres, padres y maestros. ¿Podía garantizarse el distanciamiento social, prevenir el contagio, y desinfectar convenientemente los edificios y la ropa de menores y adultos? Urgía conciliar, sí, pero apremiaba aún más proteger tanto a los pequeños en las escuelas como a los mayores en casa: por aquel entonces, aún se creía que los niños eran grandes transmisores de la covid-19, algo que no se ha llegado a determinar, según la evidencia científica existente. Medidas sanitarias, sociales, económicas: los políticos se esforzaban por acertar con el paso siguiente ante un enemigo desconocido, pero pocos alcanzaban a preguntarse cómo se sentían los niños cuando toda su realidad cercana se desmoronaba.
A lo largo de media docena de viñetas, en Caperucita y el CovidLobo se repasa cómo sería esa vuelta a la escuela para los niños y niñas de la pandemia de coronavirus. “Lo escribí, como Tonucci con Frato, poniéndome en el lugar de lo que el niño o la niña puede sentir con esas medidas, lo que estamos transmitiendo con ellas. Y quería que los adultos tomaran conciencia de que no solo hablan las palabras; también lo hacen los gestos, y ese lenguaje no verbal es el primero que los niños perciben”, cuenta Heike Freire, autora del texto y experta en pedagogía verde. Un mensaje que se puede ver en cada página: “Yo procuré generar esas distancias sociales en prácticamente todas las viñetas. Cada cosa en un extremo del folio; estiro el brazo, pero no llego a mi amigo, que ni siquiera se inmuta… Eso, un adulto lo entiende a la perfección, y también el niño, a partir de una cierta edad”, añade Rocío Peña, su ilustradora.
¿Es este un cuento para niños o para adultos? Pues depende de cómo se mire. Más allá de unas viñetas amables, y una niña, una escuela y unas estanterías con las que los niños van a sentirse familiarizados, “el cuento se dirige a los padres, para que puedan reflexionar sobre el miedo y la angustia que muchos pequeños están sintiendo con todo lo que está pasando”, explica Freire. Cuando esta reflexión se produce, cuando el adulto se lo ha leído y sabe lo que siente, puede entonces usarlo con los niños y las niñas. “La idea es que sirva para poder sacar miedos, porque creo que todos hemos pasado mucho durante el confinamiento y que todavía estamos asustados. Es importante que los niños se puedan expresar”, añade.
Hay que dominar los miedos
A falta de otros instrumentos, muchos padres han recurrido a la herramienta del miedo al virus hasta convertirlo, efectivamente, en el lobo del cuento. Pero esta dista mucho de ser la más adecuada. Para la Asociación Francesa de Pediatría, “es urgente que dominemos nuestros miedos y que sigamos adelante, por la salud y el bienestar de los niños y de las niñas”, a la vez que lamentan lo que consideran unas medidas excesivas de protección, “más ligadas a los temores de los adultos que a los hechos y a los resultados de las investigaciones en países como Dinamarca, Holanda, Islandia o Italia”, argumenta Freire. Unos estudios que ya han demostrado que los niños están lejos de ser esos grandes contagiadores que se creía que eran al inicio de la crisis, unos “transmisores silentes, que es lo que en repetidas ocasiones ha dicho la Asociación Española de Pediatría”.
En la misma línea, la autora de Caperucita y el CovidLobo, también psicóloga y filósofa, afirma que las medidas de distanciamiento, que sí pueden estar indicadas en aquellos mayores de 20 años que, por ejemplo, trabajan presencialmente, no se justifican en niños y niñas, en los que además pueden ocasionar traumas psicológicos, o como poco ansiedad y miedo: de hecho, una encuesta de Save the Children afirma que uno de cada cuatro niños sufre angustia y ansiedad por el encierro. “Todos tenemos miedo, y eso es normal. Nos faltan los argumentos para explicarles a los niños y las niñas cómo comportarse; por qué salir a la calle o por qué no hacerlo; por qué hacerlo a una hora sí y a otra no, o por qué podemos salir dos personas, pero no cuatro. De ahí que muchas familias necesiten recurrir al miedo, porque son cosas que ni nosotros mismos, los adultos, a veces comprendemos”, se cuestiona Freire.
Sin embargo, para dominar esos miedos, hay que saber reconocerlos y expresarlos, para poder tomar conciencia de ellos y que no te dominen a ti, sino al revés. “Y es urgente que lo hagamos por la vida de esos niños y niñas que tienen derecho a vivir su infancia, y porque, desde el punto de vista del desarrollo y del aprendizaje, una criatura angustiada y con miedo no se desarrolla ni aprende bien”, sostiene Freire. “Por millones de razones, pero sobre todo porque pierde la seguridad y la confianza en la vida, y entonces no se atreve a tomar riesgos; y uno no puede desarrollarse ni aprender sin arriesgarse. Si no te atreves a nada, ni te desarrollas, ni creces, ni aprendes”.
Ser conscientes de nuestros propios temores hace a su vez que podamos ser transparentes con los niños, y que ellos perciban que es normal sentir miedo en circunstancias como las que vivimos. “Si yo le digo a mi hijo que tengo miedo por lo que está pasando, él podrá separarse fácilmente y decir, “es mi madre la que tiene miedo”. Pero si no digo nada y me comporto de una determinada manera, el niño puede recibir esos sentimientos sin saber si son suyos o de otra persona, y ocasionar muchos más conflictos a la larga”.
¿Una escuela más humana?
Más allá de la crisis sanitaria, la pandemia de de la covid-19 representa también, para las autoras del cuento, una oportunidad única para construir una escuela más íntima y humana en la que, para empezar, no se gestione solo desde el punto de vista epidemiológico y a golpe de decreto, sino donde se tomen en consideración otras dimensiones del ser humano, que de alguna manera incluyan las opiniones y los criterios de las familias, los psicólogos o los pedagogos, “porque la salud no solo es el coronavirus, sino que es algo mucho más complejo, que tiene que ver con el bienestar y muchas otras cosas”, afirma Freire. “Ningún coronavirus puede reinar en la escuela”.
El debate sobre cuándo y cómo abrir las escuelas ha de extenderse, aseguran, a otros profesionales, empezando por un comité de expertos pluridisciplinar, a nivel nacional, que contemple a la infancia en todas las dimensiones que tiene, donde se comparta y debata. Un órgano que de unas pautas generales para que luego cada escuela, cada comité o cada pueblo pueda crear sus propias regulaciones: “Hay mucho que aportar desde las familias o desde otros grupos de trabajo. Se trata de ampliar el debate, la reflexión y las soluciones, porque saldrán propuestas concretas y soluciones viables. No sé hasta dónde estamos contando con estas redes, pero me parece, en principio, que muy poco”, asegura Peña.
En definitiva, se trata de implementar estrategias que se centren no solo en protegernos de la enfermedad, sino también en inyectar vida en una escuela renaturalizada y abierta al entorno, con grupos más pequeños que sirvan para aprovechar los espacios de la ciudad: “Es un enfoque que, por ejemplo, ya utilizaba la Institución Libre de Enseñanza antes de la Guerra Civil. Giner de los Ríos tenía una extensa lista de todos los lugares donde había que hacer escuela, aprovechando todo lo que tengas alrededor: una playa, un parque, un río, una montaña o un jardín público, pero también en una biblioteca, el centro de ocio y tiempo libre e incluso la cárcel”.
Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/05/26/mamas_papas/1590462043_255092.html
África/Costa de Marfil/28 Mayo 2020/prensa-latina.cu
Miles de niños con máscaras faciales están de vuelta hoy en las escuelas de Costa de Marfil, uno de los primeros países de África en reiniciar las actividades lectivas tras un cierre de dos meses por el nuevo coronavirus.
Con un total de dos mil 376 casos y docenas de nuevas infecciones cada día, Costa de Marfil aún no ha contenido el virus, pero las autoridades confían en que los alumnos puedan estudiar juntos con seguridad después de la introducción de medidas de higiene adicionales.
Se trata de una disposición arriesgada porque todavía la pandemia no está contenida, y servirá a los países cercanos para evaluar si esta decisión causa un aumento en la infección, apuntan expertos.
El Ministerio de Educación de Costa de Marfil aseguró en una declaración oficial que aprecia la seriedad de su decisión.
Tenemos el deber imperativo de garantizar que los niños que nos confían puedan completar su educación, dijo el funcionario del Ministerio Assoumou Kabran.
De acuerdo con especialistas del área, África no sufre actualmente un golpe tan fuerte como se esperaba de la Covid-19, pero organismos internacionales advirtieron en las últimas semanas que las medidas de relajamiento pudieran echar por tierra la acertada respuesta dada en los inicios de la pandemia.
Los animales toman las ciudades durante la cuarentena.
Todo seguirá igual en la nueva «normalización» que imponen los gobernantes, aunque siga el virus, ¿Normalizar el qué? ¿Lo que ya era una destrucción progresiva de la madre naturaleza? ¿La extinción de miles de especies cada semana? El calentamiento global de un planeta que nos quiere fuera de sus tristes y desolados ecosistemas.
Los delfines que regresaron felices a las aguas limpias de la orilla, pensando quizá que habíamos tomado conciencia, volverán llevándose a sus crías a las profundidades, huyendo de las hélices de las motos acuáticas que les destrozan la carne, de millones de guantes y mascarillas infectadas flotando en el mar.Estos días lo he visto en mis escuetos paseos huyendo del bullicio de los horarios programados, de la locura de la gente que no tiene conciencia de la magnitud de la situación de una pandemia que será en breve mucho más mortal, tipos que se te acercan a menos de un metro o que estornudan a tu lado, guantes y mascarillas usadas colgadas en los troncos de las palmeras, tiradas en el suelo, fuentes con agua cristalina donde flotan servilletas usadas para sonarse los mocos.Aquel silencio del confinamiento que me permitió ver o escuchar animales que desde niño no sentía, fue un verdadero espejismo, la recuperación de la ecología sin nosotrxs es un hecho, por eso he imaginado soñando despierto la recuperación ambiental del planeta si nos extinguiéramos del todo en las sucesivas oleadas de los Covid y otros virus peores que irremediablemente llegarán en los próximos años. Fue un sueño bonito ver siervos y osos con sus crías campando por una gran ciudad, jabalíes con su piara de bebés y ovejas correteando en un centro comercial.El canto del buho chico cazando entre la araucaria y los dragos de mi casa, la lechuza blanca y de vuelo silencioso contemplando atónita una isla sin coches, sin humanos, sin ruido, sin humo, sin gritos, sin ese olor mortal al que huelen los homo sapiens, del que todos los animales huyen como del fuego más mortal, el olor a muerte más terrible que ha existido en la historia de su fecunda madre. En medio de la cuarentena, delfines se pasean por la bahía de Cartagena y Santa Marta Imagen de referencia: Pixabay.com
Un amigo íntimo que no puedo nombrar a petición suya me ha enviado estos últimos meses al móvil vídeos que tampoco puedo difundir, son de una playa solitaria donde vive con su familia en una casa ocupada en un barranco hace más de treinta años, un lugar ya de por si imposible y alejado para llegar, lo que he visto a pocos metros de la orilla me ha hecho llorar, imágenes insólitas hace tan solo tres meses, seres mágicos de las profundidades confiadas a menos de dos metros de la arena limpia del fondo, lo más parecido que he observado a la felicidad plena en sus ojos brillantes e inteligentes.
Comentamos, que solo será apenas por un tiempo, que en breve de nuevo esa playa y otras estarán llenas de basura, de plásticos, de tortugas enredadas en las redes de arrastre, de delfines y zifios varados con los pulmones repletos del microplástico que los humanos utilizamos diariamente.
Así será esto cuando no estemos pensamos, debatimos, hablamos muy poco, yo lo traje una vez desde su confinamiento voluntario a dar una conferencia a la capital, desde que comenzó a hablar con su bajo tono toda la sala se quedó en silencio, era la voz de la paz interior, de la ternura natural, el mismo sonido que emiten los animales que siguen viviendo en libertad a pesar de la casi destrucción del planeta.
Nos queda poco en la Tierra, por ello ese afán desesperado de los multimillonarios de Silicon Valley y de otros lugares del exterminio en construir bunkeres gigantes bajo la tierra fértil de Nueva Zelanda, saben a la perfección que esto se va a pique, por eso tratan de mantener su esencia destructiva en esos pocos espacios de esa isla mágica hasta que se le agoten los recursos y tengan que salir a enfrentarse con lo desconocido, los animales y especies vegetales que sobrevivan colonizarán de nuevo el planeta, lo llenarán de sus cantos armoniosos, de sus rugidos y aullidos a la madre Luna.
Las selvas serán de nuevo observadas desde el espacio como el mejor legado natural de este trocito de polvo estelar donde ahora vivimos.
En días recientes se registraron importantes movilizaciones, muchas no convocadas por los canales tradicionales, en varios países, pasando por encima de las restricciones y los controles policiales y militares. Los sucesos más importantes ocurrieron en Grecia, Chile y Haití.
Desde Grecia, Evgenia Michalopoulou relata cómo los jóvenes, después de 48 días de cuarentena, en un país que tiene sólo mil 300 casos activos y 165 fallecidos, comenzaron a ocupar las plazas de los barrios. El clima está mejorando y como los bares siguen cerrados, se juntan en las plazas a tomar cerveza hasta la madrugada, en claro desafío al aislamiento.
La reacción histérica de los medios y del gobierno derechista llevó a que la policía antidisturbios comenzara a perseguir a los jóvenes con gases, sellando las plazas y prohibiendo la circulación en la Kalithea de Salónica. Al día siguiente, familias enteras desafiaron las órdenes policiales permaneciendo en la plaza, actitud que se repite en muchas otras, en una desobediencia espontánea y al mismo tiempo organizada, como puede verse (https://bit.ly/3e0mYl5).
Ante cada represión policial, la respuesta de abajo son marchas con miles de personas, barrios enteros recuperando sus plazas, ganando en confianza, al punto que las calles están llenas, la gente se sienta en los escalones y las puertas y, de repente, te sientes como si estuvieras en un pueblo. La insistencia de la gente ha obligado al gobierno a abrir cafés y bares una semana antes de lo previsto, relata Evgenia.
En Haití la oposición convocó para el lunes pasado una jornada de protesta, exigiendo la renuncia del presidente del país, Jovenel Moïse, pese a las restricciones impuestas por la pandemia. Fue convocada por Sector Democrático y Popular, en una fecha que coincide con el aniversario de la creación de la bandera nacional, hace 217 años.
El presidente Moïse es criticado por la gestión durante la pandemia y la corrupción, lo que sumado a un intenso ciclo de protestas provoca una precaria estabilidad, con enfrentamientos incluso entre policías y ejército en el contexto de una creciente extensión de la crisis sanitaria (https://bit.ly/3bKVTRf).
Es evidente que la protesta haitiana está lejos de haber finalizado, al igual que está sucediendo en Chile.
En Santiago se vivieron momentos que recuerdan la revuelta popular lanzada en octubre. La comuna El Bosque tomó la iniciativa con una masiva presencia juvenil en las calles, con barricadas y enfrentamientos que forzaron a los carabineros a retroceder, momentáneamente. En pocos días se extendieron a todo el sector sur de Santiago e incluyeron La Legua, uno de los barrios históricos en la resistencia al régimen de Pinochet.
Los motivos son el incumplimiento del gobierno en la distribución de alimentos. La modalidad fueron las barricadas para defender las poblaciones e impedir el ingreso de los uniformados. Las masivas protestas iniciadas el 18 de mayo, no por casualidad, coincidieron con la fecha en que se cumplen siete meses del comienzo de la revuelta. La represión está gaseando las comunas populares, en respuesta ridícula a los levantamientos.
En primer lugar, debemos consignar que la lucha callejera es apenas una de las modalidades que adopta la resistencia a la militarización. Antes de ganar las calles, las asambleas territoriales en Chile siguieron activas, en redes de abastecimiento y contrainformación, en el apoyo a personas contagiadas o vulnerables, en la creación de huertas urbanas, y muchas pequeñas acciones de baja visibilidad, pero de hondo contenido comunitario.
De lo anterior, se deduce que la manifestación y la acción pública no son, ni pueden ser, ni el centro ni el único modo de hacer de los pueblos en movimiento. La salida a la calle tiene sus pros y sus contras, que deben ser evaluados colectivamente. Los pueblos originarios raras veces se manifiestan y, cuando lo hacen, la acción tiene connotaciones bien diferentes a la protesta que demanda al Estado algún derecho o por algún incumplimiento.
La segunda cuestión, aunque parezca contradictoria, es que el levantamiento de los pueblos es lo que puede frenar la tendencia a la militarización acelerada que buscan los gobiernos que gestionan la pandemia. Sólo acciones desde abajo pueden desbaratar la represión y el control que nos imponen. Un tipo de control que no tiene la menor relación con los necesarios cuidados ante el coronavirus.
El sistema ha pasado de imponer rejas y cámaras de vigilancia para combatir la delincuencia, al uso de mascarillas y el distanciamiento para combatir el virus. En ambos casos, se trata de una lógica típicamente colonial/patriarcal que no resuelve la inseguridad, sino que la profundiza porque los cuidados individualizados tienen poco vuelo si no forman parte de cuidados comunitarios.
El sistema-mundo capitalista está llegando a un punto de bifurcación, como anunciaba Immanuel Wallerstein. Sin embargo, no estamos ante una ley inexorable. El futuro depende de la acción colectiva.
Todo proceso educativo conlleva dos elementos inherentes y complementarios uno del otro: por un lado, tenemos la enseñanza y sus múltiples facetas, sea cual fuere el tipo o el nivel de la enseñanza de que se trate, y otro aún mas importante, el aprendizaje que se pretenda adquirir al final del proceso.
Las teorías pedagógicas aportan diversos paradigmas educativos a los que se pueden adaptar didácticas mas o menos funcionales, según la diversidad de contextos que se presentan dentro del pluralismo social, económico y cultural
Pero hoy por hoy, vivimos cambios en la enseñanza históricos y relevantes que, como todo fenómeno de gran magnitud, repercutirán, inevitablemente, en el futuro a mediano y largo plazo y, aunque aún no podamos vislumbrar el grado de esa relevancia, si nos es posible adivinar que esos cambios serán trascendentales como, de hecho, ya lo son.
Los procesos educativos que se han tenido que implementar constituyen, queramos o no, una improvisación que queda muy lejos de lo que se puede considerar como un sistema, ya que un sistema es algo establecido, aunque no sea inamovible, ningún sistema lo es; recordemos que el sistema geocéntrico (Ptolomeo, siglo II d.C.) fue aceptado como verdad durante, aproximadamente, mil cuatrocientos años, hasta la revolución heliocéntrica de Copérnico (año 1507), y, aun así, hubo que ir mucho mas allá.
Las circunstancias actuales han llevado a las escuelas y a los docentes a generar estrategias para que los estudiantes no dejen de serlo, esto es, la educación en línea, pero ello no representa un paradigma educativo a implementarse en el futuro, sino que solo se trata de una medida emergente de la que hubo de echar mano ante una situación de contingencia inevitable.
Cierto es que la oferta educativa basada en las Tic’s se expande cada día mas, de ahí la proliferación de las plataformas virtuales, sin embargo, los resultados generales finales están muy lejos de ser considerados como efectivos, aunque indudablemente, hay resultados parciales, como podría ser el caso de los tutoriales, cuya efectividad está determinada por intereses personales y específicos.
Ante la improvisación, existe gran cantidad de maestros que ni están preparados para hacer llegar los contenidos mediante plataformas, ni cuentan con la infraestructura tecnológica que garantice la funcionalidad.
Por otro lado, la propia SEP no cuenta con los recursos necesarios y suficientes para desarrollar la educación a distancia, ya que también, y en primer lugar, ha tenido que improvisar.
Queda por mencionar el aspecto en el que mas debemos centrar nuestra atención: el aprendizaje. Sabemos que miles de estudiantes tampoco cuentan con la tecnología y/o las habilidades que se requieren para estudiar a distancia y si, aun al interior del aula el aprendizaje no es evidente, por mucho que se generen carpetas de evidencias, menos podremos garantizar el éxito, aunque sea parcial, al final del ciclo escolar que, como está visto, cerrará como va, como educación a distancia.
No se trata de minimizar la importancia del esfuerzo; malo habría sido que nada se hubiera hecho, de lo que se trata es de plantear una realidad que nos alcanzó hace mucho tiempo, antes de la calamidad pandémica y que se resume en la pregunta ¿los estudiantes, realmente están aprendiendo, o solo están cumpliendo, en el mejor de los casos, con las actividades con el propósito de acceder a una calificación que tranquilice a los padres de familia y a nuestras conciencias y, por fin, darle carpetazo al año escolar 2019-2020?
Otro punto de importancia es el hecho de que los docentes permanecen mucho mas tiempo frente a sus dispositivos ahora, que el que el que ocupaban frente a grupo en sus horas-clase, esto sin mencionar el tiempo de calidad, y sin pago, que siempre se ha empleado en preparación, revisión y calificación, lo que implica mayor desgaste y cansancio, además del desembolso que se ha tenido que hacer para hacerse de los recursos tecnológicos necesarios; el hecho de no tener que trasladarse al lugar de trabajo, a la escuela, y del tiempo y dinero que se puedan ahorrar en ello, no compensa el esfuerzo y el gasto que día con día se realiza desde casa, que se ha convertido en una ventana a la que asoman, muchas veces, también, los ojos inquisidores de los padres de familia.
Se ha vuelto imperativa la búsqueda de herramientas, como videos y actividades y estrategias diversos con el fin de que los maestros y los alumnos cumplan con un programa que no queda muy claro hasta dónde llegará.
De ahí que no podemos esperar que la educación en línea se convierta en un modelo pedagógico, no lo es ni lo será; la escuela física siempre será necesaria por su trascendencia social y para la evolución histórica de los pueblos, es un espacio para el desarrollo físico y mental, para las relaciones humanas y la interacción entre individuos.
Sin embargo, debemos generar las estrategias necesarias para enfrentar de la manera correcta las problemáticas que se puedan presentar, como la que vivimos en la actualidad, y debemos estar preparados para que, en el futuro, cercano o lejano, estemos en la posibilidad de asumir la responsabilidad de la educación en tiempos de crisis y, para ello, tanto los particulares, como el gobierno deberán invertir en la capacitación y actualización, tanto de maestros como de alumnos y en los recursos materiales adecuados, con el fin de no dejar toda esta carga a los maestros y, en última instancia, a los padres de familia.
Por ello, es necesario reconocer la labor de los maestros, pero de los que no se han quedado cruzados de brazos, de los que día a día, se sientan frente a sus dispositivos y no se levantan hasta entrada la tarde porque, si bien, ellos no son los responsables de la contingencia de salud, sí serán los responsables de que la educación no se convierta, también, en una contingencia.
“Más que seres de carne y hueso, las personas somos seres hechos de emociones que se convierten en una narrativa” – Regina Freyman
Los educadores son mentores que acompañan y forman a los héroes del futuro. Todos los días, maestras y maestros se arriesgan a través de una pantalla a motivar a su alumnado a ser la mejor versión de su propia historia. De acuerdo con la experta Regina Freyman, más que seres de carne y hueso, las personas somos seres hechos de emociones que se convierten en una narrativa, la cual hace posible que nos levantemos todos los días para escribir nuestra historia de vida. Así lo explicó Regina en nuestro webinar. Si no tuviste oportunidad de seguirlo en vivo lo puedes consultar aquí, cada segundo de este webinar vale oro.
La pandemia por COVID-19 y el confinamiento que vivimos, nos ‘quitaron’ la libertad de salir de casa para realizar las actividades que nos gustan, para reunirnos con la gente que más amamos, la familia y los amigos. Nos sentimos atemorizados de perder la salud o la vida misma. Hoy más que nunca nos aferrados a vivir y comprender, ¿por qué un virus nos tiene encerrados? Esto nos hace replantearnos la vida, el trabajo y nuestro papel en esta nueva realidad.
Si aprendemos acontar una historia de unidad y resiliencia saldremos victoriosos de la crisis que vivimos por COVID-19 y de cualquier otra. La humanidad necesita recuperar la posibilidad de contarhistorias colectivas que nos ayuden a comprender que somos uno con el entorno y que entre nosotros estamos ligados como neuronas de un gran cerebro colectivo, así lo explica Regina en esta sesión de gran inspiración para todos lo que seguimos el webinar.
“La idea de narrar nos da coherencia poniendo al dolor en palabras, sacándolo de ti lo puedes ver con claridad y perspectiva, convirtiéndolo en algo manejable que tiene límites y rostros. Narrar un suceso traumático nos hace superar la agonía”.
A continuación, te comparto un resumen de los conceptos principales que nos compartió Regina en la sesión en vivo o también puedes revisarlos con mayor profundidad en el video.
La resiliencia es un concepto que proviene de la Física. Es la capacidad que tienen los metales para amoldarse fácilmente a la estructura que los contiene. En este sentido, la resiliencia es la capacidad que tiene una persona de adaptarse a nuevas situaciones.
El relato es la única forma de reconstruir y poner orden al dolor sin palabras. Sin ser conscientes de ello, todos los días nos relatamos algo que nos ayude a salir adelante y darle sentido a la situación que vivimos.
Un maestro es un tutor explícito de resiliencia. Por ello su labor es tan importante.
Existen tres factores que impiden la resiliencia: el aislamiento afectivo, la falta de sentido y la vergüenza.
Tipos de resiliencia: nula, recuperación de la capacidad de vivir y compensatoria.
Antes de contar algo, en la mente revolotean mil ideas y en el cuerpo mil señales, a eso se le llama relato preverbal. ¿Qué te dicen los relatos preverbales de tus alumnos y el tuyo mismo? ¿Cómo manifiesta el cuerpo y el lenguaje no verbal el relato por venir?
Una vez que las ideas se ordenan y escuchamos a nuestro cuerpo, surge una voz interior que se expresa, a eso se le llama relato solitario. Los maestros, las familias y los líderes podemos influir enormemente en la construcción de esa historia.
Una vez que exteriorizamos la historia de lo que somos, de nuestros sueños y anhelos nos sentimos capaces de compartirlos. Todos nos necesitamos para contar una historia, a esto se le llama relatos compartidos.
La cultura es un murmullo, miles de voces que se acomodan para contar nuestra historia social, la de familia, la de la comunidad, la del país, la del mundo incluso. A eso se le llaman relatos colectivos.
Revive este webinar (video)que nos ayudó a descubrir por qué la inteligencia emocional se sostiene sobre la capacidad de contar la mejor historia posible cada vez que nos enfrentamos a un conflicto o a una crisis. Una historia es capaz de cambiar al mundo. De hecho, es lo único que siempre lo ha logrado.
Regina Freyman es adicta… a las historias. Sabe por experiencia que las historia salvan, desde el divorcio de sus padres hasta la dolorosa muerte de su hermana. En busca de palabras estudió letras en la UNAM, se especializó en cuento en la IBERO y tiene 15 años narrando la vida desde el TEC.
Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/historias-humanas-y-resiliencia
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