Tras dos meses de educación a distancia por el nuevo coronavirus, la vuelta a las clases presenciales la semana pasada estuvo marcada por la controversia en Francia, donde padres, alumnos y docentes manifestaron sentimientos encontrados por la reapertura de los establecimientos, en un país en el que la pandemia causó más de 144.000 infectados y 28.000 muertos.
Cuando el primer ministro francés, Édouard Philippe, anunció a finales de abril la reapertura de las escuelas como un «imperativo de justicia social» y «pedagógico» ante el Parlamento, los diputados opositores criticaron la medida por considerarla prematura y forzada.
Los legisladores rechazaron, sobre todo, que la reanudación de las clases sea «voluntaria» y no obligatoria, por dejar esa decisión «odiosa» y «angustiante» a los padres.
La medida iba también contra la opinión del Comité de Científicos y de la Federación de Médicos, que la veían como «un riesgo inútil», pero la Asociación Francesa de Pediatría la respaldaba por estimar que la Covid-19 afectaba poco a los niños y estos eran menos contagiosos que los adultos.
Es una vuelta complicada porque los maestros están divididos entre la alegría de reencontrar a sus alumnos y el hecho de volver en estas condiciones que nada tienen que ver con la escuela de antes”
FRANCETTE POPINEAU, VOCERA DEL SINDICATO DOCENTE SNUIPP-FSU
El gobierno defendió la iniciativa como un «desafío prioritario» para reincorporar al sistema educativo a los alumnos «perdidos» por la educación a distancia y organizó reuniones con sindicatos, asociaciones de padres, autoridades locales y expertos para definir el regreso progresivo a las aulas.
El 11 de mayo fue el turno de reabrir las guarderías, jardines de infantes y escuelas primarias de todo el país, mientras que el pasado lunes se reanudaron los colegios secundarios, pero sólo para los alumnos de 11 a 13 años y en las zonas donde la circulación del virus era menor.
«Es una vuelta complicada porque los maestros están divididos entre la alegría de reencontrar a sus alumnos y el hecho de volver en estas condiciones que nada tienen que ver con la escuela de antes», afirmó Francette Popineau, vocera del sindicato docente SNUipp-FSU, el más importante del país.
Para Popineau, los educadores están «perturbados» porque en pos de la seguridad y la salud de los chicos «deben impedirles vivir su vida de niños».
Unos sentimientos experimentados por Laetitia Boute, maestra de primaria en una escuela de Boulogne-sur-Mer, en el norte del país, quien siente temor por la rigidez del protocolo sanitario y felicidad por reencontrar a sus alumnos, si bien de momento sólo cuatro de 27 volvieron al aula.
En su institución, ubicada en una zona desfavorecida de la ciudad, sólo el 15% del total de estudiantes retomaron las clases, mientras que en los barrios más acomodados la cifra asciende al 80%.
«El desconfinamiento ahondó las diferencias entre los medios sociales. Nosotros perdimos una decena de alumnos en estos dos meses», admitió la docente en diálogo con Télam.
Según explicó, muchos de los padres eligieron no mandar a sus hijos a clase por tres motivos: pueden cuidarlos en casa por no tener empleo, tienen mucho miedo al virus y, al final, la escuela no es algo prioritario para ellos.
«Pero los niños que volvieron están felices y para nada traumatizados por el protocolo», aseguró.
Una afirmación compartida por Claire y Francois, quienes decidieron enviar a sus tres hijos de vuelta al jardín porque sintieron que la anormalidad del aislamiento los afectaba.
«Los chicos volvieron re contentos. Nos compartieron más sobre el jardín que antes y notamos que les hace bien ir», señaló Francois.
Como las clases fueron divididas, los nenes van dos veces por semana, en vez de cuatro, pero la vuelta ayudó a esta familia de las afueras de Lyon, en el sudeste del país, a respirar un poco y reencontrar un equilibrio, precisaron.
Ambos se dijeron satisfechos con las medidas tomadas y los esfuerzos de los docentes por respetar las reglas sin sacrificar el contacto con los alumnos.
«No hay una paranoia al punto de no tocar más a los niños», contó Claire, quien, sin embargo, se vio afectada por una canción que le enseñaron a su hijo de tres años que dice que no deben tocar a los demás para protegerse.
«Me pareció triste, es un poco lo contrario de todo lo que queremos enseñarles», reconoció.
Los niños que volvieron están felices y para nada traumatizados por el protocolo”
LAETITIA BOUTE, MAESTRA DE PRIMARIA
Las estrictas medidas sanitarias fueron justamente lo que empujó a los Tresserras, una familia que vive en una granja en el sudoeste del país, a no llevar a sus hijos de nuevo al jardín.
«El protocolo sanitario nos pareció demasiado restrictivo y, de momento, los chicos no tienen ganas de volver», explicó la madre.
Otros padres, en cambio, no tuvieron elección por tener que retomar sus trabajos.
Ese fue el caso de Lucie Bauster, profesora de biología en una secundaria bilingüe de los suburbios de Lyon, quien expresó su felicidad por volver a la enseñanza presencial, aunque no ocultó sus temores.
«Estamos tensos y, además, cansados porque estos últimos meses tuvimos el triple de trabajo», dijo en referencia a la educación a distancia.
En tanto, Isabel Nebreda, profesora de español en dos secundarias de las afueras de París, seguía con las clases telemáticas por encontrarse en una llamada zona roja, donde la reapertura de los colegios será decidida el próximo jueves en función de la evolución de la pandemia.
Consultados por el balance de estas dos semanas, desde el Ministerio de Educación optaron por la prudencia.
«Es una reapertura muy progresiva y aún esperamos las directivas que dará el gobierno la semana próxima para saber cómo continuar», concluyeron.