Por: Franklin González
Toda teoría, querido amigo, es de color gris, pero el árbol dorado de la vida brota siempre verde. (Johann Wolfgang von Goethe).
No estableceremos el paradigma en los términos en que lo plantea Thomas Kuhn en su conocido texto: La estructura de las revoluciones científica, donde lo define como: “Logros científicos que generan modelos que, durante un período más o menos largo, y de modo más o menos explícito, orientan el desarrollo posterior de las investigaciones exclusivamente en la búsqueda de soluciones para los problemas planteados por estas”.
Más bien, modestamente, nos interesa entenderlo como todo modelo o ejemplo a seguir que está arraigado en el imaginario colectivo de la gente. Paradigma en términos griegos παράδειγμα o parádeigma.
El Covid-19 ha producido en más de un creyente, y no sólo de lo divino, sino también de lo profano, un shock en su alma, una cachetada a sus formas de pensamientos.
Para algunos ha aparecido lo que aquí llamaremos, dolor del alma, dolor al dogma, dolor a la creencia, dolor de la “verdad que era mentira”..
Hay quienes siempre han proliferado la creencia de que los mejores sistemas de salud se encuentran en Estados Unidos y los países de la Unión Europea, pero ahora observan impávidos, incrédulos, que es precisamente en esos lugares donde esté incubado el epicentro de la pandemia.
Para muchos analistas internacionales de lo que se trata es que el Covid-19 está tocando los cimientos de un modelo civilizatorio y a sus “avances científicos y tecnológicos”, trastocando la forma de ver el mundo de algunos cuantos millones de seres humanos.
En este ensayo intentaremos reflexionar en algunos paradigmas que se derrumban en esta era del Covid-19.
SE DERRUMBA LA CERTIDUMBRE
Si algo ha puesto en evidencia el Covid-19 es que el determinismo absoluto se derrumbó. Las evoluciones lineares, la reversibilidad del tiempo no es lo que está prevaleciendo en el firmamento.
Hoy hace presencia el principio del desorden y el principio de indeterminación, todo en el contexto de un diálogo de saberes, en una óptica dialéctica donde los diferentes actores intercambian visiones, percepciones, conocimientos, muy diversos, donde se transversaliza lo faber, lo demens, lo ludens, lo sapiens y lo politicus, lo civicus, lo religiosus y lo oeconomicus .
Para el científico británico, Stephen Hawking en su Breve historia del tiempo: del Big Bang a los agujeros negros (1988), estaríamos cerca del fin, del momento en que podríamos descifrar el “pensamiento de Dios”.
Para el físico ruso Ilya Prigogine en su texto El fin de las certidumbres (1996), la aventura “recién comienza” porque se asiste al “surgimiento de una ciencia que ya no se limita a situaciones simplificadas, idealizadas” que nos instala “frente a la complejidad del mundo real, una ciencia que permite que la creatividad humana se vivencie como la expresión singular de un rasgo fundamental común en todos los niveles de la naturaleza”. También afirma que: “nociones como el caos se han popularizado e invaden todos los ámbitos de la ciencia, de la cosmología a la economía”.
Mientras que Immanuel Wallerstein, en el ensayo “El fin de las certidumbres y los intelectuales comprometidos” (2005) dice que: “Debemos inventar un nuevo sistema histórico sin estar seguros de salir victoriosos. Debemos hacerlo porque existe la posibilidad de reinventar el mundo, pero repito, sin la certeza de que vayamos a triunfar”.
Por tanto, estamos en presencia de la incertidumbre y lo no lineal, del rompimiento con ese conocimiento estructurado, con categorías determinadas en el plano horizontal y consecuencial, únicamente producidas por el hombre, como movimiento lineal de sujeto-objeto, pero sin historicidad, sin conciencia de que lo humano y las comunidades humanas al margen de sus propias historias no se entienden, como de alguna manera lo narra Juan Bautista Segalé (2014) en el texto ¿Qué significa pensar desde América Latina?
Todo ello evidencia una realidad compleja y por tanto, parafraseando Edgar Morín en el texto La Vía para el futuro de la humanidad, hace falta un pensamiento complejo, más allá de la lógica y de la razón, a los fines de un aporte de conocimiento no alineado, no fragmentado, no binario y con bucles retroactivos.
Con el Covid-19 se plantea el dilema de si todo seguirá igual o el ser humano entenderá que para asegurar su especie es necesario cambiar profundamente.
¿Cuál de los dos será el camino que se escogerá?
Al parecer aún no se sabe en esta era de incertidumbres.
VENEZUELA: ¿EPICENTRO DEL COVID-19?
El 28/01/2020 se difundió un informe elaborado por Global Health Security Índex en cual se estableció una tipología de países para enfrentar el Coivid-19.
Por un lado, los países mejor preparados eran Estados Unidos, Reino Unido y Países bajos. De América del Sur, Venezuela era el menos preparado.
Según la información que circuló, ese informe se realizó mediante el análisis cuantitativo de varios indicadores como los niveles de prevención ante patógenos emergentes, los protocolos de detección temprana de epidemias, la velocidad de respuesta y mitigación, la suficiencia de los sistemas de salud para tratar a personas afectadas y trabajadores de la salud, el apego a normas internacionales y el riesgo general de los países con distintas vulnerabilidades generadas por el entorno.
Desde adentro y desde afuera, se aseguraba que Venezuela, que pasa por muchas dificultades y que nadie puede negar, agravadas por el bloqueo económico y comercial de Estados Unidos, no aguantaría esta pandemia; que habría una mortandad por “los niveles de pobreza y miseria” que existen, que ni siquiera habría tapabocas ni muchos menos centros hospitalarios para atender los miles de casos que se contagiarían y tampoco médicos, porque la inmensa mayoría se “había ido del país”.
Resulta que como una bofetada en la cara, a quienes esto afirmaban, el epicentro del contagio hoy es Estados Unidos, su modelo societal, su ejemplo a seguir. Al ver las estadísticas en América, EEUU tiene, para el 27/05: 1.695.776 casos positivos por COVID-19, 100.047 fallecimientos y 384.902 recuperados, mientras que para la misma fecha en Venezuela el número de contagiados llega a más 1.245 personas, con 11 personas fallecidas y los dados de altas a 302.
Como la crisis en EEUU es inocultable, ya sus admiradores no miran hacia su modelo de referencia, pero siguen vaticinando malos resultados para nuestro país, no tanto con la seguridad que lo hacían al principio, ahora se trata de deseos macabros, malévolos, porque quieren, hasta que por desgracia divina (parece un oxímoron), que en Venezuela se contagie la mayor cantidad de compatriotas y haya mortandad por doquier. Son los necrófilos
Y pensar que la mayoría profesa una creencia divina, creen en Dios y Jesucristo y algunos -no todos, por cierto-, acuden a la iglesia, rezan, se comulgan y así y todo le “desean mal al prójimo”.
Los médicos infectόlogos, Julio Castro y Jaime Torres, en declaraciones dadas al diario Clarín de Argentina, publicadas el 02/03/2020, pronosticaron lo siguiente: “Venezuela no está preparada para afrontar la posible llegada del Covid-19”, por “la carencia de medicamentos e insumos, las dificultades del sector público de salud y la falta de centros de diagnósticos”.
También afirmaron que los médicos venezolanos no están preparados para diagnosticar, para realizar medidas de aislamiento, ni protección de equipos”.
Por último, el infectόlogo Castro sentenció que, según el índice de preparación de un país y los indicadores de resultados: «Estamos entre los últimos del mundo» y esto es así, “porque implica preparación de recursos humanos, insumos, medicamentos, infraestructura, sistemas de pruebas, notificación de casos y no los tenemos”.
Que objetividad la de estos médicos, metidos a brujos o a oráculos.
Una pregunta para ellos: ¿Cómo harán para pararse frente a sus estudiantes, de pregrado y postgrado, y explicarles que sus pronósticos, nada científicos y sí con mucho contenido político, se estrellaron con la realidad? Y la ética, que a diferencia de la moral que puede diluirse en lo colectivo, es absolutamente individual: ¿Dónde queda?
Como esas opiniones nacionales están bien engranadas, el 20/03/2020, el editorial del diario estadounidense The Washington Post tituló: “¿Por qué la propagación del covid-19 en Venezuela es una perspectiva particularmente aterradora?”, aseguró:
“La propagación aparentemente rápida de la epidemia allí presenta una perspectiva particularmente aterradora, dado que el sistema de salud del país ya estaba en un estado de colapso, sus ciudadanos han huido a otros países latinoamericanos a un ritmo de miles por día, y el gobierno ilegítimo y corrupto es completamente incapaz de enfrentar el nuevo desafío” y que “en Venezuela, según una encuesta, más del 30 por ciento de los hospitales carecen de electricidad y agua , y el 80 por ciento carece de suministros básicos o personal médico calificado, muchos de los cuales se encuentran entre los 4.8 millones de personas que han huido del país”.
También se dijo que: “las agencias humanitarias ya han estado luchando contra brotes de sarampión, difteria y malaria en Venezuela. Mientras tanto, una encuesta de personas mayores de 50 años en septiembre mostró que el 80 por ciento carecía de suministros adecuados de alimentos, lo que significa que la población más vulnerable al virus ya está debilitada”.
Para remate: la señora Carrie Filipetti, subsecretaria de Estado norteamericana para Cuba y Venezuela, en una videoconferencia, afirmó, el 26/03/2020 que: “La situación en Venezuela es extremadamente nefasta (…) Si Venezuela no puede hacer frente al Covid-19, en el futuro éste irá a Brasil, Colombia y la región circundante como estamos viendo con la crisis de refugiados” y agregó: “Veremos una expansión de la pandemia del Covid-19 en la región, si no a nivel global, si Venezuela como país no puede enfrentar la crisis”.
Hasta el momento de concluir este ensayo (28/05/2020) la pandemia se ha logrado contener. Venezuela tiene una de las tasas de letalidad más baja por el Covid-19 del mundo. Por supuesto, victoria aún no se puede cantar.
Pero lo que sí se puede cantar es que el paradigma del apocalipsis se cayó y lo que les queda a sus profetas es algo que se llama dolor del alma, dolor que no se cura tan fácil porque afecta la endorfina, serotonina, dopamina y oxitocina, hormonas de la felicidad.
¿SALVAR LA ECONOMÍA?
El Covid-19 ha puesto en discusión el dilema: ¿quién es primero: la economía o la vida? Aquí estamos en presencia de una cuestión moral y material.
Veamos el razonamiento de que primero es la economía.
En el artículo “Reflexión sobre el covid19: la economía no son unos señores de sombrero que juegan a la bolsa”, consultado por internet (06/04/2020), de Luis Fernando Ángel M, extraemos las siguientes consideraciones.
La economía no es sólo dinero, la bolsa de valores y unos cuantos millonarios con sombreros que juegan al dinero. La economía es mucho más que la riqueza. Es el sustento básico, el sistema de salud depende de la economía para sobrevivir.
La economía es tener alimentos en la mesa, tener transporte para esos alimentos, quien los distribuya y quien los venda. La economía es poder ir a comprar esos alimentos y no morir de hambre.
La economía es que usted en su casa tiene energía, agua, internet. Es que los hospitales tengan luz, agua limpia, tengan suministros, tengan dinero para los médicos y tengan medicamentos.
La economía es que usted puede quedarse tranquilo en su casa provisionado, tomando vino, viendo netflix y poniendo en Instagram #QuedateEnCasa mientras millones de personas en el mundo no tienen NADA que comer hoy porque no pudieron trabajar, viven en unos pocos metros cuadrados y no tienen Netflix para entretenerse mientras pasa la cuarentena, lo único que están viendo es si los mata primero el hambre o el COVID19.
Si la economía colapsa muchas personas no tendrán hogar, no tendrán salario. Por lo tanto no tendrán alimentos, no tendrán como pagar un servicio médico y menos comprar medicinas. Si la economía colapsa no tendremos como pagar a los médicos ni sostener los hospitales.
Los millones de pacientes que sufren de otras enfermedades no tendrán como comprar sus tratamientos, ni pagar sus medicinas o sus seguros. Si la economía colapsa, la salud ahí si colapsa.
Por tanto, la economía, en definitiva, para este autor, lo es todo, es el motor de la historia y de la civilización.
Esa concepción se ha puesto en ejecución para enfrentar el “enemigo invisible” (Covid-19), bajo la concepción de “inmunidad colectiva o de rebaño”. Es la misma que sostiene que el número de contagios y de muertes es insignificante respecto a otras pandemias porque la tasa de letalidad (resultado de la división de las personas muertas con el Covid-19 entre el número de casos totales confirmados) es muy baja.
Expresiones de esa concepción la encontramos en políticos como Dan Patrick, vice gobernador de Texas, para quien, sin sonrojo alguno, «salvar vidas del Coronavirus a través de un cierre económico no vale la pena» y les hizo un llamado a los ancianos de EE.UU a sacrificar sus vidas en beneficio de la estabilidad económica.
Aquí morir es un acto de responsabilidad social. Parafraseando la biopolítica sería: “déjate morir viejo para que vivan los jóvenes”.
Cuando la muerte se convierte en una razón política para mantener cohesionada a la población, ergo, no es el COVID-19 el objetivo, son los contagiados.
Igualmente se habla de un código moral cuyo principio central es la instrumentalización generalizada de la existencia humana, presente en el dilema al cual se ven sometidos el personal que atiende a los afectados por el virus para priorizar, – según las edades y las patologías- las atención de los pacientes, esto es, quiénes deben ser atendido con todos los medios y quiénes no, según los protocolos establecidos, sobre todo tomando en cuenta que los medios disponibles son escasos, no llegan a tiempo y por tanto deben establecerse prioridades.
Surgen preguntas como ésta. Al estar tres pacientes -un adolecente de 15 años con diabetes, una madre de 25 años y un abuelo de 75 años- en la sala de triaje de un hospital y los tres luchan por respirar en un sitio donde sólo hay un respirado. ¿A quién se le coloca?
La respuesta está, en decir, por ejemplo: “Bueno, los mayores ya vivieron suficiente y es hora de que las personas más jóvenes tengan la oportunidad de llegar a viejos también”.
También se dice que los ancianos no deben ser hospitalizados. El mandato es claro: no traigan a los débiles y a los ancianos al hospital. Dicho de otra manera, quienes se preocupaban por la eutanasia, ahora promueven, sin empacho alguno, la eugenesia.
Así que la conciencia individual y el derecho a decidir libremente qué hacer en encrucijadas morales como la planteada por la Covid-19, cuenta poco.
El 12/04/2020, en una entrevista realizada en la Residencia de Olivos por el periodista Jorge Fontevecchia para Net TV, el Presidente Argentino Alberto Fernández afirmó:
«De la muerte no se vuelve, pero de la economía se vuelve» y «prefiero tener 10 por ciento más de pobres y no 100 mil muertos en la Argentina por coronavirus. Los que plantean el dilema entre la economía y la salud, están diciendo algo falso”.
En resumida cuenta, el paradigma del derecho a la vida, sobre todo de los ancianos y de muchos otros también, lo está derrumbando el Covid-19.
“BRUJOS CON BATA BLANCA”
Como se sabe, aquí en Venezuela y en otros países latinoamericanos se ha desarrollado el programa de formación de médicos comunitarios sobre la base de la experiencia de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM).
Esa experiencia ha sido demeritada hasta tales extremos que, por ejemplo, entre médicos venezolanos, formados bajo la concepción curativa/mercantilista de la medicina, ha circulado la leyenda según la cual los galenos cubanos no eran tales, no eran ningunos médicos, sino unos “brujos con bata blanca”. El desprecio y la ignorancia a su máxima expresión.
Resulta que en Cuba donde se forman esos “brujos con bata blanca”, se ha creado un medicamente, el Antiviral Interferón Alfa 2B recombinante (IFNrec), que está siendo aplicado a pacientes contagiados con el coronavirus sars Cov-2, causante de la enfermedad Covid-19, con buenos resultados. China ha sido uno de los países, más allá de Cuba, que ha hecho uso de ese medicamente y los resultados están a la vista.
Pero no sólo eso hacen esos brujos, también es requerida su presencia y colaboración en otras latitudes. Son cubanos los que han socorrido a países como Italia, China, Venezuela.
Al respecto, el escritor estadounidense, Noam Chomsky, ha dicho que la Unión Europea se ha olvidado de sus Estados miembros que padecen el Covid-19. Alemania, la gran locomotora de esa “unión”, se ha hecho de la vista gorda con la crisis aguda de Italia y España. Pero afortunadamente están “recibiendo ayuda de una «superpotencia» como Cuba, que está mandado muchos médicos”
“El único país que ha demostrado un internacionalismo genuino ha sido Cuba, que ha estado siempre bajo estrangulación económica por parte de EE.UU. y por algún milagro han sobrevivido para seguir mostrándole al mundo lo que es el internacionalismo. Pero esto no lo puedes decir en EE.UU. porque lo que has de hacer es culparles de violaciones de los derechos humanos. De hecho, las peores violaciones de derechos humanos tienen lugar al sudeste de Cuba, en un lugar llamado Guantánamo que Estados Unidos tomó a punta de pistola y se niega a devolver” (Noam Chomsky, en entrevista publicada El Mundo, 21/04/2020, Agencia EFE).
Los “brujos con bata blanca” practican la solidaridad que va más allá de las ideologías y de las concepciones política.
Pero los que de esto no entienden nada, porque sus intereses son más importantes, salen ahora con el cuento de la violación a los derechos humanos que “practica el régimen cubano” contra esos médicos de la solidaridad. Nunca se había visto tamaño despropósito.
Las misiones de médicos cubanos funcionan desde 1963 y según cifras oficiales de Cuba más de 600.000 trabajadores de la salud han prestado servicios médicos en más de 160 países. Actualmente, unos 30.000 médicos cubanos estarían activos en 67 países.
Por ese comportamiento y logro de la medicina cubana muchos sufrieron un shock al observar a los “brujos con bata blanca” socorriendo a naciones del primer mundo ¡Qué cosa más buena!
Ahora el Covid-19 derrumbó el paradigma de los “brujos de batas blancas” y está colocando la situación en su justa dimensión.
EL ESTADO MINIMO
La tesis de Estado mínimo ha entrado en franco cuestionamiento en esta era del covid-19
Uno de los más conspicuos representantes de esta tesis es Robert Nozick, profesor estadounidense, quien en su texto: Anarquía, Estado y utopía (1974), insistirá en que el Estado debe garantizar la seguridad de la propiedad y la integridad física de los ciudadanos. Todo lo demás se deja a la libre iniciativa privada de los individuos. Es lo que se denomina, un “Estado mínimo”, sin mayores estructuras de servicios públicos y una generosa dimensión para el libre mercado y la competencia entre agentes económicos.
Los neoliberales, que han estado en franco auge, y que representan muy bien la tesis del “Estado mínimo”, en esta era del Covid-19, no tienen empacho alguno en acudir ante él para que socialice las millonarias pérdidas de sus multinacionales y del sistema financiero mundial.
La vida da sorpresas. Las ganancias se capitalizan entre una minoría muy pírrica mientras que las pérdidas terminan asumiéndola millones de trabajadores, campesinos y sectores medios.
Lo que se observa es que el mercado y sus leyes no aplican para nada en esta ocasión y los sistemas de salud de los Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Italia y España, se derrumban por su incompetencia.
El sociólogo y ex vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia Álvaro García Linera, en una video conferencia titulada: «El Estado post-coronavirus: entre la protecciòn proveedora y el autoritarismo patrimonializado» (08/05/2020), afirmó: «Los estados oscilarán entre dos asíntotas: más democratización o más monopolio».
Destacó que frente a esa realidad inédita «las personas han acudido a la llamada de instituciones estatales que justifican las medidas de aislamiento para frenar a un virus letal» y cómo «ese estado, que se supone subordinado para reproducir el orden económico dominante, decide suspender la reproducción ampliada del capital colocando por encima la salud».
Para García Linera, el estado asoma como una «demanda de protección colectiva»: a él se acude porque hay un riesgo, la covid-19 que amenaza a la población, situación que no escapa ni siquiera a aquellos que demandaban un estado mínimo y el triunfo final de los mercados sobre el «populismo estatista», porque ahora temen una «oleada de muertes sorteada en relativa igualdad».
El Sociólogo boliviano cree que a partir de la pandemia, «los estados oscilarán entre una u otra de las asíntotas del aparato estatal: más democratización social o más monopolio». En relación al segundo camino, destacó el ejemplo de Estados Unidos, donde la mayor parte de su billonario paquete de salvataje está destinado a la «liquidez para recompra de acciones y subvenciones a empresas, en tanto la ayuda social no es ampliación de derechos sino que sólo se utiliza para no caer en la indigencia».
En suma, para los fervientes defensores del capitalismo se trata de una «nueva fase de la patrimonialización de bienes públicos que incluirá nuevas formas de disciplinamiento social».
El Covid-19 ha derrumbado, en los hechos, el paradigma del “Estado mínimo”. Lo que está por verse es si este derrumbe será el “fin del final”, como diría el escritor venezolano Eduardo Liendo, en Contigo en la distancia, o una caída más de la cual termine luego volviendo por sus fueros.
¿ES DEMOCRATICO EL COVID-19?
Hay quienes han sostenido la tesis de que ninguna persona está inmune y que cualquier ser humano esta propenso a contagiarse y hasta morir producto del Covid-19. Que no distingue color de piel ni origen étnico.
Sin embargo la realidad es terca en evidenciar que el Covid-19 no es nada democrático. Va al unísono con la sociedad de clase. Es censitario y profundamente desigual. Esto es, no es sólo un problema médico, que lo es, sino también y sobre todo, es un problema de índole social.
Para el filósofo Byung Chul Han, en entrevista publicada el 17/05/2020, el Covid-19: “Está mostrando que la vulnerabilidad o mortalidad humanas no son democráticas, sino que dependen del estatus social. La muerte no es democrática. La Covid-19 no ha cambiado nada al respecto. La muerte nunca ha sido democrática. La pandemia, en particular, pone de relieve los problemas sociales, los fallos y las diferencias de cada sociedad. Piense por ejemplo en Estados Unidos. Por la Covid-19 están muriendo sobre todo afroamericanos. La situación es similar en Francia. Como consecuencia del confinamiento, los trenes suburbanos que conectan París con los suburbios están abarrotados. Con la Covid-19 enferman y mueren los trabajadores pobres de origen inmigrante en las zonas periféricas de las grandes ciudades. Tienen que trabajar. El teletrabajo no se lo pueden permitir los cuidadores, los trabajadores de las fábricas, los que limpian, las vendedoras o los que recogen la basura. Los ricos, por su parte, se mudan a sus casas en el campo”.
La Covid-19 muestra que vivimos en una sociedad de clases. Ese “enemigo invisible”, es muy agresivo, contagioso y produce muertes, pero no lo hace conscientemente. No tiene tácticas y estrategia para su arremetida. Pero cuando o hace, en su inmensa mayoría, lo hace contra los inmigrantes, los negros, los pobres, los más desvalidos o el desecho que va dejando el capital o el descarte en palabras del papa Francisco.
Para evidenciar eso baste con tomar como ejemplo lo que ocurre con el Covid-19 en Estados Unidos, foco actual de la pandemia.
Según el cirujano general de EE.UU, Jerome Adams, uno de los portavoces del gobierno en temas de salud pública, en entrevista con CBS, el 08/04/2020: «Muchos estadounidenses negros están en mayor riesgo ante el covid-19».
Estemos claro en que no es una condición genética lo que hace a los afroamericanos más vulnerables ante el virus, sino una serie de factores sociales que los ponen en desventaja.
Para Amitabh Chandra (08/04/2020), director de investigaciones de políticas de salud en la Escuela de Gobierno de la Universidad de Harvard, además de las condiciones de salud hay otros tres factores que ayudan a explicar por qué la población afro en EE.UU. es más vulnerable ante el coronavirus: Tienen menos seguros de salud respecto a otros sectores de la población, tienen menos ingresos y menos ahorros y son parte de una población que sigue trabajando en las calles durante la pandemia, como policías, empleados de aeropuertos, bodegueros, domiciliarios, etc.
Y si hablamos de los latino la cosa es aún peor. En la ciudad de Nueva York, por ejemplo, las cifras muestran que el 34% de las muertes son de hispanos, un porcentaje incluso más alto que los afroamericanos.
El 16/05/2020, en declaraciones a los medios internacionales, el expresidente de EE.UU, Barack Obama, indicó que la crisis del coronavirus ha recalcado “las desigualdades subyacentes y las cargas adicionales con las que históricamente las comunidades negras han tenido que tratar en este país”.
“Lo vemos en el desproporcionado impacto de la Covid-19 en nuestras comunidades, así como cuando un hombre negro se va a correr y otros sienten que le pueden parar y cuestionar y disparar si no se pliega a su interrogatorio”.
Obama se refería al homicidio de Ahamaud Arbery, un joven deportista negro asesinado el pasado febrero al ser supuestamente confundido con un ladrón en Georgia.
Por tanto, no es cierto que el Covid-19 sea una amenaza para la humanidad entera, pero si los es para los negros, inmigrantes y los más vulnerables socialmente y también, por cierto, lo es para la inmensa mayoría de los pueblos latinoamericanos y caribeños.
¿QUÉ PASARÁ CON LA GEOPOLÍTICA?
Las palabras que más suena en estos tiempos de Covid-19, en el mundo son: crisis y decadencia. Ambas aluden a la economía y el orden capitalista aún prevaleciente.
China, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), tendrá un crecimiento de sólo 1,2% del Producto Interno Bruto (PIB) para este año 2020 y otras fuentes hablan de un crecimiento de 2,2%.
Sea cuál sea al final ese porcentaje, lo cierto es el profundo impacto que eso generará en el planeta tierra, tomando en cuenta que el gigante chino es una de las principales locomotoras de la economía mundial y su crecimiento original se había calculado en 6% del PIB.
La empresa Bloomberg dijo que la economía global perdería alrededor de 3 billones de dólares y algunas de las principales economías industriales verían caer su PIB hasta un 3% y en el caso de Estados Unidos el FMI habla de 5,9%. Lo peor de todo es que la “caja de herramientas” que poseen, no es muy adecuada para la tarea de enfrentarse el daño económico que está causando la pandemia.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) también avizora un panorama nada favorable para la económica mundial
La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, habló de un ‘shock’ económico para la Unión Europea importante similar a la crisis financiera del año 2008.
El Covid-19, según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), ya ha causado una pérdida de muchos millones de dólares en la economía mundial y su duración y profundidad dependerán de tres cosas: cuán lejos y cuán rápido se propagará el virus, cuánto tiempo pasará antes de que se encuentre una vacuna y qué tan efectivos serán los gobiernos para mitigar el daño.
A quienes aseguran que el Covid-19 lo que ha hecho es poner de relieve la realidad de un paciente que estaba sufriendo ya de algún tipo de dolencia previa y pareciera ridículo esperar que un patógeno, como el Covid-19, pueda revertir una trayectoria que lleva desarrollándose mucho tiempo. Por tanto, el Covid-19 puso en evidencia lo que era una gran verdad: la gran crisis que padece el modo de producción capitalista.
El 10/05/2020, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador aseguró:
“No fue la pandemia lo que tiró la economía, lo cierto es que ya la economía neoliberal estaba en crisis, estaba mal. Lo que hizo la pandemia fue acelerar, precipitar el derrumbe económico, sostuvo”
El filósofo, Surcoreano, Byung Chul Han, ya citado, ha dicho: “La Covid-19 ha dejado latentes las diferencias sociales, así como que “el principio de la globalización es maximizar las ganancias” y que “el capital es enemigo del ser humano”.
Y agregó: “El virus no detiene el avance de China. China venderá su estado de vigilancia autocrática como modelo de éxito contra la epidemia. Exhibirá por todo el mundo aún con más orgullo la superioridad de su sistema. La Covid-19 hará que el poder mundial se desplace un poco más hacia Asia. Visto así, el virus marca un cambio de era”.
Según el escritor uruguayo, Raúl Zibechi, en un artículo titulado:” Coronavirus. A las puertas de un nuevo orden mundial” (25/03/2020) menciona que: “una encuesta de Foreign Policy entre doce intelectuales destacados concluye que Estados Unidos perdió su capacidad de liderazgo global y el eje del poder mundial se traslada a Asia. La pandemia es la tumba de la globalización neoliberal, en tanto la del futuro será una globalización más amable, centrada en China y Asia Pacífico”.
Mientras tanto el filósofo esloveno, Slavoj Žižek (06/05/2020), en una entrevista hablará del “comunismo”, “no como un sueño inconcreto, sino simplemente como el nombre para lo que ya está sucediendo (o al menos lo que muchos perciben como una necesidad): medidas que ya se están contemplando, e incluso haciendo entrar en vigor parcialmente. No es la visión de un futuro luminoso sino más bien de un “comunismo del desastre” como antídoto del “capitalismo del desastre”. El Estado no solo debería asumir un papel mucho más activo, reorganizando la fabricación de los productos más necesarios, como mascarillas, kits de pruebas y respiradores, requisando hoteles y otros complejos de vacaciones, garantizando el mínimo de supervivencia a todos los desempleados, etc., sino hacer todo esto abandonando los mecanismos del mercado. Solo hay que pensar en los millones de personas, como los que trabajan en la industria turística, cuyos trabajos, al menos en algunos casos, se perderán y ya no tendrán sentido. Su destino no se puede dejar en manos de los mecanismos del mercado o de estímulos puntuales”
Y agrega: “Las líneas que nos separan de la barbarie son cada vez más claras. Uno de los signos de la civilización actual es que cada vez más gente comprende que la prolongación de las diversas guerras que recorren el planeta es algo totalmente demencial y absurdo. Y también que la intolerancia hacia las demás razas y cultura, y hacia las minorías sexuales, resulta insignificante en comparación con la escala de la crisis a la que nos enfrentamos. Por eso, aunque hacen falta medidas de guerra, me parece problemático el uso de la palabra “guerra” para nuestra lucha contra el virus: el virus no es un enemigo con planes y estrategias para destruirnos, es sólo un estúpido mecanismo que se autorreplica”.
Lo que parece un hecho evidenciado, en esta era del Covid-19, es que la geopolítica actual se derrumbará. Ya Estados Unidos no será su epicentro, ahora otros actores globales están haciendo presencia. En la zona euroasiática está Rusia y en el Continente Asiático China.
Así que la geopolítica que ya se está conformando, en pleno desarrollo del Covid-19, es una geopolítica de varios centros de poder.
Pero lo que no parece muy claro es si estaremos en el definitivo derrumbe del paradigma capitalista, aunque muchas veces los deseos son capaces de hacer que se realicen afirmaciones poco cónsonas con la realidad.
Fuente: El autor escribe para el Centro Internacional de Investigaciones «Otras Voces en Educación»