Por: Olmedo Carrasquilla
En el folclor descubrimos el legado cultural reflejado en las tradiciones, en la música, en el vestuario, la poesía, las costumbres, los cuentos, las artesanías, los dichos, las creencias, el orgullo ancestral, los rasgos de la etnia misma, y hasta en las luchas populares con todos sus triunfos y derrotas, sus alegrías, y sus tristezas. Estas apreciaciones la encerramos en una profunda sabiduría popular, enriquecida por años de vivencias individuales y colectivas que han ido impregnando la idiosincrasia y el carácter de los grupos humanos, a la vez que conformamos esa valiosa herencia de la que se nutre la patria.
Noviembre, Mes de la Patria, para celebrar el Patrimonio, ese que está constituido por todos los bienes y valores culturales que son expresiones de la nacionalidad o identidad de un pueblo, las tradiciones, las costumbres, los hábitos, así como el conjunto de bienes materiales e inmateriales, muebles e inmuebles que poseen un valor especial sea histórico, artístico, estético, plástico, antropológico, ecológico, además de las manifestaciones, los productos y las representaciones de la cultura popular.
Una valiosa contribución a la cristalización de ese legado cultural que, sin este tipo de esfuerzos individuales, no lograría convertirse en tradición, (del latín, tradere, ‘transmitir, confiar, legar, entregar’), precisamente en ese mismísimo sentido de transmitir, le hacemos honor a Ocú, y por ende a la patria, puesto que es uno de los pueblos que conserva, rescata y divulga para la posteridad imágenes y reflejos de las mejores tradiciones folclóricas, sociológicas y artísticas de nuestro pueblo.
Turistas, gestores culturales, investigadores, conocen Ocú, por sus famosos carnavales, otros por su característico y único montuno, su hermosa pollera y el no menos famoso sobrero blanco ocueño, otros conocen al pueblo porque han sido invitados a pasar un 20 de enero (Feria de San Sebastián), o el Festival del Manito, donde el visitante encontrará toda una estela de costumbres, de tamborito, décima, mejorana, gritos y saloma, de ese hombre de cutarra y chácara, que llega al pueblo a comprar los ‘chécheres’, enseres para el sustento de la semana.
Y quién no ha sido aún testigo de la elegancia y la armonía de un Tambor de Orden, con sus cantalantes, y el culto a los tambores, herencia afrohispánica que llegó y se quedó con nosotros. Y qué me dicen de piezas musicales tan hermosas creadas por el Cantor de la Patria, don Dagoberto Carrizo, ‘Viva Panamá, Lucy, Julia’ y otras. ¿No se anima querido lector a adentrarse por las misteriosas veredas del mundo de los cuentos, los amuletos, la tulivieja, los penitentes, el chivato, la silampa, de la bruja de la porcada o de la pavita de tierra que le salía a Micho Quemao?
Descubrir y recordar elementos tan importantes para la comprensión de nuestra nacionalidad, es para todos y cada uno de nosotros portadores de esa maravillosa semilla del vernáculo que junto al amor heredado de nuestros antepasados, son como la savia que nos permite pasarnos toda una vida transmitiendo el saber popular, de la gente común.
Una idea bastante predominante hoy es que con el desarrollo de las sociedades modernas, las tradiciones están perdiendo significado y, poco a poco, su papel en la vida cotidiana está dejando paso a formas de comportamiento, usos y costumbres, ajenos a la idiosincrasia construida históricamente.
Esto, por supuesto, no es cierto del todo. Muchos consideran que las tradiciones son algo que pertenece al pasado, en casi todos los sentidos, y por lo general, como consecuencia lógica, lo contraponen a las sociedades modernas y ya no digamos a las consideradas postmodernas, pues se cree, mecánicamente, que el desarrollo de la modernidad implica un proceso de ‘destradicionalismo’, más aún con el desarrollo de la tecnología de la comunicación e información.
Fuente: http://laestrella.com.pa/opinion/columnistas/folclor-sabiduria-popular-gente-comun/23972108
Imagen: olklorep.blogspot.com/2012_09_01_archive.html