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Paz, preocupación entre los maestros en Valle y Cauca

América del Sur/ Colombia/ 01.09.2019/ Fuente: www.eltiempo.com.

Marcha fue convocada por la escasez de recursos para educación y atención a salud de magisterio.

La marcha de profesores por las calles de Cali fue citada por los incumplimientos para elevar la calidad del servicio educativo, pero también reflejó la preocupación por la paz en Colombia.

La noticia desde la madrugada sobre el anuncio del retiro de Iván Márquez, Jesús Santrich y ‘El Paisa’ fue corriendo entre los manifestantes. Los voceros del magisterio expresaron su preocupación por el proceso de paz y lo que eso conlleva, en especial, para las comunidades en sitios de conflicto armado.

Unos mil docentes se encontraron en la movilización que siguió el ejemplo de marchas del miércoles en Bogotá y otras capitales colombianas.

Las proclamas y carteles se referían al mal servicio de salud, incumplimientos del Ministerio de Educación en los acuerdos firmados con Fecode y el asesinato y amenazas contra los líderes en Valle y Cauca.

La convocatoria a la protesta partió de la Federación Colombiana de Educadores de Colombia (Fecode). Dirigentes del Sindicato Único de Trabajadores de la Educación del Valle (Sutev) sostuvieron que el Gobierno Nacional no ha cumplido con el aumento del presupuesto en la educación pública del país.

En Cali, más de 180.000 estudiantes no tuvieron clases desde el martes en instituciones públicas. 

La movilización contó con el acompañamiento de 25 agentes de la Secretaría de Movilidad de Cali y se llevó a cabo de manera pacífica.

La carretera Panamericana estuvo taponada, por algunos minutos, en inmediaciones de Santander de Quilichao.

Los tres sindicatos del magisterio caucano, Sunec, Sutec y Sintrenal, buscan acuerdos con Gobernación en temas pactados en 2015. En lista están los pagos de acreditaciones, bonificación pedagógica, los ascensos docentes en zonas afros, dijo Juan Carlos Valencia, vocero sindical. La paz está en esa agenda.

“El magisterio está esperando conocer la situación real para plantear una posición colectiva. Por ahora, solo se puede decir que es una perspectiva compleja para el país y en particular para los docentes que trabajan en zona de conflicto”.

Fuente de la noticia: https://www.eltiempo.com/colombia/cali/paz-preocupacion-de-maestros-en-cali-406874

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Universidad y paz (I). El difícil camino contra la intolerancia

Por: Manuel Humberto Restrepo Domínguez

¿Cómo entender que en universidades de elite como el Rosario, del top 5 en el ranking y con mas de 360 años de existencia (fundada en 1653) ocurran cosas propias de las cavernas, no de las academias? La Universidad del Rosario, esta ubicada en el centro del centro de un país políticamente centralista, con lo cual como bien conocen los opositores a la paz, lo que pase allí rápidamente estará en cámaras, medios, redes y despachos del poder. Sus tres ultimas generaciones de profesores y estudiantes aparte de convivir cerca a las mejores librerías, casas de teatro y centros de poder han sido testigos directos de hechos de la mas honda relevancia para el país en asuntos de guerra, paz, democracia y poder.

La primera generación hace 70 años a pocos metros de su claustro vio caer asesinado a Jorge Eliecer Gaitán y encender la chispa del horror a la que siguió la violencia sellada con miles de victimas y el desplazamiento forzado de campesinos finalmente amontonados en los cordones de miseria de ciudad y algunos debajo de sus propios aleros. Esa generación constató la impunidad total para las oligarquías responsables del horror. Su segunda generación hace 30 años vio arder el palacio de justicia con magistrados, civiles y guerrilleros adentro de la que dio testimonio en el informe de la comisión de la verdad (Pinilla, Gómez, Herrera, 2010) y pudo constatar la consolidación sin obstáculo de las mafias en el estado. Y la tercera generación, la de hoy, se debate entre una mayoría que se apresta a defender la conquista social del derecho a la paz y una minoría negacionista disciplinada y cruel que pretende mantener encendida la llama del odio y la venganza contra los sobrevivientes de la ultima guerra clausurada con un acuerdo de paz para disputar poder sin armas.

La universidad del Rosario, hace parte de la poderosa Alianza de Universidades por la Paz, junto a Andes, Externado y Javeriana (de régimen privado, ubicadas geográficamente en un pequeño espacio del centro con una distancia media de entre 200 y 2000 metros entre ellas) mas la Nacional (publica). La alianza esta posicionada en el lugar principal para formular estrategias, obtener recursos, acomodar proyectos y financiar actividades en el nombre de -por, con, para- la paz, lo que muestra una estratégica asociación de universidades del top 10. Razón de más para enfrentar la intolerancia de los ilustrados negacionistas y trabajar adentro por hondas transformaciones culturales. Lo que ocurrió el 27 de noviembre se resume en que algunos estudiantes montaron un alegato de descalificación contra una profesora que los acusaba de ignorancia por cuestionar y pretender impedir la entrada de excombatientes de las FARC a conversar de la implementación de los acuerdos de paz firmados y de las proyecciones de paz estable y duradera. Días atrás un incidente similar había ocurrido en el Externado, que promocionó un mes antes su respeto y tolerancia con la apertura de un baño mixto para sus estudiantes y que en el palacio de justicia perdió a sus mejores magistrados.

Los jóvenes de la censura no son espontáneos en acción, hacen política en defensa del odio y de la guerra, calculan los choques para reiterar el falso señalamiento de que la insurgencia fue la única responsable de la guerra y ponen mantos de duda sobre hechos ocurridos en los que las elites fueron las grandes responsables, además de haber constituido la variable mas estable en la historia de sangre del país. Con sus actos de censura muestran que no están dispuestos a permitir que la verdad refleje los vínculos de las elites con la barbarie padecida, de la que muchos de esos jóvenes pueden tener conocimiento. La censura del negacionismo tiene razones ideológicas que -orgánicamente o no- coinciden con los planteamientos de la ultraderecha en promover la invalidación de los alcances de los acuerdos de paz y negar a los excombatientes su condición de sujetos políticos y ciudadanos de plenos derechos. Tratan de responsabilizar de los horrores a un solo actor y negar la existencia de los otros dos (estado y terceros). Anteponen prejuicios a la realidad de las cosas y reducen la paz a la suma de hechos mediáticos fabricados para confundir e impedir entender la complejidad, lo que les resulta útil para imponer sus propios fantasmas y temores, que saben anunciar muy bien con repeticiones de supuestos peligros para la misma paz (su paz de privilegios).

El eje de actuaciones de esta generación ilustrada y bien educada, es la invalidación de la paz negociada y sus posibles consecuencias de mejora del bienestar colectivo. Su obstinación es impedir el habla, la presencia, las actuaciones, las conductas, los gestos y en concreto todo lo que venga de los excombatientes y sus presumibles aliados, incluidas las victimas, la JEP, la reparación integral, la devolución de tierras, los defensores de derechos. El objetivo central es negar a los otros, sus adversarios, a quienes se empeñan en señalar como enemigos. Su meta es buscar que quienes los siguen usen su rabia y ojala actúen contra quienes para ellos no deben vivir en paz.

Paradójicamente a solo 12 calles de allí, una semana antes (15 de noviembre) en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, también privada y hasta hace poco dirigida por un intelectual de estatura ética (José Fernando Izasa) y hoy por Cecilia Vélez, la exministra de educación de Álvaro Uribe (una muestra de que la realidad no es en blanco o negro) ocurrió lo contrario, igual había ocurrido días antes en la Javeriana. Los excombatientes fueron invitados, recibidos, atendidos y escuchados con respeto. Se hicieron los análisis y explicaciones sobre la implementación de los acuerdos de paz en el ámbito del proceso de pedagogía de paz, que también hacen los gestores de paz del ELN. Allí todo fue como se espera sea en las universidades, con dialogo franco, sin descalificación ni estigmatización, sin intimidación ni asedio por la temeridad de los que carecen de argumentos.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=235175&titular=el-dif%EDcil-camino-contra-la-intolerancia-

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El verdadero nombre de la paz

Por: Williams Ospina

Los estudiosos de la historia de Colombia habrán advertido repetidas veces que los procesos de paz que diseña la dirigencia colombiana nunca traen la paz al país.

A veces logran un alivio momentáneo de las tensiones sociales, como en la amnistía a los guerrilleros liberales de los años 50, que fueron después traicionados; a veces crean la ilusión de un gran cambio histórico, que los meses se van encargando de atenuar, como en la reinserción del M-19; a veces desencadenan nuevas violencias, como los diálogos con las Farc en tiempos de Belisario Betancur, que produjeron el holocausto de la Unión Patriótica, o como los diálogos del Caguán, que intensificaron la violencia paramilitar.

Ello debería enseñarnos, no que la paz no es posible, sino que es compleja, y que requiere enfrentar en su profundidad las causas de la violencia y empeñarse en corregirlas. Mientras los esfuerzos sean parciales, es un error llamarlos la Paz, porque se generan unas expectativas que la realidad no tarda en disipar.

Hasta ahora la característica común de esos procesos es que siempre procuran señalar la responsabilidad de uno de los bandos: guerrilleros liberales, M-19, Farc, paramilitares, pero la dirigencia nacional siempre se absuelve a sí misma. Es más, siendo grandemente responsable de las condiciones que producen la violencia y que la prolongan, la dirigencia que formatea esos procesos siempre es la que juzga y la que perdona, o la que acusa y prohíbe el perdón.

Más que otras veces, ahora se ha llamado pomposamente paz al proceso de desarme y desmovilización de las Farc, aunque nadie ignora que es largo el camino que va de La Habana a una paz verdadera. Por varias razones: una, porque el conflicto con las Farc, siendo tan largo y tan costoso en vidas y en recursos, es apenas uno de los muchos conflictos que vive Colombia. Existen otras guerrillas, existe la violencia del narcotráfico, existen las bandas criminales, el nombre que ahora reciben los paramilitares al servicio del narcotráfico aliados con la delincuencia común, existen muchas formas activas del crimen organizado, múltiples formas de economía ilegal, algunas altamente depredadoras de la naturaleza, y un creciente fenómeno de corrupción que agrava el sentimiento de desamparo de las comunidades y su desencanto ante la política.

Como la naturaleza, la violencia colombiana le tiene horror al vacío, y en su caldo de cultivo no se puede hacer desaparecer a un actor violento sin que venga otro a reemplazarlo enseguida, a veces con mayor ferocidad. Las Farc, por ejemplo, eran crueles e implacables en su lógica de secuestros y asaltos, pero como necesitaban de los campesinos tenían que obrar como un escudo de protección para los pequeños cultivadores desamparados por el Estado, de modo que su desaparición, en el contexto de un Estado que tiene dificultades para reemplazarlos en sus funciones e incluso para garantizar su segura desmovilización, podría dejar a los cultivadores en manos de la violencia sin freno de las mafias.

Es el caso en que males más incontrolables reemplazan a los males conocidos: un proceso de paz tendría no solo que prever estas cosas sino que estar en capacidad de resolverlas, si no quiere obrar como el aprendiz de brujo que libera una fuerza y después no sabe cómo contenerla. Además, de algún modo habría que aprovechar esas fuerzas antes ilegales, que pueden volverse aliadas del Estado, para que contribuyan al avance de una mínima institucionalidad que le sirva a la gente sin violencia y con beneficios reales.

El diálogo reciente careció de un proyecto de juventudes en un país donde los jóvenes son la guerra. La prueba de que este es un conflicto parcial es que el diálogo se centró en asuntos agrarios siendo Colombia un país donde el 80 por ciento de la población está en las ciudades. Miles y miles de jóvenes sin oportunidades, sin educación, sin un horizonte de vida que les ofrezca dignidad y seguridad, tienen que venderse a la violencia porque sólo la violencia les brinda algún ingreso.

Quien esté interesado en la paz de Colombia tiene que considerar una estrategia de ingreso social que les brinde a los jóvenes la posibilidad de sobrevivir y capacitarse, cumpliendo tareas que fortalezcan su sentimiento de pertenencia a la sociedad y su compromiso con ella. En un momento de la historia en que el mundo entero requiere planes de reforestación, protección de la naturaleza, cambio de paradigmas en el modo de vivir y de consumir, recuperación de valores esenciales, solidaridad, acompañamiento de sectores vulnerables, liderazgo cultural y reinvención de los modelos de emulación social, es prioritario brindar a los jóvenes la oportunidad de protagonizar los cambios civilizados, para lograr incluso algo asombroso pero harto posible: que la proverbial abnegación de los jóvenes les permita ser ejemplares para una sociedad que nunca supo ser ejemplar con ellos.

La dirigencia le ha fallado tanto al país que cierto rechazo popular a los acuerdos se debe a la creencia de que les van a dar a los reinsertados oportunidades que el resto de la sociedad no ha tenido.

Lo alarmante del plebiscito de octubre de 2016 no es que el No haya ganado con el 20 % de los votos, y ni siquiera que el Sí apenas haya obtenido menos del 20 %, sino que el 80 por ciento de la población le haya dado la espalda a un proceso que era una gran oportunidad para el país. Porque una indiferencia del 60 % y un rechazo del 20 % prometen poco en términos de aclimatación social de una paz que no puede llegar si la ciudadanía no se la apropia, una paz que en realidad ni siquiera hay que hacer con la ciudadanía sino en la ciudadanía. La paz tienen que ser los ciudadanos: sólo ellos pueden ser la convivencia y la reconciliación, sólo ellos pueden ser el perdón y la memoria, la solidaridad y la construcción de otra dinámica de la vida en comunidad.

El crecimiento actual de los cultivos ilícitos nos debe recordar que la hoja de coca es uno de los únicos productos de la pequeña agricultura colombiana que tienen demanda y consumo en el mercado mundial. Bien sabían los funcionarios de Naciones Unidas que formularon el malogrado proyecto de diálogo del Caguán que no sería posible un proceso de paz sin una suerte de Plan Marshall para la reconstrucción del campo colombiano, que no fue arruinado sólo por la guerra sino por una política de desmonte de la agricultura, un cierre de oportunidades para los pequeños productores y un retroceso de la economía al extractivismo del siglo XVI.

Diseñar la economía pensando sólo en vender las riquezas naturales, explotando el suelo desnudo, despojó de estímulos a la producción, vulneró la ética del trabajo, estimuló el culto a la riqueza sin esfuerzo y fortaleció la corrupción, porque las sociedades vigilan y defienden sobre todo lo que es fruto de su labor, la economía que brinda subsistencia pero también sentido de pertenencia y dignidad. Si el mundo quiere la paz de Colombia no puede seguir consumiendo sólo su petróleo, su carbón y su cocaína, tiene que contribuir a la reconstrucción de la economía real, que podría ser una floreciente alianza de la productividad con el conocimiento, en uno de los países más biodiversos del mundo.

Ya la economía cafetera, que le permitió al país vivir modestamente pero con dignidad durante cien años, ha demostrado que hay formas posibles muy refinadas de participación de una sociedad campesina en el mercado mundial. La producción cafetera, democrática, sofisticada y ejemplar, tendría que ser un modelo, aunque estoy lejos de pensar que en nuestra época podamos vivir sólo de la pequeña producción campesina.

Pero también hay una combinación alarmante en Colombia: una clase terrateniente que es dueña de la mitad de la tierra productiva, pero que no tiene ninguna vocación empresarial. A nadie le importaría de quién es la tierra si produjera lo que puede y tributara lo que debe, pero esos millones de hectáreas a la vez confiscadas e improductivas, la cósmica ineptitud de un modelo de propiedad que sólo adora el alambre de púas, están en la base de muchos de nuestros males.

La corrupción de hoy, la danza de los millones en la contratación pública, que ha corrompido la ley y la justicia, reposa sobre una corrupción anterior: la privatización de los mecanismos electorales, la construcción de un Estado de privilegios que se reelige manteniendo a la ciudadanía en la ignorancia y en la indiferencia. Esa es la otra violencia, que está en la raíz de todo, y que hace que cada diez años haya que hacer una reinserción de guerreros pero que nunca se haga el urgente proceso de paz entre el Estado y la sociedad, entre la vida y la política.

Sólo una cosa podemos esperar hoy: que la expectativa que ha despertado en un sector consciente de la sociedad el proceso de diálogo y la desmovilización de las Farc, unido al tremendo desprestigio de la dirigencia colombiana, a la que le interesa mucho desarmar a los insurgentes pero no abrirle horizontes de participación y de iniciativa a la comunidad, despierte en sectores cada vez más amplios la necesidad de un nuevo proyecto de país y el afán de hacer realidad unas reformas económicas y sociales que han sido aplazadas por muchas décadas, y la condena histórica a una dirigencia que persiste en su mezquindad y en contagiar su discordia. No sólo los mercaderes que envilecen la política, sino los grandes poderes económicos que se lucran de la miseria, de la depredación de la naturaleza y de la entrega del país al pillaje legal e ilegal.

El verdadero nombre de la paz en Colombia es democracia: el fin de las maquinarias y el diseño de una economía que beneficie por fin a la gente, y sincronizar la agenda nacional con la urgente agenda del mundo: energías limpias, protección de la naturaleza, detener y revertir el cambio climático, poner a la comunidad en el primer lugar de las prioridades, y convertir la cultura en el dinamizador de una sociedad de creación.

Fuente:https://www.rebelion.org/noticia.php?id=235208

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Los vividores de la paz

Por: José Antonio Gutiérrez

Durante muchos años se dijo que quienes se oponían a la paz, y específicamente las fuerzas detrás del uribismo, eran los sectores que “vivían de la guerra”. Bien se sabe que la guerra ha significado miles de millones de dólares, que se han canalizado en contratos, sueldos y viajes que han beneficiado a un sector de la población que jamás tuvo que poner una gota de sangre en el enfrentamiento armado, pero que recogió esos millones a manos llenas. Hoy tenemos un nuevo fenómeno: los vividores de la paz. En realidad el fenómeno no es tan nuevo: desde hace décadas que existe un sector de profesionales, tanto de derecha como de izquierda, que han hecho carrera como mediadores y asesores en un conflicto en el cual no han tenido parte directa. Ahora se re-enc0802auchan ya no como mediadores en el conflicto, sino que como gestores de paz, asesores del post-conflicto, pedagogos de la paz, etc. Al parecer, gran parte de los recursos que la comunidad internacional ha destinado para el post-conflicto, se quedará enmarañada en esa telaraña de asesores, gestores, pedagogos, mediadores profesionales; irá, como siempre, a las ONGs y fundaciones que se inventen, y muy poco es lo que llegará a las comunidades que verdaderamente padecieron el rigor del conflicto armado en carne propia. Es la historia del país y es la historia de la cooperación internacional. Como dice un proverbio haitiano, la plata va a donde ya hay plata.

Un ejemplo de esto se puede ver, a pequeña escala, en la zona rural del municipio de Pradera en el Valle del Cauca. Un dirigente del sindicato campesino ASTRACAVA, adherido a Fensuagro, nos explica que “hasta ahora, a las administraciones no se les ve voluntad política de ayudar a que el proceso sea más efectivo acá en el municipio. Sigue implementando el gobierno sus políticas de limosnas, programitas que toda la vida ha utilizado para mantener el pueblo adormecido… antes peor, porque la politiquería está cogiendo es fuerza, porque como ya no hay FARC, están volviendo los politiqueros a los pueblos más alborotados que antes y creando grupitos para llegar a la comunidad. El post-acuerdo le está abriendo las puertas a los politiqueros y los corruptos para que sigan haciendo de las suyas. Esto no está nada fácil”.

Sobre la aparición de organizaciones con el único fin de captar recursos por parte de oportunistas, nos explica este dirigente que esto no es un problema que se viva sólo en Bogotá y las grandes ciudades, sino que de la mano de estos politiqueros, es un problema que ya se está viviendo en las mismas comunidades. “Por ahí andan hablando de crear un Consejo Comunitario allá en Bolo Blanco, Retiro, La Feria, El Nogal, donde nunca ha habido afros. Dentro de ellos hay unos educadores rurales. Esto no es algo tan inocente, porque estamos buscando la figura de una Zona de Reserva Campesina para la parte alta de Pradera, y esto enredaría todas las cosas. Bolo Blanco está complejo, porque también están hablando individualmente con campesinos para que firmen para declarar el territorio zona protegida, que sería otro complique. Y andan también los soldados del Batallón Codazzi haciendo dizque desminado humanitario, pero eso debería ser con las FARC-EP, y ellos andan solos… pensamos que andan haciendo inteligencia, viendo los recursos del territorio y estudiando a la comunidad, quizás tienen contratos en mente para empresas extranjeras, no sabemos, pero hay mucha desconfianza que se hagan las cosas así”.

“También los politiqueros andan creando asociaciones en San Isidro… acá inventaron una que se llama ASCASP. Primero le habían colocado Comité Cívico y Social de San Isidro, y nosotros les dijimos que ese nombre era prácticamente suplantar la Junta de Acción Comunal legítima y entonces se inventaron ese otro nombre. Ahí hay unos funcionarios públicos de la actual administración [ed. del Partido de la U], una educadora, algunos pensionados que llegaron a vivir comprando fincas de veraneo y alguna población flotante, que de pronto vienen de vez en cuando a la comunidad. De todo menos campesinos, si hay habrá tres, como mucho, creo que uno, pero poquiticos, que se han dejado influenciar por los politiqueros. ” Se está hablando de mucha plata, y eso, para los oportunistas, es como miel para las abejas.

Hay muchas expectativas”, nos dice una compañera de la Junta de Acción Comunal de San Isidro, “hablan de plata por todas partes, de muchos recursos, pero no se ve plata ni para la gasolina de las maquinarias. Ahora el alcalde dice incluso que están quebrados”. Pradera es una de las zonas priorizadas para el post-acuerdo mediante los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial, los PDET. “Pero en el PDET está claro que deben participar es organizaciones consolidadas, los que hemos frenteado todo el proceso y no unos advenedizos que andan politiqueando”, dice el dirigente de ASTRACAVA. La compañera de la Junta agrega que “el PNUD está apareciendo a hacer acompañamiento con las comunidades, dizque para construcción de paz, implementación de los acuerdos y los PDET. Se les ve mucho afán de penetrar a los territorios, como para darse reconocimiento, llegar a ser contratantes en el tema de implementación, como para posicionarse. Lo mismo el Instituto Mayor Campesino, cuando ellos nunca hicieron presencia en los territorios y menos con los temas que andan ahora, de diplomados. Nunca los llegamos a ver en el territorio cuando la vaina estaba pesada, cuando fue tan fuerte el paro que se hizo agrario, porque ellos en una presentación dijeron que acompañaban el tema de derechos humanos. Pero el PNUD nunca se apareció entonces, a pesar que tuvimos muertos, heridos y detenidos. Y ahora con la implementación aparecen como un gran apoyo según ellos. Vienen trabajando muy de la mano con la gobernadora”.

El dirigente campesino termina con una reflexión sobre el rol que todo este negocio del tema de la paz está teniendo frente a los procesos organizativos que tanto sudor y sangre les han costado. “Eso ayuda a que la comunidad se fragmente porque hasta ahora el gobierno no invierte nada para el desarrollo de las comunidades, y los politiqueros aprovechando cualquier migaja que llega, desde la administración, la captan para ellos utilizarla diciendo que eso es gestión de ellos, y que le traen ayuda a la gente. Utilizan la poca inversión del municipio para engañar a la gente, diciendo que es gestión de ellos, cuando eso es deber de la alcaldía. Los programas asistencialistas los utilizan es para hacer politiquería”.

El gobierno no tiene un presupuesto para la construcción de paz y el cumplimiento de los acuerdos adquiridos con los insurgentes de las FARC-EP. Antes bien sigue aumentando el presupuesto militar; en temas como la sustitución de cultivos ilícitos, se muestra incapaz de comprometer una cifra cercana como la que ha invertido en la guerra contra las drogas. Así las cosas, las perspectivas para el acuerdo ya no se ven sólo difíciles por la falta de voluntad política, sino que también por mera incapacidad fiscal. Incapacidad fiscal que, hay que decirlo, también se deriva de falta de voluntad política. Así que lo que se logre implementar, pasará fundamentalmente por la asistencia internacional, que a través de múltiples agencias, ya viene llegando. Todos alistan los colmillos y las chequeras. Cada uno ve qué saca con la industria de la paz. Ya hay los que están formando sus nuevas ONGs como gestores, promotores o pedagogos de paz. Alguno habrá que acumule ganancias. Las comunidades, sin embargo, seguirán acumulando, con toda seguridad, carencias, violencias e incumplimientos.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=229732

 

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Colombia: Pacto por Educación Superior para la Paz

Colombia / alainet.org / 1 de Marzo de 2017

El 9 de febrero del presente año, encabezado por la Viceministra de Educación Superior y el Rector de la Universidad Nacional, veinte universidades públicas y nueve institutos universitarios públicos firmaron el documento denominado “Pacto Público por una Educación Superior para la Paz” a través del cual, además de formalizar la Red de Educación Superior por la Paz, se plantea, que reconociendo la ventana de oportunidad que significa el período del post acuerdo para que la educación superior ‘despliegue la realización de su misión institucional, obstaculizada por el conflicto’, señala la voluntad de asumir esfuerzos en los diferentes niveles territoriales para ‘la reflexión, intercambio y diseño de acciones conjuntas que aporten a los procesos de solución del conflicto armado y de construcción de la paz, y la consolidación de la convivencia en la sociedad colombiana.’ Igualmente plantea el documento asumir el compromiso ‘de estrechar los vínculos de la Educación Superior con todos los sectores sociales y con las autoridades públicas para desarrollar estrategias que fortalezcan la promoción de valores como la tolerancia, el entendimiento y la confrontación dialogada de ideas, así como la investigación acerca de los problemas del país y de las mejores fórmulas para su solución.’

Lo anteriormente mencionado que estoy seguro lo suscriben todas las instituciones de educación superior, públicas y privadas, plantea en grueso los desafíos que tienen frente al aporte que deben dar no sólo para cerrar el ciclo largo del conflicto armado, sino para avanzar hacia echar las bases de una democracia moderna. Igualmente debemos destacar las declaraciones de intención realizadas desde el SUE (Sistema de Universidades Estatales). En esa misma dirección se sitúa la iniciativa de la Alianza de Universidades por la Paz –entre universidad Nacional, los Andes, Javeriana, Externado, Rosario y Libre- y el trabajo que muchas instituciones de educación superior vienen adelantando en esta misma línea. Por ello es necesario recordar la importante tarea de formación, que en el pasado realizaron, frente a las desmovilizaciones insurgentes de comienzos de los 90s del siglo anterior la Universidad del Valle y la Pedagógica Nacional; la tarea estratégica de análisis, debate y pedagogía que se ha hecho desde 1997, cuando un grupo de académicos de varias universidades creamos Redunipaz en la Universidad del Valle; o la que viene realizando la Universidad Nacional, a través del Centro de Pensamiento y Seguimiento al Dialogo de Paz, en relación con el proceso de La Habana y la disponibilidad que muchas voces universitarias han hecho para colaborar en los diálogos con el ELN, si se lo solicitan.

Todos estos ejemplos, desde las instituciones de educación superior, que seguramente son insuficientes, sin embargo muestran la intención, el deseo y compromiso de contribuir, desde sus actividades misionales, que son formación, investigación y extensión o relaciones con la sociedad, en la superación de uno de los problemas estratégicos de nuestra sociedad, como lo es el conflicto armado de larga duración y dar su aporte a la construcción de paz, que no es otra cosa que volver realidad la sociedad inclusiva y democrática que todos deseamos, con una democracia donde el respeto por la diferencia y la pluralidad sean principios reales de vida y no discursos que escondan la exclusión y aún la eliminación -física o simbólica- para los que no piensan igual.

Fuente: http://www.alainet.org/es/articulo/183792

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Libro: Paz en Colombia

Reseña: Paz en Colombia
Perspectivas, desafíos, opciones

Pablo Gentili. Sara Victoria Alvarado. Eduardo A. Rueda Barrera. [Editores]

Este libro pretende ser un aporte para analizar las diversas dimensiones sociales, políticas, económicas, culturales, educativas y éticas de los retos que precedieron al acuerdo de paz y que se desplegarán a partir de ahora. Se publica a pocos días del plebiscito del 2 de octubre de 2016, en el que la sociedad colombiana tendrá en sus manos la posibilidad de refrendar este importantísimo acuerdo, abriendo y multiplicando los desafíos y oportunidades que nos permitieron llegar hasta aquí. La lectura de cada una de las contribuciones de este volumen permite no sólo entender que es urgente y necesario votar por el SÍ a los acuerdos de paz, sino también asumir la inmensa complejidad de una coyuntura que necesitará de muchísima imaginación, compromiso y participación democrática.

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Secretaría Ejecutiva.
ISBN 978-987-722-209-8
CLACSO.
Buenos Aires.
Septiembre de 2016

Link de Descarga: http://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?id_libro=1181&orden=&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1125

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NI UNA VÍCTIMA MÁS!! ACUERDO YA!! FIRMATÓN MUNDIAL POR LA PAZ DE COLOMBIA

América del Sur/Colombia/5 Noviembre 2016/Angela maria Giraldo Cadavid/Change.org

Yo soy víctima del conflicto armado de Colombia, lo que yo viví no se lo deseo a nadie, por eso les pido a todos que firmen aquí para agilizar un acuerdo de paz definitivo, mantener el cese de hostilidades y poner fin a todo tipo de guerra en Colombia.

Colombia está más cerca que nunca de poner fin al conflicto armado más largo del continente americano con la guerrilla de las Farc. Esta guerra ha dejado casi 6 millones de desplazados, 220.000 muertos, más de 25.000 desaparecidos, cerca de 30.000 secuestrados, desastres ecológicos, pobreza extrema e injusticia social.

Después de más de 52 años de buscar un Acuerdo de Paz entre el Estado de Colombia y las Farc, el pasado 26 de septiembre finalmente este se firmó. No obstante, al someter el acuerdo a consulta con los ciudadanos colombianos, para sorpresa de muchos ganó el NO con 6.431.376 votos frente al SÍ que obtuvo 6.377.482, hubo una abstención del 62%, las campañas que fueron muy apasionadas terminaron dividiendo al país.

La paz no da espera, de no llegar rápidamente a un Acuerdo Definitivo, se reactivará la guerra y los colombianos perderemos la oportunidad de avanzar hacia la paz y los ríos de este país volverán a nutrirse de sangre.

Desde el 2 octubre que se hizo la consulta, millones de colombianos han salido a la calle suplicando que se agilicen estos diálogos y se firme el Acuerdo de Paz Definitivo.  Nos gustaría contar con las personas que quieren la paz para Colombia a fin de pedir a los negociadores no dilaten más esta decisión.

Queremos el fin de la guerra YA! No queremos más muertos, ni secuestrados, ni una víctima más por la guerra! Queremos el Acuerdo Definitivo de Paz entre el Gobierno de Colombia y las Farc YA!

Con la Firmatón Mundial: FIRME POR LA PAZ DE COLOMBIA recogeremos 10 millones de firmas convirtiendo esta petición en un MANDATO CIUDADANO para avalar y garantizar la implementación del NUEVO Y DEFINITIVO ACUERDO DE PAZ entre el Gobierno de Colombia y las Farc. Acuerdo que recoge las observaciones de los diferentes sectores de la sociedad colombiana.

Esta iniciativa nace de un grupo de colombianos que actúa de manera libre e independiente: víctimas de secuestro, víctimas de la guerra, jóvenes, mujeres, hombres sensibles, desplazadas, entre otros.

Únete a la firmatón por La Paz y por un Acuerdo Ya!

 Firma acá:  bit.ly/2eWeFeK

Esta petición será entregada a:

  • Delegados del Gobierno de Colombia y de las Farc
    MESA DE CONVERSACIONES
  • Presidente de la Republica de Colombia
    JUAN MANUEL SANTOS CALDERO
  • Presidente Congreso de la Republica de Colombia
    MAURICIO LIZCANO ARANGO
 
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