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Didáctica de las Ambulancias

Por: Fernando Buen Abad Domínguez

Casi todo lo que es importante es urgente. Una es noción de jerarquía y la otra de tiempo. Eso lo entiende, por ejemplo, quien maneja una ambulancia. Son importantes los semáforos, sí, pero mucho importante es la vida del que viaja (accidentado o no) en una ambulancia y, por lo tanto, en condiciones de seriedad, todo lo que “normalmente” es importante cede su lugar a lo urgente. Digan lo que digan los “burócratas”, los reformistas o los indolentes para quienes la relación entre urgencia e importancia está confundida por su obediencia a los “jefes” o a la negligencia y no a las necesidades sociales.

Para la humanidad es muy importante quitarse el yugo del capitalismo, es urgente. Deberíamos estar dedicados, de tiempo completo, a librarnos del coloniaje económico e ideológico que pone en riesgo real la sobrevivencia del planeta y de toda forma de vida, incluida la humana. Sólo mirar las cifras debería hacernos entender la urgencia por salir de un sistema injusto, excluyente, belicista y humillante como el que reina a sus anchas hace ya demasiados siglos. Y sin embargo vamos lentos. La humanidad está en peligro. ¿Es un problema de jerarquía o de tiempo?

Es muy importante combatir las mentiras, la tergiversación y la desinformación. Es muy importante conocer la verdad, saber socializarla y saber qué hacer con ella. Es de importancia suprema vivir y convivir en unidad y con principios comunitarios a toda prueba. Es urgente y sin embargo vamos lentos. Nos frenan los semáforos de la estulticia. ¿Qué nos falta? ¿Ética?

Nos impusieron, con fuerzas militares y fuerzas ideológicas, una “Cultura de la Banalidad” que surte efectos desastrosos. Contiene individualismo de todo tipo, escapismos a granel, solipsismos y anti-política hasta el hartazgo. Su non plus ultra es el consumismo endulzado con egolatría de mercado y cucharadas generosas de indolencia burguesa. Por eso importa más, en la agenda de lo cotidiano la sanción a un futbolista, los matrimonios de la farándula, el chismorreo de corrillos… que lo importante y lo urgente de verdad. Por eso nos anestesian con luz de televisores y mientras nos saquean los salarios, los recursos naturales… la vida misma hundidos en banalidades bacteriológicas.

La vida diaria se nos escapa mientras atendemos eso que es secundario, mediato e intrascendente pero que nos hace sentir como si estuviésemos atendiendo lo verdaderamente importante. Y se va la vida. La banalidad nos invisibiliza la lucha, la hace postergable e intrascendente. La banalidad nos hace ver un mundo que realmente está “patas arriba” como si ese fuese su orden natural y como si debiésemos aceptarlo sin chistar y sin cambiarlo. La banalidad con que el capitalismo nos anestesia es para colmo un gran negocio de ellos que nos vende valores banales disfrazados de moda, disfrazados de placeres, disfrazados de instituciones sagradas. Nos han enseñado a aceptas todas las banalidades que el capitalismo inventa como si fuesen lo más importante y lo más urgente. La banalidad en serio. Ética anestesiada.

Nada es más importante que terminar con la cultura belicista que nos ahoga, día a día, hasta en lo más impensado. Nada más importante que tener un mundo sin máquinas de guerra ideológica y sin guerras psicológicas. Nada más importante que conquistar la Justicia Social para el pueblo trabajador. Nada más importante que un mundo de seres humanos con igualdad de oportunidades y de condiciones objetivas. Nada más importante que asegurar un planeta que sea la Patria de la Humanidad sin excluidos, sin amos y sin esclavos. Sin seres humanos explotados y sin clases explotadoras. Nada más importante que lograr ser humanos emancipados, cultos y libres. Nada más importante que vivir en un planeta sin miedo.

No es importante -ni urgente- poner a salvo las ganancias de las oligarquías ni de sus colonias. No es importante entregarles las tierras, las minas, los ríos, los mares, las montañas, los subsuelos ni los cielos. No son importantes los negocios burgueses con la educación, la vivienda, la salud y el trabajo. No es importante la “moral” de los opresores ni es importante el bienestar de unos cuantos sectores que son dueños de la inmensa mayoría de las riquezas del planeta. Lo importante es el futuro sano y salvo para las niñas y los niños. Lo importante es la vida digna para los adultos mayores. Lo importante es el trabajo emancipado para la juventud y para todos. Lo importante es derrotar toda banalidad y toda injusticia. ¿Cómo hay que decirlo? Hay que abrir paso a la ambulancia de la Historia, la humanidad esta en riesgo.

El “Pensamiento Crítico” consiste fundamentalmente en aprender a poner en orden nuestros métodos para conocer el mundo, para enunciar ese conocimiento y para organizar y movilizar conductas emancipadoras. Saber qué va primero y qué va segundo. Qué es lo urgente y que es lo aplazable. Qué es importante y qué no lo es. El “Pensamiento Crítico” es producto humanista y dialéctico de sí mismo, en clave de lucha. De lucha de clases. Es ese su territorio fértil y su fuente de identidad. En esa lucha se aprende quiénes son los sujetos en contienda, cuántos hay de cada lado, con qué fuerzas cuentan, cuál es su desarrollo desigual y combinado y cuáles son sus derrotas y sus victorias… el “Pensamiento Critico” se forma como conciencia de la disputa que moviliza a la historia y que le da perspectivas, para bien o para mal, sobre el desino mismo de la humanidad y del planeta. Por eso el “Pensamiento Critico” es tan importante. Y no hay transformación posible si el “Pensamiento Crítico” no se hace carne en los pueblos y sus luchas. Comuna o nada.

Aquel que maneja una ambulancia sabe que, llegado el momento, lo importante es un mandato ético y social. Que nada ni nadie puede oponerse o superponerse al cometido de salvar la vida. Ni los semáforos ni la hora del almuerzo, ni los afectos ni las banalidades. Nada es más importante y, por eso, es urgente llegar, íntegros y proactivos, a cumplir la tarea suprema de ser solidarios con quien necesita de toda nuestra destreza, de toda agudeza y de toda presteza. A bordo de la ambulancia va un paquete didáctico para la sociedad toda. Va la vida y la muerte con nuestro papel ante ellas. Va la necesidad de cumplir con el deber y el amor por cumplirlo. Va la inteligencia y la pasión por ser útil. Va el riesgo y van las ciencias. Va el santiamén de la suerte y va el aplomo del científico. Va la historia de la humanidad y va el futuro de quien sufre un accidente. Vamos todos y sabemos que van juntos, lo importante y lo urgente. Así deberíamos ser con todo. Sería una Revolución Cultural nutrida por pensamiento crítico y moral de comunidad. Y el mundo será distinto.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=225063

 

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Entrevista: Los culpables de lo que pasa en educación no son los maestros, es el sistema

Entrevista a: Alain Touraine

El sociólogo francés Alain Touraine reflexiona sobre del papel de la educación, la escuela y los maestros en el modelo social que describe para nuestros tiempos.

Sus 91 años no le impiden seguir pensando y compartiendo con claridad y lucidez sus ideas acerca de la sociedad que viene. El sociólogo francés, uno de los máximos representantes del pensamiento europeo y premio Príncipe de Asturias 2010 junto a Zygmund Bauman, advierte que hemos pasado de una sociedad posindustrial a un modelo postsocial donde la sociedad, tal y como la conocemos, se descompone en favor de un sistema donde predomina el individualismo. Durante su visita a Barcelona con motivo de la conferencia Encuentros BCN reflexiona en exclusiva para AIKA acerca de la educación que viene:

Ayer pensaba que no podría dar una conferencia en español, estaba casi seguro de que me iban a salir puras palabras italianas, porque actualmente hablo italiano todos los días y español casi nunca. Estaba un poco asustado, la verdad, pero ha funcionado.

Le escuché y se le entendió perfectamente. Ha explicado que lo social ha desaparecido, y que hemos de pensar en términos individuales.

¿Cómo encaja la educación en el paradigma que usted plantea?

Es muy sencillo. La educación en nuestras sociedades era definida como socialización. ¡Eso era horrendo! Es horrendo utilizar la educación como una manera de incorporar los individuos a la sociedad, que es un sistema de poder. La cuestión es reemplazar la socialización, como meta de la educación, por la famosa subjetivación. El papel de la educación es aumentar el grado de autonomía, de iniciativa y de crítica de cada individuo, especialmente de cada joven. No solamente, pero la población más importante es esa.

“El papel de la educación no es socializar, sino aumentar el grado de autonomía, de iniciativa y de crítica de cada individuo”

Yo fui educado en un liceo público, pero también en mi familia, con los métodos antiguos. Es decir, el profesor, el maestro —una palabra clave: ¡el maestro!—, transmitía ideas universales: la ciencia, la patria, la familia, la cultura (con una C grande), los grandes valores, etc. a jóvenes que vivían en un espacio limitado. Hay que eliminar eso. Entonces, la idea era realmente muy buena: frente a un mundo campesino donde la gente estaba dominada por una burguesía local rentista, se podían acercar temas universales a través de la escuela pública (y contra la Iglesia católica prácticamente, en el caso francés). Yo he vivido eso durante muchos años, largos años de guerra, y no era el momento para discutir órdenes, pero recibir esa educación para mí fue realmente un sufrimiento. Yo fui muy infeliz en la escuela.

¿La escuela de hoy en día está preparada para este cambio?

No. Yo creo que está muy atrasada, pero ha cambiado un poco. Lo que he descubierto, en el caso francés, es que un porcentaje relativamente alto de los maestros han cambiado. No son un 10% los que hacen otras cosas sino que hay un 30 o 40% que están tratando de cambiar la capacidad de expresión y de iniciativa de los jóvenes.

También he descubierto, con más distancia, que no son los maestros realmente los culpables de lo que pasa, es el sistema. El sistema es el ministerio centralizado y los sindicatos que viven del sistema. Aumentar el grado de autonomía e iniciativa para mí es fundamental. Primero, de los maestros, y segundo, y en consecuencia, de los alumnos. La burocratización de la escuela, de la educación, es responsable de este tipo de reproducción social. Cuando se discute sobre educación y hacen huelga en Francia, los sindicatos dicen que con 25 alumnos no se puede hacer nada, pero con 22 es muy fácil. ¡Es estúpido! No quieren cambiar nada. Cambiar cosas es difícil, pero cambiar ideas cuesta más.

“Cambiar cosas es difícil, pero cambiar ideas cuesta más”

El cambio no consiste en transformar la abstracción en actividades prácticas y de trabajar en una máquina. No se trata de eso, sino de dar más importancia, incluso en las notas de los alumnos (aunque hay que eliminar las notas lo máximo posible) a los medios técnicos y tecnológicos. Usando las palabras del mejor especialista en educación en Francia: hay que realizar un trabajo más cercano, más vinculado con la experiencia. Experiencia significa tecnología, pero también emociones y comunicación. No se puede aislar el conocimiento matemático, o a Platón, o la teoría de la relatividad, sino que es necesario vincular la experiencia, la interpretación y el análisis, no romper a favor de la abstracción, que es la reacción a lo concreto. No se debe eliminar lo concreto. Hay que pensar, por ejemplo, en colores, en formas, en movimiento…

 ¿Cómo encajan las nuevas tecnologías en ese marco?

Yo creo que las tecnologías como tales no son tan importantes. Lo importante es si la tecnología favorece la reintroducción de la experiencia, incluso en el aspecto de la comunicación y el aspecto afectivo. No hay que aislar el mundo escolar, no aislar al maestro del padre, de la madre, del amigo, de la amiga o del estudiante.

¿Las nuevas tecnologías ayudan a socializar o a desocializar, en el mundo educativo?

Depende de las tecnologías. La mayor parte de las tecnologías son colectivas, son máquinas. Yo diría que lo importante en las tecnologías es la información, porque no hay conocimiento sin información. Pero la información no tiene que estar aislada de la comunicación, que es fundamental, ni de las emociones, de lo afectivo. Es una idea clásica muy elemental pero fundamental.

“Hay que realizar un trabajo más cercano, más vinculado con la experiencia”

Del mismo modo, no se debe aislar lo mejor de lo inferior, que no hable solo la elite científica. No es fácil, porque necesitamos una elite científica, y no cualquier persona puede estudiar, por ejemplo, matemáticas a un nivel alto. Pero lo importante es que esta gente tenga la capacidad de ascender en su imaginación y no oponerse, no decir: “si tu eres bueno en matemáticas, no pierdas tu tiempo con pintura, juegos, amistades, conflictos o peleas”. Hay que subir hacia la abstracción y la creación científica o intelectual, pero en relación con toda la vida, como conjunto de experiencias afectivas y de comunicación. El éxito de una nación o un individuo está en la capacidad de pensar de forma abstracta y científica, pero eso no puede eliminar lo concreto, porque eso es una motivación de clase social.

Hablando de clase social, había dicho usted que la escuela era importante para disminuir las desigualdades…

No en el momento actual. La escuela, y hablamos de la escuela pública, aumenta las desigualdades. No las mantiene o las reproduce, sino que las aumenta. Hay que respetar la experiencia del alumno o de la alumna. Eso es importante. Por ejemplo, en Francia, no sé en España, está prohibido hacer estadísticas según el origen étnico de los estudiantes. Se hace por buenas razones, es muy respetable, pero el resultado es que cuando se habla en sociología de sectores especiales de la escuelas, de gente en situación difícil, son todos árabes. Ahí el efecto es absolutamente negativo por no utilizar las palabras, los datos, lo que todo el mundo sabe. ¡En el barrio todo el mundo sabe que en esa escuela son todos árabes!

“La escuela pública no mantiene o reconduce las desigualdades, sino que las aumenta”

Lo interesante es que la discriminación étnica es muy fuerte con los hombres y casi nula con las mujeres. Las mujeres, si buscan un empleo, dicen “yo me llamo Leila no se qué” y pueden conseguir el empleo. Si dices “Mohamed”, nunca lo vas a tener. La discriminación y la segregación afectan a los hombres, porque los hombres son considerados superiores.

¿La falta de escolarización no suele afectar más a las mujeres?

No. Incluso para los inmigrados, el nivel de escolarización es más alto para las mujeres que para los hombres. Hay que hablar de forma precisa. Las alumnas, las mujeres, obtienen un nivel de escolaridad más alto, pero tienen un nivel de expectativas más bajo. Hay un viejo estudio muy conocido de estudiantes de química. Las niñas estudiantes de química han resultado mejores y estudian más que los hombres, pero ¿cuánto ganarán dentro de cinco años como ingenieras químicas? Las expectativas de las mujeres son más bajas, a pesar de que hay más escolarización o mejores resultados escolares. La contradicción es impresionante, es una demostración de la sociología. Es evidente que no es un problema de competencia, de calidad o de inteligencia, es un puro mecanismo de interiorización, de discriminación. Las expectativas han resultado.

¿Qué papel le queda al profesor?

Más y más, se ve una relación inversa. En general, el alumno utiliza la tecnología para dar solución a los problemas, y el papel básico del maestro es ayudar al alumno o la alumna a incorporar un conocimiento o una técnica dentro de la experiencia multidimensional, afectiva y comunicativa del joven.

Touraine, durante su conferencia en la Universidad de Barcelona. Foto: Anna Montero.

A lo largo de su larga carrera profesional ha escrito usted muchísimos libros. En la era de la tecnología, permítame la curiosidad, ¿escribe usted a mano?

(ríe) Es cierto que en mi caso hay dos cosas. Primero, es un aspecto físico o emotivo, tengo una relación del tipo amorosa-erótica con la escritura. Es hermoso, es un poco como hacer nacer, es una visión femenina, de crear. Segundo, empecé en la profesión muy joven, como profesor. Cuando escribí mi primer libro tenía 28 años.

Yo hablaba mucho con un amigo, y él me decía que en matemáticas el 10 % produce el 90 % del conocimiento. Le dije que lo mismo pasa con las ciencias sociales, solo que aquí no es el 10 sino el 5 % quién produce el 95 % del conocimiento. Yo creo que esa lógica es un mundo que atrae a los mediocres. Es un trabajo mal pagado, realmente muy mal pagado y con un estatus social muy limitado, pero te da mucha libertad. Ninguna persona me ha dado en toda la vida una orden.

¡Qué afortunado!

Es una suerte, he hecho absolutamente lo que quería hacer.

¿En este mundo en el que se valora tanto la ciencia y la tecnología, cree que se le da poco valor a las ideas de pensadores, de filósofos o sociólogos como usted?

Yo creo que en el momento actual hay un cambio de mundo, y tratar con ideas es difícil. Yo tenía un amigo físico que recibió un premio Nobel y decía: “Yo era incapaz y fui a un colegio experimental”. Y no le fue tan mal, ¡ganó un premio Nobel!. Es un poco lo mismo. La sociología no es un mundo exacto, es un trabajo de imbéciles muchas veces, aunque no siempre.

Hay muchos sociólogos hoy aquí…

¡Pues seguramente muchos de ellos son tontos!

Fuente: http://webdelmaestrocmf.com/portal/alain-touraine-los-culpables-lo-pasa-educacion-no-los-maestros-sistema/

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Ética de lo Urgente y lo Importante. Didáctica de las Ambulancias

Fernando Buen Abad Domínguez
Rebelión / Instituto de Cultura y Comunicación UNLa
Casi todo lo que es importante es urgente. Una es noción de jerarquía y la otra de tiempo. Eso lo entiende, por ejemplo, quien maneja una ambulancia. Son importantes los semáforos, sí, pero mucho importante es la vida del que viaja (accidentado o no) en una ambulancia y, por lo tanto, en condiciones de seriedad, todo lo que “normalmente” es importante cede su lugar a lo urgente. Digan lo que digan los “burócratas”, los reformistas o los indolentes para quienes la relación entre urgencia e importancia está confundida por su obediencia a los “jefes” o a la negligencia y no a las necesidades sociales.Para la humanidad es muy importante quitarse el yugo del capitalismo, es urgente. Deberíamos estar dedicados, de tiempo completo, a librarnos del coloniaje económico e ideológico que pone en riesgo real la sobrevivencia del planeta y de toda forma de vida, incluida la humana. Sólo mirar las cifras debería hacernos entender la urgencia por salir de un sistema injusto, excluyente, belicista y humillante como el que reina a sus anchas hace ya demasiados siglos. Y sin embargo vamos lentos. La humanidad está en peligro. ¿Es un problema de jerarquía o de tiempo?

Es muy importante combatir las mentiras, la tergiversación y la desinformación. Es muy importante conocer la verdad, saber socializarla y saber qué hacer con ella. Es de importancia suprema vivir y convivir en unidad y con principios comunitarios a toda prueba. Es urgente y sin embargo vamos lentos. Nos frenan los semáforos de la estulticia. ¿Qué nos falta? ¿Ética?

Nos impusieron, con fuerzas militares y fuerzas ideológicas, una “Cultura de la Banalidad” que surte efectos desastrosos. Contiene individualismo de todo tipo, escapismos a granel, solipsismos y anti-política hasta el hartazgo. Su non plus ultra es el consumismo endulzado con egolatría de mercado y cucharadas generosas de indolencia burguesa. Por eso importa más, en la agenda de lo cotidiano la sanción a un futbolista, los matrimonios de la farándula, el chismorreo de corrillos… que lo importante y lo urgente de verdad. Por eso nos anestesian con luz de televisores y mientras nos saquean los salarios, los recursos naturales… la vida misma hundidos en banalidades bacteriológicas.

La vida diaria se nos escapa mientras atendemos eso que es secundario, mediato e intrascendente pero que nos hace sentir como si estuviésemos atendiendo lo verdaderamente importante. Y se va la vida. La banalidad nos invisibiliza la lucha, la hace postergable e intrascendente. La banalidad nos hace ver un mundo que realmente está “patas arriba” como si ese fuese su orden natural y como si debiésemos aceptarlo sin chistar y sin cambiarlo. La banalidad con que el capitalismo nos anestesia es para colmo un gran negocio de ellos que nos vende valores banales disfrazados de moda, disfrazados de placeres, disfrazados de instituciones sagradas. Nos han enseñado a aceptas todas las banalidades que el capitalismo inventa como si fuesen lo más importante y lo más urgente. La banalidad en serio. Ética anestesiada.

Nada es más importante que terminar con la cultura belicista que nos ahoga, día a día, hasta en lo más impensado. Nada más importante que tener un mundo sin máquinas de guerra ideológica y sin guerras psicológicas. Nada más importante que conquistar la Justicia Social para el pueblo trabajador. Nada más importante que un mundo de seres humanos con igualdad de oportunidades y de condiciones objetivas. Nada más importante que asegurar un planeta que sea la Patria de la Humanidad sin excluidos, sin amos y sin esclavos. Sin seres humanos explotados y sin clases explotadoras. Nada más importante que lograr ser humanos emancipados, cultos y libres. Nada más importante que vivir en un planeta sin miedo.

No es importante -ni urgente- poner a salvo las ganancias de las oligarquías ni de sus colonias. No es importante entregarles las tierras, las minas, los ríos, los mares, las montañas, los subsuelos ni los cielos. No son importantes los negocios burgueses con la educación, la vivienda, la salud y el trabajo. No es importante la “moral” de los opresores ni es importante el bienestar de unos cuantos sectores que son dueños de la inmensa mayoría de las riquezas del planeta. Lo importante es el futuro sano y salvo para las niñas y los niños. Lo importante es la vida digna para los adultos mayores. Lo importante es el trabajo emancipado para la juventud y para todos. Lo importante es derrotar toda banalidad y toda injusticia. ¿Cómo hay que decirlo? Hay que abrir paso a la ambulancia de la Historia, la humanidad esta en riesgo.

El “Pensamiento Crítico” consiste fundamentalmente en aprender a poner en orden nuestros métodos para conocer el mundo, para enunciar ese conocimiento y para organizar y movilizar conductas emancipadoras. Saber qué va primero y qué va segundo. Qué es lo urgente y que es lo aplazable. Qué es importante y qué no lo es. El “Pensamiento Crítico” es producto humanista y dialéctico de sí mismo, en clave de lucha. De lucha de clases. Es ese su territorio fértil y su fuente de identidad. En esa lucha se aprende quiénes son los sujetos en contienda, cuántos hay de cada lado, con qué fuerzas cuentan, cuál es su desarrollo desigual y combinado y cuáles son sus derrotas y sus victorias… el “Pensamiento Critico” se forma como conciencia de la disputa que moviliza a la historia y que le da perspectivas, para bien o para mal, sobre el desino mismo de la humanidad y del planeta. Por eso el “Pensamiento Critico” es tan importante. Y no hay transformación posible si el “Pensamiento Crítico” no se hace carne en los pueblos y sus luchas. Comuna o nada.

Aquel que maneja una ambulancia sabe que, llegado el momento, lo importante es un mandato ético y social. Que nada ni nadie puede oponerse o superponerse al cometido de salvar la vida. Ni los semáforos ni la hora del almuerzo, ni los afectos ni las banalidades. Nada es más importante y, por eso, es urgente llegar, íntegros y proactivos, a cumplir la tarea suprema de ser solidarios con quien necesita de toda nuestra destreza, de toda agudeza y de toda presteza. A bordo de la ambulancia va un paquete didáctico para la sociedad toda. Va la vida y la muerte con nuestro papel ante ellas. Va la necesidad de cumplir con el deber y el amor por cumplirlo. Va la inteligencia y la pasión por ser útil. Va el riesgo y van las ciencias. Va el santiamén de la suerte y va el aplomo del científico. Va la historia de la humanidad y va el futuro de quien sufre un accidente. Vamos todos y sabemos que van juntos, lo importante y lo urgente. Así deberíamos ser con todo. Sería una Revolución Cultural nutrida por pensamiento crítico y moral de comunidad. Y el mundo será distinto.

Fuente del Artículo:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=225063&titular=did%E1ctica-de-las-ambulancias-
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Pensamiento Crítico. El marxismo en Cuba hoy

Por: Natasha Gómez Velázquez

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Ya no se puede esperar más… [I] Hace mucho tiempo, la comunidad académica y científica cubana se debe a sí misma una reflexión extraordinaria sobre el marxismo. Esa deuda se remonta a la época en que tuvimos conocimiento y conciencia para hacerlo (no siempre fue así); actitud (no estoy segura de que esta condición se […]

Ya no se puede esperar más… [I]

Hace mucho tiempo, la comunidad académica y científica cubana se debe a sí misma una reflexión extraordinaria sobre el marxismo. Esa deuda se remonta a la época en que tuvimos conocimiento y conciencia para hacerlo (no siempre fue así); actitud (no estoy segura de que esta condición se mantenga hoy); y no lo hicimos. Ni la caída del socialismo en la URSS y Europa —que dejó muy comprometido al marxismo—, tuvo fuerza suficiente para convocar a dicha discusión.

La ausencia de debates fundamentales y las características que el marxismo tiene en Cuba, poseen causas que exceden el campo intelectual. Guardan relación con la historia del socialismo y del marxismo, también en nuestro país [2]. La inexistencia de una cultura marxista que permitiera sostener un criterio de selección informado [3]; la familiarización unilateral con la teoría de personas encargadas de su instrumentación educativa desde los 60 [4]; y hasta la urgencia revolucionaria (acompañada de auténtica avidez, entusiasmo, e interés por la teoría), terminaron facilitando la imposición progresiva de la específica versión soviética denominada “marxismo-leninismo” [5], que apaga los espíritus teóricos, y sobre la cual se acumula casi un siglo de críticas (para 1960, esa valoraciones negativas databan de tres décadas y más). No obstante, puede aceptarse que en los inicios, se hizo lo que se pudo…

En la actualidad, reconsiderar el marxismo —su enseñanza, edición, investigación—, no ha de ser un acto coyuntural sino estratégico. Este ejercicio reflexivo, crítico, y proactivo no puede ser postergado más [6]. Paradójicamente, después de los años 90 pareciera que existen actitudes de nihilismo y escepticismo hacia todo el marxismo.

El objetivo no puede consistir en engañarnos: efectuando una exégesis más; sustituyendo aleatoriamente el discurso teórico que se repite por uno “nuevo” o “actualizado” (que cambia el orden de los asuntos o reincorpora los que se pusieron en reposo, empleando el mismo criterio voluntarista); o injertando contenidos ajenos a la preocupación marxista utilizando de manera instrumental su nombre. ¡Y pretender hacer todo esto, sin que medie un verdadero ejercicio intelectual o desde fuera de la ciencia! No. Se trata de preguntarnos: ¿el marxismo corriente es marxismo? Eso obliga a estudios y debates, que no son de un día, lógicamente.

Las premisas de un eventual debate no pueden seguir siendo apriorísticas. Las de siempre: tradición; emoción; facilismo (lo sabido o lo que se cree saber); el discurso vacío (pero que, desde el desconocimiento, se considera correcto); las empatías personales (el llamado aleatorio a especialistas, cuyos criterios o silencios son conocidos y predecibles, y no van a disentir, sino a confirmar); los dogmas; y la norma. Todas estas constituyen actitudes tan interiorizadas, que no las reconocemos como tales y las continuamos reproduciendo. Esas, las confortables premisas de siempre, han negado las condiciones de posibilidad para la vida —no reductible a la condición de existencia— de una auténtica intelectualidad marxista.

La reflexión que corresponde debe ser extraordinaria (en su sentido literal); abierta (por los alcances sociales de este asunto); radical; y fundarse realmente en el conocimiento y la investigación, con teorías y estudios históricos primarios. No es momento de doxa, catarsis, indiferencia, negligencia, enamoramiento facilista que ciega (y convierte a X interpretación de segunda mano, en “piedra filosofal”), o saber vulgar y ordinario. Tampoco puede reducirse a la confirmación del pasado/presente por medio de consultas a los considerados a priori “expertos”, sino de un debate que involucre a especialistas con capacidad y disposición para avanzar (las dos dimensiones, son imprescindibles). El resultado de tales debates ha de expresarse en una transformación efectiva (en sentido marxiano) y no aparente.

Entretanto, el marxismo común continúa siendo el “marxismo-leninismo”, de efectos nocivos para la teoría y la política socialistas, y que se diferencia y opone a la naturaleza crítico-revolucionaria del marxismo y leninismo originarios, y a su más legítima tradición. Una vez más, no por denominarse comúnmente “soviético” (¡y ese no es todo el marxismo soviético! [7]), representa la dignidad de la Revolución bolchevique y sus líderes; no por denominarse “marxismo-leninismo” expresa la teoría y la praxis de Marx, Engels, y Lenin; es más bien todo lo contrario. No por haber autolegitimado el monopolio de los nombres (en época de intrigas, purgas, y pugnas por el poder inmediatamente después de la muerte de Lenin, durante el resto de la década del 20 y los años siguientes), es el único marxismo. Es, una tendencia bien definida —e identificada casi siempre a través de sus errores teóricos y políticos—, al interior de la plural tradición que inicia en Marx. Este es un asunto que el universo marxista diagnosticó, debatió, describió, y superó hace décadas. Hay que ponernos al día. ¿Cómo ser marxista, sin conocer críticamente su teoría e historia, o su presente diverso?

Sin embargo, aún no existe consciencia del carácter necesariamente múltiple, y por tanto, heterogéneo y contradictorio de la tradición marxista, o de que nuestro marxismo intelectual no es El marxismo (porque tal cosa no existe).

Las investigaciones genealógicas recientes —iniciadas en los años 90— sobre la trayectoria del marxismo en Cuba y sus conflictos en los 60, no han logrado un replanteo fundamental de la teoría, una reconstrucción personal y colectiva de los conceptos y su historia, o una consciencia crítica generalizada sobre el marxismo corriente. No han promovido la pasión por volver con ojos propios a Marx y a todo el marxismo clásico de fines del XIX e inicios del XX que ha sido omitido —Luxemburgo, Trotski, Pannekoek, Korsch, Lukacs, y tantos otros—; a las especificidades teóricas de Engels y Lenin; e ir al encuentro de Adorno, Horkheimer, Marcuse, Benjamin, Sartre, Habermas, Althusser (Gramsci está tan de moda que ha entrado en la norma), y a los más contemporáneos aún, que integran el marxismo a políticas de izquierda en Cuba, Latinoamérica y el mundo. En el contexto cubano, las lecturas extemporáneas de algunos de los nombres citados y de otros, pueden resultar inmensamente reveladoras en pleno siglo XXI.

Si lo sugerido pudiera parecer simple “historia” —de la que se puede prescindir—, hay que recordar que el marxismo es su historia. A diferencia de otros discursos, en el marxismo cada concepto, cada praxis, cada libro, solo tiene sentido en relación con su contexto. Además, los nombres citados y otros tantos, no son personajes de reparto (prescindibles) del “verdadero” y “exitoso” marxismo; tampoco fueron siempre, por siempre y para siempre la negación (criticada, “equivocada”, “tergiversada”) del pensamiento de Marx o Lenin; ni su repetición, pues tienen su propia obra; ni siquiera constituyen precisamente su continuidad.

Las contradicciones y polémicas de la historia y el presente del marxismo, no pueden seguirse interpretando según la lógica aristotélica: si un enunciado es verdadero —históricamente “exitoso”—, el otro es falso. La voluntad polémica de ayer y hoy, no obedece a la erudición ni a las características personales de los líderes marxistas. Obedece a la necesidad de definir estrategias políticas, que no pueden contrastarse con ninguna verdad prescrita. En ese sentido, puede decirse que cada uno de esos teóricos y revolucionarios, daba constantemente un salto al vacío. Formados en culturas marxistas (¡no solo!) distintas y con urgencias propias de sus naciones y Partidos, se sentían en igualdad para contender ante la praxis política. Precisando: la capacidad de reflexión personal de la inteligencia militante —entendida como cualidad política—, y la voluntad crítico-polémica, constituyó siempre —ayer y hoy— un signo de vitalidad y no de vergüenza para la tradición marxista.

El marxismo es crítico y contradictorio. Ni lineal, ni positivo, ni siempre y únicamente exitoso. No solo son Marx, Engels y Lenin. Desde los años 90 es de buen gusto incluir a Gramsci, y en época más reciente se menciona a Luxemburgo, sin especificar que la dimensión de su obra solo es comparable a la de Lenin (su coetáneo). Sin embargo, siempre se les sitúa a uno detrás de otro, como “desarrollo” de las tesis del anterior en las “nuevas condiciones”. Pero, No. Es también: Engels distinto a Marx; Lenin diferente de Marx; Lenin igual a Engels y ambos diferentes de Marx. Incluso es Marx versus Marx, hasta resultar difícil de comprender. Al marxismo originario no se le puede adjudicar una razón teórica a priori, porque no se escribió de una vez, tiene inconsecuencias, búsquedas, reconstrucciones, vacíos y problemáticas coyunturales.

De manera que no existe una teoría marxista sobre la organización política, la institucionalidad, la estrategia, el imperialismo, la Revolución, o el materialismo. Debemos considerar la feliz oportunidad de contar con soluciones teóricas diversas a un mismo asunto. Esto no significa que se asuma el marxismo de manera relativista, sino que hay que estudiarlo todo (¡si de estudiar se trata!).

Descuidar, excluir, omitir, o desconocer sistemáticamente una parte significativa de esa producción política, no es un simple error cometido en nombre de la “didáctica” o de que el auditorio no es “especialista”. Eso es falsear el marxismo y su historia. El relato de un marxismo sin vida real solo puede alejar a los potenciales interesados. ¿Será que eso nos ha pasado?

Un obstáculo que no puede ser subestimado, radica en nosotros mismos. Las personas comprometidas con el marxismo en Cuba, hemos sido formadas en el paradigma de ese marxismo de manual que prolonga hasta la actualidad su estatus hegemónico (aunque hoy reciba otros nombres y tenga otro sumario). De manera que cualquier acción de juicio tiene implicaciones epistémicas, existenciales y sociales que se resisten, por definición, al autoexamen crítico. Además, ese tipo específico de marxismo ha generado una actitud de fidelidad, que hace parecer el interés por otras interpretaciones —legítimo y necesario, si se pretende ser intelectual orgánico—, como herejía.

Por otra parte, la práctica teórica mantiene divisiones disciplinares. Aquello que recordaran Lukacs, Korsch, y Gramsci, sobre la esencia originaria del marxismo como teoría unitaria de la revolución, ha quedado fuera de consideración, en favor de una desmembración de contenidos positivos que se expresa por excelencia en la docencia y en nuestras propias formaciones perimetrales [8]. Los “filósofos” no dominamos la “economía política” (¡no se trata de sacar cinco puntos en la Asignatura!) y viceversa. ¿Cómo afirmar entonces que somos marxistas o somos “especialistas” en marxismo, si no poseemos la capacidad sintética —en su sentido teorético— para comprender los fundamentos totalizadores de la obra de Marx?

Una consecuencia de ese marxismo vulgar consiste en la interpretación determinista. Esa tesis en su carácter absoluto y estructural, simplemente no se corresponde con la experiencia histórica de las revoluciones ni del socialismo. También se relegan contenidos histórico-sociales a status de segmento particular de una “concepción del mundo” especulativa, expresada en leyes y categorías en abstracto, que supuestamente sirven para efectuar cualquier análisis y garantizan corrección política. Esta conversión traiciona el legítimo objeto de investigación marxiano: clases, plusvalía, enajenación, Estado, política, capitalismo, modo de producción, praxis, mercancía, ideología, revolución… Estas son las auténticas categorías de Marx.

Otro problema consiste en la presencia de actitudes excluyentes que discriminan sin criterio fundado todo marxismo de autor, porque el “marxismo-leninismo” en particular —por su esencia y génesis— es estandarizado, y desconoció siempre lo que se produjo más allá de sus fronteras intelectuales (también con carácter retroactivo, es decir, antes de abril/mayo de 1924).

Muchos de los nombres omitidos o a los que nos referimos con negligencia, vivieron solo para la idea (¡aunque fuera solo para la idea!) de la Revolución. Resulta necesaria, entonces, una deconstrucción lógica e histórica a la vez, para concretar una definitiva y demorada ruptura con el marxismo sistémico que confunde todo en un solo pensamiento —supuestamente verdadero y siempre exitoso— fundido en monolito falso.

La inconsistente voluntad de saber en que nos encontramos obedece, por ejemplo, a la imposibilidad de disponer de una voluminosa información que se ha generado internacionalmente al interior del marxismo (¡no solo!), y que ha estado por décadas a disposición de las viejas y nuevas izquierdas. En consecuencia, profesores, especialistas y ciudadanos no han podido ir asimilando esos contenidos en tiempo real. La deuda de lecturas es extensa y se sigue acumulando.

Este panorama se hace visible en los escasos foros donde caben los estudios de marxismo en sí. En estos “eventos científicos” se multiplican las presentaciones formales que repiten lo de siempre y lo de casi todos. Falta debate informado y actualizado. A penas se perciben evidencias de investigaciones seguidas y sustentadas con criterio personal.

Además, resulta insuficiente la capacidad integrativa de saberes (dialéctica de historia, política (también a nivel noticioso), economía, filosofía, arte, situación ambiental, avances científicos). Y esa carencia de capital cultural —como decía Pierre Bourdieu— resulta, por definición, incapaz de reconocer su propia condición.

Por otra parte, todavía se reservan espacios de gran convocatoria y amplificación a voces que han probado no tener disposición hacia la reflexión, la crítica y la superación de su propio discurso, construido a la medida de la norma. Cuando se niegan sistemáticamente a incorporar variedad de fuentes históricas y teóricas, y al empleo de recursos hermenéuticos que expongan las posibilidades analíticas y políticas del marxismo —proponiendo, en cambio, tesis de sentido único, simplificado y muy reiterado—, continúan contribuyendo a alejar a otros y a la opinión pública del interés por esa teoría.

Otra fuente de problemas proviene del ejercicio laboral de personas de profesión marxista y no de vocación (y formación) marxista, que se pronuncian desde fuera de la ciencia. Esta zona externa, ajena totalmente a los parámetros de rigor (y de imaginación) de estudio e investigación, se ha legitimado a través de habilitaciones masivas con fines docentes; y además, por medio de la percepción de que ser políticamente correcto califica automáticamente para hablar de marxismo. El marxismo no es tratado como ciencia [9].

Las interrogantes, proposiciones, tendencias, y diversidad histórica y teórica que el marxismo ha generado… lo que constituye esta tradición teórico-política, puede comprenderse únicamente por medio de conocimientos sistematizados y presupuestos intelectuales (me refiero al deber ser de la dimensión científica y académica). Solo una operación de reducción instrumental sucesiva y reiterada en el tiempo, puede sugerir otra cosa.

Y, si de la formación de sujetos políticos se trata, no está de más recordar que desde la propia plataforma marxista (para no ir a Aristóteles), se entiende que la política coincide con el espacio existencial humano. De manera que hacer ciencia o literatura y enseñarla —biología, matemática, arte, comunicación, diseño—, es también hacer política. La educación ideológica —para referirme solo a lo institucional— ocupa todo el espacio escolar. ¿Por qué confinarla a la hora de “marxismo”? Conviene recordar entonces el sentido fundamental —¡y no otro!— de una de las tesis antológicas de la ejemplar Rosa Luxemburgo, relativa a que la Revolución no se aprende en las Escuelas, sino en la vida política activa [10].

En contraste con la prosperidad que exhiben otras áreas del conocimiento en Cuba, casi no parece producirse marxismo en sí. Incluso, prometedoras inteligencias han reencauzado su talento hacia temas y campos más provechosos —en varios sentidos— y prestigiosos —desde la percepción social—, a la vez que resultan ¡menos problemáticos! No obstante, es cierto que puede admitirse la existencia de un trabajo científico desde presupuestos metodológicos, conceptuales, políticos y utópicos marxistas. Sin embargo, más allá de las individualidades, el dominio hegemónico del marxismo vulgar una generación tras otra —con su libro de certezas, omisiones y demarcación de legitimidad— ha terminado por apagar la preocupación teórica. Esa situación no se instaló durante los 90, más bien se prolonga ya por largas décadas.

Generaciones de cubanos viven creyendo que solo hubo tres marxistas. En el mejor de los casos, ciertas nociones de marxismo permanecen en el sentido común en calidad de conocimiento positivo que se da por aprendido después de haber aprobado un examen escolar, o se retienen en el pensamiento como sello de identidad política. Hemos llegado a un punto donde nuestro “problema fundamental” hoy en los ámbitos de la enseñanza, la investigación, la divulgación, y las ediciones —esta última resulta de primerísimo orden—, consistiría en emprender una verdadera arqueología crítica del marxismo corriente.

Pero todo esto era ya sabido en Cuba a fines de los 60, e internacionalmente al término de la década del 20 del siglo XX.

No pretendo ser original…

Notas:

1. El presente texto refiere ciertas cuestiones de naturaleza crítica, especialmente relativas a la enseñanza y a la esfera académica. Se ha seleccionado este enfoque (y no otro, que pudiera resultar más balanceado y posible también de concebir), en el entendido de que solo identificando los problemas, pueden ser superados. Decidí emplear estos minutos y espacio, para pensar, escribir, y hablar, sobre lo que considero que dejamos de hacer y sí se puede hacer. Por otra parte, las intervenciones de otros compañeros en “Dialogar, dialogar”, me motivaron a (re)considerar y precisar algunos asuntos.
2. Ver Bibliografía de la autora sobre el tema, por ejemplo: 2017, “Edición Revolucionaria (R): memoria y nostalgia del saber en Cuba. Entrevista a Rolando Rodríguez, fundador y director de Edición Revolucionaria (4 de febrero de 2016). Revista Estudios de desarrollo social: Cuba y América Latina, FLACSO, Vol. 5, No. 1; 2015-2016, “El marxismo: su difusión y enseñanza darwinista” http://www.filosofía.cu, No. 28, set-junio; 2016, “Marxismo GUIÓN Leninismo”, conferencia para profesores de la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana (inédito); 2014, “Definiendo el Pensamiento Crítico”. Revista Temas, La Habana, No. 80; 2006, “La divulgación del marxismo en la revista Pensamiento Crítico”, Marxismo y Revolución, Ciencias Sociales, La Habana; y 2001, “La difusión del marxismo en las publicaciones periódicas cubanas: 1959-1970”, Tesis de Doctorado, Inédita, Universidad de La Habana.
3. Por una parte, antes de 1959 Cuba había estado sometida a propaganda anticomunista, y por otra, el marxismo que llegó a sectores políticos muy localizados, era el que se consideró oficial dentro de la Tercera Internacional, institución definitivamente desfigurada —en sus objetivos, funcionamiento, organización, estrategia y teoría políticas— después de la muerte de Lenin.
4. La masificación de la enseñanza del marxismo por vías institucionales, se inició en diciembre de 1960 con la inauguración de las Escuelas de Instrucción Revolucionaria (EIR), y un poco más tarde, con la Reforma Universitaria de 1962.
5. Cuestión referida también por el Diputado Dr. en Ciencias Filosóficas Miguel Limia David, en la Sesión Plenaria de la Asamblea Nacional (diciembre de 2015, presentado en la Televisión Nacional).
6. El proceso de “perfeccionamiento de la enseñanza del marxismo” en las Universidades cubanas (2015-17), impulsado por el Ministerio de Educación Superior (MES), puede ser una oportunidad para adoptar criterios pedagógicos, fundados en investigaciones y consensuados por medio de debates científicos.
7. Además, la URSS proporcionó a la Revolución Cubana, por décadas, una extraordinaria ayuda de todo tipo que ha de reconocerse y agradecerse. En este sentido, puede recordarse “lo que ha hecho la Unión Soviética por nosotros”. Palabras dichas por Fidel en la circunstancia contradictoria de la crisis de octubre, cuando “surgieron algunas discrepancias”. Informe del Comandante en Jefe Fidel Castro al pueblo de Cuba. Posición de Cuba ante la crisis del Caribe. (Discursos, Declaraciones, Comunicaciones, Cartas y Documentos publicados durante la Crisis). COR, 1962. págs. 71; 73.
8. Me refiero a los graduados de “Filosofía marxista-leninista” (Universidades de La Habana, Santiago de Cuba, y Las Villas); “Economía Política” (esta última especialidad cerró hace muchos años, pero como saber e investigación sólida —no necesariamente como carrera universitaria— ¡cuánta falta nos hace en su proyección educativa y de estrategia social!); y de “Marxismo-leninismo e Historia” en las Escuelas Pedagógicas (perfil que —según se ha dicho en los medios de comunicación nacionales— apenas tiene matrícula). El resto de las personas dedicadas hoy al marxismo fundamentalmente dentro del sistema educativo, y que la sociedad inviste de autoridad para su ejercicio —cuyo número crece, por distintas razones prácticas—, no son graduados de estas carreras.
9. Lenin recuerda y confirma la tesis de Engels: “el socialismo, desde que se ha hecho ciencia, exige que se le trate como tal, es decir, que se le estudie”. En ¿Qué hacer? dedica amplio espacio a destacar la importancia del conocimiento teórico del marxismo frente a las “formas más estrechas de actividad práctica”, y argumenta: la “amplia difusión del marxismo ha ido acompañada de cierto rebajamiento del nivel teórico. Mucha gente, muy poco preparada e incluso sin preparación teórica alguna, se ha adherido al movimiento por su significación práctica y sus éxitos prácticos”. Lenin, 1960, ¿Qué hacer? Obras Escogidas en 3 tomos, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, pp. 143-146.
10. Algunos de los compañeros presentes en el espacio “Dialogar, dialogar”, señalaron que el marxismo es una teoría política obrera, extensible en las condiciones de nuestro país, a los trabajadores y la ciudadanía. Hicieron notar, sin embargo, que el trabajo dialogado de preparación marxista (por tanto, política) con el pueblo, resulta insuficiente. Personalmente, suscribo la idea de que el marxismo tiene que encarnar en las masas (forma parte de su ideología, junto con el pensamiento nacional y latinoamericano, que conforma nuestra plataforma revolucionaria) y que debemos dirigirnos también hacia ese propósito. Hago constar que no por referirme en este texto a la esfera académica, dejo de comprender o compartir ese criterio. Más bien, lo confirmo.

Fuente: https://dialogardialogar.wordpress.com/2017/03/27/el-marxismo-en-cuba-hoy/?fb_action_ids=1297635440292409&fb_action_types=news.publishes

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Cuadernos del Pensamiento Crítico Latinoamericano Nº 42 – Segunda Época

Cuadernos del Pensamiento Crítico Latinoamericano Nº 42 – Segunda Época
Injusticia y luchas por el reconocimiento : ¿Objetividad cognitiva o preeminencia política?

Delfín Grueso. [Autor]
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Cuadernos del Pensamiento Crítico Latinoamericano.

CLACSO.
Buenos Aires.
Marzo de 2017

En esta segunda época, los Cuadernos de Pensamiento Crítico se presentan como documentos de opinión e intervención sobre las problemáticas sociales y políticas contemporáneas que atraviesan las sociedades latinoamericanas. Destacados pensadores abordan temáticas como democracia, educación, trabajo, políticas públicas, entre otras, en un formato accesible al gran público, sin perder el rigor académico.
Para descargar, haga click aquí:
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Fuente de la Reseña:
http://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?id_libro=1215&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1155&orden=
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Reseña de Libro: Tiempos para pensar.

Investigación social y humanística hoy en Venezuela. Tomo II.

Alba Carosio.

Alba Carosio. Allison Acosta S.. Luis Bonilla. María Magdalena Sarraute. Liliana Medina. Carlos Avendaño. Jorge Eliécer Díaz Piña. Iliana Marina Lo Priore Infante. Criseida Barrios. Ana Rivas. Lydia Pujol. María Antonia Cervilla. Marianicer Figueroa Agreda. María Ángela Petrizzo. Marx Gómez. Jacinto Dávila. Alejandro Ochoa. Vidalina De Freitas F.. Guillermo Yáber-Oltra. Miguel Fuentes. Ana Isabel Márquez. Cristóbal Rodríguez-Montoya. Elisabel Rubiano Albornoz. Isabel Zerpa Albornoz. María Cristina González. Doris Marlene Acevedo. Alejandro Rísquez. Luis Jackson. Miguel Balza. Fidel Rodríguez. Naylet Bello. Carlos Yabichella. Dilsi Santander. Julimar Mora. Valentina Trejo Zulay. Néstor L. Villegas L. Celiner Ascanio. Hortensia Caballero Arias. Yheicar Bernal Rodríguez. Javier Carrera Rubio. Liliana Buitrago Arévalo. Ana Castellanos. Eleonora Cróquer Pedrón. Nancy Farías. Franklin León. Mitzy Flores. Sonia García. Ximena González. Carmen Hernández. Romina Hortegano. Francis Lugo Arguinzones. Carmen O. Mambel. Neller Ochoa. María del Carmen Porras. Nelly Prigorian. Jesús Puerta. Indhira Libertad Rodríguez. José Antonio Sánchez Meléndez. Silvana Saturno. Marymili Segura Vera. Mirna Torres. María Alejandra Vega Molina. Eilyn Bárbara Vicuña.

ISBN 978-980-399-069-5
CLACSO. CELARG.
Caracas.
Diciembre de 2015
En nuestros tiempos, hacer investigación en Ciencias Sociales y Humanidades e intentar aportar pensamiento crítico es un hacer personal y también una tarea colectiva que se gesta en el intercambio y en el encuentro, en el debate y en la puesta en común de visiones, análisis, puntos de partida y espacios que se recorren. Hay desafíos del nuevo tiempo que son desafíos de las sociedades, e interpelan a la producción de conocimiento social y humano, le proponen preguntas y encomiendas, exigen que responda a sus demandas éticas y epistémicas desde el Sur, piden que se construyan saberes alternativos, decoloniales, que expliquen, acompañen y prefiguren la emancipación. Este libro, que cuenta con dos tomos, encara este desafío con rigurosidad y espíritu crítico.

Fuente: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20151211013916/Tiempos_para_pensar_TOMO2.pdf
Imagen: http://www.clacso.org.ar/clacso/novedades_editoriales/img_tapas/1059_Tapa.jpg
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Trump’s War on Dangerous Memory and Critical Thought

The ideal subject of totalitarian rule is not the convinced Nazi or the dedicated communist, but people for whom the distinction between fact and fiction, true and false, no longer exists. ― Hannah Arendt

People living in the United States have entered into one of the most dangerous periods of the 21st century. President Donald Trump is not only a twisted caricature of every variation of economic, political, educational, and social fundamentalism, he is the apogee of an increasingly intolerant and authoritarian culture committed to destroying free speech, civil rights, women’s reproductive freedoms, and all vestiges of economic justice and democracy.

Trump is the fascist shadow that has been lurking in the dark since Nixon’s Southern Strategy. Authoritarianism has now become viral in America, pursuing new avenues to spread its toxic ideology of bigotry, cruelty, and greed into every facet of society. Its legions of “alt-right” racists, misogynists, and xenophobic hate-mongers now expose themselves publicly, without apology, knowing full well that they no longer have to use code for their hatred of all those who do not fit into their white-supremacist and ultra-nationalist script.[i]

Trump’s victory makes clear that the economic crisis and the misery it has spurred has not been matched by an ideological crisis– a crisis of ideas, education, and values. Critical analysis and historical memory have given way to a culture of spectacles, sensationalism, and immediacy.[ii] Dangerous memories are now buried in a mass bombardment of advertisements, state sanctioned lies, and a political theater of endless spectacles. The mainstream media is now largely an adjunct of the entertainment industries and big corporations. Within the last 40 years training has taken the place of critical education, and the call for job skills has largely replaced critical thinking. Without an informed public, there is no resistance in the name of democracy and justice; nor is there a model of individual and collective agency rising to such an occasion. Of course, power is never entirely on the side of domination, and in this coming era of acute repression, we will have to redefine politics, reclaim the struggle to produce meaningful educational visions and practices, find new ways to change individual and collective consciousness, take seriously the need to engage in meaningful dialogue with people left out of the political landscape, and overcome the factionalism of single-issue movements in order to build broad based social movements.

Manufactured ignorance erases histories of repression, exploitation, and revolts. What is left is a space of fabricated absences that makes it easy, if not convenient, to forget that Trump is not some eccentric clown offered up to the American polity through the deadening influence of celebrity and consumer culture. State and corporate sponsored ignorance produced primarily through the disimagination machines of the mainstream media and public relations industries in diverse forms now function chiefly to erase selected elements of history, disdain critical thought, reduce dissent to a species of fake news, and undermine the social imagination. How else to explain the recent Arkansas legislator who is pushing legislation to ban the works of the late historian Howard Zinn? How else to explain a culture awash in game shows and Realty TV programs? How else to explain the aggressive attack by extremists in both political parties on public and higher education? Whitewashing history is an urgent matter, especially for the Trump administration, which has brought a number of white supremacists to the center of power in the United States. [iii]

The great novelist, Javiar Marias, captures in a recent interview why memory matters, especially as a resource for understand the present through the lens of the past. He writes:

I do not know what I might say to an American young person after Trump’s election. Probably that, according to my experience with a dictatorship – I was 24 when Franco died – you can always survive bad times more than you think you can when they start, when “thus bad begins.” Though the predictions are terrible, I suppose we must all wait and see what Trump does, once he is in office. It looks ominous, indeed. And [Vice President Mike] Pence does not seem better, perhaps even worse. It is hard to understand that voters in the United States have gone against their own interests and have decided to believe unbelievable things. One of the most ludicrous interpretations of Trump’s victory is that he represents the poor, the oppressed, the people “left behind.” A multimillionaire, and a very ostentatious one to boot? A man who surrounds himself with gilded stuff? A guy whose favorite sentence is, “You’re fired!”? A bloke who has scorned blacks, Mexicans, women, and of course, Muslims in general? He is the elite that he is supposed to fight. Indeed, it is a big problem that nowadays too many people (not only Americans, I’m afraid) don’t know anything about history, and therefore cannot recognize dangers that are obvious for the elder ones (those with some knowledge of history, of course, be it first- or second-hand). [iv]

As Marias suggest, historical legacies of racist oppression and dangerous memories can be troublesome for the neo-fascist now governing American society. This was made clear in the backlash to Ben Carson’s claim that slaves were immigrants, Trump’s insistence that all black communities are crime-ridden, impoverished hellholes, and Education Secretary Betsy DeVos’s assertion that historically black colleges and universities were “pioneers of school choice.”[v] Memories become dangerous when exposing this type of ideological ignorance aimed at rewriting history so as to eliminate its fascist and poisonous legacies. This is particularly true of the genocidal brutality waged against Native Americans and Black slaves in the United States and its connection to the memory of Nazi genocide in Europe and the disappearance of critics of fascism in Argentina and Chile in the 1970s.

Dangerous memories are eliminated by political reactionaries in order to erase the ugliness of the past and to legitimate America’s shop worn legacy of exceptionalism with its deadening ideology of habitual optimism, one that substitutes a cheery, empty Disney-like dreamscape for any viable notion of utopian possibility.[vi] The Disney dreamscape evacuates hope of any meaning while attempting to undercut a radical utopian element in the conceptual apparatus of hope that speaks to the possibility of a democratic future very different from the authoritarian present. Jelani Cobb is right in insisting that “The habitual tendency to excise the most tragic elements of history creates a void in our collective understanding of what has happened in the past and, therefore, our understanding of the potential for tragedian in the present.”[vii] The revival of historical memory as a central political strategy is crucial today given that Trump’s white supremacist policies not only echo elements of a fascist past, they also point to the need to recognize as Paul Gilroy has observed “how elements of fascism appear in new forms,” especially as “the living memory of the fascist period fades.”[viii] What historical memory makes clear is that subjectivity and agency are the material of politics and offer the possibility of creating spaces in which “the domestic machinery of inscriptions and invisibility” can be challenged.[ix] Catherine Clement is right in arguing that “Somewhere every culture has an imaginary zone for what it excludes and it is that zone we must try to remember today.”[x] Historical and dangerous memories inhabit that zone in today’s neo-fascist social order.

While it would be irresponsible to underestimate Trump’s embrace of neo-fascist ideology and policies, he is not solely answerable for the long legacy of authoritarianism that took on a frontal assault with the election of Ronald Reagan in 1980. This neoliberal attack was later embraced in the Third Way politics of the Democratic Party, its expansion of the mass incarceration state, and solidified under the anti-democratic, war on terror, permanent war policies of the Bush-Cheney and Obama administrations. During this period, democracy was sold to the bankers and big corporations. Whistleblowers were sent to prison. The financial elite and the CIA tortures were given the green light by the Obama administration that they could commit the gravest of crimes and act with impunity. This surge of repression was made possible mostly through the emergence of a savage neoliberalism, a ruthless concentration of power by the ruling classes, and an aggressive ideological and cultural war aimed at undoing the social contract and the democratic, political and personal freedoms gained in the New Deal and culminating in the civil rights and educational struggles of the 1960s.

Trump’s unapologetic authoritarianism has prompted Democratic Party members and the liberal elite to position themselves as the only model of organized resistance in such dark times. It is difficult not to see such moral outrage and faux pas resistance as both comedic and hypocritical in light of these centrist liberals have played in the last forty years–subverting democracy and throwing minorities of class and color under the bus. As Jeffrey St. Clair observes, “Trump’s nominal opponents,” the Democrats Party are “encased in the fatal amber of their neoliberalism”[xi] and they are part of the problem and not the solution. Rather than face up to their sordid history of ignoring the needs of workers, young people, and minorities of class and color, the Democratic Party acts as if their embrace of a variety of neoliberal political and economic policies along with their support of a perpetual war machine had nothing to do with paving the way for the election of Donald Trump. Trump represents the transformation of politics into a Reality TV show and the belief that the worth of a candidate can only by judged in terms of a blend of value as an entertainer and an advertisement for casino capitalism.[xii] Chris Hedges gets it right in revealing such hypocrisy for what it is worth – a carnival act. He writes:

Where was this moral outrage when our privacy was taken from us by the security and surveillance state, the criminals on Wall Street were bailed out, we were stripped of our civil liberties and 2.3 million men and women were packed into our prisons, most of them poor people of color? Why did they not thunder with indignation as money replaced the vote and elected officials and corporate lobbyists instituted our system of legalized bribery? Where were the impassioned critiques of the absurd idea of allowing a nation to be governed by the dictates of corporations, banks and hedge fund managers? Why did they cater to the foibles and utterings of fellow elites, all the while blacklisting critics of the corporate state and ignoring the misery of the poor and the working class? Where was their moral righteousness when the United States committed war crimes in the Middle East and our militarized police carried out murderous rampages? What the liberal elites do now is not moral. It is self-exaltation disguised as piety. It is part of the carnival act.[xiii]

The production of dangerous memories and critical knowledge and the democratic formative cultures they enable must become central to resisting the armed ignorance of the Trump disimagination machine. While such knowledge is the precondition for militant resistance, it is not enough. A critical consciousness is the precondition of struggle but is only the starting point for resistance. What is also needed is a bold strategy and social movement capable of shutting down this neo-fascist political machine at all levels of government through general strikes, constant occupation of the political spaces and public spheres under the control of the new authoritarians, and the creation of an endless wave of educational strategies and demonstrations that make clear and hold accountable the different ideological, material, psychological, and economic registers of fascism at work in American society. This is a time to study, engage in critical dialogues, develop new educational sites, support and expand the alternative media, and fight back collectively. It will not be easy to turn the tide, but it can happen, and there are historical precedents.

The main strategies of change and political agency, in part, have to focus on both the young and those most vulnerable to the dictates of neo-fascism. Young people, workers, and those now considered disposable, especially, are the driving force of the future and we have to both learn from them, support them, contribute where possible, and join in their struggles. At the same time, as Robin D.G. Kelley argues in his Boston Review article, After Trump, “we cannot build a sustainable movement without a paradigm shift. Stopgap, utilitarian alliances to stop Trump aren’t enough. … So where do we go from here? If we really care about the world, our country, and our future, we have no choice but to resist.”[xiv] This would also suggest building up unions again and putting their control in the hands of workers; working to build sanctuary cities and institutions that would protect those considered the enemies of white supremacy – immigrants, Muslims, Blacks, and those others considered disposable. Politics has to be revived at the local and state levels, especially given the control of 56 percent of state legislatures by right-wing Republicans. There is also a need to make education central to the formation and expansion of study groups throughout the country and to further a public pedagogy of justice and democracy through the alternative media and when possible in the mainstream media. Central to the latter task is expanding both the range of dialogue regarding how oppression works focusing not merely on economic structures but also the ways it functions ideologically, psychologically (as Wilhelm Reich once argued), and spiritually as Michael Lerner has pointed out in his book, The Left Hand of God: Taking Back our Country from the Religious Right.[xv]

It is not enough for progressives and others to examine the objective forces and underlying conditions that have pushed so many people to give up on politics, undercut acts of solidarity, and dismantle any viable notion of hope in the future. It is also crucial to understand the crippling emotional forces and psychological narratives that cripple them from the inside out.

It is worth repeating that at the core of any strategy to resist the further descent of the United States into authoritarianism, progressives must recognize that stopping Trump without destroying the economic, political, educational and social conditions which produced him will fail. In part a successful resistance struggle must be both comprehensive and at the same time embrace a vision that is as unified as it is democratic. Instead of reacting to the horrors and misery produced by capitalism, it is crucial to call for its end while supporting a notion of democratic socialism that speaks to the needs of those who have been left out of the discourse of democracy under the financial elite. At stake here is the need for both a language of critique and possibility, a rigorous analysis of the diverse forces of oppression and a discourse of educated hope.Such a task is both political and pedagogical. Not only do existing relations of power have to be called into question, but notions of neoliberal commonsense learning have to be disconnected from any democratic sense of political agency and notion of civic literacy. As Michael Lerner insightfully observes, rather than engaging in a politics of shaming, progressives have to produce a discourse in which people can recognize their problems and the actual conditions that produce them. [xvi] This is not just a political but a pedagogical challenge in which education becomes central to any viable notion of resistance. Making education central to politics means the left will have to remove itself from the discourse of meritocracy that often is used to dismiss and write off those who hold conservative, if not reactionary, views. Not doing so only results in a discourse of shaming and a self-indulgent congratulatory stance on the part of those who occupy progressive political positions. The hard political and pedagogical work of changing consciousness, producing new modes of identity, desires, and values conducive to a democracy doesn’t stop with the moral high ground often taken by liberals and other progressives. The right-wing knows how to address matters of self-blame and anger whereas the left and progressives dispense with the pedagogical challenges posed by those vulnerable groups caught in the magical thinking of reactionary ideologies.[xvii]

While it is crucial to address the dramatic shifts economically and politically that have produced enormous anger and frustration in American society, it is also important to address the accompanying existential crisis that has destroyed the self-esteem, identity, and hopes of those considered disposable and those whom Hillary Clinton shamelessly called a “basket of deplorables.” The ideological mix of untrammeled individualism, self-reliance, a culture of fear, and a war against all ethic has produced both a profound sense of precarity and hopelessness among not only immigrants, poor people of color, but also among working class whites who feel crushed by the economy and threatened by those deemed other as well as demeaned by so called elites.

Resistance will not be easy and has to take place on multiple fronts while at the same time enabling a view of politics that understands how a new class of financial scavengers operates in the free flow of a global space that has no national allegiances, no respect for the social contract, and exhibit a degree of power that is unparalleled in its ability to exploit, produce massive inequality, destroy the planet, and accelerate human suffering across and within national boundaries. Resistance is no longer an option, it is now a matter of life or death. The lights are going out on democracy across the globe and the time to wake up from this nightmare is now. There are no guarantees in politics, but there is no politics that matters without hope, that is, educated hope. This is not merely a call for a third political party, progressives need to create a new politics and new social and political formations. For instance, instead of mounting resistance through a range of single issue movements, it is important to bring such movements together as part of a broad-based political formation.

Any vision for this movement must reject the false notion that capitalism and democracy are synonymous. The crisis of democracy has reached its tipping point, and once again the possibilities for reclaiming the ideals and practices of democratic socialism seem capable of moving a generation of young people and others to act. Under the reign of Trump, the words of Frederick Douglass ring especially true:

If there is no struggle, there is no progress. …This struggle may be a moral one; or it may be a physical one; or it may be both moral and physical; but it must be a struggle. Power concedes nothing without a demand. It never did and it never will.”[xviii]

Trump’s election is surely a tragedy for democracy and a triumph for neo-fascism and it must be challenged and stopped on a variety of levels. Yet, making clear Trump’s anti-democratic ideology and practices will not put an end to the current stage of neo-fascism in the United States, especially when memory no longer makes a claim on our understanding of the past. Trump’s election has unleashed a brand of savage capitalism that not only has and will continue to have horrible consequences, but is deeply rooted in a mode of historical and social amnesia that eliminates its relationship to an authoritarian past. Memory loses its role as a vehicle of liberation when policies that produce savage modes of austerity, inequality, racism, and contempt for public goods become frozen in historical time and consciousness and as such become normalized. Under such circumstances, organized structures of misrecognition define and legitimate memory as a threat.

Memory, reason and thoughtfulness have to awake from the narcotizing effects of a culture of spectacle, consumerism, militarism, and the celebration of unchecked self-interests. A society that enshrines the war of all against all, elevates self-interest as its highest ideal, reduces responsibility to a solely individual undertaking, makes distrust a virtue, and turns love and compassion into a pathology points to a social order that has lost its memory of self-worth, dignity, justice, and compassion. Evil in politics is no longer a figment of the past but a present day reality enshrined in the ethos of neoliberalism. The body of democracy is on life support and the wounds now being inflicted upon it are too alarming to either ignore or normalize.

 


[i] See, for instance, Ned Resnikoff, “Rep. Steve King: ‘We can’t restore our civilization with somebody else’s babies.’” ThinkProgress (March 12, 2017). Online: https://thinkprogress.org/steve-king-white-nationalist-tweet-5f43c687902a#.uh1yf1p8m. Also, see Chris Hedges, “The March of Death,” Truthdig (March 12, 2017). Online: http://www.truthdig.com/report/item/the_dance_of_death_20170312

[ii] I take this up in great detail in Henry A. Giroux, America at War with Itself, (San Francisco: City Lights Books, 2017).

[iii] See, for instance, Emily Bazelon, “Department of Justification,” The New York Times, [Feb. 28, 2017]
Online: https://www.nytimes.com/2017/02/28/magazine/jeff-sessions-stephen-bannon-justice-department.html

[iv] Gregg LaGambina interviews Javier Marías, “The World Is Never Just Politics: A Conversation with Javier Marías,” Los Angeles Review of Books, (February 9, 2017). Online: https://lareviewofbooks.org/article/conversation-javier-marias/

[v] On DeVos’s incompetency and racist understanding of history, see Anthony Dimaggio, “DeVos and the ‘Free Lunch’ Flimflam: Orwell, Neofeudalism, and the Destruction of the Welfare State,” Counterpunch (March 7, 2017). Online: http://www.counterpunch.org/2017/03/07/devos-and-the-free-lunch-flimflam-orwell-neofeudalism-and-the-destruction-of-the-welfare-state/

[vi] Jelani Cobb, “Ben Carson, Donald Trump, and the Misuse of American History,” The New Yorker (March 8, 2017). Online: http://www.newyorker.com/news/daily-comment/ben-carson-donald-trump-and-the-misuse-of-american-history

[vii] Ibid., Jelani Cobb.

[viii] Paul Gilroy, Against Race: Imagining Political Culture beyond the Color Line, (Cambridge: The Belknap Press of Harvard University Press, 2000), pp. 145-146

[ix] Joao Biehl, Vita: Life in a Zone of Social Abandonment (Los Angeles: University of California Press, 2005), p. 10.

[x] Cited in Cited in Helene Cixous and Catherine Clement, The Newly Born Woman, trans, Betsy Wing Theory and History of Literature Series, vol 24 (Minnesota: University of Minnesota Press, 1986), p. ix.

[xi] Jeffrey St. Clair, “Fools on the hill: Trump and Congress,” Counterpunch, [March 3, 2017] Online: http://www.counterpunch.org/2017/03/03/fools-on-the-hill-trump-and-congress/

[xii] The classic commentary on politics as show business can be found in Neil Postman, Amusing Ourselves to Death: Public Discourse in the Age of Show Business, (New York, NY: Penguin Books, 1985, 2005).

[xiii] Chris Hedges, “Donald Trump’s Greatest Allies Are the Liberal Elites,” Truthdig, (march 7, 2017) Online: www.truthdig.com/report/item/donald_trumps_greatest_allies_are_the_liberal_elites_20170305

[xiv] Robin D. G. Kelley, “After Trump,” Boston Review (November 15, 2016). Online: http://bostonreview.net/forum/after-trump/robin-d-g-kelley-trump-says-go-back-we-say-fight-back

[xv] Michael Lerner, The Left Hand of God: Taking Back our Country from the Religious Right (New York: HarperOne, 2007).

[xvi] This issue is taken up in great detail in Michael Lerner, “Overcoming Trump-ism: A New Strategy for Progressives,” Tikkun (January 31, 2017). Online: http://www.tikkun.org/nextgen/overcoming-trump-ism-a-new-strategy-for-progressives.

[xvii] Ibid., Lerner, “Overcoming Trump-ism”

[xviii] Cited in Frederick Douglass, “West India Emancipation” speech at Canandaigua, New York on August 3, 1857. Online: http://www.blackpast.org/1857-frederick-douglass-if-there-no-struggle-there-no-progress#sthash.8Eoaxpmo.dpuf

 A shorter version of this article was published inCounterpunch.

 

Fuente del Artículo:
http://www.tikkun.org/nextgen/trumps-war-on-dangerous-memory-and-critical-thought
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