Recordar es extrañar un poco

Por: Alfredo Grande

En una nota del diario El País leemos: “¿qué mueve a Morlachetti? “La utopía de construir un mundo justo tiene mucho de pensamiento mágico”. Alberto Morlachetti creó hace 40 años la Fundación Pelota de Trapo para niños en riesgo de exclusión. Cuenta con varios talleres, biblioteca, escuela y hasta una agencia de noticias”.

La Agencia de Noticias, que coordina Silvana Melo y Claudia Rafael, sigue sosteniendo el aporte necesario para que todo hacer se prolongue en el conocimiento de ese hacer. Y no se trata solamente de las últimas noticias. Se trata también de las primeras, es decir, de las originarias, de las fundantes.

La fundación Pelota de Trapo, 40 años después y un poco más también, sigue siendo noticia. La utopía de construir un mundo justo, al decir de Alberto, tiene mucho de pensamiento mágico. Y tiene mucho también de acciones no mágicas. El oro del anhelo, el barro de la construcción cotidiana. Para construir un mundo justo es necesario embarrarse. Pero nunca empantanarse. En el pantano, lugar preferido por nuestra dirigencia liberal y progresista, te vas hundiendo lentamente. Y necesitás pedir ayuda a los que todavía están fuera del pantano. Obviamente, sin garantía de que quieran sacarte.

Propongo entonces una recordar siempre las primeras noticias. La buena nueva, el mensaje feliz, el evangelio. Una primera noticia transforma al mundo. No lo hace mas justo, sino que lo hace justo. Que no es lo mismo, incluso es lo opuesto.

El Movimiento Nacional Chicos del Pueblo, la decisión de fundar Pelota de Trapo, siguen siendo buenas nuevas, buenas noticias. Con el riesgo de que pienses que finalmente enloquecí totalmente, como redactor de la Agencia Pelota de Trapo, mi identidad autopercibida es de evangelista. Porque hay evangelios religiosos, pero también hay evangelios laicos. A mi entender, de eso se trata. De sostener siempre la magia del pensamiento, la magia del sentimiento, y entonces inventar y ser inventado por las originarias buenas noticias.

¿Extrañamos a Alberto? ¿Recordamos a Alberto? No es lo mismo, incluso es lo opuesto. Extrañar siempre implica tristeza, nostalgia, incluso dolor. La sensación de que algo falta, algo me falta. Lugares que ya no existen, lugares que ya no están, pero lugares a los cuales siempre se quiere volver. Lugares, vínculos, personas,  experiencias. Se quiere volver, pero no se puede volver porque ya no están.

Y eso es la experiencia desgarradora de extrañar. En un proceso que un psicoanalista denomina “trabajo de duelo”, aunque siempre me pareció que era una pobre denominación, del extrañar se pasa al recordar. En el recuerdo, para decirlo de alguna manera, uno se re encuentra con esas primeras noticias.

Para mí, la buena nueva fue conocer a Alberto Morlachetti. Gratitud permanente que tengo con Laura Tafettani que es (espero que no me lo demande) otra evangelista. El 20 de abril de 2015 comencé a extrañarlo. Y pensé que iba a ser para siempre. Que nunca iba a dejar de extrañarlo. La buena nueva fue cuando me di cuenta que lo estaba recordando. Y ese recuerdo está saturado de alegría, gratitud, amor, ternura, esperanza, magia.

Entonces, querido “Morla” quiero que sepas que cada vez te extraño menos y cada vez te recuerdo más. Se que nos entendemos. Y comparto con vos y con el padre Carlos Cajade porque sé que siguen caminando juntos, unas palabras que me envió uno de los pibes del Movimiento, que para vos nunca fueron “locos bajitos” sino sujetos políticos. “Lxs que de chicos fuimos «llevados a marchas y piquetes», fue la mejor y única herencia que pudimos recibir. Mérito de lxs que luchan. Gracias por eso Cajade, gracias por eso Morlachetti. Viva el Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo”.

Es la mejor noticia que hoy puedo compartir.

Fuente de la información e imagen: Pelota de Trapo

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Reseña del libro: ¿Persiguió realmente la iglesia a la brujería?

El profesor Diego Valor publica “La profesión de las meigas”, un ensayo sobre la brujería a la luz de documentos inéditos de la Inquisición.

La brujería ha acompañado al ser humano desde sus inicios hasta hoy. Oráculos, pitonisas, sacerdotisas chamanes, curanderos, brujos y otras formas de esoterismo han sido algo tan común desde la Antigüedad como la falta de métodos científicos para explicar la naturaleza o para curar enfermedades. Este fenómeno en España está íntimamente ligado, sobre todo, a Galicia y sus meigas. Pero… ¿Quiénes eran? ¿Cómo vivían? ¿Qué hacían? ¿Cómo las consideraba la sociedad? ¿Cómo actuó la Inquisición con ellas? El profesor Diego Valor Bravo ha tratado de responder a estas y otras preguntas desde una investigación puramente académica. Publica “La profesión de las meigas” (Ediciones Cydonia), basado, fundamentalmente, en los archivos de la Inquisición, donde ha encontrado documentos inéditos y extraordinariamente reveladores. El libro está prologado por el prestigioso juez, José Antonio Vázquez Taín.

“Este no es un libro de brujería, sino de antropología social, un ensayo científico en el que analizo socialmente el fenómeno, sin entrar en valoraciones y sin caer en esoterismos soterrados”, introduce el autor. “La brujería no pertenece al pasado, paseando por Madrid vemos cartistas, videntes, chamanes que se anuncian públicamente, es un fenómeno que está en los medios, cine, televisión porque despierta una infinita curiosidad, aunque entre ellos se encuentran muchos charlatanes y caraduras que se las dan de brujos y si van a la cárcel es por estafadores, no por brujos”, explica Valor.

Aunque brujas ha habido en todo el mundo, Galicia es imposible entenderla sin sus meigas, fenómeno que tuvo allí un especial arraigo. “No eran seres marginales, pertenecían al ámbito rural, muy primitivo, eran mujeres pobres, pero que tenía un poder especial. Vivían instaladas en su entorno social con total libertad, trabajaban de labradoras o posaderas, eran conocidas y ejercían su profesión libremente, no vivían apartadas, sino en el pueblo, y cumplían una función social, sanaban y hacían hechizos. La gente estaba convencida de que existía la magia y que había personas con capacidad para ejercerla y esto afectaba a toda la sociedad, a las clases sociales altas también les fascinaba su poder”, afirma.

Helen Duncan, la última bruja
Helen Duncan, la última brujaESPACIO MISTERIO

De ahí que dedique un capítulo a las élites que practicaban la brujería. “Iglesia, nobleza, jueces… Por ejemplo, una sobrina del duque de Alba fue procesada por bruja o un catedrático de retórica de la universidad de Santiago. La brujería y la magia era algo muy transversal -afirma Valor-, el 95% de las meigas eran personas humildes del pueblo, pero a lo largo de la historia ha habido ejemplos de reyes, emperadores, papas, obispos, altas jerarquías que también la practicaron. Las élites se dedicaban a la alquimia, la nigromancia y la astrología, pero las meigas no hacían nada de esto porque eran funciones intelectuales para las que había que tener cultura y ellas eran personas mayoritariamente iletradas.

Por otro lado, afirma, “la brujería era profundamente femenina. En una sociedad machista y patriarcal, estaban convencidos de que la mujer era la portadora del pecado en el mundo desde Eva, presa de pensamientos impuros y del comportamiento sexual desordenado que provocaba deseo en el hombre, con lo cual se convertía en un agente maléfico y los pobres hombres eran víctimas sometidas a su poder mágico y pecaminoso”. El profesor destaca además que entre las meigas había cierta jerarquía, dependiendo de si tenían una escoba o media eran más o menos poderosas. “Yo distingo tres tipos de brujas, las sanadoras, llamadas sabias, que se dedicaban a hacer un bien, a curar a la gente, asistir partos, una especie de medicina homeopática muy básica que funcionaba en muchos casos; luego las hechiceras, cuyos hechizos hacían que ocurrieran cosas, quien buscaba novio quería una pócima de amor para enamorarlo”, subraya.

Recreación en 3D de la bruja Lilias Adie, condenada a muerte en Escocia en 1704, realizada por la Universidad de Dundee
Recreación en 3D de la bruja Lilias Adie, condenada a muerte en Escocia en 1704, realizada por la Universidad de Dundee

“Los ingredientes del hechizo podían ser cabellos, uñas, piedras, ropa, la escudilla, cedazos, tijeras… además de unas palabras mágicas o conjuro. También usaban hierbas para pócimas y ungüentos, empleaban plantas como la belladona o el cornezuelo, curaban lisiados, luxaciones, trataban problemas de artritis, de articulaciones… una especie de medicina natural que cumplía una función social positiva. Pero hay un tercer grupo de meigas -señala- que hacían el mal porque reconocen haber hecho pactos con el demonio, con el maligno, se han puesto al servicio del diablo, que les manda hacer el mal, llevar la enfermedad y la muerte, arruinar las cosechas del vecino o le quitar la leche a las vacas”.

Sostiene Valor, que “el poder de la bruja ha sido catalogado como algo paradójico, por una parte hace bien y por otra es temido y odiado, pero siempre es sentido como algo fascinante”. Y aporta algo novedoso, la idea de que cuando hablamos de brujería nos introducimos en el mundo de la psicología y psiquiatría. Cataloga la brujería como un producto de la mente humana que nos une a nuestra parte infantil, dominada por el pensamiento mágico. “Una persona que cree en la magia es un niño -afirma-, cuando éstos no saben cómo funcionan las cosas, ni tienen base racional para para explicarlas, aparece la magia. Está estudiado y comprobado que la gente que cree en la magia es aquella que mantiene ese mundo infantil muy presente. Hay una sugestión hacia las meigas y esto produce una relación psicológica entre ella y el cliente, que cree en su poder para solucionar su problema”.

"Vuelo de brujas"de Francisco de Goya.
«Vuelo de brujas»de Francisco de Goya.

La Inquisición fue la institución encargada de perseguir la brujería. Iba contra las brujas, encarnación del maligno. Pero, ¿persiguió la Iglesia realmente a la brujería? “Al contrario de lo que se cree, nunca hubo una persecución feroz de la brujería -afirma el profesor-, la Inquisición gallega solo quemó a una bruja en toda su historia y su persecución fue menor que en el resto de España. Se calcula que en Europa mataron unas 50.000 mujeres acusadas de brujería y en España a una docena. La Iglesia luchaba por la pureza de la fe y para ellos algo contradictorio, los inquisidores eran personas con formación humanista y consideraban la brujería un producto de la ignorancia y no le prestaba mucha atención. En Galicia las penas fueron más benignas que en otros sitios, veían un problema irresoluble porque formaba parte del pueblo, que era inculto y estaba muy arraigado en él. Sin embargo, -como dice Vázquez Taín en el prólogo- la jurisdicción ordinaria, sí que mató a las brujas, con lo cual da la curiosa paradoja, de que la Inquisición no actúa sobre ellas, pero la justicia ordinaria sí”, concluye.

Fuente. https://www.larazon.es/cultura/20210217/5hnnyrxvsfhf7a6nemlhi2vxka.html

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