Movilidad “invisible” y cuerpos que expiran, la realidad de las personas mayores y migrantes en América Latina

Por: Roxana Baspineiro

Se estima que en 2050 una de cada cinco personas tendrá más de 60 años, y que “el 80% de la población mayor va a vivir en países de bajos ingresos. Es una migración que está envejeciendo en pobreza”, bajo sistemas de protección frágiles o con poca presencia del Estado. (AFP/Ronaldo Schemidt)

“Todo el tiempo estoy buscando [trabajo] y he mandado mi hoja de vida, pero cuando ven mi edad –y yo soy activa, una mujer súper activa, no me duele nada, estoy bien no tengo Alzheimer ni nada de eso, pongo de mi parte– pero creo que cuando ven mi edad me echan para atrás”, se lamenta Evelyn (de 68 años), una venezolana que llegó a Ecuador hace cinco años para reunirse con sus dos hijas.

Su relato nos acerca a la situación que viven muchas personas mayores migrantes en América Latina, pero también en otras partes del mundo, inmersas en la exclusión social y el abandono por parte de los Estados receptores. Parte del problema radica en la forma en la que se aborda e integra el envejecimiento en nuestras sociedades actuales. ¿Se está sembrando la idea de que el envejecimiento es una carga?

Según la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores de la Organización de los Estados Americanos (OEA), el umbral para llamar a alguien “persona mayor” o “adulto mayor” es de 60 años para adelante. En América Latina, este grupo poblacional aumentará unas 3,5 veces en los próximos 50 años, pasando de 57 millones de personas en 2020 a unos 200 millones en 2070, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

“Una de las cosas que hay que destacar es el papel de los medios de comunicación para hacer visibles a estas poblaciones migrantes […] ese es el primer mensaje que hay que dar”, dice Marcela Bustamante, representante regional de la ONG HelpAge International con sede en Colombia, sobre la importancia de documentar y difundir información sobre las personas mayores para no caer en un desconocimiento total que agrave las condiciones de vulnerabilidad en las que ya se encuentran. Hasta ahora, la cobertura se ha centrado en la población en edad productiva y en los grupos vulnerables como las mujeres y los menores de edad.

Precisamente, una de las últimas evaluaciones titulada Un reclamo de dignidad: Vejez en la movilidad humana, realizada por HelpAge International y la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) en América Latina, revela el estado de afectación en el que se encuentran las personas mayores en cuanto al ejercicio de sus derechos, que además se vieron empeorados por la pandemia de covid-19.

El estudio reveló “erosiones o vulnerabilidades de los derechos en el acceso a la documentación, en el acceso a la información, en el acceso al trabajo o en el acceso a regularizar su situación. Y la pandemia, obviamente, terminó de socavar los derechos porque si antes, por ejemplo […] muchos si tenían algún ingreso, pues dejaron de percibirlo. Si tenían un trabajo, este disminuyó”, señala Bustamante.

Según datos recogidos por el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de Naciones Unidas (UNDESA), los flujos migratorios de personas mayores de 65 años en el mundo suponen el 12%, siendo América Latina una de las regiones que más envejece.

En la región Andina, para ACNUR y HelpAge International, en los últimos años las nacionalidades colombiana y venezolana han concentrado la mayor parte de los flujos en este rango de edad, con un mayor movimiento de esta última debido a la crisis social y política del país caribeño.

Casi 5 millones de venezolanos se encuentran desplazados en América Latina y el Caribe, de acuerdo con las cifras de la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela, gestionada por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y ACNUR, que no precisan de un registro específico del número de personas mayores. Por su parte, Colombia, Perú y Ecuador, países que históricamente han sido emisores de flujos migratorios, se han convertido ahora en países receptores para esta nacionalidad.

Discriminación laboral y feminización de la migración de la tercera edad

“Yo salí de Venezuela con la esperanza de tener un empleo formal, pero lo que conspira contra mí es la edad, un hombre ya de 67 años”, dice Domingo Javier González Salas, que actualmente se gana la vida como conductor de Uber en Ecuador, apoyando a su hija con el transporte al trabajo y haciendo otros traslados privados que le permiten ayudar económicamente a su familia.

Conforme al artículo 18 de la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, uno de los derechos vitales de las personas mayores es el de un “trabajo digno”, así como la “igualdad de oportunidades sin importar la edad”, no obstante, la realidad para esta población es la informalidad como medio de supervivencia, siendo precisamente la edad una de las principales causas que los excluye de la sociedad en todos los niveles.

“A lo que les llevó el trabajo informal durante la pandemia es a estar fuera de los subsidios que los gobiernos prestaron a través de los sistemas de protección social […], porque no pudieron acceder a ningún alivio”, afirma Bustamante, que subraya que el 79% está inmerso en este sector, lo que influye en “la precariedad y la explotación laboral, con largas jornadas de trabajo y bajos ingresos”.

En América Latina y el Caribe, la edad media de jubilación se sitúa entre los 60 y los 65 años, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Pero al ser una de las regiones más desiguales y con un alto nivel de informalidad laboral, muchas personas mayores se ven obligadas a seguir trabajando ante la ausencia de una jubilación digna. Y esta situación se agrava cuando se combinan otros factores, como la migración.

“He hecho de todo, he vendido pan, he limpiado casas, he vendido pollo, no sé cuántas cosas he hecho para poder subsistir”, explica Evelyn, que encontró en el activismo como migrante y en su dedicación a un proyecto de huerto comunitario una salida y una forma de mantenerse activa en su cotidianidad.

“En muchos casos ellas [las mujeres mayores] venían siguiendo a sus familias. Mientras sus familias se iban moviendo más al sur, es decir, cruzaban Ecuador, cruzaban Perú hasta llegar a Chile, ellas venían detrás. Muchas venían solas, realmente solas acá […] Eso hizo que también se vieran más vulnerables”, dice la activista y socióloga afrovenezolana María Emilia Durán, quien añade que también hay una tendencia a la feminización en la movilidad de esta población.

“Las mujeres mayores con las que pude trabajar, tuvieron como primera opción las ventas callejeras. Muchas trabajaban vendiendo caramelos o algo en los semáforos o en el transporte público”, por motivos de facilidad, continua.

Esta circunstancia de precariedad laboral para las mujeres mayores, señala Durán, las confina de por sí a espacios inseguros donde, a falta de protecciones sociales, están condenadas a su suerte, expuestas u obligadas, por instinto de supervivencia, a exponerse, muchas veces incluso a la explotación laboral o sexual.

Por otro lado, está el tema de los cuidados, que se traduce en el trabajo no remunerado que realizan las mujeres mayores en sus familias, a falta de otras opciones. Este trabajo invisible e infravalorado las avoca a una vejez empobrecida. Es el caso de María Isabel (de 62 años), que ayuda en las tareas del hogar y el cuidado de sus nietos, si bien mantiene su deseo de encontrar un trabajo que le permita alcanzar su anhelada libertad financiera.

Tras la muerte de su esposo, la crisis económica y la tristeza de no tener a su familia cerca, María Isabel se vio obligada a dejar su casa en Venezuela y emprender el camino hacia la reunificación familiar. “Me vine sola [a Bogotá], no fue fácil, pero acá estamos”, cuenta.

“Estoy realizando estas actividades para colaborar con la familia, pero no es mi responsabilidad, porque esa parte ya la hice con mis hijos […] pero claro, tengo que empatizar y ayudarlos, así como ellos me ayudan a estar acá”, dice esta licenciada en contaduría pública.

“En realidad lo que yo quiero, como mujer venezolana de la tercera edad, es ser independiente económicamente, porque todavía estoy en mis cinco sentidos y me siento capaz, tengo la movilidad, tengo la intención, tengo la energía, pero no se me ha presentado la oportunidad, ¡ni siquiera de encontrar un novio acá!”, continúa mientras sonríe con picardía para sí misma.

Impacto de la pandemia y retos pendientes

“La situación en general de las personas mayores ha estado bastante grave, ya lo era antes de la pandemia y ahora aún más”, dice Durán sobre cómo la pandemia dejó al descubierto vacíos en las políticas públicas que revelaron problemas de acceso a los servicios de salud para la población migrante mayor en Ecuador, una realidad que no es ajena a otros países de la región. Así, se han constatado negligencias médicas en el tratamiento de otras enfermedades y enormes carencias en la atención a la salud mental, señalan HelpAge International y ACNUR en su evaluación.

“Una de las cosas que más pude evidenciar [trabajando con población migrante venezolana] fueron mujeres adultas que tenían enfermedades preexistentes. Eran diabéticas, hipertensas, requerían atención médica constante y no estaban teniendo acceso, sin mencionar que sus derechos sexuales y reproductivos estaban sumamente afectados”, indica Durán, que enfatiza en la soledad que acompaña las trayectorias de las personas mayores.

Trabajar improvisadamente vendiendo en la calle o verse encerrados dependiendo de sus hijos o como cuidadoras de sus nietos, genera “estados emocionales tales como melancolía, ansiedad, depresión, cansancio y dificultades en el proceso de adaptación e integración”, subrayan también HelpAge International y ACNUR.

“Al capitalismo no le importan las personas mayores y a estos gobiernos neoliberales menos. Hay una conciencia del sujeto productivo solo si eres capaz de producir. Por eso hoy se discute el tema del aumento de la edad de jubilación”, que avanza en detrimento de una vejez digna y una muerte digna, asegura Durán.

El envejecimiento de la población mundial avanza mucho más rápido de lo que creemos, advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS), y las medidas de adaptación a la futura realidad demográfica renquean.

Se estima que en 2050 una de cada cinco personas tendrá más de 60 años, y que “el 80% de la población mayor va a vivir en países de bajos ingresos. Es una migración que está envejeciendo en pobreza”, bajo sistemas de protección frágiles o con poca presencia del Estado, subraya Bustamante.

“Nos preguntamos qué está pasando con la población que está envejeciendo –que es toda–; que está migrando y no forma parte de los sistemas provisionales, cómo va a ser la vejez, cómo se va a integrar esta población migrante que está en edad de trabajar en los sistemas provisionales. Son reflexiones que los gobiernos tienen que hacerse”, apunta Bustamante. Su organización se une a multitud de voces que piden construir sociedades más inclusivas y libres de todo tipo de mitos y estereotipos en torno a la vejez.

“La persona mayor no quiere ser una carga para nadie, yo tengo mis grupos y toda la gente que está en mis grupos, todos me dicen lo mismo, y yo me siento igual, yo también quiero tener ingresos, porque al tener ingresos no te sientes inútil y tenemos conocimientos para dar muchas cosas”, expresa Evelyn.

Este artículo se publicó por primera vez el 22 de mayo de 2022.

Fuente de la información e imagen:  Equal Times

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Vejez: Voces que abrazan

Por: Mireia Balasch,Lidia Vega, Manuel Martín-Albo

La huella que las personas mayores dejan en la sociedad y la fuerza de sus experiencias e iniciativas son los aspectos que tratamos en el tríptico “La revolución de los 65”, una muestra del empoderamiento de este colectivo.

Suena el teléfono. Una mujer de 90 años lo descuelga. Al otro lado, una voz joven. Se tratan con dulzura, ríen a menudo y recuerdan las visitas semanales anteriores al confinamiento. Su conexión es indudable, un lazo que ninguna de las dos imaginaba cuando se conocieron. María Magdalena, una de las voluntarias de Amigos de los Mayores que el 2018 decidió unirse a la causa, dice de su amiga: “Cuando escucho la voz de María tengo una sensación de vida, de admiración, de luz… Pienso que después de todo lo que ha pasado sigue aquí hablándome con una sonrisa en la cara. Y me planteo si no es ella la que me ayuda a mi en lugar de yo a ella”.

“A su lado siempre aprendo. Lo que ella dice que son batallitas para mi son experiencias de vida. No entiendo cómo hay personas que pueden despreciar a las personas mayores“, piensa Jordi

El suyo es sólo un caso entre miles. Para Jordi, por ejemplo, Pilar es una fuente de conocimiento: “A su lado siempre aprendo. Lo que ella dice que son batallitas para mi son experiencias de vida. No entiendo cómo hay personas que pueden despreciar a las personas mayores. Tenemos muchos que aprender de ellas”.

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Pilar y Jordi en una terraza de Barcelona. Foto de Pilar Recha.

“La revolución de los 65” surge como una respuesta al drama de las ofensas a los mayores, una manera de recordar que el próximo día 15 de junio es el Día Mundial de la Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez. A lo largo de tres sábados descubriremos la importancia que las personas mayores tienen en la vida de los voluntarios que cada semana comparten un tiempo con ellos, conoceremos iniciativas de vivienda compartida y nos contagiaremos de la necesidad de ser activistas. Las causas no nos faltan.

En esta primera entrega, la voz que llega desde el otro lado del teléfono es la protagonista. Durante el confinamiento y a lo largo de los meses ha sido uno de los pocos recursos que las personas mayores han tenido para paliar la soledad y mantener un cierto contacto con el exterior. Y no todas ellas contaban con un amigo o una amiga. Algunas recurrieron a los servicios de atención gratuita que pusieron en marcha los distintos colegios de psicólogos, como el de Baleares, el COPIB. Las intervenciones de los profesiones demostraron que la escucha activa y la empatía son unos grandes aliados para mantener la salud mental.

El tríptico ha sido desarrollado por Manuel Martín-Albo, Mireia Balasch y Lidia Vega. En este podcast escucharéis sus voces. Los temas musicales utilizados se encuentran bajo licencia creative commons. Son los siguientes: The old man, de The woods, y Hopes for the season, de Truman. Ahora solo queda disfrutarlo.

 

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María y María Magdalena durante una visita. Foto de María Magdalena Po.
Fuente e imagen: https://www.elsaltodiario.com/vejez/revolucion-de-los-65-voces-que-abrazan
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Mujeres mayores: El enfoque olvidado

Por: Pilar Azorín*

Este año que ha pasado ha tenido duras y gravísimas repercusiones para las personas mayores.


La pandemia mundial provocada por el COVID 19 ha derivado en una situación de crisis generalizada en todo nuestro territorio, agrandando aún más las desigualdades sociales y en especial en lo que afecta a las mujeres, y si nos centramos en nosotros los mayores, nuestro colectivo tan vulnerable, hemos visto acrecentada la desigualdad durante esta crisis sanitaria.

Muchas personas mayores han estado mayormente abandonadas, pues la vejez está «claramente feminizada». Las mujeres somos mayoritarias en la vejez, superando en un 32 % a los hombres.

Y hoy me toca hacer un examen de conciencia para manifestar que las personas mayores hemos estado solas. Solas y abandonadas durante este terrible año de pandemia. Y no es un problema que ha surgido de repente, no ha sido el COVID 19, ni el confinamiento o el temor a no contagiar o ser contagiados.

Estábamos solos y solas.

Y no lo merecemos, pues la mayoría de las personas mayores lo hemos dado todo, hemos sufrido una guerra, divisiones de familias enteras por caer en este o en el otro frente; nos hemos calentado en invierno con el carbón que desprendían los trenes al llegar a la estación de Atocha y que, siendo niñas, recogían en sus faldas para llevarlo a sus casas.

Muchas de nosotras dejamos de estudiar con 14 años y fuimos aprendizas de modistas, de sastras. Trabajaron en la primera camisería en Sol, que luego sería un imperio (El Corte Inglés) y hablo de una generación de mayores, que conozco bien, hago voluntariado con este grupo realizando desde hace años un taller de memoria.

Tienen más de 80 años y en un juego recurrente que les propongo en Navidad “y si te toca la lotería…”. Todas se lo darían todo al hijo en paro, al nieto o nieta para que estudie. Sí, no se quedarían nada.

Y hablo de un perfil muy modesto, con pensiones mínimas y ayudas sociales y parroquiales. Sin ascensor en sus viviendas y, en ocasiones, sin calefacción central.

Pura generosidad.

Y cuando llega el día de venir al taller de memoria, llegan antes de la hora, guapas, pintadas y arregladas como para ir “a misa el domingo” y cuando terminamos no se levantan de la silla. Vienen con tanta ilusión.

Porque ya no socializan apenas, porque a excepción de nuestro taller y de la misa dominical y alguna consulta médica, viven solas. Y todas, sin excepción, tienen familia, hijos e hijas, nietos de los que se sienten muy orgullosas pero que apenas les atienden.

Tampoco ellas lo demandan. No quieren molestar.

Y hablo en femenino, aunque hay 2 o 3 maridos vivos, la mayoría son viudas y al taller vienen solas, hasta este último año que se incorporaron 2 matrimonios. Aquí tengo que contener las lágrimas, pues una de las parejas ya no vendrá más. Primero falleció ella y a la semana él se desplomó. Y del otro matrimonio, también nos dejó Justina.

Y otra alumna, Paquita, la más “picante” de mis alumnas, 97 años, que perdió a un hijo por el COVID 19, murió de pena a los pocos días.

Y siguen solas, y en algún caso que acabo de conocer, son maltratadas, por su marido, por sus hijos que no las atienden y/o miran hacia otro lado.

La sociedad entera ha mirado hacia otro lado.

No hemos aprendido de nuestros antepasados, que veneraban a sus ancianos y los hemos “aparcado” en residencias (donde se les ha dejado morir) o en sus casas, a veces supliendo nuestros afectos y compañía pagando a cuidadoras que limpian nuestras conciencias.

ALGUNOS DATOS SOBRE PERSONAS MAYORES Y VIOLENCIA
Investigadores hablan de cuatro características específicas de la violencia de género en las relaciones de pareja en edades avanzadas:

1.- El inicio de la relación cuando no había conciencia de género.

2.- La larga duración de la violencia en el tiempo.

3.- La utilización de la edad como herramienta de daño.

4.- Y la normalización de la violencia de baja intensidad.

Tanto el entorno cercano a las mujeres mayores como el conjunto de la sociedad e instituciones públicas tienen un papel fundamental para poder terminar con una relación violenta y emprender un proceso de recuperación.

Los hijos e hijas mayores pueden ser un elemento facilitador y de apoyo, pero también pueden suponer una barrera adicional en algunos casos.

Por ello, es importante realizar campañas de sensibilización que también interpelen a los hijos e hijas mayores. Asimismo, incrementar la formación con perspectiva de edad y de género, especialmente, en el ámbito de la salud y la atención sociosanitaria con la implicación de todas las instituciones, Policía, Ayuntamientos y otras (con las que nos une una autentica colaboración y compromiso )

Múltiples estudios indican que la atención primaria juega un papel crucial a la hora de detectar situaciones de violencia y es muy importante que el personal sanitario sepa reconocer situaciones de violencia de género en mujeres mayores y evitar conductas «edadistas», como asociar algunas dolencias a la edad sin indagar en profundidad las verdaderas causas.

Además, el fomento de redes de apoyo es fundamental para abordar problemas como la soledad o el abandono que afecta a las mujeres mayores y que supone un freno para poder salir de una relación violenta.

La realización de actividades lúdicas y de formación destinadas a mujeres mayores también juegan un papel muy importante en la recuperación y puede ayudar a encontrar nuevas amistades y reforzar redes de ayuda y apoyo durante la vejez.

Por último, es esencial que se pongan en marcha campañas específicas para eliminar el «edadismo» en la sociedad, fomentar el trato igualitario hacia las personas mayores, incentivar el empleo y la independencia económica en mayores de 50 años y fomentar una imagen distinta de la vejez, en la que emprender nuevos proyectos vitales sea posible.


Fuente e imagen: https://tribunafeminista.elplural.com/2021/03/mujeres-mayores-el-enfoque-olvidado/

Sobre la autora: Pilar Azorín Presidenta de la Comisión de Igualdad y Derechos de Emancipatic y también del Colegio de Procuradores de Madrid

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