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La pandemia y el fin de la era neoliberal

Por: Atilio A. Borón

La pandemia ha movido las placas tectónicas del capitalismo global y ya nada podrá volver a ser como antes. Es un tremendo desafío para quienes queremos construir un mundo post-capitalista porque, sin duda, la pandemia y sus devastadores efectos ofrecen una oportunidad única, inesperada, que sería imperdonable desaprovechar.

El coronavirus ha desatado un torrente de reflexiones y análisis que tienen como común denominador la intención de dibujar los (difusos) contornos del tipo de sociedad y economía que resurgirán una vez que el flagelo haya sido controlado. Sobran las razones para incursionar en esa clase de especulaciones, ojalá que bien informadas y controladas, porque si de algo estamos completamente seguros es que la primera víctima fatal que se cobró la pandemia fue la versión neoliberal del capitalismo.  Y digo la “versión” porque tengo serias dudas acerca de que el virus en cuestión haya obrado el milagro de acabar no sólo con el neoliberalismo sino también como la estructura que lo sustenta: el capitalismo como modo de producción y como sistema internacional. Pero la era neoliberal es un cadáver aún insepulto pero imposible de resucitar. ¿Qué ocurrirá con el capitalismo? Bien, de eso trata esta columna.

Simpatizo mucho con la obra y la persona de Slavoj Zizek pero esto no me alcanza para otorgarle la razón cuando sentencia que la pandemia le propinó “un golpe a lo Kill Bill al sistema capitalista” luego de lo cual, siguiendo la metáfora cinematográfica, éste debería caer muerto a los cinco segundos. No ha ocurrido y no ocurrirá porque, como lo recordara Lenin en más de una ocasión, “el capitalismo no caerá si no existen las fuerzas sociales y políticas que lo hagan caer.” El capitalismo sobrevivió a la mal llamada “gripe española”, que ahora sabemos vio la luz en Kansas, en marzo de 1918, en la base militar Fort Riley, y que luego las tropas estadounidenses que marcharon a combatir en la Primera Guerra Mundial diseminaron el virus de forma incontrolada.

Los muy imprecisos cálculos de su letalidad oscilan entre 20, 50 y 100 millones de personas, por lo cual no es necesario ser un obsesivo de las estadísticas para desconfiar del rigor de esas estimaciones difundidas ampliamente por muchas organizaciones, entre ellas la National Geographical Magazine . El capitalismo sobrevivió también al tremendo derrumbe global  producido por la Gran Depresión, demostrando una inusual resiliencia –ya advertida por los clásicos del marxismo- para procesar las crisis e inclusive y salir fortalecido de ellas. Pensar que en ausencia de aquellas fuerzas sociales y políticas señaladas por el revolucionario ruso (que de momento no se perciben ni en Estados Unidos ni en los países europeos) ahora se producirá el tan anhelado deceso de un sistema inmoral, injusto y predatorio, enemigo mortal de la humanidad y la naturaleza, es más una expresión de deseos que producto de un análisis concreto.

Zizek confía en que a consecuencia de esta crisis para salvarse la humanidad tendrá la posibilidad de recurrir a “alguna forma de comunismo reinventado”. Es posible y deseable, sin dudas. Pero, como casi todo en la vida social, dependerá del resultado de la lucha de clases; más concretamente de si, volviendo a Lenin, “los de abajo no quieren  y los de arriba no pueden seguir viviendo como antes”, cosa que hasta el momento no sabemos. Pero la bifurcación de la salida de esta coyuntura presenta otro posible desenlace, que Zizek identifica muy claramente: “la barbarie”.  O sea, la reafirmación de la dominación del capital recurriendo a las formas más brutales de explotación económica, coerción político-estatal y manipulación de conciencias y corazones a través de su hasta ahora intacta dictadura mediática. “Barbarie”, István Mészarós solía decir  con una dosis de amarga ironía, “si tenemos suerte.”

Pero, ¿por qué no pensar en alguna salida intermedia, ni la tan temida “barbarie” (de la cual hace tiempo se nos vienen administrando crecientes dosis en los capitalismos realmente existentes”) ni la igualmente tan anhelada opción de un “comunismo reinventado”? ¿Por qué no pensar que una transición hacia el postcapitalismo será inevitablemente “desigual y combinada”, con avances profundos en algunos terrenos: la desfinanciarización de la economía, la desmercantilización de la sanidad y la seguridad social, por ejemplo y otros más vacilantes, tropezando con mayores resistencias de la burguesía, en áreas tales como el riguroso control del casino financiero mundial, la estatización de la industria farmacéutica (para que los medicamentos dejen de ser una mercancía producida en función de su rentabilidad), las industrias estratégicas y los medios de comunicación, amén de  la recuperación pública de los llamados “recursos naturales” (bienes comunes, en realidad)? ¿Por qué no pensar en “esos muchos socialismos” de los que premonitoriamente hablaba el gran marxista inglés Raymond Williams a mediados de los años ochenta del siglo pasado?

Ante la propuesta de un “comunismo reinventado” el filósofo sur-coreano de Byung-Chul Han salta al ruedo para refutar la tesis del esloveno y se arriesga a decir que «tras la pandemia, el capitalismo continuará con más pujanza.” Es una afirmación temeraria porque si algo se dibuja en el horizonte es el generalizado reclamo de toda la sociedad a favor de una mucho más activa intervención del estado para controlar los efectos desquiciantes de los mercados en la provisión de servicios básicos de salud, vivienda, seguridad social, transporte, etcétera y para poner fin al escándalo de la híperconcentración de la mitad de toda la riqueza del planeta en manos del 1 por ciento más rico de la población mundial. Ese mundo post-pandémico tendrá mucho más estado y mucho menos mercado, con poblaciones “concientizadas” y politizadas por el flagelo a que han sido sometidas y propensas a buscar soluciones solidarias, colectivas, inclusive “socialistas” en países como Estados Unidos, nos recuerda Judith Butler, repudiando el desenfreno individualista y privatista exaltado durante cuarenta años por el neoliberalismo y que nos llevó a la trágica situación que estamos viviendo. Y además un mundo en donde el sistema internacional ya ha adoptado, definitivamente, un formato diferente ante la presencia de una nueva tríada dominante, si bien el peso específico de cada uno de sus actores no es igual.

Si Samir Amin tenía razón hacia finales del siglo pasado cuando hablaba de la  tríada formada por Estados Unidos, Europa y Japón hoy aquella la constituyen Estados Unidos, China y Rusia. Y a diferencia del orden tripolar precedente, en donde Europa y Japón eran junior partners (por no decir peones o lacayos, lo que suena un tanto despectivo pero es la caracterización que se merecen) de Washington, hoy éste tiene que vérselas con la formidable potencia económica china, sin duda la actual locomotora de la economía mundial relegando a Estados Unidos a un segundo lugar y que, además, ha tomado la delantera en la tecnología 5G y en Inteligencia Artificial.

A lo anterior se suma la no menos amenazante presencia de una Rusia que  ha vuelto a los primeros planos de la política mundial: rica en petróleo, energía y agua; dueña de un inmenso territorio (casi dos veces más extenso que el estadounidense) y un poderoso complejo industrial que ha producido una tecnología militar de punta que en algunos rubros decisivos aventaja a la norteamericana, Rusia complementa con su fortaleza en el plano militar la que China ostenta en el terreno de la economía. Difícil que, como dice Han, el capitalismo adquiera renovada pujanza en este tan poco promisorio escenario internacional. Si aquél tuvo la gravitación y penetración global que supo tener fue porque, como decía Samuel P. Huntington, había un “sheriff solitario” que sostenía el orden capitalista mundial con su inapelable primacía económica, militar, política e ideológica. Hoy la primera está en manos de China y el enorme gasto militar de EEUU no puede con un pequeño país como Corea del Norte ni para ganar una guerra contra una de las naciones más pobres del planeta como Afganistán. La ascendencia política de Washington se mantiene prendida con alfileres apenas en su “patio interior”: Latinoamérica y el Caribe, pero en medio de grandes convulsiones. Y su prestigio internacional se ha visto muy debilitado: China pudo controlar la pandemia y Estados Unidos no; China, Rusia y Cuba ayudan a combatirla en Europa, y Cuba, ejemplo mundial de solidaridad, envía médicos y medicamentos a los cinco continentes mientras que lo único que se les ocurre a quienes transitan por la Casa Blanca es enviar 30.000 soldados para un ejercicio militar con la OTAN e intensificar las sanciones contra Cuba, Venezuela e Irán, en lo que constituye un evidente crimen de guerra. Su antigua hegemonía ya es cosa del pasado. Lo que hoy se discute en los pasillos de las agencias del gobierno estadounidense no es si el país está en declinación o no, sino la pendiente y el ritmo del declive. Y la pandemia está acelerando este proceso por horas.

El surcoreano Han tiene razón, en cambio, cuando afirma que “ningún virus es capaz de hacer la revolución” pero cae en la redundancia cuando escribe que “no podemos dejar la revolución en manos del virus.” ¡Claro que no! Miremos el registro histórico: la Revolución Rusa estalló antes que la pandemia de la “gripe española”, y la victoria de los procesos revolucionarios en China, Vietnam y Cuba no fueron precedidos por ninguna pandemia. La revolución la hacen las clases subalternas cuando toman conciencia de la explotación y opresión a las que son sometidas; cuando vislumbran que lejos de ser una ilusión inalcanzable un mundo post-capitalista es posible y, finalmente, cuando logran darse una organización a escala nacional e internacional eficaz para luchar contra una “burguesía imperial” que antaño entrelazaba con fuerza los intereses de los capitalistas en los países desarrollados. Hoy, gracias a Donald Trump, esa férrea unidad en la cúspide del sistema imperialista se ha resquebrajado irreparablemente y la lucha allá arriba es de todos contra todos, mientras China y Rusia continúan pacientemente y sin altisonancias construyendo las alianzas que sostendrán un nuevo orden mundial.

Una última reflexión. Creo que hay que calibrar la extraordinaria gravedad de los efectos económicos de esta pandemia que hará de una vuelta al pasado una misión imposible. Los distintos gobiernos del mundo se han visto obligados a enfrentar un cruel dilema: la salud de la población o el vigor de la economía. Las recientes declaraciones de Donald Trump (y otros mandatarios como Angela Merkel y Boris Johnson) en el sentido de que él no va a adoptar una estrategia de contención del contagio mediante la puesta en cuarentena de grandes sectores de la población porque tal cosa paralizaría la economía pone de relieve la contradicción basal  del capitalismo. Porque, conviene recordarlo, si la población no va a trabajar se detiene el proceso de creación de valor y entonces no hay ni extracción ni realización de la plusvalía. El virus salta de las personas a la economía, y esto provoca el pavor de los gobiernos capitalistas que están renuentes a imponer o mantener la cuarentena porque el empresariado necesita que la gente salga a la calle y vaya a trabajar aún a sabiendas de que pone en riesgo su salud.

Según Mike Davis en Estados Unidos  un 45 por ciento de la fuerza de trabajo “no tiene acceso a licencia paga por causa de una enfermedad y está prácticamente obligada a ir a su trabajo y transmitir la infección o quedarse con un plato vacío.”  La situación es insostenible por el lado del capital, que necesita explotar a su fuerza de trabajo y que le resulta intolerable se quede en su casa; y por el lado de los trabajadores, que si acuden a su trabajo o se infectan o hacen lo propio con otros, y si se quedan en casa no tienen dinero para subvenir sus más elementales necesidades. Esta crítica encrucijada explica la creciente beligerancia de Trump contra Cuba, Venezuela e Irán, y su insistencia en atribuir el origen de la pandemia a los chinos. Tiene que crear una cortina de humo para ocultar las nefastas consecuencias de largas décadas de desfinanciamiento del sistema público de salud y de complicidad con las estafas estructurales de la medicina privada y la industria farmacéutica de su país. O para achacar la causa de la recesión económica a quienes aconsejan a la gente quedarse en sus casas.

En todo caso, y más allá de si la salida a esta crisis será un “comunismo renovado” como quiere Zizek o un experimento híbrido pero claramente apuntando en la dirección del poscapitalismo, esta pandemia (como lo explican claramente Mike Davis, David Harvey, Iñaki Gil de San Vicente, Juanlu González, Vicenç Navarro, Alain Badiou, Fernando Buen Abad, Pablo Guadarrama, Rocco Carbone, Ernesto López, Wim Dierckxsens y Walter Formento en diversos artículos que circulan profusamente en la web)  ha movido las placas tectónicas del capitalismo global y ya nada podrá volver a ser como antes. Además nadie quiere, salvo el puñado de magnates que se enriquecieron con la salvaje rapiña perpetrada durante la era neoliberal, que el mundo vuelva a ser como antes. Tremendo desafío para quienes queremos construir un mundo post-capitalista porque, sin duda, la pandemia y sus devastadores efectos ofrecen una oportunidad única, inesperada, que sería imperdonable desaprovechar. Por lo tanto, la consigna de la hora para todas las fuerzas anticapitalistas del planeta es: concientizar, organizar y luchar; luchar hasta el fin, como quería Fidel cuando en un memorable encuentro con intelectuales sostenido en el marco de la Feria Internacional del Libro de La Habana, en febrero del 2012, se despidió de nosotros diciendo: “si a ustedes les afirman: tengan la seguridad de que se acaba el planeta y se acaba esta especie pensante, ¿qué van a hacer, ponerse a llorar? Creo que hay que luchar, es lo que hemos hecho siempre.” ¡Manos a la obra!

Fuente: https://rebelion.org/la-pandemia-y-el-fin-de-la-era-neoliberal/

 

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La medicina no basta: por qué necesitamos ciencias sociales para frenar esta pandemia

Redacción: SINC

Junto a epidemiólogos, matemáticos o informáticos que analizan sin descanso el movimiento del coronavirus, otros expertos empujan para evitar que se expanda. Son los antropólogos, psicólogos o sociólogos, cuyo trabajo no ocupa titulares pero ha sido clave para frenar epidemias tan devastadoras como la del ébola.

Las medidas de distancia social y confinamiento afectan más a sectores vulnerables y las políticas deben tratar de compensar esas desigualdades para evitar repercusiones duraderas, advierten los científicos sociales. / Adobe Stock

Por muy duras que sean, las medidas de confinamiento para evitar el contagio funcionan. Así se desprende de una investigación publicada en The Lancet Infectious Diseases en la que los autores concluyen que la cuarentena de personas con COVID-19, junto al cierre de centros educativos y el distanciamiento en el lugar de trabajo son medidas efectivas para reducir el número de casos de la enfermedad.

El estudio evalúa el efecto potencial de estas acciones en Singapur, uno de los primeros lugares que informó de casos importados. En un análisis publicado en la misma revista, los investigadores Joseph A. Lewnard y Nathan C. Lo de la Universidad de California (EEUU) ponen el foco en la dimensión ética de este confinamiento.

“Para superar este virus necesitaremos la experiencia de una amplia gama de disciplinas, desde las ciencias sociales y las humanidades hasta la medicina, la biología y la ingeniería”, dice Shah

“Es importante destacar que los líderes políticos deben promulgar políticas de cuarentena y distanciamiento social que no supongan sesgos contra ningún grupo de población. Los legados de las injusticias sociales y económicas perpetradas en nombre de la salud pública tienen repercusiones duraderas”, advierten.

Los científicos hacen referencia a las posibles reducciones de ingresos y pérdidas de empleo que afectan de forma desproporcionada a las poblaciones más desfavorecidas y piden políticas para reducir estos daños. Entre estos colectivos más vulnerables destacan las personas sin hogar, los reclusos, los mayores, las personas con discapacidad o los migrantes en situación irregular.

En emergencias sanitarias como la que estamos viviendo, los expertos en ciencias sociales se esfuerzan para que este tipo de medidas no dejen a nadie atrás. “Si queremos superar este virus necesitaremos la experiencia y los conocimientos de una amplia gama de disciplinas, desde las ciencias sociales y las humanidades hasta la medicina, la biología y la ingeniería”, indica a SINC Hetan Shah, director ejecutivo de la Academia Británica.

Medidas más humanas

En un artículo publicado en Nature a mediados de enero, cuando el coronavirus SARS-CoV-2 aún no había llegado al rango de pandemia, Shah recordaba que las epidemias son fenómenos biológicos, pero también sociales y destacaba el papel de la antropóloga Melissa Leach en su lucha contra el ébola. Para disminuir el riesgo de contagio y respetando todo lo posible las tradiciones de las comunidades, Leach propuso sustituir los rituales de entierro por otros más seguros, en lugar de eliminar las ceremonias por completo.

¿Cómo lo hizo? Ella y su equipo de la Plataforma de Antropología de Respuesta al Ébola reconocieron en Sierra Leona la importancia social de este ritual y hablaron con los líderes locales para sustituir las ceremonias físicas por otras no presenciales, logrando un acuerdo para retrasar algunas visitas tradicionales hasta después de la crisis.

Durante la crisis del ébola, el equipo de la antropóloga Melissa Leach fue crucial para reducir el riesgo de contagio: propuso sustituir los rituales de entierro por otros más seguros, en lugar de eliminar las ceremonias por completo

“Las medidas de salud pública se tambaleaban, a menudo, por razones sociales y culturales”, recordaba la antropóloga una vez superada la epidemia. “Fuimos capaces de nutrir las medidas de emergencia con las ciencias sociales ayudando a que fueran más efectivas”, resaltaba Leach, que dirige el Instituto de Estudios para el Desarrollo (Reino Unido).

En el caso de la pandemia actual, como recoge un editorial del LSE Impact Blog –un espacio de debate impulsado por la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres– las medidas de salud pública llevadas a cabo para prevenir la propagación del virus, desde el lavado de manos, al autoaislamiento o el cierre de ciudades, requieren de la investigación social para que sean efectivas.

“Las ciencias sociales tienen un papel fundamental para responder a este pandemia”, asegura Shah, y resalta los perfiles de dos profesionales de estas ciencias: los psicólogos y los economistas. Los primeros saben cómo fomentar comportamientos sociales que reduzcan la propagación del virus, mientras que los segundos pueden asesorar a la administración y a las empresas para encarar este bache económico.

Y no solo eso. En esta pandemia que lleva aparejada una oleada de bulos y desinformación, los psicólogos explican los mecanismos que están detrás de estas acciones y cómo nuestro cerebro está influido por los sesgos y por el miedo, lo que puede provocar que bajemos la guardia ante bulos o que procesemos mal los contenidos verídicos.

Imagen de archivo de agosto de 2014, durante la epidemia de ébola en Liberia. / EFE

Lecciones aprendidas de epidemias anteriores

Para afrontar la crisis actual, los científicos recomiendan analizar lo que se hizo en epidemias pasadas. Un documento publicado por la plataforma Ciencias Sociales en Acción Humanitaria –promovida por UNICEF y el Instituto de Estudios para el Desarrollo– recoge 15 lecciones aprendidas de epidemias de gripes y el SARS (una enfermedad respiratoria causada por otro coronavirus en 2003).

Muchas de ellas se pueden aplicar en estos momentos, como la transparencia informativa. Retener la información al público puede ser muy perjudicial puesto que si las personas no consiguen estos datos de las fuentes oficiales, confiarán en medios no fiables. En la pandemia de gripe A (H1N1) de 2009 se cuestionó la neutralidad de la Organización Mundial de la Salud (OMS) porque el público pensó que se había exagerado el riesgo en beneficio de las compañías farmacéuticas, que se beneficiarían con la acumulación de las vacunas.

“En estos momentos debería haber científicos sociales que aconsejen a los gobiernos y a las agencias sobre sus estrategias, como está ocurriendo dentro de la OMS”, señala Annie Wilkinson

Para evitarlo, los expertos que han elaborado el documento recomiendan a las autoridades ser transparentes sobre lo que se sabe de la epidemia y, también, sobre las limitaciones de los datos. “Las instituciones, los gobiernos nacionales o la OMS deben ser transparentes sobre su compromiso con los expertos y la industria farmacéutica para explicar cómo manejan los conflictos de intereses”, plantean.

“En estos momentos hay o debería haber científicos sociales que aconsejen a los gobiernos y a las agencias sobre sus estrategias, como está ocurriendo dentro de la OMS, por ejemplo”, señala a SINC Annie Wilkinson, coautora del informe y antropóloga del Instituto de Estudios para el Desarrollo.

Otro aspecto es evitar estigmatizar a determinados colectivos, como ocurrió con los españoles en la gripe de 1918, denominada comúnmente como ‘gripe española’. En el caso de esta pandemia cuyo origen tuvo lugar en la provincia de Hubei (China), las autoridades y los medios de comunicación han conseguido no etiquetar a esa población, al utilizar los nombres promovidos por la comunidad científica: la COVID-19 para hablar de la enfermedad y el SARS-CoV-2 para referirse al virus.

La pobreza dificulta el confinamiento

Como hemos visto, y tal y como analizaba en un artículo de opinión Manuel Franco, profesor de Epidemiología de la Universidad de Alcalá en Madrid y de la Escuela de Salud Pública Johns Hopkins (EEUU), las diferentes medidas para contener la expansión del virus no afectan igual a toda la población y pueden aumentar las desigualdades.

En este sentido, a las autoridades sanitarias y a los antropólogos les preocupa la incidencia de esta pandemia en países en vías de desarrollo, especialmente en África, donde abundan países con sistemas sanitarios débiles y sin protección social.

A las autoridades sanitarias y a los antropólogos les preocupa la incidencia de esta pandemia en África, donde abundan países con sistemas sanitarios débiles y sin protección social

“Los desafíos de manejar esta pandemia son enormes en el continente africano, al incluir a algunos de los países de ingresos más bajos del planeta y donde las desigualdades globales de riqueza son más pronunciadas”, declara a SINC Tamara Giles-Vernick, jefa de la Unidad de Investigación de Antropología de la Emergencia de Enfermedades del Instituto Pasteur (Francia) y coordinadora de Sonar-Global.

A un posible aumento de los casos en los centros hospitalarios que ponga en peligro su funcionamiento, como está ocurriendo en algunos puntos de Europa, se suma la falta de agua en algunas regiones y núcleos rurales. Tampoco ayuda la carencia de sistemas de alcantarillado, de recogida de residuos o de limpieza urbana de la que adolecen determinadas zonas.

A pesar de estas limitaciones, Giles-Vernick recalca que es un error referirse a África como un único ente sin reconocer su diversidad, y pide evitar los prejuicios. “Veo algunos artículos en la prensa que apuntan a la ‘cultura africana’ como una barrera para el confinamiento efectivo, pero debemos ser extremadamente cuidadosos al atribuir a la ‘cultura’ lo que, sobre todo, puede ser un problema de pobreza y de sus consecuencias”, sostiene.

Las ciencias sociales muestran que no es la cultura, sino la pobreza, la principal barrera para lograr que se cumplan las medidas preventivas. Y eso es algo que aprovechan los virus.

Fuente: https://www.agenciasinc.es/Reportajes/La-medicina-no-basta-por-que-necesitamos-ciencias-sociales-para-frenar-esta-pandemia

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ONU: La vacunación y la educación no pueden ser otras víctimas del coronavirus

Redacción: UN

La agencia de la ONU para la infancia advierte que el desvío de recursos hacia la lucha contra el COVID-19 no puede interrumpir otros servicios esenciales que, como la vacunación, ya que puede conducir a más pérdida de vidas humanas y sufrimiento. También está preocupada por la suspensión de las clases, que afectará especialmente a los más vulnerables.

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia destacó este jueves que el avance sin freno de la pandemia de coronavirus alrededor del planeta está desbordando los servicios sanitarios y desplazando la mayoría del personal hacia la respuesta contra la enfermedad, interrumpiendo los servicios de inmunización y atención primaria.

«El distanciamiento físico lleva a los padres a tomar la difícil decisión de aplazar la inmunización rutinaria», destacó la directora ejecutiva UNICEF, Henrietta Fore.

Recordó que con el avance de la pandemia existe la probabilidad de que se interrumpan servicios esenciales como la inmunización, especialmente en África, Asia y Oriente Medio donde son extremadamente necesarios.

«Nos preocupan especialmente países como Afganistán, la República Democrática del Congo, Somalia, Filipinas, Siria y Sudán del Sur que luchan contra brotes de sarampión, cólera o poliomielitis mientras responden a los casos de COVID-19», resaltó.

Esos brotes no sólo suponen una carga para los servicios de salud, sino que también podrían provocar más pérdidas de vidas y sufrimientos.

«En un momento como el actual, estos países no pueden permitirse el lujo de enfrentarse a nuevos brotes de enfermedades prevenibles mediante vacunación», dijo.

Fore explicó que UNICEF trabaja para garantizar que los países que lo necesiten dispongan de un suministro adecuado de vacunas, y que se mantiene en contacto con los proveedores mundiales para asegurar que no se interrumpa la producción y se gestione de la mejor manera posible su suministro.

Además, indicó que están prestado un mayor apoyo a los Gobiernos para que continúen el suministro de vacunas durante esta pandemia.

«UNICEF recomienda encarecidamente a todos los Gobiernos que comiencen ahora una planificación rigurosa para reforzar las actividades de inmunización una vez esté bajo control la pandemia de COVID -19. Estas actividades deben centrarse en los niños y niñas que no recibirán las dosis de la vacuna durante este período de interrupción, y priorizar a los niños y niñas más pobres y vulnerables», destacó.

Portal del COVID-19 y noticias actualizadas:

El COVID-19 tampoco puede parar la educación

Asimismo, ante el cierre global de escuelas que afecta a más del 80% de los estudiantes de todo el mundo y la consiguiente interrupción de su educación, UNICEF destinará inicialmente 13 millones de dólares en apoyo a los Gobiernos de países de 145 de bajos y medios ingresos, y a una amplia gama de socios en el área de la enseñanza, para elaborar planes que permitan una respuesta rápida en todo el sistema educativo.

La iniciativa permitirá preparar programas de aprendizaje alternativos en caso de cierre de escuelas en esos países y ayudará a las escuelas a mantener seguros, tanto a los niños como a sus comunidades, mediante el suministro de información sobre el lavado de manos y otras prácticas de higiene.

Los fondos también contribuirán a apoyar la salud mental de los niños, y a prevenir el estigma y la discriminación alentando a los estudiantes a evitar los estereotipos cuando hablen del virus.

Fuente: https://news.un.org/es/story/2020/03/1471842

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Libro(PDF): «Alicia Ziccardi. Ciudades latinoamericanas. La cuestión social y la gobernanza local. Antología esencial»

Reseña: CLACSO

La obra de Alica Ziccardi es muy amplia y tiene por constantes la objetividad, el desarrollo conceptual, la originalidad, la calidad expositiva, el método riguroso, el pensamiento crítico, la visión para transformar y la meta última que es su utilidad para guiar futuros mejores. Además, le acompañan principios morales invariables: el interés colectivo de la nación, de las sociedades, de las ciudades, de las comunidades, de América Latina. Así como también es característico su continuo enfrentamiento contra las desigualdades de todo tipo: sociales, urbanas, de género, basando su análisis en las reglas del conocimiento científico y en el sustento intachable de una investigación rigurosa.

Tonatiuh Guillén López

Autores (as): María Mercedes Di Virgilio. Alicia Ziccardi. [Autoras]

Editorial/Editor: CLACSO. IIS – Instituto de Investigaciones Sociales.

Año de publicación: 2020.

País (es): Argentina.

Idioma: Español.

ISBN: 978-987-722-589-1

Descarga: Alicia Ziccardi. Ciudades latinoamericanas. La cuestión social y la gobernanza local. Antología esencial

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?id_libro=1838&orden=&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1377

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Y cuando vuelvan a clase ¿qué?

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La fertilidad de la pobreza: de la indiferencia a la presencia del aula (II)

Por: Por Cristo I. Mahugo

(Continuación del artículo «La fertilidad de la pobreza: de la indiferencia a la presencia del aula [I]»)


1.- Un argumentario

En términos teóricos, todo reflejo es un retroceso (reflejo = del latín reflexus, «volver hacia atrás [1]»). Aceptando la concepción de que en los centros educativos se reflejan las complejidades de la vida social, estaremos indirectamente consintiendo las ideas que subyacen a dicha concepción. A saber:

  • Que el retroceso es algo que se vivencia a posteriori. Es decir, que la escuela [2] se encuentra situada (¿sitiada también?) justo detrás de «lo social», dándose a entender dos cosas (entre otras): la primera, que «lo social» y «lo escolar» se presentan como esferas autónomas pero que, a su vez, se comunican condicionadamente; como si lo escolar no fuese profundamente social; lo segundo, el aspecto de dependencia que se enraiza en esta premisa nos complace a pensar que todo aquello que se vive (se sucede) en la sociedad —aparentemente— determina todo aquello que se vive en los centros educativos. Esto implica acarrear con la aceptabilidad de que la escuela no posee capacidad de decisión, no puede «autonomizar» sus alegatos socioeducativos (o no se contempla el irremediable peso que tiene «el filtro profesoral») porque quien los determina es —supuestamente— esa abstracción llamada «sociedad». Acceder a la llamada de esta determinación puede tener una traducción implícita: la negación de toda posibilidad de transformación (lo que significa la anulación de la misma posibilidad, del mismo cambio). Sería interesante discutir —en futuros textos— la integración de esta premisa dialéctica de «no posibilidad de transformación social» en la discursiva normalizada de una parte del personal profesional de la educación y la docencia.
  • Que la escuela pasaría a ser una estéril extensión instrumental del aparato político. Si abogamos por esta premisa («la escuela como reflejo de la sociedad política»), significaría que el aparato político o sociopolítico de una sociedad estaría gestionando, a modo de fría elongación instrumental, lo que denominamos «sistema educativo». Así, consideramos que «no existen modelos educativos al margen de la sociedad que los produce» (Beluche, 2019), pero no olvidemos que lo productivo no tiene que ser inequívocamente lo reproductivo. Es necesario defender una teoría de la escuela que «produzca» formas de procesar y abordar la realidad; engendrar producciones materiales (textos, revistas, cuadernos, blogs) y no materiales (pensamiento crítico, hábitos de convivencia, dinámicas comunitarias) que no solamente plasmen lo que se viva fuera de sus paredes, sino —sobre todo— que acuda de forma responsable y comprometida a defender una respuesta reflexiva sobre las injusticias que habitan y «se toleran» fuera de las citadas paredes. La intención del presente punto es recordar el valor de trabajar en una escuela politizada (en sentido de «inculcar conciencia política» y ciudadana; esto incluye producir nuevas formas de politizar las realidades).

¿Bajo qué preceptos tiene sentido abordar los puntos arriba mencionados con respecto a la dignificación de la pobreza? Nuestra interpretación lo justifica en un doble sentido: por un lado, la formación de ciudadanía (función indispensable de las escuelas) no puede distanciarse de «lo político», y lo político es aquello que menciona a la polis (πολις = ciudad = el conjunto de la ciudadanía). Es decir, al conjunto de personas —ciudadanas, ciudadanos— que la habitan o, dicho de otro modo, a la atención prestada que se hace sobre las vidas urbanas y no urbanas (entendamos —entre otras— rurales, por ejemplo; formas de vivir en sociedad) que habitan en dicha ciudad (lo que implica atender igualmente a lo que mora tanto en su centralidad como fuera de ella, su periferia). Por otro lado, si la escuela engloba una formación cívica y humanista (Cerini de Reffino, 2006) debe ser porque «atiende» (con las limitaciones que ello comporta pero procurando no restar ni equidad ni igualdad) a todas y cada una de estas formas de vivir o «estar» en sociedad («no soportando» la invisibilidad de ninguna de ellas); esto significa, irrevocablemente, que su atención debe ser más sensible sobre aquello que está fuera de la centralidad. Así, las personas pobres y la pobreza deben estar presentes en los espacios dignificatorios de las escuelas (sus aulas principalmente). Como guión pedagógico, cabe señalar que, desde dichas instituciones educativas, se debe evitar el anclaje de la visión asistencialista [3] de la pobreza; ésta debe enmarcarse, para acercarnos a textos propios de la teoría crítica y emancipatoria, a una vinculación entre la cotidianidad familiar y los contextos de pobreza (Eguía & Ortale, 2007: 205-218), la justicia social (Connell, 1997) y la igualdad de oportunidades (Aguado Odina, 2010).

2.- Una propuesta

Más allá de mencionar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS, 2015) —donde el primero de ellos es el «fin de la pobreza» [4]— y las investigaciones que se han realizado en torno a las dificultades y falta de oportunidades que se plasman en «las pobrezas» que habitan en la sociedad, una tramitación acorde y ajustada a las necesidades de dichos colectivos vivientes debe estructurarse, en los niveles educativos y escolares, desde una razonada y compartida proposición pedagógica. Nuestra propuesta aquí referenciada se articula sobre la noción normativa y práctica de una educación inclusiva (Rogero et al., 2016) que extienda sus teorías y consolide sus prácticas; esta propuesta la haremos sobre el eje de entender la pobreza desde una doble perspectiva (ambas indispensables de ser comprendidas conjuntamente): la política (la «actividad social en el mundo») y la existencial (la «estancia en el mundo»).

La perspectiva política nos define la obligatoriedad de atender los contextos y condiciones que se establecen en la pobreza y cómo afectan sobre el alumnado en sus diversas etapas educativas. Así, «la pobreza y la exclusión no solo se refieren a la carencia de ingresos económicos, sino que, […] presenta una multidimensionalidad de rasgos que hemos de tener en cuenta: la posición en el mercado laboral, la dificultad de acceso a los servicios y el descarte en el ámbito de las relaciones sociales» (Rogero et al., 2016: 76). Cuestiones, todas ellas, de necesaria estipulación política.

Por ello, es eminentemente vigoroso recordar —constante e implacablemente— la urgencia de atender, desde las esferas políticas y politizadas, la realidad marginalizada vivida (y viviente) de la pobreza. De hecho, se «exige también una respuesta sistémica y articulada por parte de las diversas políticas (educativas, de salud y sociales) para romper el círculo vicioso de la reproducción intergeneracional de la pobreza» (Rogero et al., 2016: 78). Destacamos la importancia de atender y sensibilizar sobre estas realidades basándonos en los siguientes puntos: la participación de la comunidad y el trabajo comunitario (Fernández, 1996); mayor inversión en políticas educativas, sociales y laborales, garantizar el derecho a la educación en todos los niveles educativos y reforzar las políticas de educación compensatoria y las medidas de discriminación positiva destinadas al alumnado más vulnerable (Rogero et al. 2016); y la defensa de un «paradigma biocéntrico» y del desarrollo centrado en la ética (Hernández Acevedo, 2014).

La perspectiva existencial nos define los planteamientos relacionales que vertebran las «formas de estar» entre nos(otros); las maneras en que se presenta la estancia en el mundo [5]. Así, es atributo sociohistórico, político y cultural «estar» integrado/a en un grupo o colectivo (con sus concepciones valorativas, sus ideas y sus comportamientos). La pobreza, como conjunto de personas, no debe contemplarse pasivamente bajo la tutela de pensarse que «hay una parte de los pobres que no hacen nada para salir de ahí» (interpretación de la falsa meritocracia [Stiglitz, 2012] y olvido de las injusticias estructurales) o «el pobre debe ser asistido como ‘sujeto necesitado’» (interpretación asistencialista que —por sí sola— robustece la perpetuidad misma de las desigualdades). Ambas posturas interpretativas son insoportables (aborrecibles ambas) desde una lectura humanística y democratizante.

Por ello, nos gustaría cerrar este apartado haciendo referencia a dos observaciones —característicamente instructivas— a valorar por las personas implicadas, directa o indirectamente, en el mundo educativo: la persona pobre negada como «sujeto de intercambio (de comercio)» y la persona pobre negada como «deseo no deseado». La primera observación se relaciona con la idea de que la pers. pobre, como sujeto improductivo e infértil, no posee algo valorativo (recursos materiales y no materiales) con el cual se pueda entablar una relación con ella; al poseer nada, no puede darme algo (sin embargo, me solicita algo. Es decir, «no entra» en el juego comercial de las relaciones [Cortina, 2017]). La segunda observación se relaciona con la visión explícita de que la pers. pobre «nos despierta» la imagen de un deseo que no deseamos; representa aquella figura en la cual no nos gustaría convertirnos, vernos en reflejo. Así, ambas observaciones, de no ser visibilizadas y, por tanto, comprendidas desde el amparo educativo, podrían trasladarse cómodamente a las vidas ajetreadas, organizadas y relacionales de las escuelas. Lo que se traduce —fácilmente— en la falta de tacto ético para censurarlas por deshumanizantes («te doy porque me das») y en la falta de tacto pedagógico para intervenirlas educativamente («trabajar sobre el reconocimiento de los deseos que no deseamos» en las relaciones).

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Notas [n.]

[1] Véase Enlace 2 (reflejo, refleja).

[2] No entraremos a debatir la adecuación terminológica de si corresponde llamar «escuela» a los centros educativos escolares o colegios; esta cuestión nos parece necesaria que sea abierta y debatida, pero consideramos —mismamente— que éste no es el espacio más propicio para ello. Nos acogeremos a la concepción socialmente aceptada de interpretar «la escuela», el colegio o el centro educativo como sinónimos (véase Enlace 3 y Enlace 4).

[3] Dice Gastón Vigo (2019) al respecto: «El asistencialismo perpetuo es un engranaje del atraso. No sólo no combate la miseria sino que la estimula. […] A la luz de los datos, nos dimos cuenta de que el asistencialismo no saca a la gente de la pobreza.» (ver Enlace 5).

[4] Ver Enlace 7: Nueva Agenda de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas (25 de septiembre de 2015).

[5] Nos parece importante distinguir entre «tierra» («planeta que habitamos») y «mundo» («conjunto de todo lo existente», «conjunto de todos los seres humanos») [Ver Enlace 2https://dle.rae.es].

Referencias

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Aguiar Baixauli, N. & Breto Guallar, C. (2005). La escuela, un lugar para aprender a vivir. Experiencias de trabajo cooperativo en el aula. Centro de Investigación y Documentación Educativa (CIDE), Ministerio de Educación (162 págs.).

Beluche, O. (2019). La sociedad y los modelos educativos. Sin permiso (en http://sinpermiso.info/textos/la-sociedad-y-los-modelos-educativos [Publicado 07/12/2019]).

Carda Ros, R. M. & Larrosa Martínez, F. (2012). La organización del centro educativo. Manual para maestros. San Vicente (Alicante): Editorial Club Universitario (428 págs, 2ª edición).

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Connell, R. W. (1997). Escuelas y justicia social. Madrid: Ediciones Morata (182 págs., 3ª edición).

Cortina, A. (2017). Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia. Barcelona: Paidós (196 págs).

Eguía, A. & Ortale, S. [coords.] (2007). Los significados de la pobreza. Buenos Aires: Biblos (264 págs.).

Fernández, G. (1996). Superación de la pobreza y educación: Una mirada desde lo local Ultima década, ISSN-e 0717-4691, Nº. 5, 1996.

Gallino, L. (2005). Diccionario de sociología. México: Editores Siglo XXI (1003 págs.).

Giroux, H. (2001). Cultura, política y práctica educativa. Barcelona: Editorial GRAÓ (141 págs.).

Hernández Acevedo, A. (2014). Pobreza y educación: retos para la teoría del currículo. Revista Entramados – Educación y Sociedad, Año 1, Nº 1 (pp.203-209) [en línea].

Llano Ortiz, J. C. (2019). El estado de la pobreza: seguimiento del indicador de pobreza y exclusión social en España 2008-2018. Madrid: EAPN-ES (17 págs.).

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Moas Arribi, J. (2018). La explicación del hambre en una sociedad capitalista globalizada. El Salto (Alkimia) https://www.elsaltodiario.com/alkimia/la-explicacion-del-hambre-en-una-sociedad-capitalista-globalizada- (consultado en diciembre de 2019)

Referencias electrónicas/digitales (webs):

Enlace 1: http://etimologias.dechile.net (consultas realizadas en noviembre de 2019).

Enlace 2: https://dle.rae.es

Enlace 3: https://difiere.com/diferencia-entre-escuela-y-colegio/ (¿Cuál es la diferencia entre Escuela y Colegio?).

Enlace 4: https://diferencias.info/diferencia-entre-escuela-y-colegio/ (Diferencias entre Escuela y Colegio [fecha de publicación: 9 de agosto de 2019]).

Enlace 5: https://www.ellitoral.com/index.php/id_um/217352-el-asistencialismo-le-rompe-la-dignidad-a-la-gente-segun-el-referente-de-akamasoa-argentina-area-metropolitana.html (El asistencialismo perpetuo es un engranaje del atraso. No sólo no combate la miseria sino que la estimula [fecha de publicación: 08 de diciembre de 2019]).

Enlace 6 (Save the Children): https://www.savethechildren.es/trabajo-ong/pobreza-infantil/pobreza-y-educacion-inclusiva (Pobreza y educación inclusiva [consultado en diciembre de 2019]).

Enlace 7 (Nueva Agenda de Naciones Unidas: Objetivos de Desarrollo Sostenible): https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/objetivos-de-desarrollo-sostenible/ [consultado en diciembre de 2019]

Rogero, J. et al. (2016). Pobreza infantil y educación. Cuadernos de Pedagogía, publicado en septiembre de 2016, 470, pp. 74-79.

Saavedra, M. S. (2001). Diccionario de pedagogía. México: Editorial Pax (171 págs.).

Stiglitz, J. E. (2012). El precio de la desigualdad. Madrid: Taurus (504 págs).

Tortosa, J. M. (2001). El juego global: maldesarrollo y pobreza en el capitalismo mundial. Barcelona: Editorial Icaria (248 págs.).

Fuente: https://rebelion.org/la-fertilidad-de-la-pobreza-de-la-indiferencia-a-la-presencia-del-aula-ii/

 

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ODS3. World Vision insta a los líderes mundiales a respaldar el plan de la ONU

Redacción: Corresponsables

La ONU pide 2 mil millones de dólares para dar una respuesta global al COVID-19

World Vision da la bienvenida al plan de Respuesta Humanitaria Global COVID-19 de la ONU, lanzado el 25 de marzo, mediante el cual pidió ayer 2 mil millones de dólares para una respuesta global y destacó el impacto devastador que podría tener un brote de coronavirus en países que ya están luchando contra las crisis humanitarias existentes.

World Vision insta a los líderes mundiales a respaldar el plan de la ONU y apoyar a las agencias y organizaciones, así como a los trabajadores de campo, en las áreas vulnerables. World Vision, como ONG internacional centrada en la infancia, está trabajando junto con la ONU y los gobiernos para combatir el brote de coronavirus en todo el mundo, priorizando las intervenciones en 17 países de África, Asia, Oriente Medio y América Latina, y teniendo como objetivo llegar a 11 millones de personas, más de la mitad de ellas niñas y niños.

“El coronavirus está teniendo un impacto devastador en las personas que viven en todo el mundo, pero podría ser catastrófico para las familias que viven en países asolados por la guerra y azotados por la pobreza. Quienes viven en lugares con instalaciones médicas deficientes y en lugares, donde los niños ya corren el riesgo de sufrir desnutrición y explotación, pagarán el precio más alto de esta crisis”afirma Isabel Gomes, Directora Global de Operaciones Humanitarias de World Vision. 

«Nosotros, junto con otras agencias globales, nos alegramos de contribuir al diseño del plan de respuesta de la ONU, y continuaremos trabajando junto a ellos y otras agencias para satisfacer las necesidades de los más vulnerables a esta catástrofe», añade.

Los 17 países que World Vision prioriza en su respuesta al coronavirus son: Afganistán, Bangladesh, Brasil, República Democrática del Congo, Haití, India, Indonesia, Iraq, Kenia, Líbano, China continental, Mongolia, Filipinas, Senegal, Sudáfrica, Siria, y Tailandia.

Los trabajadores de primera línea de la organización están trabajando desde el primer día en el terreno, junto a las comunidades, para promover medidas preventivas como el lavado de manos, apoyando a los sistemas de salud y a los trabajadores, y a los niños con mayor vulnerabilidad.

Los expertos de World Vision han advertido que el brote podría perjudicar la educación de los niños y niñas y provocar un aumento del hambre, la pobreza y la violencia.

«El coronavirus amenaza con devastar a las familias que viven en los lugares más difíciles del mundo. Instamos a los líderes mundiales a asegurarse de que están apoyando a los países que corren el riesgo de colapsar si se les deja solos frente a esta crisis», dice Gomes. 

“Y no se equivoquen: el coronavirus amenaza la salud mental y física. Los planes de respuesta deben incluir apoyo psicosocial para los niños y fortalecer los sistemas de protección que los mantienen seguros. Esto es crucial si queremos mitigar una catástrofe para los niños y sus familias», concluye Gomes. 

Fuente: https://www.corresponsables.com/actualidad/ods3-world-vision-insta-lideres-mundiales-respaldar-plan-onu

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