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El profesorado, único foco de atención

En los análisis de las políticas, prácticas y resultados educativos el profesorado está siendo el único foco de atención. Cuando se evalúa el sistema educativo es sólo el profesorado el centro de la diana, el responsable de todo, a través de las mediciones de rendimiento de su alumnado. En cambio, las atribuciones a la Administración es algo que escapa de las miradas y, por consiguiente, de cualquier juicio y nivel de responsabilidad y, en su caso, de asunción de culpas.

En la actualidad, carecemos de políticas de innovación y mejora de los centros y, en general, de planes de actualización del profesorado en ejercicio basados en modelos democráticos, implicados en proyectos de Investigación-Acción, estudios de caso, juicios de iguales, etc. No se facilitan estímulos y recursos para la creación de redes y estructuras horizontales, para la autoorganización de colectivos docentes involucrados en promover innovaciones, compartir experiencias, aprendizajes, innovaciones, aprender unos de otros, como eran, por ejemplo, los CEP, pero en su primera formulación (R.D. 2112/1984 de 14 de noviembre, BOE 24-XI-1984), antes de ser sometidos a sospecha e imposición de “ortodoxias” por los cuerpos de inspección de la Administración.

Es muy llamativo que en España, que aportó a la historia de la educación mundial organizaciones asamblearias como fueron los Movimientos de Renovación Pedagógica (MRPs), no seamos capaces de valorar y recuperar estructuras semejantes para compartir, enriquecer e incrementar el capital profesional que es capaz de generar el colectivo docente cuando trabaja en equipo.

El valor de las políticas de evaluación y de rendición de cuentas que los gobiernos desean potenciar debe servir para apoyar y mejorar las instituciones escolares con mayores necesidades y problemas, no contribuir a destruirlas, a hundir su reputación, a desmoralizar al profesorado y a enfadar al alumnado y a sus familias.

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Francisco Rizi

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Francisco Rizi – “Auto de fe en la plaza Mayor de Madrid“, 1683

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Vigilar y controlar a la educación superior (Apuntes sobre la reforma que prepara el gobierno)

Estamos frente a un nuevo intento por transformar un sistema complejo sin un diagnóstico claro, sin visión de futuro, sin un diseño consistente, sin un proyecto acabado y mínimamente consultado y con un solo propósito a la vista: aumentar el rol de control del Estado y crear un estatus excepcional de amplias facultades, incluso lucrativas, en beneficio de las universidades estatales.

A continuación ofrezco unas reflexiones preliminares frente a las dos minutas sobre “reforma a la educación superior” publicadas ayer por El Líbero. La primera da cuenta de las disposiciones generales del proyecto, la creación de la Subsecretaría de Educación Superior y el marco para la educación estatal. La segunda se refiere a la constitución y funciones de la Superintendencia de Educación Superior (ES). Ambas minutas aparecen fechadas en marzo de 2016 y deben entenderse a la luz de las anteriores minutas y borradores del proyecto de ley de ES que el Mineduc espera enviar al Congreso Nacional antes del 21 de mayo próximo.

I

Lo primero que cabe notar es que la promesa del gobierno de postergar el envío de este proyecto para someterlo a consultas con las partes interesadas, expertos y actores políticos no se cumple en absoluto al forzar una discusión sobre la base de documentos filtrados a la opinión pública sin hacerse nadie responsable de las propuestas allí contenidas ni de su justificación. En materia educacional, el gobierno no sólo improvisa, sino que, además, evita u obstaculiza la deliberación pública, sin mostrar mayor interés por esclarecer sus objetivos y justificar racionalmente sus iniciativas de reforma.

En cualquier caso, a pesar de que las minutas y borradores dejan múltiples cabos sueltos o son incompletos en relación con varios aspectos de la legislación (una ley o varias) que se prepara, desde ya van perfilando (al menos en el papel) un régimen de provisión, gobernanza, regulación, supervisión y financiamiento de la ES que es fácil de reconocer.

II

En lo básico, los técnicos del gobierno, bajo la dirección política de la Presidenta y su gabinete, aspiran a consagrar un papel dominante del Estado (gobierno, vía Mineduc expresado en una nueva Subsecretaría de Educación Superior) en la ES, junto con un estatus de privilegio para las universidades estatales.

De hecho, como mostraremos luego, la ES nacional se vuelve coextensiva con la oferta estatal y el financiamiento fiscal. En teoría, de acuerdo al ordenamiento esbozado en las minutas y borradores, el régimen mixto daría paso a uno estatal (con proveedores estatales y privados estrechamente controlados por el Estado por vía del financiamiento, las regulaciones y una extensa e intensa supervisión), subsistiendo un pequeño espacio de mercado para la provisión privada de élite, donde los estudiantes pagarían por su ES igual como hacen los padres en los colegios particulares pagados del sistema escolar.

En este sentido, un aspecto no resuelto en las minutas y borradores es la recategorización de las clases o tipos legales de universidades y demás instituciones no-universitarias de ES. Se habla por ahí de universidades estatales, privadas “con vocación pública” (ambiguo concepto jurídico que no se define) y de universidades privadas (a secas), sobre las cuales se legisla únicamente en términos de su gobierno y prohibición del lucro.

Igualmente, no se entiende si todas las universidad existentes seguirán manteniendo su carácter de tal, lo mismo que los IPs y CFTs, o si se adoptará una definición más estrecha de universidad (por ejemplo, sólo aquellas que producen conocimiento en la frontera de las disciplinas y ofrecen programas de doctorado), o bien si se admitirá a universidades puramente docentes (como hay cientos en América Latina) ni qué ocurrirá con la actual distinción entre IP y CFT.

III

Anoto al pasar que, en general, el tratamiento de la educación terciaria provista por instituciones no-universitarias, la cual en nuestro país ha alcanzado un desarrollo notable y adquiere una importancia creciente en la experiencia internacional, apenas merece unas pocas menciones en los textos filtrados desde el Mineduc. En efecto, la legislación que se prepara tiene la tradicional impronta de “lo universitario” y “lo académico” como único vector importante de la educación terciaria. Es decir, subsiste una concepción iluminista, propia de las élites burguesas prusiana y francesa del siglo XIX, cuyos ecos aún se pueden discernir en los papeles oficiales que circulan en Chile al comenzar el siglo XXI.

IV

La mayor novedad del proyecto (en elaboración) es la creación de un sistema estatal de ES, nombre con que se lo designa en las minutas comentadas. No queda claro, sin embargo, si formará parte del régimen mixto de provisión actualmente existente o bien lo sustituirá, como parece prefigurarse en varias disposiciones del proyecto. Aquel otro apenas se nombra y no tiene consistencia alguna en los papeles filtrados.

De acuerdo con los textos actualmente disponibles, al sistema estatal de ES corresponderá promover el desarrollo de las instituciones estatales y “fomentar” la ES (en general, que es una responsabilidad del Estado) a través de las instituciones de ES estatales. En especial, deberá ofrecer educación gratuita de pregrado. Se halla dotado de principios y valores propios: “educación laica y pluralista; actitud reflexiva, dialogante y crítica; equidad, inclusión y no discriminación; probidad, transparencia y rendición de cuentas; colaboración y trabajo en red; participación”. Curiosamente no se menciona aquí la autonomía de las instituciones ni su responsabilidad con el crecimiento económico y el desarrollo de las regiones.

V

Si se lee con cuidado, se verá que el sistema estatal de ES que el gobierno propone crear incluye todo lo relativo a un sistema nacional de ES. Nada escapa a su control. Véanse los siguientes dos párrafos que transcribo de la minuta correspondiente:

“Dicho sistema está integrado por la Subsecretaría de Educación Superior, el Comité Coordinador, en adelante Comité, y las instituciones de educación superior estatales.

El Comité será la instancia coordinadora de estas instituciones, y está compuesto por el Ministro de Educación, a través del Subsecretario de Educación Superior, el Rector de la Universidad de Chile; tres representantes de las universidades estatales; tres representantes de los centros de formación técnica estatales –con integración progresiva en razón a su entrada en funcionamiento—; el director ejecutivo de CONICYT y el director de Presupuestos. Además de los jefes de la División de Educación Superior Universitaria y de la División de Educación Superior Técnico Profesional de la Subsecretaría. Para la elección de los representantes de las instituciones de educación superior estatales se debe considerar una adecuada representación de las regiones”.

“El Comité deberá, entre otras funciones, asesorar al Ministro de Educación en la formulación de políticas para el fortalecimiento, promoción y desarrollo de la educación superior estatal; proponer mecanismos de actuación conjunta de las instituciones estatales; proponer un desarrollo de la oferta académica pertinente y armónica a los requerimientos del territorio en donde se encuentran emplazadas las instituciones; proponer mecanismos para la articulación horizontal y vertical entre las distintas instituciones; promover el desarrollo de programas y equipos colaborativos para el desarrollo de la investigación y la vinculación con el medio entre las distintas instituciones estatales”.

Como puede verse, el sistema estatal de ES (inicialmente, en una versión más débil, se lo había pensado como una red de instituciones estatales de ES) posee su propia gobernanza, institucionalidad, funciones y -como se aprecia en otras partes de la minuta o en los demás borradores- su propio financiamiento privilegiado.

VI

Una pieza vital del nuevo sistema de ES estatal es la creación de una fuerte Subsecretaria de ES dentro del Mineduc, la cual se define como el órgano “rector” del sistema (por ende, que rige o gobierna, según la RAE). Ella elabora, coordina, ejecuta y evalúa políticas; administra el sistema común de admisión (que entonces dejaría de ser gestionado por el CRUCH y el DEMRE); establece el marco nacional de cualificaciones (que ordenaría los currículos de este nivel, dando una nueva potestad al Estado frente a las instituciones); y financiará la ES estatal gratuita para lo cual fijaría el número de vacantes y el valor de los aranceles (como se adelantó en varios documentos previos a las dos minutos más recientes que aquí comentamos).

Hasta ahora no resulta claro cuál sería la relación entre esta poderosa Subsecretaría y el Ministerio de Ciencia y Tecnología que el gobierno ha declarado querer crear. Tampoco puede colegirse de los textos disponibles cuál sería la relación de la Subsecretaría -que aparece desde ya “capturada” por el sistema estatal- con las demás instituciones proveedoras de ES, en su mayoría privadas (a secas) o, en menor número pero con una fuerte gravitación, privadas “con vocación pública”.

VII

Más al fondo, en el terreno de las ideas y los principios, cabe esperar que a partir de estos documentos -que circulan en el claroscuro de las filtraciones- se produzca un amplio debate sobre el concepto de autonomía universitaria en sus diferentes aspectos.

La Asociación Europea de Universidades distingue cuatro dimensiones esenciales de la autonomía y en cada caso identifica un número de indicadores que permiten medir su efectivo ejercicio en los diferentes países. Las dimensiones y algunos ejemplos de indicadores son los siguientes: (i) autonomía organizacional (de gobierno y administrativa); (ii) autonomía financiera (condiciones para obtener diversos subsidios fiscales, determinación de aranceles, contraer préstamos, disponer de los excedentes); (iii) autonomía de administración del personal (académico y de gestión), y autonomía académica (fijar número de vacantes, crear programas, evaluar estudiantes, libertad de enseñar, aprender e investigar).

A la vista de las minutas y borradores oficiales, resulta evidente que se pretende (o, en cualquier caso, se producirá) una fuerte restricción de la autonomía de las universidades en las cuatro dimensiones señaladas y respecto de las diversas variables que permiten su verificación. 

Más adelante, con el proyecto ya formalmente entregado al Congreso, habrá oportunidad de discutir a fondo sobre esta materia, que es parte sustancial de un régimen universitario en una democracia liberal. Quizá durante esa discusión vuelva a despertarse el interés por la Constitución de 1925, una de cuyas modificaciones (del año 1971) estableció entre las garantías constitucionales la de la autonomía administrativa, académica y financiera de las universidades estatales y privadas.

VIII

Conectado con lo anteriormente visto sobre el sistema estatal de ES, la minuta respectiva crea un nuevo estatuto para las universidad estatales, dotándolas, a ellas sí, de una serie de garantías de su autonomía, particularmente en las dimensiones administrativa y financiera. Modifica en tal sentido su concepto de base (dirigista, controlista y desconfiado) para favorecer a las universidades del Estado con reducidas regulaciones y mediante una avanzada y liberal (¿neoliberal?) concepción de capacidades comerciales y generación de excedentes para estas organizaciones. En efecto les reconoce (cito textualmente):

  • La facultad de crear y organizar asociaciones, sociedades, corporaciones o fundaciones. Se reconoce la facultad de crear y organizar con otras personas naturales o jurídicas nacionales, extranjeras o internacionales, asociaciones, sociedades, corporaciones o fundaciones cuyos objetivos correspondan o se complementen con los de la Universidad, aportando a ellas fondos prevenientes de su patrimonio.
  • La facultad de transferir bienes a título gratuito a personas jurídicas de derecho público o privado, y a personas naturales chilenas, en el contexto de actividades o proyectos vinculados con los fines de la universidad. Para la realización de la transferencia se requerirá acuerdo previo del Consejo Superior y el acuerdo conforme de la mayoría de los representantes del Presidente de la República.
  • No le serán aplicables a las universidades estatales las normas sobre administración financiera del Estado contenidas en el decreto ley N° 1.263, de 1975. Lo anterior, de conformidad a lo dispuesto en el artículo 6º de la ley Nº 18.224.
  • Se mantienen vigentes las facultades otorgadas por ley Nº 18.681. Se reconocen las facultades indicadas en la ley Nº 18.681 que facultan a las universidades a prestar servicios remunerados y a ejecutar actos y celebrar contratos que, estando orientados a mantener, a mejorar o acrecentar las condiciones de funcionamiento y operatividad de universidad puedan implicar una contribución a su financiamiento o incremento de su patrimonio.
  • Las universidades estatales estarán sometidas a la fiscalización de la Contraloría General de la República, en lo que concierne a su personal y al examen y juzgamiento de sus cuentas. Con todo, las resoluciones de las universidades estatales estarán exentas del trámite de toma de razón por la Contraloría General de la República, excepto en las siguientes materias:
    • Aprobación del presupuesto y de sus modificaciones;
    • Enajenaciones de bienes que superen un determinado monto, que se fijará por resolución del Contralor General de la República;
    • Los actos de nombramiento o de contratación del personal, como los que afecten su vida funcionaria, que sean definidos por resolución del Contralor General de la República.
    • La cesación de funciones de sus funcionarios de planta.
    • Otras materias esenciales que señale el respectivo Estatuto.
  • Se establece que las universidades no estarán sujetas a las disposiciones de la ley Nº 19.886 de Bases sobre Contratos Administrativos de Suministro y Prestación de Servicios, sin perjuicio de que puedan, cuando lo estimen conveniente, hacer uso de ella. En este último caso se mantendrá la competencia del Tribunal de Contratación Pública, establecida en el Capítulo V de la ley Nº 19.886. Cada universidad deberá regular sus modalidades de contratación.

IX

En cuanto al gobierno universitario de las instituciones del sistema estatal, la mayor novedad es el establecimiento de un órgano superior (consejo superior) que debe cuidar el patrimonio de la institución, orientar su estrategia de desarrollo y decidir las cuestiones más relevantes. Se indica que estará conformado por tercios en representación, respectivamente, de los académicos, el Presidente de la República y la sociedad civil.

Sus principales funciones son “aprobar, a propuesta del Rector, las políticas generales de mediano y largo plazo, así como las políticas financieras y presupuestarias; aprobar los endeudamientos de la institución; aprobar los aportes de capital para la creación y organización de asociaciones, sociedades, corporaciones o fundaciones; aprobar el plan de desarrollo institucional a propuesta del Rector; aprobar el presupuesto y las modificaciones de éste, a proposición del Rector; autorizar la enajenación o gravamen de bienes raíces y pronunciarse sobre la apertura y cierre de sedes, carreras y programas de estudio; dictar las ordenanzas que le competan; requerir antecedentes que estime necesario para el cumplimiento de sus funciones”.

Se fortalece asimismo el rol ejecutivo del Rector. Este “será escogido por los académicos de la institución de conformidad a lo dispuesto en la ley Nº 19.305 que regula el mecanismo de elección del Rector, es decir, será elegido por los académicos pertenecientes a las tres más altas jerarquías de la universidad que tengan, a lo menos, un año de antigüedad en la misma, salvo que el organismo colegiado superior, con el voto conforme de la mayoría de sus miembros en ejercicio, permita la participación de los académicos pertenecientes a otras jerarquías, siempre que tengan la calidad de profesor y cumplan con el requisito de antigüedad antes señalado”.

Finalmente, se prevé un consejo académico “cuyo objeto será estudiar y visar las materias relativas al desarrollo de la función de docencia de pre y postgrado de la universidad, así como la carrera académica y el aseguramiento de la calidad”. En cuanto a la participación de los demás estamentos, el texto señala “que al menos un representante de los estudiantes y al menos un representante de los funcionarios tendrán participación con derecho a voto en los organismos colegiados académicos a los que el respectivo estatuto asigne el carácter de superior”. (Podría tratarse, perfectamente, de una carta de negociación con los organismos gremiales correspondientes para facilitar, más adelante, la tramitación del proyecto en el Congreso Nacional).

X

Todavía en el ámbito del sistema estatal de ES, se propone el fortalecimiento del CRUCH y la creación de un Consejo de Rectores de instituciones públicas no-universitarias. Ambos operarían como consejos asesores del MINEDUC, ampliándose al efecto (sin que se precise cómo) las funciones del CRUCH.

Se establece que las universidades privadas pueden postular a integrarse a este Consejo. En caso que éste apruebe dicha postulación, estas universidades podrían participar con derecho a voz en el pleno de la institución. Eso sí, solo podrían postular “aquellas instituciones que den cuenta, tanto en su trayectoria como en sus características, de una vocación de servicio público y compromiso por el desarrollo del país o la región en donde se emplazan. Esta decisión debe ser aprobada por tres quintos de los miembros del CRUCH” (¡Importante avance! En efecto, en una versión previa, se requería la aceptación unánime de los incumbentes).

Pasado un año desde dicha incorporación, el CRUCH puede recomendar a la Subsecretaría que evalúe el ingreso de la institución de forma definitiva por la vía de un proyecto de ley de iniciativa exclusiva del Presidente de la República. Para tal efecto, la Subsecretaría realizaría una “evaluación estratégica” de las mencionadas universidades. Ésta deberá considerar que dichas instituciones cuenten con: “(i) una reconocida trayectoria que dé cuenta de realización de aportes significativos al desarrollo local o regional del país; (ii) acrediten altos estándares de calidad; (iii) contemplen una estructura de gobierno en la que prime el interés público, el mejoramiento continuo de la calidad y el cumplimiento de la ley evidenciando la ausencia de controladores ajenos a la institución, (iv) reconocimiento y participación de la comunidad en la que se encuentre inserta, (v) cuenten con sistemas de información que den cuenta del uso de sus recursos y su gestión institucional, (vi) utilicen el sistema de admisión establecido de conformidad a la ley”.

En breve, se busca que el CRUCH cambie lo menos posible, como en la historia del Gatopardo, al mismo tiempo que se acentúa su carácter corporativo y el predominio en su interior de las universidades estatales.

XI

La arquitectura institucional de la gobernanza del sistema de ES se complementa con dos organismos adicionales, de los cuales solo uno aparece más detalladamente descrito en los papeles oficiales que circulan hasta el momento. Los dos organismos son: la agencia de calidad, aún no suficientemente diseñada, y la Superintendencia de ES, un órgano de vigilancia panóptica y con facultades amplias de supervisión e intervención en instituciones (privadas principalmente, cabe imaginar, aunque la ley no distingue). El rol altamente intrusivo de esta Superintendencia es difícilmente compatible con las tradicionales exigencias de autonomía de las universidades.

Entre otras, la ley en preparación encomienda a este organismo las siguientes facultades:

  1. a) Fiscalizar el cumplimiento de las normas aplicables a la ES.
  2. b) Fiscalizar que las instituciones de ES mantengan los requisitos que dieron lugar a su reconocimiento oficial, autonomía y acreditación.
  3. c) Supervisar la viabilidad académica y financiera de las instituciones de ES autónomas.
  4. d) Fiscalizar el cumplimiento del proyecto educativo de las instituciones de ES autónomas.
  5. e) Fiscalizar el buen uso de los recursos de las instituciones […] y la destinación de éstos a los fines que le son propios de acuerdo a sus estatutos y la ley.
  6. f) Fiscalizar el cumplimiento de los requisitos y obligaciones en virtud de los cuales las instituciones hubieren accedido a financiamiento por parte del Estado.
  7. g) Ordenar y realizar auditorías en materias de su competencia.
  8. h) Ingresar a las instituciones de ES y dependencias de sus organizadores con el propósito de realizar las funciones que le son propias […] sin impedir el normal desarrollo de las actividades académicas de la institución de que se trate.
  9. i) Acceder a cualquier documento, libro o antecedente que sea necesario para fines de fiscalización, sin impedir el normal desarrollo de las actividades académicas de la institución de educación superior de que se trate.
  10. j) Requerir información pertinente para el cumplimiento de sus funciones.
  11. k) Citar a declarar, dentro del ámbito de sus competencias, a los miembros, asociados o socios, propietarios, representantes legales, quienes ejerzan funciones directivas, cualquiera sea su denominación, o dependientes de las instituciones fiscalizadas o de quienes ejerzan dichos cargos en instituciones relacionadas con ellas, respecto de cualquier hecho cuyo esclarecimiento estime necesario para el cumplimiento de sus funciones.
  12. l) Conocer y resolver consultas en materias de su competencia.
  13. m) Recibir y resolver reclamos y actuar, cuando corresponda, como mediador respecto de ellos.
  14. n) Dictar medidas correctivas dentro del ámbito de su competencia.
  15. o) Investigar y resolver las denuncias que se presenten en materias de su competencia.
  16. p) Formular cargos, adoptar medidas provisionales y resolver los procesos que se sigan respecto de infracciones en materias de su competencia.
  17. q) Imponer sanciones.
  18. r) Designar un administrador provisional o nombrar un administrador de cierre, y ejercer las demás facultades que correspondan en conformidad con la ley N° 20.800.
  19. s) Administrar la información de fiscalización de la ES, en coordinación con el Sistema de Información de la ES.
  20. t) Dictar normas e instrucciones de carácter general en el ejercicio de las atribuciones que le confiere esta ley.

Nada se pace más a una “jaula de hierro” burocrática -de la que hablaba Max Weber- que el amplio listado de funciones de fiscalización, supervisión, vigilancia, intervención y sanción de que se dotaría a la Superintendencia de ES.

Esas atribuciones se ven ampliadas por las obligaciones de informar (diez como mínimo) a las cuales quedan sujetas las instituciones autónomas y las 17 causales de infracciones graves en que pueden incurrir y que son materia de sanciones. Además, se crea un estatuto especial para “resguardar la prohibición de lucrar que recae en las instituciones de educación superior privadas constituidas como personas jurídicas sin fines de lucro”. Con este propósito se contemplan tres mecanismos: (i) los miembros o asociados sólo podrán ser personas naturales; (ii) deberán contar con un órgano de administración superior independiente y con responsabilidad solidaria de sus integrantes; y (iii) la regulación de las operaciones con personas relacionadas más prohibiciones específicas.

XII

Para terminar, sería necesario analizar una parte fundamental del futuro proyecto de reforma de la ES que hasta el momento se halla aún pendiente, cuál es, el del financiamiento de las instituciones acogidas a la gratuidad que, a la larga, quedarían sujetas al Estado bajo los propios términos definidos por él. Esto es, fijando vacantes y su evolución en el tiempo, regulando los aranceles y su valor, determinando los alcances y costos de la gratuidad y obligando a las instituciones del sistema estatal y a las demás “allegadas” a negociar anualmente con la Dirección de Presupuesto los montos adicionales disponibles para cubrir los déficit que la propia gratuidad genera, como ha quedado patente este año.

Lamentablemente, la falta de información sobre cuál será el esquema de financiamiento de la ES a partir de la reforma impulsada por el gobierno evita completar el análisis. Tampoco se conocen los costos de esta reforma, el presupuesto para una gratuidad ampliada a los estudiantes del  50% o 60% de los hogares de menores recursos, de los fondos especiales para el sistema estatal de ES, la planta de personal estimada para la nueva Subsecretaría, la Superintendencia y la agencia de acreditación y, en general, los recursos que se destinarán a la ciencia y tecnología y el nuevo Ministerio de este sector. Llama la atención que el ministro de Hacienda no haya informado todavía cuáles son los parámetros financieros dentro de los cuales deberá discutirse la reforma que prepara el gobierno.

XIII

En conclusión, estamos frente a un nuevo intento por transformar un sistema complejo, como es el de la ES, sin un diagnóstico claro, sin visión de futuro, sin un diseño consistente, sin un proyecto acabado y mínimamente consultado y con un solo propósito a la vista: aumentar el rol de control del Estado y crear un estatus excepcional de amplias facultades, incluso lucrativas, en beneficio de las universidades estatales. 

Es un proyecto que deja atrás el régimen mixto de provisión, sin hacerse cargo de la actual composición de la oferta ni de las modalidades de financiamiento propias de nuestro régimen de provisión de ES. El tratamiento de las universidades privadas -de todo tipo- y de los IPs y CFTs privados, instituciones que en total proporcionan un 85% de la matrícula nacional, es apenas marginal, en contraste con su peso real en el sistema.

La autonomía y diversidad de las instituciones deja de ser el principio axial del sistema y es sustituido por el control, la supervisión, la desconfianza y las sanciones.

Las escasas contribuciones positivas a la modernización del sistema que contiene el proyecto, como las facultades para hacer de las universidades estatales organizaciones más emprendedoras o la composición del gobierno corporativo de dichas organizaciones, prácticamente desaparecen en medio del burocratismo, el dirigismo y la dependencia de los subsidios del fisco que el proyecto impone.

 

José Joaquín Brunner, Foro Líbero.

Imagen Cuadro de Carpani

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España: Otro marista denunciado por pedir favores sexuales a cambio de subir nota

Fuente: El periódico 12 de Abril de 2016

«Me dijo que si le besaba me la mejoraría y que si le hacía algo más, me la mejoraría más», relata la víctima

Es el undécimo docente de la orden en Barcelona contra el que se ha puesto denuncia por abusos

Pasados más de dos meses desde que EL PERIÓDICO destapara el escándalo, la lluvia de denuncias de alumnos de colegios de los Maristas contra profesores por abusos sexuales remite, pero no se detiene. El undécimo docente acusado por un expupilo es unhermano perteneciente a la orden religiosa que impartió clases deLengua Castellana durante solo dos años en el colegio de Les Corts, a mediados de la década de 1980. Su denunciante acudió a la comisaría de los Mossos d’Esquadra ubicada en Travessera de Les Corts a última hora del pasado viernes. Justo antes, en una entrevista con este diario, relató los abusos que sufrió.

Ocurrieron en el interior de la escuela. “El hermano C. me dijo un día que la nota de un examen era demasiado justa, que debía ir a verle para hablarlo”, recuerda. La propuesta no le extrañó y tal como le había sugerido el profesor, fue a su encuentro poco después. “Me citó durante la hora del recreo en una clase vacía”.

ALTO Y CORPULENTO

«Hablamos dentro de la clase, junto a la puerta”, relata. “Me dijo que necesitaba subir la nota y que si le daba un beso me la subiría”. El denunciante hace una pausa y prosigue: «Añadió que si le hacía ‘algo más‘ la nota subiría todavía más”. El hombre, que entonces cursaba “séptimo u octavo de EGB”, asegura que en ese momento no entendió exactamente ni por qué le pedía un beso ni qué significaba aquel “algo más”. Transcurridos casi 30 años de aquel episodio, sí recuerda con claridad que no supo responder y que su perplejidad no desanimó al docente, que pasó a la acción: “Me rodeó con fuerza con los brazos y me besó”. Este hermano era “alto” y “corpulento” y notar «la fuerza» de su envergadura es algo que no ha olvidado. Mientras duró el aprisionamiento, “trataba de meterme la lengua y yo trataba de impedírselo cerrando los dientes con fuerza”. En cuanto cejó en suacoso, el alumno, de 12 o 13 años, dio media vuelta y se marchó. “Me subió la nota”, reconoce contrariado tanto tiempo después.

Esta víctima, cuya nombre comienza con la inicial R., tiene actualmente 44 años y es el hermano mayor de otro exalumno que sufrió tocamientos por parte delprofesor de educación física Joaquim Benítez, el primer denunciado y el hilo a partir del cual han ido cayendo el resto de denuncias que ahora se amontonan contra el colegio de Sants-Les Corts (unificado en un solo a comienzos de los años noventa).

R. acudió a la comisaría acompañado de otro expupilo marista. Ambos se hicieron amigos en la escuela y siguen manteniendo el contacto actualmente. Este segundo hombre, que prefiere ocultar incluso la letra inicial de su nombre, no quiso presentar ninguna denuncia policial aunque sí relatar a este diario su experiencia con el mismo docente que ha denunciado su excompañero de clase. “El hermano C. se presentó por sorpresa en una colonias de verano maristas” y tras pasar unos días con los alumnos se marchó. «A partir de entonces, empecé a recibir cartas de amor que él me mandaba a casa”, cuenta. “Mi madre me lo dijo hace pocas semanas”, aclara, tras el eco mediático levantado por el escándalo en los Maristas. “No las guarda, pero me ha asegurado que este hermano estuvo mandándome mensajes por correo durante varios meses después de aquellas colonias”.

DOCE MARISTAS BAJO SOSPECHA

Con este ya son once los docentes de los Maristas de Sants-Les Corts y de la Inmaculada, en el Eixample, investigados por abusar de alumnos escolarizados en el centro entre 1970 y el 2011. Un total de 40 exalumnos han presentado denuncias contra sus exprofesores si se incluyen en este escándalo de pederastia las seis que recaen sobre un monitor de comedor. De estos once maristas, cuatro son docentes seglares y siete son hermanos religiosos. Esta lista de sospechosos no incluye al hermano Lucio Zudaire, que impartió clases en Badalona y en la Inmaculada, y que fue denunciado por seis de sus alumnos en el 2011. Él confesó que sus víctimas decían la verdad pero su caso se archivó por la prescripción de los delitos. Sería el número doce.

«Espero no pillaros con calzonillos»

La misma víctima (R., de 44 años) ha relatado a los Mossos d’Esquadra un segundo abuso sufrido a finales de los años ochenta. Sucedió durante unas convivencias que sitúa en Llinars del Vallès, poco después de que todos los menores se acostaran. “Dormíamos en habitaciones con literas. Todas las habitaciones compartían el mismo pasillo central, que cruzaba toda la planta de la casa”, rememora. De golpe, cuando las luces ya estaban apagadas, observaron que se encendió la luz de una linterna en un extremo del pasillo y resonó la voz de uno de los hermanos maristas exclamando algo así como: “Voy a pasar a comprobarlo uno por uno y espero que no encuentre a ningún chico durmiendo con calzoncillos”.

“Todos nos asustamos mucho”, subraya. “Veíamos la luz de la linterna decrecer cuando entraba en una cámara y aumentar cuando regresaba al pasillo, cada vez más cerca de nuestra habitación”. Al final, entró el docente y “uno a uno” metió la mano en los pantalones del pijama de cada niño para comprobar si dormía o no con ropa interior. “Nos metió mano”, concluye ahora. A los investigadores les ha admitido que tiene dudas razonables acerca de la identidad de este hermano. Por este motivo, siguiendo los consejos de la policía, finalmente este abuso no forma parte de su denuncia policial aunque sí ha querido que se conozca a través del diario.

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España: La ‘ley Wert’ provoca un aumento de los alumnos matriculados en Religión en los centros públicos

Fuente: Infolibre.es

  • La mayor subida se produce en Bachillerato, donde el curso 2015-2016 deja un 15,3% más de estudiantes matriculados en la materia respecto al año anterior
  • Pese al incremento experimentado en los centros estatales, el número total de alumnos que cursaron la asignatura disminuyó un 0,5%
  • La ‘ley Wert’ provoca un aumento de los alumnos matriculados en Religión en los centros públicos.
    Una asignatura que cuenta para la media y cuyos aprobados se suelen regalar para «motivar» la elección del alumnado. … Aunque puede haber quien crea que estamos ante «un milagro». …
    Esperemos que pronto podamos hacer realidad el laicismo en educación.
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Radical Politics in the Age of American Authoritarianism: Connecting the Dots

The United States stands at the endpoint of a long series of attacks on democracy, and the choices faced by many in the US today point to the divide between those who are and those who are not willing to commit to democracy. Debates over whether Donald Trump is a fascist are a tactical diversion because the real issue is what it will take to prevent the United States from sliding further into a distinctive form of authoritarianism.

The willingness of contemporary politicians and pundits to use totalitarian themes echoes alarmingly fascist and totalitarian elements of the past. This willingness also prefigures the emergence of a distinctive mode of authoritarianism that threatens to further foreclose venues for social justice and civil rights. The need for resistance has become urgent. The struggle is not over specific institutions such as higher education or so-called democratic procedures such as elections but over what it means to get to the root of the problems facing the United States and to draw more people into subversive actions modeled after both historical struggles from the days of the underground railroad and contemporary movements for economic, social and environmental justice.

If progressives are to join in the fight against authoritarianism in the US, we all need to connect issues.

Yet, such struggles will only succeed if more progressives embrace an expansive understanding of politics, not fixating singularly on elections or any other issue but rather emphasizing the connections among diverse social movements. An expansive understanding such as this necessarily links the calls for a living wage and environment justice to calls for access to quality health care and the elimination of the conditions fostering assaults by the state against Black people, immigrants, workers and women. The movement against mass incarceration and capital punishment cannot be separated from a movement for racial justice; full employment; free, quality health care and housing. Such analyses also suggest the merging of labor unions and social movements, and the development of progressive cultural apparatuses such as alternative media, think tanks and social services for those marginalized by race, class and ethnicity. These alternative apparatuses must also embrace those who are angry with existing political parties and casino capitalism but who lack a critical frame of reference for understanding the conditions for their anger.

To read more articles by Henry A. Giroux and other authors in the Public Intellectual Project, click here.

What is imperative in rethinking the space of the political is the need to reach across specific identities and stop mobilizing exclusively around single-issue movements and their specific agendas. As the Fifteenth Street Manifesto Group expressed in its 2008 piece, «Left Turn: An Open Letter to US Radicals,» many groups on the left would grow stronger if they were to «perceive and refocus their struggles as part of a larger movement for social transformation.» Our political agenda must merge the pedagogical and the political by employing a language and mode of analysis that resonates with people’s needs while making social change a crucial element of the political and public imagination. At the same time, any politics that is going to take real change seriously must be highly critical of any reformist politics that does not include both a change of consciousness and structural change.

If progressives are to join in the fight against authoritarianism in the United States, we all need to connect issues, bring together diverse social movements and produce long-term organizations that can provide a view of the future that does not simply mimic the present. This requires connecting private issues to broader structural and systemic problems both at home and abroad. This is where matters of translation become crucial in developing broader ideological struggles and in fashioning a more comprehensive notion of politics.

There has never been a more pressing time to rethink the meaning of politics, justice, struggle and collective action.

Struggles that take place in particular contexts must also be connected to similar efforts at home and abroad. For instance, the ongoing privatization of public goods such as schools can be analyzed within the context of increasing attempts on the part of billionaires to eliminate the social state and gain control over commanding economic and cultural institutions in the United States. At the same time, the modeling of schools after prisons can be connected to the ongoing criminalization of a wide range of everyday behaviors and the rise of the punishing state. Moreover, such issues in the United States can be connected to other authoritarian societies that are following a comparable script of widespread repression. For instance, it is crucial to think about what racialized police violence in the United States has in common with violence waged by authoritarian states such as Egypt against Muslim protesters. This allows us to understand various social problems globally so as to make it easier to develop political formations that connect such diverse social justice struggles across national borders. It also helps us to understand, name and make visible the diverse authoritarian policies and practices that point to the parameters of a totalitarian society.

There has never been a more pressing time to rethink the meaning of politics, justice, struggle, collective action, and the development of new political parties and social movements. The ongoing violence against Black youth, the impending ecological crisis, the use of prisons to warehouse people who represent social problems, and the ongoing war on women’s reproductive rights, among other crises, demand a new language for developing modes of creative long-term resistance, a wider understanding of politics, and a new urgency to create modes of collective struggles rooted in more enduring and unified political formations. The American public needs a new discourse to resuscitate historical memories and methods of resistance to address the connections between the escalating destabilization of the earth’s biosphere, impoverishment, inequality, police violence, mass incarceration, corporate crime and the poisoning of low-income communities.

Not only are social movements from below needed, but also there is a need to merge diverse single-issue movements that range from calls for racial justice to calls for economic fairness. Of course, there are significant examples of this in the Black Lives Matter movement (as discussed by Alicia Garza, Keeanga-Yamahtta Taylor andElizabeth Day) and the ongoing strikes by workers for a living wage. But these are only the beginning of what is needed to contest the ideology and supporting apparatuses of neoliberal capitalism.

The call for broader social movements and a more comprehensive understanding of politics is necessary in order to connect the dots between, for instance, police brutality and mass incarceration, on the one hand, and the diverse crises producing massive poverty, the destruction of the welfare state and the assaults on the environment, workers, young people and women. As Peter Bohmer observes, the call for a meaningful living wage and full employment cannot be separated from demands «for access to quality education, affordable and quality housing and medical care, for quality child care, for reproductive rights and for clean air, drinkable water,» and an end to the pillaging of the environment by the ultra-rich and mega corporations. He rightly argues:

Connecting issues and social movements and organizations to each other has the potential to build a powerful movement of movements that is stronger than any of its individual parts. This means educating ourselves and in our groups about these issues and their causes and their interconnection.

In this instance, making the political more pedagogical becomes central to any viable notion of politics. That is, if the ideals and practices of democratic governance are not to be lost, we all need to continue producing the critical formative cultures capable of building new social, collective and political institutions that can both fight against the impending authoritarianism in the United States and imagine a society in which democracy is viewed no longer as a remnant of the past but rather as an ideal that is worthy of continuous struggle. It is also crucial for such struggles to cross national boundaries in order to develop global alliances.

Democracy must be written back into the script of everyday life.

At the root of this notion of developing a comprehensive view of politics is the need for educating ourselves by developing a critical formative culture along with corresponding institutions that promote a form of permanent criticism against all elements of oppression and unaccountable power. One important task of emancipation is to fight the dominant culture industry by developing alternative public spheres and educational institutions capable of nourishing critical thought and action. The time has come for educators, artists, workers, young people and others to push forward a new form of politics in which public values, trust and compassion trump neoliberalism’s celebration of self-interest, the ruthless accumulation of capital, the survival-of-the-fittest ethos and the financialization and market-driven corruption of the political system. Political responsibility is more than a challenge — it is the projection of a possibility in which new modes of identification and agents must be enabled that can sustain new political organizations and transnational anti-capitalist movements. Democracy must be written back into the script of everyday life, and doing so demands overcoming the current crisis of memory, agency and politics by collectively struggling for a new form of politics in which matters of justice, equity and inclusion define what is possible.

Such struggles demand an increasingly broad-based commitment to a new kind of activism. As Robin D. G. Kelley has recently noted, there is a need for more pedagogical, cultural and social spaces that allow us to think and act together, to take risks and to get to the roots of the conditions that are submerging the United States into a new form of authoritarianism wrapped in the flag, the dollar sign and the cross. Kelley is right in calling for a politics that places justice at its core, one that takes seriously what it means to be an individual and social agent while engaging in collective struggles. We don’t need tepid calls for repairing the system; instead, we need to invent a new system from the ashes of one that is terminally broken. We don’t need calls for moral uplift or personal responsibility. We need calls for economic, political, gender and racial justice. Such a politics must be rooted in particular demands, be open to direct action and take seriously strategies designed to both educate a wider public and mobilize them to seize power.

The left needs a new political conversation that encompasses memories of freedom and resistance. Such a dialogue would build on the militancy of the labor strikes of the 1930s, the civil rights movements of the 1950s and the struggle for participatory democracy by the New Left in the 1960s. At the same time, there is a need to reclaim the radical imagination and to infuse it with a spirited battle for an independent politics that regards a radical democracy as part of a never-ending struggle.

None of this can happen unless progressives understand education as a political and moral practice crucial to creating new forms of agency, mobilizing a desire for change and providing a language that underwrites the capacity to think, speak and act so as to challenge the sexist, racist, economic and political grammars of suffering produced by the new authoritarianism.

The left needs a language of critique that enables people to ask questions that appear unspeakable within the existing vocabularies of oppression. We also need a language of hope that is firmly aware of the ideological and structural obstacles that are undermining democracy. We need a language that reframes our activist politics as a creative act that responds to the promises and possibilities of a radical democracy.

Movements require time to mature and come into fruition. They necessitate educated agents able to connect structural conditions of oppression to the oppressive cultural apparatuses that legitimate, persuade, and shape individual and collective attitudes in the service of oppressive ideas and values. Under such conditions, radical ideas can be connected to action once diverse groups recognize the need to take control of the political, economic and cultural conditions that shape their worldviews, exploit their labor, control their communities, appropriate their resources, and undermine their dignity and lives. Raising consciousness alone will not change authoritarian societies, but it does provide the foundation for making oppression visible and for developing from below what Étienne Balibar calls «practices of resistance and solidarity.» We need not only a radical critique of capitalism, racism and other forms of oppression, but also a critical formative culture and cultural politics that inspire, energize and provide elements of a transformative radical education in the service of a broad-based democratic liberation movement.

 

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Croire en une conscience féministe unique est dépassé

AURÉLIE LEROY

Une frange du mouvement féministe occidental continue de penser que ses mots d’ordre et ses méthodes d’action valent, sans distinctions ni nuances, pour l’ensemble des continents — au point que la notion même de « féminisme » soit parfois perçue, dans « le Sud », comme une énième tentative d’intrusion du « Nord ». A paru à la fin de l’année 2015 l’ouvrage collectif État des résistances dans le Sud — Mouvements de femmes, coédité par le Centre Tricontinental et Syllepses. L’historienne Aurélie Leroy en est la coordinatrice. « Les féminismes s’inventent, se pratiquent, mais ne se ressemblent pas », avance cet ouvrage qui conduit ses lecteurs du Sénégal au Sri Lanka, en passant par le Chili, l’Irak, le Mexique et la Chine. De quelle manière ces pensées et ces pratiques, peu connues dans nos pays, permettent-elles de secouer les angles morts, de sortir des pistes dominantes et d’œuvrer, au final, à l’émancipation de toutes les femmes ?

Un fil rouge paraît traverser cet ouvrage : il n’y a pas de féminisme unique et monolithique. Est-ce une réalité entendue, désormais, ou faut-il encore lutter pour la faire accepter ?

Il y a des vérités qu’il est bon de dire et de répéter, quitte à parfois donner l’impression de taper sur le clou. Affirmer que les luttes féministes sont plurielles et qu’il n’existe pas une vision monolithique du féminisme n’est pas neuf. Du chemin a été parcouru depuis le « Sisterhood is powerful » des années 1970. Cette idée d’une « condition partagée » a été démontée par une génération de féministes — qualifiée de troisième vague — au sein de laquelle les femmes du Sud ont joué un rôle moteur. Elles ont mis en exergue les différences qui existaient entre les femmes et insisté sur l’imbrication des rapports de pouvoir. Le sexisme ne fonctionne pas en vase clos et s’articule avec d’autres formes d’oppression comme les discriminations sur la base de la race, la classe, l’orientation sexuelle, la génération, etc. Croire en une conscience féministe unique et unifiée est aujourd’hui dépassé, mais en dépit de cette évidence, la tentation de l’universalisation du féminisme perdure. L’activisme déshabillé des Femen en est une expression. S’appuyant sur leur propre expérience de l’émancipation, leurs membres entendent imposer leur conception à d’autres — à la manière d’un « copier/coller » — et libérer les femmes en leur dictant ce qui est « bon » et « vrai ». Un militantisme aux relents néo-coloniaux douteux …

Les rapports Nord / Sud sont au cœur des propos défendus par les auteures. Vous évoquez la « violence » et la « douleur » qu’un féminisme occidental, blanc, urbain et hégémonique a pu, ici et là, susciter : qu’en est-il ?

Les Femen, une fois encore, en ayant pour cible favorite les femmes musulmanes et en les présentant comme des victimes passives enfermées dans la tradition et aux mains d’hommes par nature oppressifs, adoptent une posture condescendante et arrogante empreinte de racisme. En se « libérant » de leurs vêtements, elles s’érigent comme des actrices éclairées, modernes et libérées face à des femmes musulmanes dont le voilement est perçu à leurs yeux comme un signe nécessairement oppressif qu’il faut combattre. En projetant leurs attentes sur des réalités extérieures qui leur sont inconnues, les Femen ont cristallisé les tensions et jeté le discrédit sur les combats féministes, déjà parfois perçus comme ayant une forte référence occidentale et une optique utilitariste. Les exemples d’instrumentalisation de leurs causes sont en effet malheureusement légion. L’intervention en Afghanistan au nom de la défense des droits des femmes, la manipulation du féminisme à des fins racistes en Europe (les « événements de Cologne », la « criminalité étrangère », « l’intégration des immigré(e)s », les polémiques sur le voile, etc.), la conditionnalité des aides étrangères à l’intérieur d’un cadre de référence marqué par le féminisme libéral et le capitalisme occidental sont autant de situations qui ont été vécues (in)directement et douloureusement par les femmes dans leurs territoires et dans leurs corps.

Dans l’un des textes, signé par des féministes colombiennes, il est dit que ce féminisme extra-occidental permet « d’enrichir la perspective féministe ». Quels sont ses principaux apports ?

Le féminisme est un double mouvement. Un mouvement social qui s’est construit sur le terrain des luttes, mais aussi un mouvement intellectuel qui s’intéresse aux rapports sociaux de sexe, aux relations qui lient et opposent les sexes, aux facteurs qui déterminent la subordination sociale des femmes. Une telle approche permet de réfléchir aux causes de la relation d’oppression, mais aussi aux moyens d’y mettre fin. Les femmes des « multiples Suds » ont agi à ces deux niveaux : celui de la réflexion et de l’action. Elles ont apporté, à partir de leurs expériences diversifiées, une compréhension fine et nuancée des logiques de pouvoir à l’œuvre et affirmé leur volonté d’être parties prenantes dans l’élaboration de la pensée et des luttes féministes (non pas pour « suivre » le mouvement, mais pour le « recomposer »). Elles ont affirmé l’importance de prendre en compte l’articulation de différents systèmes d’oppression, des complexités socio-historiques, et de ne pas sous-estimer les structures de pouvoir productrices d’inégalités comme le (néo)colonialisme et le néolibéralisme. Sur cette base, elles ont rappelé que les voies de l’émancipation ne sont pas prédéfinies et sont donc — encore et toujours — à (ré)inventer. L’espace domestique et familial n’est ainsi pas nécessairement à l’origine de l’asservissement des femmes, pas plus que la religion contraire au projet d’émancipation. Les apports des féminismes des Suds permettent de dépasser certaines conceptions binaires réductrices et de repenser les relations entre féminisme et religion, entre espace public et privé, entre tradition et modernité, entre « homme dominateur » et « femme subordonnée », etc.

Christine Delphy a souvent dénoncé l’instrumentalisation du féminisme à des fins impériales (on se souvient de son article « Une guerre pour les femmes afghanes ? ») et la question (post)coloniale revient régulièrement dans les arguments de ces nombreuses féministes : comment, pour reprendre la formule de la sociologue Zahra Ali, se lient « les questions de genre, de nation et d’impérialisme » ?

Le rapport que les féministes d’Asie, d’Afrique ou d’Amérique latine entretiennent avec l’Occident est parfois tendu. Cela tient en partie au fait que, dans de nombreux pays du Sud, les mouvements féministes ont affirmé à l’origine leur militantisme au travers des luttes de libération nationale et l’ont par la suite inscrit dans une critique de la domination impérialiste sous ses multiples formes. En Haïti, l’histoire politique du pays a été marquée par les résistances des femmes, que ce soit contre l’occupation états-unienne, les coups d’État ou les interventions militaires étrangères. Dans le chaos de la reconstruction post-séisme de 2010 et dans le contexte actuel de crise politique — le pays est sans président — les organisations féministes et de femmes haïtiennes dénoncent le rôle joué par les États-Unis, l’Union européenne et les acteurs humanitaires et internationaux qui « participent plus du problème que de la solution ». Elles défendent avec d’autres acteurs sociaux «  l’exigence d’une souveraineté populaire » (Thomas, 2016) et veulent en finir avec la dépendance politique et économique. Elles revendiquent la mise en place d’un pouvoir démocratique qui se détache du modèle de développement injuste et incohérent actuel, mais sans que soient occultées les violences et les inégalités produites par une société machiste. Que ce soit en Haïti ou en Afghanistan, l’espoir d’un changement en faveur des femmes ne peut reposer sur des ambitions affichées par une force étrangère. Le renforcement des rôles politiques et publics des femmes afghanes, voulu par les agences d’aide étrangère, a ainsi échoué et a constitué une cible facile pour les groupes conservateurs attachés au statu quo en matière de genre.

La dimension religieuse est évoquée – en particulier dans le chapitre consacré au monde arabe. Il est même question d’un « féminisme islamique », c’est-à-dire d’une émancipation conçue de l’intérieur d’une tradition spirituelle. Le ménage entre émancipation des femmes et monothéisme (par nature peu favorable aux femmes) heurte toutefois plus d’un.e féministe – en France, particulièrement. De quelle manière aborder cette crispation ?

La France, plus encore que la Belgique, s’est posée en « protectrice de la laïcité » au nom des droits des femmes, avec une crispation des débats autour de la question du voile. La laïcité est devenue un marqueur déterminant de la nation, qui lui fait penser le droit des femmes au travers elle. Dans d’autres contextes où la religion est à l’inverse un référent culturel et identitaire majeur, des militantes ont compris la nécessité de composer avec celui-ci pour rendre audible leur revendication égalitaire, mais sans pour autant abandonner le cadre universaliste des droits humains ! Des chercheuses et militantes se sont ainsi engagées dans une démarche féministe à l’intérieur du cadre religieux musulman, démontrant ainsi la compatibilité entre féminismes et islam. Pour tous ceux qui seraient dubitatifs ou farouchement hostiles à ce rapprochement, j’aimerais insister sur deux éléments inspirés des réflexions de ces féministes. Le premier, c’est l’effet du « deux poids, deux mesures ». Plus que dans les autres religions monothéistes, les femmes musulmanes sont désignées et définies par le prisme de la religion. L’islam expliquerait tout, notamment leurs conditions de vie et leur inégal statut. S’il est indispensable de combattre le caractère patriarcal et oppressif des religions, il est crucial aussi de ne pas tomber dans le piège des préjugés ou dans l’instrumentalisation du féminisme à des fins racistes. Les événements de Cologne sont là pour nous le rappeler. Les appels à la défense de « nos femmes », entendus chez plusieurs politiciens et journalistes, doivent être rejetés à la fois pour leur caractère xénophobe, mais aussi car ils court-circuitent le débat, banalisant ou marginalisant la problématique des violences faites aux femmes. La seconde idée, dans la foulée de l’exemple de Cologne, c’est le détournement ou l’occultation de certains débats. À force de se concentrer sur la misogynie des religions, on en oublierait presque que « le » monde musulman est en fait « les » des mondes musulmans. Et que cet ensemble de pays, qui s’étend sur plusieurs continents, connaît des langues et des cultures différentes, et qu’il est profondément marqué par des facteurs historiques et socio-économiques qui agissent de manière déterminante sur la manière dont vivent les femmes et dont elles sont perçues par la société. Croire que « pour comprendre les musulmans, il suffirait de lire le Coran » est un raccourci réducteur, comme nous le rappelle Zahra Ali.

La question de l’universalisme sous-tend tout cela. Comment trouver un juste point d’équilibre entre un relativisme culturel délétère et un universalisme orgueilleux et dominateur ?

Les féministes postcoloniales, notamment, se sont distanciées des conceptions universalistes et hégémoniques du patriarcat, étant fondées sur les expériences et besoins des femmes blanches, urbaines, hétérosexuelles, issues de la classe moyenne. En s’inscrivant dans un contexte et en adoptant un point de vue historiquement situé, elles ont rejeté l’universalisme féministe porté par certaines intellectuelles. Cette attention portée au respect de la différence comportait toutefois le risque de basculer dans une sorte de « fondamentalisme culturel », qui se serait opposé à toute tentative de transformation des pratiques qui affectent la vie des femmes au nom de la préservation de l’identité du groupe. Ici encore, en historicisant des pratiques culturelles comme la polygamie ou le sati (l’immolation des veuves), les féministes du Sud se sont attachées à faire évoluer des traditions qui sont source de violence à l’égard des femmes. En Indonésie, des militantes musulmanes¹ ont insisté sur le fait que les textes fondamentaux ont été écrits à une époque différente et dans des conditions qui ne prévalent plus actuellement. Au temps du Prophète, les guerres étaient omniprésentes et de nombreuses femmes se sont retrouvées seules. Dans ces circonstances sociohistoriques, les mariages polygamiques étaient courants. Si cette pratique s’explique dans un contexte donné, lutter aujourd’hui pour que la polygamie disparaisse ne constitue pas une menace pour l’intégrité identitaire du groupe.


Le terme même de « féminisme » n’est pas toujours mis en avant, de la part de militantes pour le droit des femmes (l’ouvrage rappelle aussi qu’il n’existe pas au Congo et qu’il est ambigu en Chine). Que révèle le poids de ce mot – qui n’est, bien sûr, absolument pas intégré non plus dans l’imaginaire collectif franco-belge ?

Dans les pays du Sud, il n’est pas rare que des organisations ou des femmes refusent d’endosser l’identité politique féministe. Le terme est parfois perçu comme étranger et imposé de l’extérieur, et l’agenda des militantes du Nord ne semble pas toujours coller à celui des femmes du Sud. Le « non » à la cause féministe n’est toutefois pas un « non » à des revendications égalitaires, mais un « non » au lieu de pouvoir que représente l’Occident et un refus de l’instrumentalisation du féminisme. En Europe, le féminisme est loin aussi de faire l’unanimité, mais pour d’autres raisons. Il est attaché à de nombreux stéréotypes au point que beaucoup hésitent avant de s’en réclamer. Le féminisme serait dépassé et hors de propos dans nos sociétés prétendument égalitaires. Il renverrait à l’idée de guerre des sexes, menée par des femmes agressives et frustrées qui se voudraient anti-homme, anti-sexe et anti-amusement. « Il y a pire ailleurs » ou « il y a des combats plus importants » ou « il ne faut pas nier les évidences naturelles » sont quelques-unes des petites phrases assassines qui participent au travail de sape des revendications féministes. Et pourtant, les discriminations sexistes se poursuivent ici comme ailleurs, en particulier dans le champ du travail. En matière de violence, une femme sur trois a subi une forme de violence physique ou sexuelle dans l’Union européenne depuis l’âge de 15 ans. La « culture du viol » et l’idée de pouvoir disposer librement du corps des femmes sont une réalité sous nos latitudes. Le « réflexe » est d’apprendre à nos filles à se protéger (ne pas boire, ne pas s’habiller de manière provocante, ne pas sortir tard et/ou seule, etc.) pendant qu’apparemment il n’y aurait rien à enseigner à nos garçons… L’évocation du viol est omniprésente dans la vie des femmes, quasi absente dans celle des hommes. Une réalité, l’égalité homme-femme ? Ne nous voilons pas la face !


L’une des riches contributions du livre est celle de la féministe mexicaine Claudia Korol : elle propose un « féminisme de parole-action » ancré dans les luttes socialistes et antilibérales – un « féminisme populaire » et non libéral et minoritaire. Au Bahreïn, explique Sawsan Karimi, le féminisme n’intéresse « qu’une minorité de femmes issues de l’intelligentsia ». Ce débat vaut pour l’ensemble des pays du monde : comment œuvrer mieux encore à la convergence des luttes de masse (socialistes) et des combats féministes – et antiracistes ?

La construction d’alliances autour de finalités communes, l’élaboration de militantismes inclusifs devraient constituer un atout et une force dans une perspective de lutte contre l’oppression, mais dans la pratique les articulations sont souvent boiteuses, car elles reposent sur une mauvaise compréhension des rapports sociaux de sexe, de classe et de race. Alors que ces rapports de domination sont indissociables, qu’ils sont le produit d’une dynamique complexe et qu’ils se coproduisent mutuellement, ils sont souvent abordés comme des identités séparées et concurrentielles, ce qui amène à basculer dans un schéma de lutte prioritaire versus secondaire. Nombreux sont ainsi les exemples où les revendications féministes ont été effacées devant des luttes généralistes jugées prioritaires. L’autonomie politique des luttes féministes est indispensable, mais cela n’empêche toutefois pas que la perspective féministe soit intégrée dans les organisations anticapitalistes et antiracistes. Le seul impératif est qu’elle le soit comme « une composante stratégique et structurante d’un projet de société émancipateur » (Cisne et Gurgel, 2015).

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Bolivia: En un mes, 582 niños en cárceles leyeron 239 libros

www.la-razon.com/10-04-2016/ A. Cuevas / La Paz

En febrero de este año, 582 niñas y niños que viven con sus progenitores en los centros penales de Bolivia hicieron una lectura de 239 libros. Este es uno de los resultados del programa implementado por el Ministerio de Educación, a través de los Centros de Apoyo Integral Pedagógico (CAIP).

“A todos los niños que leen les fue muy bien en sus cursos”, indicó la coordinadora nacional de los CAIP, Rosa Torres, quien empezó a trabajar desde 2008 en mejorar la lectura de los niños que viven junto a sus madres en el centro penitenciario de Obrajes.

A partir de 2012 este tipo de trabajo se amplió a las 19 cárceles del país, con la instalación de más CAIP. Actualmente cada centro tiene una infraestructura adecuada para los niños entre tres y 14 años.

Registros del Ministerio de Educación señalan que en febrero 582 niñas y niños leyeron 239 libros; la cifra mayor de lectura pertenece al penal de San Pedro, en La Paz, con 73 libros; seguido de la cárcel de Obrajes, con 14; y la de Miraflores, con seis.

Roberto Aguilar, titular de Educación, entregó el 31 de marzo equipamiento para el CAIP del penal de Villa Busch, en Cobija (Pando). “En vez de estar en los pasillos o en las celdas, los niños encontrarán un aula pedagógica en condiciones óptimas y con material didáctico”, expresó.

Destacó que lo más importante es que los maestros acompañan y orientan en las actividades pedagógicas: lectura, informática, psicomotricidad.

El objetivo de este apoyo pedagógico es reducir la tasa de rezago y deserción escolar, y lograr nivelarlos. Parte de la metodología en las aulas de los CAIP es la lectura de cinco a 10 minutos, explicó Torres. “Son lecturas cortas que aumentan según el nivel y tipo de libros”.

En 2013, una niña de 10 años que acudía a un centro que posteriormente se convirtió en CAIP había leído 229 libros. Ella fue una de las mejores alumnas de su curso y llegó a ser delegada del mismo. En 2015 se identificó a dos niños, hijos de reclusos de San Pedro, con las mejores calificaciones de su curso.

“El niño adquiere el hábito de la lectura y va acumulando puntos, esto le ayuda a conseguir material educativo como marcadores, crayones”, resaltó uno de los técnicos del CAIP, Daniel Viadez. El siguiente paso es llevar la lectura a los hospitales.

Las mujeres leen más

Un informe del CAIP de La Paz indica que las niñas son las que más leen, en comparación con los varones.

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