México / 16 de septiembre de 2018 / Autor: Luis Hernández Navarro / Fuente: La Jornada
Visto desde arriba, desde las pugnas de las élites y la ingeniería de fabricación de conflictos, la salvaje agresión de los porros contra una manifestación pacífica de alumnos del CCH Azcapotzalco frente al edificio de Rectoría en Ciudad Universitaria (CU) fue una clara provocación para generar un problema de grandes proporciones sociales.
Mirada desde abajo, desde el hartazgo juvenil contra la inseguridad y el acoso y el malestar de los profesores de asignatura con la precariedad laboral, la vigorosa y masiva movilización y el paro generalizado en la UNAM con el que los jóvenes universitarios respondieron a la golpiza, constituye una acción legítima, nacida de las problemáticas no resueltas que atraviesan buena parte de la comunidad de esa institución.
La agresión del 3 de septiembre fue perpetrada a plena luz del día, frente a cámaras de televisión, para ser difundida masivamente. Haciendo ostentación de su violencia, los porros atacaron a estudiantes pacíficos, sin el menor cuidado por esconder su identidad. Buena parte de la prensa presente en Rectoría informó con objetividad que la golpiza era obra de los grupos de choque. Las redes sociales viralizaron la embestida.
En todo momento los porros contaron con la complicidad y el apoyo de los servicios universitarios de vigilancia. Se trasladaron a CU desde el estado de México. Fueron convocados por la Dirección General del Deporte Universitario, a cargo de Alejandro Fernández Varela. Teófilo Licona, El Cobra, funcionario de Auxilio UNAM, aparece en muchos videos junto a los golpeadores.
Desde la lógica de las pugnas en las élites, un conflicto de grandes proporciones en la UNAM podría enorpecer la supuesta transición de terciopelo del futuro gobierno. Más aún si se empalma con el inminente estallido de 10 universidades públicas que se encuentran en bancarrota. Todo ello agravado, por el viraje de una buena parte de la nomenclatura de la UNAM hacia el lopezobradorismo, en detrimento de su tradicional alianza con el priísmo.
Pero, independientemente de las causas que pudieron auspiciar la provocación, la respuesta estudiantil tiene vida propia. Cuando los jóvenes estudiantes de los CCH o de las preparatorias exigen la renuncia de Benjamín Barajas o del rector Enrique Graue, no están siendo manipulados por nadie. Conocen los vínculos de Barajas con el porrismo y la indolencia con que el rector ha respondido a los casos de violencia contra estudiantes universitarios.
La agresión de los porros del pasado 3 de septiembre fue la gota que derramó el vaso. No fue un hecho de violencia aislado. Esos mismos grupos de choque agreden cotidianamente a los alumnos en sus escuelas, los roban, extorsionan y molestan.
Pero, además, los jóvenes universitarios (especialmente las mujeres) padecen dentro del territorio puma un clima de inseguridad que, aunque no es exclusivo de la UNAM, resulta inadmisible. La lista de las barbaridades que sufren es inacabable.
El pasado 20 de agosto, la estudiante de CCH Oriente Miranda Mendoza fue secuestrada al salir de la escuela. Los criminales la asesinaron y calcinaron. El 3 de mayo de 2017, Lesvy Osorio fue estrangulada por su novio con el cable de un teléfono dentro de CU. Las autoridades difundieron la versión de que se había suicidado. El 23 de enero, Marco Antonio Sánchez, de 17 años, de la Preparatoria 8, fue arrestado por policías y luego desapareció. Cinco días después fue hallado a 30 kilómetros de distancia, con otra ropa, golpeado y con alteraciones de conducta.
En los años recientes, se han multiplicado las denuncias de acoso sexual y comportamiento indebido contra maestros universitarios. Las alumnas están hartas de la impunidad de los docentes acosadores. Por ello, el punto 4 de la minuta de la masiva asamblea interuniversitaria del pasado 7 de septiembre, se titula Violencia de género y contra la mujer. Entre las demandas que sostiene se encuentra la resolución de los casos de violencia de género, agresiones, feminicidios y desapariciones de los miembros de la comunidad universitaria.
Los funcionarios universitarios han respondido a estas violencias con dejadez e indolencia, como si no pudieran hacer nada para remediarlas. En cambio, los jóvenes las consideran inadmisibles y exigen acciones eficaces para remediarlas (punto 5 del pliego petitorio). Para ellos, las autoridades son omisas e insensibles con la problemática. Más aún ante fenómenos como el porrismo, en el que están directamente involucrados algunos funcionarios de dentro y fuera de la UNAM.
Sin embargo, para la movilización estudiantil en curso, la problemática de su institución va más allá de las agresiones porriles o de la violencia endémica que padecen. Y, aunque algunos actores desean contener la protesta a los estrechos márgenes de la la lucha contra el porrismo, en el ideario de los jóvenes son igual de importantes la democratización de la UNAM y la defensa de la educación pública. A ver cómo los frenan.
El periodista y escritor británico James Bloodworth trabajó infiltrado en Amazon y Uber para conocer la precariedad laboral de estas multinacionales. Hablamos con él
Por Analía Plaza
James Bloodworth tiene grabado a fuego su primer día de trabajo en un almacén de Amazondel tamaño de 10 campos de fútbol: el sonido de la sirena que marca la hora de comer, las interminables colas de trabajadores a la espera de atravesar el detector de metales, el tono amenazador de los vigilantes de seguridad, «muévete tío, no tengo toda la tarde», las peleas, el cansancio, la desolación… Por un momento pensó que todo aquello ya lo había vivido antes. «Así me había imaginado siempre que sería una cárcel por dentro», explica. Pero no. Era su nuevo trabajo: operario de almacén. Jornadas de casi 11 horas, 16 kilómetros de carreras entre estanterías cada día y salario mínimo. Bienvenido a Amazon.
Así arranca Bloodworth, periodista y escritor de 35 años, su libro ‘Hired: six months undercover in low-wage Britain‘, un relato demoledor y en primera persona de la realidad laboral detrás de gigantes tecnológicos como Amazon y Uber. «Quería explorar la precariedad, mostrar la realidad de los datos económicos y las estadísticas. Así que me fui a Rugeley», explica en conversación con Teknautas. En esta pequeña localidad de 18.000 habitantes al norte de Birmingham, Amazon posee uno de los mayores almacenes del país con más de 2.500 empleados. Bloodworth solicitó un puesto, le contrataron y lo que vio dentro le dejó tan perturbado que decidió vomitarlo todo en un magistral retrato sobre el cinismo de la ‘nueva economía’.
Seis meses infiltrado de operario en Amazon y casi tres de conductor en Uber le bastaron para «radicalizarse«. «Es imposible no salir cabreado de allí después de ver cómo tratan a la gente: como si fueran animales. Sucedieron tantas cosas inaceptables que me dije: tengo que contarlo. Y aquí estoy».
PREGUNTA. Lo que relata en su libro es tan crudo que a veces cuesta creerlo. Describe un ambiente laboral más parecido a una prisión que al almacén de una tecnológica.
RESPUESTA. Trabajar en Amazon fue mucho peor de lo que imaginaba. Sabía lo que era estar en un almacén, trabajé en uno antes de ir a la universidad, pero jamás me había encontrado con algo parecido. Por ejemplo, si querías ir al baño tenías que pasar por un control de seguridad. Los guardias eran bastante desagradables. Tenías que dejar tu móvil, el reloj, el cinturón… igual que en un aeropuerto. Había un aire continuo de sospecha sobre ti por temor a que robaras algo.
Luego imponen todo tipo de prohibiciones. No puedes correr por el almacén, pero si quieres cumplir tus objetivos, tienes que correr. Literalmente. No hay forma de lograrlos si no lo haces. En este sentido, es como estar en un internado o en una prisión. La realidad es que hacen todo esto porque quieren que haya una alta rotación de gente. La mayoría del personal de almacén son temporales con contrato de nueve meses. Te exprimen antes de que puedas ser permanente y tengas derechos laborales más amplios.
P. Compara trabajar en Amazon con la era soviética. ¿En qué se parecen?
R. En la propaganda. Los eslóganes de la era soviética eran del tipo «adoramos ir al trabajo cada día», «estamos todos muy felices con lo que hacemos”. La idea era imponer un universo retórico sobre la realidad para esconderla y suavizarla. En Amazon pasa algo muy parecido. Por ejemplo, nos llamaban a todos «asociados». En mi primer día me dijeron: «Jeff Bezos es un asociado, como tú». Da igual que él gane miles de millones de dólares y sus empleados sobrevivan con el salario mínimo.
Había un montón de situaciones como esta. Si perdías tu trabajo no te «despedían», te «dejaban ir». No podías llamar al almacén “almacén” delante de tu manager: tenías que decir «centro de aprovisionamiento». Nunca me había encontrado con algo parecido… fuera de los libros sobre la antigua URSS. O, bueno, cuando visité Cuba (risas). Ocurría lo mismo en Uber.
Todo el mundo tiene miedo a quedarse sin trabajo. Llega al extremo de que la gente prefiere no ir al baño para no perder tiempo
P. Asegura que Amazon monitoriza y vigila constantemente a sus trabajadores. ¿Cómo lo hacen?
R. Tienes que llevar encima un aparato en el que vas recibiendo instrucciones. Supongo que era un ‘manager’ quien las enviaba o igual estaban automatizadas, pero recibías mensajes del tipo “vas por debajo de objetivos, tienes que ir más rápido”. También medía cuántos productos cogías por hora. Si no estabas cumpliendo objetivos, alguno de los ‘managers’ se acercaba para advertirte. Durante mi primera semana vino uno a decirme que estaba en la banda inferior del 10% en términos de productividad. Nadie tiene forma de saber si eso es cierto o no, quizás era una forma de hacerme ir más rápido, pero fue extraño, yo pensaba que lo estaba haciendo relativamente bien. Me dijo que si no aceleraba me pondrían un punto de sanción disciplinaria. Si acumulas seis puntos, te despiden.
P. Por lo que cuenta, le pueden despedir hasta por ponerse enfermo.
R. Así es, y no importa que tengas un justificante del médico o avises con antelación. Te ponen el apercibimiento igual. A mi me lo hicieron. Cuando me puse enfermo, y estaba malo de verdad, llamé con tres horas de antelación a pesar de que en teoría basta con una hora. Les dije que me iba a ser imposible hacer un turno de 10 horas y media, les aseguré que podía llevar un justificante del médico, y me dijeron que no me molestara, me iban a poner el punto igual.
Cuando regresé les comuniqué que me parecía tremendamente injusto. ¿Sabes qué me contestó el supervisor? “Esto es lo que siempre se ha hecho en Amazon”. Imagina que coges la gripe y tienes que estar cinco días fuera enfermo, entonces estás a solo un punto de perder tu trabajo. Si fichas unos minutos tarde por la mañana, lo mismo, te llevas un punto. Conocí a una mujer que me cóntó cómo una mañana se estropeó el bus de Amazon que lleva a los trabajadores al almacén. Todo el mundo en ese autobús se llevó una sanción de un punto por llegar tarde a pesar de que la culpa era de la propia compañía, no de ellos.
P. Más que un sistema de gestión de empleados parece un sistema diseñado para atemorizarlos.
R. Todo el mundo tiene miedo a recibir puntos y quedarse sin trabajo. Llega al extremo de que la gente prefiere no ir al baño para no perder tiempo. Recuerdo una tarde que un supervisor me dijo que estaba acumulando demasiado «tiempo ocioso». Era su forma de referirse al tiempo que usas para ir al baño.
Amazon trata a sus empleados como escoria. En el mejor de los casos sentías que te trataban como a un animal
Yo trabajaba en la planta superior de un almacén gigantesco. En todo el edificio solo hay dos servicios y están en la planta baja. Cada vez que vas tienes que pasar por seguridad, quitarte el reloj, el cinturón… Calculé que te lleva más o menos 7 minutos. Eso siendo muy, muy rápido. Pero si no, te puede llevar 10 o 15 minutos. Eso es lo que llaman “tiempo ocioso” y por lo que te amenazan con un punto disciplinario. Así que o dejas de beber agua o tienes un problema.
P. U orinas en una botella. Eso también lo vio.
R. Sí, fue en un turno de tarde. Fui a una estantería a coger un producto y vi una botella de plástico de Coca-Cola, sin la etiqueta, con un líquido sospechosamente amarillo… era obvio lo que era. Lo vi y pensé que había que mencionarlo en el libro. Y no es tan sorprendente. Si puedes perder tu trabajo por ir al baño, mear en una botella no parece tan extremo.
P. Con jornadas de 10 horas y media y caminatas de 16 kilómetros al día Amazon también elimina los trabajadores menos productivos: no apto para personas mayores.
R. Si eres mayor, por encima de 50 o 60, o tienes sobrepeso, estás perdido. Un día vi cómo un ‘manager’ le echaba una bronca brutal a un empleado de al menos 60 años, humillándole, gritándole a la cara. Es lo que te ocurre en este trabajo si no eres joven y sano. Yo me considero una persona relativamente en forma, voy al gimnasio, estoy sano, y estaba en la banda inferior del 10% en productividad.
P. Todo suena a una especie de esclavitud moderna.
R. No iría tan lejos. Al final del día te pagan, no te pagan bien, pero te pagan algo. Y puedes irte cuando quieras. Pero sí diría que es deshumanizante. Amazon trata a sus empleados como escoria. En el mejor de los casos sentías que te trataban como a un animal. Ven a las personas como meras unidades de productividad. Es una especie de gestión leninista de los empleados: la idea de que por encima existe una élite, Jeff Bezos y compañía, que son los que mueven el mundo, y por debajo está la gente sobre el terreno a quienes hay que exprimir, sin importar su salud o bienestar.
P. ¿Son legales estas prácticas laborales?
R. Lo son, aunque Amazon incurre en ilegalidades a través de sus agencias de contratación. Yo entré allí contratado por una agencia llamada Transline. Ellos jamás me dieron un contrato. Se lo reclamé muchas veces pero me decían que como era un trabajador de «cero horas» no tenía derecho a contrato. Es falso. Todos los trabajadores temporales deben tener por ley un contrato. En este caso era la agencia la que incurrió en irregularidades, pero es Amazon quien la contrata. En mi opinión la responsabilidad última de que esto ocurra es de Amazon.
Al final, me daba la sensación de estar trabajando al 100% para Uber. Con la diferencia de que había perdido todos mis derechos laborales
P. Usted trabajó en el almacén de Amazon en Rugeley, pero en el resto de Europa ocurren cosas similares. También en España. ¿Cómo es posible que las autoridades locales o nacionales no hagan nada para evitarlo?
R. La mayoría de los trabajadores temporales son inmigrantes. Muchos ni siquiera hablan bien el idioma local, la mayoría desconocen o no entienden las leyes laborales. Y también están más desesperados por encontrar trabajo, aceptan casi lo que sea. Muchos de mis compañeros de trabajo eran rumanos. Para ellos la alternativa a no trabajar en Amazon era mucho peor. Es muy fácil explotar a esta fuerza laboral. Además, Amazon tiene un poder brutal de presión. Cualquier autoridad local o político sueña con que se instalen en su ciudad: atraen muchos puestos de trabajo pero nadie se fija en las condiciones de esos puestos.
P. Después de Amazon trabajó casi tres meses como conductor de Uber en Londres. ¿Cómo fue?
R. Muy parecido: te deshumanizan igual y te tratan como basura, pero lo esconden. Empiezan creando este universo retórico en el que te permiten ser tu propio jefe, tener plena autonomía, no ser un empleado más, gestionar tu propio negocio al volante de un coche… A cambio de esta supuesta flexibilidad pierdes la mayoría de tus derechos laborales. No tienes derecho a salario mínimo, no te pagan si te pones malo, no te pagan las vacaciones… todo eso corre de tu cuenta.
Cuando fui a la formación inicial tras ser contratado, me dijeron que no podía seleccionar los viajes o trabajos que quisiera. Si Uber te envía un viaje, lo tienes que aceptar. Si no lo haces, porque te encuentras mal o el cliente está muy lejos y vas a perder dinero, te pueden acabar desactivando de la plataforma. Uber también te dice lo que puedes y no puedes decir a los clientes. Está prohibido hablar de política, deporte o religión. Si, como dicen ellos, es mi propio negocio, debería ser capaz de hablar de lo que me de la gana, vestir lo que me de la gana y escoger los viajes que quiera. Eso no ocurre.
P. Uber usa un sistema de puntación que recuerda a lo que hace Amazon con sus empleados.
R. Sí, cada vez que un cliente hace un viaje te deja una puntuación de entre 1 y 5 estrellas. Si tu puntuación cae por debajo de 4,4, que es muy alta, te avisan de que tendrás problemas. Primero te llaman para darte más formación, pero si sigues por debajo, te vetan temporalmente y luego de forma definitiva. Al final, me daba la sensación de estar trabajando al 100% para Uber. Con la diferencia de que había perdido todos mis derechos laborales.
P. ¿Cuánto ganaba como conductor?
R. Deduciendo todos los gastos rondaba el salario mínimo, unas 7,2 libras la hora [8,17 euros]. Con la diferencia de que las vacaciones o los días de baja por enfermedad te los tienes que pagar tú. No recuerdo el número de horas exactas que trabajaba, pero muchas veces eran más de 10.
P. Uber, Amazon, Deliveroo, Glovo, Just Eat… Todas tienen algo en común: la precariedad. ¿Son un inventazo o un engaño?
R. Todas estas ‘apps’ conectan a la gente entre sí y nos ayudan a hacer las cosas más rápido y más barato. Y eso es bueno. El problema es que usan la tecnología como excusa para impulsar otra agenda. Amazon, Uber y otras multinacionales están acabando con los derechos laborales adquiridos durante el último siglo. Y eso no se puede permitir.
*Tras la publicación de esta entrevista, Amazon ha remitido a El Confidencial un comunicado para exponer su postura: «Amazon ofrece un lugar de trabajo seguro y positivo para miles de personas en toda nuestra red europea, incluyendo España, con salarios y beneficios competitivos desde el primer día. Nos comprometemos a tratar a cada uno de nuestros empleados con dignidad y respeto.
No reconocemos estas acusaciones como una descripción real del trabajo en nuestros centros. Estamos orgullosos de haber creado cientos de nuevos puestos de trabajo permanentes en nuestros centros logísticos españoles en los últimos años. En Amazon ofrecemos buenos trabajos y un ambiente laboral positivo con oportunidades de crecimiento.
Contratamos empleados temporales para gestionar la variación en la demanda de los clientes. En general, los empleados temporales reciben el mismo salario inicial que los empleados permanentes de Amazon. Tenemos una variedad de iniciativas para ayudar a nuestros empleados en caso de que se pongan enfermos. Amazon se asegura de que todos sus empleados tengan fácil acceso a los baños, los cuales se encuentran a pocos pasos de donde están trabajando. Los empleados pueden usar el baño cuando sea necesario y no supervisamos las pausas que hacen. Amazon ofrece visitas a sus centros logísticos, puede visitar http://es.amazonfctours.com/ para inscribirse a un tour».
Resumen: El rendimiento del mercado laboral de Australia en este siglo, está manchado por su incapacidad para aprovechar plenamente el potencial de las mujeres que tienen niños pequeños, las madres solteras y las mujeres en sus finales de los 50, quienes se enfrentan a una brecha de empleo de alrededor de 25 puntos porcentuales según informe de la OCDE con sede en París para la Cooperación y el Desarrollo en un informe el viernes. Otro problema importante para las mujeres australianas de edades comprendidas entre los 25 y los 54 años con niños es que tienden a tener un trabajo a tiempo parcial, se dijo.
Australia’s solid labor market performance this century is sullied by its failure to fully tap the potential of women: those with young children, single mothers and females in their late 50s.
Women with children under five and sole parents with a child under 15 in Australia face an employment gap of about 25 percentage points to those without kids, the Paris-based Organisation for Economic Co-operation & Development said in a report Friday. Another major issue for Australian women aged between 25 and 54 years with children is that they tend to only work part-time, it said.
“Australia’s relatively high childcare costs are one important factor contributing to the high ‘not in employment, education or training’ rates among young mothers with young children,” the group said, noting that despite improvements the nation still ranks in the bottom third of OECD member states for female employment. “There are potentially large losses to the economy when women stay at home or work short part-time hours.”
Goldman Sachs Group Inc. has estimated that if Australia lifted its female participation rate closer to that of males it could bring economic benefits equivalent to 11 percent of gross domestic product. Moreover, young Australian women are better-educated than their male counterparts: in 2014, some 53.7 percent of 25-34 year-old women had attained tertiary education, compared with 42.5 percent of men, according to the OECD.
The group says that while across its member states rates of people ‘not in employment, education or training’ exhibited a clear gender pattern, Australia stood out: NEET rates are 36 percent higher for women than men across the OECD; whereas Down Under, it’s 51 percent.
Part-Timers
While some of the OECD’s data is dated, in the past year the Australian economy’s gravitation toward part-time work has become more evident. About 80,000 full-time jobs were lost since the start of 2016, while 185,000 part-time roles were created.
It’s not just people opting not to work full time: in 2015, involuntary part-time employment was 8.4 percent of the labor force, more than double the OECD average of 3.7 percent and only exceeded by crisis-hit Italy with 10.4 percent, the group said.
On average in the OECD, employment rates of women with children are lower than those of women aged 25-54 years without a child. While in many countries the difference is rather small, in Australia it’s almost 9 percentage points.
Working Mums
Recent analysis by the OECD shows that among partnered working mothers aged 25-45 years in Australia, 45 percent work part-time and four-fifths of them cite family reasons for doing so. They also work very short hours on average — less than 20, the second lowest in the OECD. In contrast, countries like Belgium, Iceland, France, Sweden and Denmark enable part-time working mothers to work longer by providing better childcare services.
Then there are single mothers. While a 2006 crackdown on welfare payments pushed the employment rate to 57.2 percent in 2008 from 46.1 percent in 2004, it fell back to 50.8 percent in 2014. That’s the third-lowest in the OECD after Ireland and Turkey.
While the employment rate for Australians aged 55-59 years is around the OECD average, owing to the lower labor market participation of women in comparison to many other OECD countries, Australia also has a relatively large gender gap for those aged 55-64 years.
La federación de sindicatos de los funcionarios públicos convocó hoy una huelga para el día 03 de febrero de los trabajadores no docentes de las escuelas y jardines de infancia en protesta contra la precariedad laboral.
“La lucha va a continuar con una acción en el próximo día 03, que es una huelga nacional de los trabajadores no docentes de las escuelas de enseñanza primaria y secundaria y jardines de infantes de la red pública”, dijo Arturo Maldonado, dirigente de la Federación Nacional de los Sindicatos de los Trabajadores en Funciones Públicas y Sociales (FNSTFPS).
En conferencia de prensa realizada frente al Ministerio de Educación, en el primer día del segundo período de clases, Arturo Maldonado adelantó que la huelga pretende reclamar “el fin de la precariedad” y la dignificación de los derechos de los trabajadores.
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