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Entrevista: Yo escribo para comprender

Yo escribo para comprender

José Saramago

ENTREVISTA

Omar Valiño – La Jiribilla.- Omar Valiño: José, en su obra convive una vitalidad hija de la experiencia cotidiana con, a su vez, una gran profusión de conceptos, ideas, experiencias de pensamiento, pero, ¿José Saramago se considera más hijo del camino que de la filosofía y la experiencia libresca?

José Saramago: Bueno, yo creo que esas cosas no se pueden decir, porque uno no tiene la posibilidad de medir a lo largo de una vida, y de una vida larga como la mía, en qué porcentaje influyeron las lecturas y en qué porcentaje las experiencias vitales, no hay ninguna posibilidad. El hecho de que con veinticuatro o treinta y dos o cuarenta y siete años yo haya leído a un determinado autor o filósofo o ensayista o novelista o lo que fuere y que pensara o pudiera pensar que en ese momento algo había cambiado, en el sentido de que eso había tomado un lugar importante para todo lo que viniera después, en lo que se refiere no solo a la vida, sino también al trabajo mío, yo creo que no se puede determinar. Esto es una amalgama, es decir, todo esto está unido, fundido, y uno se orienta en esa especie de bloque donde hay de todo, cosas que se han vivido, cosas que se han imaginado, experiencias auténticas, experiencias, digamos, imaginadas, aunque una experiencia imaginada no es una experiencia, evidentemente. Las lecturas, los sentimientos, todo eso, los sueños, ilusiones, frustraciones, todo lo que ocurra a lo largo de una vida se va uniendo en lo que yo podría quizás llamar una especie de núcleo duro o, al contrario, maleable, plástico de la personalidad de cada uno y cuando llegue la hora de expresar algo, de intentar narrar una historia o algo así, uno se encuentra. En el fondo es como quien entra en un archivo enorme con muchos cajones y todo eso, y va buscando lo que le interesa, con la diferencia de que, en este caso, como tú ves, tiene que ver con la memoria,

normalmente uno no necesita buscar, buscar en un sentido activo de buscar. Cuando lo necesita, si la memoria funciona como tiene que funcionar, la memoria lo presenta, si es que lo tiene, claro. Pero después hay que encajar todo eso en una obra que tiene que ser coherente y que no puede ser, digamos, el caos, ¿no?

O.V.: Yo diría que esas experiencias, esa búsqueda encuentra muchos personajes, sin duda, de una gran elaboración literaria, pero cuyos referentes pudieran estar en una realidad que, a su vez, es muy coherente con la expresión de su pensamiento fuera de la literatura. ¿Le parecería que es así?

J.S.: Eso es cierto, porque en el mundo, por ejemplo, si miramos los títulos no de todas mis novelas, pero sí de algunas de ellas, nos encontramos con eso, con títulos que, en principio, no parecen de novelas y que muestran muy claramente que hay una tendencia del autor que se manifiesta ahí, que se manifestará después en la obra que se propone escribir. Hay una tendencia, digamos, reflexiva, casi didáctica, como si en el fondo yo fuera un maestro frustrado, que no ha llegado a serlo por cantidad de razones, y que a la hora de escribir una obra literaria hay, digamos, una intención; no es que yo esté intentando siempre introducir la moraleja de las cosas, que yo esté intentando dar lecciones éticas al lector, porque no se trata de eso, por otra parte todo se equilibra o reequilibra con el uso permanente de la ironía, digamos del humor, y, por lo tanto, aunque yo hable de una didáctica, eso no quiere decir que yo soy un señor muy aburrido que está ahí para dar lecciones al lector. Lo que pasa es que hay realmente en mí una tendencia reflexiva.

A la hora de escribir una novela, que en principio no es más que una historia que uno está contando para distraer al lector, yo no solo tengo que reflexionar sobre lo que estoy contando, sino también sobre la forma en que lo estoy contando. Y si vamos a los títulos, mire que yo tengo una novela que se llama Manual de pintura y caligrafía, tengo otra que se llama Memorial del convento, hay algo aquí siempre como anterior a la novela o coincidiendo con el nacimiento de la idea que ya lleva esa novela, como que yo imaginara algo que es una forma, digamos, desde un punto de vista didáctico, una forma expositiva. Y tienes la Historia del cerco de Lisboa, que es un título para un libro de historia, no para una novela. Sin hablar de El evangelio según Jesucristo, y después tienes dos obras más, que asumen así claramente la intención ensayística, de ese propósito reflexivo, como son Ensayo sobre la ceguera, o, más recientemente, Ensayo sobre la lucidez. No quiere decir que yo sea un filósofo, bueno, que no lo soy, hay que decir, tengo bastante claro la diferencia que hay entre lo que soy y el filósofo que me gustaría ser. Pero de todas maneras yo creo que todo ser humano puede ser un filósofo si lo quiere, es decir, si usa su capacidad de pensar, de razonar, de entender las cosas y mirar lo que está por detrás de aquello que parece. Todo tiene una fachada y todo tiene el otro lado, y en el fondo filosofar es intentar ver lo que pasa del otro lado. Y para eso no se necesita ser un filósofo, un creador de un sistema de explicación del universo, para intentarlo al menos. Y por eso es que yo digo que cualquiera, todo ser humano es un filósofo, todo ser humano piensa. Y, si no piensa, me parece que sería mejor que pensara.

O.V.: Suele usted afirmar, sin embargo, que la responsabilidad, la tarea del escritor no termina cuando coloca la última palabra o el último punto de una narración o de un texto cualquiera. ¿Cómo ve, a lo largo del tiempo, la responsabilidad del escritor, y si le parece que esa responsabilidad es la misma o es otra en el mundo de hoy?

J.S.: Mire, yo no creo que el escritor, como escritor, tenga una responsabilidad particular por el hecho de que sea un poeta o un dramaturgo o un novelista. La responsabilidad de la que estamos hablando es otra, y es común al novelista, al dramaturgo y al poeta, común a él y a los ciudadanos normales, corrientes, que no son ni poetas ni dramaturgos. Entonces, yo prefiero decir que mi responsabilidad y mi actividad fuera de la acción estrictamente literaria, es la responsabilidad del ciudadano que yo soy. Porque, desde mi punto de vista, no hay modo de separar al autor del ciudadano que es. No es para decir, aquí acaba la responsabilidad del autor y empieza la del ciudadano o al revés, aquí acaba la responsabilidad del ciudadano y empieza la responsabilidad del autor.Es que a donde va uno, el otro está, el otro va. Cuando tú dices que pones el último punto final, qué es lo que pasa, yo diría que no pasa nada, esa obra es un momento de mi vida, es un momento de mi trabajo y responde, digamos, a un determinado momento de mis preocupaciones políticas, sociales, ideológicas, filosóficas, si quieres, para usar esta palabra, y en esa obra se va a reflejar mi postura en relación a ellas. Insisto, no para dar lecciones al lector, sino, sencillamente, para entender en mí mismo por qué. A veces preguntan, ¿y tú por qué escribes?,  y García Márquez decía, yo escribo porque quiero que la gente me quiera bien. Bueno, esa es una respuesta como otra cualquiera. Y luego hay otra respuesta mucho más ambiciosa, que uno escribe porque en el fondo no se quiere morir y tienes esa ilusión, esa idea de que con la escritura, con lo que queda, de alguna forma seguirás vivo, por lo menos en la curiosidad y el interés de los lectores. Pero, claro, esto tampoco durará mucho, entonces yo prefiero decir que yo escribo para comprender, sencillamente. Yo escribo para comprender. Y, si me preguntan, bueno y usted escribe un libro, ¿y ha comprendido? Algunas cosas sí, otras no, algunas cosas yo las había entendido de una manera determinada, hoy las entiendo de otra forma, y como no podemos llegar nunca a comprender totalmente esto, y cuando digo esto, es todo, pues cada obra es un intento de acercarse al conocimiento y de alguna forma si la obra intenta contestar algo, lo que ocurre invariablemente es que la obra añade a lo que teníamos que entender su propia parte, es decir, la obra misma que intenta comprender va a complicar lo que se quiere entender porque es una visión determinada que antes no existía y,

por tanto, como no existía no se pensaba en ella, pero a la hora de existir, pues encaja en todos los conjuntos de esa maraña, en la red de preguntas que nos rodea y de la que, a la vez, intentaba ser respuesta, acaba por convertirse en otra pregunta.

O.V.: Y si yo le diera una vuelta de tuerca a esto último que me decía, ¿se trataría de comprender qué, de entender qué?

J.S.: Bueno, mire, el preguntar es lo mismo, que es la cosa más difícil que hay, porque a la vez que nosotros sabemos quiénes somos, es muy fácil decir sí, sabemos quiénes somos, tenemos un nombre, hemos nacido en una fecha determinada, tenemos una actividad personal, tenemos ideas políticas, ideológicas y todo eso, nos gusta la carne y nos gusta el pescado, o al revés, y todo eso construye una identidad, una identidad un poco a lo Frankestein, en trocitos, nosotros estamos hechos de trocitos, esa idea de una identidad: YO. ¿Pero quién soy yo? ¿Y cuándo es que yo he sido yo? Porque la vida se alarga y se alarga, y ¿hay un momento en esa vida en la que el yo queda definido para siempre, no hay más cambios?, ¿o la vida es cambio constante? Entonces el yo no existe, yo no puedo decir nada de mí que sea una cosa perentoria, que esté ahí, aquí en bloque, esa piedra, incluso esa piedra está sujeta a romperse, a fragmentarse, todo eso. Esto no es incompatible con la búsqueda de una coherencia personal, y eso en el fondo es la única cosa que nosotros podemos más o menos acercar a la idea de un yo. Si yo soy coherente, pero tampoco se es coherente en todo, no se puede mantener uno en la misma línea, bien, pero en el fondo uno va en la misma línea, tal vez una línea ondulante, la línea recta no existe en la naturaleza y tampoco existe en el ser humano. Por tanto, si tú me preguntas, ¿comprender qué?, te diría en primer lugar: intentar comprenderse a sí mismo en cada momento, no para tener de sí mismo una imagen fija, que se queda ahí, y que tú en cada momento de tu vida digas este soy yo. Puede haber pasado cuarenta años sobre esa imagen, yo no estoy hablando de una foto, hablo de la imagen que tú tienes de ti mismo. Este soy yo. No, no puedes. Puedes decir, este era yo. Hoy no eres así, no porque te salgan unas canas o por esto o por aquello. Es que dentro de ti hay un proceso continuo de cambio. Si tú cam­bias dentro de lo que más o menos imaginas ser, pues entonces has obtenido una coherencia que te permite identificarte a ti mismo en cada momento. Pero si estamos bien de mente y se vuelve loco, qué es lo que se ha roto allí. Es la misma persona, tiene el mismo nombre, qué es lo que se ha roto.

O.V.: Sin embargo, la identidad es un concepto trabajado a lo largo de su obra, si pienso, por ejemplo…

J.S.: Sí, pero para cuestionarlo. Para cuestionar, no para decir ahora ya lo tengo claro.

O.V.: Por ejemplo, si pienso en Todos los nombres o en El hombre duplicado, asocio ese pensamiento en torno a la identidad, en términos también críticos, en cuanto la identidad del hombre de hoy se pierde en un mundo homogeneizador y homogeneizado. ¿Tienen que ver también esas reflexiones con esa perspectiva?

J.S.: Sí,  creo que está bastante claro y no solo en lo que está escrito allí, sino también en la forma; porque, mira, cuando, por ejemplo, en el Ensayo sobre la ceguera no hay nombres, los personajes no tienen nombre, eso no resulta de un capricho del autor, que ha pensado que así sería original. No, es sencillamente la expresión de esa tendencia al anonimato en la que nos estamos convirtiendo, y que tiene distintas expresiones, vamos a ver, los nombres se repiten, me puedo llamar Fulanito, puede tener el nombre que yo tengo, y aun así no somos la misma persona, pero se pueden confundir cuando estamos en un lugar los dos y te llaman por el nombre, tenemos que mirar si te están llamando a ti o si me están llamando a mí, pero si me llaman por el nombre de la tarjeta de crédito, te aseguro que solo uno de nosotros puede contestar, porque lo que realmente identifica hoy, por lo menos, en una cierta parte, digamos, de lo que es el mundo, lo que nos identifica es la tarjeta de crédito, porque eso no se repite, la única cosa que no se repite. En la penúltima de mis novelas escritas, que es el Ensayo sobre la lucidez, y mucho más en la última, que todavía no está publicada y que se llama Las intermitencias de la muerte, incluyo los nombres de las personas no alfabetizadas con letras minúsculas, porque cuando nosotros abrimos un libro y miramos, encontramos que hay una escala gráfica, digamos de valores, los personajes aparecen con su nombre en letra mayúscula y, por tanto, con una identidad, aún no ha dicho nada, no ha hecho nada, pero ya tiene derecho a la mayúscula y por tanto ahí tú sabes que está un personaje, una persona. Pero si la tendencia actual es a que se diluya cada vez más en un espejo de invisibilidad y acabamos, vamos acabando todos, por tornarnos más o menos invisibles, entonces puede que haya otras formas, digamos, de expresar algo como eso, pero yo he elegido una, es decir el nombre no se escribe con mayúscula. El señor Wagner, por ejemplo, si yo hablo de él pues aparece con letra minúscula la inicial y esto, digamos, porque en el fondo, a la vez, yo creo que no se reflexionaría tanto sobre la identidad si la tuviéramos segura, definida, es precisamente porque la identidad se está perdiendo, nos estamos diluyendo, hay algo típico que se nos está yendo de las manos.

Y luego si salimos de la identidad personal y pasamos a la identidad colectiva, eso se complica mucho más, porque cuando se habla, por ejemplo, de la identidad de un pueblo, no se está hablando de nada, porque si eso fuera cierto significaría que la identidad es algo permanente. Pero no, no es así. Entonces yo prefiero sustituir el concepto de identidad por el concepto de generación, generaciones capaces de luchar, de trabajar, de tener proyectos, ideas.

Hablar de la identidad de un pueblo es lo mismo que hablar de la identidad de las nubes, unas veces tienen una forma, otras tienen otra, otra vez están ausentes, otra se deshacen en agua. Es decir, a dónde lleva esto, a un escepticismo radical. No, no, no, aunque a veces dicen que soy no solo un pesimista, sino un escéptico radical. No, es sencillamente mirar el mundo como es, o como a mí me parece que es. Y cómo los hechos, por lo menos si yo no me equivoco en la interpretación de estos hechos, me dan la razón todos los días. Digamos, el mundo existe, en este momento, y siempre, se convirtió en algo impenetrable, incluso impenetrable a la propia reflexión. Es decir, el mundo no se detiene, el mundo, la sociedad mundial, todo eso que ocurre. Nada se detiene. También es cierto que antes tampoco se detenía. No el paso del tiempo que siempre pasa igual, pero los cambios, las transformaciones sociales, eran lentísimos y tú tenías tiempo para llegar a la mitad de la vida estudiando algo que en el fondo no había cambiado mucho. Pues ahora, en veinticuatro horas tú te das cuenta de que el objeto de tu atención, de tu estudio, se convirtió en algo que ya no es, entonces el mundo exige una atención fija, continua y nosotros no tenemos los medios para unir quizá dos ideas, o dos informaciones que a lo mejor aclararían muchas cosas, pero a veces no hay ni la posibilidad, ni el tiempo.

O.V.: Pero yo diría que en su caso se han cumplido dos privilegios para observar ese proceso histórico que, se puede decir así rápidamente, ha sido, incluso, temporalmente, el siglo XX, una larga vida y una perspectiva crítica muy aguda con respecto a esos procesos. No sé si se atrevería a intentar contestarme dónde hallaría claves de cómo el mundo, cómo los procesos históricos, fundamentalmente del capitalismo, han logrado esa situación que me describía usted hace un momento.

J.S.: Bueno, vamos a ver. En el caso concreto –las coordenadas son idénticas para todo el mundo–, en el caso concreto de mi propio país, casi se puede decir que el siglo xix entró en el siglo xx hasta 1950 o algo así. De alguna forma, nosotros hemos vivido ciento cincuenta años en el siglo xix. Y se podría decir lo mismo en relación con el siglo xx, digamos que más o menos haciendo una no coincidencia entre el tiempo que pasa y los hechos que se supone que tendrían que pasar, a la luz de lo que ha ocurrido en este país y en otros. Si tú me haces esa pregunta, no me es fácil contestar fuera de lo que soy, un portugués, porque un inglés o un alemán o un ruso y también un cubano, lo verían de una forma distinta. Pero como de todos modos uno siempre hace ese esfuerzo para comprender lo que pasa alrededor nuestro, yo creo que en este momento no hay muchas ideas que nos permitan no solo entender lo que pasa, cómo imaginar, tener de alguna forma una previsión de lo que puede pasar.

Esencialmente, creo que faltan ideas, faltan ideas nuevas y tenemos la tendencia, porque eso nos tranquiliza, de usar ideas que no es que hayan perdido vigencia, sino que ya no tienen suficiente aplicación sobre los hechos de la actualidad. No es que la actualidad no pueda ser leída a la luz, digamos, de esas ideas, lo que pasa es que las ideas están ahí, pero de alguna forma han perdido en gran parte su capacidad transformadora. Están ahí como construcciones mentales que aplicadas a un tiempo podrían dar una idea justa, precisa, de lo que pasaba entonces, pero ahora hay una incoincidencia entre lo que esas ideas descifraban en la realidad de entonces, no digo que hay una incoincidencia total, pero hay una incoincidencia en relación con la realidad. Y nosotros no hemos generado ideas nuevas, ya ahora hablo sobre todo de la izquierda, porque, como a veces digo, la derecha para gobernar no necesita ideas, no las tiene, solo la confundiría, mientras que la izquierda para gobernar, para hacer lo que quiera, lo que sea, necesita ideas y no las tenemos, en la izquierda se multiplican lo que yo llamo las operaciones de cosmética, donde cualquiera está diciendo, mira, mira, seguimos siendo izquierda, pero ya no lo somos como éramos antes, somos como hay que ser ahora y ser izquierda, ahora, acaba con no saber en qué consiste. Como sabemos, todos dicen que hay que hacer una política de centro y es algo sencillo, porque en el centro están los votos que quieren captarse, nada más. De alguna forma yo creo que estamos cruzando un cerco, en lo que tiene que ver con las ideas.

Estamos masticando y remasticando ideas, muchas de ellas generosas, capaces de transformar el mundo desde entonces, pero que ahora no se presentan con mucha capacidad. Y porque se ha introducido en nuestras mentes esa idea nueva de que si no consumes no eres nada, si no consumes tú, no eres nadie. Y eres tanto más, cuanto más eres capaz de consumir. A partir del momento en que el ser humano se mira a sí mismo como un consumidor, todas, todas sus capacidades disminuyen, porque todas van a ser puestas al servicio de una mayor posibilidad de consumir. Esto es igual en todo el mundo. Aquí a lo mejor no lo notáis tanto, pero esta es la característica. Eso es lo que me ha llevado a escribir una novela que todavía no está publicada aquí, que se llama La caverna, y cuyo protagonista central es un shopping center. Yo te recuerdo un hecho: una mujer hace unos años, en España, dejó como expresión de su última voluntad que sus cenizas fueran esparcidas en un centro comercial, en un shopping center porque, según ella, allí es donde había vivido las horas más felices de su vida. Cuando un ser humano, cuando la alienación, la enajenación de un ser humano puede llegar a considerar que dentro de un centro comercial se han vivido las horas más felices de una vida humana, ¿a dónde hemos llegado, no? ¿A dónde estamos siendo todos empujados por la televisión? Acabaremos viviendo todos dentro de un shopping center.

O.V.: No, eso es lo que dice en La caverna. Considero que podríamos hablar, por separado, de tres novelas suyas, las últimas, que cada una es una metáfora o una penetración del mundo en que vivimos, con respecto a los mismos problemas, pero centrándolo en uno más que en otro. Ensayo sobre la ceguera yo pensaría que es una metáfora sobre la sinrazón humana actual; La caverna, sobre el mercado y Ensayo sobre la lucidez, sobre el mito de la democracia. Le propongo hablar de cada una de ellas, repito, por separado. Lo podríamos hacer en su orden. En Ensayo sobre la ceguera, en esa ciudad, excepto una mujer, todos quedan sin la posibilidad de ver, como decía es una metáfora sobre la condición

irracional o la sinrazón de este planeta de hoy. ¿Por qué?

J.S.: Hombre, digamos, la vida está organizada toda ella, no exclusivamente, claro, pero está organizada toda ella en función del sentido de la visión. Todo, todo está hecho, en gran parte, porque los otros sentidos tienen su lugar, el oído y todo eso, pero fundamentalmente la vida está organizada en función de que podemos ver, esto es lo obvio, y algo no tan obvio, aunque fácilmente demostrable, se supone que la vida está organizada en función del hecho de que somos seres racionales. Y eso no significa que todo lo que hacemos sea racional, o sea, razonable. Pero, bueno, sin la razón el mundo no sería lo que es, si siguiéramos siendo monos, aunque un poquito evolucionados, no pasaría nada, no estaríamos aquí con esa cámara, nada de eso. Lo que pasa es que la pérdida de la visión en Ensayo sobre la ceguera, como has dicho, es una metáfora. No vale la pena discutir si las personas están o no están ciegas, sencillamente ellas no pudieron ver, no pudieron ver ahora, pero puedo decir que no están más ciegas ahora de lo que estábamos antes; la posibilidad de comprender el mundo en que estábamos viviendo, queda reducida, muy reducida, por una cantidad de motivos conocidos, por el modo como está organizada la sociedad, los medios de información, todo, todo nos lleva a una visión deformada o por lo menos incompleta de la realidad, que por otra parte no tiene una sola imagen.

Entonces cuando pierden la visión, en el fondo, aunque no lo digo, pero por todo lo que hacen, la conclusión es obviamente esa: que esa racionalidad que nos había llevado a vivir en una ciudad organizada como normalmente se organizan las sociedades humanas hoy, era a la vez producto de la razón y de la sinrazón, y eso es el retrato mismo de la sociedad en que vivimos. Aparentemente organizada porque somos seres racionales, conocemos lo que conviene, lo que no conviene y todo eso. Parece que eso sería suficiente para una vida equilibrada, digamos. No quiero ahora, digamos, hablar de palabras mayores, como fraternidad, solidaridad, todas esas cosas que son muy hermosas, pero si estamos hablando de esto, es mejor no confundir las cosas. Lo que pasa en Ensayo sobre la ceguera, en el fondo, es una experiencia debida no a la casualidad. Posiblemente ocurrió que en un momento determinado todo el mundo se volvió ciego, se puede decir que ya lo estaban, pero ahora van a vivir en directo, por decirlo así, la experiencia de no entender, de no ver y preguntarse a sí mismos cómo es que hemos llegado a esto. Resultado: como yo no soy el escritor que todo lo termina con una moraleja, con una experiencia para el mundo, la única cosa que está allí es que cuando la mujer del médico al final recupera la visión, y mira al cielo y lo ve blanco y piensa que después, justo cuando todos están recuperando la visión, ella la va a perder, baja los ojos y la última frase de la novela es que la ciudad todavía estaba allí. Es decir, es como si la ciudad les estuviera preguntando: ¿habéis aprendido con la lección?, ¿vamos a repetir lo mismo, infinitamente?, ¿somos incapaces, en el fondo, somos incapaces de vivir juntos? Porque lo más importante es que el ser humano es un animal gregario, tenemos que vivir juntos, pero no hemos aprendido a vivir juntos, por un lado no podemos vivir si no vivimos juntos, y por otro lado no sabemos cómo vivir juntos. En el fondo, un trazo así muy general, aunque no será explícito, pero es lo que Ensayo sobre la ceguera quiere decir. Si lo ha logrado, ya es otra cosa.

O.V.: Sin duda lo logró, muy en profundidad. Siguiendo esa misma perspectiva, la idea de La caverna sería que esa caverna platónica que se va a descubrir bajo el gran shopping center, querría decir que de la escisión propuesta por Platón entre alma y cuerpo, este mundo de hoy ha promovido la complacencia en uno de los dos sentidos, en una de las dos vías de ese hombre cortado por el hacha platónica.

J.S.: Para la metáfora de La caverna, Platón solo me ha servido, objetivamente; no es que yo no sepa qué es lo que ha pretendido realmente Platón con esa metáfora, pero a mí me sirvió el hecho concreto, con independencia de qué es la realidad, la realidad exterior, esto o aquello. Apartándome de todo eso, a mí lo que me interesó fue una coincidencia extraña o no tan extraña –por lo menos Platón no podía haber pensado en ella–, que es la importancia de la imagen en nuestra civilización. Lo que Platón dice es que esas personas que estaban allí confundieron las sombras que pasaban al fondo de la caverna con la realidad, creían que esa era la única realidad; en el caso de mi novela, cuando se encuentra, cuando se descubre que debajo del shopping center está la caverna de Platón, esa caverna que Platón imaginó con las personas sentadas, atadas, mirando la pared del fondo, donde normalmente ya no estaban pasando imágenes, es muy similar, se parece mucho a la situación en que nos encontramos delante de la pantalla de un televisor, es igual, con la diferencia de que –son siempre complicadas las cosas–, la imagen de la televisión tiene una función doble, la primera función es, aparentemente, enseñarte algo, pero la segunda función es ocultar lo que te ha enseñado. La misma imagen que está diciendo, mira lo que ocurrió, tú lo recibes nada más que como un mensaje, pero esa imagen que muestra la realidad también la borra, la diluye, por el hecho de que inmediatamente te pondrá una otra imagen que no tenga nada que ver con aquella, que te agrede en el sentido de que tú quisieras seguir tú mismo reflexionando o pensando, o simplemente sintiendo la emoción, lo que sea, que esa primera imagen en el teatro no te permita ni la ilusión ni la reflexión, porque te la tiran inmediatamente con otra imagen que no tiene nada que ver, que muchísimas veces es su contrario y tú eres bombardeado a lo largo de un día por una casi infinita secuencia de imágenes y, al final de tu día, no sabes qué es lo que has visto, es decir la misma imagen que te enseña la realidad borra la realidad, porque todo se convierte en imagen, en imágenes que se van anulando unas a las otras. Eso es lo que yo pretendo.

Cuando yo hace un rato dije que acabaríamos viviendo todos en un shopping center, yo no tengo ninguna duda de ello, no tengo ninguna duda. Mira, el shopping center es hoy el único lugar seguro que hay en la Tierra, limpio, iluminado, odorífero, todo lo que está allí es hermoso, agradable, te invita, estás en el paraíso, sencillamente. El shopping center es la imagen del paraíso, aunque tú no puedas comprar nada porque no tienes dinero, a ellos les da igual, lo importante es que tú entres, porque si hoy no tienes, mañana tendrás quizá y algo acabarás comprando. Aquí en el mundo, plagado de enormes shopping center, porque date cuenta en el fondo que no hay una diferencia, no existe una gran diferencia entre un shopping center y una calle con comercios de esto y de lo otro, porque en un lugar se compra y en el otro también se compra, pero hay una diferencia total: mientras que en la calle tú eres una persona entre tantas otras, en el shopping center cada uno de los que se encuentra allí solo se mira a sí mismo, los que pasan, los que compran no tienen nada que ver con él, porque las reglas cambiaron, es el mundo del individualismo total. Entonces fuera del shopping center está todo, la violencia, la basura, todo, la contaminación, y dentro, el aire filtrado, la tranquilidad, la seguridad casi invisible pero presente, si a alguien se le ocurre robar, se lo llevan con la misma sutileza con que se llevan un cadáver de un hotel, nadie se da cuenta nunca que salió el cadáver de un huésped y que se murió, desaparece sin que te des cuenta. Es un mundo que se rige por otra razón, pero también por algunas otras razones que podemos entender como cómicas, grotescas, hay mucho de grotesco en el mundo de hoy. Umberto Eco decía, y yo estoy muy de acuerdo con él, que vendrá un ser humano nuevo, que tendrá muy poco que ver con nosotros por su mentalidad, sobre todo, luego por todo lo que se supone que vendrá seguramente, seres que están hechos por ingeniería genética, pero sobre todo por la mentalidad, porque, y esto lo digo yo –no recuerdo que Eco lo haya dicho–, nosotros somos los últimos descendientes de la Revolución Francesa, de la Enciclopedia, del Iluminismo, hemos intentado desde entonces, en poco más de dos siglos y hemos fracasado –porque a esta altura hemos fracasado–, construir un mundo sobre la razón, que no excluya las emociones, los sentimientos, pero que esté fundamentalmente asentado en la razón, y hemos fracasado.

O.V.: José, y sin ese mundo dominado por el shopping center, que no es solo una proyección, en buena medida es ya un mundo real, esa otra novela, la última conocida suya, que es Ensayo sobre la lucidez, de alguna manera propone una particular protesta contra el mito de la democracia. En Ensayo sobre la lucidez frente a unas elecciones en las que –como apuntaba ahorita– izquierda y derecha se juntan en el centro, la gente decide votar en blanco. ¿Le parecería esa la solución?

J.S.: Bueno, si yo tuviera realmente una solución y si pudiera convencer a la gente, a toda la gente, o a una mayoría, de que mi solución es la buena, pues yo entraría en la historia, tendrían que inventar otro Premio Nobel, no de Literatura, no sé de qué. Mira, para mí lo tengo muy claro, es decir esa protesta, yo en la novela casi la llamo rebelión, pero una rebelión distinta, no hay una célula organizadora, no hay un aparato, no hay agentes, no hay consignas, no hay nada de lo que normalmente se supone indispensable en un movimiento, en un gran movimiento de masas. Definitivamente, la gente un día, llamada a votar, y sin ponerse de acuerdo, como si simultáneamente estuviera harta de lo que había pasado hasta entonces, durante generaciones, va y vota en una primera votación setenta y no sé cuánto por ciento de los votos en blanco, y en la segunda votación aparece un ochenta y tres por ciento en blanco. En todos los países esto lo reconocen, el voto en blanco, se toma como un voto nulo, incluso en el caso de que haya un grupo que defienda el voto en blanco, se considera fuera de partido, se toma como algo un poco caprichoso por parte de los electores, en una palabra no se toma en serio, pero no se toma en serio porque normalmente es un uno por ciento, un dos por ciento de votos en blanco, y bueno ya está. Pero si mañana llegara en Europa al ochenta y tres por ciento de mi ficción, si mañana aparece el quince o el veinte por ciento de votos en blanco, el sistema no tendrá más remedio que cambiar, porque sería una revolución, una auténtica revolución. Porque el sistema llamado democrático tiene una dependencia directa del voto, sin voto no hay realmente sistema democrático, será otra cosa, pero si mañana me encuentro con un porcentaje alto, relativamente alto, todo el sistema democrático queda puesto en tela de juicio, porque el voto en blanco no es una abstención. Para la abstención hay cantidad de explicaciones, está lloviendo y la gente no salió a votar porque estaba lloviendo, o no estaba lloviendo y la gente se fue a la playa, estamos hartos de escuchar explicaciones, que los políticos las tienen todas, y las usan según los momentos y las circunstancias. Para el voto en blanco no hay ninguna justificación que no sea la única: que la gente salió para ir a votar, ha ido a votar y ha dicho, sin palabras, esto no me sirve, esto no me gusta. Punto, nada más.

El problema central de nuestro tiempo es el problema de la democracia, en el sentido muy claro, rotundo, de que esta democracia no es una democracia, porque los ciudadanos no pueden hacer más que quitar un gobierno y poner otro en su lugar, no pueden realmente influir en lo que influye verdaderamente en sus vidas, que es el poder económico, las instituciones que determinan nuestras vidas como el FMI, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio y todo eso, que no son instituciones democráticas porque no las hemos votado, vivimos en una situación casi esquizofrénica. Tenemos una participación democrática en la vida del país, que consiste en votar, en quitar un gobierno y poner otro, y todo se queda ahí y lo que es absurdo es que el ciudadano no puede llegar a los auténticos centros de poder, porque los gobiernos se transformaron todos en comisarios políticos del poder económico. Si esto no encuentra una solución, si la democracia no tiene ningún instrumento para controlar el poder económico, sus abusos y sus crímenes, por qué tenemos que seguir llamando a esto una democracia, es una plutocracia, gobierno de los ricos y que tiene a su servicio todo, incluso a los gobiernos. Bush es un títere, no es más que un títere y la equivocación está –y todo se hace para que aceptemos esa falsa conclusión–, en pensar que el poder lo tiene el pueblo y que el fin del mundo está en manos del señor Bush. Pero no está, al señor Bush le dicen lo que tiene que hacer en cada momento y no es la Condolezza Rice, tampoco es el señor Cheney, es mucho más, mucho más arriba. Entonces, somos manipulados, somos engañados todos los días y seguimos como corderitos inocentes hablando de democracia como si fuera una realidad, en las instituciones sí, no tengo duda, están ahí, tribunal, parlamento, todo eso, pero tenemos que preguntarnos para qué sirve eso.

O.V.: José, por último, en su obra hay una gran reflexión sobre el lenguaje, sobre el lenguaje mismo, en primera instancia, literario, pero lo asocio ahora a que su justísimo Premio Nobel del 98 le catapultó definitivamente a ser una figura mediática, que es escuchada en el mundo. Desde esa perspectiva, digamos, ética o moral, ¿cómo usa ese poder que tiene en las manos?

J.S.: Mira, entre un señor que estaba en el mundo antes del Premio Nobel, yo, y el señor que sigue afortunadamente, que está en el mundo después del Premio Nobel, no hay ninguna diferencia, ninguna diferencia. Que me hayan convertido a mí en personaje mediático, yo para eso no he hecho nada. Y cuando digo que no hay ninguna diferencia, es que en el fondo lo que yo estaba haciendo y estaba diciendo antes era mutatis mutandis, es lo que estoy haciendo y lo que estoy diciendo ahora. Lo que pasa es obvio, ¿no? Si tú estás diciendo algo que llega a algunas personas que están más cercanas o un medio que tiene una cierta difusión, pues es así y tienes que contentarte, que darte por satisfecho. Pero si llega un día en que te conviertes en Premio Nobel y, a partir de ahí, no solo es el hecho de que te conviertas en Premio Nobel, porque hay Premios Nobel, escritores importantísimos de los que no se habla, y no se habla de ellos porque no participan, no intervienen, pero algunos sí, algunos sí, efectivamente. Estoy pensando ahora, por ejemplo, digamos en Soyinka, por ejemplo, y hay otros, pero eso ocurre porque antes tampoco intervenían y no era por el hecho de que le habían atribuido el Premio Nobel, y decían, ahora hay que cambiar, no, van a seguir igual. No quiere decir que por el hecho del Nobel uno pueda decir una tontería, la más rematada tontería del mundo, yo, por ejemplo, y que dé la vuelta al mundo en diez segundos, ya está, se acabó, todo el mundo sabe que el señor José Saramago ha dicho una tontería, pero a veces algunas cosas que dice no son tonterías o por lo menos piensa que no lo son. Y esa es la diferencia. No es por el Nobel, el Nobel no torna activista a una persona que, por temperamento, o por lo que sea, no nació para eso. Tú no podías pedir a Fernando Pessoa, por ejemplo, suponiendo que le daban el Nobel, que se transformara en el apóstol de esto o de aquello. No, seguiría siendo él, seguiría siendo así con su Ricardo Reis, con su Alberto Caeiro, todo ese mundo que había creado. tontería, la más rematada tontería del mundo, yo, por ejemplo, y que dé la vuelta al mundo en diez segundos, ya está, se acabó, todo el mundo sabe que el señor José Saramago ha dicho una tontería, pero a veces algunas cosas que dice no son tonterías o por lo menos piensa que no lo son. Y esa es la diferencia. No es por el Nobel, el Nobel no torna activista a una persona que, por temperamento, o por lo que sea, no nació para eso. Tú no podías pedir a Fernando Pessoa, por ejemplo, suponiendo que le daban el Nobel, que se transformara en el apóstol de esto o de aquello. No, seguiría siendo él, seguiría siendo así con su Ricardo Reis, con su Alberto Caeiro, todo ese mundo que había creado. Ahora, en el caso mío, si yo intervenía antes, si yo he participado en Portugal en la vida política y en la clandestinidad, si soy, todavía sigo siendo, militante de un partido revolucionario, qué es lo que no podía ocurrir, que gane el Premio Nobel y yo, por prudencia, diga el pasado, pasado está y ahora tranquilo, no, no valía la pena. Y no es por decir que no quiero avergonzarme de mí mismo, es que sencillamente no puedo. Es decir, la lluvia cae porque no tiene otro remedio, la lluvia no sube, cae, no tiene otro remedio. Uno es como es, aunque vuelvo a decir esto, plantearía el problema de la identidad, si uno se reconoce en esos cambios, en esa línea ondulante que es la vida. Si uno reconoce en sí mismo una coherencia, pues eso es como un bastón en el que puedes apoyarte hasta que no tengas más remedio, porque ya no tienes más fuerza que dejar caer el bastón e irte al otro barrio.

O.V.: Yo creo que hay que agradecerle a José Saramago haber usado ese poder en favor de las causas más justas de este mundo que tanto le preocupa. Muchas gracias por esta entrevista, por haber conversado con nosotros.

Julio de 2005

Fuente de la Información: https://www.elviejotopo.com/topoexpress/yo-escribo-para-comprender/

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Las Insurrectas: Alice Munro

Por: Ilka Oliva Corado

Escribí mi primera novela porque quería leerla”. –Toni Morrison. 

La agudeza de la escritura de Alice Munro está marcada por la simplicidad y la  naturalidad con la que conversaría  cualquier ama de casa con sus amigas en la cocina mientras prepara el almuerzo de sus hijos. Alice escribe con la inocencia con la que hablan las mujeres que trabajan limpiando habitaciones de hotel y de las que en los pueblos inhóspitos pasan las tardes lavando  ropa en los estanques públicos.

Escribe así porque Alice es así, Alice escribe lo que es. No hay glamour en su escritura ni palabras rebuscadas, no existe el alarde académico que busca impresionar al lector, pero sí hay honestidad y es eso junto a la genialidad de su talento lo que hace de su letra la excelsitud que la llevó a ganar el Nobel de Literatura.

La escritora estadounidense  Paule Marshall, lo explica muy bien en su texto, “De los poetas en la cocina”,  publicado el 9 de enero de 1983. En este texto cuenta  que mientras daba clases de un seminario de ficción en la Universidad de Columbia, llegó  un escritor invitado  a dar una charla a sus alumnos, este hombre les dijo que las mujeres escritoras  tienen mucho más suerte que los hombres escritores porque ellas de niñas pasaban mucho más tiempo junto a sus madres y sus amigas en la cocina y esto las enriquecía en el lenguaje y a la hora de desenvolverse en las conversaciones, cosa que no sucedía con los hombres. No era una afirmación sexista como ella imaginó en el  primer instante.

Pensó entonces en el lenguaje cotidiano y en la sabiduría que da el día a día y  que un escritor puede explotar muy bien en sus historias. Todos los sentimientos profundos y las complejidad de las ideas y exponerlos con facilidad en el lenguaje simple de la convivencia diaria. La escritora Grace Paley en sus clases de escritura recibe a sus alumnos  nuevos con esta frase:  “Si dices lo que piensas en el idioma que te llega de tus padres y tus amigos y tu calle, probablemente dirás algo hermoso”.

Lo afirma Alice Munro en el 2013, en una entrevista televisada para el Nobel de Literatura, cuando cuenta que en su pueblo, en su adolescencia  las mujeres eran  las que leían y contaban historias porque los hombres estaban afuera haciendo cosas importantes. Y donde las mujeres escriben con mayor facilidad, pero donde los escritores más importantes son hombres  porque es un agravio  y un descrédito que si es una ocupación de hombres   sean  mujeres las renombradas.

Las letras llegaron a la vida de Alice a temprana edad y  comenzó a escribir desde  niña, cuando leyó un cuento de Hans Christian Andersen, “La sirenita”,  pero  no le gustó el final porque lo sintió muy triste,   para ella la sirenita no se merecía tanto sufrimiento ni tanto sacrificio, tampoco un final tan trágico  que la dejara olvidaba e innombrable; por esa razón   al terminar de leerlo dio varias vueltas alrededor de su casa pensando y decidió escribirlo pero con un final distinto que fuera digno de su  sacrificio,  le hizo justicia a su heroína, porque eso era para ella la sirenita, una heroína.

Alice hizo con ese cuento lo que dice Toni Morrison que debemos hacer,  que si hay un libro que deseemos leer y que aun no está escrito, debemos escribirlo nosotras. Y fue así como su literatura se llenó de heroínas a las que ella quería hacerles justicia, enaltecer e inmortalizar. Sin conocer la palabra feminismo, era una feminista.

Escribió en los inicios de su obra literaria muchas historias con finales felices, adrede,  porque quería darles felicidad a las heroínas de sus relatos, pero poco a poco fue transformando sus cuentos y les dio  finales que están lejos de la alegría pero que son parte de la experiencia humana.

Era una ama de casa que en sus momentos libres escribía,  dejaba sus textos  a medias cuando llegaban sus hijas después de la escuela, textos que retomaba después de planchar,  de preparar la cena; nunca tuvo tiempo suficiente ni la privacidad de la habitación propia de la que habla Virginia Woolf,  para sentarse a escribir y   desmenuzar un texto hasta que quedara perfecto tomándose todo el tiempo que fuera necesario. Ella rompe con el molde de lo que debe ser y hacer un escritor, según los estereotipos.

Alice tampoco se ha pasado la vida metida en el mundo cultural de la ciudad en la que vive, no asiste a eventos sociales porque se siente ajena, como también  en el  mundo de los escritores,  poetas y en el  de los intelectuales. Es, dice, una ama de casa que optó por escribir para matar el tedio del oficio doméstico.

Por esa razón es que la literatura de Alice Munro está limpia de todo sesgo académico porque no pisó la universidad, porque no la persiguen los fantasmas que atrapan a los escritores titulados que sienten que deben meterse dentro de un saco perfumado  para escribir con las fanfarrias de la academia o minar un campo con palabras rebuscadas para impresionar al lector.

De hecho Munro nunca supo que sus textos se podían vender, esto vino mucho después cuando ya había  tirado a la basura cientos de estos. También las  ventas de sus libros llegaron de sorpresa como  que el Nobel de Literatura, el cual  nunca  creyó ganar y no por falta de capacidad sino por ser  mujer. Es muy sincera Alice con sus planteamientos, franqueza que no está manchada por el status de las clases sociales, de la academia,  ni por  el de las loas del mundo artístico.

Alice por esa razón es una mujer insurrecta, porque se atrevió a romper con el prototipo de la esposa  y madre que debe dedicarse en cuerpo y alma a su esposo y a sus hijos y; dejar de vivir para vivir por ellos,  a través de ellos olvidándose de sí misma.

Es una insurrecta que con su resistencia como escritora ha dejado un legado a las generaciones de mujeres que como ella, son esposas y madres y las invita a no desistir, las llama a atreverse, a soñar, les da la mano y las invita a caminar en busca de otros horizontes para su realización personal. Nos lo dice a todas sin distinción alguna.

Nos  invita a la expresión, a salir del silencio, del hastío. Nos llama a pronunciarnos de las formas en que nosotras encontremos nuestro propio desahogo. No tiene que ser con la escritura, pero tiene que ser,  sí.  Debemos  revelarnos, debemos ponernos en pie.

Alice es la mujer común viviendo una vida común,  que escribe en el lenguaje habitual del que hablan Grace Paley y Paule Marshall, que decidió hacer algo fuera de la norma como lo hizo Toni Morrison,  para poder respirar y buscar su propia felicidad.  Felicidad que ella describe muy bien  en este  extracto:

“La cuestión es ser feliz. A toda costa. Inténtalo. Se puede. Y luego cada vez resulta más fácil. No tiene nada que ver con las circunstancias. No te imaginas hasta qué punto funciona. Se aceptan las cosas y la tragedia desaparece. O pesa menos, en cualquier caso, y de pronto descubres que estás en paz con el mundo.”

*Fuente: https://cronicasdeunainquilina.com/2019/09/23/las-insurrectas-alice-munro/

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Toni Morrison: la pitonisa de la América negra que expandió los límites del lenguaje

Redacción: La Nación

Fue la primera mujer afroamericana en ganar el Premio Nobel de Literatura, en 1993; su activismo por los derechos civiles en los Estados Unidos y el éxito de sus novelas la convirtieron en una de las intelectuales más respetadas de su país.

«Todos morimos. Tal vez ese sea el significado de la vida. Pero tenemos el lenguaje. Tal vez esa sea la medida de nuestras vidas», afirmaba Toni Morrison en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura, que ganó en 1993, cuando se convirtió en la primera mujer negra en recibir ese lauro. Entonces, «apenas» seis libros le alcanzaron a la Academia Sueca para distinguirla por «su fuerza visionaria» y su capacidad de expandir los límites del lenguaje.

En el escenario, Morrison -que murió anteanoche, a los 88 años, en un hospital de Nueva York, a causa de las complicaciones de una neumonía- eligió presentar una parábola sobre una anciana ciega y sabia a la que unos jóvenes se acercan con un ave en sus manos preguntándole burlonamente si el pájaro estaba muerto o vivo.

Morrison, fuera de los Estados Unidos, hizo su nombre tanto con el inédito Nobel como por su memorable discurso, que elegía imaginar al frágil pájaro como el lenguaje en mano de sus captores y a la anciana, como una experimentada escritora con rasgos similares a los suyos: «La reputación de su sabiduría no tiene par ni tampoco provoca duda alguna -recitaba-. Entre su pueblo representa tanto la ley como su transgresión. Los honores que se le rinden y la veneración que causa su figura alcanzan mucho más allá de su vecindario, a lugares lejanos; hasta la ciudad, donde la inteligencia de los profetas rurales es materia de diversión cotidiana». Su aspecto de pitonisa, con largos dreadlocks entrecanos, la túnica y esa voz de amplio registro que usó con habilidad dramática a lo largo de cuatro décadas de intervención pública sellaron el efecto. Entre la anciana ciega y Morrison no había distancia.

Ojos azules, 1970
Ojos azules, 1970

Nacida como Chloe Ardelia Wofford el 18 de febrero de 1931 en Lorain, Ohio, y graduado en Filología Inglesa en la Universidad de Cornell en 1955, Morrison -que usó como nom de plume su apodo infantil y el apellido del arquitecto jamaiquino del que se divorció en 1964- alternó la enseñanza universitaria con su trabajo como editora en Random House, donde publicó a escritores, activistas y deportistas negros como Henry Dumas, Angela Davis y Mohammed Ali.

Su proyecto de compilar The Black Book, un volumen enciclopédico que intentaba reunir trescientos años de «experiencia negra», la llevó en 1974 a la historia de Margaret Garner, una esclava que, a punto de ser recapturada en Cincinatti, tomó la trágica decisión de sacrificar a su hija pequeña para salvarla de una vida en cautiverio. Sería el germen de su novela más conocida, Beloved (1987), por la que ganó el Premio Pulitzer y el American Book Award. Oprah Winfrey, acaso la figura que heredó la condición oracular de Morrison en la sociedad norteamericana y una de sus admiradoras más fervientes, protagonizó la versión fílmica del libro (también fue convertida en una ópera, con libreto de la propia escritora, en 2005). Jazz, de 1992, sobre el Harlem de los años 30, y Paraíso, de 1996, centrado en una comuna que pretende emular el Jardín del Edén con violentos resultados, completan una libre trilogía.

La enorme fama de Morrison en los Estados Unidos provenía no solamente de lo que en otras épocas definiríamos como su «estatura moral», encarnada en su infatigable compromiso en la lucha por los derechos civiles en su país («aquí, la liberación femenina floreció mejor en el suelo preparado por la liberación negra», expresó, uniendo lo que creía dos facetas de una misma desigualdad). Sus doce volúmenes de ficción, entre novelas y cuentos, fueron tanto best sellers como éxitos de crítica, ayudados por las frecuentes apariciones de la escritora en los medios norteamericanos en momentos de zozobra interna, en las que enfrentaba al público con la violencia inherente en los orígenes de los Estados Unidos, y dándoles voz a los silenciados por la historia como único modo de aprender otra forma de convivencia que superara el «pecado original» norteamericano: «La falta de libertad en el corazón del experimento democrático», la llamó. Además de ficción, publicó cinco libros infantiles, nueve de no ficción, dos obras de teatro y el libreto de aquella ópera.

La canción de Salomón, 1977
La canción de Salomón, 1977

Los innumerables premios recibidos -el Premio Nacional de Literatura, el premio PEN/Saul Bellow a la trayectoria literaria, la medalla Jefferson, entre muchos otros- no la pusieron en un pedestal ni la mantuvieron apartada de la actualidad ni de los vaivenes de la política, siempre identificada con el Partido Demócrata. En 1998, cuando el entonces presidente Bill Clinton enfrentaba la posibilidad de ser destituido por el ocultamiento de su relación con Monica Lewinsky, declaró: «Clinton es el primer presidente negro de los Estados Unidos».

En 2012, recibió la Medalla Presidencial de la Libertad de manos del entonces presidente Barack Obama (junto a otro futuro premio Nobel, Bob Dylan). El primer mandatario, que afirmaba que La canción de Salomón (1977) era el libro al que retornaba para entender la naturaleza cíclica del sufrimiento humano, la despidió ayer al afirmar que su obra «era un bello y significativo desafío a nuestras conciencias y nuestra imaginación moral».

Beloved, 1987
Beloved, 1987

Morrison publicó su primera novela a los 40 años. Sus jefes en Random House le plantearon un ultimátum: si se dedicaría a escribir o editar lo que escribían otros. Ojos azules (1970) narraba la historia de una niña negra que quiere parecerse a las muñecas con las que jugaban las niñas blancas. Su última novela fue La noche de los niños (2015). Todas están disponibles en español en Penguin Random House en formato e-book.

«Morrison animaba la realidad en un estilo que no tenía precedente en la lengua inglesa. Su prosa, luminosa y plena de melopeyas, resuena con las cadencias de la tradición oral negra. Sus tramas son oníricas y no lineales: viajan hacia atrás y adelante en el tiempo como si sus personajes cargaran con el peso de la Historia en cada uno de sus actos», definía ayer Margalit Fox en las páginas de The New York Times, acercando la tumultuosa convivencia en sus obras de mito, magia y superstición al realismo mágico latinoamericano.

The Pieces I Am, un documental que recorre su educación como escritora y reafirma la importancia de su trabajo como editora en la difusión de escritores afroamericanos, acaba de estrenarse en su país. Allí, varios colegas y sucesores recordaban entre sonrisas -por esa mezcla de sencillez y seguridad que combinaba en su figura- una de las muchas frases memorables de Morrison, que enseguida conocida la noticia de su muerte se compartieron en las redes sociales para recordarla: «Si hay un libro que querés leer pero aún no se ha escrito, entonces es que tenés que escribirlo».

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/cultura/toni-morrison-la-pitonisa-de-la-america-negra-que-expandio-los-limites-del-lenguaje-nid2274854
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¿Cuál es el secreto de los grandes maestros?

Colombia / 23 de junio de 2019 / Autor: Julián de Zubiría Zamper / Fuente: Semana

Cada año la Fundación Compartir elige un Gran Maestro y tres ilustres. Partiendo del estudio que realizó como jurado del concurso, el pedagogo Julián De Zubiría reflexiona sobre las características comunes a ellos y propone convertir a los elegidos durante las dos décadas anteriores en maestros de docentes.

Por veinte años consecutivos la Fundación Compartir ha elegido al mejor maestro del país. Es una oportunidad para rendir homenaje a docentes que, haciéndole el quite a dificultades generadas por el contexto familiar en el que viven sus estudiantes, a la violencia que azota estas regiones y a las condiciones de infraestructura y dotación de las instituciones educativas, con enorme esfuerzo logran transformar las vidas de sus muchachos. Al hacerlo impulsan procesos de movilidad social en estos territorios.

Lo primero que hay que llamar la atención es que son pocos los maestros que transforman para siempre la vida de los jóvenes bajo su orientación. Cuando se le otorgó a Albert Camus el Premio Nobel de Literatura, evocó al profesor que le enseñó a leer. Cuando lo he preguntado en seminarios, me han respondido que entre tres y siete docentes han impactado sus vidas, lo cual es muy poco respecto del alto número de docentes que hoy en día intervienen en la vida de un joven. Pero también es cierto que todos los recordamos con inmenso cariño. A partir de las reflexiones que hice luego de haber estudiado las propuestas de quienes aspiraban al título de Gran Maestro en Colombia, quisiera destacar algunas de sus características principales. Hay que tener en cuenta que, en 2019, 1.074 profes aspiraron al premio.

En primer lugar, todos son líderes sociales. Los maestros que más se destacan en el país, movilizan a las comunidades en las que viven, visitan y dialogan con frecuencia con los padres de sus estudiantes e investigan a profundidad sus contextos. Todos ellos asumen como si fueran propios algunos de los problemas ambientales, tecnológicos o sociales en sus regiones e involucran a sus estudiantes en la investigación de dichas problemáticas. Lo claro es que, trabajan con la comunidad, la investigan, e intentan implementar algunas soluciones. Hacen exactamente lo contrario a lo que pretendía el senador Edward Rodríguez del Centro Democrático al intentar prohibir la libertad de cátedra. Ellos son ejemplo vivo de la más amplia libertad para investigar, reflexionar, pensar, hablar y cuestionar. Es más, asumen la libertad y la autonomía como la bandera en sus procesos formativos. El ejemplo más claro de ello es Carlos Enrique Arias, ganador del Premio a Mejor Maestro, quien logró que 94% de los egresados de su Institución Educativa en Montelíbano, ingresaran a la educación superior, cuando antes solo lo hacía el 20%. De esta manera, la educación estimula la movilidad social y permite a los jóvenes superar el círculo vicioso de la miseria. Tarea que debe valorarse aún más, si se tiene en cuenta que han estudiado en medio de las balas de todos los actores que han participado en el cruento conflicto armado vivido en Córdoba desde hace varias décadas.

Lo más triste es que dado el indiscutible liderazgo social alcanzado por los docentes, han sido blanco de estigmatización, persecución y amenazas por parte de los grupos políticos que tienen el control regional sobre la población, la tierra y la riqueza. Con frecuencia, fueron declarados objetivo militar por los paramilitares. Es así, como un muy reciente informe de la Fundación Compartirsobre la educación rural incluye un dato escalofriante: 1.579 maestros han sido asesinados durante el conflicto armado. Muchos de ellos, sin duda, fueron excepcionales docentes que dieron su vida por la educación. El liderazgo social de los maestros, los ha convertido en un objetivo político, cuando no militar, de sus contradictores.

La pasión es la segunda característica que encuentro en los docentes excepcionales. Todos gozan enseñando y agregan horas de acompañamiento a las que les exige su contrato. Su compromiso es ilimitado con los niños, los jóvenes y el entorno. Preparan minuciosamente sus clases y sus salidas de campo. Los grandes docentes sienten –como solía decir Freire-, que están cambiando a las personas que cambiarán el mundo. Hay mucho de mística en su tarea diaria. Se sienten misioneros de un cambio social. La esperanza, el entusiasmo y el sueño de vivir en un mundo mejor, los anima en su labor cotidiana.

La pasión –como el llanto-, se contagia, y por ello, los estudiantes se nutren de ella. Beben del compromiso de estos maestros y terminan dedicando varias horas a la lectura y la investigación. Bajo el liderazgo de un líder transformador, los estudiantes trabajan motivados y en equipo, ya que las tareas que les señalan, les resultan altamente pertinentes para sus vidas y para el contexto en el que viven.

La tercera característica, siempre la he encontrado presente en los estudios nacionales e internacionales sobre el tema. Los buenos maestros no se limitan a enseñar; sino que generan preguntas, impulsan debates y promueven la reflexión. Los maestros excepcionales enseñan a pensar y a leer de manera crítica. Eso halló Bain estudiando a los docentes excepcionales en las universidades en Estados Unidos. Eso mismo concluyó Sandra García, profesora de la Universidad de los Andes, estudiando las características comunes de los ganadores en los veinte años del concurso. Y una vez más, lo he vuelto a encontrar al estudiar los proyectos de los mejores docentes en Colombia que aspiraban a ganar el Premio Compartir en 2019. Son docentes que enfrentan a los estudiantes a problemas contextuales, los cuales hay que comprender, interpretar y resolver. Al hacerlo, les enseñan a pensar, leer y convivir. Son docentes que han transformado el modelo pedagógico tradicional por otro más reflexivo, dialogante y contextualizado, el cual, impacta de manera estructural el desarrollo de sus estudiantes.

Para poder hacerlo, los mismos docentes se vuelven más reflexivos, más autónomos y más críticos de sí mismos y del contexto. Al fin y al cabo, “nadie da lo que no tiene”. Ellos tienen de sobra la independencia y la autonomía que buscan fortalecer en sus estudiantes. Han reflexionado previamente sobre sus prácticas, una y otra vez las han evaluado e investigado. Bain concluye que los muy buenos docentes identifican los obstáculos a los que se enfrentarán sus estudiantes. En términos más técnicos, diríamos que los docentes excepcionales, tienen muy buenos niveles de metacognición sobre sus prácticas educativas. Por oposición, los docentes tradicionales, no se detienen a pensar para qué enseñan lo que enseñan, ni qué hicieron mal en dicho proceso. Dada la falta de reflexión, con el paso de los años, estos últimos se vuelven, cada vez, peores docentes, ya que, no aprehenden de su experiencia.

La cuarta y última característica que encontré en los docentes excepcionales es que retan a sus estudiantes, les exigen, les ponen problemas complejos para resolver. Al mismo tiempo, siempre les ponen andamios para que puedan resolverlos. Con estos docentes, los estudiantes trabajan mucho más: leen, piensan y se esfuerzan, ya que sienten que vale la pena hacerlo.

Ningún Ministerio de Educación logrará mejorar la calidad, si no cuenta con maestros apasionados, que hayan abandonado los modelos tradicionales y que enseñen a pensar y leer de manera crítica. Ninguno. El problema grave es que la gran mayoría de docentes de Colombia no son como ellos. Tienen excelente actitud y han llegado a la docencia por vocación, pero no tuvieron la formación adecuada para desarrollar las competencias que pretenden lograr en sus estudiantes. Les falta formación, autonomía, trabajo en equipo, lectura y pensamiento crítico. Es especialmente triste para mí decirlo, pero los docentes que están saliendo de las facultades de educación, presentan los niveles más bajos en lectura crítica y razonamiento numérico, entre todos los egresados de la educación superior. Es una triste realidad que tendremos que enfrentar de manera creativa y autocrítica, si en verdad queremos brindarles a las próximas generaciones la educación que necesitan ellos y la nación, para avanzar en el desarrollo humano.

Solo cuando el país se decida a transformar las Normales y las Facultades de educación, podremos pensar en mejorar la calidad de la educación. Esta meta no fue incluida en el Plan de Desarrollo del actual gobierno. Por tanto, es poco lo que podemos esperar al respecto durante los próximos tres años. La Fundación Compartir ya propuso priorizar la formación. Esa una propuesta muy pertinente, pero permanece engavetada. Aun así, se quedó corta en algo esencial: el país necesita fortalecer la formación in situ, necesita garantizar que haya reuniones de docentes semanales que cuenten con equipos de calidad de las secretarías para que las apoyen. De lo contrario, nunca cambiaremos el currículo fragmentado que hoy domina la educación, nunca superaremos un modelo pedagógico centrado en la trasmisión de informaciones y nunca consolidaremos en los docentes las competencias que ellos tendrán que desarrollar en sus estudiantes.

Maestras como Adriana González están llevando a pensar a jóvenes que la ciencia si debe ser cosa de mujeres. Maestras como Esmeralda Ortiz están recuperando la historia ancestral de la población afrodescendiente en Jumbo. Maestros como Adilson Barahona está generando preguntas científicas y tecnológicas altamente permitentes a jóvenes de la población de Sandoná en Nariño. Todos ellos deberían ser un referente para la formación de futuros docentes en Colombia. Debería el MEN retirarlos de sus aulas y convertirlos en maestros de docentes. Al fin y al cabo, nada mejor que ser formado por un maestro excepcional. Si lo hacemos, multiplicaremos por todo el país, la pasión, el compromiso, la lectura y el pensamiento crítico, que a ellos les sobra.

Fuente del Artículo:

https://www.semana.com/opinion/articulo/cual-es-el-secreto-de-los-grandes-maestros-columna-de-julian-de-zubiria-samper/620031

Fuente de la Imagen:

https://uniandes.edu.co/es/noticias/premios-y-reconocimientos/profesor-cordobes-ganador-de-premio-compartir-2019

ove/mahv

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Programación del Portal Otras Voces en Educación del Domingo 23 de junio de 2019: hora tras hora (24×24)

23 de junio de 2019 / Autor: Editores OVE

 

Recomendamos la lectura del portal Otras Voces en Educación en su edición del día domingo 23 de junio de 2019. Esta selección y programación la realizan investigador@s del GT CLACSO «Reformas y Contrarreformas Educativas», la Red Global/Glocal por la Calidad Educativa, organización miembro de la CLADE y el Observatorio Internacional de Reformas Educativas y Políticas Docentes (OIREPOD) registrado en el IESALC UNESCO.

 

00:00:00 – Cientos de profesores ticos protestaron contra políticas lesivas

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01:00:00 – David Fernández de Arriba: “El cómic como herramienta didáctica presenta un lenguaje muy atractivo para los alumnos, en clase funciona muy bien”

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/312953

02:00:00 – Educación superior pública puede cubrir solo el 51% de la demanda en Ecuador

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/313357

03:00:00 – Condiciones para reformas educativas exitosas

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04:00:00 – Estados Unidos: El acoso escolar te pasará la factura… por 313 dólares

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/313362

05:00:00 – Otros 10 libros que todo docente debe leer

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/312672

06:00:00 – Libro: Violeta Parra, 100 años. Cuaderno Pedagógico (PDF)

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07:00:00 – Chernobil educativo en Cataluña

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/313376

08:00:00 – Libro: El aprendizaje en la infancia y la adolescencia. Claves para evitar el fracaso escolar (PDF)

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/313474

09:00:00 – “Ser un buen docente significa sacar a la luz lo mejor de cada alumno”: Rosa María Espot y Jaime Nubiola

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/313454

10:00:00 – Manual: Educación Inclusiva y de Calidad, Un Derecho de Todos (PDF)

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/313470

11:00:00 – Cómo gestionar el ESTRÉS DOCENTE con éxito

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/312975

12:00:00 – ¿En qué países pasa más tiempo la gente leyendo?

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/313372

13:00:00 – 10 mejores universidades del mundo #infografia #infographic #education

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/313458

14:00:00 – España: Las Universidades sufren un ‘tijeretazo’ de 9.500 millones de euros entre 2010 y 2017

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/313433

15:00:00 – Seis Contradicciones de la Reforma Educativa de la 4T

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16:00:00 – Chile: Trabajadores acusan que quieren mercantilizar la educación preescolar

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17:00:00 – Cinco canales de Youtube para estudiar Biología

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18:00:00 – Libro: Perspectivas decoloniales sobre la educación (PDF)

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/313480

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Gabriela Mistral, la gran Nobel de Latinoamérica

Redacción: La Prensa Gráfica

Se conmemoraron los 130 aniversarios del natalicio de la poetisa chilena que se hizo con el premio Nobel de Literatura en 1945. ¡Un parteaguas histórico!

La primera mujer latinoamericana –y única hasta hoy– en ganar un premio Nobel de Literatura nació un día como hoy en Vicuña, provincia del Elqui, región de Coquimbo, Chile, en el año de 1889.

Hasta 1908, su nombre real fue Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, ya que en ese año empleó su seudónimo para firmar los escritos publicados en los periódicos, y desde entonces fue conocida por el mundo como Gabriela Mistral.

Mistral, además de creer en su obra como poetisa, estuvo desde los 15 años al servicio de la docencia. Su primera plaza como profesora fue en la escuela de Barranca (1910), en Santiago de Chile; al mismo tiempo, fue aceptada como estudiante en la Escuela Normal de Preceptores. A razón de ello se le abrieron las puertas como educadora en las ciudades chilenas de Traiguén, Punta Arenas, Antofagasta y Temuco.

Gracias a sus valiosos escritos, Mistral fue reconocida rápidamente por la prensa de su país y para 1914 había logrado con «Sonetos de la muerte» la más alta distinción en los Juegos Florales organizada por la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile.

La chilena Gabriela Mistral atrajo las miradas hacia América Latina con la obtención del premio Nobel de Literatura en 1945. ¡Toda una gesta histórica!

Salto hacia América Latina

Triunfaba enseñando a los niños y produciendo literatura, y eso le catapultó hacia América Latina. En 1922 viajó a México y colaboró con la reforma educacional y creación de bibliotecas populares en dicho país. Es en ese año cuando su obra «Desolación» se lee en Estados Unidos y entonces gana el renombre internacional.

Llega la década de los 30 y Estados Unidos, Centroamérica y Europa se vuelven su base para dictar conferencias y clases. También participa en múltiples e importantes congresos.

Con ríos de tinta vertidos en innumerables rollos de papel, más incontables premios internacionales, finalmente es galardonada con el Nobel de Literatura en 1945.

«Este galardón influenció a Europa y provocó que se pensara en América Latina y que el idioma español fuera tomado en cuenta», apunta Manlio Argueta, director de la Biblioteca Nacional de El Salvador, al recordar ese momento.

Seis años después de esa gesta, el 10 de enero de 1957, y luego de luchar y padecer con un cáncer de páncreas, Mistral falleció en el Hospital de Hempstead, en Nueva York.

Su obra no terminó para ese entonces, pues de manera póstuma aparecieron muchos libros que reunieron parte de sus prosas, rondas, cantos, oraciones y poemas.

«Gabriela Mistral estaría cumpliendo 130 años de vida física este año 2019; pero lo verdaderamente significativo en ella no es la dimensión cronológica sino la inspiración creativa, que es eterna», consideró el escritor salvadoreño David Escobar Galindo.

RELACIÓN CON EL SALVADOR

Galindo recordó que: «Gabriela desarrolló un vínculo muy especial con El Salvador desde que estuvo en nuestro país en 1931, recorriendo lugares y conociendo personas. Ella, pues, vive entre nosotros, con todos los efluvios vivificantes que eso significa».

Por su parte, Manlio Argueta habla sobre el acercamiento de Mistral con sus homólogos cuscatlecos como Salarrué, de quien hay al menos una fotografía con ella, así como el intercambio epistolar entre la chilena y Claudia Lars.

De acuerdo con Argueta, ellos habrían tenido mucho contacto profesional gracias a la revista Repertorio Americano, que se editaba y publicaba en Costa Rica y era el encuentro de grandes escritores de aquellas épocas.

En cuanto a la amistad fraguada entre Lars y Mistral a pesar de la distancia, este periódico publicó el 1 de marzo de 2009 las siete cartas que intercambiaron y en las que se denota el respeto y admiración que se tuvieron en vida.

Fuente: https://www.laprensagrafica.com/cultura/Gabriela-Mistral-la-gran-Nobel-de-Latinoamerica-20190406-0416.html

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La poetisa chilena pionera en educación y diplomacia

Chile / 6 de enero de 2019 / Autor: Mercedes Quevedo / Fuente: El Subte-rraneo

Ser la única latinoamericana galardonada en 1945 con el Premio Nobel de Literatura, es un gran título y legado.

A eso, hay que añadirle que fue una de las principales figuras de la literatura chilena y continental.

Gabriela Mistral nació el 7 de abril de 1889 en Vicuña, Chile, con el nombre de Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga.

Tomó su nombre artístico de dos grandes pasiones como lo fue la naturaleza y la poesía. El autor Federico Mistral tuvo mucho que ver con esto.

En 1904, esta mujer dio sus primeros pasos trabajando como profesora en la Escuela de la Compañía Baja en La Serena. Ahí, se volvió colaboradora en los diarios locales El Coquimbo y La Voz de Elqui.

Ganó experiencia y supo que la escritura era lo suyo. En 1914, llegó el Premio Flor Natural en los Juegos Florales de Santiago con “Sonetos de la Muerte” y ya fue el momento de presentarle al mundo su seudónimo Gabriela Mistral.

Solo tres años después, Gabriela apareció en la antología poética de Chile más importante hasta la fecha, Selva Chilena. Y desde entonces, no paró de recibir reconocimientos.

Carrera profesional

La condición humilde de su familia le privó de cursar educación, pero mediante una convalidación de sus conocimientos, logró el título de profesora del Estado. Tenía la capacidad de dar clases a nivel de secundaria.

A pesar de su “falta de preparación”, logró el puesto de directora en el liceo Nº 6 de la capital del país.

En 1923 fue contratada por el Gobierno de México para formar parte de un equipo que sentó las bases para una reforma universitaria que aún medio siglo más tarde, sigue vigente.

Viajó por Europa y Estados Unidos mostrando mucho interés por los distintos sistemas educativos.

Su temple y notoriedad internacional, la convirtió en la primera cónsul chilena. Una de sus primeras labores las cumplió en Italia, pero se declaró antifascista y Benito Mussolini no aceptó a una mujer diplomática.

En esta etapa publicó “Tala” (1938), considerado uno de sus libros más importantes, donde se encuentra la raíz de lo indoamericano.

Viajó por las Antillas, el Caribe y los países centroamericanos. En Panamá, le otorgaron la Orquídea de Oro y La Flor del Espíritu Santo, las más altas insignias de la Escuela Normal de Institutoras del país. La Universidad de Guatemala le concedió el grado de Doctor Honoris Causa.

Durante su labor de cónsul en España, publicó “Nubes Blancas” (1934) un libro antológico de sus poemas.

Desde sus primeras experiencias con las letras, que la hicieron merecedora de incontables reconocimientos, hasta su madurez como escritora y educadora, diplomática y viajera, Gabriela Mistral rompió fronteras.

Entre sus títulos destacados figuran: “Desolación” (1922), “Lecturas para mujeres” (1923), “Ternura” (1924), “Antología” (1941), “Lagar” (1954) y “Recados contando Chile” (1957).

La chilena falleció en 1957 a los 67 años. En su testamento, ordenó que todo el dinero recaudado por las ventas de sus obras en América Latina se destinara a los niños más desfavorecidos de Montegrande (Chile) y el dinero de las ventas en el resto del mundo, en beneficio de los niños pobres del resto de su país.

Desde 1981, y a modo de homenaje, los billetes de 5.000 pesos chilenos llevan la imagen de Gabriela Mistral.

Mistral es una de las poetas más importantes del siglo XX y una docente que hizo mucho por la preparación de los ciudadanos.

Entre sus importantes nombramientos destacan títulos “honoris causa” por la Universidad de Guatemala, Mills College de Oakland (California) y por la Universidad de Chile, entre otras. También tiene en su haber además del Nobel, los galardones Premio Nacional de Literatura de Chile (1951) y el Premio Anual de la Academia Norteamericana de la Historia Franciscana (1950).

Sus obras han sido traducidas a más de 20 idiomas.

Definitivamente la escritora chilena más celebrada de la historia…

Fuente de la Reseña:

La poetisa chilena pionera en educación y diplomacia

ove/mahv

 

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