Por: Lusmery Yamileth Alvarado
“La investigación acción nos permite estudiar, indagar, identificar, interpretar y transformar las realidades sociales de nuestras propias comunidades” Lusmery Alvarado
El proceso de investigación en la época actual marcada por la Pandemia del COVID-19 ha cobrado un auge desmedido, empleando técnicas, métodos y estrategias sobre metodologías de trabajo que nos invitan a continuar con la innovación en educación a través de la investigación en línea en pro de la refundación de la sociedad académica en la que a diario convivimos.
En este sentido, iniciare con el término Investigación Acción (IA), ubicando su origen aproximadamente en 1944, proviniendo de Kurt Lewin, quien argumentaba que con la aplicación de la IA se podría lograr de manera sincrónica adelantos teóricos y transformaciones sociales en beneficio de las comunidades en estudios y la sociedad misma. La IA puede ser concebida como una herramienta metodológica que desde de lo interno de las comunidades se pueda estudiar, indagar, identificar, interpretar y transformar las realidades sociales presentes que impiden la consolidación de los procesos claves que agregan valor a la sociedad.
Contextualizando al mundo académico, la IA funge como herramienta metodológica que permite estudiar la realidad educativa desde las acciones de los actores sociales involucrados directamente, enfatizando en la triada comunidad-educación-universidad, en este sentido, han surgido variantes o elementos que se adicionan a la IA, tal es el caso de la Investigación Acción Participante (IAP), Investigación Acción Crítica y Reflexiva (IACR), Investigación Acción Participativa Crítica y Reflexiva (IAPCR), entre otras variantes, donde el epicentro de cada una vista como métodos se encuentran alrededor de los intereses teóricos, prácticos, académicos, sociales y/o emancipadores de cada investigador o grupo de investigadores que desean interpretar y transformar las realidades que los rodean.
Kurt Lewin desde su experiencia vivenciada identifica un triángulo compuesto por la acción, la investigación y el entrenamiento, donde deben mantenerse unidos e integrados en función de su propio beneficio, es así, que la IA arraiga su origen al logro de cambios y transformaciones sociales, y se podría asociar al conocimiento popular propio de las comunidades y los pueblos, donde su praxis diaria enraizada desde su cotidianidad en que se desenvuelven los llevan a aprender de su propio entorno, conocimiento este rico para idear alternativas de solución que transformen su propia realidad.
En este sentido, es importante concretar la simbiosis entre el conocimiento popular y el conocimiento académico, que nos debe invitar a promover el dialogo de saberes necesarios que nos permita establecer sobre las bases sólidas un circulo de saberes necesarios para refundar nuestra sociedad académica, desde donde podamos estudiar y reconocer el valor del saber popular, sistematizando experiencias que nos permitan investigar para conocer y para saber ser dentro de la sociedad postmoderna en la que nos encontramos.
Finalmente, la IA en todas sus variantes nos llevan a reconocer y repensar los procesos propios de nuestro mundo académico, reorientando nuestras acciones hacia el conocer para transformar, coadyuvando a estrategias que desde este método podamos responder desde nuestros ambientes académicos a las exigencias de la época actual, bien lo dijo José Martí “es criminal el divorcio entre a educación que se recibe en una época y la época misma”, por tanto, esta es la época de dar la relevancia e importancia que ameritan los procesos propios de nuestra sociedad, donde la voluntad de nuestros líderes académicos debe ser la bisagra que engrane el saber popular con el saber académico de nuestras universidades.
*Colaboradora permanente de Otras Voces en Educación