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“Se acabó la guerra, ojalá que nunca vuelva”

Por:  Enrique Santiago

La firma de los acuerdos sobre “Cese bilateral  y definitivo del fuego y de hostilidades”, “Dejación de armas” y “Garantías de seguridad y desmantelamiento del paramilitarismo” suscritos el jueves 23 de junio en La Habana, suponen el fin de la guerra que desde hace más de 52 años ha enfrentado en Colombia a la guerrilla campesina de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC–EP) y al Estado colombiano.

Tras tres intentos de paz fallidos, en 1984, 1992 y 1998, el actual proceso de conversaciones de paz iniciado en Oslo y en La Habana en noviembre de 2012 se acerca a su fin y al inicio del llamado “post conflicto”, sin duda más difícil aún que las conversaciones de paz, fase que consiste en la reincorporación a la vida civil de los antiguos combatientes guerrilleros y en la implementación de los distintos acuerdos parciales alcanzados para acabar con las causas estructurales de esta cruenta y prolongada guerra que ha provocado más de 250.000 muertos, medio millón de exiliados  y 7 millones de desplazados internos.

A pesar del discurso abonado por los enemigos de la paz, el actual proceso de conversaciones  ha avanzado rápidamente, habiendo sido el segundo proceso de paz más corto en el tiempo de los habidos desde el final de la Segunda Guerra Mundial. El proceso de paz de El Salvador duró 10 años, 11 años el de Guatemala, más de 10 años el de Irlanda del Norte, 14 años el de Angola, y así podríamos seguir con los procesos de Sudáfrica, Burundi, Tayikistán, Sierra Leona… Todos ellos duraron en torno a los 10 años.  Únicamente el proceso de paz de Nepal ha durado algo menos que el actual proceso de paz en Colombia, 4 años exactos. Sin duda no es lo más importante la duración de un proceso de paz sino que este llegue a buen término, pero desgraciadamente la Mesa de Conversaciones de La Habana ha trabajado desde hace más de dos años con la espada de Damocles del tiempo pendiendo sobre sus cabezas, falaz argumento esgrimido por los distintos sectores económicos y políticos que pierden su razón de ser, o sus beneficios, con la llegada de la paz, argumento que el Gobierno de Colombia –siempre pendiente de las encuestas de opinión política– ha utilizado en más de una ocasión para presionar a su contraparte en la mesa de conversaciones.  Pero hoy estamos de enhorabuena, porque la firma del Acuerdo Final de paz es algo ya cercano –quizás un mes, dos como mucho– y sobre todo es irreversible.

Esto no significa que los problemas en Colombia, las desigualdades entre el campo y la ciudad, entre los más ricos y los más pobres, entre las mujeres y los hombres, entre los criollos y los indígenas o los afro descendientes –es el país más desigual de América Latina y uno de los más desiguales del mundo, según el coeficiente de Gini–, desigualdades que ocasionaron este último  conflicto armado y los muchos que lo precedieron, vayan a desaparecer por la firma del Acuerdo de Paz. En Colombia el 53% de la tierra aprovechable está en manos de 2.300 personas y el 58% de los depósitos bancarios en manos de 2.681 clientes.

El post conflicto será una intensa batalla contra esas desigualdades y del éxito de la implementación de los acuerdos parciales alcanzados, dependerá que Colombia entre irreversiblemente en la senda de la paz, la consolidación democrática  y el progreso o que este acuerdo pase a la historia como uno más de las decenas de acuerdos de paz fallidos para poner fin a conflictos internos que, de forma sucesiva, ha habido en Colombia desde su independencia del dominio español el 7 de agosto de 1819. La principal responsabilidad  recaerá en los poderes públicos y las instituciones colombianas, quienes con el apoyo de la comunidad internacional –un apoyo ojalá que irrestricto– deberá garantizar la implementación de los acuerdos, eludiendo la maldición que ha asolado a la inmensa mayoría de los procesos de paz habidos en el mundo en los últimos sesenta años, en los cuales el cumplimiento de las medidas de desarrollo social y económicos plasmados en los acuerdos finales ha sido más que deficiente, como acreditan la mayoría de las evaluaciones de cada uno de esos procesos de paz realizadas a fecha de hoy.

Desde noviembre de 2012 en La Habana se han alcanzado acuerdos sobre “Reforma Rural Integral” –el abandono por el Estado del campo y de los pequeños campesinos  y la negación del derecho de propiedad de la tierra a estos, es el origen del actual conflicto armado–; “Participación Política” –en Colombia los partidos tradicionales, el llamado “establecimiento”, ha acostumbrado a exterminar físicamente a cualquier alternativa política organizada que amenazara la continuidad de la alternancia entre liberales y conservadores–; “Sustitución de cultivos de uso ilícito” –los cultivos ilícitos han sido en la practica el único medio que para sobrevivir han tenido los pequeños campesinos y las comunidades rurales, los únicos productos que podían comercializar–; “Descontaminación de Restos Explosivos de Guerra, Municiones sin explotar y minas antipersonas” –Colombia es uno de los países del mundo más contaminado por estos explosivos, obviamente en las zonas rurales–;  “Victimas. Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y Garantías de No repetición” –el único acuerdo sobre justicia transicional alcanzado en un mesa de conversaciones que respeta estrictamente los contenidos del derecho internacional en vigor y que supone el sometimiento de ambas partes a una justicia especial para la paz–; “Búsqueda de personas desaparecidas” –según datos oficiales, en Colombia existen más de 50.000 desaparecidos por motivos relacionados con el conflicto interno, solamente desde los años 80 hasta hoy–; y ahora los acuerdos sobre  “Cese bilateral  y definitivo del fuego y de hostilidades”, “Dejación de armas” y “Garantías de seguridad y desmantelamiento del paramilitarismo” .

Este último acuerdo sobre desmantelamiento del paramilitarismo es de una especial importancia. El fenómeno de los ejércitos privados en Colombia, habitualmente creados y al servicio de los terratenientes y ganaderos, los denominados “paramilitares”, hace tiempo que escapó del control del Estado, a pesar de haber sido utilizados en especial por la Fuerza Publica en su combate contra las distintas insurgencias guerrilleras. Según los datos de la “Unidad de victimas” del Ministerio de Interior de Colombia, entre 1980 y 2012 se produjeron 1.166 masacres ejecutadas por grupos paramilitares, 1 cada 10 días. En muchos casos las masacres duraban días, hasta semanas, y se producían en la cercanía de bases militares. En ninguna de esa masacres la Fuerza Pública llego a intervenir, ya fuera para impedirlas o para detenerlas, nunca hubo enfrentamientos entre Ejército y paramilitares.  Hoy día, las denominadas “bandas criminales” u “organizaciones sucesoras del paramilitarismo” controlan en monopolio las rutas de exportación de cocaína a Europa y a los Estados Unidos, así como innumerables fenómenos de delincuencia organizada común. Tras el proceso de paz de Casa Verde, iniciado en 1984 entre las FARC EP y el Gobierno de Belisario Betancur, grupos paramilitares en connivencia con agentes del Estado asesinaron a más de 5.000 militantes de la Unión Patriótica, la fuerza política de izquierdas nacida en el seno de dicho proceso de paz. Ese riesgo, muy cierto hoy día, es el que el Gobierno colombiano, con el apoyo de toda la comunidad internacional, debe conjurar, dando un combate frontal hasta el desmantelamiento total de los ejércitos privados, objetivo alcanzable con la estricta implementación del acuerdo alcanzado en la Mesa de Conversaciones sobre “Garantías de Seguridad”, garantías no solamente para los guerrilleros que van a dejar las armas, sino necesariamente extensivas a las comunidades campesinas, fuerzas políticas, grupos étnicos, defensores de derechos humanos, sindicalistas, periodistas, y tantos otros y otras ciudadanos colombianos en permanente amenaza o riesgo a su integridad por trabajar por un país más justo y equitativo.

La Unión Europea ha venido acompañando este proceso en los últimos años, de forma activa en los últimos meses. El Enviado Especial de la UE para el proceso de paz, el ex ministro irlandés Sr. Eamon Gilmore, ha acudido a La Habana en varias ocasiones, reuniéndose con ambas partes y ofreciendo ayuda económica para la construcción de la paz, si bien se trata de una ayuda aún insuficiente: el apoyo financiero de la UE será distribuido en tres etapas,  la primera pondrá a disposición recursos inmediatos para atender 24 requerimientos que ya fueron acordados con el ministro para el post conflicto, Rafael Pardo. La segunda etapa girará en torno al denominado Fondo Fiduciario de la Unión Europea, que actualmente alcanza la muy limitada cifra de 90 millones de euros, y su uso principal será apoyo al desarrollo rural. La última fase será la financiación de proyectos de infraestructura para el post conflicto, a través del desembolso de créditos hasta por 400 millones de euros que saldrán de la Banca de Inversión Europea. Créditos reembolsables, es decir, no se trata estrictamente de cooperación. Habremos de estar atentos a las condiciones de reembolso que se impondrán a dichos créditos para que realmente ayuden y no lleguen a dificultar la construcción de la paz.

Alemania ha sido el país de la UE que más activo se ha mostrado en el apoyo al proceso de paz en Colombia, con la designación hace más de un año del Diputado Tom Koenigs como Comisionado del Ministro de Relaciones Exteriores para el proceso de paz, mientras que el Banco de Crédito para la Reconstrucción y el Desarrollo, entidad pública alemana, ha comprometido a fecha de hoy 75 millones de euros para el post conflicto  y la construcción  de paz.

El enviado especial Koenigs se ha mostrado especialmente comprometido con la paz, ayudando a la buena marcha del proceso con pronunciamientos sobre los problemas concretos que enfrenta el post conflicto: “Los sucesores del paramilitarismo contradicen claramente a todos los protagonistas (guerrilla, gobierno, sociedad civil, víctimas, etc.) y contenidos (reforma agraria, reparación a víctimas, devolución de tierras, fin del narcotráfico, justicia, no repetición, etc.) de los acuerdos de paz, y son una grave amenaza para su realización” o “Resulta sorprendente que las víctimas de todas las partes y sus asociaciones correspondientes, con unas pocas excepciones, apoyan el acuerdo (de Justicia Transicional y Victimas) y están dispuestas a adjudicar una mayor importancia a los elementos de verdad, reparación y no repetición que a la severidad de las penas judiciales, mientras que los políticos de la derecha quieren ver restablecida la dignidad de las víctimas únicamente por penas de prisión” (2º Informe al Bundestag de T. Koenigs, 30 abril 2016).

En comparación, la diplomacia española, dependiente de su trabajo en América Latina para mantener su peso específico en el panorama diplomático internacional, ha estado ausente de este proceso de conversaciones, especialmente si se compara con su activa participación en los tres anteriores procesos de paz, fallidos, habidos entre las FARC EP y el Gobierno de Colombia. Este desentendimiento probablemente tiene que ver con el papel muy activo que la diplomacia española –tanto en los gobiernos de Aznar, de Rodríguez Zapatero como en el de Mariano Rajoy– desempeñó en el apoyo a la llamada “doctrina de la seguridad democrática” en Colombia, implementada por el Presidente Álvaro Uribe entre los años 2002 y 2010, y que lejos de acabar militarmente con la guerrilla –como se proponía– provocó pavorosas situaciones de violaciones a los derechos humanos, como los llamados “falsos positivos” –más de 4.000 ejecuciones extrajudiciales de jóvenes colombianos desempleados o marginales a los que el Ejército hacía pasar por guerrilleros abatidos en combate con el fin de mostrar resultados–  o las denominadas “chuzadas del DAS”,  espionaje a defensores de derechos humanos, jueces, políticos opositores y periodistas, que acabó con la disolución del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) –servicio de inteligencia dependiente directamente de la Presidencia de la República–  y el procesamiento de la mitad de su plantilla, tras ser calificado por los tribunales colombianos como una “organización criminal”.

El proceso de paz está llegando a buen término gracias al acompañamiento internacional, especialmente de los países de la América Latina que han visto en la paz de Colombia la paz de todo el continente. Junto al activo papel desempeñado como país garante por Noruega –sin duda la diplomacia con mayor especialización y eficacia en procesos de paz de cuantas existen hoy día–, Cuba  ha sido el otro país garante, que además de poner a disposición su territorio y las debidas condiciones de seguridad para que avanzara el proceso, ha sabido garantizar el apoyo político de la región al proceso, a la vez que –conjuntamente con Noruega– ha desplegado un imprescindible pragmatismo diplomático que ha permitido sortear los muchos desencuentros que entre las partes ha habido durante las conversaciones. El papel de países acompañantes desempeñado por Venezuela y Chile han ayudado a destrabar problemas y a sumar más apoyos a la causa de la paz. Finalmente, a partir de enero de 2015 la Administración estadounidense del Presidente Obama, con la designación del diplomático Sr. Bernard Aronson como enviado especial para el proceso de paz, también ha desempeñado un papel constructivo en las conversaciones, quizás no todo lo comprometido que pudiera haber sido a la vista de la influencia internacional de los EEUU, pero sin duda un apoyo a la paz en Colombia que nunca antes de forma tan explícita comprometió una administración estadounidense. La reunión celebrada el pasado mes de marzo entre el Secretario de Estado Sr. Kerry y la comandancia de las FARC EP en La Habana, supuso un evidente reconocimiento político a esta organización guerrillera, a pesar de que, inexplicablemente, aún sigue incluida en las arbitrarias listas de organizaciones “terroristas” de la Unión Europea, del Reino Unido y de los propios Estados Unidos.

Aún quedan acuerdos imprescindibles de alcanzar para la firma del Acuerdo Final de Paz. Los más importantes, los relacionados con la reincorporación de los antiguos combatientes a la vida civil, las zonas donde se producirá dicha reincorporación, la imprescindible y urgente  amnistía –prevista expresamente en las Convenciones de Ginebra a la finalización de un conflicto armado interno–, las necesarias Garantías de No repetición –revisión de la doctrina de seguridad y militar de Colombia y su adaptación a una sociedad en paz donde la población civil nunca más sea considerada un enemigo– y la puesta en marcha de la Jurisdicción Especial para la Paz, entre otras cuestiones de índole menor. Pero la firma este jueves en La Habana de los tres acuerdos que de facto ponen fin a la guerra, es la mejor garantía para alcanzar los acuerdos parciales restantes, de forma irreversible, en unas pocas semanas.

A partir de la firma del Acuerdo Final de Paz, será la comunidad internacional la que deba coger el relevo de la Mesa de Conversaciones de La Habana. Sin un acompañamiento firme e imparcial de la comunidad internacional, en especial de los países de América Latina y el Caribe y de las Naciones Unidas, será muy difícil verificar el cumplimiento de los acuerdos y acabar con las causas del conflicto. Es imprescindible garantizar un periodo de post acuerdo eficaz, donde la implementación de lo firmado sea una realidad y no se defrauden las expectativas de los colombianos y colombianas, en especial de aquellos que han vivido en primera persona la guerra, generación tras generación, en las zonas rurales del país. Una Colombia en paz abrirá la puerta a la solución de varios problemas mundiales, entre ellos el los cultivos susceptibles de unos ilícito y el narcotráfico o el desplazamiento de población. Colombia es un país dotado de inmensas potencialidades, sin duda la más importante reside en las personas que habitan en él, gente trabajadora y cordial, culta y emprendedora, con una envidiable formación académica y científica. El compromiso  de la comunidad internacional con esta paz que viene, tan difícil y generosamente construida entre todas, se verá cumplido cuando portar un pasaporte colombiano sea definitivamente motivo de orgullo y dignidad, nunca más un estigma.

Fuente: http://elordenmundial.com/tribuna/se-acabo-la-guerra-ojala-nunca-vuelva-enrique-santiago/

Fuente de la imagen: http://static.emol.cl/emol50/Fotos/2015/10/06/file_20151006160553.jpg

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«Hay que empezar de nuevo» Entrevista con Boaventura de Sousa Santos

Uruguay/23 junio 2016/Autor: Diego León Perez y Gabriel Delacoste/Fuente: la diaria

Entrevista a Boaventura de Sousa Santos

Boaventura de Sousa Santos es sociólogo y docente en la Universidad de Coimbra, en Portugal, y en la de Wisconsin-Madison, en Estados Unidos. Su trabajo busca producir un conocimiento que respete e incorpore los creados en las luchas populares y les sea útil. Ha escrito sobre América Latina, los problemas de la izquierda contemporánea y los procesos constituyentes y es un referente del Foro Social Mundial y de la Universidad Popular de los Movimientos Sociales. El 16 de abril dictó una charla en la Facultad de Ciencias Sociales, ocasión que se aprovechó para hacer esta entrevista.

¿Cómo ves la situación en Brasil después de la votación del juicio político a Dilma Rousseff?

-En el momento en que te hablo no sabemos qué va a pasar, pero de todos modos me parece que va a haber un período bastante turbulento políticamente. El impeachment es claramente un acto que configura un golpe parlamentario, sobre todo porque no se ha demostrado la presunta responsabilidad en crímenes que lo justificaría. Pero también por razones políticas, en la medida en que quizá la presidenta Dilma Rousseff es la política menos corrupta de América Latina, y va a ser impedida por un conjunto de los más corruptos de América Latina. Eso es grave para la democracia de Brasil y es grave para el continente. Entonces, me parece que lo que está en juego en este momento es una normalidad democrática.

Si se da el impeachment, va a tener algunas consecuencias. Obviamente, la polarización social en Brasil en este momento es muy alta, y pienso que ni los movimientos sociales, ni los ciudadanos, ni las clases populares van a aceptar este acto, sobre todo porque de él resultaría un gobierno liderado por un partido [el Partido del Movimiento Democrático Brasileño] que es conocido por ser uno de los más corruptos de la historia de Brasil. Y, por otro lado, porque probablemente el fenómeno más importante que está por detrás de todo esto es la operación Lava Jato, o sea, la gran investigación contra la corrupción, que quizá vaya a ser cancelada, ya que, según todos los indicios que tenemos, hay mucha gente involucrada en la corrupción que pertenece precisamente a ese partido que va a estar en el poder.

Todo esto crea un problema de legitimidad democrática difícil de manejar y cuyas consecuencias son difíciles de prever. Pero el impacto de lo que va a pasar será muy importante para toda la región, porque si el impeachment sale, será una afirmación de que las democracias que existen en el continente son fácilmente manipulables y de que si alguien gana las elecciones y obtiene, por tanto, el derecho de gobernar, cuando importantes fuerzas antidemocráticas deciden que no debe gobernar, tiene maneras de lograrlo por medio de una conjunción de medios: un Poder Judicial conservador, que está al servicio de esas fuerzas antidemocráticas, y fuerzas externas, que en este caso pienso que son del imperialismo estadounidense y que realmente no están interesadas en que continúe en Brasil un proceso que, si bien no es anticapitalista (Dilma no es anticapitalista; obviamente hay muchas críticas a su gobierno por no cumplir con el programa que propuso realizar cuando fue elegida), es posneoliberal, en el sentido de que tiene empresas públicas importantes nacionalizadas, como Petrobras, y recursos naturales importantes fuera del mercado internacional.

El propio Partido de los Trabajadores, antes de este proceso de impeachment, ya había llevado adelante una política basada en exportaciones extractivistas y ya había fortalecido a las policías que ahora son parte de las fuerzas conservadoras. ¿Qué queda de todo esto, cuando muchas de las fuerzas que están conspirando fueron desatadas por el propio gobierno?

-Es verdad que, a lo largo de estos años, estos gobiernos populares latinoamericanos, muchos de ellos salidos de movimientos sociales, cometieron numerosos errores.

¿Cuáles fueron los errores en el caso de Brasil? A mi juicio -y esto también puede aplicarse a otros gobiernos, como el de Cristina Kirchner, en Argentina-, lo que ocurrió fue que aprovecharon una coyuntura completamente excepcional, que es lo que llamamos el consenso de los commodities, es decir que, debido al impulso del desarrollo de China, los precios de las materias primas subieron y permitieron ganancias importantes a estos países. Los gobiernos populares decidieron entonces profundizar el modelo de desarrollo extractivista, con el objetivo de sacar algo de la renta resultante de esa alza de precios para hacer algo de redistribución social. O sea, no cambiaron el modelo económico: permitieron que los ricos y las oligarquías se siguieran enriqueciendo. Los bancos, por ejemplo, nunca ganaron tanta plata en Brasil como en los tiempos de Lula, pero, como los precios eran altos, quedaba un excedente significativo para hacer una redistribución sin precedentes. Por medio de mecanismos como bonos, becas familia y otras políticas sociales, se logró que más de 45 millones de personas salieran de la pobreza, lo que es un hecho político importante. Pero no era el socialismo, porque dependía totalmente de los precios internacionales, en cuya formación Brasil no incide de ninguna manera.

Por eso, por aceptar ese modelo de desarrollo, aceptaron también el modelo político que venía detrás, y que viene de muy atrás. Ese modelo político es el colonial. Hay una continuidad enorme con el modelo colonial, que se había interrumpido en algunos países con la industrialización y la sustitución de importaciones. Durante estos gobiernos populares no hubo cambios en el sistema político, ni en el sistema de los medios de comunicación, ni en el sistema fiscal, y eso fue lo que acabó por llevar a que estos partidos quedaran atrapados en el mismo proceso de gobierno que las oligarquías y las derechas tradicionales, que siempre han utilizado la corrupción, que siempre han utilizado los medios, que siempre han utilizado ilegalidades para poder consolidar su poder. Y hubo aquí una tentación: quizá, si se dejaba a los ricos ser aun más ricos, ellos iban a permitir que el país cambiara lentamente en términos sociales. El problema es que el consenso de los commodities duró hasta que los precios bajaron por la crisis de China, y desde entonces dejó de haber plata para poder garantizar las políticas públicas.

En el momento en que la plata escaseó, ¿qué podía hacer el gobierno? Sólo había una solución real, y era una política fiscal distinta: que los ricos pagaran más impuestos. Pero, como no se cambió el sistema político, eso está totalmente prohibido. Y, por lo tanto, el mismo gobierno empezó a hacer dos cosas: por un lado, profundizar aun más el agronegocio, la frontera agrícola, la frontera minera, lo que contribuyó al despojo de las poblaciones, a la contaminación del agua, a la crisis ambiental, en complicidades extrañas con los ejércitos privados que existen, con organizaciones paramilitares que matan a los indígenas y a los líderes campesinos por todo el continente, mientras estos gobiernos miran hacia otro lado. Por eso el ciclo se agotó.

Era una manera de gobernar como siempre se gobernó en América Latina, más a favor de las clases dominantes que de las clases populares, pero, en un contexto favorable, dejando una parte significativa de la riqueza para la redistribución social. Eso dejó de ser posible, se hizo insostenible para estos gobiernos. Por eso la crisis que tiene Brasil es la crisis que tenemos también en Ecuador en este momento, es la crisis que tenemos en Argentina, donde una derecha muy revanchista en pocos meses destruye todos los avances sociales que se habían conquistado en los últimos 12 años. Y por eso hay que empezar de nuevo.

¿Los gobiernos progresistas no se la pusieron un poquito fácil a la derecha? En este escenario, las fuerzas conservadoras van a volver al poder y se van a encontrar con una Policía militarizada y poderosa en términos materiales y legales, con leyes más represivas, cambios que a la derecha le habrían costado mucho más.

-Comprendo tu pregunta. Los gobiernos progresistas hicieron mucha continuidad con los anteriores, y por eso las rupturas pueden parecer más drásticas de lo que son en realidad. Realmente los líderes indígenas siguieron siendo asesinados en Brasil durante los gobiernos populares, como lo eran antes. Ahora -y aquí hay una división dentro del pensamiento crítico latinoamericano, dentro del cual estoy por adopción, porque no soy latinoamericano-, yo no voy al punto de considerar que estos gobiernos son gobiernos reaccionarios. Algunos colegas consideran que Evo Morales es un reaccionario. Yo no soy capaz, y te digo “no soy capaz” porque es un límite de mi inteligencia, de mi capacidad analítica. Pero es verdad que el progresismo fue hecho con las maneras antiguas de hacer política, y por eso los resultados están ahí. Y facilitaron realmente la entrada de la derecha. Este fue el gran error que cometieron algunas izquierdas del continente.

Uno de los grandes intelectuales de este continente, Álvaro García Linera, después de los resultados de las últimas elecciones en Bolivia dijo muchas veces que, si la derecha volviera al poder, tendría que reconocer que el centro de la política está desplazado hacia la izquierda, porque las fuerzas de izquierda lograron muchos avances que no se pueden destruir. Dijo que podrían reducirlos, pero siempre a partir de un centro ubicado más a la izquierda que antes. Como tú sabes, no fue eso lo que pasó. Mira a [el presidente de Argentina, Mauricio] Macri. En tres semanas, desapareció casi todo lo que se había hecho en 12 años. La derecha, cuando viene, viene revanchista. Viene con la decisión de eliminar todo lo que fue posible durante estos años, con la idea de que, por un lado, es insostenible y, por otro lado, las clases populares no lo merecen. Son privilegios. Las clases populares tuvieron demasiados privilegios, hay que recortarlos. Y la crisis va a ser la excusa.

Por eso yo creo que estos gobiernos populares han cometido muchos errores: no transformaron el modelo económico, ni el modelo de desarrollo, ni el sistema político. Quizá fueron víctimas de su entusiasmo. Tengo que decir que en el inicio estaba 100% con estos procesos. Participé en la redacción de las constituciones de Bolivia y Ecuador. ¿Cuántas veces cené en casa de [el presidente ecuatoriano] Rafael Correa y acabé cantando canciones revolucionarias, del Che Guevara, como si la revolución estuviera próxima? No podía imaginar que años después la alternativa es que, si no tienes inversión estadounidense de despojo, tienes a China, que te cobra de la misma manera y destruye los territorios de la misma manera. Entonces, muchos intelectuales tenemos que hacer una autocrítica también y ser menos arrogantes. Quizás ahora tienes la clave para las epistemologías del sur: ir más despacio, con menos confianza en que las ideas nuevas crean realidades nuevas. No, las realidades nuevas decantan de algunas ideas nuevas, pero no eres tú el que crea las realidades nuevas, es la gente que está en la calle, en la lucha, son ellos quienes están realmente innovando, no eres tú con la teoría.

Imaginas, entonces un escenario en que las cosas vuelven a la normalidad, Estados Unidos vuelve a mirar a América Latina, los precios de las commoditiesvuelven a estar bajos y el ciclo termina. Has sido una figura protagónica de este ciclo que ahora termina. ¿Cómo te imaginas lo que viene? ¿Qué ciclo puede venir ahora? ¿Qué tipo de cosas habría que empezar a pensar en relación con lo que acaba de terminar?

-Pienso que no estamos regresando a lo normal; cuando mucho, vamos a tener una nueva normalidad bastante turbulenta. Va a ser una democracia de fachada, pero cada vez más vaciada; ya no una democracia de baja intensidad, sino una de bajísima intensidad. No podemos pensar esto como la normalidad, sino como el resultado de un fracaso histórico que se debe analizar, de modo de encontrar las fuerzas que hagan posible un nuevo ciclo más duradero, menos frágil, en el que las conquistas sean menos reversibles. No sabemos en qué condiciones va a ocurrir eso, pero, con alguna turbulencia institucional, va a implicar una reforma política, que va a ser quizá demandada en las calles, reivindicada por los movimientos sociales, por las organizaciones sociales. Quizá necesitamos otro ciclo constituyente. Una nueva asamblea constituyente u originaria, digamos, que haga una reforma política fuerte, para que esta democracia pueda defenderse de las fuerzas capitalistas que la secuestraron.

Eso va a exigir, por ejemplo, que de una vez por todas se acepte que en las condiciones actuales del mundo no hay alternativa socialista en la agenda política, que no existe la posibilidad de una política revolucionaria, como hubo en otros tiempos. La democracia es el único instrumento de lucha que nos queda. Esa democracia tiene que ser reinventada, no puede ser apenas la democracia representativa. El nudo central del proceso político es que va a ser necesario articular democracia participativa con democracia representativa. ¿Qué quiero decir?: que los partidos políticos van a dejar de tener el monopolio de la representación política. Las asociaciones, las organizaciones sociales, los movimientos sociales, reunidos en asambleas, organizando los barrios, en el campo, en la ciudad, van a tener que encontrar formas de participar, no sólo a nivel de consulta, sino también a nivel de implementación, en algunas o en muchas de las políticas públicas -consejos populares de educación, de salud, de infraestructura-, o sea, una forma de que los ciudadanos, además de elegir representantes, puedan tomar algunas decisiones ellos mismos.

Hay que inventar otras formas políticas que permitan esa articulación entre la democracia representativa y la democracia participativa. Para que sea eficaz, va a ser necesario que esté presente en los propios partidos. Hay que refundar los partidos existentes o inventar otros partidos de izquierda construidos con una lógica de base distinta, y esa lógica tiene que incluir la democracia participativa desde el inicio. Tenemos en España a Podemos, que representa esta nueva voluntad política de crear lo que llamamos partidos-movimientos. Articulaciones varias y distintas entre círculos de ciudadanos, asambleas de ciudadanos que deliberan sobre las políticas del partido, que escogen a los candidatos y toman decisiones, que después son asumidas por los liderazgos partidarios. Es una manera totalmente distinta de hacer política, y además es la única que puede impedir que el dinero domine las decisiones político-partidarias y lograr que la corrupción deje de ser endémica.

Hay un campo muy grande para la creatividad democrática. Por eso yo lucho en mi trabajo por lo que llamo las epistemologías del Sur, en el sentido de crear también una reforma en el conocimiento. Porque no pienso que sea posible la justicia social global sin justicia cognitiva global, o sea, una democracia entre diferentes formas de conocimiento. En la raíz de todo el sistema político está el conocimiento académico que controla las universidades y que es eurocéntrico, como la ciencia política, la sociología y la antropología. Son los instrumentos que produjeron las políticas y las formas de representación política que tenemos. Eso tiene que transformarse, aceptando que hay otras maneras de conocer, que la representación del mundo es mucho más amplia que la representación occidental del mundo. Hay otras formas de transformación social que quizá no se van a llamar socialismo ni comunismo: se van a llamar respeto, dignidad, protección de los territorios, derechos del cuerpo de las mujeres. A esto le llamo una ecología de saberes, que implica también una reforma de la universidad.

Si me preguntas cómo definir este nuevo ciclo en términos progresistas (porque también puede ser una nueva barbarie, todavía peor), diría que tiene que tener una dimensión epistemológica muy fuerte, y que esa revolución epistemológica va a pasar por las universidades. Las universidades van a tener que aceptar que dentro de ellas circulen otras formas de conocimiento. Otras concepciones de vida son posibles, pero en nuestros departamentos de ingeniería, de ciencia, de biología, de física se ríen si hablamos de la Pacha Mama, de la Madre Naturaleza o de derechos de la Madre Tierra.

¿Cómo hacer avanzar ese tipo de pensamiento político sobre el conocimiento en un campo universitario en el cual se van a reír? ¿Cómo compatibilizar esta concepción más política, que intenta legitimar saberes externos a la universidad, con dinámicas universitarias para las que cierta forma de producción parece ser la única forma de legitimar cierta forma de conocimiento?

-Es una buena pregunta. Si miras históricamente, gran parte del conocimiento innovador y novedoso que siglos después se lee con atención y provecho no fue creado en la universidad, sino fuera de ella. Frantz Fanon, David Hume, David Spinoza, Karl Marx, Galileo Galilei, no sé… [ríe]. En el siglo XIX, las universidades de este continente seguían enseñando una ciencia aristotélica, que no tenía nada que ver con la realidad. Fue después, con Alexander von Humboldt y la revolución universitaria, y en Argentina con la reforma universitaria de Córdoba, en 1918, que las universidades empezaron a tener una idea de lo que es la responsabilidad social. No fue una reforma epistemológica, pero por lo menos fue una reforma social, que les dio una responsabilidad social más intensa. Y se debió a los estudiantes.

No es claro que esta renovación epistemológica necesaria vaya a ser producida dentro de las universidades. Quizás en el siglo XXI va a haber una división entre universidades hegemónicas, que sigan produciendo el conocimiento reproductor de la dominación capitalista, colonialista y patriarcal, y universidades o sectores de universidades con un papel contrahegemónico, en un contexto que me parece favorable y que resulta de que, contrariamente a los períodos anteriores, las universidades públicas, sobre todo en nuestro continente, pero también en gran parte del resto del mundo, ya no tienen el apoyo de las élites económicas y políticas. Las élites están formando a sus hijos en las universidades globales: en Harvard, en Europa. No confían ni siquiera en la enseñanza media, y sus niños van desde muy temprano a otros países. Porque las universidades eran importantes para crear un proyecto de país, pero ahora ya no es necesario un proyecto de país. Hay un proyecto de mundo, para el que el ejecutivo financiero trabaja hoy aquí, mañana en Hong Kong y pasado en Malasia. Por eso las universidades no tienen apoyo de las élites, y por eso tenemos un problema de financiación de las universidades públicas. Pero tampoco en este momento tienen el apoyo de las clases populares, debido a la arrogancia con que han tratado a las clases populares, sus luchas, sus movimientos y sus conocimientos, siempre usando y mirando con desprecio toda la creatividad popular.

Hay gente en la universidad que está intentando incorporar en ella estos saberes. Y esa gente no puede aguantar que les enseñen como héroes a los que mataron a sus ancestros. Eso, más tarde o más temprano, va a llevar a una revolución, a un conocimiento más fuerte, más articulado, más diversificado. Como digo siempre, el conocimiento científico no se debe demonizar. En algunas de las luchas en que hemos estado muy involucrados, como la lucha contra Monsanto, contra el agronegocio, contra el glifosato y los insecticidas, necesitamos ciencia para conocer, por ejemplo, el porcentaje exacto de veneno en una frutilla o en una papaya. Y hoy podemos decirlo. Los campesinos saben cuándo beben agua contaminada por lo que les pasa, pero no saben exactamente la cantidad de veneno que están tomando. Por eso, la ciencia que va a ser necesaria va a ser la que pueda dialogar con otros saberes, como el de los campesinos. Siempre que un dirigente campesino, indígena o urbano es asesinado, lo es porque está luchando por otra manera de ver la ciudad, por el derecho al agua limpia, por el derecho al territorio. Y no es sólo su lucha, sino también la de los estudiantes y las futuras generaciones; es por la calidad de los alimentos de tus hijos, por tu salud en el futuro. Es una lucha por el mundo. Son guardianes de nuestra salud, y por eso los están matando.

¿Deberíamos recuperar la reflexión sobre la ética en la universidad?

-Creo que sí, pero no una ética según las epistemologías del norte, de ontologías individualistas, como cuando en la ciencia política o en la sociología la unidad fundamental es el individuo. Hay que seguir otras ontologías, para, por ejemplo, rescatar el concepto de comunidad, que se ha perdido en las ciencias sociales.

En toda la construcción de la ciencia social moderna, de [Thomas] Hobbes, [John] Locke y [Jacques] Rousseau, de hecho está siempre presente una tensión entre el principio del mercado, el principio del Estado y el principio de la comunidad. La comunidad de toda la vida, de los ciudadanos, de las obligaciones horizontales entre ciudadanos que no son mercantiles: mi cuidado por ti, mi amistad, que te ayude cuando estás en dificultades. Con el tiempo, ese concepto de comunidad desapareció; las universidades y las ciencias sociales lo redujeron a una cosa que no existe, llamada sociedad civil, un concepto que nunca he usado en mi trabajo. Es un conjunto de individuos hostiles a todos los otros individuos. Hoy en día, lo que les dicen todo el día a los estudiantes es: “tienes que ser un emprendedor”; o sea, para que tengas éxito, es necesario que otros fracasen. Tu éxito es perfectamente simétrico con su fracaso. No hay ninguna posibilidad de que todos ganemos. Este sistema es de un individualismo total. Una ética basada en esta idea es la ética de la autonomía, por ejemplo. Tenemos que ser autónomos. Pero ¿cómo puedes ser autónomo si no tienes condiciones para serlo? ¿Qué es eso de que el emprendedurismo quiere decir trabajar sin derechos y tal vez sin plata durante mucho tiempo? No es eso lo que queremos. Necesitamos buscar otra ética, con otras ontologías.

Las ontologías no occidentales son mucho más ricas. Aquí, en este continente, están en las calles, en los pueblos; ontologías que tienen un respeto muy grande por los ancestros, que todavía son considerados vivos dentro de la comunidad. Por eso el territorio es sagrado. Es el territorio donde enterraron a sus muertos. Nosotros tenemos hoy pueblos de Mozambique, donde hago investigación, en los que los cementerios son cambiados de lugar todos los años porque se descubrieron recursos mineros debajo de ellos. ¡Es una ofensa enorme para la ontología de la gente! Sus ancestros están con ellos y, por otro lado, para ellos también están vivas las futuras generaciones. Nosotros, en el mundo occidental, no logramos entender que tenga derechos quien no tiene deberes. Por ejemplo, las futuras generaciones no tienen derechos, porque tampoco tienen deberes. La naturaleza no tiene derechos, porque tampoco tiene deberes. Esa simetría es totalmente desastrosa. Tienes que entender que las futuras generaciones tienen derechos sobre los que ya están entre nosotros hoy, como garantes de un futuro. Y de la misma manera, la naturaleza. Si no cambias la ontología, si no cambias la epistemología, más tarde o más temprano tu ética va a justificar el individualismo posesivo, el emprendedurismo salvaje, la idea de que eres un ser antisocial y de que para que tengas éxito en la vida debe haber ruinas alrededor de ti. Entonces eres un creador de ruinas.

En Uruguay hay una gran discusión en torno al tema de la extensión, que ha sido históricamente una vía institucional para que la universidad se relacione con otros saberes. ¿Cómo ves esa función?

-De por sí es rebelde y reveladora de la naturaleza de la universidad. Si debe extenderse, es porque está cerrada sobre sí misma. Fue construida así, y por eso la extensión fue una respuesta positiva, sobre todo a principios del siglo XX, en la reforma de Córdoba. Era una de las diez demandas de los estudiantes. Es una respuesta en el marco convencional de una universidad que debe compartir su conocimiento con las clases populares, que muchas veces son las que más lo necesitan, pero no tienen acceso a él. La extensión fue una manera de profundizar un poco la responsabilidad social de la universidad sin que perdiera su identidad. Pero se hizo, en general, de una manera muy débil, porque se concibió como un área al lado de otras dominantes. Investigación, docencia y extensión. Como si la extensión no fuera también docencia e investigación. Los profesores que se dedicaron más a la extensión, porque tenían sus propias lealtades políticas y compromisos con las clases populares, nunca fueron bien vistos en las universidades. La extensión es siempre algo que no tiene la misma dignidad que la docencia o la investigación, como una forma degradada de ser universitario. Extensionista es una palabra horrible.

Yo no quiero despreciar de ninguna manera el trabajo que muchos profesores hicieron, a menudo con el sacrificio de sus carreras, para que la universidad se articulase de una manera más dinámica con las clases y los barrios populares. De ninguna manera. Pero eso tiene que ser complementado con otra cosa en el ciclo que viene ahora. Es lo que llamo la extensión al revés. No es llevar afuera la universidad, sino traer el conocimiento popular a la universidad. Los universitarios tienen que partir de la idea de que hacer extensión no es simplemente llevar afuera el conocimiento académico. Es para aprender. Aprender con la gente, con los movimientos, con las organizaciones, de sus luchas, con la idea de que ellos, trabajando y viviendo cotidianamente esas luchas, tienen maneras de ver la realidad, la convivencia humana, la ética, la vida digna que quizá no están en nuestros libros ni en los artículos científicos, pero que deben ser tenidas en cuenta y nos pueden ayudar a producir conocimientos socialmente más solidarios y más eficaces.

Tenemos maestros populares, sabios, médicos populares, jueces tradicionales de las comunidades campesinas e indígenas que vienen a la universidad a explicarles a los estudiantes otras maneras de resolver conflictos. De resolver casos criminales sin que haya prisión. Que hay otra forma de integración de los jóvenes en la comunidad que no pasa por la cárcel. Entonces, ¿extensión? Y sí, pero con extensión al revés. Traer a otros para adentro de la universidad. En eso, los estudiantes deberían tener un papel muy importante, y es necesario un cambio curricular muy fuerte. Tan fuerte que yo pienso que los estudiantes y los profesores que se interesen por esta reforma tendrán que asumir algún riesgo.

Cuando se entra a la universidad, el primer año o los dos primeros años deberían ser dedicados a desaprender. A olvidar muchas cosas que tenemos en nuestras cabezas. De nuestra historia, de nuestra realidad, de nuestra manera de vivir, de nuestra manera de consumir. Para poder abrir un poco los ojos a otra realidad y aceptar que hay otras maneras. Yo tengo que imaginar una necesidad para hacerla real. Por ejemplo, tengo que imaginar que este producto [toma un celular] va a ser válido durante dos años. Ya sé que dentro de un año o dos voy a empezar a pensar que no me satisface: que la batería debería durar más, que ya inventaron otro, etcétera. Imaginamos necesidades para hacerlas reales. Y, al mismo tiempo, la gran mayoría tiene necesidades inimaginables de agua, de electricidad. Y a veces están a tu lado. Por ejemplo, en un taller que estamos organizando en Minas Gerais, con la Universidad Popular de los Movimientos Sociales, en una comunidad indígena, será necesario un acuerdo de convivencia para usar el agua, porque vamos a tener 40 personas con un solo cuarto de baño durante 200 días, y no se va a poder gastar más de dos litros de agua al bañarse. Imagínate. Vamos a aprender eso porque haremos un taller fuera de la universidad con los movimientos sociales. Será una ocasión sorprendente para ver la realidad de la vida, que está por todos lados. Eso es parte de lo que llamo la sociología de las ausencias, de los invisibles, los que no cuentan. Si los mencionas de alguna manera en tu universidad, los profesores te dirán: “Ah… sí, ese problema existe, pero ya se va a resolver. Es una cuestión de tiempo, de desarrollo. Necesitamos más Monsanto, vamos a electrificar obviamente todo el país, y ahí se va a resolver”. Así que cuando el país esté totalmente destruido, estará totalmente desarrollado.

Fuente: http://ladiaria.com.uy/articulo/2016/5/hay-que-empezar-de-nuevo/

Fuente de la imagen: http://contested-cities.net/CCmadrid/wp-content/uploads/sites/3/2013/12/sousasantos3.jpg

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Monsanto no tiene más ciencia, valores o conocimientos que la guerra

Lo repite una y otra vez: en un sistema en el que los gobiernos se corrompen para ayudar a las corporaciones de transgénicos a imponerse, la mejor arma es la no cooperación, la “fuerza de la verdad”. Vandana Shiva, física, filósofa y una de las más conocidas defensoras de las semillas nativas, apuesta por la conservación de las formas tradicionales de siembra pero también por la lucha legal para detener a Monsanto, empresa a la que ubica como la más corrupta y la mayor enemiga de la ciencia.

Semillas nativas, salud y abundancia

Las semillas tradicionales son “la fuente de ganancias más importante para la industria a través del sistema de patentes”, afirma Vandana Shiva, lo que es posible sólo a través de los transgénicos . Lo contrasta con el “inteligente” diseño natural: de la cosecha de alimentos se guardan semillas, que a su vez aseguran que habrá comida en el futuro. Las semillas modificadas genéticamente, por el contrario, deben comprarse cada temporada, lo que lleva a deudas y suicidios de campesinos, relata.

La destacada activista puntualiza que los transgénicos, además de destruir la biodiversidad, no están destinados a la alimentación sino a usos industriales –como el biocombustible- y a ser forraje para animales. “La alimentación nunca fue su objetivo, más que en el discurso. En realidad se trata de ganancias, ganancias y ganancias”, afirma.

De las semillas nativas también hay que apreciar que están adaptadas no sólo a cada clima, sino a cada comunidad ecológica, y pueden crecer juntas como en la milpa. Los cultivos industriales, al competir entre ellos, significan que en la siembra “pierdes tu fuente de proteína, hierro o de vitaminas”; a partir de ello vienen las deficiencias en la alimentación, que la industria pretender suplir con plantas genéticamente modificadas “y entonces llega el plátano con hierro para ‘solucionarlo’. Es un ciclo de beneficios, que para la tierra es un círculo de envenenamiento; para la gente, de muerte y desnutrición”, afirma la científica.

Las semillas nativas, al contrario que las transgénicas, significan abundancia, sistemas de cultivo respetuosos con la tierra, salud y ahorro, contrasta Shiva.

El sistema que permite a Monsanto imponer su ley está basado en colusión entre la industria agroquímica y el Estado, “que abandona su compromiso con la democracia y las Constituciones”.

Los primeros responsables de la destrucción de la tierra y el genocidio que significa el suicidio de campesinos (agobiados por las deudas traídas por estar obligados a comprar transgénicos ), son los agroquímicos y la industria de la guerra. “Los fertilizantes químicos se producen en las mismas fábricas que los explosivos”.

La industria transgénica tiene como principales aliados a los gobiernos corruptos (“en Estados Unidos se llama lobbying”, apunta Shiva con una sonrisa). Monsanto no puede fingir que produce vida y patentar ‘su’ semilla sin el apoyo de las autoridades estadunidenses, que deciden no sólo permitirlo sino convertirlo en ley internacional a través de la Organización Mundial de Comercio (OMC), ejemplifica.

Avances judiciales contra Monsanto

La científica afirma que hoy día, de lo que se hace ganancias es de la vida, lo que sólo puede ser detenido si la gente conserva su capacidad de reproducción de la misma y de producción de comida.

La activista se refiere que Monsanto necesita de científicos para validar de manera legal sus “mentiras” (que produce más cantidad de comida y acaba con las malas hierbas y plagas), por lo que es necesario que los activistas se impliquen de forma creativa en batallas legales. “En muchas partes, el avance de los transgénicos  se ha logrado detener cuando los parlamentos trabajan de forma ajena al gobierno y a través de las Cortes; ya que todo esto se trata de patentar, de adueñarse de la vida y de decir que los conocimientos indígenas son su invento –todo esto se llama biopiratería- hay que dar la batalla legal”.

“Todo instrumento y toda institución debe ser puesto al servicio de los derechos de la gente”, remata.

Sin embargo, la mejor respuesta a los transgénicos es rescatar las semillas y las formas tradicionales de cultivo y elaboración de alimentos, así como construir movimientos en torno a ello, valora. “Puedes estar diciendo No a Monsanto mientras ellos destruyen todo. ¿Y qué habrá para salvar? Cada semilla salvada nos da más poder, confianza y conocimiento contra los transgénicos”, señala.

Viniendo de la India, Vandana Shiva resalta la influencia que en ella tiene Gandhi y la no cooperación o “fuerza de la verdad”, que es básicamente no acatar las leyes injustas, que violan los derechos humanos fundamentales de justicia, igualdad y paz. Por eso, su movimiento está basado en la libertad de las semillas y la no cooperación como dos manos de un mismo cuerpo. “En 2004, trataron de hacer ilegal plantar semillas propias; hicimos grandes acciones de desobediencia civil y logramos detener esa ley”, ejemplifica. Para Shiva, la no cooperación con leyes injustas significa al mismo tiempo, solidaridad con las comunidades y reconstrucción del valor para luchar contra los transgénicos .

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Argentina: Especialistas de todo el mundo se reunirán en el Congreso de Ciudades Educadoras en Rosario

LaCapital/ Viernes 13 de Mayo de 2016

La intendenta Mónica Fein presentó hoy el Congreso de Ciudades Educadoras en Rosario. Cien ciudades confirmaron su presencia y llegarán más de 300 extranjeros para conocer las experiencias locales en políticas públicas.

La intendenta Mónica Fein presentó hoy la XIV Edición del Congreso de Ciudades Educadoras, que tendrá lugar entre el 1º y el 4 de junio en los galpones de la Costa Central y reunirá a especialistas de todo el mundo.

En este marco, se discutirán políticas públicas relacionadas con la educación, la convivencia y la juventud y se pondrán en común experiencias y saberes relacionados con dichas temáticas.

«Rosario ha sido elegida sede del Congreso de Ciudades Educadoras, una red de más de 400 ciudades y aquí se van a discutir las experiencias educadoras de ciudades del 1 al 4 de junio. Ya hay más de 100 ciudades que se han comprometido a estar presentes con acciones que realizan para aportar al concepto educador, con expertos y por supuesto con las experiencias de Rosario», comentó la intendenta en el Jardín de los Niños.

«Queremos que todas las personas que vengan de distintos lugares puedan venir a discutir el tema del territorio y la convivencia porque creemos que tenemos que aprender de otras experiencias para seguir construyendo territorios con igualdad, sin violencia, con inclusión social», agregó Fein, no sin antes renovar la convocatoria al público rosarino para que participe de las actividades.

A principios de mayo se habilitó la inscripción online a través de la página web de la municipalidad: www.rosario.gob.ar. Más de 800 rosarinos se inscribieron para presenciar las charlas de expertos y compartir momentos de reflexión.

El secretario de Cultura, Guillermo Ríos, dio precisiones sobre el congreso en la ciudad: «Lo que vamos a ver es una programación muy intensa que se desarrollará del 1 al 4 de junio. Una programación que va a buscar que pensemos qué implica construir una ciudad, qué implica la igualdad en la ciudad, qué implica habitar una ciudad».

«También esperemos que impacte en nuestra ciudadanía y que empiecen a reconocerse también en esta ciudad en nuestra dimensión educativa», amplió.

El titular del área de cultura remarcó que la ciudad de Rosario «viene desde hace 20 años pensándose como una ciudad para aprender y para enseñar, más allá del sistema educativo».

«Creo que es un municipio que ha tendido a desarrollar políticas públicas fuertes que han implicado algún tipo de aprendizaje», finalizó.

Del acto también participó la ministra de Educación de la provincia, Claudia Balagué.

Fuente: http://www.lacapital.com.ar/especialistas-todo-el-mundo-se-reuniran-el-congreso-ciudades-educadoras-rosario-n790111

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YouTube: video del Día de la Madre hace llorar al mundo

Noticia/ 08 de mayo de 2016 / Por: Perú.com

“Todos los días se debe de saludar a nuestra mamá con la mejor sonrisa de todas”. Así es como inicia una grabación colocada en YouTube que ha sacado más de una lágrima a todas las personas que lo han visto y es que este trae un conmovedor mensaje por el Día de la Madre que nadie ha podido dejar pasar.

Lo que se puede apreciar en esta excelente producción audiovisual subida a YouTube por el usuario Paco Movies en el año 2014, es una señora mayor de edad que la pasaba sola día a día y solo recibía la visita de toda su familia cuando era el Día de la Madre.

El dolor de la señora al extrañar a su familia es muy notorio en el video de YouTube por lo que en este se deja un claro mensaje que ha llegado a alcanzar a muchísima gente y es que en este se coloca gigante la frase “Día de la Madre no es solo un día”.

La edición de esta grabación de YouTube ha tenido muchos frutos en todas las redes sociales puesto que, en el Día de la Madre, viene siendo muy compartido por todos los usuarios como un mensaje de realidad conmovedora que invita a todos a reflexionar y darle el gusto a sus mamis de siempre hacerlas feliz.

 

Fuente: http://peru.com/redes-sociales/youtube/youtube-video-dia-madre-hace-llorar-al-mundo-noticia-453819

Foto: http://i.giphy.com/gNEY3oXC8JPJS.gif

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Pedagogía del Silencio

Artículo Otras Voces en Educación
Pedagogía del Silencio
Venezuela/febrero 2016/Autor: Oscar José Fernández Galindez

Pedagogía del Silencio

No existe el silencio absoluto así como no existe el vacio absoluto. Tal vez se pueda alcanzar artificialmente o en el caso de personas con discapacidad auditiva, pero para la mayoría de nosotros siempre oiremos algo. ¿Entonces qué significa escuchar al silencio? Significa escucharnos a nosotros mismos, a sentir nuestra respiración, a oír el latido de nuestro corazón, a tratar de acallar el ruido interno de nuestras emociones, imágenes y sonidos que nos retumban diariamente y poder sintonizarnos con nuestra armonía interna. El silencio nos habla de lo que somos, ¿por qué sentirnos mal cuando estamos solos? ¿Por qué la soledad ha de verse como una enemiga? Ciertamente para aquellas personas que han tejido lazos afectivos de dependencia, la soledad parece un arma mortal o un castigo (eso para los que creen en la culpa), sin embargo la soledad y el silencio pueden ayudarnos a crecer y a ser mejores personas. ¿Quién enseña eso? El silencio en medio de una conversación o el silencio dispuesto a escuchar a otro(s), es también importante para reflexionar sobre que tiene o que necesita ese(a) otro(a) que yo también poseo y/o necesito. La palabra sin silencio se traduce en ruido que enferma y distancia a las personas. El silencio debe ser parte activa de nuestras vidas. Nuestro sistema educativo formal no enseña para disfrutar y entender el silencio, al contrario busca al ruido para luego hablarnos de incomprensión y malos entendidos. La palabra si se usa en exceso puede ser una trampa.

El silencio entre palabra y palabra, también nos habla de intenciones, de deseos, de emociones así como los diferentes tonos de voz que podemos usar nos hablan incluso de nuestro acento geográfico. Entonces el silencio presente en nuestras vidas se cruza con nuestras experiencias y siempre dice algo aunque en sentido estricto no digamos nada. La posibilidad de ir más allá de la mirada y romper con las prácticas tradicionales de decir y hacer también nos invita a repensar nuestros pensares/haceres/sentires. Somos hacedores de realidades y éstas se presentan ante nosotros no en pocas veces silenciosamente. Es la atención desde otras perspectivas la que nos permitirá identificar sensaciones antes invisibles/silenciosas y que ahora comienzan a sonar rítmicamente en y a través de nuestros sentidos. La vida puede ser armónica o atonal dependiendo qué, cómo y quién la perciba. de allí que el silencio es también música y es precisamente dicho silencio la esencia de toda la sonoridad que conocemos. así como la luz y la oscuridad son inevitablemente inseparables, el sonido y el silencio definen la sinfonía de la vida. Mostrar y entender la pedagogía del silencio es necesaria para traducir la metáfora de la vida y para comprender en definitiva que el silencio es mucho más que la ausencia de sonidos.

Oscar Fernández Galindez Educador e Investigador

osfernandezve@hotmail.com

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Pedagogía del Amor

Artículo Otras Voces en Educación
Pedagogía del Amor
Venezuela/febrero 2016/Autor: Oscar José Fernández Galindez

Pedagogía del Amor

  El amor es lo contrario al miedo. Quien ama no puede temer. El amor no es posesión nadie le pertenece a nadie. Amar significa equilibrio y armonía con nosotros mismos y con los demás. En consecuencia no es posible amar a los demás si no hemos aprendido a amarnos a nosotros mismos. Y ya cuando por fin lo hemos aprendido, nuestro comportamiento dará las señales necesarias que indicarán como deseamos ser amados, y atraerá a nosotros personas y relaciones que se encuentren en la misma sintonía. Tan sólo basta con descubrir que significa el amor en tu vida, y todo lo bueno que esto representa vendrá a ti como un imán. Y más importante aún, tú sabrás identificar que está en sintonía contigo y que no. El amor puede o no expresarse a través de: la pareja, los hijos, lo que hacemos o a través de las relaciones interpersonales que tenemos. Una persona puede sentirse plena sintiendo amor a su mascota y expresándolo a través de ésta sin generar dependencia. El amor verdadero no es mezquino, al final siempre deseamos compartir el amor que sentimos. Es por esta razón que el amor a alguien se transforma rápidamente en el amor a todos. ¿Cómo aprendemos a amar?, esta búsqueda debe comenzar primero dentro de nosotros y luego debemos aprender a amar como los niños. Es cierto que hay personas que merecen nuestro rechazo, porque por alguna razón se han alejado del amor. Sobre todo cuando aún no nos hemos fortalecido en nuestro amor propio. Luego viene una segunda fase que consiste en tratar de ayudar a otros sin que sus problemas nos afecten. Tal vez nuestra forma de amar sea esa y la descubramos en ese momento. Sólo si sentimos paz y alegría interior sabremos si estamos por el camino indicado. Si sentimos rabia, angustia, desesperación, indignación, indiferencia y/o intranquilidad. Este no es nuestro camino o no es nuestro camino aún. Nadie debe estar donde no se sienta agusto. El amor parte del autorespeto. Si nos respetamos a nosotros mismos podremos respetar a los demás y la convivencia será más armónica. Es cierto que hay personas que hacen mucho mal. Pero cada quien está en su proceso. Algunos en un proceso de autodescubrimiento y ascenso y en otros en un proceso de retroceso, de involución. Sólo podemos ayudar a quien nos solicita ayuda. Y aun dándose esta condición debemos ser cuidadosos pues tal vez no estemos preparados para esto. Sólo el autoconocimiento y la intuición nos dirán si vamos o no por el camino apropiado. El error/la equivocación. Forman parte de la vida y de nuestro proceso de crecimiento. Todos vinimos a aprender de todos. Todos vinimos a enseñar a todos. Ese es en definitiva el verdadero sentido del amor. De la pedagogía del amor.

Oscar Fernández Galindez Educador e Investigador

osfernandezve@hotmail.com

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