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“Es necesario promover la bibliodiversidad»Entrevista al crítico literario David Becerra Mayor

09 Julio 2016/Autor: Enric Llopis/Fuente: Rebelion

Dado que toda literatura es, de manera conciente o inconsciente, ideológica, ya que reproduce y legitima lo quiera o no una determinada concepción del mundo, resulta imprescindible promover la “bibliodiversidad”, un concepto que surge en la década de los 90. Esta diversidad en los libros implica “combatir la estandarización y homogeneización del pensamiento que promueve la sociedad capitalista”, opina el crítico literario David Becerra Mayor, quien recientemente ha coordinado la obra “Convocando al fantasma. Novela crítica en la España actual” (Tierradenadie). Prueba de esta uniformidad literaria es que si se observan los suplementos culturales de los diarios “El País” o “El Mundo”, puede comprobarse que una veintena de editoriales concentran el 70% de la visibilidad. La conclusión es que proliferan lo que David Becerra Mayor ha llamado “novelas de la no-ideología”, funcionales al relato dominante y conformes en que hoy se vive en el mejor de los mundos posibles. Este joven crítico literario es autor de los libros “La novela de la no-ideología”, “La guerra civil como moda literaria” y coautor de “Qué hacemos con la literatura”. También ha realizado las ediciones críticas de “La mina”, de Armando López Salinas, y “La consagración de la primavera”, de Alejo Carpentier.

 

-¿Existe actualmente debate literario en España? ¿Te has visto envuelto en condenas o rifirrafes por tus posiciones críticas respecto a la literatura dominante?

Para que exista el debate, y por extensión la polémica, previamente tienen que existir las condiciones que hagan posible ese debate. Es lo que Terry Eagleton denomina -siguiendo a Habermas- “esfera pública discursiva”. Esa esfera, que según Eagleton surgió entre el siglo XVII y XVIII, en el contexto de la Ilustración, está habitada por “sujetos discursivos” que se reconocen a sí mismos como interlocutores válidos y legítimos, con los que se puede contrastar ideas, confrontar argumentos, exponer razones. Como en España no hubo Ilustración -o mejor dicho: la Ilustración que tuvimos fue borrada de la Historia, por considerarse “el siglo menos español de la Historia de España” (como decía Ortega)- esa “esfera pública discursiva” habitada por sujetos igualmente discursivos nunca se llegó a constituir del todo. Por eso no hay posibilidad de debate. Las voces críticas con el sistema -y con la narrativa dominante- son invisibilizadas, al no considerarse como legítimo su derecho a disentir. Como no existimos, como nos invisibilizan, no pueden discutir con nosotros. No se discute con quien no existe. Prefieren borrarnos. Cuando publiqué La Guerra Civil como moda literaria, un ensayo donde cuestiono el modo en que la novela actual ha despolitizado un conflicto que no puede entenderse, en mi opinión, sino desde lo histórico y lo político como fue la Guerra Civil, a las pocas semanas un novelista escribió en El País un artículo donde cargaba contra aquellos críticos que les exigen a las novelas una interpretación histórica y política de la Guerra Civil. Desde su punto de vista, la Guerra Civil no es sino un espacio lejano, y por lo tanto mítico, que ya no nos pertenece, y que por lo tanto solo podemos extraer de la Guerra Civil una lectura épica pero no política. Frente a las tesis materialistas que yo exponía en mi libro, el novelista reivindicaba una visión mítica del conflicto bélico. Evidentemente, la alusión era clara, y el debate hubiera podido ser productivo, pero no pudo existir el debate porque lo que pudo ser un debate se inició negando al interlocutor. Al no nombrarme no pude responder. La negación del otro forma parte de la estrategia de dominación. Sin embargo, otros autores sí me nombraron en textos publicados en sus blogs o en redes sociales (nunca en medios de comunicación tradicionales), cuando comprobaron que la lectura que de sus novelas se hacía en mi ensayo ponía de manifiesto las estrategias de reproducción y legitimación ideológica de sus textos. Pero sus comentarios, que podrían haber sido muy útiles para construir esa esfera pública discursiva, tampoco sirvieron para abrir un debate, porque no me consideraban interlocutor válido; sus comentarios estaban destinados a deslegitimarme por medio del insulto. Además de “sectario”, que es como siempre se cataloga a quien se opone al poder desde concepciones materialistas, me insultaban llamándome “joven” y “marxista”. En España “joven” y “marxista” funcionan todavía como insulto, lo cual demuestra lo envejecida que está la sociedad y su élite intelectual, pero también lo conservadora que sigue siendo. En estas condiciones es muy difícil el debate.

-En 2013 participaste con Raquel Arias Careaga, Marta Sanz y Julio Rodríguez Puértolas en la obra colectiva “Qué hacemos con la literatura” ¿Cuál fue la conclusión? ¿Tienen sentido hoy la literatura realista y las novelas de 900 páginas?

En Qué hacemos con la literatura nos preguntábamos no solo para qué sirve la literatura sino también -y sobre todo- a quién sirve la literatura. Porque la literatura no es -como así se construye desde el pensamiento dominante- un discurso inocente y neutral, autónomo respecto a la historia y la sociedad, y capaz de trascender el momento histórico en que se produce. La literatura -activa o pasivamente, consciente o inconscientemente- interviene en la sociedad, tanto para cuestionarla como para legitimar y reproducir la ideología dominante. Ese discurso que hemos convenido en denominar “literatura” nace -y esto lo explica mejor que yo Juan Carlos Rodríguez en Teoría e historia de la producción ideológica– como un instrumento de la burguesía para legitimar su asalto al poder contra una clase social (la nobleza) y unas estructuras sociales (el feudalismo) que impiden el desarrollo de sus fuerzas productivas. Entender eso nos parecía básico para bajar la literatura de las nubes y entenderla como un discurso histórico que participa en la transformación de los procesos asimismo históricos.

Respecto a la segunda parte de tu pregunta, no sé si tienen sentido hoy las novelas de corte realista y de 900 páginas. De hecho, ni siquiera estoy seguro de que la novela en sí misma -o más ampliamente: la literatura- tenga sentido hoy. No estoy seguro; y precisamente por eso, porque no estoy seguro, creo que es necesario seguir haciendo literatura, seguir hablando de literatura y seguir exigiéndole a la literatura que se comprometa, por si acaso una novela o unos versos pudieran llegar a tener un impacto, por mínimo que sea, en el cuestionamiento del estado de las cosas actual y en la posibilidad de imaginar otro mundo posible.

-También has escrito sobre la novela de la “no-ideología”. ¿Qué caracteriza a estos textos? ¿Qué autores y obras pondrías como ejemplo de este tipo de narrativa?

Denominé “novelas de la no-ideología” a aquellas novelas que, desde 1989 hasta hoy, son funcionales al relato dominante. Son novelas que asumen que vivimos en el mejor de los mundos posibles, en un mundo que se sitúa en el tantas veces proclamado “Fin de la Historia”. Son novelas que asumen que no hay posibilidad de construir un mundo mejor, que no hay horizonte de transformación política y social posible. Además, interpretan que todos nuestros conflictos son siempre individuales, nunca se entienden desde lo histórico, lo político o lo social. Son novelas que hablan del yo y nunca delnosotros. Como dirían Balibar y Macherey, son novelas que desplazan las contradicciones radicales del sistema -esas contradicciones ante las que nos sitúa el capitalismo todos los días- a favor de unas contradicciones asumibles por ese mismo sistema. Todo conflicto se explica desde nuestro interior, desde el yo, nunca desde el exterior, desde el sistema capitalista. Son novelas que se presentan como no-ideológicas, pero claro que son ideológicas y además los efectos políticos que producen son inmediatos: nos tratarán de convencer de que no hace falta cambiar el sistema para cambiar nuestra situación individual, lo que tengo que hacer es cambiar yo, adaptarme a la situación, para resolver el conflicto. Son discursos nada inocentes.

¿Qué autores y obras incluyo en La novela de la no-ideología?

Analizo a autores como Almudena Grandes, Antonio Muñoz Molina, Elvira Lindo, Javier Marías, Juan José Millás o Javier Cercas, entre otros. El caso de Javier Cercas es paradigmático. Al asumir el autor que vivimos en un mundo aconflictivo, perfecto y cerrado, parece que en esas condiciones es muy difícil escribir una novela. Como vivimos en un mundo en el que no pasa nada –“sin épica”, dice Eduardo Mendoza; “aburrido y democrático”, dice Almudena Grandes-, ¿de qué van a hablar las novelas? Almudena Grandes acudirá a la Guerra Civil para poder armar una trama -entonces sí pasaban cosas interesantes, no como ahora, dirá ella o su inconsciente ideológico, en el epílogo que cierra su novela Inés y la alegría-. Javier Cercas hace lo mismo en Soldados de Salamina, pero El móvil, una novela corta anterior, trata de lo siguiente: El móvil es una novela sobre un novelista sin inspiración que quiere escribir una novela, pero no le sale, al vivir en un mundo donde no pasa nada interesante, digno de trasladar a una novela (en verdad, es el argumento de todas las novelas de Cercas). La realidad, vacía y anodina, le impide al escritor escribir una gran novela, y el protagonista finalmente se verá obligado a cometer un asesinato para poder extraer de la realidad una trama, con la suficiente dosis de intriga, para escribir una novela. Ese es el móvil que anuncia el título: la posibilidad de escribir una novela en un mundo que se ha quedado sin épica, cuando la realidad como materia novelable -que diría Galdós- se ha quedado sin trama. El móvil de Cercas muestra, de forma muy transparente, cómo se ha interiorizado el discurso de que vivimos en el mejor de los mundos posibles, sin conflictos ni contradicciones.

-Como crítico literario, ¿consideras que las reseñas y críticas se caracterizan por una cierta jerga retorcida y un punto oscura, que las hace de difícil acceso para los no iniciados? ¿Se cae en ocasiones en un amaneramiento que envuelve de retórica el puro sentido común?

Depende del medio. Por ejemplo, en las páginas culturales y los suplementos de la prensa generalista, las reseñas y las críticas no son más -o para no ser injustos: no suelen ser más- que textos informativos sobre el contenido del libro. Apenas hay reflexión o argumentación, apenas análisis crítico, simplemente exposición de contenido y pinceladas sobre la forma (siempre separados, como si de dos cosas distintas se tratara). No son más que noticias de la novedad literaria. Pero quizá esa falta de profundidad derive de que el medio y el formato reseña/crítica no sea el más apropiado para hablar de literatura. En el ámbito académico, es cierto que a veces la crítica tiende a servirse de esa “jerga retorcida y un punto oscuro” de la que hablas, utilizando un lenguaje solamente comprensible para aquellos que forman parte no del gremio académico, sino de la escuela teórica a la que pertenece el crítico. Sin embargo, en el ámbito académico español, que se mueve entre el positivismo y el más tradicional enfoque filológico, sucede incluso lo contrario: hay un absoluto rechazo a la teoría. Se reivindica una lectura transparente del texto, sin la mediación de discursos teóricos que acaso podrían alejarnos del sentido real del texto -argumentan. Claro que este discurso también tiene implicaciones ideológicas, porque, como decía Louis Althusser, un vacío teórico es siempre un lleno ideológico. Habría que estudiar con qué ideología se llena el vacío teórico de los discursos críticos que salen de la universidad.

-Eres fundador y director de la “Revista de crítica literaria marxista”. ¿Qué diferencias separan a la crítica convencional de inspirada en el marxismo? ¿Qué rasgos destacarías desde esta perspectiva en obras como “La Celestina” o “El Quijote”, que has analizado en tu condición de crítico literario?

La crítica literaria marxista, a diferencia de otros acercamientos teóricos o críticos a la literatura, concibe el texto como el resultado de unas condiciones históricas -sociales, políticas, etc.- específicas. La literatura no es algo que surja porque sí ni es el resultado de un genio creador e inspirado, tocador por una varita mágica; la literatura es un producto de lo que Juan Carlos Rodríguez denomina la “radical historicidad”. La crítica literaria marxista observa cómo el texto contiene las contradicciones ideológicas de una época, cómo reproduce una ideología concreta y cómo legitima una concepción del mundo y no otra. La función del crítico es siempre analizar esos discursos públicos llamados «literatura», y en el caso de un crítico literario marxista, observar su potencial emancipador o, al contrario, la capacidad inmovilizadora de esos discursos.

La Celestina o El Quijote son, por ejemplo, dos obras que representan muy bien las contradicciones que surgen entre un mundo que está en descomposición -el feudalismo- y otro mundo que emerge -el primer capitalismo en España. Esos dos mundos -vale decir: modos de producción- coexisten en el momento histórico en que esas novelas se escriben -se producen- y esa contradicción entre dos sistemas en pugna no solo se refleja en el texto, sino que determina el propio texto. El personaje de don Quijote contiene elementos residuales y emergentes -la terminología es de Williams- de ambos mundos. Don Quijote es un hidalgo que, con la descomposición del feudalismo, ha perdido su razón de ser, su función social. Su disfunción le conduce a esa nostalgia de querer vivir en un mundo que ya no existe, y que quizá no ha existido nunca, el de las novelas de caballerías. Pero sería erróneo entender que en la ideología don Quijote solo late una nostalgia por un mundo perdido; para convertirse en caballero, don Quijote tiene primero que acudir al mercado (vender sus tierras para comprar los libros de caballerías que a la postre le harán enloquecer) y seguidamente concebir, como solo se puede concebir en el capitalismo (nunca en el feudalismo), que la identidad depende del yo, no de la sangre, del linaje. Y don Quijote se cambia de nombre, y afirma aquello de “yo sé quién soy y sé quién puedo ser”; es decir, que él mismo va a construir -a escribir- su propia vida, no como sucede en el feudalismo, donde la vida está previamente escrita y es reflejo de la verdad celestial. En el feudalismo, no es posible elegir qué pasos dar, porque el destino ya está escrito. Frente al destino, El Quijote habla de libertad, de una libertad que depende enteramente del yo. Don Quijote no podría haber existido si previamente no surge el yo-libre capitalista (véase para un acercamiento marxista a la novela de Cervantes el libro El escritor que compró su propio libro. Para leer “El Quijote” de Juan Carlos Rodríguez).

-Estudiar con detalle los planos narrativos, la coincidencia de personajes y espacios en diferentes obras de un autor, el estilo, las expresiones o los reflejos autobiográficos en un texto, ¿supone (este trabajo de crítica) “desguazar” una obra literaria, “despiezarla”, arrebatarle el misterio que comparten el autor y el lector de un libro?

A mí la noción de “autor” me interesa poco. No creo que el autor sea dueño del sentido de su texto. La noción de “autor” puede resultar útil para un acercamiento positivista a la literatura en el que pretendamos construir el sentido del texto como reflejo de la biografía de su autor. Pero creo que el sentido del texto escapa del control del autor. Por eso, prefiero analizar un texto literario como el resultado de unas condiciones históricas concretas y objetivas, sin detenerme a analizar -aunque a veces pueda resultar también interesante y por supuesto útil- cuál era la intención del autor al componer ese texto. El autor puede ser dueño del “proyecto” literario, pero no lo es siempre de su “resultado”. En el resultado final de la obra operan otras mediaciones, entre las cuales también está, obviamente, la del autor, pero no creo que sea la que más peso tenga.

Luego, al poner en cuestión la noción de “autor” se pone de inmediato en cuestión esa definición neohumanista de lectura como un diálogo o comunión de almas, que se encuentran en el libro, y se identifican en el libro, a pesar de que les separe una distancia de siglos o kilómetros. En ese diálogo/comunión sería posible encontrar el “misterio” de la literatura, que, como lectores, nos permite vernos reflejados en todos los textos. Pero la identificación es una trampa ideológica que nos impide tomar conciencia de la historicidad de los textos, nos impide reconocer que lo que hay en el texto no es algo eterno e inmutable, sino algo radicalmente histórico.

-En septiembre de 2015 te encargaste de la coordinación del ensayo “Convocando al fantasma. Novela crítica en la España actual”, publicado por la editorial “Tierradenadie”. ¿Qué obras y autores actuales convocan al “fantasma” del capitalismo, lo nombran y muestran sus vergüenzas?

El título del libro proviene de una cita de Belén Gopegui. En su última novela, El comité de la noche, un personaje dice que “escribir es convocar al fantasma”. Se trata, claro, del fantasma del que hablaron Engels y Marx en El manifiesto comunista. En este libro colectivo tratamos de analizar las novelas actuales que, desde nuestro punto de vista, son críticas con el sistema capitalista, lo nombran y, en algunos casos, tratan de superarlo. En el libro se analiza la obra de autores como Belén Gopegui, Marta Sanz, Isaac Rosa, Rafael Chirbes, Rafael Reig, entre otros, por citar solamente algunos de los más conocidos.

-¿A qué autores y textos literarios “clásicos” de la Literatura Española incluirías si se te permitiera agregar un apéndice a “Convocando al fantasma”? ¿Tal vez a Valle Inclán, pese a lo que últimamente señalen algunas interpretaciones “revisionistas”?

El problema es que el canon literario español ha expulsado a aquellos autores que se enfrentaron, desde la literatura, al poder. Estoy pensando en los autores del realismo social de los cincuenta, como Armando López Salinas, Jesús López Pacheco o Antonio Ferres; o autores de la llamada “generación perdida de la literatura española”, novelistas que hoy apenas conocemos porque de su generación solamente leemos a los poetas de la mal llamada “Generación del 27”. Estoy pensando en Luisa Carnés, por ejemplo, autora de una novela interesantísima titulada Tea rooms, que es una novela que describe la sociedad española de la década de los treinta desde la perspectiva de una camarera que trabaja en una cafetería de Madrid. Luisa Carnés ha sido doblemente olvidada, por comunista y por mujer. Pero a veces hay buenas noticias en el mundo literario, y la editorial Hoja de Lata va a publicar este mismo año, por primera vez desde 1934, una nueva edición de la novela de Luisa Carnés.

Pero, si me preguntas por los canónicos, podríamos incluir algunas obras de Valle-Inclán, al Pérez Galdós que, como dice Julio Rodríguez Puértolas, escribe desde la burguesía contra la burguesía, y quizá obras como el Lazarillo, La Celestina o El Quijote, que no convocaban al fantasma de 1848 -no podían hacerlo- pero sí resultan interesantes para entender la formación del primer capitalismo en España.

-Y en el contexto europeo y global, ¿quiénes convocan hoy al “fantasma” capitalista y lo desnudan para que afloren sus contradicciones?

No soy experto en literatura europea y por lo tanto solo puedo responder a esta pregunta como lector interesado en lo que se produce fuera de nuestras fronteras, pero no como especialista. Lo cierto es que la mayoría de novelas extranjeras que se traducen y se publican en España son aquellas que pueden ser bien recibidas por la ideología dominante. Por ello, la mayoría de novelas de autores extranjeros que leemos en España son asimismo novelas de la no-ideología. No obstante, y como no podía ser de otra manera, hay notables excepciones. Por ejemplo, a mí me interesa mucho la narrativa de Lionel Tran, un novelista francés que solamente ha publicado, por el momento, dos novelas cortas: Sida mental y Sin presente (ambas publicadas en España por Periférica). Son novelas que si bien no estoy seguro de que en su proyecto se cuente la idea de convocar al fantasma y desnudar las contradicciones capitalistas para que afloren, son novelas que muestran de una forma tan clara el grado de malestar social que vive la sociedad contemporánea que sacude al lector de tal modo -lo deja con tan mal cuerpo- que sale de la novela de forma distinta a la que había entrado en ella. Es una novela que si bien no imagina una solución política colectiva para resolver el conflicto que describe, ese malestar desborda el texto y nos hace reflexionar sobre la necesidad de cambiar el rumbo de las cosas.

Por otro lado, también me interesa el proyecto Wu Ming en Italia, un colectivo de artistas y escritores que deciden prescindir de la noción “autor” y de este modo enfrentarse, por un lado, a la industria cultural -basada en la idea de “autor” como marca comercial- y por otro lado para proponer otro relato de nuestra historia.

 También me interesa mucho la obra de John Berger, no solo los ensayos que escribe como historiador marxista del arte, como Ways of seeing, sino también sus textos literarios, mezcla de novela y testimonio, donde nos muestra, en algunos de ellos, una perspectiva distinta a la del relato oficial sobre las guerras de Oriente Medio. Estoy pensando, por ejemplo, en From A to X. Berger, sin duda, está en la nómina de escritores que convocan al fantasma.

-¿Por qué la Guerra Civil llegó a convertirse en una “moda literaria”? ¿En qué sentido lo es? ¿Qué autores y novelas se han sumado a esta tendencia y han despojado de su esencia, o incluso interpretado torticeramente, la contienda del 36?

En principio, como lector, uno no puede sino celebrar que de pronto se escriban tantas novelas sobre la Guerra Civil. Teniendo en cuenta de dónde veníamos -los pactos de olvido y silencio de la Transición- no puede sino interpretarse como una buenísima noticia que se empiecen a publicar novelas sobre la Guerra Civil española. Sin embargo, cuando se empiezan a leer y a analizar estas novelas no se puede sino rebajar la euforia. Porque muchas de las novelas que se autoproclaman “novelas de la memoria histórica” en realidad no lo son. En primer lugar, observamos que la Guerra Civil se ha convertido en un atractivo telón de fondo, en un escenario donde ocurren tramas que nada tienen que ver con la Guerra Civil; tramas donde la Guerra Civil funciona como un decorado. En segundo lugar, si entendemos que la memoria -en un sentido político fuerte y de raíz benjaminiana- es un instrumento para traer el pasado a nuestro presente con el objetivo no solo de reparar el pasado sino de transformar el presente con la fuerza de todos los vencidos de la Historia, en estas novelas la memoria brilla por su ausencia. Son novelas que desconectan presente y pasado, que nos muestra el pasado como un tiempo lejano, que no nos pertenece, que no tiene nada que ver con nosotros. Son novelas que funcionan como el espejo reluciente del que hablaba Fredric Jameson: un espejo que desprende un brillo cegador que impide que veamos nuestro rostro reflejado en él. Estas novelas nos deslumbran y entretienen con aventuras de amor y muerte, aventuras que suceden en un lugar que parece remoto y mítico. Al no vernos en el espejo/pasado y, en consecuencia, al concebir el pasado como algo ajeno a nuestra experiencia, no nos comprometemos con él, ni para intervenir en el pasado ni para transformar un presente en el que sigue viviendo el pasado, aquel pasado que ganó la Guerra Civil.

Las modas literarias -los best-sellers en general, que en absoluto son textos solamente entretenidos- no son nada inocentes. Suelen captar cuáles son los temas que interesa al grueso de la ciudadanía, temas que pueden tener un potencial político emancipador o transformador, y se apropian de él para desactivar ese potencial político. Cuando la sociedad española empieza a perder el miedo a hablar del pasado y se empieza a organizar en movimientos de recuperación de la memoria histórica, surgen estas novelas sobre la Guerra Civil donde se habla de la Guerra Civil pero sin mostrar la guerra como un conflicto histórico, político y social, sino -como decíamos antes hablando de las novelas de la no-ideología- como una suma de conflictos individuales y morales. La Historia, en sentido estricto, nunca aparece en las novelas. Son novelas históricas sin Historia. Decía Žižek que en la posmodernidad bebemos cerveza sin alcohol, café sin cafeína, helado sin azúcar y, yo añado, leemos novelas históricas sin historicidad.

¿Qué autores analizo en La Guerra Civil como moda literaria? Hay algunos abiertamente revisionistas como puede ser Manuel Maristany, autor de La enfermera de Brunete, una novela que Planeta describe como la gran novela sobre la Guerra Civil, pero que en realidad es una novela que reproduce todos los mitos de la Cruzada de Franco; a saber: que la República era un caos y que había que introducir un correctivo por el bien de España, como fue el golpe de Estado, que España (sic.) actuaba en legítima defensa ante el terror rojo y que la República no era más que un satélite de la Unión Soviética. Así habla la mejor novela sobre la Guerra Civil según Planeta. Pero también analizo otras como Soldados de Salamina de Javier Cercas, los Episodios de una guerra interminable de Almudena Grandes o La noche de los tiempos de Antonio Muñoz Molina, y un largo etcétera.

-Estas diferencias entre “apocalípticos” e “integrados”, en terminología de Umberto Eco, ¿se podrían aplicar también a la poesía española de los últimos años? ¿Puedes mencionar ejemplos?

Hay distintos proyectos poéticos en España ahora mismo, pero yo no utilizaría la terminología de Eco, pues él la utiliza básicamente para hablar del posicionamiento del intelectual ante la cultura de masas, y las corrientes poéticas españolas en la actualidad se enfrentan por cuestiones bien diferentes. La poesía que se produce hoy en día y que tal vez sea la más interesante, desde mi punto de vista, es la llamada “poesía de la conciencia crítica”, que por cierto ha analizado de forma magistral Alberto García-Teresa en libro asimismo titulado Poesía de la conciencia crítica. En ella encontramos autores como Jorge Riechmann, Enrique Falcón, Antonio Orihuela, Isabel Pérez Montalbán o María Ángeles Maeso, entre otros. Es una poesía cuya principal característica consiste en que, como señala García-Teresa, “sitúa el conflicto socioeconómico y político que atraviesa la actual coyuntura histórica en el centro y en el eje (implícita y explícitamente) de su creación poética, manifestándolo de una manera crítica”.

También resulta interesante leer la poesía de la otra sentimentalidad (que luego derivó en la llamada “poesía de la experiencia”, hoy mainstream). La poesía de uno de los fundadores de esa corriente, Javier Egea, que en los últimos años se están volviendo a publicar sus versos, resulta a todas luces interesantes, ya que Egea perseguía -y posiblemente lo logró- componer una poesía materialista. Una autora de la otra sentimentalidad que me sigue interesando es Ángeles Mora, poeta materialista y feminista, que escribe desde la subjetividad, pero siendo muy consciente de que el yo desde el cual se escribe está atravesado por un afuera -el capitalismo y el patriarcado- que nos construye. Por lo tanto, cuando decimos yo no estamos hablando únicamente de lo subjetivo, sino de todas aquellas mediaciones que construyen nuestra subjetividad. Como ella misma afirma: “El infierno no son los otros, como decía Sartre, el infierno está en nosotros”. Esta toma de conciencia de que el infierno –i.e.el capitalismo- está dentro de nosotros demuestra aquello que decía Louis Althusser: “para cambiar el mundo de base (y junto a otras muchas cosas) es preciso cambiar, de base, nuestra manera de pensar”. Bien parece que es más fácil luchar contra el capitalismo que contra nosotros mismos.

-Con la crisis han florecido numerosas editoriales pequeñas y escritores noveles que sobreviven a golpe de voluntarismo, que lanzan ediciones muy cuidadas y en las que se exprime al máximo el talento y la creatividad. Tal vez se trate de la libertad que permite el “amateurismo”, ¿pero es posible sobrevivir así mucho tiempo, sin cobrar y sólo armados con la vocación? ¿Es una falta de respeto a estos autores toda la promoción que reciben obras como la última del Premio Nobel Vargas Llosa (“Cinco esquinas”), y sus exquisitas disquisiciones sobre el erotismo y la pornografía?

No es solo falta de respeto, es falta de bibliodiversidad. Creo que es necesario poner sobre la mesa un debate serio sobre bibliodiversidad; este es un concepto que surge en la década de los noventa, en el contexto de la UNESCO, pero que últimamente algunos -como Alfonso Serrano, Eva Fernández y yo mismo- estamos reivindicando en un sentido más político y por supuesto materialista. Creemos que es necesario promover la bibliodiversidad, es decir, la diversidad en el ámbito de los libros, para combatir la estandarización y homogeneización del pensamiento que promueve la sociedad capitalista; una sociedad más bibliodiversa en lo cultural será también una sociedad más activa, más plural y más crítica. Y es necesario trabajar -luchar- para lograrlo. No puede ser que, si analizamos suplementos culturales como Babelia o El cultural de El mundo, los más leídos en este país, observemos que el 70% de la visibilidad la monopolizan no más de veinte editoriales, que siempre son las mismas. En España, como ha sucedido en América Latina, es necesaria una Ley de Prensa que regule el poder de los medios de comunicación privados; en esta Ley de Prensa habría que reservar un apartado para la promoción de la bibliodiversidad.

-Por último, si toda literatura es, de algún modo, política, ¿consideras que determinadas obras de Unamuno, Sábato, Ionesco, Pirandello o Kafka, que plantean conflictos existenciales y no ponen directamente el foco en la lucha de clases, le hacen el juego al sistema?

No creo que toda literatura sea política, sino ideológica. Es importante diferenciar estos dos conceptos. Por literatura política hay que entender -en mi opinión- aquella literatura que sitúa lo político en el centro del texto, que reconoce el conflicto y que reconoce que nuestros problemas, por muy íntimos que sean, tienen su correlato en lo político. Son novelas que, además, son escritas para intervenir en la sociedad. No toda la literatura es, pues, política. Pero sí son todas, consciente o inconscientemente, ideológicas, ya que toda novela asume -y reproduce y legitima- una visión del mundo, aunque no se cuente entre sus objetivos hacerlo (recordemos la diferencia entre “proyecto” y “resultado”). Por lo tanto, si una novela asume una perspectiva existencial y esa perspectiva borra o diluye la lucha de clases es posible que esa novela le esté negando al lector la posibilidad de concebir sus conflictos como conflictos políticamente determinados; luego, sería una novela que, posiblemente, estaría inmovilizando al lector, obligándole a resignarse, haciéndole asumir que vivimos en un callejón sin salida y que por lo tanto no vale la pena organizarse y tratar de superar, de forma colectiva, el problema que retrata. No obstante, y esto es preciso también apuntarlo, hay también novelas que, aunque no imaginen una salida política a una problemática concreta (hemos hablado antes de Lionel Tran), es tanto el malestar descrito en sus páginas que incluso puede llegar a desbordar al propio texto, y un texto que en principio parece que solo sirve para suturar la ideología dominante finalmente termina saturándola. Y nos permite abrir -o imaginar- nuevos horizontes, o al menos nos permite pensar que es necesario imaginarlos para superar ese malestar descrito, ese malestar que no nos permite vivir dignamente.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=213936&titular=%93es-necesario-promover-la-bibliodiversidad%22-

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Libro: Una filosofía de la educación políticamente incómoda

Una filosofía de la educación políticamente incómoda

  • Autor: Pring Richard y Amilburu, María G. (edit.) 
  • Editorial: Narcea Ediciones
  •  9788427721562
  • Páginas: 160

Sinopsis: En los trabajos recogidos en este libro, Pring plantea una sólida defensa de la buena educación y justifica la necesidad de la reflexión filosófica para mejorar la práctica educativa, junto a un diseño de reformas legales y políticas que no adulteren los fines propios de esta tarea. La importancia de esta edición radica fundamentalmente en que es la primera vez que se presenta al público de habla española la obra de este importante pensador, comprometido además de forma activa en el área educativa.

La primera parte del libro recoge textos que analizan la naturaleza, los fines y el contexto de la educación y, concretamente, qué debería considerarse hoy “una persona educada”. En la segunda parte se argumenta a favor de la reflexión filosófica en la práctica educativa que se desarrolla en el aula, en la investigación educativa y en el diseño de las reformas políticas en este ámbito. 

La claridad expositiva, el rigor intelectual y las referencias al contexto presente que caracterizan los trabajos académicos de Pring se ponen de manifiesto en esta obra que, aunque puede resultar “políticamente incómoda” para sectores educativos excesivamente burocratizados y mercantilistas, ilumina de modo sugestivo la labor de aquellos profesores y políticos que tienen una visión más amplia de lo que constituye el éxito en la educación.

Indice:

PRESENTACIÓN. María G. Amilburu.

I. LOS FINES DE LA EDUCACIÓN
1. ¿Qué es una persona educada?
2. El contexto de la educación ¿Monasterio o mercado?
3. La Escuela Común.
4. Necesidad de una visión más amplia de la educación.
5. ¿Fue Dewey el salvador de la educación norteamericana o peor que Hitler?

II. NECESIDAD DE LA FILOSOFÍA DE LA EDUCACIÓN EN LAS POLÍTICAS Y LAS PRÁCTICAS EDUCATIVAS
6. Políticas y prácticas educativas basadas en evidencias.
7. Los falsos dualismos de la investigación educativa.
8. Virtudes y defectos del investigador educativo.
9. Las Universidades y la formación de los futuros profesores.
10. Recuperar la educación.

 

Fuente de la reseña: http://narceaediciones.es/educacion-hoy-estudios/1113-una-filosofia-de-la-educacion-politicamente-incomoda.html?

Fuente de la imagen: http://narceaediciones.es/1193-thickbox_default/una-filosofia-de-la-educacion-politicamente-incomoda.jpg

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Luis Britto García: La ceguera histérica

Por: Luis Britto García

Venezuela en muy pocas décadas ha asumido cambios que a otras sociedades les han tomado siglos. Las modificaciones, las transformaciones han sido rapidísimas, muy profundas, y todavía no encuentran una forma estable; son inestables, desiguales.

Las novelas del siglo pasado son todas sobre la Venezuela agrícola, el modo de producción de la nación. Nuestra literatura y nuestra cultura reflejaban ese hecho: éramos una sociedad rural. Peonía, de Manuel Vicente Romero García; Doña Bárbara y Sobre la misma tierra, de Rómulo Gallegos; todas son novelas rurales. Hasta Memorias de Mama Blanca, de Teresa de la Parra, trata acerca de una niña en una hacienda. El modo de producción está perfectamente expresado en la inmensa mayoría de nuestra producción literaria y cultural. En cambio, en cuanto al petróleo, son unos pocos los que se ponen a trabajar sobre ese tema.

Por ejemplo, uno ve solitarias, casi despeñando, obras como Mene y Casandra, de Ramón Díaz Sánchez y Oficina Número 1 y Casas Muertas, de Miguel Otero Silva, que tratan literalmente de la explotación del hidrocarburo, de los cambios, la desolación de las poblaciones y la migración de los campesinos hacia los campos petroleros.

Fuera de eso, el petróleo deserta de la narrativa. Hay un título de un libro de Adriano González León, Asfalto-Infierno, pero no trata sobre eso. En País Portátil hay un personaje (empleado de una compañía petrolera extranjera), pero son toques como de refilón. Y también en nuestra plástica son raras las obras que toman en conjunto el tema del petróleo.

En el teatro encontramos Las torres y el viento, de César Rengifo, obra en la que se aborda el tema petrolero, pero no de una manera integral. Tenemos además La hora Texaco, de Ibsen Martínez. Y si vamos a ver, también ahí hay esa escasez a la que me refiero. En este recuento cabe mencionar Zona de tolerancia, de Benito Irady, texto que presenta una serie de relatos, testimoniales de los obreros petroleros, unos cuentos extraordinarios.

En el cine hay excepcionales documentales, como Pozo muerto (Carlos Rebolledo, 1967), y en la cinematografía, por ejemplo, está Maracaibo Petroleum Company (Daniel Oropeza, 1974), que es una película un tanto frustrada y que trata más de las desventuras de una pareja intentando insertarse en el mercado de trabajo de Maracaibo que del propio petróleo. Está también La hora Texaco, (Eduardo Barberena, 1985) basada en la ya mencionada obra de teatro de Martínez. Y hay una película, El Escándalo (Carlos Oteyza, 1987), sobre los espías petroleros, gente que vendía datos e información de Petróleos de Venezuela.

En lo posible siempre puse en mis libros el tema petrolero. Yo pasé parte de mi infancia en los Campos Petroleros de Oriente, que eran como una cosa aparte. El lado americano era una especie de campo de golf, cercado con alambrada, donde había un automercado en el cual los productos llegaban libres de impuestos; ese era el llamado Comisariato. El que poseía una tarjeta del Comisariato gozaba de un pase extraordinario, era como una credencial de aristocracia. Desde luego, en algunas de mis novelas, como en La palabra, hago referencia a toda esa cultura del campo petrolero, y reseño hechos como la huelga petrolera del 36, que antes no se habían tratado narrativamente. Reuní los testimonios de Rodolfo Quintero, quien participó directamente en la misma, y de Kotepa Delgado, que fue uno de los agitadores del movimiento.

Pero todo eso es comparativamente escaso. No hay una obra que siga la vida cotidiana de un obrero petrolero, lo que significa perforar un pozo, los accidentes laborales, etc. Se filmó en Venezuela una película de Henri Georges Clouzot (1953), basada en el incidente de unos camiones de dinamita que van a exprimir un pozo petrolero, El salario del miedo, la cual sí versa sobre la industria petrolera. Esto muestra como de repente le podía resultar más llamativo ese fenómeno a un cineasta extranjero que a los venezolanos.

¿A qué podría deberse esto? Yo creo que este fenómeno tiene que ver con que nuestros trabajadores petroleros han sido una fracción sumamente pequeña de la población. El conjunto de venezolanos que explotan el petróleo son muy pocos, unas decenas de miles. Hoy día ha aumentado la nómina petrolera, pero en realidad siguen siendo algo así como 100 mil, una fracción ínfima de los 30 millones de venezolanos. Entonces, al abarcar una cantidad tan pequeña de la población, ese proceso no tiene una incidencia directa, pero sí tienen una incidencia indirecta los efectos inmensos de la producción petrolera en nuestro país, y sobre eso, acerca de esos temas, sí hay una abundante producción cultural.

DE LA AUSTERIDAD AL CONSUMISMO

Éramos, en el siglo antepasado, un país con personas obligadas a una gran austeridad en sus modos de vida. Habíamos sido un país, hasta cierto punto, centrado en lo nuestro, aunque teníamos una elite siempre europeizante, o favorable a Estados Unidos.

Actualmente, los medios de comunicación, que son como los heraldos del consumismo, nos han insertado modelos foráneos de actuación, de cultura. De modo que Venezuela en muy pocas décadas ha asumido cambios que a otras sociedades les han tomado siglos. Por eso un poco el desencuentro y la fragmentación de nuestra vida social. Las modificaciones, las transformaciones han sido rapidísimas, muy profundas, y todavía no encuentran una forma estable; son inestables, desiguales.

Uno tiene que partir de la idea de que la infraestructura económica tiende a determinar, aunque no de una manera automática, la súper estructura ideológica. Entonces es bueno estudiar en qué forma nuestra infraestructura económica, que ha pasado a ser la de un país exportador de un recurso natural que se extrae, ha cambiado nuestra manera de pensar. Yo creo que sobre el petróleo hay en el país una especie de ceguera histérica. Se ha tendido a ignorar el fenómeno o a disimularlo, o también, a presentarlo como una cosa malvada y demoníaca de la cual hay que prescindir.

En ese sentido, fíjate tú que se han ido creando expresiones como el excremento del diablo, el laberinto del minotauro, etc., tendiendo a satanizar el petróleo, es decir, a hacer creer que el petróleo es algo malo. ¿Para qué? para lograr que los venezolanos le tengamos una especie de tirria y digamos: tenemos que desprendernos de esa cosa tan mala, tenemos que dejárselo a otros, a las transnacionales, ¡que por favor se lo lleven para que no nos haga tanto daño! Yo creo, por el contrario, que es un recurso extraordinario, el mundo depende de él.

Hay que decir que frente a la relativa escasez de tratamiento del tema petrolero en la narrativa, o en la plástica venezolana, e incluso, podría decirse que en la música y hasta en la canción popular, contrasta, sin embargo, una producción ensayística excepcional. Libros como Hacia la democracia, de Carlos Irazábal; Historia económica y social de Venezuela, de Federico Brito Figueroa; Antropología del petróleo, un libro envidiable de Rodolfo Quintero, y en las obras de Juan Pablo Pérez Alfonzo, algunas de ellas, por cierto, realizadas en colaboración con Domingo Alberto Rangel, como Hundiéndonos en el excremento del diablo, y otros sumamente críticos sobre la dedicación del ingreso petrolero en el área nacional. En este aspecto sí hubo creación de conciencia. Allí sí hubo un discurso crítico sobre el petróleo.

A principios de los años 40 se lanzó una consigna que se la atribuyen tanto a Arturo Uslar Pietri, como a Alberto Adriani, sobre la siembra del petróleo, vale decir, acerca de la utilización de los ingresos generados por su explotación para crear una economía productiva en el país. Esta fue una consigna que se lanzó con mucho espíritu.

Había un gran entusiasmo de la intelectualidad por la comprensión del tema del petróleo en el país, lo que en 1970 nos llevó a reunirnos en Cabimas (estado Zulia) a casi un millar de intelectuales que llegamos allí precariamente, algunos en colitas, en autobuses, etc, y pasamos un conjunto de días conviviendo con la gente de la población, a veces pidiendo prestado los zaguanes para colgar un chinchorro y poder dormir. Realizamos un congreso cultural, modelo de acción cultural que ahí se lanzó a la vida nacional en todos sus aspectos. Es más, se predijo que el modelo petrolero se iba a agotar entre los años 1983-1984.

En aquel congreso de Cabimas una de los postulados era precisamente la nacionalización de nuestros recursos petroleros, la nacionalización además de otros recursos mineros como el hierro, aluminio, etc. Allí se hicieron propuestas enteras y completamente socialistas. Prácticamente toda la intelectualidad era radical, era de izquierda, era muy raro un intelectual de derecha. Y en ese sentido yo diría que se salvó el honor del petróleo venezolano en ese congreso y en infinidad de otros eventos que entre otras personas animaban intelectuales como Edmundo Aray y Pedro Duno. Es decir, había un granero, una producción intelectual poderosa, decisiva, que llevaba la vanguardia del pensamiento venezolano; eso quedó como un ejemplo de acción cultural.

Allí además se hicieron obras de teatro heterodoxas, se pintó un mural en un depósito petrolero abandonado. Yo estuve intentando promover de nuevo un congreso de ese tipo pero lamentablemente nunca se dio. Lo curioso es que en esa época en que teníamos todas las condiciones en contra se hiciera ese gran congreso cultural.

100 AÑOS DE PETRÓLEO

Es difícil resumir 100 años de historia petrolera en Venezuela en cuanto a sus íconos fundamentales. En primer lugar está el inicio de las exportaciones. Es difícil fijarlo en sus comienzos porque hubo pioneros que sacaban uno que otro barril, pero yo diría lo siguiente: lo primero fue el reventón del pozo El Barroso, hecho que determinó ante el imaginario nacional la importancia de esa riqueza.

Otro evento resaltante: en 1929, en plena crisis económica mundial, en nuestro presupuesto nacional los ingresos por el petróleo superaron, por primera vez, a los demás rubros. Desde entonces el papel del Estado como redistribuidor del ingreso petrolero vino a determinar que su importancia fuera creciendo. Se hizo evidente que no se le podía seguir manejando autocráticamente como lo hacía, por ejemplo, Juan Vicente Gómez, y que además era necesario articular nuevos modos de participación política, espacio que al principio llenaron los partidos socialdemócratas, los partidos llamados populistas.

Hay que señalar que en 1930, gracias a esa riqueza, Juan Vicente Gómez paga la deuda pública venezolana, hecho trascendente porque entre 1902 y 1903, Inglaterra, Alemania e Italia habían realizado un bloqueo y bombardeado nuestras costas para cobrar empréstitos externos artificialmente inflados.

En 1936, apenas muerto Juan Vicente Gómez, una huelga petrolera suspende la producción durante mes y medio y marca el ingreso del proletariado como tal, industrial, dentro, no ya de la economía, sino de la política del país. Había habido otras huelgas. Hubo una huelga de panaderos en Caracas y una de telegrafistas. Ese mito, que intentó implantar la socialdemocracia, de que antes no había movimientos sociales, es falso, pero por su importancia la huelga petrolera fue definitiva.

Eleazar López Contreras, el presidente que sucedió a Juan Vicente Gómez, liquidó esa huelga mediante la represión absoluta. Toma militarmente los campos petroleros y aprueba cosas insignificantes como un bolívar diario de aumento a los trabajadores.

Otro ícono importante: cuando el presidente Isaías Medina Angarita, elegido democráticamente, sanciona una norma –La Ley de Hidrocarburos de1943– que prevé la nacionalización petrolera, la reversión de la industria petrolera para 1983. En ese momento todos los activos de la industria debían regresar al patrimonio nacional sin pagar un centavo.

También es unhito significativo el golpe de Estado del 18 de Octubre de 1945, a raíz del cual Rómulo Betancourt inicia una política de concesiones que incrementa masivamente la participación de las empresas estadounidenses. Hasta entonces, curiosamente, predominaban en nuestra industria las petroleras inglesas y las petroleras holandesas. Pero a partir de Betancourt empieza a predominar el capital estadounidense. Él se trae a Nelson Rockefeller, quien crea una gran industria que se llama la Basic Economic Corporation para sus inversiones en Venezuela, la cual multiplica extraordinariamente las inversiones de capital y va a cambiar de manera determinante el modo de vida del venezolano a través del consumo y de toda otra cantidad de manifestaciones decisivas de la presencia del capital estadounidense en el país.

En 1956 Marcos Pérez Jiménez crea la primera empresa petroquímica nacional, que parece ser una de las razones por las que pasó a ser mal visto por Estados Unidos.

La nacionalización del petróleo, en 1975, en un momento en el cual a las transnacionales les convenía centrarse en la comercialización del recurso y no en su extracción y demás actividades que implicaban relaciones laborales complejas con los obreros, líos con la legislación, etc. Pero después de la nacionalización se siguió imponiendo el punto de vista de los intereses petroleros foráneos en el país.

Después de la nacionalización petrolera se produjo una especie de reflujo del pensamiento y de la acción intelectual sobre el petróleo por varias razones. En primer lugar, porque una nacionalización chucuta, como se decía en la época, dejó abierta la puerta de una reprivatización. En segundo lugar, porque se respetaron tanto la estructura administrativa como la gerencia, los procedimientos y las líneas estratégicas de todas las empresas supuestamente nacionalizadas. Y en tercer lugar, porque empezó esa tendencia hacia la privatización y la insistencia en la idea de ver el petróleo como un excremento del diablo, como una cosa mala, negativa, de la cual los venezolanos teníamos que deshacernos con el objetivo de pasar a desarrollarnos por nosotros mismos, sin la existencia de eso que nos deparaba tantos ingresos fáciles.

REPÚBLICA CAÍDA

También es un hito fundamental la caída de la llamada IV República. Varios factores contribuyeron a eso. En primer lugar, la mala administración del bipartidismo. Tanto Acción Democrática como el Partido Socialcristiano Copei, lamentablemente, dilapidaron los recursos. Muchos de sus dirigentes incurrieron en una corrupción verdaderamente insoportable, y además confiaron en que podían seguir mandando sin llevar a cabo la redistribución de la riqueza.

Fue disminuyendo abruptamente el gasto social, contrajeron deudas de una manera absolutamente irresponsable y en un momento, a partir del llamado Viernes Negro (18 febrero de 1983), se verificó que no había divisas con las cuales pagar inmediatamente esos compromisos, por lo que se tuvo que acudir al Fondo Monetario Internacional.

El paquete económico del presidente Carlos Andrés Pérez aumentaba la gasolina, le quitaba el subsidio a todos los rubros de alimentos, traía la masiva privatización de las empresas del país. El gasto social disminuyó y toda la carga la iba a soportar el pueblo, a favor de un conjunto de condiciones muy favorables para la inversión extranjera. Eso fue un peso que la sociedad venezolana no pudo soportar, y el pueblo, curiosamente sin dirigencia, protagonizó esa enorme sublevación que sacudió la vida nacional el 27 de febrero de 1989, que deslegitimó a la socialdemocracia.

En parte todo eso fue determinado por el mal manejo del ingreso petrolero, el cual, poco a poco, se fue desviando del gasto social y de las obras de infraestructura hacia los grandes negociados y el pago de intereses de la deuda pública para los consorcios financieros.

A Carlos Andrés Pérez lo enjuician por corrupción, luego asciende al poder Rafael Caldera, pero no como candidato de Copei, del cual había sido expulsado. El hecho a destacar es la tendencia hacia la desnacionalización, hacia la sobreventa de petróleo, hacia la sobreproducción, con el objetivo de que el precio del petróleo bajara, para que PDVSA se hiciera no rentable y tuviera que ser vendida a las transnacionales.

LA BATALLA POR PDVSA

Toda esa tendencia ideológica por la privatización, que afortunadamente fue revertida por la Revolución Bolivariana, fue uno de los detonantes del golpe de Estado del 11 de abril de 2002, cuando el presidente Hugo Chávez Frías ejerce la potestad soberana de la República, como única propietaria de PDVSA, de nombrar su Junta Directiva.

Quienes dirigían el negocio petrolero se creían tan por encima de la República, que sostenían, en una soberbia inconcebible, que Venezuela no podía nombrar a los gerentes de la industria. El hecho de que el Presidente ejerciera su potestad desencadenó un golpe.

Después de eso vino, además, un sabotaje petrolero en el cual la Junta Directiva de PDVSA y la Nómina Mayor se declararon en rebeldía contra la Nación. Eso es sorprendente. Que una empresa declare que ella no obedece a sus accionistas y, en este caso, a su único accionista que es la Nación. Esta es una situación inédita en la historia de los negocios, que afortunadamente fue superada por la disciplina y la cohesión del pueblo venezolano.
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Ilustracion

Fuente: http://www.tves.gob.ve/noti/17479/luis-britto-garc-a-la-ceguera-hist-rica/

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El gobierno se quiere joder a los maestros como a los electricistas y demás trabajadores

Por: Pedro Echeverría 

1. El fascista secretario de Gobernación ha sido claro: “Que se retiren los bloqueos y las protestas o se instruyen medidas de represión (brutal)”; la Coordinadora de maestros ha dicho: “No sólo no levantamos los bloqueos (que son nuestra única defensa) sino que los estamos incrementando”. La bronca es que el facho gobierno incrementó el número de sus fuerzas armadas de 200 mil a dos millones, la mayoría con entrenamiento militar y de antiguerrilla en los EEUU, además que portan armas yanquis, caballos, perros, gases lacrimógenos y todos están forrados con armaduras. Pero los profesores poseen un gran corazón y luchan por los intereses del pueblo miserable.

2. Los diálogos de gobierno son pura trampa, amenazas descaradas, vil engaño; pero ni modo, hay que aceptarlos para tratar de parar cualquier represión o asesinato del gobierno contra el pueblo. El diálogo es puro discurso de políticos que saben muy bien que todo se resuelve por la fuerza que se posee. Los gobiernos siempre controlan a las fuerzas armadas, el presupuesto público, a los medios de información, las leyes hechas por ellos y sobre todo la fuerza de las costumbres. Los trabajadores no poseen más que sus cadenas y que son millones de seres con la esperanza de que un día despierten y aplasten a sus explotadores y opresores que son el uno por ciento.

3. ¿Quién va a triunfar en estos enfrentamientos? El gobierno ganará las primeras batallas, pero será derrotado y aniquilado en la guerra total porque es el agresor, el violento, el opresor y porque no tiene la razón. La bronca es que el pueblo sigue dormido y no hemos sido capaces de despertarlo desarrollándole una conciencias social de lucha; además que cuando despiertan los esperan con la televisión o “taravisión” (como se dice correctamente), el futbol, el trago, los artículos de belleza, el consumismo. Pero a pesar de ello en las luchas de las calles vamos desenmascarando a la clase dominante y poseemos la convicción de que los derrotaremos.

4. Nosotros decimos: “Liberen a todos nuestros presos, paguen a todos los salarios que les deben e instalen un diálogo verdadero cumpliendo como gobierno”; si no se puede, pues tampoco podremos impedir el incremento del número de plantones. Podrán madrearnos ahora con las fuerzas armadas; pero no sabemos cuál será la respuesta de nuestro pueblo. ¿No le temen al surgimiento de nuevas guerrillas, a grupos armados, como respuesta a la permanente represión que ejercen contra pueblos como Ayotzinapa, Tlatlaya, Nochixtlán? ¿Es que realizan esas provocaciones a propósito para probar el entrenamiento yanqui de sus fuerzas armadas?

5. Los maestros de la CNTE no retamos a nadie tal como lo hace el gobierno con sus amenazas y acciones represivas; simplemente como profesores nos defendemos luchando por una buena educación para el pueblo: que sea pública, gratuita, laica, obligatoria, popular. ¿O es que no debemos defender nuestra materia prima que son los niños, nuestras fuentes de trabajo y la vida digna de las comunidades que son los padres de familia? Los apoyos de las comunidades a las luchas de los maestro son muestra evidente de la identidad de ellos con la comunidad. ¿Se atreverá Peña, Osorio, Nuño a pararse en la comunidad sin cientos de guaruras?

6. ¡Basta ya de amenazas y acciones represivas del gobierno! Los gobernantes si no tienen capacidad para convencer a sus interlocutores deben renunciar. Por experiencia de décadas se sabe que el gobierno tiene todos los remedios pacíficos y hasta plausibles en sus manos. En dos minutos, y por teléfono, puede ordenar que salgan de la cárcel todos los maestros presos y ordenar que se pague todo el dinero que se debe a los maestros. Eso de la Reforma privatizadora de la educación se puede analizar y discutir en foros, mesas, etcétera; pero Nieto/Osario/Nuño, dado que ven mucha taravisión no entienden, no encuentran más que la salida represiva,

7. Los maestros de la CNTE, los estudiantes, los campesinos y todos los que apoyan, tienen la convicción de que los bloqueos deben hacerse más numerosos en sitios y cantidad de participantes. ¡Qué maravilloso que estos pudieran instrumentarse en la CDMX, en Guadalajara, Monterrey, Toluca, Veracruz, Puebla, en los aeropuertos, los bancos y las plazas comerciales! Que la brutal represión de los gobiernos se va a incrementar es obvio, pero también la conciencia social y unitaria del pueblo seguramente crecerá. ¿No es acaso el camino que han seguido los pueblos en el mundo para hacer sus revoluciones, sus independencias y su liberación?

Fuente: https://pedroecheverriav.wordpress.com/2016/07/01/gobierno-vs-maestros/

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¿Por qué la ciencia se iba a salvar de la crisis sistémica de valores y de la económica?

Pais Vasco/02 Julio 2016/Autor: Salvador Lopez Arnal/Fuente: Rebelion

Entrevista a Alfredo Caro Maldonado sobre prácticas científicas y corrupción (II)

Alfredo Caro-Maldonado (@moncadista en Twitter) es un investigador postdoctoral Marie Curie que trabaja en el País Vasco en biología del cáncer.

-Nos habíamos quedado en este punto. ¿Cómo se llegan a descubrir estas malas prácticas de algunos científicos a las que hacíamos referencia? ¿Quiénes las descubren, quiénes realizan esta tarea?

-Por suerte hay páginas como “forbetterscience”, retractionswatch, PubPeer y otras que recogen las alertas de los lectores de los artículos y ponen a los autores, las revistas, las instituciones etc sobre aviso. Básicamente la comunidad científica es la que está en alerta y tiene esas herramientas.

-Insisto en un punto. Las revistas donde los grandes científicos, algunos de ellos cuanto menos, publican sus papers (Nature, Science, por ejemplo dos ejemplos muy conocidos), ¿no deberían controlar los artículos publicados? ¿No lo hacen? ¿Y los revisores? ¿Están también confabulados?

-Un investigador experimentado necesita unas cuantas horas para revisar el borrador de un artículo, dependiendo de su complejidad. Ese trabajo, voluntario, no reconocido curricularmente y no pagado, se lo llevan los investigadores a casa. Y lo hacen mientras juegan con los hijos, ven la tele, etc. Puede parecer broma, pero es una tarea que penaliza al investigador que la hace, cuanto más tiempo le dedicas a eso menos a lo tuyo, y menos posibilidades de financiación tendrás el año que viene.

Pero parece absurdo esto que dices, rompe en mil pedazos cualquier imagen idílica de la ciencia, de sus prácticas y de sus desarrollos.

A lo mejor es que nadie pregunta a los investigadores jóvenes sobre su situación personal y laboral. La situación de la ciencia en el mundo está lejos de ser buena, no digamos idílica. ¿Por qué la Ciencia se iba a salvar de la crisis sistémica de valores y económica?

-¿Cómo actúan las comunidades científicas cuando se descubre un caso así? ¿Se cierran todas las puertas? ¿Qué pasa en estos casos?

-Pues como dice la noticia, depende. Si hay conflicto de intereses como en el caso de la Universidad de Texas, se intenta esconder para no perder la inversión. En general lo que veo es que es un tema tabú y cuando se habla se hace lo mismo que en el PP: son manzanas podridas, que actúe la justicia, no sabía nada, seamos prudentes que nos salpica….

-Las instituciones de investigación de los diferentes países, ¿cumplen su tarea adecuadamente?

-¿Y cuál es su tarea? Es que la ciudadanía piensa que la tarea de las instituciones científicas es mejorar la calidad de vida de las personas a través del conocimiento científico, cuando en realidad son entes de producción sujetos a la cadena imperialista. Y ya, si eso, las consecuencias del conocimiento producido podrán revertir en la sociedad. Pero lo importante es que las instituciones (universidades incluidas) se comportan como empresas. A nosotros nuestro director nos dice todos los años cuál es nuestro objetivo único y principal: publicar más y “mejor” (sustituye mejor por más valor). El resto, como una mano invisible, vendrá solo. Es una perversión absoluta de la Ciencia.

Exacto, perversión absoluta. ¿Todas las instituciones universitarias, públicas no excluidas, se comportan como empresas? Insisto de nuevo: ¿y por qué lo permitimos?

Claro, viene del informe Bricall contra el que muchos luchamos, o antes. Lo permitimos por lo mismo que permitimos que la educación de idiomas sea privada, o que ir al dentista sea un privilegio y no un derecho. Tenemos al liberalismo hasta en la médula.

-Este mecanismo, esta especie de ley (impuesta) universal del comportamiento humano, este alocado mantra de competitividad, competitividad y más competitividad, ¿no tiene efectos más que perversos también en ciencia?

-Sí, sobre la ciencia y sobre los resultados aplicados en la sociedad. Pues como comentaba, el científico tendría que tener como único objetivo la búsqueda de la verdad y el conocimiento. Para ello hacen falta recursos, tiempo y tranquilidad. Las publicaciones deberían ser la forma en la que nos comunicamos con la comunidad, no un fin en sí mismo. La competitividad y la ciencia son totalmente antagónicas. La competitividad le pone la minúscula a la palabra Ciencia. Muchos colegas no estarán de acuerdo conmigo aquí.

-De todos modos se podría argüir: la ciencia, como tal, sigue estando bien situada, éticamente hablando. Son los propios científicos quienes han descubierto estas falsedades y a esos farsantes. No de todas las prácticas humanas se puede decir lo mismo, que nunca rectifican. ¿Te parece un buen razonamiento o es hybris de la ciencia y los científicos que se quieren considerar intocables?

-Pienso que el sistema está en grave peligro pero que todavía no está muerto. A pesar de las tentaciones, un investigador no se hace rico por mucho que mienta a diferencia de un empresario del Ibex 35 o un periodista. Y sí, la mayoría de mis colegas son íntegros. Todos los supervisores que he tenido lo hacen por verdadera vocación y podrían estar trabajando en otra cosa donde ganaran mucho más.

Otra cosa es que no nos dejen hacer buena ciencia y nos presionen para hacerlo mal, como poco.

“No nos dejen hacer buena ciencia”. ¿Quiénes? ¿Los jefes, el sistema, el capital, los caraduras,…?

El sistema. ¿Por qué no puedo tener yo un trabajo estable que me permita tener tiempo y tranquilidad para estudiar el papel de las estatinas en cáncer? Tengo entre manos algo interesante que tendré que cerrar antes de tiempo para poder publicar y así seguir con la carrera de relevos.

-¡Una barbaridad desde luego! Por cierto, ¿Y qué sería buena ciencia para ti?

-Aquella que únicamente persigue el conocimiento, la búsqueda de la verdad, y que mejoraría la vida de este planeta. En la que serían los investigadores los que evaluarían la valía de otros científicos.

-Voy finalizando. ¿No son situaciones o prácticas muy infrecuentes? ¿En qué campos, en qué ámbitos de investigación suelen darse con más frecuencia? Yo no recuerdo ningún matemático ni ningún lógico que haya engañado en sus demostraciones conscientemente.

-Un matemático con un sueldo fijo no tiene por qué mentir, no tiene ningún aliciente, al contrario. Sin embargo, en mi centro de investigación se echa a los investigadores si no siguen la línea, o si no son “productivos”. De nuevo, hacer las cosas bien se penaliza, en este caso con el destierro. Conozco casos de investigadores experimentados y buenos en situaciones familiares y económicas desesperantes. La mayoría abandona.

El matemático, o el físico teórico, tiene que demostrar mediante la razón. Nosotros mediante el resultado, es más empírico, y por tanto fácilmente manipulable (conscientemente o no).

-¿Qué debería hacerse, en tu opinión, para corregir o, mejor, para evitar este tipo de prácticas? ¿Son inevitables y sólo podemos estar alertas?

-No dejar que los jóvenes investigadores vean el telediario y estén tentados de copiar a los políticos.

Y a grandes y a veces medianos empresarios…

Bromas a parte: lo principal es reducir la precariedad, aumentar los recursos destinados a personal, cambiar el método de evaluación a otro más continuo, reconocer la actividad como revisor en esas evaluaciones, ética, que no se premie al mentiroso.

Lo más importante es no considerar la investigación científica como una mercancía más. Pero eso será en otro sistema político/económico.

¿Qué sistema es ese? ¿El socialismo? ¿NO pasaba igual, no pasa lo mismo en países que se siguen diciendo socialistas?

Llámalo como quieras. Un sistema que ponga a las personas por delante de las mercancías.

No tengo criterio para evaluar lo que pasaba en la URSS. China es una economía de mercado. Y Cuba, que fue referente mundial en investigación inmunológica (vacunas), se centra mucho en el desarrollo tecnológico. Pero qué les podemos pedir, pobrecillos.

-¿Qué papel puede jugar la ciudadanía en todos estos asuntos?

-Se está malversando dinero público y se está creando la sensación de que se están generando avances en la cura de enfermedades importantes, cuando no es cierto (o no del todo).

Es necesario que la ciudadanía se preocupe más por lo que se hace con sus impuestos, incluida la investigación.

¿No se está generando avances en enfermedades como el cáncer por ejemplo? ¿Estás diciendo eso?

Sí, menos de lo que se cree, pero sí. Aunque creo que con los mismos recursos y menos malversación por parte de la industria de la investigación, no solo las farmacéuticas, se avanzaría más y mejor.

-La última, a pesar de que me quedan mil en el tintero. Estas prácticas, ¿pueden ocasionar males en nuestras sociedades, más allá del mal en sí, por engaño, por manipulación, que representan?

-Claro, dan alas a todos aquellos charlatanes que reniegan de la Ciencia y su método, y contaminan las conciencias con creencias y supersticiones muy peligrosas.

-¿Quieres añadir algo más?

-Quiero insistir en que la mayoría de los investigadores son íntegros, sino el sistema colapsaría. Pero que el grado de manipulación es muy amplio y en muchos casos inconsciente. Y que el sistema penaliza el buen hacer.

Luego por tanto…

Necesitamos un movimiento de científicos progresistas que plante cara a todo esto. Hace poco que formo parte de un grupito de gente que se llama Ciencia para el pueblo [i] y hablamos de estas cosas.

Nota

[i] https://cienciaparaelpueblo.wordpress.com/

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=214002&titular=%22%BFpor-qu%E9-la-ciencia-se-iba-a-salvar-de-la-crisis-sist%E9mica-de-valores-y-

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Entrevista con Massimo Modonesi, profesor universitario y director de la revista MEMORIA Batalla de las ideas en el México neoliberal

02 Julio 2016/Autor: Aldo Fernan Hernandez Solis/Fuente: Analectica

Massimo Modonesi es un intelectual comprometido con las luchas anticapitalistas. Historiador, sociólogo y latinoamericanista, se especializa en el estudio de movimientos socio-políticos en América Latina y en conceptos y debates marxistas. Profesor de la FCPyS de la UNAM, director de la revista OSAL (2010-2015) y actualmente director de la revista MEMORIA. Entre sus libros se encuentran “Subalternidad, antagonismo, autonomía. Marxismos y subjetivación política” y “La crisis histórica de la izquierda socialista mexicana”. En esta entrevista platicamos en torno al campo intelectual y la batalla de las ideas en el México neoliberal.

Profesor vivimos tiempos de cambios y de crisis. ¿Qué encontramos en la batalla de las ideas?

Me voy a referir solo a una rama, a un aspecto, del mundo de las ideas que es infinito. Las ideas que más trabajo yo, o me parecen más importantes, son las que tienen que ver con el cambio, con el conflicto y la lucha. Temas que están en disputa y es importante que estén en el campo de batalla de las ideas. Desde hace tiempo todo un sector de la sociedad, intereses consolidados, clases dominantes, insisten y sostienen que el conflicto no cabe en la sociedad democrática, liberal y capitalista; que los que encabezan expresiones de lucha son perturbadores del orden. Creo que lo que se está disputando, y se logra de cierta manera defender, aunque no sé si se logra ir más allá de la defensa, es que en sociedades como las nuestras, injustas, donde hay explotación y una profunda fractura social, en estas sociedades cabe y es consustancial el conflicto social y la lucha social.

En el terreno de las ideas lo que hay que tratar de defender es la idea de que vale la pena organizarse, vale la pena luchar. Si habrá luz al final del túnel, si existe alternativa, será por medio de la organización y la lucha, y no por la creación de simples canales y mecanismos institucionales, menos aún pasa por mantener o simplemente reformar lo existente, ni por los mecanismos de las elites de reproducción del orden.

Ahí hay una enfrentamiento de ideas, porque no es evidente que este planteamiento sea aceptado o simplemente considerado legítimo, muchas veces se recurre a la lógica de la criminalización, se dice que las luchas son violentas, que perturban lo social, que afectan la libre circulación de las personas, sin pensar en la libre circulación de las ideas. Existen una serie de cuestionamientos que sí son fuertes y calan hondo en una población despolitizada, sometida a medios de comunicación manipuladores y con una educación que cada vez es menos progresista.

Refiriéndonos a México. ¿Considera que las ideas de antagonismo social y de emancipación han resurgido haciendo frente a la hegemonía neoliberal?

En México, por suerte, nunca desaparecieron el conflicto y la lucha, tuvimos picos de visibilidad y de politicidad que de repente nos lograron reposicionar bajo la forma de resistencias y contra-poderes. Tuvimos la insurrección cívica de 1988, el zapatismo en 1994, la lucha contra el fraude en el 2006, después el 2012 y el movimiento #yo soy 132 y en el 2014 el movimiento que desencadenó los terribles hechos de Ayotzinapa. No creo que haya existido un ciclo dónde haya desaparecido del todo la idea de conflicto y de lucha en México. En México no tuvimos, en tiempos recientes, largas temporadas de prolongada y extensa lucha pero, a diferencia de otros países donde hubo décadas más desmovilizantes y despolitizantes, siempre tuvimos episodios que de alguna manera vuelven a refrescar el clima de las luchas democráticas, populares y por la justicia social.

Los intelectuales, de acuerdo con Antonio Gramsci, son orgánicos a una clase social. En la batalla de las ideas de la actualidad, ¿cómo observar en las ideas el enfrentamiento clasista, el eje de clase, que hoy no parece claro?

La cuestión clasista es el trasfondo social de posicionamientos que pueden volverse ideológicos. En la lucha de las ideas se ven los marcos ideológicos que remiten a trasfondos sociales clasistas, que a veces no son evidentes o conscientes, sino escurridizos. El tema de lo clasista es un eje central en el campo de batalla de las ideas, cómo reconstruir perímetros clasistas de acción política, cómo reconocer las dimensiones clasistas más allá de que se ha diluido la conciencia de clases, salvo en las clases dominantes. Ellas, las clases dominantes, tienen una consciencia de clase muy clara, en los sectores populares es donde se pierde muchas veces esta consciencia.

El campo de disputa ideológico como un territorio clasista es algo evidente, sin embargo, la existencia de consciencia de clase que permita activación política de las clases subalternas es todo un tema, es un desafío con el que hemos estado lidiando desde siempre, pero en particular en los últimos treinta años. Los intelectuales juegan un papel fundamental, pero los intelectuales en el sentido gramsciano, no sólo los grandes intelectuales, que escriben libros, sino la intelectualidad de masas que se genera en procesos educativos de formación política, pero también se forma en el calor político, en la lucha y en los marcos de organización.

Yo valoro, a pesar de que no comparto las posiciones de ciertas formaciones políticas, las dinámicas de politización que se producen a escala masiva, me refiero en este caso a MORENA porque a pesar de que no tienen un discurso claramente clasista, operan ciertas dinámicas de activación política, que crean cierta conciencia clasista –aún sea mediada y distorsionada en clave nacional popular- que eventualmente puede pasar cualitativamente a una conciencia política distinta, más prístina, más acorde con sus intereses, yo diría anticapitalista.

Profesor usted ha sido protagonista de un debate muy reciente latinoamericano en torno a los intelectuales y su relación con los gobiernos progresista, a partir de la imagen de intelectuales orgánicos y transgénicos. Cuéntenos de él.

Lo de transgénicos es una expresión irónica para decir que hay un intelectual orgánico que va mutando y va perdiendo sus rasgos principales. No es un debate nuevo, pero se va renovando cada vez que hay momentos de tensión en el campo de la izquierda. La cuestión, como yo la veo, es como ser comprometido con ciertas causas sin dejar de ser crítico. ¿Cuál es el lugar de la crítica, la autocrítica al interior de las experiencias de resistencia y de lucha? Yo ahí defiendo una posición, polémica, sostengo que hace mucho daño una intelectualidad acrítica que acompaña e incluso pretenden dirigir, acomodando la verdad a su antojo, construyendo mitos y relatos homogéneos de que todo funciona correctamente, de que hay que defender ciertas causas sin cuestionar sus contradicciones internas. Creo que este tipo de relación intelectuales-gobiernos/movimientos progresistas es muy dañina. Es una deriva del intelectual orgánico, su perversión en intelectual transgénico.

En el fondo no se está haciendo lo que Gramsci sugería que se hiciera, y no porque lo dijo él sino porque tenía razón en sugerirlo, decía “la verdad es revolucionaria”, y también decía “no hay que ocultarle nada a la clase obrera”. Como intelectuales hay que estar consciente de las contradicciones y los límites, y de lo que se hace bien y de lo que se hace mal. Esa dinámica, que a veces era un ritual, de la autocrítica en los partidos comunistas es muy importante recuperarla, se decía esto está mal, nos equivocamos, hay que cambiar de línea.

Ver todas estas contradicciones es parte del pensamiento dialéctico. Lo que se pierde en una adhesión acrítica a movimientos es la dialéctica, una herramienta fundamental del conocimiento. La crítica y la dialéctica nada más y nada menos. Dos pilares del pensamiento marxista. Los movimientos necesitan intelectuales críticos, eso es lo que creo. Lo cual no quiere decir no estar comprometido, encerrarse en un cubículo, no apoyar determinadas causas, reconocer la contradicción no implica parálisis, reconocer la contradicción implica apoyar una causa por contradictoria que sea.

Esto es más difícil para intelectuales en altas posiciones políticas y de gobierno…

Sí, sobre todo resulta difícil cuando se pide adhesión acrítica, cuando se construyen dinámicas políticas de dirección y de conducción de movimientos. Es muy difícil acompañar críticamente a movimientos que se encierran en ese tipo de procesos. Pero hay que seguir haciéndolo, yo sigo diciendo que los gobiernos progresistas hicieron cosas importantes, reconozco en ellos contradicciones pero me gustaría tener un gobierno progresista en México, del cual yo sería un crítico de izquierda. En esa contradicción no hay que perder la brújula, hay intelectuales críticos que se olvidan del otro lado de la contradicción, que desconocen que hay elementos positivos. Hay un criticismo extremo, que se vuelve aislante y no permite participar. No hay fenómeno puro en la política, no hay nada puro que sea de masas, porque la masa tiene una serie de contradicciones producto de su conformación histórica, de sus atrasos y limitaciones.

Profesor, llegaste a México en 1996 en la época dorada del neoliberalismo a nivel mundial. Cuéntanos de tu llegada y cómo fue tu adaptación al campo intelectual crítico de México.

A nivel mundial existía esa hegemonía neoliberal pero en México estaba el zapatismo. Yo llego de Italia, no huyendo, pero me fui del berlusconismo. En Italia había serios problemas dentro de la izquierda, aun cuando había un reducto en el cual yo participaba, era muy joven y no tenía ninguna trascendencia mi participación, el Partido de la Refundación Comunista, un proyecto de izquierda bastante rejuvenecido que se conectó con el zapatismo y el movimiento altermundista. Fue uno de los partidos que tuvieron algo que ver con esas conexiones mundiales que permitieron el altermundismo, por lo tanto eso me acerca de manera natural con el zapatismo y con México.

Conozco México y me interesan los problemas mexicanos. Encuentro un México con cierta efervescencia del pensamiento crítico y eso, para mí fue un grato descubrimiento, y viéndolo en el ámbito más institucional veo un espacio universitario donde hay una persistencia del pensamiento crítico mucho mayor que en Italia. Por ejemplo, en la UNAM me toca estar en un espacio donde habían pasado y dejado huella una serie de exiliados ilustres, como Ruy Mauro Marini, René Zavaleta, Sergio Bagú y Agustín Cueva, para citar los más destacados. Esto no dejaba de ser algo atractivo y formativo, me formé intelectualmente con un pie en mi educación ítalo-francesa, mis intereses en las izquierdas y los marxismos de aquellos países, y otro en el pensamiento crítico latinoamericanista en México en la UNAM, y al calor del zapatismo como algún disparador coyuntural. No sé si por eso vine, pero definitivamente por eso me quedé.

Te quedas, te haces mexicano, y como intelectual te hemos visto activo en las disputas políticas nacionales. Presente en movilizaciones, eventos, actos. ¿Cuándo empieza esto?

Primero tenía un problema ya que me nacionalizo mucho después, por lo tanto tenía un límite en la participación política, que es el límite del artículo 133 constitucional. Yo obtengo la nacionalidad mexicana en 2005 pero siempre he participado, en forma digamos blanda o de segundo plano.

Participé por ejemplo en la Revista Memoria desde 1999 que fue para mí un espacio intelectual, no académico, de participación en el debate de la izquierda mexicana. Memoria era una revista cercana, sin ser orgánica, al PRD, que era un partido muy distinto al actual, y con ciertos guiños al zapatismo, con raíces fuertes en el marxismo y el pensamiento socialista.

La huelga del 1999 en la UNAM la vi desde cerca sin participar activamente, en 2005- 2006 ya con la nacionalidad apoyo el movimiento contra el fraude, ahí estuve. No participé en la conformación de lo que sería después MORENA por diferencias puntuales, pero al mismo tiempo, considero que esa experiencia y esa fuerza política son algo relevante en la historia política del país. A pesar de mis reservas, de mis críticas.

Hoy en día trato de participar y vincularme con distintas expresiones de movimientos sociales, puntuales de lucha, lo hago a mi manera que es pensando, enseñando y escribiendo, soy un académico, soy universitario, puedo contribuir desde la trinchera intelectual. Por ejemplo, ahora tengo una columna en “Desinformemos” que es una revista y una página web de lucha, no es una revista académica. Yo trato de escribir cosas que tengan cierta relevancia política. Tengo mis escritos más académicos, generalmente trato de escribir libros, y no meterme en revistas de autoconsumo académico que me parecen de escasa relevancia, me doy tiempo para dirigir la revista Memoria que es una revista de crítica militante que también se conecta con las luchas.

 

Las luchas por la hegemonía parecen concentrarse entre una hegemonía liberal y una articulación compleja de progresismo nacional popular. ¿Cómo rescatar un horizonte de reflexión, de consciencia y de proyecto revolucionario, cuáles son las dificultades para ello?

En primer lugar yo creo que los espacios de politización nacional popular son importantes y ahí se generan fenómenos que trascienden los pequeños núcleos de militancia radical. En esos espacios se puede disputar, colocando ciertas ideas, nociones, proyectos y actitudes. Por otro lado, hay coyunturas favorables para que esos espacios se radicalicen. Es todo un tema, la conexión entre lo nacional popular y lo socialista revolucionario pasa por una radicalización, que a veces se da por coyunturas. Le llaman oportunidades políticas en la jerga de los movimientos sociales. Ahora bien, sí uno se queda con eso, con la idea de acontecimiento de Badiou, esperando la divina providencia, se vuelve fatalista. Pero es cierto que algo ocurre, porque también tiene que ver con cuestiones sistémicas, del sistema mundo capitalista, del sistema político, hay crisis políticas, crisis económicas mundiales, que modifican dinámicas sociales.

Son condiciones objetivas, pero el tema subjetivo hay que trabajarlo, poco a poco, en el terreno de la educación no solo formal y escolástica sino en la formación política también. Es en esos espacios donde se pueden colocar instrumentos de formación política, como revistas por ejemplo. Yo estoy muy atento a eso, antes dirigía la revista de OSAL y ahora dirijo la Revista Memoria. No digo que ahí se resuelve todo, pero es un trabajo cultural, contra hegemónico, muy gramsciano en términos de guerra de posiciones.

Profesor háblenos de esta nueva etapa como director de la revista Memoria.

Memoria es mi trinchera de intervención política en la actualidad, con otras cosas, pero es fundamentalmente lo que estoy haciendo. En esa idea de colocar nuevas ideas, por ejemplo la página electrónica de Memoria tiene 6000 entradas mensuales, es mucho, es poco, es lo que es. Tratamos de sostener una perspectiva anticapitalista. Es una revista histórica, está cumpliendo ahora un papel desde cierta ubicación que también tenía antes, que no es orgánica a ninguna organización partidaria, es una revista de izquierda donde hay distintas posturas. Yo mismo soy minoritario con respecto a algunas posiciones, sobre los gobiernos progresistas, por ejemplo, me encuentro en minoría con respecto al sentir mayoritario de los compañeros que están en la revista. En Memoria hay diferencias, pero todos tenemos una preocupación anticapitalista, una perspectiva que va más allá de lo nacional popular.

¿Por qué anticapitalista y no llamarlo revolucionario?

Porque a veces no se entiende si revolución indica la forma o el contenido, revolucionario suena también a acción revolucionaria. Ahora bien, el horizonte de transformación es revolucionario de eso no tengo la menor duda. Creo incluso que la forma tiene que ser revolucionaria. Pero la discusión sobre cómo hacer una revolución está confusa, no genera consenso y ni siquiera está realmente a la orden del día. A pesar de que hay coyunturas y circunstancias que pueden sorprender. El anticapitalismo puede ser de resistencia hoy en día, puede ser revolucionario de vocación pero con prácticas de resistencia, contra- hegemónico, porque es lo que se puede sostener, no hay condiciones revolucionarias en el corto plazo.

Profesor cómo percibe al campo intelectual mexicano actualmente, un campo complejo, dinámico. ¿Perfila nuevas tendencias, recambios?

En el campo de los intelectuales la cuestión generacional es importante.

Fue muy importante el proceso de destape del 2012- 2014 para una nueva generación. Me quedé frustrado con la generación zapatista a la cual yo pertenezco, aunque nunca fui un zapatista orgánico, esa generación no dio tanto, no tuvo tanto vuelo y presencia como se podía imaginar y esperar. No se logró transformar el panorama intelectual, no trascendió. Mientras en los sesentas y setentas, se alcanzó una presencia mayor y además con los exilios se enriqueció el pensamiento crítico. A mí me interesa que esto se asiente, que mi generación pese y que la que sigue y que estoy ayudando a formar, en el aula, en las clases, tenga una trascendencia mayor. Porque hablando de intelectuales orgánicos y de lucha política, contra-hegemónica, hay una tarea fundamental, cómo vamos construyendo capas intelectuales de distintas generaciones, con diversos perfiles, en medios de comunicación, en movimientos, en las escuelas y universidades.

Hacer un balance es difícil, saber en qué punto estamos, si hay un recambio, si hay un cambio de perfil, es todo un trabajo de investigación. Desde la atalaya donde puedo observar ciertos fenómenos, te confieso que no lo tengo del todo claro para darte una respuesta. Habría que hacer una cartografía de las diversas capas de intelectuales y generaciones.

Es un tema que siempre ando reflexionando, ando tejiendo redes en México, América Latina y Europa, para pensar proyectos de construcción de pensamiento crítico, de construcción de posturas a mediano y largo plazo. Con temas en los que a veces se está de acuerdo, a veces no, en el tema de los gobiernos progresistas me alejé de algunos, con otros nos acercamos.

Para la generación de intelectuales más joven el panorama se percibe difícil, con pocos espacios, con una experiencia distinta y con la precariedad como condición.

Eso se ve mucho en Europa, ese perfil es muy estructural, parece irreversible, todavía en México de repente ha habido cierta porosidad en espacios académicos que hace pensar que algunos espacios todavía existen. Pero si es muy claro, te doy un dato, aquí en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM somos pocos profesores de carrera y muchos profesores de asignatura. Los de asignatura están en otra situación laboralmente, económicamente, en términos de explotación, ¿cuántas clases tienen que dar para tener un ingreso suficiente?, ¿cuántas clases se pueden dar sin volver mecánico el ejercicio de enseñanza-aprendizaje? Por otro lado las condiciones privilegiadas entre comillas que tenemos los profesores de carrera hace a muchos muy conservadores.

Lo estamos observando ahora mismo, estamos organizando una iniciativa en la UNAM que tiene poca respuesta, porque los profesores, académicos e investigadores de carrera, están muy cómodos en su condición, y aceptan las reglas del juego porque les da condiciones materiales altas. No cuestionan a una Universidad que tiene una estructura de gobierno de Edad Media, la UNAM debería ser un ejemplo de democracia pero es un ejemplo de autoritarismo y verticalismo, de manejo aristocrático y oligárquico. Eso te habla también de que hay una intelectualidad muy acomodada, yo no sé incluso si no hubo una estrategia en los setentas con Echeverría en particular, cuando se abrió la UAM, no sólo de descentralizar el espacio académico sino de aumentar salarios, generar cierto confort intelectual para generar conservadurismo, una inercia conservadora ligada a las condiciones materiales de existencia.

 

Tal vez es un rasgo de clase al ser la pequeña burguesía el lugar de dónde surgen los intelectuales…

Si, la pequeña burguesía es el espacio de origen, pero después la colocación de los profesores de aquí, los que hacen carrera y están en el SNI ya empieza a ser francamente burguesa. En términos de colocación clasista es pequeña burguesía pero muy acomodado muy consumista, muy consumidora. Y tiene también un desprecio respecto de los estudiantes, ya que están separados por una distancia generacional pero también por una distancia clasista.

El optimismo de la voluntad y el pesimismo de la razón. ¿Cómo ve el futuro Massimo Modonesi? ¿Cabe la esperanza en estos tiempos?

No soy muy optimista. Si pensamos en una trasformación sensible de condiciones económicas, de las condiciones sociales, de trasformaciones políticas importantes, no veo gran cosa a corto plazo. No soy optimista con respecto al 2018, en términos de coyuntura electoral, no soy optimista de cómo se va a revertir la configuración de un narco-Estado, de un Estado que además de tener sus propios problemas históricos, de su derechización desde el neoliberalismo, de ser un instrumento de las clases dominantes, y que además adquiere y se cruza con lógicas delincuenciales, de la delincuencia organizada del narcotráfico y la corrupción endémica.

Lo único que puedo sostener como elemento esperanzador es que a pesar de todo hay en México capacidades de resistencia y hay capacidad de construcción de coyunturas críticas. Entonces habrá que fortalecer las trincheras de resistencia y apostar en términos de qué se puede quebrar en el momento que haya una coyuntura favorable. Ahí es donde encuentro destellos de posibles oportunidades. En América Latina así fue como se configuraron, y eso fue lo que permitió ciertos avances. Cuando se veía el escenario argentino a finales de los noventas, no mucha gente habría dicho “hay posibilidades de cambios”, o en el caso boliviano, ecuatoriano y venezolano. No estoy asumiendo que mi pesimismo como lectura de tendencia sea irreversible, incluso en el corto plazo, cuando digo que en el 2018 no veo grandes opciones de trasformación podría equivocarme. Ojalá que me equivoque. La historia de las coyunturas electorales en México es una historia recurrente, donde pasan cosas que nadie previó, la insurrección cívica frente al fraude en 1988, el zapatismo y el asesinato de Colosio en 1994, la alternancia, nos guste o no que haya sido de derecha, en el año 2000, el 2005-2006 el desafuero y el fraude, 2012 el movimiento #yo soy 132, no hay una sola elección desde 1988 hacia acá dónde no pase algo.

¿Cómo se ve Massimo Modonesi en esta lucha contra el neoliberalismo en México?

Yo me veo haciendo lo mismo, defendiendo una trinchera desde la UNAM de educación, de formación en el pensamiento crítico, incluso de cuestionamiento a la UNAM en sus rasgos conservadores. Cumpliendo mi papel académico, yo no enseño cualquier cosa estudio movimientos sociales y conceptos marxistas para el análisis político, mi labor académica es una labor de alta intensidad política, con repercusiones antisistémicas y anticapitalistas. Mis propios textos, libros y clases tienen, según yo, un impacto político. También estoy en la revista Memoria, que está creciendo, recobrando fuerza.

Y bueno acompañando puntualmente movimientos, yo no tengo un espacio de militancia en una organización, ahora por ejemplo simpatizo con la candidatura anti-capitalista a la constituyente de Sergio Méndez Moissen. Es importante que aquí en la Ciudad de México y en la Constituyente haya una voz anticapitalista. Tenemos diferencias, pero creo que es importante, conozco a los compañeros, son gente honesta y combativa, gente que sinceramente cree en lo que hace. Simpatizo también con otras experiencias de lucha local y territorial, en la revista Memoria buscamos darle voz, tengo compañeros y amigos que están muy vinculados a todo tipo de movimientos. Yo trato de fungir como un referente intelectual, cuando se me convoca, cuando se me llama a firmar un documento, a hablar, a escribir algo. Aporto lo que puedo aportar.

Fuente: http://www.analectica.org/articulos/hernandez-modonesi/

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“¿Lo que pasó en México es el pasado o el futuro de Argentina?” Entrevista a Fernando Buen Abad

México/25 Junio 2016/Autor: Juan Ciucci/Fuente: APU

Entrevista a Fernando Buen Abad, filósofo, intelectual y escritor mexicano; a partir de la masacre de Oaxaca. Analiza los peligros del TTP, acuerdos al que el macrismo quiere entrar.

APU: ¿Cómo analiza la terrible situación por la que atraviesa México?

Fernando Buen Abad: Lo que ha pasado es que el gobierno de Peña Nieto, que es un gobierno entregado al consenso de Washington y por supuesto al gobierno de EEUU, decidió dar un paso criminal y absolutamente irracional. En el sentido del proyecto privatizador de la educación que él viene impulsando desde hace algunos años. Se trata de una situación de violencia extrema contra maestros que luchan, desde la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, por la dignificación de su trabajo. Pero también por impulsar una gran revolución educativa en el país. México necesita una gran transformación en la educación, pero que tiene que venir de la consulta de las bases.

Peña Nieto quiere hacer un proyecto de privatización educativa, que viene de la consulta de los grandes negociados. Como el Grupo Prisa de España o algunas editoriales norteamericanas que quieren quedarse con el negocio de la venta de libros en las primarias y secundarias del país. Entre otros lobistas que están en México y han disfrazado su lobby de reforma educativa. Los maestros entendieron este juego perverso del neoliberalismo y se han declarado en lucha desde entonces. Esta es la realidad de fondo, lo que se pretende es entregar la educación de México a los negociados principalmente españoles y norteamericanos.

La cruzada heroica de los docentes mexicanos, lo que ha tenido como respuesta a sus múltiples llamados al diálogo y a la reflexión, ha sido la muerte, la represión, la sangre y la cárcel. Esto es lo que pasó en México este fin de semana. Es una expresión más de la locura, la irracionalidad, del proyecto neoliberal en México y en América Latina.

APU: ¿Cuál cree que es ese mensaje para América?

FBA: Me gusta insistir en la pregunta de si esto que vemos en México constituye el pasado de Argentina, o es su futuro inmediato. Dado que estamos viendo en este país gestos y destellos de autoritarismo, y de episodios fascistas que son altamente preocupantes, con represión. Vale la pena preguntarse si eso que pasó en México es el pasado o el futuro de este país. Vale la pena profundizar la pregunta y encontrar una respuesta que nos haga caminar juntos, que nos haga coordinar esfuerzos, que nos ponga en una sola voz. Con nuestras diversidades, para construir la autodefensa del periodismo, pero también la construcción de una fuerza que sirva para caminar con las luchas y movimientos que quieren terminar de una vez con este monstruo llamado capitalismo.

APU: En nuestro país el gobierno amenaza con el ingreso al TTP, ¿qué nos puede contar de la experiencia mexicana?

FBA: Es un paso más en el proceso de destrucción de la clase trabajadora. Implica dejar que sean las empresas las que establecen las leyes, las reglas. Que entre empresas decidan cómo te jubilas, cuándo te jubilas, cuánto duras en un empleo, a qué hora entras o sales, cuánto te pagan. Y no haya intervención alguna de los Estados porque el acuerdo básico es llevar los salarios de los trabajadores al nivel asiático. Convertirte en un esclavo a tiempo completo a cambio de unos centavos. Y que tú no tengas capacidad de réplica o protesta en ningún frente. Y que por supuesto el Estado haya acordado y firmado que no se meterá nunca en esos acuerdos que son de “particulares”. Ése es el formato, el modelo, que ya opera en los países que han firmado esto, como México.

Fuente: http://www.agenciapacourondo.com.ar/secciones/patria-grande/19808-lo-que-paso-en-mexico-es-el-pasado-o-el-futuro-de-argentina

Fuente de la imagen: http://bligoo.com/media/users/35/1793641/images/public/255989/fernando-buenabad_CDP.jpg?v=1417369916339

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