La huelga nacional en Colombia: perspectiva sindical

Por: Daniel Hawkins

Traducido del inglés para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo

Durante el pasado mes y medio Colombia ha vivido presa de una agitación social y política sin parangón en el último medio siglo. El 28 de abril comenzó una huelga nacional que ha ocupado las calles y avenidas de más de 600 ciudades de todo el país, una agradable aunque inesperada sorpresa para los dirigentes del comité de huelga y que ha pillado totalmente desprevenido al gobierno nacional, que no esperaba el alcance de la misma y su enorme apoyo popular.

Aunque en sus inicios la huelga estaba relacionada con el descontento popular producido por el proyecto de reforma tributaria propuesto por el gobierno, también supuso el resurgir de las grandes manifestaciones que inundaron Colombia desde noviembre de 2019 hasta febrero de 2020. Pero más que un reflejo espontáneo de la amplia crisis social instalada en Colombia desde hace décadas, el contexto actual presagia una explosión social mucho más profunda, general y trascendental.

Contexto nacional previo a la huelga

La aparición de la pandemia de covid-19 en Colombia al comienzo de marzo de 2020 fue una bendición para el gobierno. Tras cuatro meses de revuelta popular y las mayores manifestaciones de protesta desde la huelga nacional de 1977, la oportunidad de centrar la atención en un “enemigo común” permitió al presidente Iván Duque reforzar su menguante popularidad y fabricar la imagen de un dirigente fuerte y asertivo.

La pandemia y las políticas puestas en marcha para limitar la actividad social y económica sirvieron para que las protestas ya debilitadas perdieran fuelle sin alcanzar victorias políticas concretas, y para que el presidente y su gobierno se sintieran relativamente a salvo. En realidad, el cierre institucional del país abrió la puerta a un golpe de estilo ejecutivo a la democracia, permitiendo gobernar por decreto durante la mayor parte de 2020 sin que el sistema judicial mostrara disconformidad al respecto, y menos aún un Congreso plagado de parlamentarios procedentes de familias dinásticas envueltos en escándalos de corrupción y otros delitos (Reyes Ramírez, 2017).

A medida que el covid-19 acababa con el ya mermado sistema de salud privatizado, dejando a su paso casi 96.000 muertes a 14 de junio de 2021, las iniciativas del gobierno para mitigar el impacto socioeconómico de un año de políticas destinadas a contener la difusión del covid-19 fueron poco entusiastas, por decir algo. Mientras en gran parte del mundo se ponían en marcha paquetes de ayuda a los ciudadanos afectados por las políticas destinadas a contener la pandemia, en Colombia se decidió la estrategia fracasada de antemano de ofrecer ayuda a un pequeño porcentaje de los hogares más afectados mientras se pretendía proteger a las empresas mediante préstamos controlados y diluidos por el sistema bancario. Mientras los niveles de pobreza se disparaban en todo el país, hasta afectar a 21 millones de personas a inicios de 2021, el sistema de mitigación de la pobreza del gobierno, el Fondo de Solidaridad –con una ayuda de apenas 43 dólares al mes– llegaba solo a 2,6 millones de personas.

Cambio de horizonte para la acción política

A inicios de 2021, según los datos del Departamento Nacional de Estadística, el desempleo general llegó al 15%, estando el juvenil mucho más alto, al 23,9% y el desempleo femenino juvenil por encima del 31% –todo ello en un país en el que el trabajo informal supera el 63%, donde solo el 15% de la mano de obra alcanza el salario mensual mínimo legal, y donde el 48% gana incluso menos (Ortiz-Quevedo, 2021: 45). Al final de 2020, la pobreza monetaria había llegado a afectar al 42% de la población y, según un sondeo a escala nacional, cerca del 66% de los encuestados tuvo dificultades para cubrir los gastos de la familia en junio de ese año, mientras el 74% afirmaba que para mejorar la economía era necesario aumentar los impuestos a los ricos.

La respuesta del gobierno fue dar prioridad a la prudencia fiscal y anteponer los intereses de los acreedores internacionales y las agencias de calificación. Como consecuencia de la reforma fiscal aprobada por el Congreso por vía rápida en el auge de las protestas de 2019, así como de la reforma de 2016, que incrementó el impuesto de valor añadido (IVA) del 16% al 19%, el gobierno apoyó en 2019un proyecto de reforma fiscal que mantenía las exenciones y los beneficios a las grandes empresas y a los ciudadanos más ricos. Al mismo tiempo intentó financiar el coste de la respuesta a la pandemia mediante impuestos indirectos, que recaen desproporcionalmente sobre las clases media y trabajadora.

Pero en esta ocasión los colombianos, tan acostumbrados a soportar las adversidades, dijeron no. El presidente, que confiaba en que dicho proyecto de ley fuera aprobado con relativa facilidad por el Congreso, prometió no ceder frente a la presión pública. Pero desde el acuerdo de paz con el grupo guerrillero de las FARC Colombia es una sociedad muy diferente y, a pesar de las reticencias gubernamentales a aplicar  dichos acuerdos, la gente ha salido a las calles en masa para mostrar su oposición a las políticas impopulares, con una energía no vista en decenios. Como último recurso para silenciar la resistencia popular, Duque apareció en la televisión nacional la víspera de las protestas, para pedir a los ciudadanos que se quedaran en casa durante la tercera ola de covid-19. Hubo incluso un tribunal que se atrevió a prohibir las manifestaciones debido al daño que pudieran causar a la salud pública, todo ello en vano.

La primera semana de la huelga nacional superó a cualquiera cosa que el país hubiera visto anteriormente: las calles de todas las ciudades estaban animadas con marchas, bailes, conciertos improvisados y expresiones artísticas de masas como gigantescos murales. También surgieron actos esporádicos de saqueo y vandalismo ante la decisión del gobierno de militarizar todas las ciudades grandes y pequeñas en las que las marchas y actividades de protesta habían mostrado fuerza y persistencia. Esta estrategia de contención seguía pautas bien conocidas: excesiva violencia del Estado frente a manifestantes desarmados, y una aparente colusión de la policía con grupos de civiles armados. Según diversos informes de organizaciones internacionales de derechos humanos, desde el 28 de abril hasta el 31 de mayo murieron 45 personas relacionadas con las protestas y otros 187 civiles fueron heridos, entre un total de 1.248 víctimas de violencia física, incluyendo agresiones sexuales contra mujeres por parte de miembros de las fuerzas armadas, así como 409 desapariciones forzosas (de las cuales 328 han sido “encontradas”).

Frente a tan severa represión, los manifestantes se atrincheraron y ampliaron sus esferas de influencia, levantando cientos de bloqueos por todo el país que lograron ralentizar el comercio y el transporte. Y a pesar de las tácticas violentas del gobierno, a comienzos de junio más de un 74% de la población seguía apoyando la huelga nacional.

Énfasis en la crisis institucional y política

No solo ha fracasado la respuesta del gobierno en forma de militarización del conflicto sino también sus iniciativas para sofocar el descontento mediante vagas promesas. Las actuales protestas han puesto de manifiesto la futilidad del poder político del presidente y de su gobierno, y la respuesta violenta del Estado es el mejor ejemplo de su debilidad y su crisis de legitimidad (Valencia, 2021: 37). A los pocos días del inicio de las protestas se hizo evidente la magnitud de su fuerza. Las manifestaciones obligaron al presidente a retirar del Congreso la propuesta de reforma fiscal y a aceptar la dimisión del tremendamente impopular ministro de finanzas. También sirvieron para abortar la propuesta de reforma sanitaria en el Congreso y, posteriormente, para forzar la dimisión de la canciller de Colombia, coincidiendo con el aumento de la condena internacional al modo en que el gobierno estaba gestionando la huelga.

La lucha en las calles continuó hasta el 11 de junio, encabezada por la juventud del país y por miles de comunidades marginadas y discriminadas, unidas en su oposición a la clase política y gobernante, pero también aparentemente desconectadas de la gestión institucional del movimiento de protesta de manos del Comité Nacional de Huelga. Este comité está compuesto por 20 miembros, principalmente sindicalistas, y una minoría de representantes de diversas asociaciones de transportistas, estudiantes y de la comunidad LGTBI. No obstante, aunque la preparación y lanzamiento de la huelga nacional del 28 de abril tuvo un tremendo éxito, la heterogeneidad, descentralización territorial y liderazgo de la juventud de los subsecuentes movimientos y actos de protesta han demostrado que la huelga ya no está bajo el control de dicho comité. Además, tras el progreso inicial, las negociaciones con el gobierno se atascaron cuando, justo después de la aprobación de un borrador de acuerdo sobre las garantías para las protestas sociales el 26 de mayo, el gobierno se retractó de dicho acuerdo, exigió el levantamiento inmediato de todos los bloqueos y comunicó que no firmaría ningún acuerdo hasta que hubiera un acuerdo global.

El 8 de junio, ante la intransigencia del gobierno, el comité de huelga abandonó formalmente la mesa de negociación, al encontrarse en una posición insostenible, en la tesitura de aceptar el farol de un gobierno carente de capital político y sin autoridad suficiente para poder convencer a los manifestantes discrepantes de todo el país de que pusieran fin a los bloqueos. Las iniciativas del comité para ampliar su base invitando a nuevas voces a unirse a su asamblea han sido notables pero insuficientes, y activistas de vanguardia en diversas ciudades han declarado que este comité no les representa. Según parece, el problema no son tanto las demandas como quiénes son las personas que les representan y cómo lo hacen. Lo que se ha puesto de manifiesto es la brecha generacional entre los manifestantes, principalmente jóvenes que se enfrentan al desempleo, el trabajo informal y la exclusión, y los líderes sindicales de mayor edad que, aunque se oponen con vehemencia a las políticas estatales regresivas y represivas, forman parte del tejido institucional existente, que ha demostrado ser anacrónico en el momento actual de revuelta social.

Tras casi 45 días de protestas y bloqueos la huelga parece haber llegado a su fin, pero el año que tenemos por delante promete estar pleno de agitación política y social. El gobierno, que había intentado aprovechar la pandemia para impulsar más leyes impopulares, especialmente la reforma de las pensiones y la reforma laboral, ha cambiado de planes. No obstante, el presidente Duque está buscando inútilmente recuperar cierta legitimidad al presentar proyectos tomados directamente de la lista de demandas del comité de huelga, especialmente un subsidio de renta básica para familias golpeadas por la pobreza.

El país está expectante, cada vez más dividido por la polarización política fomentada por la necesidad de crear miedo para vender programas de seguridad. Pero las protestas de 2019 y la huelga más reciente han mostrado claramente que en Colombia, tras los acuerdos de paz de 2016, cuando aumentaron la desigualdad extrema y las deficiencias estructurales, sembrar el miedo no basta para sofocar el deseo y la demanda de políticas más concertadas y cambio institucional.

Bibliografía:

  • Ortiz-Quevedo, CH (2021) ‘Another twist: the greed of the elites in the pandemic’ [en español], Pensar la Resistencia: Mayo del 2021 en Cali y Colombia, Documentos Especiales CIDSE 6.
  • Reyes Ramírez, E. (2017) ‘Corruption and the Colombian state’, [en español], Dictamen Libre, 21.
  • Valencia, AG (2021)¿Qué está pasando en Colombia? Power, legitimacy and the social crisis’ [en español], Pensar la Resistencia. Mayo del 2021 en Cali y Colombia. Documentos Especiales CIDSE 6.

Daniel Hawkins es coordinador regional para la construcción sindical de la Federación Internacional de los Trabajadores del Transporte (ITF) en América Latina y el Caribe.

Fuente: https://rebelion.org/la-huelga-nacional-en-colombia-perspectiva-sindical/

Fuente original: https://socialistproject.ca/2021/07/national-strike-in-colombia-trade-union-perspective/#more

Comparte este contenido:

Pulso social a la reforma de las pensiones en Francia: los puntos de vista cruzados de Stéphane Sirot, de Jean-Pierre Page y de Benoît Foucambert

Redacción: Kaosenlared

«…Ha llegado el momento de sacar las consecuencias de todos estos compromisos que socavan la credibilidad del sindicalismo y la acción colectiva. La fuerza del actual movimiento reivindicativo ofrece la oportunidad de contribuir a «ajustar todas las cuentas«.

Es un movimiento social histórico, de una potencia y una duración récord – ya supera al de diciembre de 1995 – que se levanta para defender las pensiones de los trabajadores ante la contrarreforma lanzada con toda brutalidad por parte de un régimen, el de Macron, a las órdenes de la UE y del MEDEF. (Movimiento de Empresas de Francia).

  • Antiguo responsable del departamento internacional y miembro de la comisión ejecutiva confederal de la CGT [Confédération Général du Travail] y antiguo responsable sindical del Val-de- Marne, Jean Piere Page recientemente firmó con la editorial Delga un brillante análisis sobre las derivas de esta confederación titulado CGT, pour que les choses soient dites [CGT, las cosas claras]
  • Militante de base, responsable de la FSU [Fédération syndicale unitaire] en Tarn y en Occitania, Benoît Foucambert está comprometido con la huelga inter-provincial en curso y en la construcción de la unidad de acción intersindical para la retirada del proyecto Macron
  • Stéphane Sirot es historiador y especialista de primer orden del sindicalismo y del movimiento social

Mientras «sigue adelante» la huelga en el transporte ferroviario y el bloqueo de las refinerías toma cuerpo, Iniciativa Comunista les ha pedido que respondan a las preguntas planteadas por nuestro periódico. He aquí el resultado de su reflexión, que les agradecemos cordialmente.

– Georges Gastaud, director político de Iniciativa Comunista.

¿Cuáles son, en vuestra opinión, los elementos esperanzadores del actual movimiento y también sus puntos débiles que habría que trabajar para ganar esta batalla y las siguientes?

Jean-Pierre Page: Los trabajadores en lucha desde el 5 de diciembre y los que los apoyan, es decir, una amplia mayoría de nuestro pueblo, han comprendido una cosa muy sencilla: que van a tener que trabajar más años aun y por pensiones más reducidas. Esta constatación que cada cual puede hacer, choca con el espíritu de nuestro mismo modelo social, herencia de numerosas luchas sociales y políticas, del programa del CNR [Conseil national de la Résistance] y de los avances progresistas de la Liberación, fundado en la solidaridad interprofesional e intergeneracional. De hecho, con su pretendida “reforma” el gobierno Macron y la comisión de Bruselas defienden otro tipo de sociedad cuando entregan miles de millones de la caja de nuestras pensiones a la rapacidad de las aseguradoras y a los fondos de pensiones, sobre todo USA. Esta reforma considerada por muchos como “la madre de todas las batallas” es el principal pilar de su contra-revolución liberal. Por consiguiente, actuar hoy por la jubilación es luchar todos juntos por los valores y principios, por vivir con dignidad y por elegir una sociedad que no se base en el enriquecimiento de unas pocas empresas financieras y de los oligarcas privilegiados que las dirigen. Este sentimiento de injusticia que inspira esta «reforma» no es indiferente a la determinación y combatividad que caracteriza esta lucha en la que participan muchos jóvenes, entre ellos estudiantes y alumnos de secundaria, pero también, por ejemplo, abogados o el Ballet de la Ópera de París, en una gran diversidad. Lo que es muy positivo es que la acción colectiva está recobrando sentido, contribuyendo a unirnos en base a una fuerte convicción: ¡todos estamos preocupados, debemos retirar este malvado proyecto! Esto constituye una nueva dimensión, que le da la espalda al corporativismo. Como no habíamos visto en mucho tiempo ha, el sector privado se encuentra al lado del sector público. Si bien se hace referencia principalmente al movimiento huelguístico entre los ferroviarios, la RATP [Régie Autonome des Transports Parisiens] o el sector de la energía, así como entre los sanitarios o los profesores, muchas empresas están también involucradas en la huelga con el objetivo de hacerse oír, bloqueando la economía y golpeando al Capital donde más duele. Así ocurre, por ejemplo, en las refinerías como las de Lavera o Grandspuits, o puertos petroleros como el de Fos. Hemos entrado en una nueva fase de la confrontación de clases y de la contradicción Capital/Trabajo. Estamos frente a la lógica de un capitalismo que la causa. Esta toma de conciencia puede progresar muy rápidamente, por supuesto si se libra una importante batalla de convicciones fundamentada sobre este punto y no sólo sobre las consecuencias. Todavía no hemos llegado a ese punto, pero el proceso que se está llevando a cabo desde hace algunos años, y en particular desde hace más de un año con la batalla de los Chalecos amarillos, ha creado condiciones más favorables. Esto puede suponer un avance significativo en la relación de fuerzas entre el Capital y el mundo del trabajo. La resistencia y la rebelión son ideas muy vivas. La amplitud de la acción colectiva muestra que la iniciativa puede cambiar de bando. Puede permitir un repliegue hacia la resignación y la fatalidad. Obviamente, las huelgas son un sacrificio muy duro para un gran número de trabajadores y familias modestas, especialmente en tiempos como estos, y eso exige grandes esfuerzos para ayudar a mantenerse y por lo tanto para la solidaridad, ya sea material o política.

Hay que señalar también la importancia del apoyo internacional. Francia por supuesto no es el único país donde los pueblos dicen no al neoliberalismo. Ahí está el ejemplo de América latina. Pero el hecho de que un importante país capitalista tenga a su pueblo movilizado es muy significativo. Por eso hay temor en el adversario de que se haga contagioso, y por eso el uso masivo que se ha hecho de la represión. Francia, decía Marx, es el país donde las luchas entre clases se llevan hasta las últimas consecuencias.

Es, evidentemente, una fuente de inspiración para muchos trabajadores del mundo. En este marco, la importante movilización internacional de la FSM [Federación Sindical Mundial], zanja de manera particular con el posicionamiento de organizaciones como la CES [Confédération Européenne des Syndicats] que descubre la huelga el único día en que la CFDT [Confédération française démocratique du travail] participa en ella aportándole un apoyo exclusivo e ignorando deliberadamente la CGT y la FO [Force ouvrière].

Hay una gran combatividad que perturba ciertas ideas recibidas y costumbres y pone contra la pared a todo el mundo, incluidos los sindicatos. Las exigencias son fuertes y hay que tenerlas en cuenta. Eso obliga, o debería obligar, a muchos cuestionamientos en relación con estrategias sindicales de discutible eficacia. En muchos casos, los sindicatos y trabajadores ellos mismos se hacen cargo y actúan independientemente de algunas orientaciones confederales, incluso las desautorizan como se vio con la CFDT y la UNAS [Union Nationale des Syndicats Autonomes], y eso está muy bien.

Creo que existe el riesgo en algunos dirigentes sindicales de pretender hacer de locomotora de un movimiento, de fomentar los corporativismos o querer encarnar solos una acción de esta amplitud haciendo prueba de un radicalismo extremo que no corresponde al estado de ánimo real de los trabajadores. El exceso a menudo es prueba de debilidades y es preferible pasar de él.

Creo que lo importante es que esta movilización tiene necesidad urgente de encontrar una salida política. Y eso es un obstáculo mayor que dificulta toda búsqueda de alternativas y de perspectivas. Hace ya muchos años que la patronal acostumbraba a decir que no se hace la misma política en un país con influencia comunista de más del 20 % y una CGT presente y activa en las empresas. Es un hecho que la aceptación más o menos del orden neoliberal, o el de las instituciones europeas considerado como un horizonte infranqueable para numerosas organizaciones sindicales y políticas, no hace más que contribuir a las fantasías de una potencial Europa social. Igualmente peligrosa es la ilusión de que las propuestas por sí solas puedan permitir hacerse oír mejor justificando la elección de un partenariado social libre de contradicciones de clase. Todo esto tiene un efecto educativo desastroso.

Lo positivo es que el movimiento actual ha empezado a emanciparse de unos comportamientos que desde hace más de 25 años vienen arrastrando fracasos y bloqueos. Así pues, constato que deshaciéndose de la estrategia de huelgas a salto de mata y de un sindicalismo aborregado, se va viendo poco a poco la luz. Ya no es un tabú hablar de huelga general, de bloquear la economía. Eso es alentador, siempre y cuando, por supuesto, saquemos las consecuencias…

Stéphane Sirot : El movimiento social desencadenado el 5 de diciembre tiene muchas ventajas. De entrada, por si fuera necesario, es la demostración de la existencia de un sustrato de crítica social y de combatividad de un muy alto nivel. Desde este punto de vista, parece interesante replantear esta movilización actual dentro de una cronología más amplia. Efectivamente, después de la contestación de la llamada ley El Khomri en 2016, Francia está atravesando un periodo de ebullición social cuasi permanente. Al final del quinquenio Hollande, la oposición a esta ley del “Trabajo” provocó un record de jornadas de acción, de marzo a julio de 2016, al mismo tiempo que se despliega el movimiento “De noche en pie”. De paso, se da el golpe de gracia a la candidatura del presidente social-liberal para un segundo mandato de cinco años. Luego viene Emmanuel Macron, elegido por defecto en mayo de 2017; una de sus primeras iniciativas fue desmadejar un poco más el código laboral, con las ordenanzas que llevan su nombre, lo que generó varias jornadas de movilizaciones puntuales nuevamente fallidas. Pero desde finales de 2017 hasta el verano de 2018, una ola ininterrumpida de conflictos sociales volvió a sacudir el país: desde los funcionarios de prisiones hasta los trabajadores ferroviarios, el personal del EHPAD [Établissements d’Hébergement pour Personnes Âgées Dépendantes], los trabajadores de la salud, los funcionarios y los estudiantes. Después del interludio de verano, en el otoño de 2018, comienza el movimiento de los Chalecos amarillos que durará varios meses. Después de una nueva pausa veraniega, la huelga masiva del personal de la RATP el 13 de septiembre de 2019 augura la magnitud de las actuales huelgas y manifestaciones, cuyo resultado y duración nadie puede predecir. En otras palabras, el movimiento social de hoy es el eslabón de una cadena de protestas con una extensión cronológica sin precedentes.

Otro punto interesante a tratar son las prácticas empleadas. Si bien las jornadas de acción continúan marcando el desarrollo de la protesta contra la contrarreforma de las pensiones, no son ya la única forma de presión que manejan los sindicatos. Hay un resurgimiento de las huelgas prorrogables, acompañadas de sus tradicionales asambleas generales (AG) diarias. Sin duda, la retroalimentación de los fracasos del pasado reciente forma parte de esta reapropiación de un método históricamente clásico, pero ampliamente abandonado durante los movimientos sociales de alcance nacional. Desde la movilización de 2003 contra la extensión del periodo de cotización de los funcionarios para su jubilación hasta la de 2016 contra la ley El Khomri, pasando por la de 2010 contra la reforma de Sarkozy que retrasaba dos años la edad legal de jubilación, todas han fracasado al basarse en prácticas que tienden a privilegiar la manifestación sobre la huelga. En los ferrocarriles, en la primavera de 2018, el intento de innovar convocando una huelga de dos días de cada cinco, y anunciando el calendario de paros laborales con varias semanas de antelación, resultó infructuoso. El historial negativo general de estos desafíos, en cuanto a su capacidad para doblegar a los poderes políticos, es sin duda lo suficientemente recurrente como para plantear interrogantes acerca de los métodos que pueden llevar al triunfo de las reivindicaciones. A esto se añade una de las constataciones del movimiento de los Chalecos amarillos: sólo los planteamientos transgresores de la lucha social son más que nunca propicios para sacudir el orden dominante y obligarlo a hacer concesiones. Ahora bien, también aquí se puede observar una reapropiación de los métodos transgresores (bloqueos, cortes de electricidad, manifestaciones no anunciadas, etc.) en el ámbito sindical, que se habían puesto voluntariamente entre paréntesis en nombre de una unidad de sindicatos alineada en el mínimo común denominador, o de la «batalla de opiniones», considerada a veces como un fin y no como un medio dentro de una relación de fuerzas más general.

Dicho esto, incluso de cara a la opinión pública, la lucha por la retirada de esta contrarreforma tiene mayores ventajas: por una parte su universalidad, pues todos se sienten concernidos; por otro lado, está la imagen de un “presidente de los ricos” y de su gobierno que, pase lo que pase, ya no son creíbles pues que su fundamento argumental está basado en la retórica del “progreso social”; su política es juzgada estructuralmente desigual por tres cuartas partes de los franceses.

En resumen, este movimiento social presenta una serie de ventajas nada despreciables. Si hubiera que encontrarle un punto débil, me parece que sería sobre todo y una vez más, su falta de relevo y de salidas políticas. La situación y desmenuzamiento de las fuerzas naturalmente susceptibles de proporcionárselo es un hándicap en la perspectiva de una metamorfosis de la capacidad de resistencia que demuestra el mundo del trabajo de una dimensión defensiva hacia una perspectiva de ataque que es la única que le permitiría reconquistar eso que los políticos liberales han ido quitando al pueblo desde hace ya casi cuarenta años. ¡Y de ese modo, salir de una vez de ese único esquema reactivo en el marco de las movilizaciones sociales nacionales, vigente, al fin y al cabo, desde mayo-junio del 68!

Benoit Foucambert: La fuerza del movimiento actual se debe en gran medida a la etapa de desarrollo de nuestras sociedades y a las contradicciones que las atraviesan. Básicamente, el poder está en manos de los representantes directos de las grandes empresas, lo que antes se llamaba el gran capital monopolista, cuya «gente» puebla los ministerios, la alta administración y controla los grandes medios de comunicación… Esta fracción dominante de la clase dominante se apoya en capas formalmente asalariadas pero muy privilegiadas e interesadas directamente en el poder del capital: (académicos de los medios de comunicación, abogados conniventes, publicistas, editorialistas acaparadores,…) y en un aparato represivo reforzado.

Esta casta impone al resto de la población su política de regresión social en beneficio únicamente del interés del capital que choca no solo contra algunas capas sociales llamadas de clase media y en vías de proletarización (por ejemplo, los enseñantes), sino también contra las capas no monopolistas estranguladas también ellas por los grandes grupos financieros o las grandes empresas que imparten órdenes.

Tanto es así que venimos observando desde hace décadas un vasto enfrentamiento de clases, unas veces silencioso, otras abierto, entre los intereses del capital monopolista y los del resto de la población, que dibuja la posibilidad de una concentración popular mayoritaria que agrupa a la aplastante mayoría del mundo salarial pero también a capas no monopolistas: artesanos, pequeños productores, algunas profesiones liberales, pequeños y medianos agricultores, por no decir algunos proletarios provenientes aparentemente de la pequeña patronal (auto-emprendedores, “ubers”,, etc.)…

1995, 2003, 2005, 2010 y hasta hoy, diciembre de 2019, cada uno a su manera, son años de momentos de cristalización de esta lucha en movimientos sociales muy fuertes, muy potentes apoyados por la mayoría de la población.

La cuestión de las pensiones, central en la actual lucha pero no única pues que concentra las rabias acumuladas desde hace años, permite establecer esta alianza de distintos grupos sociales que comparten el mismo interés y explica la potencia del movimiento actual, aunque no hay que olvidar al movimiento de los Chalecos amarillos que ha reavivado en muchos el fuego de la revuelta popular. En cualquier caso, el “todos juntos al mismo tiempo” que se expresa con fuerza en las manifestaciones y en las Asambleas Generales tiene una base material real que le da fuerza y que atemoriza al poder que sabe que no estamos lejos del umbral crítico en el que puede prender la Huelga General.

Sin embargo esto no puede apoyarse en un cierto número de tendencias que él mismo ha fomentado. Así el estallido de los sectores industriales y de las concentraciones obreras ha debilitado el sindicalismo en las empresas privadas; y el empleo masivo de temporales, de auto-emprendedores ultra-precarizados pesa sobre la organización colectiva de la clase y sobre las capacidades de movilización. Aunque hay muchos paros laborales en el sector privado, el movimiento actual sigue siendo impulsado masivamente por los trabajadores del PS o de los servicios públicos, así como por los sectores privados donde todavía existen «bastiones sindicales» rojos, como en la industria química o portuaria. Estos últimos, al igual que los ferroviarios, los electricistas-gas o los trabajadores de la RATP, están librando una magnífica lucha de clases. Otros sectores, como el de la educación, están respondiendo masivamente a los llamamientos nacionales y están llevando a cabo acciones que pueden ser renovadas, y las Asambleas Generales interprofesionales que se están desarrollando a nivel de base son una fuente de esperanza porque están construyendo el conjunto en una acción continua.

Pero hay que señalar la dificultad inicial de coordinar los sectores entre sí y establecer una estrategia común. Si el objetivo es hacer que el gobierno escuche las demandas, las manifestaciones exitosas pueden ser suficientes; si el objetivo es obligar al gobierno a escuchar, es decir, hacer que se retracte de sus planes, es necesario construir una correlación de fuerzas extendida y esto debe ser preparado, anunciado y construido antes del estallido del conflicto. No basta con decir «estamos comprometidos y ya veremos lo que pasa».

Lo que falta aun es la afirmación explícita por parte de las organizaciones sindicales nacionales de que, ante a la guerra social librada por este poder, debemos construir el bloqueo a las ganancias capitalistas. Ahora bien este bloqueo no puede ser improvisado; tiene que ser cuidadosamente preparado, y es seguramente este aspecto el que todavía presenta algunos problemas, más allá de la magnífica combatividad de los trabajadores en lucha.

Lo que falta, por fin, y esto no es de hoy, es una perspectiva política de un cambio de poder y de la sociedad que dinamice y se apoye en las luchas. Por supuesto, esto significa cuestionar radicalmente el sistema en el que vivimos y las instituciones nacionales y supranacionales que resultan de él. Como acabamos de ver, la base sociológica objetiva para tal perspectiva existe.

Y como la lucha actual es un formidable acelerador de la historia y las conciencias avanzan muy rápidamente, podemos confiar en que puede ganar o, en el peor de los casos, crear las condiciones subjetivas para una victoria cercana.

¿Debemos alegrarnos de la «oposición» de la CFDT a un aspecto de la contrarreforma, o más bien, con la experiencia de las traiciones de esta central, no habría que pensar la unidad de las fuerzas sindicales sin la «contribución» de Laurent Berger?

Benoit Foucambert: El peso real del CFDT en las luchas es muy pequeño. Cuando la CFDT convocó una manifestación el 17 de diciembre pasado, su grupo, en la manifestación de Albi, por ejemplo, era de unas 50 personas de las 15.000 que participaron. Parece ser que la CFDT y L. Berger que la lidera están y estarán siendo utilizados por el poder y los medios de comunicación para tratar de dividir el movimiento.

De todos modos, es interesante observar que algunas bases que quedan de la CFDT, desautorizaron a L. Berger; por ejemplo los ferroviarios de la CFDT, que no quisieron seguirlo en su deseo declarado de una tregua de Navidad con Macron.

De forma más general, rechazar la edad pivote y apoyar la jubilación por puntos, como hace la CFDT, no tiene sentido; la única interrelación que tiene sentido es la que llevan desde el principio la CGT, la FO, la FSU y los Solidaires [Union syndicale Solidaires] sobre la base muy explícita de la retirada de la contrarreforma en su totalidad y no sólo en este o aquel aspecto o para este o aquel sector. Esto es lo que sale masivamente en todas las manifestaciones y en todas las Asambleas Generales.

Por otra parte, el dispositivo de Macron es tal que, incluso si el poder retirase la mención oficial de los 64 años, la combinación de los criterios impuestos a los “interlocutores sociales” para gestionar las pensiones por puntos (límite máximo del 14% del PIB, exigencia, al estilo de Maastricht, de equilibrar las cuentas en todo momento mientras se silencian las cotizaciones por el robo de los salarios diferidos o socializados, el crecimiento del número de pensionistas, etc.), llevaría a los mencionados «socios», a saber, el MEDEF [Mouvement des entreprises de France] y la CFDT, a aumentar progresivamente la edad de la jubilación por su cuenta, como ya lo están haciendo para los complementos AGIRC/ARCO [régimen de pensión complementaria de asalariados cuadros]. Esto es sin duda lo que la CFDT solía llamar «autogestión» y ahora llama, en el idioma alemán, cogestión: la gestión por los propios trabajadores de la regresión social disfrazada de «negociación».

Jean-Pierre Page: Ni que decir tiene que no debemos hacernos ilusiones sobre la CFDT, y no porque se haya adherido tardíamente a la lucha. Obviamente su actitud no es indiferente para la definición del movimiento de protesta. Sin embargo, creo que el papel de la CFDT no puede reducirse a la traición, aunque en realidad a menudo pueda parecerlo. La CFDT es típicamente un sindicato de colaboración de clases, y su trayectoria confesional sin duda alguna no es ajena a ello. Está desarrollando con Macron y su gobierno una asociación cómplice, como lo demuestran las numerosas declaraciones de representantes del gobierno, del partido en el poder y de las asociaciones patronales, ampliamente difundidas por los medios de comunicación a instancias del Palacio del Elíseo.

Dicho esto, la CFDT y Laurent Berger, a menudo se olvida que es el presidente de la Confederación Europea de Sindicatos (CES), son coherentes consigo mismos. Berger está a favor de la reforma del sistema de pensiones por puntos que desean Macron y Bruselas; sólo se opone en un tema, el de la edad pivote de 64 años*.

Por mi parte, creo que hay en el aparente giro de la CFDT, un escenario de rescate a favor de Macron y su «reforma». Probablemente se va a escenificar una retirada por parte del gobierno de la edad pivote y algunas pequeñas mejoras. Esto será tenido como un mérito de la CFDT, que mejorará su imagen y la del sindicalismo reformista, razonable y orientado a las propuestas y negociaciones. Supondrá también una prueba de la capacidad de escucha del gobierno, permitiría salvar al soldado Macron y a la política europea de las consecuencias políticas de este movimiento huelguístico sin precedentes del que fueron precursores los Chalecos Amarillos, y así aislar a la fracción más combativa de los trabajadores en lucha y a los sectores de la CGT que defienden posiciones de clase.

Esto indica cuán importante es tener siempre claros los roles de cada uno, dentro y fuera de la CGT. De ello depende la continuación y el éxito de la acción. Como dijo Sun Tzu en El arte de la guerra: «Si conoces a tu enemigo y te conoces a ti mismo, no tienes que temer el resultado de 100 batallas». Esto es tanto más indispensable cuanto que algunos dirigentes sindicales acogieron favorablemente la decisión de la CFDT del 17 de diciembre, considerándola como una nueva justificación de la estrategia del sindicalismo solidario. Por lo tanto, debe recordarse que la participación de la CFDT fue paralela y bajo una forma distinta a la de un llamado a la demostración junto con el CGT, FO, FSU, UNSA. Su llamamiento a una tregua para finales de año, aunque fuera un fracaso, formaba parte de la intensa propaganda mediática destinada a desacreditar la huelga, pero sobre todo, lo que hay que recordar de la decisión de la CFDT a favor del 17 de diciembre, es que se basaba en objetivos radicalmente distintos a la pura y simple retirada de la reforma.

Stéphane Sirot: La oposición de la CFDT a la «edad pivote» tuvo sin duda un efecto positivo en la opinión pública en su momento: fue capaz de convencer a los menos politizados y más indecisos del carácter perjudicial de esta contrarreforma.

Por el contrario, no contribuyó a reforzar la movilización sobre el terreno: los trabajadores ferroviarios de la CFDT, en desacuerdo con su confederación, ya estaban en la lucha, mientras que el llamado confederal a manifestarse el 17 de diciembre apenas engrosó las filas de las manifestaciones ni las de los huelguistas. Por otra parte, la posición de Laurent Berger, ampliamente difundida en los medios de comunicación, centró gran parte del debate sobre la cuestión de la «edad pivote», mientras que el principio de la jubilación por puntos a voluntad se presentaba como una cuestión subsidiaria, si no definitivamente zanjada.

El sindicalismo de «partenariado social» o de lobbying defendido por la central considerada reformista (¡o deberíamos decir contrarreformista!) también parecía amenazador para la dinámica de la movilización en la medida en que, obviamente, sus dirigentes intentaban, a través de reuniones y discusiones telefónicas, desarrollar una escapatoria para ellos mismos y para el gobierno. Consistiría en ver a éste, el gobierno, dejar caer la «edad pivote», para permitir que la CFDT se desentendiera, reivindicando el «éxito» y abriendo para el gobierno la perspectiva de una caída de la huelga del transporte y, por lo tanto, una muerte lenta del movimiento social.

El ‘hasta-el-final’ del gobierno no ha permitido aun que este escenario se desarrolle, pero no hay nada que diga que no será así a principios de enero, con la reanudación de las «concertaciones».

E n otras palabras, el resultado positivo de un movimiento social como el que estamos conociendo depende sobre todo de la legitimidad de las reivindicaciones y de las decisiones tomadas por las asambleas generales de la huelga, y no de la unidad de las confederaciones. Tanto más cuanto que una parte de estas últimas, como la CFDT, pero también a nivel nacional la ANS y la CFTC [Confédération Française des Travailleurs Chrétiens], sólo piensan en esquivar las relaciones de fuerza y en establecer sistemáticamente compromisos a pérdida con interlocutores institucionales cuyas reivindicaciones se consideran, en el fondo, más legítimas que las de los asalariados en movimiento, apoyados por la mayoría de los franceses.

Además, este campo sindical contrarreformista se encuentra en grandes dificultades. Por un lado, es perfectamente estéril cuando el «socio», el gobierno o la patronal, rechaza la mano que le tiende. Por otro lado, ha visto cómo el sindicalismo ejecutivo se desprende de él: la CFE-CGC [Confédération française de l’encadrement – Confédération générale des cadres], un hecho novedoso, se ha situado del lado de la protesta y, en contra de sus costumbres, ha llamado a la movilización y a la manifestación. Esto contribuye a un cambio útil en la relación de fuerzas dentro del ámbito sindical.

Los folletos y pasquines sindicales no dicen nada sobre la «recomendación» europea que pide a Francia que establezca un «régimen de pensión único» para » ahorrar varios miles de millones”. ¿No es perjudicial para la lucha guardar silencio sobre la naturaleza de la construcción europea?

Stéphane Sirot: La Unión Europea ultraliberal es, en efecto, un ángulo muerto del movimiento social. Y ello a pesar de que la contrarreforma de las pensiones forma parte de la panoplia de medidas cautelares desplegadas por las instituciones comunitarias para continuar el saqueo del trabajo en beneficio del capital. Por otra parte, no es casualidad que la UE y la OCDE se encuentren entre los más fervientes defensores de las pensiones por puntos y, en última instancia, por su capitalización. Hay un enorme mercado potencial aquí y un enorme yacimiento de beneficios.

Este silencio puede explicarse por una combinación de razones e hipótesis. En primer lugar, es cierto que los grandes movimientos sociales se desarrollan históricamente en un marco nacional y desafían directamente las decisiones del Estado, que se percibe como el principal responsable y el interlocutor directo. Para dar un paso más y poner las cosas en perspectiva, parece indispensable una formalización del contexto global por parte de los líderes sindicales, apoyada por los relevos políticos.

Sin embargo, por parte de los sindicatos, el cuestionamiento de la construcción europea casi nunca está en la agenda a nivel confederal. No está en absoluto del lado del campo contrarreformista; sólo está muy marginalmente y con gran cautela del lado del sindicalismo de «transformación social». Ambos están incluidos en la Confederación Europea de Sindicatos, que está anclada en un enfoque que acompaña a la construcción liberal de Europa, para amortiguar en el mejor de los casos los choques, pero sin llegar a cuestionarla estructuralmente.

¿No es significativo que la CES haya esperado hasta el día de la acción, el 17 de diciembre, para publicar un comunicado de apoyo a los sindicatos franceses, es decir, en el momento en que la CFDT convocó una manifestación? Por otra parte, la misma CES guardó silencio los días anteriores, incluido el del 5 de diciembre. En resumen, mientras el principal sindicato contrarreformista no llamara a unirse a las manifestaciones, la CES permaneció en silencio. Como si, de hecho, la única demanda legítima fuera la adaptación de la contrarreforma de las pensiones, no su abandono.

En el plano político, sobre todo por parte de las fuerzas de izquierda o incluso de extrema izquierda, la crítica a la construcción europea también carece muy a menudo de fuerza y claridad, cuando no se la identifica estrictamente con una forma de nacionalismo. Esto, por cierto, contribuye a hacer el juego al orden dominante actual, que busca organizar el espacio político, tanto a nivel nacional como europeo, en torno a una brecha entre el «progresismo» y el «nacionalismo».

Más allá de la enfermedad crítica a la que se refiere esta situación, es perjudicial para el mundo del trabajo y sus movimientos sociales. En esencia, contribuye a ponerlos sistemáticamente a la defensiva, en reacción a las nuevas y constantes ofensivas del liberalismo extremo en el poder, mientras alimenta la posición de espera de que una extrema derecha que está muy contenta aparezca como una alternativa importante a este liberalismo extremo. Esto hace que sea más urgente salir de este esquema mortal.

Benoit Foucambert: Este es un hecho general que encaja con lo que se dijo anteriormente. El capital monopólico organizado a nivel continental dio origen y controla a la Unión Europea sobre la base de tratados que graban en piedra su dominio. Las directivas, recomendaciones y otras regulaciones europeas apuntan todas en la misma dirección, la de los intereses del gran capital. Esto es cierto en la energía (privatización de EDF [Électricité de France]), en el transporte (privatización de la SNCF [Société nationale des chemins de fer français]), en la educación (reformas Blanquer)… pero también en el derecho laboral y las pensiones. Las leyes «laborales» de El-Khomri-Macron respondían de este modo a las recomendaciones europeas, de la misma manera que hoy en día la pensión por puntos responde a las recomendaciones de Bruselas al mismo tiempo que a las de la patronal MEDEF; la primera es «copia» de la segunda.

Así que sí, la cuestión europea debe integrarse en el pensamiento y la acción sindical y no debe ser en ningún caso un tabú o un fetiche. Hoy, no es sólo Macron quien ataca a los trabajadores, sino todas las fuerzas dominantes organizadas a nivel nacional y supranacional.

En lugar de mantener no importa qué mito sobre una Europa social que no existe, habría sido más útil, por ejemplo, utilizar el ejemplo de la lucha victoriosa de los trabajadores belgas contra la pensión por puntos de hace dos años para prepararse para el conflicto en Francia. Es tan cierto que la preocupación por la soberanía de los pueblos de Europa, incluido el nuestro, no contradice sino que complementa la preocupación por desplegar la única Europa que vale la pena, la Europa de las luchas.

Si queremos ganar en lo sustancial, tenemos que vencer al poder que nos está estrangulando. Dado que este poder está organizado a nivel nacional, pero también en la UE, no tenemos más remedio que luchar, o no luchar, contra esta construcción europea, como lo hace la CGT desde hace mucho tiempo. Sin olvidar, por supuesto, el desarrollo de vínculos de lucha con los trabajadores de otros países de la UE que sufren de la misma política de ruptura social generalizada.

Jean-Pierre Page: Es obvio que el silencio sindical sobre las directivas europeas de pensiones es una laguna en la batalla y, por otra parte, una confesión vergonzosa, que Macron y su gobierno están explotando. La declaración de la CES en apoyo flagrante de la CFDT es significativa. En Bélgica, la movilización social y política ha vencido a la jubilación por puntos, por lo que resulta sorprendente que las confederaciones de la mayoría de los países europeos no hayan sacado ninguna conclusión al respecto. La Unión Europea realmente quiere montar una tómbola. Dondequiera que se haya impuesto este sistema, los montos de las pensiones han disminuido y se ha alargado la edad pivote. En Alemania, el nivel de las pensiones ha disminuido un 10% en relación con los salarios. El número de alemanes que viven por debajo del umbral de pobreza se ha duplicado desde 1990, cada vez más personas pobres utilizan los bancos de alimentos, casi tres millones de personas mayores de 65 años viven por debajo del umbral de pobreza. En Suecia, que se cita a menudo como ejemplo, hay que trabajar hasta los 68,5 años para recibir la cantidad que se tenía antes de la reforma a los 65 años.

Esta situación catastrófica es bien conocida, pero no preocupa a ese engranaje de las instituciones europeas que es la CES, simplemente porque se adhiere sin restricciones a los objetivos de la integración europea que se cuida de no criticar, sobre todo porque depende financieramente de ella. Tampoco oímos a los líderes de las confederaciones sindicales en Europa, incluida la CGT, expresar sus opiniones sobre la nocividad de esta política, que pretende alinearse de abajo hacia arriba desarrollando una precariedad a ultranza y rompiendo los sistemas sociales.

Es de todo punto increíble que Thierry Breton, que acaba de ser nombrado nuevo comisario europeo, cuestione fuertemente al gobierno francés sobre la aplicación absoluta de un sistema de pensiones por puntos. ¡Silencio en las filas del sindicato!

Así, el Programa Nacional de Reformas (PNR), que resume los compromisos anuales de París con la Unión Europea, cuyo último ejemplar fue presentado en Bruselas en abril de 2019, estipula en particular: «el acceso al empleo y la revalorización del trabajo es una prioridad, mediante la reforma del mercado laboral y la reducción de los costes, la revalorización de las rentas del trabajo y la modernización del seguro de desempleo y de los sistemas de pensiones».

Todavía estamos esperando la reacción de los sindicatos. Es cierto que el reciente congreso de la CES ha querido subrayar el carácter positivo de la acción de la Comisión de Bruselas, felicitando a Jean-Claude Junker «por haber salvado la Europa social».

¿Cómo se puede aceptar, como sindicalista de la CGT, encontrarse bajo el control de la CES, que ahora está encabezada por el jefe de la principal organización sindical que, junto con la CES, apoya la pensión por puntos? Por no hablar del apoyo de Laurent Berger, el nuevo presidente de la CES, a la idea misma de «unión sagrada» deseada por Macron y su séquito directamente asociado a la alta finanza de los fondos de pensiones y los seguros privados, como ilustró Jean-Paul Delevoye.

Ha llegado el momento de sacar las consecuencias de todos estos compromisos que socavan la credibilidad del sindicalismo y la acción colectiva. La fuerza del actual movimiento reivindicativo ofrece la oportunidad de contribuir a «ajustar todas las cuentas«.

(*) Según el gobierno francés, si todo el mundo se jubila a los 62 años como en la actualidad, el régimen de pensiones se desequilibraría, por eso propone el gobierno una edad de equilibrio o edad pivote, los 64 años, que consolidaría el sistema de pensiones. (NdT)

Fuente: https://kaosenlared.net/pulso-social-a-la-reforma-de-las-pensiones-en-francia-los-puntos-de-vista-cruzados-de-stephane-sirot-de-jean-pierre-page-y-de-benoit-foucambert/

Comparte este contenido:

Brasil: Greve de professores da rede estadual começa com ato no dia 15 de março

Paraná / 08 de marzo de 2017 / Fuente: https://www.bemparana.com.br/

Representantes dos Núcleos Sindicais da APP de todo Estado passaram o sábado (4) reunidos para avaliar a construção da Greve Geral Nacional da Educação. Na assembleia da categoria, realizada em Maringá no dia 11 de fevereiro, foi aprovada a greve a partir do dia 15 de março, conforme orientado pelo congresso nacional da Confederação Nacional dos Trabalhadores em Educação (CNTE).

Na pauta nacional da greve, a luta contra a reforma da previdência, do ensino médio e trabalhista e pelo pagamento do piso nacional. Já no Estado, a luta é contra a punição a professore doentes, o desemprego de milhares de educadores PSS e a falta de funcionários nas escolas. Também é reivindicação, o reajuste da inflação (data-base), mais funcionários(as) nas escolas e manutenção dos direitos da categoria.

O comando aprovou a realização de um grande ato estadual em Curitiba no primeiro dia da greve. A concentração será a partir das 9h, na Praça Santos Andrade, no centro da capital paranaense. O ato deve durar o dia todo, e reunirá milhares de professore e funcionários de todo o Paraná, que marcharão pelas ruas do centro da cidade. Outros movimentos populares e centrais sindicais também devem organizar atos em apoio à greve geral na data.

Fuente noticia: https://www.bemparana.com.br/noticia/490867/greve-de-professores-da-rede-estadual-comeca-com-ato-no-dia-15-de-marco

Comparte este contenido: