La pandemia acarreó cambios inesperados en el sistema educativo. La escuela que estuvo vigente hasta comienzos de este año no existe más. Aun así, el ciclo escolar comenzará el próximo lunes 24, pero a distancia. Habrá cambios en la pedagogía, en el hacer de maestros y padres de familia y observaremos una migración de niños de escuelas privadas al sistema público.
Este lunes 3, el secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma, anunció el regreso a clases y el presidente López Obrador firmó un convenio con las cuatro cadenas de televisión abierta para que apoyen esta operación. No es un asunto menor, es una opción viable; sería peor no hacer nada. Sin embargo, no es la panacea, es un paliativo, valioso, pero paliativo.
La emergencia provocó la revalorización de la educación a distancia. No estábamos en pañales, México tiene experiencia acumulada de décadas. La telesecundaria y el telebachillerato, si bien tienen a un maestro monitor frente a varios grupos, implica iniciativa y disciplina de cada alumno. Pero son opciones para gente pobre.
El caso de hoy es generalizado; los guiones de los programas se ajustarán a los libros de texto y es posible que contengan innovaciones, serán menos literales y más visuales. La imagen es una herramienta de enseñanza poderosa, aunque el aprendizaje sin el seguimiento de los docentes es disperso.
Las facciones del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación marchan por rumbos distintos. La que comanda Alfonso Cepeda Salas apoya las medidas y demanda respeto a los derechos de los maestros, capacitación digital y entrega de equipos —con cargo al erario— para el 30% del magisterio de educación básica.
Los líderes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación impugnan el programa Aprende en Casa II o le ponen barreras y se montan en la ola para exigir plazas e interinatos.
Atención, los riesgos que enfrentan los docentes —y que ponen sobre la mesa los líderes de ambas facciones— son reales: hay decenas de miles que padecen de obesidad, diabetes e hipertensión. Pero la exposición al contagio disminuye con el trabajo desde casa.
Para muchos padres —y más para las madres— de familia que tienen vástagos en edad escolar seguirá el fastidio; no saben cómo enseñar ni toman los escasos cursos de apoyo para ellos. Además, muchos ya regresaron a ganarse el pan, tendrán menos posibilidad de ayudar a sus hijos.
Unos colegas y el PNUD pronostican que muchos niños abandonarán sus estudios; mencionan cifras impresionantes, incluso en la SEP. No estoy convencido; sí, habrá abandono, pero no masivo. El sector privado perderá clientela, la clase media baja regresará a la escuela pública. Aventuro que en el bachillerato —debido a la beca universal— no renunciarán muchos.
¡Qué bien que el gobierno haya firmado acuerdos con las televisoras¡ ¡Qué bueno que empiecen las clases y se disminuyan las pérdidas! Pero me parece un desacierto el dicho del secretario Moctezuma: aseguró que “se trata de un esfuerzo equitativo, ya que el 94% de las familias mexicanas tiene acceso a la televisión, lo que garantiza que el programa llegue a casi todos los hogares del país” (Boletín 205 de la SEP, 03/08). El 6% restante son los desfavorecidos de siempre, aunque habrá cuadernillos y el Conafe les dará seguimiento.
Al contrario, si entendemos equidad en los términos de Amartya Sen, de ofrecer más a quienes menos tienen, de tratar desigual a los desiguales, entonces con este proyecto la disparidad social crecerá. Donde las familias tienen computadoras u otros medios y conexión a la red, los niños tendrán más programas, contacto, aunque sea virtual, con sus maestros, podrán hacer sus tareas y juntar sus experiencias. Quienes nada más vean la TV verán muy disminuidos sus asideros.
Estoy convencido de que la escuela que conocimos ya no regresará. Espero que, tras la emergencia, demos pasos hacia la verdadera equidad, porque, de ésta, los segmentos pobres saldrán más dañados.
Según un estudio de la Universidad de Granada, un salón de clases de 20 niños podría tener contacto con 800 personas en dos días.
Con la llegada del mes de agosto, muchos padres y educadores están al pendiente del regreso a clases. ¿Será un semestre presencial o laboral?
Hasta el momento, la Secretaría de Educación Pública (SEP) anunció que se descarta que los estudiantes regresen a sus aulas el 24 de agosto debido a que no existen las condiciones para hacerlo de manera presencial.
¿Qué implica regresar a clases?
Para poder tener de vuelta a los estudiantes en las instituciones, se necesita una planificación para reducir lo más posible los riesgos de contagio. Sin embargo, científicos de la Universidad de Granada (UGR), en España, se dieron a la tarea de investigar qué sucedería si los niños regresan sin las medidas necesarias.
El estudio analiza qué sucede cuando un número de personas que tienen contacto con un grupo de 20 alumnos que no han usado mascarillas ni han guardado distancia, demostrando el riesgo de volver a las aulas.
Para los expertos, el mayor problema es que su gobierno se centra en anunciar lo ideal que sería regresar a las aulas, pero no están considerando los recursos para garantizar que se mantendrán las medidas necesarias.
Se centraron en los grados infantiles hasta el cuarto año ya que Isabel Celaá, la ministra de Educación en España, dijo que estos alumnos pueden tratarse como convivientes o a modo de familia y que “en esa burbuja o set o módulo pueden moverse con tranquilidad, sin necesidad de guardar la distancia de 1,5 metros”.
UGR dice que es importante considerar que estos niños no viven en burbujas, tanto ellos como sus docentes conviven con sus propias familias, las cuales muchas tienen trabajo y están en contacto con más personas.
Tan sólo en un salón con 20 niños de estos grados pueden estar en contacto con cerca de 800 personas en un lapso de dos días, lo que podría resultar en un brote de contagio gravísimo si no se están cuidando. Esto si se asume, como lo hacen los expertos, que los estudiantes vienen de una familia conformada por dos adultos y 1,5 hijos (es decir, la mitad de la población tiene dos hijos y la otra uno, según la media española). Cada alumno podría exponer a 74 personas en su primer día, según UGR. Si la clase es de 25 alumnos, el número de personas con las que podrían convivir subiría hasta 91 por día, y hasta 1,228 en dos días.
Los expertos piden al gobierno que se consideren distintos escenarios y se asignen recursos necesarios para cada uno de ellos, las acciones concretas a realizar y el momento en que se llevarían a cabo cualquiera de estos planes. Ellos sienten que el insistir en un regreso presencial está mas encaminado a tranquilizar a los padres durante las vacaciones que a crear un plan que puedan mantener todo el año.
Eulogio Cordón, director del departamento de Organización de Empresas II de la UGR, dice que, “sin vacuna, la mayoría de las clases probablemente acaben volviendo a un escenario remoto a lo largo del próximo otoño cuando confluyan los efectos de la COVID-19 y la gripe estacional. Por ello, es muy importante que todos los agentes estén preparados para esa posibilidad”.
La UGR también dicen que debería considerarse a las familias sobre el regreso y su disponibilidad para cada escenario, algo que dicen que no se ha hecho. La falta de comunicación sólo resultará en una limitación en los protocolos y la planificación.
Los especialistas en educación recomiendan a las escuelas a apegarse a un horario de clases en línea que replique el modelo tradicional y que combine sesiones sincrónicas y asincrónicas. Sin embargo, si no hay comunicación con la familia, es imposible saber si está dentro de las posibilidades de los padres para mantener esta rutina y colaborar.
Los expertos resaltan que, si bien lo más deseado en España es arrancar el siguiente año escolar con clases presenciales, debido a la complejidad del COVID-19, las instituciones tienen que planear qué sucedería si tienen que cerrar.
Según Alberto Aragón, coordinador de este análisis, enfatiza la importancia de pensar escenarios donde se consideran riesgos muchísimo antes de que sucedan. Se necesita desde ya una dotación de recursos para los educadores, estudiantes y las familias y contar con protocolos de cómo pasar de clases presenciales a clases remotas.
¿Qué sucede en las universidades?
El caso de las universidades es mucho mas complejo debido a que los estudiantes cuentan con asignaturas y optativas, lo que complica formar grupos y contabilizar el número de personas que podrían exponer.
La Universidad de Granada, calculó el número de alumnos que podrían tener en un aula tomando distancia de 1.5 metros para entender los retos que podrían enfrentar en caso de regresar. En su caso, un aula de 92 plazas podría permitir sólo entre 16 y 24 alumnos. Bajo este escenario, las clases en línea son más efectivas ya que podrían ser más personalizadas, menos complicadas y llegar a un mayor número de alumnos.
Los estudiantes y docentes piden un sistema más estandarizado al transformar las clases del modelo presencial al online, que garantice evaluaciones justas. Aunque en este punto, debido a que las universidades suelen estar más digitalizadas que los colegios, se encuentran mucho más decididos a la hora de dar clases en línea, ambas instituciones tienen problemas de heterogeneidad y las evaluaciones ya que son muy limitadas o inexistentes.
Para poder tener un regreso a clases exitoso, ya sea presencial o en línea, las instituciones deben desde ya estar analizando y planeando para distintos escenarios y cómo mantenerlos durante el ciclo escolar. Como menciona Alberto Aragón: “Es importante reconocer que la organización de la vuelta al cole tiene características que la hacen especialmente complicada, pero eso precisamente debe llevar a planes más rigurosos”.
Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/el-riesgo-de-regresar-a-clases
El secretario del Departamento de Educación, Eligio Hernández, anunció que los maestros no tendrán que presentarse a las escuelas la próxima semana, como estaba pautado en el calendario del nuevo año escolar que inició el 3 de agosto.
“Quiero anunciarles que la próxima semana estaremos extendiendo el teletrabajo para los maestros del sistema educativo público. Esto implica lo siguiente, implica que los maestros no van a estar presentes en la escuela de manera física”, explicó en un mensaje transmitido por redes sociales.
El titular de Educación indicó que la decisión se tomó tras evaluar las inquietudes de gremios magisteriales, entre ellos la Asociación de Maestros de Puerto Rico (AMPR).
“La agenda sistémica, las orientaciones y la discusión de los elementos que nos son requeridos por ley serán discutidas a través de la herramienta Microsoft Teams”, agregó Hernández.
El pasado lunes, el personal escolar comenzó a trabajar de manera remoto en medio de la emergencia que vive la Isla por el coronavirus (Covid-19). El calendario original de Educación establecía que el personal docente y no docente debía comenzar a trabajar de forma presencial en las escuelas a partir del 11 de agosto.
Los estudiantes están pautados para iniciar el nuevo semestre escolar de forma remota el próximo 17 de agosto y de manera presencial el 17 de septiembre.
“Hemos estado haciendo un análisis continuo, apoyado por los expertos y basados en los datos científicos”, agregó el funcionario. Indicó que la semana adicional de teletrabajo permitirá a la agencia asegurase de que cuentan con los materiales de prevención del Covid-19.
Dos protocolos: uno para educación parvularia y otro para educación escolar son los documentos que afina el Ministerio de Educación y que son la guía para materializar las reaperturas de colegios y jardines infantiles que silenciosamente han comenzado a funcionar en el país. Esta semana el gobierno concretará un nuevo paso: Salud eliminará la restricción nacional que existe sobre los establecimientos educacionales para reabrir sus puertas.
AméricadelSur/Chile/t13.cl/Por Paula Comandari
Contra la corriente, las redes sociales y varias voces que insisten que niños y jóvenes no debieran volver a clases este 2020, el Ministerio de Educación ha puesto todos los elementos sobre la mesa y ha decidido diseñar cómo será la vuelta a clases, muy alineado con la ONU que este martes en un llamado desesperado pidió reabrir escuelas para evitar una “catástrofe generacional”.
Algo que el ministro de Educación Raúl Figueroa ha venido empujando -bastante solo- desde hace algunas semanas, porque sabe los efectos dramáticos que genera la suspensión prolongada de clases para todos los estudiantes, pero sobre todo para los que se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad.
Según las encuestas realizadas por el Ejecutivo la crisis está aumentando las brechas de aprendizaje, con años de rezago que nadie podrá devolver jamás. “Es como el libro que por alguna razón no leíste, pero que en realidad no te leerás nunca más, así de duro”, explican desde el ministerio, señalando que la educación a distancia se hace muy compleja cuando los datos muestran que un 36% de las personas declara tener un computador de uso personal; casi un 60% lo comparte, y solo un 40% de la población tiene conexión de punto fijo a Internet.
Por lo mismo, las autoridades se han reunido con sostenedores y alcaldes para que sean los cuartos medios quienes inicien el proceso de reapertura, si bien los expertos indican que la necesidad más urgente es que regresen los niños más pequeños, toda vez que el colegio sirve como lugar de protección y contención que muchas veces no encuentran en sus propios hogares.
Con todo, muchos padres están asustados de enviar a niños chicos. Por tanto el punto de partida, de prueba, serán los estudiantes que están ad portas de egresar, y que necesitan actividades prácticas, para sumarse luego los III medios. Con los colegios ya operando, empezarían a sumar cursos, dependiendo de cómo se da la situación sanitaria y de los propios actores del sistema.
“Es evidente que hay grupos de personas que no quieren que esto funcione. En el debate he echado de menos a expertos, directores de colegios y profesores que no han levantado con tanta fuerza los efectos que genera sobre los niños el que no vayan a clases. Creo que es importante que se visibilice esa necesidad”, dice el ministro Figueroa.
El cara a cara
Los establecimientos educacionales ya diseñan propuestas para el segundo semestre. Varios directores critican derechamente la falta de “instrucción” de la autoridad, por lo que han decidido que el segundo semestre será online, a pesar de los múltiples efectos educaciones y emocionales negativos.
Uno de ellos es el Colegio Santiago College, que en una comunicación a los apoderados determinó “planificar el resto del año en torno a la probable continuidad del aprendizaje remoto”.
Se requieren ciertas directrices, reclaman. “Tal como fue el ministerio el que nos ordenó realizar cuarentena por temas sanitarios, es deber de ellos, explicitar cuándo podemos o tenemos que volver. Son ellos los expertos”, explica Macarena López, directora del Saint George, institución que ya ha comenzado a realizar in situ trabajos de coordinación para un eventual regreso presencial.
Esta semana se concretará un paso relevante: el ministerio de Salud eliminará la prohibición que opera sobre los colegios para reabrir sus puertas, contenido que se publicara en el diario oficial, algo relevante para decenas de colegios y jardines que han solicitado volver a funcionar, sin respuesta alguna.
En este nuevo escenario, dicen fuentes de Palacio, se proyecta que decenas de instituciones comiencen con actividades presenciales sobre todo en comunas y regiones con bajos contagios; y fuentes en Educación recalcan que incluso en septiembre podrían abrir algunos colegios y jardines en la Región Metropolitana, siempre que las condiciones sanitarias lo permitan.
Nuevas reaperturas
Hasta ahora unos 20 establecimientos están funcionando en Chile, después de que el gobierno ha verificado que las condiciones sanitarias lo permiten, algo que según expertos podría echar por tierra las duras estimaciones que maneja Educación y que no han sido rebatidas, hasta ahora, por nadie: que de seguir con los colegios cerrados, unos 80 mil niños quedarían fuera del sistema “por culpa del covid”: niños que desertarían al perder la conexión y el arraigo con las instituciones educacionales.
Con este fin, Educación afina dos protocolos: “Orientaciones para volver a las escuelas”, un documento de 42 páginas para la educación escolar; y “Orientaciones para la Educación parvularia”, otro escrito de iguales características, para los jardines infantiles con exigencias de limpieza y desinfección, y de organización al interior de los recintos educacionales, que el gobierno les entregará a cada uno de los colegios que vaya abriendo las puertas de manera de dar mayor claridad, en un tema en el que el Ejecutivo está al debe, porque ni siquiera el presidente Piñera ha querido dar lineamientos.
Entre los tema se indica que los colegios y jardines deberán garantizar un metro de distancia entre los estudiantes; el uso obligatorio de mascarillas para niños mayores de ocho años (ojo que en jardines infantiles se determinó que es mejor no usarlas), la obligación del uso de escudos por parte de los profesores; dobles jornadas y clases por turno en colegios con demasiados niños en las salas, de modo de evitar lo que más se pueda los contagios.
Con este propósito, en La Moneda aclaran que Educación invirtió $ 11 mil millones de pesos en kit con todos estos productos de desinfección; y además en estos documentos exige un canal de información a las comunidades, hacer inducción a los profesores y entregar total flexibilidad para que las aperturas se produzcan con calma para alumnos y padres.
Pocos mensajes del secretario de Educación habían generado tanta expectativa como el que realizó el pasado 3 de agosto en la conferencia presidencial matutina. El anuncio principal, además de aludir a la fecha de inicio del ciclo escolar y su modalidad a distancia, fue la concertación de una alianza con cuatro cadenas televisivas de alcance nacional, lo que permitirá, solo por ese medio, llegar a más del 90% de las familias mexicanas, aunado a otras vías que, según el optimismo de las autoridades, harán posible un acceso prácticamente universal a la educación remota. De acuerdo a lo expresado por el secretario y el mismo presidente de la República, se infiere que en esta ocasión la televisión tendrá un papel con mucho mayor protagonismo que la edición pasada de la estrategia Aprende en casa.
Si bien no se pretende minimizar el acuerdo con las televisoras, tampoco sería adecuado maximizar su importancia: seguramente contribuirá a solucionar el importante problema de acceso a la oferta educativa, pero nada más. Debe decirse que el problema de la educación a distancia va mucho más allá del acceso a un dispositivo. En la edición pasada de Aprende en casa, algunos de los programas televisivos mostraron deficiencias importantes en términos didácticos: enciclopedismo, saturación de preguntas y respuestas al alumnado, mal uso de las explicaciones, incumplimiento de los enfoques de enseñanza, etc. No es casualidad que muchos docentes hayan desdeñado su uso. De manera alarmante, estos aspectos no han sido mencionados en los discursos de las autoridades educativas. ¿Se espera un cambio significativo en la calidad de los programas educativos por televisión? Es una incógnita aún.
Durante el ciclo escolar pasado, la televisión, erróneamente, trató de abarcar la mayor parte de los contenidos escolares. En el pecado llevó la penitencia. La experiencia dejó como moraleja que es necesaria una selección muy cuidadosa de los aprendizajes que se buscan desarrollar a través de la pantalla, pues no deben ser ignoradas sus evidentes limitaciones: sería inútil tratar de abordar contenidos que requieren forzosamente de interacciones presenciales con materiales didácticos, compañeros o maestros, o incluso que necesitan varias sesiones para afianzarse. Para evitar que el alumno se convierta en un simple depositario de un concepto o un dominador mecánico de alguna habilidad, se insiste en la cuidadosa elección de los aprendizajes a desarrollar. En ese sentido, la expresión del presidente de la República, en torno a que los alumnos aprenderán “igual que si fueran a la escuela” resulta por demás preocupante, justamente por aludir a uno de los problemas pedagógicos más importantes de la experiencia pasada: buscar transferir la dinámica escolar al hogar.
Tras la conferencia, da la impresión que fueron ignoradas diversas posturas críticas en torno a la estrategia educativa a distancia del ciclo anterior. En este sentido, hubiera sido conveniente, antes de la presentación de la segunda edición de Aprende en casa, un análisis exhaustivo del primer ejercicio. En esta labor sin duda habría sido relevante la participación de la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (MEJOREDU), para que, en su función de conciencia crítica del sistema educativo, emitiera alguna valoración de aspectos puntuales de la experiencia educativa a distancia, máxime cuando ya transcurrieron más de dos meses del fin del primer ejercicio de la estrategia.
Salvo el mayor alcance televisivo, no se advirtieron en el mensaje del secretario de Educación modificaciones sustanciales en torno a la oferta educativa a distancia, pese a que dispuso de varios minutos para poder al menos mencionarlas. Ya en conferencia vespertina, cuando una reportera pidió su valoración sobre la primera edición de Aprende en casa, el secretario se limitó a mencionar las cifras de docentes capacitados (habría que revisar la naturaleza de tal preparación), los millones de cuentas de correo electrónico creadas y el alto porcentaje, según sus fuentes, de comunicación entre alumnos y docentes: lo pedagógico, parece, ha pasado a segundo plano. Ojalá, en el tiempo que queda para arrancar el ciclo escolar, que es poco, se pueda preparar adecuadamente, poniendo énfasis en lo pedagógico, una experiencia que se vislumbra incluso más complicada que la anterior.
Las asociaciones de padres de familia y de docentes de ese país aseguran que será difícil hacer cumplir las medidas de bioseguridad entre los estudiantes.
El regreso de miles de niños en el noreste de Alemania a las aulas estuvo marcado por alegría y abrazos, hasta que los profesores pidieron a los alumnos ponerse sus mascarillas, recordando que la covid-19 sigue presente.
Los alrededor de 150.000 alumnos del länder (estado federal) de Mecklemburgo-Pomerania Occidental, que salieron a vacaciones a mediados de junio, son los primeros en Europa que vuelven al colegio dentro de un ambiente marcado por la normalidad tras meses de interrupción y de clases a distancia.
Una verdadera prueba para el país, que quiere seguir siendo un modelo en la gestión de la pandemia y observa de cerca a esta región, en un momento que la vuelta al colegio reaviva el temor a una segunda ola: «Los niños necesitan estar presentes en la escuela ya que debemos evitar que se incremente su retraso», explicó a la AFP Steffen Kästner, director del colegio CJD Jugendorf-Christophorus en Rostock.
El centro, que reagrupa colegio e instituto, cuenta con 1.350 alumnos, de los cuales solo dos no acuden por decisión de sus padres, «que pertenecen a un grupo de riesgo», precisa el director, pero todos los profesores están presentes.
«Esperamos que todo salga bien. Simplemente no sabemos donde han estado de vacaciones», reconoce y recuerda que Mecklemburgo-Pomerania sigue siendo la región menos afectada con solo 20 muertos de 9.148 en Alemania.
Sin embargo, preocupa la media de 500 nuevos casos cada semana.
«La vida sigue, ahora habrá que vivir con el virus», dice Kay Czerwinski, representante de padres de alumnos de este länder y del CJD.
Difícil respeto de medidas de seguridad
Los establecimientos decidieron, en acuerdo con las autoridades locales, seguir las normas comunes adoptadas para todas las escuelas a mediados de julio: aulas ventiladas con regularidad, exclusión de alumnos que presentes síntomas y la posibilidad de que el personal educativo pueda hacerse test gratuitos.
Los niños son agrupados en clases en función de las edades y no pueden cruzarse con otros cursos, por ejemplo, con la organización de clases en distintos horarios.
Si algún alumno da positivo, este sistema permitirá que no se tenga que cerrar toda la escuela y solo se aislará en cuarentena a sus compañeros de clase.
En este centro también deben llevar mascarilla en los pasillos, una medida que en cambio no es obligatoria en la región.
Pero en la práctica, respetar totalmente el protocolo sanitario es difícil. Con un abrazo, por ejemplo, algunos olvidan durante unos segundos las medidas de seguridad. Las clases organizadas en «L» alrededor del profesor no permiten demasiado una verdadera distancia física.
«Ilusoria» vuelta a la normalidad
En Berlín, donde el regreso a las aulas está previsto el 10 de agosto, o en Baviera (7 de septiembre), los alumnos y profesores deberán llevar mascarilla en todo el establecimiento, excepto en las aulas y en los patios. En Brandeburgo (10 de agosto), en cambio, los docentes tendrán que ir constantemente con tapabocas.
Medidas insuficientes, según el presidente de la Asociación Nacional de Profesores, Heinz-Peter Meidinger, que, ante una «falta de preparación» de los centros, teme «un enorme caos». Aboga por más cursos a distancia.
Pero Alemania enfrenta un «gran déficit» al respecto, estima Czerwinski, debido tanto a una disparidad en la cobertura de internet en el territorio como a una «falta de formación» de los profesores. Esta brecha digital podría acrecentar las desigualdades en caso de segunda ola.
Además algunos docentes pertenecen a grupo de riesgo. La asociación de filólogos registró unos 400 en Mecklemburgo-Pomerania.
Ante estas dificultades, sería «ilusorio» pensar que las escuelas «vuelven a un funcionamiento normal», señaló Saskia Esken, dirigente de los socialdemócratas, socios minoritarios de la coalición en el gobierno de Angela Merkel.
La educación especial, enfocada a personas con discapacidad, es la más oculta de las imposibilidades de un regreso a clases en una nueva normalidad. Después de una difícil adaptación al encierro, hay una serie de brechas que impiden asistir a la escuela. Esta es la historia de la maestra Claudia y su alumno Gael, en Iztapalapa.
Gael le dice a Claudia “la maestra chiquita”. Gael tiene el síndrome de Asperger, estudia el cuarto grado en el turno vespertino de la escuela Juan de Mata Rivera, en Iztapalapa. Cuando comenzó a estudiar con Claudia hubo un cambio en su vida, se logró un vínculo y, contra todo pronóstico, ya aprendió a leer.
Practica durante la pandemia con dictados y conjuntos para afianzar el conocimiento. El aprendizaje le toma más tiempo que a los niños promedio. Al vivir con este trastorno, que forma parte de los trastornos del espectro autista, Gael no puede comprender tan fácil porqué no puede ir al parque como antes. Solo piensa en jugar. Le costó adaptarse al encierro y presentó algunas crisis. De esta condición es consiente la maestra Claudia Ivette Segura de la Fuente.
El síndrome de Asperger es un trastorno del neurodesarrollo que provoca que el cerebro funcione de manera diferente, especialmente en la comunicación e interacción social, así como en la flexibilidad del pensamiento u comportamiento. Características mentales y de conducta que forman parte de los trastornos del espectro autista.
Gael y Claudia se conocieron en esta primaria que se encuentra abajo de la vía del metro de la línea dorada, sobre avenida Tláhuac. Está a un costado de la estación Tezonco. Y al principio, en primer grado, Gael no hacía caso, se salía del salón en plena clase. Conforme avanzó el trabajo de la maestra Claudia permanece adentro e incluso le tomó cariño.
“Tengo la fortuna de trabajar con poblaciones vulnerables, con discapacidad, indígenas y niños con vulnerabilidad”, dice Claudia en entrevista.
La maestra Claudia cumple dos turnos como maestra de educación especial y atiende a 60 alumnos con algún tipo de trastorno o discapacidad. A lo largo de la pandemia les sigue el paso. Elaboró un plan adecuado a cada uno de sus estudiantes, tanto de la Juan de Mata, como de la Primaria Centauro del Norte, también en Iztapalapa, donde da clases por las mañanas.
El de Gael incluyó juegos, aunque también ejercicios que le ayudan a mantener al concentración y a retener la información para seguir aprendiendo. Su madre, la señora Guadalupe Medina, considera que para las familias que tienen hijos con algún trastorno o alguna discapacidad, ella tiene dos. Además de Gael, cuida a Camila, que tiene un nivel distinto del mismo trastorno: síndrome de Asperger.
El reto a tres niveles de la educación especial… y a distancia
Claudia Segura es maestra especialista en educación especial en discapacidad intelectual. Aunque en su día a día le toca atender de todo. En la mañana enseña a 25 niños con autismo, discapacidad intelectual, discapacidad motriz, algunos en situación de vulnerabilidad, trastorno por déficit de atención, problemas de conducta o de lenguaje.
En la tarde, en la escuela Juan Mata, atiende a 35 niños. Tres de ellos con discapacidad intelectual, uno con parálisis cerebral, varios con trastorno por déficit de atención y conducta; 23 niños p’urhépechas migrantes de Michoacán que considera población vulnerable porque no hablaban español y tres más con autismo. Entre ellos Gael, con el trastorno de Asperger.
La maestra Claudia recalca que su labor como parte de la Unidad De Apoyo A La Educacion Especial E Inclusiva (UDEII) de la SEP no solo es con los estudiantes, sino que su objetivo principal es trabajar en tres niveles: el estudiante, el maestro y la familia. Desde que ella llegó a las escuelas de Iztapalapa, diseñó un plan para cada alumno de la escuela que tuviese una discapacidad o problema de aprendizaje.
“Buscamos que los ambientes escolares sean incluyentes. Al conocer a niños con otras circunstancias, aprenden las diferencias y para ellos es normal que vayan niños con discapacidad. En el horario vespertino los niños tienen una tendencia a ser más incluyentes o normalizar la diferencia”
afirma la maestra
Durante la pandemia se cancelaron muchas de las terapias especiales. Los planes que diseñó desde el inicio del ciclo escolar, los continuó con sus alumnos durante la pandemia por covid 19. Se intentó comunicar con todas las familias, lo logró con muy pocas, incluídas las de los 23 niños p’urhépechas, quienes cree regresaron a su pueblo.
Con Gael no ha perdido la comunicación. Con él y con los demás adaptó los planes de estudio para que pudiesen continuar desde el encierro, considerando que los padres no siempre están presentes o tienen las mejores circunstancias económicas. Trabajó las evaluaciones junto con los maestros titulares.
Claudia, profesora de educación especial, platica con Miguel, uno de sus alumnos que recibe educación a distancia para evitar contagios por covid-19. Foto: Duilio Rodríguez
Esa es su misión como parte de la UDEEI, maestros que de manera rotativa cada tres años, asisten a una escuela para concientizar e impulsar la educación adecuada para las personas que tienen discapacidades, trastornos y problemas de aprendizaje. En tres años lo deben lograr, pues su misión será hacerlo en otra escuela.
“Nuestro trabajo es sensibilizar, cambiar la mente de los agentes educativos para que la escuela sea inclusiva, para que participen más las personas con discapacidad, que aprendan a su ritmo sin discriminación”, recalca la maestra Claudia.
Asegura que en su carrera como Educación Especial, uno de los retos más grandes ha sido el ego de los maestros por sensibilizar sus métodos de enseñanza hacia las personas con discapacidades.
“Una debe tener tacto sensible para llegarle al docente, a los papás. Para hacer esos cambios de forma de crianza, de responsabilidades, es más con los adultos. Los niños son un amor, ¡ellos te enseñan!”, asegura Claudia.
Durante la pandemia, “la maestra chiquita” volcó su vocación a remediar las ausencias de acompañamiento con alumnos, maestros y familiares, ante las carencias de internet, computadoras y de comunicación que impidieron llevarlo a cabo de manera virtual. Entregó directamente las guías a quienes no tienen internet. A los demás les envió lo que flexibilizó de las guías, junto con los maestros, para darle seguimiento al plan de estudios.
“Me ponía a pensar, ¿qué hará Gael si le dan sus crisis de ansiedad en esta pandemia? ¿Qué será si le da por correr de allá para acá?. Al hablar con los papás y sugerirles cosas, una ya se siente más tranquila, saber que una les está logrando apoyar”, dice la profesora.
“Siempre ha estado en comunicación con nosotros y con Gael. Ella se ha ido especializándose en el trastorno (de asperger), en cómo tratarlo. Eso nos gustó mucho porque ahí ve uno su profesionalismo, que le guste lo que hace”, afirma la señora Guadalupe, madre de Gael.
El regreso a clases y los procesos lentos
La maestra está preocupada. En el análisis que ha hecho con sus compañeros de la CNTE no hay condiciones para el regreso a clases.
De por sí, ya cargaba con la preocupación que la pandemia le había dejado, de no poder trabajar de manera directa con los estudiantes y apoyar a los maestros, sin que esto les restara responsabilidades de comunicarse con los papás y los estudiantes.
Los alumnos con discapacidades o trastornos tienen otras necesidades, además de las que tienen los estudiantes promedio. En un contexto cotidiano, hay que entender su ritmo de aprendizaje y con base en ello dejarle actividades de acuerdo a sus comportamientos e incentivar sus relaciones sociales. Además, tienen necesidades distintas de espacio y de atención.
Claudia considera que el tiempo en el que aprenden y la distancia que deben tener no es el mismo que los de otros alumnos. De por sí siempre hay saturación de estudiantes en los salones. Además, un ambiente de distanciamiento social no favorece el que los niños se relacionen.
Las condiciones de higiene no son las mismas para todos los alumnos y eso también es complejo de entender para las niñas y los niños. Claudia describe la situación de calle en la que viven los 23 niños p’urepechas, que a veces se bañan una vez a la semana. Esta marginación debe atenderse con mayor esfuerzo por la pandemia.
La maestra prevé que lo más posible es que tengan que poner de su bolsillo para llevar gel, cubrebocas. Se pregunta si es uno para cada día, para cada niño. Se cuestiona qué van a hacer los que con dificultad llevan cuadernos o lápiz, porque no les alcanza. No cree que piensen en cubrebocas. Se pregunta: ¿como le van a hacer los papás?
“Hay de 30 a 35 estudiantes por salón. Parece que van a entrar de poquitos, las primeras dos semanas. Pero luego, los patios son muy pequeños. ¿Cómo los niños van a formarse para comprar en la cooperativa?, ¿o solo jugar?. ¿Y la clase de educación física? Las relaciones sociales son algo indispensable para los niños. ¿Cómo les vamos a explicar que no se pueden acercar? ¿Cómo lo van a atender?”, se pregunta Claudia.
Gael, muestra uno de muchos dibujos de su personaje preferido. Las paredes de su casa están llenas de hojas con sus dibujos. Foto: Duilio Rodríguez.
Piensa en la sensibilidad que tienen los niños con autismo a la ropa. Piensa en Gael y sus crisis de ansiedad. Tal vez no pueda permanecer mucho tiempo con el cubrebocas.
“No todos los maestros son flexibles. Esa es otra preocupación. Si pueden respetar el ritmo del estudiante a que se adapte. Entender que aprende diferente. Falta flexibilidad de los maestros para atender las discapacidades”, asegura la maestra.
Habla de que los niños y niñas con discapacidades ya se adaptaron a otra normalidad, y ahora tienen que volver a adaptarse a una nueva realidad. Ese proceso pondrá a prueba sus capacidades como estudiantes, pero no solo de ellos: también del resto de los agentes escolares.
No ve condiciones para regresar a clases en la “nueva normalidad”.
Breve dimensión de la educación especial
El maestro Miguel Rodríguez Pinto tiene 25 años dedicado a la educación especial en contextos rurales y semiurbanos en el sur de Jalisco. Ha sido maestro, director, supervisor de los procesos de esta pedagogía. Desde 1994 está la Licenciatura en Educación Especial, cuyo nombre cambió a Educación Inclusiva, en la Normal Rural de Zapotlán.
En ese año también fue el primer Congreso Nacional de Educación Especial. Allí, los maestros democráticos de la CNTE acordaron que “el proceso de transformación de la educación requiere de la estrecha comunicación de todos los actores, activando las fuerzas sociales de todo tipo, y discutirse las decisiones con corresponsabilidad y, sobre todo ,detectar las barreras en lo escolar y familiar”, direccionándola a las personas con discapacidad, al reconocerlas como actores fundamentales de la sociedad.
Miguel recuerda que cuando estudió la primaria no tuvo la oportunidad de conocer a personas con discapacidad. Para él, dedicarse a este tipo de educación es una actividad muy humanizante.
Al ser consciente de la situación de marginación que viven las personas en los 8 municipios de los cuales es supervisor de zona, asegura que la pandemia “vino a a refrescarnos la idea de que, lamentablemente, vivimos en una sociedad tremendamente desigual, en el plano económico y en el terreno de las oportunidades”.
El maestro describe: “Muchos de esos chicos con discapacidad tienen problemas de aprendizaje pronunciados, porque sus padres no le dan importancia a la escuela, porque trabajan en los invernaderos, porque tienen que trabajar para comer. Los dejan con el hermano mayor, con la abuela en el mejor de los casos, porque muchos quedan solos. ¡Imagínate en una pandemia! Son los que quedan más alejados. Esto repercute en el aprendizaje”.
El profesor pide que con la pandemia se haga “una revisión sobre cómo hacerle para que todos los chicos (con discapacidad) tengan un piso parejo, para que puedan beneficiarse de los aprendizajes”.
Miguel hace una reflexión: “Antes era muy difícil aceptar a alguien con discapacidad. Pero a partir de la capacitación de maestras y maestros, de los cambios legales, observo que ahora los maestros de educación básica genuinamente aceptan el derecho de cualquiera de sus alumnos al aprendizaje. Han habido avances en la normalización de las discapacidades”.
La Educación Especial ha estado en disputa en los últimos años. Con la reforma educativa del 2019, y con presión del ámbito empresarial, querían quitar el término y sustutuirlo por Educación Inclusiva. No lo lograron. La responsabilidad de atender la educación de personas con discapacidades sigue en la SEP y, con la pandemia, vuelve a ser primordial la labor de maestras como Claudia.
Epílogo de una pedagogía desde la lentitud
Guadalupe Medina se siente orgullosa de los murales, dibujos, pasos, todos son logros de Gael día a día, porque, aunque sean diminutos, son enormes para él. No solo es luchar contra la pandemia, las desigualdades de oportunidades, económicas, de discriminación, sino demostrar que se puede revertir. Él es consciente de que algún día tiene que trabajar. Algo que se ve posible con el avance escolar con la maestra Claudia.
Su mamá siempre le dice lo orgullosa que está de sus logros. Asegura que no ha sido fácil tener a sus dos hijos, Gael y Camila, con el mismo trastorno. Ella, junto con su esposo, se han especializado en el síndrome y formaron una Asociación Civil llamada Asperger Caminemos Juntos.
Lanza un llamado a los maestros ante la pandemia y ante el regreso a clases: “Que los profesores aprendan a involucrarse un poco más no solo con chicos con trastorno con autismo sino que se involucren en todos los casos de niños especiales. En su clase no solo van a tener niños comunes, sino muchos casos, que les sorprendería”.
Para Claudia, mientras más gente conozca esta diversidad de capacidades y entienda que hay otros contextos y problemáticas más fuertes que las propias, más se podrá abrir otro panorama mucho más tolerante.
*En memoria de Eva María, con todo el amor por todo lo que aprendí
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