Por: Pablo Hernández Jaime
La pobreza puede definirse grosso modo como una condición objetiva de carencia de satisfactores para cubrir las necesidades humanas. Desde esta definición, la pobreza no solo nos remitiría a la insatisfacción de necesidades materiales de subsistencia física, sino también de necesidades sociales y psicológicas (Boltvinik, 2003).
Es importante advertir y enfatizar dos cosas de esta definición.
La primera es que la pobreza no es una creencia ni una actitud. El pobre no es pobre porque se crea o se sienta pobre, sino porque objetivamente carece de los satisfactores para sus necesidades[1].
La segunda cosa es que esta definición parte de una concepción amplia del ser humano. Aquí, las necesidades no se restringen a las de supervivencia. En cambio, el ser humano es entendido, siguiendo a Marx (1972) y a Márkus (1973), como un ser viviente, sociable y consciente, y cuyas necesidades se expanden también al dominio de la convivencia y cuidado interpersonales, al acceso a las riquezas, desarrollos y conocimientos de cada época, así como a la posibilidad de que cada persona pueda alcanzar su autorrealización.
Sin embargo, es verdad que las necesidades materiales suelen ser las más apremiantes. Si no se tiene garantizada la subsistencia y bienestar más básicos, satisfacer las demás necesidades se vuelve muy complicado, si no es que prácticamente imposible.
En este sentido, la carencia de alimentos suficientes y de calidad para procurar, no solo la saciedad, sino también la adecuada nutrición e, incluso, el disfrute, resulta ser un problema terrible. La alimentación está en la base de todo; es elemental en la subsistencia y es clave para procurar la salud y mantener el involucramiento en cualquier actividad. La persistencia del hambre, por tanto, nos revela un grado terrible de pobreza y desprotección.
Sin embargo, el problema con el hambre es que sus consecuencias, ya de por sí graves, no se restringen a la experiencia inmediata de malestar o al daño físico derivado de la malnutrición. El hambre también acarrea consecuencias en el desarrollo psíquico, así como en el estado anímico y cognitivo.
Las infancias expuestas al hambre ven particularmente afectado su desarrollo. En una revisión de literatura, Calceto-Garavito, Garzón, Bonilla y Cala-Martínez (2019) hallaron un amplio consenso sobre la asociación entre el estado nutricional y el desarrollo cognitivo y desempeño escolar de niños, niñas y adolescentes. De manera que presentar un mal estado nutricional está significativamente relacionado con un bajo rendimiento en la escuela (Kumar Patsa & Sanyal Mukherjee, 2021; Rashmi et al., 2015; Saintila & Rodríguez Vásquez, 2016) y con un bajo desarrollo cognitivo (Arráiz de Fernández et al., 2024; Soares Biscegli et al., 2007).
Por otro lado, pero en el mismo sentido, trabajos, como el de Mani, Mullainathan, Shafir y Zhao (2013), encontraron que, entre población adulta, la pobreza estaba asociada con menores desempeños en pruebas de habilidad cognitiva. Estos resultados –sugieren los autores– podrían estar relacionados con una mayor demanda atencional, un exceso de estrés e incluso una peor alimentación, todos ellos factores derivados de la pobreza.
Pero el hambre también afecta el estado anímico. De acuerdo con los hallazgos de Guardiola y Rojas (2016), experimentar hambre afecta de forma negativa y significativa el bienestar subjetivo, es decir, la percepción de satisfacción con la propia vida. Este hallazgo es relevante porque varios estudios sobre pobreza y bienestar subjetivo (autorreportado) suelen llegar a resultados ambiguos o no concluyentes, como el de Palomar Lever y Victorio Estrada (2016); de hecho, como este mismo trabajo señala, el bienestar subjetivo suele estar mediado por factores idiosincráticos. Estos factores, como argumentan Guardiola y Rojas, pueden contribuir a contrarrestar los efectos de la pobreza sobre el bienestar percibido, como ocurre con las creencias religiosas.
De acuerdo con la última medición del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL-2022), en México hay al menos 23.4 millones de personas que, por razones económicas, no siempre pueden realizar sus tres comidas del día, es decir, que experimentan hambre en algún grado.
Es verdad que el porcentaje de personas con carencia alimentaria, de acuerdo con CONEVAL, se redujo de 22.2 a 18.2 por ciento entre 2018 y 2022. Eso es una buena noticia, y lo más probable es que tal reducción obedezca, como en general la reducción de la pobreza observada durante el sexenio de López Obrador, al aumento del salario mínimo. Sin embargo, 23.4 millones de personas sigue siendo una cifra inmensa. Tan solo la Ciudad de México y el Estado de México juntos cuentan con una población aproximada de al menos 26.2 millones de personas. De manera que el número de personas con algún grado de inseguridad alimentaria (moderada o severa) es casi tanta como la población de estas dos entidades juntas.
El problema es urgente, y para atenderlo necesitamos aumentar la capacidad redistributiva del gobierno. Es indispensable aplicar una política fiscal progresiva, que permita aumentar la recaudación a partir de las grandes fortunas y, como complemento, un gasto social orientado a los estratos más desfavorecidos. Sin ambas medidas, será difícil persistir y mejorar los resultados del combate a la pobreza y al hambre.
Pablo Hernández Jaime es doctor en Ciencias Sociales por El Colegio de México e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.
Notas
[1] Es importante notar que las necesidades objetivas no se restringen a las necesidades biológicas de subsistencia. Con el avance de la historia, las personas mismas vamos desarrollando nuevas necesidades, que no por ser producto social son menos materiales o menos objetivas (Marx & Engels, 2014). Es decir, que las necesidades son también un producto objetivado de nuestra actividad como sujetos históricos. En ese sentido, no debe entenderse que las necesidades objetivas sean un set predefinido, ya de por sí. Lo que he querido enfatizar aquí es sencillamente que la pobreza no se reduce a ser una mera creencia individual y voluntaria, que puede aparecer o desaparecer a capricho según sea nuestra actitud.
Referencias
Arráiz de Fernández, C., Fernández Soto, G. F., Rojas Conde, L. G., Chasillacta Amores, F. B., Fernández Arráiz, G., & Cabrera Zamora, M. (2024). Efectos de la malnutrición sobre el neurodesarrollo y la salud mental infantil. Salud, Ciencia y Tecnología, 4, 77.
Boltvinik, J. (2003). Conceptos y medición de la pobreza: La necesidad de ampliar la mirada. Papeles de población, 9(38), 9-25.
Calceto-Garavito, L., Garzón, S., Bonilla, J., & Cala-Martínez, D. Y. (2019). Relación del Estado Nutricional con el Desarrollo Cognitivo y Psicomotor de los Niños en la Primera Infancia. Revista Ecuatoriana de Neurología, 8(2).
Guardiola, J., & Rojas, M. (2016). Food-Deprivation and Subjective Well-Being in Latin America. En Handbook of Happiness Research in Latin America (pp. 219-229). Springer.
Kumar Patsa, M., & Sanyal Mukherjee, S. (2021). Relationship Between Nutritional Status and Academic Performance of Primary School Children in Rural Bankura Region of West Bengal, India. Bioscience Biotechnology Research Communications, 14(2), 686-691. https://doi.org/10.21786/bbrc/14.2.37
Mani, A., Mullainathan, S., Shafir, E., & Zhao, J. (2013). Poverty Impedes Cognitive Function. Science, 341(6149), 976-980. https://doi.org/10.1126/science.1238041
Márkus, G. (1973). Marxismo y Antropología. Grijalbo.
Marx, K. (1972). Manuscritos: Economía y Filosofia. Alianza Editorial.
Marx, K., & Engels, F. (2014). La Ideología Alemana. Akal.
Palomar Lever, J., & Victorio Estrada, A. (2016). Psychological and SocialDeterminants of Subjective Well-Being in Mexico: Poverty, Class Identification and Social Mobility. En Handbook of Happiness Research in Latin America (pp. 389-403). Springer.
Rashmi, M. R., Shweta, B. M., Fathima, F. N., Agrawal, T., Shah, M., & Sequeira, R. (2015). Prevalence of Malnutrition and Relationship with Scholastic Performance among Primary and Secondary School Children in Two Select Private Schools in Bangalore Rural District (India). Indian Journal of Community Medicine: Official Publication of Indian Association of Preventive & Social Medicine, 40(2), 97-102. https://doi.org/10.4103/0970-0218.153871
Saintila, J., & Rodríguez Vásquez, M. (2016). Estado nutricional y rendimiento académico en escolares de 7 a 14 años de la Institución Educativa Mi Jesús, Lurigancho, Lima. Revista Científica de Ciencias de la Salud, 9(2), Article 2. https://doi.org/10.17162/rccs.v9i2.656
Soares Biscegli, T., Polis, L., Dos Santos, L. M., & Vicentin, M. (2007). Avaliação do estado nutricional e do desenvolvimento neuropsicomotor em crianças freqüentadoras de creche. Revista Paulista de Pediatria, 25(4). https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=406038923007
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