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Fidel en la Educación (Vídeo)

Por: Yisel González Fuentes.

El proceso educativo cubano constituye uno de los pilares fundamentales de la Revolución, en el que la figura del Comandante en Jefe ha sido y es un eslabón fundamental

La educación, constituye un derecho fundamental, establecido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, Pactos Internacionales, la Convención de los Derechos del Niño, entre otros tratados y declaraciones internacionales.

Precisamente, durante el alegato de autodefensa de Fidel Castro, el 16 de octubre de 1953, tras los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en Santiago de Cuba y Bayamo respectivamente, se hizo público de una vez y para siempre, la verdadera y deplorable situación en el país, con cerca de 2 mil 868 analfabetos.

Desde entonces, constituyó para nuestro máximo líder, un mal a erradicar en cuanto existiera un gobierno revolucionario con el respaldo y el respeto del pueblo, mediante la reforma integral de la enseñanza.

Y así ocurrió en agosto de 1960, cuando Fidel, en el transcurso de la graduación del primer contingente de Maestros Voluntarios, anunció la campaña masiva para liquidar el analfabetismo en Cuba.

Foto: Archivo de Granma

El primero de enero de 1961 cuando estuvieron las condiciones creadas, se inició oficialmente la Campaña de Alfabetización. Once meses más tarde, el día 22, Cuba se proclamó Territorio Libre de Analfabetismo, con un alcance de 707 mil cubanos y 25 mil haitianos residentes en las zonas agrícolas de Oriente y Camagüey.

Estos antecedentes marcaron definitivamente el despegue de lo que es hoy el sistema educacional cubano, constituido para el pleno desarrollo del ser humano e instituido por el Estado como un derecho y deber de todos.

Durante la fecunda y ardua etapa de lucha revolucionaria, el líder histórico de la Revolución priorizó la educación en el país, además de sumarle cuantiosos aportes.

Las propuestas de trasformaciones educativas realizadas por él y puesta en funcionamiento por el ejército de maestros y docentes cubanos, responden a las necesidades y exigencias del momento histórico, siempre sustentadas en el pensamiento pedagógico de José Martí.

Es indudable entonces afirmar que el proceso educativo cubano constituye uno de los pilares fundamentales de la Revolución, en el que la figura del Comandante en Jefe ha sido y es un eslabón fundamental.

Por ello, en la actualidad Cuba es vista como paradigma fundamental en el quehacer pedagógico latinoamericano. Sus frutos en el desarrollo de los objetivos globales del milenio, en la extensión universal de la educación primaria, básica y la garantía de la continuidad de estudios hasta el nivel universitario de todos los ciudadanos, así lo evidencian.

La extensión de la experiencia nacional en materia de Educación Popular por Latinoamérica, se añade a los logros obtenidos en este campo solamente posible, gracias a la visión estratégica fidelista y a su concepción de que: «Un mundo mejor es posible».

Foto: Archivo de Granma

Aportes de Fidel a la Educación Cubana

1.- Su concepción humanista, a partir de la doctrina martiana: «Ser cultos es el único modo de ser libres» y «al venir a la tierra todo hombre tiene el derecho a que se le eduque y después en pago contribuir a la educación de los demás».

2.- La tesis del Deber Ser del maestro cubano como educador por excelencia de la sociedad.

3.- La definición del papel y figura del maestro en la sociedad, dentro del proceso revolucionario, como activista ideológico y político aglutinador de la familia, entre otros factores sociales, en el contexto de lucha ideológica y de agresiones a las que permanentemente, Cuba ha estado expuesta.

4.- La concepción de Educar, como un complejo proceso, multidisciplinario e interdisciplinario, en el que intervienen disímiles factores e influencias personales y sociales.

5.- La concepción del maestro como instructor de niños y adolescentes en las transformaciones educacionales en medio de la universalización de la educación.

6.- El papel de la familia en la educación moral y en la formación ética.

7.- La importancia de adquirir una cultura general e integral, relacionadas directamente con la formación ética y moral ciudadana.

8.- La importancia de la formación de Trabajadores Sociales, de Escuelas de Superación para Jóvenes y la Universalización de la Educación Superior.

9.- El planteamiento del concepto Revolución, con su respectivo valor metodológico en cuanto a educación y pedagogía, pues sus asertos, contienen una profunda concepción revolucionaria y humanista del hombre en su carácter de ser social, en su interacción activa y transformadora con el medio, las personas y consigo mismo.

Fuente de la reseña: http://www.granma.cu/cuba/2018-11-24/fidel-en-la-educacion-fotosvideo-24-11-2018-11-11-36

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Entrevista con Ariel Petrucelli sobre Ciencia y utopía. En Marx y en la tradición marxista: “Hasta ahora la historia ha sido mucho más padecida que racionalmente creada”

Por: Salvador López Arnal/Rebelión

Profesor de Historia de Europa y de Teoría de la Historia en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Comahue (Argentina), Ariel Petruccelli ha publicado numerosos ensayos y artículos de marxismo, política y teoría de la historia. Es miembro del consejo asesor de la revista Herramienta. En esta conversación nos centramos en su libro Ciencia y utopía, Buenos Aires, Ediciones Herramienta y Editorial El Colectivo, 2016. Se define como “marxista libertario con una amplia participación política en el movimiento estudiantil (en tiempos ya lejanos) y sindical docente”. Ha cultivado el humor político en un colectivo de agitadores culturales (El Fracaso) que editó a lo largo de más de una década dos publicaciones satírico-revolucionarias: La Poronguita y El Cascotazo.

***

¿Podemos extraer algunos corolarios de las experiencias históricas realizadas y vividas? No han sido pocas: URSS, México, España tras el Frente Popular, China, países de Europa del Este, Cuba, Argelia, Chile, Angola, Mozambique, Nicaragua, Vietnam, Venezuela tal vez, Bolivia y Ecuador tal vez también,… Me he dejado muchas en la lista.  

Hasta ahora todas las opciones revolucionarias han sido infructuosas. Pero ello no significa que lo hayan sido por igual o en la misma medida. Sería razonable suponer que algunas han sido de una infructuosidad tal que nada o muy poco de ellas tendrá vigencia en el futuro, en tanto que otras sobrevivirán en buena medida. Pero para evaluar esto no basta con apreciar los fracasos precedentes: es necesario elaborar hipótesis que los expliquen y ponderar las modificaciones actuales que permitan mejores posibilidades futuras. A esta altura, tenemos al menos unos 150 años de movimiento obrero y de socialismo, en unas cuantas docenas de países. Disponemos, pues, de abundante evidencia. Y aunque ella siempre será “ambigua”, la cantidad de casos torna inverosímiles algunas hipótesis, al menos aplicadas al mundo del siglo XX: habiendo tantos casos, tantos intentos a lo largo de tanto tiempo, aunque sea estadísticamente todas las opciones posibles deberían haberse concretado en al menos algún sitio. Por ejemplo, yo pienso por muchas razones que el programa de transición es equivocado, pero creo también que setenta años de intentos infructuosos en varios países de hacer una revolución basándose en el PT es algo que tiende a apoyar empíricamente esta lectura, lo cual es una conclusión a la que no podría llegarse, por ejemplo, en los años cuarenta, aunque las críticas teóricas al PT fueran las mismas. De todos modos, lo problemático no es que haya evidencia a partir de la cual parezca razonable concluir que tal o cual vía estratégica es inviable. El problema es que no sabemos cuál podría serlo.

No es cualquier cosa lo que acaba de señalar.

Las lecciones que cada quien extrae muestran sus preferencias políticas, antes que la “correcta” lectura de los hechos. La triste verdad es que ninguna de las estrategias y las tácticas políticas diseñadas por las fuerzas revolucionarias ha logrado hacer triunfar al socialismo.

Hay tres grandes opciones para explicarnos por qué hasta ahora el socialismo no ha triunfado, ni siquiera en alguna región.

a) Porque no estaban dadas las condiciones materiales (sean cuales fueran las condiciones que se tengan en mente: desarrollo de las fuerzas productivas, cantidad de asalariados, características de la clase obrera, magnitud de las crisis capitalistas, etc.).

b) Porque falló el aspecto subjetivo, es decir, el programa, las estrategias y las formas de organización obreras. Esto puede ser pensado de dos maneras diferentes. La primera es creer que el programa y la organización correcta ya estaban disponibles, pero no lograron imponerse a los programas y organizaciones “incorrectas” (lo cual en sí mismo ameritaría una explicación). La segunda es que se carecía del programa y la organización adecuados. En ambas opciones se supone que las condiciones objetivas ya estaban dadas.

c) La tercera opción es una combinación de las precedentes: inmadurez tanto de las condiciones materiales como de las programático-organizativas.

¿Y por qué explicación se inclina usted?

Aunque sería largo detallarlo, yo me inclino por la tercera alternativa. Pienso que, visto con la ventaja que da la mirada retrospectiva, la conclusión más sensata de la historia del siglo XX es que no estaban dadas las condiciones para el socialismo, aunque esto en modo alguno fuera evidente unas décadas atrás, y aunque fuera legítimo pensar que sí lo estaban: de hecho, si hoy podemos concluir que las condiciones “no daban”, es porque los revolucionarios intentaron todas o casi todas las opciones posibles. Porque convengamos que hubo estrategias y tácticas revolucionarias para todos los gustos. Algunas alcanzaron el poder: pero todas ellas terminaron más o menos en desastres. Muchas no lo alcanzaron, por lo que se podría suponer que hubieran tenido mejor fortuna; pero hay que explicar por qué no se hicieron con el poder (y en algunos casos por qué no tuvieron siquiera influencia de masas), a pesar de décadas y décadas de militancia. Por eso me parece imperioso comprender la historia del siglo XX, así como entender las modificaciones producidas en los últimos lustros. Pero, en todo caso, los sucesos del siglo XX, aunque no pueden ser ignorados, no pueden dictaminar nada concluyente para una realidad modificada. Si la realidad actual es diferente en aspectos importantes a la de principios o mediados del siglo pasado, bien podría suceder que las perspectivas que entonces llevaron a callejones sin salida ahora arrojen mejores resultados. De tal suerte, se podría argumentar que el centralismo democrático leninista fracasó por las condiciones A o B, pero que habiendo desaparecido ellas, ahora el centralismo democrático realizará todo su potencial. O bien, desde el otro ángulo, se podría argumentar que las reformas socialdemócratas no condujeron al socialismo por X razón, pero que ahora, que X se ha extinguido y domina Z, tales reformas sí conducirán al socialismo. También, claro, se puede defender que ninguna de las opciones del pasado tiene hoy plena vigencia, por tal y cual razón. Es lo que yo tiendo a pensar. En cualquier caso, debemos tener claro el carácter hipotético y especulativo de cualquier planteo que hagamos en estos campos, lo que nos obliga a la mayor cautela intelectual.

Insisto un poco. Habla también, comentado críticamente las posiciones de Plejanov, de los intentos revolucionarios alemanes, fracasados todos ellos. ¿Por qué? ¿No era Alemania el país dónde existían “más condiciones objetivas” para una revolución obrera?

La historia de las revoluciones es una historia de las paradojas. Toda revolución concreta supone una combinación de elementos estructurales, coyunturales y acontecimentales. Alemania podía ser, en muchos sentidos, un país en el que estaban dadas las condiciones estructurales para una revolución socialista, pero ello no significa que se dieran allí las mejores condiciones coyunturales

Dos preguntas relacionadas. Le cito en ambos casos. “Una mirada retrospectiva a la historia de las revoluciones y de los revolucionarios parece acumular una ironía tras otra. En todos los casos se combinan aciertos y errores, triunfos y derrotas, mientras las paradojas se suceden ininterrumpidamente. Rara vez resultan políticamente vencedores los que muestran mayor agudeza teórica o superior poder de previsión a largo plazo”. ¿Y cómo se come esto que usted señala? ¿Quiénes resultan vencedores políticamente? ¿Los más torpes, los que menos son capaces de prever a largo plazo? ¿Para qué entonces el estudio o el recuerdo de aquello que se llamo “socialismo científico”? ¿Para qué leer El Capital o el clásico que usted quiera si luego sirve para muy poco?

Puede gustarnos o no (a mí no me gusta), pero las virtudes intelectuales no se traducen mecánicamente en virtudes políticas. No se deduce de esto que triunfen los más torpes: más bien se deduce que la política es más cosa de voluntad que de previsión analítica. En cualquier caso, hasta ahora la historia ha sido mucho más padecida que racionalmente creada. Pero, si anhelamos que esto cambie, entonces habrá que hallar alguna forma de conciliación entre la previsión analíticamente sólida y empíricamente fundada, y la eficacia en la acción política práctica. No dudo que, si esta confluencia se diera, viviríamos en un mundo mejor. El marxismo aspira a una fusión de la teoría con la práctica: el objetivo me parece loable. Hoy sabemos, sin embargo, que alcanzarlo es sumamente dificultoso. 

La segunda cita: “El marxismo intentó basar la política en la previsión científica, pero esta previsión se demostró mucho más compleja y ambigua de lo que los marxistas imaginaron”. Más aun: “Marx vio con claridad que la historia está hecha por los hombres (y las mujeres) en circunstancias que no eligen, pero mostró un optimismo exagerado en las posibilidades (en un futuro inmediato) de que pudiera ser hecha de acuerdo con las intenciones humanas”. Si es así, y no le discuto que sea así, ¿cómo se hace entonces la historia, qué rige en ella? ¿La suerte, las astucia de la razón, el azar, la despiadada voluntad de poder?

Creo que no hay una respuesta históricamente uniforme. En cada momento y lugar, las condiciones pueden ser diferentes. Hay circunstancias en las que las dinámicas estructurales se imponen, a la larga, a cualquier acto de voluntad. En otras, unas estructuras en crisis pueden abrir amplias puertas a lo imprevisible. Los sujetos pueden ser tanto marionetas de estructuras (económicas, culturales, e incluso psicológicas) que los gobiernan, como artesanos de su propio destino. Diferentes circunstancias hacen más proclive una u otra cosa; y acaso lo más habitual sea la presencia permanente de lo que Sartre llamaba la contra-finalidad: incluso al conseguir lo que se busca, aparecen consecuencias imprevistas. 

Usted señala que no hay que ceder, que no hay que pensar y creer en la política como una pasión irracional. Visto lo visto, ¡convénzame de que no es bueno apostar por ello! ¿No será que tanto racionalismo es, en el fondo, una forma sofisticada de irracionalismo?

Ciertamente, existe un racionalismo exagerado, tan apasionado por la razón que es incapaz verla críticamente y, por ello, puede fácilmente devenir en un irracionalismo en nombre de la razón. Es en atención a esto que me gusta la formulación que daba Sacristán al comunismo: “pasión razonada”. Una pasión temperada por la critica racional. La pasión está colocada en los valores éticos y los objetivos políticos comunistas a los que el militante se entrega en cuerpo y alma; pero con la vigilancia atenta de la razón, que se resiste a dejarse llevar por la pasión.

La casi última, le vuelvo a citar: “El estallido de la URSS y de las democracias populares europeas, junto al creciente desarrollo de formas capitalistas en China, vuelven a plantear la pregunta de cuáles pueden ser las bases, las vías y los apoyos de un orden socialista. Las respuestas intelectuales y prácticas ensayadas durante el siglo XX se muestran indudablemente insuficientes. Estudiarlas y conocerlas, sin embargo, es indispensable”. Me surgen varias dudas. La primera: “democracias populares europeas? ¿Qué tipo de democracia fueron?

Así se llamaban a sí mismas. Si quiere mi opinión, lo de democráticas era un eufemismo.

La segunda: ¿cuáles pueden esas bases, vías y apoyos de un orden socialista a los que hace referencia? En España, por ejemplo, sin engañarnos por el lenguaje, estamos a siglos-luz de todo eso.

La historia, amigo Salvador, no deja de darnos sorpresas. ¿Quién hubiera dicho, en los años sesenta, que algo como el neo-liberalismo pudiera volver a ser posible, tras los desastres de principios de siglo y luego de años de keynesianismo exitoso? 

Me va a llamar cenizo, ignorante en asuntos históricos o pensará usted quizá que soy un carca de narices pero a mí no me han sorprendido. De hecho, siempre pensé que mi mejora socioeconómica respecto de mis orígenes de clase (mis padres eran ambos proletarios de fábrica, explotados y derrotados en la guerra incivil española), yo he sido durante 35 años un profesor de secundaria tras trabajar 13 años en un banco de auxiliar administrativo, era más que provisional. Que la pobreza, la opresión y la explotación, con una dimensión mayor, llamarían más pronto que tarde a nuestras casas. El cartero no llama dos veces pero la injusticia social sí, tres y cien más. ¿No vivimos la derrota de la revolución en Chile, Portugal o Argentina las gentes de mi edad, viejitos ahora de 64 años?  

Celebro su perspicacia. Lo que puede ser sorpresa para algunos, desde luego, puede haber sido previsto por otros. Pero aceptará que hay tendencias. En 1975 Emmanuel Todd previó la caída de la Unión Soviética. Y lo hizo muy explícitamente: “Las tensiones internas del sistema soviético se acercan a su punto de ruptura. Dentro de diez, veinte o treinta años un mundo sorprendido asistirá al derrumbe o al hundimiento del primero de los sistemas comunistas” (La caída final, Bs. As., Emecé, 1978). Esta acertadísima previsión contradecía tanto a las más firmes convicciones del movimiento comunista internacional, como a todo el saber de la sovietología occidental. Los sucesos de 1989-1991 no fueron una sorpresa para Todd; pero sí lo fueron para la mayor parte de los líderes políticos, de los académicos y de la humanidad de a pie.

Acepto que la injusticia social llama dos o más veces a la puerta. Pero agrego: la rebelión social es un ave fénix. Si la injusticia es omnipresente, la rebelión no lo es menos. Entre estas dos omnipresencias: ¿no vale la pena, acaso, elegir la rebelión? 

Creo que sí, que siempre (en general) es razonable esa elección. De esas respuestas ensayadas durante el siglo XX, todas insuficientes tal como señala usted, ¿cuáles le parecen menos insuficientes? ¿La cubana hay que tenerla en cuenta?

Tiendo a pensar que si algo que merezca ser llamado “sistema socialista” se desarrolla en las décadas venideras, tendrá poco que ver con lo que se llamó socialismo o “socialismo real” en el siglo XX. De todos modos, conocer las experiencias pasadas es siempre útil y clarificador. Sin ser un ferviente entusiasta de la experiencia cubana, podría aceptar que es una de las más interesantes. 

¿Por qué es indispensable estudiarlas y conocerlas? ¿No será acaso que gentes un poco mayores, como yo, no digo como usted, estamos un poco perdidos, no sabemos qué hacer con nuestra vida política y perdemos el tiempo con “reflexiones sobre lo que pudo ser y no fue”? ¿No seríamos algo más efectivos si tocásemos realidad y nos dedicásemos a ayudar a las gentes más desfavorecidas en asuntos vitales? Suena a caridad, se lo admito, pero ¿qué hay de malo en la caridad o ayuda social bien entendida? ¿No estábamos por el apoyo mutuo?

No veo incompatibilidad: se puede colaborar con ayudas sociales a las gentes más desfavorecidas por las mañanas, y estudiar las revoluciones por las noches. Por lo demás, es indispensable estudiarlas y conocerlas para quienes sigan aspirando a una transformación radical: quienes no hagan esa opción pueden perfectamente olvidarse de las pasadas revoluciones. 

Me quedo, en el apartado que usted dedica a Mariátegui, un marxista por cierto que sigue siendo bastante desconocido aquí, en España, en los países de la Unión Europea. Ya he abusado de usted en exceso (me he pasado tres pueblos y quince ciudades decimos en España). Pero me atrevo con una pregunta más, una “última hora”. Me ha llegado hace poco esta nota de usted: “Han pasado las elecciones. Quedamos en segundo lugar (sobre tres candidaturas). La ganadora, la actual decana, consiguió con lo justo pasar el 50% y evitar la segunda vuelta. Nosotros obtuvimos un 26% del voto total. El sistema electoral es complicado; voto ponderado según los claustros. Obtuvimos el 51% de los votos estudiantiles, y porcentajes muy menores en los otros claustros, como era de prever. Quizá el apasionamiento militante nos llevó a pensar que podíamos obtener un poco más, pero visto fríamente, ha sido una muy buena elección para una propuesta tan radical”. No he seguido con la atención a ustedes debida todo el proceso, pero no me parece un mal resultado. Todo lo contrario. No sé cómo andan ustedes. Perder a veces es ganar.  

No ha sido un mal resultado, desde luego. Podemos darnos por satisfechos. Nos han llegado felicitaciones de muchos lados, cosa que agradecemos. Sin embargo creíamos que podíamos secar un poco más, y forzar una segunda vuelta. Estuvimos muy cerca, pero no se dio. Aunque visto comparativamente, ha sido una excelente elección.

Regresamos pronto estimado Ariel, como en las películas.

Cuando quiera.

Nos espera Mariátegui.

Fuente: http://kaosenlared.net/entrevista-con-ariel-petrucelli-sobre-ciencia-y-utopia-en-marx-y-en-la-tradicion-marxista-hasta-ahora-la-historia-ha-sido-mucho-mas-padecida-que-racionalmente-creada/

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Una mirada a México y Centroamérica en seis documentales

Redacción: El País/31-10-2018

A través de FilminLatino pueden verse en línea un cortometraje y cinco largometrajes promovidos por el Estímulo Gabriel García Márquez del Instituto Mexicano de Cinematografía

Con la finalidad de abrir un espacio para la producción de cine documental narrado desde sus actores sociales al interior de las comunidades indígenas y afroamericanas en México y Centroamérica, en temáticas que van desde la migración y los pueblos indígenas, hasta la inclusión y transformación social o la participación ciudadana y la equidad racial, el Estímulo Gabriel García Márquez para la Creación Cinematográfica en México y Centroamérica fue lanzado en 2014 por el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) y la Ford Foundation.

Pies ligeros, de Juan Carlos Núñez (México, 2016)

Un fotograma de 'Pies ligeros'.
Un fotograma de ‘Pies ligeros’.

En los años noventa los corredores rarámuris Victoriano Churo y Cirildo Chacarito rompieron todos los récords de atletismo enfundados en largos vestidos floreados. Hoy siguen corriendo, incluso desde el olvido, para sobrevivir.

Artemio, de Sandra Luz López Barroso (México, 2017)

Una escena de 'Artemio'.
Una escena de ‘Artemio’.

Un pequeño de diez años nacido en Estados Unidos decide quedarse en México con su madre y su nueva familia. Aunque su origen está en otro país le es difícil sentirse parte de este lugar. Ambos personajes nos hacen mirar una realidad en donde la distancia con aquello que dejaron atrás se hace presente en cada llamada telefónica. Artemio plantea el fenómeno de la migración desde el punto de vista de un niño y su narrativa, llena de emotividad, muestra lo hermosa y sencilla que es la vida. Este cortometraje fue nominado al Ariel y ha participado en certámenes de la talla de Ambulante y el Festival Internacional de Cine de Morelia.

Sunú, de Teresa Camou Guerrero (México, 2015)

Un fotograma de 'Sunú'.
Un fotograma de ‘Sunú’.

A través del testimonio de pequeños, medianos y grandes productores de maíz en México, Sunú presenta un mosaico de historias que evidencian la actual amenaza que recae sobre el mundo rural y se sumerge al corazón de un país, donde los pueblos alientan su determinación a seguir siendo libres, a trabajar la tierra y cultivar sus semillas; a vivir su cultura y su espiritualidad en una sociedad que no les valora pero a la vez les necesita.

Gente de mar y viento, de Ingrid Eunice Fabián (México, 2014)

Una escena del filme de Ingrid Eunice Fabián.
Una escena del filme de Ingrid Eunice Fabián.

Gente de mar y viento cuenta la historia de Álvaro Obregón y La Venta, dos lugares ubicados en el Istmo de Tehuantepec en Oaxaca. Comunidades de pescadores y ganaderos que han resistido ante la amenaza de megaproyectos a cargo de transnacionales desde hace varios años y hoy se encuentran perturbadas por las consecuencias negativas que trajeron consigo distintas empresas eólicas.

Territorio liberado, de Augusto César Díaz (Guatemala, 2015)

Un fotograma de 'Territorio liberado'.
Un fotograma de ‘Territorio liberado’.
Documental sobre el pasado familiar del director guatemalteco. Su madre le dijo siempre que su padre era un héroe revolucionario desaparecido, por lo que el realizador emprende la búsqueda de la verdad y termina realizando una travesía inolvidable.

El cuarto de los huesos, de Marcela Zamora (México, El Salvador, 2015)

El filme de Marcela Zamora.
El filme de Marcela Zamora.
Desde el Instituto de Medicina Legal, El cuarto de los huesos acompaña a varias madres salvadoreñas en la búsqueda de sus hijos desaparecidos a causa de la violencia que se vive en su país. Mensualmente la morgue recibe una veintena de cuerpos sin reclamar que perecieron en conflictos de pandillas y bajo esta oscura estadística se detona el documental.

Fuente: https://elpais.com/cultura/2018/10/20/actualidad/1539996704_591305.html

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Educación y Revolución rusa: ellos se atrevieron

Federico Puy

Docente, Congresal UTE-CTERA

Enseñanza mixta, un gran proceso de alfabetización, la abolición de los exámenes y los premios, creación y construcción de jardines, entre otras medidas, fueron la política de la dirección del Partido Bolchevique durante los primeros años de la primera revolución triunfante.

En 1925, el educador T. E. Segalov escribió, “La forma en que una sociedad dada protege a la niñez refleja su nivel económico y cultural existente”. A 100 años de la magnífica revolución que llevó a la clase obrera en Rusia a construir su propio estado, y la visión avanzada de los dirigentes del Partido Bolchevique, tuvo su repercusión directa en la organización de la educación en una nueva sociedad basada en la expropiación de los medios de producción.

Muchas las medidas más inmediatas fueron pensadas en los primeros años de la revolución, los años más creativos, y eran tomadas como medidas transicionales hacia una nueva sociedad por construir (y sobre los estivos de una vieja sociedad por sepultar), que era el comunismo y la liquidación de las clases sociales.

Los primeros pasos de la revolución

El primer paso es la creación, en noviembre de 1917 del Narkompros, el Comisariado Popular de Educación que como primer medida nacionaliza todas las instituciones educativas y decreta la separación Iglesia – Escuela (Estado) y la unificación del sistema escolar. Anatoli Vasílevich Lunacharski, fue nombrado el primer Comisario del Pueblo para la Educación y la tarea organizativa central que afrontaba era la administración del sistema escolar.

Aquí se formularon los principios básicos de la reforma de la enseñanza y creó gran cantidad de guarderías como educación pre escolar (muy avanzado para la época), y una incipiente construcción de jardines de infancia llevando la educación obligatoria a partir de los 3 años de edad combinado con colonias infantiles.

En las primeras medidas del Partido Bolchevique, se preparaba una inmensa revolución política y pedagógica. Como primera medida, se construyó desde el estado obrero un gran plan de alfabetización. Esto se entiende con los datos sobre analfabetismo del régimen Zarista, que a finales del siglo XIX supera el 78% de la población.

Para los bolcheviques, el problema del analfabetismo como uno de sus principales retos a superar. Por lo tanto, todos los jóvenes y trabajadores que supieran leer y escribir fueron movilizados en un gigantesco plan de alfabetización (mayormente al campo), junto con la publicación de colecciones populares de los clásicos para ser vendidos a precio de costo. Los obreros que sabían leer y escribir jugaron un rol clave.

Otra de las medidas más importantes ni bien la toma del poder, es el establecimiento de la escolaridad mixta y se le dio a la educación un carácter politécnico y colectivo.

La revolución abolió los exámenes y decretó que las escuelas fueran regidas por un consejo del que formaban parte los trabajadores del establecimiento, los representantes de las organizaciones obreras locales y los estudiantes mayores de doce años. Bastaron pocos meses de poder obrero, para que se proclamara la gratuidad de la enseñanza universitaria. También se anularon los deberes y los exámenes así como las gratificaciones en forma de medallas de oro y plata.

El Narkomprós sostuvo que el sistema educativo debería hacer posible que el hijo de un obrero industrial fuera obrero en una fábrica, o director de una industria, o miembro de la Academia de Ciencias, sin que la elección profesional quedara restringida desde una edad temprana. Esto significaba educación general universal tanto a nivel de primaria como de secundaria. Descartaba la posibilidad de la temprana especialización profesional en las escuelas y del aprendizaje de oficios por los niños en edad escolar.

De este modo, la Escuela única de Trabajo, de acuerdo con el programa del Narkomprós, era politécnica, pero no profesional, enseñaba una diversidad de oficios manuales sin especializar en ninguno de ellos ni proporcionar una preparación profesional ni comercial.

Los niveles educativos se distribuían desde los tres a los ocho años como educación preescolar en los jardines de infancia (que incluía también para los más pequeños guarderías, ya que la mujer trabajaba igual que un hombre y no podía dedicarse en exclusividad al cuidado de los hijos). El siguiente escalón sería la escuela primaria, que en este periodo se hace obligatoria, desde los ocho a los quince años (lo que se denominó “educación escolar de siete años” en comparación con los planes quinquenales del gobierno para la economía).

Cuando los bolcheviques llegaron al poder en 1917 estaban convencidos de que bajo el socialismo la familia “se extinguiría”. Imaginaron una sociedad en la que los comedores comunales, las guarderías y lavanderías públicas reemplazarían el trabajo no remunerado de las mujeres en el hogar, a sabiendas que son las mujeres las que cargan principalmente con la tareas domesticas, y con la crianza de los niños. Esta eliminación de la carga del trabajo doméstico sería un aspecto clave de la liberación de la mujer en la revolución. El problema de la infancia y de la educación, tenía como punta de lanza la emancipación de la mujer de las tareas domésticas y entre ellas, de la crianza de los hijos.

Según León Trotsky, la intención integral de los revolucionarios era el de crear “…un sistema acabado de servicios sociales: maternidades, casas cuna, jardines de infancia, restaurantes, lavanderías, dispensarios, hospitales, sanatorios, organizaciones deportivas, cines, teatros, etc. La absorción completa de las funciones económicas de la familia por la sociedad socialista, al unir a toda una generación por la solidaridad y la asistencia mutua, debía proporcionar a la mujer, y en consecuencia, a la pareja, una verdadera emancipación del yugo secular.” [1]

A 100 años de la Revolución Rusa, vemos lo avanzado de las ideas socialistas de los dirigentes del Partido Bolchevique en los primeros años, encarnados en las figuras de Lenin y Trotsky y de tantos otros que dieron su vida por estos ideales. Sabemos que no se trata de repetir mecánicamente en nuestros tiempos esta experiencia, sino de poner en valor su herencia para las revoluciones que tarde o temprano vendrán [2]. Quedará para otro artículo los retrocesos en este terreno en el período Stalinista, y el análisis de las diferentes corrientes pedagógicas en puga en la Rusia Revolucionaria.

En Argentina, son 715.484 los chicos de 5 a 15 años realizan trabajo infantil y el 47,7 por ciento de los hogares con niños y adolescentes no cubren la canasta básica y que 5,6 millones de niños son pobres y, de ellos, 1,3 millón está en la indigencia. Mientras que más tres millones de chicos y chicas de entre 45 días y 5 años que no van al jardín. Un gran flagelo a la infancia.

Queremos cambiar de verdad el mundo tal como hicieron los Bolcheviques, expropiando a los expropiadores y rompiendo las cadenas del capital. Esta pelea no puede darse sino a través del mismo proceso mediante el cual la clave obrera se organiza y toma conciencia, y construye su propio partido. Por ello mientras luchamos por la transformación de la educación, al mismo tiempo luchamos por la emancipación de la clase trabajadora. Queremos transformar la sociedad para cambiar la escuela, y transformar la escuela para aportar en la lucha por otra sociedad.

Fuente:

https://www.izquierdadiario.es/Educacion-y-Revolucion-rusa-ellos-se-atrevieron

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El líder de la revuelta anarquista de Ucrania (1918-1921) en sus propias palabras

Por: Jesús Aller

El siglo XIX alumbró dos proyectos para la emancipación de la clase trabajadora que tuvieron posibilidad de cristalizar en la centuria siguiente. Sin embargo, mientras en esta son frecuentes las experiencias que proclaman su fidelidad a la estrategia propuesta por Karl Marx, las que se reivindican herederas de la tradición libertaria son mucho más escasas. Entre ellas, ocupa un lugar destacado la revuelta de Ucrania, liderada por Néstor Majnó, que fue relatada por algunos de sus protagonistas, como Piotr Arshínov o Vsévolod Eichenbaum “Volin”. La obra que reseñamos, editada por Descontrol en 2014 constituye un esfuerzo por ofrecer en castellano una recopilación de escritos del hombre de acción que fue Néstor Majnó. Se trata de artículos publicados entre 1925 y 1932, muchos de los cuales pueden leerse en la web nestormakhno.info.

Como nos recuerda la breve biografía en catalán que abre el libro, Néstor Majnó viene al mundo en 1889 en la pequeña ciudad de Guliaipole (Ucrania oriental) en una familia de campesinos pobres. Huérfano de padre muy pronto, trabaja de pastor para sostener a los suyos y, a partir de los doce años, de peón en las fincas de colonos alemanes de la zona. Participa en la revolución de 1905 y se adhiere al movimiento libertario, para el que realiza peligrosas misiones. En 1908 es detenido e internado en la Butyrka moscovita, donde conoce a Piotr Arshínov, que le instruye en las ideas anarquistas. Cuando la insurrección de febrero de 1917 lo deja en libertad, regresa a su tierra, organiza el soviet de su aldea natal y se convierte a partir de entonces en el líder indiscutible en el combate por el autogobierno de obreros y campesinos, logrando importantes victorias contra los blancos, aliado a veces con los bolcheviques y otras perseguido por ellos. Herido gravemente en 1921, es trasladado al extranjero y tras un azaroso peregrinaje termina en París, donde sigue luchando por el ideal libertario hasta su fallecimiento en 1934.

En el texto más extenso recogido en el libro “El abecedario del anarquista revolucionario” (1932), Majnó defiende con coraje el proyecto de una sociedad sin opresión, e insiste en que la clave para alcanzarla es la superación de la psicología servil que encadena al hombre. Se trata de comprender que estamos ante una lucha que compete a todos para organizarnos fraternalmente y destruir el andamiaje de explotación que es hoy la vida, pero sin caer en el error de sustituirlo por un sistema como el soviético, que niega la libertad. Otro artículo es un alegato contra las acusaciones de persecución de judíos por parte del movimiento que lideró, vertidas en publicaciones próximas a los bolcheviques. Se incluye también una carta a los anarquistas españoles, a los que en 1931 estimula a una acción decidida para fortalecer la organización de las masas y llevarlas a la revolución: “¡Golpead mientras el hierro está caliente!”

Varios fragmentos insisten en su frustración ante la Rusia soviética, donde no encuentra una hegemonía de obreros y campesinos, sino una estructura estatal apenas diferente de otras, y en la que se ha renunciado a la idea de igualdad, con los bolcheviques como nueva clase burguesa. En este sentido, le resulta especialmente dolorosa la subordinación del mundo rural al poder centralizado. Hay también un recuerdo emocionado para la insurrección de Kronstadt en su quinto aniversario, y reflexiones sobre la disciplina revolucionaria, trabazón fraternal imprescindible en la batalla entablada. La obra concluye con dos cartas a Malatesta de 1929 y 1930, en las que Majnó asume la defensa de una responsabilidad colectiva en el movimiento anarquista, que debe dotarse según él de estructuras estables y tácticas unificadas, más allá de los grupos de propaganda que predominaban en aquel momento.

El ejército de campesinos, obreros e intelectuales que Néstor Majnó fue capaz de organizar en Ucrania obtuvo algunos de los mayores éxitos de su historia para el ideal anarquista de una sociedad sin explotación. Sus tácticas y la brillantez estratégica de su líder consolidaron un control sobre amplias regiones con grandes núcleos urbanos donde se puso de manifiesto lo que es posible construir desde una perspectiva que considera al hombre libre y dueño de su destino. Blancos y rojos frustraron las esperanzas de que aquello fructificara, pero las palabras del protagonista principal de aquel combate siguen aportando hoy a la foto en sepia de las primitivas ametralladoras en carros de caballos de la guerra civil rusa, un grito de coraje y un mensaje ineludible de organización y lucha sin cuartel por la liberación del ser humano.

Blog del autor: http://www.jesusaller.com/

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Biografía de un protagonista de la República de los Consejos de Baviera

Reseña de “Una juventud en Alemania” de Ernst Toller

Por: Jesús Aller

Ernst Toller nació el año 1893 en Samotschin, en una Polonia que era alemana entonces, de familia judía y bien a tiempo para que el fervor nacionalista, contagiado como un mal virus, lo llevara voluntario a las trincheras de la I guerra mundial. Ellas forjaron su carácter, y de ellas salió rebelde en cuerpo y alma contra la desidia de dios y la infamia de los hombres, y contra la servidumbre en que el miedo nos ata. En 1918 participó en la constitución de la República de los Consejos de Baviera, tras cuya derrota fue condenado a cinco años de prisión que cumplió íntegramente.

A partir de 1919 Ernst Toller alcanzó cierto éxito como autor de piezas teatrales expresionistas, cuyos personajes trataban de mostrar arquetipos del devenir social, pero su carrera se vio interrumpida por el acceso de los nazis al poder en 1933, que lo llevó al exilio en Inglaterra y luego en los Estados Unidos, y a volcar sus energías en la tarea de alertar a sus contemporáneos de la necesidad de plantar cara al fascismo. En los años 30 viajó varias veces a España y desarrolló una solidaridad con el torturado pueblo español como para hacerle quitarse la vida tras la derrota definitiva de éste, el 22 de mayo de 1939 en un hotel de Nueva York. Una juventud en Alemania fue publicado en 1933 y aparece ahora en castellano (Pepitas de calabaza, 2017) recuperando una traducción de Pablo Sorozábal Serrano y con prólogo de Carlos García Velasco.

El libro echa a andar con una nota fechada el día de 1933 en que las obras de Toller son quemadas en Alemania. En ella constata la urgencia de comprender el pasado si se quiere descifrar el presente, y de analizar los errores que han traído el triunfo de la barbarie. Se trata de percibir, sobre todo, que no es que la razón haya fracasado; en realidad nunca tuvo poder y sólo un simulacro suyo fue venerado. Con este espíritu, Toller rememora su infancia en un país en el que alemanes y judíos, solidarios en su germanidad, rivalizaban con polacos por lo general más pobres. Él, un niño rico y judío, conoce pronto el placer de “colocar las palabras una tras otra”, progresa en sus estudios y los continúa en Francia tras la muerte de su padre. En Grenoble acude a la universidad y viaja luego por Provenza.

Regresa a Alemania con el comienzo de la Gran Guerra y en Múnich se presenta voluntario. Es admitido en artillería y tras unos meses de instrucción, en marzo de 1915 se ofrece para ir al frente. Cerca de Metz participa en el cañoneo de posiciones francesas y siente por primera vez el soplo helado de la muerte. En otro destino al este de Verdún es ascendido a suboficial. Sus impresiones son las de tantos que sufrieron aquello: “El infierno sería mejor que esto; los cadáveres provocan pavor pero no piedad”. Después de trece meses en las trincheras, enferma y es declarado inútil. En Múnich estudia y escribe con ahínco y se une al círculo donde brillaban Thomas Mann y Frank Wedekind, pero es incapaz de olvidar. Piensa que se debería hacer algo para tratar de detener la matanza e interviene en la creación de una asociación pacifista. Entre virulentos ataques reciben cartas de apoyo de Albert Einstein y Gustav Landauer.

Cuando Toller tiene acceso a documentos que ponen de manifiesto la responsabilidad de las autoridades alemanas en el comienzo de la guerra, no tarda en comprender que tras ella se esconde sólo el afán de lucro y que es un movimiento más de la máquina infernal del capitalismo. Por entonces conoce además a Kurt Eisner, líder de los socialistas independientes que luchan por poner fin al conflicto, y toma contacto con unas masas obreras pujantes y pletóricas de ideas. En Múnich, apoya los huelguistas que exigen un armisticio y es encarcelado. Cuando el maltrato hace que su salud se resienta lo llevan al hospital militar y sólo en el verano de 1918 está libre por fin. Pronto, la revuelta se extiende por el país; el 9 de noviembre Karl Liebnecht proclama en Berlín la República Socialista Alemana, mientras el káiser huye a Holanda.

Ernst Toller desgrana sus recuerdos de aquellos días. En Múnich colabora con el gobierno revolucionario del Estado Libre de Baviera, que preside su amigo Eisner, y en diciembre viaja a Berlín para asistir al congreso de consejos. Éste toma la desastrosa decisión de renunciar a asumir el control total de la situación y da con ello el golpe de gracia a la revolución, mientras la reacción, con la inestimable ayuda de los socialdemócratas, se envalentona y los empresarios arman fuerzas paramilitares. Sus hazañas llegan pronto; Karl Liebnecht y Rosa Luxemburg son apaleados y asesinados el 15 de enero de 1919 y Kurt Eisner recibe un disparo por la espalda el 21 de febrero. Es entonces cuando, con las masas en efervescencia, el 7 de abril de 1919 (no el 17 como se dice en el libro) en el muniqués palacio Wittelsbach el Comité Central de los consejos y los delegados de los partidos proclaman la República de los Consejos de Baviera.

Las medidas revolucionarias no se hacen esperar: socialización de la prensa, confiscación de viviendas para paliar su escasez, creación del Ejército Rojo… Toller, que es nombrado presidente del Comité Central poco después, nos acerca a los desvelos de aquellos días en los que ha de enfrentarse a la incompetencia de sus propios colaboradores y a las intrigas de socialdemócratas y comunistas, por no hablar de la reacción, que se apresta desde Bamberg para derrotar militarmente a los consejistas. Los comunistas toman pronto el control y Toller queda marginado de la dirección del proceso, pero participa en combates contra los blancos y a petición de sus compañeros asume el mando militar de las fuerzas revolucionarias. Interviene después en el asalto y conquista de Dachau, donde desobedece la orden de fusilar a los oficiales capturados.

Además de al enemigo, Toller ha de combatir la desmoralización, episodios de brutalidad que se dan en sus propias filas, y el sectarismo y arbitrariedad de las órdenes que recibe. A finales de abril, Múnich está rodeado por los blancos, que inventan atrocidades de los rojos para excitar contra ellos a los campesinos, al tiempo que les ofrecen generosas soldadas. Son cien mil contra unos pocos miles, y cuando los comunistas insisten en la solución militar, Toller dimite de su cargo de comandante de las tropas. No obstante resiste en la ciudad hasta el final, tratando de hacer lo posible para paliar lo que se avecina. Sabe que el fracaso de la revolución se saldará con un baño de sangre, pero se niega a estar entre los que huyen dejando atrás a las masas indefensas a punto de ser masacradas. Su destino está sellado al suyo.

El gobierno ofrece 10000 marcos de recompensa por Ernst Toller, que es escondido por buenas gentes dispuestas a arriesgar su vida. Al fin el 4 de junio es detenido y enviado a la prisión de Stadelheim, donde convive con las huellas macabras de los recientes asesinatos de sus compañeros y amigos, y sólo se salva de que le apliquen la ley de fugas por la ayuda de unos guardianes benevolentes. Viene luego el juicio sumarísimo, en el que es condenado a cinco años de reclusión en una fortaleza. Habían pasado ya las semanas del terror blanco en que cientos de personas fueron exterminadas, como detallan los testimonios estremecedores que se presentan en el libro. Éste concluye con los recuerdos del presidio, donde Toller comienza su carrera de dramaturgo, y con apéndices que recogen su declaración tras ser detenido y la noticia periodística de su arresto.

Toller nunca deja de ser un poeta expresionista y en seguida nos damos cuenta de que siente predilección por los individuos que desafinan, sea en la brutal orquesta wagneriana de la guerra o en el coro violento y alucinante de la revolución. Ellos quiere que sean los protagonistas, porque reflejan mejor que nadie las contradicciones de aquel tiempo, y ponen en evidencia a los que tienen la desfachatez de seguir el guión sin inmutarse. El propio Toller es uno de aquellos sin duda, y su compromiso con la revolución, es decir, con la liberación del ser humano de la máquina despiadada que lo aplasta, no es óbice para que sienta la necesidad de detenerse a contemplar cada momento, con infinita tristeza, las flores trituradas por la operación liberadora.

Una juventud en Alemania nos trae imágenes en sepia de la Europa que se dejaba caer en el desastre y una crónica del infierno de las trincheras en el frente occidental. Después, su relato a flor de piel de la República de los Consejos de Baviera nos acerca a una revolución con amplia base popular y casi incruenta, que pecó de improvisación, se envenenó en rencillas muy de aquellos años y fue ahogada al fin en un baño de sangre. Toller fue de los que sobrevivieron, pero sólo para ver el ascenso del fascismo y rumiar una esperanza que se rompió definitivamente cuando España cayó bajo sus garras.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=232539

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Textos escogidos de la mujer más peligrosa de Alemania

“Pequeña antología, seguida de cartas de la cárcel y últimos escritos” de Ulrike Meinhof (La Cotali), traducción y notas de Manuel Sacristán

Por: Jesús Aller

Este volumen recoge la Pequeña antología con selección, introducción, traducción y notas de Manuel Sacristán, que Anagrama publicó en 1976, y la complementa con una traducción, realizada por la editorial, de algunos de los últimos fragmentos de Ulrike Marie Meinhof (1934-1976), una joven burguesa que lo abandonó todo cuando comprendió la vacuidad cruel de la vida que nos ofrece el capitalismo, descifradora de los enigmas de éste desde las páginas de la revista konkret, de la que fue principal animadora, y que dio el paso a la lucha armada en 1970, contribuyendo a fundar la Fracción del Ejército Rojo (RAF). Detenida en 1972, fue probablemente asesinada en la cárcel por la policía de la RFA, aunque su muerte se hizo pasar por un suicidio.

Manuel Sacristán explica en la introducción su criterio al seleccionar los artículos de konkret escogidos, correspondientes muchos de ellos a los años 1967 y 1968, período en el que se produce un giro en el pensamiento de Ulrike desde los intentos de evitar por la vía democrática la involución política en Alemania hacia el convencimiento de la necesidad de organizarse para la acción contra la violencia del estado. El primer fragmento, de 1960, contiene una protesta ante el progresivo endurecimiento de la legislación represiva, con recortes de la libertad de huelga y manifestación, facilidades para decretar el estado de excepción y otras disposiciones que hacían recordar 1933. Los artículos siguientes, hasta 1967, comentan aspectos de la política alemana y el antagonismo inevitable con los intereses de la clase trabajadora.

A partir de 1967, Ulrike Meinhof recrudece su batalla dialéctica contra las medidas represivas, basadas en interpretaciones abusivas de la normativa existente, y reforzadas con leyes de emergencia. No faltan tampoco llamamientos a la movilización contra la intervención norteamericana en Vietnam y la participación del ejército de la RFA en la guerra, cuyo carácter imperialista pone de manifiesto, ni protestas por las críticas que reciben los activistas y la brutalidad con que son reprimidos. Reprocha la tibieza reformista del SPD, que mantiene el sistema y silencia los conflictos, y percibe con claridad la urgencia de alzar la voz contra los que se niegan a escuchar. Cuando estalla la violencia estudiantil de 1968, se solidariza con aquellos a los que no han dejado otro camino. Hay también invectivas contra la política errática de la DDR y la intervención del Pacto de Varsovia en Praga en 1968.

Los últimos escritos recogen un texto sobre la estructura del grupo y el liderazgo, que para ella ha de emerger de la colectividad, y algunas cartas con críticas tanto de la deriva económica de la URSS, como de la trayectoria histórica de la socialdemocracia, en la que ve un simple apoyo del capitalismo. Se incluye después una larga declaración acerca del objetivo militar da la RAF: atacar el imperialismo en su mismo corazón. En este sentido, la liberación de Andreas Baader el 14 de mayo de 1970 en un acto de guerrilla urbana, representa para ella un ejemplo que marca el camino para salir del letargo a través de una lucha armada en la que ve todo por ganar y cuya organización discute con pasión. Sin embargo, un último fragmento expresa su desesperación en la celda de aislamiento: “una feroz agresividad para la que no hay válvula de escape”.

La magnífica traducción, pletórica de notas detalladas sobre la política del momento, nos permite disfrutar al máximo la prosa implacable, brillante e incisiva de Ulrike Meinhof, un riguroso alegato contra la deriva autoritaria de la República Federal Alemana en los años 60. El epílogo de César de Vicente Hernando trata de explicar la evolución de su pensamiento como una expansión progresiva de conciencia, que desemboca en la asunción de la necesidad de una insurrección contra el sistema. Ésta, no obstante, emprendida por un grupo armado desconectado de la masa social, se revela al fin autodestructiva y estéril.

Blog del autor: http://www.jesusaller.com/

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