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La escuela de educación básica después del sismo: a dónde vamos

México / 1 de octubre de 2017 / Autor: Miguel Ángel Gallegos / Fuente: Educación Futura

En México se nos está cayendo la letra “e”, de escuela y de esperanza. Se ha teñido de rojo sangre. El pasado 19 de septiembre del presente año dejó marcada a la sociedad mexicana, sobre todo a la capitalina. Una vez más sucedió la tragedia, después de treinta y dos años volvió a pasar. ¡No aprendimos la lección!

Pareciera ser que los simulacros que se habían realizado aquella mañana de septiembre, no habían servido de mucho. Justo al momento del terremoto la gente había olvidado las indicaciones repetidas por más de treinta años. Muchos jóvenes y niños sólo llevaban algunos años de repetición ¿Acaso los protocolos de seguridad no han sido los correctos?

Parece que en México los simulacros son solo eso, simulacros que sirven para fingir que se hace algo, que permiten justificar mediante avisos y comunicados banales de que se está cumpliendo con las recomendaciones.  Hoy la burocracia administrativa pide informes y evidencias de todo, pero cuando la realidad nos alcanza, esas informaciones escritas difícilmente sirven de algo ¿Acaso estos métodos informativos son adecuados para algo?

Lo que importa a la mayoría de las autoridades educativas son los informes, mientras más fotos y evidencias mejor, es lo que decía un distinguido directivo de una escuela para la que trabajé durante algunos años. Eso le pedían a él, eso le exigían sus superiores. Estimo que a la burocracia no le importan los procesos, las vivencias, los sentimientos, las emociones y la seguridad de la gente.

Vislumbro que a las administraciones de gobierno lo único que les interesa es tener informes de todo –aunque en muchos casos, estos no sean revisados por nadie–. Desafortunadamente cuando nos alcanza la realidad, las cosas cambian, como hemos visto, en ella salen a relucir negligencias, carencias, pendientes, complicidades, abusos de autoridad e incluso fallas administrativas. Los anhelados sellos de recibido, plasmados en los formatos de evidencias, en poco ayudan cuando la realidad pone a prueba a la sociedad y sus instituciones.

En México, una gran cantidad de entidades, municipios, localidades, calles y domicilios sufrieron las consecuencias del sismo del pasado 19 de septiembre, en el que por desgracia se perdieron muchas vidas. Respetuosamente pido un momento de silencio, en particular para una institución educativa que desafortunadamente vio vencer su infraestructura en uno de sus edificios, hecho que lamentablemente arrebató la vida de personas adultas e infantes. Un hecho que, a partir de ello marcará el futuro de la vida en las escuelas, particularmente en la educación básica.

La escuela a lo largo de las últimas décadas ha sido la institución más sólida y segura que el Estado puede brindar a la ciudadanía. La sociedad en general confía plenamente en ella, al grado de dejar a sus hijos –desde sus primeros años de vida– por varias horas durante el día. Hoy las jornadas escolares en este nivel educativo, que contempla el preescolar, la primaria y la secundaria, van desde las tres horas en escuelas con horario normal, hasta las ocho horas en las llamadas de jornada ampliada o tiempo completo.

Desde el día del sismo, y hasta nuevo aviso el regreso a algunas escuelas depende de las indicaciones de la Secretaría de Educación Pública (SEP). Por lo tanto, los padres de familia están atentos a los reportes institucionales que emitan las autoridades estatales como las federales. La pregunta es, ¿la vida en las escuelas volverá a ser la misma después de la tragedia sucedida en el Colegio Enrique Rébsamen?

Los padres de familia dejarán a sus hijos cada día con la misma confianza de siempre, en este colegio o en cualquier otra institución educativa, o habrá que tomar nuevas medidas para los nuevos escenarios que los fenómenos naturales en cualquier momento nos puedan sorprender.

Me pregunto: ¿qué dará certeza a los padres de familia para llevar a sus hijos a sus respectivas escuelas?, ¿que brindará certeza a los administrativos, docentes y estudiantes para continuar su vida normal en los centros escolares?, un informe o un dictamen con sus respectivos sellos, será lo que brindara la tranquilidad, o serán obras y acciones las que devuelvan la “e” de la esperanza a nuestro México.

Tengo la fortuna de conocer a muchos docentes de educación básica en la Ciudad de México, quienes me hicieron llegar –vía electrónica- un documento en formato PDF, el cual circuló entre una gran cantidad de docentes de este nivel educativo. Este es un reporte de afectaciones por el sismo, el cual presenta un listado de las 209 escuelas de educación básica, las cuales sufrieron algún daño, que va desde fisuras en paredes, grietas en escaleras hasta bardas caídas.

Puedo mencionar de dicho reporte de escuelas públicas de educación básica dañadas en la Ciudad de México, los siguientes números: preescolar 81; primaria 85; secundaria 41; especial 2, lo que da un total de 209 escuelas dañadas en menor o mayor grado, esto nada más en la capital del país. Habrá que ver si a nivel nacional se tiene algún reporte, tanto de escuelas particulares como de públicas. Es necesario.

Del anterior listado pude corroborar lo que el describe en relación a los daños señalados en algunos planteles. Por ello, mencionó esta información con la seguridad de que la SEP la difundirá de manera oficial, no para alarmar a los padres de familia, sino para hacer sinergia con ellos y tomar las medidas necesarias, las cuales atañen a los cuatro actores escolares: alumnos, docentes, padres de familia y autoridades educativas.

Hoy más que nunca se debe hacer equipo para recuperar la “e” de escuela en nuestro querido México. Debemos aprender de esta mala experiencia y pensar si estamos actuando bien en lo individual, en lo general y si nuestras autoridades educativas están respondiendo a las necesidades que los tiempos demandan.

Cabe preguntarnos ¿por qué algunas escuelas están dañadas y otras no? Dónde queda la inversión en Certificados de Infraestructura Educativa Nacional (CIEN) del Programa del Gobierno de la República para garantizar que los Planteles Educativos sean de calidad “Escuelas al 100”, puesto en marcha en el año 2015, en el cual prometió invertir 50 mil millones de pesos para mejorar las escuelas en todo el país. No vaya a resultar solo un certificado, documento o informe más, que en nada ayuda cuando la realidad nos alcanza.

Finalmente, mencionar que la SEP ha venido evaluando a los docentes en los últimos años; parece que hoy los papeles se invierten, ahora los docentes y la sociedad en general evaluarán el desempeño de esta Secretaría que tiene en sus manos la responsabilidad de las escuelas públicas y particulares incorporadas al Sistema Educativo Nacional, así como de verificar la situación que guarda cada uno de estos planteles para declarar el regreso a clases en condiciones normales o no. Seguiremos atentos.

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La escuela de educación básica después del sismo: a dónde vamos

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Reformas a Ley General de Educación de México

América del Norte/México/25  marzo 2017/Fuente: excelsior

Todos tienen derecho a una educación de calidad y en equidad, destaca el decreto del presidente Enrique Peña Nieto; educación básica se adapta a grupos indígenas, rurales y migratorios, destaca que todo individuo tiene derecho a recibir educación de calidad en condiciones de equidad.

Por lo tanto, agrega, todos los habitantes del país tienen las mismas oportunidades de acceso, tránsito y permanencia en el sistema educativo nacional, con sólo satisfacer los requisitos que establezcan las disposiciones generales aplicables.

Resalta que los estudios realizados fuera del sistema educativo nacional podrán adquirir validez oficial, mediante su revalidación, para lo cual deberá cumplirse con las normas y criterios generales que determine la Secretaría de Educación Pública (SEP).

En 2016, 51% de los cerca de 220 mil connacionales repatriados eran adultos que no habían terminado la educación básica.

Los estudios realizados dentro del sistema educativo nacional podrán, en su caso, declararse equivalentes entre sí por niveles educativos, grados o ciclos escolares, créditos académicos, asignaturas u otras unidades de aprendizaje.

El documento también indica que las autoridades educativas tomarán medidas tendientes a establecer condiciones que permitan el ejercicio pleno del derecho a la educación de calidad de cada individuo.

Así como una mayor equidad educativa y el logro de la efectiva igualdad en oportunidades de acceso, tránsito y permanencia en los servicios educativos.

Subraya que dichas medidas estarán dirigidas, de manera preferente, a quienes pertenezcan a grupos y regiones con mayor rezago educativo, dispersos o que enfrentan situaciones de vulnerabilidad por circunstancias específicas de carácter socioeconómico, físico, mental, de identidad cultural y origen étnico o nacional.

Así como por su situación migratoria o bien, relacionadas con aspectos de género, preferencia sexual, creencias religiosas o prácticas culturales.

Las reformas garantizan el acceso a la educación básica y media superior, aun cuando los solicitantes carezcan de documentos académicos o de identidad; “esta obligación se tendrá por satisfecha con el ofrecimiento de servicios educativos de calidad”.

Destaca que la educación básica, en sus tres niveles, tendrá las adaptaciones requeridas para responder a las características lingüísticas y culturales de cada uno de los diversos grupos indígenas del país, así como de la población rural dispersa y grupos migratorios.

Para el caso de los servicios educativos correspondientes a los tipos medio superior y superior, las autoridades educativas promoverán acciones similares.

El documento precisa que el decreto entrará en vigor al día siguiente de su publicación en el Diario Oficial de la Federación.

Fuente:http://www.excelsior.com.mx/nacional/2017/03/22/1153418

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Gasto inercial: un desincentivo para la calidad y equidad educativa

Fiorentina García Miramón

La educación es el mayor gasto del gobierno federal. De acuerdo con el reporte “Gasto público para una educación de calidad” presentado por el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), los recursos que se destinan a la educación equivalen a toda la recaudación de Impuesto al Valor Agregado (IVA).1 En otras palabras, la educación es el servicio público en el que más gastamos los mexicanos. Valorando cuánto se destina a la educación y considerando que, el gasto es la principal herramienta para ejecutar cualquier política, resultó lógico pensar que la reforma educativa traería consigo una planeación del gasto más efectiva y eficaz. Sin embargo, esto no sucedió. Por lo que hoy seguimos gastando los recursos educativos inercialmente –de la misma manera– que antes de la reforma, aunque las expectativas han cambiado.

A tres años de la aprobación de la reforma, algunos debates se centran sobre cuál es el impacto que ésta ha tenido y sobre cuál sería el método más adecuado para evaluarla. En lo que respecta a cómo se han gastado los recursos, el debate se encuentra en un nivel más superficial. No se ha discutido con mayor profundidad sobre el desempeño de los programas presupuestarios “estrella” (Reforma Educativa o Programa para la Inclusión y la Equidad Educativa) y tampoco se han examinado los costos y beneficios de los nuevos esquemas de financiamiento (Escuelas al CIEN). En enero del 2015 se anunció la elaboración de un presupuesto base cero, sin embargo, lo que en realidad se hizo fue unasimplificación en la administración de los recursos. En otras palabras, se fusionaron programas presupuestarios dirigidos a poblaciones vulnerables (PRONIM, PROMAJOVEN, PAED), con la justificación de evitar duplicidades y de asignar los recursos operativos y administrativos estrictamente necesarios. Por lo tanto, seguimos con la misma planeación del gasto y sin evaluar si quiera, si ésta representa un incentivo o desincentivo para llevar a cabo la reforma.

Actualmente, México tiene una oportunidad única para mejorar la calidad y equidad de la educación de los niños, niñas y jóvenes, y con ello aprovechar el bono demográfico. No obstante, el país también atraviesa por un periodo serio de austeridad, del que todo parece indicar costará trabajo salir. Dado lo anterior, mejorar cómo, en qué y para qué gastamos los recursos educativos se vuelve impostergable. Son tres objetivos que tenemos que considerar cuando hablamos de cómo mejorar la planeación del gasto educativo: equidad, calidad y sostenibilidad del financiamiento. Con la actual planeación del gasto educativo y en la búsqueda de alcanzar dichos objetivos, se han aprendido al menos tres lecciones principales que a continuación se explicarán.

La primera es que mover el gasto de acuerdo con el aumento de la cobertura no implicó reducir la inequidad. En las décadas pasadas, los esfuerzos del Sistema Educativo Nacional(SEN) se concentraban en incrementar la cobertura de la educación básica. Esto se hacía bajo el supuesto de que una mayor cobertura significaba una mayor disponibilidad de lugares para las personas excluidas del SEN. Hoy se sabe que esta relación es más compleja de lo que parece. A raíz de este supuesto, el gasto educativo ha estado planeado –principalmente– con base en el aumento de la matrícula, sin considerar las necesidades y diferencias que existen por el lado de la demanda, ni las necesidades y diferencias que existen por el lado de la oferta. ¿Qué nos ha traído gastar de esta manera? Por un lado, ha significado una educación básica que está cerca de lograr una cobertura universal, pero con inequidad y baja calidad en sus servicios. Como se sabe, existen estados, como Oaxaca, Chiapas, Guerrero y Tabasco, donde la mayoría de la infraestructura es precaria y, en cuanto a servicios públicos, la mayoría de los estados –con excepción de la Ciudad de México– tienen escuelas sin acceso a la energía eléctrica. Por otro lado, a pesar de que uno de los elementos insignia de la reforma es la formación profesional docente, se destina apenas un 0.04% del gasto educativo para este rubro, mientras que, para la nómina educativa se va un 85.6%. No por nada somos el país miembro de la OECD que más gasta en salarios de maestros de educación básica.

La segunda lección es que la estructura del gasto educativo no ha servido para alinear los incentivos de todos los actores involucrados en el SEN. Hoy en día, el gasto está estructurado de tal forma que la asignación y ejecución de los recursos es de arriba hacia abajo. Esto desincentiva la autonomía de gestión y la presión ciudadana e incentiva el control y la corrupción. Tener una alineación de incentivos permite que la educación de calidad sea un objetivo en común y que la evaluación sea el camino para alcanzarlo. En la actualidad, las evaluaciones no tienen una vinculación entre ellas. Esto nos llevar a tener una evaluación que realmente no evalúa al sistema educativo, como el conjunto de actores que lo conforman. 

Por último, la tercera lección es que para seguir gastando en la educación de las generaciones presentes y futuras, es necesario que ésta otorgue retornos al sistema fiscal mexicano. Es decir, se debe buscar asegurar la sostenibilidad del gasto educativo. Dicha sostenibilidad sucede cuando las personas tienen salarios formales y bien remunerados, pues el gobierno puede recibir recursos a través de impuestos. Se ha estimado que, únicamente las personas con estudios de nivel profesional alcanzan a devolver al Estado, en forma de Impuesto sobre la Renta (ISR), el gasto en educación realizado en ellos. De continuar en una situación donde un 70.0% de los jóvenes más pobres se encuentran sin estudiar y un 20.4% de ellos son “ninis”, se ve complicado que el gasto educativo pueda ser sostenible a largo plazo.

Si bien, la reforma educativa se enfocó en la evaluación y el servicio profesional docente, que son elementos necesarios para medir la calidad de la educación y mejorar el aprendizaje, tampoco resultan aspectos suficientes para mejorar la calidad y el financiamiento del SEN. Ya se acabó el México con bonanza petrolera y hoy, son más los compromisos que el gobierno federal debe cumplir. La educación empieza a competir, en términos de recursos, con otras funciones como pensiones, deuda pública o protección ambiental. Si queremos que la educación sea un servicio público de calidad, equitativo y sostenible, es el momento de ponernos a trabajar en una planeación más eficiente y eficaz del gasto educativo. Únicamente así, el gasto será el combustible para mover a la reforma educativa en la dirección correcta.


El gasto educativo en el ejercicio fiscal 2016 asciende al 3.8% del PIB (15.2% del Presupuesto de Egresos de la Federación) y la recaudación del IVA representa el 3.9% del PIB, en el mismo ejercicio.

Fuente: http://educacion.nexos.com.mx/?p=303

Imagen: http://educacion.nexos.com.mx/wp-content/uploads/2016/08/1.jpg

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El “nuevo modelo educativo” y la antihistoria

Por: Manuel Pérez Rocha

El presente y el pasado, un continuo inseparable, constituyen la historia; además, como pedía Mafalda, la historia también debe hacerse hacia adelante. Un asunto tan complejo como la evolución de la educación mexicana y su estado actual puede narrarse de muchas maneras, con diversos enfoques y escogiendo en cada caso los asuntos relevantes para el propósito del relato, porque todo relato tiene un propósito, o varios; algunos legítimos, otros corrompidos, intereses académicos, intereses políticos, intereses económicos; o intereses personales, como construirse a uno mismo una identidad, y un lugar en la historia.

La historia de la educación mexicana, usada como preámbulo del llamado nuevo modelo educativo de la SEP, es una caricatura interesada; su interés es ataviar al secretario Nuño y al gobierno de Peña como los grandes reformadores, como educadores que vienen a enmendar la plana a los únicos otros dos educadores mexicanos que, para Nuño y colaboradores, merecen ser recordados: Vasconcelos y Torres Bodet. Todo lo demás no existió, o su existencia fue irrelevante para el momento actual, porque el modelo educativo de Nuño, dicen, viene a superar un primer modelo diseñado hace un siglo por Vasconcelos y continuado después por Torres Bodet. Ese modelo, dictaminan, no es útil para el siglo XXI; sin embargo, ni ahora ni antes han presentado un análisis serio de ese supuesto modelo obsoleto, ni un diagnóstico que sustente su nuevo modelo.

Sin fundamento alguno, y con un simplismo inadmisible, caracterizan a lo que consideran el modelo Vasconcelos-Torres Bodet como un modelo vertical (¡!) que no corresponde a las necesidades del siglo XXI. Ninguna mención merece el sistema de educación normal (uno de los asuntos más candentes de este momento), ni la conflictiva realidad que vivieron los educadores mexicanos desde el término de la revolución armada hasta finales de los años 70, ni los valiosos debates que se dieron en esos años en torno a lo que ellos llaman modelo educativo. Tampoco merecen atención las universidades, ni siquiera la UNAM. Argumentarán que su modelo se refiere a la educación obligatoria (primaria, secundaria y media superior); sin embargo, pasan por alto que en muchas universidades, incluyendo la UNAM, se imparte educación media superior y que es en la Universidad Nacional en donde se han dado los proyectos (modelos) más importantes de bachillerato: desde el siglo XIX la Escuela Nacional Preparatoria y desde 1971 el Colegio de Ciencias y Humanidades. Ambas instituciones, y sus modelos, han tenido una trascendencia histórica en el sistema educativo nacional y en el devenir de la sociedad mexicana.

La ignorancia de la historia es la ignorancia de la realidad, un lujo que no se pueden dar quienes quieren modificarla; por eso la estudian bien los maestros disidentes (véanse sus publicaciones). Por el contrario, quienes quieren prolongar la vida de un sistema de dominación, de privilegios y oprobios tienen que ignorarla pues de conocerla, y al mismo tiempo desatender sus lecciones, entrarían en insostenible estado de disonancia cognoscitiva. La consustancial subjetividad de las humanidades, entre ellas la historia, es compatible con el espíritu científico en la medida en que el rigor metodológico de investigación, análisis y crítica esté dirigido por una exigente actitud ética, honesta; como dice Bertolt Brecht, impulsado por la valentía de asumir en el comportamiento propio las consecuencias de las verdades encontradas, de las verdades que vale la pena decir.

El pueblo mexicano tiene un lugar central en la historia de la educación nacional. Grandes proezas, como las identificadas con Vasconcelos (por ejemplo, las misiones culturales, la labor editorial, la construcción de escuelas y edificios, el impulso de las artes), no se explican si no se toman en cuenta los movimientos sociales y las inquietudes intelectuales y culturales del pueblo gestadas desde el siglo XIX. El mal llamado modelo educativo del siglo XX mexicano (ningún educador de esa época habló de modelo, había en realidad varios proyectos en permanente tensión), mucho más rico que la caricatura que hace de él Nuño, no se entiende sin tener en cuenta esa historia ¿Estarán dispuestos nuestros actuales pedagogos de temporal a reconocer que algunos de los ideales educativos humanistas, que sirven de mero adorno a su modelo, fueron materia de las luchas que hace 100 años libraban los revolucionarios mexicanos, entre ellos los anarquistas y socialistas?
Tampoco se entiende nuestra historia si se pretende ocultar el nefasto y corruptor efecto del priísmo y su ancestro a partir de 1940. Muy interesada es la referencia de Nuño al priísta Torres Bodet, quien, independientemente de sus aciertos y valores literarios, contribuyó de manera definitiva a la consolidación del corruptor y charrísimo SNTE, y al cruento exterminio de las organizaciones magisteriales autónomas, democráticas y progresistas que se venían construyendo en las décadas anteriores a 1940. Tampoco se entiende nuestra historia si se ignoran las luchas del magisterio mexicano a lo largo de la segunda mitad del siglo XX y las que hoy protagoniza. El gobierno ha pretendido hacer creer que el amplio movimiento social de hoy, extendido en casi todo el territorio nacional, es una perversa maniobra de un puñado de líderes corruptos que defienden intereses ilegítimos.
La historia de la educación mexicana que nos cuentan Nuño y sus colaboradores en el preámbulo de su nuevo modelo educativo no es una versión más que pudiera tener el mismo valor que otras narraciones del mismo asunto: es simplemente una falsedad, una muestra del menosprecio que estos reformadores tienen por lo que hacen y han hecho millones de mexicanos, y una evidencia más de la corrupción de su discurso. Los maestros mexicanos saben bien que están construyendo historia hacia adelante.

Tomado de: http://www.educacionfutura.org/el-nuevo-modelo-educativo-y-la-antihistoria/

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