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87 millones de niños menores de 7 años han conocido solamente el conflicto, según UNICEF

Nuevos datos revelan el número de niños que están expuestos a un conflicto durante el periodo más importante para el desarrollo del cerebro

UNICEF/Nueva York/ Más de 86,7 millones de niños menores de siete años han pasado toda su vida en una zona asediada por un conflicto, un factor que representa un riesgo para el desarrollo de su cerebro, según ha afirmado hoy UNICEF.

Durante los siete primeros años de su vida, el cerebro del niño tiene la posibilidad de activar 1.000 células cerebrales por segundo. Cada una de estas células, llamadas neuronas, tiene la facultad de conectarse con otras 10.000 neuronas a una velocidad de miles de veces por segundo. Las conexiones del cerebro son elementos básicos para el futuro del niño, ya que definen cómo será su salud, su bienestar emocional y su capacidad de aprendizaje.

Los niños que viven en zonas de conflicto están a menudo expuestos a traumas extremos que les exponen al peligro de vivir en una situación de estrés tóxico, un estado que inhibe la conexión de las células del cerebro y que tiene importantes repercusiones que afectarán su desarrollo cognoscitivo, social y físico para el resto de su vida.

“Además de las amenazas físicas inmediatas a las que se tienen que enfrentar los niños durante estas crisis, corren igualmente el riesgo de sufrir secuelas emocionales enraizadas en lo más profundo de ellos mismos”, dijo la responsable de UNICEF para el desarrollo de la primera infancia, Pia Britto.

Las cifras de UNICEF indican que, en todo el mundo, 1 de cada 11 niños de 6 años o menos ha pasado en una situación de conflicto la época de su vida más importante para el desarrollo de su cerebro.

“Los conflictos privan a los niños de su seguridad, de su familia y de sus amigos, del juego y de la rutina. Y, sin embargo, todos ellos son los elementos de la infancia que ofrecen a los niños las mejores oportunidades posibles de desarrollarse completamente y de aprender de manera eficaz, lo que les permitirá participar en la economía y en la sociedad, y crear comunidades sólidas y seguras”, dijo Pia Britto.

“Esta es la razón por la cual debemos invertir aún más para proporcionar a los niños y a los cuidadores suministros y servicios indispensables, como materiales pedagógicos, apoyo psicosocial y espacios protegidos amigos de la infancia; todo ello puede contribuir a restablecer en pleno conflicto el sentimiento de ser un niño”.

Un niño nace con 223 millones de neuronas activas, pero para que el cerebro alcance su plena capacidad de funcionamiento en la edad adulta, con alrededor de 1.000 millones de neuronas capaces de conectarse entre ellas mismas, es muy importante el desarrollo en la primera infancia. Esto comprende la lactancia materna y la nutrición temprana, la estimulación precoz por parte de los cuidadores, la posibilidad de aprender a una edad temprana y la oportunidad de crecer y de jugar en un entorno seguro y sano.

Como parte de sus intervenciones en las situaciones de emergencia humanitaria y las crisis prolongadas, UNICEF trata de mantener a los niños en entornos amigos de la infancia ofreciéndoles kits de emergencia con materiales pedagógicos y recreativos. Solamente el año pasado, los kits de emergencia han ayudado a más de 800.000 niños que se encontraban en situaciones de emergencia.

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El corazón de Luis Antonio Bigott

Decía Unamuno que hay seres sin cuya presencia en este mundo “la humanidad quedaría incompleta”. Luis Bigott es uno de esos seres. Dedicó su vida a hacer el bien. Era un hombre sensible ante las penurias de los otros. Vivió una infancia pobre y muy rica en experiencias. Desde niño comprendió que como dijera Ignacio Martín Baró “hay verdades que sólo desde el sufrimiento o desde la atalaya crítica de las situaciones es posible descubrir”. Siempre insistía en que somos seres “sentipensantes”, personas que como decía Fals- Borda “combinamos en todo lo que hacemos razón y pasión, cuerpo y corazón”.

Por esos motivos, su primer trabajo como maestro lo quiso desempeñar en una escuela del interior del país, en el Mácaro estado Aragua. Daba clases a niños muy pobres. Eran 17 en total, de los cuales cinco iban descalzos. Y como él venía del mundo de la pobreza se identificaba con la pobreza de ellos. Siguiendo las enseñanzas de Simón Rodríguez decidió “convertir el mal ajeno en propio”. Se planteó ayudarlos. Pero todo conspiraba contra sus esfuerzos: la desnutrición, la falta de libros, la manipulación de los partidos, la indolencia del gobierno, la sordidez de la calle, la abulia de los funcionarios, la televisión enajenante.

De este modo fue comprendiendo que el principal causante de la pobreza era el capitalismo neocolonial y que la solución era la acción política, académica y cultural ejercida por el pueblo y sus poderes creadores contra un sistema de ignominia en el cual el educador en vez de ser agente de transformación se había convertido en marioneta de la neocolonización, en reproductor del discurso de la  antipatria. Frente a esta situación solía repetir las palabras de Martí: “Quien tenga Patria, que la honre y quien no tenga Patria, que la conquiste”. Esa y no otra, agregaba, es la función del educador en esta hora de América.

Así ejerció Bigott la pedagogía: desde la sensibilidad y la pasión. Hoy y siempre te recordaremos, maestro. Y «recordar» es la palabra indicada porque sus raíces son «re» que significa «otra vez”, y «cordar» que viene de «cordio», que significa «corazón». Entonces recordarte es acercarte otra vez a nuestros corazones. Así nunca olvidaremos que como lo decías “solo el amor engendra maravillas”.

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IIPE-UNESCO Buenos Aires convoca: Curso Regional sobre Formulación y Planificación de Políticas Educativas 2016

Desde sus inicios el IIPE-UNESCO Buenos Aires organiza anualmente el Curso Regional sobre Formulación y Planificación de Políticas Educativas, al cual asisten funcionarios y profesionales de diferentes niveles de gobierno, provenientes de diversos países de América Latina y el Caribe y de países africanos de habla española y portuguesa.

 Hasta el año 2015 participaron en el curso más de 420 profesionales y funcionarios de Angola, Argentina, el Estado Plurinacional de Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Guinea-Bissau, Guinea Ecuatorial, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y la República Bolivariana de Venezuela. 

Destinatarios

• FUNCIONARIOS que realicen actividades de generación de información, análisis, formulación, planificación y evaluación de políticas y programas educativos.

• PROFESIONALES que desempeñen tareas en las áreas de investigación, estadística, planeamiento,  administración, recursos humanos, evaluación, currículum y desarrollo profesional docente.

• LÍDERES sociales, sindicales y políticos interesados en la temática educativa.

 

Estructura

Fase a distancia (6 de junio – 19 de agosto de 2016)

Esta fase se desarrolla en el lugar de residencia. Durante 11 semanas, los participantes cursan dos módulos de formación a través de la plataforma del IIPE Virtual.

 

Fase presencial (29 de agosto – 28 de octubre de 2016)

La fase presencial se desarrolla en la Sede del IIPE-UNESCO Buenos Aires y tiene una duración de dos meses. En la misma, se cursan tres módulos de formación, se realiza una visita de estudios de una semana de duración y se elabora y se discute un proyecto final que deberá ser aprobado.

Para interiorizarse más en el detalle del Curso Regional sobre Formulación y Planificación de políticas educativas 2016, siga los siguientes enlaces.

 

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Analfabetismo en México: ¿quién se hace cargo?

México está entre las quince economías más prósperas del mundo, cuenta con un sistema educativo que atiende a más de 35 millones de alumnos en todos sus niveles, tiene desde hace 90 años una secretaría dedicada a la educación pública y tiene, desde hace más de tres décadas, un instituto dedicado a la educación de adultos. Aún más, la obra educativa nacional constituye uno de los mayores motivos de orgullo de los sucesivos gobiernos de la posrevolución. Sin embargo, en nuestro país el analfabetismo y la marginación educativa siguen manifestando una inequívoca señal de desigualdad e injusticia social.

De acuerdo con los datos censales del 2010, las personas al margen de las letras en México suman cerca de 5.4 millones –cifra superior a la población de países como Finlandia, Noruega, Costa Rica o Uruguay– las cuales ratifican, entre otros temas, la inobservancia del derecho a la educación establecido por la Constitución Política de 1917. En breve, en materia educativa el país está en falta desde hace un siglo. ¿Cómo llegamos hasta aquí? ¿Cómo explicar el grave déficit educativo en nuestro país? ¿Cómo decir “usted disculpe” a millones de mujeres y hombres en condición de exclusión educativa y social? ¿Quién se hace cargo del problema del analfabetismo en México?

Sin el ánimo de responder de manera puntual a todas estas interrogantes conviene establecer como punto de partida que el problema aquí abordado no se circunscribe a los individuos excluidos de la educación. Se trata de un problema social y humano que se extiende más allá de cada persona y que involucra a todos y cada uno de los mexicanos. Si, a todos. En tanto ciudadanos que compartimos suelo, cultura y nación, que nos regimos por las mismas leyes y que juntos aspiramos a un país mejor, las asimetrías educativas –y especialmente las condiciones que excluyen a millones de personas– ilustran una innegable condición de desigualdad y de falta de oportunidades para todos.

Es necesario recordar que en la sociedad mexicana caben, lo mismo algunas de las fortunas personales más grandes del mundo, que enormes franjas de pobreza y marginación social. Y ello no significa pluralidad o variedad social, representa un agravio para los más pobres y expresa los límites de un Estado que, hasta ahora, no ha logrado generar condiciones de equidad educativa ni construir un piso parejo para toda la sociedad. Sin el ánimo de profundizar en la situación de rezago educativo de la población de 15 años y más, baste recordar que, de acuerdo con los datos censales del 2010, el porcentaje de analfabetismo en la población mayor de 15 años representaba al 6.9 y el número de personas sin estudios concluidos de primaria y secundaria se acercaba a los 32 millones. Con base en tales cifras, es posible afirmar que al menos una cuarta parte de la población mexicana se encuentra en condiciones de precariedad educativa.

Rezago de la población de 15 años o más. Educación Básica en México (2010) Población de 15 años y más Analfabetas % Sin Primaria Terminada % Sin Secundaria Terminada % Rezago Total % 78,423,336 5,393,665 6.9 10,082,386 12.9 16,424,106 20.9 31,900,157 40.7 Fuente: INEA. Rezago educativo. Censo 2010. (Disponible en http://www.inea.gob.mx/transparencia/pdf/rezago_censo2010_nd.pdf)

Aunque es posible reconocer que el tema del analfabetismo ha estado presente en prácticamente todos los gobiernos de la posrevolución, lo cierto es que las políticas en esa materia han resultado francamente desalentadoras. Así, mientras algunas campañas y estrategias planteadas a lo largo del siglo XX alcanzaron un mayor logro e impacto social, otras se limitaron a la simple exaltación demagógica de la educación. Entre las primeras han de incluirse las campañas de José Vasconcelos entre 1920-1922; de Lázaro Cárdenas en 1934; de Jaime Torres Bodet en 1946 y 1958; e incluso de José López Portillo quien en 1981 impulsó la creación del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos. Y aunque no vale la pena detenerse a referir los planteamientos meramente demagógicos sobre el analfabetismo, resulta imposible dejar de señalar que, a lo largo de las tres décadas recientes se privilegió una política mayormente restrictiva en términos sociales y educativos.

El analfabetismo hoy

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), la alfabetización, como parte de la educación, constituye un derecho humano. Se trata de un bien público que proporciona a las personas las herramientas básicas para incorporarse a la vida social, a la vida ciudadana, a la vida laboral, a la vida cultural, a la vida en su sentido más amplio. La condición del analfabetismo, por el contrario, expresa y genera marginación y, en la llamada sociedad del conocimiento, supone un déficit individual y social aún más grave que en el pasado.

Hoy el analfabetismo se concentra en los espacios sociales más vulnerables: personas en condiciones de pobreza, personas pertenecientes al medio rural, indígenas, mujeres. Y cuando se combinan algunas de estas condiciones, la vulnerabilidad y los riesgos sociales se profundizan. Así, a la dificultad para acercarse a la literatura, a la poesía o al conocimiento científico, se suma la imposibilidad de acceder de manera autónoma al complejo marco de las leyes o a los textos que definen la convivencia social. La condición de analfabetismo implica también la incapacidad de las personas para interpretar una receta, un prospecto médico o simplemente para identificar el nombre de una calle. No puede obviarse en esta apretada reflexión, el analfabetismo cuantitativo el cual refiere la ausencia de destrezas en materia de cálculo numérico y que constituye un profundo déficit para la vida y el trabajo.

Todas esas limitaciones son transmitidas como una infausta herencia a los hijos quienes, al carecer del apoyo familiar, ven mermadas sus posibilidades de trascendencia escolar y social. Al respecto, una de las voces más autorizadas en el tema de la alfabetización, Emilia Ferreiro, sostiene : “…ya lo sabemos y ha sido dicho mil veces: analfabetismo y pobreza van juntos, no son fenómenos independientes; analfabetismo y marginación social van juntos, no son fenómenos independientes. El analfabetismo de los padres está relacionado con el fracaso escolar de sus hijos” (Alfabetización. Teoría y práctica, México, Siglo XXI, 1997, p. 176).

Hoy las asimetrías de todo tipo –sociales, nacionales e internacionales– siguen presentes en la distribución del analfabetismo. Así, las cifras nacionales de la primera década del siglo XXI muestran un limitado esfuerzo en materia de alfabetización y una suerte de administración de la precariedad educativa pues el número de personas al margen de las letras apenas ha variado.

Población analfabeta en México, 2000-2010 Población de más de 15 años en condición de analfabetismo 2000a 2005a 2010b 2000-2010 Analfabeta % Analfabeta % Analfabeta % Absolutos % 5, 942, 091 9.45 5, 747, 813 8.35 5,393,665 6.87 -548, 426 -2.57 a Fuente: Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicano 2010, INEGI, 2011, Capítulo 4, Cuadro 4.1. b Fuente: INEGI. Censo de Población y Vivienda 2010: Tabulados del cuestionario básico. (Disponible en http://www3.inegi.org.mx/sistemas/TabuladosBasicos/Default.aspx?c=27302&s=est.)

Es importante destacar que en términos nacionales se viven también serias condiciones de desigualdad pues, mientras el Distrito Federal ostenta indicadores comparables con los de naciones avanzadas (por debajo del 3 por ciento de analfabetismo) otros estados de la República viven una situación que los equipara a las naciones más pobres. Por ejemplo, las entidades federativas con mayores porcentajes de analfabetismo son Chiapas, con 18.41; Guerrero, 17.53; Oaxaca, 16.92, y Veracruz, 12.02. Además, mientras el porcentaje nacional de analfabetismo es de 6.31 para los hombres, y 8.89 para las mujeres, en los estados señalados la proporción de mujeres analfabetas crece de manera notable.

El problema del analfabetismo es mundial y expresa la enorme polaridad entre las naciones. Así, de acuerdo con la UNESCO, al menos 793 millones de personas en el planeta no saben leer ni escribir y en once países más de la mitad de su población está en condiciones de analfabetismo. La proporción de población analfabeta se concentra en el sur y el oeste de Asia (51.8%); en África subsahariana (21.4%); en Asia Oriental y el Pacífico (12.8%); en los Estados Árabes (7.6%); y en América Latina y el Caribe (4.6%). Otras regiones como América del Norte y Europa concentran cifras muy menores de analfabetismo (2%). Como es posible observar, las asimetrías económicas internacionales, también se expresan de manera inequívoca en los indicadores de analfabetismo.

A manera de cierre

¿Y quién se hace cargo? El problema del analfabetismo, como ya se ha dicho, es un tema que trasciende a los individuos y que compete a la sociedad toda. Hoy más que nunca resulta esencial reconocer la magnitud del rezago educativo en México y, tal como señalaba Stéphane Hessel (¡Indignaos!, Barcelona, Destino, 2011), es necesario manifestar la más profunda indignación ante la brecha que divide al país entre quienes lo tienen todo y quienes carecen de todo. Que separa a quienes tienen acceso franco a la educación, de quienes están excluidos aun del escalón más elemental de ella.

El Estado por su parte está llamado a atender de una manera clara y definitiva su responsabilidad en la conducción política de los asuntos que conciernen al todo social, así como a promover políticas basadas en la igualdad y la justicia. El rezago educativo y de manera especial la alfabetización, están en dicho supuesto y su solución definitiva –si, definitiva– constituyen una responsabilidad inaplazable para el Estado. ¿No son acaso suficientes cien años para cerrar en forma definitiva una brecha claramente ofensiva para toda la sociedad mexicana?

Datos de:

INEGI. Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicano 2010, México, 2011. Capítulo 4, Cuadro 4.1.

INEGI. Censo de Población y Vivienda 2010: Tabulados del cuestionario básico. Disponible en http://www3.inegi.org.mx/sistemas/TabuladosBasicos/Default.aspx?c=27302&s=est.)

INEA. Rezago educativo. Censo 2010. Disponible en: http://www.inea.gob.mx/transparencia/pdf/rezago_censo2010_nd.pdf) UNESCO. “793 personas no saben leer ni escribir”. Portal. Disponible en http://portal.unesco.org/geography/es/ev.phpURL_ID=14589&URL_DO=DO_TOPIC&URL_SECTION=201.html UNESCO. Adult and Youth Literacy. UIS FACT SHEET. Disponible en http://www.uis.unesco.org/literacy/Documents/fs26-2013-literacy-en.pdf

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La educación por «competencias» y el neoliberalismo

 La educación por “competencias” pretende presentarse como una pedagogía de “última generación” capaz de salvar al sistema capitalista de su crisis y a las nuevas generaciones del desempleo. Es el concepto mágico al que se apegan los ministerios de educación para justificar las reformas educativas ordenadas por el Banco Mundial, incluido no sólo el currículo académico, sino también las relaciones laborales con los docentes.

En Panamá, país donde los vuelos teóricos no alcanzan grandes alturas, la doctrina de las “competencias” ha sido resumida por el MEDUCA en su Decreto Ejecutivo 920, fuertemente denunciado por los gremios docentes.

Sin la menor pretensión de creernos expertos en pedagogía, pero forzados por las circunstancias de la lucha de clases que rodea nuestras aulas, nos hemos visto obligados a un repaso rápido del tema para tratar de comprender todo lo que está en juego detrás de las benditas “competencias”.

Empecemos por señalar que hay tres elementos implicados en este asunto: 1. La base epistemológica subyacente a la teoría de las competencias; 2. La propuesta pedagógica concreta; 3. El marco social, económico y político en que surge.

La epistemología de las competencias:

La epistemología o concepción teórica y metodológica subyacente a la pedagogía de las competencias suele ser falsamente presentada como un desarrollo del constructivismo pedagógico de Piaget, Vygotsky y Freinet. Nada que ver. En todo caso su origen epistemológico es completamente opuesto al constructivismo pedagógico.

Según Nico Hirtt, pedagogo belga dirigente del grupo Appel pour une Ecole Démocratique (APED), la pedagogía de las competencias nace del “constructivismo filosófico” (también llamado radical o epistemológico o “relativismo”) no del “constructivismo pedagógico”. Para el constructivismo filosófico, la realidad depende de la construcción mental del observador, la cual, a su vez, se basa en las experiencias personales. De manera que para esta perspectiva la ciencia no busca la “verdad”, ni el conocimiento “objetivo”, porque existen tantas verdades como observadores haya.

Hirtt nos alerta para no confundir “constructivismo pedagógico” (Piaget, Vigotsky) con “constructivismo epistemológico”.

Para Piaget y Vygotsky, la existencia del mundo real u objetivo no estaba cuestionada. La pedagogía debía llevar al estudiante hacia el conocimiento (como fin último de la educación) mediante una serie variada de técnicas en la que el educando es ente activo para que vaya “construyendo” ese conocimiento a partir de experiencias concretas y compresibles para él: “… los conceptos se adquieren más fácilmente y más eficazmente cuando durante el aprendizaje el educando pasa por un proceso de (re)construcción de conocimientos…, por su participación en un proceso hipotético-deductivo”, dice Hirtt.

Para el “constructivismo filosófico”, lo que está en construcción no es el conocimiento, sino  la propia realidad. Desde esta perspectiva la realidad es hasta cierto punto “inventada” (por las experiencias anteriores, las percepciones y los datos empíricos). Nunca se podrá llegar a conocer la realidad tal como es, o sea, nunca habrá conocimiento objetivo. Esta perspectiva se remonta a Kant y hasta el subjetivismo extremo. En ella han trabajado epistemólogos muy reputados en las universidades del siglo XXI: Watzlawick, Glaserfeld, Prigogine, Luhman, Morin y Maturana.

Porque no viene a cuento, no vamos a entrar aquí en el debate epistemológico, ni en la crítica correcta de las deformaciones del positivismo con toda su carga de pretendida “objetividad” al servicio de intereses concretos, sin caer en los extremos relativistas de esta corriente “constructivista”.

Para el debate pedagógico, que es el que nos interesa ahora, el problema del “constructivismo filosófico” es que desdeña el conocimiento (en el cual no cree) como objetivo último del proceso educativo, y cambia el acento hacia los procedimientos, las metodologías, las actitudes y aptitudes subjetivas del educando, como fin primordial de la educación.

De ahí deriva que se valore más la capacidad del docente de desarrollar “programas analíticos por competencias” que su real capacidad para transmitir conocimientos. De ahí que, como es el caso de Panamá, sea un requisito para ser docente pasar por los cursos de docencia superior (volcados al manejo de las TIC’s) que los postgrados de especialidad.

La propuesta pedagógica de las Competencias:

Aclarado lo anterior, es fácil comprender las diferencias abismales entre la pedagogía constructivista (Piaget, Vygostky) y la pedagogía fundamentada en la “educación por competencias”.

El objetivo central de la educación, para el constructivismo piagetiano, era el conocimiento, es decir, la comprensión del mundo (natural y social) mediante conceptos que el educando iba construyendo con una batería de técnicas propuestas por el docente que llevan al estudiante a resolver problemas. Aquí las técnicas pedagógicas son un medio para un fin: el conocimiento.

En la educación por competencias, el conocimiento como tal deja de ser el objetivo central del proceso educativo, y pasa a jugar un papel secundario, dándose prioridad a las técnicas, las cuales pasan de medios, para convertirse en el objetivo prioritario de la educación. Eso es lo que está detrás del famoso slogan de: “saber hacer”.

La educación por competencias se carga de un plumazo todo lo que en la educación procuraba la “comprensión” de la realidad, al calificarlo como “saberes muertos”, sin valor (ni de mercado, ni moral). De manera que es más importante, para las competencias, que el estudiante sea capaz de manipular un “data-show”, a que haya comprendido cabalmente los conceptos centrales de las ciencias naturales y sociales.

El corazón de las competencias, y el objeto de la evaluación, no son los saberes (conocimiento), sino las actitudes y el comportamiento del estudiante: responsabilidad, eficiencia, iniciativa, ejecución, trabajo en grupo, adaptación a circunstancias cambiantes, etc.

La pedagogía de las competencias lo resume en sus tres pilares: saber ser (comportamiento), saber hacer (habilidades) y saberes (conocimientos). Dividen las competencias en tres niveles según las capacidades que se entregan al educando: Básicas (efectividad personal), genéricas (mayor empleabilidad) y específicas (dominio funcional de un área).

En palabras de Nico Hirtt: “Entre los dos tipos de enfoque, la relación con el error se encuentra completamente al revés. En la pedagogía constructivista, lo más importante no es que el educando culmine la tarea, sino que haya aprovechado su trabajo (y sus errores eventuales) para progresar en el descubrimiento y dominio de conocimientos. En la enseñanza de competencias, el progreso en el dominio de conocimientos no es un objetivo en sí mismo. Sólo cuenta el resultado final. Adiós al derecho de error, pero por sobre todo, adiós a la utilización del error como palanca pedagógica”.

La principal víctima de las competencias es la búsqueda de “la verdad sobre el mundo” (conocimiento racional) y es lógico que así sea, puesto que la filosofía (epistemología) que les da origen (constructivismos filosófico) ha declarado a la realidad como un hecho “imaginado” (no objetivo) y relativo.

Eso explica que las reformas educativas en boga lleven a su aniquilación a los cursos cuyo objetivo es la reflexión y comprensión del mundo: filosofía, historia, sociología. Y los cursos enfocados al conocimiento concreto, tengan por objeto, no el conocimiento conceptual, sino las técnicas (saber hacer).

Por eso en Panamá, el MEDUCA se ha cargado cursos como el de “Historia de las Relaciones de Panamá con Estados Unidos” y en general ha comprimido la Historia en un pensum abigarrado a abordar en poco tiempo, más volcado a fechas y personajes, que a la comprensión de los procesos.

Por eso en las universidades, cursos como Sociología, Historia y Filosofía tienden a ceder espacios a favor de Inglés y las famosas TIC’s.

En mundo marcado por la crisis económica y social, la injusticia, la desigualdad, la discriminación, la corrupción generalizada, no es muy conveniente para las clases dominantes que los estudiantes reflexionen sobre la realidad, es mejor atiborrarlos de la falsa idea de que si hablan inglés y saben manejar una computadora se habrán salvado del desempleo y la miseria.

¿Quiénes están detrás de las competencias?

Es evidente que una pedagogía sustentada sobre las competencias (“saber hacer” y “saber ser”) y no sobre el conocimiento (“saberes”), se propone como centro del proceso educativo no la formación de un trabajador especializado o profesional en un área específica, sino de un asalariado dúctil (“capaz de adaptarse a todas las circunstancias”), un “utility”.

En este enfoque pedagógico de las competencias se profundiza el proceso que Carlos Marx llamaba la transformación del “trabajo concreto”  en “trabajo abstracto” que realiza el capitalismo. Es decir, para el sistema capitalista cada vez importa menos la capacidad de un trabajador de crear un producto a partir de su dominio de una técnica o de su habilidad personal. El sistema, promoviendo la simplificación de los procesos laborales y su división social impone tareas simples (mecánicas) que cualquiera puede realizar  (Taylorismo y Fordismo). De esta manera se abarata el costo de la mano de obra y se aumenta la plusvalía y la ganancia empresarial.

No es casualidad que la pedagogía de las competencias sea impulsada por organismos financieros como el Banco Mundial, junto a toda la batería de medidas neoliberales que han empobrecido a la clase trabajadora, incluida la desregulación laboral que ha llevado al empleo precario y a los bajos salarios. Después de todo, “competencias” es un concepto empresarial, derivado de “competitividad”, sinónimo de “productividad”, o mayor explotación de la fuerza de trabajo por el capital.

Helen Bertrand, dirigente docente francesa, establece la coincidencia en el tiempo, lugar y origen institucional de la pedagogía de las competencias con la imposición del modelo económico neoliberal en Europa y Francia. Un primer referente es el informe de Michel Drancourt (“Le fin du Travail”, 1984), que señala: “Debemos tomar iniciativas políticas… (consistentes) en degradar los reglamentos, los derechos adquiridos, los hábitos administrativos, los corporativismos en el sector público, las estructuras de enseñanza tradicionales típicas del estado de bienestar”.

Bertrand señala que en 1989, la Mesa Redonda de los industriales europeos (ERT) exigió “una reforma acelerada de los sistemas de enseñanza y de sus programas… (para que) la educación y la formación se consideren inversiones estratégicas vitales para el éxito de la empresa del futuro”.

En 1991, en Francia, la Ley Aubry, creó “el balance de las competencias” profesionales.  En 1995, el Informe Mine, publicó “El trabajo en veinte años”, donde se señala la necesidad de reformar el Código de Trabajo y la educación en Francia.

La Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE),  que reúne a las potencias capitalistas, publicó en 1995 “La flexibilidad del tiempo de trabajo” y en 2001 “¿Qué futuro para la escuela?”. Entre 2000 y 2006, la Unión Europea aprueba el marco de referencia para las “competencias-clave”, necesarias “para el aprendizaje a lo largo de la vida, para el desarrollo personal, la ciudadanía activa, la cohesión social y la empleabilidad”.

Helene Bertrand cita a todos estos organismos y comisiones europeas quienes confiesan que su objetivo es abaratar el costo de los procesos educativos para transferir al estudiante la responsabilidad por su propia formación (“cultura de la responsabilidad”):

De esta forma, a nombre de la “formación a lo largo de la vida”, el asalariado termina siendo responsable de su “empleabilidad”. Debe formarse permanentemente, incluso en su tiempo libre, para ser competitivo para la empresa. El patrón se deshace así de la obligación de financiar la formación profesional continua (…). Si el trabajador debe constituir su propio capital de competencias originales y flexibles, que reemplazan el escalafón de calificaciones reconocido a nivel nacional, los diplomas y programas, tal y como se les reconoce en la actualidad, no van a tener utilidad”, dice Bertrand.

Ojo, porque aquí la siguiente víctima de este modelo de competencias son los diplomas y títulos, los cuales ya no tendrán un peso concreto en el currículo del trabajador, sino que pasarán a ser una “competencia” más entre otras.

Eso explica que en los últimos años en Panamá hayamos conocido propuestas como el “examen de barra” cada 5 años para que los titulados como abogados tengan que validar reiteradamente su profesionalismo. Medidas parecidas se han planteado para el sector médico, donde el título obtenido luego de muchos años de estudio no daría seguridad profesional, sino un examen periódico de las “competencias”.

En esta corriente también entran medidas como las tomadas en el sistema de evaluación de concursos de la Universidad de Panamá, en que las ejecutorias profesionales dejan de tener valor cumplidos los cinco años, con lo que se obliga al profesional a tener que estar buscando títulos constantemente para no perder su status profesional (puntismo).

Incluso el reciente Decreto 920 del Ministerio de Educación que pone en entredicho la estabilidad del docente de la básica y la media al someterlo a más de 15 criterios de evaluación (competencias) que si no se cumplen pueden llevarle camino al desempleo.

Sin embargo, los programas por competencias no son algo nuevo en Panamá. Si algo bueno se puede decir de la actual ministra de Educación, Lucy Molinar, es que ella no es la única responsable de la implementación del esquema educativo neoliberal. Sus antecesores en el cargo ya habían avanzado por este camino. Los famosos “programas analíticos por competencias”, que se han convertido en el fetiche de la reforma curricular, ya son pan de cada día en la básica y la media y en todas las universidades privadas.

El balance de la aplicación de esas reformas pedagógicas constituye un mentís a la principal afirmación de las autoridades en el sentido de que estas reformas son la tabla de salvación del país y que nos conducirán por la senda del “desarrollo”. Las “competencias” sólo han servido para seguir abaratando la fuerza de trabajo y sometiendo a los docentes mayores dosis de “stress” y explotación.

Bibliografía

  1. Bertrand, Helen. La evaluación de las competencias: ¿Qué está en juego?. En: Competencias: un desastre pedagógico. Un debate sobre la política educativa en Europa. Cuadernos de Formación del PRT de Costa Rica. San José, s/f.
  2. Hirtt, Nico. L’approche par competences: une mystification pédagogique”. EN: Competencias: un desastre pedagógico. Un debate sobre la política educativa en Europa. Cuadernos de Formación del PRT de Costa Rica. San José, s/f.
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El rescate de la utopía en el contexto actual

Dado el desamparo que se extiende en Brasil y en la humanidad actual es urgente rescatar el sentido liberador de la utopía. De hecho, vivimos en el ojo de una crisis del orden político y del tipo de democracia que tenemos, y aún más: de una crisis de civilización de proporciones planetarias.

Toda crisis ofrece posibilidades de transformación, así como de riesgo de fracaso. En la crisis, el miedo y la esperanza, las expresiones de rabia y de violencia real o simbólica se entremezclan, especialmente en este momento crítico de la sociedad nacional, y en el plano internacional debido a los 40 focos de guerra y al hecho de que ya estamos dentro del calentamiento global.

Necesitamos esperanza. La esperanza se expresa en el lenguaje de las utopías. Estas, por su misma naturaleza, nunca se van a realizar plenamente. Pero nos mantienen caminando. Lo dijo muy bien el escritor irlandés Oscar Wilde: «Un mapa del mundo que no incluya la utopía no es digno de ser mirado, pues ignora el único territorio en el que la humanidad atraca siempre, partiendo de nuevo hacia una tierra aún mejor». Entre nosotros observó acertadamente el poeta Mario Quintana: «Si las cosas son inalcanzables… / no es motivo para no quererlas / Qué tristes los caminos si no fuera por / la mágica presencia de las estrellas».

La utopía no se opone a la realidad, pertenece a ella, porque esta no está hecha solo de lo que es dado, sino de lo que es potencial y que algún día podría transformarse en dado. La utopía nace de este trasfondo de virtualidades presentes en la historia, en la sociedad y en cada persona.

El filósofo Ernst Bloch acuñó la expresión principio-esperanza. Por principio-esperanza, que es más que la virtud de la esperanza, él entiende el potencial inagotable de la existencia humana y de la historia que nos permite decir no a una realidad concreta, a las limitaciones espacio-temporales, a los modelos políticos y a las barreras que limitan el vivir, el saber, el querer y el amar.

El ser humano dice no porque primero dijo sí: sí a la vida, al sentido, a una sociedad con menos corrupción y más justa, a los sueños y a la plenitud ansiada. Aunque siendo realista no entrevea la plenitud total en el horizonte de las concreciones históricas, no por eso deja de desearla con una esperanza que no decae nunca.

Job, casi a las puertas de la muerte, podía gritar a Dios: “aunque Tú me mates, aún así espero en Ti”. El paraíso terrenal narrado en el Génesis 2-3 es un texto de esperanza. No se trata del relato de un pasado perdido que añoramos, sino que es más bien una promesa, la esperanza de un futuro a cuyo encuentro estamos caminando. Como comentaba Bloch: «el verdadero Génesis no está al principio sino al final. Sólo al terminar el proceso evolutivo serán verdaderas las palabras de las Escrituras: “Y vio Dios que todo era bueno”». Mientras evolucionamos todo no es bueno, sólo perfectible.

Lo esencial del cristianismo no reside en afirmar la encarnación de Dios, otras religiones también lo han hecho, sino en afirmar que la utopía (lo que no tiene lugar) se volvió eutopía (un lugar bueno). Hubo alguien en quien no solo fue vencida la muerte, lo que ya sería mucho, sino que ocurrió algo mayor: todas las virtualidades escondidas en el ser humano, se hicieron realidad. Jesús de Nazaret es el “Adán novísimo” en la expresión de san Pablo, el hombre oculto ahora revelado. Él es solo el primero entre muchos hermanos y hermanas; nosotros le seguiremos, completa san Pablo.

Anunciar tal esperanza en el sombrío contexto actual de Brasil y del mundo no es irrelevante. Transforma la eventual tragedia de la política de la Tierra y de la humanidad, debido a la disolución social y a las amenazas sociales y ecológicas, en una crisis purificadora.

Vamos a hacer una travesía peligrosa, pero la vida estará garantizada y Brasil, así como el Planeta, todavía se regenerarán y encontrarán un camino de esperanza que nos abra un futuro esperanzador.

Los grupos portadores de sentido, las filosofías, los partidos con propuestas sociales bien fundadas y principalmente las religiones y las Iglesias cristianas deben proclamar desde lo alto de los tejados esta esperanza.

Para los cristianos, la hierba no creció sobre la sepultura de Jesús. A partir de la crisis del viernes de la crucifixión, la vida triunfó. Por eso la tragedia no puede escribir el último capítulo de la historia ni de Brasil ni de la Madre Tierra. Este lo escribirá la vida en su esplendor solar.

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Venezuela: Ciclo de conferencias Transformación curricular en el nivel de educación primaria

MIÉRCOLES 30 DE MARZO DE 2016

 

PROGRAMA:

  • 8:30 am. Himno Nacional. Palabras de Bienvenida por parte de la Viceministra de Educación Inicial y Primaria, Profa. Gisela Toro de Lara.

 

  • 9:00 a.m a 11:00 a.m. Ciclo de Conferencias: “TRANSFORMACIÓN CURRICULAR EN EL NIVEL DE EDUCACIÓN PRIMARIA”. Con la participación de los Ponentes: Yoama Paredes, Viceministra de Educación Media y Luis Bonilla, Presidente del Consejo del Iesalc, UNESCO.

 

  • 11:30 a.m a 12:00 m. Sesión de preguntas y respuestas.

 

  • 12:00 m a 01:00 p.m. Intervención por parte de la Profa. Marubi Arcas. Directora General de Educación Primaria Bolivariana.

 

 

 

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