Angola: el suelo en el que las minas se han convertido en tomates y cebollas

Por: Patricia Peiró

Una investigadora española participa en un trabajo en terreno para entender cómo cambia la vida sin la amenaza de los explosivos. Afecta a las relaciones familiares, a los partos y a la cesta de la compra

Ángela Hoyos y sus compañeras se sientan junto a un reducido grupo de personas dispuesto a abrirse sobre algunas de las experiencias más dolorosas de su vida. Les van a pedir, poco a poco y con preguntas muy concretas, que echen la vista atrás y hacia adelante. Que cuenten cómo cambia tu realidad cuando vives bajo la amenaza de que un paso en falso pueda suponer el último. O cómo es empezar un nuevo capítulo cuando las minas que antes te rodeaban se transforman en cebollas y tomates.

La investigadora española trabaja en el Centro Internacional de Desminado Humanitario de Ginebra (GICHD). El equipo del que ella forma parte pasó varias semanas recorriendo Huambo y Kuando Kubango, dos regiones de Angola, un país que prácticamente no conoció otro estado que no fuera el de guerra desde 1961. Primero la independencia de Portugal (hasta 1975) y después un conflicto civil que finalizó en 2002 y que representa el enfrentamiento más largo de todo el continente. El objetivo era, explicado a grandes rasgos, estudiar cómo la acción contra las minas cambia la vida de las personas en el medio y largo plazo social y económicamente. En los últimos 20 años el porcentaje de población que vive en la pobreza ha pasado del 68 al 37%.

«Nos decían: ‘Esto es una segunda guerra para nosotros», explica Hoyos. Puede que se firmaran los tratados de paz, pero la presencia de explosivos persiste en muchas zonas del país. «Todas las partes utilizaron las minas, se usaban de acuerdo con diferentes tácticas y doctrinas militares, lo que condujo a una complejidad de dispositivos que no se han visto en muchos otros lugares. Se ubicaban en carreteras y puentes, para proteger infraestructura estratégica clave, para emboscar a las fuerzas enemigas, como elemento disuasorio o incluso para infundir terror a través de patrones aleatorios de colocación», detalla el estudio que elaboraron con la experiencia. en la que también participaron el King’s College London y el Stockholm International Peace Research Institute.

El objeto de este proyecto era ir más allá del mapeo de zonas seguras, querían saber en qué se traducía en el día a día de miles de personas. Nada mejor para eso que sentarse a hablar largas horas con vecinos de diferentes aldeas. La organización Halo Trust, que lleva años dedicada a la limpieza de explosivos en el país, había contactado previamente con ellos para pedirles su participación. «Este fue un paso muy necesario para que entendieran qué hacíamos allí y no les resultara raro que de repente nos presentáramos a hacerles preguntas», detalla Hoyos al teléfono. «Teníamos que ir de lo general a lo particular, y plantear las cosas de forma muy concreta, no podías sentarte allí y decir: ‘Bueno, contadme cómo os ha afectado la presencia de minas».

La estructura era casi siempre la misma. Primero exponían sus opiniones los sobas, o líderes comunitarios. Les acompañaban el resto de hombres. Ellos les contaban cómo la limpieza de explosivos había permitido que tuvieran acceso a electricidad o agua, que pudieran emprender en sectores en los que antes no habrían imaginado o cómo se restableció el servicio ferroviario. Horas después, lograban llegar a los testimonios de las mujeres. «Ellas hablaban de partos en mejores condiciones y en general de temas de salud a los que los hombres no habían prestado atención. También relataban cómo ahora los niños podían estudiar al menos hasta secundaria», resume Hoyos.

De 1975 a 2002, alrededor de un millón y medio de angoleños murieron. Otros cuatro millones fueron desplazados internos y más de medio millón buscó refugio en países vecinos. Halo Trust asegura que han desactivado más de 100.000 artefactos, pero que es imposible saber cuántos quedan aún en el terreno.

Efecto del estallido de una mina en una carretera en Angola, una imagen incluida en el estudio.
Efecto del estallido de una mina en una carretera en Angola, una imagen incluida en el estudio. GICHD

Durante todo ese tiempo, los locales construyeron todo un modo de vida condicionado por la posibilidad de poder morir por un mal paso. La investigación describe, por ejemplo, cómo los habitantes de Samaria, una aldea que vivió una de las batallas más sangrientas en 1987, idearon rutas que evitaban las áreas contaminadas. Todavía hoy se mantienen estas prácticas, porque siguen utilizando todoterrenos que ellos conocen como «taxis» para visitar a sus familiares en municipios cercados todavía cercados por las minas. «A veces, la población acumula residuos explosivos en sus casas pensando que van a sacar algún provecho y acaba habiendo problemas», señala la investigadora.

En el caso de Angola, la colocación de artefactos llegó incluso a los campos destinados a uso agrario, lo que afectó tremendamente a la calidad de la alimentación. Por estos campos fue por los que paseó la princesa Diana en 1997, y por los que años después caminó su hijo Enrique. Antes del desminado, la mayor parte de los cultivos se restringían a calabazas, patatas, yuca o nueces. Con la limpieza, los mercados y las casas empezaron a llenarse de arroz y, lo más importante, vegetales como cebollas, tomates o  frijoles. Volvieron a cazar y a practicar apicultura, con lo que ahora disponen de miel. «Tuvieron acceso a más semillas, y se agilizó el intercambio de frutas y verduras», comenta Hoyos. Sin embargo, la facilidad de comunicación con las ciudades también dio lugar a que la dieta se haya llenado de productos no siempre saludables como sal y azúcar.

Huambo, una de las regiones estudiadas, fue en su día un importante centro de comercio, muchas localidades dependían de estas comunicaciones. Hasta 2012 no vio reparado su servicio de trenes y poco a poco resurgió. Hoy el transporte ferroviario de la zona lleva a más de 2.300 pasajeros diarios y los suministros vuelven a llegar a muchos consumidores.

Muchos de los viajeros en estos vagones se dirigen hoy a ver a familiares y amigos. El corte de trenes y la inseguridad de los caminos hacía imposible visitar a alguien en otra localidad. Un distanciamiento social que ahora cuesta muy poco entender, pero que en ese momento no lo causó un virus, sino una guerra que parecía eterna.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/05/25/planeta_futuro/1590422802_998902.html

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Capturar el valor del suelo, clave para el desarrollo de ciudades latinoamericanas

América Latina/13 de octubre de 2016/Fuente: BID

Estudio del BID propone cómo financiar el crecimiento urbano sostenible

Las ciudades de América Latina y el Caribe crecen a paso acelerado. La pregunta del millón es: ¿qué deben hacer para manejar y financiar un desarrollo sostenible que les permita extenderse y a la vez optimizar el uso de sus espacios, de modo que puedan albergar cómodamente a sus habitantes?

La clave para revitalizar algunas áreas, densificar otras, preservar el patrimonio y habilitar el suelo en zonas nuevas podría estar en captar plusvalías urbanas que ayuden a las ciudades a manejar eficientemente sus recursos y reducir su dependencia financiera de los gobiernos centrales, revela un nuevo estudio titulado Expandiendo el uso de la valorización del suelo – La captura de plusvalías en América Latina y el Caribe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Por «captura de plusvalías» los autores se refieren a la posibilidad de que los gobiernos obtengan algún beneficio por la valorización de las propiedades inmuebles que se produce cuando se hacen mejoras de infraestructura (como accesos a autopistas, calles pavimentadas, alumbrado público o cloacas) o cuando se aprueban nuevas normas de uso de suelo (por ejemplo, el paso de uso rural a urbano o de residencial a comercial). Comúnmente, esos incrementos favorecen sólo a los dueños de las propiedades aunque dependen de acciones públicas.

Este estudio pone de manifiesto que no existe una fórmula única que responda a las necesidades de todas las urbes de la región. “Hemos detectado una considerable variedad de mecanismos de captación de recursos, no sólo entre países, sino entre ciudades de un mismo país”, afirma Andrés F. Muñoz, especialista de la División de Gestión Fiscal y Municipal del BID.

La publicación muestra que hay diversas formas de obtenerlas, entre las que se destacan los impuestos, las contribuciones por mejoras, las regulaciones y la venta de derechos de construcción. Entre ellas indica:

  • Los impuestos incluyen el gravamen predial y su variante llamada “financiación por incremento de impuestos”. Estos tributos, muy comunes en los Estados Unidos, donde fueron introducidos en 1952, permiten a los municipios emitir bonos para financiar inversión pública en base al aumento en el recaudo estimado durante un período determinado.
  • Las contribuciones por mejoras, también llamadas contribuciones por valorización, son uno de los mecanismos más usados en América Latina y el Caribe, sobre todo en Colombia, donde se aplica desde 1921. Hacia 2012, Bogotá estaba en proceso de recaudar unos US$1.000 millones y otras ocho ciudades colombianas estaban cobrando una cifra similar.
  • Las regulaciones incluyen una amplia gama de mecanismos con los que el sector público puede monetizar los beneficios de sus intervenciones en el valor del suelo. Los más conocidos son las exacciones o convenios urbanísticos: aportes en dinero o especie como contraprestación al derecho de desarrollar. Por ejemplo, en Puerto Norte en Rosario, Argentina, la municipalidad definió que los desarrolladores que construirían el área liberada por la reconversión del puerto debían ceder el suelo necesario y la construcción de calles y redes, además de 15 por ciento de la superficie para espacio público y equipamiento.
  • La venta de derechos de construcción se utiliza mayormente en áreas a densificar, en las que se define un coeficiente de aprovechamiento urbano mínimo. Cualquier utilización por encima de dicho valor debe pagarse con una contraprestación a la autoridad competente. En São Paulo, Brasil, los certificados de potencial adicional de construcción –una modalidad de venta de estos derechos en la que la contraprestación se define a precios de mercado determinados en subasta pública– permitieron reunir entre 2004 y 2012 US$2.200 millones que se invirtieron en infraestructura y vivienda.

Los autores de la publicación, Andrés G. Blanco, Andrés F. Muñoz y Vicente Fretes Cibils, manifiestan que el estudio es un relevamiento de 17 proyectos en nueve ciudades de cinco países de la región: Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador y Uruguay.

“La captación de plusvalías urbanas está en proceso de maduración en Brasil y Colombia, donde ya lleva casi 30 años de evolución; en desarrollo en Argentina y Uruguay –que ya cuentan con algunas experiencias innovadoras–; y en un nivel aún inicial en Ecuador, si bien en la ciudad de Cuenca se hace uso sistemático y efectivo de la contribución especial de mejoras”, dice Andrés G. Blanco, especialista de la División de Vivienda y Desarrollo Urbano del BID.

Asimismo, se espera que las plusvalías permitan liberar fondos para el desarrollo de vivienda social, algo que aún está en sus etapas preliminares pero que ya puede verse en ciudades como Bogotá y Quito.

La publicación es gratis y se puede descargar en www.iadb.org/suelos

Fuente: http://www.iadb.org/es/noticias/comunicados-de-prensa/2016-10-12/capturar-el-valor-del-suelo,11587.html

Imagen: img.emol.com/2012/06/13/uva_141519.jpg

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Gestión de paisajes forestales sostenibles desde la complejidad

30 de julio de 2016/ Por: Rodrigo Arce Rojas / Fuente: http://pcnpost.com

Uno de los grandes retos que tenemos como países megadiversos es gestionar los paisajes forestales más allá de miradas fragmentarias desde los recursos (bosques, aguas, suelos, aire) o desde las dimensiones sociales, culturales, institucionales, legales, económicas o ambientales (entendida fundamentalmente como relativo a lo biofísico). En esta perspectiva se requiere avanzar desde los enfoques disciplinarios, a los enfoques interdisciplinarios, transdisciplinarios e incluso indisciplinarios.

La indisciplinariedad implica un nuevo paradigma del conocimiento que hace frente a la complejidad abordando la realidad no desde objetos de estudio sino trabajando con problemas de frontera. Esto significa trabajar con las totalidades, reconocer y gestionar la diversidad y realizar procesos de síntesis y sinergias de los enfoques empíricos analíticos e interpretativos (Hincapié, 2015).

Los paisajes forestales podrían ser catalogados como sistemas dinámicos no lineales, sistemas complejos no-lineales o sistemas complejos adaptativos (Maldonado, 2011) lo que da cuenta de su complejidad. En ellos se verifican una serie de características de la complejidad tales como auto organización, rupturas, inestabilidades, fluctuaciones, irreversibilidad, caos, evolución, sinergias, emergencias, recursividad, entre otras (Maldonado, 2011; Segura, 2009; Maldonado, 2003). Ello implica entonces superar visiones lineales y determinísticas de la gestión.

Queda corto entonces contentarse con la visión del árbol, con la visión del bosque, aunque siendo necesarios, se tiene que avanzar hacia una visión de las totalidades de los paisajes forestales que no significa verlo absolutamente todo sino tener la capacidad de identificar los fenómenos que atraen o convocan los fenómenos críticos. No es gratuito entonces la mirada de socioecosistemas y el reconocimiento de la ecología de paisajes y la biología de poblaciones como sistemas sociales naturales (Maldonado, 2009).

Un enfoque central de la gestión de paisajes forestales corresponde a los sistemas entendidos como conjunto de elementos interconectados o interrelacionados con un objetivo concreto (Segura, 2009). Específicamente estamos hablando de sistemas abiertos que importan y procesan elementos (energía, materia, información) de sus ambientes. Que un sistema sea abierto significa que establece intercambios permanentes con su ambiente, intercambios que determinan su equilibrio, capacidad reproductiva o continuidad, es decir, su viabilidad (entropía negativa, teleología, morfogénesis, equifinalidad) (Arnold y Osorio, 1998).

Como sistema abierto los paisajes forestales presentan algunas características como la no linealidad, interconexión estrecha, la auto organización, el cambio constante, la retroalimentación, la emergencia, entre otros. Asimismo, se resalta el hecho de ser contra intuitivos, no todo tiene necesariamente explicación causal e irrumpen hechos aparentemente sin conexión alguna. Así es que no solamente estamos hablando que no siempre existe una relación lineal de causa y efecto sino que las causas pueden convertirse en efectos y viceversa. 

En los paisajes forestales podemos apreciar una serie de dilemas o tensiones tales como orden-desorden, estabilidad-inestabilidad, equilibrio-no equilibrio, razón-emoción, producción-conservación, vida humana-vida silvestre, ingeniería-poesía, pasado-futuro, convivencia-conquista, formalidad-informalidad, legalidad-ilegalidad, entre otros. Desde la perspectiva del principio dialógico de la complejidad estos temas no se abordan como campos polarizados sino se les reconoce como términos complementarios y permite mantener la dualidad en el seno de la unidad (Castellanos, 2003). Estamos hablando entonces tanto desde la perspectiva del reconocimiento de diferentes lógicas que interactúan como la capacidad que tienen estos elementos para entrar en un proceso de encuentro dialógico. 

Con el principio Hologramático se concibe a la parte en el todo y al todo en cada parte (Castellanos, 2003). Este principio se aplica a todo nivel como por ejemplo la célula que contiene al individuo y el individuo que contiene a las células, la persona que está contenida en la sociedad y la sociedad que contiene a las personas. Así es que podemos decir que el ecosistema contiene al paisaje y el paisaje contiene al ecosistema. En buena cuenta este principio nos describe la estrecha interrelación que existe entre el micro mundo y el macro mundo. 

El principio de recursividad considera que los productos y los efectos son al mismo tiempo causa y productores de aquello que los produce. Esta tesis derrumba la causalidad lineal propia del positivismo (Castellanos, 2003). Ello nos da cuenta de los límites del marco lógico como herramienta de gestión. Necesitamos marcos metodológicos que den cuenta de las estrechas interrelaciones de los factores presentes en un problema.  Este principio es de especial consideración cuando hablamos de los grandes problemas que enfrentamos como la tala ilegal, la minería ilegal, los cultivos ilícitos, entre otros. 

Por todo ello, la gestión de paisajes forestales requiere fortalecer las capacidades de pensamiento sistémico y pensamiento crítico. El pensamiento sistémico alude a la capacidad de comprender las relaciones entre los diversos componentes de un sistema organizacional que obtiene resultados deseados e indeseados (Aljure, 2007). Es una disciplina para ver totalidades, un marco para ver interrelaciones en vez de cosas aisladas. Es la habilidad de encontrar patrones de cambio y de entender cómo las partes afectan al todo (Senge, 1999). El pensamiento crítico alude a la capacidad de irse más allá de las explicaciones hegemónicas.  

La forma cómo abordamos la gestión de paisajes forestales está muy influenciado por los marcos epistemológicos de la dominación del hombre a la naturaleza.  Latinoamérica necesita definir con qué marco epistemológico va a gestionar sus paisajes forestales para una relación de convivencia antes que de explotación. Se precisa entonces enfoques de descolonización epistemológica para construir alternativas al desarrollo y no seguir únicamente en la senda del progreso que se realiza a costa del ambiente y de las culturas. Requerimos que la construcción del conocimiento para la gestión sostenible de los paisajes implique la construcción participativa de un discurso y prácticas comunes de solidaridad y reciprocidad. No se trata de negar la economía sino de sincerarla, humanizarla a la vez dialogante con la naturaleza y el cosmos. 


Bibliografía revisada:

Aljure, J. (2007). Pensamiento sistémico: la clave para la creación de futuros realmente deseados. ELEGIR (9).

Arnold, M. y Osorio, F. (1998). Introducción a los Conceptos Básicos de la Teoría General de Sistemas. Cinta de Moebio [en linea]  [Fecha de consulta: 10 de mayo de 2016]

Castellanos, R. (2003). Metodología sobre el desarrollo del ser como personalidad. Caracas: Universidad Nacional Experimental de Guayana (UNEG).

Maldonado, C. (2011). Termodinámica y complejidad. Una introducción para las ciencias sociales y humanas. Bogotá: Ediciones desde abajo.

Maldonado, C. (2009). Complejidad de los Sistemas Sociales: Un reto para las ciencias sociales Cinta Moebio 36:146-157

Maldonado, C. (diciembre 2003). El problema de la filosofía del conocimiento y el estudio de los sistemas complejos. En: Praxis Filosófica, Universidad del Valle, No. 17, págs. 103-120

Segura, F. (2009). ¿Puede gestionarse la complejidad de los problemas sociales? Aportaciones desde la teoría de la complejidad en la formulación de políticas públicas. Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas. Instituto Tecnológico de San Luis – Potosí, México.  23 (2009.3)

Senge, P. (1999). La Quinta Disciplina El Arte y la Práctica de las Organizaciones que Aprenden. Barcelona: Editorial Granica (Grupo Editorial Norma), Colección Management y contexto, 1999, pp. 494.

Fuente artículo: http://pcnpost.com/profile/rodrigoarcerojas/

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