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Paraguay: Unicef advierte el posible aumento del trabajo infantil y la exclusión educativa

Unicef advierte de que la emergencia sanitaria generada como consecuencia de la pandemia del coronavirus afectó significativamente a la población infantil y adolescente en Paraguay, exponiéndola a un posible aumento del trabajo infantil y a la exclusión educativa en los hogares en situación de pobreza.

Desde el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) indicaron que la emergencia sanitaria del coronavirus afectó significativamente a la población infantil y adolescente de Paraguay, siendo más afectados aquellos hogares en situación de pobreza, cuyas necesidades básicas ya se encontraban previamente insatisfechas, según los resultados de un estudio realizado.

Asimismo, detallaron que en el país los niños, niñas y adolescentes menores de 19 años representan siete de cada 100 casos positivos de Covid-19 y aunque sus síntomas suelen ser leves, la pandemia tiene un impacto secundario importante en esta población.

El estudio, realizado en conjunto con el Instituto de Ciencias Sociales (ICSO), sobre la situación de la infancia y la adolescencia en Paraguay y la vulnerabilidad ante la pandemia, se presentó este viernes, en el marco del Día Mundial del Niño.

En ese sentido, manifestaron que la pandemia del Covid-19 intensificó un proceso de vulneración de los derechos de la población infantil y adolescente, especialmente en territorios socialmente desprotegidos, donde las familias fueron afectadas por la caída o desaparición de sus ingresos por la elevada informalidad y la condición de contacto personal vinculado a sus puestos de trabajo, que pone en riesgo incluso la cobertura de necesidades básicas y una adecuada nutrición.

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El largo camino por recorrer de los países africanos con los derechos de las niñas

A las niñas africanas se les roba su futuro y se las está condenando a una vida de discriminación y desigualdad, según el informe “The African Report on Child Wellbeing” de la organización African Child Policy Forum (ACPF). En su sexta edición, el trabajo evalúa el desempeño de 52 países africanos a través del Índice de Amigabilidad con las Niñas (GFI). Asimismo, recoge y transmite el mensaje y voces de las menores participantes.

“Las niñas africanas han soportado durante demasiado tiempo creencias culturales perjudiciales, actitudes patriarcales de género y leyes, políticas y prácticas discriminatorias”, manifiestaba la directora Ejecutiva del ACPF, la Dra. Joan Nyanyuki. “A pesar de la lentitud de los progresos en algunas áreas, las niñas de todo el continente siguen despertando a la realidad cotidiana de la injusticia. Toda una generación de niñas y mujeres jóvenes está fracasando”.

El Informe Africano sobre el Bienestar Infantil 2020: ¿Cuán amigables son los gobiernos africanos con las niñas?, en su traducción al castellano, concluye que “las niñas que viven en África tienen más probabilidades de ser víctimas de la trata, el abuso sexual y la explotación laboral; de casarse mucho más jóvenes y/o de sufrir la mutilación genital femenina que las niñas de cualquier otro lugar del mundo. Las niñas son discriminadas por las leyes relativas al matrimonio y la herencia; y tienen más probabilidades de ser más pobres que los niños.

Educación

En materia de educación, “las menores corren un mayor riesgo de padecer problemas de salud mental; más probabilidades de ser excluidas de la atención de la salud; y se les niega una educación decente mientras son obligadas a abandonar la escuela“.

África cuenta con una población de 308 millones de niñas menores de 18 años. Sin embargo, en muchos países, sólo una de cada cinco tiene acceso a la educación secundariaUn tercio de las escuelas primarias y una cuarta parte de todos los institutos no tienen instalaciones sanitarias. El acoso sexual y el abuso emocional contra ellas, tanto por parte de los profesores como de sus compañeros, es algo común, lo que obliga a muchas niñas a abandonar la escuela por completo, según el informe.

“Los hechos dibujan un panorama detallado de la situación de las niñas africanas y nos recuerdan que los esfuerzos de los gobiernos simplemente no son suficientes y no están a la altura de los innumerables desafíos a los que se enfrentan”, añadió la presidenta de la Junta Directiva Internacional de la ACPF, Graça Machel. “Como madre y abuela, me duele el corazón al ver a una madre niña y, por desgracia, tenemos millones de ellas en este continente.”

Chad y Sudán los peores para las niñas

El singular Índice de Amistad con las Niñas (GFI) de la ACPF muestra que las altas tasas de matrimonio infantil y de malnutrición, así como los bajísimos niveles de matriculación escolar, convertían al Chad y el Sudán meridional como los peores lugares de África para nacer niña. A este grupo se les sumaba naciones como Eritrea, el Níger, la República Centroafricana, la República Democrática del Congo y las Comoras.

En cambio, Mauricio era el país mejor valorado. El estado se encuentra entre los países que han reformado sus leyes sobre los derechos de las niñas y las han armonizado con las normas internacionales. La nación insular tiene la tasa más alta de educación preescolar y todas las adolescentes embarazadas tienen acceso a la atención prenatal, según el trabajo. En la categoría de países más con políticas más progresivas en la materia se encuentran también Túnez, Sudáfrica, Seychelles, Argelia, Cabo Verde y Namibia.

“Sin una acción decidida y específica, las niñas africanas quedarán rezagadas a medida que intensifiquemos los esfuerzos para lograr el Programa 2063 de África y, más concretamente, el Programa de África para la Infancia 2040″, remarcaba la Dra. Joan Nyanyuki.

Fuente: https://eldiariosolidario.com/ninas-africa-derechos

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Colapso por Covid en las fábricas textiles de Asia y el Pacífico repercute en todo el mundo

Eduardo Camin*

El sector industrial de la confección en la región Asia-Pacífico padece los efectos adversos de la Covid-19 en las cadenas de suministro. El colapso de la demanda de los consumidores, las medidas de confinamiento de los gobiernos y las disrupciones en las importaciones de materias primas han hecho estragos en la industria de la confección de Asia y el Pacífico, según un nuevo informe de la Organización Mundial del Trabajo (OIT).

El estudio se basa en un pormenorizado examen documental y en el análisis de información pública o empresarial, así como en entrevistas realizadas a destacadas partes interesadas del sector en Asia. La elaboración del estudio fue dirigida por la Universidad de Cornell y un equipo de la OIT que abarcó la Unidad de análisis económicos y sociales a nivel regional, el programa Better Work y el proyecto OIT-OSDI sobre trabajo decente en las cadenas de suministro del sector de la confección en Asia.Explotación laboral en la industria textil, ¿qué va a pasar?

Sin dudas que la crisis de la Covid-19 está golpeando muy duramente al sector de la confección en Asia y el Pacífico, pero no solo ha afectado a los millones de trabajadores y empresas que forman parte de las cadenas de suministro, sino que ha provocado un efecto dominó a varios niveles.

En septiembre de 2020, aproximadamente uno de cada dos trabajadores de la confección en esa región vivía en países donde regía el cierre obligatorio de todos los lugares de trabajo excepto los esenciales, incluidas las fábricas textiles. Cerca de la mitad del total de los empleos en las cadenas de suministro del sector de la confección en la región dependían de la demanda de consumo interna o de la demanda externa de países con medidas de confinamiento muy rigurosas, en los que también se observaron caídas drásticas de las ventas al por menor.

El comercio mundial de prendas de vestir prácticamente se vino abajo en el primer semestre de 2020. En algunos casos, las importaciones procedentes de los productores asiáticos en los principales países compradores descendieron hasta un 70 por ciento.
Al principio de la crisis abundaron las cancelaciones de pedidos por parte de los compradores. Los fabricantes de prendas de vestir también experimentaron perturbaciones de la oferta de sus insumos importados de hasta el 60 por ciento. El cierre temporal o permanente de miles de fábricas proveedoras hizo que se multiplicasen los casos de despido y cese de trabajadores.

No obstante, las fábricas que posteriormente han reabierto sus puertas también han visto menguada la capacidad de su fuerza de trabajo. El trabajador medio perdió entre dos y cuatro semanas de trabajo y solo tres de cada cinco trabajadores han sido reintegrados en las fábricas. Entre quienes han seguido trabajando durante el segundo trimestre de 2020 tampoco han sido raras las rebajas salariales y los retrasos en la liquidación de los pagos.

Con respecto a los resultados del estudio, Chihoko Asada Miyakawa, Directora Regional de la OIT para Asia-Pacífico, señaló que: «Es fundamental que los gobiernos, los trabajadores y los empleadores, entre otras partes interesadas del sector, aúnen esfuerzos para afrontar esta coyuntura sin precedentes y contribuir a forjar un futuro del sector que se centre más en el ser humano».

El otro informe un gran… descosido

La epidemia del coronavirus ha conllevado el cierre de fábricas en China para evitar el contagio entre los trabajadores de los centros de producción e, incluso, como hemos visto a medida que abren, su ritmo productivo es menor. La medida ha dejado en un limbo a las cadenas de suministro de las empresas del sector de la moda y es que el país es proveedor de muchas las materias primas con las que se fabrican las prendas de ropa en todo el mundo.

Era obvio que el mismo día que las fábricas chinas comenzaron a bajar sus persianas por la crisis del coronavirus, las empresas del sector textil en todo el mundo comenzaron a mirarse de reojo, sabedoras del riesgo que las envolvía. A medida que se extendía la pandemia, su sombra se agrandaba sobre las compañías de moda. Y, justamente, eran Inditex y H&M, las que podrían ser especialmente vulnerables a las consecuencias de esta epidemia, así lo advertían algunos expertos.Inditex y H&M caen en bolsa tras rebaja de estimación de Morgan Stanley | Estrategias de Inversión

Un informe de la Unión de Bancos Suizos (UBS) señalaba que H&M, Inditex y la empresa de distribución británica de muebles Dunelm, se sitúan a la cabeza del ránking de las compañías del sector más vulnerables a esta epidemia.

No es menor, tampoco, que la Organización de Naciones Unidas (ONU) haya cifrado en más de 1.500 millones de dólares el impacto que la crisis del coronavirus tendrá en el sector textil y de confección a nivel mundial.  Además se resentirán, en paralelo, las exportaciones del sector con un desplome cuantificado en más de 50.000 millones de dólares.

Bien conocido es el arraigo de la industria textil en China, país que concentra hasta el 54% de la producción mundial, por delante del 46% que supone la producción tecnológica. Así que, trasladadas estas cifras a la práctica, la UBS estima que el 8,7% de las ventas de Inditex procede del gigante asiático mientras que, en el caso de H&M, es del 6,1%.

Teniendo en cuenta esta exposición, la ONU pronostica que la industria textil europea será una de las más afectadas por esta crisis y registrará pérdidas récords en millones de dólares.

España, Italia y Francia son los países más sensibles a esta crisis, con mercados en los que el sector de la moda está muy integrado con los proveedores chinos.  De hecho, el grupo Zara, de Amancio Ortega se aprovisiona con un 10% de productos procedentes de China y el país tiene un gran peso en su inventario, apuntan los datos de UBS.

Inditex marca distancia con Uniqlo, H&M y GAP, sus grandes rivales del textil mundial - La Opinión A CoruñaLa rapidez con la que Zara, y todas las cadenas del grupo de Amancio Ortega, renuevan sus colecciones en tienda puede ser un arma de doble filo para el multimillonario gallego y es que responde, precisamente, a la rápida capacidad de producción del gigante asiático. Parece que los “retailers” con elevadas rotaciones en sus colecciones “se verán más afectados que aquellos con baja rotación de existencias”, apunta en su análisis UBS. Esto supone un balón de oxígeno para H&M cuya rotación de colecciones es, sin duda, menor que la de Zara.

Aún así, como contrapartida, resulta que China representa el 50% del aprovisionamiento de prendas de H&M, una ratio sólo superado por la británica Dunelm. Las compañías del sector producen las prendas de mayor coste en el gigante asiático, en donde las fábricas están preparadas para elaborar las piezas más complejas, como chaquetas, a la par que productos de bajo coste como camisetas.

En su análisis, UBS destaca a las firmas deportivas entre las más vulnerables ya que no cuentan con alternativas donde producir los tejidos técnicos. Y esta falta de materias primas podría, de paso, llevar al cierre de otros centros de producción en diez destacados países productores en el sector de la confección de la región como Bangladesh, Camboya, China, Filipinas, India, Indonesia, Myanmar, Pakistán, Sri Lanka y Viet Nam.

Una reflexión más profunda

Esta crisis sanitaria ha obligado a la moda a parar y replantear por completo el actual sistema de una industria que sExplotación infantil en Bangladesh en prostíbulos y talleres - Humaniume ha consolidado como la segunda más contaminante del mundo. En los últimos años hemos visto como el cambio climático influye de manera directa en las ventas. Las temporadas han dejado de estar acompasadas con las condiciones climáticas.

En el hemisferio norte se comenzó a ver abrigos en los escaparates desde el mes de septiembre, cuando el frío realmente no llega hasta finales de noviembre. De esta manera, acumulan mercancía durante meses, lo que obliga a las tiendas a poner en marcha, en mitad de temporada, campañas de promoción para poner en circulación este stock.

Es decir, venden productos a un precio inferior a su valor para recuperar al menos parte de la inversión inicial. Estos periodos de bajadas de precios terminan por condicionar las compras de los clientes, quienes esperan a este tipo de promociones para realizar sus compras, entrando en el círculo vicioso del consumo que termina por afectar directamente a las ventas.

En comparación con los últimos años, el precio de las prendas de ropa ha bajado tanto que uno puede permitirse comprar y tirar constantemente. A partir de aquí surgió el concepto “Moda Rápida”: producción y consumo masivo. Pero ¿Por qué ahora pagamos menos por las prendas? ¿Por qué sale más barato producir una prenda a más de 10.000 ilómetros que en el propio país?

La respuesta es muy simple: porque las prendas se producen en países donde los derechos humanos se vulneran constantemente, dónde eDrescher: “Hay que hacer un futuro sin trabajo infantil”l salario mínimo es un insulto a la supervivencia, dónde el trabajo infantil no es perseguido y dónde se hacen recortes en seguridad para poder abaratar aún más la producción. No se debe olvidar que detrás de esta industria hay una explotación sin precedentes, especialmente entre los niños.

Todo esto pasaba sin la Covid-19. Por ejemplo, el algodón de una de las camisetas que llega para su venta en la Unión Europea se recoge en Etiopía, la tela se elabora en Pakistán, se cose en China y los botones se ponen en Hong-Kong, y en todos esos países, hay niños esclavizados trabajando para hacer esa camiseta.

Y es que, detrás de esa blusa, esos yins o vaqueros o esa chaqueta que te acabas de comprar, hay un largo proceso de producción que se desarrolla a miles de kilómetros, en aquellos países donde los derechos humanos se vulneran cada día. Donde hay niños trabajando 12 horas diarias y su salario es del equivalente a un euro al día.  Sin jugar, ni aprender ….Y ahora sin empleo.

*Periodista uruguayo, acreditado en ONU-Ginebra. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

Fuente e imagen: http://estrategia.la/2020/11/04/colapso-por-covid-en-las-fabricas-textiles-de-asia-y-el-pacifico-repercute-en-todo-el-mundo/

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Trabajo infantil: más pobreza a futuro

Por: Marcelo Colussi

Pobreza y riqueza

“¡Los niños primero!” suele decirse. Y durante la artificialmente manipulada guerra de Irán-Irak, entre 1980 y 1988, en que se desangraron en forma inútil ambos países (favoreciendo solo a las potencias capitalistas, que se cansaron de venderles armamentos), esa consigna se cumplió en forma literal: eran niños los que iban primero, al frente… para detectar las minas –¡pisándolas!–. Este patético ejemplo muestra lo que, en buena medida, sigue siendo la actitud del mundo adulto con respecto a la niñez: no siempre se la comprende como la preconizada “semilla del futuro”, más allá que pueda declamárselo levantándose ampulosos discursos en su nombre.

La riqueza de las sociedades no está en sus recursos naturales. Siendo rigurosamente marxistas, o más aún: hegelianos, puede decirse que la única fuente creadora de riqueza es el trabajo humano. La pobreza no se relaciona directamente con la falta de tierra cultivable o la ausencia de un elemento tan importante hoy por hoy como el petróleo; está en la forma en la que se reparte el producto socialmente producido, lo cual tiene que ver con razones políticas, con la forma en que están armadas las sociedades. Por el contrario, la riqueza tiene directa relación con la gente, con la organización social, con la población bien capacitada y alimentada, sana y estudiosa, sin prejuicios atávicos que invalidan y cierran el entendimiento. Japón tiene pocos recursos naturales, y no posee ni una gota de petróleo, pero es inmensamente rico como país. Cuba no tiene una gran producción de bienes y servicios, debido en muy buena medida al inmisericorde e inmoral bloqueo que le impone Estados Unidos. Pero en el país no hay pobreza. Curioso: los índices socioeconómicos de los organismos internacionales que miden el desarrollo de las sociedades ponen a Japón (segunda economía capitalista del mundo) y a Cuba (socialista) en un plano casi de igualdad en relación al llamado “desarrollo humano”: no hay pobreza en dos modelos sociales tan distintos (ni afectan los desastres naturales recurrentes que ambos países sufren, lo que muestra que “riqueza” no es solo –o no es para nada– disponer de muchos aparatos de moda, de lo que ilusoriamente se llama “tecnología de vanguardia”.

Es una verdad lapidaria que la pobreza genera pobreza. Eso no es nada nuevo, por cierto; pero conviene no olvidarlo nunca si queremos aportar algo en la lucha contra las injusticias. Un pueblo se desarrolla no cuando entra en el consumismo voraz sino cuando es dueño de su propio destino, cuando fomenta su espíritu crítico. En otros términos: cuando su población está realmente preparada y en condiciones de afrontar desafíos (los desastres naturales, por ejemplo).

Terminar con la pobreza no es, en absoluto, algo sencillo ni rápido. Muchos países pobres del Sur, de lo que anteriormente llamábamos Tercer Mundo, países que en décadas pasadas comenzaron a recorrer la senda del socialismo (por ejemplo en el África sub-sahariana, países que se liberaron del yugo colonial en la segunda mitad del siglo XX, o naciones musulmanas de Medio Oriente con su llamado socialismo árabe), si bien pudieron crear cuotas de mayor justicia en el reparto de su renta nacional, no han podido aún superar esa lacra de la pobreza en tanto fenómeno económico-social y cultural. De hecho, la misma funciona como círculo vicioso: la pobreza (que no es sólo material: es una suma de carencias materiales y no materiales) no permite el desarrollo integral, y sin él no puede haber mejoramiento en la calidad de vida. Si la educación es una de las claves para superar la pobreza, los sectores pobres, los históricamente marginados son justamente los que menos acceso tienen a esas posibilidades (ni en Japón ni en Cuba hay población analfabeta). Por cierto, donde con mayor elocuencia se ve ese abominable fenómeno del analfabetismo al día de hoy es en la niñez pobre. (Dato complementario, que quizá aclare más el asunto: Argentina, país medianamente desarrollado, para las últimas décadas del siglo pasado no tenía alfabetismo; con las políticas neoliberales que llegaron a partir de la última dictadura militar en 1976, se logró que el mismo reapareciera en la actualidad, con un 30% de población en situación de pobreza).

Niñez trabajadora

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala que para el año 2019 a nivel mundial trabajaban más de 150 millones de menores de edad. De éstos, la mitad participando en formas de trabajo infantil que deben erradicarse absolutamente por ser altamente peligrosas o entrañar explotación; a su vez, la mitad de ese total tiene entre 5 y 14 años de edad. Por otro lado, al menos 8 millones realizan actividades de prostitución o trabajo forzoso, incluyendo en esta última cifra aquellos que, sin ser trabajadores en sentido estricto, participan en conflictos armados como niños-soldado. La situación es altamente compleja, porque ese trabajo infantil en todos los casos es imprescindible para completar el ingreso familiar.

Un niño o niña o un adolescente trabajando constituyen un síntoma social; hablan no sólo del presente de la comunidad a la que pertenecen, sino también de su porvenir. Las causas de por qué un menor trabaja están indisolublemente ligadas a la situación de pobreza estructural de la sociedad en que vive. En cualquier país donde se da el fenómeno, siempre hay que entender el mismo en la lógica de “ayuda” al presupuesto familiar. En las áreas urbanas, según estimaciones de la OIT igualmente, su trabajo puede aportar entre un 20 y un 25% del ingreso del hogar al que pertenece. Y en áreas rurales, donde su trabajo no se traduce monetariamente en forma directa, la ayuda es inestimable porque sin ella –tanto en las faenas agrícolas como en el ámbito doméstico– no se podrían sostener las familias. En Guatemala, por ejemplo –país pobre con altas tasas de desnutrición infantil y analfabetismo– se considera que ese trabajo infantil puede representar hasta un 2% del producto bruto interno.

Por lo tanto, el trabajo infantil llena una acuciante necesidad; eliminarlo significa privar a una enorme cantidad de población adulta de una ayuda que, de no tenerla, se vería sumida irremediablemente en la indigencia total (sería como quitar las remesas que envían a los países pobres sus familiares que trabajan ilegales en el Norte). Por lo que estamos ante un complejo círculo vicioso: poblaciones pobres–familias pobres– padres con pesadas cargas familiares–niños que deben trabajar–niños que no acceden a la educación formal–futuros adultos sin capacitación–nuevas familias pobres–continuidad de las poblaciones pobres. Círculo, entonces, muy difícil de romper. ¿Por dónde empezar?

Como dice la Comisión Económica para América Latina (CEPAL): “Desactivar los mecanismos de reproducción de la pobreza precisa de políticas de inversión social que amplíen y potencien el capital humano”. Eso está claro, es una recomendación “políticamente correcta” (como lo son todas las formuladas por organismos internacionales que “estudian” los problemas sin capacidad alguna de incidencia en su solución); pero de no potenciarse eso que se llama “capital humano”, de no capacitarse en función de un desarrollo humano integral y sostenible –como sucede con la masa crítica de niños y niñas que a muy corta edad ya están trabajando y no completarán sus estudios, ni siquiera los primarios– no se ven entonces posibilidades reales de poder superar la pobreza. Está claro que esas recomendaciones, en sí mismas correctas, no dependen de la “buena voluntad” de los gobiernos de turno: tienen que ver con estructuras socio-económicas más profundas. Los gobiernos, aunque quieran, no pueden modificar esa situación, porque ello implica transformar de cuajo las estructuras socioeconómicas vigentes. No es solo cuestión de buena voluntad. Golpearse el pecho y “denunciar” esas injusticias no termina por solucionar nada.

¿Soluciones a la vista?

El capitalismo, claro está, sigue necesitando de esos sectores pobres (mano de obra poco calificada que le asegura altas tasas de rentabilidad) por lo que no se le ve salida al problema dentro de sus marcos. Hay que buscar, entonces, nuevas vías: léase socialismo.

Un menor de edad que trabaja tiene hipotecado su futuro, y por lo tanto el de su sociedad. La relación es inversamente proporcional: a mayor cantidad de horas trabajadas menor cantidad de horas de estudio. Por tanto: el trabajo infantil puede salvar del hambre aquí y ahora –como de hecho sucede– pero cercena a futuro las posibilidades de desarrollo, tanto personal como social. Un niño pobre y que trabaja a corta edad será un adulto empobrecido, poco preparado académicamente, que en el mercado de trabajo capitalista solo podrá acceder a los puestos menos remunerados. Por tanto, el sistema seguirá enriqueciéndose, y por supuesto quienes detentan el capital, mientras esa masa de población no podrá salir de los “ejércitos de reserva industrial”, cada vez más grandes, con un modelo económico que cada vez expulsa más gente. Es obvio que el sistema se está suicidando así, pero de momento no da muestras de caer.

Por otro lado, en sí mismo el trabajo infantil es cuestionable por otro cúmulo de razones. Que un niño o niña a cierta edad desarrolle alguna tarea doméstica, o aprenda el oficio de sus padres, puede ser un gran aliciente, tanto personal como colectivo. Es una forma de contribuir a la socialización, puede ser una manera de ir generando un espíritu de responsabilidad, de solidaridad incluso. Pero el trabajo al que nos referimos no es ése precisamente: se trata de algo realizado en un clima de dependencia con todas las cargas que sobrelleva un trabajador –cumplimiento de horarios, exigencias, a veces una gran cuota de peligro– en una edad en que ningún ser humano está preparado para ello, aunque la urgencia de la vida fuerce a soportarlo. Es eso lo que se denuncia como cuestionable: un menor que trabaja pierde, además de su estudio, la posibilidad de disfrutar su infancia, de jugar, de la magia de ser niño; es decir: sufre. Si queremos decirlo en forma simplificada: la niñez es la preparación para la adultez. Por tanto, un niño debe ser niño y no un adulto en pequeño. Si eso sucede, en muy buena medida su historia de sufrimiento y penurias varias ya está escrita.

Adicionalmente, y reforzando la historia de que el hilo se corta por el lado más delgado, el trabajo infantil se desenvuelve siempre, comparado con el de los adultos, en condiciones de mayor precariedad. Muchas veces está invisibilizado como tal, y en general no goza de prestaciones laborales ni derechos específicos, y aunque haya normativas al respecto, dado que es un grupo mucho más vulnerable por su misma condición de “pequeño” (prejuicio con el que deberíamos terminar alguna vez), resulta más “fácil” para el empleador saltarse las legislaciones.

Luchar contra el trabajo infantil es luchar contra una grosera forma de explotación. Está claro que la pobreza es un círculo vicioso, y desde la pobreza es más urgente encontrar soluciones puntuales, aquí y ahora, que posibiliten comer todos los días y no pensar en términos de largo plazo. Pero ahí está la cuestión: un niño trabajador, al igual que un niño puesto en la calle, un niño que mendiga o que se droga, un niño transgresor, nos muestra que todavía falta muchísimo por trabajar en pro de la justicia en todo el mundo. Los moldes del capitalismo definitivamente no permiten encontrarle salida al problema.

Dijo UNICEF: “El mundo no resolverá sus principales problemas mientras no aprenda a mejorar la protección e inversión en el desarrollo físico, mental y emocional de sus niños y niñas”. Si es cierto que el futuro está dado por la niñez, solo atendiendo realmente su situación actual podrá pensarse en un mañana distinto. Ahora bien: si esto se sabe, ¿por qué los gobiernos de la inmensa mayoría del mundo, de los países pobres básicamente, no hacen algo en contra del trabajo infantil, más allá de pomposas declaraciones altisonantes? Simplemente porque el sistema capitalista no lo permite. Educación de primera y buena alimentación para la niñez primermundista (15% de la población mundial); sobrevivencia al modo que se pueda para la otra niñez (no olvidando lo de la guerra Irán-Irak arriba citada). ¿Por qué la “buena” recomendación de UNICEF no es viable en términos reales? Porque el sistema no lo permite. Conclusión: hay que pensar en otro sistema.

Fuente: https://rebelion.org/trabajo-infantil-mas-pobreza-a-futuro/

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Estudio: Un millón y medio de niños trabajan en la producción de cacao en el mundo

Por:  Mercedes Arancibia

En 2001, las grandes marcas de chocolate –entre las que se encontraban los gigantes Nestlé, Mars y Hershey-, firmaban un acuerdo por el que se comprometían a terminar con el trabajo de los niños en las plantaciones de cacao.

Ahora, una investigación llevada a cabo por la Universidad de Chicago, que el diario británico The Guardian ha publicado, revela que sigue habiendo menores haciendo trabajos peligrosos en la cadena de producción del chocolate.

El estudio de la universidad indica que esa es la situación del 43 por ciento de los niños que viven en Ghana y Costa de Marfil, los mayores productores de cacao del mundo.

Esos niños son la mitad de los que en todo el mundo se dedican a este trabajo, cuya peligrosidad se demuestra en el hecho de que utilizan herramientas cortantes, están obligados a trabajar de noche y se ven expuestos a tener que utilizar productos químicos peligrosos.

En todo el mundo, se estima  que un millón y medio de menores trabajan en las plantaciones de cacao.

El informe de la Universidad de Chicago, que es un encargo del Departamento de Trabajo de Estados Unidos (equivalente al ministerio del ramo en otros países), concluye que en la última década ha aumentado en catorce puntos la proporción de niños que trabajan en el mundo.

En esa misma década, la producción global de cacao ha aumentando un 62 por ciento, lo que inevitablemente lleva a relacionar el incremento con el número de menores  que emplea esta industria.

Para la fundadora de la asociación estadounidense Corporate Accountability Lab., Charity Ryerson, la industria del chocolate es terriblemente «hipócrita», ya que podría terminar con el trabajo infantil en cuanto lo quisiera realmente.

Por su parte, las empresas que compran el cacao niegan cualquier responsabilidad en la contratación de niños para el trabajo en los campos, y se defienden aludiendo a la legislación de los países productores.

 

Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

Fuente: https://periodistas-es.com/un-millon-y-medio-de-ninos-trabajan-en-la-produccion-de-cacao-en-el-mundo-146065

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México: Pandemia por Covid-19 acelera el trabajo infantil

América del Norte/México/18-10-2020/Autora: Cristina Hernández/Fuente: www.publimetro.com.mx

La pandemia y la crisis económica ha acrecentado la necesidad de que los niños apoyen en sus familias para ganar el sustento diario.

La actual pandemia y la crisis económica han amenazado el futuro de una generación de niños en todo el mundo debido al trabajo infantil.

Con las aulas cerradas y padres que pierden su trabajo, millones de niños han debido sacrificar la lectura, la escritura y las tablas de multiplicar jornadas de sudor, ampollas y cada vez más reducidas esperanzas de una vida mejor.

De acuerdo con AP, en Kenia, lugar de ir a la escuela los niños pican piedras en las canteras.

 

Trabajo Infantil
Foto: Getty Images
En la India, miles de menores se han volcado a los campos agrícolas y a las fábricas.

Y en Latinoamérica, los pequeños producen ladrillos, fabrican muebles o limpian los campos de maleza tiempo completo.

Si fuera poco, el trabajo de niños y adolescentes pagado apenas por centavos o, en el mejor de los casos, unos cuantos dólares al día para ayudar a llevar comida en la mesa.

“El trabajo infantil se convierte en un mecanismo de supervivencia para muchas familias”, refirió Astrid Hollander, directora de educación de UNICEF México.

Los gobiernos alrededor del mundo analizan cuántos estudiantes han abandonado sus sistemas escolares.

Tan sólo el cierre de las aulas afecta a casi mil 500 millones de niños en todo el mundo.

Expertos aseguran que es menos probable que los niños regresen a la escuela cuanto más tiempo estén suspendidas las clases presenciales.

Las repercusiones, especialmente para quienes ya están rezagados, pueden ser menores oportunidades laborales de por vida, menos ingresos potenciales y una mayor probabilidad de pobreza y embarazo precoz.

“Las repercusiones podrían percibirse en las economías y sociedades a lo largo de las próximas décadas”, advirtió en agosto Henrietta Fore, directora ejecutiva de UNICEF.

Para al menos 463 millones de niños, cuyas escuelas cerraron, no hay posibilidad de aprendizaje a distancia.

La doctora Alma Cosette Guadarrama, investigadora de la Facultad de Derecho de la Universidad La Salle, explicó para Publimetro el panorama del trabajo infantil en México.

¿Cuál es el panorama del trabajo infantil en nuestro país?

– En cada una de las entidades federativas existen áreas específicas donde se ubica un mayor número de población en estado de pobreza y pobreza extrema donde se puede identificar el trabajo infantil.

Los índices de explotación del trabajo y trabajo forzado que son las dos formas de trata que existen en México en materia infantil, seguramente se iban a detonar como el caso de la violencia de género y otros problemas que aquejan a nuestra sociedad.

Trabajo InfantilFoto: Cuartoscuro

Lo importante de entender esto es que los niños y particularmente en México están desprotegidos, las condiciones de pobreza y la línea de pobreza y pobreza extrema, enmarca al estado mexicano como país, de tal manera que obliga al papá, mamá a enviar a los hijos a ayudarles a conseguir el sustento de la casa, evidentemente el hecho del confinamiento, quita la posibilidad de salir a trabajar y los que están en las condiciones de pobreza extrema, tener el sustento de todos los días porque viven al día.

Esto puede llevar a esta figura que es muy común en México en donde los padres llevan a los hijos al lugar en los trabajos que desarrollan, que generalmente son los trabajos informales, el comercio, etc. Puede caer en figuras de trata como el trabajo infantil o los trabajos forzados que están marcados en la ley para ganar el sustento en otros momentos que, a lo mejor, antes de la pandemia no era necesario.

¿Qué trabajos son los que desempeñan los niños y cuáles son las más peligrosas?

– La norma establece, desde el ámbito jurídico, que la minoría de edad se divide en dos etapas fundamentales, el niño o niña es aquel entre 0 y 12 años incumplidos, pero para cuestiones de trabajo serán 15 años, no pueden realizar labores consideradas como trabajo con alguna remuneración.

Esto está vedado en las familias mexicanas porque si bien el niño no recibe un salario, sí va y ayuda al papá, aquel que es comerciante, está vendiendo.

Lo que sale de este marco legal se convierte en trata de personas en dos modalidades, lo que es la explotación laboral (adolescentes entre 15 y 18 años) y el trabajo forzado (todos los demás).

Puede caer en los dos rubros, aquel adolescente que está realizando un trabajo o una actividad, pero no se le paga lo que marca la ley, no se le dan prestaciones, etc. Y ahí pueden caer los adolescentes entre 15 y 18 años incumplidos.

Todos los demás pueden caer en la segunda cuando se les obliga a través de alguna amenaza, amenaza psicológica, hacia un familiar de daño físico, para realizar una actividad.

El menor también puede caer en la mendicidad que, de acuerdo con nuestra ley, también constituye una forma de trata,

En el caso de comercio informal, como en apoyo de algunas cosas, en algunas ocasiones en las minas, al norte del país y fundamentalmente el comercio informal y en la mendicidad.

¿Cuáles son las consecuencias del trabajo infantil?

Trabajo InfantilFoto: Getty Images

— El niño empieza a conformar su personalidad, a entender la distinción entre bueno y malo, justamente en la primera infancia, es decir, entre los 0 y los 10 años de edad.

Si nos vamos a una cuestión más social, podemos decir que uno de los grandes efectos que puede tener el desarrollo del trabajo infantil, particularmente de los niños menores de 15 años, es la exposición a ciertos peligros, por ejemplo, los riesgos propios de la calle.

Cuando están ayudando en al comercio informal al comercio ambulante, en las ladrilleras, minas, exponerse a los riesgos de una sociedad donde el otro no considera y no valora a sus congéneres como persona, hay una deshumanización, una pérdida de valores como persona y esto conlleva a acciones que desde la psique del otro, a lo mejor son cuestiones normales, por ejemplo, los abusos sexuales, una persona que fue abusada lo considera normal y se convierte en abusador y eso conlleva una cadena.

Sobre todo las mujeres están expuestas a abusos sexuales, violaciones, todos los riesgos que son propios de la calle cuando no está el tutor o el padre al cuidado y protección de ese menor.

Esto conlleva a que nuestro tejido social se siga resquebrajando porque vamos a tener en un futuro comunidades conformadas por personas, por adultos, con traumas, con una serie de cuestiones que solamente están reproduciendo lo que vivieron en su infancia, eso conlleva a la construcción de sociedades totalmente fuera del marco de la ley.

Los parámetros y los estudios que ha hecho la OIT demuestran que un chico antes de la edad de 15 años se está formando y hay que proteger derechos básicos de él como es el juego, la diversión, que coadyuva a la conformación de adultos felices, de adultos conscientes, etcétera.

Fuente e Imagen: https://www.publimetro.com.mx/mx/noticias/2020/10/15/amenaza-trabajo-infantil-pandemia.html

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Cuidado, educación virtual y riesgos

Por: Tahira Vargas García

Durante el año escolar el período de vacaciones se convierte para muchos niños, niñas y adolescente en una etapa de intensificación de los trabajos que ya realizan (para quienes trabajan y estudian) o para insertarse en labores desde el sector informal.

El pasado 24 de agosto el presidente de la República, Luis Abinader, anunció que el nuevo año escolar iniciará el primero de noviembre en modalidad virtual para todo el estudiantado. Para ello se le dotará de computadoras, tabletas y notebook a niños, niñas y adolescentes. Se prevén capacitaciones a las familias y al personal docente sobre el manejo de estas clases virtuales con ello se espera garantizar la cobertura educativa en todo el estudiantado en el ámbito nacional.

En diálogos informales con mujeres residentes en barrios marginados y comunidades rurales he recibido las preocupaciones de varias de ellas ante este anuncio. Un relato extraído de uno de esos diálogos es el siguiente:

“Yo trabajo el día entero limpiando en casa de familia y tengo 4 muchachos. Soy una madre soltera. Cuando estaba la escuela me quedaba tranquila, yo los recogía en la escuela a las cuatro de la tarde cuando salía de trabajar y me lo llevaba a la casa. Ahora no van a la escuela, se quedarán en casa solos y tengo que trabajar. No se qué voy hacer, me estoy volviendo loca con eso. No puedo pagar una gente que me lo cuide y mis muchachos se van a quedar solos con computadoras.  Tengo miedo de que un muchacho me lo malogre un tiguere por una computadora”.

Este es el relato de una madre que tiene una familia monoparental, como muchas familias del país. Ella trabaja todo el día fuera de su casa como empleada doméstica. La escuela funcionaba como el espacio no solo educativo para ella y para muchas familias sino de protección y cuidado de sus hijos e hijas. La ausencia de escuelas funcionando actualmente como espacios para el cuidado de niños y niñas deja a una parte importante de la población infantil y adolescente solas en sus hogares sometidos a diversas situaciones de riesgo de abuso sexual, explotación sexual comercial y trabajo infantil.

Durante el año escolar el período de vacaciones se convierte para muchos niños, niñas y adolescente en una etapa de intensificación de los trabajos que ya realizan (para quienes trabajan y estudian) o para insertarse en labores desde el sector informal. Muchas familias prefieren que sus hijos e hijas estén trabajando a que estén en las residencias solos y solas como se plantea en diversos estudios realizados. Las familias entienden que sus hijos e hijas están más seguros trabajando que en el hogar solos y solas.

Ahora con la nueva situación de una educación virtual en la que niños, niñas y adolescentes recibirán dispositivos electrónicos se le agrega otro factor de riesgo para ellos y ellas, su seguridad personal. Así como esta madre señala que tiene miedo a que les roben los dispositivos electrónicos a sus hijos e hijas, esa puede ser la preocupación de muchas familias.¿Qué puede pasar mientras están solos y solas recibiendo las clases virtuales, cuando no se cuenta con una persona adulta que esté bajo su cuidado porque está trabajando o vendiendo?

Se necesita que inicie el año escolar y se desarrollen los procesos educativos para toda la población estudiantil del país. Hay que reconocer que la realidad de familias en estratos medios que pueden pagar una persona que sea responsable del cuidado de sus hijos e hijas es diferente a la de los estratos pobres en donde no se cuenta con ello. A lo que se le agrega el que esta población contará con dispositivos que los expone a un mayor riesgo de violencia y hurto. Se hace necesario establecer consultas comunitarias en las que converjan familias, personal docente y directivo de centro, organizaciones comunitarias y gobiernos locales. Aplicando la descentralización que es parte de la naturaleza y carácter del sistema educativo para prevenir un incremento de la deserción, exclusión y desigualdad al interior del mismo.

Este articulo fue publicado originalmente en el periódico HOY 

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