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¿Qué lleva la reforma educativa?

La verdad es que el cambio en la educación tiene que empezar a nivel de las bases en las escuelas. Mientras que los sistemas de aprendizaje y las iniciativas de educación de adultos son una parte crucial de la corrección de un legado histórico oscuro, el acceso a la educación básica ya no es el mayor obstáculo para los Estudiantes.

Kibi Magome

El objetivo más importante de la reforma educativa ha sido acertadamente descrito por la Colaboración Fondo de Educación Nacional (CONNECT): mejorar la dotación de recursos, se centran en el bienestar alumno, llame por su valor en el liderazgo, tambor de la participación ciudadana en la educación, y profesionalizar la enseñanza. Necesitamos construir calidad en nuestro sistema de educación básica, ahora que hemos logrado el acceso casi universal.

Lo que está claro, es que el gobierno solo no puede reformar la educación. las grandes empresas individuales históricamente han apoyado la reforma educativa — pero al mismo tiempo hay focos de cambio, no se hace sentir a cualquier escala medible, en parte porque no se ha coordinado, y en parte porque a pesar de las buenas intenciones que no ha tenido la masa crítica para dar lugar a un cambio sistémico.

Chantyl Mulder, Director Ejecutivo para la Transformación y construcción de una nación en SAICA, señala que el problema en muchos casos es que las empresas individuales ya se han comprometido a sus propios proyectos educativos individuales. Independientemente de si éstas son eficaces en una escala tan pequeña, que, sin embargo, se convierten en «proyectos favoritos», y el apego emocional de la compañía de los mismos significa que la financiación a ellos no se puede desviar a las colaboraciones más exitosas a gran escala como el CONNECT o el Fondo de becas Thuthuka de SAICA (TBF).

El desarrollo de un enfoque de colaboración

«Creo que todos estamos de acuerdo que los sudafricanos, por lo general, quieren ‘hacer el bien'», dice ella. «Pero nuestro enfoque ha sido demasiado fragmentado. Ha habido una enorme cantidad de dinero gastado en la escuela, pero no hemos visto los cambios que podrían indicar que ha sido dinero bien gastado. Necesitamos consolidar nuestros recursos: unido nos colocamos, divididos caemos «.

Terence Nombembe, SAICA CEO señala que: «No podemos tener un gran negocio diciendo ‘esta cuestión básica de calidad la educación es un problema de gobierno’. Por otra parte, no podemos darnos el lujo de señalar con el dedo.Es crucial que trabajemos juntos y decir, ‘Aquí es una colaboración en forma de la NECT — ahora cómo podemos trabajar juntos para apoyar esto? ¿Cómo podemos convertir nuestra fortuna colectiva en torno a la creación de una fuerza laboral educada? ‘ «

Según Mulder: «Todos podemos tener los mismos objetivos, pero conseguir que todos en la misma página, para jugar en el mismo parque, puede ser un reto. Las empresas están gastando el dinero, pero no están viendo los cambios, porque no están colaborando para apoyar una estrategia de una sola mente. «Ella explica que es sólo una vez las empresas» consolidar sus recursos, que el movimiento va a ganar masa crítica y hacer que los enormes olas del tsunami que necesitan reformar la educación en África del Sur «.

Edward Kieswetter, ex CEO de Alexander Forbes está de acuerdo: «Las empresas deben darse cuenta de que hay una mayor responsabilidad con respecto a la elevación que va más allá de la donación de dinero, y haciendo caso omiso de lo que sucede después de eso. Debemos aunar todos nuestros recursos hacia un enfoque más colaborativo y coordinado «.

Mulder usa el ejemplo del TBF como una indicación de lo que es posible cuando los individuos clave se unen y colaboran en uno, objetivo claro — incluso si no sucede durante la noche. «TBF comenzó con tres universidades, 123 estudiantes y muy poco dinero. Hasta la fecha, TBF ha proporcionado una beca completa a 7 213 estudiantes. «El crecimiento sostenido desde pequeñas orígenes sólo ha sido posible porque el TBF es una colaboración de amplia base entre SAICA miembros / donantes y el gobierno.

Más allá de la inversión social de las empresas

«La educación es una extensión de construcción de la nación. Su en el corazón del PND. Más allá de ser un esfuerzo de inversión social, la educación es la llave que abrirá las habilidades requeridas para el futuro lugar de trabajo. Es un imperativo estratégico para desarrollar las mismas habilidades que muchas empresas se quejan de que no existen.Pero si los empresarios no están dispuestos a recoger el testigo y se vierte a sí mismos en los agujeros en nuestro sistema educativo, nunca vamos a desarrollar las habilidades necesarias para una economía próspera «.

De acuerdo con Mark Lamberti, director general del Grupo Imperial: «Apoyo a la educación deberían ni siquiera salir de los presupuestos de CSI. En su lugar, debe ser un objetivo estratégico y un gasto estratégico «. gasto empresarial en la educación es una inversión en la mano de obra cualificada que se necesita ninguna empresa en el futuro, en caso de que la operación es crecer y ofrecer cada vez más oportunidades para el empleo. En este sentido, la financiación del sector privado de las iniciativas de educación se alinea perfectamente con los dos objetivos del PND del gobierno y la planificación empresarial sensata a largo plazo. La financiación del sector privado en la educación no es CSI; que debe ser reconocido como una inversión en el desarrollo de habilidades, y como una cuestión de la planificación estratégica.

Estas estrategias luego, para hacer una diferencia real, debe ser sistémica, integral y de largo plazo. Para hacerlo necesitamos fuertes líderes de negocios a bordo que dan cuenta de los beneficios de la colaboración. Mulder señala que «las organizaciones como la NECT existen para que las grandes empresas puedan conseguir en la misma página y cimentar sus estrategias fragmentadas. También trabajan con la cooperación del gobierno, por lo que se sabe que los fondos serán soportados por vía sistémica «.

Para lograr esto, Nombembe sugiere que «Tenemos que mostrar a los líderes de negocios por la que necesitamos para llevar a cabo estas iniciativas y recordarles que estas habilidades son necesarias a un día de sostener sus propios negocios. SAICA entiende esto. Después de todo, es a través de la colaboración que hemos sido capaces de producir los profesionales que sustentan nuestra clasificación como un cuerpo profesional de primera «.

Medir los resultados con precisión

Con el fin de estar seguros de que cualquier intervención de educación específica está dando sus frutos, es esencial que podemos identificar y evaluar los resultados concretos. En última instancia, la métrica deseada sería más alumnos que pasan matricial con bastantes altas calificaciones en matemáticas, ciencias e idiomas que siguen a la Universidad y estudiar las profesiones en las que tenemos una escasez de personal calificado.

En el ínterin, como Godwin Khosa, CEO de la NECT, señala, necesitamos indicadores que demuestran que los proyectos de innovación educativa sistémicos están entregando valor a escala y que podemos esperar razonablemente que cuando una generación de estudiantes han tenido el beneficio de estas mejoras , el país va a ver las marcas de paso mucho más altos en el último año de secundaria. Para controlar estos resultados con eficacia, necesitamos combinar análisis constructivo y el compromiso del sector privado, con medidas para evaluar la innovación educativa sistémica tan pronto como sea posible.

Pero incluso antes de considerar el monitoreo y la evaluación, Mulder nos recuerda, en primer lugar hay que conseguir que más empresas comprometidas con la acción colaborativa.

«Para hacer ningún progreso en esto», concluye Mulder, «necesitamos un buen liderazgo en un gran negocio.Necesitamos líderes que están con visión de futuro y suficientemente independiente como para decir: «No estamos recibiendo el retorno más eficaz de nuestra inversión con este algunos proyectos, por lo que vamos a dedicar que pasan, en cambio, en gran escala de colaboración programa como el CONNECT o el TBF ‘. No podemos permitir que las empresas se quejan de la falta de habilidad en el lugar de trabajo, y luego no contribuye al desarrollo de habilidades — y que comienza a nivel de la escuela. Realmente depende de la búsqueda de los tomadores de decisiones que toman esto en serio «.

Ella sostiene que la construcción nacional de educación comienza con la construcción de la canalización, en las escuelas. «Y cuando todo el mundo llega finalmente se reúnen, hay que preguntarse:» ¿Qué ha llevado mucho tiempo?

Fuente: http://www.bbqonline.co.za/articles/education-17509.html

Imagen: http://cms.bbqonline.co.za/image/73a7a273318cfe7ee8e1fede87544ea3.300×250%7Ct.jpeg

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El trabajo en la hora del cambio climático

El cambio climático debe acabar. ¿Pero quién se encargará de detenerlo? O dicho de otra manera, ¿quién podría ser el sujeto político de una revolución climática anticapitalista?

Estoy convencida de que este actor social debería ser, y debe efectivamente ser, la clase obrera a escala mundial. Pero para desempeñar este rol, la clase obrera debe desarrollar una conciencia de clase ecologista y emancipadora.

Por suerte, la historia está llena de ejemplos de este tipo de síntesis rojo-verde: el ambientalismo obrero es tan viejo como el propio movimiento sindical.

Durante una gran parte de su existencia, el ambientalismo obrero se concentró en el lugar de trabajo y en las condiciones de vida de las comunidades obreras, ligando las cuestiones de seguridad y de salud en el trabajo con la protección de la salud medioambiental o la salud pública.

Durante los años 1990, el ambientalismo obrero comenzó a incorporar los conceptos de “desarrollo sostenible” y de “economía verde”. Más recientemente, cuando se ha intensificado el cambio climático, la “transición justa” (TJ) se ha convertido en el concepto de moda. La TJ se basa en la idea de que los trabajadores no deberían soportar el peso de la transición hacia una economía poco carbonada, teniendo en cuenta las pérdidas de empleo y la desestabilización de las comunidades locales.

A tal efecto, los sindicatos de “cuello azul” –en particular los de la industria pesada, transportes y energía– han forjado alianzas “verdes-azules” con grupos ecologistas de todo el mundo. Estas convergencias demuestran un consenso creciente sobre la necesidad de atacar al cambio climático, subrayando que los medios para realizarlo se basan en la implicación sindical y en el carácter duradero de las elecciones adoptadas.

Sin embargo, existen importantes divisiones en el interior de este consenso, en particular cuando se trata del contenido de la TJ. Algunos grupos incitan simplemente a la creación de empleo en una economía más verde. Negándose a someterse a las soluciones del mercado, otros grupos adoptan una crítica radical del capitalismo.

La evolución de esta división determinará si el movimiento obrero reforzará tácicamente al capital –o por el contrario, se enfrentará al capital y al cambio climático.

La mesa de negociaciones

La corriente predominante de la TJ, la que se contenta con apoyar una economía más verde en un marco capitalista, está fielmente representada por la Confederación Sindical Internacional (CSI).

Formada en 2006 por fusión de dos confederaciones sindicales transnacionales, la CSI lanzó el primer programa sindical internacional sobre políticas de cambio climático el mismo año de su fundación. Poco después, surgieron sectores sindicales que elaboraron posiciones oficiales sobre el recalentamiento planetario –posiciones que han precisado más el concepto de transición justa.

Para grupos como la CSI, la TJ significa invertir en sectores y en tecnologías con emisiones débiles en carbono y basados en el empleo creciente de mano de obra, lo que debería combinarse con programas de formación y ayudas financieras para los trabajadores empujados al paro en los sectores contaminantes.

La transición es concebida como un descontextualizado pacto entre ganadores –con la idea de que podría surgir un capitalismo más sostenible por medio “del diálogo y la consulta democrática” con “los socios sociales y las partes interesadas”, apoyado en “análisis locales y planes de diversificación de la economía para ayudar a los gobiernos locales a gestionar la transición hacia una economía débilmente carbonada que permitiría un crecimiento verde”.

Esas partes interesadas tendrían un papel a jugar más allá de las simples consultas: los gobiernos adoptarían medidas de estímulo de la economía; las empresas aplicarían políticas socialmente responsables; los universitarios y los líderes políticos defenderían la “modernización ecológica” de la legislación; las organizaciones internacionales emitirían directivas, informes y recomendaciones.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha sido la más activa a la hora de promover este enfoque transicional, proponiendo modelos basados en un consenso e invitando a las empresas, los Estados y las organizaciones sindicales a la mesa de negociaciones. La responsabilidad sindical consistiría en proponer que se reduzcan los objetivos de emisión de gases de efecto invernadero y los niveles de producción, manteniendo vigilancia sobre sus efectos en el empleo.

A la OIT y la CSI les gusta insistir también en los beneficios económicos de la TJ. Citando al famoso Rapport Stern –publicado en 2006 bajo la autoridad del gobierno británico, afirmaba que los costes económicos de la lucha contra el cambio climático serán netamente menores que el coste de la inacción– la CSI declara que atenuar el recalentamiento facilitaría incluso el desarrollo del empleo. Este enfoque se basa en la idea de que la intervención gubernamental puede estabilizar los costes y redistribuir los beneficios entre los grupos sociales.

Por ejemplo, las infraestructuras para la atenuación y la adaptación no se consideran destructoras de empleo, sino al contrario podrían permitir crearlo, a condición de estar cuidadosamente planificadas. La CSI considera incluso que las inversiones para la protección de territorios y poblaciones contra los efectos de futuros acontecimientos climáticos son una potencial fuente de crecimiento económico.

Sin embargo, esta visión armoniosa de los beneficios compartidos pasa por alto los impactos previsibles de la construcción de grandes instalaciones sobre las comunidades locales y los ecosistemas. En efecto, los programas de la OIT y de la CSI no dejan de promover la consulta, el diálogo social, el buen gobierno, o de animar los métodos de comunicación a propósito de temas que suscitan inevitables tensiones y fracturas.

En primer lugar, los programas de la OIT y de la CSI no tienen en cuenta las barreras erigidas por los acuerdos comerciales internacionales, que fuerzan a los gobiernos a recortar las políticas sociales, ignoran (o destruyen) las economías locales, y adoptan un modelo de competitividad basado en una reducción constante de los costes del trabajo y en el debilitamiento de las organizaciones sindicales.

No es sorprendente por tanto –como reconocen responsables de la CSI– que el “círculo virtuoso” entre la acción climática y las políticas de trabajo promovidas por la OIT, la CSI y las otras agencias de la ONU, haya fracasado sin obtener el menor avance en las negociaciones climáticas.

El potencial de creación de empleo por medio de la atenuación del cambio climático (esto es, la sustitución de las energías fósiles por energías renovables) tampoco está garantizado. En la medida en que la inversión en estos proyectos será variable, contribuirá a reforzar el desarrollo desigual y las desigualdades –que no suelen ser considerados en estos programas.

En lugar de eso, estas dos organizaciones prevén una cosecha extraordinaria de nuevos empleos: seis millones en la energía solar, dos millones en la eólica, doce millones en los biocarburantes agrícolas o industriales, en el horizonte 2030. Estos pronósticos eluden el hecho de que los proyectos de desarrollo de energías limpias de gran dimensión y que requieren mucho capital, como los biocarburantes o la energía hidráulica, ya han demostrado su carácter ambivalente –y a veces claramente perjudicial– en materia de impacto social.

La etiquetacion “verde” también es sospechosa. Entonando esta canción, muchas fuentes tradicionales de producción –como la agricultura de mercado– simplemente se han recalificado como “sostenibles”, para adecuarse al gran relato de la economía verde. En Brasil, por ejemplo, la producción de biocarburantes –procedentes sobre todo de la caña de azúcar– supone más del 50% de los empleos verdes del país.

O lo que es peor, las condiciones de trabajo en las plantaciones de caña son muy inferiores a las normas internacionales, puesto que hay frecuentes violaciones de derechos humanos, del derecho al trabajo y de los derechos de los indígenas. La mecanización programada en este sector llevará a suprimir el empleo de miles de trabajadores, sin reconversiones ni compensaciones. El monocultivo de la caña de azúcar y sus modalidades de explotación amenazan el medio ambiente y la salud pública, atizando al mismo tiempo los conflictos con las comunidades a causa de la destrucción de la producción alimentaria local.

Pero la industria brasileña de biocarburantes recibe el apoyo del gobierno, de los sindicatos y de la OIT, gracias a su estatuto de industria que produce una energía verde.

En materia de evaluación de políticas y de elaboración de soluciones, una gran parte del problema reside en el hecho de que la CSI y la OIT dan prioridad a las soluciones de mercado y a las corrientes científicas dominantes en materia de economía ecológica, en detrimento de los estudios y las conclusiones más radicales y más políticas. Los conocimientos producidos por los movimientos de base por la justicia medioambiental y por las corrientes ecosocialistas son ignoradas en los discursos oficiales de la TJ.

En consecuencia, ninguna de las declaraciones de la OIT y de la CSI aborda el vínculo entre las crisis ecológica y económica de un lado, y el sistema político-económico a escala internacional de otro. En lugar de eso, cuando se cita la cuestión, la economía es considerada capaz de autorreformarse. ¿Cómo? Coordinando los diferentes modelos nacionales, debiendo ajustar cada uno de ellos a la fase de desarrollo propio de cada país.

Además, al mostrar una fe incondicional en el “crecimiento verde”, la CSI parece ignorar que dicho crecimiento ya existe –no a pesar de la crisis económica, sino precisamente a causa de ella. El capital acoge el “crecimiento verde” como un nuevo vector de acumulación que revitalizará la iniciativa privada, de igual manera que la Segunda Guerra mundial y la reconstrucción de postguerra sacaron al capital de la Gran Depresión de los años 1930.

Por supuesto, su preocupación no está en saber si el (pretendido) reverdecimiento de la economía capitalista generará condiciones decentes de trabajo y un empleo estable. Al contrario, los empleadores obtendrán provecho de esta reestructuración para eliminar los derechos actuales de los trabajadores, como lo demuestra el caso de la industria brasileña de los biocarburantes.

¿Reapropiarse la economía verde?

La hegemonía creciente de los discursos sobre la transición justa no es totalmente lamentable. Abre nuevas posibilidades para políticas climáticas orientadas hacia los asalariados –algunas de ellas verdaderamente radicales.

El ejemplo más interesante es la campaña (“Un millón de empleos climáticos” (One Million Climate Jobs -OMCJ-). Inicialmente impulsada por una coalición británica de sindicatos que tenían un programa a favor del crecimiento verde, esta campaña fue también realizada en 2011 por una coalición sudafricana que agrupaba a organizaciones sindicales, ecologistas y movimientos sociales.

En su inicio, la campaña se basaba en un enfoque keynesiano de inversiones cuya finalidad era crear “empleos climáticos” –distintos de los clásicos “empleos verdes”, en la medida en que pretendían una reducción drástica de las emisiones de dióxido de carbono, metano y otros gases de efecto invernadero.

En el Reino Unido, estos “empleos climáticos” se orientaron lógicamente hacia los sectores de la electricidad, la construcción y los transportes, que generan ocho toneladas de emisión de CO2 al año. Pero esta especialización limitó el potencial de la iniciativa. Al restringir su interés a los empleos clásicos de cuellos azules, la campaña olvidó a otros sectores, como las industrias de alimentación o los servicios, así como el trabajo de regeneración, de reproducción y de subsistencia. Al proceder así, ignoró a un sector esencial para el bienestar social y económico en cualquier sistema económico, y que constituye también un punto de partida crucial para cualquier nueva concepción de la economía.

Sin embargo, cuando se adaptó la iniciativa en Sudáfrica, se convirtió en una iniciativa mucho más radical, mostrando el potencial de esta campaña para movilizar a los enfoques más críticos y más favorables a una transformación social. En Sudáfrica, los efectos combinados de dos crisis globales –la extensión de las desigualdades socioeconómicas y el cambio climático– han creado enormes tensiones entre los compromisos oficiales en reducir la marca de carbono de la economía y las consistentes en reducir la pobreza (incluyendo la lucha contra la precariedad energética).

Como afirma la socióloga Jacqueline Cock, esta tensión ha incitado al movimiento sindical a incluir la transición justa entre las “reivindicaciones para conseguir transformaciones profundas que implican formas radicalmente diferentes de producción y de consumo”. Según Cock, este cambio requiere: “un enfoque integrado del cambio climático, del desempleo, de las desigualdades, así como el rechazo de los mecanismos de mercado para responder a estos problemas. A diferencia de otras interpretaciones de la economía verde, este modelo reconoce la importancia de la relación entre los retos de justicia social y del cambio climático, insistiendo a la vez en la necesidad de una transformación radical y estructural”.

Esta concepción anticapitalista de la TJ se preocupa por el hecho de que una economía descarbonada corre el riesgo de reproducir las actuales relaciones de poder y las desigualdades, si se sitúa en la lógica de las ideas conservadoras de crecimiento sostenible y de financiarización.

Los sindicalistas sudafricanos desarrollaron su posición crítica después de haber firmado un acuerdo sobre la economía verde en 2011, en el cual se utilizaba la idea de “diálogo social” para unir a gobierno, empresas y movimiento sindical en torno a un plan de creación de millares de enpleos en un nuevo sector de industria verde.

Ahora bien, los defectos y los límites de este acuerdo -incrementados por propuestas que no se apoyaban en ningún estudio en profundidad, y que iban acompañadas de salarios bajos, normas laborales mínimas y pérdidas de empleo– acabaron por demostrar cómo los “empleos verdes (…) están orientados hacia los intereses del mercado en detrimento de otras necesidades sociales”.

El Congreso de los sindicatos sudafricanos (COSATU) adoptó un “Programa Estratégico sobre el Cambio Climático” que, entre otros elementos, reconoce al capitalismo como la causa subyacente del recalentamiento planetario y rechaza las soluciones de reducción de emisiones de carbono basadas en los mecanismos de mercado.

Inmediatamente después, el Sindicato Nacional de Metalúrgicos de Sudáfrica (NUMSA) evitó las nociones de empleos verdes y de un capitalismo más sostenible, pronunciándose a favor de una visión alternativa de la transición justa “basada en el control de los trabajadores y en la propiedad social y democrática de los medios de producción y de subsistencia”. El Sindicato de Trabajadores de la Alimentación y vinculados expresó también su apoyo a “una interpretación de clase de la transición justa hacia una economía verde” y por “alternativas radicales a la agricultura industrial, en particular la agro-ecología”.

Ese mismo año, la COSATU y el Consejo Nacional de Sindicatos (NACTU) se aliaron con ONGs y diferentes movimientos sociales para lanzar la campaña sudafricana OMCJ.

Con el objetivo de “excluir los intentos del capital de utilizar la crisis climática como una oportunidad de acumulación”, explica Cock, la campaña estaba muy influida por las organizaciones de la justicia medioambiental y climática, y consistía en “numerosos proyectos provisionales con el fin de demostrar la viabilidad de sus propuestas políticas”.

En la visión sudafricana, el giro hacia las energías renovables formaba parte de una transición más amplia hacia una producción energética territorializada y bajo propiedad pública. Colocada bajo un estricto control comunitario, estas disposiciones permitirían asegurar un acceso a la energía para todos. Se contemplaban iniciativas similares para la producción y distribución alimentaria, privilegiando la agro-ecología sobre la agricultura industrial para al mundo de la inseguridad alimentaria.

La divergencia probablemente más significativa con las estrategias clásicas de la transición justa es que la campaña sudafricana OMCJ presenta a los “proveedores de atenciones comunitarias” (community caregivers) como el sector más pertinente de empleo, previendo crear hasta 1,3 millones de empleos en los sectores de economía doméstica y salud, rehabilitación de tierras y la agricultura urbana.

Sin embargo, la campaña sudafricana OMCJ también ha tenido carencias. Los estrechos lazos de la COSATU con el partido neoliberal de la ANC, que ya estuvieron en el origen de una profunda crisis en las federaciones que llevó a la exclusión de la NUMSA, podrían llevar a una escisión irreparable en el seno de la confederación.

Hay que destacar una consecuencia positiva. Según el investigador sudafricano Vishwas Satgar, la NUMSA ha adoptado un programa más explícitamente socialista, defendiendo una propiedad social de las energías renovables y una acción concertada con las organizaciones por la justicia medioambiental. Este esfuerzo podría ser el núcleo de un nuevo proyecto de izquierda, estructurado por una visión democrática y ecosocialista.

No obstante, hay otros obstáculos. La campaña apenas se ha desmarcado de un Estado que favorece las iniciativas privadas a favor de la energía limpia, lo que sólo ha contribuido a reproducir la pobreza y las desigualdades.

La NUMSA responde a este desafío modificando su acción a escala municipal, como lo demuestra su combate por utilizar el poder de las administraciones locales en la distribución de la electricidad para favorecer las energías renovables.

Al mismo tiempo, la campaña corre el riesgo de encerrarse en enfoques localistas centrados en proyectos comunitarios que no tendrán capacidad para transformar la política energética a escala nacional. Como señala Satgar, la mayor parte de las intervenciones de OMCJ “se han concentrado en una sola cuestión antes de desperdigarse una vez han conseguido revalorizar sus primeras reivindicaciones”.

Para salir de la trampa, Satgar sugiere que la NUMSA debe desarrollar una estrategia en torno a una coalición social más amplia que condicione las luchas locales por el acceso a las energías renovables a proyectos pensados a una escala más amplia y basados en un enfoque de clase de las cuestiones ecológicas.

Hasta ahora, los dos desarrollos más prometedores han sido el esfuerzo por formar una gran coalición contra los proyectos de construcción de reactores nucleares del gobierno –lo que provocaría una quiebra del Estado sudafricano y tendría consecuencias catastróficas para la mayoría de la población pobre– y el proyecto de utilizar los fondos de pensiones de los sindicatos para invertir en una apropiación social de las energías renovables, de cara a separar los intereses de los trabajadores de los intereses de las industrias del carbón y del petróleo.

Para el movimiento sindical, la campaña OMCJ encarna a la vez los desafíos y las oportunidades provocadas por las crisis económica y ecológica. Sin ninguna duda, una coalición roja-verde y una alternativa ecosocialista en Sudáfrica representan una alternativa a la ortodoxia de la transición justa –una política del trabajo verdaderamente radical en la hora del cambio climático.

Según las condiciones de los trabajadores

Los sindicatos y los trabajadores abren una nueva vía en la larga historia del ambientalismo obrero –una vía en la que el crecimiento verde y la transición justa podrían encarnar las promesas de prosperidad económica y de seguridad que en otra época fueron asociadas al sueño fordista.

La adhesión a este nuevo sueño no salvará sin embargo al movimiento sindical de las lagunas y coacciones que erosionan su fuerza en la mayor parte de los países. Si continúan defendiendo la reestructuración capitalista “verde” de la economía mundial, los sindicatos se encontrarán en el campo opuesto a los campesinos y a las comunidades indígenas, a los campesinos sin tierra, a los trabajadores no remunerados que aseguran el trabajo doméstico y la reproducción social, a la agricultura de subsistencia y a todos aquellos que soportan el coste de un capitalismo “verde” –conduciendo a nuevos ciclos de desposesión y sometimiento.

La alternativa más prometedora, si no la más estimulante, es la de un ecosocialismo dinamizado por una conciencia de clase ecologista y emancipadora. Eso requerirá un conflicto de clase a un nivel superior –al nivel de una ecología política global. Lo que abrirá finalmente la perspectiva de un mundo verdaderamente sostenible, forjado según las condiciones del trabajo y no las del capital.

02/05/2016

http://www.contretemps.eu/interventions/travail-lheure-changement-climatique

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Barómetro de la Internacional de la Educación

A través de su herramienta de análisis e investigación por Internet, el Barómetro de la Internacional de la Educación sobre los derechos humanos y sindicales en la educación proporciona el informe más completo hasta la fecha de la calidad de la educación y el respeto de los derechos humanos y laborales en los países de todo el mundo.

Además de analizar todos los niveles de la educación, desde preescolar hasta la enseñanza superior, el informe estudia toda una serie de cuestiones que afectan al sector de la educación mundial hoy en día, como la libertad académica, la igualdad de género, los alumnos con necesidades especiales, los niños refugiados y de grupos minoritarios, y el trabajo infantil.

Como parte integrada del portal web de la IE, el Barómetro se actualiza continuamente tanto en su contenido como a través de enlaces a las últimas novedades, los artículos y los eventos correspondientes a cada país. Las estadísticas y los indicadores se actualizan todos los años gracias a nuestra cooperación con el Instituto de Estadísticas de la UNESCO (IEU), la máxima autoridad en el mundo en cuanto a recopilación de datos relativos a la educación.

Con el fin de que el Barómetro sea una herramienta imprescindible para los sindicatos de educación, los investigadores y los activistas en todo el mundo, la IE trata de mejorar la página web todo lo posible.

 

Pueden acceder en el siguiente enlace

Barómetro educativo

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ODS Objetivo 4 /Meta 10: Aumentar la oferta de maestros calificados, en particular mediante la cooperación internacional para la formación de docentes en los países en desarrollo

Fuente OREALC  UNESCO / 15 de Mayo de 2016

Estrategias para lograrlo:

  • Atraer a los mejores y más motivados candidatos a la pedagogía, y asegurar que se desplieguen donde más se necesitan.
  • Entregar a todos los docentes una educación de calidad antes de comenzar a trabajar y respaldo y desarrollo profesional continuo
  • Desarrollar e implementar políticas de gestión de docentes que cubran reclutamiento, formación, despliegue, remuneración, desarrollo de carrera y condiciones laborales.
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El Decreto 2450 de 2015: Un atentado del gobierno Santos contra el carácter científico de la formación docente

Uno de los aspectos más críticos del decreto 2450 de 2015 es el enfoque de competencias que le imprime a la Formación Inicial Docente, estableciendo un perfil del educador y una dirección del currículo hacia las mejores prácticas de la enseñanza y no a los más altos y refinados conocimientos de la ciencia y la tecnología.

 

En el Sistema Colombiano de Formación de Educadores y Lineamientos de Política, publicado por el Ministerio de Educación Nacional en el año 2013, se señala que los docentes colombianos deben practicar los mejores métodos educativos, ser innovadores en el campo de la enseñanza, en el diseño y desarrollo de currículos flexibles; también se establece que las facultades de educación deben formar en el marco de las competencias y revisar sus currículos en consonancia a las necesidades de los estudiantes y estrategias de enseñanza (Ministerio de Educación Nacional & Teaching and Tutoring T&T College de Colombia S.A.S., 2013).

 

En el mismo documento se establecen tres ejes en el Subsistema de Formación Inicial: Pedagogía, Investigación y Evaluación. El primer eje señala que el aspecto primordial del docente es la enseñanza; en cuanto a la investigación, la concibe como un ejercicio de indagación, y la evaluación la orienta a la acreditación, revisión de los procesos para su mejora y valoración de los programas de formación (Ministerio de Educación Nacional &

 

Teaching and Tutoring T&T

College de Colombia S.A.S., 2013).

 

El ICFES en el año 2010 ajustó tres competencias genéricas para los estudiantes de las facultades de educación en las pruebas Saber Pro: Enseñar, Formar y Evaluar. La política del gobierno frente a la formación docente limita la labor del profesor a aspectos funcionales de transmisión de contenidos, en la cual la pedagogía y la didáctica son el eje central de la formación, dejando de lado la formación científica en la educación. Esto se evidencia a los largo de los enunciados planteados en los documentos de política del Ministerio de Educación Nacional, cuando se centra el interés en los mejores métodos educativos, en la idea de que los currículos deben responder a las necesidades de los estudiantes y al concebir la investigación como actividad de indagación.

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ODS/ Objetivo 4 / Meta 9: Aumentar el número de becas para enseñanza superior, profesional o técnica, para países menos desarrollados

Fuente OREALC UNESCO / 15 de Mayo de 2016

Estrategias para lograrlo:

  • Asegurar que las becas fortalezcan las áreas donde sea más necesario en cada país.
  • Dirigir las becas a jóvenes desaventajados de manera transparente.
  • Desarrollar programas que eviten «la fuga de cerebros» y promuevan la «ganancia de cerebros».
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Los tanques pensantes

Manuel E Yepe

Al igual que sus homólogos de guerra, los tanques pensantes tienen como fin demoler al contrario mediante un alarde de evidente superioridad de recursos que no siempre corresponde a la realidad.

La élite del poder estadounidense participa de muchas formas en la disputa por el dominio global, su ejercicio y su defensa.
El precario balance de fuerzas del mundo bipolar en que vivimos tras la segunda guerra mundial evitó que el imperialismo estadounidense impusiera su hegemonía absoluta por todo el mundo a partir del chantaje nuclear que planteara Estados Unidos con los bombardeos genocidas sobre Hiroshima y Nagasaki.
Vendría después una tensa carrera armamentística promovida por el llamado “equilibro de terror”, según el cual, la potencia que se colocase al frente en la producción de armas provocaría un desequilibrio en el escenario internacional. La que tuviera mayor número y más mortíferas armas, sería capaz de destruir a la otra. Perdida ya toda esperanza de que el fin de la guerra fría abriera el camino a un mundo sin guerras, una galopante carrera por los caminos de la globalización neoliberal ha llegado a configurar al imperialismo en esa tenebrosa realidad que es hoy: la superpotencia hegemónica más poderosa, brutal y despiadada de la historia de la humanidad, portadora de los más grandes peligros para la supervivencia de nuestra especie.
El mundo unipolar del presente, con una única superpotencia que impone sus egoístas intereses al resto del planeta, demuestra que es la naturaleza depredadora del orden capitalista imperante la causante de los males y lo que aconseja la necesidad vital de su reemplazo por un nuevo orden justo y humano.
En la lucha por la dominación global, el gobierno de Estados Unidos, lejos de aprovechar las escasas oportunidades que se abren para el desarme y la coexistencia pacífica, ha conformado los pilares de su economía a una dependencia cada vez mayor en las situaciones de guerra.
Es en ese contexto en el que cobran importancia en Estados Unidos los denominados tanques pensantes (en inglés Think Tanks -TT) que son iinstituciones públicas académicas y de estudios, integradas por personalidades plenamente identificadas con el sistema capitalista estadounidense que elaboran documentos de carácter político e ideológico destinados a suministrar a los gobiernos de Estados Unidos las armas para su enfrentamiento con el mundo que pretenden dominar. Son parte de un sistema que elabora contenidos ideológicos destinados a la defensa de los intereses imperialistas. Su misión incluye propagar ideas convenientes al sistema capitalista norteamericano mediante la difusión de sus doctrinas en libros, revistas, y otros medios, y para ello cuentan con presupuestos de miles de millones de dólares.
Se atribuye al Council on Foreign Relations (CFR) o Consejo de Relaciones Exteriores, fundado en 1921 por el grupo económico Rockefeller, la condición de primer tanque pensante existente, con la tarea de suministrar nuevas ideas a las Administraciones gobernantes (de cualquiera de los dos partidos del esquema político estadounidense) en materia de política exterior y para la formación de especialistas y dirigentes.
Laboran en el CFR casi 4 mil ciudadanos, algunos con visiones mucho más objetivas que las habituales de la extrema derecha. Entre ellos hay también otros tan connotados como George Soros, el multimillonario magnate de la especulación financiera global.
Su publicación fundamental es la revista Foreign Affaires, que publica ensayos académicos contentivos de sus líneas de política exterior. Según las encuestas a académicos y expertos que anualmente se realizan para el Think Tanks Index, la Institución Brookings clasificó, por octavo año consecutivo en 2015, como el TT más importante del mundo en una relación en la que también entraron el CFR, la Fundación Carnagie para la Paz Internacional, la Corporación Rand, la Fundación Heritage, el Centro Internacional Woodrow Wilson para Académicos y el Centro Internacional de Estudios Estratégicos e Internacionales.
Hay en Estados Unidos 11 tanques pensantes especializados en asuntos políticos y de la economía; cuarenta y nueve en temas sobre relaciones internacionales y seguridad; dieciséis sobre medio ambiente, ciencias y tecnología y doce sobre artes y humanidades.
La mayor parte de ellos están registrados como “entidades sin fines de lucro” (en inglés “non-profit”), pero hay algunos financiados por el gobierno, organizaciones jurídicas, empresariales o que obtienen ganancias derivadas de trabajos investigativos acerca de proyectos específicos. De países distintos a Estados Unidos, aparecen clasificados en el TT Index, Chatham House y el Instituto
Internacional de Estudios Estratégicos (IISS, por sus siglas en inglés), del Reino Unido, así como el Bruegel, de Bélgica.
Al igual que sus homólogos de guerra, los tanques pensantes tienen como fin demoler al contrario mediante un alarde de evidente superioridad de recursos que no siempre corresponde a la realidad.
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