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Desafío a la violencia contra mujeres de color y su invisibilidad: un imperativo marxista

Por: Lilia D. Monzo/Peter McLaren.

Nos estamos adentrando en una era en la que la avaricia desenfrenada, el racismo, el sexismo y otras formas de odio vuelven, una vez más, a ser proclamadas descaradamente y sin remordimientos. Este giro desde lo que en su día se asociara negativamente con el racismo y los intentos de evitar ser etiquetado como racista se ha hecho cada vez más evidente en EE. UU. a partir de 2014, cuando sorprendentemente no hubo castigo ni sanción a una serie de asesinatos de hombres de raza negra desarmados a manos de policías de raza blanca (Monzó y McLaren, 2014). En algunos de estos casos, los agentes de policía mostraron una auténtica falta de compasión por dichos hombres en los últimos instantes de sus vidas. La cobertura nacional de estos hechos dejó claro a potenciales detractores y predadores que el racismo aún prevalecía y estaba profundamente arraigado en la sociedad de EE. UU. La supremacía de la raza blanca y el veneno misógino que el esperanzado republicano estadounidense Donald Trump está vendiendo en su campaña presidencial de 2016 no se veía desde que la presidencia de Ronald Reagan calificara a millones de desempleados estadounidenses como potenciales estafadores del estado de bienestar y creara la idea de que el fraude al estado de bienestar era una epidemia nacional. La idea de la reina del bienestar, una perezosa mujer de raza negra que vive a costa del dinero de los honestos contribuyentes (de raza blanca), se originó en la base de la inconsciencia estructural de Estados Unidos (Litchman, 1982).

Con horribles acusaciones que tachan a todos los mexicanos que inmigran a EE. UU. de criminales y violadores y que se oponen a la entrada de musulmanes al país, Donald Trump ha construido una campaña alimentada por el miedo al «otro» y conseguido muchos seguidores. En la ciudad de Ferguson, Missouri, se desató el miedo y la angustia y se unieron por todo el país comunidades de aliados de raza blanca y de color para protestar contra este ataque racista hacia las personas de raza negra. Somos defensores de estos esfuerzos por apoyar a nuestros hermanos de raza negra, pero también queremos aludir a uno de los objetivos sistemáticamente invisibles de esta y otras formas de violencia.

Las mujeres y las niñas de color son también víctimas desproporcionadas de violencia: violencia de Estado, doméstica, sexual y simbólica. Este asalto racial y misógino contra las mujeres de color apenas ha recibido atención nacional o internacional (Crenshaw et al., 2015; Watson, 2014). Por ejemplo, mujeres y niñas de raza negratambién están siendo asesinadas a manos deagentes de policía de raza blanca que salen impunes. El caso de Aiyana Stanley-Jones, una niña de siete años que en 2010 recibió un disparo mortal en Detroit de un agente de policía de raza blanca que se encontraba realizando un asalto contra otro sospechoso, fue llevado a juicio dos veces en cuatro años y en ambas ocasiones el jurado no llegó a un acuerdo respecto al veredicto. El 2 de marzo de 2014 Gabriella Nevarez, de 22 años, murió a causa de un disparo de la policía que afirmaba que ella había provocado una persecución a gran velocidad y había intentado embestir su coche contra el vehículo policial. Testigos dicen que la chica perdió el control de su vehículo después de haber recibido el disparo. A Sandra Bland, de 28 años, que apareció en un vídeo clavada en el suelo y rodeada deagentes de policía, la llevaron a una celda en la prisión de Texas y la hallaron muerta tres días más tarde.

El 17 de junio de 2015 un hombre de raza blanca armado asesinó a 9 feligreses en una iglesia a la que suele acudir público de raza negra en Charleston. Aunque este incidente fue correctamente tachado de terrorismo contra la comunidad negra, apenas se mencionó que de las nueve víctimas, seis de ellas eran mujeres (Crenshaw et al., 2015). Los medios de comunicación tienden vincular los perfiles étnicos elaborados por la policía y la brutalidad policial contra comunidades de color a actos contra hombres de raza negra o piel oscura. Sin embargo, informes de detenciones policiales revelan una desproporción racial similar entre hombres y mujeres de raza negra. Por ejemplo, en la ciudad de Nueva York, de todas las detenciones policiales de hombres, el 55,7 % eran de raza negra (en comparación a un 10,9 de raza blanca), y de todas las detenciones policiales de mujeres, el 53,4 % eran de raza negra (respecto a un 13,4 de raza blanca) (Crenshaw et al., 2015)).

La brutalidad policial contra mujeres de color a menudo adopta la forma de un abuso físico y/o sexual. Tomemos los ejemplos de Marlene Pinnock, golpeada en la cara por un oficial de carreteras de California, Keyarika Diggles, a la que dieron una paliza en una comisaría de policía de Texas, y el vídeo de Dejerria Becton, una adolescente inmovilizada por un oficial de policía en una fiesta mientras lloraba llamando a su madre (Crenshaw et al., 2013). Mientras se podría percibir que las mujeres están siendo «incluidas» en esfuerzos antirracistas a favor de comunidades concretas, nuestra sociedad androcéntrica a menudo fracasa al reconocer las diferencias que afectan a las mujeres de prácticamente cualquier sector. Las soluciones para acabar con los perfiles étnicos elaborados por la policía y la violencia contra las mujeres de color requieren un enfoque diferente. Mientras el racismo puede inspirar temor hacia hombres de raza negra y piel oscura, lo que lleva a una respuesta por parte de agentes de policía de raza blanca a «disparar primero y hacer preguntas luego», el racismo contra las mujeres de color suscita la deshumanización y la objetivización sexual. Según un investigador, lasagresiones sexuales son un «gran problema» entre los agentes de policía. Informar y documentar el problema es difícil, pero aun así, hay informes que sugieren que el 9 % de todos los informes de policía no abordan adecuadamente el abuso sexual producido (Carpenter, 2014). Su invisibilidad societaria y presunta carencia de voz las convierte en principales objetivos de agresiones sexuales, abuso físico y otras formas de violencia.

Las mujeres inmigrantes, pobres y aquellas que no hablan inglés también son susceptibles de sufrir agresiones sexuales, acoso sexual y otras formas de violencia, ya que se las considera incapaces de manejarse dentro del sistema judicial. Las mujeres indocumentadas son especialmente vulnerables a las peticiones de sus jefes y agentes de inmigración, quienes solicitan favores sexualeso consiguen silenciar potenciales informes de violación bajo la amenaza de la deportación(Hing, 2008). El sentimiento en contra de los inmigrantes y el hipernacionalismo que llevamos viendo en EE. UU. desde el 11S tacha a los inmigrantes de «criminales» a pesar de que la migración hacia países industrializados es consecuencia de guerras, desplazamientos y pobreza a menudo causados por el capitalismo transnacional (Monzó, McLaren, y Rodriguez, en prensa). Este nacionalismo, generado por mensajes en contra de los inmigrantes en los medios de comunicación, apoya la degradación sistemática de los inmigrantes y justifica la violencia contra ellos bajo la idea de que se lo merecen.

Los últimos logros para la población GLBTQIA y el creciente apoyo a la comunidad transexual y con diversa identidad de género han traído consigo repercusiones significativas para las mujeres transexuales de color. Según un informe de 2013 elaborado por la Coalición Nacional de Programas Anti-Violencia (2014), el 72 % de las víctimas de homicidios de la población GLBTQIA eran mujeres transexuales y el 89 % de las víctimas de dichos homicidios era de color. En todos estos casos, los ataques infligidos a las mujeres transexuales fueron brutales: disparos, quemaduras o puñaladas. Según un análisis de Fusion (2015), en 2015 fueron asesinadas 21 mujeres transexuales, 17 de las cuales eran de raza negra o latina. Mientras el número de muertes de mujeres transexuales sigue aumentando desde el año pasado, aún no queda claro si este aumento se debe a la existencia de más delitos motivados por el odio o a un incremento de la consciencia y documentación (Kellaway y Brydum, 2016).Además, estos son solo los datos de mujeres transexuales asesinadas. Hay otras que fueron atacadas y sobrevivieron. Es difícil saber el número, ya que cabe la posibilidad de que ahora se las identifique con un género distinto. La lista de víctimas incluye a Elisha Walker, de veinte años, golpeada hasta la muerte en Detroit, Michigan; Mercedes Williamson, de diecisiete años, apuñalada y cuyo cuerpo se encontró quemado en los terrenos de detrás de la casa del padre de su asesino en el Condado de George, Mississippi; o Ashton O’Hara, golpeada hasta la muerte en Detroit, Michigan; o Tamara Domínguez, asesinada por un conductor que la golpeó en repetidas ocasiones con su coche (Kellaway y Brydum, 2016).

La violencia contra las mujeres musulmanas también está en auge. Aunque esto ha sido así desde el 11S, la situación ha empeorado durante el año pasado. En París se registraron treinta y ocho ataques por odio después de los ataques del 2015 y dieciocho tras el tiroteo de San Bernardino, California (Siemaszko, 2015). Estos incidentes llevados a cabo por extremistas son injustamente atribuidos a todos los musulmanes. Aunque estos actos criminales no pueden ni deben ser justificados, la mejor manera de evitarlos en el futuro es buscar sus causas: el imperialismo de Estados Unidos y su deseo de garantizar los intereses corporativos en Oriente Medio (McLaren, 2015). En occidente, nuestras respuestas al sufrimiento nacional han sido buscar un chivo expiatorio en lugar de responsabilizarnos del rencor mundial contra occidente. No hemos hecho balance público sobre nuestra culpa en el desarrollo de grupos extremistas como el ISIS. Las mujeres musulmanas que llevan velo son los principales objetivos. Ejemplos de estos crímenes de odio contra las mujeres musulmanas incluyen a una mujer que fue empujada frente a un tren subterráneo en Londres, una niña de sexto grado que fue golpeada por unos chicos que intentaban quitarle el velo mientras la llamaban ISIS en un colegio de Nueva York. Además, han aparecido numerosos titulares de prensa en los que se habla de mujeres musulmanas que llevan el velo seguidos de sospechas de que podrían ser «nuevos terroristas» (Tinsley, 2015).

Otra horripilante forma de violencia de género es la trata de blancas (Abogados por los Derechos Humanos, 2016). La trata, especialmente con fines sexuales, es un próspero negocio en todo el mundo.A pesar de que la existencia de las tratas es difícil de demostrar debido a la naturaleza oculta de esta monstruosidad, un informe de 2012 estimaba que 20,9 millones de personas y 15,8 millones de mujeres fueron víctimas en todo el mundo. Aunque este tráfico también afecta a los hombres, la inmensa mayoría de las víctimas son mujeres y niñas que tienen que hacer frente a una pobreza desproporcionada y a una discriminación que a su vez afecta negativamente a empleos deplorables y falta de oportunidades educativas. Aunque los datos demográficos son escasos, la mayoría de las mujeres y niñas que llegan a Estados Unidos provienen de países en vías de desarrollo, principalmente de Latinoamérica, ex miembros de la Unión Soviética y países del sudeste asiático (Milo y Park, 2002). Los traficantes escogen a sus víctimas: mujeres jóvenes y pobres, especialmente vulnerables por sus necesidades económicas. Normalmente lesocultan la verdadera naturaleza del trabajo para el que son contratadas y luego les obligan contra su voluntad a realizar trabajos sexuales. En otras ocasiones, atraen a las mujeres con falsas promesas de trabajo. Las tácticas utilizadas para retener y controlar a las mujeres en la industria sexual incluyen la esclavitud, el aislamiento, el control económico, la violencia física y amenazas, abusos y violaciones (Abogados por los Derechos Humanos, 2016).

Aunque la violencia de género es un problema latente en todo el mundo y alcanza proporciones epidémicas que sobrepasan ampliamente desastres que aparecen en los medios, solo algunos casos reciben atención nacional. De hecho, una de cada tres mujeres es acosada física o sexualmente al menos una vez en la vida por hombres que dicen «amarlas» (División de las Naciones Unidas para el Adelanto de las Mujeres, 2008). Es sorprendente que, con estos datos, extraídos de informes propios, parece probable que se subestimen, obstaculizados por el estigma social, el ostracismo, más violencia e incluso la persecución legal que sufren a menudo las mujeres que se atreven a denunciar su situación.

La visibilidad social está siempre relacionada con las condiciones sociales y materiales que crean su posibilidad. Es decir, lo que somos capaces de ver o escogemos está relacionado con las ideologías, valores y creencias producidas dentro de un modo de producción dado. La violencia que afecta a las mujeres de color en todo el mundo es una realidad vergonzosa aparentemente aceptable, dado que rara vez escuchamos algo acerca de la naturaleza sistemática de sus formas específicas de opresión. De hecho, defensores de la justicia social rara vez reconocen que cualquier forma de violencia adquiere características particulares cuando se trata de mujeres de color debido a que viven una existencia de género y racial, que produce distintas maneras en que las personas se relacionan con ellos. Dado que nuestro mundo capitalista se ha construido a imagen del hombre occidental y en su beneficio, estamos condicionados a ver el mundo a través de una lente androcéntrica occidental. Como tal, a menos que especifiquemos un grupo subyugado, organizamos el mundo por defecto con los hombres como protagonistas y estructuramos las condiciones sociales, económicas y políticas de modo que les beneficien.

Si la violencia explícita y sin escrúpulos contra las mujeres de color tratada anteriormente es tan penetrante que rara vez se inflama nuestra conciencia colectiva, entonces las formas cotidianas más sutiles de violencia simbólica no las detectan ni extraños ni, a menudo, las propias mujeres de color. Una forma particularmente invisible de la violencia simbólica es la exclusión de las mujeres de color y sus conocimientos particulares en los espacios de poder, espacios donde se toman las decisiones importantes, redes de trabajo, donde se desarrollan los avances y la tecnología (Monzó y SooHoo, 2014). Esto ocurre, por supuesto, en todas las razas, géneros y clases. Sin embargo, no hay duda de que se presenta con mayor frecuencia entre las mujeres de color, en particular en mujeres de raza negra y latinas, cuyas ideas (que proceden de un lugar de mayor marginación) a menudo son percibidas como demasiado diferentes, tal vez incluso amenazadoras, para las prácticas normales e ideológicas. Aunque aparentemente estas formas más comunes de violencia no son tan dañinas como las mencionadas anteriormente, son endémicas en la percepción subconsciente de que las mujeres de color tienen menos conocimientos intelectualmente dignos o que los que tienen son de menor valor (Monzó, 2015). La exclusión de las mujeres de color de los contextos de poder y el silenciarlas para que no puedan explicar al mundo sus puntos de vista, elimina la posibilidad de que surjan nuevas ideas: ideas enraizadas en las experiencias particulares de opresión, incluidas ideas sobre la forma y los procesos mediante los cuales la opresión que experimentan toma forma, lo que ayudaría el diseño de políticas, leyes, programas y otras estrategias que pudieran reducir significativamente la violencia que sufren (Monzo, 2014).

Por supuesto no podemos adoptar solamente métodos reaccionarios para acabar con la violencia contra las mujeres de color. Existe la necesidad de establecer estrategias proactivas que impliquen el conocimiento consciente y la inclusión de todas las mujeres y personas de color y de todos aquellos que actualmente viven bajo los dictados de la clase dominante. Emprendemos una ofensiva que simultáneamente va en contra de las estructuras capitalistas, el racismo, el sexismo, la normativa heterosexual y de género y otras formas de opresión, pero con un conocimiento consciente de que estas tienen especificidad dentro del modelo de producción capitalista (McLaren, 2015). Esto no significa que estas formas de opresión terminen automáticamente como resultado de una revolución social, sino que son imposibles de erradicar dentro de la estructura capitalista existente porque el capitalismo depende de ellas para sostener su sistema de explotación. Por supuesto esto significa también que tenemos que deteriorar las estructuras que posibilitan que el capitalismo continúe, estructuras que mantienen las prácticas racistas que se construyen sobre la opresión de las mujeres, incluida la familia: una institución que sirve para controlar a las mujeres y que al hacerlo se perpetúa también en la siguiente generación de la buena clase trabajadora racista y sexista.

Esto es un reclamo para ampliar nuestros objetivos (al otorgar puntos deventaja a las mujeres de color), no para remplazarlos. No estamos de acuerdo con la noción postmoderna en la que no se puede trabajar con otros hombres y mujeres para acabar con nuestra opresión porque las mujeres de color se enfrentan a formas de opresión. De hecho, nuestro argumento es todo lo contrario: ampliar nuestros objetivos requiere la inclusión de todas las voces hacia el objetivo común de erradicar todas las formas de opresión.

Una comprensión histórica sobre cómo esas estructuras funcionan de manera coordinada desde el capitalismo para oprimir a las mujeres de color y a otros grupos específicos nos lleva a la conclusión de que debemos comenzar a llamar a nuestra opresión y nuestra visión a favor del cambio social. Las nociones generales sobre justicia social no solo esconden la especificidad de la experiencia entre los oprimidos y, por tanto, nos convierte en sospechosos y resentidos los unos con los otros, también esconden lo que representamos. Cada vez más el término de justicia social ha sido incorporado para reflejar una visión de izquierda liberal que busca simplemente mejorar las condiciones de los oprimidos para que puedan tener más oportunidades y una mejor calidad de vida. Sin embargo, esta noción de justicia social se resiste a reconocer que el capitalismo no puede ser reformado para evitar la explotación y para promover la igualdad de oportunidades (Marx, 1906/2011).Los que luchan por este enfoque mantienen la visión de que algunos seres humanos están más motivados que otros y merecen tener más (cosas) en la vida. Todavía se suscriben a la narrativa capitalista de la meritocracia. Hay que reconocer que esta narrativa se basa en mentiras: la mentira de que el objetivo de la acumulación del capitalismo puede ser reducido y que el capitalismo «reformado» servirá a los intereses de la clase trabajadora, la mentira de que los salarios a cambio de trabajo son un intercambio equitativo en lugar de una sistema de explotación en el que los trabajadores se convierten en propiedad (capital) de los capitalistas y la mentira de que, aunque el capitalismo no es perfecto, es el mejor sistema que puede existir y que una alternativa al capitalismo donde no existan las clases y en pos de una mayor libertad e igualdad no es posible. Como pedagogos críticos marxistas revolucionarios denunciamos de manera inequívoca estas mentiras (Allman, 1999; McLaren, 2015, 2006).

Paulo Freire (1970, 1994), uno de los filósofos fundadores de la pedagogía crítica, estaba comprometido con la idea del amor no como una emoción encerrada en el corazón de un individuo, sino como una relación social que evidencia un verdadero valor para el «otro», el reconocimiento del valor de la diferencia que trae el «otro». Freire argumentaba que este amor era fundamental para la praxis dialógica que conduciría a la comprensión de la palabra y el mundo y para el impulso y la acción necesarios para la transformación. Un amor que intenta cambiar al «otro» a su imagen no es más que una expresión de amor propio. El verdadero amor exige no solo que reconozcamos el posicionamiento social y económico del «otro» y cómo se relaciona con nuestro propio posicionamiento y con la estructura de la dominación en el mundo, sino hacer todo ello desde nuestro poder para transformar esas relaciones de dominación. El amor, sostenía Freire, es necesario para que la esperanza florezca. Sin amor por el «otro», por la humanidad y el mundo no podemos reunir la esperanza necesaria para arriesgar nuestros corazones y nuestras vidas para transformar el mundo (McLaren, 1999).Para amar, debemos ser capaces de ver realmente al «otro»como un ser humano completo, magnífico en su existencia en el mundo, que merece ser oído y digno de confianza para comprometer su capacidad y potencial humano, igualmente valioso, siempre inacabado, pero imbuido de una responsabilidad y un potencial únicos para marcar el curso de la historia. Este amor revolucionario es necesario para poner fin a la violencia de hoy contra las mujeres de color y todos los demás grupos sociales y en contra de la estructura capitalista que produce esta violencia. Con amor y esperanza vamos a empezar a trabajar juntos hacia un mundo mejor a través de las diferencias sociales que se han creado para mantenernos divididos al servicio de la forma de producción capitalista. Como pedagogos críticos revolucionarios, estamos a favor de un mundo libre de clases y organizados en torno a la libertad de asociación laboral en el que todos los organismos vivos son reconocidos como interdependientes y en el que cada uno de nosotros es socialmente responsable para el otro, una sociedad en la que las mujeres de color, las mujeres de raza blanca y todos los hombres independientemente de su orientación sexual, identidad de género, u otro marcador de diferencia puedan valorarse mutuamente y vivir juntos, y amar verdaderamente a los demás lo suficiente para hacer de nuestra historia una de igualdad, libertad y solidaridad.

 

Bibliografía:

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Lilia D. Monzo (Cuba)
Doctora en Educación por la Southern California, USA.
Docente asistente en la Chapman University, USA.
monzo@chapman.edu

Peter McLaren (Canadá)
Doctor en Educación por la Universidad de Toronto, Canadá.
Docente en la Champan University, USA.

Fuente: http://insurgenciamagisterial.com/desafio-a-la-violencia-contra-mujeres-de-color-y-su-invisibilidad-un-imperativo-marxista/

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Entrevista a la psicóloga Patricia Ríos: Violencia de Pareja

España/22 diciembre 2016/Autor: Bertrand Regader/Fuente: Psicología y Mente

El tema de la violencia de género sigue de plena actualidad. Año tras año, la sociedad lamenta la lacra del maltrato físico en el seno de las familias. Aunque en la última década los datos de víctimas mortales se han ido reduciendo tímidamente, este inicio de año 2016 está siendo especialmente funesto: son ocho mujeres las que han sido asesinadas a manos de sus parejas o ex-parejas en los primeros 28 días de enero.

Fuente: Ministerio de Sanidad, Servicios sociales e Igualdad, Gobierno de España

Entrevista a la psicóloga Patricia Ríos

Esta situación de violencia permanente ha generado un esfuerzo social y judicial que parece que todavía no da los frutos necesarios. Las víctimas de maltrato son a menudo personas que se sienten desamparadas e invisibilizadas. Es por esta razón que nos ha parecido muy interesante poder conversar con Patricia Ríos, una psicóloga clínica con un extenso currículum y que se ha especializado en el tratamiento de personas maltratadas.

Bertrand Regader: Buenos días, Patricia. Cuéntanos: ¿cuál es tu bagaje profesional en el ámbito de violencia de género?

Patricia Ríos: En mi práctica privada me he encontrado varios casos de violencia de género, sobre todo a mujeres, aunque también a varones y hasta en adolescentes.

También he podido entrar en contacto con el otro lado de la ecuación, trabajando en intervención grupal con un grupo de hombres condenados por delitos de violencia de género. Y he de decir que ha sido una experiencia enriquecedora.

B. R.: Violencia de género, doméstica, machista, intrafamiliar… ¿qué matices introduce cada una de estas denominaciones y cuál es la que prefieres usar?

En la violencia de género deberíamos englobar todo acto violento ejercido por un “género” contra el otro, de esta forma, ya no es solo el hombre el que ejerce violencia y la mujer quien la padece, sino que también puede ocurrir y ocurre de hecho, al contrario: que sea la mujer la que ejerce la violencia y el hombre la que lo padece. En este último caso el maltrato suele ser de tipo psicológico, aunque también existe y sucede el maltrato físico ejercido por la mujer hacia el hombre.

La violencia machista es la vertiente que hace alusión, únicamente, a la violencia ejercida por un hombre hacia una mujer, por lo general, cuando mantienen una relación muy cercana.

Cuando se habla de violencia doméstica, es un tipo de violencia que va más allá del tipo de agresión que despliegan hombres contra mujeres y mujeres contra hombres, incluye la violencia ejercida entre familiares de un hogar (y no sólo entre los miembros de la pareja) o incluso entre personas que, sin ser familiares, viven bajo el mismo techo.

Por último, la violencia intrafamiliar, es aquella que se ejerce en el seno de una familia entre sus miembros. Donde los menores son siempre los más perjudicados.

Como puedes ver todas ellas engloban un mismo factor común, la violencia entre personas, sean de igual o distinto, género, raza, sexo y/o edad. Si tenemos en cuenta todas las variables, quedan escasas las tipologías actuales de violencia, puesto que en ninguna de ella se habla de violencia entre personas del mismo sexo. Así que personalmente y de forma conjunta, me gusta llamarlo violencia interpersonal.

B. R.: El maltrato psicológico es también una forma de violencia. ¿Qué formas suele tomar?

El maltrato psicológico es quizás el tipo de violencia más común aunque sigue siendo un tema tabú en la sociedad, manteniéndola aún en un tipo de violencia sorda, muda e invisible.

Como todo tipo de violencia está también se sustenta en el poder, la dominación y la coerción, abarca desde el menosprecio y las vejaciones verbales hasta formas mucho más sutiles como el control de la economía, de la forma de vestir, de la frecuencia de actividad social, y el control por parte del agresor en las redes sociales y tecnologías.

B. R.: Puede ser la antesala de la violencia, digamos, física.

Sí. Me gustaría remarcar que el maltrato psicológico, ciertamente, suele ser el preludio del maltrato físico, es la forma que tiene la persona agresora de cerciorarse de que su víctima no cargará contra él. Por tanto, el maltrato psicológico no es ni menos grave, ni menos alarmante, sino que es o debería de ser, al menos, un aviso de que algo no anda bien.

B. R.: En base a tu experiencia tratando estos casos, ¿consideras que existe todavía un cierto poso cultural que justifica la violencia dentro de la pareja? ¿O crees la gente está tomando conciencia progresivamente de esta problemática social?

Cada vez más gente toma conciencia de esta problemática aunque, desgraciadamente, es un problema que se sigue frenando tarde. El entorno pasa por alto muchas señales, por puro desconocimiento, y las personas afectadas, no siempre tienen la valentía de decirlo, mucho menos si la víctima es hombre.

El poso cultural del que me hablas sigue existiendo, y considero que aún queda mucho para que pase a la historia. Las personas mayores lo mantienen por vergüenza y por sentimiento de culpa, y los jóvenes, en muchas ocasiones por desconocimiento y miedo.

 Tampoco es raro, los organismos públicos siguen, en cierto modo, culpabilizando a la víctima, aunque cada vez esto es menor. En mi experiencia profesional me he encontrado casos en los que la víctima es disuadida por los propios trabajadores de hacer viable la denuncia, debido a comentarios como:

“Algo habrás hecho”

“Eso te pasa por no hacerle caso”

“No seas una nenaza y ponle las cosas claras”

Nunca es una tarea fácil para una víctima de malos tratos, ya sea hombre o mujer, el enfrentarse a sus propios miedos y vergüenzas y tomar medidas legales. Mucho menos cuando la respuesta que se recibe va en la línea de las comentadas.

B. R.: ¿Cuál es el estado anímico y psicológico de las personas que han sido maltratadas y acuden a terapia?

El estado anímico es siempre bajo, demasiado bajo. Las víctimas de malos tratos han vivido situaciones límite y de gran impacto, cuando no traumáticas. La gravedad de los efectos, depende del tipo de violencia sufrida, de su intensidad, su intención, de los medios utilizados y también de las características de la víctima y del agresor.

De forma general, son personas con una personalidad muy dañada, que manifiestan una gran inseguridad, un pobre autoconcepto, cambios en el estado de ánimo, y un alto nivel de desconfianza. Algunas personas suelen manifestar síntomas de depresión, ansiedad, ideas e incluso intentos fracasados de suicidio.

Los comentarios más comunes hechos por víctimas de malos tratos son “Me lo merecía”, “Él me quiere pero se le fue la mano”, “Yo me porté mal”, “No tuvo otra opción”, “Si pido ayuda se reirán de mí/no me creerán”.

B. R.: ¿Cuál es, a grandes rasgos, la intervención psicoterapéutica y legal que realiza un psicólogo ante un caso así?

Es algo bastante complicado. Los psicólogos estamos obligados a mantener una confidencialidad para con nuestros pacientes, pero también como cualquier otro ciudadano, tenemos la obligación legal de denunciar cualquier tipo de delito. Aunque juntar estas dos obligaciones en las profesiones sanitarias, siempre es un arma de doble filo.

Lo primero que se le viene a uno a la cabeza es denunciar el caso ante las autoridades, y eso es una decisión muy acertada cuando hablamos de menores de edad. Sin embargo cuando hablamos de personas mayores de edad o incluso menores maduros, siempre ha de primar la ayuda como primera opción.

No debemos olvidar que cualquier persona que nos confiese un caso de violencia, nos está abriendo la puerta a un secreto muy difícil y como ya hemos dicho, silenciado, en acción u omisión por el entorno.

La opción más fácil, es acordar con la persona afectada los límites de nuestra confidencialidad y dejar muy claro, que la misma se romperá sin previo consentimiento en caso de que alguna vida (la propia o la de terceros) se vea amenazada. Una vez establecido esto con la víctima, queda un largo proceso donde se trabajan temas como la autoestima, las habilidades sociales, el amor propio y el saber marcar límites, entre otros.

B. R.: ¿Qué puntos en común tienen las personas que ejercen maltrato físico o psicológico? ¿Podemos hablar de un perfil típico o hay maltratadores muy dispares?

Excluyendo patologías mentales, son personas con escasa inteligencia emocional, comparten una autoestima realmente baja, y por ende, un gran nivel de inseguridad, la asunción de responsabilidad es externa, con poca tolerancia a la frustración y una bajo nivel de gestión emocional y empatía hacia sí mismos y los demás.

En mi experiencia pude comprobar que se sienten mal consigo mismos, incluso algunos llegan a odiarse, y cuanto más se odian y cuanto peor se sienten, más posibilidades tienen de cometer algún tipo de violencia.

B. R.: Las muertes por violencia de género parecen ir en aumento en los últimos años. De hecho -tal como hemos visto la tabla facilitada por el Ministerio de Sanidad- en lo poco que llevamos de año ya ha habido ocho personas asesinadas. ¿Qué medidas debería tomar el gobierno entrante para minimizar este fenómeno?

Dar información sobre cómo abordar a los demandantes sería la más importante, pues como te he comentado antes, no es poco común el culpabilizar a la víctima por parte de organismos públicos.

Dejando eso a un lado, se han dado grandes avances en este tema, ahora existen más medios como teléfonos a los que llamar de forma anónima y totalmente gratuita, existen numerosos grupos de ayuda y medidas judiciales, aunque no tanto como antes, aun se sigue olvidando el origen. La información y prevención de dicha problemática desde los primeros años en las escuelas.

Fuente:https://psicologiaymente.net/entrevistas/entrevista-psicologa-experta-violencia-genero

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México: Aumenta discriminación contra personas con sobrepeso, mujeres y por color de piel: CNDH

México/19 de Diciembre de 2016/El Imparcial

Un 46.2% de personas entrevistadas asocia a las mujeres con actividades del ámbito privado, como la administración y la organización del hogar; a 47.7% de los hombres se les asocia con trabajos de fuerza.

México sigue siendo un país desigual y discriminatorio. Lo que cambia son los niveles y las personas que lo padecen. Entre 2007 y 2015, la percepción de discriminación contra las mujeres pasó de 31% a 34%, respectivamente, y la región con mayor proporción de este fenómeno es el Bajío, donde 5 de cada 10 asegura que existe discriminación sólo por género.

El grupo con mayor aumento de discriminación son las personas con sobrepeso. Hace 8 años, 18.7% de la población percibía algún acto discriminatorio por su aspecto físico, pero en 2015 pasó a 26.8%. Mientras que la discriminación por color de piel cambió de 9.3% a 16.6%.

Estos son resultados de la Encuesta de desigualdad y no discriminación por razón de género 2015, realizada por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), donde hace un comparativo del comportamiento de los mexicanos entre 2007 y 2015.

De acuerdo con el análisis, el género sí es un elemento que puede ser considerado como factor de discriminación por la población. Al preguntar si perciben discriminación por ser hombres o mujeres, sólo 6.1% no detecta que ocurra.

Sin embargo, 40.5% de las personas consideran que existe discriminación por ser mujer, mientras que un porcentaje menor (14.3%) dice que hay discriminación por ser hombre.

Al desagregar los datos por regiones, se observa que no es lo mismo desarrollarse en Tamaulipas, que en Querétaro o Chiapas. En la región Noroeste perciben mayor discriminación por ser hombre (17.7%) y reportan un menor porcentaje de discriminación por ser mujer en comparación con el resto del país (25.7%).

La zona del Bajío (Aguascalientes, Guanajuato, Querétaro y Jalisco) reportan el mayor porcentaje de percepción de discriminación por ser mujer (53.8%) y un menor porcentaje por ser hombre (11.4%).

En el análisis sobre los grupos poblacionales que pueden ser más vulnerables a actos discriminatorios, las personas con discapacidad (43.6 %), las personas con VIH/SIDA (34.8 %) y las mujeres (34.4 %).

En el primer caso, los actos discriminatorios han disminuido en los últimos 8 años. En 2007, la percepción que las personas con alguna discapacidad eran discriminadas ascendía a 50.7%, en 2012 disminuyó 48.9% y en 2015 descendió a 43.6%.

Lo mismo ocurrió con las personas con VIH/SIDA. La percepción que eran discriminados era de 55.2% en 2007, aumentó a 62.3% el año siguiente y desde 2009 registró un descenso hasta llegar a 34.8% en 2015. En ambos casos han existido campañas de sensibilización y políticas de inclusión para personas con discapacidad, aunque sigue registrándose casos discriminatorios.

En el caso de las mujeres, la percepción ha cambiado en los últimos ocho años. En 2007, la percepción de discriminación era de 31%; aumentó a 37.3% en 2009, prácticamente tuvo lo mismo en 2010 (37.8%) y 2011 (33.4%), pero aumentó entre 2012 y 2013 hasta llegar a 41.7%. Para 2014 bajó a 33.3% y en 2014 incrementó a 34.4%.

Como se observa en la siguiente gráfica, los aspectos relacionados con la salud como el sobrepeso y enfermedades mentales, también aumentaron la percepción de discriminación. Otros casos de aumento es el nivel económico, el color de piel, migrantes y personas extranjeras.

Aunque por razones físicas, un hombre es más fuerte que una mujer y, por ende, puede ser más vulnerable en una situación de agresión, 49.7% de los hombres asegura que las mujeres ejercen violencia contra ellos. Sobre todo en la región del Bajío.

Sobre las razones de las agresiones, las respuestas cambian de acuerdo al sexo del entrevistado: los hombres señalan que es por “inestabilidad emocional o celos” (33.3 %) mientras que la respuesta que con mayor frecuencia dijeron las mujeres fue “como defensa o reacción frente al agresor” (39%).

Respecto a la opinión sobre quién ejerce más violencia, según el sexo del entrevistado, se puede constatar que en ambos casos predomina la idea de que son los hombres. El 69.1% de los hombres considera que ellos ejercen más violencia, mientras que cuando se pregunta a las mujeres, el porcentaje es de 74.2%.

La violencia contra las mujeres es un problema de “gran dimensión y una práctica social ampliamente extendida en todo el país”, sostiene la CNDH en su encuesta, toda vez que 63 de cada 100 mujeres de 15 años y más ha experimentado al menos un acto de violencia de cualquier tipo: emocional, física, sexual, económica, patrimonial, y discriminación laboral.

La agresión ha sido ejercida por la pareja, el esposo o novio, algún familiar, compañero de escuela o del trabajo, alguna autoridad escolar o laboral o bien personas conocidas o extrañas.

La violencia física y la violencia psicológica son consideradas como las más frecuentemente ejercidas contra las mujeres. Mientras que la violencia patrimonial es la menos citada.

Hombres a mantener, mujeres al hogar…

Entre la población, existe la percepción de desigualdad entre mujeres y hombres, pero hay variaciones en cuanto en qué ámbitos tienen más oportunidades.

De los encuestados, 37.8% considera que en el hogar sí hay igualdad, mientras que la percepción va decreciendo en otros rubros (35.9%), trabajo (23.9%), comunidad (18.7%) y política (18.5%).

Sin embargo, un mayor porcentaje de las personas entrevistadas asocia a las mujeres con actividades del ámbito privado, como la administración y organización del hogar (46.2%), el trabajo manual (41%), el cuidado y la educación de los hijos (32.2%); por otra parte, a los hombres se les asocia con la impartición de justicia (23.1%), los trabajos de fuerza (47.7%), dirigir un partido político (23.8%), y con ser presidente (25.3%).

Además, las tareas siguen siendo diferenciadas por género. 35% considera que los hombres siempre hacen reparaciones en casa, mientras que las actividades que los hombres realizan con menos frecuencia son: lavar y planchar la ropa (46.9 %), cocinar (38.7 %) y cuidar personas enfermas o adultos mayores (37.8 %).

Quienes considera que “únicamente el hombre” debe ser el responsable de mantener el hogar, ha decrecido entre 2007 y 2015 (pasó de 31.5 % a 25.4 %); mientras que, en sentido inverso, el porcentaje de entrevistados que considera que únicamente la mujer debe ser la responsable de mantener el hogar ha aumentado en los mismos años (de 2.9 % a 13.3 %).

En el estudio también se observó que la aceptación o rechazo a un cambio en cuanto los roles que tradicionalmente se han asignado a hombres y mujeres, puede suscitar conflictos al interior del hogar. 41.6% de los entrevistados asegura que se dificulta un poco la relación de pareja cuando ambas personas trabajan y dicho porcentaje ha ido en aumento, toda vez que en 2010 sólo 34.3% opinaba eso.

Fuente: http://imparcialoaxaca.mx/nacional/faE/aumenta-discriminaci%C3%B3n-contra-personas-con-sobrepeso-mujeres-y-por-color-de-piel-cndh

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República Dominicana: Educación en derechos humanos erradicaría la violencia contra las mujeres

República Dominicana/15 diciembre 2016/Fuente: El Nuevo Diario

El Instituto de Investigación y Estudios de Género y Familia de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) demandó la aplicación de políticas públicas para la formación en derechos humanos, como estrategia nacional para enfrentar todas las formas de violencia contra las mujeres, incluyendo el feminicidio.

Mediante documento de prensa emitido con motivo del Día Mundial de los Derechos Humanos por el Instituto de Investigación y Estudios de Género y Familia de la academia estatal, Virtudes de la Rosa, directora de esa unidad académica, consideró que “mientras la sociedad dominicana continúe siendo una sociedad desconocedora de los derechos humanos, vamos a seguir estremeciéndonos con casos desconcertantes de violencia contra niñas, adolescentes, jóvenes, mujeres adultas y adultas mayores”.

 Agregó que “la violencia de género impide que las mujeres podamos ejercer a plenitud derechos humanos fundamentales como el derecho a la vida, a la integridad personal, a la salud, a la igualdad y no discriminación, a la libertad, al trabajo, a la educación y al acceso a la justicia”.

La funcionaria y profesora universitaria explicó que “no por casualidad la jornada internacional de movilización “16 días de activismo contra la violencia de género”, que inicia el 25 de noviembre, concluye en una fecha tan significativa como es el Día Mundial de los Derechos Humanos”.

De la Rosa opinó que la educación en derechos humanos, y en particular sobre los derechos humanos de las mujeres, debe incluirse como un eje fundamental en todos los niveles de la educación formal y promoverse en todos los espacios de socialización e interacción, tales como las familias, los sindicatos, las empresas, las instituciones públicas y las iglesias, entre otros.

Aseguró que la aplicación de una política pública promotora de los derechos humanos beneficiará no sólo a las mujeres, sino también a los hombres, pues “múltiples problemáticas que afectan a éstos, como las crecientes tasas de muertes por accidentes de tránsito y otras muertes violentas que ocurren con frecuencia entre ellos tienen en su base el desconocimiento e irrespeto a los derechos humanos y, por supuesto,  forma de los hombres asumir la masculinidad, que está basada en el dominio y el control de los demás, y especialmente de las mujeres”.

Recordó que República Dominicana es un Estado miembro de la comunidad internacional que asumió el compromiso de hacer efectivas las medidas contempladas desde 1948 en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, “que han sido ampliadas en función de las necesidades y demandas crecientes de grupos oprimidos, así como del enfoque global, que tiene que ser cada vez más incluyente e integral”.

Refirió el Plan Nacional de Derechos Humanos propuesto por instituciones del Estado y organizaciones de la sociedad civil con apoyo de organismos de cooperación y abogó por la ampliación de los actores sociales en su diseño, con meta en beneficiarios y beneficiarias, así como por su puesta en marcha con la voluntad y el compromiso de todos los sectores de la sociedad dominicana.

Fuente:http://www.elnuevodiario.com.do/app/article.aspx?id=511437

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España: Emergencias publica libro electrónico dirigido a los policías locales

España/12 de Diciembre de 2016/La Vanguardia

La Agencia de Seguridad y Respuesta a las Emergencias ha publicado un libro electrónico para que los policías locales puedan tener a su disposición materiales y recursos educativos sobre los que trabajar en las charlas que imparten en los centros escolares.

Acoso escolar o ‘bullying’, racismo, violencia de género, drogas y redes sociales y riesgos asociados al uso de internet son algunos de los temas que suelen tratar los agentes cuando acuden a los centros escolares, según un comunicado de Generalitat.

La realización de esta guía práctica surge como resultado del curso de capacitación pedagógica para docentes que participan en las charlas educativas de los centros escolares impartido desde el año pasado en el Instituto Valenciano de Seguridad Pública y Emergencias (IVASPE) dentro de sus planes de formación continua.

Han sido los propios policías locales y docentes que cursaron esta acción formativa quienes han trabajado en el desarrollo de los materiales y recursos que hoy conforman el libro electrónico.

Un material que se puede descargar en el enlace http://www.presidencia.gva.es/web/seguridad/publicaciones y cuyo objetivo es facilitar la preparación de los agentes para impartir las charlas sobre los temas que más preocupan a la sociedad.

El director de la Agencia de Seguridad y Respuesta a las Emergencias, José María Ángel, ha explicado que la idea de este proyecto es «contribuir a la formación de calidad de estos profesionales y valorar la función socio educativa de la policía».

«Se quiere romper estereotipos sociales negativos y acercar su figura al ciudadano, como agentes de actuación en la comunidad educativa que participan directamente en acciones destinadas al alumnado, al profesor y a los padres», ha agregado.

Según Ángel, esta nueva apuesta formativa impulsada desde el IVASPE «redundará en agentes más cualificados para contribuir a la mejora de la seguridad y la convivencia en los entornos escolares».

Fuente: http://www.lavanguardia.com/local/valencia/20161208/412484057169/emergencias-publica-libro-electronico-dirigido-a-los-policias-locales.html

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Trabajadoras de la Educación reflexionan sobre equidad de género, e incidencia en las Políticas Públicas

Centro América/ Costa Rica/ 8 de diciembre de 2016/Fuente: ei-ie-al

Del 5 al 7 de Diciembre se llevó a cabo en Costa Rica el Encuentro Subregional de Centroamérica, México y República Dominicana de la Red de trabajadoras de la Educación, organizado por la Internacional de la Educación para América Latina. En la misma, participan distintos organizaciones sindicales de docentes quienes participan del análisis de coyuntura, la discusión sobre la violencia de género y los espacios de decisión dentro de los gobiernos y organizaciones y el llamado a la igualdad de mujeres y hombres. Puede ver fotos aquí

El 5 de Diciembre de 2016 inicio en Costa Rica el encuentro Subregional, con presencia de asistentes de los sindicatos afiliados a la Internacional de la Educación: ANDE y SEC de Costa Rica, CGTEN-ANDEN de Nicaragua, COLPROSUMAH,  COPRUMH, COLPEDAGOGOS y COPEMH de Honduras, STEG de Guatemala, SNTE de México; y ADP, AMPROTED y FAPROUASD de República Dominicana.

Al inicio de la actividad, Edgardo Morales, Secretario general del SEC, recordó la importancia de manejar información sobre coyuntura regional con enfoque de género. Por su parte, Gilberto Cascante, Presidente de la ANDE, recalcó la importancia de fortalecer la red de igualdad y de esta manera desarrollar conciencia en las mujeres y hombres. Cascante enfatizo en la importancia estratégica de esta Red de Igualdad para promover la democratización de las organizaciones de la educación.

Liliam Andino, integrante del Comité Regional de la IEAL,  se refirió a la violencia de género en Honduras, y la difícil situación que viven las mujeres en ese país.

Combertty Rodríguez, Coordinador general de la IEAL, recordó sobre la necesidad de definir y promover política sindical, teniendo en mente la perspectiva de género y la equidad, y en tal sentido indico que la Red de Igualdad es un instrumento estratégico de gran importancia para las organizaciones sindicales de la educación.

La actividad contó con los aportes de invitadas que expusieron sus análisis en el tema de género.  Rita Meoño, Investigadora y Profesora de la Universidad de Costa Rica, comentó sobre la necesidad de organizarnos, articularnos, y colocar el debate en la agenda pública.
También se refirió a la manera en que la sociedad patriarcal condiciona la escogencia de puestos y carreras por género.  «Solo estudios con perspectiva de género nos permitirán proponer en el ámbito político.» Afirmó Meoño.

Monserrat Sagot, Socióloga especialista en género y profesora de la UCR, reflexionó sobre datos alarmantes sobre la violencia hacia las mujeres en la región. Así por ejemplo comentó: » La agresión física es la causa del 50% las muertes de las mujeres en el mundo…hablamos de prevención del cáncer, pero no hablamos de esto..». Así mismo, mencionó la importancia no solo de la alfabetización y educación en las mujeres, sino que debemos promover un balance social y económico justo.

Gabriela Bonilla, investigadora de la IEAL, afirmó que  como sindicatos, tenemos que promover  la voz de un conjunto de personas que no están teniendo respuestas. Además indicó que para los sindicatos, debe ser fundamental  el accionar del Estado en función de la sociedad, pues los sindicatos tenemos la necesidad de conocer la política de Estado.

Durante el tercer día, las y los asistentes al encuentro elaboran mesas de trabajo, en las cuales se plantea llegar a conclusiones sobre la necesidad de la implementación de política pública y acciones concretas para promover equidad dentro de las organizaciones sindicales.

Fuente: http://www.ei-ie-al.org/index.php/1394-la-red-de-trabajadoras-de-la-educacion-de-la-internacional-de-la-educacion-para-america-latina-realiza-un-analisis-de-coyuntura-reflexiona-sobre-violencia-contra-las-mujeres-y-la-incidencia-en-las-politicas-publicas

Imagen: www.ei-ie-al.org/images/161207IEAL.png

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La violencia doméstica y el consumo de drogas crece debido a las nuevas tecnologías

Por: Bertrand Regader 

La aparición y consolidación de nuevas tecnologías acarrea una mayor dependencia de la sociedad a estas nuevas formas de comunicación social, principalmente entre adolescentes. Desafortunadamente, los psicólogos señalan que estos nuevos formatos de interrelación han hecho aumentar la cantidad de conductas agresivas en las relaciones sentimentales.

Violencia doméstica en redes sociales

Al respecto, varios estudios realizados por la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género estiman que más de un 60% de los adolescentes han sufrido en sus carnes algún tipo de violencia de género mediante el uso de redes sociales o teléfono móvil. Asimismo, el 35% asegura haber recibido mensajes que les han causado miedo y angustia.

«El patrón de agresiones entre jóvenes y adolescentes sigue siendo idéntico a años atrás. Lo importante es “controlar” a la pareja y esto es más sencillo mediante las redes sociales y los teléfonos móviles. Los agresores suelen pedir “pruebas”, ubicaciones y obligan a mantenerse conectada a la pareja», comenta Barroso González, psicóloga de la UAE para mujeres adolescentes víctimas de violencia doméstica de la Dirección General de la Mujer en la Comunidad Autónoma de Madrid.

«Los jóvenes tienen una sensación de riesgo muy pobre y frecuentemente no conciben como conductas de riesgo el consumo de drogas que adquieren a través de internet o contestar a un mensaje de texto en el que se la increpa», advierte. «En nuestra clínica procuramos dejar claro a las jóvenes dos puntos esenciales: que un insulto es violencia, que nadie merece recibirlo y nadie tiene derecho a lanzarlo; y que deben valorar y tomar en consideración sus sentimientos y sensaciones, ya sean de tristeza, malestar o intranquilidad, y dejarse ayudar, cuenten o no con la aprobación de su entorno».

Violencia online

Las víctimas son frecuentemente obligadas a consumir sustancias estupefacientes o a realizar actos en contra de su voluntad. Este control que sufren puede conllevar trastornos adaptativosdepresiones, e incluso ciertos desórdenes en la conducta alimentaria, como vía de escape al intentar encontrar algún tipo de control sobre su cuerpo. En un porcentaje más pequeño, pueden sufrir estrés postraumático. El consumo de bebidas alcohólicas es la adicción más común en estos casos.

La red, facilitador de psicotrópicos

Se ha incrementado el uso de la red por parte de usuarios que quieren expandir o explorar sus límites mediante el uso de sustancias psicoactivas. El mercado que internet ofrece en este sentido es vasto: productos legales e ilegales, adictivos o no. En palabras de la doctora Elena Dengevic, «se trata de nuevos patrones de conducta en internet que pueden llegar a ser constitutivas de delitos. Los productos que se están ofertando en internet son sintéticos, no conocidos gran parte de ellos, y otros que sería difícil encontrar en la calle. Los portales web donde se venden son atractivas, comunes, y a pesar de todo, detrás hay un escenario ilegal, de adicción, que las autoridades están persiguiendo día y noche».

En este sentido, y gracias a que algunas drogas sí son legales en muchos países, «pueden adquirirse a través de la red sencillamente, pagando con tarjeta de crédito o PayPal. Días después, se entrega la mercancía mediante mensajero en el domicilio. No es lo mismo comprar drogas ilegales, pues este hecho sí es un comportamiento delictivo. La problemática trasciende lo sanitario, porque se intenta a diario regular y prohibir estas drogas, pero es inútil porque éstas cambian muy rápido», sentencia Dengevic.

El consumidor tipo se trata de un hombre de entre veinte y treinta años con estudios superiores deseoso de probar nuevas experiencias alterando su conciencia. Cada vez crecen más entre los consumidores habituales las mujeres y adolescentes sin experiencia previa. «Es vital intentar educar para poder prevenir el uso de sustancias ilegales. El hecho en sí no se puede evitar en muchas ocasiones, pero con información y formación en la materia se puede contribuir a un uso responsable. Sería interesante iniciar talleres o conferencias donde se expliciten los riesgos de consumir estas drogas», destaca Dengevic.

Finalmente, se ha indicado el potencial abuso y riesgos que se asocian a estas drogas, las cuales dificultan el diagnóstico de intoxicación por una sustancia en particular, pues en muchos casos el multiconsumo ha crecido. Más aún, conllevan una gran vulnerabilidad para la salud física y mental, ya que a menudo los profesionales son testigos de crisis convulsivas, problemas de corazón e incluso muertes.

Fuente: https://psicologiaymente.net/social/violencia-domestica-consumo-drogas-nuevas-tecnologias#!

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