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Se debe proteger a la mujer que denuncia y a los niños que viven con un violento

Argentina/08 junio 2016/Autor:Silvina Heguy/ Fuente: El Clarín

Diálogos a fondo. Caroline Andrew, politóloga.

Para combatir la violencia de género se debe realizar un gran número de acciones a la vez, donde es central la educación, explica la canadiense, experta en inclusión.

La ciudad como escenario de violencia y desigualdad, pero también como uno de posible inclusión. Con propuestas para discutir esta segunda opción llegó a Buenos Aires Caroline Andrew, directora del Centro sobre Gobernanza de la Facultad de Estudios Políticos de la Universidad de Ottawa. Con años en investigaciones en cuestiones de género pone el foco en las soluciones desde las esferas gubernamentales, universitarias y de la sociedad civil desde Canadá, un país que estrena un nuevo gobierno que marca un cambio de rumbo en las políticas de género. Con un esquema novedoso y con mucho de sentido común, Andrew propone acciones específicas para transformar los centros urbanos. En camino a las Jornadas sobre Empoderamiento de la Mujer y Liderazgo – Compartiendo Agendas Canadá-Argentina en la Universidad Nacional de Rosario y la embajada de su país, aseguró a Clarín que el momento a nivel mundial representaba una instancia interesante para analizar estrategias conjuntas entre distintos sectores de la sociedad y el Estado porque “los derechos de la mujer necesitan de acciones concretas con financiamientos efectivos”.

-¿Por dónde se debería empezar para llegar a una ciudad inclusiva?

-Por varios lugares. Hay diferentes formas de entrar a estos temas y construir una agenda para que la ciudad se vuelva inclusiva: un punto central es que la sociedad civil se implique. El gobierno debe ver a la sociedad civil como un sector que puede aportar soluciones y no generar problemas. El tema es que cada sector tiene su propia agenda. Es el Estado quien coordina las agendas de todos para lograr una única.   Uno de los grandes problemas en los centros urbanos de América Latina es la violencia de género.

-Usted que ha analizado el tema, ¿cuáles cree que son las estrategias efectivas para detenerla?

-En Canadá también es un grave problema. Hubo innumerables denuncias en las universidades. Incluso es uno de los temas sobre el que habló en su presentación el nuevo primer ministro Justin Trudeau al anunciar cuáles serían las prioridades de su gobierno en tema mujer: igualdad de salario, el segundo las guarderías y no menos importante, la violencia de género. En mi país probablemente uno de los problemas más graves e invisibilizados es la violencia contra la mujer de los pueblos originarios, hay unas 2.000 desaparecidas o muertas, que no se sabe bien qué pasó. El anterior gobierno federal dijo que no iban a hacer una investigación sobre ese tema y el nuevo dijo que obviamente lo harían. Hay un cambio de 180 grados con respecto a esto y es una estrategia válida.

-Pero, ¿cuáles serían concretamente más allá de los anuncios?

-La nueva ministra de Justicia es aborigen y conoce perfectamente este tema. El problema es grave porque la policía está involucrada con su mal comportamiento. El Ministerio de la mujer va a tener más presupuesto, es un tema vital que esto suceda para tener realmente políticas públicas que puedan llevarse a cabo y que no caigan en meros anuncios. Otro cambio es que ahora el Ministerio de la mujer podrá hacer campañas por los derechos de la mujer, antes no estaba contemplada la posibilidad.

–Además del financiamiento de políticas públicas, ¿cómo se comienza a cambiar culturalmente a una sociedad que permite la violencia contra la mujer?

–Es el punto más complejo de toda esta cuestión. Se debe hacer un gran número de acciones a la vez. Sobre todo en educación y con programas para los menores víctimas de la violencia. A ellos se los debe ayudar inmediatamente. Además de trabajar en los diferentes niveles de educación. Funcionan bien las campañas publicitarias. Se debe proteger a la mujer que denuncia, a los niños que viven con un violento, implementar campañas en las escuelas y fomentar programas universitarios para investigar el tema.

-En una ciudad poco inclusiva, los inmigrantes son parte de los excluidos, ¿cómo se pueden aplicar medidas para impedir estas situaciones?

-Cuando hablamos de diversidad siempre se tiene en cuenta a las mujeres y también a los inmigrantes. Y las mujeres inmigrantes constituyen uno de los grupos más vulnerables en cualquier centro urbano. Tienen grandes dificultades, incluso cuando poseen un alto nivel de educación, porque a pesar de eso no consiguen trabajo. En Canadá se dan muchos casos de este tipo. Tampoco encuentran guarderías y escuelas para sus hijos. A partir de la crisis de refugiados este problema también se da en Europa y en los países receptores. Uno de los programas que funciona con buenos resultados es uno que se llama “Una ciudad para todas las mujeres”. Está destinado a inmigrantes que no encontraron una inserción laboral en lo que se formaron. La ciudad de Ottawa no sólo da material informativo para ellas si no que también se comprometió a ofrecerles pasantías de seis meses para que logren una experiencia de trabajo canadiense. Eso les permite entender la lógica del mercado laboral local y, al mismo tiempo, dan un paso hacia adelante, logran además ser recomendadas con una carta de referencia. Es un programa pequeño, efectivo y fácil de copiar.

Fuente:

http://www.clarin.com/opinion/proteger-denuncia-ninos-viven-violento_0_1559844391.html

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La cultura de la violencia de género

Ilka Oliva Corado

Existe,  lo vemos todos los días, está enraizada en los patrones de crianza, en el sistema patriarcal, en los factores socioculturales: la violencia contra las mujeres es real y también se acepta algo  como natural en  nuestra sociedad misógina y machista. Para la violencia de género no existen fronteras territoriales ni distinción de clase social, color, credo y grado de escolaridad. Es imperceptible debido a que es  solapada.

Una violencia que se ejerce a todo nivel,  que es ilimitada y que no sorprende. Que no  asombra, no indigna, no encoleriza. La cultura de la violencia de género tiene sus cuñas en los estereotipos, en las religiones creadas para oprimirla, en una educación patriarcal, en un sistema que  invisibiliza a la mujer como ser humano y la denigra constantemente: que la abusa en sus derechos y la excluye de la justicia.

Esa cultura que va desde la negación a  los derechos laborales, a la igualdad social, al aborto. A la educación, salud, progreso.  Que a la víctima la re victimiza, que al victimario lo aplaude por macho alfa. Normas establecidas que tienen que ver con la doble moral, hipocresía,  miedo y el vivir de apariencias. Razones por las cuales no se denuncian los abusos emocionales, físicos, sexuales y en consecuencia los  feminicidios.

Y cuando una víctima se atreve a denunciar resulta siendo juzgada por la sociedad que la acusa de culpable. Ni qué decir de un sistema de justicia que la sentencia y deshonra acusándola de mentirosa, dejando libre al agresor. Mismo agresor que en venganza va y la asesina en los terribles e innumerables feminicidios que a ninguna sociedad importan.

La cultura de la violación sexual, también naturalizada que como toda respuesta nos dice: es mujer. Es mujer no pasa nada, es tan solo una mujer: un objeto, un rastrojo, una esclava.  Esa cultura que va desde la asignación de roles, colores. Que nos dice cómo debemos pensar,  cómo comportarnos, qué sí y qué no hacer conforme a nuestro género. Y que si nos salimos de la norma entonces lo que nos suceda es completamente nuestra culpa. Aún viviendo bajo los parámetros marcados por el patriarcado también nos acusa y nos culpa. A nivel mundial la existencia de leyes que esclavizan a la mujer.

La cultura de la violencia de género que nos dice que las mujeres somos el sexo débil, que no podemos practicar deportes asignados para hombres, que no podemos ejercer profesiones  u oficios que milenariamente han sido asignados a hombres. Que nos dice que nuestro rol en la vida es el de ser madres, limpiar la casa y cuidar de nuestros hijos. Satisfacer sexualmente a nuestros hombres. Vivir para ellos.  ¡Y pobre de la que decida salir de la norma y amar a otra mujer! Porque se le denigra, se le golpea, se le viola y asesina. Y peor aún: era tan solo una lesbiana que no llegaba siquiera a ser mujer. Caso cerrado desde que entra el cuerpo a la morgue.

Esa violencia que está en la escuela, en la televisión, en la radio, en el arte, en todo. En todo lo que nos rodea.

La forma en que los noticieros manejan la información en casos de violencia de género: con sesgo, estereotipos y patriarcado. Mujeres que a conveniencia personal apoyan el patriarcado, decidiendo con esto vivir en la sumisión de por vida y en las sombras.

Esa cultura que nos niega la realización personal y a vivir en nuestro propio albedrío.

Hay mucho qué decir de la cultura de la violencia de género desde cualquier plataforma, y sus razones y sus consecuencias y a quiénes beneficia. ¿Qué es lo que no nos permite reaccionar ante esta atrocidad? ¿Qué es lo que no nos permite denigrarnos y despertar en masa cada vez que se viola a una niña, adolescente o mujer? ¿Cuando se le golpea y asesina? ¿Qué es lo que no nos permite crear la cultura de la prevención? ¿La reestructuración de la sociedad y de los patrones? ¿Qué es lo que no nos permite respetarnos? ¿Valorarnos como seres humanos iguales en derechos?

¿Qué tan profunda es nuestra indiferencia que no nos duele y  no nos enfurece cada vez que sabemos de un feminicidio? ¿De una mujer agredida? ¿De una injusticia en los derechos laborales? ¿De un Estado que no invierte en políticas de desarrollo para la mujer? ¿Cuándo dejaremos de vivir con estereotipos, con religiones misóginas y opresoras?  ¿Cuándo vamos a cambiar normas patriarcales para criar niños sanos que no violenten en ninguna de las etapas de su vida?

 ¿Cuándo vamos a vernos con la certeza de ser tan solo una partícula en la inmensidad del tiempo? ¿Y que tan fugaz es nuestro paso por la tierra que vamos a poner todo nuestro empeño en que la equidad y el derecho a ser y a vivir en el libre albedrío no se castiguen?  ¿Cuándo tendremos la entereza para cambiar la cultura de la violencia de género por la  del respeto?

Son tantas las maneras, los arquetipos en que todos ejercemos la violencia de género que muchas veces no nos damos cuenta que lo estamos haciendo, porque es algo que está ahí de planta,  tan naturalizado como el aire que respiramos, como el pulso cardiaco, el parpadear.  Pero la violencia de género es  algo aprendido por lo tanto se puede cambiar.  Por supuesto que tenemos la capacidad para  eliminar el patriarcado, el machismo, la misoginia y la indiferencia. La pregunta es: ¿cuándo lo haremos?

Fuente del articulohttps://cronicasdeunainquilina.com/2016/06/02/la-cultura-de-la-violencia-de-genero/

Fuente de la imagen: http://tribunainterpretativa.com/wp-content/uploads/2013/11/violencia-de-g%C3%A9nero_elefectogalateacom.jpg

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La mujer que educa al hombre

Por: CLAUDIA URIBE

23 de Abril de 2016

Pensando en la Colombia de hoy y la del futuro, me acordé de un amigo que habiendo sido gobernador encontró un territorio azotado por el caos de los negocios de la droga, que llegaron como un analgésico contra la pobreza, pero lo que hicieron fue incrementar la violencia y el deterioro social. Remover en esta región la inseguridad y falta de esperanzas, decía mi amigo, no es solo gobernanza, políticas públicas y presupuestos robustos. Este viejo zorro decía que nuestra sociedad está enferma no solo por la pobreza, sino por la codicia.

Colombia no requiere más diagnósticos, pasemos a la acción. He madurado una idea, para llegar a las justas proporciones de una Colombia que contradiga a Pablo Milanés al decir: “Nuestra Sociedad es un buen proyecto para el mal…”

Mi plan son las mujeres, madres actuales y potenciales, para que junto con los padres, transmitan el valor del respeto y el trabajo. “La Mujer que educa al hombre” es mi propuesta.

Me dirán, de qué habla, si a las mujeres y a la igualdad de género las ampara la Constitución y están incluidas en las políticas públicas. Sí, pero las políticas no han llegado a apoyar a la mujer como madre en su rol de reconstruir el tejido social.

El ciclo de la pobreza y la violencia se vive en “la familia”, las madres la transmiten otra vez. Las madres y el núcleo familiar son el detonante social que hay que articular.

Muchas madres están solas, casi 40% de los hogares en Colombia tienen madres cabeza de familia obligadas a dar el sustento económico y el moral. Es una realidad cruda porque lo ideal es que padre y madre sean la raíz que empuja el árbol de la vida y los valores. Pero cuando la madre está sola, es la raíz.

La madre transmite lo aprendido: si vivió violencia, la repetirá con sus hijos y sus hijos con los suyos. Si la madre sola educa sus hijos, aprenderán que a los hogares los comanda la mujer, y por ello, los hombres pueden abandonar sus hijos. El ciclo se repetirá ¡y hay que revertirlo!

Conozco madres que viven muy mal, y no ven problema en que sus hijos hombres se emborrachen, roben o violen y se resignan a que sus hijas sean las “hembras” de hombres que las embarazan y abandonan. No califico a los hombres de machistas irresponsables y reconozco que en Colombia hay un fenómeno social mucho más profundo.

Los objetivos para el Desarrollo Sostenible lanzados en 2015 son una oportunidad para que los programas de género, reducción de la inequidad y la búsqueda de la paz incluyan a las madres, que necesitan proyectos y campañas que promuevan los valores, comenzando por el respeto y el trabajo digno. Colombia lo necesita pero seguramente otros países también.

Fuente: http://www.eluniversal.com.co/opinion/columna/la-mujer-que-educa-al-hombre-10460

Imagen tomada de: https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/2/24/Nicolas_de_Largilli%C3%A8re_-_Madre_e_Hija,_c._1712.jpg

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Los alcances del fracaso

La pandemia de las violaciones sexuales cubre al planeta entero

Por Carolina Vásquez Araya

El caso más reciente: Una niña violada por 30 hombres adultos en una favela de Brasil, cuyo impacto provocó manifestaciones en ese país y repudio en todo lugar en donde llegó la noticia, nos enfrenta con una realidad de violencia tan extendida como impune. Ante esto, cabe preguntarse qué hubiera pasado si los violadores no hubieran compartido las imágenes de su perverso acto de crueldad, en su entusiasmo por divulgar su hazaña.

Lo más probable, hubiera pasado inadvertido. Si la niña denunciaba pondría en riesgo su vida y la de su familia, dado el carácter de 33 hombres adultos reunidos con el propósito de pasar un momento de “diversión” a costa de una adolescente indefensa. Es decir, la visión panorámica de una construcción cultural en la cual no existe el concepto de respeto por la vida, el cuerpo y la integridad de las mujeres, no importa cuál sea su condición.

Hemos visto agresiones de todo tipo, en todas partes. No es algo excepcional ni aislado. A un lector que criticó mi exposición del caso de Nabila en Chile, afirmando que estos temas –feminicidio, violaciones, acoso y violencia intrafamiliar- no tienen relevancia internacional, le respondo: Estos temas ya han ingresado en el listado de las políticas urgentes si queremos reparar el tejido de nuestras sociedades enfermas, y la comunidad internacional así lo considera. La violencia en contra de las mujeres es un rasgo cultural de toda sociedad patriarcal y urge combatirlo.

Las violaciones y otra clase de agresiones sexuales contra niños, niñas y adolescentes rebasan en mucho las cifras oficiales. Existen familias enteras integradas a fuerza de violaciones en cadena, como el caso de una niña de 12 años embarazada de su padre, quien a su vez violó y embarazó consecutivamente a 3 generaciones que siguen viviendo bajo el mismo techo. Es decir, la niña es también hermana de su madre y de su abuela. Estos casos, poco divulgados pero frecuentes en las áreas rurales, constituyen la muestra indiscutible de la situación de marginación en la cual crecen las niñas, cuyos cuerpos están a la disposición de quien quiera tomarlos, explotarlos y desecharlos.

En países como Guatemala, en donde falta la presencia del Estado en grandes extensiones del territorio y, por tanto, tampoco hay un sistema de justicia y protección, el escenario es aún más devastador. Quienes sufren los abusos sexuales y otras agresiones físicas, psicológicas y económicas, callan por temor o por un arcaico convencimiento –transmitido por generaciones- de que así es la vida para las mujeres.

El reciente informe divulgado por UNICEF y CICG sobre La Trata de Personas con fines de Explotación Sexual en Guatemala, pone en claro la dimensión dantesca de este fenómeno y cómo existe y prospera gracias a sus poderosos nexos con las autoridades de Gobierno y algunas de sus instituciones. El análisis, sobre una muestra de sentencias judiciales –lo cual solo refleja parte de los casos reales- determina que un 57 por ciento de las víctimas son niños, niñas y adolescentes y, en el caso de las niñas, la mayoría destinadas a explotación sexual, muchas veces dando servicios a más de 30 hombres por día. Un horrendo escenario de esclavitud, de impunidad y una evidencia del subdesarrollo humano de nuestras sociedades.

Los números, sin embargo, son fríos. No reflejan el drama cotidiano de las víctimas, quienes pierden su vida y oportunidades en un sistema que las margina desde su nacimiento. Determinar la responsabilidad por este fracaso colectivo es la tarea pendiente para la ciudadanía.

elquintopatio@gmail.com

Blog de la autora: https://carolinavasquezaraya.com

@carvasar

Foto tomada de: http://kaosenlared.net/wp-content/uploads/2016/05/13323569_848619968614740_6012271757412244167_o-1024×669.jpg

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Argentina: «Se reciben unas 300 denuncias semanales por violencia de género»

LaCapital/03 de junio de 2016/Por: Lucía Demarchi

Así lo aseguran desde Ademur, una organización que acompaña a las víctimas de esta problemática en el camino judicial.

«Cuando las chicas llegan a nosotras se puede leer que están en problemas y que necesitan ayuda, y entonces las acompañamos en ese recorrido. Porque los pasillos de los Tribunales y de otras instituciones de este tipo son de mucha soledad», considera Aurora. Y es que ella misma recibió el apoyo de otras militantes cuando comenzó su derrotero en contra de su ex, que en junio de 2014 quiso arrojar a la hija de ambos, de cuatro años, desde la terraza de un edificio.

Luego del 3 de junio de 2015, —cuando fue la primera marcha nacional de «Ni una menos» convocada tras el femicidio de Chiara Páez, en Rufino— la problemática de la violencia de género se hizo manifiesta y las denuncias por este tipo de sometimientos aumentaron. De acuerdo con datos del Ministerio Público de la Acusación, a fines del año pasado se recibían unas 30 denuncias por cada día hábil. Según las militantes de Ademur, hoy esos números se han duplicado. «Se están registrando unas 300 denuncias por semana, o sea, cerca de 60 por día (hábil)», aseguran.

Una de las principales exponentes de Ademur es Fernanda Serna, que también tiene una historia pesada de violencia de género. En mayo de 2013, Fernanda terminó con el 45 por ciento de su cuerpo quemado luego de que su pareja la prendiera fuego. Ella y Aurora se conocieron en la puerta de Tribunales, el día que dictaban la sentencia en la causa de Rosalía Benítez, una mujer que fue atacada de seis balazos por su marido, que en primera instancia recibió sólo 10 años de condena. «Yo la conocí a Fernanda con un megáfono en la mano», se acuerda Aurora.

Hoy, ellas dos, junto a otras 15 personas que integran la organización, ayudan a otras que atraviesan situaciones similares. «Las acompañamos en su recorrido, juntamos pruebas, hacemos el seguimiento de sus causas. Ocupamos el espacio que debería ocupar el Estado. Porque sabemos cuáles son los tiempos de la Justicia, lo mal que la pasamos y la necesidad de sentir que algo se está haciendo. Que hay un lugar de contención. La Justicia tiene sus tiempos, que no son nuestros tiempos.», explica Fernanda.

¿Por qué refieren a la resiliencia? «Es una de las características más lindas que tiene el ser humano, que es convertir lo negativo en positivo, el dolor en amor. Eso es lo que tratamos de hacer nosotras. Todas venimos de situaciones más o menos violentas y de todos nuestros aprendizajes y experiencias tratamos de ayudar a otras mujeres», dice Fernanda.

Y Aurora agrega: «Este es un espacio donde un montón de mujeres resilientes y luchadoras nos juntamos para aunar una multiplicidad de recorridos en una misma tarea: la de ayudarnos y acompañarnos».

Tomado de: http://www.lacapital.com.ar/se-reciben-unas-300-denuncias-semanales-violencia-genero-n798283

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Argentina: 3 de Junio #NiUnaMenos Jornada Nacional de Lucha contra la violencia hacia las mujeres

Publicado originalmente en CTERA el 31 de mayo del 2016

CTERA ELABORÓ UN CUADERNILLO SOBRE LA TEMÁTICA PARA TRABAJAR EN TODAS LAS ESCUELAS DEL PAÍS.

La CTERA adhiere y convoca a las distintas marchas que se efectuarán el 3 de junio en todas las plazas del país para sensibilizar y visibilizar sobre la Violencia hacia las mujeres. Las niñas, adolescentes, mujeres jóvenes y adultas, son violentadas cotidianamente tanto psicológica, simbólica, como físicamente, llegando –en muchos casos- al femicidio como máxima expresión de la violencia.

La Secretaria General de CTERA, Sonia Alesso, expresó: «Como parte de un colectivo amplio, plural y diverso que conforman organizaciones sindicales, sociales, compañeras que trabajan las políticas de género. Marcharemos en todas las plazas del país el 3 de junio para decir NI UNA MENOS. Para que se de cumplimiento a la Ley 24685 de protección integral  para prevenir, sancionar y erradicar la violencia a las mujeres.”

Reclamar al Estado Nacional y los provinciales se destinen fondos para proteger y erradicar la violencia contra las mujeres.

Alarman los casos de violencia de género que se han incrementado en estos años.

Nosotros, desde CTERA, como trabajadores de la educación vamos a trabajar con un cuadernillo en todas las escuelas del país para trabajar con maestros y profesores estas temáticas.

Hay también un gran debate cultural que tiene que ver con poder implantar políticas de prevención para que  estos hechos no sucedan nunca más.

Es necesario participar activamente en las escuelas, es necesario hacer un trabajo docente, pedagógico, que se manifiesta en las calles sino también en las escuelas, porque hay una batalla política, legal, pero también tiene que ver con una batalla cultural.

Desde CTERA, que siempre hemos trabajado las temáticas de género, vamos a estar activamente en las escuelas y en las plazas del país para decir NI UNA MENOS.»

El cuadernillo elaborado por CTERA puede bajarse de la página de nuestra entidad www.ctera.org.ar

   Alejo Demichelis                                        Sonia Alesso

Secretario de Prensa                                 Secretaria General

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Reseña de la película: Después de Lucía

Por Gloria Carrasco

En México 2012, se produce esta obra cinematográfica, que no por error recibió la mención “Una Cierta Mirada” en el Festival de Canes el mismo año de su producción. Su Director Michel Fracnco recibió ademas el premio Chicago International Film Festival y la película fue la seleccionada por el país para optar al premio Oscar. Debido a su denuncia y la importancia en su mensaje, la cadena Cinéposlis la exhibió en funciones gratuitas en algunas salas cinematográficas. Vale destacar que los actores y director, realizaron entrevistas a victimas y victimarios de de Bullyng para apropiarse de sus actitudes a la hora de Actuar.

El argumento está basado en la historia Roberto (Hernán Mendoza) y su hija Alejandra, de 17 años (Tessa Ía), quienes deprimidos por la muerte de su esposa y madre, en un accidente automovilístico, se encuentran solos en una relación difícil; con la notable ausencia del pilar de la familia, carencias afectivas y poca comunicación , deben sobre llevar la apresurada decisión de Roberto de buscar otro ambiente; saliendo de Puerto Vallarta e irse a vivir a la Ciudad de México.

Alejandra pasa de vivir en pequeño pueblo costero a una gran ciudad como lo es Ciudad de México, vale decir que Ciudad de México es la aglomeración urbana más grande toda América. Allí, Alejandra trata de ayudar a su padre en el dolor que ambos sienten por la pérdida de Lucia, pero surge una situación muy difícil para ella en la escuela a la que llega, debido a que comienza a ser víctima de bullying y hostigamiento por parte de sus nuevos compañeros.

El nivel de acoso escolar que vive Alejandra, es sin duda el extremo posible del bullying. Se trata de una situación de desprecio por la diferencia (venir de un pueblo en una gran ciudad) y acoso por la condición de poder que tiene un grupo completo contra una sola integrante de de éste. Lucia recibió diferentes formas de burlas psicológicas y físicas. Siendo la mas pequeña de ellas la violación sexual y la peor de todas el ahogo que le causó la muerte.

Mientras Alejandra era victima de sus compañeros, su padre, permanecía acontecido y lleno de dolor por la perdida de su esposa, no se percató de la situación que vivía su hija hasta que ocurre la desaparición de Alejandra, comienza a investigar; y tras presionar a cada uno de sus compañeros de clase se percata de la situación que soportó, se siente culpable por su falta de atención y no darse cuenta de lo que el silencio de la joven significaba.

Roberto no encuentra otra vía que tomar la justicia por su propia mano, lo que a juicio personal es la peor decisión de su vida. Le genera sufrimiento a otros padres que como el pierden a su hijo y nada hará que Alejandra regrese. Sin mencionar que la muerte fue la única libertad que sus compañeros le dejaron.

Como apreciación se destaca la sencillez de los diálogos, tras una complejidad de acciones que para comprender hay que documentarse en lo social y psicológico de las acciones en masas. Por otra parte, es una muestra necesaria para nuestros jóvenes, que puede contribuir en la reflexión critica de la vida y su significado.

Reseña enviada por su autora a la redacción de OVE

Foto de cabecera tomada de: http://i.imgur.com/G92EtdA.jpg

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