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El rol de los maestros en la innovación educativa por Juan Manuel Lopera

Por: TEDx Talks.

 

Juan Manuel Lopera nacido y criado en Medellín durante 23 años, nos cuenta como a pesar de que la violencia de su barrio le arrebato la vida a varios familiares durante su niñez y estuvo a punto de desviarlo del camino de la paz varias veces, también le dio la perspectiva que hoy lo convierten en el líder de un proyecto que transforma la educación del mundo con tecnología. Junto a su equipo de más de 250 personas y presencia directa en países como Colombia, México, Ecuador, Argentina e India, Juan Manuel ha decidido creer que puede dejar una huella en la educación aun cuando por razones económicas debió abandonar la universidad cuando recién la comenzaba para ser luego reconocido como Bellanita Ilustre durante los 100 años del municipio, empresario modelo cámara de comercio de Medellín, declarado joven empresario más sobresaliente de Antioquia, TOYP Cámara Junior Internacional, premio a la empresa más innovadora del país dos años consecutivos, reconocido con la orden de caballero del congreso de la República, TR35 de la Universidad MIT como innovador del año y otros importantes reconocimientos internacionales a la innovación y la educación.

Fuente de la reseña: https://www.youtube.com/watch?v=YsSfm8OYDz8

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La batalla contra la violencia se gana con educación

Por: Edgardo Néstor De Vincenzi.

La sociedad argentina de hoy asiste al triste espectáculo, casi cotidiano de ver como la violencia y especialmente entre los jóvenes, toma ribetes cada día más deshumanizados. Los ataques tienen un peligrosa y preocupante convergencia de características que la hacen cada vez más grave.

Se efectúan en grupo o patota, son cada vez más enardecidos y muestran un nivel de crueldad y falta de empatía con el prójimo realmente impresionante. Este problema para ser resuelto requiere un diagnóstico adecuado, pero más aún necesita que debatamos el origen, la raíz, el origen de semejante violencia en nuestros jóvenes.

Una cuestión muy compleja, multidimensional, social y flagelante, pero sin dudas un mal que puede ser derrotado por el hombre en sus roles sociales. La batalla contra la violencia se gana con educación. Pero no solo la educación formal y escolar, sino fundamentalmente con la educación desde el hogar, desde la familia, en el rol de saber ser padres.

En primer término, desde el punto de vista de la formación en las escuelas, hace falta de manera urgente un cambio, dejando de lado la educación enciclopedista que confunde educación con instrucción. En la era de la revolución tecnológica, con solo apretar un botón en una computadora o en un celular, hay más información que la que puede tener el más estudioso, a lo largo de su vida.

Para darnos cuenta con claridad que el modelo de educación enciclopedista está caduco, vale preguntarse: ¿Sirve un sistema educativo en el que un docente de hace 80 años pueda ser el mismo, que dicta clases hoy? La respuesta es una sola y revela que hace falta de manera urgente, avanzar hacia una educación reflexiva, crítica, creativa y resiliente, donde los niños y jóvenes aprendan a aprender y emprender, en forma y a tiempo.

Las conductas sociales y la violencia en nuestros jóvenes revelan en cierto aspecto un cruel resultado: la educación formal tal como está llevándose adelante hoy, mucho aporta a la deshumanización, al disvalor, y como es lógico y nada es casual el resultado, es la triste realidad de jóvenes convertidos en menos que bestias, atacando al indefenso y matando a plena conciencia y a sangre fría.

Este problema no es patrimonio ni de la educación de gestión pública o privada, en ese aspecto no hay diferencia de quién la lleva adelante. Se trata de una cuestión conceptual, de fines, métodos y modos. La educación, es el fin que califica a una sociedad democrática, porque forma nada más y nada menos que a las personas que la integran: los ciudadanos.

Pero sin dudas, la solución al planteo aquí expresado, debe darse en primer término, en el seno de las familias. Allí, es donde se forjan los valores éticos y morales, los límites y libertades, con amor, respeto, convencimiento, consenso y profesionalidad.

Deben formar a sus hijos con una ética y una moral de amor y humanismo, que sólo es posible con una sólida formación de padres; siendo el fin último de esta etapa formativa, brindar autonomía y libertad, necesarias para que los hijos realicen su camino de manera independiente y responsable.

Ser padres, también, es estar preparados para dar un paso al costado, para dejar a los hijos en la libertad que necesitan para buscar sus propios rumbos, que serán de acuerdo a los valores que, desde la familia, hayan recibido e internalizado.

Para ello, la Escuela para Padres es un recurso imprescindible, para calificar el comportamiento de nuestros hijos, como personas y ciudadanos de una sociedad democrática desarrollada.

Es innegable el papel que cumple la educación en el desarrollo de ciudadanos, que puedan sostener y fortalecer la democracia y, a la vez, lograr los mayores niveles de competencia para el desarrollo.

El buen conductor formará pensadores libres y felices. Será un educador que provoque en sus “alumnos”, un estado de inestabilidad crítica, a fin de lograr, conciencia de su responsabilidad y rol protagónico, como garantes del bien común.

Generar tranquilidad y conseguir transformar las crisis y amenazas en oportunidades, son dos de las cualidades que distinguen a los auténticos líderes. Para ello, es necesario el ejercicio permanente de la autoevaluación, para que cada uno se analice en su proyecto de vida cotidiano, a corto, mediano y largo plazo.

Todos las mujeres y todos los hombres, deben lograr ser líderes de su propia vida y dirigentes en situaciones sociales, en un contexto signado por las posibilidades de obrar, convenciendo y consensuando.

Sin dudas, la familia es el principal y primer ámbito educativo y desde ella, debe promoverse la pertenencia al mundo, como marco globalizador del desarrollo humano. Familia, escuela y valores, quitarán de nuestra sociedad el flagelo de la violencia, que cada día parece avanzar un paso más.

Se trata de desarrollar la personalidad individual de la ética y la personalidad social de la moral, cual es ser buen padre, ser buen profesional y buen ciudadano.

No olvidemos que “para enseñar hay que saber y para educar hay que ser”. Para enseñar, NADIE puede superar al robot, ya que es perfecto (enciclopedismo); y para educar, hay que desarrollar la personalidad de la PASIÓN INTELIGENTE.

Fuente del artículo: https://www.clarin.com/opinion/batalla-violencia-gana-educacion_0_F7ZAiU4Q.html

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4T, mujeres y violencia

Por: Pedro Miguel

Duele mucho el palpable incremento de todas las formas de violencia en contra de las mujeres. ¿Será que se ha visibilizado, será que a los hombres nos exaspera y enloquece que ellas reclamen dignidad y seguridad, será que siguen su curso los fenómenos de descomposición y envilecimiento social a pesar de las estrategias y políticas del nuevo gobierno, será que hay un manejo mediático perverso para capitalizar casos específicos y crearle ingobernabilidad al Presidente? Creo que todos esos componentes son reales y que deben ser reflexionados.

La mera inclusión del femigenocidio como una de las expresiones de la violencia generalizada que padece el país puede resultar irritante para muchas que reclaman con toda justicia una mirada específica y acciones concretas e inmediatas para detenerlo. Ante el dolor y la rabia de agresiones que se suceden sin solución de continuidad desde los micromachismos hasta el feminicidio resulta del todo insuficiente la enumeración de los propósitos y las acciones generales de política pública orientados a abatir la inseguridad y, específicamente, a garantizar los derechos de las mujeres, empezando por el derecho a una vida sin violencia.

En este punto, la 4T se enfrenta a tres desafíos: por un lado, si bien el gobier-no de Andrés Manuel López Obrador ha sido congruente en palabras y en actos en su determinación de avanzar a la consecu-ción de una igualdad sustantiva, no ha logrado incorporar a su discurso una perspectiva de género; por el otro, en el ámbito de la seguridad, las políticas de combate a la corrupción, generación de bienestar, apego a los derechos humanos y las nuevas concepciones de prevención y combate a la delincuencia no han arrojado resultados inmediatos y palpables en una reducción general de los índices delictivos; en tercer lugar debe mencionarse la parálisis inducida en Morena, que una vez más ha sido incapaz de funcionar como puente entre el gobierno y los movimientos sociales. Esta injustificable ausencia, doblemente irritante si se considera el enorme trabajo realizado en años pasados por numerosas instancias del partido en materia de derechos de género, hizo posible, por inconcebible que parezca, un inmediato aprovechamiento de la causa por partidos y grupos de la derecha conservadora.

El primer desafío es el menos complicado. En el mandatario y su equipo, así como en la mayor parte de las bancadas legislativas de Morena, existe la determinación de hacer frente a todas las expresiones de machismo y de pugnar por la consecución de los derechos de género. El segundo es más difícil porque no se puede remontar en uno o dos años una descomposición moral, económica y social inducida durante cuatro décadas. De ello dan cuenta, por ejemplo, los entornos socioeconómicos en los que ocurrieron el asesinato de la niña Fátima Cecilia, en Xochimilco, y la muerte de la bebé Karol Nahomi, quien al parecer falleció por descuido en Saltillo, Coahuila, o el atroz feminicidio de Ingrid Escamilla, perpetrado unos días antes por su pareja en la alcaldía Gustavo A. Madero. El tercero pasa inevitablemente por la superación del conflicto en Morena y por la normalización de la vida partidista.

La violencia que sufren las mujeres en todos los entornos y en casi todas las circunstancias no necesitaba de esos casos particulares como detonantes de protestas radicales. Ya desde agosto del año pasado éstas tuvieron lugar en el Metro Insurgentes, la sede de la procuraduría capitalina y otros sitios. La novedad de las manifestaciones frente a Palacio Nacional de días recientes es que se buscó capitalizarlas como una muestra contundente de ingobernabilidad y hasta como el Ayotzinapa de López Obrador, según caracteriza-ción de uno de los golpeadores profesionales de los medios oligárquicos.

Sería cómico, si no fuera grotesco, que Acción Nacional se presente ahora como feminista y que para probarlo proponga castigar los feminicidios con pena de muerte.

Resulta impostergable restablecer la articulación entre los movimientos de las mujeres y la transformación nacional en curso y aceptar una verdad ineludible: la Cuarta Transformación será feminista o no será.

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Pedagogías de la crueldad: El mandato de la masculinidad

Por: Rita Segato. 

Llamo pedagogías de la crueldad a todos los actos y prácticas que enseñan, habitúan y programan a los sujetos a transmutar lo vivo y su vitalidad en cosas. En ese sentido, estas pedagogías enseñan algo que va mucho más allá del matar, enseñan a matar de una muerte desritualizada, de una muerte que deja apenas residuos en […]

Llamo pedagogías de la crueldad a todos los actos y prácticas que enseñan, habitúan y programan a los sujetos a transmutar lo vivo y su vitalidad en cosas. En ese sentido, estas pedagogías enseñan algo que va mucho más allá del matar, enseñan a matar de una muerte desritualizada, de una muerte que deja apenas residuos en el lugar del difunto. La trata y la explotación sexual practicadas en estos días son los más perfectos ejemplos y, al mismo tiempo, alegorías de lo que quiero decir con pedagogías de la crueldad. Es posible que eso explique el hecho de que toda empresa extractivista que se establece en los campos y pequeños pueblos de América Latina para producir commodities destinadas al mercado global, al instalarse trae consigo o es, inclusive, precedida por burdeles y el cuerpo-cosa de las mujeres que allí se ofrecen. El ataque y la explotación sexuales de las mujeres son hoy actos de rapiña y consumición del cuerpo que constituyen el lenguaje más preciso con que la cosificación de la vida se expresa. Sus deyectos no van a cementerios, van a basurales. La repetición de la violencia produce un efecto de normalización de un paisaje de la crueldad y, con esto, promueve en la gente los bajos umbrales de empatía indispensables para la empresa predadora. La crueldad habitual es directamente proporcional a formas de gozo narcisista y consumista, y al aislamiento de los ciudadanos mediante su desensibilización al sufrimiento de los otros. […] Naturalmente, las relaciones de género y el patriarcado juegan un papel relevante como escena prototípica de este tiempo. La masculinidad está más disponible para la crueldad porque la socialización y entrenamiento para la vida del sujeto que deberá cargar el fardo de la masculinidad lo obliga a desarrollar una afinidad significativa —en una escala de tiempo de gran profundidad histórica— entre masculinidad y guerra, entre masculinidad y crueldad, entre masculinidad y distanciamiento, entre masculinidad y baja empatía. Las mujeres somos empujadas al papel de objeto, disponible y desechable, ya que la organización corporativa de la masculinidad conduce a los hombres a la obediencia incondicional hacia sus pares —y también opresores—, y encuentra en aquéllas las víctimas a mano para dar paso a la cadena ejemplarizante de mandos y expropiaciones.

En este sentido, es muy importante no “guetificar” la cuestión de género. Esto quiere decir, no considerarla nunca fuera del contexto más amplio, no verla exclusivamente como una cuestión de la relación entre hombres y mujeres, sino como el modo en que esas relaciones se producen en el contexto de sus circunstancias históricas. No guetificar la violencia de género también quiere decir que su carácter enigmático se esfuma y la violencia deja de ser un misterio cuando ella se ilumina desde la actualidad del mundo en que vivimos. El hombre campesino-indígena a lo largo de la historia colonial de nuestro continente, así como el de las masas urbanas de trabajadores precarizados, se ven emasculados como efecto de su subordinación a la regla del blanco, el primero, y del patrón, el segundo —patrón blanco o blanqueado de nuestras costas—. Ambos se redimen de esta emasculación, de esta vulneración de su condición social, laboral, incompatible con las exigencias de su género mediante la violencia. Ante el avance de la pedagogía de las cosas, como también podríamos llamarle a la pedagogía de la crueldad, el hombre indígena se transforma en el colonizador dentro de casa, y el hombre de la masa urbana se convierte en el patrón dentro de casa. En otras palabras, el hombre del hogar indígena-campesino se convierte en el representante de la presión colonizadora y despojadora puertas adentro, y el hombre de las masas trabajadoras y de los empleos precarios se convierte en el agente de la presión productivista, competitiva y operadora del descarte puertas adentro. A esto se le agrega la expansión de los escenarios de las nuevas formas de la guerra en América Latina, con la proliferación del control mafioso de la economía, la política y de amplios sectores de la sociedad. La regla violenta de las pandillas, maras, sicariatos y todos los tipos de corporaciones armadas que actúan en una esfera de control de la vida que he caracterizado como paraestatal, atraviesa e interviene el ámbito de los vínculos domésticos de género, introduce el orden violento circundante dentro de casa. Es imposible hoy abordar el problema de la violencia de género y la letalidad en aumento de las mujeres como si fuera un tema separado de la situación de intemperie de la vida, con la suspensión de las normativas que dan previsibilidad y amparo a las gentes dentro de una gramática compartida. […]

La estructura elemental de la violencia

El tema central de Las estructuras [elementales de la violencia]1 es entonces la inserción del agresor en el cruce de dos ejes de interlocución. En uno de ellos él dialoga, mediante su enunciado violento, con su víctima, a quien pune, disciplina y conduce a la posición subyugada, feminizándola. Aquí es revivido, revisitado, el arcaísmo al que me referí hace un momento. Como argumento en aquel libro, los testimonios recogidos en la cárcel sugieren que el violador es un sujeto moralista y puritano, que ve en su víctima el desvío moral que lo convoca. De modo que su acto en relación con la víctima es una represalia. El hombre que responde y obedece al mandato de masculinidad se instala en el pedestal de la ley y se atribuye el derecho de punir a la mujer a quien atribuye desacato o desvío moral. Por eso afirmo que el violador es un moralizador. Por acción del mismo gesto, el agresor exige de ese cuerpo subordinado un tributo que fluye hacia él y que construye su masculinidad, porque comprueba su potencia en su capacidad de extorsionar y usurpar autonomía del cuerpo sometido. El estatus masculino depende de la capacidad de exhibir esa potencia, donde masculinidad y potencia son sinónimos. Entreveradas, intercambiables, contaminándose mutuamente, seis son los tipos de potencia que he conseguido identificar: sexual, bélica, política, económica, intelectual y moral —ésta última, la del juez, la del legislador y también la del violador—. Esas potencias tienen que ser construidas, probadas y exhibidas, espectacularizadas y además se alimentan de un tributo, de una exacción, de un impuesto que se retira de la posición femenina, cuyo ícono es el cuerpo de la mujer, bajo la forma del miedo femenino, de la obediencia femenina, del servicio femenino y de la seducción que el poder ejerce sobre la subjetividad femenina. En esto hay una economía simbólica que se reproduce y puede ser observada, tanto en la historia de la especie, como también en el día a día de la vida cotidiana. En ese punto mi tesis se diferencia de María Lugones, quien afirma, junto con algunas otras autoras, que el patriarcado es una invención colonial. Yo creo, en cambio, especialmente por la universalidad —en el sentido de extensa distribución planetaria— del mito adánico y del mito psicoanalítico, que el patriarcado se ha cristalizado en la especie con mucha anterioridad y a lo largo del tiempo; pero también creo que es histórico porque necesita del relato mítico, de la narrativa, para justificarse y legitimarse. Si el patriarcado fuese de orden natural, no necesitaría narrar sus fundamentos. Podemos establecer, entonces, que la violación gira en torno a dos ejes que se retroalimentan. Uno, que he graficado como eje vertical, de la relación del agresor con su víctima, es el eje por el que fluye el tributo. La acción a lo largo de ese eje vertical espectaculariza la potencia y capacidad de crueldad del agresor. El otro eje es el que he llamado horizontal, porque responde a la relación entre pares miembros de la fratria masculina y la necesidad de dar cuentas al otro, al cofrade, al cómplice, de que se es potente para encontrar en la mirada de ese otro el reconocimiento de haber cumplido con la exigencia del mandato de masculinidad: ser capaz de un acto de dominación, de vandalismo, de “tumbarse una mina”, de contar que se desafió un peligro; en fin, esos delitos pequeños que hacen a la formación de un hombre, a partir de la doctrina del mandato de masculinidad. Esa “formación” del hombre, que lo conduce a una estructura de la personalidad de tipo psicopático —en el sentido de instalar una capacidad vincular muy limitada— está fuertemente asociada y fácilmente se transpone a la formación militar: mostrar y demostrar que se tiene “la piel gruesa”, encallecida, desensitizada, que se ha sido capaz de abolir dentro de sí la vulnerabilidad que llamamos compasión y, por lo tanto, que se es capaz de cometer actos crueles con muy baja sensibilidad a sus efectos. Todo esto forma parte de la historia de la masculinidad, que es también la historia viva del soldado. El grupo de pares o cofrades constituye, en términos sociológicos, una corporación. Los dos trazos idiosincráticos del grupo de asociados que constituye una corporación son:

1. La fidelidad a la corporación y a sus miembros es, en un sentido axiológico, su valor central, inapelable y dominante sobre todos los otros valores, es decir que cancela cualquier lealtad u obediencia a otro valor que se coloque en conflicto con su égida y los intereses asociativos que protege (es por eso que tiendo a no utilizar la expresión sororidad para los vínculos entre mujeres. Me resisto al trazo corporativo que la noción de sororidad podría imponer a nuestra manera de relacionarnos); y

2. La corporación es internamente jerárquica. Esas dos características me llevan a afirmar que la primera víctima del mandato de masculinidad son los mismos hombres, que hay una violencia de género que es intra-género —hoy hablamos de bullying—, y que la violencia contra las mujeres se deriva de la violencia entre hombres, de las formas de coacción que sufren para que no se esquiven —a riesgo de perder su título de participación en el estatus masculino, confundido atávicamente con la propia participación en el estatus de la humanidad— de la lealtad a la corporación, a su mandato, a su estructura jerárquica, a su repertorio de exigencias y probaciones, y a la emulación de una modelización de lo masculino encarnada por sus miembros paradigmáticos. Esto lleva a pensar que los hombres deben entrar en las luchas contra el patriarcado, pero que no deben hacerlo por nosotras y para protegernos del sufrimiento que la violencia de género nos inflige, sino por ellos mismos, para liberarse del mandato de la masculinidad, que los lleva a la muerte prematura en muchos casos y a una dolorosa secuencia de probaciones de por vida. Fue en Buenaventura, en la Costa Pacífica colombiana, donde bandas paramilitares al servicio del capital inmobiliario, con el encargo de limpiar el territorio habitado durante más de un siglo por poblaciones afrodescendientes, han masacrado comunidades y han tratado con crueldad inconcebible y ejemplarizante el cuerpo de sus mujeres, que recibí la siguiente pregunta: ¿Cómo se acaba con esta guerra? —Una guerra que no puede ser detenida por acuerdos de paz—. Nunca lo había pensado. Dónde está la raíz de una guerra como ésta, sin forma definida, sin reglas, sin tratados humanitarios: la guerra del capital desquiciado, obedeciendo solamente al imperio de la dueñidad concentradora. Pensé, muy sorprendida, qué podría contestar. Y solamente una idea que hasta hoy me estimula y me ilusiona vino en mi auxilio: desmontando el mandato de masculinidad. Más tarde se me ocurrió, y todavía lo pienso, que desmontar el mandato de masculinidad no es otra cosa que desmontar el mandato de dueñidad.

Fuente del artículo: https://rebelion.org/__trashed-3/

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Libro(PDF): «La formación de docentes en América Latina. Perspectivas, enfoques y concepciones críticas»

Reseña: CLACSO

El libro centra su atención en los análisis de la formación desde la investigación. En este sentido, es necesario destacar la relación que el grupo establece entre formación docente y pensamiento crítico, ya que existe una tendencia a considerar este tipo de formación desde la perspectiva del deber ser; se ve a la formación de los profesores a partir de modelos normativos o prescriptivos, lo que provoca un vaciamiento de su complejidad y obtura la posibilidad de reconocer la formación en sus diversas aristas (pedagógica, didáctica, ontológica, ética, etc.) y a los docentes en sus múltiples espacios de construcción de significaciones: la región, la localidad o el barrio, como escenarios donde se despliega su experiencia, su práctica y sus saberes.

Interesa reconocer las perspectivas y enfoques de la formación docente en la región Latinoamericana. En este sentido, son parte de este libro textos que aportan elementos para nuevas lecturas desde la pedagogía de la memoria, la mirada decolonial, la educación para la paz, entre otras. Asimismo, se recuperan las tradiciones del pensamiento de América Latina que, como en el caso de Paulo Freire, contribuyen al desarrollo del pensamiento crítico en el ámbito educativo. Así, se ratifica que la formación implica un saber hacer, pero también requiere adquirir marcos de pensamiento y juicio.

Autores (as):
Rosa María Torres Hernández; Daniel Lozano Flórez. (Editores académicos),

Luis Bonilla-Molina; Jorge Hernán Marín Maya; Orlando Pulido Chaves; Rodrigo Castillo Aguilar; Laura Arese; Johana Méndez Sarmiento; Catalina Rodríguez-Amaya; María Dolores Covacevich; Catalina Rodríguez-Amaya; Mario Ramírez-Orozco; Mariana Frechtel; Rafael Lucio Gil; Marco Fidel Vargas Hernández; Daniel Lozano Flórez; María Eugenia Parodi Bartora; Elizabeth Castillo Guzmán; Paulo Emilio Oviedo: Rosa María Torres Hernández; Marcela Contreras Avellaneda; Lorena Chacón Ortiz; Mauricio Páez Ochoa; Esperanza Hernández Delgado. (Autores y Autoras de capítulos).

Editorial/Editor: CLACSO, CRESUR

Año de publicación: 2019

País (es): Argentina

Idioma: Español.

ISBN: 978-607-8671-15-1

Descarga: Libro Fomacioěn Docente. CLACSO. CRESUR

Fuente e Imagen: CLACSO

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Libro (PDF): Comunicacion, cultura y violencia

Reseña: openlibra

El debate en torno a las múltiples relaciones entre la violencia y la comunicación tiene cada vez una mayor presencia en el escenario académico. La cuestión es simple: la presencia de la violencia en las relaciones sociales se ha vuelto insoslayable en tanto desde hace unos años se ha evidenciado en la práctica social como un excelente ejemplo de la estructuralidad del poder. Si bien desde la primera mitad del siglo XX, pensadores como Gramsci, Horkhiemer, Marcuse, Erzenberger ubicaron al poder como fuente para el análisis social, son Foucault y Bourdieu quizá los teóricos que con mayor énfasis abordaron esta temática en su simbiótica relación con la violencia tanto desde el ángulo filosófico y psicológico como desde el sociológico. El resultado que estas reflexiones nos legaron afirmó la violencia como un modo concreto de ejercer el poder, siempre acotado histórica y culturalmente, y se afirmó también al poder como escenario de los actos violentos, siempre naturalizados y en consecuencia reproducidos tanto por aquellos que lo detentan y ejercen como por quienes lo sufren o padecen.

En la actualidad, la violencia estructura buena parte de nuestra vida cotidiana, ya que en sociedades articuladas en torno al poder –ya sea éste de índole económico, financiero y/o político y simbólico resulta casi imposible garantizar la no existencia de abusos de autoridad, amenazas, censuras, omisiones deliberadas o simplemente daños morales o psicológicos a quienes se oponen o resisten de alguna manera a él. Así entendida, la violencia se articula como una práctica de dominación que demuestra que en todo poder está implícita la violencia en tanto para poder ser ejercida como tal, ella misma, implica poder.

En ese sentido, la temática que articula este libro intenta abarcar estas muchas otras aristas de las que hemos hablado, y prueba de ello son las miradas que se encuentran a lo largo de los capítulos que lo conforman, que ponen énfasis no sólo en los medios como transmisores y configuradores de violencia, sino en el papel de ésta en las relaciones sociales cotidianas, en la comunicación interpersonal e intersubjetiva, en las prácticas de arte activismo y en los contextos de diálogo intercultural.

Autores/as:                    Marta Rizo García. Vivian Romeu Aldaya. [Coordinadoras]

Cristina Gómez Moragas. Cynthia Pech Salvador. Jerónimo Repoll. Tanius Karam Cárdenas.

Javier Esteinou Madrid. Adriana Peimbert Reyes. [Autores/as de Capítulo]

 

Editorial/Editor:          InCOM

Año de publicación:   2013

País (es):                        España

Licencia:                       CC-BY-NC-ND

Idioma:                         Español

descarga:                     Comunicacion, cultura y violencia

Fuente de la reseña:  https://openlibra.com/es/book/comunicacion-cultura-y-violencia

 

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Asesinan a dos líderes indígenas en el Cauca, Colombia

América/Colombia/19/02/2020/Autor y fuente: www.telesurtv.net

Dos líderes indígenas fueron asesinados por un ataque de hombres armados en el departamento colombiano del Cauca, situado en el oeste del país, lo que se sumaría a otra muerte violenta ocurrida en un plazo de 24 horas en esa misma zona.

Según la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (ACIN) Albeiro Silva Mosquera y Luis Hugo Silva Mosquera fueron abatidos en el resguardo de La Cilia, zona rural del municipio de Miranda.

Mauricio Capaz, coordinador de Derechos Humanos de Acin, dijo a BLU Radio que las dos víctimas eran familiares y, aunque alcanzaron a ser trasladados a un centro asistencial, murieron por la gravedad de las heridas.

“El asesinato ocurrió en el resguardo Cilia la Calera. Las comunidades trataron de reaccionar, pero también fueron intimidadas por parte de los sicarios. La situación es bastante compleja y de tensión”, dijo Lectamo.

Ambos pertenecían a la guardia campesina, a la Junta de Accion Comunal de La Vereda «La Morena» y de la reserva campesina de Miranda, Cauca.

También habían participado de diferentes procesos sociales y sindicalistas en el sur del país suramericano, como la minga y la coordinación social de Marcha Patriótica en el Cauca.

Por otra parte, en el atentado  también resultó herido el indígena Daniel Remilgio, quien permanece hospitalizado en un centro de atención médica de la ciudad de Cali, en el Valle del Cauca.

La ACIN denunció este domingo el asesinato del comunero Emilio Dauqui, luego de que fuera abatido la noche del sábado.

Organizaciones defensoras de los Derechos Humanos han denunciado la persistente violencia contra indígenas, campesinos y activistas en Colombia, que sigue sufriendo en zonas como Cauca conatos de violencia por la pugna entre grupos ilegales para seguir controlando zonas y recursos.

Fuente e imagen: https://www.telesurtv.net/news/colombia-asesinato-dos-lideres-indigenas-cauca–20200217-0033.html

 

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