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Los africanos son europeos sólo para el fútbol

Por: Aram Aharonian

 

1400 muertos en seis meses por la xenofobia europea: No tienen nombre ni rostro (los medios hegemónicos los reducen a ser solo números), y para siempre quedaron sepultados en el anonimato del fondo del mar y para siempre separados de la familia.

 

Inglaterra, Francia y Bélgica, tres de las cuatro naciones semifinalistas del Mundial de Fútbol Rusia 2018, tienen en sus planteles jugadores de ascendencia africana. El legado del colonialismo y la inmigración como consecuencia de ello pone de relieve una historia que sigue latiendo al ritmo de la xenofobia y la discriminación.

Catorce de los 23 integrantes de la selección campeona, ¿Francia?, son de origen africano: Kanté es de Mali; Mendy, Dembelé y Sidibé de Senegal, Pogbá de Guinea, Umitití y Mbappé de Camerún, Ramis de Maruuecos, Fekir de Argelia, Kimpembé de Congo, Tolissó de Togo, y N´Zonzi, Mandanda y Matuidi de la República Democrática del Congo.

Hace 20 años, en el Mundial de Francia 1998, la selección local logró coronarse campeona al admitir que los descendientes de africanos eran también ciudadanos franceses. Desde ese momento, no es raro ver a negros, turcos y árabes en otras selecciones “europeas” como Alemania, Bélgica, Inglaterra e incluso las escandinavas.

Zinedine Zidane revolvió entonces muchos sentimientos de culpa de los franceses porque «Zizou» es hijo de una Argelia en la que el colonialismo francés perpetró demasiados horrores. Veinte años después, la selección de Francia es incluso más multicultural que en 1998. Inglaterra es otro ejemplo de multiculturalidad que beneficia a su fútbol. Diferente es la historia de Croacia: los Balcanes no son tierra de inmigración, sino más bien lo opuesto. Suiza puede dar fe de ello con varios balcánicos en su selección.

Ilógico quizá, nunca un conjunto africano pasó de cuartos de final, pero África triunfa en Rusia mediante Bélgica, Inglaterra y Francia. Hombres y mujeres que dejaron Congo, Guinea, Marruecos, Camerún, Argelia, Mali, Nigeria y Angola para instalarse en Europa, ven hoy con orgullo cómo sus hijos son héroes deportivos vistiendo las camisetas de esos países en que todos crecieron, y mayoritariamente nacieron.

Esos hijos son franceses, belgas, ingleses, daneses o suecos, pero saben bien de dónde vienen sus familias. Es el caso del belga Romelu Lukaku, cuyos padres llegaron del ex Zaire, hoy República Democrática del Congo. El de Blaise Matuidi: sus padres abandonaron Angola, devastada por una guerra civil que dejó más de medio millón de muertes. «Nunca olvidé mis raíces angoleñas. Tuve que tomar una decisión difícil al optar por Francia», dijo años atrás el mediocampista.

Y el caso de Samuel Umtiti, autor del gol que lanzó a Francia a la final, nació en Camerún pero creció en Francia. Sin duda, África aportó mucho al creciente éxito de Europa.

1.400 muertos en seis meses por la xenofobia europea

Más de 1.400 inmigrantes, de enero hasta principios de julio 2018, perdieron la vida en las aguas del Mediterráneo. No tienen nombre ni rostro (y los medios hegemónicos los convierten en números), y para siempre quedaron sepultados en el anonimato del fondo del mar y para siempre separados de la familia.

Sus sueños se transforman en pesadillas, la esperanza en tragedia. Según el diario italiano Corriere della Sera en el primer cuatrimestre de 2018 el 9% de los migrantes-refugiados del norte de África se ahogaron en el cruce del Mediterráneo. Sería evidentemente una exageración llamarlos mártires de la migración.

En cuanto a la inmigración actual de los refugiados, el fenómeno se debe, entre otros factores, a la asimetría aguda entre los países y las regiones centrales y países periféricos. Lo cierto es que el progreso técnico y el crecimiento económico, por sí solos, no conducen al desarrollo integral ya la paz, que sólo son posibles cuando el crecimiento se acompaña de una distribución real y profunda de la renta y la riqueza.

La asimetría es aún mayor cuando comparamos las naciones del viejo continente europeo con aquellas del nuevo continente africano. Con la revolución del transporte y de las comunicaciones, cosas y personas corren y vuelan a una velocidad, una aceleración sin precedentes: asombra hoy la velocidad de desplazamiento de mercancías, dinero, tecnología, noticias, conocimiento, información, armas, drogas y violencia, a veces apenas por Internet.

Los jóvenes africanos tienen, al otro lado del desierto y del Mediterráneo, una posible salida de Eldorado. Se agregan a esto los factores que conducen al éxodo masivo de su propia tierra, incluyendo un sentido de liberación de las sociedades tradicionales de control social rígido, dice Alfredo Gonçalvez, vicario general de la Congregación de los Misioneros de San Carlos.

Sin dudas, la movilidad humana se encuentra umbilicalmente ligada a la política económica de cada país y de todo el globo. Hoy, los desplazamientos humanos masivos se convirtieron en planetarios y de ahí su relación con la geopolítica mundial, con el giro a la derecha (y ultraderecha) de varios países, los europeos (en especial Francia., Alemania, en parte el Reino Unido, Austria, Hungría, Polonia, Italia) y Estados Unidos. Incluso los países escandinavos, la República Checa, Eslovenia.

Lo más grave es que tal actitud xenófoba suele ser una caja de resonancia de las respectivas poblaciones, en las que reina el miedo, la amenaza y el rechazo al otro, al extranjero, en los que se basa el prejuicio y la discriminación, el racismo y la xenofobia.

La última cumbre de la Unión Europea (UE) formada por 18 países, se realizó el 28 y 29 de junio pasado, donde quedó patente que el tema de los migrantes representan una ‘papa caliente’. Los gobernantes son presionados por buena parte de su población que no acepta la vecindad de los migrantes; y también por el Acuerdo de Berlín de 2017, con la promesa de un sistema de cuotas para cada nación

¿Progresos en la cumbre? Nada cambió: cada país se presenta con una serie de condiciones que más parecen muros invisibles, y rechazan un posicionamiento taxativo y solidario, aun cuando reconocen que ningún país puede resolver por sí solos lo que ellos llaman » crisis migratoria «, pero al mismo tiempo, se aferran a las ventajas y desventajas de la política interior y exterior.

Los medios hegemónicos –que representan los poderes fácticos de cada país y de la UE– siguen hablando de inmigrantes ilegales. La prensa italiana, por ejemplo, habló del fracaso de la cumbre, otros del «caos, la indiferencia y la insensibilidad», «decadencia y la ceguera» o «matanza silenciosa» para definir el resultado de las negociaciones fallidas en Europa. Y el retorno prevalecer es el nacionalismo de otros tiempos, es una especie renovada de la ideología de la seguridad nacional notoria.

Criminalización de los migrantes

La potitización de las migraciones representa, en general, la criminalización de los migrantes, señala el vicario brasileño Alfredo Gonçalves. Son fuertemente indeseados, rechazados. Para los gobiernos de derecha, constituyen un «problema» que exige soluciones; para ciertos medios de comunicación son una «amenaza» disfrazada; para buena parte de la población, provocan «miedo y riesgo», temen lo que califican despectivamente como «ola negra», «avalancha humana”.

Algunos analistas más serios hablan de tener en cuenta el argumento de la demografía, ya que varios países europeos están en declive de población, con un crecimiento por debajo de cero. Los migrantes, en su mayoría jóvenes, podrían llenar el vacío de una generación en cuanto a la sustitución de la mano de obra que tarde o temprano comienzan a agotarse..

Según otros, Europa está cosechando lo que sembró en los siglos pasados, en los oscuros días del colonialismo más rapaz, despojando a vastas zonas de África y Medio Oriente de todas sus riquezas, llevándose incluso a los trabajadores que fueron convertidos en esclavos y enviados a las Américas.

Lo cierto es que el discurso de la derecha xenófoba -expatriar a los indocumentados e impedir la entrada de nuevos inmigrantes (copiado casi literalmente de la política de «tolerancia cero» de Trump),- detenta gran apoyo popular. Algunos gobiernos de centroizquierda, intentaron e intentan mantener las fronteras abiertas, socorro, rescate, acogida e intento de inserción.

Hay casos extremos, como en Hungría, donde las personas, familias y entidades que se disponen a acoger y ayudar a los inmigrantes pueden ser consideradas criminales y, por lo tanto, pasibles de penalidad y prisión.

En julio, el austríaco Sebastián Kurz, dictó medidas para reforzar el control en la frontera entre Austria e Italia en Brennero. El ultraderechista italiano Matteo Salvini envió una circular a todos los alcaldes, para restringir el derecho de asilo a los inmigrantes y llevó al Tribunal Supremo a la idea europea de cerrar los puertos italianos a todos los buques internacionales.

Fronteras como las que unen y dividen Turquía y Grecia, Norte de África y el sur de Europa, México y EE.UU., Myanmar y Bangladesh, la isla de Batan (Malasia) y Singapur, Chile, Perú y Bolivia, al mismo tiempo, Venezuela, Colombia y Brasil, Paraguay, Argentina y Brasil, entre otros,- se convierten en volcanes en estado de erupción.

Las motivaciones de la migración son casi siempre las mismas: pobreza, miseria, hambre, falta de empleo y oportunidad; violencia, guerra, conflictos que pueden ser étnicos, religiosos o político-ideológicos; desastres naturales, no raramente amplificados debido a los progresivos cambios ambientales. Escapan a los jóvenes sobre todo, pero también a las mujeres y, de forma creciente, a los niños desatendidos

La población que llega a Europa viene en su inmensa mayoría de los países de África, Oriente Medio y Asia menor. «En el corredor entre Europa y África, en cambio, lo que está en juego son los países pobres, donde domina la ‘limpieza’ étnica, religiosa o ideológica, las luchas fratricida, la sequía y las inundaciones, sea la persecución política, la prisión o ejecución pura y simple, sea la muerte a cuentagotas ya los ojos de la propia familia, debido a las condiciones precarias en que viven..

La gran mayoría migratoria se origina en los países africanos, especialmente en la región subsahariana; Oriente Medio. Países como Siria, Afganistán, Iraq en el Oriente Medio; , Libia, Etiopía, Eritrea, Somalia, Sudán, Senegal, Burkina Faso, Chad, Malí (África) aparecen en el primer plano. Las demás naciones como la India, Sri Lanka, Filipinas, Myanmar e Indonesia (Asia) expulsan a miles de personas, algunas de las cuales también llegan a Europa.

Brasil y Argentina ¿son europeos?

También el gobierno golpista de Brasil y el neoliberal de Argentina estudian cómo impedir la entrada de los ciudadanos, a la inmigración, es decir, la forma legal y documentada, para desencadenar la carrera represiva a través de «ilegales» y sin documentos en orden. No sólo contra los tradicionales migrantes de sus países vecinos, sino también los provenientes de Haití, Centroamérica, África y Oriente Medio.

Fútbol y migración

Un 7% de la población francesa es de origen inmigrante, proporción que en su selección se multiplica por diez. Suiza, donde uno de cada cuatro habitantes tiene procedencia extranjera, presentó en Rusia una selección con 60% de jugadores de origen inmigrante. Similar es lo de Inglaterra, con un 10%, cifra que en la selección, con importante aporte jamaiquino, crece al 50%.

Inglaterra presentó seis futbolistas de origen nigeriano en el último Mundial Sub 17, para el que paradójicamente (o quizás no tanto) Nigeria no se clasificó. Los ingleses son hoy campeones mundiales sub 17 y sub 20 y buscan el título de mayores, señala Sebastián Fest..

Y no solo África renueva y mejora el fútbol europeo. Más allá de los jamaiquinos de Inglaterra, Alemania tiene entre sus figuras a hijos de inmigrantes turcos, como Mesut Özil e Ilkay Gündogan, además de jugadores de origen africano, como Sami Khedira (su papá es tunecino) y Jérôme Boateng (de padres ghaneses). El hermano de éste, Kevin-Prince, juega para Ghana.

Albania lo hace representada por la Confederación Helvética. Edi Rama, el primer ministro albanés, abrió días atrás una cuenta bancaria para que sus conciudadanos donaran dinero que permitiera pagar las multas a Granit Xhaka y Xherdan Shaquiri por haber celebrado sus goles a Serbia haciendo el gesto del águila bicéfala, símbolo de la Gran Albania y de explosivas reverberancias geopolíticas en los Balcanes.

Suiza cuenta con futbolistas nacidos en Camerún, Costa de Marfil y Cabo Verde. Xhaka y Shaquiri nacieron en Suiza, pero siguen muy ligados a la tierra de sus padres. Incluso Taulant, hermano de Granit, juega por Albania. Y Bélgica, ejemplo clarísimo de talento de la inmigración, es una Torre de Babel: sus futbolistas hablan entre sí básicamente en inglés en los partidos, añade Fest.

Y aunque el protagonismo no sea el de sus selecciones, África aportó mucho al creciente éxito de Europa. Hay una revolución que se gesta en las periferias de las grandes ciudades europeas: tras cambiarle la cara a la sociedad europea, la inmigración está cambiándosela ahora también a su fútbol, a pesar de la xenofobia y la discriminación alentada por sus elites.

*Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=244378

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Racistas reprimidos

Por: Rosa Ribas

Preferiría que los xenófobos reconocieran abiertamente que lo son para verlos venir de cara

Aunque suene paradójico, tenemos que reconocer que si hay algo que no hace distinciones entre los seres humanos, algo que es universal, es el racismo. Lo compartennompartimos- todas las personas. En cualquier momento se puede manifestar nuestra primitiva necesidad de clan asociada a nuestra incapacidad para desarrollar una identidad que no sea excluyente. Ese es el drama de la identidad, que requiere siempre al otro para definirse y parece que solamente sabemos encontrarla buscando y menospreciando rasgos diferentes entre nuestros propios congéneres. La xenofobia, su existencia, su presencia, omnipresencia en los últimos tiempos, es una demostración de nuestro fracaso como seres civilizados.

El racismo es una tara del género humano. Está en nuestro interior, inculcado de manera más o menos sutil por el entorno, la educación, los medios, las personas que tomamos como modelos… Pero hay otras fuerzas que lo contrarrestan: el entorno, la educación, los medios, las personas que tomamos como modelos… La parte inteligente, la parte empática, la parte evolucionada de los seres humanos nos refuerza en el rechazo del racismo, es una lucha constante que se libra dentro de nosotros, entre civilización y primitivismo. A veces patinamos, soltamos un comentario estúpido, reímos un chiste denigrante y nos sentimos nosotros mismos denigrados, porque ese ser moral que somos a pesar de todo reconoce que, simplemente, no está bien. Y tratamos de corregirnos, porque mantenemos un deseo inquebrantable de llegar a ser seres plenamente humanos, un afán de desembrutecernos, aunque por lo general nuestros esfuerzos se parezcan más a un parcheado que a una construcción.

Por eso rechazamos las manifestaciones de racismo, las castigamos, las combatimos, nos asquean, las rechazamos, las desaprobamos. Y creemos estar obrando bien. Pero, ¿estamos seguros? ¿Se nos ha ocurrido pensar que con nuestra repulsa tal vez estemos hiriendo sentimientos? Sí, sentimientos. Algunos de ustedes leen esto algo perplejos. ¿Los sentimientos de quién, se preguntan? Pues los de todas aquellas personas -vamos a querer creer que son una minoría para no deprimirnos demasiado- para quienes la xenofobia no solo es aceptable y correcta, sino deseable y lógica, pues es parte de un orden natural del mundo: me estoy refiriendo a los racistas convencidos.

Están entre nosotros, y, por lo que leo últimamente en la prensa, tengo la impresión de que esta gente lo está pasando mal, que se sienten cohibidos y coartados en sus libertades, que cuando hablan o escriben manifestando sus prejuicios acerca de quienes ellos consideran inferiores o indignos, que cuando expresan sus opiniones acerca de su indudable superioridad racial y cultural, los señalamos con el dedo y los obligamos a retractarse de palabras que han expresado con toda sinceridad, con el corazón en la mano, como se suele decir. Porque los xenófobos son así, gente con una conexión directa entre sus vísceras, todas, y la boca.

Y algunos, no todos, pero muchos, están sufriendo porque los tenemos reprimidos. No los dejamos salir del armario, ese armario pequeño y exclusivo en el que habitan. Por nuestros juicios de valor peyorativos no pueden mostrarse como lo que son sin tapujos, tienen que traicionar sus auténticos valores. Pero si son racistas por convicción, si de verdad se consideran superiores a otros, lo mejor es que no renieguen de ello cuando se les pregunta directamente. Sea cual sea la causa primigenia de su racismo: falta de oxígeno al nacer, un mal golpe en la cabeza, una abuela que exageró bastante al decirles lo fantásticos que son, ausencia de espejos en la casa, malas experiencias en la escuela, complejos de cualquier índole que necesitan compensar, miedos y traumas diversos, intereses de toda estofa… Un racista que se precie no debe dejar que lo repriman las opiniones que susciten sus manifestaciones orales o escritas. Un buen racista, un racista de pro va por el mundo con la cabeza muy alta, que para eso es un ser superior. Faltaría más.

Personalmente, también me gustaría que lo reconocieran de manera abierta porque, estén donde estén y ostenten los cargos que ostenten, tengo que reconocer que saberlos ocultos en cualquier lugar me dan más miedo. Como con los monstruos de los terrores infantiles, lo peor no era que los hubiera, sino que pudieran estar escondidos debajo de la cama o dentro del armario y aparecieran cuando menos te los esperabas. Por eso, preferiría verlos venir de cara.

Fuente: http://www.elperiodicodearagon.com/noticias/opinion/racistas-reprimidos_1286273.html

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Estados Unidos: Trump cierra puertas a los más inteligentes del mundo

Estados Unidos/09 de Junio de 2018/Gestión

La xenofobia priva al país del talento que necesita para tener éxito. Si se les da la oportunidad, los inmigrantes de cualquier país del mundo se convertirán en estadounidenses patrióticos, al igual que sus descendientes.

El 6 de junio de 1944, soldados estadounidenses tomaron por asalto las playas de Francia, comenzando una campaña que revertiría el control de la Alemania nazi sobre Europa occidental. Fue una demostración sin precedentes del poderío militar y la destreza organizacional de Estados Unidos.

El hombre que dirigió ese heroico esfuerzo era de ascendencia alemana: el general y futuro presidente Dwight D. Eisenhower. La familia de Eisenhower, que cambió la ortografía del nombre original Eisenhauer (que significa «minero de hierro»), era originaria de un área llamada Nassau-Saarbrücken, irónicamente, uno de los territorios que el general liberaría.

Si EE.UU. hubiera sido en 1944 el mismo país que era en 1917, es posible que no hubiera habido un estadounidense de ascendencia alemana a la cabeza. Conforme EE.UU. se preparaba para luchar contra Alemania en la Primera Guerra Mundial, el sentimiento anti-alemán dominaba la nación.

Las escuelas dejaron de enseñar alemán, los ciudadanos germano-estadounidenses fueron hostigados y despedidos de sus trabajos y 6,000 alemanes y germano-estadounidenses fueron enviados a campos de detención. Parece inconcebible que se le hubiera permitido a un general de ascendencia alemana dirigir el ejército estadounidense contra la patria ancestral de su familia en 1917.

Y sin embargo, apenas 27 años después, esa imposibilidad se había convertido en realidad.

Esta anécdota ilustra un principio central de la historia estadounidense. Cuando EE.UU. acoge a personas de todas las razas y etnias, no solo es justo y equitativo, es eficiente.

La xenofobia priva al país del talento que necesita para tener éxito. Si se les da la oportunidad, los inmigrantes de cualquier país del mundo se convertirán en estadounidenses patrióticos, al igual que sus descendientes.

Desafortunadamente, muchos en EE.UU. nunca han incorporado esta lección. Por un tiempo, parecía que gran parte del país había dejado atrás la xenofobia, especialmente con la disculpa formal y las reparaciones por el internamiento de nipones-estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial.

Recientemente, sin embargo, el miedo irracional a los extranjeros parece estar regresando a la política de EE.UU. El arresto y detención de ciudadanos estadounidenses, en su mayoría de ascendencia hispana, por parte del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) no es solo una injusticia, sino una señal ominosa para EE.UU.

Ahora, la administración del presidente Donald Trump anunció planes para restringir los permisos para que estudiantes chinos estudien en el país. Las visas de los estudiantes graduados chinos que trabajan en robótica, aviación y fabricación de alta tecnología estarán limitadas a solo un año y las autorizaciones para visas serán más difícil de obtener.

El objetivo aparente de estas restricciones es prevenir el espionaje industrial chino. China roba grandes cantidades de propiedad intelectual a las compañías estadounidenses, privando a esas cempresas de su ventaja competitiva, lo que tiene como resultado menos empleos y menores salarios en EE.UU.

Es un problema serio y representa una debilidad que enfrentan las sociedades abiertas cuando compiten con naciones cerradas y administradas de manera centralizada.

Pero mantener alejados a los estudiantes chinos es la forma incorrecta de enfrentar el problema. Como escribe mi colega deBloomberg Opinion Adam Minter, los inmigrantes chinos altamente calificados son un importante motor de la prosperidad estadounidense. En la última década, el número de estudiantes chinos en EE.UU. ha aumentado:

Estos estudiantes pagan altas tasas de matrícula que ayudan a subsidiar la educación de los estadounidenses nativos. También son investigadores increíblemente productivos, generando resultados científicos hasta un 30% más altos que otros estudiantes.

Y la gran mayoría de estos individuos brillantes tienden a permanecer en EE.UU. después de graduarse, trabajando para aumentar la prosperidad estadounidense y contribuyendo al talento de la fuerza laboral nacional.

La ofensiva de Trump contra los estudiantes chinos debe verse como parte de una iniciativa más amplia -y altamente contraproducente- de restringir la inmigración de personas altamente calificadas a EE.UU.

Pero más allá de los beneficios materiales que EE.UU. obtiene de los estudiantes y trabajadores chinos, permitirles el ingreso preserva los ideales básicos de la nación. China es una sociedad increíblemente represiva y eso aumenta cada vez más.

El país está tratando de implementar la vigilancia universal, y recientemente experimentó un sistema de «acreditación social» salido de un espectáculo de ciencia ficción distópico, negando a la gente viajes en tren y en avión e incluso entregando menor velocidad de internet si son identificados por mal comportamiento.

Ese tipo de opresión es lo que EE.UU., al menos en teoría, creó para oponerse. Escapar a eso, y disfrutar de más libertad personal en general, es probablemente una gran razón por la cual los chinos envían a sus hijos al extranjero.

Negar esa esperanza de escape y libertad no solo sería como dispararse en el pie en términos económicos para el país, sino que también mermaría la reputación de EE.UU. como un modelo de libertad y oportunidad.

En lugar de excluir a los estudiantes y trabajadores chinos, EE.UU. debería reclutar más y hacer todo lo posible para mantenerlos en el país permanentemente.

El robo de propiedad intelectual es un problema, pero el país debería atacarlo presionando directamente al gobierno chino, no a las personas que intentan escapar de ese gobierno.

Si Trump consigue cerrar las puertas, se arriesga a impedir la existencia de muchas futuras generaciones de chinos-estadounidenses patrióticos y brillantes, toda una legión de futuros Eisenhowers.

El espionaje es una ventaja de las sociedades cerradas, pero la inmigración es una ventaja aún mayor de las abiertas. A la larga, quedarse con las personas será más poderoso que quedarse con las ideas.

 Fuente: https://gestion.pe/economia/management-empleo/trump-cierra-puertas-inteligentes-mundo-235200

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La educación debe ser fundamental en la política migratoria.

Por: Internacional de la Educación.

La educación tendría que ser la base del nuevo Pacto Mundial sobre Migración, según la Internacional de la Educación, que incidió en la importancia de contar con un enfoque migratorio que tenga en cuenta a toda la sociedad en un ámbito local y nacional.

Los estados miembros de la ONU y, de hecho, todos los gobiernos, están obligados a garantizar los derechos humanos de todos los migrantes. Es lo que afirmó Dennis Sinyolo, de la Internacional de la Educación (IE), a lo que añadió que «dichos derechos se resumen en los pactos y tratados de Naciones Unidas (ONU) actuales».

Sinyolo realizó estas declaraciones en el marco de un panel sobre perspectivas nacionales para un enfoque que abarque a toda la sociedad y facilite un movimiento migratorio seguro, ordenado y normal. El panel tuvo lugar durante unas sesiones informales con varias partes interesadas previas a la reunión del Pacto Mundial sobre Migración y la conferencia intergubernamental sobre migración internacional. Se celebró el 18 de diciembre en la sede de Naciones Unidas (ONU) en Nueva York, Estados Unidos.

En la sesión, los participantes tuvieron la oportunidad de debatir sobre la necesidad de cooperación y alianzas entre diferentes segmentos de la sociedad, incluida la sociedad civil, el sector privado, comunidades en la diáspora, migrantes, autoridades locales y nacionales, expertos y otros implicados para desarrollar y poner en práctica un enfoque sobre migración coherente y que abarque al conjunto de la sociedad.

El Presidente de la Asamblea General de la ONU, Miroslav Lajcak, explicó: «Estamos aquí para analizar cómo afecta la migración a las autoridades locales. Queremos ir más allá del ámbito nacional y revisar ejemplos de buenas prácticas en un entorno local y de cómo los migrantes contribuyen a las comunidades locales, por ejemplo, a través de sus destrezas».

El proceso de negociación intergubernamental sobre el Pacto Mundial, como recordó a los presentes, se iniciará en febrero de 2018, y exige que «se escuche a numerosas partes diferentes, especialmente a quienes aplican leyes y políticas migratorias, como enfermeras, docentes y agentes de las fuerzas de seguridad».

Por otra parte, subrayó que no hay mejor forma de celebrar el Día Internacional del Migrante que presentar propuestas sobre cómo tratar los retos que les afectan. También destacó la necesidad de basarse en un enfoque que tenga en cuenta a toda la sociedad y el gobierno, además de escuchar a todos los implicados.

Diálogo social

El punto de partida para garantizar un enfoque efectivo que llegue al conjunto de la sociedad a la hora de gestionar la migración presenta dos vertientes, según explicó Sinyolo:

(1) Todos los gobiernos, incluidos los de países de acogida y tránsito, deberían ratificar e implementar por completo las disposiciones de la ONU y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre migración, empleo y otros acuerdos relevantes.

(2) Los gobiernos deberían garantizar el establecimiento de mecanismos institucionalizados para el diálogo social.

También resulta de vital importancia llevar a cabo una consulta y un diálogo reales con los trabajadores migrantes a través de las organizaciones que los representan, los sindicatos en particular, dado que la mayoría de los migrantes se desplazan en busca de un trabajo decente, señaló.

La lucha y las acciones que llevan a cabo los sindicatos, la sociedad civil y otros agentes tampoco se deben subestimar, añadió Sinyolo. Estas organizaciones se han esforzado mucho para garantizar que no se niegue a los migrantes el acceso a las necesidades vitales y servicios públicos básicos, como la salud, la educación y la justicia, por su condición migratoria.

IE: Defender los derechos educativos de migrantes y refugiados

La Internacional de la Educación ha estado trabajando con sus afiliadas nacionales, organizaciones juveniles y comunidades estudiantiles y locales para defender y fomentar los derechos educativos de migrantes y niños y jóvenes refugiados en varios países europeos y de fuera de Europa, según manifestó Sinyolo.

Los educadores y sus sindicatos llevan mucho tiempo luchando para que los niños indocumentados tengan derecho a una educación de calidad y cuestionando su detención en campos de refugiados, afirmó. La IE también ha proporcionado formación y un desarrollo profesional a docentes locales, migrantes y refugiados para que puedan adaptarse a las necesidades específicas de los migrantes y refugiados, incluido apoyo psicosocial y formación lingüística.

«La educación es el mayor antídoto ante el azote de la xenofobia, el racismo y la discriminación, ya que ayuda a inculcar y fomentar los valores del entendimiento intercultural, el respeto, la tolerancia y la coexistencia pacífica». De hecho, la educación dota a migrantes y niños y jóvenes refugiados de las destrezas necesarias en su vida y trabajo, declaró, además de enfatizar que este aspecto debería ser una parte fundamental del nuevo Pacto Mundial.

«Un enfoque que implique al conjunto de la sociedad solo se puede alcanzar si todos los países y gobiernos dan un paso al frente en la creación de un entorno que acepte a los refugiados, tanto en el plano legislativo como socioeconómico», indicó. «Necesitamos tomar medidas inteligentes y significativas para avanzar, y que nadie las ignore o se haga a un lado, porque la gestión mundial de la migración es un esfuerzo mutuo que atañe a los países de partida, tránsito y destino».

Para finalizar, recordó la necesidad de que la ONU y los gobiernos sigan contando con sindicatos y sociedad civil en el proceso de negociación intergubernamental, hecho que motivó la respuesta por parte del Presidente de la Asamblea General de la ONU, que anunció que convocará dos sesiones/consultas más en febrero y mayo de 2018.

Fuente: https://www.ei-ie.org/spa/detail/15621/la-educaci%C3%B3n-debe-ser-fundamental-en-la-pol%C3%ADtica-migratoria

Imagen: https://www.ei-ie.org/resources/views/admin/medias/timthumb.php?src=https://www.ei-ie.org/media_gallery/original_687a3.jpg&w=1200&h=530&zc=1

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Myanmar: Las limpiezas étnicas no son cuentos del pasado

Myanmar/Diciembre de 2017/Autor: Mateo Guerrero Guerrero/Fuente: El Espectador

La discriminación contra la minoría musulmana en Myanmar ya había producido varios desplazamientos y masacres desde 1948. Este año, la historia se repitió y nadie pudo hacer nada para evitarlo.

Esta es la historia de un genocidio anunciado. “El Ejército le prendió fuego a mi casa. Dentro estaban mi suegra, de edad avanzada, y mi cuñada, que tenía dificultades mentales. Las quemaron vivas. No pudimos salir con ellas cuando los militares llegaron al pueblo”, dice una de las mujeres rohinyás que prestaron su testimonio para el informe que en febrero de este año publicó el Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidas. En ese momento faltaban seis meses para que los crímenes contra los rohinyás, la minoría étnica y religiosa que habitaba la provincia de Rakhine, al norte de Myanmar, protagonizara los titulares de prensa.

“Mis dos hermanas, de ocho y diez años, estaban huyendo porque vieron venir al Ejército. Las mataron, pero no a tiros; las cortaron con cuchillos”, dijo para el mismo informe la sobreviviente de un caso de violación colectiva, una niña de 14 años proveniente del mismo pueblo que, según Human Rights Watch, junto con otros cinco asentamientos habitados por rohinyás, ya tenían 820 edificios destruidos por cuenta del Ejército en noviembre de 2016.

Lejos de Myanmar, el nombre que adoptó tras su independencia la antigua Birmania, es fácil imaginar que la crisis empezó el 25 de agosto de este año, cuando los insurgentes del Ejército de Salvación Rohinyá de Arakán (ERSA) desencajaron la reputación de las autoridades del país al asestarles un golpe sorpresa a 30 estaciones de policía.

Tras un vistazo apresurado, también es posible pensar que la ira desbordada fue la principal causa de la violencia en contra de la minoría musulmana que nutre las filas del ERSA. Las cifras de la crisis, que hablan de 6.700 muertos y 650.000 personas desplazadas en menos de cinco meses, piden explicaciones más allá de una venganza ciega.

Una historia que se repite

El informe del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidas no fue la única alerta temprana. Durante meses, organizaciones como el Centro Simon-Skjodt para la Prevención del Genocidio o la comunidad de académicos de la International State Crime Initiative venían advirtiendo del riesgo de que la población rohinyá fuera víctima de crímenes atroces a gran escala. No sería la primera vez.

Durante la Segunda Guerra Mundial, los rohinyás pelearon codo a codo con los británicos para repeler al Imperio japonés en el sudeste asiático. A cambio, la corona inglesa prometió el fin del dominio colonial y la creación de un Estado independiente.

Como tantas otras veces, la promesa se cumplió a medias y, en lugar de restablecer las fronteras del antiguo reino de Arakán, que durante siglos fue la última frontera de la expansión del islam por Asia, las comunidades musulmanas que pelearon para tener su propio país tuvieron que conformarse con convertirse en una minoría étnica y religiosa en el interior de Myanmar, la nación que surgió tras la guerra y que aún hoy sigue siendo gobernada por representantes de su abrumadora mayoría budista.

En el año 2000, Human Rights Wahtch publicó un informe que demuestra que los ingredientes de la crisis humanitaria de hoy estaban servidos desde 1948.

Desde que Myanmar empezó a dar sus primeros pasos, el gobierno insistió en que los rohinyás eran inmigrantes ilegales. Como consecuencia, a lo largo de los años se les ha negado la posibilidad de servir como funcionarios públicos, acceder al sistema de educación o incluso movilizarse libremente por el país.

También desde el comienzo, la discriminación provocó el surgimiento de grupos insurgentes e independentistas que, en una de sus primeras y anecdóticas encarnaciones, estaban dirigidos por un tal Cassim, quien, tras ser capturado en Bangladés en 1950, dejó a sus tropas libres para dedicarse al robo y el contrabando de arroz.

La historia de insurgencia y marginalización regresó con una cara más reconocible en la década de los 70, cuando las autoridades migratorias y el ejército birmano comenzaron una operación que se conoció como Nagamin. La palabra se traduce como “rey dragón” y el programa al que estaba asignada provocó que, para mayo del 78, cerca de 200.000 rohinyás huyeran del país. Como hoy, la excusa fue la lucha contra el terrorismo y el destino exactamente el mismo: Bangladés.

La Cruz Roja no tardó en quedarse corta para atender a tanta gente y Naciones Unidas tuvo que intervenir con trece campos de refugiados. Mientras tanto, los gobiernos de Birmania y Bangladés acordaron la repatriación de los rohinyás, que sólo empezaban a cruzar la frontera cuando los refugios dejaron de recibir fondos y las raciones de comida a escasear.

Entre 1991 y 1992, el desplazamiento masivo de los 70 se volvió a repetir, esta vez con cerca de 250.000 y con la particularidad de que, en esa ocasión, Human Rights Watch reportó que el gobierno de Bangladés fue menos tolerante y empezó a realizar deportaciones forzadas.

Nada habría permitido prever las proporciones de la reciente escalada de violencia hasta 2012. En junio de ese año, los medios de comunicación birmanos reportaron la captura de tres hombres rohinyás relacionados con la violación y el asesinato de Ma Thida Htwe, una costurera de 27 años.

Poco después, un bus que iba por el municipio costero de Taungup fue detenido por un grupo de 300 budistas enardecidos. Esa noche, diez miembros de la minoría musulmana fueron linchados tras ser arrancados de los asientos en los que viajaban. Tres días más tarde, en un hecho sin precedentes que habla de la gravedad de la situación, el gobierno militar anunció la creación de un comité para investigar “los actos ilegales y anarquistas” que habían tenido lugar en la provincia de Rakhine. El Grupo Internacional de Crisis de Naciones Unidas también intervino para recomendarle al gobierno birmano que la mejor forma para evitar un rebrote de violencia era ponerle fin a la discriminación de los rohinyás. Eso no pasó.

Lo que no aprendemos de la historia

El 9 de octubre de 2016, varias personas armadas con palos, cuchillos y explosivos caseros asaltaron tres estaciones de policía en el norte de Myanmar. Decían que eran miembros del Harakah al-Yaqin (Movimiento de la Fe, en árabe). La violencia contra los rohinyás se desató.

“Los soldados me daban puños y patadas mientras gritaban ‘dile a Alá que venga a salvarte’”, se lee en otro de los muchos testimonios que la ONU recogió en su informe de febrero, cuando las alertas sobre un posible genocidio apenas empezaban a sonar.

El 25 de agosto, rebautizados como Ejército de Salvación Rohinyá de Arakán (ERSA), los insurgentes que desafiaron con cuchillos a las autoridades de Myanmar regresaron con ametralladoras y multiplicaron por diez el número de estaciones atacadas en octubre. El ejército birmano no se quedó atrás y rompió su propio récord de desplazados y víctimas mortales. La ONU definió los hechos como un caso clásico de limpieza étnica.

“He estado en República Centroafricana en dos ocasiones, en Congo, en Níger, en Honduras, en México, pero nunca he trabajado en una crisis tan grande y tan dura como esta”, dice María Simón, coordinadora de la misión de Médicos Sin Fronteras en Chittagong, la región al sur de Bangladés que ha recibido el grueso de desplazados provenientes de Myanmar.

En los campos de refugiados habita el equivalente a la población de una ciudad del tamaño de Cúcuta y a Simón se le van los días gestionando al personal médico y la llegada de camiones llenos de agua y alimentos que buscan que la crisis no se agrave por motivos sanitarios.

Con el fantasma de una epidemia a cuestas, la médica se sorprende por el modo en que, entre los campamentos hechos con plástico y bambú a lado y lado de las carreteras, los rohinyás no dan su brazo a torcer.

“Hay escuelas que están funcionando, hay pequeños mercados con tiendas, incluso hay una peluquería. La gente se adapta al medio y continúa con su vida, pese a que las condiciones son muy complicadas”, dice. Además destaca la política de fronteras abiertas que el gobierno de Bangladés ha tenido durante la crisis.

Para Tasleem Shakur, profesor de geografía humana en la Universidad de Edge Hill (Reino Unido), la actitud del gobierno bangladesí es producto de sus aprendizajes históricos. En 1971, cuando Bangladés se desangraba en una guerra de independencia que dejó 10 millones de refugiados en el extranjero y el genocidio de 3 millones de personas, ellos mismos fueron receptores del tipo de ayuda que ahora necesitan los rohinyás.

A pesar de eso, y siguiendo el mismo derrotero de otras crisis protagonizadas por los rohinyás, los gobiernos de Myanmar y Bangladés ya firmaron un acuerdo de repatriación a finales de noviembre. La idea es, por un lado, librar a Bangladés de la inmensa carga que supone la llegada de un número tan grande de refugiados y, por otro lado, permitirle a Myanmar limpiar un poco su reputación internacional. El acuerdo llega sin un compromiso claro para ponerle fin a la discriminación que sufren los rohinyás en Myanmar. En pocas palabras, hicieron todo para que nada cambie. El problema es que esta vez el precio de que todo vuelva a la “normalidad” es mucho mayor.

Con el genocidio y el desplazamiento de este año, la causa rohinyá atrajo la atención de organizaciones yihadistas. El pasado 27 de octubre, Abu Syed al-Ansari, líder del brazo armado de Al Qaeda en India, publicó un video en el que llamaba a pelear la guerra santa contra Myanmar.

Otra fuente de preocupación es el debilitamiento del Estado Islámico en Oriente Medio, lo que desde ya se ha traducido en un incremento de sus operaciones en el sudeste asiático, como ocurrió en Filipinas a finales de mayo. Ante la amenaza inminente, vale la pena preguntarse si el gobierno y el ejército de Myanmar van a seguir utilizando la misma excusa que han transmitido en inglés y birmano a través de sus medios oficiales: que todo es un caso de noticias falsas y que las fuerzas armadas no tienen nada que ver en lo que está pasando.

Fuente: https://www.elespectador.com/noticias/el-mundo/las-limpiezas-etnicas-no-son-cuentos-del-pasado-articulo-728742

 

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ONU lamenta xenofobia que se vive en Yucatán, México

México/17 agosto 2017/Fuente: Yucatan a la mano

El representante de la ONU, Alejandro Mejía  aseguró que la xenofobia no es exclusiva de Yucatán, sino que es un grave problema que aqueja a todas las naciones.

En su visita a Yucatán, el ecuatoriano Alejandro Mejía, el director de Instituto de las Naciones Unidas para la Investigación y Capacitación, (Unitar) explicó que la Xenofobia, es decir, la desaprobación de habitantes foráneos es una vivencia a nivel mundial.

Aunque Alejandro Mejía lamentó no conocer a fondo la situación que se vive en Yucatán respecto a la xenofobia, mencionó que en cualquier lugar del mundo la Xenofobia es inaceptable, y va en contra de la ética.

El titular de Unitar dijo que uno de los ejemplos más grandes de xenofobia se vive en la región europea, donde los inmigrantes de Siria se mueven a las costas de Europa debido a la guerra en su país, pero quienes después de tanto esfuerzo ya son respetados por los habitantes europeos.

“Ahí es donde la ONU si ha logrado hacer algo es en ese punto, con los refugiados empezando con los palestinos, hasta el día de hoy con lo de Siria, eso es amar al prójimo”, dijo el representante de la Organización de las Naciones Unidas.

Alejandro Mejía explicó que los europeos hasta cierto punto no tienen opción, puesto que no existe manera de construir un muro, y que aun así “construir muros no arregla nada”.

“La Xenofobia va en contra de absolutamente todo, de la ética, de la justicia, las naciones deberían ser inclusivas y darle la bienvenida a los prójimos”, reiteró.

Asimismo, resaltó que la educación juega un papel muy importante en el respeto, no solo entre naciones, sino entre localidades, colonias, municipio, etc. Y que la educación está obligada a enseñar el valor del respeto y la ética.

Fuente: http://www.yucatanalamano.com/destacado/onu-lamenta-xenofobia-que-se-vive-en-yucatan/

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La población afrodescendiente y la desigualdad en América Latina

Uruguay/19 de Junio de 2017/El Observador

Las brechas entre los marcos legales y la vida cotidiana de las personas afrodescendientes siguen siendo profundas.

Según los censos de los diferentes países de América Latina y el Caribe, se estima que la población afrodescendiente en la región en 2010 era de 111 millones de personas, un 21,1% de la población total. Sin embargo, para el informe, Panorama Social de América Latina, edición 2016 de la CEPAL, debido a las limitaciones que aún persisten en la región en la cuantificación de estas poblaciones consideradas minorías, se estima que a 2015, había en la región al menos 130 millones de personas afrodescendientes

La falta de precisión de la composición racial en la región evidencia cómo la desigualdad étnico-racial, así como la socioeconómica, la de género o territorial, “constituye uno de los ejes de la matriz de la desigualdad social en América Latina”. La región es la más desigual del mundo y ello se manifiesta en diversos ámbitos del desarrollo social, entre ellos la posición socioeconómica, la salud, la educación y el trabajo. Como ejemplo, en los cuatro países de los cuales se dispone de información, se percibe una concentración significativamente más elevada de la población afrodescendiente en el quintil de menores ingresos.

En el ámbito de la salud, uno de los indicadores que más evidencia la desigualdad entre los afrodescendiente y el resto de la población son las tasas de mortalidad infantil. Con la excepción de la Argentina, la probabilidad de que un niño afrodescendiente muera antes de cumplir un año de vida es superior que la de los no afrodescendientes. Las mayores brechas se registran en Colombia, Uruguay, Panamá y Brasil, países donde la probabilidad es de entre 1,6 veces y 1,3 veces mayor entre niños afrodescendientes que entre niños que no pertenece a este grupo racial.

Las desigualdades étnico-raciales también se manifiestan en la educación, donde la proporción de jóvenes de raza negra de entre 18 y 24 años que asisten a un establecimiento educativo es menor al porcentaje de los jóvenes que pertenecen a otras razas. Según el mismo informe de la CEPAL, la brecha se profundiza en el caso de la asistencia a la educación superior. En cuanto al mercado de trabajo, las tasas de desempleo de los afrodescendientes son superiores a las de los no afrodescendientes en la mayoría de los países considerados. Y a modo de ejemplo, los ingresos de los hombres de raza negra que cuentan con educación terciaria representan apenas el 73% de los hombres no afrodescendientes.

A pesar de las persistentes desigualdades, desde mediados del siglo pasado se han venido emprendido acciones y se han asumido compromisos internacionales para intentar revertir la situación. Pero ha sido en los últimos 15 años, tras la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia, celebrada en 2001, que la presión de movimientos sociales y diferentes organismos internacionales han logrado que los gobiernos de la región fortalezcan los mecanismos relacionados con las poblaciones afrodescendientes.

En los últimos años, algunos países han reformado su legislación para combatir el racismo y fomentar la igualdad. Algunas de estas políticas implican la reserva de cupos para personas afrodescendientes en universidades y puestos laborales. También, según el informe de la CEPAL, se han implementado políticas como la instauración de días oficiales de celebración de la afrodescendencia, y la enseñanza de historia y cultura africana. Y en algunos países se fomenta la participación de organizaciones afrodescendientes en las decisiones, “a través de la articulación, aunque incipiente, de los mecanismos gubernamentales”.

A pesar de los avances, las brechas entre los marcos legales y la vida cotidiana de las personas afrodescendientes siguen siendo profundas. Y de hecho, todavía hay países que carecen de cualquier normativa al respecto.

Fuente: http://www.elobservador.com.uy/la-poblacion-afrodescendiente-y-la-desigualdad-america-latina-n1084632

 

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