Más de 2.500 escuelas están fuera de uso en Yemen, con dos tercios dañados por los ataques, el 27 por ciento cerrado y el 7 por ciento utilizado con fines militares o como refugio.
La Unicef es de la idea de que se necesita hacer más para proteger a los niños en Yemen.
Al tiempo que la Unicef se congratula de la extensión de la tregua entre las partes en conflicto en Yemen, la misma agencia de Naciones Unidas denuncia que desde el anuncio del cese de hostilidades en el país de la península arábiga en febrero pasado, al menos 113 niños han sido asesinados o mutilados.
Según cifras verificadas por la ONU, los asesinatos reportados son menores a las registradas, pero por mucho, dijo el representante del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en Yemen, Philippe Duamelle.
Las cifras reales probablemente sean mucho más altas”, continúa Duamelle, quien cree que se necesita hacer más para proteger a los niños en Yemen.
“Unicef hace un llamado a todas las partes del conflicto para que respeten plenamente los términos de la tregua y continúen sus esfuerzos por lograr una paz sostenible en Yemen», comentó Duamelle.
«Todas las partes del conflicto deben proteger a los civiles dondequiera que se encuentren y no escatimar esfuerzos para retirar las minas terrestres y las municiones sin detonar”, añadió.
El enviado especial de Naciones Unidas para Yemen, Hans Grundberg, sostuvo el martes que la extensión de la prórroga «permitirá un acuerdo sobre un mecanismo de intercambio transparente y efectivo para pagar los salarios de los funcionarios públicos y jubilados de manera regular.
Ademas, «abrir carreteras en Taiz y otras provincias, operar más destinos de viaje hacia y desde el aeropuerto de Saná, y proporcionar combustible y su flujo regular a través de los puertos de Hodeida».
Desde 2015, Yemen ha sido un campo de batalla entre los rebeldes hutíes respaldados por Irán y la coalición liderada por Arabia Saudita, que respalda al gobierno reconocido internacionalmente.
La guerra en Yemen enfrenta al Gobierno reconocido internacionalmente, ahora representado por el Consejo Presidencial de Liderazgo y apoyado por una coalición liderada por Arabia Saudita, y a los huties. Los huties controlan Saná y zonas del norte y el oeste del país.
«Me complace anunciar que las partes han acordado prorrogar la tregua, en las mismas condiciones, durante dos meses más, desde el 2 de agosto de 2022 hasta el 2 de octubre de 2022», dijo Hans Grundberg.
El alto el fuego «incluye el compromiso de las partes de intensificar las negociaciones para alcanzar un acuerdo de tregua más amplio, lo antes posible», añadió en un comunicado.
La extensión se produjo pocas horas después de que expirara el alto el fuego luego de una extensión anterior. La tregua entró en vigor inicialmente el 2 de abril durante dos meses antes de extenderse hasta el 2 de agosto.
La violencia continuó en aumento este año en Yemen debido a la guerra, una situación que afecta en primer lugar a los civiles, y en especial a los niños, denunció hoy Unicef.
Solo durante en enero y febrero últimos, al menos 47 niños fueron asesinados o mutilados en varios lugares del país, condenó en un comunicado el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
“Desde que el conflicto se intensificó en Yemen hace casi siete años, la ONU verificó que más de 10 mil menores resultaron muertos o heridos, aunque el número real es probablemente mucho mayor”, resaltó.
Ante esa situación, el organismo llamó a todas las partes de la guerra a proteger los civiles, de forma especial a ese sector de la población.
El Comité de la Cruz Roja Internacional (CICR) afirmó ayer que más de 20 millones de yemenitas, de una población de 30,5 millones carecen de acceso a atención médica básica y 16,2 millones están amenazados por la falta de alimentos.
Apenas el 51 por ciento de los centros de salud están en servicio tras casi ocho años de guerra, lo cual convierte en un lujo la atención médica, lamentó esa institución.
El CICR resaltó que más de un millón de minas terrestres y artefactos explosivos sin detonar están plantados a lo largo y ancho del país, lo cual provoca muertes y herida a diario.
La guerra comenzó en 2014, cuando los rebeldes se levantaron en armas y ocuparon grandes extensiones del país, incluida su capital, Saná.
Al año siguiente una coalición árabe, encabeza por Arabia Saudita, intervino en el conflicto en respaldo del presidente Abd Rabbu Mansour Hadi.
Según la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, dos tercios de la población, unos 20 millones de personas, dependen de la asistencia humanitaria y el 80 por ciento vive por debajo del umbral de pobreza.
Al menos 400.00 infantes padecen malnutrición grave en este Yemen.
El portavoz del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por su sigla en inglés), James Elder, informó este martes que el conflicto armado iniciado en 2015 en Yemen ha dejado la cifra de 10.000 niños mutilados o muertos.
“El conflicto de Yemen acaba de alcanzar otro hito vergonzoso”, indicó el funcionario y añadió que la cifra es equivalente a la muerte o la mutilación de al menos cuatro infantes al día.
«Regresé ayer de una misión que me llevó tanto al norte como al sur de Yemen. Conocí a decenas de niños, muchos inspiradores; todos sufriendo”, subrayó el representante de Unicef.
Elder declaró que la crisis humanitaria de ese país es la peor del mundo y es una “trágica convergencia” de varias amenazas como “conflicto violento y prolongado; devastación económica; servicios destrozados para todos los sistemas de apoyo y una respuesta de la Organización de Naciones Unidas (ONU)” pésimamente financiada.
Entre los tristes dígitos compartidos por el portavoz de la Unicef destacan que cuatro de cada cinco niños necesitan asistencia humanitaria, 400.000 infantes padecen desnutrición aguda grave y más de ocho millones carecen de agua potable, saneamiento e higiene.
El funcionario destacó alguno de los logros del ente internacional para el desarrollo y la protección de la niñez, como proporcionar agua potable a 5 millones de personas y proveerlas de vacunas. Sin embargo, los esfuerzos siguen siendo insuficientes para la situación imperante.
La ONU advirtió, en 2018, que el caso en cuestión podría ser la peor hambruna en más de 100 años. Actualmente, más del 80 por ciento de la población depende prácticamente de la ayuda humanitaria para sobrevivir.
Luego de seis años de conflicto, la ayuda internacional continúa siendo inferior a la necesitada y los funcionarios no ven una una salida a la situación que ha costado cientos de miles de vidas en Yemen.
Fuente e Imagen: https://www.telesurtv.net/news/yemen-advierten-ninos-fallecido-conflicto-20211019-0031.html
Asia/Yemen/23-07-2021/Autor(a) y Fuente: www.ilo.org
Un programa multi-institucional ha dotado a cientos de yemeníes vulnerables de conocimientos para mejorar su educación general y su formación en el puesto de trabajo, proporcionándoles los medios para asegurarse unos ingresos sostenibles.
SANAA (OIT Noticias) – Iman Mohammed proviene de una familia de 11 personas en la aldea de Bani Quis, en la gobernación noroccidental yemení de Hajjah. La familia es mantenida económicamente por su padre, un jornalero y repartidor de motocicletas.
Mohammed abandonó la escuela a una edad temprana porque carecía de medios para llegar a su escuela, situada a unos seis kilómetros de su pueblo. Ahora, con 18 años y sólo semianalfabeta, desearía haber tenido la oportunidad de aprender en la escuela.
«Recuerdo que fui una excelente alumna de primaria, pero desgraciadamente no sé leer ni escribir como muchas otras chicas de mi edad que ya han terminado el instituto», afirma.
Decidida a buscar otras opciones de aprendizaje para obtener habilidades profesionales prácticas, Mohammed se unió a un plan de aprendizaje: el componente de habilidades y emprendimiento del Programa Conjunto de Apoyo a los Medios de Vida Resistentes y la Seguridad Alimentaria en Yemen (ERRYJP II) . El programa está financiado por la Unión Europea y la ASDI, y el plan es aplicado por la OIT en colaboración con la Fundación Ghadaq de Yemen.
«Aunque esta formación se imparte en el pueblo de Kashir, que está a seis kilómetros de mi aldea, de ninguna manera iba a perder esta oportunidad de aprender algo nuevo en mi vida», dijo Mohammed.
Su determinación de aprovechar al máximo la nueva oportunidad de formación era evidente para Ahlam Ali Hussein, instructora teórica del Ministerio de Educación Técnica y Formación Profesional (MTEVT), especializada en sastrería, confección y diseño de moda.
«Aunque Iman es semianalfabeta, demostró un gran interés y consiguió dominar con bastante facilidad los fundamentos de la confección y la costura», dijo Ahlam Hussein.
Además de la instrucción teórica, Mohammed adquirió útiles conocimientos de costura gracias a la formación práctica que recibió en el Laboratorio de Costura Kashir de su maestro artesano, Ashwaq Darweesh.
«Iman no sabía mucho sobre costura y confección, pero aprendió rápidamente y confeccionó prendas bien confeccionadas», dijo Ashwaq Darweesh.
Mohammed ha empezado a coser vestidos en su casa y espera que esto se convierta en un negocio próspero que le proporcione una fuente de ingresos sostenible.
«Por lo general, la confección de una prenda media requiere 2.000 riales yemeníes (unos 8 dólares), teniendo en cuenta el coste de los cuellos, el hilo y la tela», explicó. «Cuando vendo la pieza final, se vende por al menos 3.000 riales, lo que me da un beneficio de unos 1.000 riales».
«Durante las vacaciones de Eid pude obtener un buen beneficio», añadió, reflexionando sobre los resultados de las habilidades que consiguió durante la fase de formación. «Hice unos 12 vestidos tradicionales de mujer, dos vestidos normales y tres pares de pantalones».
Mohammed es una de las 590 aprendices que recibieron formación teórica, de habilidades para la vida y financiera, seguida de formación en el puesto de trabajo impartida por 320 maestros artesanos (MCP). El programa había proporcionado previamente a los maestros artesanos formación sobre metodologías de aprendizaje, formación y evaluación basadas en la competencia (CBT/A) y seguridad y salud en el trabajo (OSH). De este modo, los PCM estaban preparados para formar a los aprendices y ayudarles a mejorar sus condiciones de trabajo.
ERRYJP II es un programa de tres años financiado por la Unión Europea (UE) y la Agencia Sueca de Cooperación Internacional para el Desarrollo (ASDI), y ejecutado en Yemen por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) en seis gobernaciones vulnerables: Abyan, Hajjah, Hodeidah, Lahj, Sanaa y Taiz.
Fuente e Imagen: https://www.ilo.org/global/about-the-ilo/mission-and-objectives/features/WCMS_814357/lang–es/index.htm
Aunque Yemen ya no ocupa espacio en portadas y ni siquiera en la mayoría de los medios, la guerra no ha cesado, y de hecho, ahora se encuentra en un momento clave; no solo para el futuro de la contienda, sino del país.
Este mes de febrero parece que va a ser la síntesis de casi siete años de violencia desde que en 2014 los hutíes tomasen el control de Saná después de dos años –convulsos– de revolución yemení. Por un lado, si bien Donald Trump quiso abandonar la Casa Blanca con grandes gestos hacia Israel –utilizando a Mike Pompeo como su bocazas particular–, el gabinete Biden ha revertido algunas de sus acciones; la más importante de Oriente Próximo, la de meter a los hutíes en la lista de grupos terroristas. Por otro lado, porque al mismo tiempo que los EE.UU. han retirado todo su apoyo a Arabia Saudí y aliados (aunque no se termina de distanciar de Emiratos Árabes Unidos y sus proxies separatistas del Consejo Transicional del Sur) en la guerra yemení, Ansarolá y los grupos que los apoyan han lanzado la ofensiva definitiva contra Ma’rib, una ciudad que si bien no es estratégica, resulta especialmente simbólica por ser la capital del gobierno de Abd Rabbuh Mansur al Hadi; las fuerzas pro-saudíes en Yemen. Unas fuerzas pro-saudíes donde abundan los salafistas, los wahabitas y que no tienen escrúpulos a la hora de colaborar con al-Qaeda, como se está viendo en la defensa de Ma’rib.
El cambio de política adoptado por el gabinete Biden no responde a un repentino intento de redimir ‘los pecados’ de EE.UU., ni a una política realmente de arrepentimiento. Es puro pragmatismo, pero es un pragmatismo que libera presión sobre los civiles yemeníes.
El cambio radical con Biden de la política exterior estadounidense para con Yemen, además de ser un gesto hacia Irán –en un momento en el que junto a la UE pretenden resucitar el Plan de Acción Integral Conjunto (Acuerdo Nuclear) del que Trump se salió de manera unilateral–, es un respiro para los hutíes, pero sobre todo para la población yemení. Porque si bien las sanciones son una forma de guerra ya establecida y consolidada por las denominadas democracias occidentales, estas provocan más problemas que soluciones, y estos problemas son especialmente dramáticos en países como Yemen, en el que, de acuerdo a la ONU, hay 400.000 niños de menos de cinco años padeciendo desnutrición severa. Dieciséis millones de yemeníes pasan hambre, de los cuales cinco están «a un paso de la hambruna». El 80% de la población en Yemen necesita ayuda humanitaria, y la decisión de Trump-Pompeo de meter a los hutíes en la lista de grupos terroristas, lejos de castigar de algún modo a Ansarolá, solo sirvió para castigar a una grandísima parte de ese 80% de la población; y con 80% hablamos de 24 millones de personas, según el Comité de Amigos de la Legislación Nacional el-Tayyab.
Meter a los hutíes en la lista de grupos terroristas, el grupo que es lo más parecido a un Estado en Yemen, que controla las principales ciudades del país, de Sadah hasta Taiz, de Hudaydah a al-Baidah, pasando por Dahmar y Saná, significaría limitar toda la ayuda que entra al país y complicar aún más la difícil labor de las organizaciones humanitarias en un país que, siendo el más pobre de los árabes y uno de los más pobres del mundo, importa el 90% de los alimentos, la mayoría a través de canales comerciales con compañías a las que no les interesa ser asociadas con designados terroristas. Y que castigar a la población era el objetivo no es ningún secreto. Mike Pompeo se pasó prácticamente todo el 2020 presionando a Naciones Unidas para que dejase de realizar operaciones de ayuda humanitaria en el territorio controlado por los hutíes.
El cambio de política adoptado por el gabinete Biden no responde a un repentino intento de redimir ‘los pecados’ de los Estados Unidos, ni a una política realmente de arrepentimiento por la crisis humanitaria que han provocado en el país (empezando por Obama). No. Es puro pragmatismo, pero es un pragmatismo que libera presión sobre los civiles yemeníes. Joe Biden quiere sentar a Teherán para negociar la vuelta de las partes al Acuerdo Nuclear, y liberar la presión sobre Yemen es un gesto que deja la pelota sobre el tejado iraní. Además, en una guerra que ha provocado la mayor crisis humanitaria en décadas, en la que no se han cumplido los objetivos esperados por los países agresores y en la que Arabia Saudí no es capaz de enfrentarse a pastores tribales.
Con los hutíes otra vez fuera de la lista norteamericana de organizaciones terroristas, las organizaciones humanitarias y las compañías van a poder volver a operar en Yemen sin el temor a represalias por colaborar con terroristas.
Retirarse honrosamente es la mejor salida que le quedaba a Washington. Una retirada que no es total, y es que mantiene las relaciones con Emiratos Árabes Unidos, que cuentan con unos aliados en el sur bastante más moderados que las fuerzas de Hadi y que han demostrado cierta seriedad al controlar de manera efectiva y mantener [relativamente] estable la ciudad de Adén. Tal es así que la misma semana en la que Biden sacaba de la lista de grupos terroristas a Ansarolá, se dedicaba a condenar sus acciones militares, como si no estuviesen en un contexto de guerra enfrentándose a una fuerza apoyada por una coalición invasora con un presidente que aun siendo yemení, pertenece más a Riad que a Saná (Ma’rib en este momento).
Con los hutíes otra vez fuera de la lista norteamericana de organizaciones terroristas, las organizaciones humanitarias y las compañías van a poder volver a operar en Yemen sin el temor a represalias por colaborar con terroristas; algo que no beneficia a Ansarolá, como repiten constantemente los bots y trolls saudíes, sino a los miles y miles de yemeníes que mueren por enfermedades y problemas perfectamente evitables. Y es que a estas alturas es innegable que todas las partes han cometido crímenes horribles, ¡es la guerra! Pero los saudíes, aparentemente tan preocupados porque se respete el derecho a la vida en el territorio de Ansarolá, son los principales responsables de la destrucción y los bombardeos indiscriminados.
El mundo se ha olvidado de Yemen, y los países que intervienen directa o indirectamente en la guerra parece que solo tienen interés a la hora de invertir en la maquinaria bélica. La reconstrucción está lejos, la paz no es fácil y la crisis humanitaria cada día es más grave, pero en estos momentos la guerra está llegando al punto de no retorno en el que uno de los bandos tendrá que claudicar o morir arrasando con todo. Con menos presión internacional y con la posibilidad de conquistar Ma’rib, los hutíes están a punto de consolidarse como la principal fuerza indiscutible de Yemen; algo que ya pasó en 2014 pero ni salafistas ni saudíes fueron capaces de aceptar.
Combatir el terrorismo del Estado Islámico y las causas que lo hacen fuerte ha dejado de ser prioritario. Estados Unidos se enfoca en el quebradero de cabeza que se le ha convertido Irak. Siria concentra la mayor parte de su Ejército en Idlib. Yemen suficiente tiene con sobrevivir a la mayor crisis humanitaria de nuestra época mientras La Coalición (Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y sus respectivos aliados yemeníes) se desmorona en el sur. Camerún, Chad y Nigeria pueden permitirse cierto grado de insurgencia mientras solucionan problemas internos mucho más acuciantes. Pero el terrorismo no ha cesado, y aunque el Califato ya no existe, sus fanáticos siguen asesinando. ¿Por qué no se habla de ello? En parte porque su violencia es a mucha menor escala que en el pasado, pero también porque han decidido no atacar ‘Occidente’ hasta que vuelvan a controlar territorio estable.
En apenas una semana, terroristas del Estado Islámico han tiroteado a un miliciano de las YGP en Manbij (Siria), asesinado a dos efectivos de las Unidades de Movilización Popular y herido a otros tres en al-Qaim (Irak), asesinado a dos policías en Kirkuk (Irak), ejecutado a un militar iraquí y atacado un convoy en Ramadi, emboscando a dos soldados iraquíes en Makhmour, ejecutado a un soldado en Chad, herido a varios soldados egipcios con un explosivo improvisado en el Sinaí, asesinado a tiros a un miembro de las fuerzas de seguridad afganas en Nangarhar, atacado a varios soldados en Ngala (Nigeria) y destruido un vehículo militar nigeriano en Buni Yadi con una bomba.
Además de los ataques exitosos que reivindican, las escaramuzas son constantes y, por ejemplo, el pasado 28 de abril, las autoridades iraquíes en Kirkuk abatieron a 3 terroristas suicidas que tenían pensado inmolarse en un edificio de la Inteligencia. A pesar de ser operaciones que podrían considerarse pequeñas, es un desgaste continuo que a veces se ve agravado por matanzas como la del 23 de marzo de 2020, cuando Boko Haram (no confundir con el actual Estado Islámico de África Occidental/ISWAP) asaltó una posición militar en el Lago Chad matando a 92 soldados.
El Estado Islámico ha sabido adaptarse al nuevo contexto como lo hizo al-Qaeda; aprendiendo que si quieren sobrevivir, deben evitar atacar a las potencias que realmente pueden hacerles frente
La situación ha llevado al Gobierno de Siria a reanudar algunas operaciones en el desierto de Homs contra los terroristas, a las fuerzas de seguridad iraquíes a mantenerse alerta en las zonas de mayor actividad terrorista y, sobre todo, a Chad a lanzar la Operación Ira de Bomo; una operación a gran escala junto a otros países del Sahel contra Boko Haram. La operación anunciada por el presidente chadiano Idris Deby ya ha eliminado a un millar de militantes de Boko Haram, conocidos por ser la facción más extrema de todos los grupos que juraran lealtad al Estado Islámico.
Pero esta campaña en Lago Chad no es más que una acción concreta, en un momento concreto, y aunque ha sido una gran muestra de fuerza, no podrá mantenerse mucho más en el tiempo. Es una victoria temporal, porque no se atacan las raíces del problema sino los síntomas. Otros países vecinos como Nigeria, incluso, han decidido adoptar la pasividad como estrategia.
A las operaciones militares no le siguen programas de educación, ni de desarrollo económico, ni de justicia… No se detiene la rueda en ningún momento porque los grupos terroristas no amenazan en ningún momento la posición de las élites. El Estado Islámico ha sabido adaptarse al nuevo contexto como lo hizo al-Qaeda; aprendiendo que si quieren sobrevivir, deben evitar atacar a las potencias que realmente pueden hacerles frente. El nuevo ‘perfil bajo’ que ha adoptado el Estado Islámico hace que, por ejemplo, pasen desapercibidas noticias como la detención en España de uno de sus excombatientes en Siria, hijo a su vez de un terrorista de al-Qaeda responsable del asesinato de 224 personas.
Solo durante el mes de marzo en el Sahel, la zona más afectada ahora mismo por el terrorismo islamista junto a Afganistán, hubo 58 atentados que se cobraron 522 vidas de civiles y militares. Esto convierte marzo en uno de los meses del año con más civiles muertos por ataques terroristas en Mali, Nigeria, Chad y Burkina Faso.
Los efectos globales del COVID-19, la degradación de la economía, el potencial descontento que provocará en la población y la incapacidad de reacción de los gobiernos –carentes de recursos– presentan un 2020 especialmente duro para la población del Sahel. ACNUR alerta de que el hambre acecha la región, amenazando con una crisis catastrófica para un territorio con 3 millones de desplazados por la guerra contra el terrorismo, donde las cosechas se están acabando y dejarán a 19 millones de personas en riesgo de inseguridad alimentaria. Son las condiciones perfectas para una catástrofe humanitaria que grupos como Boko Haram e ISWAP saben explotar a su favor. Burkina Faso, por ejemplo, se encuentra en una situación en la que el coronavirus y sus consecuencias atacan las ciudades mientras el Estado Islámico en África Occidental ataca continuamente en las zonas rurales; sin solución ni vía de escape para la población frente a ambas amenazas.
Los terroristas ya no amenazan ni a los poderosos ni a las potencias, así que han dejado de ser la prioridad. Pero siguen existiendo, siguen matando, y aunque ahora no son una amenaza, se mantienen al acecho
En el corto y medio plazo, el Estado Islámico no va a pasar de una insurgencia. Es muy improbable que logren la instauración de un nuevo califato. Sin embargo, ello no implica su derrota, y es que en las zonas donde los estados no llegan, donde la población se siente abandonada, ya se han infiltrado sus ideas extremistas. Allá donde hay un vacío de poder, seguirán calando las ideas más brutales del grupo terrorista, y aunque no controlen un territorio estable, seguirán teniendo el caldo de cultivo para fanáticos deseosos de matar por unas ideas infames pero que han interiorizado.
Sin califato, el Estado Islámico se ha atomizado, minimizando la amenaza pero aumentando exponencialmente el frente. La batalla no ha terminado, y no lo hará definitivamente hasta que se los combata no solo con las armas, sino también combatiendo el hambre, el tribalismo y construyendo una identidad colectiva entorno al estado y no la fe.
Los terroristas ya no amenazan ni a los poderosos ni a las potencias, así que han dejado de ser la prioridad. Pero siguen existiendo, siguen matando, y aunque ahora no son una amenaza, se mantienen al acecho, esperando el momento en el que ganar adeptos y volver a hacer daño.
A medida que las muertes causadas por el coronavirus en todo el mundo continúan aumentando, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) advirtió que el mundo enfrenta una posible «pandemia de hambre», ya que la cantidad de personas que más necesitan alimentos podría casi duplicarse este año.
A finales de 2019, 135 millones de personas vivían con «hambre aguda». Pero con muchos países de todo el mundo aplicando cuarentena, es probable que ese número aumente a 265 millones, dice el PMA.
«Antes de que el coronavirus se convirtiera en un problema, decía que 2020 enfrentaría la peor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial por varias razones», dijo el martes el director ejecutivo del PMA, David Beasley.
La organización, que recibió $ 8,3 mil millones (£ 6,7 mil millones) en 2019, ahora necesita entre $ 10-12 mil millones para mantener sus operaciones para este año.
Entonces, ¿qué países están en mayor riesgo?
Yemen
Incluso antes de que comenzara la guerra en Yemen, el país era el más pobre del mundo árabe.
Pero desde que una coalición liderada por Arabia Saudita intervino en el conflicto contra los rebeldes hutíes de Yemen en 2015, la situación humanitaria del país se ha deteriorado aún más.
«A medida que los conflictos se hacen más largos, más y más personas se vuelven vulnerables», dijo a la BBC el economista jefe del PMA y director de la División de Investigación, Evaluación y Monitoreo, Arif Husain. «En 2016 en Yemen, tal vez estábamos ayudando a tres o cuatro millones de personas. Hoy ese número es de 12 millones».
Para empeorar las cosas, el PMA dijo a principios de este mes que reduciría a la mitad la ayuda a las zonas controladas por los hutíes, por las preocupaciones expresadas por algunos países de que los rebeldes estaban obstruyendo las entregas de ayuda.
Yemen informó su primer caso confirmado de coronavirus a principios de este mes, y las agencias de ayuda advirtieron que la enfermedad podría abrumar rápidamente los debilitados sistemas de salud del país.
República Democrática del Congo (RDC)
Después de más de un cuarto de siglo de conflicto armado en partes del país, la RDC es la segunda crisis de hambre más grande del mundo, según el PMA.
Más del 15% de la población del país está clasificada como «gravemente insegura de alimentos», lo que significa que se encuentran entre 30 millones de personas en zonas de guerra en todo el mundo que dependen casi por completo de la ayuda. Se necesitan casi $ 2 mil millones para asegurar el suministro de alimentos para estas poblaciones solo en los próximos tres meses, dijo Husain.
«Esas fueron las personas más afectadas y ahora están en más problemas», dijo.
La RDC también tiene 5 millones de desplazados internos y más de medio millón de refugiados de países vecinos.
Además del mayor riesgo que enfrentan las personas que viven en zonas de guerra, las personas desplazadas son aún más vulnerables durante el brote de coronavirus porque a menudo carecen de los servicios básicos de higiene necesarios para ayudar a detener la propagación de la enfermedad.
A principios de este mes, el portavoz de la agencia de la ONU para los refugiados, ACNUR, advirtió que la violencia en curso en la RDC amenazaba los esfuerzos para contener la propagación del coronavirus allí, que hasta ahora ha afectado principalmente a la capital, Kinshasa.
Venezuela
A diferencia de los otros países en la lista, el hambre de Venezuela no ha sido causada por conflictos o factores ambientales, sino por dificultades económicas.
Aunque Venezuela tiene las reservas de petróleo más grandes del mundo, la hiperinflación en el país alcanzó el 200% en enero del año pasado, dejando a un tercio de su población necesitada de asistencia.
Las dificultades se han visto agravadas por un éxodo masivo de trabajadores de la salud, según el PMA.
Y los problemas no terminan ahí: alrededor de 4.8 millones de personas (o el 15% de la población) han abandonado Venezuela en los últimos años, y cientos de miles de estos migrantes enfrentan inseguridad alimentaria en los países vecinos.
Sudán del Sur
El país más joven del mundo solo se independizó de su vecino del norte, Sudán, en 2011. La medida estaba destinada a marcar el final de una guerra civil de larga duración, pero el país cayó en un conflicto violento después de solo dos años.
El PMA advierte que el hambre y la desnutrición en Sudán del Sur se encuentran en los niveles más extremos desde 2011, con casi el 60% de la población luchando por encontrar comida todos los días.
«Si Covid [-19] no fuera una historia en este momento, las langostas del desierto serían la historia más importante», según Husain.
Y como uno de los países más dependientes del petróleo del mundo, es probable que el país se vea muy afectado por la caída de los precios del petróleo.
El país ahora ha registrado cuatro casos de coronavirus, según la Universidad Johns Hopkins.
Afganistán
Otro país devastado por el conflicto, Afganistán había sufrido casi dos décadas de guerra cuando Estados Unidos invadió en 2001.
Dieciocho años después, más de la mitad de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, y el PMA clasifica a más de 11 millones de personas como personas con inseguridad alimentaria severa.
Según las cifras del gobierno afgano, ha habido más de 1,000 casos confirmados de coronavirus.
Si bien los números parecen bajos, el país tiene acceso limitado a las pruebas y el sistema de salud ha sufrido décadas de conflicto.
Además de las áreas afectadas por la guerra, los problemas ambientales o las crisis económicas, es probable que muchos más países de ingresos bajos y medianos se vean afectados por la pérdida de empleos y otras dificultades económicas causadas por la propagación del coronavirus en los próximos meses.
El problema se agravará por presiones económicas similares en países de todo el mundo, lo que significa que las remesas, o el dinero enviado por familiares en el extranjero, caerán en estos países.
«Lo más importante es un tratamiento asequible que debe estar disponible para todos en todo el mundo», dijo Husain. «Pero hasta que lleguemos a ese punto, debemos asegurarnos de hacer todo lo que esté a nuestro alcance para salvar vidas y proteger los medios de vida».
Fuente e Imagen: https://www.bbc.com/news/world-52379956
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