Rebeca Madriz: La construcción de la paz tiene que tener la cualidad feminista.

Equipo Entrompe de Falopio


En el marco del proyecto “Mujeres y Construcción de Cultura de Paz”
presentamos la entrevista a REBECA MADRIZ:
Militante feminista, integrante de la Fundación Género con Clase creada en el año 2008, Abogada de profesión


 

Venezuela ha venido viviendo enfrentamiento y conflicto entre posiciones políticas que han conformado dos polos irreconciliables o aparentemente irreconciliables. ¿Cómo ves la etapa actual de ese conflicto o polarización?

RM: En primer lugar, efectivamente el nivel de polarización política que hay en Venezuela es muy particular, incluso en comparación con Latinoamérica. Una situación compleja con graves efectos sobre el pueblo venezolano, que se agrava por la injerencia de factores externos al país, que trasciende incluso esa polarización interna para ubicarse como un problema nacional, de amenaza a la Patria. 

Hay niveles muy preocupantes de esa polarización, en cómo eso se expresa en la cotidianidad de la vida de las venezolanas y los venezolanos. En principio tiene que ver con la violencia y la intolerancia que se ha inoculado por parte de factores políticos, donde los medios de comunicación tienen un rol de primera línea. Han sido reiteradas veces denunciados los brotes de fascismo expresados en sectores muy radicales, un odio que no tiene ninguna base, ni justificación, pero que se expresa concretamente en niveles de violencia política especialmente contra sectores populares, que son muy alarmantes: violencia, discriminación extrema, incitación al odio, violencia física, racismo, misoginia; por ejemplo se han dado crímenes de odio por razones políticas que han arrebatado la vida de venezolanas y venezolanos, lo cual es un elemento de profunda preocupación.

En este sentido, la convocatoria al diálogo nacional es una prioridad, porque precisamente se trata del interés nacional, por el futuro del país y del pueblo venezolano. Lamentablemente hay sectores antidemocráticos negados a esta posibilidad. Yo no tengo la menor duda, que el diálogo es un sentimiento nacional y patriota, porque se trata de poner al pueblo venezolano por encima de las diferencias políticas, y en el marco Constitucional y democrático que tenemos, dirimir las diferencias.

En Venezuela, hay un pueblo que históricamente estuvo excluido de la política, que gracias al contexto de democracia participativa y protagónica nuestra voz también tiene validez hoy. Pero ese pueblo, no quiere ser reconocido por un sector –insisto- no democrático del país, que parece que creen que estamos en siglos pasados y que esta es una democracia censitaria que dota a un sector privilegiado de una ciudadanía que es negada a las grandes mayorías. Hay que denunciar que uno de los sectores políticos en pugna, tiene un nivel de sesgo antinacional muy grave, que se expresa en que es capaz de negarse al diálogo, lo que no convoca al espíritu democrático del país, sino que más bien va en detrimento de la democracia venezolana. Y a esto hay que sumarle –porque es imposible hablar de Venezuela sin poner esto en el contexto- la injerencia de factores extranjeros, toda una coalición internacional que pretende ponerse por encima de lo que ha sido una ruta validada por el pueblo venezolano con la Constitución de 1999.

 Ahora bien, la polarización también se expresa en la vida cotidiana, vemos las familias, el trabajo, los círculos de amistades, impregnados de esa polarización. Sin embargo, sigo creyendo que la polarización pasa a un segundo nivel de importancia cuando evaluamos que ésta es la coyuntura más compleja que hemos vivido, por las amenazas internacionales y de intervención militar que se han realizado contra el país y nosotras sabemos, más aun desde nuestra postura como militantes feministas, que todo escenario de conflicto bélico, todo escenario de guerra convencional, tiene a las mujeres en el centro de la vejación de los pueblos invadidos, de la vulneración de los derechos humanos. Nosotras hemos tenido un conjunto de conquistas significativas, no queremos sacrificarlas y mucho menos para convertir nuestros cuerpos en botín de guerra.

Esa amenaza internacional hace que las condiciones de polarización se incrementen, especialmente por la violencia expresada por los sectores más radicales antidemocráticos. En medio de esta presión internacional que no es poca cosa, porque está encarnada por los EEUU que es la primera potencia militar mundial y además más criminal que exista hoy, como se ha demostrado en otras intervenciones en países hermanos. En nuestro caso aspiramos que los conflictos internos los podamos resolver entre los venezolanos y las venezolanas.

He aquí el desafío en la cotidianidad para el movimiento social y popular. Nosotras convocamos en primer lugar a las feministas que militan en la oposición venezolana, que también luchan por una vida libre de violencia, a ubicar una agenda común, siempre en el marco del respeto a la soberanía del país, los derechos humanos, y la democracia, porque son los puntos clave, determinantes de lo que no podemos estar dispuestas como pueblo a ceder ni sacrificar. Estamos obligadas a convocarnos, con banderas básicas y fundamentales que son elementos que debemos rescatar nosotras para entender y superar lo que está en riesgo hoy en Venezuela.



En especial, el conflicto político cómo ha afectado a las mujeres y las sexualidades disidentes

RM: El nivel de polarización que hay hoy en el país, no es neutro por supuesto, se trata del ascenso al poder político de sectores del pueblo venezolano que históricamente fuimos las y los otros, los históricamente excluidos. Esa polarización produjo una reacción que se ha manifestado a lo largo de veinte años de proceso político en varios hechos de mucha gravedad para el país: el paro petrolero, golpes de estado, saboteos en distintas instancias, entre otros. Escenarios que han demostrado una pretensión de retorno al poder político de las élites de la derecha, a costa de lo que sea. Lo que ha tenido consecuencias muy graves en el pueblo venezolano. La guerra no convencional, el bloqueo económico y financiero, tiene gravísimas consecuencias sobre los derechos humanos del pueblo venezolano. En el caso específico de las mujeres, nos hemos convertido en el centro de la guerra económica y de la guerra no convencional que se ha desatado contra el pueblo venezolano.

En primer lugar, una de las fortalezas fundamentales de la Revolución Bolivariana ha sido su política social, en la que las mujeres estamos ubicadas como prioridad, porque éramos la mayoría de las pobres en el país y lo somos. Las mujeres producto de este proceso y del contexto democrático desarrollado, hemos tenido una expansión significativa de la ciudadanía. Y además el feminismo ha logrado deslastrarse un poco de la carga de prejuicios que pesaba sobre él, ha habido una explosión organizativa de mujeres luchando en la comunidad, en el centro de trabajo, contra la violencia, por los derechos sexuales y reproductivos, ha producido un empoderamiento significativo, que sumado al histórico del movimiento feminista y de mujeres en Venezuela, y la voluntad política del Presidente Hugo Chávez y su declaratoria como feminista, permitió también masificar y desmitificar un poco el feminismo, y hoy la expresión organizativa popular de las mujeres en Venezuela, es absolutamente desbordante y lo ha sido en veinte años de proceso político.

Esa explosión ha hecho que las mujeres asumamos un protagonismo clave en la jornada comunitaria, voluntaria, que está por encima del 80% de participación femenina. Por eso el movimiento de mujeres es central, estructurante de la fuerza social que acompaña a la Revolución Bolivariana, lo que se expresa en que seamos la mayoría en las misiones sociales, en los consejos comunales, en los CLAP, es decir, frente a todas las formas de organización popular que han ido mutando, cambiando, todas tienen el rostro combativo de las mujeres venezolanas. Eso es una fortaleza, sin duda, muy grande.

¿Qué hizo la guerra económica, sobre todo a partir del año 2013, con un pico muy elevado en el año 2015, y luego en 2018 y 2019, cuando se comenzó a expresar en el acaparamiento, en la especulación, el bachaqueo, el ataque a la moneda, y todos los fenómenos que fue desencadenando el sabotaje económico? Pues desmovilizaron, o pretendían desmovilizar en buena medida al movimiento popular que era el sostén social de la Revolución Bolivariana.

La intención de sacar a las mujeres de la jornada política comunitaria, que ha significado un empoderamiento colectivo, de reconstrucción colectiva de la autonomía de las mujeres como movimiento, que da cuenta del fenómeno democrático del país, se comienza a expresar en sus inicios con la desaparición de productos fundamentales para las mujeres y para las madres: las toallas sanitarias, ausencia de anticonceptivos, los pañales, la leche para los chamos. Es decir, una serie de productos que estaban especialmente vinculados a la mujer, a la jefa de hogar, al ama de casa, a la mujer trabajadora. Nos sacaron en buena medida de la actividad política comunitaria, voluntaria, para meternos en una cola de 8 horas. Recordemos el 2015 donde llegaron a haber colas de 8 y 12 horas para acceder a un paquete de pañales, a un paquete de leche. Ahí creo que hay un elemento muy clave que tiene que ver con los objetivos y los efectos de esa guerra en la vida de las mujeres.

Si en las guerras convencionales, nuestros cuerpos son utilizados como botín de guerra, creo que en esta guerra no convencional el sacarnos a nosotras de la esfera política, pública también forma parte de esa utilización de la mujer con fines de guerra, con fines políticos. Tiene que ver con los efectos que trajo este escenario que desde el 2015 hasta hoy ha venido en una situación de detrimento de las condiciones materiales del pueblo venezolano, de vulneración de los derechos humanos fundamentales, del derecho al acceso a la alimentación, a la salud, como consecuencia directa de la situación de bloqueo internacional, esto tuvo y tiene un impacto desgarrador en la cotidianidad de la mujer venezolana.

Los efectos sobre la vida de las mujeres es alarmante. En un contexto donde habíamos adquirido un nivel de vida muy elevado como pueblo y nos retrotraen a las necesidades más básicas: agua, luz, comida y medicina, que para nosotras son derechos humanos fundamentales, ya adquiridos, garantizados, y que nos permitía mantener una agenda histórica estratégica, hoy pasa a un segundo plano para ponernos a resolver las necesidades más básicas y desmovilizarnos. Cuando en un proceso político, un movimiento no avanza sino que se queda en el mismo lugar, eso tiende es a retroceder. No estamos en el mismo lugar, nos han traído a la defensa de unos derechos que creíamos automáticamente conquistados, por eso nos planteamos que el ataque sistemático que vive hoy el país pueda ser catalogado como un crimen de lesa humanidad. El contexto hoy nos demuestra que entonces tenemos que estar en la calle luchando para tener acceso a la alimentación, por la luz, el agua, acceder a otros productos básicos, porque el efecto sobre la vida de las mujeres ha sido regresivo, una gran vulneración de nuestros derechos humanos.

Hablar hoy de nuestras banderas de lucha históricas, pudiese parecer elementos fuera de contexto en un escenario en el que tenemos que luchar por tener la comida todos los días, por tener acceso al agua potable; sin embargo forma parte de nuestra agenda política obviamente, y con mucha más razón, pero no forma parte de la prioridad de la sociedad, que si ya en un escenario de normalidad es difícil que se asuma, pues en un escenario de conmoción, resulta más secundario. Sin embargo, la realidad es que hoy más que nunca luchar por el derecho a una vida libre de violencia para las mujeres es medular, por ejemplo. Es decir, el escenario de guerra que hay en el país complejiza más la situación, porque cuando tú tienes un sistema de salud en un estado de vulnerabilidad tan grande por falta de acceso a insumos, los indicadores históricos se están agravando. Ahí las muertes por abortos clandestinos y los embarazos no deseados se incrementan producto de que no tenemos acceso a métodos anticonceptivos. La vulneración de derechos específicos se va complejizando mucho más. Al sistema de salud le toca entonces priorizar los antibióticos, y los anticonceptivos pudiesen no ser una prioridad en un escenario en el que estamos luchando por los elementos más básicos de subsistencia.

Finalmente, el escenario de guerra y toda esa frustración que ha producido el cambio en nuestra cotidianidad, en el nivel de vida alcanzado, toda la presión psicológica a la que estamos sometidos diariamente, tienen expresiones en el lugar que debiera ser el más seguro, pero que a veces es el más peligroso para las mujeres, que es el hogar. A la carga de machismo estructural que ya teníamos hay que sumarle el escenario de frustración de macho proveedor frustrado, que descarga su violencia, sobre quienes siguen creyendo es su propiedad: el cuerpo y la vida de las mujeres.

 Nosotras llegamos a tener elevados puntos de avance y de progresividad de la conquista de los derechos de las mujeres en Venezuela, marco legal, marco institucional, un movimiento en pleno auge y en plena demanda, en plena tensión con la institucionalidad, una tensión para el avance. Sin embargo, la guerra efectivamente ha venido haciendo que esta agenda, como te decía que es nuestra agenda para el objetivo estratégico de la igualdad, se ha tenido que ajustar a esta lucha básica por la sobrevivencia, por la subsistencia de las cosas más elementales. Yo sí creo que las mujeres estamos en el centro de la guerra, creo que con intencionalidad política para desmovilizar la principal fuerza social con la que cuenta este proyecto histórico de la Revolución Bolivariana.

Hay quienes consideran que la violencia puede incrementarse bien sea por una invasión o por abierta guerra civil, ¿qué impactos tendría esto en la vida de las mujeres y las sexualidades disidentes?

RM: Cualquiera de los dos escenarios por supuesto que tiene un saldo negativo para todo el pueblo venezolano. Sin embargo, en el caso de las mujeres, la guerra convencional en el caso de una intervención militar extranjera se utiliza -la historia lo ha dicho, los números lo demuestran, los testimonios de las mujeres víctimas lo confirman- la presencia de militares extranjeros ha reportado un incremento de la violencia sexual y de la violencia física contra las mujeres. Una intervención en nuestro país significa una invasión no sólo a nuestro territorio y sino también a nuestro cuerpo. La utilización de las mujeres en esos escenarios, para socavar la dignidad de los pueblos, ha sido una práctica recurrente que se ha utilizado por todas estas coaliciones militares internacionales cuando llegan a un país. No es solamente el aniquilamiento físico, sino es el aniquilamiento moral de esa población, eso se hace sobre el cuerpo de las mujeres, para degradar, socavar la dignidad, para vejar, humillar, como el uso de la violación sistemática, la utilización de niñas con fines sexuales, la violencia física. Por supuesto que todo esto constituye un riesgo gravísimo para la vida de las mujeres venezolanas. Igualmente en el caso de una guerra civil en el país, por eso rechazamos de manera tajante que se pretenda poner como parte de las opciones políticas, como lo ha pretendido un sector antidemocrático de la oposición venezolana

Hay un elemento que es la profunda característica patriarcal de las guerras. Es parte estructural del patriarcado la utilización de las armas, ese modelo de masculinidad en el que las guerras y el enfrentamiento son la vía para la solución de cualquier diferencia. En el marco de una sociedad que ha iniciado el siglo XXI con elementos de progresividad muy grandes, no puede ser y no se lo merece este pueblo, incluso no hay ni la más mínima voluntad de la gran mayoría, más allá de la polarización, de entrar en alguno de esos dos escenarios, precisamente por la tradición democrática que tenemos como pueblo. Las mujeres venezolanas estamos negadas a cualquiera de esos dos escenarios, ambos profundamente patriarcales, de reafirmación del poder, de la fuerza, las jerarquías y la supremacía, porque entendemos que los muertos y las muertas de esa guerra son las y los hijos del pueblo. La gran mayoría de las mujeres venezolanas rechazamos que se agote la vía pacífica porque finalmente las bajas de cualquier escenario bélico, de conflicto armado, lo ponen los hombres y las mujeres del pueblo.

Sin embargo, vemos con preocupación en ese escenario de polarización gente invocando ejércitos extranjeros en Venezuela y una intervención militar, para solucionar un problema de este pueblo y de las y los venezolanos. Además teniendo los mecanismos democráticos y constitucionales para hacerlo. Efectivamente las consecuencias sobre la vida de las mujeres, sería volvernos a otro siglo y a otros escenarios. Estoy segura que existe la madurez, el nivel de conciencia y politización de un pueblo que es capaz de estar por encima de quienes invocan cualquier tipo de enfrentamiento en el país. La ruta del diálogo es el primer escenario para nosotras, y sacar del escenario cualquier opción que implique el sacrificio de vidas humanas de venezolanas y venezolanos en una intervención armada y militar.

Para nosotras la mirada es hacia el futuro, no echar derechos hacia atrás, no es la pérdida de vidas humanas en nuestro país, sino precisamente la búsqueda de soluciones y alternativas que nos permitan una salida de la situación que atravesamos. Creo que este es un pueblo con una cultura democrática y sobretodo pacífica que va privar, y tiene que privar para que nosotros/as tengamos un futuro promisorio que nos permita continuar el avance y la progresividad de nuestros derechos humanos fundamentales.

¿Ves incidencia de la geopolítica en el conflicto venezolano, cuál y cómo sería?

RM: Estoy convencida que hoy en el escenario geopolítico, en primer lugar hay una avanzada conservadora, hay un proyecto de recolonización especialmente en América Latina que ya ha tenido algunos saldos regresivos en el continente. El retorno de algunos gobiernos de derecha en AL dan cuenta de cómo esa agenda se viene imponiendo. En el caso de Brasil y Argentina, por ejemplo, hemos visto que -frente a lo que había sido una línea encabezada por Venezuela bajo el liderazgo de Hugo Chávez, de democratización y de conquistas sociales de los pueblos- se han venido sacrificando los avances en estos nuevos contextos de políticas neoliberales, mediados por una carga conservadora que les permita contener la movilización popular que defiende lo alcanzado.

En el caso de Brasil, se sacrificó un proceso democrático para acceder al poder político con el caso de Dilma Rousseff. Una de las primeras acciones con su salida fue eliminar el ministerio de la mujer. Luego con Bolsonaro, se mantiene, pero pone al frente a una fundamentalista religiosa antiderechos, que viene a desmontar los avances que tenían un enfoque feminista. En la Argentina de Mauricio Macri las condiciones de la población han venido en detrimento. Hemos visto con alarma también, el asesinato de lideresas emblemáticas del movimiento popular y feminista, como el caso de Marielle Franco en Brasil, Berta Cáceres en Honduras, que en el escenario de lo simbólico dan cuenta de la importancia del feminismo hoy en las luchas de los pueblos. Nosotras tememos, por supuesto, que ese sea el mismo libreto que se pretende aplicar en Venezuela para acallar las luchas populares. Hay otras complejidades en el continente, como el caso de Ecuador, donde se dio una reconfiguración de la política interna con un giro radical hacia la derecha.

Por otro lado, los mecanismos internacionales de integración que habían sido impulsados por Venezuela, están en un escenario de detrimento porque han venido siendo saboteados y desmontados, y se ha venido configurando una coalición de países de derecha que ha emprendido una cruzada para aislar diplomática e internacionalmente a Venezuela, han atentado contra la Celac, contra la UNASUR, han creado una coalición propia llamada Prosur. Decía un funcionario del gobierno venezolano que hubiese sido más sincero -sobre todo para este pueblo, que está profundamente politizado- que se llamara Pronorte. Sería más sincero porque finalmente es la aplicación de ese guión imperialista y de ese proceso recolonizador del continente, en el que estos gobiernos actúan como perros guardianes de intereses foráneos.

En ese escenario, Venezuela sigue siendo profundamente problemática, sigue siendo un mal ejemplo, especialmente para los pueblos que luchan y resisten, que no se van a contener por una reforma neoliberal. En este país nos han aplicado todos los formatos habidos y por haber, mediáticos, económicos, de guerra no convencional y -en medio de las más duras circunstancias que hemos tenido- vemos a un pueblo profundamente consciente, un pueblo en la calle, un pueblo defendiendo su soberanía, sus recursos naturales y defendiendo los derechos que hemos conquistado. Allí es donde está el mal ejemplo, porque seguimos planteando que pese a las circunstancias hay una alternativa de construcción para los pueblos del mundo. Ahora, sin duda debemos tener la capacidad para reparar los errores que hemos cometido como gobiernos populares y progresistas en los últimos años.

 Otro factor clave de Venezuela es el petróleo como principal recurso energético. Del que sigue estando inundado este país, con las mayores reservas del mundo, y resulta obvio que por la cercanía con los EEUU, que tienen grandes intereses de retomar el control sobre ellos.

Hay razones también históricas, porque el heroísmo de este pueblo que forma parte de la fuerza, la capacidad de resistencia y de la venezolanidad, nos hace tener seguridad de que podemos y de seguir adelante. Así lo histórico, lo económico energético con el petróleo y lo político con el mal ejemplo que significa la democracia venezolana para las pretensiones de recolonizar el continente; son los escenarios fundamentales de esta reconfiguración geopolítica, de este nuevo ajedrez que pretende aislar económica, militar, diplomática y políticamente a Venezuela.

Sin embargo, frente al escenario de amenaza de intervención extranjera, la respuesta ha sido la solidaridad de la gran mayoría de los pueblos del mundo que se niegan a que AL vuelva a ser utilizado como un escenario bélico, para satisfacer los designios internos del gobierno de los EEUU. Que frente a un escenario de elecciones interno electoral, siempre necesitan un trofeo, nosotras no estamos dispuestas a que ese trofeo sea sobre la base de la soberanía y de la vida de los venezolanos y de las venezolanas.

Hay posibilidades de diálogo entre los polos enfrentados, en todo caso, que elementos serían necesarios para concretar la posibilidad de diálogo.

RM: El escenario de diálogo siempre ha estado presente. En el escenario internacional hay toda una voluntad política de acompañar el diálogo. Nuestra principal bandera es que esa sea la forma de dirimir las diferencias y aunque parezca una obviedad, insistimos en eso porque escuchamos todos los días sectores radicales anti democráticos rechazando el diálogo, y pidiendo una intervención extranjera. Y en lo concreto, cada vez que se ha inicia un proceso de diálogo, rápidamente se abandona la mesa. Dicho eso, el escenario de diálogo en el país pasa finalmente por poner el bienestar del pueblo venezolano en el centro del debate.

Ahora bien, Venezuela tiene un profundo problema estructural con el tema económico, que sin duda debe ser un elemento central del diálogo. El tema de la recuperación del país pasa necesariamente por una revisión de la estructura económica en Venezuela. Los actores económicos tienen que jugar un papel específico, no puede ser el Estado jugando solo, nadando contra corriente, tiene que ser con los actores económicos, buscando alternativas y soluciones. Que en todo caso se ponga como interés superior al país, con la mirada puesta hacia el futuro. Porque aquí hay un conjunto de sectores que por más que han recibido financiamiento del Estado para la producción, finalmente se pliegan a acciones de sabotaje, especulación, acaparamiento, y eso tiene que pasar –la gente lo exige- por sanciones ejemplarizantes. Una cosa es no simpatizar con una opción política, y otra muy distinta jugar con el derecho a alimentación del pueblo, para forzar una opción política, eso es un delito, y debe tener respuesta. Hay un aspecto muy relevante que es la transferencia de competencias al poder popular, especialmente a través de las Comunas, que es clave para blindar el acceso a los alimentos como aspecto prioritario. Entonces creo que el diálogo debe transcender la polarización y plantearse también con los sectores que defienden este país y están dispuestos a trabajar y apostar a su recuperación, porque mientras tanto seguimos en un juego de dilatar las soluciones que requerimos.

Otro aspecto es la reparación de las víctimas. Hay casos emblemáticos, personas que han sido quemadas por su color de piel en este país, creo que es un escenario fundamental para ver los rostros de lo que ha implicado la acción irresponsable de los sectores más radicalizados de la derecha en el país. Si no hay justicia y reconocimiento de las víctimas es difícil avanzar. Pareciera que hay víctimas invisibles, mudas, a los oídos sobretodo de la comunidad internacional.

En lo político, es una situación de mucha complejidad, si alguien me preguntara en términos individuales cuál es la salida política, diría que se respete la voluntad de la mayoría del pueblo venezolano. Eso pasa por una serie de elecciones que se dieron desde los consejos municipales, hasta la Presidencia de la República, en las cuales millones manifestamos nuestra voluntad, ejercimos el derecho al voto, el deber como venezolanas y venezolanos, y aspiramos que esa voluntad sea respetada y reconocida, por su legitimidad, por su constitucionalidad y porque es un riesgo para la democracia venezolana decir que, si un resultado electoral no me favorece entonces no vale la Constitución, no vale la elección. Es decir, es una vulneración de la solidez de la democracia venezolana, apostar que cuando un factor político no esté de acuerdo con un resultado electoral entonces simplemente hay que repetir las elecciones. Una decisión de esa naturaleza les corresponderá a los actores del diálogo definirla, pero creo que tiene que ser con el más férreo compromiso democrático al respeto de la institucionalidad venezolana, nuestro marco constitucional venezolano.

Planteo esto porque se ha dicho que la oposición no quiere diálogo sino elecciones libres. Y me preocupan los riegos democráticos de eso, porque yo voté, de forma libre, consciente, autónoma, con plena libertad de conciencia, y creo que una de las más grandes fortalezas que tenemos es el modelo democrático participativo y protagónico, si eso lo debilitamos corremos graves riesgos. Por lo que no queda claro qué son “elecciones libres” de acuerdo a ese sector. Sin embargo, entendería, visto el escenario de complejidad, de cerco internacional, que parte de esa voluntad hacia el diálogo ponga en el debate cualquier escenario que permita reafirmar y ratificar la necesidad de no permitir una salida violenta a la situación en el país.

Insisto, nuestra ruta tiene que ser el mayor apego al sistema democrático venezolano, y creo que eso no pasa porque si tú y yo somos candidatas y tú resultas electa, entonces yo te pueda desconocer y volvemos a hacer las elecciones. Es un riesgo para la democracia venezolana y ese riesgo tiene que ser la última instancia a la que se recurra, precisamente para no vulnerar nuestro sistema democrático. Sin embargo, también entiendo que la paz del pueblo venezolano es el objetivo superior al que nos debemos en este momento.

Por último la reforma del Estado, que es una agenda pendiente. La polarización que tiene hoy el país ha incidido en una situación de desestructuración del Estado, de debilitamiento de la institucionalidad, entonces creo que en este escenario, es necesaria una revisión de esa vieja institucionalidad, caduca, burocrática, deshumanizada, por una institucionalidad que permita ajustarse a estos tiempos, a las nuevas necesidades, con un marco jurídico que haga mucho más efectiva la acción del Estado.

Para nosotras es una deuda superar un Estado burgués y su lógica capitalista y patriarcal, pero además, la situación hoy hace inminente que eso sea un elemento del debate que permita poner toda la cualidad técnica y política con la que cuenta el país en un escenario de debate de los temas medulares para el país como: la economía, la agricultura, la educación, la administración pública, la salud, los derechos humanos. Considero que este tema es clave para hacer viable y factible la posibilidad de construir una ruta mucha más sólida en el camino pacífico y democrático que nosotros llevamos como pueblo.

El Instituto Universitario de la Paz y los Conflictos de Granada sostiene «Existe la paz negativa (hay paz cuando no hay violencia), la paz positiva (hay paz cuando hay justicia) y la paz imperfecta” ¿Cómo aplicarías esta afirmación a Venezuela?

RM: El proyecto bolivariano tiene en su ruta la paz con justicia social. Ha sido un elemento recurrente en todos los escenarios que hemos atravesado, y es una agenda central hoy. Si tú le quitas la justicia social a la Revolución Bolivariana, es un proyecto inviable que no tendría razón de ser y que además no tendría a la gente en la calle defendiendo lo que tenemos, luchando en el CLAP, peleando por el agua, saliendo a marchar, rechazando una intervención militar en el país, porque no habría razón para acompañar un proceso si éste no tuviera un fuerte componente de identidad e inclusión con las mayorías del pueblo. La justicia social viene precisamente a equilibrar y garantizar que la paz no sea ese formalismo de la “paz negativa” donde no hay un escenario de violencia, pero donde las desigualdades sociales abran una brecha entre sectores privilegiados y excluidos.

Ahora, efectivamente existen grandes debilidades de todo el entramado estatal especialmente en el sistema de justicia, que han generado una situación de impunidad alarmante. Allí es necesario hacer esfuerzos estructurales, porque la justicia sigue siendo profundamente patriarcal y clasista.

Si en la situación que atraviesa hoy Venezuela, de bloqueo, de asedio económico, financiero, si no tuviésemos una política de protección social, especialmente para los sectores más vulnerables, cuyas condiciones son precarizadas cada vez más frente al escenario que atravesamos en términos económicos, entonces digo yo, tendríamos un pueblo movilizado masivamente contra un Gobierno, pero no es la situación, hay una polarización en el país sí, pero buena parte de la población venezolana está resistiendo y en defensa, y la otra efectivamente también golpeada y con un profundo descontento pero sin acción de masas, de calle.

Siendo también que buena parte de la movilización en Venezuela es popular, es de los sectores del pueblo que históricamente han sido los más excluidos y los más vulnerados, no porque no haya en el otro lado del polo pueblo también, quiero graficar es que la gente defiende y no como muchas veces se ha tratado de mostrar, porque tiene un “colectivo” atrás apuntándole, no, sino porque existe una identidad, un proyecto, una elección, donde esos sectores se han manifestado, han resultado las opciones mayoritarias, y eso debe tener el reconocimiento de los actores políticos internos e internacionales. La gente defiende porque hay una razón política, histórica, amorosa, y hay una razón material que también mueve a la gente. Mientras tenemos unos sectores tratando de extirpar los derechos que habíamos adquirido, también hay un sector que está tratando de contener los efectos sobre el pueblo de esas pretensiones de echar por tierra todo lo que nosotros/as hemos logrado como pueblo. Por eso creo que estamos en presencia de una paz imperfecta, que no desconoce que existe el conflicto, la contradicción, e incluso la violencia; valora las resistencias y la solidaridad de la gente por preservar las condiciones de vida y de paz; y comprende la necesidad de producir transformaciones estructurales.

¿Cuál sería el rol de las organizaciones sociales en la construcción y sostenibilidad de una cultura de paz para Venezuela?

RM: Después de la experiencia que tenemos y hemos tenido colectivamente, en el caso del movimiento feminista y de mujeres, creo que nosotras podemos dar ejemplo de lo que puede ser una ruta para el país. Pero eso pasa por unos principios y puntos que son irrenunciables, como el respeto y la defensa de la democracia y los DDHH. Por ejemplo, es posible articular una agenda concreta de acción política, de acción colectiva. Nosotras en particular como movimiento tenemos unos elementos que son sensibles a toda la sociedad, uno de ellos es la violencia contra las mujeres. Es una ruta que se agrava con la situación de guerra y de polarización que tiene el país, y creo que es una ruta en la que el movimiento popular puede aportar a un escenario de entendimiento nacional, de diálogo, de articulación de esos polos en profunda contradicción.

El aporte del movimiento popular no es sólo declarativo, se debe seguir expresando en la acción para que el país voltee a ver al movimiento feminista en una causa común, por ejemplo, creo que la reforma de la ley orgánica sobre el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia, pudiese ser un escenario, un mensaje que diga mucho.

La tradición pacifista del movimiento feminista, una tradición muy vinculada a la lucha contra la guerra, vinculada a combatir, a erradicar las formas de ejercicio del poder patriarcales, guerreristas, hegemónicas, jerarquizadas, nos da también una autoridad moral como movimiento, para poder erigirnos como principales promotoras de una cultura de paz en el país. Además las mujeres lo hacemos cotidianamente en el ejemplo, creo que ahí puede estar la principal potencia de dar un mensaje al país de lo que es posible hacer y estoy segura que lo podemos hacer.

La paz no es un ámbito específico del género femenino, ni las mujeres poseen una predisposición natural para la misma, sino que su construcción es una tarea que concierne a ambos sexos por igual. Sin embargo, es innegable el hecho de que las movilizaciones de mujeres han incluido muy a menudo la paz entre sus reivindicaciones, tal y como puso de manifiesto la alianza entre el sufragismo y el pacifismo primero, y las uniones recurrentes entre feminismo y pacifismo después. En conflictos que han ocurrido en AL y el Caribe, los colectivos de mujeres han jugado un papel importante para la paz ¿crees que en Venezuela sería posible replicar esas experiencias? ¿Quiénes serían las sujetas de esas experiencias? Qué condiciones deberían cumplirse?

RM: Te lo decía, forma parte incluso de la contribución cotidiana de las mujeres. Sin embargo, hay una agenda muy específica, si bien las mujeres no somos las “sujetas de la paz” sí somos unas agentes fundamentales para ella y hay ejemplos. En este contexto de conflicto, se han hecho muchos esfuerzos por la paz y la vida; y hemos visto en barriadas de Caracas con enfrentamientos entre bandas violentas, cómo el papel jugado por las madres de los jóvenes que hacen parte de esas bandas, ha permitido pacificar la comunidad a través de la intervención directa de ellas con su autoridad materna, pero también simbólica femenina. Ahí puede haber un elemento clave a explorar y concretar. 

Por otro lado, en esa construcción, esta visión de paz con justicia social pasa necesariamente porque las mujeres estemos libres de violencia por el hecho de ser mujeres. Para que haya paz en el país, para que haya soberanía en el país, sobre todo para que podamos decir que efectivamente hay justicia, una sociedad que efectivamente convoca a la paz, debemos superar el modelo hegemónico patriarcal de la violencia machista, de la violencia criminal, de la violencia social y de la violencia política e imperial. Porque si no estaríamos en un escenario de paz negativa, y hay que insistir en que esa agenda tiene que tener los elementos estructurales que apunten a la superación de las desigualdades de clase, de género, étnicas.

Creo que las mujeres tenemos un papel protagónico que jugar por la paz del país, y allí todas las mujeres del pueblo deben ser sujetas claves, y con condiciones de respeto, igualdad, no discriminación, pluralidad, multiculturalidad, respeto a la Constitución Nacional, defensa de la democracia, y de los DDHH, es posible concretarla.

Hay que partir de lo más apremiante, que comienza por la defensa común del derecho a la vida y a la dignidad, que pasa porque no queremos un enfrentamiento fratricida entre hermanas y hermanos, y pasa porque ningún ejército extranjero venga a socavar la dignidad de las mujeres venezolanas y la soberanía de la Patria.

Creo que la construcción de la paz tiene que tener la cualidad feminista. La cualidad de lo que el feminismo aporta desde su praxis, y desde el acumulado histórico y teórico a la concepción de la paz y justicia, contra la violencia, contra el modelo guerrerista que se pretende imponer, que es una cultura de dominio, una cultura de poder, una cultura profundamente patriarcal. La otra mirada, la otra lectura, hasta ahora, de esa visión hegemónica es la del feminismo, es la de las mujeres. Por eso creo que lo que podemos aportar es mucho y lo que tenemos que dar para esa construcción de la paz con justicia social pasa necesariamente porque la sociedad en su conjunto reconsidere su visión sobre las mujeres, para feminizar la paz como ruta estratégica enmarcada en la ética del cuidado.

Fuente: http://entrompedefalopio.org/2019/07/16/la-construccion-de-la-paz-tiene-que-tener-la-cualidad-feminista/?fbclid=IwAR0rD-RcrlvXM3vvpHfrPAl2j7rB4NW8EPwcXstdpdbFys4M8XF_a6ZXLyg

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