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Jóvenes excluidos de educación y trabajo

Por: José Roberto Osorio

Según el estudio “Exclusión educativa y laboral de la población de 15 a 24 años en Centroamérica”, (ERCA-Estado de la Nación, con auspicio de OIT), en 2015, Centroamérica tenía 45.4 millones de habitantes de los cuales 9.1 millones, cifra equivalente a una quinta parte, eran jóvenes. El 59 % de ellos estaba fuera del sistema educativo y dos millones (22.8 %) estaban simultáneamente fuera del sistema educativo y del mercado laboral.

Este grupo es importante numéricamente y porque se espera desempeñen funciones sociales, económicas y políticas estratégicas para sus países, aunque muchos ya se han incorporado tempranamente al mundo del trabajo, generalmente en forma precaria y es obvio que se integran de varias y con frecuencia limitadas formas a la dinámica social. Empero, sin formación, o con una de baja calidad, no tendrán las condiciones para contribuir positivamente al proceso de desarrollo de los países y la falta de trabajo decente les impediría disponer de recursos mínimos para crear familias y ser parte de un proceso de crecimiento de ellos mismos y de cada nación. CEPAL ha planteado que “una persona en edad laboral debe contar al menos con 12 años de escolaridad formal para reducir su riesgo de ser pobre”.

En la Región, Honduras tiene el mayor porcentaje de jóvenes de su población (2015), con el 22 %, siguiéndole Nicaragua con el 21 %. Guatemala y El Salvador exhiben una tasa del 20 %, Costa Rica el 18 % y Panamá el 17 %.

La cobertura educativa en la Región se habría incrementado. En 2013 la educación primaria acogía entre el 80 % y 95 % de los niños y niñas en edad de acudir a la escuela, tasa que disminuye a menos de la mitad en preescolar y secundaria en la mayor parte de los países. Un fuerte desafío de la institucionalidad y los propios civiles es lograr una inclusión temprana de los estudiantes y retenerlos en el sistema para que continúen en la secundaria.

En cuanto a inversión pública en educación por persona, en 2013, Costa Rica casi sextuplicaba, por ejemplo, la de El Salvador y Honduras; decuplicaba la de Nicaragua, siendo casi el doble de la que se registró en Panamá.

También en 2013, la PEA de la Región fue de 20 millones de personas y la tasa de desempleo del 5.5 %. El problema mayor no es el desempleo sino la “precariedad de las condiciones de trabajo, y en ambas situaciones la población joven es la más afectada”. Los jóvenes tienen fuertes limitantes para incorporarse al mundo del trabajo y la tasa de desempleo en este grupo social duplica o triplica los promedios de cada país.

La clasificación elaborada en el estudio mencionado va desde la exclusión total que es la de aquellos jóvenes que no estudian ni trabajan (en este contexto se denominarán NENT, debido a las tergiversaciones del muy difundido vocablo “ninis”, grupo que en ocasiones se ha llegado a interpretar como una amenaza a la convivencia democrática, en tanto no creen en nada y se oponen a todo), hasta la inclusión en que se encontrarían los jóvenes que se dedican solamente a estudiar.

Combinaciones intermedias son “solo trabaja” y “estudia y trabaja”.

Suponiendo que los jóvenes que solo estudian (inclusión), asisten a un grado acorde a su edad y reciben una educación de buena calidad, tendrían mayores y mejores oportunidades de inserción en el mercado laboral.

En general los jóvenes trabajan en empleos peligrosos, mal remunerados y precarios.

Este panorama, complicado y difícil, impone tareas urgentes y prioritarias a los gobiernos, en particular a los tomadores de decisiones, gestores y gerentes públicos.

Fuente: http://www.laprensagrafica.com/2016/10/07/jovenes-excluidos-de-educacion-y-trabajo

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Tu hijo tiene razón: con música se estudia mejor

Por: Raquel Mezquita

La escena se repite cada tarde en miles de hogares: un adolescente hace los deberes con la música a todo volumen… y sus padres le preguntan cómo puede estudiar con tanto ruido. A primera vista, la duda tiene sentido: parece contradictorio que podamos concentrarnos mejor en una tarea haciendo dos cosas a la vez. Pero en este caso el hijo tiene razón: la ciencia está de su lado.

Eso sí, no vale cualquier tipo de música. Un simple ritmo repetitivo no ayuda, ya que resulta muy aburrido. Tampoco funcionan los ritmos muy complejos y caóticos, como los del free jazz. Según algunos expertos, la clave está en encontrar el punto medio. Y éste se encuentra en ritmos funk como los de James Brown. Un estudio llevado a cabo por el profesor Morten Kringelbach de la Universidad de Oxford revela que nuestro cerebro tiene mayor preferencia por este estilo musical: ni muy predecible… ni muy caótico.

Al escuchar música, nuestro cerebro segrega dopamina, lo que mejora nuestro humor y nos produce placer. Esto no sólo incrementa nuestra felicidad, sino que mejora nuestra concentración y, por tanto, nuestro rendimiento laboral. Así lo demostró la investigadora Teresa Lesiuk, de la Universidad de Windsor (Canadá), tras estudiar el efecto de la música en los trabajadores de una pequeña empresa. Estos terminaban sus tareas más rápido y, además, generaban ideas más originales que los que trabajaban en silencio.

La música tiene otra ventaja. En el momento en el que nos ponemos nuestros auriculares, nos protegemos del resto de distracciones. El mecanismo es sencillo. Nuestro cerebro tiene dos sistemas de atención: uno consciente, que nosotros controlamos, y uno inconsciente, que actúa por su cuenta. Este sistema inconsciente no se cierra mientras llevamos a cabo una tarea, así que hasta el ruido más ligero puede quebrar nuestra concentración: del mero tic-tac de un reloj al tecleo de una persona en el ordenador.

«La música refuerza la red neuronal por defecto, unas regiones del cerebro responsables de su actividad mientras estamos en reposo o divagando», explica el doctor Manuel Arias, Coordinador del Grupo de Humanidades de la Sociedad Española de Neurología. «Esto nos beneficia cuando pensamos o estamos en un estado de introspección».

En su estudio, Lesiuk hacía hincapié en la importancia para el rendimiento de que cada uno elija personalmente qué tipo de música le ayuda. Algo que también defiende Arias: «No hay un patrón claro. A muchas personas les ayuda la música clásica; a otras les horroriza».

Y si tienes dudas, ve a lo seguro: James Brown.

Fuente: http://www.elmundo.es/papel/cultura/2016/10/10/57f76e73268e3ed4398b4709.html

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Conciencia colectiva para la convivencia mediante una cultura de paz en el ámbito educativo Latinoaméricano

José Gilberto Ugas (*)

En el mundo han existido innumerables conflictos entre los hombres. En Latinoamérica los problemas sociales, como la delincuencia, pobreza extrema, desnutrición, entre otros, crean un clima desfavorable, que trae como consecuencia mayor caos, y la generación de conflictos sociales.
Julien Freund (1995) señala:

El conflicto consiste en un enfrentamiento por choque intencionado, entre dos seres o grupos de las misma especie que manifiestan, los unos respecto de los otros, una intención hostil, en general a propósito de un derecho y que para mantener, afirmar o restablecer tal derecho, tratan de romper la resistencia del otro eventualmente a través del recurso de la violencia, la que puede, llegado el caso, tender al aniquilamiento físico del otro. (p. 58)

Por lo tanto, cuando no se llega a acuerdos entre las personas, generalmente, la violencia aparece, y el conflicto se traduce en vulnerar el derecho del otro.

De acuerdo con Barrionuevo (2005), para Locke “el derecho natural de cada hombre está limitado por el derecho igual de los demás hombres y, por lo mismo, descubre en el estado mismo de naturaleza la posibilidad de una ordenada y pacífica convivencia” (p-4). Entonces, si los conflictos son propiciados por el hombre, también la convivencia es responsabilidad de éste; en tal sentido, para que exista armonía en una sociedad se debe concienciar a la población en término de los valores para la convivencia.

El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) define convivencia como “acción de convivir” y convivir “es vivir en compañía de otro u otros”. En el orden de las ideas anteriores Ugas (2015) manifiesta que “La convivencia es la manera por excelencia de cohabitar dos o más personas con el fin de obtener beneficios positivos para un bien colectivo y sin discriminación alguna” (p. 64).

En ese mismo orden, Fierro (2011) manifiesta:

La convivencia es un componente indispensable de la calidad educativa porque alude al tejido humano que construye y posibilita el aprendizaje. Esto supone la capacidad de trabajar con otros, de resolver las diferencias y conflictos que se presentan en clase, de reconocer y apoyar situaciones que puedan demandar del apoyo y solidaridad de los compañeros, la capacidad de escucha activa y de diálogo así como la empatía, es decir, la capacidad de ponerse en el lugar de la otra persona. (p.10).

Por lo tanto se concibe la coexistencia pacífica y armoniosa de grupos humanos en un mismo espacio, como aquella donde las interacciones diarias les permitan a las personas cooperar, compartir, establecer metas comunes y particulares; de modo que la convivencia se desarrolla en todos los ambientes, particularmente en áreas de trabajo, en las que la comunicación es altamente pertinente. Sin embargo, este hecho no es únicamente del espacio laboral, pues también son establecidas a lo largo de la vida como las que se dan en la casa, con padres, hijos, hermanos, además en la escuela con compañeros de estudio o de trabajo; a través de ellas, intercambian formas de sentir, de ver la vida donde comparten necesidades, intereses y afectos.

La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela establece la convivencia en su preámbulo como uno de los fines supremos, asimismo, esta presente en la Ley Orgánica de Educación, LOE (2009) en su artículo 3, la considera armónica, como uno de los valores fundamentales, en el marco de la solidaridad, la corresponsabilidad, la cooperación, la tolerancia y la valoración del bien común, la valoración social y ética del trabajo, el respeto a la diversidad propia de grupos humanos (p.4); igualmente, esta Ley en su artículo 6 numeral 4 literal a, en atención a las competencias del Estado Docente, refiere que éste:

Promueve, integra y facilita la participación social, a través de una práctica social efectiva de relaciones de cooperación, solidaridad y convivencia entre las familias, la escuela, la comunidad y la sociedad, que facilite las condiciones para la participación organizada en la formación, ejecución y control de la gestión educativa.

Asimismo la LOE en su artículo 15, numeral 4, señala que se debe: “Fomentar el respeto a la dignidad de las personas y la formación transversalizada por valores éticos de tolerancia, justicia, solidaridad, paz, respeto a los derechos humanos y la no discriminación”.

En referencia a lo expuesto, la escuela no solo es para enseñar sino también para reforzar los valores aprendidos en el hogar, en tal sentido, la LOE en el artículo 17 considera:

Las familias tienen el deber, el derecho y la responsabilidad en la orientación y formación en principios, valores, creencias, actitudes y hábitos en los niños, niñas, adolescentes, jóvenes, adultos y adultas, para cultivar respeto, amor, honestidad, tolerancia, reflexión, participación, independencia y aceptación. Las familias, la escuela, la sociedad y el Estado son corresponsables en el proceso de educación ciudadana y desarrollo integral de sus integrantes.

En este orden de ideas, el docente debe ser una persona diáfana, abierto a los cambios de paradigmas, con equilibrio emocional y mental, además con una sólida formación en valores. Por otra parte, fuera de nuestras fronteras, el 15 de marzo de 2013 el Congreso colombiano promulga la ley 1620 mediante la que se crea el sistema nacional de convivencia escolar y formación para el ejercicio de los derechos humanos, la educación para la sexualidad y la prevención y mitigación de la violencia escolar, su justificación expresa:

La educación para la paz y para la convivencia en el ámbito de la educación formal, es decir, en el contexto de la escuela, constituye una prioridad para el Ministerio de Educación Nacional habida cuenta de las circunstancias que afectan al país, pero también porque la escuela tiene una responsabilidad ineludible en la formación de ciudadanos capaces de ejercer la democracia, respetar los derechos humanos y relacionarse entre sí de manera constructiva.

Adicionalmente, en el artículo 5, numeral 2, la Ley General de Educación colombiana, respecto a los fines de la educación, asume “La formación en el respeto a la vida y a los demás derechos humanos, a la paz, a los principios democráticos, de convivencia, pluralismo, justicia, solidaridad y equidad, así como en el ejercicio de la tolerancia y de la libertad”.

Igualmente, Chile establece como Política Nacional la Convivencia escolar en el marco de la reforma educativa actual hacia la educación inclusiva. Surge de la Ley N° 20536 sobre la violencia escolar promulgada en el año 2011, cuyo objeto es abordar la convivencia en los planteles de todo el país.
La Ley General de Educación de Chile establece en su artículo 5:

Corresponderá al Estado, asimismo, fomentar la probidad, el desarrollo de la educación en todos los niveles y modalidades y promover el estudio y conocimiento de los derechos esenciales que emanan de la naturaleza humana; fomentar una cultura de la paz y de la no discriminación arbitraria; estimular la investigación científica, tecnológica y la innovación, la creación artística, la práctica del deporte, la protección y conservación del patrimonio cultural y medio ambiental, y la diversidad cultural de la Nación.

En otro orden de ideas, una de las misiones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a través de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), es crear una cultura de paz en todo el planeta para que de una vez por todas los minimice.

Lo señalado en el denominado informe Delors (1996), expresa:

Fundamentalmente la UNESCO contribuirá a la paz y al entendimiento mutuo entre los seres humanos al valorizar la educación como espíritu de concordia, signo de una voluntad de cohabitar, como militantes de nuestra aldea planetaria, que debemos concebir y organizar en beneficio de las generaciones futuras. En ese sentido, la Organización contribuirá a una cultura de paz (p. 30).

Asimismo, soporta a la educación sobre cuatro pilares fundamentales: aprender a hacer, aprender a ser, aprender a conocer y aprender a convivir, y es precisamente este último, el que constituye un bastión necesario para consolidar y/o construir una cultura de paz en el mundo; igualmente propone: “Aprender a vivir juntos desarrollando la comprensión del otro y la percepción de las formas de interdependencia -realizar proyectos comunes y prepararse para tratar los conflictos- respetando los valores de pluralismo, comprensión mutua y paz” (p. 34).

El pilar convivir es primordial para hacer de los seres humanos individuos capaces de cohabitar en paz, sin violencia y esto se logra a través de la educación, con acciones donde se le inculque al niño la necesidad de aprender a convivir con los demás a pesar de tener posiciones distintas en el jugar, estudiar, hábitos alimentarios, entre otros; sin embargo, el trabajo debe ser compartido entre todos lo que hacen vida en las instituciones educativas (personal docente, administrativo y obrero) además de la familia y la comunidad. En ese sentido el manifiesto 2000 establece la campaña internacional para la cultura de paz y no violencia con seis puntos establecidos para lograrlo; respetar todas las vidas, rechazar la violencia, liberar mi generosidad, escuchar para comprenderse, preservar el planeta y reinventar la solidaridad, para que los ciudadanos asuman la responsabilidad de fomentar la no violencia desde su comunidad, ciudad, país, a fin de convertir los valores en realidad.

Finalmente, el convivir debe ser la actitud permanente de cada persona, ya que el hombre es parte de una conciencia colectiva, que desde la visión de Durkheim (1987), constituye “…El conjunto de creencias y sentimientos comunes al término medio de los miembros de una misma sociedad, que constituye un sistema determinado que tiene vida propia” (p. 89); así mismo, Marx (1980), plantea que “no es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino, por el contrario, es su existencia social lo que determina su conciencia” (p. 5); es decir, el hombre debe convivir con los demás para crear su conciencia.

De modo que el propósito es entender la importancia de la convivencia en el ámbito educativo, tanto nacional como latinoamericano a través de acciones que conlleven a una mejor comprensión entre sus actores desde la educación primaria hasta la universitaria o superior para facilitar la evolución de los grupos de trabajo en equipos, lo cual se logra cuando se ayudan entre sí para alcanzar las metas de la institución, es decir, logran ideas innovadoras las alcanzan y se adaptan al cambio y sus miembros están altamente comprometidos. A la vez establecer parámetros de significación como por ejemplo despertar las potencialidades humanas (amor, honestidad, comprensión, lealtad, entre otras) en las actitudes del accionar diario.

La convivencia armónica entre los pueblos es realizable solo cuando exista la buena voluntad entre sus habitantes y la disposición de sus gobiernos de hacer políticas de estado para el bien de la ciudadanía, a fin de convertir la convivencia, definitivamente, en requisito insoslayable en el sistema educativo de la región.

REFERENCIAS
Asamblea Nacional Constituyente. (1999). Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Gaceta Oficial Extraordinario Nº 5.496 (extraordinario) octubre 2000.

Asamblea Nacional de Venezuela. (2009). Ley Orgánica de Educación. Gaceta Oficial Nº 5.929 (extraordinario).

Barrionuevo, M. E. John Locke (1632-1704). Su vida, su obra y pensamiento. [En línea]. Consulta: [2016 septiembre 19] Revista Iberoamericana de Educación (ISSN:16815653).

Congreso de la República de Colombia (1994). Ley General de Educación. Disponible en http://www.oei.es/quipu/colombia/Ley_115_1994.pdf. Consulta [2016, julio 7].

Congreso Nacional de Chile (2011). Ley número. 20.536 sobre violencia escolar.

Delors, J. (1996.). Los cuatro pilares de la educación en La educación encierra un tesoro. Informe a la UNESCO de la Comisión internacional sobre la educación para el siglo XXI, Madrid, España: Santillana/UNESCO. pp. 91-103.

Durkheim, E. (1987). La división del trabajo social (Vol. 39). Ediciones Akal.

Fierro, M.(2011). Convivencia democrática e inclusiva. Una perspectiva para gestionar a seguridad escolar. Conferencia presentada en el Congreso Nacional de Gestión de la Seguridad Escolar. Identificación y transferencia de Buenas Prácticas. Cd. De México, 5 de diciembre 2011 HYPERLINK «http://basica.sep.gob.mx/escuelasegura/pdf/congresoBuenasPrac/» \hhttp://basica.sep.gob.mx/escuelasegura/pdf/congresoBuenasPrac/convivencia.pdf Fecha de consulta 23/09/2016

Fierro, M. C. (2011). Los indicadores de convivencia y cultura de Paz UNESCO. Un ejercicio de análisis para el diseño de investigaciones en convivencia. En IV Jornadas de Cooperación Educativa con Iberoamérica Educación y Cultura de Paz, la convivencia democrática y los derechos humanos. Santiago de Chile: OREALC.

Freund, Julien (1995). Sociología del conflicto. Editorial del Ministerio de Defensa, Madrid.

Marx, K. (1980). Contribución a la crítica de la economía política. SigloXXI. Buenos Aires.

Oficina Regional de Educación de la UNESCO para América Latina y el Caribe (OREALC/UNESCO. Santiago. 2011)

Ugas, J. (2015) Las Relaciones Interpersonales, desde La Percepción del Personal en la Escuela Bolivariana Los Chaimas. Una Visión Fenomenológica. Universidad Nacional Abierta. Caracas.

UNESCO (1999) Manifiesto 2000 para una cultura de paz y no violencia. Fecha de consulta 20 de septiembre 2016 http://www3.unesco.org/manifesto2000/pdf/espagnol.pdf

UNESCO (2015). La violencia homofóbica y transfóbica en el ámbito escolar: hacia centros educativos inclusivos y seguros en América Latina. Chile.

(*) José Gilberto Ugas

contacto: gilbertougas@gmail.com

El autor forma parte del Doctorado Latinoaméricano en Educación: Políticas Públicas y Profesión Docente

Este articulo fue publicado con el consentimiento del autor

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A propósito del 12 de Octubre y la Educación del sometimiento

Por Darío Balvidares

¿Por qué en una fecha como ésta, vincular aquel acontecimiento con la educación?

Justamente porque en estas épocas en las que la reforma economicista de la educación pone en cuestionamiento y pregona la crisis que ella misma generó, no está mal intentar ver la génesis reproductiva del sistema de dominación sobre nuestra región latinoamericana que comienza a diseñarse desde el mismo momento que el navegante-invasor Cristóbal Colón “interpreta” al “otro” y lo produce como colonizado. Cuestión que con el avance de la conquista este binomio se extiende a Europa y es la propia Europa que produce a América en la relación colonizador – colonizado; aunque al mismo tiempo América produce a la Europa moderna. Ambas producciones en relación absoluta de desigualdad.

Pero acerquémonos al principio, el mundo de Colón (siguiendo a Tzvetan Todorov)1 se movía y, por supuesto, interpretaba desde tres esferas: la humana, que se relaciona con la ambición de riqueza; la natural, el disfrute de la observación de la naturaleza y la divina, dónde aparecía dios, la fe cristiana y cierto componente que respondía al mito, las creencias, sin embargo entre ambas concepciones aparece el prejuicio: Colón atribuye el “descubrimiento” a las profecías bíblicas.

Ahora bien, esas tres dimensiones de la “mirada” de Colón le permitían, o al menos él estaba convencido de eso, inteligir el “nuevo mundo” y desde ese universo produce su escritura:
“Diesen por fe y testimonio como él (Cristóbal Colón), por ante todos, tomaba posesión de dicha isla por el rey y la reina…” (Acta del 12 de octubre de 1492)

“Ellos deben ser buenos servidores y de buen ingenio (…) son buenos para mandarles…” (Diario de Viaje 1492)
“Este presente año de 1492, después de vuestras altezas haber dado fin a la guerra de los moros (…) y luego en aquel presente mes (…) vuestras altezas pensaron de enviarme a mí, Cristóbal Colón, a las dichas partidas de India. Así que después de haber echado (también) a todos los judíos de todos vuestros reinos y señoríos, en el mismo mes de enero, mandaron vuestras altezas a mí (…) a las dichas partidas de India (…) espero en nuestro Señor que vuestras altezas se determinaran a ello (a enviar religiosos) con mucha diligencia, para tornar a la Iglesia tan grandes pueblos, y los convertirán, así como han destruido aquellos que no quisieron confesar el Padre y el Hijo y el Espíritu Sancto” C. Colón, noviembre de 1492

“De acá se pueden, con el nombre de la Santa Trinidad, enviar todos los esclavos que pudieren vender (…) de los cuales, si la información que tengo es cierta, me dicen que podrán vender cuatro mil…” (C. Colón, Carta a los reyes 1498)

La “mirada” del conquistador asimila, con la fuerza de su fe, que todo aquel que no profese el catolicismo era susceptible de ser exterminado.

¿Y la cultura precolombina?

Sin embargo antes de la llegada del dios de los invasores2, Quetzalcóatl, dios de la creación y de la hermandad, había creado a la humanidad, la agricultura y la sociedad y era, además, luz de la Educación.

La cultura Olmeca (1.500 AC) da origen al pueblo Zapoteca (actual Oaxaca en México). La cultura Maya del siglo III (AC) al siglo I (DC) tenía escritura, los libros del Chilam Balam, escritos a partir del siglo XVI, dejan testimonios de la civilización y de sus ancestros.

En Perú, el invasor Francisco Pizarro (1532) enfrenta a la resistencia de Atahualpa, que muere quemado (como cristiano). Las guerras civiles por el poder y el oro, que los invasores codiciaban, encontraron una nueva resistencia, la de Túpac Amaru, al que decapitan en 1572. Las Tierras del Sol, las Tierras del Inca, que eran cultivadas por todos y para todos comienzan a ser “privatizadas” como “recompensa al mérito”.

Durante el Imperio Inca, sus tierras, el sustento del Rey y del Estado, eran concedidas a las comunidades. Aquí podemos establecer la diferencia, los Estados precolombinos tenían la noción de lo público, cuando, avanzada la conquista comienza el reparto de tierras, la desposesión, aparece el concepto de “lo privado” y la “recompensa al mérito”.

¿Y el Descubrimiento?

A eso vamos, en 1514, Juan López de Palacios Rubio, escribe la explicación de la doctrina cristiana y la justificación del derecho cristiano a sujetar a los indígenas; escribe, el Requerimiento de Obediencia3.

Dice el escritor, Eduardo Galeano que: “ En vísperas del asalto de cada aldea, el requerimiento de Obediencia explicaba a los indios que Dios había venido al mundo y que había dejado en su lugar a San Pedro y que San Pedro tenía por sucesor al Santo Padre y que el Santo Padre había hecho merced a la reina de Castilla de toda esta tierra y que por eso debían pagar tributo en oro y que en caso de negativa o demora se les haría la guerras y ellos serían convertidos en esclavos y también sus mujeres e hijos…”4

Claro que lo mejor es ir al original y el documento citado dice sobre el final, textualmente: “…y si así no lo hicieseis (obedecer) o en ello maliciosamente pusieseis dilación, os certifico que con ayuda de Dios, nosotros entraremos poderosamente contra vosotros, y os haremos guerra por todas partes y maneras que pudiéramos, y os sujetaremos al yugo y obediencia de la Iglesia y de sus Majestades, y tomaremos vuestras personas y de vuestras mujeres e hijos y los haremos esclavos, y como tales los venderemos y dispondremos de ellos como sus Majestades manden, y os tomaremos vuestros bienes, y os haremos todos los males y daños que pudiéramos, como a vasallos que no obedecen ni quieren recibir a su señor y le resisten y contradicen; y protestamos que las muertes y daños que de ello se siguiesen sea vuestra culpa y no la de sus Majestades, ni nuestra, ni de estos caballeros que con nosotros vienen; y de cómo lo decimos y requerimos pedimos al presente escribano que nos lo dé por testimonio signado, y a los presentes rogamos que de ello sean testigos.”

Lo interesante es que Galeano aclara que: “Este Requerimiento se leía en el monte, en plena noche, en lengua castellana y sin interprete, en presencia del notario y ningún indio”.

La pedagogía del sometimiento tiene su origen, tal vez, en el Requerimiento de Obediencia escrito en 1514, pone a los originarios en el lugar de la desposesión, no solo la apropiación de las riquezas naturales de sus territorios, también el trabajo esclavo, la doble inferioridad de las mujeres, por ser indígenas y por su condición de género.

El jurista y filósofo, Juan Ginés de Sepúlveda, escribía en 1547: “Con perfecto derecho los españoles imperan sobre estos bárbaros del Nuevo Mundo e islas adyacentes, los cuales en prudencia, ingenio, virtud y humanidad son tan inferiores a los españoles como niños a los adultos y las mujeres a los varones…”5

Esa concepción de este ideólogo de la conquista parte de la visión de las descripciones y observaciones como las de Colón y los otros invasores. El proceso de conceptualización de lo que ellos llamaron el “Nuevo Mundo” instala el mundo hispanocéntrico. Su religión, sus costumbres, el hispanocentrismo y el desarrollo de la colonialidad como proceso de “domesticación”y despojo.

Les arrancaron su cultura, sus recursos, los esclavizaron, mancillaron a sus mujeres e hijos, los mataron y como en un naturalizar de la perversa mirada hispanocéntrica, lo escribieron. Ese otro era el inferior, los llamaban caníbales, siervos de los demonios, impíos, barbaros y justamente, esto les permitía asegurar su Derecho de Conquista.

El hecho de la propiedad comunitaria era inverosímil para el invasor: “Los pueblos viven de acuerdo con la naturaleza (…) no poseen propiedad; en cambio todas las cosas se gozan en comunidad…” Américo Vespucio (Mundus Novus 1503)

Seguramente, porque siempre sobrevive la colonialidad del pensamiento y porque nuestra educación ha conservado los rasgos de ese autoritarismo, es que algún lector (o varios) pueda decir “que es un problema de contextualización, de época, que no se puede descontextualizar para forzar un análisis, etc. etc.”. Sin embargo, ese sentido común al que apelan quienes defienden el genocidio más grande de la historia, o le restan importancia porque las cosas, “seguramente deberían ser así…”, podríamos responder que no todos pensaban así, el propio Bartolomé de Las Casas (1516) decía que la encomienda “es tiránica gobernación, mucho más injusta y cruel que con la que el faraón oprimió en Egipto a los judíos”. O pensadores como Montaigne (1533/1592) que veían que “los pueblos del Nuevo Mundo viven bajo la dulce libertad de las primeras e incorruptas leyes de la naturaleza”.

Por supuesto que existe un problema de subjetivación, pero, justamente, se comienza a diseñar el pensamiento moderno: la dialéctica del amo y del esclavo. Y, precisamente, por eso fracasan los intentos, durante la educación colonial, de crear escuelas para indígenas que fueran miembros de la aristocracia de las naciones derrotadas; no pudo concretarse, los conquistadores querían esclavos.

Hay un interesante trabajo (Puiggros 1993)6 que dice que una de las mayores dificultades para “deconstruir” la escena del Requerimiento es la falta de registro de los discursos indígenas en los de los conquistadores (Todorov 1990), del más importante debate pedagógico de la época colonial, el de los “justos títulos”, no surge la decisión de ningún intercambio cultural, de incorporación alguna de los elementos culturales indígenas a lo europeo.

En ese marco, el documento del Requerimiento de Obediencia tiene carácter performativo, en su enunciación funda la relación pedagógica en la desigualdad entre lo latinoamericano y lo europeo, esa desigualdad se inscribe en la ignorancia de la lengua (cultura) y la religión. Los pueblos originarios “no están educados”; “son incapaces”. Pocos, advierten la complejidad de los dos sistemas de significación que tuvieron encuentro a partir de 1492. Uno fue exterminado, incluso con la máscara del relato heroico, el relato de los triunfos del cristianismo frente a la barbarie.

Y, así es como se produce la colonización del conocimiento y la “colonialidad del poder”. Justamente, más adelante, en el siglo XIX, el elemento criollo se percibe por su blanquitud como el “superior”, producido en esa diferencia con la población afroamericana y amerindia.

Es así que en estas latitudes pudo emerger el general Julio Argentino Roca y perpetrar el genocidio llamado “Conquista del desierto” en la Patagonia Argentina y la “Conquista al desierto verde”, comandada por el general Benjamín Victorica, en la zona del Gran Chaco. Todo sucedía durante la década del ’80 del siglo XIX.

Los procesos de colonialidad del poder, que en aquella época continuaban fundándose en la admiración por lo europeo y la entrada en escena de los Estados Unidos, lugares idealizados y venerados hasta el mismo culto por dos de los más importantes intelectuales de la época, Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento, continuó en el imaginario social, impregnó la educación, también utilizando el discurso heroico y patriótico que denostaba al otro, al originario, al que se podía exterminar o encerrarlo en reducciones para realizar el trabajo esclavo en los ingenios azucareros del norte.

Nuestro sistema educativo, se funda con ese imaginario, el ocultamiento de las culturas originarias y la invisibilización de la realidad de esos pueblos. Incluso en los manuales escolares del siglo XX había imágenes que los mostraban como si ya fueran desaparecidos por el tiempo, con el mismo discurso con que presentaban al hombre de Neandertal, como lo primitivo y extinguido.

La “globalización” que se pretendió a partir de 1492 en estas latitudes: el discurso único de la lengua castellana, la determinación de la cultura invasora por sobre las otras que habitaban estos suelos y la imposición de la creencia religiosa fueron los “privilegios” del derecho de conquista.

Aunque, lamentablemente, mutando de época en época, se mantienen intactos en la esencia, aún después de la organización de los estados – nación. Y, particularmente, en Argentina, que a pesar de que la Constitución Nacional7 (1994) reconoce la preexistencia de los pueblos originarios y otras cuestiones en sintonía con los “estándares” internacionales, sobran evidencias de la colonialidad del poder y de la fuerza conservadora que impregna todo el imaginario y que, por supuesto la reproductividad mecánica de la escuela contribuía a sustentar y consolidar.

Antes de esta reforma, el artículo relacionado con los Pueblos Originarios decía: “…conservar el trato pacífico con los indios y procurar la conversión de ellos al catolicismo” (art. 67.Inc. 15).

No es tema de este trabajo, aclarar que el artículo de la nueva constitución se cumple de manera edulcorada o no se cumple.

Pero sí, ver cómo en épocas de reforma, las conexiones de “obediencia” continúan. En educación con un nuevo objeto de dominación: el sujeto educativo. En este trabajo, llamamos sujeto educativo al que comprende el sistema en su manifestación última, la escuela. No intentamos entrar en un debate sociológico, pero para mejor comprensión y economía del trabajo, utilizamos esa denominación, que involucra a los alumnos-estudiantes y a los docentes.

En la era de la colonización educativa, el amo, ya no es la corona española y sus vasallos, sino el verdadero poder, el poder corporativo – empresarial y sus herramientas de “consenso”, los organismos internacionales y, cómo no mencionarlo; las modernas carabelas para establecer la dominación territorial: las fundaciones y ong’s, que establecen los vínculos de vasallaje para llevar a cabo el proceso de colonización educativa, que la reforma economicista despliega globalmente. Para esto deben influir fuertemente y pugnar por el control político del sistema, al mismo tiempo que se aseguran los negocios periféricos y la intromisión directa en las escuelas, en las aulas8.

Las pruebas estandarizadas son el nuevo crucifijo, el nuevo símbolo para la total dominación y así imponer la posmoderna creencia: ¡la calidad educativa!, la pedagogía del resultado. Aplicada a los estudiantes y a los docentes para responsabilizar a estos últimos del fracaso del sistema e ir por la apropiación total.

Los estudiantes como valor agregado de la productividad y los docentes como responsables de que ello suceda para el incremento de las ganancias corporativas. La estandarización del mundo educativo es la productividad futura del mundo corporativo.

Pasaron más de una veintena de años desde que comenzó la carrera por la colonización mundial de la educación para ponerla al servicio de la corporación empresarial y se acelera, con distintos ritmos según los países, pero continúa.

Las políticas de la colonialidad del poder se mantienen: la entrega de los recursos naturales a las megamineras, a los pooles de siembra y a las petroleras. Todas con la política invasiva contra los pueblos originarios y campesinos para la apropiación territorial. Las desigualdades se enfatizan (aumento de la cantidad de pobres e indigentes). Esa es la nueva y tradicional pedagogía que debemos aprender, con el flamante “Requerimiento de Obediencia”: la productividad y la competitividad.

Todavía no habíamos salido del sistema de reproducción mecánica de los “valores” impuestos por la burguesía colonial y nos sorprendió la burguesía global corporativa.

Ya no hay “impíos” que adoctrinar, ni “desiertos” que conquistar. Nunca los hubo. Parece que la reforma ecomicista de la educación propone el mismo paradigma: la pedagogía del sometimiento. Sin embargo, podemos trabajar por un paradigma para liberar, para pensar nuestro destino y no el que nos imponen; seguramente será otra confrontación desigual, pero es tiempo de una pedagogía que abra un camino común, sin ocultamientos, ni invisibilizados. Una pedagogía del reconocimiento, una pedagogía social contra las “democracias empresariales”.

Artículo enviado por su autor a la redación de OVE

Imagen tomada de: http://4.bp.blogspot.com/-emFuNExIIl8/UHY4LHSr09I/AAAAAAAAB9o/k-7af0V_-4E/s1600/12+DE+OCTUBRE+1.jpg

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Juventud, cultura y universidad

Por: Pedro Rivera Ramos

Décadas hace que gran parte de la juventud panameña y dentro de ella, la universitaria, viene manifestando cambios cualitativos y sensitivos, no solo en aspectos que habitualmente no suelen despertar tanta preocupación social, como modas, música y gustos estéticos; sino en valores y ética, en identificación de la cultura emancipadora, en su rendición al consumo casi patológico, en una pérdida gradual del sentido e importancia de la colectividad y en una apatía peligrosa hacia el desarrollo del pensamiento crítico o el cuestionamiento otrora, hasta irreverente.

Es muy común entre nuestros jóvenes, el desdeño y desconocimiento sobre hechos y personajes históricos que han marcado indeleblemente la vida nacional; sin embargo, pueden delirar durante horas sobre las hazañas deportivas de un jugador desechable del momento o del último chisme de la farándula criolla o extranjera.

Lo que aquí acontece no es exclusivo de nuestra juventud. Esos rasgos pueden ser observados con facilidad en muchas otras latitudes. Factores internos y externos, junto a un formidable mecanismo mediático soportado básicamente en una cultura de la imagen, así lo han configurado y decidido. Hoy, lamentablemente para nuestros jóvenes estudiantes, todo lo que no sea estrictamente curricular, carece casi por completo de significado e importancia. Igual suerte viene padeciendo la adquisición del conocimiento en su carácter crítico y desmitificador, así como la valoración social de la utilidad de la educación superior.

Eso explica, en gran medida, la apatía e indiferencia que muestra gran parte de nuestro estudiantado hacia actividades extracurriculares, con independencia de la calidad o el buen gusto que pueda exhibir la obra cultural. El estudio y su finalización solo adquieren legitimización social, cuando garantiza la inserción inmediata al mercado del trabajo y los réditos generados pasan a ser exclusivamente para beneficio y disfrute personales.

Ahora solo se estudia pensando esencialmente en el símbolo de la instrucción y los beneficios mercantiles; renunciando así, a todo lo que pueda servir para revelar las grandes potencialidades que en el ámbito cultural, espiritual y humano, se encuentran en nuestra especie. Atrás han quedado las preocupaciones sociales legítimas de antaño, el romanticismo inserto en utopías humanas, la identificación plena con proyectos nacionales de emancipación y soberanía. El mundo de la frivolidad, el hedonismo, el utilitarismo y la insolidaridad, se han apoderado de las almas y corazones de vastos sectores de nuestra juventud y conspiran desde hace ya mucho tiempo, contra una educación más ética, comprometida y liberadora; que en el caso de la universitaria, debe estar encaminada hacia la creación, de un sujeto transformador desde una perspectiva social y humanística.

Al mundo que de veras existe y que indudablemente debe ser transformado, le urge que los jóvenes, y principalmente los estudiantes, adquieran consciencia de la extraordinaria responsabilidad que tienen por delante. Sin pretenderlo, les ha correspondido vivir en un país y en un planeta donde se incrementa la riqueza tan rápido como crecen las desigualdades e injusticias. Mucho pueden aportar si deciden luchar contra los contrastes inaceptables o las inequidades intolerables de nuestra vida cotidiana.

Para comenzar, nuestra juventud, y especialmente la estudiosa, debe ser capaz de revestir sus argumentos de toda la dimensión crítica posible; respetando otredades y pluralidades culturales, defendiendo con tenacidad sus ideales y principios y renunciando siempre, a la seducción del pernicioso conformismo o de la desmovilización ideológica.

No hay duda alguna de que la Universidad de Panamá es una institución compleja que tiene la misión y el compromiso de desempeñar roles muy diversos en nuestra sociedad. Debe formar profesionales suficientemente competentes, que sean capaces de intervenir con éxito en la solución de los grandes problemas que apremian a nuestro país. Pero es al mismo tiempo un pilar fundamental de nuestra identidad como Nación y su principal centro de producción intelectual y científico. Es aquí donde florece la cultura nacional y donde mejor interaccionan la academia con las necesidades y urgencias de las comunidades.

Por tanto, la Universidad no está ni puede estar confinada exclusivamente a dispensar enseñanza, como muchos a veces quisieran que fuera su única ocupación. Ella está obligada a penetrar con independencia en los contextos sociales existentes y a pronunciarse con responsabilidad ante los problemas políticos, económicos, sociales y éticos de la Nación. Ese rol histórico al que nunca debe renunciar, debe ser transmitido sin cortapisas a todos los jóvenes que se agitan en sus aulas en busca del saber.

Por eso toca a la Universidad de Panamá, en su condición de principal centro de estudios y cultura de la Nación, identificar, reconocer y actuar sobre estas manifestaciones de escepticismo, desmovilización e inercia que, con tanta frecuencia, solemos encontrar entre la inmensa mayoría de nuestro estudiantado. Es preciso que este gigantesco trabajo, que sin dudas debe emprenderse desde el terreno cultural y con la urgencia que las realidades exigen, tenga al aula de clases como el espacio más sustantivo donde estas conductas inicien su transformación más radical. Para ello se requiere cuanto antes el desarrollo de los instrumentos pedagógicos apropiados, la creación de las estructuras pertinentes y la generación de las instancias culturales necesarias, con el fin de abordar con la contundencia debida esta tarea de primer orden.

No obstante, este escenario que parece sumamente sombrío y desalentador, contiene, es justo reconocerlo también, a un sector minoritario de estudiantes universitarios que, por distintas razones, se ha rehusado a ser asimilados totalmente por la propaganda de la superficialidad, la inmediatez y la banalidad. En su lugar ha optado por cultivar sensibilidades sociales; estremecerse y actuar ante las injusticias y las desigualdades; preocuparse por las consecuencias perjudiciales del cambio climático; identificarse con procesos de renovación política y contra la guerra; desarrollar sus inclinaciones artísticas y literarias. Por eso que resaltar una visibilización mayor de sus talentos, como ejemplos a imitar por otros jóvenes, ha de ser una prioridad impostergable, si queremos realmente contribuir a transformar cualitativamente a nuestra juventud.

De modo que es imprescindible que se mejore y fortalezca la formación del estudiante desde una perspectiva humanista, solidaria y asentada en los más grandes valores universales. Como también es crucial que se renuncie, entre otras cosas, a cualquier forma abierta o disfrazada de cooptación de dirigentes o intervención o tutelaje de las organizaciones políticas estudiantiles. Es evidente que tal proceder, en cierta manera, ha contribuido a acelerar el colapso de las mismas y a la desprotección peligrosa de la propia Nación, al privarla de su sector social que en el pasado reciente de nuestra historia, ha sido el más consecuente y aguerrido a la hora de encabezar la defensa de los grandes intereses nacionales.

Fuente: http://laestrella.com.pa/opinion/columnistas/juventud-cultura-universidad/23965987

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No basta solo el orgullo

Por: Miguel Febles Hernández

Entre tantos papeles que habitualmente cu­bren parte de la mesa de trabajo encontré la edi­ción primera del boletín Tribuna del Pa­tri­monio, otro granito de arena de la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey por con­tribuir a la preservación de los valores ar­qui­tec­tónicos, históricos y culturales de la lo­ca­li­dad.

Se trata de un documento pequeño, sencillo en la forma, pero colmado de argumentos irrebatibles que ponen el dedo sobre la llaga en asuntos relacionados con el comportamiento cívico y el respeto hacia una exquisita obra forjada en más de cinco centurias por generaciones y generaciones de principeños.

En el artículo que encabeza el boletín, José Rodríguez Barreras, director de la institución, entra rápido en materia: «Los rasgos que por años han llevado a esta ciudad a ser única en la fisonomía nacional no pueden ponerse en riesgo por la indolencia, las malas prácticas y la irresponsabilidad».

Lo cierto es que la otrora Villa de Santa Ma­ría del Puerto del Príncipe, con un entramado urbano sumamente complejo sobre todo ha­cia su centro histórico, vive a diario las tensiones que genera un flujo creciente de ciudadanos y vehículos de todo tipo por sus estrechas y ya congestionadas arterias.

Para paliar, en algo, tal situación, las auto­ri­dades locales han emitido regulaciones y apro­bado reglamentos, dirigidos a favorecer el or­denamiento vial y la funcionalidad de tan im­portante zona, cuyo segmento más antiguo fue declarado por la Unesco en el 2008 Patri­monio Cultural de la Humanidad.

Sin embargo, los resultados distan bastante de los propósitos, a todas luces por la falta de sistematicidad, rigor y exigencia en el enfrentamiento a las indisciplinas sociales y actitudes violatorias, tanto de personas aisladas co­mo de entidades, cuyo negativo proceder pa­rece transformar el entorno en un lugar caótico y hostil.

Tal responsabilidad recae, por solo mencionar a algunos de los entes más implicados, en las fuerzas del orden público, en los inspectores de la Dirección Integral de Supervisión, en los agentes de los cuerpos de seguridad y protección, y en los directores y gerentes de las uni­dades comerciales y gastronómicas.

Si se actuara conforme a lo legislado, con la se­veridad requerida, no existirían revendedores en cada esquina, no se descargarían mercancías en horarios inadecuados, los medios de tracción animal y equipos de gran porte no entrarían al centro histórico y disminuiría el maltrato a la propiedad pública.

Lugareños y visitantes se enorgullecen de una obra que en los últimos años le ha rega­la­do a la ciudad el Centro de Convenciones San­ta Cecilia, el Paseo Temático del Cine, el tea­tro Avellaneda, el centro recreativo El lago de los sue­ños, el Parque Botánico y la rehabilitación integral de sus principales arterias co­mer­cia­les.

Acción transformadora que no se detiene, en un esfuerzo por otorgarle a la urbe un valor agregado significativo: está en marcha la edificación del nuevo recinto ferial, el Museo Te­má­tico del Ferrocarril, la sala de conciertos, el proyecto audiovisual El Callejón de los Mi­lagros y los hostales San Juan de Dios y El Co­lonial.

Pero mientras unos construyen y fundan, no puede permitirse que otros se arroguen el derecho de destruir, agredir, degradar o irrespetar el patrimonio edificado, no pocas veces ante la mirada impasible de los propios conciudadanos y de quienes deben velar y exigir por su cuidado y preservación.

No basta entonces proclamar el legítimo or­gullo de ser camagüeyanos, de vivir en esta vi­lla patrimonial, si ello no se revierte en actos, en una conducta cívica y en una manera de re­lacionarse con el entorno que la resguarde de la irreverencia y las malas prácticas que afectan lo físico y, también, la espiritualidad.

Fuente: http://www.granma.cu/opinion/2016-10-13/no-basta-solo-el-orgullo-13-10-2016-23-10-28

Imagen: http://www.pprincipe.cult.cu/leytrad/santa-maria-puerto-principe.htm

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Jóvenes: el futuro y la paz de Colombia les pertenece

Por: Ángel Pérez Martínez

En los últimos 13 días en Colombia la famosa frase del Entrenador de Fútbol Francisco Maturana “perder es ganar un poco” se convirtió en “Ganar es perder un poco”.

Quién se hubiera imaginado el 3 de octubre la capacidad de movilización de los jóvenes por todo el país, de manera especial de los universitarios, pidiendo paz ya en reacción a la victoria del No en el plebiscito. Y mucho menos nos íbamos a imaginar que los rectores de universidades como la Nacional, los Andes y el Externado invitaran y asistieran con sus comunidades educativas a participar en la movilización del pasado miércoles 12 en Bogotá. En una semana los estudiantes convocaron y llenaron dos veces la Plaza de Bolívar en la Capital.

Además, cientos de profesores universitarios de diferentes disciplinas, universidades y regiones pedían esta semana, mediante una carta pública, celeridad en los acuerdos a las FARC, a los representantes del No y a los del Sí: “nos unimos a las voces que subrayan lo imperioso de llegar con prontitud a un Acuerdo final para cerrar el conflicto con las FARC. Dilatar el proceso presenta enormes riesgos. Es fundamental definir con toda celeridad una agenda limitada de puntos a abrir para discusión, y un conjunto de propuestas concretas y viables para modificar el texto existente”.

Es evidente, la comunidad educativa, y los jóvenes en particular, le están demostrando a la sociedad colombiana, aquella que se crio y desarrolló con la guerra, que la violencia que ha permeado a este país no es normal, aunque a veces lo parezca. Somos de lejos el país de América latina con más muertos por violencia política en los últimos 52 años (220.000 según el Ministerio del Interior) y más de 6 millones de desplazados. Según la Revista Semana Colombia conserva el deshonroso título del segundo país del mundo con más desplazado. Además, Colombia es el tercer país en presupuesto militar de América Latina, después de Brasil y México, países que tienen más de 130 millones de habitantes, duplicamos el gasto militar de Argentina y Venezuela y más de 4 veces el de Chile y Perú (ver Infodefensa.Com). En contravía, no tenemos la mejor educación de América latina y según la OCDE gastamos mucho menos por estudiante que países como Chile, Argentina, México y Brasil.

La guerra y su posterior vinculación, a partir de los años 90s, con los cultivos ilícitos, con el narcotráfico, con la corrupción y con unas formas de hacer política es parte inherente de la cultura violenta y de poca valoración a la educación de los niños y los jóvenes en esta sociedad. El horror de la muerte, los heridos, los bombazos, las voladuras de oleoductos, los secuestros y extorsiones, en muchas ocasiones, sirvieron para que esta generación aprendiera a leer, a escuchar la radio, a ver televisión y a debat.

Es duro escribirlo, pero es nuestra generación –la de los “viejitos”- la que hoy transmite como parte de la cultura a los niños y jóvenes, en algunos casos de manera irresponsable y en otros de manera inconsciente, sus pasiones, amores y odios hacia una guerra que durante 52 años no fuimos capaces de parar.

Lo reconfortante es que conozco cientos de proyectos de escuelas y maestros que luchan contra esta cultura a través de proyectos pedagógicos como la enseñanza de las ciencias sociales a través de la didáctica viva y la educación para una cultura de paz en San Juan de Nepomuceno, Bolívar, o la propuesta del Sistema Institucional de Convivencia para el ejercicio de los Derechos Humanos, en Florencia Caquetá.

También, motiva la respuesta de los miles de jóvenes que han decidido que la lucha por la vida y la paz de su país es un bien superior que debe estar por encima de ideologías, partidos, personalidades buenas o malas, gestiones de gobierno y religiones. Y aquí un paréntesis: nadie puede justificar la presencia de un Dios guerrero y vengador, que no perdona y que excluye seres humanos por cualquier condición.

Los jóvenes con sus cantos y mensajes han entendido que luchar por alcanzar los acuerdos con las FARC ya, así como con el ELN, es empezar a recorrer un camino que ningún colombiano conoce: el de vivir en paz, sin miedo. Según las proyecciones del DANE hoy existen en Colombia 22. 3 millones de niños y jóvenes entre 0 y 25 años, el 46% del total de la población. Ellos serán en últimas quienes disfrutarán o padecerán a futuro lo que hagamos en el presente con respecto a la paz, no los personajes del Sí y del No, y menos la cúpula de las FARC.

Los niños, los jóvenes y quienes nazcan a futuro en esta maravillosa tierra son quienes merecen a mediano plazo una sociedad que les brinde mejor educación, buenos colegios, nuevas universidades y oportunidades de bienestar y realización personal, ese es el mejor camino a la equidad, a la inclusión, a la convivencia y a la paz estable y duradera. La evidencia ha demostrado que la guerra y la cultura de la violencia son un obstáculo para una educación de calidad para todos.

La generación que no logró parar la guerra debe respetar y apoyar a los jóvenes. Debemos ser conscientes de que su lucha y la nuestra será para ellos. Comparto el mensaje de uno de los carteles que portaban algunos jóvenes el miércoles en la Plaza de Bolívar: “Nosotros los jóvenes hijos de la guerra seremos los padres del futuro de nuestra tierra: La paz florece.”

Fuente: http://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/jovenes-el-futuro-y-la-paz-de-colombia-les-pertenece-por-angel-perez/234966

Imagen: http://www.elespectador.com/noticias/paz/paz-colombia-resta-negociar-articulo-639511

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