Page 317 of 454
1 315 316 317 318 319 454

“Los aprendizajes informales son la mejor oportunidad para el crecimiento” Entrevista a Daniel Wilson

Europa/España/08 Abril 2017/Autor: Pau Rodríguez/Fuente: Diario la Educación

Entrevista a Daniel Wilson, investigador principal de Project Zero, equipo de investigación educativa de la Harvard Graduate School of Economics.

Project Zero, uno de los equipos de investigación más reconocidos de la Harvard Graduate School of Education, es como una atalaya con una vista privilegiada al mundo –literalmente– de la educación. Por encima de todos se encuentra el investigador Daniel Wilson, ocupando una silla donde hasta hace unos años se sentaba Howard Gardner, psicólogo que desarrolló la teoría de las inteligencias múltiples.

Wilson ha participado estos días en el simposio internacional  Barcelona Educació Canvi –impulsado por la Universidad Ramon Llull, la Fundación Jesuitas Educación y el Colegio Montserrat, que congrega docentes de todo el mundo que buscan aprender de los centros educativos innovadores de la capital catalana. El director de Project Zero ha sido el encargado de cerrar las jornadas con una ponencia sobre cómo crear contextos que favorezcan el aprendizaje. En este caso en las escuelas, aunque su búsqueda también se amplía en ámbitos como el laboral.

¿Cuál diría que es el primer paso para crear un ecosistema escolar para que los alumnos aprendan mejor?

No hay una respuesta sencilla, a menudo depende del contexto. Pero diría que hay que empezar por ayudar a los maestros, como profesionales vocacionales que son, a que aprendan. No se trata de darles más trabajo, esta suele ser una mala aproximación. Lo que hay que hacer es implicarlos en el proceso, preguntarles qué es lo que no funciona y qué querrían cambiar. Si queremos que las escuelas tengan una cultura de aprendizaje que tenga que ver con la exploración, la investigación, la construcción de conocimiento, debemos empapar a los maestros de este espíritu. No podemos esperar resultados utilizando fórmulas de control, porque no sería coherente con la filosofía con la que queremos que aprendan los estudiantes.

Primer paso, los maestros.

¡Los adultos! La calidad de los aprendizajes de los alumnos equivale a la de los adultos. Si ellos no participan de una cultura educativa enriquecedora, los estudiantes tampoco lo harán. Un ejemplo es el instituto High Tech High, en California, donde los adultos participan en los procesos de aprendizaje de los chicos y chicas. En este centro, como los maestros que contrataban no tenían suficientes conocimientos para hacer el tipo de clase que hacían, más basada en proyectos, ¡se les ocurrió crear una facultad de educación en el mismo instituto! No sé si este debería ser un modelo global, pero es interesante. Aplican su filosofía educativa al desarrollo profesional. Es el ejemplo más radical que conozco, ahora mismo.

Aquí la formación de los maestros sigue siendo a menudo externa: en las facultades, la administración, en cursos privados…

Es un reto en todo el mundo y en todas las profesiones. Las facultades, las titulaciones, tienen sus razones de ser, pero su debilidad es que muy poco de lo que se aprende allí sirve para el futuro profesional. El departamento de Trabajo de Estados Unidos hizo un gran estudio hace unos veinte años para observar dónde construyen el conocimiento los profesionales: ingenieros, abogados, periodistas… Menos del 20% en las universidades. La gran mayoría es con los compañeros de trabajo, en los intercambios informales, en la práctica diaria, cuando se piden ayuda, cuando comparten ideas… Los aprendizajes informales son la mejor oportunidad para el crecimiento profesional.

¿Qué elementos facilitan este aprendizaje informal? Hablando ahora en otros contextos profesionales, no sólo en escuelas.

Hay dos comportamientos que son cruciales y que son transversales respecto a culturas y contextos. El primero es la seguridad psicológica, un concepto que mide cómo de seguro me siento a la hora de asumir un riesgo, de probar cosas nuevas. Es una variable muy importante para el aprendizaje de los adultos. Yo ahora mismo estoy hablando inglés porque es una entrevista profesional [ríe], pero quizás si estuviéramos tomando una copa de vino probaría con el castellano. La gente debe sentirse segura en este sentido. El otro comportamiento que es un indicador clave de aprendizaje es la búsqueda de ayuda. ¿Si estoy con un alumno y no lo consigo, voy a pedir ayuda a otro profesor? ¿Si estoy preparando una clase y tengo dudas, busco ayuda? Es un factor clave.

¿Y le da la sensación de que es un comportamiento habitual?

En el terreno profesional, no mucho. Porque es un ámbito competitivo y pedir ayuda es señal de debilidad. Cirujanos, abogados… Es raro verlos pedir ayuda. Cuando se ven cambios es cuando se reconfiguran estas relaciones. También les pasa a los maestros. En Reggio Emilia, por ejemplo, no se puede hacer de maestro solo. ¡Simplemente no puedes! Porque se han organizado para que hacer de maestro implique a otros adultos, que documenten, observen y trabajen juntos.

Un sensación de inseguridad que a menudo asalta los maestros a la hora de cambiar su práctica es cómo evaluar. Cómo comprobar que sus alumnos aprenden cuando el examen ya no vale.

Podemos tener muchos más resultados que los que nos provee un examen. El mejor resultado es el ser humano mismo. Si preguntas a Reggio Emilia por las evidencias sobre el aprendizaje de sus alumnos te dirán que hables con los vecinos del pueblo. El examen es un artefacto que representa algo que asumimos que has aprendido. Pero esto no dice mucho de ti como ser humano. Tenemos que cambiar el tema: menos artefactos de asunciones de conocimiento y más calidad de la experiencia como seres humanos. La idea de los exámenes ha sido demasiado dominante.

¿Pero una sociedad, o si lo desea una Administración, bien debe procurar que sus ciudadanos tengan unos conocimientos mínimos más allá de su experiencia humana, no?

¡Claro! No digo que tengamos que acabar con los exámenes ni con los estándares de conocimiento. Si eres una Administración, y tienes que tomar decisiones, es evidente que necesitas información cuantitativa a la hora de hacer políticas educativas, pero lo que decía es que al nivel local –de aula, de maestro– los efectos de las decisiones que son tomadas únicamente sobre cifras son nocivos. Puede socavar el verdadero propósito: crear ciudadanos éticos que participen positivamente en sociedad. Lo que realmente empodera a los alumnos en este sentido es la información sobre su propio aprendizaje. Si el maestro se sienta con ellos, se lo explica, pregunta qué piensan y establece así un diálogo a partir de la evaluación, los alumnos se empoderan.

Usted que ha sido testigo, al menos vía investigación, de tantos procesos de cambios educativos, ¿Hay algún hábito muy difícil de transformar?

Un mito muy predominante en las escuelas es que aprender es un fenómeno de transmisión. Que consiste en que poner información dentro de la cabeza del niño. Hace 50 años que sabemos que esto es sólo una muy pequeña parte de aprender, que es un fenómeno más social, que requiere multiplicidad de lenguajes e inteligencias. Este mito es muy difícil de romper, y aun así el hábito siempre tiende a imponerse.

¿Cómo describiría el momento educativo actual?

Son tiempos apasionantes para aprender. Por un lado, podemos acceder a una cantidad de información sin precedentes. Ser alumno hoy no tiene nada que ver con otras épocas. Mis hijos aprenden a escalar, a hacer aviones de papel, joyas… Todo por internet y en red con otros niños. Es apasionante. Pero también peligroso. El acceso a la información nos sobrepasa, miremos si no la proliferación de las fake news en Estados Unidos. El peligro es apoyarse no sólo en la abundancia de información sino en los desencuentros que puede generar en la sociedad civil. Como educadores, debe ser un momento de despertar. Una llamada moral.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/04/03/los-aprendizajes-informales-son-la-mejor-oportunidad-para-el-crecimiento/

Fuente la imagen: http://images.eldiario.es/fotos/Daniel-Wilson_EDIIMA20170402_0310_4.jpg

Comparte este contenido:

Pedro Henríquez Guajardo: Sistema de vouchers en Chile afectó negativamente al sistema educativo

Por Diario El Telégrafo

Pedro Henríquez Guajardo, exdirector de planificación y presupuesto del Ministerio de Educación de Chile (1990/1994 y 2003/2006) y actual Director del Instituto Internacional de la UNESCO para la Educación superior en América Latina y el Caribe (Ieasalc), en una entrevista que concedió a diario El Telégrafo explicó que el sistema de vouchers implementado en Chile, ha impactado negativamente el sistema educativo.

El académico asegura que este sistema a estimulando el crecimiento injustificable de un sector de la sociedad que vende un servicio que es un derecho, amparándose en un esquema desregulado, que solo fue posible bajo dictadura,  sin provocar avances efectivos en calidad y equidad

¿Cuándo se introduce el sistema de voucher en Chile?

La introducción del sistema de subvenciones, homologable al voucher, se produce en Chile en el año 1981, en plena dictadura militar. Sus ideólogos utilizaron una vieja usanza presupuestaria chilena que otorgaba subvenciones a instituciones educativas sin fines de lucro/filantrópicas, y transformaron el sistema de financiamiento con base a 5 premisas principales: 1) la reducción de la participación de todo el sector educativo en el producto interno bruto del 6,2 % en 1971 al 2,8% en 1989; 2) cambio drástico en la concepción ideológica de la educación, desde aquella que la consideraba un derecho, hasta derivar en el pago de un servicio, en que la educación es considerada como un bien transable, que se desarrolla mediante las leyes del mercado; 3) retroceso del rol del Estado en el sistema educativo, desde el Estado regulador, interventor, hasta un Estado subsidiario que delega en instituciones intermedias todo aquello que no está en su ámbito político directo; 4) traspaso de la administración educativa desde el Ministerio de Educación, en dos direcciones: transferencia de las escuelas públicas a las municipalidades del país y la segunda a través del estímulo a las escuelas privadas, para hacerse cargo del sistema educativo, creando escuelas y establecimientos educativos con una legislación laxa y desprovista de los necesarios controles y salvaguardas de recursos públicos; 5) el propósito político de neutralizar/destruir la organización social de los profesionales de la educación  (maestros/profesores) al trasladar a los gobiernos locales la responsabilidad del manejo del sistema educativo.

Entonces, ¿es exitoso este método de vouchers educativo en Chile?

El modelo de subvenciones no ha logrado, después de 36 años de aplicación, alcanzar niveles óptimos de calidad y equidad. El sistema educativo chileno sigue caracterizándose por una extrema segregación, principalmente atribuibles a cuestiones económicas y también por fallas endémicas en el desempeño docente, cuya solución ha exigido la inversión de recursos públicos cuantiosos.  Con el advenimiento de la democracia fue necesario aplicar una serie de políticas educativas, en el camino de solucionar el acceso igualitario al sistema; en 1991 Chile fue el primer país de la región que se vio obligado a recurrir al endeudamiento externo para desarrollar un programa de mejoramiento de la calidad y la equidad que le costó al Estado 171 millones de dólares en cinco años, a lo que se suman programas especiales de distribución de recursos educativos, capacitación docente y recuperación de la infraestructura escolar, todo ello implicó para el Estado una inversión por sobre los 10 mil millones de dólares. A partir de los años noventa el Estado, con recursos de todos los chilenos, tuvo que paliar los nocivos efectos de un sistema desregulado y sometido a las reglas del mercado.

En definitiva…

El sistema de vouchers -subvenciones- ha impactado negativamente el sistema educativo chileno, estimulando el crecimiento injustificable de un sector de la sociedad chilena que lo ha hecho vendiendo un servicio que es un derecho, amparándose en un esquema desregulado, que solo fue posible bajo dictadura, sin provocar avances efectivos en calidad y equidad./Senescyt/GFS/El Ciudadano

Fuente: http://mundovisiontv.com/?p=121372

Comparte este contenido:

Entrevista a Francisco Javier Gómez González sobre ¿El mito de la ciencia interdisciplinar? Obstáculos y propuestas de cooperación entre disciplinas (II)

Salvador López Arnal: “En la ciencia además de competir hay que cooperar porque si no perdemos todos”

Francisco Gómez González, titulado en Sociología y en Geografía, es actualmente profesor de Sociología en la Universidad de Valladolid. Pertenece al Grupo de Evaluación de la Tecnología de la citada universidad y al Grupo de Investigación de Estudios Sociales de la Ciencia (Grupo CTS) dela Universidad de Oviedo.  Ha colaborado en numerosas estudios españoles, europeos y latinoamericanos dentro del campo de investigación de Ciencia, Tecnología y Sociedad.

Nuestra conversación se centra en su reciente libro publicado por Libros de la Catarata, Madrid, 2016.

***

Estábamos en este punto. Hablando de cooperación: recuerda usted el concepto de coopetición de Adam Braundenburger. Se trata de buscar competir y cooperar al mismo tiempo entre disciplinas y entre científicos. ¿Es posible de forma generalizada? ¿Los intereses nacionales, las prácticas reales de las grandes potencias, no dificultad esa cooperación cuanto menos en determinadas áreas de la teconociencia contemporánea que serían, algo así, como secretos de Estado?

El mito de la ciencia altruista se está poniendo en cuestión permanentemente. La competencia entre estados, el I+D privado, los fraudes científicos, las luchas por la autoría, etc. etc. Demuestran que la ciencia se mueve por intereses. En la actualidad nuestra economía se mueve por el conocimiento, de manera que es fácil imaginar que los valores de universalidad y altruismo que supuestamente caracterizan a la ciencia, al menos en su versión mertoniana, funcionan con muchos problemas. Por este motivo, en el libro se habla del concepto de coopetición. No podemos pensar en los científicos y científicas como seres humanos ajenos a intereses, ambiciones y agendas ocultas. No vale y nunca ha valido el mito de la torre de marfil donde los científicos trabajan sin importarles nada que no sea el conocimiento.

No obstante, junto a ello hay cooperación, hay posibilidad de encuentro de intereses, de apoyo entre colegas, etc. En la ciencia además de competir hay que cooperar porque si no perdemos todos.

Aunque fuera con otras pretensiones, los Jasones, aquellos científicos usamericanos de tanto curriculum que colaboraron con el Pentágono en tareas poco humanistas, ¿no serían un ejemplo de colaboración interdisciplinar? En la misma línea, ¿el proyecto Manhattan fue un ejemplo de cooperación entre disciplinas?

Por lo que conozco, los Jasones y el proyecto Manhattan eran interdisciplinares. Ser interdisciplinar no es sinónimo de ser moralmente superior, solo de estar abierto a la cooperación. De hecho, hay mucha interdisciplinariedad en la investigación armamentística, en parte porque se realiza fuera de la academia, en institutos ad hoc.

A pesar de lo que acabo de decir, creo que podemos seguir reivindicando la cooperación. La interdisciplinariedad no es la solución de todos los problemas de la ciencia, solo es una alternativa a los riesgos de la hiperespecialización y la fragmentación. Otro tema distinto es la finalidad de la investigación, la ética, la responsabilidad social de la ciencia. Autores como Nicolescu suelen integrar todos estos temas y llaman ciencia transdisciplinar a la ciencia que integra saberes, valores humanos, moralidad, estética, etc. Personalmente creo que esta mezcla no ayuda a entender la realidad. Una cosa es cooperar y otra cosa son los fines para los que se coopera.

Una de las tesis que defiende en el libro: «Es necesario partir de la convicción en la semejanza entre la ciencia y el resto de las instituciones, que lleva a comprender las iniciativas de fomento de la interdisciplinariedad como consecuencia de un contexto social y económico que suscita demandas y que establece condicionamientos de diferente naturaleza». El sistema económico y social, afirma también, «plantea nuevos problemas cada vez más integrales y sistémicos para los que no bastan soluciones parciales». Si fuera así, admitamos que fuera así, ¿no se corre el riesgo de ubicar las ciencias es un papel de subordinación-servilismo respecto a las finalidades y necesidades no del conjunto de la sociedad, sino de los objetivos de las grandes corporaciones, de los grandes poderes económicos?

Eso no es un riesgo de ahora. Siempre ha sido así. Lo que ocurre es que muchas veces se ha ocultado esta realidad mediante el mito del saber por el saber y la supuesta autonomía de la ciencia. Los estados han dado recursos a la ciencia para dar solución a los problemas que ellos consideran relevantes y, con frecuencia, estos problemas han sido militares y económicos.

La clave no es volver a una supuesta autonomía de la ciencia de tiempos pasados, donde nos jugamos el futuro es en crear una ciencia que dé respuestas a los problemas de los ciudadanos, no solo del poder.

Aconseja usted incrementar la capacitación de los científicos en habilidades organizativas. ¿No puede conllevar esa capacitación una merma de sus conocimientos en sus propios ámbitos de investigación? ¿No podemos convertirlos en gestores? ¿No hay excelentes científicos que siguen prefiriendo trabajar un poco a su aire, sin mucha organización ni equipo detrás de ellos?

La ciencia contemporánea es cada vez más una ciencia de grupos. Es un proceso productivo, dependiente de los recursos tanto como de la capacidad de los científicos. Esta afirmación no niega la existencia de científicos de tradición solitaria, que están presentes en algunas ciencias concretas que tienen mucho papel en la mitología de la ciencia. Se trata de una alternativa legítima pero que tiene poco espacio futuro.

Consecuentemente, saber hacer ciencia no es solo saber método científico, también requiere saber gestionar los equipos y el trabajo científico.

Defiende también la necesidad de nuevas estrategias de investigación, de considerar los acuerdos metodológicos como un resultado, no como un a priori. Pero, más de allá de sus deseos, sin caer en miradas utópicas, ¿se puede llegar a acuerdos epistemológicos entre disciplinas muy distanciadas (pongamos por caso, entre la física atómica y la psicología social)? Admitiendo que fuera posible, ¿qué mejoría conseguiríamos con ello?

Este es un tema controvertido. La propuesta que recoge el libro es pasar de los grandes consensos a priori a los consensos a posteriori. Algún autor ha llamado el error de Descartes a la obsesión por entender y definir de manera rigurosa el método antes de empezar a conocer. Desde luego, parece una alternativa razonable pero, en la ciencia contemporánea, todavía no hemos consensuado una definición universalmente aceptada sobre lo que es el método científico y no parece que sea un problema para que la ciencia y la tecnología avancen. A veces, intentar construir un consenso a priori nos lleva a la parálisis.

Consecuentemente, la propuesta del libro plantea que ante problemas y objetos de investigación interdisciplinares y complejos, hay que ponerse a trabajar y los consensos metodológicos saldrán como consecuencia del trabajo.

En la misma línea que la pregunta anterior: defiende la necesidad o conveniencia de incrementar la participación de actores sociales en las decisiones de los sistemas de investigación. ¿Qué actores sociales? ¿Qué preparación necesitarían? ¿Cómo podría organizarse una preparación así?

Bueno, sobre esta tradición hay mucho hecho y escrito, y contamos con iniciativas muy interesantes. En España tenemos investigadores como José Antonio López Cerezo y Marta González, que son referencia en esta materia. La participación en ciencia y tecnología es una parte importante de las dinámicas de democracia participativa. Los ciudadanos ven que su vida mejora o empeora según se aplique una tecnología u otra, según se investiguen unos campos u otros, y consecuentemente, deben poder opinar sobre este tema.

Además, estas investigaciones se hacen fundamentalmente con dinero público, de manera que parece lógico que los ciudadanos puedan opinar sobre qué investigar, cómo gestionar los resultados de investigación y cómo se debe difundir el conocimiento y la tecnología. Todos los actores deberían poder implicarse en esta participación, incluida la ciudadanía no organizada.

En relación a cómo hacerlo, hoy por hoy contamos con muchas metodologías: conferencias de consenso, talleres de escenarios, jurados ciudadanos, l evaluación constructiva de tecnologías, etc. En Suiza incluso se han hecho referéndums para tomar decisiones de aceptación de determinadas tecnologías.

En cuanto a la preparación necesaria para participar, considero que hay que superar los modelos de déficit cognitivo. Todo el mundo puede participar, al margen de su nivel de conocimiento. Por poner un ejemplo, los padres de un hijo con una enfermedad rara, deben presionar y luchar para que este tipo de enfermedades tengan su presencia en las prioridades de investigación. Tengan o no tengan un doctorado, estos padres tienen el mismo derecho que cualquier ciudadano a reivindicar que se genere conocimiento para ayudar a su hijo o hija. Esto es participar.

En la historia reciente de la epistemología, ¿cuáles serían los hitos más importantes de este enfoque que usted defiende?

En el libro se establecen varios hitos, todos ellos bastante convencionales: el año 1922 con las primeras reuniones del Círculo de Viena, el año 1970 con el primer congreso sobre interdisciplinariedad liderado por Piaget en Viena, el año 1982 con el boom de las TICs y la impronta de la obras de Edgar Morin y el año 1994 con el libro de Michael Gibbons sobre la nueva producción del conocimiento, que supuso un replanteamiento del debate.

La filosofía de la ciencia más, digamos, ortodoxa (me refiero a los grandes nombres: Círculo de Viena, Popper, Kuhn, estructuralismo Sneed, Hanson Russell,…), ¿ha sido sensible a este enfoque? ¿Han escrito sobre ello? ¿Han formulado críticas en algún momento?

Muy poco. La epistemología tiene un nivel de debate muy elevado y las propuestas de interdisciplinariedad se han quedado algo al margen de este debate. Es cierto que los epistemólogos de la complejidad y de las tradiciones más holísticas han escrito sobre el tema, pero no ha sido un tópico central en la tradición dominante de la Filosofía de la Ciencia. Es cierto que Piaget, con su epistemología genética, ha inspirado alguno de los mejores desarrollos de la interdisciplinariedad pero, a partir de este momento, la investigación sobre el término ha sido más frecuente en el pensamiento educativo y entre los expertos en gestión del sistema científico.

Por lo demás, perdone la ingenuidad, en el ámbito de las ciencias sociales, ¿no se practica usualmente este trabajo cooperativo? ¿No trabajan conjuntamente en muchas ocasione sociólogos, economistas, politólogos, etc?

Ójala fuera así. La realidad es exactamente la contraria. Los estudios de redes de cooperación demuestran que cooperan más las ciencias naturales que las sociales. La razón de este curioso fenómeno es que en las ciencias sociales las fronteras no son claras, los conflictos sobre los límites de las disciplinas son más frecuentes, un mismo objeto de investigación es objeto de interés de muchas ciencias. En esos contextos, la cooperación se hace más difícil. Todos pretenden tener derechos legítimos sobre determinados temas.

En la misma línea que el punto anterior: muchos programas de investigación ecológica, ¿no podrían enmarcarse en esta propuesta epistemológica?

El paradigma ecológico es la mejor tradición de la interdisciplinariedad. No en vano, pensar la realidad como sistemas es una de las estrategias de análisis que mejor integra diferentes conocimientos.

Tanto la primera ecología, como los desarrollos de la teoría general de los sistemas son especialmente relevantes en esta materia. Esta tradición sigue en la actualidad, hay desarrollos muy interesantes que vinculan ecología y economía, dimensiones sociales y ambientales, etc.

Finaliza su ensayo con estas palabras: «Aunque la comunidad de científicos y pensadores lleva escribiendo sobre estos temas desde hace más de cuarenta años, el programa de trabajo sigue abierto y esto supone una invitación para cualquier investigador o investigadora que desee sumergirse en esta labor de estudio y de promoción». ¿Finalizamos también la entrevista con esta reflexión? ¿Quiere añadir algo más?

Bueno, a mi personalmente me gustaría terminar con una frase de Simmel, un poco extraña, que dice que «La ciencia que la humanidad tiene en un momento dado depende de lo que es la humanidad en ese momento.» Creo que es un buen cierre porque nos hace pensar qué relación tiene la dificultad de cooperar en la ciencia con el tipo de articulación social que hemos generado.

De acuerdo, y da pie a la necesidad de transformaciones sociales si las relaciones de cooperación ciencia-sociedad no persiguen fines muy favorables al desarrollo de una humanidad que viva armoniosamente con ella y con la naturaleza.

Primera parte

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=224791

Imagen tomada de: https://i.ytimg.com/vi/Kk5ddyUMTXs/maxresdefault.jpg

Comparte este contenido:

La denominación de los centros educativos: Debate e Igualdad

por MARTÍN ALONSO y PEPA PALACIO.

Han sido profesores del IES “Javier Orbe Cano”. Martín fue miembro de la Plataforma pro Instituto, gracias a la cual se construyó en Corrales el segundo instituto, el Estelas de Cantabria||

Desde que se anunció por parte de la dirección del IES “Javier Orbe Cano”, de Los Corrales, la intención de cambiar del nombre al Centro se han sucedido las intervenciones por diferentes medios sobre este asunto.

Como profesores que hemos sido de ese Instituto, con el que seguimos de alguna forma vinculados, a la vez que recordamos con satisfacción los años de docencia nos parece conveniente expresar nuestro punto de vista al respecto.

Esta reflexión se divide en las dos partes que refleja el título, pero atribuye un papel principal a la primera con independencia de la extensión que ocupa cada cual.

CÓMO FUNCIONAN LOS DEBATES

¿Por qué el arte del debate? La forma en que se dirimen los contenciosos es un aspecto esencial de una cultura cívica. Vivimos en sociedades plurales y abiertas, con distintas preferencias, sensibilidades y valores.

La educación cívica –para la ciudadanía, o de cualquiera de las formas que se la denomine– es por tanto una competencia básica para el funcionamiento del ecosistema específicamente humano, el democrático. En este caso la exigencia es doble porque añade a la general la particular del contexto: se trata de un debate de alcance educativo.

En suma, deberíamos esperar que ese debate se llevara a cabo de acuerdo con las reglas establecidas para estas discusiones, reglas que quedaron resumidas en un escrito resultado de la colaboración de una antigua y de un ex profesor (“Una ética para el debate”, disponible en Internet. De allí procede esta cita oportuna de Luis Vives: “Los propios teólogos debaten entre sí sobre temas divinos con espíritu de gladiadores, y con odios muy fuertes acerca de la caridad”).

No es este el lugar para entrar en los detalles pero sí cabe entresacar lo que sirven a nuestro propósito. En primer lugar, un debate debe proporcionar argumentos o razones; en segundo lugar, debe ser relevante (relativo al propósito de la discusión); en tercer lugar, debe regirse por el criterio de verdad (su contenido debe ser congruente con las condiciones objetivas), y por último y como resumen, debe inscribirse en el principio cooperativo: su intención última debe ser el logro de la mejor solución para los objetivos de la institución.

Vemos que estas condiciones no son desgraciadamente la regla en el debate público general (recordemos a Podemos en vísperas de Vista Alegre, pensemos en las primarias locales del PP recientes o las del PSOE nacional inminentes) pero, como pasa con la corrupción, el que haya casos en que no se ajusten a los criterios no significa que no debamos aspirar a ellos.

ARGUMENTOS EN ESTE DEBATE

En las contribuciones que conocemos respeto a este asunto, algunas se acercan a estas premisas, pero otras están muy lejos de ellas, especialmente las que –ocurre en otros supuestos y es una característica de lo que se denomina ciberbasura– circulan por las redes muchas veces incumpliendo la primera regla para un debate público al esconderse el autor en el anonimato.

No cumplen con los criterios apuntados las opiniones que prefieren las descalificaciones a las razones (la falacia ad homimen), las que construyen un caso de agravio, las que ignoran la exposición de motivos para la propuesta de cambio y quienes invocan datos erróneos. Desde luego que se puede mantener un respeto exquisito a estas reglas y sin embargo estar en contra de la propuesta; la democracia está hecha de esas polifonías, pero no se puede hacer democracia ni cultura cívica con cacofonías y exabruptos; y eso ocurre cada vez que se infringen las reglas de la lógica y del sentido común cooperativo.

Quienes firmamos esta columna consideramos que algunos de los argumentos ofrecidos contra el cambio no son convincentes (pero esto entra, insistimos, en el orden de la pluralidad normal, sin pretensiones de considerar mejores nuestras opiniones, solo discrepantes).

No nos parecen convincentes en particular tres argumentos.

-El primero es construir un caso de agravio contra la persona de Javier Orbe Cano. Ni los que firman, ni que sepamos nadie de los que han tenido que ver con el Centro, ha puesto nunca en cuestión los méritos de esta persona. Pero esta no es la cuestión y sin embargo se ha utilizado como arma dialéctica ¿por qué?

-Tiene que ver con el segundo argumento, el de la patrimonialización. Seguramente es la línea preferida para la oposición aunque no aparece expuesta con claridad: de alguna manera quienes defienden la continuidad del nombre se arrogan un título especial sobre el Centro, porque estudiaron allí –es el “suyo”– o tuvieron algo que ver con la creación o la denominación.

Hay abundante teoría sociológica para impugnar este sesgo privatizador que añade al agravio por asociación – “me roban lo que es mío” – el denominado “efecto pertenencia” (endowment effect), el sentimiento de que algo vale más porque ha sido nuestro, y por lo tanto toleramos peor su pérdida (loss aversión).

Hablamos de sesgo porque un instituto es un centro público dirigido a proveer servicios sociales igualmente públicos. Parece que lo normal es que haya dotaciones para la salud, la educación o la cultura. No hay ningún mérito particular de los agentes públicos en poner en marcha algo que va incluido en la mochila de los derechos constitucionales.

Y de ninguna manera puede ser privatizado como mérito propio. A la Plataforma pro IES, que se movilizó con éxito para que se construyera el IES las Estelas, no se le ha ocurrido reivindicar el nombre ni para el Consejero de educación que dio la luz verde ni desde luego para quienes lo promovieron; es una decisión de la comunidad educativa que eligió ese nombre, con pleno derecho para hacerlo. Punto. La Plataforma está satisfecha de que funcione e imparta una educación de calidad, una expresión extrañamente ausente en el debate que comentamos.

-Un tercer argumento, a menudo adosado al anterior, es el de la tradición, el miedo al cambio. Este argumento es en sí mismo tan fuerte o tan débil como su opuesto: cambiar por cambiar. Las sociedades humanas funcionan con una dosificación delicada de continuidad y cambio. Sin cambios no tendríamos analgésicos para nuestros dolores, ni asfalto en las calles ni las mujeres el derecho a voto. Pero también a veces los cambios son contraproducentes: pensemos en el Brexit. Lo importante son las razones para el cambio. En este caso la propuesta de la dirección va asociada a un programa de innovación pedagógica valiente y muy trabajado.

Este es el punto crucial: para los contrarios al cambio el problema es nominal (con las connotaciones emocionales o patrimoniales señaladas), indiferente a la cuestión sustantiva sobre el contenido educativo. La iniciativa a favor del nuevo nombre tiene que ver, en cambio, con la concepción del proceso educativo: el nombre es aquí un efecto colateral.

Si Los Corrales se siente orgulloso de sus guerras cántabras ¿por qué no debería hacerlo de haber sido pionero en el camino hacia una igualdad efectiva entre mujeres y hombres? ¿Se trata de un asunto trivial? Basta con recordar la crónica de la violencia de género en lo que va de año. Que no es un mal típico español: ahí están las declaraciones ignominiosas de un eurodiputado vomitando los prejuicios más rancios. Porque el tema de la igualdad es una asignatura pendiente como reflejan un par de datos: en el nomenclator español las mujeres suponen entre el 10 y el 20 %, mientras que de los centros públicos no universitarios solo 908 de 32.284 (apenas un 3%) llevan nombre de mujer, y de ellos buena parte tienen adscripción religiosa (según un estudio de CCOO titulado “Demos nombre de mujer a nuestros centros educativos”).

UN CAMBIO JUSTIFICADO

Entendemos que la propuesta de cambio está suficientemente justificada por cuanto no es una decisión ni malevolente, ni ocurrente ni gratuita, sino que va integrada en una propuesta educativa sólida que aspira a hacer frente a un déficit patente en nuestra socialización ciudadana, un déficit que explica en parte fenómenos extremos como la violencia de género y en mucha mayor medida otros considerados menos extremos como la brecha salarial. La base de la ciudadanía es la igualdad; las desigualdades imputables a la diferencia de género son una lacra ante la que no deberíamos permanecer indiferentes.

Por eso iniciativas como esta merecen todo el apoyo. Ya sabemos que son siempre costosas; basta para ello evocar la experiencia que narra la película Suffragette dirigida por Sarah Gavron (2015) o, para las trabas a la educación superior el libro de Nancy Weiss Malkiel, “Keep the damned women out”: The Struggle for coeducation (Princeton University Press, 2016). Y no está de más recordar cuales son los valores de nuestra Constitución y los que inspiran los proyectos pedagógicos de los centros educativos. Para no olvidar los valores, los horizontes normativos.

Volvemos al principio, a lo importante, que tiene que ver con el arte de debatir (de educar y de ser persona). Que sea esta nuestra posición no cambia en absoluto nuestra estima por aquellos o aquellas, especialmente nuestros ex alumnos, que tengan otra. La naturaleza del debate –el respeto a las personas y la calidad de los argumentos– es más importante que el resultado.

Fuente: http://www.elfaradio.com/2017/04/06/la-denominacion-de-los-centros-educativos-debate-e-igualdad/

Comparte este contenido:

Entrevista a Ilka Corado: Latinoamérica Exuberante le apuesta a la inclusión sin distinción

En Página Popular quisimos entrevistar a la escritora y poeta guatemalteca Ilka Oliva Corado, editora del portal Latinoamérica Exuberante.

¿Cómo nace la idea de este portal latinoamericano?

Por el profundo amor que le tengo a Latinoamérica. También porque en mi experiencia de articulista que escribe en varios portales latinoamericanos, me percaté que todo era regional, “Suramérica” “Centroamérica” “El Caribe”, y la Patria Grande quedaba solo para los versos de los poemas. Duele decirlo pero en América Latina estamos segmentados, a pesar de la tecnología seguimos desconociéndonos como pueblos hermanos de una misma raíz.

Hubo un momento en el que sentí que hacía falta algo, que había un vacío, que no existía ese espacio de convergencia; en el que se mostrara que no todo eran noticias tristes, que no todo era opresión, que no todo era en blanco y negro. Nos tienen tan acostumbrados a ver lo malo, a juzgar, a evadir y a voltear la espalda, que nos perdemos de conocer al otro, de entender las diferencias de las culturas, de tomar un momento para viajar a través de una lectura o una imagen a otro lugar inhóspito donde pudimos haber nacido.

Será por la forma en la que crecí, siendo discriminada desde niña por negra, por arrabalera y mujer, que siempre le he apostado a la inclusión sin distinción. Que creo en la capacidad de todo ser humano sin distinción de género, clase, nacionalidad, etnia o color. Por eso Latinoamérica Exuberante (http://latinoamericaexuberante.org) es inclusivo, inclusive con los idiomas.

A Latinoamérica Exuberante yo lo veo como el reflejo de mis pinturas abstractas que es totalmente distinto al de mi escritura, mi escritura es mi catarsis y en ella hay dolor, cólera, delirio, pasión; en cambio la pintura es mi alegría por eso tiene explosión de colores encendidos. Y esos mismos multicolores que son diversidad es lo que yo trato que esté en la médula espinal del portal.

El nombre es propio, Latinoamérica es exuberante, maravillosa, milenaria, no podía ser otro.

¿Qué buscas con Latinoamérica Exuberante?

Es un espacio de inclusión, en él las puertas están abiertas para que toda persona que ame a Latinoamérica publique: relatos, reseñas, foto reportajes, entrevistas, videos, documentales, galerías, cuentos, opinión, poemas, pinturas, dibujos, todo lo relacionado a la belleza latinoamericana respecto a: identidad, cultura, pueblos originarios, tradiciones y ecosistemas.

Mi objetivo es que todo persona que visite el portal se sienta en su casa, como en su pueblo, entre los suyos, en confianza y que conozca un poco más la Latinoamérica milenaria que quieren negarnos y que se precipitan a segmentar. Latinoamérica Exuberante es para mí un halito en el destierro y quiero que para todos los que viven en el exilio también lo sea, que sea el retorno en la añoranza. El respiro y el abrazo que calma la agonía de la diáspora.

¿Hacia quiénes va dirigido este portal?

Hacia todos, te voy a contar que cuando yo empezaba a escribir muchos portales me negaron publicación, es mi país no soy publicada, sé lo que es la exclusión y que te cierren las puertas en la cara por tu origen o por tu condición social. Latinoamérica Exuberante al contrario, es una plataforma que ofrece el espacio a quien desee publicar, es un portal que busca aportar a la erradicación del patriarcado, el clasismo, el racismo, la xenofobia y la homofobia. Por esa razón no publico absolutamente nada que invite a la violencia de género o tenga lenguaje patriarcal. Es inclusivo, podrás ver que tratamos de mantener el equilibrio en las publicaciones.

Te contaré que cuando era niña y vendía helados en el mercado de Ciudad Peronia, en mi natal Guatemala, el voceador de periódicos de la colonia, a quien llamábamos “el Colocho” pasaba dejándome fiada todo los domingos, Prensa Libre, porque a mí me fascinaba leer y coleccionaba Revista Domingo; que era un suplemento que venía en el periódico. No tenía dinero para comprarla y él me la dejaba solo así, de palabra y yo se la pagaba a la semana o con helados. El “Colocho” apenas sabía leer y escribir, era voceador y también arreglaba bicicletas y vendía licuados de frutas, a veces se iba de ayudante de los autobuses. Era mil usos como yo.

A través de esa revista yo viajaba en el tiempo, iba a lugares inhóspitos, leía poesía, conocía de otros países y de vidas que jamás pude haber imaginado. Latinoamérica Exuberante es mi forma de agradecer a aquel voceador de periódicos que vio en mí algo más que una niña en una esquina de un puesto de mercado en la monotonía de vender helados. Él despertó mi mente y mi hábito por la lectura con esa revista.

Y si Latinoamérica Exuberante con una sola de sus publicaciones llega a las manos de un niño o niña en las mismas condiciones en las que crecí, y se convierte en ese espacio recreacional y de aprendizaje, entonces yo me doy por satisfecha, habré pagado con creces la humanidad y la voluntad del voceador de periódicos que alegró mis mañanas de los domingos en el mercado de Ciudad Peronia.

¿Hace cuánto existe Latinoamérica Exuberante?

Va para 3 meses y ha crecido maravillosamente, tiene visitas de todas partes del mundo.

¿Cómo pueden contactar para publicar en el portal?

En el mismo portal está la sección donde pueden enviar un mensaje con su correo electrónico y su material.

Ilka, muchas gracias por la entrevista, en Página Popular deseamos que Latinoamérica Exuberante crezca y que se mantenga durante muchos años.

Muchas gracias a ustedes que desde siempre me abrieron las puertas como articulista y ahora lo hacen nuevamente con este proyecto, muy agradecida por el apoyo y la proyección a mis emprendimientos.

Texto enviado por Ilka Corado a la Redacción de OVE

Comparte este contenido:

Entrevista a Francisco Javier Gómez González: “En la ciencia además de competir hay que cooperar porque si no perdemos todos”

Entrevista a Francisco Javier Gómez González: “En la ciencia además de competir hay que cooperar porque si no perdemos todos”
Salvador López Arnal
Papeles de relaciones ecosociales y cambio global
Francisco Gómez González, titulado en Sociología y en Geografía, es actualmente profesor de Sociología en la Universidad de Valladolid. Pertenece al Grupo de Evaluación de la Tecnología de la citada universidad y al Grupo de Investigación de Estudios Sociales de la Ciencia (Grupo CTS) dela Universidad de Oviedo.Ha colaborado en numerosas estudios españoles, europeos y latinoamericanos dentro del campo de investigación de Ciencia, Tecnología y Sociedad.

Nuestra conversación se centra en su reciente libro publicado por Libros de la Catarata, Madrid, 2016.

***

Estábamos en este punto. Hablando de cooperación: recuerda usted el concepto de coopetición de Adam Braundenburger. Se trata de buscar competir y cooperar al mismo tiempo entre disciplinas y entre científicos. ¿Es posible de forma generalizada? ¿Los intereses nacionales, las prácticas reales de las grandes potencias, no dificultad esa cooperación cuanto menos en determinadas áreas de la teconociencia contemporánea que serían, algo así, como secretos de Estado? 

El mito de la ciencia altruista se está poniendo en cuestión permanentemente. La competencia entre estados, el I+D privado, los fraudes científicos, las luchas por la autoría, etc. etc. Demuestran que la ciencia se mueve por intereses. En la actualidad nuestra economía se mueve por el conocimiento, de manera que es fácil imaginar que los valores de universalidad y altruismo que supuestamente caracterizan a la ciencia, al menos en su versión mertoniana, funcionan con muchos problemas. Por este motivo, en el libro se habla del concepto de coopetición. No podemos pensar en los científicos y científicas como seres humanos ajenos a intereses, ambiciones y agendas ocultas. No vale y nunca ha valido el mito de la torre de marfil donde los científicos trabajan sin importarles nada que no sea el conocimiento.

No obstante, junto a ello hay cooperación, hay posibilidad de encuentro de intereses, de apoyo entre colegas, etc. En la ciencia además de competir hay que cooperar porque si no perdemos todos.

Aunque fuera con otras pretensiones, los Jasones, aquellos científicos usamericanos de tanto curriculum que colaboraron con el Pentágono en tareas poco humanistas, ¿no serían un ejemplo de colaboración interdisciplinar? En la misma línea, ¿el proyecto Manhattan fue un ejemplo de cooperación entre disciplinas? 

Por lo que conozco, los Jasones y el proyecto Manhattan eran interdisciplinares. Ser interdisciplinar no es sinónimo de ser moralmente superior, solo de estar abierto a la cooperación. De hecho, hay mucha interdisciplinariedad en la investigación armamentística, en parte porque se realiza fuera de la academia, en institutos ad hoc.

A pesar de lo que acabo de decir, creo que podemos seguir reivindicando la cooperación. La interdisciplinariedad no es la solución de todos los problemas de la ciencia, solo es una alternativa a los riesgos de la hiperespecialización y la fragmentación. Otro tema distinto es la finalidad de la investigación, la ética, la responsabilidad social de la ciencia. Autores como Nicolescu suelen integrar todos estos temas y llaman ciencia transdisciplinar a la ciencia que integra saberes, valores humanos, moralidad, estética, etc. Personalmente creo que esta mezcla no ayuda a entender la realidad. Una cosa es cooperar y otra cosa son los fines para los que se coopera.

Una de las tesis que defiende en el libro: «Es necesario partir de la convicción en la semejanza entre la ciencia y el resto de las instituciones, que lleva a comprender las iniciativas de fomento de la interdisciplinariedad como consecuencia de un contexto social y económico que suscita demandas y que establece condicionamientos de diferente naturaleza». El sistema económico y social, afirma también, «plantea nuevos problemas cada vez más integrales y sistémicos para los que no bastan soluciones parciales». Si fuera así, admitamos que fuera así, ¿no se corre el riesgo de ubicar las ciencias es un papel de subordinación-servilismo respecto a las finalidades y necesidades no del conjunto de la sociedad, sino de los objetivos de las grandes corporaciones, de los grandes poderes económicos? 

Eso no es un riesgo de ahora. Siempre ha sido así. Lo que ocurre es que muchas veces se ha ocultado esta realidad mediante el mito del saber por el saber y la supuesta autonomía de la ciencia. Los estados han dado recursos a la ciencia para dar solución a los problemas que ellos consideran relevantes y, con frecuencia, estos problemas han sido militares y económicos.

La clave no es volver a una supuesta autonomía de la ciencia de tiempos pasados, donde nos jugamos el futuro es en crear una ciencia que dé respuestas a los problemas de los ciudadanos, no solo del poder.

Aconseja usted incrementar la capacitación de los científicos en habilidades organizativas. ¿No puede conllevar esa capacitación una merma de sus conocimientos en sus propios ámbitos de investigación? ¿No podemos convertirlos en gestores? ¿No hay excelentes científicos que siguen prefiriendo trabajar un poco a su aire, sin mucha organización ni equipo detrás de ellos? 

La ciencia contemporánea es cada vez más una ciencia de grupos. Es un proceso productivo, dependiente de los recursos tanto como de la capacidad de los científicos. Esta afirmación no niega la existencia de científicos de tradición solitaria, que están presentes en algunas ciencias concretas que tienen mucho papel en la mitología de la ciencia. Se trata de una alternativa legítima pero que tiene poco espacio futuro.

Consecuentemente, saber hacer ciencia no es solo saber método científico, también requiere saber gestionar los equipos y el trabajo científico.

Defiende también la necesidad de nuevas estrategias de investigación, de considerar los acuerdos metodológicos como un resultado, no como un a priori. Pero, más de allá de sus deseos, sin caer en miradas utópicas, ¿se puede llegar a acuerdos epistemológicos entre disciplinas muy distanciadas (pongamos por caso, entre la física atómica y la psicología social)? Admitiendo que fuera posible, ¿qué mejoría conseguiríamos con ello? 

Este es un tema controvertido. La propuesta que recoge el libro es pasar de los grandes consensos a priori a los consensos a posteriori. Algún autor ha llamado el error de Descartes a la obsesión por entender y definir de manera rigurosa el método antes de empezar a conocer. Desde luego, parece una alternativa razonable pero, en la ciencia contemporánea, todavía no hemos consensuado una definición universalmente aceptada sobre lo que es el método científico y no parece que sea un problema para que la ciencia y la tecnología avancen. A veces, intentar construir un consenso a priori nos lleva a la parálisis.

Consecuentemente, la propuesta del libro plantea que ante problemas y objetos de investigación interdisciplinares y complejos, hay que ponerse a trabajar y los consensos metodológicos saldrán como consecuencia del trabajo.

En la misma línea que la pregunta anterior: defiende la necesidad o conveniencia de incrementar la participación de actores sociales en las decisiones de los sistemas de investigación. ¿Qué actores sociales? ¿Qué preparación necesitarían? ¿Cómo podría organizarse una preparación así? 

Bueno, sobre esta tradición hay mucho hecho y escrito, y contamos con iniciativas muy interesantes. En España tenemos investigadores como José Antonio López Cerezo y Marta González, que son referencia en esta materia. La participación en ciencia y tecnología es una parte importante de las dinámicas de democracia participativa. Los ciudadanos ven que su vida mejora o empeora según se aplique una tecnología u otra, según se investiguen unos campos u otros, y consecuentemente, deben poder opinar sobre este tema.

Además, estas investigaciones se hacen fundamentalmente con dinero público, de manera que parece lógico que los ciudadanos puedan opinar sobre qué investigar, cómo gestionar los resultados de investigación y cómo se debe difundir el conocimiento y la tecnología. Todos los actores deberían poder implicarse en esta participación, incluida la ciudadanía no organizada.

En relación a cómo hacerlo, hoy por hoy contamos con muchas metodologías: conferencias de consenso, talleres de escenarios, jurados ciudadanos, l evaluación constructiva de tecnologías, etc. En Suiza incluso se han hecho referéndums para tomar decisiones de aceptación de determinadas tecnologías.

En cuanto a la preparación necesaria para participar, considero que hay que superar los modelos de déficit cognitivo. Todo el mundo puede participar, al margen de su nivel de conocimiento. Por poner un ejemplo, los padres de un hijo con una enfermedad rara, deben presionar y luchar para que este tipo de enfermedades tengan su presencia en las prioridades de investigación. Tengan o no tengan un doctorado, estos padres tienen el mismo derecho que cualquier ciudadano a reivindicar que se genere conocimiento para ayudar a su hijo o hija. Esto es participar.

En la historia reciente de la epistemología, ¿cuáles serían los hitos más importantes de este enfoque que usted defiende?

En el libro se establecen varios hitos, todos ellos bastante convencionales: el año 1922 con las primeras reuniones del Círculo de Viena, el año 1970 con el primer congreso sobre interdisciplinariedad liderado por Piaget en Viena, el año 1982 con el boom de las TICs y la impronta de la obras de Edgar Morin y el año 1994 con el libro de Michael Gibbons sobre la nueva producción del conocimiento, que supuso un replanteamiento del debate.

La filosofía de la ciencia más, digamos, ortodoxa (me refiero a los grandes nombres: Círculo de Viena, Popper, Kuhn, estructuralismo Sneed, Hanson Russell,…), ¿ha sido sensible a este enfoque? ¿Han escrito sobre ello? ¿Han formulado críticas en algún momento?

Muy poco. La epistemología tiene un nivel de debate muy elevado y las propuestas de interdisciplinariedad se han quedado algo al margen de este debate. Es cierto que los epistemólogos de la complejidad y de las tradiciones más holísticas han escrito sobre el tema, pero no ha sido un tópico central en la tradición dominante de la Filosofía de la Ciencia. Es cierto que Piaget, con su epistemología genética, ha inspirado alguno de los mejores desarrollos de la interdisciplinariedad pero, a partir de este momento, la investigación sobre el término ha sido más frecuente en el pensamiento educativo y entre los expertos en gestión del sistema científico.

Por lo demás, perdone la ingenuidad, en el ámbito de las ciencias sociales, ¿no se practica usualmente este trabajo cooperativo? ¿No trabajan conjuntamente en muchas ocasione sociólogos, economistas, politólogos, etc?

Ójala fuera así. La realidad es exactamente la contraria. Los estudios de redes de cooperación demuestran que cooperan más las ciencias naturales que las sociales. La razón de este curioso fenómeno es que en las ciencias sociales las fronteras no son claras, los conflictos sobre los límites de las disciplinas son más frecuentes, un mismo objeto de investigación es objeto de interés de muchas ciencias. En esos contextos, la cooperación se hace más difícil. Todos pretenden tener derechos legítimos sobre determinados temas.

En la misma línea que el punto anterior: muchos programas de investigación ecológica, ¿no podrían enmarcarse en esta propuesta epistemológica?

El paradigma ecológico es la mejor tradición de la interdisciplinariedad. No en vano, pensar la realidad como sistemas es una de las estrategias de análisis que mejor integra diferentes conocimientos.

Tanto la primera ecología, como los desarrollos de la teoría general de los sistemas son especialmente relevantes en esta materia. Esta tradición sigue en la actualidad, hay desarrollos muy interesantes que vinculan ecología y economía, dimensiones sociales y ambientales, etc.

Finaliza su ensayo con estas palabras: «Aunque la comunidad de científicos y pensadores lleva escribiendo sobre estos temas desde hace más de cuarenta años, el programa de trabajo sigue abierto y esto supone una invitación para cualquier investigador o investigadora que desee sumergirse en esta labor de estudio y de promoción». ¿Finalizamos también la entrevista con esta reflexión? ¿Quiere añadir algo más?

Bueno, a mi personalmente me gustaría terminar con una frase de Simmel, un poco extraña, que dice que «La ciencia que la humanidad tiene en un momento dado depende de lo que es la humanidad en ese momento.» Creo que es un buen cierre porque nos hace pensar qué relación tiene la dificultad de cooperar en la ciencia con el tipo de articulación social que hemos generado.

De acuerdo, y da pie a la necesidad de transformaciones sociales si las relaciones de cooperación ciencia-sociedad no persiguen fines muy favorables al desarrollo de una humanidad que viva armoniosamente con ella y con la naturaleza.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=224791&titular=%93en-la-ciencia-adem%E1s-de-competir-hay-que-cooperar-porque-si-no-perdemos-todos%94-

Comparte este contenido:

El Big Data es un instrumento más que hay que saber utilizar, leer e interpretar

05 de abril de 2017 / Fuente: http://www.educaweb.com

Miquel Àngel Prats

¿Cómo definiría el Big Data y qué importancia cree que tiene para el mundo de la educación?

El software y el hardware de procesamiento de datos están cada vez más evolucionados y la tendencia, cada vez más generalizada, es que los sistemas informáticos puedan obtener más datos de los usuarios, de los pacientes, de los alumnos, de los consumidores… Esta tendencia lleva el nombre de Big Data, esto es, el procesamiento de datos que de alguna manera nos ayuda a detectar patrones para poder hacer predicciones sobre la toma de decisiones.

En el caso educativo, imaginemos los posibles patrones de datos que puede generar un alumno desde que entra en el sistema educativo y va evolucionando curso tras curso. Si nosotros, que hemos profesionalizado de alguna manera la tarea educativa y cada vez la tenemos más informatizada, si recogemos esos datos año tras año, cada vez tenemos más información de esa persona, y esa información, bien utilizada, permite detectar patrones de comportamiento y aprendizaje y realizar posibles predicciones sobre el alumno. Y, en el fondo, lo que conseguimos primordialmente con el Big Data es aproximarnos a una mejor personalización de las necesidades de aprendizaje del alumno.

Parece que podría ser de gran ayuda para los profesionales de la orientación, teniendo en cuenta que estos intentan ofrecer una atención adaptada a las necesidades de cada persona…

De cara al profesional de la orientación, la ventaja es muy competitiva. Pero cuidado, uno de los errores que podríamos llegar a cometer es confiar única y exclusivamente en los datos que nos pueden llegar a dar este tipo de predicciones. Podríamos equivocarnos al pensar que sólo con esa información es suficiente. Por lo tanto, en el fondo, el Big Data es un dato más, un instrumento más; muy potente, evidentemente, porque son datos objetivos que tenemos, pero hemos de tener en cuenta que las personas son dinámicas, pueden cambiar y están sometidas a la presión del entorno. Por lo tanto, hay que tener en cuenta el contexto de esa persona, conocerla y contrastar.

Por ejemplo, si nosotros tenemos una serie de pruebas que hemos realizado a un adolescente que requiere orientación sobre su carrera, pero también su expediente académico y entrevistas que hemos hecho a sus profesores, familiares y compañeros, todo eso es muy rico. Fiarse única y exclusivamente de una única fuente de datos sería un error. En el fondo, el Big Data es un instrumento más que hay que saber utilizar, leer e interpretar.

¿Existen otras ventajas menos evidentes?

Creo que llegaremos a llevarnos sorpresas cuando crucemos los datos. Ese es el verdadero fenómeno del Big Data. Por ejemplo, datos académicos con datos de salud. Si, haciendo un poco de esfuerzo de creatividad, cruzamos ambos resultados, podemos llegar a correlacionar que un alumno que tienen un buen rendimiento académico es también un estudiante que hace deporte y tiene una alimentación saludable.

Cuando comencemos a cruzar datos de Big Data de diferente naturaleza podremos llegar a conclusiones muy interesantes a nivel de correlaciones. Los datos intra, de naturaleza académica, ya son muy interesantes; con datos inter-naturaleza, esto es, de otra naturaleza, los serán todavía más.

¿Y los inconvenientes? ¿No hay peligro de caer en el determinismo, esto es, pensar que basta con conocer en detalle las acciones de una persona para predecir su comportamiento?

Lo que tenemos es sobre todo tendencias. Eso es bueno, porque nos da alguna pista de entrada, no partimos de cero. Pero, vuelvo a repetir, hay que ir contrastando y afinando. Es como cuando sintonizamos la radio. No basta sólo con captar el dial, sino que hay que afinar la antena o localizar más dígitos para escuchar con el máximo de calidad.

¿Y qué me dice de la privacidad? ¿Qué ocurre con la información que no es pertinente para la enseñanza o la orientación?

Claro, la pregunta es hasta qué punto podemos llegar a trabajar con confidencialidad, privacidad y reserva todo esto.  Porque el Big Data puede llegar a contener el ADN de la persona y puede generar muchos problemas éticos y legales, y la persona, ante todo, merece el máximo respeto. Por tanto, los inconvenientes vendrán por el uso que se haga o se pueda llegar a hacer de todo ello.  Ahora más que nunca se pone de manifiesto que la información es poder. Y la ética tiene que ser un principio básico a ejercer.

¿Existen estudios que hayan evaluado los beneficios reales del tratamiento masivo de datos?

Yo, de entrada, los desconozco. Es un mundo en el que todavía se está explorando, y en campos por separado. La verdadera revolución, como digo, vendrá cuando podamos cruzar datos del mundo educativo con el sanitario, el laboral o el económico-financiero… Y las herramientas tecnológicas sean más populares.

¿Y podría mencionar algunos casos de buenas prácticas?

No conozco, pero los informes Horizon realizados por el New Media Consortim y la organización sin ánimo Educase Learning Initiative contienen una sección dedicada a Big Data que puede aportar luz en este sentido.

¿Qué competencias debería adquirir un profesional de la orientación para aprovechar al máximo las posibilidades del Big Data?

Creo que sobre todo debe saber leer los datos e interpretarlos. Que no es nada más que lo que ya está haciendo ahora, en el fondo. Es saber leer la información, organizarla, categorizarla e interpretarla. También debe tener la suficiente capacidad para saber buscar otras fuentes de información y contrastar. Por no hablar, lógicamente, de que el Big Data reclama la adquisición y dominio de competencias digitales.

¿Y no requeriría también más competencias éticas sobre temas tan delicados?

Evidentemente. Los orientadores profesionales serán las personas que tocarán material muy frágil y tendrán los pequeños tesoros, los pequeños cofres de la información de las personas. De alguna manera, el Big Data deberíamos imaginarlo como una mina en bruto (minería de datos), de manera que, en función del pico y cómo trabajes, van saliendo diamantes. El orientador es aquél que es capaz de convertir la información bruta en diamantes. Y por eso debe saber leer e interpretar y saber salvaguardar, sobre todo, la privacidad de las personas.

Fuente entrevista: http://www.educaweb.com/noticia/2017/02/28/big-data-es-instrumento-mas-hay-saber-utilizar-leer-interpretar-12828/

Imagen: http://www.inteligenciaoperacional.es/wp-content/uploads/2015/03/bigdata.jpg

Comparte este contenido:
Page 317 of 454
1 315 316 317 318 319 454