El 82% de los colegios de educ. básica mantuvo categoría, 9% mejoró y 7% bajó

Chile/Enero de 2018/Autora: Natalia Seguel/Fuente: Radio Agricultura

La Agencia de Calidad de la Educación entregó públicamente los resultados 2017 de la Categoría de Desempeño, que incluyó la segunda entrega en régimen para la enseñanza básica, más la primera entrega en régimen para la enseñanza media.

 En el primer caso, ya es posible ver los primeros movimientos de las escuelas entre categorías, y respecto de la media, la ley mandata tener un número predeterminado de establecimientos en cada categoría, por lo que los porcentajes observados están previamente definidos y corresponden a la línea base para el futuro.

Con esta entrega, la Categoría de Desempeño se encuentra 100 % operativa, luego de un importante periodo de marcha blanca que tuvo aprendizajes relevantes para los colegios y para el Sistema de Aseguramiento de la Calidad, que constituyó una base sólida para realizar un trabajo de apoyo y acompañamiento focalizado, objetivo fundamental del sistema.
Junto con el Ministerio de Educación, la Superintendencia de Educación y el Consejo Nacional de Educación, la agencia forma el Sistema de Aseguramiento de la Calidad de la Educación Escolar, creado por ley en 2011.

En esta segunda entrega en régimen de educación, se comienzan a ver los primeros movimientos de los establecimientos de la enseñanza básica. Del total de colegios clasificados en 2016, el 82% mantiene su categoría, el 9% la mejora y el 7% baja en 2017. De este último grupo, un tercio se ubicó en categoría Insuficiente.

Por otra parte, de los 633 establecimientos que estaban en desempeño Insuficiente en 2016, 142 lograron avanzar a la categoría Medio-Bajo y 5 a la categoría Media, mientras 466 quedaron por segunda vez en Insuficiente.

Del total de colegios que en 2016 estaban en desempeño Media-Bajo, 232 avanzaron a categoría Media y 2 a categoría Alta. Asimismo, 129 colegios lograron avanzar desde desempeño Medio al Alto.

“Entre 2016 y 2017 hay colegios que avanzan y otros que retroceden. En el neto, son más los que mejoran su situación, lo que es una buena noticia para el país”, destacó Carlos Henríquez, secretario ejecutivo de la Agencia de Calidad de la Educación.

En la educación media, el 98% de la matrícula se encuentra estudiando en uno de los 2.779 establecimientos clasificados, los que corresponden al 95 del total de colegios que imparten este nivel. El 5% (135 establecimientos) no pudo obtener su categoría por baja matrícula o falta de información.

Al ser el primer año que se entrega la Categoría de Desempeño en la educación media, esta se encuentra previamente determinada, es decir, los porcentajes asignados a cada una son definidos con anterioridad. Así, las categorías quedaron compuestas de la siguiente manera:

Nivel alto 15,4% (429 colegios), medio 48,3% (1.342), medio-bajo 24,1% (670) e insuficiente 12,2% (338 colegios9.

El secretario ejecutivo de la Agencia de Calidad destacó que del total de colegios evaluados en básica y media, 1.031 están en categoría Alta, es decir, obtienen resultados destacados.

“Esto demuestra que son muchas las comunidades escolares que día a día realizan grandes esfuerzos para alcanzar aprendizajes en sus estudiantes. Por eso hemos insistido en que reducir la conversación a colegios emblemáticos o Liceos Bicentenarios es un error, porque son muchos los colegios que hacen las cosas bien y hay muchos más que pueden mejorar”, afirmó

Agregó que, por otro lado, hay 660 establecimientos que en todos sus niveles educativos obtuvieron categoría Insuficiente y en ellos debe focalizarse la política pública en los próximos años.

Fuente: https://www.radioagricultura.cl/nacional/2018/01/15/el-82-de-los-colegios-de-educ-basica-mantuvo-categoria-9-mejoro-y-7-bajo.html

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Por una política educativa más inclusiva: en nombre de la ciencia

Por: Juan David Parra Heredia

Para bien o para mal, el tema de la educación esta de moda. El discurso dominante en torno a la política educativa indica que el país ya superó el reto de cobertura y que, por tanto, ahora se centra en la calidad. El problema es que la tal calidad es un concepto difuso y sobre el cual poco se han puesto de acuerdo los expertos. Hasta el momento ha prevalecido el concepto económico –la educación como generadora de capital humano- que se alinea con mediciones como las pruebas estandarizadas (ej. Saber 11, PISA), ideales –para algunos- por su objetividad y su trazabilidad en el tiempo para monitorear avances e informar decisiones de política pública.

Hace algunas semanas este medio público una columna donde se cuestionaba, precisamente, la idoneidad de este tipo de indicadores –en particular las pruebas PISA que la OCDE contrata con editoriales como Pearson- no solo por sus limitaciones conceptuales en cuanto al qué se está midiendo, sino también frente a los intereses que se pueden esconder detrás de las publicaciones periódicos de rankings internacionales de “calidad” educativa; “[s]egún el académico canadiense Donald Gutstein, Pearson utiliza PISA como cabeza de puente para manejar los hilos de la educación mundial (…)[y] para comercializar sus productos y servicios”. Esto no deja de ser interesante en un país que adoptada estos estándares como medición dominante de calidad (ver).

Aunque muchos de estos aspectos pueden caer como un baldado de agua fría para la educación en Colombia, celebro que se haga este debate. Mi posición es que los indicadores de este tipo son importantes como punto de referencia y, claro, como insumo de política, pero enaltecer su papel como la prueba ácida de la calidad educativa es simplista y poco científico. Este es el tema central de mi trabajo publicado en el GIST Education and Learning Research Journal, y que va en línea con otras publicaciones académicas, incluyendo trabajos publicados en el Journal of Education Policy, el Journal of Educational Change y la Revista Colombiana de Educación. Dedicaré el resto de esta entrada para exponer algunos argumentos que presento en busca de generar un verdadero diálogo en entorno a nuestras necesidades educativas. Mi caballo de batalla: la defensa del conocimiento científico.

A lo largo del texto cito diferentes autores –entre ellos Mario Bunge– para resumir en que consiste el que hacer del hombre y la mujer de ciencia. En breve, los científicos buscan ‘descubrir, detectar, relevar (…) algo que no puede ser observado sin hacer un gran esfuerzo’. Un ejemplo común es el caso del agua y sus componentes, y la forma en como la simple degustación del líquido no hace posible identificar su compuesto químico. De igual forma, no se podría decir que el agua es una sumatoria de hidrogeno y oxígeno, pues los segundos cuentan con propiedades (inflamabilidad, combustión) que podrían –contrario al agua- alimentar un fuego. Si queremos descubrir de que está hecho el H2O debemos, por ende, aplicar metodologías de investigación que combinen la abstracción y la creatividad con la observación y la verificación. Ello en contravía al crudo empirismo y su pretensión de develar explicaciones causales por medio de la exploración de correlaciones entre indicadores cuantificables.

Lo anterior es relevante, en tanto permea prácticas investigativas que fundamentan nuestros diagnósticos y prescripciones en materia educativa. Me refiero a trabajos como la Misión de Movilidad Social y Equidad y el resonado informe Compartir, cuyo análisis se centra en la depuración cuantitativa de factores asociados a resultados de exámenes estandarizados (incluyendo Saber 11 y PISA). Si bien es justo reconocer como –y en particular en el segundo informe- los autores advierten sus limitaciones estadísticas para identificar relaciones causa-efecto, ello no evita la aparición de afirmaciones con tinte causal como: ‘[l]os resultados obtenidos demuestran la importancia de los maestros en el desempeño de los estudiantes, por encima de otras dimensiones’. Es decir, priman metodologías que (volviendo al párrafo anterior) sobre-estiman el poder explicativo del trabajo empírico y conceptúan sobre una visión lineal del logro escolar (ej. calidad docente + infraestructura + liderazgo…).

Lo anterior no solo tiene, por tanto, consecuencias sobre la efectividad esperada de algunas políticas, sino que además exalta una gran paradoja: la exclusión de educadores profesionales en la elaboración de diagnósticos educativos. De hecho, ninguno de los informes citados incluye una participación activa de docentes ni profesionales de la educación –pero si de economistas e investigadores expertos en análisis cuantitativo-, salvo, quizás, en algunos ejercicios cualitativos secundarios. Ello en medio de argumentos que apelan la búsqueda de objetividad y de representatividad estadística, fácilmente refutables si se alude al hecho que lo empírico puede no ser transparente –como los intereses económicos de PISA- o que extrapolar una observación no equivale a extrapolar una explicación. El problema es que, bajo ese escudo, se desconocen miles de historias y experiencias, que más que ser simples anécdotas, se convierten en una puerta de entrada a las complejidades económicas, sociales, políticas y culturales de la educación en Colombia –fuentes que, desde luego, deben cotejarse con otra evidencia.

En la última sección del texto defiendo, por ende, la necesidad de un verdadero trabajo interdisciplinario para informar la política educativa. Y por ello no me refiero a la práctica recurrente de usar herramientas de corte cualitativo para verificar resultados estadísticos, sino a un esfuerzo mancomunado que reconozca dos principios básicos: i) la percepción (ej. el análisis de indicadores, anécdotas) es solo la primera etapa del proceso de descubrimiento científico y, por tanto, ii) descubrir implica investigar de la mano de los actores inmersos en un fenómeno social (ej. la política educativa) –algunos referentes de la literatura para los interesados son esteeste, este–. En términos concretos, un buen diagnóstico educativo depende no solo de la robustez técnica de las herramientas utilizadas –que en sí, es un criterio relevante para explorar aspectos empíricos de la realidad-, sino de reconocer el papel y los límites de cada disciplina dentro de un proceso de descubrimiento científico.

Fuente: https://www.las2orillas.co/por-una-politica-educativa-mas-inclusiva-en-nombre-de-la-ciencia

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