Ciencia en Brasil rumbo al despeñadero

 Por: Redacción, SciDev.Net.

En las últimas décadas, Brasil destacó en América Latina y a nivel mundial por la ciencia producida en el país. Sin embargo, desde 2016, hay una reducción drástica de recursos al sector. Este mes, 84.000 investigadores de distintos niveles están en riesgo de interrumpir sus becas por falta de recursos en la principal agencia de apoyo a la investigación científica del país, el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq, por su sigla en portugués), vinculado al Ministerio de Ciencia, Tecnología, Innovación y Comunicaciones (MCTIC). Otras 12.000 becas fueron canceladas por la Coordinación de Mejoramiento de Personal de Educación Superior (Capes), agencia del Ministerio de Educación.

SciDev.Net entrevistó a Ildeu de Castro Moreira, presidente de la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia (SBPC), para comprender qué pasa en el país continental de la región y cuáles son las perspectivas para 2020.

Brasil despuntaba en la ciencia latinoamericana en las últimas décadas. Sin embargo, en los últimos meses hemos visto una serie de acciones que ponen en peligro la ciencia del país. ¿Usted puede hacer una síntesis de lo que está sucediendo?

La ciencia brasileña en este nuevo gobierno está pasando por un momento muy crítico. En el gobierno anterior, desde 2016, hubo un recorte en los recursos para la ciencia y la tecnología. El MCTIC dispone aproximadamente de un tercio para inversiones que hace unos años: en 2010 tenía alrededor de 10 mil millones de reales (unos US$ 2,45 mil millones), pasando este año a aproximadamente tres mil millones de reales (US$ 0,75 mil millones). Por ejemplo, la agencia clave para la innovación en Brasil es la Financiadora de Estudios y Proyectos (Finep). Este año debería tener un presupuesto de 5 mil millones de reales (aproximadamente US$ 1,25 mil millones), pero solo se le han dado 600 millones de reales. Además, este año vemos una situación aún más drástica debido a los importantes recortes y amenazas de suspensión de los pagos de becas de la principal agencia de financiación de investigación científica de Brasil, el CNPq, vinculado al MCTIC.

El CNPq actualmente tiene un presupuesto de alrededor de 1,2 mil millones de reales (aproximadamente US$ 0,4 mil millones). Con este monto tiene un déficit de 300 millones de reales (US$ 75 millones) para becas este año. Como resultado, 84.000 becas de investigadores de todos los niveles pueden suspenderse a fines de este mes por falta de fondos. La comunidad científica se movilizó enérgicamente y dirigió un petitorio con casi un millón de firmas al Congreso Nacional solicitando revisar esta situación. Pero parece que no hay sensibilidad o buena voluntad del área económica del gobierno, que continúa bloqueando esta suplementación presupuestaria. Esta es una situación catastrófica. Estamos muy preocupados por esta situación, que se ha vuelto aún más pronunciada en este gobierno, que había prometido reponer recursos para la ciencia y la tecnología.

“Hay un déficit de US$ 75 millones para becas… 84.000 becas de investigadores de todos los niveles pueden suspenderse a fines de este mes por falta de fondos.”

Usted se refirió a la situación del MCTIC. Pero las universidades también contribuyen a la investigación científica brasileña. ¿Cómo es la situación de las universidades brasileñas y cuánto contribuyen a la investigación científica del país?

Gran parte de la investigación científica de Brasil se realiza en universidades públicas federales, estatales y municipales. También hubo una reducción significativa en los recursos para las universidades. El presupuesto de 2019 es más reducido que el del año pasado y además este año tuvo un recorte adicional de aproximadamente 30 por ciento en inversiones para las universidades públicas brasileñas, especialmente las federales.

Y esta disminución de recursos está paralizando a las universidades, que no pueden funcionar debido a problemas como falta de dinero para pagar seguridad e incluso para pagar la electricidad. Entonces, también en las universidades públicas la situación es muy crítica. La agencia de apoyo del Ministerio de Educación, la Coordinación de Mejoramiento de Personal de Educación Superior (Capes), recortó este año 12.000 becas. Además de las universidades, existen otras organizaciones de investigaciones científicas en Brasil, como la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa) —vinculada al Ministerio de Agricultura, Ganadería y Abastecimiento—, la  Fundación Oswaldo Cruz —vinculada al Ministerio de Salud— y el Instituto Nacional de Metrología, Calidad y Tecnología (Inmetro), vinculado al Ministerio de Economía.

Todas estas instituciones están sufriendo reducciones de recursos. Las fundaciones estatales de apoyo a la investigación están pasando igualmente por una situación complicada

 

“Hay universidades que no pueden funcionar, debido a problemas como falta de dinero para pagar seguridad e incluso para pagar la electricidad.”

Sobre el tema ambiental, Brasil ganó espacio en los medios de prensa internacionales con el caso de Ricardo Galvão, director del Instituto Nacional de Investigación Espacial (Inpe), quien fue despedido porque el presidente Jair Bolsonaro consideró que el instituto no debería haber hecho públicos datos sobre la deforestación en la Amazonía y luego con el aumento de Incendios forestales. ¿Qué está pasando?

Dentro del gobierno actual existe una visión fundamentalista, particularmente en los ministerios de educación y del medio ambiente, y también en el gobierno en general —que a veces es expresada por el propio presidente del país—, de una desvalorización de la ciencia, un intento para encubrir datos científicos, observaciones de instituciones importantes porque los datos no son agradables, porque se cree que los datos serían perjudiciales para la imagen del país. Este es el caso del Inpe, que tiene reconocimiento internacional. Pensamos lo contrario: que es muy importante que los datos se coloquen en su realidad, expresando la realidad que están midiendo. Nuestras sociedades científicas han expresado su confianza en el trabajo del Inpe, realizado a lo largo de décadas, y no aceptamos esta descalificación de una institución científica importante, de los datos científicos que produce y del director, que ha mantenido una actitud coherente y digna hacia presiones que sufrió, lo que llevó a su salida.

Sobre el presupuesto para 2020, ¿en qué etapa se encuentra y qué significa para la ciencia brasileña?

El gobierno envió a fines de agosto, como está obligado, la propuesta de la ley de presupuesto del próximo año, 2020. Esto se discute en el Congreso Nacional, en la Comisión Conjunta que involucra a la Cámara de diputados y al Senado. Luego es aprobada en el Congreso en su conjunto, pudiendo sufrir alteraciones. Durante los próximos meses de debate en el Congreso, la comunidad científica ejercerá una gran presión sobre los parlamentarios porque el presupuesto propuesto es catastrófico. Las inversiones en el MCTIC se han reducido aún más.

El CNPq mantuvo fundamentalmente los recursos de este año ya bajos: aumentó 200 millones reales (US$ 50 millones) en becas, pero redujo la financiación de la investigación. Esto significa que los laboratorios no tendrán insumos para trabajar, no tendrán eventos científicos, la publicación en revistas científicas se verá afectada, etc. En Capes, que tuvo en 2019 alrededor de 3 millones de reales (US$ 0,75 millones de dólares), se propone una reducción de casi el 50 por ciento, impactando en programas importantes como la educación básica, la formación de docentes y los programas de posgrado. Y el presupuesto de Capes de 2019 ya era la mitad de lo destinado en años anteriores. Y hay una reducción general de los recursos para la ciencia y la tecnología, también en otras instituciones, como los institutos de investigación del MCTIC y Embrapa.

“Lo que está sucediendo es un desmontaje.”

Los institutos de investigación enfrentan un problema adicional porque no hay recomposición de la fuerza laboral, ya que no hay concursos públicos en muchos de ellos. Además, hay una limitación importante en la ley brasileña: la enmienda constitucional 95, hecha en 2016 y conocida como ‘ley de techo de gastos’, que impide que los recursos del año siguiente sean mayores a los del año anterior, a menos que sea por corrección inflacionaria. Es una situación draconiana que ha estado afectando no solo a la ciencia, la educación y la salud brasileñas, sino a todos los sectores sociales del país, porque congela las inversiones en el país, que se encuentra en un gran momento de crisis.

Para el presupuesto 2020 estamos presionando dentro del Congreso Nacional para revertir este escenario. Queremos demostrar que mantener los recortes propuestos es el suicidio de la nación. Pero no es simple, porque tradicionalmente el gobierno brasileño realiza cambios cosméticos en el presupuesto que proviene del gobierno. Comparando con EEUU, hubo situaciones en las que el presidente Trump intentó reducir el presupuesto para la ciencia y tecnología —creo que en 2018— pero los parlamentarios, a su vez, decidieron rechazar la propuesta y, al contrario, incrementaron el presupuesto para el sector.

¿Hasta qué punto es resistente la ciencia brasileña?

No sabemos. Lo sabremos en los próximos años. En las últimas décadas, hemos creado un sistema de ciencia y tecnología que se extiende por todo el país, con instituciones consolidadas, con investigaciones que han mejorado significativamente, incluidas sus repercusiones internacionales, e involucran a miles de jóvenes. Pero lo que está sucediendo es un desmontaje. La capacidad de recuperación de la ciencia brasileña también dependerá de la capacidad de recuperación de la sociedad brasileña en su conjunto, que también se ve muy afectada por la crisis económica, política y social, con políticas más recientes que están deconstruyendo muchas políticas públicas.

Pero es importante resaltar que ya hay una fuga de cerebros: científicos brasileños reconocidos y jóvenes científicos de diversas áreas se están yendo al extranjero. Y los jóvenes que estudiaban en el extranjero están buscando alternativas para quedarse allí. Tercero, y quizás más grave, es el desánimo que esta imagen trae a los jóvenes. Muchos que irían a carreras de ciencias se desaniman porque se las está desmantelando.

Fuente de la entrevista: https://www.scidev.net/america-latina/gobernanza/opinion/ciencia-en-brasil-rumbo-al-despenadero.html

Comparte este contenido:

Gobierno, el enemigo público de la educación en Brasil

Por: Mario Osava.

El presidente Jair Bolsonaro ha hecho méritos para convertirse en el mayor enemigo de la educación en Brasil, en lo que pudiera parecer un intento de suicidio político, aunque sea algo incompatible con el instinto del poder.

Más de un millón de personas salieron a las calles en al menos 200 ciudades del país, el miércoles 15 de mayo, para protestar contra los recortes presupuestarios impuestos a la enseñanza pública, especialmente a las universidades, única medida relevante de su gobierno en el sector desde la toma de posesión el 1 de enero.

Bolsonaro, un político y militar retirado de extrema derecha, reaccionó llamando a los manifestantes “idiotas útiles” y “masa de maniobra de una minoría de listillos”, en declaraciones a periodistas que cubrían su visita a la ciudad estadounidense de Dallas. Militantes ideológicos controlarían las universidades, adujo.

“Participaron no solo profesores, alumnos y funcionarios de universidades, sino exalumnos, sindicalistas, políticos opositores. No se puede denominarlo un movimiento de minoría, sino una nación en defensa de su enseñanza pública”: Maristela Crispim.

Pero, de hecho,  el Día Nacional en Defensa de la Educación, una de las más masivas protestas de este siglo en Brasil, no contó con líderes visibles ni una participación ostensible de partidos en su convocatoria y organización.

Carteles improvisados en cartones o tejidos fueron el recurso de expresión gráfica más usado, reflejando la movilización mayoritariamente espontanea de 1,5 millones de personas en todo el país, según  los organizadores de la Unión Nacional de Estudiantes, sindicatos y movimientos sociales.

Portar libros fue otra manera común de destacar la importancia de la educación.

“Bolsonaro es enemigo de la educación”, rezaba el cartel de un sindicato de profesores que sintetizó una opinión generalizada entre los manifestantes, coreada en forma diferente durante las movilizaciones.

“Elegir la educación como enemiga del país” fue la decisión del actual gobierno que provocó como respuesta esas masivas protestas, señaló Fernando Haddad, el rival de Bolsonaro en las elecciones de octubre de 2018 y exministro de Educación (2005-2012), en un discurso durante la manifestación en São Paulo.

Esa es una orientación peligrosa para cualquier político, que tiende a aislarlo, ante el consenso de que la enseñanza es el factor indispensable e insustituible para el desarrollo y el futuro de la sociedad brasileña.

La presencia de muchos manifestantes ajenos a las escuelas, incluso ancianas que se presentaban como “abuelas de estudiantes”, escenifico el apoyo de la sociedad en general a las inversiones en la educación pública.

En este país de 2009 millones de personas, hay 67 universidades federales estatales, con dos millones de estudiantes. A ellas se suman otras universidades públicas financiadas por los gobiernos de los estados, para alcanzar un total de ocho millones de estudiantes universitarios en centros del Estado.


Mapa teñido de movilizaciones
En 2018, Brasil tenía 48,5 millones de estudiantes en la enseñanza básica (primaria y secundaria), según el censo escolar. De ese total, 73,5 por ciento estudiaban en escuelas públicas, municipales o estadales, siendo un gran elemento de democratización y de ascensor social en el país.

En Fortaleza, capital del nororiental estado de Ceará, la movilización empezó temprano con estudiantes bloqueando avenidas.

“Participaron no solo profesores, alumnos y funcionarios de universidades, sino exalumnos, sindicalistas, políticos opositores. No se puede denominarlo un movimiento de minoría, sino una nación en defensa de su enseñanza pública”, definió a IPS la periodista Maristela Crispim, fundadora de la agencia Eco Nordeste, especializada en la sostenibilidad.

São Paulo, la mayor metrópoli brasileña, de 12 millones de habitantes que suben a 22 millones si se suma su área metropolitana, reunió 500.000 manifestantes en su avenida Paulista, el centro financiero nacional y escenario usual de las mayores manifestaciones políticas y fiestas populares en Brasil.

En Río de Janeiro concurrieron cerca de 150.000 personas, según el Sindicato de Profesionales de la Educación.

Pero también pequeñas ciudades diseminadas por este país de dimensiones continentales tuvieron su jornada en defensa de sus escuelas y universidades públicas.

Muzambinho, una ciudad de solo 20.000 habitantes en el suroriental estado de Minas Gerais,  movilizó sus estudiantes por segunda vez en 10 días, para reclamar la estabilidad financiera de su Instituto Federal que tiene un campus con seis cursos universitarios.

“Esta vez vino menos gente”, se lamentó con IPS desde esa ciudad la estudiante de veterinaria Tereza Camargo Pezzuti. Presentaciones musicales y de danza atrajeron la población local que también puso conocer muestras de los trabajos científicos de los estudiantes.

#Antieducación ideológica

La etiqueta de “antieducación” puesta a Bolsonaro no deriva solo de los recortes presupuestarios, que el ministro de Educación y Cultura, Abraham Weintraub, trató de justificar como una necesidad financiera ante la merma de ingresos fiscales, en una audiencia en la Cámara de Diputados, en Brasilia, el mismo 15 de mayo.

Se debe a la crisis económica heredada de gobiernos anteriores, arguyó en la sesión a que fue obligado a concurrir por decisión de una amplia mayoría de los diputados.

Pero durante la campaña electoral Bolsonaro ya atacaba las escuelas, especialmente las universidades, como foco del “marxismo cultural” y de la “ideología de género”, alegadas perversiones que prometía extirpar en su presidencia.

Era el ambiente, aseguraba, que propiciaba malas costumbres y una formación para convertirse en homosexuales, en desmedro de la familia tradicional y la moral.

Al llegar al poder, nombró como ministro a Ricardo Vélez, un colombiano naturalizado brasileño, graduado en teología y filosofía, con una carrera sin brillo como profesor de universidades privadas y de una escuela para oficiales del Ejército.

En tres meses no logró siquiera componer su equipo ministerial y coleccionó desastres como el anuncio de que los libros didácticos distribuidos por el gobierno serían revisados, especialmente para modificar el dato de que hubo dictadura militar en Brasil de 1964 a 1985.

Bolsonaro y sus seguidores niegan el carácter dictatorial de los gobiernos militares que abolieron garantías legales, encarcelaron y torturaron miles de personas, suspendieron las elecciones por voto directo de la población.

La medida más autoritaria de Vélez fue instruir las escuelas, mediante una carta formal, para que filmasen los alumnos en formación militar y cantando el himno nacional, y enviasen el registro al ministerio.

Tuvo que echarse atrás de inmediato y algunas semanas después fue despedido y sustituido por el economista Weintraub, otro ministro sin conocimientos de gestión educativa, pero sí con larga experiencia en el mercado financiero.

En varias declaraciones dejó claro su aversión a las universidades, por sus malas experiencias como alumno y profesor. Informó que reducirá inversiones en los cursos de filosofía y sociología, porque no producen retornos concretos como veterinaria, ingeniería y medicina, un criterio refrendado por Bolsonaro.

El anuncio de los recortes presupuestarios sonó también idiosincrático. Empezó por decir que solo tres universidades sufrirían reducciones de 30 por ciento en el presupuesto de gastos corrientes, que no incluyen sueldos.

“Alboroto” y malos resultados serían las causas del castigo. Tras reacciones negativas, incluso con datos comprobando que las tres universidades están entre las mejores del país, el ministro anunció que el recorte se aplicaría a todos los centros superiores.

En sus críticas a las universidades públicas, Bolsonaro insiste en otra falsedad, al asegurar que casi no realizan investigaciones, cuando en realidad 90 por ciento del total que se realizan en los centros superiores las realizan las financiadas por el Estado.

Weintraub, ahora, pasó a enfatizar que el gobierno pretende dar prioridad a la enseñanza básica y preescolar, aunque también esas áreas sufrieron recortes, aunque menores.

Sus explicaciones a los diputados generaron críticas y la convicción de que no hay en ralidad una política educativa en marcha.

La pérdida de ingresos fiscales se debe en gran parte al propio gobierno actual. Las previsiones apuntaban un crecimiento económico de 2,5 por ciento este año, impulsado por la confianza de los inversionistas en la nueva gestión.

Peleas internas entre gobernantes, la vuelta atrás en muchas medidas visiblemente inadecuadas y prioridades basadas en creencias y paranoias del presidente y varios de sus ministros resultaron incertidumbres, incluso en la aprobación parlamentaria de la reforma previsional considerada clave para la recuperación económica.

Hoy nadie espera más que 1,5 por ciento y muchos economistas hablan de cerca de uno por ciento, índice similar al registrado en 2017 y 2018.

Además el gobierno desató otras batallas que movilizan opositores.

“Menos armas, más libros” y “Nuestra arma es la educación” decían carteles en las manifestaciones pro educación.

Se referían al decreto presidencial que amplió a unos 19 millones de brasileños la posibilidad de portar armas en las calles, una amenaza de más violencia y muertes en un Brasil que ya registra más de 60.000 asesinatos anuales.

Fuente del artículo: https://kaosenlared.net/gobierno-el-enemigo-publico-de-la-educacion-en-brasil/

Comparte este contenido: