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Estados Unidos: Los estudiantes que sobrevivieron a la masacre de Parkland ofrecen una lección a su país

Estados Unidos/10 de Marzo de 2018/Autores: Amy Goodman y Denis Moynihan/Rebelión

Los estudiantes sobrevivientes de la masacre del Día de San Valentín en la secundaria Marjory Stoneman Douglas son el corazón del movimiento para el control de armas de fuego. Están retomando una de las tradiciones políticas más fuertes de la historia de Estados Unidos: la tradición del activismo juvenil.

La Asociación Nacional del Rifle no lo vio venir. Podría haber vaticinado otro tiroteo letal en una escuela, como tantos que han tenido lugar en Estados Unidos. Pero lo que esta asociación aficionada a las armas de fuego no pudo predecir fue la respuesta inmediata e implacable de los estudiantes sobrevivientes, que canalizaron su furia y dolor por el asesinato de 17 de sus compañeros de clase y profesores contra el lobby de las armas y los políticos que tienen en el bolsillo. Presionado por este nuevo impulso de cambio, el presidente Donald Trump celebró una reunión con legisladores de los dos principales partidos políticos el miércoles por la tarde. En medio de discursos plagados de elogios hacia Trump, los senadores y representantes expusieron sus propuestas políticas, mientras Trump se atribuía el crédito por anticipado por lo que opinó que sería un proyecto de ley “hermoso”, que sería aprobado en el Senado por tantos votos más de los 60 necesarios que sería algo “increíble”.

Aún queda por ver si alguna de las políticas propuestas llega a convertirse en una ley integral para el control de las armas de fuego. Hay muchas razones para mostrar escepticismo, como los 54 millones de dólares que la Asociación Nacional del Rifle invirtió en las campañas presidenciales y del Congreso durante el ciclo electoral de 2016. La congresista demócrata Elizabeth Esty, de Connecticut, que asumió el cargo justo después de la masacre en la secundaria Sandy Hook, expresó una verdad innegable en la reunión bipartidaria: “Estamos en ante un punto de inflexión, gracias a los estudiantes”.

Los estudiantes sobrevivientes de la masacre del Día de San Valentín en la secundaria Marjory Stoneman Douglas son el corazón del movimiento para el control de armas de fuego. Están retomando una de las tradiciones políticas más fuertes de la historia de Estados Unidos: la tradición del activismo juvenil.

A esta altura, muchos de los sobrevivientes de la masacre de Parkland, Florida, son reconocidos a nivel nacional: como Emma Gonzalez, cuyo enérgico discurso pocos días después del tiroteo encendió el movimiento, o David Hogg, director del canal de televisión estudiantil de la escuela, cuyas impactantes apariciones en los medios contribuyeron a una vergonzosa teoría conspirativa de la derecha, que afirma que él y otros estudiantes son en realidad “actores de crisis” inflitrados, o Sam Zeif, que en la “audiencia” de la Casa Blanca increpó al presidente con estas palabras: “Estas no son armas de defensa; estas son armas de guerra… Todavía no puedo creer que yo mismo pueda comprar una”.

Otros ayudaron a organizar un viaje de más de cien sobrevivientes desde Parkland a Tallahassee, capital de Florida, para presionar a los legisladores estatales por una prohibición de las armas de asalto. Aunque la acción no tuvo éxito, los estudiantes volvieron a sus hogares más decididos que nunca.

El activismo juvenil tiene una larga historia en Estados Unidos. En 1903, Mary Harris Jones, la legendaria activista laboral irlandesa conocida popularmente como “Mother Jones”, lideró una marcha de cientos de niños trabajadores en huelga y sus padres desde Filadelfia hasta la ciudad de Nueva York. Luchaban contra el flagelo del trabajo infantil.

El movimiento por los derechos civiles fue propulsado por activistas jóvenes. Claudette Colvin tenía solo 15 años cuando se negó a cederle su asiento en el autobús a un pasajero blanco en Montgomery, Alabama, nueve meses antes de que Rosa Parks hiciera lo mismo. Colvin nos contó en una entrevista para Democracy Now!: “No podía moverme, porque la historia me había pegado al asiento… Porque sentía como si las manos de Sojourner Truth, [abolicionista y feminista], me estuvieran presionando un hombro y las manos de Harriet Tubman, [abolicionista], presionaran el otro. No podía moverme. Y grité: ‘¡Es mi derecho constitucional!’”.

Uno de los principales impulsores de la estrategia de no violencia utilizada por Martin Luther King Jr. fue James Lawson, quien fue nombrado pastor cuando estaba en la escuela secundaria, en 1947. Lawson, a su vez, formó a incontables activistas, como a John Lewis. Lewis fue uno de los líderes del Movimiento de Nashville para terminar con la segregación en las cantinas del sur del país y formó parte de las primeras caravanas por la libertad, cuyos integrantes tuvieron que enfrentar golpes, arrestos, multitudes enfurecidas y amenazas de muerte mientras viajaban en autobuses para forzar el fin de la segregación en el sistema de autobuses interestatales.

John Lewis tenía solo 23 años cuando se dirigió a la multitud en la Marcha sobre Washington de 1963, donde King pronunció su famoso discurso “Tengo un sueño”. Atendiendo las sugerencias hechas por sus mayores, por King y por un colega organizador de la marcha, A. Philip Randolph, Lewis editó su discurso: “Me pidieron que cambiara el discurso. Algunas personas pensaban que el discurso era demasiado radical, demasiado religioso. Yo pensaba que era un discurso para la ocasión. Representaba a las personas con las que estábamos trabajando”. El actor Danny Glover le puso voz al discurso original de Lewis para el proyecto “Voces de la otra historia de Estados Unidos”. El fragmento que Lewis quitó decía: “A quienes nos han dicho, ‘sean pacientes y esperen’, debemos explicarles que ‘paciencia’ es una palabra sucia y desagradable. No podemos ser pacientes. No queremos ser libres de forma gradual. Queremos nuestra libertad, y la queremos ahora”.

Los estudiantes de Parkland han convocado a una marcha nacional para el próximo 24 de marzo. La marcha, a la que han decidido llamar “Marcha por nuestras vidas”, tendrá lugar en Washington D.C. y habrá marchas hermanas en todo el país. En muy pocos días han logrado recaudar más de tres millones de dólares para apoyar la organización de la manifestación. Emma González escribió en la revista Harper’s Bazaar: “Marchen con nosotros el 24 de marzo. Regístrense para votar. Acudan a las urnas. Porque tenemos que contrarrestar la agenda de la Asociación Nacional del Rifle de una vez por todas”. Además de la de 24 de marzo, ya hay otras dos convocatorias propuestas. Varios grupos de estudiantes de secundaria han convocado para el 14 de marzo una huelga estudiantil nacional en demanda de un mayor control sobre el uso de las armas de fuego. Una convocatoria similar tendrá lugar el 20 de abril, cuando se cumplan 19 años de la masacre de Columbine.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=238580

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Universidades para la paz

México / 4 de marzo de 2018 / Autor: Alejandro Saldaña Rosas / Fuente: RompevientoTv

 

Para Rosío Córdova, amiga y colega.

La semana pasada publiqué en este mismo espacio un comentario sobre la realización del Foro “La UV como constructora de paz: alternativas a las violencias en Veracruz”.  Jamás imaginé la vorágine de acontecimientos que tal reunión académica suscitaría, derivadas del citatorio a declarar que la Fiscalía de Veracruz entregó -a través de policías ministeriales que irrumpieron en un espacio universitario- a la Dra. Rosío Córdova Plaza. La Fiscalía citó a la investigadora, con amenazas evidentes, para que acudiera en calidad de testigo por los datos aportados por el equipo de investigación en el que participa, junto con la Maestra Mayra Ledesma y la Doctora Zulma Amador, entre otras personas. Valgan estas líneas para expresar mi solidaridad con las compañeras del equipo de investigación, particularmente con Rosío Córdova, amiga y colega.

La Fiscalía veracruzana ha dado una muestra de miedo. Miedo a la verdad, miedo a los datos, miedo al conocimiento, miedo a un equipo de investigadoras que hacen su trabajo con responsabilidad y ética en la Universidad Veracruzana. Con su miedo expresado en un infame citatorio, la Fiscalía demuestra que es una institución débil y timorata: ante la falta de argumentos responde con bravuconadas, como adolescente erizado ante su propia adolescencia.

No quiero abundar sobre los dimes y diretes entre la Fiscalía y las investigadoras ni sobre el muy cuestionable papel de las autoridades universitarias (que dudaron de la veracidad de los datos recogidos con rigor y apego a criterios científicos), solamente quisiera aportar algunas reflexiones sobre una arista poco atendida y que está en el fondo de la discusión ocurrida en los últimos días: el papel de las universidades públicas en los escenarios de violencias múltiples que atraviesan a nuestro país.

De todos es conocido –y padecido- que México está sumido en una profunda crisis de derechos humanos, lo que no sabemos –o al menos no está tan claro- es cómo salir de ella. La tarea es ardua y de largo aliento e implica la participación de todas y todos para re-construir al país desde lo local: desde la ciudad, el pueblo, la colonia, el ejido, la fábrica, la escuela.

Las particularidades de la crisis de derechos humanos, los rasgos específicos en cada localidad, se sufren diario pero se conocen poco. Hacen falta muchas más investigaciones que arrojen luz sobre los escenarios de las violencias en México, su urdimbre local, sus actores específicos, sus anclajes institucionales, sus dispositivos de reproducción y las oquedades y asimetrías que producen en los territorios locales. Sin co-investigación (con los actores sociales) sobre las violencias y sus muchos rostros, la paz en México seguirá siendo una meta que se aleja conforme se avanza a ella. Es imprescindible conocer a través de la ciencia, del arte, de los múltiples saberes populares, de las diversas sensibilidades, los atributos singulares de las violencias que nos habitan y nos quejan. Sin conocimiento(s) las políticas públicas son lineamientos llenos de buenas intenciones (en el mejor de los casos) o pretextos oficiales para el enriquecimiento explicable, pero ilícito. No hablo en el vacío: ahí están los miles de millones de pesos desviados por funcionarios y funcionarias, como evidencia fehaciente de que las políticas públicas pueden ser (lo son actualmente) botín de pocos y despojo de muchos.

Para transformar hay que conocer. Y para preservar también. Por ejemplo, la defensa y preservación de los sagrados territorios wirikutas es irrenunciable porque ahí viven miles de personas que acunan saberes que desde la ciencia apenas se intuyen. Es obligación de todas y todos preservar los saberes profundos del espíritu, del arte y de la ciencia. El lujo imbécil de la ignorancia es tan pernicioso que pone en riesgo la vida toda en el planeta.

En mi opinión el proyecto de las investigadoras Ledesma, Amador y Córdova debería replicarse en todas las universidades públicas del país, con las adecuaciones pertinentes en cada contexto. Las universidades públicas estatales (y en general las Instituciones de Educación Superior) son absolutamente cruciales para la construcción de la paz que anhela y merece nuestro país, por lo que las investigaciones sobre seguridad ciudadana, sobre las violencias, los feminicidios y en general sobre los contextos sociales en que vivimos, trabajamos y nos queremos, son necesarias, pertinentes e irrenunciables. Quizás como nunca antes en la historia de México las universidades son el principal baluarte para construir la paz.

Lo son porque las universidades públicas, aún y pese a todo, gozan de credibilidad y confianza. Detractores de las universidades públicas hay y muchos, enemigos por montones (algunos cobran en oficinas de las mismas universidades), envidias como sarampión en kínder, incontables enconos, absurdos por antonomasia. Pero incluso y a pesar de quienes quieren acabar con ellas, nuestras universidades son, siguen siendo, bastión de libertad, espacio de alegría y posibilidad de pensamiento crítico. Las universidades son una firme opción para construir la paz que queremos y merecemos.

Una paz que no es ausencia de guerra o de conflicto, sino la creación de instancias y criterios para resolver nuestras diferencias con respeto al otro, al diferente, al disidente. Una paz activa que no es letargo, sino re-creación de la palabra mediante el arte, la cultura y el conocimiento. Una paz que se crea en los intersticios del día a día.

Y una paz que se construye a contrapelo de las instituciones artífices del dolor, operadoras del secuestro, responsables de las desapariciones, perpetradoras de los asesinatos. Las instituciones de impartición de justicia y de seguridad pública de Veracruz han sido –según las evidencias- las principales culpables de la crisis de derechos humanos en la entidad. Los culpables aún no han sido condenados y aún más: la violenta reacción de la fiscalía ante el trabajo de las académicas expresa con absoluta nitidez su temor a la verdad.

Termino con dos reflexiones:

I.-No olvidemos que la irritación del Fiscal Jorge Winckler por el trabajo de las investigadoras es ridícula frente al dolor de miles de familias que siguen en busca de sus desaparecidos, desesperadas por el pago del secuestro o llorando a sus muertos.

II.-Las universidades públicas son constructoras de paz, a través de la verdad. Como la UV, que es mucho más que las instancias de dirección.

Fuente del Artículo:

Universidades para la paz (Margensur)

Fuente de la Imagen:

http://veracruzalmomento.blogspot.mx/2011_11_13_archive.html

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México: Ausentismo escolar por alta inseguridad

México / 11 de febrero de 2018 / Autor: Héctor García / Fuente: Diario Basta

En Cuautepec Barrio Alto, delegación Gustavo A. Madero, la inseguridad es de tal magnitud que hasta los estudiantes que viven cerca de la Universidad de la Ciudad de México (UACM) plantel Cuautepec, lo piensan para acudir a clases.

Es decir que el ausentismo en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, es por temor de los estudiantes a ser asaltados, lastimados o hasta  con el riesgo de perder la vida de manos de los malandrines, sostuvo el legislador morenista por esa demarcación, Paulo César Martínez López.

Los delitos de alto impacto, como robo a casa habitación, comercios y transeúntes, se debe a la falta de un trabajo de prevención por parte de las autoridades delegacionales, quienes, dijo, solo se han dedicado a simular y a no reportar mapas de la incidencia delictiva a la SSP, para que ponga en marcha operativos policíacos con el objetivo de perseguir y poner tras las rejas a delincuentes que traen en jaque a muchas colonias de la GAM.

“Imagínate a qué niveles se registra la inseguridad en Cuautepec Barrio Alto, por citar solo un caso, que hasta los estudiantes prefieren no ir a la UACM para evitar que sean despojados de sus pertenencias”, alertó.

Lamentó que mientras el actual delegado Víctor Hugo Lobo Román, sueña con una senaduría, los habitantes de la GAM, se las arreglan solos para repeler a los amantes de los ajeno.

“Hoy en esa delegación, todos futurean políticamente. Se ven en el Senado de la República, por lo que los problemas de la ciudadanía deberán esperar hasta que pasen las elecciones el próximo primero de julio”, apuntó.

SAID

Un estudio de Semáforo Delictivo, indica que durante 2017, se dispararon los delitos de alto impacto en la GAM, como robos a negocios, casas habitación y lesiones dolosas, colocándola en tercer lugar en este rubro, solo atrás de las delegaciones Cuauhtémoc y Venustiano Carranza.

Fuente de la Noticia:

Ausentismo escolar por alta inseguridad

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Las violencias invisibles en la escuela

Por: Julio Rogero

Muchas de las violencias sociales (miedo al otro, situaciones económicas imposibles, competitividad) son asumidas por los centros educativos.

Las nuevas formas de violencia se van haciendo muy significativas en la sociedad actual de la modernidad tardía, dominada por los modelos de vida impuestos por la sociedad neoliberal del capitalismo salvaje. Esas violencias también se viven en la escuela, aunque, quizás, de forma más imperceptible y a menor escala.

Actualmente, nos solemos centrar en las violencias producidas en los conflictos entre iguales, que se muestran de forma explícita dentro del centro educativo y del aula. Son las formas de violencia que provocan situaciones de quiebra de la convivencia: el bullying y el ciberbullying como formas de acoso entre iguales, la violencia de género y las conductas disruptivas en el aula en sus diferentes formas. También se dan situaciones de dominio y sumisión de arriba hacia abajo. Estas formas de violencia son las más visibles, las más tratadas en la bibliografía y en las actividades de formación sobre convivencia, y las que se suelen tener en cuenta en los diferentes planes de convivencia de los centros educativos.

Decíamos en un artículo anterior que hay otras formas de violencia invisibles y silenciosas, propias de la “sociedad capitalista de rendimiento”, que también se reflejan en nuevas formas de hacer y de ser en la escuela.

Hay toda una violencia ejercida por la escuela como institución contra todos sus componentes, pero de forma especial contra el alumnado, cuando no se presta atención a la tensión que estos viven (también contra el profesorado y las familias, aunque son problemáticas diferentes) cada vez con más intensidad. Cuando no son tenidos en cuenta y cuando no se percibe el sufrimiento ante muchas situaciones de poca valoración, de insensibilidad ante lo que viven con frecuencia, tanto dentro como fuera de la escuela. Eso se refleja en un silencio pertinaz del alumnado, en una baja valoración de sí mismos, en otras reacciones de agresividad indiscriminada que manifiestan la situación que vive y que son llamadas de atención ante determinadas situaciones de violencia vivida en la familia, en la escuela, en su relación con los demás y consigo mismos/as, o en su relación con el propio profesorado.

La escuela se centra en lo que obliga al éxito académico, al emprendizaje, al sobreesfuerzo y a la explotación de sí mismo en los aspectos que se exigen para conseguir la excelencia, el mérito y la buena posición en la escala social. Hoy es casi lo único que le importa a la institución escolar neoliberal: los resultados (las evaluaciones-exámenes), el sentimiento de libertad para que nadie se interponga en el éxito y desarrollo personal.

Al alumnado se le propone algo contradictorio. Que aprenda a convivir y a cooperar con los demás y, a la vez, que aprenda a competir contra todos para poder acceder al mercado laboral con garantías de éxito económico y social. El precio por lograr la exigencia de buenos resultados, puede llevar a sufrir problemas de ansiedad, estrés y depresión ante una tarea que, con frecuencia, se muestra titánica ante sus ojos. Así, la escuela ejerce una violencia sutil que va modelando al “sujeto neoliberal de rendimiento” para que, configurado como un ser libre, que elige ser dueño de sí mismo como condición para tener éxito, centre su vida en la obtención de resultados de éxito. De este modo, él será el único responsable y, si fracasa, aunque persevere, es que no se ha esforzado lo suficiente. Hoy se han creado y siguen creciendo las expectativas desmesuradas sobre cada uno de los niños y niñas. Por eso están sometidos a presión constante para que hagan de todo por situarse en los primeros puestos de la escala social en un mundo hiperexigente. La mayor violencia son todos estos muros invisibles que esta sociedad impone a la escuela, de los que con demasiada frecuencia es inconsciente y le hace el juego.

Esto provoca la violencia que sufre, sobre todo, el alumnado de fracaso escolar ya que es estigmatizado como el perdedor en la carrera por el éxito. Es el comienzo de una vida en la que tiene el riesgo de anclarse como fracasado y padecer el “desprecio al perdedor” en la escuela hasta que es suspendido y expulsado, y ya fuera en una sociedad que solo nos propone modelos de éxito económico.

Otra de las violencias invisibles en la escuela es la insensibilidad manifiesta ante la desigualdad, la pobreza y la marginación heredadas e impuesta a la infancia más necesitada. Son también las víctimas de una violencia, poco tenida en cuenta aunque denunciada por muchos, mantenida sistemáticamente por un sistema educativo que segrega a los débiles y potencia a los fuertes, que selecciona y clasifica para la reproducción social de una sociedad hoy y cada día más injusta y segregadora. Es una violencia ejercida sistemáticamente de forma silenciosa porque los actores de la misma, con frecuencia, no son conscientes de ella. Es la inequidad educativa como violencia, manifestada en muchos de los rasgos que caracterizan la injusticia escolar, plasmada en repeticiones, suspensos, fracaso escolar, absentismo, abandono temprano, falta de apoyos, desinversión, recortes y políticas educativas favorables a las clases altas y medias.

La violencia de la producción de la homogeneización impuesta en las diferentes redes escolares, por mucho que se hable de inclusión en cada una de ellas. Esas redes producen el miedo al otro, al diferente, al distinto. Solo su desaparición puede ser garantía de caminar en la dirección alternativa. También se reavivan otros miedos que nos suelen acompañar a lo largo de nuestras vidas y que son necesarios para que el sistema social dominante perviva: el miedo al propio fracaso, a no estar a la altura de las expectativas sobre uno mismo, la desconfianza y la sospecha que impidan avanzar en la construcción de lo colectivo y lo común desde la diversidad y la singularidad de cada uno. Por eso el miedo hoy es un entorno que también envuelve a la escuela y forma parte del medio que somos y en que vivimos.

A veces la mayor violencia del sistema escolar sobre el alumnado es el ocultamiento que hace de las situaciones conflictivas que vive en el ámbito familiar y en su contexto social. Es ahí donde se dan gran parte de las violencias de las que son víctimas la infancia y la adolescencia: la violencia machista y patriarcal, la angustia y la tensión generada por el paro, la precariedad, el desahucio y las carencias de todo tipo.

A estas violencias sociales y escolares les acompañan también las que se viven desde la familia sobre las expectativas que se crean sobre los hijos e hijas para que se preparen bien para competir y triunfar. No es suficiente ser buenos y competentes, ahora hay que ser excelentes y los mejores.

Estas violencia escolares son un gran desafío para todas las personas que se toman en serio la construcción de una convivencia positiva en el seno de la sociedad y de la escuela. Es necesario seguir analizando las violencias sociales invisibilizadas que llegan a la escuela y ella hace suyas. La consecuencia es que van imponiendo formas de vida sometidas, traumatizadas y doloridas por estas formas de violencia, que se sitúan en el interior de la persona por la presión exterior.

La respuesta de la escuela se está dando ya en positivo en muchas comunidades educativas de convivencia positiva, que comienzan a tener en cuenta estas violencias invisibles y silenciadas, y a tratarlas en un nuevo marco convivencial. Es necesario seguir construyendo una nueva cultura escolar desde la convivencia positiva y pacífica, el respeto profundo a los demás como parte de mí mismo, la acogida, la atención y el cuidado mutuo, capaz de promover nuevas formas de ser, de vivir y convivir.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/01/15/las-violencias-invisibles-la-escuela/

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Honduras: Más de 17,000 alumnos desertaron en 2017

Honduras / 2 de enero de 2018 / Autor: David Zapata / Fuente: La Prensa

La inseguridad en los centros educativos y la falta de recursos de las familias son las principales causas de la deserción escolar en Cortés, manifestó la directora departamental Sara Doris Sambulá.

La inseguridad que acecha en diferentes zonas del departamento hace que los padres de familia saquen de las aulas a sus hijos.

De acuerdo con el último dato del departamento de Infotecnología de esa institución, 17,232 alumnos en Cortés abandonaron sus estudios este año.

La mayor cantidad de desertores se reporta en el nivel de básica, seguido de los alumnos de media, con 6,254 y 5,518, respectivamente. En prebásica, el abandono sumó 722, y de tercero de ciclo, 4,738. Sambula detalló que es importante trabajar con programas de prevención de la violencia en los centros que están en zonas conflictivas. “Como Secretaría, la estrategia de implementación para resolver ese problema es a través de las entidades cooperantes que trabajan con prevención de violencia; con esas instancias buscaremos soluciones para mejorar el proceso de inserción”.

Programas

El objetivo para 2018 es bajar los indicadores y las cifras, es por eso que a través de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) pretenden ejecutar más programas para prevenir la violencia en las comunidades.

“Tenemos un programa con Usaid para que los educandos se sientan más seguros en los centros educativos; ellos dan charlas y actividades”, detalló.

Para el próximo año se beneficiará a unas 100 escuelas con actividades de enseñanza sobre sistemas estratégicos de seguridad.

Los programas tendrán efecto si se vuelven autosostenibles en las comunidades, y eso solo es mediante la integración de todos los sectores de las comunidades.

La migración es otro factor de deserción, debido a que “los padres de familia al ver que se quedan sin trabajo tienen que emigrar y sacar a sus niños de la escuela, por lo que a través del emprendimiento se puede evitar esa situación”, señaló.

Fuente de la Noticia:

http://www.laprensa.hn/honduras/1138745-410/alumnos-desercion-escolar-educacion-honduras

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Jóvenes salvadoreños siguen desertando de la educación formal

El Salvador / 17 de diciembre de 2017 / Autor: Susana Joma / Fuente: Elsalvador.com

El estudio ¿Y si no termino la escuela ?, elaborado por la investigadora Carolina Rovira, de la Fundación para la Educación Superior, plantea la urgencia de enfilar baterías para llevar a cero la deserción escolar.

A pesar de que en las últimas décadas se han lanzado varios planes y programas educativos, con el discurso de incrementar la cobertura escolar y retener a los alumnos en las aulas, la realidad de la deserción escolar sigue como piedra de tropiezo para el sistema de enseñanza y por consiguiente para el desarrollo del país.

Eso es lo que pone de nuevo en evidencia el documento “¿Y si no termino la Escuela? La deserción escolar de la juventud salvadoreña entre 15 y 19 años”, el segundo cuadernillo sobre la situación educativa que produce la Fundación para la Educación Superior (FES), de la Escuela Superior de Economía y Negocios (ESEN), y que se da a conocer hoy.

La investigación, elaborada por la doctora Carolina Rovira, señala que la deserción en ese sector de la población ronda el 37.9 %. Esto implica que cuatro de cada 10 jóvenes que están en ese rango de edad han desertado de la escuela.

“Según los cálculos realizados para esta publicación, al 2016, más de 250,000 jóvenes entre 15 y 19 años, de un total de 682,932, son desertores, no terminarán el bachillerato y sumarán a la mano de obra cuya inserción laboral es precaria”, advierte la investigadora. Tal como muestra, el problema es marcado en el caso de las mujeres con una tasa de deserción que asciende al 39.4 %, comparada con la tasa de los hombres del mismo rango de edad que es de 36.5 %.

Una mirada profunda

Rovira, quien es economista y especialista en educación, explicó que para desarrollar esta investigación utilizó las estadísticas de la Encuesta de Hogares y Propósitos Múltiples que la Digestyc hizo en 2016 y publicó en 2017, y le aplicó una metodología que propuso la Cepal, la cual permite ver qué es lo que está pasando en términos de educación en un grupo de edad, durante el año.

Esa metodología de estudio, que ha sido avalada por la Unesco, es diferente a la que mide la deserción de forma intra – anual, es decir en términos de la cifra de alumnos que ingresó al sistema educativo al inicio del año y la cifra de los que terminaron al final del año. Esta última forma de medición es la que más enfoca el Ministerio de Educación Mined (Mined) y las cifras que arroja están por debajo de las que se evidencian en el análisis por sector.

En enero de este año el viceministro de Educación, Francisco Castaneda, reportó que en 2016 la deserción rondó entre el 2.1% y 2.2 % con lo que se habrían desertado unos 35 mil estudiantes. Mientras, en octubre pasado estimó que 2017 cerraría con un 2 % y reportaba que a esa fecha ya se habían retirado 17 mil alumnos.

“Ha sido (un año) muy satisfactorio porque se está cerrando con la tasa de deserción más baja en la historia del país”, aseguró Castaneda.

Sin embargo, el estudio que Rovira elaboró, con apoyo del equipo técnico del FES, llaman a la reflexión de que la situación al enfocarla desde un segmento clave de la población no es tan favorecedora, y que como sociedad se debe dirigir acciones para superar este problema.

Las cifras del estudio de Rovira sí coinciden con lo que dicen otras estadísticas, en relación a que de cada 10 niños que entran a primaria sólo tres llegan y terminan el bachillerato.

Además, el abandono de la escuela por parte de quienes tienen entre 15 y 19 años también destaca más en la zona rural: esta tasa alcanza el 52.4 %, versus el 27.8 % en lo urbano.

¿Porqué dejan la escuela?

De los catorce departamentos los que están a la cabeza en la deserción para este rango de edad es La Unión con 52.6 %, seguido de Chalatenango con 51.2 %y Cabañas con 50.8 %.

Es así como en el estudio ¿Y si no termino la Escuela? plantea que hay variables socio demográficas que determinan mayor probabilidad de que un joven abandone el sistema educativo antes de culminar el bachillerato, entre ellas: vivir en la zona rural; que el hogar no reciba remesas; que en casa no haya presencia de adultos escolarizados, lo cual genera poca valoración de la educación; la violencia y el embarazo adolescente.

La radiografía que Rovira hizo sobre la deserción en este sector no se limitó al estudio de las cifras, sino también fue más allá con entrevistas a profundidad con escolares desertores, un ejercicio que le permitió dar una visión más integral de la problemática.

La especialista, quien fue entrevistada en vísperas de la presentación del estudio, sostiene que a pesar de las diferencias y particularidades de las historias que escucharon, concluyeron que hay dos grandes elementos escondidos detrás de esas decisiones.

El primero de esos elementos que mueve a los escolares a dejar su formación académica de lado, sobre todo a los del área rural, es que no le encuentran sentido al hecho de educarse. En parte eso se debe a que en su entorno empobrecido no se valore la educación, porque consideran que la gente igual ha salido adelante; y por otra parte, aunque tenga apoyo para educarse la oferta que tienen disponible no está acorde a sus necesidades personales, no es práctica, no responde a su realidad y entonces se decepciona.

Un segundo elemento es que en el entorno los patrones culturales pesan mucho, sobre todo para las niñas que en ciertas regiones del país tienen “una presión invisible” para que tengan familia de forma precoz, e incluso sufren de acoso por parte de hombres mucho mayores, tras lo cual también vienen los embaraces precoces, la obligación de empezar a trabajar y como consecuencia se alejan del camino educativo.

La sombra de la violencia

Rovira afirma que la violencia también ejerce una presión fuerte entre los jóvenes, desde el tercer ciclo hasta bachillerato, para interrumpir su educación. Un factor que los directores de los complejos educativos e institutos nacionales también han señalado en los últimos años.

“Los jóvenes están desertando cada vez más en secundaria y aquí el tema de la violencia y el embarazo adolescente son los temas que prevalecen como razones”, detalló la especialista.

En secundaria la deserción de los hombres es de 26.5 % y de las mujeres de un 30.9 %, indicó.

La investigadora de la FES detalló que, además, analizaron las razones que los jóvenes han expuesto en las encuestas de hogares y propósitos múltiples para abandonar los salones de clase, antes de concluir una formación que les asegure un cambio de vida. Al respecto, señala que una de las principales razones para los hombres es lo económico, y eso los lleva a dedicarse a trabajar, pero en el caso de las mujeres la razón más importante está vinculada con asumir las tareas del hogar y el cuido de hermanos.

Sin embargo, la doctora Rovira sostiene que se debe poner atención al argumento de que se van de la escuela con la justificación de que no les interesa, porque bajo ese motivo se pueden estar escondiendo problemas de aprendizaje y el temor a la violencia.

A la luz de las estadísticas y las historias sobre la deserción, Rovira subrayó que este es un indicador al que el país debería de ponerle más atención, porque el que un joven salga del sistema sin tener las competencias necesarias para aprender solo trae grandes costos en términos económicos y sociales.

Llama a tomar acción

“Nosotros queremos que el salvadoreño funcione para su vida diaria, funcione para tomar buenas decisiones, funcione como ciudadano, funcione como ser productivo, y eso requiere mucho más”, aseguró.

Rovira considera necesario generar una política social y una política económica en función de revertir ese indicador, porque según sus palabras eso nos obligaría a afinar el lápiz y apuntar en lugares en donde realmente le está apretando el zapato a la sociedad salvadoreña. Eso según indica no solo es responsabilidad del Ministerio si no de todos los sectores.

“Tiene que ser una política nacional la búsqueda de la cero deserción, porque tenemos que lograr garantizar que nuestra gente termine el bachillerato. Una persona para asegurarse no ser pobre, según las estadísticas, necesita al menos 10 años de estudio, y el país tiene 7.4 años de estudio promedio, y un 40 % de jóvenes que están dejando la escuela antes de estar en bachillerato, con lo cual muchos se están condenando a la pobreza”, dijo.

En la actualidad, según anotó en su trabajo, ninguno de los ocho ejes estratégicos del Plan Nacional de Educación, emitido por el gobierno, se postula de manera explícita la garantía de la permanencia escolar como meta. Hasta el momento sólo el Plan El Salvador Educado, emanado del Consejo Nacional de Educación (Coned), postula el desafío de garantizar los 12 años de escolaridad, así como también la Lepina.

De allí que esta economista y especialista en educación considere que, más allá de los esfuerzos de alfabetización para enseñar a leer y escribir a los adultos rezagados, y más allá de dotar de paquetes escolares a los niños, es necesario lograr que la escuela cuente con profesores que tengan buenas metodología de enseñanza (que trasciendan del dictado y el copiado al análisis), que las escuelas tengan los recursos que generen un ambiente atractivo para estar en ellas y aprender, pero que también, de forma más integral, se piense en resolver problemas de hacinamiento, de salubridad, de acceso a servicios básicos que afectan a las familias y a los escolares.

“En un país donde el acceso al agua es del 75 % hay muchos niños sin acceso al agua. Estos niños, en especial las niñas, van a pasar cinco a seis horas al día acarreando agua y lo hacen en casa y en la escuela. Este tiempo que pierden en estas tareas, por no tener acceso a servicios básicos, los van sacando despacito del trayecto educativo”, puntualizó.

Fuente de la Noticia:

http://www.elsalvador.com/noticias/nacional/428543/jovenes-salvadorenos-siguen-desertando-de-la-educacion-formal/

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